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TRIBUNA i
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9/8/2021 Apogeo y decadencia de Occidente | Opinión | EL PAÍS
El libro es erudito y a la vez ameno, aunque no excesivamente imparcial, pues privilegia los
aportes anglosajones y, por ejemplo, ningunea los franceses, y acaso sobrevalora los efectos
positivos de la reforma protestante sobre los católicos y los laicos en el progreso económico y
cívico del Occidente. Pero tiene muchos aspectos originales, como su tesis según la cual la
difusión de la forma de vestir occidental por todo el mundo fue inseparable de la expansión de
un modo de vida y de unos valores y modas que han ido homogenizando al planeta y
propulsando la globalización. Por eso, con argumentos muy convincentes Niall Ferguson
sostiene que la promoción del pañuelo y el velo islámicos no es una moda más, sino forma
parte de una agenda cuyo objetivo último es limitar los derechos de la mujer y conquistar una
cabecera de playa para la instauración de la sharía . Así ocurrió en Irán tras la Revolución de
1979 cuando los ayatolás emprendieron la campaña indumentaria contra lo que llamaban la
“occidentoxicación” y así comienza a ocurrir ahora en Turquía, aunque de manera más lenta y
solapada.
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9/8/2021 Apogeo y decadencia de Occidente | Opinión | EL PAÍS
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9/8/2021 Apogeo y decadencia de Occidente | Opinión | EL PAÍS
Las críticas de Niall Ferguson al mundo occidental de nuestros días son muy válidas. El
capitalismo se ha corrompido por la codicia desenfrenada de los banqueros y las élites
económicas, cuya voracidad, como demuestra la crisis financiera actual, los ha llevado
incluso a operaciones suicidas, que atentaban contra los fundamentos mismos del sistema. Y
el hedonismo, hoy día valor incontestado, ha pasado a ser la única religión respetada y
practicada, pues las otras, sobre todo el cristianismo tanto en su variante católica como
protestante, se encoge en toda Europa como una piel de zapa y cada vez ejerce menos
influencia en la vida pública de sus naciones. Por eso la corrupción cunde como un azogue y
se infiltra en todas sus instituciones. El apoliticismo, la frivolidad, el cinismo, reinan por
doquier en un mundo en el que la vida espiritual y los valores éticos conciernen sólo a
minorías insignificantes.
Todo esto tal vez sea cierto, pero en el libro de Niall Ferguson hay una ausencia que, me
parece, contrarrestaría mucho su elegante pesimismo. Me refiero al espíritu crítico, que, en
mi opinión, es el rasgo distintivo principal de la cultura occidental, la única que, a lo largo de su
historia, ha tenido en su seno acaso tantos detractores e impugnadores como valedores, y
entre aquellos, a buen número de sus pensadores y artistas más lúcidos y creativos. Gracias a
esta capacidad de despellejarse a sí misma de manera continua e implacable, la cultura
occidental ha sido capaz de renovarse sin tregua, de corregirse a sí misma cada vez que los
errores y taras crecidos en su seno amenazaban con hundirla. A diferencia de los persas, los
otomanos, los chinos, que, como muestra Ferguson, pese a haber alcanzado altísimas cuotas
de progreso y poderío, entraron en decadencia irremediable por su ensimismamiento e
impermeabilidad a la crítica, Occidente —mejor dicho, los espacios de libertad que su cultura
permitía— tuvo siempre, en sus filósofos, en sus poetas, en sus científicos y, desde luego, en
sus políticos, a feroces impugnadores de sus leyes y de sus instituciones, de sus creencias y
de sus modas. Y esta contradicción permanente, en vez de debilitarla, ha sido el arma secreta
que le permitía ganar batallas que parecían ya perdidas.
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2013
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