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MODERADORA Y TRADUCTORA
Nelly Vanessa
CORRECTORAS
maggiih Curitiba
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Pachi15 Nanis
RECOPILACIÓN Y REVISIÓN
Nanis
DISEÑO
Aria
Sinopsis Capítulo 14
Capítulo 1 Capítulo 15
Capítulo 2 Capítulo 16
Capítulo 3 Capítulo 17
Capítulo 4 Capítulo 18
Capítulo 5 Capítulo 19 4
Capítulo 6 Capítulo 20
Capítulo 7 Capítulo 21
Capítulo 8 Capítulo 22
Capítulo 9 Capítulo 23
Capítulo 10 Capítulo 24
Capítulo 11 Capítulo 25
Capítulo 12 Próximamente
Capítulo 13 Sobre el autor
Lindsey Bains Johanson ha pasado toda su vida perfeccionando el arte de la
negación. Siempre fue la hija perfecta, la obediente, del general Travis Bains, hasta
que se enteró de las atrocidades que cometió contra su propia hermana. Ahora,
libre de su padre, se ha convertido en la esposa perfecta. Toda una vida de
entrenamiento la ha mantenido en línea y dispuesta a permanecer en silencio sobre
cualquier cosa y sobre todo, incluyendo el monstruo en que su marido se vuelve a
puerta cerrada.
Se escapa de la casa de su hermana, y con la ayuda del veterinario, Noah
Clark, comienza a ver que no tiene que ser tan buena ni tan obediente. Noah le
muestra una vida que nunca antes imaginó, y comienza su camino hacia el
autodescubrimiento. Empieza a encontrar a una mujer que nunca conoció, pero
que es una mujer que su marido nunca aceptará o liberara.
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Cuando su marido viene por ella, regresa a su casa, sin decirle a nadie el
secreto que ha mantenido a expensas de su mente y cuerpo. Pero esta vez… las
cosas van demasiado lejos, y sólo entonces Noah averigua lo que ha escondido
todos estos años. Pero Lindsey sabe que nada detendrá a su marido, con el tiempo
llegará a destruirla, como siempre prometió que iba a hacer…
Arlington, Virginia
L
a negación. Para la mayoría de la gente, la negación es una palabra de
uso frecuente para justificar un delito o una serie de malas acciones.
En términos generales, no es un himno por el cual las personas rigen
sus vidas. No así, sin embargo, para Lindsey Johanson. Se esforzó por hacer de su
talento personal el negar todo el mal a su alrededor una forma de arte que estaba
simplemente ideado para mantenerla con vida.
Apretó los párpados cerrándolos herméticamente y se concentró
profundamente en su respiración. Dentro y fuera. Dentro y fuera. Respirar
significaba que estaba viva. Viva quería decir que estaba bien. Todo estaría bien.
Todo iba a mejorar. Todo sanaría. Además, cuanto más se concentraba en respirar,
era menos probable que expresara su dolor con un gemido o gruñido, sonidos que
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sólo servirían para incitar su crueldad aún más.
Él no estaba pateando sus costillas. No estaba golpeando su estómago. No
estaba a horcajadas sobre sus muslos mientras se desabrochaba la bragueta. No lo
hacía, no podía, posiblemente querer tener sexo con ella ahora. Respiró más fuerte,
más rápido, dentro y fuera. Dentro y fuera.
Pero lo hacía. Ella abrió la boca, mordiendo con dureza su labio, tratando de
sofocar cualquier gemido de dolor dentro de su boca, antes de que se marchitara
en su pecho. Su cuerpo se sacudió contra la alfombra mientras él se metía
violentamente dentro de ella. Su espalda se movió arriba y abajo, raspando contra
la alfombra, raspándose, todo mientras que él golpeaba su pene como un arma
dentro de ella, dentro y fuera. Dentro y fuera.
Ella siempre mantenía los ojos cerrados. Mientras no lo viera, no tendría que
retener ninguna imagen de su sadismo. Más tarde, no tendría que volver a vivir la
emoción en sus expresiones faciales. Nunca tendría que saber si tenía los ojos
abiertos, y ver el dolor retorciéndose en su rostro. ¿Estaría sonriendo con deleite?
¿O mirándola con odio irracional? Nunca lo sabría. Pero no saber era infinitamente
mejor que saber.
Con un grito gutural, de repente él se puso rígido y entró en ella tan duro y
profundo, que temió que su vientre colapsara bajo la presión. Su pene era como
una espada, dividiéndola en dos. Él gruñó mientras caía sobre ella, su peso
agobiante atrapándola en el suelo.
―Eres sólo mía. Tal vez ahora, no lo olvidarás ―le susurró. Su aliento se
sentía caliente en la piel debajo de su oreja, y su voz era más tranquila ahora, de
vuelta a una cadencia más normal. La advertencia era sólo su respuesta natural a lo
que hacía para incitarlo.
Algunas mujeres creían que ser considerada la posesión de un hombre era
sexy. Es como si su reclamación fuera un honor para ella, o que le estuviera
otorgando un regalo de alguna manera, al querer poseerla. Sólo que no lo era. La
posesión y la obsesión no eran sexys. Su derecho sobre ella no era más que un
anuncio de su capacidad, así como su intención, de romperla con su fuerza. Para
dominar y controlar cada palabra y cada acción, hasta cada uno de sus
pensamientos.
Y con el tiempo, eso también le daba derecho a golpearla y abusar de ella.
Pero no era violación. No podía llamarse violación. Él era su marido. Los
maridos no podían violar a sus esposas. Tenían sexo con sus esposas. Les hacían el
amor a sus esposas. Por supuesto, no todos los maridos comenzaban primero
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empujando a su esposa al suelo, y luego proceder a patearla y golpearla, antes de
saltar encima de ella para detener su lucha y su resistencia mientras forzaba su
pene en sus apretados, secos y doloridos espacios. No, la mayoría de los maridos
preferían tener sexo con sus esposas después de que estaban húmedas y listas,
nunca entraban por la fuerza en ellas. Aunque ella no estuviera mojada ni lista, no
era violación, y no podía serlo porque estaba casada con él.
Negación.
Era el único dispositivo que era capaz de encontrar la fuerza para abrir sus
ojos.
Ella parpadeó ante la luz del día que llenaba su sala de estar. Un “silbido” de
aire profundo se le escapó de los pulmones. Su cuerpo se sentía como si hubiera
estado en un largo y arduo, horrible viaje, en lugar de gastado por sólo los últimos
diez minutos siendo golpeada y violada, no, no violada, sino teniendo sexo con su
marido.
Los techos abovedados se levantaban a unos seis metros, con un pico en el
techo con cuatro claraboyas diferentes que le daban la bienvenida a los cuadrados
profundos de sol. Los rayos del sol alcanzaban el suelo sobre el que estaba
acostada, destacando las motas de polvo que flotaban perezosamente en el aire,
que orbitaban sus muebles de cuero azul oscuro y mesas de madera oscura que tan
elocuentemente llenaban la habitación. La habitación que estaba en su mayoría aún
intacta. ¿Cómo podría ser? ¿Cómo podría no haber sido alterado? ¿Cambiado?
¿Arruinado? Todo estaba limpio y ordenado.
El poco polvo que cayó hoy seguramente se iría mañana. Ella limpiaba todos
los días. Él odiaba el polvo. Odiaba el lío. Odiaba el caos de cualquier tipo.
Así que ella no permitía que el polvo o el desorden o caos de algún tipo
existieran.
Él se izó fuera de ella, apoyándose en las rodillas, que ahora estaban a ambos
lados de sus piernas. Luego se puso de pie en un movimiento rápido y ágil.
Después de ajustarse el pantalón y meter su blanca, abotonada camisa, se
reorganizó la corbata. Estaba arrugado ligeramente. Odiaba eso. El impulso llenó
su entumecido cerebro: tenía que planchar rápidamente su camisa.
Sus ojos vagaron sobre ella mientras fruncía el ceño con disgusto. Era como si
hubiera descubierto su holgazanear alrededor del sofá cuando debería haber
estado haciendo algo más constructivo. Lo que parecía escaparse de él eternamente
era que era su culpa que ella yaciera en el piso de su sala de estar, demasiado
aturdida para moverse. Tal vez, esta vez, estuviera incluso demasiado herida para
moverse. No. No, no podía tener demasiado daño, ya que no se le permitía. Él
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nunca le había permitido el lujo de ir al hospital. Siempre lograba detenerla justo
antes de eso. Así como siempre tenía cuidado de no lastimarla en lugares visibles.
Siempre podía ocultar los moretones que le infligía. A pesar del calor de sus más
profundas rabias, todavía controlaba dónde dejaba sus huellas en ella.
Y nadie podría saberlo. Los moretones necesitaban una historia. Una historia
que no podía ser su historia. No la pareja que algún día pronto, serían los
siguientes aspirantes a políticos, Elliot y Lindsey Johanson. Vivían en una gran
prístina casa de tres pisos, de ladrillo estilo colonial, cerca de Virginia Square, justo
al otro lado de Washington DC. Tenían a tres personas de tiempo completo: a un
ama de casa, un cocinero y un jardinero/paisajista. Lindsey dirigía su casa y al
personal, así como su vida social. Siempre se presentaba como una impresionante
y bien organizada esposa de la clase alta y la buena anfitriona en todo momento.
Elliot tenía dinero, del tipo que le permitía nunca tener que trabajar un día en
su vida. Podrían haber vivido mucho más allá de los medios en los que habían
elegido vivir. Pero Elliot prefería mantener su imagen de tener mucho menos de lo
que realmente tenía. Quería asumir la fachada de un urbanista, aunque lo hacía
bien, pero de clase media, no obstante. Trataba de ocultar abiertamente, al loco,
sucio rico magnate que realmente era. E iba hasta su fiel esposa para mantener esa
fachada.
Ella se levantaba a las cinco de la mañana para hacer su rutina de ejercicios
antes de prepararse. Se esforzaba por ser tan perfecta como podía a las siete cada
mañana. No importaba qué día fuera o lo que había planeado, siempre estaba
impecablemente presentable.
Esto era, por supuesto, a excepción de estos momentos. Cerró sus piernas y
retorció la parte inferior de su cuerpo para ocultarlo. Podía sentir las pantimedias
arrancadas mientras descansaban torpemente entre sus muslos. Su falda había sido
empujada precipitadamente a lo largo de su cintura, y sus tacones altos estaban a
varios metros de distancia. Su blusa estaba fuera del pantalón, y girada sobre su
torso. Se tragó un repentino sollozo, sabiendo que no podía llorar. No podía.
Temblando una respiración, poco a poco, se sentó con cuidado, aunque la totalidad
de su sección media le quemaba y protestó. Su respiración se incrementó cuando el
dolor despertó todas sus terminaciones nerviosas. Sus entrañas y piezas femeninas
le quemaban y picaban en sensaciones ominosas profundas.
―Limpia este desastre, ¡y recupérate! La cena todavía es a las siete, así que
asegúrate de que esté lista. No te atrevas a decepcionarme otra vez.
Girando sobre sus talones, su caballeroso marido se acercó al espejo para
ajustarse su cabello. Su cabeza cayó sobre sus rodillas mientras los sollozos de
repente se quedaban alojados en su garganta. Se mordió el labio y rechinó los
dientes. No podía llorar, o él lo sabría, y sus lágrimas sólo la traicionarían. Así que
no, absolutamente no podía llorar. Miró a su alrededor y vio que sólo una pequeña 9
parte de la habitación estaba en ruinas, una reflexión macabra de lo que acababa de
suceder.
Él la atrapó absolutamente no preparada para su llegada, y mucho menos, su
rabia. Estaba haciendo sus retoques diarios a la habitación. Con una lata de
pulimento y un trapo, estaba limpiando cuidadosamente todas las huellas
dactilares de las mesas oscuras y quitando el polvo de las valiosas ―una a una―
chucherías que adornaban sus estanterías y mesas. Elliot viajaba extensamente y
con frecuencia volvía con preciosos recuerdos, que ella cuidaba con su vida,
temiendo su reacción si no lo hacía. Nunca permitía que el personal de limpieza
tocara alguna de sus cosas, y siempre las mantenía ella misma.
Él solo irrumpió en la habitación sin decir una palabra, la tomó por el codo y
la hizo girar hacia él. El rostro que vio ante ella era oscuro, amenazador, con una
rabia que ardía en sus ojos y que rayaba en la locura.
La lanzó sobre una mesa, que se vino abajo. Ella cayó sobre la lámpara, y sin
darse cuenta la rompió. Él la tomó, tirando de su brazo detrás de la espalda
mientras la atrapaba contra el sofá. Ella temía que pudiera dislocarle el hombro de
nuevo, o romperle la muñeca. Pero… eso ya pasó antes. Tenía que darse cuenta
que se vería sospechoso, ya que no podía ser tan torpe.
Por supuesto, no tenía ni idea de lo que había hecho o por qué llegó a casa
con la intención de hacerle daño.
Su voz era suave cuando la inclinó sobre el sofá y le apartó el brazo superior
sobre su espalda.
―¿Creías que no lo descubriría?
Ella quiso gritar, ¿descubrir qué? ¿Qué había hecho? Pero lo sabía mejor.
Permaneció en silencio y dejó que se lo dijera, como siempre hacía. Parecía
disfrutar eso: decirle de cuántas maneras le había fallado, cómo ella había causado
esto, y cómo él no tenía más remedio que castigarla con mayor severidad.
―Dejaste tus píldoras anticonceptivas en la basura. Las encontré, pero tenía
una reunión a la que no podía faltar esta mañana, así que no pude hablar de ello
contigo entonces. ¿Creías que te saldrías con la tuya?
No, ella no lo hacía, porque no era su control de natalidad. Estaba segura de
eso. Sabía mejor que no debía tomar pastillas anticonceptivas. Serían muy
fácilmente descubiertas, y demasiado fáciles de volverla descuidada al tirarlas.
Hace mucho tiempo, tenía un DIU, por lo que no podía ser detectado. Y sin
embargo... ¿estaba sufriendo una paliza por eso? ¿Qué pasaba con la criada? ¿Con
el cocinero? ¿Quién habría tirado las malditas píldoras anticonceptivas en la
basura? ¿Alguien habría limpiado su bolso? ¿Algún acto inocuo de una mujer que
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comenzaría su próxima ronda de píldoras anticonceptivas la había llevado a esto?
Cerró los ojos. No tenía sentido negarlo, o pedir por su caso, ya que el daño
había sido hecho. ¿Por qué arriesgarse a su feroz reacción? ¿O meter a alguien en
problemas? No es que él habría reaccionado así con alguien más. Sin duda,
simplemente les habría amonestado amablemente, pidiéndoles que fueran más
respetuosos y cautos, después de todo, eran una familia prominente y preferían
mantener sus asuntos privados antes de ser transmitidos a cualquiera persona. Él
nunca era agresivo, duro, grosero, o se enojaba con nadie más.
Con nadie. Nunca. Excepto con ella. Ella le daba luz a la gama de su ira y
rabia.
―Tendremos un bebé, Lindsey. Y tu duda no se aprecia ni será tolerada. ¿Está
claro ahora?
Ella miró sus pies. Por supuesto, entendía eso, pero simplemente decirlo
nunca era suficiente para Elliot. Él la tiró del sofá, golpeándola en el suelo, y su pie
siguió dándole patadas en el estómago. Ella se retorció, se sacudió y se retorció de
dolor en silencio antes de que él se le sentara a horcajadas.
Lindsey sacudió la cabeza y se preguntó por qué estaba ya reviviéndolo. No
tenía sentido, nunca pensaba en ello, y mucho menos lo revivía. Sólo tenía que
asegurarse de que no volviera a ocurrir. Ahora todo había terminado y miraba
fijamente sus pies. El esmalte rojo de su pedicura se había astillado en algún punto
y sabía que tendría que arreglar eso antes de esta noche.
―¿Lindsey? ¿Queda claro el tema de control de la natalidad ahora?
Ella levantó los ojos hacia él. Sus suaves palabras sugerían que podría haber
dicho su nombre ya. Su tono era letalmente apretado, e indicaba que su
comportamiento lo estaba frustrando. No toleraba la frustración, sobre todo de
ella.
―Sí, está muy claro.
Su expresión facial se suavizó cuando se acercó y se arrodilló ante ella. Puso
una mano sobre su cara y frotó su pulgar sobre su mejilla.
―¿No quieres mi bebé? ¿Hay alguna razón por la que harías una cosa tan
traicionera? Entiendes ahora, espero, por qué ocurrió esto hoy.
Sus ojos verdes le sostuvieron la mirada mientras esperaba una respuesta, y
su cabeza bajó una fracción de centímetro, mientras sus cejas se levantaban con
anticipación. Sabía lo que tenía que hacer ahora. Debía asentir y decir, por
supuesto que quería a su bebé. Que estaba terriblemente equivocada, y que era la
única culpable de este descuido hoy. Sus ojos azules se aferraron a los suyos y se 11
humedeció los labios lentamente. Ella alzó la cabeza, luego la bajó sumisamente.
―Entiendo. Yo estaba… asustada. Me equivoqué al engañarte. Nunca las
tomaré más, no a menos que me lo pidas.
Él sonrió, y sus labios remarcaron unos hoyuelos, en su sonrisa perfecta. Era
el responsable de capturar más que su parte justa de corazones de las mujeres.
Encantador, guapo, y casi impresionante su sonrisa se extendía desde los labios
hasta abarcar toda su cara. Era un hermoso, perfecto, monstruo sofisticado y
esculpido.
Él le acarició la mejilla con condescendencia.
―Esa es mi chica. Ahora tengo que volver a la oficina. Ocúpate de esto, y
asegúrate de que esté listo esta noche. No vamos a discutir esto de nuevo. Y vamos
a intentarlo de nuevo esta noche.
¿Intentarlo de nuevo? Sus hombros se inclinaron con derrota. ¿Eso era lo que
era? ¿Se suponía que este brutal desgarro de sus paredes vaginales era para dar
lugar a un bebé? Esta vez, las lágrimas en sus ojos ardieron demasiado para
reprimirlas. Tragó, pero se atragantó con el nudo de dolor en su garganta. Se sentó
allí por un largo tiempo, demasiado tiempo, mientras trataba de inhalar y exhalar.
Vaciar la mente de todo, buscó consuelo en la negación. Pero… ya no estaba allí.
No estaba sucediendo. No podía conjurar la fachada que dictaba su vida. No podía
encontrar la imagen de la fantasía de quien era, la que borraba la verdad que veía
aquí: una golpeada, triste, deprimida, y muy débil mujer. Pero ella era esa mujer.
Estaba golpeada, triste, deprimida, débil, y… su marido la había violado. Si eso no
era violación, ¿qué era?
Lo entiendo, Jessie. Finalmente lo sé. Los pensamientos se desplomaron en su
cerebro, lavando todo lo demás. Pasó años ayudando a su hermana pequeña a
llegar a un acuerdo y a aceptar las violaciones que padeció y sufrió. Primero, de la
mano de los amigos de su padre, y más tarde, por el grupo que su padre contrató
para secuestrarla. Observó a Jessie desintegrarse durante mucho tiempo, incluso
antes de que supiera lo que estaba mal con ella. Después de que se enteró, le tomó
años antes de que Jessie pudiera manejarlo. Y ahora… finalmente lo sabía. Las
lágrimas llenaron sus párpados cerrados antes de que se deslizaran por sus
mejillas.
No, ella no era como Jessie. A Jessie le habían hecho cosas innombrables,
terribles. Cosas que eran mucho peores que la paliza más severa que jamás sufriera
a manos de su marido, o el sexo duro que la obligaba a tener periódicamente. Sí,
¡eso era todo! La forzaba a tener sexo duro, lo que era un grado menor que la
violación. La violación era lo que ocurría cuando un desconocido o desconocidos te
sujetaban y te forzaban a tener sexo. Eso fue lo que pasó con su hermana, y no lo
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que acababa de pasarle a ella.
Sacudiendo la cabeza, lentamente y con mucho cuidado se levantó en toda su
estatura. Se quitó de encima lo arruinado, y deslizó la falda en su lugar mientras se
metía su arrugada blusa. Le dolía el pecho. Le dolía y ardía, así como sus
extremidades inferiores y el hombro izquierdo. Echó un vistazo al decorado espejo
que colgaba sobre el sofá, y se quedó sin aliento ante el reflejo. ¿Quién era? No
podía ser ella. Esa mujer estaba enredada, andrajosa, con el cabello rubio deshecho
de su una vez ordenado moño francés. Sus ropas estaban arrugadas y en desorden.
Sus ojos parecían embrujados, acosados, y vacíos. Parecía tan vacía por dentro
como su reflejo.
Una vez, sin embargo, había sido hermosa. Todo el mundo pensaba que sí.
Era Lindsey Bains, la amada, adorada, y siempre perfecta hija del general Travis
Bains. Era todo lo que Jessie no era, y se deleitaba en serlo. Amaba monopolizar la
devoción total y absoluta de su padre y su aprobación. Aprendió a despreciar a su
rebelde, hermana causante de problemas, a la cachonda. Mientras Jessie
rápidamente empeoraba año tras año a partir de los dieciséis en adelante, Lindsey
no hizo más que estar de acuerdo y apoyar a su padre acerca de la persona horrible
que su hermana Jessie encarnaba. Entendía por qué su padre había tratado
desesperadamente de hacer lo correcto por Jessie al disciplinara. Él tenía que
corregirla, y detenerla.
Lindsey se negó a reconocer que su padre estaba arruinando a su hermana.
Que la utilizaba habitualmente para pagar las deudas que le debían una serie de
hombres con mucho poder con el que su padre cultivaba sus relaciones a largo
plazo. Senadores, oficiales del ejército, miembros del gabinete, así como muchos
otros estuvieron con su adolescente hija Jessie, a quien obligaron a tener sexo. Sin
embargo, cuando Lindsey notó que su hermana había empezado a actuar, ¿qué
sabía? Nada. Nada de eso. Estaba en la universidad, muy ocupada trabajando en
su título de licenciatura y participando en el programa Army ROTC. Tenía la
intención de prolongar su servicio militar, e incluso fijar una carrera a largo plazo,
con la alta esperanza de subir de categoría, como su padre. Tal vez no tan lejos,
pero a la más alta medida que pudiera, con el único objetivo de hacer a su padre
orgulloso. Echaba de menos su brillante reconocimiento.
Es decir, hasta el día en que se enteró de la verdad acerca de Jessie. En el
espacio de una tarde, toda su vida, su identidad y su futuro habían sido alterados y
dañados. Todo lo que había creído anteriormente que era verdad estaba
equivocado. Jessie no era “mala” ni estaba “loca”, sino que era la trágica víctima de
tanta violencia y brutalidad, que aún hoy, Lindsey no podía comprender cómo su
hermana se las había arreglado para vivir.
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Como la primera víctima de su padre, Jessie fue sometida a tres días de
torturas sin fin y violación antes que un soldado, Will Hendricks, la rescatara.
Will vio todo. Fue el único que finalmente le creyó a Jessie, y ayudó a salvarla
del monstruo en que su padre se había convertido. Fue Will, y no ella, quien
finalmente salvó a Jessie. ¡Qué broma! Después de todos esos años cuando ella,
Lindsey Bains, se consideraba la “hermana buena”.
Lindsey no era buena en absoluto. Era una mierda. Era una mierda total y
una completa cobarde. Nunca había dado un paso adelante o defendido a su
hermana cuando su padre la intimidaba y reprendía. Aunque no supo sino hasta
luego del abuso físico, había sido muy consciente de sus interminables ataques
verbales hacia Jessie. Aun así… Lindsey tenía demasiado miedo de que su padre se
volviera hacia ella si trataba de hacer algo por Jessie.
La cuestión era que realmente no lo sabía. Nada de eso. Había sido un
sorprendente descubrimiento, y cuanto más tiempo pasaba más sabía sobre su
padre, y más su vida había sido destrozada. Su padre realmente se había
convertido en un monstruo.
Pero nunca fue así con ella.
Lindsey nunca supo qué hacer con ese horrible conocimiento. ¿Por qué su
padre no abusó de ella como de Jessie? ¿Por qué el, que era tan valiente y noble
hacia ella, sin embargo, estaba tan dispuesto a ser el proxeneta de Jessie? ¿Cómo
pudo haber evitado ver lo que estaba ocurriendo delante de su nariz? Finalmente,
salió a la superficie que Jessie no era realmente la hija del general, pero eso no
explicaba cómo o por qué podría criar a Lindsey con decencia y a Jessie con horror.
Era imposible para Lindsey conciliar a los dos generales que ahora conocía.
Negación. Esa era la forma de manejarlo. Tal vez por eso se casó con Elliot, a
pesar de que ni una sola vez atestiguó su control, su lado dominante y violento
alimentado con furia. Eso no emergió hasta que estuvo casada con él. Se inició la
misma noche en que tomó su virginidad en la suite de luna de miel del hotel
donde se habían casado. Ese fue su primer indicio sobre con quién se había casado.
Había conocido a Elliot Johanson cuando tenía apenas veinticuatro años, y al
instante se sintió cautivada. Se parecía tanto a su padre: la forma en que hablaba,
se movía, e interactuaba con ella. La hacía sentir como si hubiera recobrado algo
valioso que había perdido con el distanciamiento de su padre. Elliot sustituyó lo
dominante, la exigente fuerza en su vida que su padre estableció hasta que se
enteró de lo que le hizo a Jessie.
Una vez pensó que había encontrado y se había casado con el hombre 14
perfecto.
Elliot no quería que ella estuviera en el ejército. Dijo que era una dama y no
era algo que preveía que su esposa hiciera. Después de haber deshonrado a su
padre, al mismo tiempo que su período de servicio terminó, optó por no continuar
como soldado en servicio activo.
Miró su cara en el espejo. Algún puto soldado. Mírala: una abatida, frágil, mujer
de mirada triste que ni siquiera podía levantar una mano en su propia defensa
para evitar que su marido la violara en medio de la tarde en su piso de la sala de
estar.
Sin duda, Elliot espontáneamente había dejado salir a todo el personal,
aunque probablemente actuó como si quisiera sorprender a su esposa con un
romántico interludio por la tarde. Probablemente todos salieron de la casa,
sonriendo por la forma en que Elliot era tan dulce, y la suerte que Lindsey tenía al
tenerlo. Elliot nunca se atrevía a tocarla si alguien más estaba en casa.
Se alejó de su imagen patética para pararse junto a la mesa. Recogiendo la
lámpara rota, la tiró fuera, y la reemplazó con un arreglo de flores para llenar el
agujero que creó. Poco a poco caminó alrededor de la habitación, quitando el polvo
y pasando la aspiradora, enderezando el escenario de su última humillación.
Rápidamente se duchó para quitarse todo también: su maquillaje manchado y
el semen que se filtraba de sus piernas, los intentos amorosos de Elliot de crear
vida. Después de cinco años de matrimonio, ¿realmente pensaba que permitiría
alguna vez que un inocente estuviera bajo su cuidado?
El teléfono sonó, mientras estaba poniéndose presentable para la cena de esta
noche. Era un evento de caridad para recaudar fondos para la Universidad de
Georgetown y Elliot era el invitado de honor. Por lo tanto, tenía que estar
perfectamente impecable.
―¿Lindsey?
―¡Jessie! ¡Oh, Dios mío! ¡Es muy bueno escuchar tu voz! ―Ella se desplomó
en el suelo, con cuidado de no alterar el edredón de su cama king-size. Las
lágrimas pincharon sus ojos de nuevo, y empujó sus párpados cerrándolos. Con el
corazón lleno de plomo. Quería decírselo a su hermana. Tanto. Quería decirle,
simplemente. Me golpeó, Jessie. Pudo haberme dislocado el hombro. Y me duele tanto. Me
duele tanto.
Pero no lo hizo. No podía. Nunca diría una palabra. Negación. Era lo que
había aprendido mejor bajo el reinado de su padre. Podía guardar silencio sobre
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todo.
―Oye, hermanita, ¿estás bien? Suenas un poco rara.
Jessie era, honesta, abierta, divertida y directamente informal. Ella era todo lo
que Lindsey no era. Callada, obediente, reticente, y dispuesta a aceptar lo
inaceptable, que era bueno, para la pequeña Lindsey Bains.
Lindsey se lamió los labios mientras forzaba una sonrisa falsa y trataba de
hacer que su voz saliera normal.
―No, no estoy rara. Sólo estoy preparando una cena para esta noche.
―¿Una cena? ¿Cuál es la última cena de celebración de Elliot como el chico
dorado? Te lo juro, ustedes dos son de la realeza. Aquí, allá y en todas partes, ¿no
es así?
Ella se mordió el labio para reprimir el grito de angustia. Jessie se estaba
burlando de ella. No había burlas cuando se trataba de lo que Elliot le hacía.
―Sí. Ya sabes lo mucho que desea esto. Entonces, lo hacemos.
Jessie se echó a reír.
―Oh, ¡lo sé! El presidente Elliot Johanson de Estados Unidos de América. No
puedo creer que esté relacionada con él.
A pesar de todo en contra, de toda su jodida historia, y de las graves
consecuencias que su infancia había causado en ambas, Jessie nunca perdía su
sentido del humor, su entusiasmo o su chispa por la vida. Siempre había podido,
hasta ahora, hacer que Lindsey sonriera. Cómo Jessie logró adivinar exactamente
lo que Elliot planeaba a largo plazo, Lindsey no lo sabía. Ella nunca se lo había
dicho a Jessie. No se lo había dicho a nadie porque Elliot se lo había ordenado. Por
el momento, estaba, simplemente proponiéndose para ser gobernador del estado.
Pero tenía muchos más objetivos de largo alcance que eso. Ese era sólo el
comienzo.
―No todavía.
―Oh, llegarás allí. Elliot no aceptará un no ahora, ¿verdad? Así, podrás ser la
primera dama de Estados Unidos. Y estás hecha para eso, Lindsey. No hay duda
en mi mente.
―Tú… ¿crees que no aceptará un no por respuesta? ―La voz de Lindsey
vaciló. ¿Jessie en realidad había notado que Elliot la estaba controlando?
―Bueno, no te ofendas, Linds, pero Elliot se sale con la suya, sin importar lo
que pase. Incluso lo intentó con Will.
Ella presionó su lengua en el techo de su boca para evitar confirmar la
descripción de Jessie.
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―Entonces, qué pasa. ¿Hay alguna razón para que me llames?
―Quiero que vengas aquí. Ha pasado un tiempo muy largo. Y puede que
tenga que guardar reposo en cama pronto, pero no quiero nada más que pasar el
rato contigo.
―¿Reposo en cama? ¿Sucede algo malo? ―Jessie estaba embarazada de siete
meses, y había dicho desde el principio que quería que Lindsey permaneciera con
ella durante un par de semanas después del nacimiento del bebé.
Will, su soldado/rescatador convertido en amante esposo, pensó que era una
buena idea. Por razones obvias con respecto a la historia de Jessie, en secreto se
preocupaba de cómo lidiaría con su bebé. Había tenido que renunciar a su primer
bebé dándolo en adopción, ya que era el resultado de una violación cuando fue
secuestrada.
―No, pero tengo diabetes gestacional, y me dijeron que retrasara las cosas.
Realmente no lo sé, sólo tengo un presentimiento.
―Sabes que me encantaría, pero hay mucho que hacer aquí. Y, ¿no es un
poco pronto para que vaya? ―Y mi marido no me dejará.
―Lo sé. Pero las elecciones no son sino hasta dentro de un año y Elliot dijo
que tiene todos esos viajes que hacer antes de que realmente comience la campaña.
Pensé que podríamos pasar el rato antes de que todo se ponga loco. Para las dos. Y
¿no se verá bien para el público si estás lista para ayudar al bebé del héroe?
Después de todo, ¿no es su cuñado Will Hendricks parte del atractivo de Elliot?
Jessie era aguda. Ella veía eso también, ¿eh? Se dio cuenta de que a Elliot le
gustaba el héroe nacional que Hendricks era después de haber salvado, y luego
haberse casado con Jessie. Finalmente quitó también a su padre al haberlo
destruido públicamente por Jessie. A Elliot, sin embargo, no le gustaba
personalmente, sobre todo porque Will era tranquilo, honorable, valiente, feroz,
amable, gentil y… bueno, todo lo que a Elliot le faltaba en carácter. Él utilizaba sus
fortalezas como súper héroe, y nunca pensaba en aprovechar su posición para
hacer lo que quisiera, como Elliot.
Pero… tal vez, sólo tal vez, Elliot la dejaría ir si se lo presentaba
correctamente. Él tenía que viajar a hacer negocios antes de que empezara
realmente a hacer campaña.
―Voy a hablar con él y te avisaré.
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―¿Quieres decir que le preguntarás? ―El tono de Jessie fue ligero, como si
estuviera bromeando. Pero sintió que había algo que Jessie no le estaba diciendo.
―Quiero decir, que te avisaré.
Hubo una pausa en la línea antes de que Jessie suspirara.
―Está bien, lo siento. No debería haber sonado tan perra. Estoy llena de
cohetes de hormonas. Sólo espero que vengas. Incluso si es sólo por una semana.
Sea cual sea el tiempo que puedas conseguir. Será suficiente.
Ella cerró los ojos y se tragó su sollozo. Quería ir de inmediato también.
―Lo intentaré ―susurró.
―Hermana, sabes que no hay nada que no haría por ti.
Nosotros, Will y Jessie. Ella lo sabía. Lo hacía. Pero no podían ayudarla. Ni
salvarla.
Tendrían que saber todo primero.
―Lo sé. Iré pronto. ―Lindsey no sabía si eso era cierto; pero por un
momento, hoy, de todos los días, tenía que creerlo.
Ellensburg, Washington
N
oah Clark levantó la mirada del iPad por el que se desplazaba
rápidamente cuando su muy embarazada asistente colgó el teléfono
de recepción y haciendo una mueca murmuró:
―Imbécil.
Él levantó las cejas y ladeó la cabeza, esperando a que Jessie se explicara. A
menudo era insultante con cualquier cliente que la molestaba, sólo en la medida
que ellos dos y nadie más pudiera oírla. Ella era infaliblemente cortés de lo
contrario.
―Mi cuñado. Es una bolsa de espuma. No sé cómo Lindsey lo soporta.
―Lindsey es una amable, gentil mujer, bien hablada, que se las arregla para
18
estar de pie y no llamarlo cosas como “imbécil”.
Ella hizo una mueca y le sacó la lengua. Él le devolvió la sonrisa. Ella sabía
que realmente no quería que fuera de voz suave y apacible.
―Lo sé, lo sé. Ella es todo azúcar y especias y todo lo bueno.
―No, sólo tiene gustos diferentes en los hombres que tú. Pero, ¿qué hizo el
estimado imbécil esta vez?
―No permitirá que Lindsey se quede conmigo.
Él arqueó las cejas.
―¿Sabes eso con seguridad?
Jessie lo miró y frunció los labios antes de que finalmente se encogiera de
hombros.
―No, todavía no. Pero dirá que no. El hecho es que ella tenga que
preguntárselo. La trata como a una niña de cinco años, que necesita su permiso
para hacer cualquier cosa. Apuesto a que tiene que levantar la mano y preguntarle
antes de ir a mear.
―Jessie…
Ella suspiró.
―Lo sé, no debe haber lenguaje ofensivo en la oficina. Pero él me enfurece.
―¿Crees que Lindsey lo haya notado? Ella nunca dice nada, ¿verdad?
―No, pero Lindsey no lo haría. Nunca dice nada acerca de nada ni de nadie.
Ella… bueno, siempre ha sido la reina indiscutible de la negación. Mi padre la
entrenó bien en guardarse los misterios, y en negar lo que está, literalmente,
enfrente de su nariz. Es su mecanismo de defensa. Es algo por lo que nos
desgarramos cuando éramos más jóvenes. ¿Y ahora? Ahora, me temo, que la utiliza
para racionalizar lo que su controlador marido dominante hace con ella.
Noah frunció el ceño y se ajustó las gafas sobre la nariz.
―¿Lo que le hace? ¿Qué crees que le “hace”?
Jessie jugueteó con el libro de citas frente a ella.
―Supongo que, nada. Nunca pude encariñarme respecto a él, o él conmigo.
Sé que me desaprueba. Por otra parte, también lo hacen un montón de otras
personas. Pero parece desaprobar a Will, también. Quiero decir, ¿quién podría
desaprobar a Will? Nadie. Nunca. Pero Elliot lo hace. Se enmascara detrás de su
fría máscara, tranquila, demasiado bonita y demasiado genérica. Veo la molestia y
la ira burbujear detrás de sus ojos. Pero Lindsey probablemente no lo ve. Pasó
muchos años siendo tan buena, y ciegamente obediente con mi padre, que me
temo que cambió a un imbécil dominante por otro.
19
―Entonces, ¿tu persistencia en conseguir que venga aquí?
―Sí, me gustaría verla. Me gustaría medir por mí misma cómo está en
realidad. No puedo decirlo por teléfono. Pero las fotos que veo en línea de ellos
haciendo de las suyas en las fiestas sociales de DC, siempre los hacen lucir como
que podrían volar lejos. Ella siempre ha sido delgada, pero ahora se ve como si
hubiera decaído. Eso me parece como… preocupante.
Él asintió con simpatía.
―Eres una buena hermana.
Jessie levantó las cejas e hizo una pausa, antes de negar y se rió de manera
extraña.
―Nunca me acusaron de eso antes.
Noah miró sus ojos y una lenta sonrisa se dibujó en su rostro. No,
probablemente nadie jamás había acusado de eso a Jessie. Desde que conoció a
Jessie, la consideró una agradable, preciosa, tranquila, chica que vivía en un
apartamento en un granero, que pertenecía a uno de sus clientes. Ellos tenían un
rancho a unos pocos kilómetros de Ellensburg y Noah veía a sus caballos y otras
necesidades de su ganado como veterinario. Una vez le pidieron recibir a Jessie
como pasante. Ella no tenía ningún entrenamiento, pero rápidamente tomó a los
animales, y tenía un raro y auténtico abandono que no se podía aprender. De
buena gana le dio un trabajo a tiempo parcial, e incluso albergó sentimientos por
ella al principio. Pero después de conocer a su esposo, Will, y de enterarse de su
historia que fue alucinante en su extensión de tragedia y conflicto, sus sentimientos
cambiaron. También se enteró de que Jessie no era muy conocida por sus buenos
modales, elegancia o sofisticación. Él estuvo allí para Jessie en un punto de su vida
cuando lo necesitó, pero nada más. Seguían siendo buenos amigos y le ofreció el
puesto a tiempo parcial, cuando ella y Will se mudaron de nuevo a la ciudad
después de que Will dejó el servicio activo.
―Si conocieras a Elliot, entenderías de lo que estoy hablando. Es como esta
frialdad impía rodeando el aire donde quiera que pise. Una piel de gallina real
estalla en mi piel. Es así de frío y escalofriante. Y encima de todo, es una gorda,
bolsa grande de escoria.
―Lo describes como si fuera un zombie.
―Tal vez lo es.
―¿Quién es una gorda bolsa grande de escoria? Yo no, espero.
Noah miró hacia atrás.
―Will, ¿cómo va eso? 20
Will había sido contratado recientemente como gerente de producción en una
nueva planta de fabricación de componentes producidos por los sistemas HVAC.
El trabajo estaba a años luz de lo que Will había pasado la mayor parte de su vida
adulta haciendo en las Fuerzas Especiales del Ejército. Él estaba sobre calificado y
ciertamente era capaz de manejar cualquier tipo de estrés que este trabajo civil
podría lanzar sobre él. Después de todo, estaba militarmente entrenado para
manejar situaciones peligrosas en su vida, así que aprender los detalles de este
trabajo y lo que fabricaba había sido bastante fácil para Will Hendricks, el super
soldado. Se quedó en la Reserva del Ejército, pero abandonó el servicio activo
después de que su contrato terminó. Eso sorprendió a todos. Nadie esperaba que
Will Hendricks se retirara. Pero lo hizo. Por Jessie.
Jessie, por su parte, comenzó a tomar clases en la Universidad Central de
Washington en la ciudad donde estaba estudiando para obtener un título de pre-
veterinaria. Su bebé en desarrollo era una verdadera bendición en un largo tiempo
para una pareja que Noah podía verdaderamente decir que nunca había visto otra
igual. Su estilo de vida y elección de vivir en un pequeño pueblo, estaban muy
lejos de lo que su hermana y su marido optaron al irse a Virginia.
Will le sonrió a Noah tras haber recabado la mirada de su esposa antes de que
se sonrojara y agachara la cabeza. Noah se sorprendió ya que Jessie jamás actuaba
tímida. Sólo Will podía hacer que sucediera ese tipo de cosas en ella.
―No, no tú. Elliot.
Los labios de Will se apretaron.
―Oh, él. Sí, no se puede argumentar que no lo es. ¿Cuál fue su razón para no
permitirle venir a Lindsey?
―No lo sé todavía. Pero estoy segura de que lo sabré pronto. Ella tenía que
consultárselo, pero todos sabemos que es sólo es el código de Lindsey para tener
que rogar.
―Jess, Lindsey no dijo nada de eso, ¿verdad? Ya hablamos de eso. Ella va a
callarse y retraerse de ti. Lo sabes. Te guste o no, Lindsey no puede evitar dejarse
caer en su hábito de por vida de guardar silencio.
―Yo no dije nada ―se quejó Jessie―. En realidad no, de todos modos.
―Ella no eres tú. Ella acepta de buen grado sus formas de control. Tal vez,
por desgracia, incluso le gusten. No sé, pero mantenerte en contacto con ella, es
una necesidad para ti y tienes que pasar por alto el asunto y guardar silencio.
Jessie se puso de pie, y su estómago sobresalió ya que estaba embarazada de 21
siete meses. Hizo una mueca mientras se llevaba una mano a la espalda.
―Lo haré y no guardaré silencio.
Él sonrió y le tomó la mano. Ella miró a Noah.
―Entonces, ¿cómo fue tu cita de anoche? Nunca me lo dijiste.
Noah deslizó una mirada a Will. Le preocupaba un poco cuando Jessie
actuaba tan familiar con él delante de Will. No era que alguna vez se quejara ni
nada de eso. Will siempre era agradable, y sonreía fácilmente en su presencia. Pero
Will era un ex Fuerzas Especiales, y aún tenía la misma forma física, por lo que
podría hacerle algún daño real si tenía que hacerlo. Y Noah tuvo algo, una especie
de casi cita con Jessie cuando ellos rompieron temporalmente, justo antes de que
Will desapareciera en Afganistán.
―Nunca lo dije porque probablemente no quería discutirlo contigo.
Will se rió disimuladamente y le dio una palmada en la espalda.
―Es lo mismo que responder, ella sólo lo mantendrá en ti hasta que lo hagas.
Él miró a Will antes de ceder con un suspiro de que Will tenía razón.
―Estuvo bien. Bien. Fuimos a cenar y al cine. Ella era agradable y educada, y
la conversación no fue demasiado tensa o incómoda.
―Sí, pero, ¿hubo alguna química? ¿Fuegos artificiales? ¿Algo para que sea
más de lo normal?
Él puso los ojos en blanco. Ella siempre estaba buscando algo más.
―Estuvo muy bien, tiempo de adultos. Y el resto no es asunto tuyo.
Ella entrecerró los ojos.
―Ah-ajá, aburrida. Torpe. No hubo química. Tienes que empezar a buscar
mujeres que no sean como tú, mujeres más interesantes.
―¿Quieres decir que no soy interesante?
Ella sonrió.
―Me metí en eso, ¿no? Eres fascinante. Las mujeres caen a tu alrededor por
ser un veterinario alto, guapo, responsable al que no pueden esperar para llegar a
conocer. Pero tiendes a salir con mujeres que te valoran estrictamente por eso, y no
por tu personalidad.
―Me inclino hacia las mujeres, que son adultas.
―Tú… 22
Will de repente puso la mano en la boca de Jessie.
―Tal vez podrías dejar a Noah decidir quién y qué quiere. Dios sabe, chica,
que tiene sus manos llenas lo suficiente por contarte como su asistente.
Ella le dio un codazo en el estómago mientras le sonreía detrás de su mano.
―Noah sabe que somos sus mejores amigos y sólo deseamos verlo feliz.
Noah lo sabía. Jessie, a pesar de su bravuconería y franqueza, era de tan gran
corazón y dulce como podía ser. Los dos eran amigos queridos y cercanos, no sólo
por las cosas que sabía sobre ellos, y experimentaba con ellos, sino porque
verdaderamente se preocupaban por el otro.
―Y, además, me encantan los animales, probablemente tanto como a Noah,
pero no guardan tu cama caliente en la noche.
Will empezó a arrastrar a Jessie por la puerta principal con una mirada de
disculpa hacia Noah.
―Siento que incluso ella haga comentarios sobre tu cama.
Noah negó mientras los veía salir, sonriendo y bromeando, incluso
coqueteando juntos.
Bueno, su cita había carecido de tales cosas como buen humor o coqueteo.
Ella era la asistente de un profesor en la universidad local con un enfoque principal
en biología, y pronto se hizo evidente para él que no abandonaba mucho su
laboratorio para socializar.
Él acabó cerrando por la noche. No había mucho que quedara por hacer.
Como siempre, Jessie se encargaba de eso. ¿Qué haría cuando ella tomara su
licencia de maternidad? Apenas podía funcionar ya sin sus habilidades y aportes
de organización. ¿Y si decidía no volver jamás? No se atrevía a contemplar eso.
Jessie tenía que volver. Él no podía encontrar el papel higiénico de repuesto,
y mucho menos encontrar una lista de materiales o pagar una cuenta. Ella era muy
valiosa para él en todo lo práctico.
Cerró la puerta de ladrillo, de la casa pequeña colonial de una sola planta,
que le servía de clínica veterinaria. La clínica Veterinaria Clark era su orgullo y
alegría. Apenas a un kilómetro de la pequeña ciudad de Ellensburg, Washington
vivía a sólo una calle encima de la clínica en una casa similar que era de dos pisos
y que tenía el mismo ladrillo colonial. Gigantes, árboles gráciles se alienaban por la
calle y escondía muchas de las casas que bordeaban la carretera de doble sentido.
Era un barrio tranquilo de casas antiguas que estaban detrás de la calle en las
grandes plazas de tierra cubierta de hierba. Sus perros de presa empezaron a 23
ladrar cuando vieron que caminaba por la pasarela después de salir de su
camioneta. En uno de los lados de su amplio patio cercado estaban los seis perros
que iban de las razas Dachshund a pastor alemán, e incluso incluían a un chucho
de tres patas. También tenía cuatro gatos. Eran todos los rescates que había hecho
en los últimos años de varios propietarios que, o abusaban o descuidaban a sus
animales. Era difícil para él apartarse de alguno de ellos, y pesaba en su corazón
cada vez que no podía tomar uno más. Siempre tenía que trabajar para mantener
su frialdad con dichos propietarios crueles que podían descartar tan fácilmente a
sus mascotas. ¿Por qué la gente incluso se molestaba en comprarlos?
Los acarició con dulzura y le habló a cada perro mientras cruzaba su área de
juego para comprobar sus niveles de agua y darles de comer. Ellos se enredaron en
sus pies y menearon sus colas en éxtasis frenético. Era lo que amaba tanto sobre los
animales, su constante facilidad y alegría por el momento presente.
Abrió la puerta trasera y entró en su cocina tranquila, modernamente
equipada, pero con su decoración pasada de moda. Había un mensaje para que
llamara a su hermana. Ella siempre estaba vigilándolo. Y un mensaje de la
profesora. Huh. Esa era una pequeña sorpresa. ¿Debía molestarse en llamarla de
regreso? Por otra parte, ¿qué otras opciones tenía allí en la ciudad? Se sentía como
si tratara de salir a casi cada local de la ciudad, y como dijo Jessie, los animales no
podían mantener su cama caliente. Con un suspiro de aburrimiento y falta de
interés, tomó el teléfono.
* * *
* * *
44
lengua quería decir esas palabras.
Así que se aferró a su hermana, tratando de exprimir las lágrimas de las
cuencas de sus ojos. Algunas gotas callejeras cayeron, mojando sus mejillas.
Acababan de pasar a ser lágrimas felices. De alivio, necesitadas, miserables
lágrimas de emoción de tener a alguien a quien tocar con la atención, el afecto y el
amor verdadero.
Jessie se apartó de ella, juntando las manos de Lindsey mientras su cara se
separaba en una amplia, sonrisa feliz.
―¡No puedo creer que seas tú! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo llegaste
hasta aquí? ¿Y por qué no me lo dijiste?
Jessie no esperó una respuesta, sino que jaló a Lindsey a otro abrazo. Su
estómago de bebé tocó a Lindsey, y el corazón de Lindsey tiró con feroz lealtad.
―No la asfixies antes de que deje la puerta. ¿Por qué no la dejas respirar por
un momento, esposa?
Lindsey respiró. Will. Era la voz de Will. Tendría que mirarlo. Hace mucho
tiempo, mucho antes de que nunca supiera que todo estaba mal con su padre, y
ella, igual que la totalidad de su vida, trató de salir con Will. Llegó a admitir que lo
amaba, y trató de robárselo a Jessie. Nunca tuvo ni una oportunidad, sin embargo,
cuando se trató del corazón de Jessie y Will. Todavía la horrorizaba, incluso hoy,
que lo intentara. Y a pesar de que había pasado mucho tiempo, de que habían
hecho las paces, y de que no tenía ningún otro pensamiento ni otra cosa sobre ella,
Lindsey aún se sentía humillada.
Jessie soltó entre risas su agarre de Lindsey. Lindsey tomó aire y sus ojos se
encontraron con los de Will sobre la cabeza de Jessie. Él estaba de pie en la entrada
de la casa, sonriéndole. No tenía malos sentimientos hacia ella. De hecho, pensaba
que lo que hizo por Jessie cuando Jessie buscó tratamiento para lo que le sucedió,
compensaba todos los años cuando no había hecho más que cruzarse de brazos y
dejar que Jessie sufriera. Todavía no era suficiente a los ojos de Lindsey. No podría
nunca recuperar lo que permitió a Jessie soportar durante tantos años.
―Debería haber llamado. Estaba tan emocionada de venir hasta aquí, y
quería sorprenderte. Pensé que posiblemente aún estarías en el trabajo. Noah me
dio un paseo.
―No, no deberías haber llamado. Esto es mucho mejor. ¡Esta es la mejor
sorpresa nunca! Noah, ¿por qué no vienes y te quedas a cenar con nosotros?
Lindsey miró a Noah quien estaba de pie mirando, apoyando los codos
contra el capó de su camioneta. Sonrió y saludó con la mano a Jessie.
―Nah, tengo que volver a alimentar a los perros. Que tengas una buena
visita. Lindsey, fue un placer volver a verte.
45
―Oh, a ti también, Noah. Gracias de nuevo por traerme aquí. Fue muy
amable de tu parte.
Él sonrió mientras levantaba su maleta y se la entregaba a Will, quien la
tomó.
―No pienses en nada de eso. Nos vemos mañana, Jess.
―Podría no ir. Creo que quiero quedarme con Lindsey. Te avisaré.
Lindsey se encogió. Jessie no podía realmente estar anunciándole a su jefe
que no iría, ¿verdad?
―No, no quiero interrumpir tu horario sólo porque me presento.
Noah negó, sin dejar de sonreír.
―No interrumpiste nada de lo que hace Jessie. No te preocupes, estoy
acostumbrado a eso. Ella me avisará. Oh, hey, Jessie, se supone que debes llamar a
tu médico de nuevo esta noche. Dejó un mensaje. Quiere asegurarse que las cosas
están bien.
Lindsey golpeó una mano sobre su boca.
―¡Oh, no! ¡Lo olvidé! Sí, se suponía que lo llamarías esta noche. Dijo que
tenías su número.
Will apretó los labios. Jessie sonrió y le tocó el brazo.
―Está bien, Will. Esperaba llamarlo. No es el fin del mundo.
Lindsey se quedó mirando la mano blanca y pequeña de su hermana en el
desnudo y fuerte antebrazo de Will. Ella se tragó el repentino nudo que se formó
en su garganta. ¿Qué se sentiría? ¿Simplemente tocarlo con afecto?
¿Por apoyo? ¿Con amor? Todos los años en que creía que era muy afortunada
de ser atesorada por su padre como su hija. Pero ni una sola vez el general Travis
Bains, la tocó con afecto, ni la apoyó con amor. Y Elliot sólo lo hacía las noches o
días después de golpearla, cuando sentía el impulso fugaz de la restitución, y así es
como real o verdaderamente se sentía.
Noah se despidió y se apartó. Will apretó suavemente la mano de Jessie antes
de agarrar la maleta de Lindsey y entrar en la casa. Se fue, dejándolos solas. Jessie
jaló la mano de Lindsey y la arrastró dentro.
Lindsey se detuvo en la entrada. Era grande y estaba bien ventilada, con
baldosas beige, con dibujos que se desembocaban en una gran sala de estar
cuadrada. Tenía una larga cocina abierta en la parte trasera con un acogedor rincón
para la mesa del comedor. La instalación era una zona común grande y abierta.
Una gran chimenea de piedra ocupaba la pared opuesta al sofá, y un gran televisor
estaba sobre ella. Los muebles eran cómodos y mullidos con un bonito diseño de
46
color beige y negro que destacaba lo negro del estilo artesano de los muebles que
Jessie había seleccionado como el tema principal. Era una casa preciosa, cálida y
acogedora, y a diferencia de lo que nunca pensó que Jessie elegiría. No era nada
como la casa exagerada, mal ventilada, formal, pero hermosa en la que vivía.
―Jessie, ¡es absolutamente hermosa!
Jessie sonrió y puso una mano sobre su estómago.
―Nunca soñé poseer tal lugar. Espera hasta que veas la tierra, y las vistas, y
los animales. Te mostraré todo mañana. Ahora, ven, vamos a tener algo para cenar.
Llamaré al médico, ve y acomódate, y entonces me contarás todo lo que está
pasando contigo.
La cena fue frijoles guisados con verduras y pan recién horneado que se hizo
rendir con facilidad para incluirla. No comía mucho ya. Hubiera jurado que su
estómago sólo estaba arrugado. Pero en verdad, nunca había probado el pan. Era
como cenizas en su boca. Ella comía para vivir, nunca para disfrutar de esos gustos
maravillosos. Pero guardó eso de su hermana. Moviendo su comida, como si se la
fuera a comer, rápidamente se levantó para volcar el contenido en la basura y
ocultar el terrible pecado de que no comía. Entonces, los tres hablaron con alegría y
sin parar durante horas. Se apartaron de la mesa después del café y se relajaron en
la sala de estar. Era encantador. Divertido. Relajado. Se sentía como que habían
pasado años desde que se había relajado.
Jessie llamó a su médico que dijo que vendría al día siguiente a revisarla.
Estaban preocupados de que estuviera en riesgo de desarrollar preclampsia. Ya
tenía diabetes gestacional, aunque hasta ahora, se las arreglaba con éxito con la
dieta y el ejercicio.
―Entonces, ¿cómo escapaste, finalmente? ¿Y cuánto tiempo podrás quedarte?
¿Jessie percibiría más allá de su historia? Siempre parecía entender que
Lindsey tenía que pedir permiso a Elliot. Sin embargo, Lindsey nunca le decía
nada de eso a Jessie.
―Elliot está supervisando la fase final de construcción de su complejo más
nuevo de Honolulu. Tienen un montón de inesperados problemas. Él se fue, al
menos por un mes, tal vez más. Así que… era el momento perfecto para que
viniera. Siento no haber podido llegar antes.
―Tienes tu propia vida, después de todo, está bien.
―Tú lograste visitarme tres veces en los años transcurridos desde que se
mudaron de vuelta aquí, y yo no había venido ni una vez.
―Elliot es un hombre importante, ocupado. Está bien, y no seas tan dura 47
contigo misma. Es sólo… que ¿todo está bien? ¿Tú estás bien? Pareces muy flaca
para mí.
―Estoy muy bien. Estoy tan emocionada por Elliot iniciando su campaña,
pero hasta entonces, ¡tendré la oportunidad de pasar el rato contigo! Tenía la
esperanza de que no te importara.
―¿Importarme? Lindsey Johanson, estaba a punto de secuestrarte y traerte
aquí físicamente. Además, no quiero preocupar a Will, pero el médico me dio a
entender que tengo que empezar a tomarlo más fácil. No estaba mintiendo sobre
eso. Así que era algo más que mi deseo egoísta de verte, o que te quisiera aquí.
Tenía la esperanza de que no te importara si tenías que ayudarme un poco.
Lindsey casi marchitó por la incredulidad. ¿Qué si le importaría ayudar un
poco? Nunca hacía nada. Había vivido toda su vida, sin una meta o un deber de
importancia. Ni siquiera cocinaba o limpiaba su propia casa, así que no era como la
típica ama de casa. Las únicas tareas que hacía eran las que Elliot no confiaba en
que el personal hiciera, como quitar el polvo de sus colecciones. Ella era meticulosa
con sus cosas, como esperaba que fuera.
Pasaba los días supervisando a otros haciendo las tareas que deberían haberla
mantenido ocupada. Iba a comidas insípidas y vacuas en el club de campo, y
socializaba con las esposas de los políticos, de los trabajadores de defensa, y de los
directores generales que eran tan aburridas e inútiles como ella. Todas eran, todo el
lote (ella incluida) tan interesantes como rocas. En pocas palabras, no hacían nada.
¿Cómo podían tener algo interesante qué decir? Algunas de las mujeres a las que
llamaba “amigas” en realidad no eran más que parte del protocolo diseñado para
promover los objetivos de Elliot. Algunas tenían hijos que cuidar.
Tenían cosas reales que hacer que culminaban con resultados reales. Lindsey
no tenía nada que hacer, o afectar, o influenciar que importara por lo menos.
Una vez creyó que podía hacer grandes cosas en su juventud con su vida. Por
un lado, tenía la intención total de hacer una carrera en el ejército. Por supuesto,
eso fue antes de conocer a Elliot. Los primeros seis meses que habían salido, ambos
estaban en el ejército. Nunca se le ocurrió que él podría querer que ella renunciara.
O que más tarde le demandaría que hiciera absolutamente nada todos los días de
su vida, a menos que fuera servirle.
O que tuviera la fiel intención de golpearla en una base bastante regular.
Peleó contra Elliot al principio, cuando discutió sobre su contrato con el
ejército, que se acercaba. Podría haber continuado en servicio activo o se habría
48
podido cambiar a las reservas o las reservas Inactivas. La convenció en una sola
noche, y bastante bien, de por qué tenía que cambiarse a estado inactivo. Ella lo
obedeció sólo para que guardara sus puños para sí mismo. No estaba equipada
para luchar contra él. Él era del doble de su tamaño, tanto en músculo como en
peso. Fue terrible los dos primeros años. Pasar de estar siempre ocupada, y ser
necesaria, y saber cómo hacer las cosas y hacerlas, a una vida de absolutamente
nada. A menudo caminaba por la casa para evitar volverse completamente
delirante, loca por la falta de algo que hacer.
Pero Elliot rápidamente resolvió su problema. Le demostró las consecuencias
y le dictó cómo debía comportarse. Cualquier lección que Elliot se molestara en
enseñarle siempre la dejaba muy convencida de que era la correcta. El dolor de
resistirse a él no valía la pena.
La extraña habilidad de Elliot de mantener todo tan secreto era cómo elegía
disciplinarla. Tenía un regalo para poner la cantidad exacta de presión sobre sus
miembros para lastimarla realmente, sin romperle ningún hueso. Solía dejar sus
marcas en su espalda, torso y muslos, que lucían un conjunto de cicatrices de los
innumerables cortes que le infligía usando cualquier cosa, desde cuchillos hasta
horquillas a plumas de escribir. La quemaba. La cortaba. Le daba puñetazos. Pero
rara vez, sin embargo, tenía moretones o cortadas de cualquier cosa en cualquier
área de su cuerpo que fuera visible para los demás. Elliot no toleraría preguntas
curiosas de amigos o de vecinos. Siempre y cuando no hubiera pruebas, ninguna
sospecha sería lanzada.
Por lo tanto, Lindsey se convirtió, literalmente, en una esposa hueca
Stepford1, preparándose a sí misma y a todo lo que Elliot le exigía para
desempeñar el papel de su compañera. Bien podrían haber pasado dos décadas ya
que no sabía hacer otra cosa que lo que era ahora: nada. Ni siquiera podía recordar
cómo funcionar como oficial en el ejército de Estados Unidos. No se imaginaba a sí
misma ahora, plenamente competente y en cumplimiento de sus tareas y objetivos
necesarios, lo que estaba más allá de ella. Dudaba si podría abrir un curita
correctamente.
―No quiero nada más que ayudarte, Jessie. Y estar aquí. Estoy tan feliz de
estar contigo.
Jessie la abrazó con una gran sonrisa abierta. No habría más secretos para
Jessie. Afortunadamente, tampoco habría más brutalidad.
―Pero, ah, tengo que llamar a Elliot y decirle que llegué bien. ¿Te importa si
uso el teléfono?
Jessie se burló de sus preocupaciones y le entregó el teléfono con cariñosa
facilidad. Lindsey tenía que cargar su teléfono. Siempre estaba obligada a
reportarse con Elliot, o él con ella, varias veces al día, todos los días. Si tenía que
49
usar su teléfono, Will y Jessie pronto se darían cuenta de la extraña frecuencia con
la que hablaba con su marido.
* * *
Algo estaba mal con ella. Algo estaba terriblemente mal con Lindsey.
El hombre se quedó mirando la foto que descargó de la sección de The
Washington Publique de Virginia que fue tomada durante el fin de semana.
Mostraba a Elliot y la llegada de Lindsey Johanson a la cena de caridad de la
Universidad de Georgetown. Ella estaba demasiado delgada. Monstruosamente
delgada, se veía ósea y escuálida. Había perdido nueve o más kilos sólo el año
pasado, no tenía por qué perder peso. Sus ojos parecían huecos y vacíos. Pero
había algo más. Era la forma en que sostenía su torso. Parecía rígida y poco
natural. Su hombro parecía extraño. ¿Por qué? ¿Qué estaba pasando? ¿Y que era
esa arrogante, fría mirada no tan cariñosa que Elliot había pegado en la cara?
The Stepford Wives: en español, Las mujeres perfectas, es una novela de 1972, escrita por Ira
1 1
Levin.
Apretó los puños. Algo no estaba bien. No sabía qué o por qué, pero algo en
su instinto le decía que Lindsey estaba lejos de estar bien.
50
N
oah levantó la vista cuando la puerta sonó, y Jessie y Lindsey
entraron. Él se inclinó hacia el mostrador para mirar a la pareja. Eran
sorprendentemente atractivas, y con contrastes virtuales en belleza.
Una de ellas era pequeña, oscura, sinuosa y sensual, y la otra alta, delgada, con
facciones reales y elegantemente clásicas.
Se reían y carcajeaban en broma de la conversación que tenían entre ellas.
―¿Supongo que no estás aquí para trabajar? ―Noah mantuvo su tono seco.
Jessie se detuvo antes de agitar su mano alrededor para despedirlo.
―Oh, Noah, he trabajado todos los días de esta semana.
―Sí, siempre te las arreglas para encajarlo con tu ocupada agenda social.
Ella no le hizo caso y rodeó su escritorio antes de moverse a revisar su
canasta de documentos de entrada. Miró la computadora mientras se mordía el
labio, concentrada. No había nadie más en la clínica en ese momento.
51
―Entonces, ¿qué hicieron ustedes hoy? ―Noah dirigió su consulta a Lindsey.
Ella había llegado a la ciudad hace ya unos días y la había visto varias veces aquí y
allí con Jessie.
―Fuimos a la universidad para recoger algunas notas que Jessie necesitaba, y
ahora nos iremos a casa.
Noah sonrió distraídamente mientras revolvía y buscaba las facturas que
había dejado en algún lugar, con la intención de preguntarle a Jessie al respecto.
―Entonces, Noah, ¿cómo fue tu cita de anoche?
Jessie no se molestó en levantar la vista de su trabajo. Lindsey arrastró los
pies detrás de él, obviamente, incómoda con la pregunta. Él puso los ojos en la
parte posterior de Jessie. Ella nunca pareció darse cuenta de eso antes. Su hermana
no era buena con ser casual.
―Estuvo bien, Jessie.
Ella se detuvo y lo miró.
―¿Bien? Así es como me siento después de una ida al dentista. Vamos, Noah,
¿Cómo fue? ¿Ya hicieron alguna broma al menos?
―Una vez más, ¿crees que realmente quiero hablar de mi vida personal
contigo?
Ella agitó su mano.
―¿Con quién más hablarías de ella?
―No lo sé, tal vez, ¿con mis amigos? Con alguien que no está casada con un
ex soldado que me podría matar mientras duermo de veinte maneras diferentes.
Jessie resopló.
―Como si Will alguna vez te molestara. Le caes bien.
―Bueno, no estoy convencido de que le guste que me preguntes acerca de mi
vida personal.
―Oh, ¿quieres decir de tu vida sexual? ―Ella sonrió descaradamente
mientras Lindsey se quedaba sin aliento detrás de él. Él la miró. Ella tenía la boca
abierta y los ojos redondeados. Era evidente que no estaba acostumbrada a los
asuntos de su hermana―. A Will no le importa.
―Bien, nunca lo sabrás de ninguna manera. Así que déjalo.
―¿La señorita profesora de Biología ya te despidió?
Él gimió de frustración, pero captó la mirada de alegría en el rostro de Jessie 52
por hacerlo retorcerse.
―¡Oh, Dios mío, Jessie! No puedes preguntarle cosas como esas.
Jessie se echó a reír, agarrando su cintura.
―Oh, así puedo ver la expresión de su rostro. Y… ¿ella ya lo hizo?
Noah miró en dirección de Lindsey. Su boca era una línea apretada y sus
mejillas estaban enrojecidas. Mierda, la chica era insistente. Un cambio de asunto
aparentemente no le interesaba.
―Jessie, nunca responderé a eso.
Ella estiró el cuello para mirar a su alrededor.
―Bueno, no mires ahora, pero aquí viene dicha profesora con una bandeja de
lo que parecen productos horneados. Ah, sí, la Dra. Clark debió haberte despedido.
Noah arrebató la carta que estaba mirando por encima en sus brazos y se
alejó de su molesta asistente del infierno. Efectivamente, Hannah Turling estaba
abriendo la puerta y entrando. Era una mujer pequeña y menuda, con el cabello
rubio y cara de estudiosa, pero dulce. Tenía una falda larga hasta la rodilla con
aspecto cómodo, y tacones bajos. No era elegante y sofisticada como Jessie, ni
estaba súper arreglada, sino que más bien, ridículamente vestida para la hora del
día y la pequeña ciudad que se encontraban, como Lindsey. De acuerdo, tenía que
admitirlo, a Hannah le podría ir bien un poco más de estilo.
Era, sin embargo, extremadamente amable mientras se acercaba, llevando
una bandeja cubierta de papel aluminio. Él sonrió y dio un paso hacia adelante,
dándole la espalda a Jessie.
―Hannah, qué sorpresa.
Hannah bajó la vista al suelo mientras color llenaba sus mejillas. Ese parecía
ser su efecto sobre las mujeres en los últimos tiempos. Primero Lindsey, y ahora
ella.
―Horneé algunas galletas de jengibre para ti. Mencionaste que eran tus
favoritas. Tengo una conferencia en dos minutos, así que pensé en traértelas de
camino a la universidad.
Jessie se aclaró la garganta detrás de él. Él sabía por qué. Nivelando una
mirada a ella, le advirtió con los ojos muy explícitamente que guardara silencio.
Noah recibía regularmente una cantidad ridícula de pasteles y de otros productos
de panadería de la población femenina en la ciudad. Jessie afirmaba que estaban
tratando de hornear un camino a su corazón. Él trató de explicarle que era una
ciudad pequeña y que se preocupaba por sus queridas mascotas. Eso hacía que la
gente fuera especialmente agradecida con él. Ella se burlaba. Incrédula. Él agarró la
53
todavía caliente fuente. Hubo un momento incómodo mientras ambas hermanas
observaban y Hannah mantenía su mirada puesta en sus pies.
―Gracias, eso fue muy amable de tu parte. Y sí, siguen siendo mis favoritas.
―¿Vamos a cenar esta noche?
―Sí, por supuesto. Te encontraré aquí a las siete.
Ella levantó la mirada y sonrió con timidez antes de despedirse.
Jessie rió.
―Dios, Noah, ¡ella está tan asustada de ti como si fueras Pie Grande! ¿Cómo
alguna vez harás un movimiento hacia ella si no deja de estudiar el suelo?
Él gimió.
―Es una persona perfectamente agradable, Jessie.
Jessie suspiró.
―Nadie puede decir que eres superficial ―replicó ella antes de agarrar una
galleta, y darle un mordisco―. Pero estas son fantásticas. Sigue con el buen trabajo
y anímala a hornear más… para nosotras.
―A mí, Jessie. Ella las hornea para mí.
La cabeza de Lindsey iba de un lado a otro entre ellos. Su asombro y
admiración por su coraje bonachón era evidente en su mirada. No sabía qué hacer
con ella. Su celular sonó y miró rápidamente hacia él, frunciendo el ceño, antes de
colocarlo en su oído con una sonrisa de disculpa y decir:
―Hola, Elliot.
Caminó hasta mitad del pasillo, para que no pudieran oírla. Jessie suspiró
ruidosamente y murmuró en voz baja:
―Dios mío, el imbécil no la deja en paz ni un solo instante. No estoy
bromeando, la llama al menos cada hora. O de repente ella “tiene” que llamarlo.
Casi entra en pánico a veces. Incluso tiene una alarma programada en su teléfono
para recordárselo.
Él tomó una galleta.
―No digas nada al respecto. Ya oíste a Will.
―Lo sé. Sólo deseo que no le gustaran los imbéciles controladores.
―Lo hace sin embargo. Ella parece un poco perdida sin él. Como si no
pudiera encontrar la manera de ponerse sus zapatos sin su guía y sin sus
instrucciones.
Jessie exhaló un bufido. 54
―Oh, Dios mío, ¿te diste cuenta de eso? Has estado a su alrededor como
cinco minutos. Me obsesiono con eso y lo que significa. No me di cuenta que era
tan obvio, incluso para aquellos que no la conocen. ―Repentinamente Jessie se
sentó, mirando por el pasillo para verificar que Lindsey no podía oírla. Noah se
inclinó más cerca, de repente intrigado por lo que tenía que decir sobre su
hermosa, distante y frágil hermana―Oh, Noah, cuando mi padre estaba vivo, su
única meta era complacerlo, y agradarle con lo que hacía. Yo odiaba eso. ¿Habrá
siquiera un rastro dejado en ella que en realidad podría recordar algo o saber cómo
hacer algo? Aunque nunca lo mostró, ella tenía un trabajo respetable y una
reputación en Fort Bragg. Pensaba que iba a permanecer en el ejército como su
carrera. No estoy bromeando. Ella era una persona totalmente pateadora-de-
traseros. Estaba tan orgullosa de ella. Y luego, después de descubrir que mi padre
era un monstruo inmoral, sólo pareció darse por vencida. Era como si de repente,
todo lo que fuera o por lo que trabajó tan duro fuera una mierda. ¡Así que
renunció! Dejó de intentar estudiar y ser el soldado perfecto, la hija perfecta, la
chica perfecta.
»Entonces llegó Elliot, y ahora la ves. Cuando dijo que dejaría el servicio
activo para cambiarse a las Reservas inactivas, creo que literalmente me caí de la
silla en la que estaba sentada. Quiero decir, ¿Lindsey Bains prácticamente
renunciando a la milicia? ¿Después de todo su entrenamiento? ¿Esencialmente
dejando el ejército? No lo entendí entonces, como no lo hago ahora. Y no importa lo
mucho que la presione por una explicación, nunca me dice por qué. ¿Por qué
cambió las únicas metas y expectativas que siempre mantuvo? No hay otra razón,
excepto Elliot. Él es la única persona cuyas órdenes jamás podía creer que siguiera
cuando, de repente, dejó todo para sentarse y sonreír como un robot sin sentido en
sus tontos almuerzos. Antes de la influencia de Elliot, estaba en camino de ser
increíble, y en su lugar, se convirtió en una rica tarada, en un insulso ornamento de
brazo. Es sólo que no sé cómo dejó que eso sucediera con su vida.
―Tal vez quería ser todo lo contrario de lo que su padre quería que fuera.
Jessie se mordió el labio inferior.
―Nunca lo pensé de esa manera. Quizás. Mira, Noah, estaba pensando en
algo. Y ya que estamos aquí… hablando…
―¿Qué? ―Él casi gimió. ¿Qué podía querer Jessie?
―¿Recuerdas esos resultados? Tenía la esperanza de que las cosas fueran
como son en la actualidad, pero los médicos están preocupados por el embarazo,
sólo un poco. Quieren que lo tome con calma. Y puedes imaginar la reacción
exagerada de Will a ese tipo de consejo. Prácticamente me prohibió entrar en el
cuarto de baño. De todos modos, a él le gustaría que dejara de trabajar aquí por un
55
tiempo. Lo odio. Sabes que siento no trabajar para ti. Pero con la escuela, la casa, y
todo lo demás, tal vez estoy presionándome demasiado y adelgazando.
Su corazón se hundió.
―Ah, Jess, ¿cómo diablos puedo dirigir este lugar sin ti? Sabes el lío que soy
sin ti.
Ella asintió.
―Tu sentido de la organización rivaliza con la del profesor distraído. Pero
estaba pensando, ¿por qué no puede hacerlo Lindsey? ¿No podría hacerse cargo de
mis horas? Su alteza, el imbécil, dijo que podría estar aquí durante dos meses
debido a que está teniendo problemas con el hotel, con ese estúpido edificio. Ella
podría usar la inyección de confianza, por no hablar de la salida. Tal vez pueda
recordarle que solía saber cómo hacer las cosas que afectaban la vida de las
personas, no sólo la forma de ponerse sus propios zapatos.
―Jess, no estás trabajando en nada aquí, ¿verdad? ¿Cómo posiblemente tratar
de convencerla de que no tiene que volver a su marido?
Jessie bajó la cabeza y mantuvo la mirada baja, pero él vio el rubor culpable
subir a su cuello.
―Noah, sólo tiene que recordarse que sigue siendo ella misma. Tiene que
hacer algo. No hace nada en todo el día, excepto atender a ese obsesivo, celoso,
ególatra. Él se llevó a la Lindsey que solía conocer y la convirtió en una mujer
asustadiza, retraída y vacía, apenas la cáscara de la hermana que una vez tuve.
―¿De verdad hay complicaciones con el embarazo? Sigo pensando que Will
parece totalmente demasiado tranquilo si ese realmente fuera el caso.
Ella miró a su alrededor otra vez.
―Bien, tal vez no me ha dicho todavía exactamente que lo tome con calma,
pero creo que lo hará en breve. ¿No te parece una buena idea que lo haga en el
tercer trimestre? Por favor, ten en cuenta eso. Ella es muy capaz, inteligente, y
trabaja mucho más duro que yo. Me encantaría verla encontrarse a sí misma de
nuevo. Incluso si es sólo por un par de semanas. ¿Y si sirve para recordarle la
increíble mujer que es en realidad?
Él tocó la pluma contra la mesa. Los ojos de Jessie eran grandes y suplicantes.
¿Cómo arregló para hacer suyos los problemas de su hermana?
―¿Cómo vas a conseguir que esté acuerdo con eso?
―Tendré que confiar un poco en mis habilidades de actuación. Ya sabes, en
lo estresada que estoy por sacarte del problema, y cómo simplemente aliviaría mi 56
culpa que asola mi corazón si alguien, cualquiera en quien pudiera confiar, se
hiciera cargo por mí, así no tendría que sentirme tan estresada ni rendir cuentas
sobre abandonarte.
Él la miró fijamente.
―Eres buena.
―Lo soy. Ahora ¿vas a dejarme hacer esto? Voy a entrenarla y todo.
Su instinto le gritaba que no lo hiciera. Le gustaba la rutina que tenía. Le
encantaba la facilidad con la que Jessie y él trabajaban juntos. Eran la combinación
correcta de amigos, y no había ninguna dificultad o improcedencia en evitar que
tuvieran esa relación de trabajo. Le gustaba cómo ella mantenía su oficina, sus
libros, sus fuentes, sus citas y sus animales. Estaba acostumbrado a Jessie y a cómo
hacía las cosas. No quería un reemplazo temporal, o tener que asimilar una nueva
personalidad, sobre todo una como Lindsey que parecía no tener una pizca de
humor o burla en ella. Quien era tan seria y frágil, a pesar de ser
desgarradoramente hermosa.
Pero… Jessie era ante todo su maldita amiga.
―Está bien, Jessie, si te aseguras de que haga las cosas exactamente como tú,
y que le guste la forma en que hacemos las cosas aquí. Y también debes
prometerme volver después de tener al bebé.
Ella sonrió con picardía.
―Tengo que volver. Tengo un montón de animales para mantener,
¿recuerdas? Además, dijiste que tu hermana estaría feliz de cuidar al bebé durante
unos días a la semana.
Su hermana era ama de casa y madre de tres y absolutamente encantada ante
la perspectiva de añadir el bebé de Jessie a sus días, sin importar el dinero extra.
Ella vivía a pocos kilómetros de la clínica veterinaria.
―Sí, tiene la intención de cuidar a tu bebé.
Ambos oyeron a Lindsey mientras sus tacones de cinco centímetros hacían
clic en el piso de vinilo. Jessie le sonrió y le dio un gracias con la boca. Él puso los
ojos en blanco, pero sonrió aunque no estaba muy entusiasmado con ser recibido
cada día por el aire glacial, tímido que parecía colgar alrededor Lindsey.
* * *
57
―No puedo hacer eso.
―Puedes hacer eso. Por favor. Sólo será por pocas semanas, o hasta que
Noah pueda conseguir a un reemplazo decente. Debes haber notado que esta no es
exactamente una bulliciosa metrópolis con una abundante oferta de empleados.
Estoy dejándolo totalmente estancado. A menos que puedas ayudar, eso es.
Lindsey respiró profundo. ¿Cómo podría Jessie pedirle que hiciera eso? Elliot
tendría un absoluto ataque al corazón si se enteraba de que estaba jugando a la secretaria en
una clínica veterinaria, y trabajando para un hombre. No. No podía correr el riesgo. Se
estremeció sólo de pensar en lo que haría Elliot. Odiaría la idea. El trabajo de
curación no era uno que pudiera ser atrapada haciendo. Él esperaba mucho más,
tanto más de ella. Y a ella no se le permitía trabajar. No necesitaba trabajar. Él le
proporcionaba todo lo que necesitaban, así que, ¿por qué tendría un trabajo?
Negó. Esa era una frase de Elliot. Jessie estaba mirándola con grandes ojos
color marrón, esperanzados. Mierda. Primeramente se había alejado de Elliot. Así
que en realidad no importaba lo que hiciera cuando estaba lejos. Sólo necesitaba
estar lejos. La última vez que la lastimó fue mucho para que ella lo lidiara. No era
como si planeara decírselo a alguien, o dejarlo. No sabía cómo dar el primer paso
para hacer eso. No sabía cómo arruinar una vida proyectando la imagen que se
esperaba de ella. Pero necesitaba un descanso antes de eso, antes de literalmente
sucumbir a una crisis emocional.
―¿Y Noah lo sabe?
―Sí, está muy contento con la sugerencia.
Eso parecía una exageración. Sabía que Noah toleraba su presencia, ya que
siempre estaba con Jessie en los últimos momentos, pero sentía que la encontraba
demasiado tímida. Pensaba que podría incluso molestarlo. A menudo la trataba
como si estuviera hecha de cristal.
Tal vez lo estaba.
―Está bien, pero sólo hasta que puede encontrar a otra persona.
Jessie gritó de alegría y abrazó a Lindsey. ¿Por qué a Jessie le importaba tanto
que tomara su puesto de trabajo? Parecía una insólita reacción por un favor menor. El
teléfono sonó.
Elliot. Mierda, se olvidó de llamarlo a las cinco. Acariciando la espalda de
Jessie, trató de hacer palanca discretamente con su brazo y agarrar su teléfono.
Elliot insistía en que contestara cada vez que llamaba. Si no lo hacía, se
preocupaba, o al menos eso afirmaba. Y a Elliot no le gustaba tener que
preocuparse. Y si ella lo preocupaba demasiado, entonces, le explicó 58
pacientemente, tendría que volver a casa. Por lo menos, ahí sabía que ella estaba
segura. Tenía sentido.
Si tenías cinco años.
L
indsey levantó la mirada y se mordió el labio pensando. ¿Qué diría
Jessie al respecto? ¿Dónde estaba esa forma? ¿Cómo entraría en su
computadora? Sintió las lágrimas llenando sus ojos. El hombre ante ella
golpeó su pie y miró por encima de sus enormes gafas de montura. Ella no podía
recordar. No lo sabía. Tal vez nunca lo supo. Dio unos golpecitos en la
computadora, pero la página que buscaba no abrió. Trató un icono diferente. No.
Nada. ¡Mierda! Maldita sea. Mierda. No, ella no hablaba así. ¿De dónde había venido
eso? No había jurado en años y años. Bueno, excepto en el interior de su cabeza a
veces. En raras ocasiones. Justo cuando Elliot era realmente malo.
―Vamos, señorita, dese prisa, no es ciencia de cohetes. Jesús, ¿dónde está
Jessie?
Ella trató otro clic, perdiendo todo el programa que quería. Aire llenó su
59
cabeza e hizo que se mareara. Las palabras comenzaron a desdibujarse ante sus
ojos.
―Eh, Jessie está de baja por maternidad.
―¿Y dónde te encontraron? ¿En “Somos” idiotas?
―Soy su hermana. ―Lindsey miró hacia abajo con el fin de evitar la ira del
enojado cliente. Incluso su gato rugió desde su pequeña jaula. Él estaba ansioso por
sacar al irritado gato de allí, tal como declaró mientras se acercaba al mostrador de
enfrente. Pero ella no podía recordar como cobrar su cuenta. O incluso encontrar
su factura, que Noah había traído directamente desde la sala de examen. Era
tecnología extremadamente alta y mucho más allá de lo que ella conocía. Elliot
nunca la dejaba estar en línea. Ni siquiera tenía computadora en casa. Por lo tanto,
todo esto se había perdido para ella. Era afortunada por dejarla tener un teléfono.
Pero era sólo para su uso y para que pudiera mantenerse en contacto con ella.
Tal vez sí la encontraban en los ”Somos” idiotas.
Una mano de repente cayó sobre su hombro, y ella saltó, encogiéndose, antes
de alejarse del inesperado alcance. Cuando levantó la vista, vio que era Noah. Él la
respetó alejándose y levantando sus manos, como si hiciera una señal de rendición.
Sonrió con paciencia antes de mirar por encima de su cabeza, y al otro lado del
mostrador hacia el cliente.
―Señor Reed. No tiene ninguna razón para ser tan grosero. Lindsey es
nueva. Es un sistema difícil de aprender y de acostumbrarse. Así que, si continúa
encontrando algún fallo con su velocidad, entonces realmente es conmigo con
quien debería estar enojado, supongo que por no entrenarla mejor. Por lo tanto, yo
soy el idiota.
La suave pero severa reprimenda de Noah Clark no era como la de otros
hombres que Lindsey conocía que gritaban y gritaban. Noah era tan dominante. Su
tranquila y alta presencia atraía cualquier ojo en la habitación hacia él, y se hacía
muy obvio que era el líder inteligente en cualquiera y en todas las situaciones.
―Yo, ah, caramba, Dr. Clark. No quise ser desagradable. Sólo quería sacar a
Dalilah de aquí. Lo odia tanto.
―Entiendo. ¿Por qué no se va, y sólo dejamos que esta visita sea por mi
cuenta?
Lindsey cerró los ojos con horror, dándose cuenta de que su incompetencia
había dado lugar a toda esta situación. Era su culpa.
Elliot la habría, sin duda, tomado del brazo y llevado a la otra habitación
antes de chasquear su mano con fuerza en la parte posterior de su cabeza. Ese era
uno de sus lugares favoritos, ya que no dejaba ningún hematoma evidente y
realmente dolía.
60
¿Pero Noah? No, él nunca reaccionaría así. Era tan malditamente agradable,
que era casi doloroso para ella porque le falló cuando lo que quería era
complacerlo. Noah al instante tuvo al señor Reed bajando su cabeza de vergüenza
por lo pequeño e insignificante que era. El arrepentimiento brilló en sus ojos
mientras arrastraba los pies.
Los ojos de Noah eran fríos mientras arqueaba las cejas.
―No, no, no puedo hacer eso. Esperaré.
―¿Qué tal si hago que Jessie le envíe la factura? Sé que es buena en ello. Ella
todavía viene una vez a la semana sólo para revisar las cuentas.
Los hombros del señor Reed se hundieron con alivio. Estaba visiblemente
angustiado después de haber sido tan grosero y de que Noah lo hubiera puesto en
su lugar.
―Está bien, sí. Eso funcionará. Muy bien, entonces me iré. Hasta luego.
Noah se le quedó mirando, sus ojos brillaban.
―Estúpido viejo excéntrico ―murmuró antes de volverse hacia Lindsey.
Ella alzó los afligidos ojos a los suyos.
―Lo siento mucho. Yo causé eso. Yo soy…
La frente de Noah se arrugó.
―Tú no hiciste nada malo. Simplemente no sabes algo. Hay una gran
diferencia. Él no tendría que haber sido un idiota acerca de eso. Lo estás haciendo
bien. Ahora toma una respiración profunda.
Ella lo hizo. Respiró. Dentro y fuera. Después de que se calmó, Noah
simplemente se quedó a su lado, esperando pacientemente para que tuviera otro
agarre. Ella esbozó una sonrisa triste, un poco avergonzada por la mala forma en
que reaccionó a eso. Era su primer día sola, o incluso trabajando en un empleo, en
más de cinco años. En lo cual era bastante horrible también. Jessie pasó tres días
mostrándole exactamente qué hacer. Era algo que hacía con total facilidad, rapidez,
confianza y competencia. Sí, Lindsey no estaba exactamente rindiendo en el
trabajo.
Se quedó mirando el puño de la chaqueta gris que llevaba sobre una elegante
blusa y bufanda.
―Dudo que pueda hacer esto, Noah. Fue una mala idea la que Jessie tuvo.
Noah se quedó en silencio por lo que ella miró hacia arriba. Él la miraba
fijamente. Su expresión de alguna manera era intensa, y diferente de la habitual. 61
―No fue una mala idea en absoluto. Puedes hacer esto.
Él se acercó más, y ella se estremeció inconscientemente cuando el borde de
su bata blanca rozó su brazo. Él estaba tan cerca. Elliot hubiera tenido un ataque. No
estaba bien que Noah Clark estuviera tan cerca de ella. Su estómago se dejó caer
con su proximidad. Podía sentir el calor de su cuerpo.
Él se inclinó sobre ella y tocó el teclado mientras ella soltaba el aliento. El
calor llenó sus mejillas. Él estaba simplemente llamando al programa que de
alguna manera había perdido. Él no era intimidante, o iba hacia ella; ¡simplemente
estaba arreglando su error! Era una idiota. Una incompetente idiota.
―Ahora, déjame mostrarte cómo hacerlo.
Ella echó un vistazo a su perfil, tan cerca de ella, cuando él se inclinó y tocó el
teclado, indicándole que tomara notas de lo que hacía. Ella rebuscó para rellenar
las instrucciones adicionales que de alguna manera se había perdido del tutorial de
Jessie. Mientras Noah estaba hablando, su teléfono sonó.
Ella lo miró, mordiéndose el labio. Sonó de nuevo. Ella se frotó las palmas de
las manos sudorosas de repente en su pantalón. Elliot. Tenía que ser. Pero Noah
estaba justo en medio de su explicación. Sería grosero interrumpirlo ahora en este
momento.
¡Pero! Era Elliot.
―Lo siento. Tengo que contestar. ―Se levantó de la silla, y se alejó de la
pequeña área cerrada, donde ella y Noah estaban trabajando. Abrió el teléfono y
contestó sin aliento―: Hola Elliot.
Cerró los ojos con alivio cuando Elliot habló, que por suerte sonó aplacado
cuando contestó. Estaba entre reuniones y quería asegurarse de que estaba bien,
aunque no preguntó mucho sobre ella. No estaba realmente interesado en la forma
en que estaba. Quería saber lo que estaba haciendo. Tenía que controlar todos los
aspectos de su vida, incluso hasta su hora de lista de tareas pendientes. Eso era por
lo que se había fugado aquí, visitando a su hermana, lo que era tan sin
precedentes. Era tan raro que Elliot le permitiera irse, pero tan liberador para ella.
¡Ella sólo podía mentir acerca de lo que hacía y evitar el castigo por ello! Él había insistido
en un itinerario detallado de lo que hacía a diario. Nada nuevo para ella. Había
estado haciendo eso durante años. Si olvidaba algo, o no estaba lo suficientemente
ocupada para él, él no estaba de acuerdo y con frecuencia la disciplinaba. O
simplemente añadía varias tareas inútiles de lo más extrañas, para que las hiciera.
Ahora que tenía para cubrir las horas que pasaba trabajando con el
veterinario, yacía despierta en la noche pensando acerca de los detalles que
necesitaba para reemplazar lo que ella y Jessie hacían durante todo el día. Tenían 62
que ser creíble; y no sólo una gran cantidad de “cuidando de Jessie” en sus
informes de regreso a Elliot.
Colgó el teléfono y se volvió hacia Noah. Él estaba erguido junto a su silla de
escritorio y ella se lamió los labios.
―Lo siento. Ese era mi marido. Se preocupa si no respondo.
Las cejas de Noah se relajaron. ¿Qué cosa normal, bien ajustada, segura de sí
mismo Noah pensaría que era ahora?
Ella, que ni siquiera podía jalar la cuenta de un paciente, aunque no había ni
un alma en las llamadas de la oficina o en ningún teléfono. ¿Qué pasaría si
necesitara un multi-tarea?
―¿Estás segura de que quieres hacer esto? Sé que Jessie te lo impuso. Es
probable que puedas encontrar a alguien más.
Su estómago le dolió. Por supuesto, que quería a alguien más. A alguien más
competente.
Alguien que no se inmutara cuando el hombre simplemente tratara de
explicarle en donde estaba metiendo la pata. Pero lo extraño era que quería
trabajar. Cuando Jessie estaba sentada junto a ella, mostrándole lo que debía hacer,
le gustaba cómo se sentía. Era una extraña sensación tener un escritorio delante de
ella y trabajar a su lado. Le daba facultad de alguna manera de tener control sobre
los teléfonos y citas. Y aunque no parecía mucho para la mayoría de la gente, era lo
más de confianza y de responsabilidad que a Lindsey se le había pedido hacer en
años. Y lo deseaba mucho, estaba dispuesta a mentirle a Elliot. Aunque nadie más
podría entender el significado de esa revelación, era extremadamente importante.
Pero primero, tenía que ser cuidadosa de no delatarse totalmente. Sólo sería por un
puñado de días o semanas a lo sumo. Pero lo deseaba más que nada.
―Quiero hacer esto. Si puedes tolerar mis errores. No soy muy buena en
nada de esto.
Él la miró sobre el mostrador antes de asentir.
―Todo el mundo tiene una curva de aprendizaje. Así que, vamos, y déjame
terminar de mostrarte cómo funciona el sistema.
* * *
* * *
71
N
oah dejó a Lindsey seguir con su práctica durante una semana más.
Ella no podía manejar más de un cliente a la vez. O una llamada de
teléfono. Seguía olvidando el programa de la computadora. Era
como si nunca hubiera tratado con softwares antes. Dejaba caer las cosas y las
derramaba, por lo general, como resultado de que él subía demasiado rápido o
hablaba en voz alta a sus espaldas. Era como un frijol saltarín mexicano. Extraña
también. Se estremecía o retrocedía si alguna vez siquiera le rozaba su pie, o
golpeaba su hombro. Él encontraba más que un poco insultante lo ansiosa que
parecía de alejarse de cualquier contacto físico. Su necesidad de espacio personal
era casi obsesiva.
¡Y su maldito teléfono! Cristo, pasaba la mitad del día respondiendo eso. Por lo
menos una vez cada hora, tomaba su celular y susurraba en él. Cuando sonaba, ella
casi al instante se olvidaba de lo que sea que estaba haciendo, y se volvía obsesiva
siempre hablando en él. Se puso tan mal, más de una vez, que se olvidó de uno de 72
los propietarios de mascotas u otro.
Sus clientes no estaban contentos con ella, ya que a menudo les cobraba de
más, o manejaba mal sus papeles. Apenas lograba imprimir sus instrucciones con
cuidado o encontrar el medicamento correcto en el almacén. Todo lo que tenía que
hacer era simplemente leer las etiquetas, sin embargo, se comportaba como si fuera
una ciencia exacta.
Suspiró alto cuando vio quién era la cita de las cinco y media. Los
Drummond vendrían para sacrificar a su amado gato de veintidós años. Se frotó la
sien. Era una parte de su trabajo, pero nunca encontraba paz con él, o se
acostumbraba. No como probablemente debería hacer. Nunca pudo romperlo.
Sobre todo cuando los dueños de las mascotas eran como los Drummond, que
consideraban a la suya una parte de la familia. A pesar de que sabía la agonizante
decisión que era para la pareja de ancianos, cuyo gato tenía riñones deficientes y
sufría dolorosamente, también sabía que era lo correcto de hacer, pero eso no lo
hacía más fácil.
Entraron en la clínica, y ya las lágrimas corrían por el rostro de Teresa. Clive
parecía que estaba a punto de llorar también mientras Teresa acunaba a su gato en
los brazos. La tranquilidad del minino sólo atestiguaba cuán enfermo estaba este
felino una vez luchador. Todos sabían que era la decisión correcta. El gato estaba
demasiado enfermo que siquiera maullaba más. Simplemente aullaba y arrastraba
los pies como respuesta.
Noah salió y se reunió con ellos inmediatamente. Poniendo su brazo
alrededor de Teresa, la condujo suavemente de regreso a la sala de examen. Fue
rápido y pacífico. Teresa dobló su cuerpo alrededor de su gato con lágrimas
cayendo, mientras su esposo le frotaba la espalda y canturreaba en voz baja hacia
ella. Clive tenía lágrimas en su rostro.
Noah puso su mano en su espalda antes de salir discretamente para darles un
poco de tiempo a solas. Noah esperó afuera en la recepción, con la cabeza inclinada
y los ojos mirando sus zapatos. Odiaba esto. Ellos querían que el gato fuera
cremado, así que sólo tenía que ver eso. Su tecnología se ocuparía de los restos.
Lindsey estaba sentada en silencio detrás de su escritorio. Sus ojos eran grandes y
anchos. Parecía responder al frío solemne repentino que invadió la clínica en
momentos como éste.
Él siempre programaba la eutanasia para el final del día, si era posible, sólo
para darles a los propietarios un poco de intimidad, espacio y respeto con su dolor.
La mayoría de ellos lloraban y lamentaban sus pérdidas como si acabaran de matar
a sus mejores amigos. Era un poco triste a veces cómo un médico debía sentirse en
un hospital con un paciente moribundo. La gente se afligía por sus mascotas de 73
una manera muy real, y muy dolorosa.
Los Drummond finalmente salieron. Teresa se pegó a Clive. Noah se puso de
pie y esperó mientras Clive hacía a Teresa a un lado. Él asintió hacia Lindsey
rápidamente. Noah previamente la había instruido para que su cuenta y el papeleo
estuvieran listos. No tendrían que esperar por ello.
Lindsey hizo clic en “Imprimir”. Noah apretó los dientes. ¿No podría haber
hecho eso antes?
Ella le habló en voz baja a Clive, mientras tomaba su tarjeta de crédito cuando
su celular sonó. Las lágrimas de Clive comenzaron a fluir de nuevo con su suave
respuesta:
―Lo siento.
Y Lindsey, en vez de consolarlo, o al menos terminar rápidamente, tomó su
maldito celular y se lo puso en la oreja, bajando la cabeza mientras respondía.
Noah pensó que sus sienes iban a explotar. Agarrando la tarjeta de crédito de
Clive, se la entregó de regreso, con un toque de su mano sobre el hombro del
hombre.
―No te preocupes por eso ahora. Te haremos la factura después.
Clive asintió con gratitud, antes de volverse hacia su esposa. Se fueron
después de un último abrazo de Noah y de otro estallido de lágrimas.
Noah veía rojo. Sus ojos se movieron, y el calor llenando su intestino hasta su
corazón, estallando en las ventanas de su nariz. ¿Cómo se atrevía? Era la más fría
perra egoísta que había conocido. ¡Había contestado una llamada de teléfono!
Se dio la vuelta de repente y Lindsey aún estaba en el teléfono. Caminó hacia
ella, quitó el celular de debajo de su cabeza, dio una palmada en el teléfono
cerrando la tapa y lo dejó de golpe sobre el mostrador.
Su boca se abrió y ella se quedó inmóvil, levantando sus grandes y azules ojos
horrorizados. De repente se levantó y le arrebató el teléfono, que él mantuvo
firmemente bajo su mano.
―¡Le colgaste! Oh, Dios mío… ¡No puedes hacer eso! ¡No puedes! ―gritó. Él
dio un paso hacia atrás, sorprendido por la repentina explosión. Ella nunca
reaccionaba a nada, ¿pero a esto sí?
Él levantó el teléfono hasta donde ella no pudiera agarrarlo, aunque siguió
intentándolo. Ella deliberadamente estaba tocándolo, al intentar abrir su mano. Él
era casi treinta centímetros más alto que ella, y levantó la mano hasta donde no
pudiera alcanzarla. Empezó a sonar.
74
Lindsey brincó como si acabara de ser picada por una abeja y saltó hacia su
mano. Tenía tacones de cinco centímetros, y cuando aterrizó, causó que sus tobillos
se tambalearan hasta que cayó de nuevo al suelo. Su mandíbula cayó abierta,
atónito.
¿De verdad sólo se lanzaría tras su teléfono? ¿Realmente estaba en el piso de la
clínica ahora, con los ojos brillantes por el pánico por contestar al celular?
Ella lo miró, y sus ojos se veían afligidos, como un frenético animal
acorralado. Sólo había visto esa mirada de miedo como ella lo tenía ahora en
perros asustadizos. ¿Qué demonios?
―Por favor, por favor, Noah, tienes que dejarme contestar eso. Tú no
entiendes. ―Su tono era un desesperado, suplicante susurro, y sus ojos se
centraron en el teléfono que sonaba como si estuviera a punto de detonar en su
mano.
Él bajó la mano y, finalmente, se lo ofreció a ella. Ella se puso de pie, y pasó a
su alrededor, mientras saludaba a su marido, porque Lindsey no hablaba con nadie
más que con él.
Finalmente ella bajó el teléfono y lo cerró. Sus hombros se hundieron. Su
espalda se encorvó y amplió como si hubiera tomado una respiración profunda
antes de que se volviera lentamente hacia él.
―¿Por qué hiciste eso?
¿Por qué hizo eso? ¿Era real? Él reaccionó a lo que ella hizo primero. Ella
respondió el celular, mientras un hombre adulto estaba llorando ante ella. No era
por qué él hizo eso, sino ¿por qué ella lo había hecho?
―Ya tuve suficiente. Tomas tus llamadas personales durante todo el día, no
importa lo que estés haciendo. O a quién estés atendiendo. Este es mi lugar de
trabajo, y si no puedes respetar eso, entonces por lo menos deja de ser tan grosera
con la gente que está justo frente a tu cara. Nadie, absolutamente nadie, habla con
su esposo una vez cada hora, durante todo el día. Es ridículo y no es de extrañar
que no trabajes en ningún lugar. Mira, esto podría funcionar cuando estás en casa,
ordenando a tus sirvientes, o sentada en el club de campo, o dónde diablos estés,
¡pero no va a funcionar aquí! Puedo ser sólo un veterinario de campo, y no del
mismo calibre de sofisticación al que tú y tu cónyuge están acostumbrados, ¡pero
no dejaré que trates a mis clientes, o a las personas que me importan, como si la
muerte de su amado gato no fuera tan importante como tu estúpida llamada de
celular! 75
Su rostro palideció y ella retrocedió un paso, luego otro. Su boca tembló.
―Lo siento. Yo… lo siento.
Ella se estremeció cuando él se movió hacia delante, por lo que se detuvo en
seco. No se dio cuenta siquiera conscientemente de que estaba dando un paso. Ella
agachó la cabeza, y preparó su peso sobre sus piernas, en una postura extraña, casi
como si estuviera preparada y lista para algo. ¿Para qué sin embargo?
¿Qué demonios?
Él dejó escapar un largo suspiro.
―Esto no va a funcionar. Este es mi lugar de trabajo, y lo estás entorpeciendo.
No puedes manejar esto. Sé que la muerte de un gato parece trivial, pero era el hijo
de la pareja, literalmente. Su propia hija no habla con ellos, así que pusieron todo
su amor y cariño en su gato de más de veinte años. Sé que para algunas personas,
parece estúpido y banal. ¿Y qué? Es sólo un gato. Pero para la mayoría de mis
clientes, sus mascotas son como hijos para ellos. Sus sentimientos hacia ellos son
muy reales. Y así, simplemente ignoras eso, mientras un hombre adulto está
llorando delante de ti, bien, no veo cómo esto pueda funcionar por más tiempo.
Simplemente no lo entiendo.
Ella levantó la cabeza hacia él, y él se le quedó mirando, esperando. Y
esperando. ¿Ella no tenía nada que decir?
¿Algo? ¿Cualquier cosa? ¿Ya sea pedir disculpas o simplemente enojarse? ¿Cómo iba
a tener alguna reacción? Él no estaba siendo muy amable con ella. Ella se mordió el labio
inferior y arrugó las cejas hacia abajo. Finalmente, dijo suavemente:
―Lo entiendo.
Su frustración le hizo querer gemir alto. Ella era tan agravante. ¡Defiéndete!
¡Defiéndete a ti misma! Sólo haz algo. Pero su absoluta falta de respuesta a su ira era
desconcertante. Su adrenalina comenzó a disminuir y se quedó con sólo desear que
se fuera. Ni siquiera era digna de ser insultada.
Él dio media vuelta y se dirigió a la puerta de su oficina, listo para dar por
terminado el día.
―É… él no sabe que trabajo aquí. O al menos, que estoy tratando de trabajar
aquí.
Se detuvo en seco y miró por encima del hombro.
―¿Él?
―Elliot. No sabe que estoy reemplazando a Jessie. No se lo he dicho. Es muy
rigoroso conmigo respondiendo a sus llamadas, con lo que debo hacer. De lo 76
contrario, sospechará que algo está pasando.
¿Y qué si captaba que algo estaba pasando? ¿Y qué si se enojaba con ella porque se
saltó una de sus incesantes, ridículas llamadas?
―¿Y qué si lo hace?
Ella retorció las manos en el frente.
―Hará que me detenga.
―Él está a medio mundo de distancia.
―Sí, pero hará que me detenga.
Noah sacudió la cabeza. ¿Cómo podía ser tan intimidada que aceptaba su extraño,
total dominio sobre ella?
―¿Y si tú no quieres parar?
Ella negó y sus hombros cayeron. Su pecho subía y bajaba rápidamente, como
si estuviera sin aliento.
―No, sé que no soy muy buena, bueno, en nada. Eso lo sé. Pero es lo primero
que he hecho en cinco años más allá de trabajar en mi casa. No creo que sepas
cuán… limitante es estar durante días sin ver a nadie. Lo admito, estoy oxidada.
Pero tal vez, podría ser un poco mejor. Estoy tan nerviosa, y por eso me equivoco
todo el tiempo.
La solicitud de Lindsey pesó sobre su pecho. Obviamente, la hermana estaba
bajo la extraña influencia de su marido. Jessie tenía razón: él era un imbécil. Pero,
¿qué, se preguntó Noah, le debía a Lindsey? ¿Por qué debería tener que sufrir con la
hermana incompetente de Jessie?
Cuando él no hizo ningún comentario, ella continuó:
―Me importa mucho que su gato haya muerto. Creo en esas cosas.
Cualquier dolor importa, a pesar de la causa. Todos los asuntos duelen.
Simplemente, no puedo perderme ninguna de sus llamadas telefónicas. Podría no
parecer así, pero no quise parecer tan cruel. Realmente me gustaría seguir
trabajando aquí.
―Lo siento, pero tengo que saber: ¿Por qué quieres trabajar tanto aquí?
Ella sacudió los hombros hacia atrás y puso rígida la espalda.
―Porque, como ya habrás notado, no hago nada. No lo he hecho en años.
Jessie hizo esto por mí y quiero tener éxito. Quiero hacer esto adecuado por ella. Y
calmar su mente. Y quiero que sepas que no soy totalmente estúpida.
Él dejó escapar un suspiro. Sí, era un poco estúpida. Era estúpida en 77
responder su teléfono y en ser incompetente en todas las tareas que tenía que
hacer. Pero, ¿cómo podía absolutamente ignorarla cuando ella sólo quería
complacerlo?
Ella volvió a respirar, y Noah se preguntó por qué siempre parecía que tenía
que armarse de valor antes de enfrentarse a él.
―Sé que no soy Jessie. Pero, tal vez podría mejorar.
Él asintió con el teléfono en la mano.
― No con eso aquí. Trata de encontrar la manera de no usarlo cada hora, a la
hora en punto, y te daré otra oportunidad.
Su cabeza cayó, una vez más. Era demasiado rápida en adoptar una actitud
sumisa, en la postura y su tono de voz.
―No puedo imaginar cómo.
Él esperó un momento y luego preguntó:
―¿Está tan en contra de que trabajes?
―Sí.
―¿Por qué? ―Noah inclinó la cabeza con consideración. No eran los años
cincuenta, después de todo. ¿Lindsey no había recibido la nota? ¿Qué mujer hoy
dejaba que un marido, o cualquier persona de verdad, le dijera lo que debía hacer?
Su hermana patearía a su cuñado en el trasero por un lado y por el otro, si alguna
vez se atrevía a prohibirle hacer cualquier cosa, incluso si era en su mejor interés o
seguridad. Ella nunca toleraría que así se lo indicara.
―Porque no lo necesitamos. No en nuestro “grupo” de personas con quienes
compartimos nuestras vidas. La mayoría tienen hijos, y todas las mujeres se
quedan en casa. Como yo.
Él se pasó una mano por el cabello, su enojo se disipó por completo ahora. Se
recostó en el mostrador.
―Mira, no sé qué decirte. Sólo sé que estoy dirigiendo un negocio y necesito
a alguien que pueda hacer el trabajo. Y podría ser bueno si ese alguien no tuviera
tanto miedo de mí. Además, no puedo tolerar que contestes tu teléfono cada vez
que suena.
―Solía tener un trabajo.
Él se rascó la ceja. ¿Qué demonios tenía eso que ver con algo? ¿Y cómo
demonios era posible? ¿Cómo podía ella hacer cualquier cosa de valor con su
indecisión, incompetencia e inseguridad?
78
―Solía ser oficial del ejército de Estados Unidos.
Aún más difícil de imaginar. Ningún soldado que conociera se estremecía y
temblaba y arrastraba los pies y se retorcía las manos sobre cosas estúpidas como
presionar los números del café o usar una computadora o responder más de una
línea telefónica.
―Solía saber cómo hacer las cosas. Yo sólo… lo perdí todo. Un día, era
Lindsey Bains, soldado, y amada hija de mi padre. Después, encontré a Jessie
acostada en un baño donde se cortó a propósito. Después de eso, ella y Will me
contaron lo que le pasó. Y cómo mi padre la trató. Luego, más tarde, todo… todo lo
que averigüé. ¡Todas las cosas que me perdí durante veinticinco años de mi vida!
De repente, vi cómo estaba equivocada acerca de todo. Estuve tan mal. Y ahora, no
puedo evitar estar siempre mal. Me abrumó a un nivel que ni siquiera puedo
explicar. Dudo de todo lo que hago ahora. Y Elliot es muy exigente, por lo que no
me gusta decepcionarlo. Ni a ti. Ni a nadie. No recuerdo a la hija del general que
solía ser. Ella, estoy segura de que te hubiera gustado. La habrías respetado.
Él la miró fijamente. No pensó que la habría oído jamás expresar un genuino,
real, emocional pensamiento o sentimiento que no fuera un guión o lo que pensaba
que se esperaba que dijera. Conocía la historia, cómo Jessie fue tan abusada
siempre, y Lindsey tan apreciada. La forma en que se separaron por veinticuatro
años de su vida: una protegida por el amor de su padre y la otra anhelándolo.
Sabía que Lindsey pasó mucho tiempo haciendo caso omiso de lo que Jessie estaba
viviendo. Fue testigo de primera mano de la visita que hizo a Carolina del Norte,
cuando Jessie tuvo su último encuentro con el general. Él la golpeó y la tiró de un
coche, y tenía moretones para probarlo. Sólo entonces Lindsey se dio cuenta de lo
que todo el mundo sabía, que Jessie era agredida por su padre. Sin embargo,
literalmente requirió que Lindsey prácticamente fuera golpeada en la cabeza antes
de que lo aceptara.
Noah ni una vez consideró qué enorme ruptura debió haber sido para
Lindsey. Todo el mundo, él incluido, siempre sentía mucha pena por Jessie, pero
la pobre Lindsey tuvo que aprender que toda su vida y amor fueron una mentira
total y absoluta. Y esa tan fea, horrible mentira debe haber torcido sus entrañas y
todo lo que ella sostenía que era verdad. De repente, nada de lo que creía
anteriormente y con lo que había crecido era real: quién era, lo que era, o lo que
podía hacer. Noah trató de imaginar si Penny de repente comenzara a describir su
infancia en los términos horripilantes que Jessie empujó a su desprevenida
hermana. Supondría que cambiaría los recuerdos de toda su vida. Tal vez, él
79
también habría olvidado temporalmente todo lo que conocía y era.
―Mi esposo insistirá en que me vaya a casa si sabe lo que he estado
haciendo. Es muy controlador. No quiero ir a casa todavía. Quiero quedarme aquí.
No he deseado tanto hacer algo en mucho tiempo. Así que, ya vez, tengo que
responder a sus llamadas.
Su boca se volteó y su rostro se volvió blanco ceniciento. Ella apretó los
labios. Decirle tales cosas personales, no era fácil para ella. Eso era descaradamente
obvio.
La puerta principal se abrió. Sobresaltados, ambos se volvieron hacia ella.
Hannah. ¡Mierda! Se olvidó de que estaría allí para que salieran. Todo, al parecer, el
tiempo incluido, se suspendió con su discusión.
―Hola, Noah. ¿Estás listo? ―Hannah sonrió profundamente, y sus ojos
brillaron mientras lo saludaba. Miró a Lindsey un segundo más. Le hubiera
gustado tener tiempo para terminar esto. Era la primera vez que la Lindsey
maniquí se desvanecía y una verdadera mujer respirando la reemplazaba. Pero sus
modales ganaron y le sonrió cálidamente a Hannah.
―Sí, sólo déjame agarrar mi abrigo.
Rápidamente se quitó la bata blanca de laboratorio, miró a Lindsey, quien se
quedó allí, congelada. Él la pasó y le lanzó las llaves de la clínica. Ella las tomó en
su mayoría por reflejo que darse cuenta de lo que estaba haciendo en realidad.
―Limpia la sala de examen. Las instrucciones están escritas en el interior del
tercer gabinete. Síguelas al pie de la letra. Termina la factura para los Drummond y
asegúrate de enviarla por correo, junto con una tarjeta de condolencias. Todas las
firmadas están en el segundo cajón del escritorio. Añade algo agradable y personal
a la misma. Después, asegúrate de poner la factura y la tarjeta en sobres separados.
Enciende el servicio de contestador siguiendo las instrucciones en el archivo que
Jessie hizo para ti. Ajusta la alarma. Cierra la puerta detrás de tu escritorio, así
como la puerta principal después de salir. El resto del edificio ya está cerrado. Y
deja la luz encendida aquí.
Su boca cayó de asombro. Lentamente levantó la mirada hacia él mientras
Hannah esperaba con la puerta medio abierta. Ella golpeaba el pie con
impaciencia. Él no tenía idea de la fuente de aturdido shock de Lindsey, pues
nunca había limpiado una sala de examen, eso era algo que Jessie siempre hacía.
Nunca había manejado una factura completamente sola tampoco. Noah nunca le
había dado las llaves con la responsabilidad de cerrar porque no se fiaba de ella.
Todavía no confiaba en ella, pero después de oír su monólogo, debió haber llegado
a él. Le daría una oportunidad más. Y después de lo que dijo acerca de su exigente
marido y sin saber cómo hacer las cosas, tal vez si intentaba algo diferente,
80
funcionaría mejor. Tal vez debería haber esperado a que hiciera las cosas, en vez de
pedírselo o mimarla. Y si le daba tiempo para entenderlo, tal vez podría hacer lo
que le había pedido.
―¿Lo entiendes? ―la urgió cuando se quedó inmóvil.
Ella tragó y asintió lentamente.
―Lo tengo.
Sus ojos se encontraron en una breve mirada. Ella finalmente asintió. Había
captado lo que quería decir. Y fue mucho más que conclusivo.
Ella se lamió los labios.
―Gracias.
Él asintió de nuevo.
―Buenas noches, Lindsey. Nos vemos mañana a las siete.
―¿A las siete? ―Ella normalmente no empezaba hasta casi el mediodía.
Jessie sólo trabajaba de veinticinco a treinta horas a la semana. Tal vez Lindsey
necesitaba cuarenta horas para hacer la misma cantidad de trabajo que su
hermana.
―Sí, tienes las llaves. Abro a las siete y media. Entonces, nos veremos a esa
hora, ¿no?
Ella asintió rápidamente.
―Sí, sí, lo haremos.
Él fue tras Hannah, antes de hacer una pausa y decir por encima del hombro:
―Este trabajo es más que de papeleo. Empieza a usar ropa más casual y
apropiada. Necesito que hagas algunas de las tareas más físicas. No más tacones.
No más faldas. ¿Entiendes?
Ella sonrió lentamente.
―Sin tacones. Sin faldas. Lo tengo.
Él casi se cayó cuando ella sonrió. Era, como su hermana había percibido,
impresionante.
81
W
ill salió a la terraza de atrás y se sentó junto a Lindsey, quien
estaba mirando el oscuro cielo y la tierra delante de ella. Las
estrellas brillaban como puntos de aguas cristalinas y la tierra era
ingerida por el vacío. Era un lugar tan aislado, privado, donde ahora vivía su
hermana. Jessie jamás había vivido en esos entornos rurales remotos. Siempre
habían pasado su infancia en bases del ejército en todo el mundo. Nunca habían
estado solas tampoco.
Lindsey a menudo se sentaba por ahí porque le gustaba la tranquilidad y el
inmenso vacío. También le gustaba el hecho de que nadie pudiera verla ni juzgarla.
Pronto, su respiración se hizo más fácil.
―¿Cómo está Jess?
Will se recostó contra el banco mientras estiraba las piernas.
―Todavía lloriqueando porque no puede comer azúcar. 82
―Estará bien, Will. No es como solía ser. Puede manejar esto.
―Lo sé. La mayor parte del tiempo. Hay momentos, sin embargo, cuando
tiene esa mirada en sus ojos y me pregunto a dónde se va. ¿A México? ¿Con su
primer hijo? ¿Con su padre? A veces, me olvido de las dificultades que nos trajeron
a donde estamos ahora. Me dije a mí mismo durante mucho tiempo que no
podíamos siquiera tratar de tener hijos. Que sería demasiado para ella. No podría
hacerle eso a ella. Pero entonces, pensé, ¿no se merece eso? Así que aquí estamos. Y
por qué presioné tan fuerte para que tú vinieras.
―Tú te lo mereces también, sabes. Ella está mejor. Es feliz y estable. Todo lo
que es ahora, Will, es una gruñona, embarazada, nueva mamá en ciernes, que
anhela azúcar, pero que no se le permite satisfacer su deseo.
Él sonrió por fin y la mirada sería y sombría, dejó su cara.
― ¿Y tú? ¿Cómo estás, Lindsey?
―¿Por qué te preocupas por mí? Estoy muy bien.
Will suspiró profundamente.
―No soy estúpido. Sé que no le gustamos a Elliot. Sé que te dejó venir sólo
con la condición de que apoyara su campaña.
Su sonrisa resbaló.
―¿Cómo lo sabes?
―Porque me escribió y me lo pidió. También me recordó el sacrificio que era
para él dejar que su esposa estuviera lejos durante tanto tiempo. Hablé con Elliot,
Lindsey.
Ella cerró los ojos con horror.
―Lo siento, Will. Estaba planeando abordar el tema con el tiempo.
―Lo haré. Por ti. Sólo por ti. ¿Es él… lo que quieres, Lindsey? ¿Me refiero a
todo eso? ¿Esas cosas políticas que está lanzando, y sus grandiosos planes? ¿Su
extraña compulsión de llamarte doce veces al día? Si hay algo que necesites o
quieras, sabes que puedes confiar en mí. Después de todo lo que hiciste por Jessie y
por mí, haría todo lo que pudiera por ti.
Ella volvió la cabeza, de repente alegre por la oscuridad. Podría decírselo,
pero Will, probablemente la dejaría sentada allí; y lo siguiente que oiría sería que
su esposo había muerto por algunos medios misteriosos, y nadie tenía ni idea de
quién lo hizo. Nadie lo sabría nunca. Ella confiaba en que Will se aseguraría de
ello. Will no veía con buenos ojos a los hombres que golpeaban a las mujeres. A los
hombres que la golpeaban. 83
Pero, no. Jessie necesitaba a Will. Su lengua se engrosó. ¿Por qué no podía
simplemente decírselo? ¿O a alguien más? Pero no podía soportar la idea de que se
dieran cuenta de que el oficial que una vez había pateado traseros ayudando a
rescatar a Jessie, ahora se encogía de vergüenza e indecisión, que permitía que su
marido la pateara, golpeara, azotara, y violara sin dejar de estar en silencio acerca
de todo. No podía decírselo a nadie.
―Will, sé que tú y Elliot son diferentes tipos de hombres. Él es un buen
hombre. Está planeando hacer grandes cosas por el mundo. Y sí, soy parte de eso.
Estoy bien. En serio.
―No pareces estarlo.
―La gente cambia. Jessie lo hizo. Yo también. Mi padre quería que fuera la
hija perfecta. Ahora, quiero ser todo lo contrario a la capaz, competente oficial que
se entrenó siempre para ponerse una persiana en el ojo mientras él regenteaba mi
hermana. Así que, ¿sabes qué? Por supuesto, soy diferente ahora.
Will asintió.
―Bueno, eso es justo. Sólo quería comprobarlo.
―¿Y tú? ¿Esto está bien? ―Ella agitó la mano para abarcar la casa, el granero,
y la tierra que les rodeaba―. ¿Estar fuera del ejército es un gran ajuste para ti
también? Trabajar de cinco a nueve en puesto de gerencia no era exactamente algo
que alguna vez planeaste, ¿no?
Él se encogió de hombros.
―No. Nunca planeé eso. Pero entonces, ¿quién podría jamás haber planeado
a Jessie Bains? De todos modos, sigo estando en la Reserva y eso me ayuda y me
da algo de mi vida anterior.
―¿Lo extrañas?
―Sí. ―Su respuesta fue inmediata y fuerte.
―¿Jessie sabe eso?
―Sí, por supuesto. ―Él inclinó los labios en una media sonrisa.
―¿Te arrepientes de renunciar a eso?
―No. No lo hago. Quería a Jessie más de lo que quería un estilo de vida.
Además, tu hermana se acerca a la persona más interesante que he conocido o con
quien he estado en absoluto, así que no es como incluso la común siempre
ordinaria vida alrededor de ella.
Lindsey sonrió.
―No, ella nunca ha sido aburrida. 84
―Es divertida, Lindsey. Estar con ella y alrededor de ella es siempre
divertido. Me gusta el resto también: donde vivimos, y lo que hago, está bien.
Deberé continuar un poco más mientras consigo acostumbrarme a ello. Pero vivir
sin Jessie, o perderla, definitivamente no es aceptable para mí.
Lindsey expulsó una bocanada. Dios, ¿cómo sería eso? ¿Tener a alguien que te
ame, el verdadero amor por una persona existiendo dentro de ti, tanto? Supuso que
probablemente nunca lo sabría. Volvió la cabeza lejos, no quería que Will
presenciara su envidia y el anhelo por el amor que su hermana ahora poseía.
Fingió una sonrisa de tranquilidad antes de levantarse y bostezar.
―Será mejor que me vaya a la cama. Noah quiere que empiece a las siete de
mañana. Así que debo descansar un poco.
―No tienes que seguir con la idea loca de Jessie de sustituirla. Viniste aquí
de visita, no para trabajar.
―¡No, no! Está bien. Me gusta. ―Soy muy mala en ello, pero me gusta. Sonrió
para sí misma, pero no lo dijo en alto. ¡Noah quería que llegara temprano! Pasó
más de una hora haciendo su lista de último minuto. Estaba medio segura de que
no sólo lo lograría, pero sólo lo sabría con certeza cuando él llegara allí. Sin
embargo, el hecho de que incluso le diera otra oportunidad era motivación
suficiente como para probar, no, para tener éxito, en las tareas que le asignara. Tal
vez, no tenerlo allí para juzgarla también la ayudaría a encontrar el coraje de
hacerlas. Siempre estaba tan preocupada por sus reacciones, que a veces fallaba en
hacerlas.
Ese era un subproducto de la infinidad de veces cuando estaba limpiando, o
en el teléfono, o fuera en alguna parte, y Elliot la agarraba y la sujetaba contra él o
sobre los muebles, lo que explicaba por qué hacía esto o eso tan mal. Había
perdido totalmente su capacidad de creer que podía hacer cualquier cosa,
correctamente. Pero Noah no era Elliot. Ella lo sabía. Lo hacía. Su cerebro racional
sabía que Noah no la golpearía si presentaba la documentación incorrecta o
utilizaba la marca equivocada de café. O tenía una llamada de teléfono en un
tiempo completamente inapropiado. Lo sabía, realmente lo hacía, que no todos los
hombres castigaban o golpeaban a sus mujeres. Algunos hombres nunca lo hacían.
Como Will Hendricks. Creía eso con toda su fe. No estaba tan hastiada o en
conflicto que no sabía que aún había hombres por ahí que nunca la lastimarían, sin
importar lo que hiciera. Y maldita sea, si Noah Clark no era uno de esos hombres.
Pero, no estaba acostumbrada a confiar en nada porque resultaba ser una
traumática experiencia en su vida. Noah debería haber seguido con su obviamente
fuerte deseo de despedirla y negarle más la entrada en su establecimiento. Pero…
no lo hizo. Le dio responsabilidades adicionales y tácitamente confió en ella, para
85
que las hicieras. Tareas importantes. Sobre todo, dejando que se encargara de
cerrar su negocio al final del día.
Y aunque mantenía refiriéndose a su pequeña clínica veterinaria tan sólo
como una “práctica rural”, ella pensaba que era lo opuesto completamente. Lo
encontraba extraordinario en la forma en que se hacía cargo impecablemente de las
mascotas y de los animales de ciudad. También valoraba su genuina preocupación
cuando sus clientes estaban tan molestos por la muerte de sus gatos.
Elliot les habría dicho que deberían haber matado a su gato hace mucho
tiempo. Él odiaba a los gatos. A Lindsey no se le permitía tener un animal porque
Elliot decía eran muy sucios y peludos. Por no hablar de toda su caspa.
Probablemente el ritmo en su arteria temporal brincaría si supiera que estaba
trabajando en una pequeña y rural clínica veterinaria, y para un hombre. Tal vez eso
era exactamente por lo que le rogó a Noah mantenerla. Al estar allí, estaba
desobedeciendo a Elliot, algo que no había hecho en años. Y se sentía muy bien.
Le había dicho a Noah cosas que no le dijo a Will o a Jessie. Eran las dos
únicas personas en la tierra con las que compartía alguna vez remotamente sus
pensamientos o que a veces les decía la verdad. Pero de alguna manera, tal vez
porque Noah estaba tan retirado de Elliot y su vida real, que había encontrado de
nuevo su voz y podía ser veraz acerca de cosas que no se había atrevido a expresar
en los últimos cinco años. Tenía casi treinta años y no sabía cómo hacer o ser
cualquier cosa menos que el maniquí de Elliot. Con Noah, sólo quería ser un poco
más, aunque sólo fuera por un rato.
* * *
87
pequeño caniche antes de meterlo en el coche. Ella los miró como si fuera la cosa
más interesante que había observado en las últimas semanas. Temía encontrarse
con los ojos enojados de Noah y que le dijera simplemente que se fuera. Que no
podía aguantar más su mierda. Que era una empleada temporal, casi totalmente
incompetente. Que no se molestaría más.
Él se aclaró la garganta y finalmente dio un paso a la derecha en su línea de
visión. Ella tuvo que levantar los ojos para encontrarse con los suyos.
―Le mentiste abiertamente.
―Lo hice. Pero él no sabe eso.
―¿Por qué mentir?
Ella dejó escapar un suspiro. Nunca confiaba a nadie nada real acerca de su
vida, sus sentimientos, o sus pensamientos. A veces le confiaba a Jessie cosas
pequeñas, banalidades, pero no la realidad que la había encarcelado durante los
últimos cinco años. Llegó a ser mucho peor después de que Jessie y Will se habían
mudado a través del país. De repente, Elliot tuvo el control completo de ella. Le
quitó sus tarjetas de crédito, su computadora, y su WiFi doméstico. No tenía acceso
al dinero. Se le daba un pequeño estipendio cada semana, pero tenía que dar
cuenta con los recibos, así como elaboradas explicaciones de cada cosa que
compraba.
¡Incluso si se trataba de un paquete de chicles! Por suerte, no tenía que comprar
mucho. Él monitoreaba las llamadas de su teléfono, y revisaba su factura de
celular, línea por línea. No había parte de su vida que Elliot no orquestara total y
completamente.
Empezó modestamente, con cosas como revisarla con frecuencia, o
preguntarle en qué gastaba su dinero, y cobró fuerza después de que Elliot
comenzó el abuso físico. Parecían ir mano a mano, y una vez que Jessie se fue de
Carolina del Norte para siempre, Elliot quiso el control total. Para cuando llegaron
a Arlington, ni siquiera tenía coche ya. Él vendió el suyo, pero dijo que podría salir
de la casa todos los días, siempre y cuando caminara.
El aislamiento, ella se enteró más tarde, era un dispositivo común utilizado
para el control abusivo de los hombres. Lo supo de primera mano. Fue a la
biblioteca un día y leyó todo al respecto. No se atrevió a llevarse ninguno de los
libros, temiendo que él fuera a encontrarlos de alguna manera. Simplemente se
sentó allí y leyó todo acerca de eso. Era víctima de violencia doméstica. ¡Qué
nombre tan estúpido! Le hacía querer rascar las uñas en una pizarra con fastidio.
Violencia doméstica. Sonaba tan menor, como ofensa menor. Tomó la picadura de la
palabra “violencia”. Lo sabía, ¿verdad? Parecía que la mayoría de la gente
consideraba que los hombres que golpeaban a sus esposas no eran tan malos como
intrusos desconocidos irrumpiendo y golpeando o violando a una mujer
88
desconocida para ellos. Y esas mujeres como ella, que voluntariamente optaban
por vivir y casarse con su agresor… bueno, ¿no se merecían lo que tenían? Como
Lindsey sabía muy bien, sin embargo, ningún intruso podía hacerle ni la mitad del
daño que su marido infringía regularmente sobre ella.
Los episodios de Elliot eran totalmente inesperados, en su mayoría no
provocados, y raramente con algún tipo de patrón predecible. Nunca estaba segura
de la circunstancia que los traía sobre Elliot, que iniciaba por completo sus asaltos.
O lo mal que serían. A veces eran leves. Un revés inesperado a través de la cara, o
un empujón contra la pared, o un golpe en su lado, o por todo el brazo, o ser
incrustada en la espalda.
Otras veces, no lo eran. En esos momentos, le preocupaba no poderse
despertar por la mañana.
Era entonces cuando más temía y, de hecho creía en las amenazas de Elliot.
Cuando su ira estaba más inflamada, y la locura encendía en sus ojos verdes un
fuego mientras le decía que si alguna vez lo dejaba, o hablaba de cualquiera de las
palizas, la mataría. En esos momentos, realmente le creía.
Una vez, él la tenía en el suelo, y procedió a sentarse en su espalda desnuda
antes de apagar un cigarrillo en su carne mientras ella gritaba y gritaba,
horrorizada por el terrible olor de su carne quemándose. En momentos como esos
eran cuando le aplicaba sus reglas acerca de nunca decir nada a nadie. Ella nunca
podría escapar. Para ella, era por lo que se quedaba, y su respuesta a las preguntas
acerca de todas las razones por las que las mujeres toleraban este tipo de
situaciones abusivas. Algunas se quedaban por miedo a perder a sus hijos. Lindsey
se quedaba simplemente por temor a perder su vida. Sin embargo, durante los
peores momentos, a menudo se preguntaba si tal vez perderla sería preferible a
seguir viviendo.
Así que, al ver a Noah allí de pie, mirándola con ira por su mentira piadosa,
dicha a uno de sus clientes, una mentira que no lastimaba a nadie, y nunca sería
detectada por el cliente… bueno, la ira de Noah no sostendría gran parte de un
golpe para ella. Ella haría cualquier cosa para evitar que Elliot se enojara con ella.
¿Pero con Noah?
No tanto.
Era algo sin precedentes para Elliot permitir perderla de vista. Dejarla ir allí
para una estancia prolongada era la mejor oportunidad de su vida. Incluso llegó a
conducir un coche nuevo. Tenía que ser cautelosa con sus compras ya que Elliot las
monitoreaba a diario en línea. Pero todavía podía comprar cosas, ir a las tiendas, y
lo mejor de todo, respirar. Ni una sola vez se despertaba temiendo lo que le pasaría 89
ese día.
―¿Y bien?
Ella chasqueó los ojos de nuevo a Noah.
―Mentí porque era la única manera de responder a la llamada sin ser
totalmente grosera. Ya me sermoneaste una vez acerca de eso.
―No, te di una conferencia porque tomaste la llamada. Entonces me rogaste
por otra oportunidad, y ahora ¿lo haces otra vez? ¿En la siguiente oportunidad que
tuviste?
Ella se levantó de improviso y la silla salió disparada, estrellándose contra la
pared detrás de ella.
―Tengo que tomar todas sus llamadas.
―Sólo dile que tomaste el lugar de Jessie y que no puedes hablar durante las
horas de oficina. Seguramente comprendería que unas horas no podrás contestar,
cuando toda tu devoción no está siendo monopolizada por él.
Ella se puso las manos en las caderas.
―Tú podrías pensar eso, ¿no es así? Que Elliot entendería tal concepto. Pero
no lo hace. Sólo hará que se vuelva loco, demandando que regrese a casa. No
importa si él está allí o no. Y si lo pide, tendré que irme. Y como no quiero irme a
casa, sin embargo, tomaré sus llamadas en todo momento. No tienes que
entenderlo, pero tal vez, sólo temporalmente, podrías dejarlo pasar. Porque te
estoy pidiendo que me dejes hacer esto. No tienes que estar de acuerdo o gustarte,
pero te ruego que me permitas seguir haciéndolo.
Noah la miró, con las cejas fruncidas con perplejidad. Negó.
―No entiendo lo que te gusta acerca de las formas de control que aplica
contigo.
Ella arqueó las cejas en respuesta con un dejo de desdén.
―No tienes que entenderlo. Pero, por favor, deja que lo haga. Permíteme
utilizar excusas estúpidas con los clientes si debo hacerlo sólo para tomar sus
llamadas. No será para siempre. Es sólo por un rato. Pero ese poco significa mucho
para mí. Así que, por favor, déjame hacer esto.
Él asintió lentamente, pero con la mandíbula apretada. Ella sabía que de
alguna manera, se aplacaría. Era esa clase de persona decente y cuidadosa. No
podía hacer caso omiso de sus súplicas de plano.
Ella asintió también, sintiendo como si hubiera ganado una victoria
monumental. Tomó una posición y ganó. Está bien, una posición que le permitía a 90
su marido controlarla por completo, pero una posición, no obstante.
Noah dio la vuelta para prepararse para una cirugía que había programado
en la tarde. Se detuvo justo mientras empujaba la puerta abierta.
―Por cierto, con el resto de tu trabajo te las arreglaste para hacerlo bien hoy.
Haz eso de nuevo mañana, y consideraré seriamente el permitirte quedarte.
Ella sonrió tontamente como si acabaran de entregarle un certificado de auto-
validación.
* * *
Una pareja llegó tres días después, y Lindsey casi al instante sintió que algo
no estaba bien.
El hombre sostenía la correa de un gigante Rottweiler negro y marrón.
También agarraba el brazo de su retraída y recatada esposa, de cabello castaño.
Ella se arrastraba detrás de él. No levantó los ojos ni una sola vez en respuesta a
ninguna de las preguntas de Lindsey. Cuando se sentaron a esperar a Noah, la
mujer se sentó con los tobillos cruzados y las manos cruzadas delante de ella, con
la mirada todavía de frente al suelo. Siempre que su esposo se movía, ella se
estremecía. Cuando ella dejó caer su bolso después de rebuscar en él, él gruñó su
desaprobación antes de que ella se arrastrara hasta el suelo para agarrar sus cosas.
Ella exhibía una especie de prisa desesperada que Lindsey reconoció al instante.
La mujer estaba haciendo todo lo posible para complacer a su marido.
Echando un vistazo a su documentación, Lindsey vio que eran Tessa y Dean
Backerman. Después de verlos regresar a la sala de examen antes de salir veinte
minutos más tarde, Lindsey se sintió noventa por ciento segura de que Dean
golpeaba a Tessa con regularidad. Tessa esperó a un lado mientras Dean pagaba.
Nunca dijo ni una palabra, ni siquiera levantó la cabeza. No sonrió ni hizo ninguna
conversación educada. Y cuando su esposo le gruñó, ella se estremeció mientras
nerviosamente miraba a Lindsey.
Su esposo se llevó a su perro de aspecto letal con un tirón de la correa y
estuvo a punto de arrastrar a Tessa tras él. Empujó a ambos en la vieja camioneta,
teniendo más cuidado con el perro que con su esposa. Lindsey se quedó detrás
hasta que Noah salió y empezó a hablar con ella. Ella se puso de pie, y no escuchó
a Noah. Caminando hacia la puerta principal, se quedó mirando el camión,
mientras desaparecía por la calle y quedaba fuera de la vista.
―Él la golpea.
Lo dijo en voz alta. Noah saltó por algo, pero ella no tenía idea de lo que era. 91
Ella lo interrumpió.
―¿Qué? ―preguntó, enderezándose de su postura informal. Rara vez se
situaba en su total metro ochenta de gloriosa altura.
―Ese hombre le pega.
Noah frunció el ceño.
―Ahora, ¿cómo lo sabes? Nunca los conociste antes de hoy. Sí, Dean es un
poco áspero en los bordes, pero es lo suficientemente bueno. Ella es muy tímida.
―Ella podría serlo, o tal vez no. Trata de ocultarse y de ser invisible, y se
encoge para no hacerlo enojar. De esa manera, al llegar a casa, él no la golpeará.
Noah inclinó la cabeza y frunció el ceño mientras la miraba largo y duro. Su
silencio de repente se sintió de mal agüero entre ellos.
―¿Cómo lo sabes?
Ella dejó escapar un suspiro. Estaba tan cerca. Sabía que podía decírselo. Él la
ayudaría. Lo sabía en lo profundo de sus entrañas, que la ayudaría. Estaba lejos de
Elliot. Era más fuerte emocionalmente, justo ahora, hoy, de lo que había sido en
meses. Y más libre de lo que había sido en años. Esa era la razón por la que Elliot
insistía en mantener un control tan estricto sobre ella, sin duda. En casa, no podía
siquiera contemplar decírselo a alguien. Pero… incluso si se las arreglaba para
escapar, sabía que él vendría tras ella. De alguna manera, de alguna forma,
siempre había ido tras ella. A menudo le explicaba en detalle lo que le haría, así
que sabía que era inútil correr el riesgo.
―A menudo me ofrezco como voluntaria en un refugio para mujeres
maltratadas en Arlington. Es mi caridad. A menudo recaudo fondos para ellas, y
siempre soy voluntaria en mi tiempo libre. He aprendido a reconocer las señales. Y
esa mujer es un típico clásico del libro de texto con los signos. Él la golpea.
Las cejas de Noah se dispararon de nuevo. Ella estaba soplando su mente
hoy. Sin duda, él estaba imaginándola con su habitual falta de competencia y su
ineficacia como para estar ayudando a mujeres maltratadas, con problemas,
heridas. En realidad no era voluntaria. Nunca había conocido a otra mujer
maltratada. Bueno, al menos, a ninguna que conociera. Estaba convencida, sin
embargo, de que había más mujeres como ella, a quien nadie le creía. La gente
esperaba que la mujer maltratada pareciera una víctima: triste, pequeña, débil,
pobre, deprimida. Ser rica, y arreglada como ella se presentaba, no formaba parte
de esa imagen.
―No me di cuenta que lo hacías. Jessie nunca lo mencionó.
―Bueno, es sólo una de esas cosas que hago. No es algo que alguna vez haya 92
sentido la necesidad de discutir con alguien.
―Bueno, sin embargo, no sabemos nada de su situación, por lo tanto, no hay
nada que se pueda hacer.
Correcto. Claro, Noah estaba en lo correcto. Pero… ella también tenía razón.
Sabía que la tenía. Se volvió y asintió, rebuscando en los archivos en su escritorio.
Decidió ignorarlo y ponerse a trabajar. Era problema de Tessa, no de Lindsey.
Tenía que utilizar todas sus habilidades de afrontamiento para sobrevivir su
infierno cada día. Tessa simplemente tenía que hacer lo mismo. No era asunto
suyo. No había nada que pudiera hacer por Tessa.
―Además ―continuó Noah―, tienen seis hijos; así que estoy seguro de que
uno de los chicos se lo habría dicho a alguien, si algo abusivo estuviera pasando.
Así que no vayas difundir rumores. No es justo.
Lindsey se sacudió la atención. ¿Seis niños? Ella miró los ojos incrédulos de
Noah. ¿De verdad creía eso? ¿Qué los niños lo dirían? Casi se rió y le dijo que
despertara. Eran más probablemente ya sus propias víctimas, o temían tanto por la
seguridad de su madre, que jamás se lo dirían a nadie. Ese era el secreto y por qué
el abuso doméstico era tan eficaz. No había nadie que lo dijera.
Encarceladas por la vergüenza y el miedo, todas las víctimas permanecían en
silencio sobre el asunto.
Naturalmente, la primera pregunta en boca de todos era, ¿por qué se
quedaba? Si estaba siendo golpeada y lastimada, ¿por qué se quedaría? ¿Por qué
en realidad? Odiaba actitudes como las de Noah.
Ella asintió, fingiendo que estaba considerando lo que dijo Noah, y no en
plena ebullición en el interior. Él se dio media vuelta y desapareció en su cirugía.
Lindsey, por su parte, tomó el archivo del paciente y anotó la dirección de Tessa y
Dean Backerman.
* * *
Noah se sorprendió cuando Lindsey comenzó a hacer con éxito su trabajo. Tal
vez su miedo porque la despidiera le había dado la patada inicial a algunas de sus
capacidades reales. Todavía era torpe, y, a veces, de forma indecisa e insegura de sí
misma, pero finalmente estaba mostrando más sentido común. Casi se metía en
una pura y simple discusión con él respecto a los Backerman. Es extraño que
sintiera tantas emociones acerca de ellos. Y algo que ni siquiera sabía con certeza
era cierto. Más probable era que sólo reconocía un alma gemela en Tessa: una
93
mujer controlada por su esposo como ella.
Noah quería que le gustara Lindsey hasta que sonaba su maldito celular, y
sin importar qué, siempre respondía. Era tan molesto, tenía la tentación de echarla
sólo por ese irritante hábito. ¿Quién era ella para juzgar a Tessa, cuando ni siquiera
podía ignorar una llamada telefónica de su marido?
Sin embargo, a menudo se distraía por su pura perfección física. Ella era
realmente impresionante, y como Penny señaló, demasiado elegante para la clínica
veterinaria. Pero escuchó sus advertencias y le bajó el tono a sus ridículos
atuendos, inapropiados, que parecían diseñados para un almuerzo en el country
club, en lugar de ser para fregar o luchar con un perro en una perrera de la sala de
examen.
Era agradable. Le daría eso. Debajo de toda su extraña y rígida falsa reserva,
era una buena persona. Lo que no era, sin embargo, gracias a Dios, era su
empleada permanente. No estaba seguro de que podría tomarlo. Ni el
agravamiento ni el impulso incesante que experimentaba de pasar sus manos por
su cabello perfectamente peinado. Tampoco podía evitar mirar su cuerpo y
preguntarse cómo se sentiría tenerla desnuda a su lado.
Casada. Estaba definitivamente casada, negó recordándolo. Ella era alguien a
quien nunca conocería más allá de los límites seguros de la clínica veterinaria.
* * *
ella.
―¡Lo hago! Ella te dice cuál es el trato, y por lo general estás de acuerdo con
107
Él miró fijamente su bajo perfil. Ella era una belleza elegante y fresca. Su
cabello rubio ceniza enmarcaba su linda cara y caía en cascada sobre sus delgados
hombros.
―¿Alguna vez le hablaste a tu marido de un trato? ―Mantuvo su tono suave
y no amenazante.
Sus ojos se dispararon a su cara y se abrieron en lo que casi parecía pánico.
¿Por qué cualquier pregunta personal siempre la volvía medio loca? Como un
animal salvaje acorralado. Ella respiró hondo y lo soltó, sus hombros se hundieron
con su exhalación.
―No. Nunca le digo a mi esposo lo que debe hacer. Nosotros no funcionamos
de esa manera.
―Lo sé. No debería haber preguntado. Me pregunto a veces…
―¿Qué?
Él dejó el vaso en la mesa y observó el líquido oscuro a los lados del mismo.
―¿Te molesta? ¿La forma en que es tan posesivo y hace que te reportes todo
el tiempo? ¿Así es cómo se dice? ¿La forma en que te llama y espera respuesta sin
importar qué? ¿La forma en que no quiere que trabajes? ¿No crees que es una
pequeña actitud extraña hoy en día?
Ella cruzó las manos sobre su regazo y se quedó mirándolas.
―Sí.
Él volvió la cabeza hacia un lado y consideró su perfil. ¿Sí, le molestaba? ¿Sí,
era extraño? ¿Qué? Esperó, pero ella no dijo nada más. Él dejó escapar un suspiro.
―No quieres hablar de ello, ¿verdad?
Ella negó.
―No, me hace sentir incómoda y no creo que sea apropiado. Es privado.
Entre Elliot y yo.
―Tú y Jessie realmente no se parecen en nada, ¿verdad?
―No, nunca lo hemos hecho. Eso debe decepcionarte. Tú disfrutas mucho de
su compañía, ¿no?
Él tomó su servilleta y la apretó en sus labios. Sí, disfrutaba de Jessie. Pero el
tono de Lindsey ciertamente implicaba que se preocupaba por eso. De hecho, si no
lo supiera mejor, sonaría para él como si la amistad que compartiera con Jessie la
molestara. 108
―Sí. Creo que ella es genial. Respeto lo que atravesó y cómo logró superarlo.
Sentiría lo mismo de cualquier persona que hiciera lo que ella hizo. Pero también
es un montón de diversión para tener alrededor. Hace un buen trabajo. Y actúa
como si ella y Penny fueran mis dos hermanas. Por lo que hace nuestra relación
fácil y sin complicaciones. A diferencia de ti.
Su cabeza se disparó y él se inclinó con una pequeña inclinación de cabeza.
―Bueno, tienes que admitir que es bastante incómodo entre nosotros.
Ella se mordió el labio.
―No quiero decir que sea incómodo. Tiendo a hacerlo de esa manera con
todo el mundo. No sé por qué.
Excepto, que Noah creyó en su corazón, que sabía por qué. Era para evitar
que todos le preguntaran por lo de Elliot y las incesantes llamadas telefónicas.
Elliot y la forma de control que la mantenía en su casa y aislada del resto del
mundo.
―Sabes por qué estás trabajando para mí, ¿no?
Su expresión se volvió desconcertada.
―Bueno, claro: en sustitución mientras Jessie lo toma con calma.
―Y porque tú hermana quería que te permitiera trabajar. Sólo para alejarte
de Elliot. Para recordarte la mujer que solía ser soldado. Ella arregló todo esto para
que tuvieras que recordar cuando eras un adulto competente, sin discapacidad y
capaz. Yo me resistí al principio. Pero ella realmente quería esto para ti. Así que
cedí, y me arrepentí por un tiempo. Pero, ¿sabes qué? A pesar de todas las razones
válidas por las que no debería decirte la verdad detrás de eso, lo haré. No eres una
niña que necesite que le digan qué hacer, y los motivos detrás de ciertas acciones
no deben ser ocultados de ti. No eres, como Elliot insiste, de ninguna manera
incapaz de decidir por ti misma lo que quieres hacer o cómo deseas hacerlo. Por lo
tanto, te diré la verdad. Ella cree que él te domina para mantenerte bajo su control.
Y esperaba que al darte cierta autonomía de regreso, te acordara de la confianza
que reclamaste una vez tener desbordante dentro de ti.
El color comenzó a ir a su garganta y subió todo el camino hasta la línea de su
cabello. ¿Era ira? ¿Vergüenza? ¿Estaba enojada con Jessie? ¿O con Noah? ¿U
horrorizada de que se atreviera a hablar así de su marido? Esperó para averiguarlo.
―No debería haber hecho eso.
―¿Hacer qué? ¿Preocuparse de que parezcas ser la mitad de mujer que eras
hace cinco años? Incluso yo lo noté, Lindsey. Cuando te conocí en Carolina del
Norte, eras extrovertida. Sostenías la cabeza en alto, y veías a la gente directamente 109
a los ojos. Hablabas. Tenías opiniones. Tenías mucho que decir. Ayudaste a Jessie a
ir sobre su padre. Nadie más podría haber logrado eso. ¿Y ahora? Ahora eres un
felpudo sumiso que está encadenado a su marido por un celular.
De repente ella se puso de pie, empujando la silla hacia atrás.
―¿Cómo te atreves?
Noah se quedó sentado y enarcó las cejas.
―¿Cómo me atrevo a qué? ¿A señalar la verdad? Podría mear fuera de ti,
tengo que mencionarlo, ni siquiera sabía que podrías sentirlo, pero no puedes
discutir conmigo y decirme que lo que digo no es cierto. Sabes que lo es. Mi
pregunta es, ¿por qué no te molesta?
―No tengo que darte explicaciones. Ni de mi matrimonio. ¿Quién te crees
que eres para decirme incluso eso? ¿No te das cuenta de lo que soy? Soy la futura
primera dama del estado de Virginia, tal vez incluso del país algún día. Elliot es un
millonario con conexiones desde Washington DC a cualquier ciudad importante en
todo el mundo. Él cambia la vida y lo hará aún más después de la elección. ¿Y te
atreves a hacer observaciones sobre nosotros? ¿Sobre mí? No eres más que un don
nadie inferior, un veterinario de campo que pasa todo el día poniéndoles vacunas a
los perros y gatos. No es exactamente el trabajo que cambia la vida, Dr. Clark.
Noah no tenía ni idea de que ella siquiera sabía hablar con sarcasmo, y
mucho menos, golpear con tan letal precisión. Ella respiraba con dificultad y
lentamente él se levantó en toda su estatura, empujando suavemente la silla de su
camino.
―Si dirijo una clínica veterinaria tan inferior, entonces por favor, ¡dime por
qué no puedes incluso gestionar cómo ser recepcionista allí! Creo que ya sabes qué,
¿verdad Lindsey? Tal vez no es tan inferior. ¿En serio? ¿Estás a punto de enumerar
las virtudes y los logros de tu marido? ¿Es debido a que no tienes ninguna de tus
preferencias para reclamar?
―¡No tengo que demostrarte nada a ti! No vives en ninguna parte, y no irás a
ninguna parte. Esto es todo, ¿no? ¿Cuánto más es lo que hay que subir?
Él se acercó a ella, y sus ojos se contrajeron de ira.
―Bien, dime esto, entonces, ¿por qué no te las puedes arreglas para encontrar
la manera de desempeñarte en el trabajo? Aún no respondes sobre lo que puedes
hacer ahora, no hace cinco años. Ahora, hoy. ¿Puedes hacer algo además de
contestar tu celular?
Dicho celular comenzó a sonar en ese momento y Noah dio un puñetazo
sobre la mesa con molestia. No había pasado más que una hora desde que habló
por última vez con él.
110
Ella lo miró fijamente como hizo él antes de levantar su teléfono a su oreja y
contestar:
―Hola Elliot… Sí, estaba cenando con un amigo de Jessie. No, no es nadie
que conozcas. Un vecino. Sí, sí, lo sé. Lo siento.
Ella apartó la mirada de él mientras su marido la reprendía por un largo
momento. Entonces asintió como si pudiera verla.
¿Por qué estaba siempre pidiéndole disculpas a Elliot? Finalmente tuvo que
susurrar su adiós antes de bajar lentamente el teléfono de su oreja y agarrarlo con
las dos manos. Bajó la mirada hacia él y el silencio se hizo más y más viscoso.
―Me molesta la forma de actuar de él. Puede que no tenga el derecho, lo sé.
No soy nada para ti y mi opinión no significa nada. Es que una vez fuiste una
mujer tan capaz. Y en realidad observar cómo has sucumbido hasta convertirte en
una especie de esposa Stepford para Elliot, sólo parece mal. Pero no tengo ningún
derecho a decir eso. Cuando llegaste aquí, eras la defensora de Tessa Backerman.
No creo nunca haberte visto así. Durante un tiempo, supongo que me olvidé de
quién eras verdaderamente. El verdadero ser con el que por lo general trataba.
Sus dedos se tensaron sobre el celular. Era como una especie de extraña línea
de vida para ella. ¿Era porque la conectaba con el precioso de Elliot?
―No debería haber dicho que eras nada. Pero entonces, tú no eres yo. No
tendrás ningún problema con quién eres y sabes que vales algo sin que te lo diga.
―No es por lo general una mala cosa tener un poco de confianza en ti mismo.
―No. Por lo general no lo es.
―¿Lindsey? ―dijo por último, y con más suavidad―. Lo siento. Por favor,
acéptalo. Creo que deberías seguir trabajando en la clínica, por lo menos hasta que
vuelvas a casa. El corazón de Jessie estaba en el lugar adecuado sobre eso. Y en lo
que te dice al respecto, igual que el mío. No debería haber comenzado una
discusión sobre eso. Por favor, di que volverás a trabajar conmigo.
Ella levantó la mirada hacia él y brillaba en sus profundidades azules frías y
esquivas. No tenía idea de lo que eso significaba. ¿Estaba enojada? ¿Triste?
¿Furiosa? ¿Avergonzada? ¿Lo odiaba? Realmente no quería saberlo.
―Estaré allí, no te preocupes.
Él dejó escapar un largo suspiro.
―Bien. Entonces tal vez podríamos olvidar que esto alguna vez sucedió.
Ella negó.
111
―No. Mejor no. No he tenido una buena pelea a gritos en… bueno, en años.
Y pienso, que gané. Resulta que puedo ser mucho más desagradable que tú.
―¿Lo dices en serio? ¿No estás enojada?
Ella sonrió por fin.
―No, bueno, realmente no lo puedes entender. Pero gracias. Yo, sin embargo,
necesito irme.
Hablando de lo que estaba en su lengua. ¿Por qué tenía que irse? ¿Por qué
estaba casi en pánico por salir por su puerta principal? Él la siguió hasta la entrada
donde ella se detuvo, su mirada era intensa mientras miraba su cara.
Él cambió su peso, sintiéndose incómodo con su escrutinio. ¿Qué era lo que
quería de todos modos?
―Soy la que soy ahora. No lo cambiaré. Así que me aceptas como soy ahora,
en el trabajo. O simplemente hemos terminado. No puedes seguir cuestionando
mis motivos para estar con Elliot. Estoy con Elliot. Nada va a cambiar eso. Podrías
entender eso, por favor. Y si puedes, deja de comentar sobre quien solía ser, y
acepta a la persona que soy ahora, entonces podremos ser amigos. Si no, entonces
creo que será mejor si me quedo con Jessie.
―Puedo manejarlo. Retrocederé. Lo prometo.
Ella sonrió y se volvió sobre sus tacones mientras cerraba la puerta detrás de
ella. Había sido la conversación más extraña que había tenido. Y a pesar de que no
debería haberla incitado, ¡mira lo que pasó cuando lo hizo! Todavía había una
mujer de verdad allí: una mujer respirando viva quien todavía se enojaba y
enfurecía al ser tratada como un maniquí. Ahora, si sólo pudiera demostrarle que
lo que pasó hoy no fue un accidente, sino la verdadera Lindsey emergiendo.
112
L
indsey cerró la puerta del coche y se sentó en el asiento del conductor,
apoyando la cabeza en el volante. Le temblaban las manos y la
garganta la sentía cerrada. Su cabeza le golpeaba como no lo había
hecho de tal confrontación durante en al menos cuatro años. No había soltado sus
pensamientos en otros tantos años tampoco. Ciertamente no había sido grosera,
descuidada, o mala en un tiempo muy largo; y la parte más extraña, la parte que
causaba que sus manos agarraran el volante con más fuerza, era que se sentía
increíble. Era como respirar por primera vez después de haber estado bajo el agua.
Era una liberación. Una emoción alta y un nivel de satisfacción que nunca conoció.
Jamás. Estaba enojada, y actuó en consecuencia. Por razones obvias, nunca podría
decirle a Elliot lo que realmente pensaba de nada. No le decía lo que pensaba.
Punto. Simplemente lo escuchaba. Regurgitaba lo que él quería oír. O lo que
suponía que quería oír, por lo menos. Y nunca se enojaba. Ni siquiera soltaba un
suspiro con él. Ahora, de repente, se puso de pie y le gritó a Noah, ¡siendo
francamente desagradable con él! Fue horrible que así lo hubiera hecho. Pero santo
113
Cristo, seguro que se sentía bien. Hubiera continuado, si la llamada de Elliot no la
hubiera interrumpido, como siempre hacía, tal vez incluso le habría jurado a Noah.
Sacudió la cabeza y se sintió como si estuviera nadando en aguas infestadas
de tiburones por las pasadas pocas semanas. Primero el trabajo, y mentirle a Elliot
todos los días acerca de lo que hacía, después: ¡tener una cena privada en casa de
Noah! Elliot seguramente le haría algo horrible si alguna vez se enteraba. En
realidad se había metido en una pelea. ¡En una pelea! No sabía que todavía lo tenía
en ella. Realmente creía que Elliot había vencido toda su rabia, hasta la última gota
de rebelión, de resentimiento y de ira. A veces, sentía como si Elliot incluso hubiera
derrotado todas las emociones en ella. Para sobrevivir con Elliot, había tenido que
convertirse en un insensible e indiferente robot. No había otra opción, u otra forma
de ser. Pero, de repente, con Noah, no lo era. Extrañamente, se sentía más íntimo
que si hubieran tenido sexo.
Sexo. ¿A quién diablos le importaba si alguna vez habían tenido sexo? Ella lo
odiaba. Cada maldita vez. Era otro horrible subproducto de estar casada con Elliot.
Le dolía, era sucio y repugnante. Su feo y cruel pene embistiendo dentro de ella, o
ahogándola. Siempre salía corriendo tan pronto como podía para limpiarse el
semen de ella y con frecuencia se lavaba la boca con tres porciones de enjuague
bucal. Dios, lo odiaba. Lo detestaba y siempre deseaba no tener que hacerlo de
nuevo.
¿Y pelear con Noah hace un momento? ¡Fue la sensación más excitante que
había tenido en años!
Puso el coche en marcha y comenzó su camino a casa. Le encantaba estar sola,
de noche, y conducir un coche. Aspiró una bocanada de aire. Era feliz. Por primera
vez en mucho tiempo, en realidad se sentía feliz. Estaba allí, en el presente,
conduciendo, relajada, y sin temer que alguien la esperara para atacarla. Nadie iba
a golpearla. Nadie iba a acostarse encima de ella y a tener ásperas relaciones
sexuales con ella. No más asquerosos giros cuando menos los quería. ¡No! Era
libre. Por este maravilloso momento. Aquí. Ahora. Era libre.
Deseó que Noah pudiera verla sonriendo y libre. Pero nunca podría actuar
tan estúpidamente vertiginoso y tonto frente a él.
* * *
Entonces, una tarde, se encontró con una encorvada Tessa quien levantó la
cara para revelar un pulposo, labio inferior hinchado deforme. Las lágrimas
rodaron por sus mejillas cuando Lindsey y ella hicieron contacto visual. Lindsey le
colgó el teléfono al cliente antes de llevarla a una habitación de examen vacía.
―Él iba a lastimar a mi hijo mayor. No tiene más que trece años. Pero se
olvidó de darles de comer a las gallinas esta mañana. Siempre me prometí que si
alguna vez tocaba a alguno de ellos, lo mataría.
Lindsey tragó y casi se atragantó con sus siguientes palabras.
―¿Lo hiciste?
* * *
* * *
* * *
Jessie y Will se abalanzaron sobre ella cuando entró en su casa. Lindsey cayó
en sus abrazos calientes, con familiar preocupación. Se sentía tan bien. Siempre
atendida. Los había llamado desde el hospital para explicarles por qué se perdería
la cena. Ahora, eran todo oídos sobre lo que pasó. Y estaban completamente
indignados y horrorizados por la historia de Tessa. Querían ayudar también. Jessie
inmediatamente se puso a buscar ropa de repuesto y toallas para dárselos a Tessa.
Ambos querían ir para encontrarse con ella y ofrecerles su ayuda siempre que
Noah no estuviera disponible. Lindsey cayó sobre el sofá, con nuevas lágrimas en
su rostro. Por supuesto, ellos querían ayudar. Esa era la clase de personas que eran.
Como dijo Noah, nunca había oído hablar de ninguna mujer que fuera tratada de
esa manera.
Ahora, se imaginó ¿qué si ella simplemente abría la boca y le explicaba lo que
Elliot le hacía? ¿Y si se levantaba la camisa y le mostraba las cicatrices en la
espalda? Nunca tendría que regresar con Elliot. Ellos terminarían todo por ella. La
dejarían vivir con ellos. Will sin duda la protegería con su último aliento, tal como
hizo con Jessie.
Pero… ¿qué pasaría cuando Elliot fuera por ella? Porque Elliot seguramente
vendría. Vendría por ella, si no al principio, entonces más tarde. Siempre
encontraba una manera de llegar a ella. Culparía a cualquier persona que la
ayudara y él se convertiría en una amenaza para ellos también.
Levantó la vista hacia el vientre hinchado de Jessie y se imaginó lo que Elliot
podría hacerle. Se estremeció de repulsión. No podía correr el riesgo. No, no podía
arriesgarse a que la lastimaran. O al bebé de Jessie. Elliot dejaría a todo el mundo
en paz, siempre y cuando la tuviera bajo su control.
Jessie estaba muy cerca de su parto. Había sólo días, no semanas, faltantes
para que la estancia de Lindsey terminara. Sus vacaciones. Su escape de Elliot. Se
120
había vuelto un poco blanda viviendo aquí. Tenía una preciosa habitación para ella
sola, que estaba muy ordenada, por supuesto, pero nunca tenía que corroborar que
ninguna de las tareas ya se hubiera hecho. No tenía que hacer cosas ridículas como
clasificar su ropa y toallas por color. Se podía ir a la cama cuando quisiera.
Utilizaba su ordenador o tableta en cualquier momento que quisiera para navegar
por internet. Nadie siquiera levantaba la vista cuando lo hacía porque, bien, era
normal y no importaba. No se oponían a la cantidad de televisión que miraba, o lo
que escogía ver. Si quería correr a la ciudad, podía hacerlo. Y así lo hacía. A Will y
a Jessie no les importaba. Ella y Jessie hablaban durante horas cada día. Se reían y
se burlaban. A veces, ellos incitaban a Will a que limpiara.
El día de Lindsey estaba lleno. No sólo trabajaba para Noah, sino que
también trataba de ayudar a Jessie con una gran parte de las tareas del hogar como
podía, sobre todo con lo duro, como alcanzar alrededor para limpiar los baños o
las duchas. A Jessie le resultaba extraño, por no mencionar incómodo, y Lindsey se
alegró de hacerlo. Le gustaba aportar algo real a otra persona. Era un lujo sentirse
necesaria y tener algo importante que hacer cada día. Ya no era un ser vivo, un
ventrílocuo ficticio controlado por Elliot.
Pero, por desgracia, sabía que terminaría pronto. Elliot regresaría a tierra
firme, y su verdadero esfuerzo en favor de convertirse en gobernador arrancaría.
El comienzo de grandes planes. De enormes planes. Cosas que requerirían que
tuviera una esposa perfectamente arreglada, contrapesada, y callada a su lado. El
papel que estaba preparada para llevar a cabo, pero que hacía con disgusto. Su
estómago se agobiaba cada vez que imaginaba la campaña de Elliot. Cada vez que
estaba bajo estrés, se reflejaba en ella, convirtiéndola en la víctima, no a él.
Se sacudió sus pensamientos taciturnos. Estaba aquí, ahora, y era todo lo que
tenía. ¿Por qué el temor ahora llegaría pronto?
* * *
127
bombas que detonaron su vida en pedazos cuando tenía veinte años. No hubo
cierre. Sólo estaba viviendo con ello.
―Dijiste que su favorita era Jessie. ¿Sentiste que te amaba?
―Sí. Sé que lo hizo. Pero siempre sentí que era una decepción. A los catorce,
parecía una locura para mí. Era una estudiante de “A”. Me uní a todos los
programas que pude. Era la flauta estrella de la banda de la escuela. Era perfecta.
No fue hasta años más tarde, y sólo recientemente, que entendí por lo que mi
madre estaba tan decepcionada. Pensaba que me estaba convirtiendo en el general.
Yo era su perro faldero perfecto y obediente. Eso rompió su corazón. Es por eso
que Jessie era su favorita. Creo que mi mamá trató de liberarse del control sobre
ella, y lo mismo hizo Jessie. Yo no. Me abracé a él. Lo anhelaba. Actuaba para tratar
de conseguir más de él. ―Igual que hago con Elliot ahora.
―Todo el mundo responde de manera diferente a las cosas. No hay
vergüenza en tratar de evitar que estuviera decepcionada de ti. Parece una forma
natural de lección que suena como tu extrema necesidad de perfección y control.
Ella apretó el puño y clavó las uñas en su palma. Una forma natural que
nunca había abandonado.
―Gracias por decirlo.
Él se aclaró la garganta y miró por encima, ya que parecía que tenía más que
decir. Encendió el calentador.
―Parece como si todavía hicieras eso, tratar de ser perfecta todo el tiempo.
Tratar es la palabra, porque la mitad del tiempo, no tenía éxito.
―Sí. Sí, lo hago.
―Simplemente parece que tal vez no tienes que hacerlo ahora. No hay nadie
para impresionar. Sólo eres tú. Tienes una gran personalidad, sabes.
Sus palabras la llenaron de alegría. Su magullado y roto corazón a veces se
sentía de alguna manera reparado por sus amables palabras. Si tan sólo eso
pudiera durar. Pero no podía.
―A veces pienso en investigar la muerte de mi madre. Entonces… la
voluntad de hacerlo me abruma. ¿De qué serviría hacerlo ahora? Mi padre murió
hace tiempo. Mi madre murió hace tiempo. El nombre de la familia ya está
empañado y arruinado. ¿Por qué arriesgar más daños a él? Y, además, la angustia
y el dolor que le causaría a Jessie, simplemente no puede ser digno de descubrir la
verdad. Es una verdad que realmente no ayudaría a ninguna persona que todavía
esté viva.
―Excepto que es una verdad; tal vez la necesites saber.
Lindsey cerró los ojos.
―A veces en la mañana, apenas puedo obligarme a abrir los ojos. Pienso en 128
todo lo que estuve tan equivocada. En todas las mentiras que me perdí, y que
escondí. Toda mi vida era una mentira. Y me pregunto, ¿qué sigue? ¿Cuál será la
siguiente mentira que será descubierta?
Noah asintió y una sombra cruzó su rostro mientras los coches a pasaban
toda velocidad. Ella centró su mirada en los faros que separaban la oscuridad
delante de ellos.
―Tú no eres una mentira, sin embargo, Lindsey. Recuerda eso. Creíste lo que
dijo tu padre, porque todos los niños creen en sus padres. Actuaste como se te
enseñó. Una vez más, es muy común. La mayoría de las personas llegan a ser como
sus padres, si sus padres son o no buenos modelos a seguir. Pero ciertamente no es
culpa tuya si no lo fueron. Tampoco debes culparte a ti misma por enfrentar su
extrema personalidad de una manera que te causara el menor daño. Eras sólo una
niña. No fue tu culpa, y no era tu deber proteger a Jessie.
―Lo era. Era mi deber. Y le fallé. ―Como fracaso casi a diario con Elliot. ¿Cómo
se había metido en una discusión tan privada con Noah? Era inapropiado. No
estaba bien hablar de esa manera. Y sin embargo… sus palabras eran como curitas
en sus cortes sangrando. Podría no parar la hemorragia por completo, pero
ciertamente ayudaba.
Las luces de la camioneta alumbraron la clínica y él se detuvo cerca de su
coche. Ella estaba estacionada cerca de atrás, lejos de los clientes. Estaba oscuro en
la parte trasera del edificio, sin siquiera una farola para guiarlos.
El repentino silencio después de que cerró su camioneta fue sorprendente.
―Tengo que tomar un poco de papeleo del interior. ―soltó Noah
inesperadamente.
―Correcto ―dijo ella mientras abría la puerta, reacia a salir. Quería quedarse
alrededor de Noah. El pensamiento la hizo casi extrañar su paso. Le gustaba su
compañía. Sus amables palabras. Su suave, voz profunda. Sus grandes y capaces
manos suaves. Su calma, incluso moderada. Sus chistes. Su sarcasmo. Su familia.
Su rostro.
Él esperó en la parte delantera del capó de la camioneta y el sudor llenó sus
palmas. ¿Por qué estaba tan nerviosa? ¿Tan tímida? Era Noah, por el amor de Dios.
Habían estado trabajando juntos durante semanas, y pasaba más tiempo con él que
con alguien excepto Elliot en años. Y, de repente, ¿se sentía extraña con él?
Él se puso a caminar con ella, y caminó con ella alrededor de la parte
delantera de su oscuro coche. Ella hurgó en todo su bolso por las llaves y él esperó
pacientemente por ella hasta que las encontró. Ella esbozó una sonrisa cuando las
levantó. Entonces, extrañamente, hicieron contacto visual, y ninguno de los dos se
129
movió. Se miraron el uno al otro y lentamente ella bajó el brazo. El aire entre ellos
pareció calentarse como si el vapor hubiera reemplazado repentinamente todo el
oxígeno. Las sombras los dejaban aislados del mundo. Ella trató de tragarse el
nudo ansioso de nervios.
Él levantó su mano de su bolsillo y llevó un dedo a su mejilla. Su voz fue
tranquila y solemne cuando habló.
―A veces, creo que eres la persona más triste que he conocido.
Ella debería haberse torcido lejos. Debería haber apartado la mirada. Debería
haber hecho algo. En cambio, se quedó allí, completamente paralizada. Cautivada.
Atrapada. Una pulsación profunda de sentimientos se agitó en sus entrañas como
reacción a su voz profunda y caliente. Sus palabras. El hecho de que él se fijara en
ella.
No sólo era como la miró, ni habló con ella, sino que pareció darse cuenta de
ella en una forma en que nadie podía. Ella no permitía que nadie llegara a
conocerla o la notara. Pero de alguna manera, Noah lo hacía. Y de repente, todo su
cuerpo estaba apretando con algo nuevo y profundo en una respuesta física a él.
Dios mío, es como si su mano me tocara, no sólo su voz.
―No estoy triste ―susurró ella finalmente.
Su mano se deslizó hasta su mandíbula y le tomó la cara. Ella movió la cabeza
un milímetro más hacia la calidez y la suavidad de su toque. Nadie la tocaba. No
de esa manera. Todo su cuerpo se tensó. Pero no era la tensión que sentía con
Elliot, preparándose para aceptar lo que vendría después, sin importar cuán duro o
hiriente fuera. No, esto era un sensual toque suave, y tierno. Hacía sus entrañas
temblar de placer en respuesta. Con deseo. Quería que su mano permaneciera en
ella.
―Niegas lo que eres. No puedo entender por qué. Pero sé que lo eres.
―Sólo acepto lo que soy.
―No, aceptas lo que Elliot dice que eres.
Sus ojos se quedaron en ella y él dio un paso hacia adelante, medio paso.
Despacio. Su espalda se apoyó en la puerta del coche.
―Acepto lo que es mi vida.
―No tiene por qué ser así.
Ella se quedó sin aliento. ¿Realmente había dicho eso? No, de ninguna
manera. Lo oyó mal. Sus ojos azules miraban los de ella. El calor de su cuerpo la
chamuscaba. Un mareo loco, en espiral de imágenes llenó su cabeza. ¿Por qué dijo
eso? ¿Qué podía significar? Él movió la mano hacia abajo, hasta que tomó su 130
mandíbula, y la mantuvo inmóvil.
Sus ojos estaban puestos en su boca y su corazón comenzó a golpear. Iba a
estallar de su pecho. Sus respiraciones salían a chorros débiles y poco profundos.
Sus piernas temblaban. No. No. Noah no podría querer besarla. Si Elliot alguna
vez lo sabía, le arrancaría las tripas. La golpearía hasta ser un lío intocable y
pulposo. Malditamente la mataría. Lo haría. Sabía que lo haría. Él le prometió que
lo haría. Tenía que respirar. Estaba mareada y sentía que se iba a desmayar. Respira
profundo. Dentro y fuera. Pero… eso no funcionó. Sus labios se separaron y se
levantó sobre sus dedos de los pies ligeramente hacia él. Sólo lo suficiente.
Noah se apartó de ella y ella cayó en el coche. Él se apartó de ella,
volviéndose muy ligeramente para que no se enfrentaran entre sí.
Ella cerró los ojos mientras su corazón se hundía. ¿Era decepción? ¿Anhelo?
¿Alivio? ¿Arrepentimiento? ¿Alegría? ¿Qué?
―Lo siento. No sucederá de nuevo.
Su voz volvió al tono cortante de antes, cuando ella no le gustaba tanto. Él
giró sobre sus talones y se alejó.
Ella pasó una mano por su esternón. El corazón le latía dolorosamente.
¿Estaba teniendo un ataque al corazón? ¿Moriría? ¿Estaría a punto de reventar,
aquí y ahora? O… ¿era verdadera atracción? ¿Atracción sexual? No lo sabía. Nunca
lo había sentido antes y se sacudió. Nunca podría nunca llegar cerca de suceder de
nuevo. Y ella nunca, nunca quería que tal cosa sucediera.
No tenía que ser que él se lo hubiera dicho. ¿Por qué? ¿Por qué le dijo eso?
¿Qué significaba? ¿Y por qué tenía su corazón golpeando y retumbando cada vez
que sus palabras se enroscaban a través de su cerebro?
La cuestión era que su vida tenía que ser así. Su vida y la de Noah dependían
de ello. Porque Elliot nunca la dejaría ir. Y, desde luego, nunca la dejaría ir para
estar con nadie más. La mataría primero. Eso, ella lo tenía muy claro.
131
N
o había forma de evitarlo. Tenía que enfrentarse a ella. Noah
observaba a Lindsey desde la ventana de su oficina mientras ella
estacionaba su coche en su lugar habitual mientras iba alrededor del
asiento trasero por el bolso negro en el que tenía el almuerzo y su monedero.
Sus vaqueros oscuros se estiraron sobre su apretado y agraciado trasero. Era
una maravilla. Plano y liso, la totalidad de su cuerpo era largo y delgado. Sacudió
la cabeza con disgusto. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo podía hacer tal
estupidez, como casi besarla? ¿Y qué si le gustaba tenerla sentada junto a él en la
cena? ¿Y qué si le gustaba verla aflojarse, comer, reír, bromear, e interactuar con los
demás? ¿Y qué si disfrutaba de la sensación de estar cerca de su familia con ella
también? Era ilógico. No eran ni remotamente una pareja, sin embargo, no podía
negar que le gustaba cómo se sentía ella al lado de él. La charla en la camioneta
durante la conducción fue íntima, personal, e importante. Lindsey nunca había
hablado de sí misma antes y, de repente, ahí estaban, en la oscuridad. Parecía tan 132
bien, y tan natural para él querer tocarla.
Y una vez que lo hizo, fue como si su corazón llegara a casa. No podía
entenderlo. Su corazón incluso se aceleró, mientras sus entrañas se estremecían
involuntariamente. No quería nada más que envolverla en sus brazos y sentir su
cuerpo contra el de él. Era sexual, era amistad, era cariñoso. Era… diferente. Algo
que nunca había sentido antes. En todos los besos y los juegos preliminares que
había compartido con sus citas, nada podía sacudirlo tanto como apenas tocar la
cara de Lindsey. Técnicamente, Lindsey y él no habían hecho nada, pero sentía
como si hubieran hecho todo. Le parecía como si hubieran cruzado la línea de
amistad anoche. ¿De la amistad a qué?
Mierda. ¿Era esto de lo que Penny estaba hablando? ¿Qué los sentimientos
eran tan “diferentes”? Sentimientos que nunca había podido entender cuando
Penny los describió antes. Esto era… ¿el amor? ¿Se estaba enamorando de Lindsey
Johanson?
Se apartó de la ventana y se puso de pie, lanzando su pluma. No. No había
manera de que pudiera enamorarse de una mujer casada. No hacía cosas por el
estilo. Era una persona decente. Una persona moral. Un cristiano. No era el tipo de
persona que se enamoraba de una mujer casada. Ni siquiera se besaba con mujeres
casadas, y prefería no iniciar la práctica.
Su corazón empezó a latir de manera irregular, y gotas de sudor de repente
surcaron su frente. No. Simplemente se sentía… atraído por Lindsey. Por supuesto
que lo estaba; era hermosa. Como una de esas mujeres con la que los hombres sólo
podían fantasear. No era su culpa, y no era raro desearla. Era normal que deseara
tenerla.
Sí, eso era. Simplemente deseaba a una hermosa mujer que estaba a su
alrededor tan a menudo. Era sólo una atracción animal. Con la que se podía lidiar
fácilmente. Caracterizada fácilmente. Se burló de sí mismo. ¿Enamorado? ¡Sí, claro!
De una mujer casada quien muy claramente le tenía devoción a su marido. Era un
burro por casi haberla besado anoche, pero eso fue todo. Fue un momento, uno en
el que fácilmente se dejó llevar por la forma en que ella lo miró con esos ojos azules
llenos de líquido que casi ahogaron su alma. Así que, por supuesto, el momento
fue un poco intenso. Su reacción no fue tan inusual para un hombre con una mujer
atractiva. ¿No era ese el problema con los hombres y las mujeres? ¿Qué no podían
evitar su naturaleza biológica y química, incluso cuando no se deseaban
mutuamente?
Sí, eso era. Después de todo, una vez se sintió atraído por Jessie también. La
besó. Más que la besó en algunas ocasiones, aunque Will no necesitaba saberlo
nunca. ¡Pero mira ahora! Hermano y hermana. Mejores amigos. Sin la atracción
sexual. Era una ciudad pequeña y pocas mujeres tenían el tipo de mirada que Jessie
133
y Lindsey. Simplemente estaba reaccionando a eso. Sí, eso tenía que ser. Y perdón,
el momento había ido un poco demasiado lejos, pero no significaba nada. No tenía
que significar nada.
Rodeó su escritorio, con la intención de asegurarse de que Lindsey se diera
cuenta de eso también.
Ella estaba poniendo sus cosas en la sala de descanso. Tenía una pequeña
nevera, microondas y una mesa con fregadero. Cuando él entró, ella estaba
colgando su abrigo y rebuscando alrededor de su bolsa. Se puso rígida cuando lo
oyó y se volvió hacia él lentamente.
―Lindsey. ―Asintió, manteniendo su tono normal e incluso, la forma en que
normalmente saludaba a cualquier empleado.
Un rubor se apoderó de sus mejillas y ella bajó la mirada.
―Hola Noah.
Él se aclaró la garganta. Bien, eso era demasiado torpe. Era del tipo torpe
como un pedo en una concurrida y tranquila habitación. Era como estar desnudo
en su torpe reunión de secundaria.
―Entonces, ah, tengo un gato que vendrá con un absceso. Creo que terminará
necesitando ser irrigado. Así que no programes nada después del almuerzo.
Ella asintió.
―Oh, sí. Correcto. Está bien.
Corriendo alrededor de él, ella se dirigió hacia su escritorio. Él la siguió con la
mirada hasta que la puerta se cerró, obstruyendo su visión. Mierda. Eso no lo
solucionaba.
Él se arrastró a la sala de espera, donde más de la mitad de su relación había
tenido lugar. Ella estaba ocupada revolviendo papeles y escribiendo en la
computadora. Por lo menos, ahora parecía saber lo que estaba haciendo.
―Mira, anoche fue sólo una cosa accidental. No significó nada. No ocurrió
nada. Espero que puedas olvidarlo también.
Ella se quedó inmóvil, luego empujó lentamente los hombros hacia atrás
mientras tímidamente metía un trozo de cabello detrás de su oreja.
―¿Olvidarlo?
Él odiaba eso. Se sentía nervioso. ¿Qué lo ponía tan nervioso? Nada. Nunca se
sentía intimidado como un colegial, y sin embargo, ahora lo estaba. Apenas podía
mirarla. 134
―Sí, olvídalo.
Ella silbó en el aire.
―Está bien. Está olvidado.
Ella volvió a sus quehaceres, pisando fuerte hacia la máquina de café. ¿Qué
demonios? ¿Estaba enojada? Él simplemente estaba señalando la verdad y tratando
de hacer las cosas menos torpes. ¿Y eso la hacía enojar?
―A menos que… fuera algo.
Ella se puso rígida y se dio la vuelta.
―¿Qué?
―Bueno, pisoteando por allí pareces querer quitar la cubierta de mí, así que
sólo es una sugerencia, a menos que quisieras que fuera algo.
Ella lo miró y se dio la vuelta para medir las tazas de café.
―No hice nada por el estilo. No pisoteé.
―Sí, lo hiciste. Pisoteaste totalmente.
―Totalmente no lo hice.
―El suelo casi se estremeció con el peso de tus pisadas.
Ella puso los ojos en blanco.
―¡Oh, Dios mío! Ese es el argumento más estúpido. Me niego aceptar eso.
Ella empezó a pasar por delante de él, y él la agarró del brazo sin pensar.
―Oh, así que eso tendremos. Me niego a que vuelvas a ser tan malditamente
rara como actuaste cuando llegaste aquí.
Ella bajó la mirada hacia su mano, que estaba cerrada por encima de su
bíceps. Sus ojos brillaron hacia él.
―No fui rara. Estaba nerviosa. Tal vez fue porque eres como el trasero de un
caballo para trabajar.
―¿Trasero de caballo? ¿Me estás tomando el pelo?
―No, sólo puedes besar el mío, mientras que estás en ello.
Su respiración se incrementó con su ira, haciendo que sus fosas nasales se
abrieran. Se sentía como si debiera gruñirle.
Ella era tan aficionada a las analogías con animales.
―Yo sí puedo encontrarlo. Pero el palo está tan adentro, que hace que sea
difícil de localizar. 135
Sus ojos lanzaban dagas con la mirada.
―Jessie no puede tener ese bebé lo suficientemente pronto, ¿no?
―No, no puede. Por lo menos, ella no se vuelve totalmente irrazonable de
cada pequeña cosa que sucede.
―¿Sabes cuán retorcido es escuchar que la prefieres a ella que a mí?
―Es menos retorcido que contestar tu celular quince veces al día. “Oh, nene,
no puedo ir a mear sin que lo sepas”. Quiero decir, ¿por qué Elliot iba llamar con
tanta frecuencia? Nadie podría tener mucho que decirle a su mujer cada hora.
Sus ojos se agrandaron y su boca se abrió con enojada incredulidad.
―No, me extraña que seas prácticamente de mediana edad sin haber
encontrado nunca una mujer. ¿Quién demonios se molestaría contigo? Eres
demasiado alto de todos modos. Usas ropa como de un chico de trece años, que no
quiere vestirse para la iglesia. Y por el amor de Dios, ponte de pie con la espalda
recta. Te encorvas tanto, que serás jorobado antes de que cumplas los cuarenta. Lo
cual no está demasiado lejos, ¿verdad?
―Wow, eso es realmente dejarme tenerlo, insultarme con mi edad. ¿Y ahora
qué, Lindsey? ¿Planeas decirle a mi mamá que te molesté? Oh, espera, no, tendrías
que obtener el permiso de Elliot primero, ¿no? Así es como funciona, ¿verdad? Tú
se lo preguntas. No, ruegas y luego dejas que decida lo que debes o no debes hacer.
Por lo menos, yo actúo con mi edad y no como una adolescente asustada con
demasiado miedo para entrar en una habitación oscura.
Ella contuvo el aliento.
―¡No tienes derecho!
―Oh, sí; Tengo todo el derecho. Has sido un desastre incompetente tímido la
mayor parte de tu tiempo aquí. Sólo lo toleré por respeto a Jessie, no por ti.
―¿Jessie? Tú fuiste el que casi…
Sus cejas se alzaron.
―¿El que casi qué? ¿Qué casi hice?
Ella retrocedió un paso.
―Nada. Tengo que volver al trabajo.
Ella comenzó a dar vueltas alrededor y él la agarró del brazo. Ella se
estremeció y trató de quitárselo de encima.
―¿Por qué no actuamos como de nuestras edades y lo discutimos?
―No. No es nada, ¿me oyes? No hay nada que discutir. Y casi nada pasó. 136
El pánico en su voz le hizo hacer una pausa. Santa. Mierda. Las lágrimas se
desbordan en sus párpados. Él la soltó.
―Por favor, no pasó nada. Es importante que entiendas eso.
Él la miró fijamente, con la boca caída en completo asombro. No era sólo su
culpa que fuera casada y compartiera un momento raro entre ellos que hacía que
Lindsey actuara de manera extraña. ¿Qué era lo que pasaba con ella? ¿Lo que la
hacía temblar y por qué tenía pánico?
Él asintió, finalmente.
―Entiendo. No pasó nada.
Un aliento se escapó de sus pulmones.
―De acuerdo, bien. Ahora…
Sus ojos se agrandaron y sus pensamientos se detuvieron. Noah se volvió
para ver lo que podría hacerla actuar como un ciervo encandilado por los faros de
un auto. Penny. Penny estaba allí de pie, con la cabeza alternando entre ellos y sus
grandes ojos llenos de sorpresa y, sin duda, de curiosidad. Un ensordecedor
silencio colgó entre los tres. Noah finalmente levantó las cejas y se aclaró la
garganta para estimular a su hermana a entrar. No había duda de lo que había
extraído de la discusión de la que había sido testigo.
―Oh, eh, hola chicos. Vine para decir lo bien que todo el mundo tuvo un
gran momento; y todos esperan que te unas a nosotros otra vez pronto, Lindsey.
Lindsey se negó a encontrarse con la mirada de Noah. Murmuró:
―Claro. ―Antes de desaparecer en la parte posterior de la clínica.
Escondiéndose, sin duda.
La mirada de Penny se volvió hacia Noah y sus brillantes ojos ardían feroces,
casi con enfermiza curiosidad.
―¿Qué fue eso?
―Eso no fue nada. Un malentendido que acabamos de aclarar. ―Él pasó
junto a su demasiado interesada hermana y agarró una tabla de la plataforma,
esperando que su hermana cambiara de tema, o tal vez incluso se fuera si no le
hacía caso. No necesitaba la tabla, pero sirvió como excusa.
―¿Noah? Eso era algo más que un simple argumento. Había matices
extremos allí. ¿Realmente qué sucedió?
Él suspiró y se pellizcó el puente de la nariz.
―No lo sé, ¿de acuerdo? Fue extraño. Incluso para mí, y no sé cómo empezó.
137
Nunca sé cuándo Lindsey se pone tan intensa, o por qué actúa de esa manera. Sólo
déjalo, ¿de acuerdo? No hay nada más que decir.
―¿Que lo empezó?
Los intensos sentimientos lo sorprendieron, igual que casi puso su corazón en
llamas.
―Un momento incómodo ayer por la noche, nada más. No ocurrió nada.
Nada pasará tampoco.
Penny, que sorprendentemente no saltó sobre él, asintió en silencio. Puso su
mano en la suya y él levantó la vista hacia el toque suave.
―Ella no es feliz en su matrimonio. Lo que piensas que es, felizmente casada,
no existe. Anoche, sin embargo, ella estaba realmente feliz. Con nosotros.
Hablando. Comiendo. Riendo. Era feliz. Así que, tal vez, Noah, hay más en la
historia, y más debe estar sucediendo.
A él le sorprendió que Penny pudiera captar todo eso. Y no estaba
bromeando o haciendo chisme. Sus ojos estaban llenos de calidez y comprensión.
―No habrá más, Pen. Tienes que dejarlo ahora.
Ella asintió.
―Me gustaría que no lo hiciéramos. Creo que nos necesita.
―Podría hacerlo. Pero eso es para que ella lo decida. Y te puedo garantizar
una cosa, no decidirá eso. Nunca.
* * *
Lindsey se pegó una mano sobre su corazón, mientras esperaba que no fuera
a estallar saliéndose de su pecho. Pegó la cabeza contra el armario hasta que su
involuntario temblor comenzó a disminuir. ¿Por qué quería discutir con Noah? Él
le ofreció una rápida salida, fácil y cómoda, de lo que casi pasó anoche. Podría
simplemente haberlo ignorado y barrido bajo la alfombra. Podría no haber sido tan
extraño y terrible entre ellos… pero, no podía aceptar eso. Oh, no. Pisoteó lejos de
él como una alumna de sexto grado que era abandonada en el lugar por su mejor
amiga. Se burló de Noah por tocar el tema con ella. Quería gritarle. Y más extraño
aún, le había gritado. Le sorprendió saber que todavía tenía muchas palabras
desagradables para decir. A menudo pensó que habían sido olvidadas en su
obediente subordinación hacia Elliot. 138
Suspiró y no le gustó excusarlo de lo que pasó como si no fuera nada. Para
ella, era todo. Era un gran momento y no podía recordar haberlo tenido con
ningún otro hombre, sin duda nunca con Elliot. Era verdadera pasión. Se estaba
olvidando temporalmente de dónde estaba y quién era, pero se sentía muy
contenta de que era la persona que, en ese instante, compartiera ese momento.
Era una cosa tan horrible la que casi hizo. Noah no se merecía tener esos
juegos sobre él. Y no podía imaginar lo que Elliot le haría si se enterara. Así que,
¿por qué iba a arriesgarse a tal cosa? Y, ¿por qué Noah se quedaba atrapado con
ella como ella con él? No podía gustarle. No había manera. Él sabía que ella era
prácticamente incapaz de escribir su propio nombre, y de repente, ¿quería besarla?
No parecía posible.
Enderezó los hombros y cambió su peso. No podía seguir sentada allí,
escondiéndose. Tenía que salir y hacer su trabajo. Con limitados, últimos días
rápidamente pasando, se negaba a perder un minuto, o dejar de trabajar. Actuaría
como cualquier profesional y olvidaría todo esto.
E
lla se las arregló para pasar a Noah con una sonrisa bastante
agradable, y él asintió. Su insulsa expresión estaba de vuelta en su
lugar, y por lo tanto, estaban de vuelta en nada. Excepto ser
agradables. Al menos podía respirar de nuevo y llevar a cabo los deberes de los
que se sentía cada vez más orgullosa.
Hizo todo eso durante siete gloriosos días más, hasta que levantó la vista el
octavo día, y ahí estaba parado Elliot.
Su boca se abrió, sus ojos se agrandaron y su corazón casi se detuvo. Mierda,
¿qué estaba haciendo aquí? ¿Cómo? Y… ¿qué iba a hacer con ella ahora que la había
atrapado? Llevó una mano a la jamba de la puerta para evitar que sus piernas
temblaran. Él no la había visto todavía. Estaba escondida detrás de la esquina.
Él miraba alrededor, con el desdén claramente grabado en su rostro. De pie
erguido, con la espalda recta y el peso equilibrado perfectamente en sus dos pies,
llevaba un traje a rayas de color gris, una camisa impecable de color blanco
139
quebradizo debajo, y un chaleco verde-gris moteado. Su cabello castaño estaba
peinado hacia el frente. Parecía ser un hombre que podría estar delante de
cualquier persona, ya fuera un político, consejero, delegado, o cualquier otra
persona en el mundo, y convertirse en el modelo más imponente y al mando de la
humanidad. Su voz era siempre suave y baja, como con miel en la lengua. Siempre.
Incluso cuando estaba encima de ella, golpeándola, lastimándola, pateándola,
quemándola, ahogándola o encerrándola en su habitación; hablaba siempre con la
misma voz de barítono bajo. Debería haber sido relajante y maravilloso para sus
oídos. Debería haberle traído sentimientos de consuelo y de amor, no de un miedo
espeluznante que la paralizaba.
¿Qué podía hacer? ¿A dónde podría ir? Él tenía que saber que estaba aquí, de
lo contrario no estaría parado allí. Miró a su alrededor, pero no vio ningún escape.
Y aunque lo lograra, sólo haría que cualquier castigo que le esperara fuera mucho
peor.
Con un profundo suspiro de coraje, salió de la habitación que la ocultaba.
Apretó los puños mientras se tragaba el nudo de miedo que se alojaba en su
garganta.
Él se volvió completamente hacia ella cuando la oyó dar un paso adelante.
Sus claros ojos grandes y verdes se redujeron a los suyos. Siguieron la línea de su
cuerpo, de su camiseta púrpura y de sus informales jeans hasta los zapatos negros
que llevaba, antes de que sus labios se curvaran con disgusto.
―¿Qué hiciste? ―Su tono era tan suave como la seda, como un locutor de
deportes. Pero su rostro tenía una expresión asesina.
―Yo…
―Lindsey, ¿dónde está…? ―preguntó Noah mientras se acercaba caminando
detrás de ella, justo en el momento exacto en que ella abrió la boca para contestarle
a Elliot. Noah dejó de hablar cuando notó su postura congelada ante el extraño en
la entrada―. ¿Lindsey? ―La voz de Noah la sacudió tanto como si realmente la
hubiera tocado.
―Sí, eh, sí, Dr. Clark. Este es Elliot. Mi marido. Sólo estaba recogiendo unos
papeles para Jessie mientras está en cama. ¿Podría por favor conseguirlos por mí,
Dr. Clark? ―Se volvió hacia él y su boca se abrió por su apresurada, mal
preparada y mal ejecutada presentación. Su cabeza giró hacia Elliot, quien seguía
mirando fijamente hacia ella. Podía sentirlo. Sus ojos golpeando, no, perforando la
140
parte posterior de su cabeza. Elliot odiaba todos los aspectos de este escenario.
Cómo se veía. Cómo hablaba en un tartamudeo incomprensible de estupidez.
Cómo trabajaba en una clínica veterinaria a solas con el Dr. Clark. Si Noah no
captaba su mensaje, el que intentaba comunicarle de forma tácita a través de sus
suplicantes ojos, temía estar muerta para mañana.
Noah la miró y su boca se movió hacia abajo en un gesto profundo. No sabía
qué pensar de esto. O de ella.
―¿El papeleo, Dr. Clark? ―repitió ella.
Él asintió lentamente.
―Ah, claro, el trabajo de Jessie. Sí, iré atrás y lo traeré. ―Miró detrás de él―.
Es un placer conocerlo, Sr. Johanson.
La mirada de Elliot era fría y su expresión en blanco. ¿Qué estaba
imaginando? ¿Qué estaría pensando? Ni siquiera podía imaginarlo.
―Sí, Dr. Clark. Tenía curiosidad en cuanto a lo que mi esposa estaba
haciendo aquí.
Lindsey intentó tragar el huevo de ganso atrapado en su garganta.
―¿Cómo… cómo supiste que estaba aquí? Vengo con muy poca frecuencia.
Apenas un par de veces a la semana para recoger el trabajo de Jessie.
Noah sacudió la cabeza y murmuró mientras salía para ir al final del pasillo.
―Sabía el nombre del veterinario donde Jessie trabajaba, pero no estaba
seguro de cómo llegar a su casa. Estaba planeando sorprenderte.
―Oh. Correcto. ―¿Sorprenderla? Sí, claro. Era más para ver si podía atraparla
haciendo algo “malo”. ¿Sabría algo? Si supiera la verdad y la atrapara mintiendo al
respecto, reaccionaría mucho peor que si ella le pidiera clemencia. Pero si no sabía
nada, entonces decírselo sería como cometer suicidio.
Su respiración dolió mientras la expulsaba de sus pulmones. No podía hacer
esto. No podía enfrentar a Elliot. No era tanto su enojo como lo que sabía que haría
con ella. No debería haber venido aquí. Tener tanto tiempo de lujo, libre de Elliot,
debió haberla hecho imprudente. Eso la hizo olvidar temporalmente lo que se
sentía ser débil, y estar mal y asustada. Tenía que vivir como si un arma cargada
estuviera constantemente dirigida y lista para dispararse en su sien. Ese era el
ambiente en su casa. Así era como se tomaban las decisiones. ¿Qué podría evitar
que Elliot apretara el gatillo ahora?
Estar allí, lejos de Elliot, con su hermana, Will y Noah, la había debilitado y la
había vuelto suave. Se había permitido olvidar. Pero ahora se sentía mucho peor
volver a eso. Era como tener hormigón vertido en sus pies. No podía enfrentarse a
seguir adelante con Elliot. No podía hacer eso. Tuvo el impulso de dar media
vuelta y correr detrás de Noah. Se lo podría decir y seguramente le ayudaría. Sabía 141
que lo haría. Él evitaría que Elliot se la llevara de vuelta y le hiciera daño. Llamaría
a la policía y tal vez incluso haría que Elliot fuera arrestado. Una palabra. Un grito.
Una lágrima. Algo de eso, y Noah la salvaría.
Pero… ¿por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo podría salvarla? ¿Una semana?
¿Un mes? ¿Un año? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que Elliot fuera libre de
nuevo para encontrarla? Y eso sería sólo si Elliot realmente se metía en problemas
por abusar de ella. No había ninguna prueba. Ella no tenía foto de sus heridas. No
había informes policíacos. No había testigos. No había nada excepto su palabra
contra la de Elliot.
¡Por no hablar de lo que Elliot le haría una vez que la encontrara de nuevo!
No importaba lo que cualquier persona pensara o dijera para tranquilizarla, no
tenía ninguna duda que la encontraría. Se lo había prometido en más de una
ocasión.
Se humedeció los labios y trató de aceptar que no había escapatoria. Se había
dado cuenta de eso hacía varios años, pero logró olvidarlo durante las últimas
semanas y fingir que había una salida. Ahora él estaba de regreso y los grilletes
estaban de nuevo en su lugar.
―Ven aquí, Lindsey. ―Asintió mientras corría alrededor de la mesa.
Lágrimas se escurrían por su cara y se las limpió. Él tocó sus mejillas―. ¿Lágrimas?
Ella le sonrió y asintió.
―Te extrañé, Elliot. Al verte ahora no sé cómo logré estar lejos de ti durante
tanto tiempo.
Su expresión no se ablandó, pero asintió lentamente.
―No sé cómo te lo permití tampoco.
Deslizó la mano de su mejilla a su cuello y tomó la parte posterior de su
cabeza mientras la empujaba hacia él. El agarre de sus dedos era el de un tornillo
en un banco. Ella levantó la cara y él puso sus labios sobre los suyos.
No hubo alejamiento mientras sostenía su cabeza completamente inmóvil.
Sus dedos se presionaron en su vena yugular, aplicando la presión suficiente para
darle una sensación de asfixia. Ella sabía que no debía pelear contra él. Cerró los
ojos y se concentró en respirar dentro y fuera por la nariz a pesar de los duros
labios húmedos moviéndose sobre los suyos.
Un carraspeo detrás de ella. Noah. Apretó los ojos y su vergüenza fue
evidente. No quería que Noah la viera así. Elliot quitó la cara antes de apoyar la
frente de ella en su hombro. No podía soportar la idea de enfrentarse a Noah. O a
Jessie. O a Will. No quería que la vieran como “Lindsey de Elliot”. No después de
haberse establecido como simplemente Lindsey. 142
Cuando Elliot liberó la presión en su cuello, se volvió lentamente. Noah
estaba de pie detrás de su escritorio temporal. Sus ojos brillantes, azules estaban
nublados por la confusión. No sabía qué hacer con esto. Su mentira. Sus extraños
gestos. Él había olvidado demasiado rápido que así era como por lo general se
comportaba.
―Aquí está el material para Jessie.
Ella asintió y dio un paso hacia adelante para tomarlos. Él los sostuvo por un
segundo y su mirada invitó a la suya. Buscaba consuelo en ella y quería que le
asegurara que estaba bien. Quería saber por qué estaba mintiendo. Ella esbozó una
pequeña sonrisa forzada, como diciendo “claro, estoy genial”.
Este era todo su comportamiento normal.
―Gracias, Dr. Clark ―dijo, añadiendo con un gran riesgo―, por todo. Sé que
Jessie aprecia todo lo que hizo y está haciendo por ella.
Noah la miró por un prolongado momento. Luego asintió mientras le
entregaba el montón de papeleo. La mayor parte tenía que ser falso. Algún día,
esperaba encontrar una manera de agradecerle a Noah por hacer eso.
―Sí, sé cómo Jessie aprecia trabajar aquí. Es bueno para ella. Espero que
recuerde eso. Quiero decir, por supuesto, después de que nazca el bebé. ¿Le
podrías decir eso?
Los ojos de Lindsey se llenaron de lágrimas. Sonrió y bajó la mirada al suelo.
Él sabía lo que quería decir. Ella sabía lo que él quería decir. Nunca debió dejar que
estuviera lo suficientemente cerca como para compartir mensajes en código. Todo
era demasiado peligroso.
―Lo haré ―respondió Lindsey cuando se volvió y le sonrió a Elliot,
diciendo―: Vamos.
Elliot miró a Noah, pero asintió y le tomó la mano. Ella sintió el agarre
innecesariamente apretado alrededor de sus dedos, pero no se atrevió a decir nada.
Él estaba furioso. Ella no estaría bien. Tal vez nunca más.
* * *
Noah miró a Lindsey ser casi arrastrada detrás de la figura formidable que
era su esposo. Él la depositó en el lado del pasajero de su elegante, negro y
alquilado Porsche. No había nada sutil en el hombre. Era tan imponente como un 143
agente del FBI que llegaba al campo. O como un espía secreto de la CIA, dirigiendo
una operación encubierta. En cuestión de unos pocos segundos, tenía a Lindsey de
vuelta a la extraña mujer torpe, falsa, formal, incompetente e insegura que había
sido la primera vez al llegar allí.
Noah pasó alrededor de la mesa y se acercó a las ventanas de la fachada. Ella
no se veía bien. Su expresión era sombría y temible. El hombre se metió en el
asiento delantero. Estaba hablando. Rápidamente. Ella tenía la cabeza baja y
asentía con frecuencia. Algo frío y extraño se sacudió a través de él. ¿Por qué había
mentido tan rápidamente y tratado de encubrir lo que estaba haciendo allí?
Miró hacia atrás. Por suerte, su bolsa con su almuerzo y otras reveladoras
señales de trabajo habían sido dejadas en la sala de descanso. Ella había dejado su
bolso y coche detrás. ¿Incluso habría registrado eso con su extraño marido?
Se dejó caer en el sofá que corría a lo largo de la sala de recepción. ¿Ella
estaría bien? No lo parecía. El hombre lucía enojado y letal de una manera que
nunca había experimentado antes. Era tan frío, como un zombi invadiendo su
clínica, dejando un escalofrío colgando alrededor de su muerto espíritu sin vida.
Sacudió su cabeza. ¿A dónde diablos estaba llegando con esto? No solía ser
propenso a los celos, mucho menos a sentir aversión por alguien sin ninguna razón
real. Se pasó una mano por la cara. Pero… odiaba a Elliot Johanson. Lo hacía. No
había una sola amabilidad, cuidado o cosa decente en él. Y había arruinado a
Lindsey. Al instante había transformado a la bella, capaz, compasiva y dulce mujer
que había conocido hacía cinco años en Carolina del Norte, a la que sólo
recientemente había revivido. Elliot la convertía automáticamente en el frío
maniquí sin sentido que había sido la primera vez en llegar allí.
Apretó los puños. Estaba casada. Sabía eso hacía cinco años, cuando por
primera vez sintió un intenso destello de atracción por ella. Lo había ignorado, sin
embargo, porque sólo habían sido presentados de pasada y porque ella estaba
casada. No consideró que fuera mucho más allá de eso, ni aún en todos los años
que Jessie discutía sobre su hermana con él.
Pero ahora sentía algo por ella y no había forma de negarlo. La pasión y el
cuidado feroz que la motivaba de forma independiente a ayudar a Tessa, le
recordaba que tal vez realmente era una ex oficial del Ejército de EE.UU.
Pero en cuestión de cinco segundos o menos, Elliot la había codificado y
hecho caer sobre sí misma para complacerlo. Noah se quedó allí, sintiéndose
sacudido antes de vagar de nuevo hacia los animales que estaba atendiendo y a los
suplementos que necesitaba volver a ordenar. Pero en cambio, lo único que podía
pensar era en su cuerpo largo y delgado apretado contra él con su boca sobre la 144
suya en un beso profundo y caliente. Su beso con Elliot era abiertamente sexual; al
menos, eso fue lo que le pareció a Noah. Elliot parecía tomar completo dominio
sobre ella, en cuerpo y alma. Tal vez… tal vez ella estaba de acuerdo con eso. Pero
de alguna manera, no lo creía.
* * *
* * *
149
* * *
156
había sido arrancado de su cuero cabelludo. ¡Oh, Dios, basta! ¡Basta! ¡Por favor detén
el dolor! Ella se apartó de sus manos y de repente él se detuvo antes de casi
levantarla por su cabeza. Colgó sin poder hacer nada sobre él antes de que
levantara la rodilla y la plantara directamente sobre su estómago. Gritó y él la
empujó. Cayó contra el extremo del marco de la cama de madera. Su cabeza se
estrelló contra él. Deslizándose por el suelo, el golpe comenzó a desorientarla.
Él estaba por encima de ella, sujetándola mientras envolvía sus manos
alrededor de su garganta. Apretó y su respiración se detuvo. Sus pulmones
comenzaron a convulsionar. La estaba asfixiando. Tenía la intención de matarla. La
fiebre hacía calentar sus ojos y ella arañó sus manos. La explosión en su pecho era
el momento más doloroso de su vida. Cerró los ojos cuando todo el aire la dejó,
esperando que su vida terminara pronto también.
Entonces la soltó. Respiraba con dificultad y sus ojos brillaban de emoción
demente. Ella tomó una bocanada de aire cuando él le dio un puñetazo a su
mandíbula. Lo hizo de nuevo en su pecho. Algo sonó en su caja torácica.
―Si lo follaste, te voy a matar. Ya lo sabes, ¿verdad? Eres mía.
No había tono en su voz. Su garganta estaba en llamas y no hubo sonido. Él la
sacudió repetidamente. ¡No! ¡No! ¡No! No lo había follado. Pero no importaba,
porque a él no le importaba. Ya lo había decidido. Tal vez no importaba ya cuándo
lo hiciera. Él la mataría un día, sin importar qué. ¿Sería ahora? ¿En esta ocasión?
Ella se aferró a la alfombra y trató de arrastrarse lejos, pero no pudo
conseguir tracción. Las lágrimas fluían por todas partes, sobre sus mejillas y su
mentón, goteando sobre la alfombra. La alfombra que quemaba sus rodillas y
palmas mientras luchaba por alejarse a rastras. Él la agarró por la cintura para
mantenerla inmóvil antes de que su puño conectara con su estómago.
No podía soportarlo. No podía soportarlo. Ya no más. Era demasiado dolor.
El dolor la rasgaba, atravesándola, y finalmente estalló en un grito confuso que
escapó de su garganta ardiente.
De repente le jaló la cabeza hacia atrás otra vez. Ella perdió la noción del
tiempo y del espacio, desvaneciéndose rápidamente de la escena. Voluntariamente
dejó que la oscuridad se hiciera cargo. No sentiría más. No sentía nada. El
entumecimiento. Olvido. Era abrumador. No podía aguantar más. No podía
soportarlo más. Ya no podía pasar a través de esto. Estaba lista y dispuesta a morir.
* * *
Dándose la vuelta, sus ojos se abrieron. Estaba oscuro. No había ni una chispa
de luz. Él la había encerrado con llave en el armario. Una vez más. Mierda. Gimió 157
cuando se dio la vuelta con una mano. Sí. Estaba en su pequeño armario de ropa.
Era lo suficientemente grande como para entrar en él y la había metido al fondo
del mismo. Sólo que también lo hacía cuando estaba muy enojado y su rabia había
estado cerca de matarla. Se tocó la cabeza. Pegajoso líquido untaba su frente y
ahora sus dedos también. Todo le dolía. Su garganta todavía quemaba y picaba,
junto con su cabeza, estómago y piernas. Incluso su cuero cabelludo picaba.
No podía estirarse totalmente en el pequeño armario y él había cerrado con
candado la puerta. Puso el candado allí hacía un año, durante el calor de otra rabia.
La lanzó allí y lo cerró mientras ella golpeaba sin descanso en protesta. Perforó
directamente a través de la madera e instaló su propio candado. La dejó allí por
sólo una hora esa vez. Sabía que no había manera de salir. No podía gritar para
pedir ayuda. Estaba en su cuarto de baño. Sin duda, estaba encerrada junto a la
puerta de su dormitorio principal. Se limitaba a decirle al personal que estaba
enferma y que no quería ser molestada. Ellos nunca se atreverían a entrar. Ella
permanecería allí hasta que él se enfriara. Se acurrucó de nuevo en una bola.
Respira. Dentro y fuera. Dentro y fuera. No estás aquí. No te encerró en un armario.
No estás aquí. No estás aquí.
Pero… lo estaba. ¿Por qué negarlo? Había permitido que esto le sucediera.
Había vuelto con él. Ni siquiera trató de irse. Las lágrimas llenaron sus ojos y se
deslizaron por su rostro. Silencio. No tenía sentido llamar o gritar o llorar. No
había ningún Will Hendricks esperando para rescatarla de su oscuro agujero,
simplemente porque ella había dicho que no lo hiciera. No se lo había dicho a
nadie, por lo que se merecía las consecuencias. El dolor en su cabeza, pecho,
espalda, cuello y en su interior era el castigo, la tortura y el resultado de su
decisión de regresar.
Se enrolló y jaló sus rodillas hasta su barbilla cuando su dolorido cuerpo
magullado se lo permitió. Déjame morir. Déjame ir. Que se termine. Por favor.
Fue entonces cuando su negación dejó de funcionar.
158
N
oah podría haber ido demasiado lejos al mudar a Tessa y a sus
chicos a su casa. Pero se alegraba de haberlo hecho. A medida que
pasaba el tiempo, ella se volvía más fuerte, y él se alegró de que
estuviera allí y ya no en peligro. Se aseguró de que tuviera protección policial
adicional ahora que Dean estaba libre. La respuesta de la policía fue una sorpresa
para él. No se la quitarían, nada como Lindsey sugirió. Era tan grave y criminal
como cualquier otro delito de violencia. Así, Tessa y sus seis hijos estaban bajo el
cuidado de Noah y bien. O tan bien como una mujer podía estar que no tenía nada
ni a nadie en el mundo, excepto desconocidos.
Después de haber sido dejado por Lindsey, y con Jessie en la cama
matrimonial para descansar, le ofreció a Tessa la posición temporal en la oficina
veterinaria. Quería que Jessie volviera tan pronto como pudiera sin ninguna
intención de tener un reemplazo. Pero pensó que Tessa podría manejar las tareas, o
por lo menos una versión limitada de las tareas hasta que pudiera encontrar algo 159
más permanente para ella. Sin embargo, cuando se lo sugirió a Tessa, ella lo miró
como si le acabara de empezar a hablar en lenguas extranjeras, hasta que le explicó
su plan.
―¿Está drogándose, Dr. Clark?
Sus ojos se fruncieron con desconcertada confusión por la respuesta a su plan.
―¿Qué? No. ¿Por qué dices eso?
―¡Porque nadie hace esto! Nadie más que usted pondría a una mujer y sus
seis hijos bajo su propia cuenta y luego le ofrecería un trabajo. Por no hablar de su
tiempo, sus perros, y su amabilidad y cuidado. Dios mío, no puede hacer esto con
todos los que pasan a estar mal de suerte.
Puso una mano suavemente en su hombro y ella se estremeció, pero él la dejó
allí. Progreso. Recordaba cuán nerviosa estaba Lindsey al principio. Con el tiempo
aprendió a confiar en él y a calmarse también.
―Estuviste mucho peor que simplemente mal de suerte, Tessa.
―Tal vez, pero aun así. Es más que decente de su parte. Trataré de hacer su
trabajo. No puedo decir que seré buena en ello. Nunca he trabajado antes. Salí de la
granja de mi padre y me fui directo con Dean.
―Puedes hacerlo. Yo te enseñaré. ―Eh. Eso era muy extraño. Se parecía
mucho a Lindsey.
―¿Ella va a volver pronto?
Él frunció el ceño. Tessa no dejaría ir a Lindsey y quería desesperadamente
que regresara.
―No, Tessa, no volverá en algún momento pronto. Deberías olvidar que
alguna vez la conociste.
―¿Olvidar que la conocí? Me salvó la vida, Dr. Clark. ¡Me salvó! Nunca tuve
a nadie a quien acudir. No hasta que ella vino a mí. No hasta que le mintió a Dean
y se salió con la suya. Si una mujer como ella, que entendió lo que viví, pudo
enfrentarse tan descaradamente a Dean… bueno, me hizo considerar que tal vez yo
podría enfrentarme a él también.
―Su trabajo en la caridad fue lo que le dio la mayor cantidad de emoción que
alguna vez presencié en ella. Tengo que admitir que le dije que dejara tu caso. Me
equivoqué, Tessa. Ahora lo veo y lo siento, casi no te ayudo. Ella estaba en lo
cierto.
―Las obras de caridad no hacen que una chica como ella busque a una mujer
como yo. Lo reconoció sólo porque lo vivió. 160
―¿Qué lo vivió? No. ¿Qué quieres decir?
―Las cicatrices. Su relación pasada. Ella me lo contó. Yo no se lo hubiera
dicho de otra forma.
―No. Tessa, entendiste mal. Ella hace trabajo de caridad en un refugio para
mujeres maltratadas cerca de su casa.
―No malinterpreté la cicatriz de quemadura en su brazo. No la
malinterpreté; ella lo vivió.
Él se echó hacia atrás y su respiración se tambaleó. No. No Lindsey... no.
Miró a Tessa, pero fue incapaz de tener un pensamiento coherente. De
repente, todo en la personalidad de Lindsey comenzó a hacer clic a través de su
cerebro como fotos fijas en un álbum.
Lindsey tan sorprendida en cualquier momento que se le acercaba y
estremeciéndose cada vez que tocaba su hombro de forma inesperada, igual que
Tessa. Lindsey demasiado asustada como para moverse, para hacer el café, o para
responder un teléfono. Lindsey atendiendo diez llamadas en un día de su esposo,
sin importar lo que estaba haciendo o con quién estaba. Lindsey rogándole que la
dejara continuar haciéndolo. Lindsey de pie ante Elliot y mintiendo sobre todo su
mes pasado trabajando para él. Lindsey retenida contra su marido, y sin poder
mover su cabeza hacia atrás.
Lindsey... ¿con cicatrices?
Él cerró los ojos y todo su cuerpo se desplomó con tristeza mientras miraba al
suelo.
―Ella... ¿te dijo que fue abusada?
―Sí. Hace mucho tiempo. Se las arregló para salir.
No. Te sacó a ti.
Noah lo sabía con tanta certeza como que tenía ojos azules. De repente,
finalmente, sabía exactamente por qué se había puesto tan frenéticamente decidida
a ayudar a Tessa. Era una manera de ayudarse a sí misma sin realmente ayudarse a
sí misma. Sus manos formaron puños y su corazón golpeó ruidosamente dentro de
su caja torácica. Dios mío, incluso se lo había dicho y él no le prestó más atención
de la que le prestó a Tessa.
Oh, por el amor de Dios, Noah, están en todas partes. En cada pueblo, pequeño o
grande. Conoces a mujeres que son golpeadas. Hablas con ellas todos los días. Sólo que no lo
sabes. Por lo general no. Sólo quiero ayudar a esta mujer.
Un nudo se formó en su garganta. Mierda. Estaba a punto de llorar. Las 161
lágrimas brotaron de sus ojos y comenzaron a estrangularlo. Se las había arreglado
para perderse cada una de las crisis que ella había dejado escapar. Incluso después
de conocer al inquietante, dominante, terrible hombre, todavía no había visto lo
que estaba claramente ante sus ojos.
Y ahora, ella estaba allí con él, a solas, y ni una persona lo sabía. Él se sacudió
de su posición encorvada y se levantó en un apuro.
―Lo siento, Tessa, me tengo que ir. Ven a la clínica mañana por la mañana y
hablaremos más entonces. En este momento, tengo que estar en otra parte.
Ella lo miró con cansancio, luego sus ojos se abrieron como platos y se
atenuaron.
―No fue en su pasado, ¿verdad? Lo es ahora. Ella es como yo.
Él se lamió los labios.
―Sí. Ella es como tú.
Tessa sacudió la cabeza.
―No lo entiendo. ¿Cómo podría una mujer como esa aguantarlo? Ella…
―¿No se ve como una víctima? Esa es la cuestión, ¿no es así? Puede ser
cualquier mujer con la que hables todos los días. Están en todas partes. Y nadie
quiere verlo, ni involucrarse.
―Ella sí lo hizo, sin embargo. Se involucró. ¿Por qué? ¿Por qué me ayudó?
―Porque no puede evitarlo. Debes permanecer lejos de Dean. Debes
mantener a tus hijos lejos. Debes estar bien y hacer una nueva vida ahora. Si no es
por ti misma, o por tus hijos, entonces hazlo por ella. Quería eso para ti. Arriesgó
todo para que esto te sucediera. Ahora sabes por qué. No lo desperdicies.
Las lágrimas llenaron los ojos de Tessa y Noah se dio cuenta de que aún no la
había visto derramar una lágrima. No por sus niños intimidados, o por tener que ir
al refugio, o porque Dean todavía estaba vivo. No. El pensamiento de Lindsey
ayudándola fue lo que la tocó profundamente. Ella negó.
―Sólo si me prometes ayudarla.
Él se dirigió hacia la puerta.
―Eso es exactamente lo que voy a hacer.
* * *
162
―¿Alguna vez se quemó en el brazo ella misma?
Jessie se alzó con sorpresa. Estaba descansando en el sofá, que ahora tenía
sábanas y una almohada. Era obvio que había estado allí un rato. Su cabello estaba
enmarañado sobre su cabeza, y parpadeó confundida y cansada por su presencia.
Literalmente, había irrumpido a través de su puerta principal.
Will apareció por la cocina, con obvia preocupación. Se detuvo en seco
cuando notó a Noah.
―¿Noah? ¿Qué demonios, hombre?
Noah apenas lo miró, pero se puso las manos en las caderas y se aferró a la
mirada de Jessie.
―¿Tu hermana nunca se quemó el brazo? ¿Hay una cicatriz en su brazo de la
que sepas?
Jessie negó, obviamente limpiando las telarañas en su memoria y tratando de
darle sentido a su presencia.
―¿Lindsey? ¿Quemándose a sí misma? No. Nunca. Ella no tiene cicatrices
que haya visto en mi vida. ¿Qué es esto?
Él empezó a caminar. Quería golpear con la pared el puño. Se detuvo y tomó
un profundo aliento cuando vio los ojos de Jessie llenos de temor. Ella cojeó
alrededor del sofá más cercano. Se dejó caer contra él y se acercó. Noah cayó sobre
el sofá, y se pasó la mano por la cara.
―Él la lastima. Elliot la lastima. En algún momento, la quemó y le dejó una
cicatriz en su brazo. Ella no se fue de aquí como una perra esnob, demasiado buena
para este lugar y para nosotros, sino como una mujer que no puede negar su
realidad, para que nadie descubra su terrible secreto.
Jessie se dobló y Will corrió hacia ella. La tomó en sus brazos mientras Jessie
convulsionaba en lágrimas. No hubo ninguna vacilación. Ni negación. Ni tratar de
razonar con Noah sobre que estaba equivocado. Como Jessie sabía muy bien, había
mucha violencia en el mundo. También había tortura. Y sabía que Noah decía la
verdad. Él simplemente había resuelto el rompecabezas que era su hermana, y en
un instante, Jessie supo de lo que se había perdido. Igual que Lindsey se había
perdido el abuso de Jessie hacía ya tantos años.
Las lágrimas ahogaron a Jessie. Will la llevó al sofá y la dejó abajo con
cuidado. Le acarició el cuello y la espalda mientras le hablaba al oído, tratando de
calmarla. Ella asintió y, finalmente, detuvo sus jadeos estremecidos de aire hasta
que se calmó lo suficiente como para hablar, con lágrimas todavía cayendo desde 163
sus ojos.
―¿Cómo pude no saberlo? ¿Cómo pude dejarla irse con él? ¿Cómo pude ser
tan jodidamente estúpida? ¡Ciega! Dejé que se la llevara. Dejé que la tomara. Ella
estaba rogándome para que me diera cuenta y lo único que hice fue dejar que mis
estúpidos sentimientos heridos negaran lo que estaba allí, delante de mí.
Oh, por el amor de Dios, Noah, están en todas partes. En cada pueblo, pequeño o
grande. Conoces a mujeres que son golpeadas. Hablas con ellas todos los días. Sólo que no lo
sabes. Por lo general no. Sólo quiero ayudar a esta mujer.
No podía parar de repetir sus palabras una y otra vez en su cerebro. Una y
otra vez, se repetía su voz y la súplica que veía en sus ojos, sus hermosos ojos
azules, tan apasionados acerca de ese tema. Y la decepción que sentía por él era
clara en ellos mientras lo miraba hablar de Tessa. ¿Cómo se había perdido lo que
Lindsey estaba diciendo en realidad? Quería que la ayudara.
Will soltó a Jessie y se puso de pie.
―Él estará muerto para mañana. ―Su voz era tranquila, callada y tan suave
como un cuchillo cortando mantequilla caliente.
Jessie le agarró la mano.
―No. No. No seas estúpido, Will. No puedes hacer eso.
―Seguro como la mierda que lo haré.
Noah negó.
―Ya no eres un soldado, Will. No podrás empacar tu maleta de guerra e ir a
salvarla. Haces eso y conseguirás cargos por asesinato y pasarás el resto de tu vida
en la cárcel, lo cual sólo arruinaría a Jessie también.
Will cruzó los brazos sobre el pecho.
―¿Crees que me atraparían?
―Creo que tienes un bebé a punto de nacer, en cualquier momento.
Literalmente. Tu fecha es para tres días a partir de ahora, Will. No puedes dejar a
tu esposa.
Will cerró los ojos mientras la razón lógica de Noah daba en el blanco.
―Lo sé. Es sólo que podría matar al hijo de puta. Podría hacerlo. ¿Por qué no
me lo dijo? Se lo pregunté. De plano le pregunté acerca de Elliot. Siempre odié al
frío, viscoso, rico, imbécil hijo de puta. Desde la primera vez que nos invitó a cenar
después de regresar de su despliegue. Llevaba uniforme, pero con una sola mirada
y una palabra, supe que no era soldado. No era más que una mierda fría. No sabía
cómo era su agenda en ese entonces, pero sabía que definitivamente tenía una.
―Tal vez por esa misma razón ella no te lo dijo ―señaló Noah suavemente. 164
Jessie miró sus palmas.
―Ella no pensaba que le haría ningún bien. Piensa que él finalmente la
encontrará en algún momento, sin importar lo que haga o a dónde vaya. Tiene el
control completo sobre ella. Todos lo vimos. ¿El maldito celular? Quiero decir,
¿quién toma las llamadas tan desesperadamente? ¿Y qué hice acerca de eso? Me
molesté con ella por tomarlas. Por ser una felpudo. ¡Ella ni siquiera pudo decirle
que trabajó para ti! ¿Cómo pudimos todos nosotros no ver las bengalas que estaba
disparando desde su barco hundiéndose? Estuvo aquí, lejos de él, y se ponía más
fuerte cada día. Vi el cambio tan pronto como él apareció. Todo eso se fue
instantáneamente. Era monstruoso. Era completa sumisión. Lo mismo que mi
padre conmigo. Era suya para hacer lo que quisiera, y creía que nadie podía
cambiar eso. Lindsey cree eso también. Y todos nosotros, cada uno, seguimos sin
expresar una palabra o hacer una pregunta. Dios, ¡deberían dispararnos! Soy su
hermana. ¡Atravesé esa mierda! Me salvó de la misma mierda, ¿y no pude
reconocerlo en ella?
Will tocó sus palmas, separando sus manos sin una palabra de reproche.
―No lo vimos. No todo es tu culpa. No importa. Lo que importa ahora es lo
que haremos.
―¿Hacer? Noah está en lo correcto. No puedo ir. Mírame. Pero tú puedes,
Will. Tienes que ir. No puede pasar otro día con ella allí, completamente a su
merced.
―No. No, yo iré. No puedes pasar por esto sola, Jessie. Necesitas a Will aquí.
Debe quedarse aquí. Pero yo puedo ir, e iré.
Las cejas de Jessie se dispararon por la sorpresa. Se levantó lentamente y
estiró la mano hacia Noah.
―Yo iría en cualquier otra circunstancia.
Noah sacudió la mano de Will. Era casi como si Will le pasara a Noah una
antorcha imaginaria de rescate. La cosa era que Noah no era Will Hendricks. No se
hacía ilusiones sobre eso y sabía que era completamente poco adecuado para el
papel de salvador. Se encogió de hombros.
―Eso no importa. Iré sin importar lo que ustedes hagan. Les avisaré
cualquier cosa.
Él se dio la vuelta y se fue. Había terminado el debate. Había terminado con
sentir lástima por lo que no habían hecho. Lo único que importaba era lo que se
hiciera ahora. Hoy. En adelante. Y lo primero era irse al maldito aeropuerto.
165
* * *
Elliot abrió los candados horas más tarde. Hicieron clic y la puerta de doble
hoja se abrió. La luz llenó el armario y Lindsey parpadeó ante la sensación
dolorosa en sus globos oculares. Él se agachó sobre sus piernas y alcanzó sus
brazos. Alzándola, la atrajo hacia su pecho y tiernamente la acunó contra él.
Ella estaba allí muda, insensible, sin defensa. No importaba. Miró por encima
de su hombro al inodoro mientras su mano tocaba su frente y un dedo empujaba
suavemente sus hinchazones. Suspiró profundamente y se puso de pie. Pronto ella
sintió el susurro frío de las sábanas sobre su piel. Todavía le dolía respirar. Su
cabeza nadaba y todo su cuerpo estaba en llamas.
―Tienes que ir al hospital.
Ella no reaccionó ante su voz.
―Nos robaron. Te encontré así. ¿Me entiendes, Lindsey? ―Su voz era suave
y calmante. El borde frío se había ido. Tenía una dulzura persuasiva. ¿Hablaba en
serio? De hecho, ¿la llevaría al hospital? Eso era sin precedentes. Sus ojos
recorrieron toda su cara y cuerpo. Debía ser malo esta vez. Nunca lo había visto
lucir tan temeroso antes. Nunca antes había tenido que preocuparse por crearse
una coartada.
―¿Entiendes? Necesito saber que entiendes antes de que llame a la policía.
Antes de que consigas la ayuda que necesitas.
Sus ojos se quedaron en su cabeza y él sacudió suavemente sus hombros.
―¿Lindsey? Por favor, entiende.
¿Por favor? Elliot nunca decía por favor. Esto debía ser muy importante. Mejor
sería obedecerlo. Asintió, pero su lengua parecía estar recubierta de melaza.
Murmuró:
―Lo entiendo.
Su rostro se relajó y sonrió.
―Eso está bien, cariño. Bien. Te sentirás mejor en poco tiempo, ya lo verás.
Bien. Eso era bueno. Lo había complacido. La niebla en su cabeza se la tragó
de nuevo.
* * *
166
―¿Está mejor, querida?
Lindsey le sonrió a la enfermera mayor y de cabello gris que ajustó las
almohadas debajo de su cabeza. Era baja y apenas tenía sobrepeso. Sus maneras
eran muy suaves.
―Sí. Gracias.
La señora le palmeó la mano.
―Pobrecita. Qué susto le diste a tu pobre marido. Él no ha salido de esa silla
desde ayer.
Elliot estaba ahora en el pasillo, hablando sin duda acerca de su estado con el
médico. Ella dio la vuelta a su cabeza y miró por la ventana. Sólo volvió cuando
oyó voces en la entrada de la habitación.
―Cariño, este es el oficial Collins. ¿Puedes hablar con él?
Ella miró a Elliot, quien se había colocado cerca de su cabeza y aferraba su
mano. Dejó que yaciera sin fuerzas en la suya. Asintió después de una larga
mirada de advertencia de parte de Elliot.
―Parece que quien le hizo esto se llevó la mayor parte de sus joyas y un poco
de dinero en efectivo que tenía en su bolso. Lo siento, señora.
¿En serio? Wow. Elliot se tomaba muy en serio sus coartadas. El
adormecimiento que le había superado el cuerpo parecía haberse extendido a su
cerebro. Sólo había… nada en su interior. No había pasión. Ni ira. Ni dolor. Ni
miedo. No había amor. Ni odio. Era todo lo que había querido. En el calor de todos
los golpes que le había dado, esto era todo lo que había anhelado. ¿Y ahora? Ahora
finalmente había llegado hasta allí. No le importaba si Elliot mentía o si decía la
verdad. Simplemente todo dejó de importarle. Dejó de importarse ella misma.
Podría, sin embargo, decir lo que había querido decir.
―Oh, eso está muy mal.
El oficial tragó visiblemente mientras su mirada viajaba sobre ella. ¿Qué sería
lo que vería? ¿Un amoroso marido al lado de su amada que había violado a su
esposa? ¿Una esposa que por fin tenía moretones visibles en su rostro, para que
coincidieran con los que generalmente escondía debajo de su ropa?
Tenía moretones por todas partes. No había un lugar en su cuerpo que
estuviera limpio. No había mucho en su alma que no hubiera sido ya aplastado
tampoco. Pero entonces, ella lo había dejado. Se había dado a sí misma a él.
167
―¿Te acuerdas de algo?
El pobre oficial era joven. Tal vez de unos veinticinco años. Se enfrentaba a
Elliot Johanson, el héroe local y humanitario, mirándolo interrogar a su mal
golpeada esposa. El pobre chico apenas quería hacer su trabajo y se moría de ganas
de salir de la habitación. No sabía dónde poner los ojos. Se mantenía haciendo una
mueca cada vez que se encontraba con su mirada.
Sí, todo. Puedo recordar toda mi vida hasta el momento en que mi marido me empujó
tan duro contra mi cama, que me noqueó. Recuerdo eso.
En cambio, dijo:
―Lo siento. No me acuerdo de nada. De repente me empujaron contra la
puerta y todo se volvió negro ―repitió, según lo que Elliot le había instruido decir.
El oficial diligentemente escribió en su cuaderno de notas, alegre por un
desvío a su mirada.
No lo culpaba. Debía verse bastante horrible. Al ver su cara en el espejo, se
dio cuenta de que por una vez, reflejaba el resto de su cuerpo. Era algo inaudito.
Ilustraba cuán fuera de control se había puesto Elliot. Odiaría eso de sí mismo y la
culparía. Lo vería como algo a criticar en ella, ponerlo tan enojado.
―¿No hubo nada antes de eso? ¿Ni un sonido? ¿No hubo ruidos extraños?
¿Tal vez un crujido o un paso?
―Nada. Terminé mi entrenamiento de la mañana e iba a tomar una ducha.
Elliot se había ido durante el resto del día ya y estaba sola.
El oficial asintió.
―Sí, me di cuenta de eso. Lo siento, señora. Si se acuerda de algo, en
cualquier momento, no importa qué pequeño detalle sea, por favor llámeme.
―Lo haré. ―Nunca. Vio como Elliot tomaba rápidamente la tarjeta del
considerado oficial, con conciencia. Como si fuera de verdad. Sin duda, él destrozaría
la tarjeta y nunca volvería a ver al oficial de nuevo. Giró la cabeza y miró de
regreso por la ventana. Estaba lloviendo. Fuerte.
* * *
* * *
172
Pero no. Jessie casi se había roto, así que tenía que estar en lo correcto. Estaba
en lo cierto. Sólo que no sabía qué demonios hacer al respecto.
Sólo podía desear que Will estuviera aquí. Deseó la valentía y el coraje para
vencer a todos sus enemigos, extranjeros y nacionales. Pero no hacía cosas más
serias que vacunar a las mascotas de las personas. Siempre había estado muy
orgulloso de su carrera y camino en la vida. Ahora, sin embargo, se sentía tan
impotente e inepto.
Su celular sonó. Jessie.
―Ella estaba ocultando algo. Está en algo. Afirma que un extraño irrumpió
en la casa y la atacó. Se robó todas sus joyas y dinero en efectivo. Está muy bien.
Golpeada. Pero va a estar bien. Mi trasero. No lo está, Noah. No está bien. Suena
como una completa zombi. Oh mi Dios, necesito estar ahí.
―No puedes estar aquí. No puedes venir, Jessie. Además, yo estoy aquí.
―Este inminente nacimiento es lo único que me mantiene aquí, sabes.
Ese comentario, finalmente, le dio una razón para sonreír, por primera vez en
veinticuatro horas.
―Yo sólo… No sé qué hacer. ¿Debo ir a la puerta? ¿Y si él no me deja verla?
Eso dalo por hecho. Siempre hay alguien allí con ella. Ya se trate del personal, de
Elliot o de ese hombre que lleva la campaña de Elliot, el tipo del que te hablé.
Parece casi vivir aquí. Creo que Elliot deliberadamente no permite que esté sola.
No sé, puede ser que tenga que esperar hasta que ella salga. Sola. O hasta que
pueda llegar a ella sin que él lo sepa. No sé lo que hará si me ve. Elliot sabrá que lo
sé y va a sentir que algo grande está cocinándose. Así que no, Jessie, no puedo
simplemente aparecer de la nada.
Jessie gritó con frustración una letanía de maldiciones.
―¡Mierda! Tienes puntos válidos, y creo que tienes razón. Tendrás que
permanecer allí y sólo replantear la casa. Espera a que puedas llegar a ella. Y
cuando lo hagas, sal como el infierno de allí. Sólo tienes que irte. Estar tan lejos de
esa casa, de ese pueblo, y de ese estado como puedas. ¿Lo entiendes?
―Sí, por supuesto. Pero, ¿crees que debo sentarme aquí y qué? ¿Acecharla?
―Sí. Siéntate allí y acósala. ¿Qué más puedes hacer? Yo seguiré llamándola.
La animaré a que se levante y salga a la calle tan pronto como pueda. Ella suena
tan drogada, probablemente le haría bien.
―Tal vez deberías decirle que estoy aquí.
―No, sé la cantidad que le llevaría a Lindsey empezar a ignorar las cosas. Y a
negarlas. Y a pretender que las cosas están bien. Tiene que mantener la imagen y la
reputación de la perfección. ¡Puede hacerlo, Noah! Puede fingir perfectamente que 173
esto no fue lo que realmente es. Lo ha hecho durante todos estos años. Al decirle
que lo sabemos, bien, no sé lo que podría hacer. Tienes que estar a solas con ella
antes de que podamos decirle que lo sabemos. Es un juego mortal de ajedrez hasta
llegar a ella. Lo único que podemos hacer es continuar, para que ninguno de ellos
sospeche que lo sabemos. Asimismo, no sabe que Tessa averiguó que su historia
era completamente falsa. Así que, sí, quiero que te sientes delante de la casa de mi
hermana por tantos días como sea necesario.
Él se pellizcó el puente de la nariz. ¿Esto realmente estaba sucediendo?
Sí, lo hacía. Esperó hasta el anochecer antes de regresar a su habitación del
motel.
* * *
* * *
La puerta estaba entreabierta y Lindsey abrió los ojos, pero sólo una rendija.
Oh, incluso la oscuridad hería sus doloridas pupilas. Quería darse la vuelta y
meterse más en la cama. Elliot. Estaba de regreso. ¿Había pasado tanto tiempo?
Debió haberlo pasado. Durmió más de lo que quería también.
Él se quedó de pie junto a la cama. Cada vez que ella fingía dormir, por lo
general se iba después de unos pocos momentos. Sabía que su paciencia se estaba
agotando. Su indulto, y su bondad dejándola sola todo el día en la cama, estaría
llegando a su fin muy pronto. Era lo máximo que podía tolerar. Él se quedó de pie
en silencio junto a la cama, sin ofrecerle siquiera la sugerencia de dejarla.
Finalmente se dio la vuelta a mitad de camino antes de sentarse de repente.
Ella parpadeó con incredulidad.
Mierda. Debía haberse vuelto loca. Eso era todo. Se estaba volviendo
delirante. Estaba enferma. Iba a ser internada.
Su padre estaba de pie allí.
Ella sacudió la cabeza y se echó hacia atrás contra la cabecera. No. No estaba
tan loca. No podía estarlo viendo. Él estaba muerto. Largamente muerto.
La figura, el zombi, el fantasma, se adelantó y tomó su mano. Ella gimió
suavemente de miedo.
―Lindsey, no grites. Nadie está aquí. Pero no podemos correr el riesgo. No
debería haber venido, pero tenía que verte.
No. Él no estaba hablando con ella. Estaba dopada con Xanex, Vicodin y
Oxycontin, nada que Elliot pudiera quitarle. Él podría crearse una historia válida
para conseguir lo que necesitaba. Pero nunca antes se había aparecido el fantasma
de su padre muerto junto a su cama para hablar con ella.
La figura se quedó sin aliento cuando sus ojos la recorrieron. De repente, cayó
de rodillas junto a ella y agarró su mano, llevándola a sus labios y besando sus
nudillos. Mierda. Su boca era cálida. No fría y no se sentía como de un muerto. No
podía entenderlo. ¿Qué le estaba pasando?
―¿Qué te hizo? Te lo juro, pensé que era un buen hombre. No sabía que iba a
hacerte estas cosas horribles.
Ella se humedeció los labios y finalmente susurró: 176
―Tú estás muerto.
―No. No lo estoy. Me quitaron del sistema penitenciario y erradicaron mi
presencia del mundo. Pero todavía estoy vivo.
Sus manos comenzaron a temblar. Esto no puede estar pasando. Esto no puede
estar pasando. Estaba literalmente volviéndose loca. Había estado tumbada allí por
mucho tiempo, en estado de coma. Su medicación estaba volviéndola delirante.
Tendría que haber sido más cuidadosa y no haberla combinado… y tal vez no
haberse tomado tantas. Sí, eso era. Estaba imaginando todo esto. No estaba y no
podía estar hablando con su padre, que murió hace cinco años. O… ¿sí? ¿Tenía
esto algún tipo de perverso sentido? ¿Su padre todavía estaba vivo? Pues claro,
¿por qué no? ¡Claro! Algún grupo secreto debió de haber falsificado su muerte y
dejado ir. Bien, demonios, ¿eso no encajaba perfectamente? Había estado
equivocada en todo antes, ¿por qué no sobre la muerte de su padre? El mundo,
como ahora lo percibía, estaba tan jodido, ¿por qué no añadirle esto?
―¿Qué? ¿Qué diablos está pasando? No lo entiendo.
―Ellos no me podían llevar a juicio porque sabía demasiado. Una de mis
mayores alegrías fue la explotación de personas, Lindsey. Por lo tanto, conozco un
montón de secretos. De todo. De gente. De lugares. De misiones. De políticos. De la
CIA. Del FBI. Incluso del condenado presidente. Podría avergonzarlos a todos.
Podría divulgar preocupaciones de seguridad nacional. Cuando me arrestaron, al
instante me convertí en una gran responsabilidad, por lo que les dejé claro que
usaría cualquier cosa que supiera si trataban de enjuiciarme o de matarme. Utilicé
el truco de Will: escribí todo y se lo di a un abogado, para que lo publicara tras mi
muerte. Tenía el futuro de muchas personas descansando en mis manos. Y mis
delitos no eran de carácter político. Eran… personales. Así que ya ves, no podían
permitir que un juicio procediera. En cambio, llegaron a un acuerdo conmigo.
Tenía que fingir morir y desaparecer para siempre, para siempre. No me dejarían
vivir a menos que me quedara callado.
―¿Ellos?
―Un pequeño grupo de sólo cuatro personas son los únicos en el mundo que
saben que sigo vivo. Me consideran una operación de inteligencia de alto secreto.
¿De verdad crees que me suicidaría? Nunca. Siempre sobreviví. Así como tú
necesitas continuar sobreviviendo.
Ella encendió la lámpara y parpadeó en estado de shock. ¡Era él! Era
realmente su padre. Estiró tentativamente una mano para tocar su mejilla. Su
cabello estaba afeitado, lo que lo hacía lucir más viejo y más frágil. Su rostro
parecía hundido y arrugado. Había perdido una cantidad de peso considerable. 177
Casi parecía un sobreviviente de cáncer.
―¿Dónde vives?
Él sonrió con cansancio.
―En Canadá. Tengo un nuevo alias. Soy un trabajador de la ciudad retirado.
Soy de Ontario y mi esposa murió recientemente. Así que, sin hijos ni esposa, estoy
forjando una nueva vida en la ciudad.
―¿Me estás tomando el pelo?
―No. No realmente.
―Fingieron que te colgaste y entonces, ¿te establecieron en Canadá?
―Sí.
Una respiración elevó su pecho. Era casi una risa.
―¿En Canadá? ¿Te establecieron en Canadá?
Finalmente empezó a sonreír en respuesta a su incredulidad.
―Sí, en el maldito Canadá.
―¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿O entraste?
Su pecho se hinchó.
―Todavía soy el general Travis Bains. Sé una cosa o dos acerca de cómo
hacer que las cosas se hagan. No olvides eso, hija. Todavía puedo conseguir que la
mierda se haga.
―¿Sabes lo mucho que te odio?
Su sonrisa vaciló mientras se hundía hacia abajo y asentía lentamente.
―Sí, eso creo.
―Sé lo que le hiciste. Intentaste destruirla. Te odio.
―Lo sé. Pero no te lo hice a ti. Te amaba.
Ella volvió la cabeza hacia otro lado.
―Tu amor significa una mierda para mí.
―Como lo significa para Elliot. Él te hizo esto, ¿no? He observado su
progreso en los últimos años. Noté tus ausencias en los grandes eventos. Seguí la
pista y me di cuenta del patrón. Sé lo que le hizo a mi pequeña chica.
Ella se dio la vuelta.
―No soy tu chica. Ojalá no fuera tu hija en absoluto. Todo lo que ves aquí es
que me casé con mi padre, ¿no?
Él se estremeció. 178
―Lo hiciste. Espero que sepas que lo siento. Si pudiera regresar en el tiempo,
lo haría. Perdí todo. Sobre todo a ti. Bien podría estar muerto.
―Entonces mantente muerto.
―Lindsey, no quiero dejarte así.
―¿Qué vas a hacer por mí? ¿Matar a Elliot? No hay escape para mí.
―No. Quiero hacerlo. Pero no tengo tiempo suficiente. Me metí aquí. Tengo
que volver antes de que mi ausencia sea notada. Vine a decirte esto: tienes que
salir. Tienes que estar lejos ahora. No puedes permanecer aquí.
La urgencia de su tono apenas se registró a través de su aturdimiento
nebuloso. Con voz hueca, ella susurró:
―Nunca voy a conseguir liberarme.
―Lo harás. Si te vas ahora. Ve con tu hermana. Sé que ella te ayudará.
―Ese es el primer lugar al que irá a buscarme. Podría hacerles daño, ya sabes.
A diferencia de ti, ellos me importan demasiado, y no voy a dejar que ningún daño
les ocurra. Por lo tanto, tendré que vivir con esto. Como aprendí a vivir con lo que
hiciste.
Él no habló durante un minuto entero.
―Hay un hombre que te vigila.
―¿Qué?
―Sí, ha estado aquí por casi una semana. Todos los días. Espera y vigila la
casa. Es alto, con el cabello oscuro y gafas negras. Noah Clark. El novio de Jessie.
¿Qué demonios está haciendo aquí, vigilándote?
Ella se sentó.
―¿Noah? ¿Noah está aquí? ¿Vigilándome? ¿Qué es esto?
―Parece que alguien lo descubrió también. ¿Es un amigo?
―Sí. Él es… no, lo fue. No debería estar aquí. No lo entiendo.
Su padre se levantó y aventó todas sus píldoras en el cesto de basura del
baño.
―Tienes que tener la cabeza clara. Debes estar sobria. Necesitas todo tu
ingenio. Dejar todo atrás e irte con este tipo Noah. Encuentra un lugar que Elliot no
conozca. Ve allí. Y nunca mires atrás. Nunca regreses. Ni siquiera te pongas en
contacto con tu hermana. Deja que esta vida se vaya. Vete.
Las lágrimas cayeron de sus ojos. 179
―¿Quién eres tú para decirme qué debo hacer? Eres una persona horrible.
¿Por qué debería escucharte? Traicionaste a Jessie. Traicionaste a nuestro país.
Traicionaste el uniforme. Traicionaste todo lo que es bueno y decente en el mundo.
Me traicionaste. Arruinaste todo en lo que alguna vez creí.
Sus hombros cayeron.
―Lo sé. Fui demasiado lejos. Todo esto. Me dejé llevar por mi propio poder.
Odiaba a Jessie. Realmente lo hacía. Ella simbolizaba lo que tu madre me hizo. No
siento nada hacia ella. No como contigo. Nunca te mentí sobre eso.
―¿Mataste a mamá?
Al instante él se detuvo en seco, ya recogiendo toda la basura alrededor de su
cama.
―¿Matarla? ¿Es eso lo que crees? ¡No! No, no maté a tu madre. Hice algunas
cosas malas, pero no soy del todo malo. Nunca maté a nadie. Y no tenía la
intención de que Jessie fuera violada en México, igual que no tuve nada que ver
con la desaparición de Will en Afganistán. Sólo no tengo tanto poder.
―¿Tú no la mataste?
―No, fue un trágico accidente. Y tal vez saqué mi sentido de traición y dolor
contra Jessie.
―¿Tal vez? La arruinaste. Eres totalmente malo.
Él asintió.
―Está bien. Utiliza eso. Utiliza tu odio hacia mí como motivación para llevar
tu trasero fuera de la cama, y vete de aquí. Salva tu propia vida.
―¿Quién era su padre?
―¿Qué?
―De Jessie. ¿Quién era su padre?
Él suspiró con frustración.
―Eso es importante como la mierda ahora mismo, pero era un hombre
llamado Steven Bremton. Era uno de los padres de otro chico en tu clase de
preescolar. Tu madre pasó mucho tiempo con él, como voluntaria. Y de ahí es de
donde vino Jessie. Está casado desde hace más de treinta años y tiene dos hijos que
son un éxito y que ahora tienen sus propias familias. Nunca supo de Jessie. Me
aseguré eso. ¿Y saberlo ahora? ¿Qué podría hacer eso? Además de romper su vida
en pedazos, así como la de Jessie. Como señalaste, hice suficiente.
Ella lo miró largo y tendido, mientras se deslizaba hacia abajo sobre el
180
colchón. Su presencia. Sus noticias. Sus respuestas habían agotado su mente. Era
surrealista. Pero más que nada, el saber que estaba vivo casi la había convencido
de que estaba teniendo una conversación con una delirante aparición de su propia
creación.
―Cuando me enteré de que te colgaste, lo creí totalmente. Sabía que nunca
tolerarías tal escándalo. Y le dije a Jessie que no importaba. Ya tenías lo que
merecías. Tú elegiste eso. Estuvimos de duelo por ti. Pero… la cosa fue, que para
mí, eso no era cierto. Mi corazón me fue arrancado ese día. Me rompiste el corazón
todos los días antes de eso, mientras averiguaba cada cosa horrible que hiciste;
pero después de que estuviste muerto… literalmente, me lo rompiste. Arruinaste
mi vida. Arruinaste quién era. Sólo… por favor, vete. Ya no queda nada que
puedas hacer aquí.
―Lo pusiste como tu castigo, ¿verdad? He pasado mucho tiempo pensando
en ti, mientras trataba de decidir si mi instinto estaba en lo cierto y estabas
realmente en problemas. Entonces mi cabeza argumentaba que no, de ninguna
manera mi chica, mi Lindsey, Lindsey Bains, se quedaría y sería golpeada por un
hombre. Siempre estuve muy orgulloso de ti. Sabía, sólo sabía, que tú estabas
destinada a grandes cosas. Pero cuando dejaste que esto te sucediera, finalmente
me di cuenta de que era por mi culpa. Crees que porque se lo hice a Jessie, y
porque de alguna forma tú dejaste que sucediera, te lo mereces también. Pero no le
hice esto a Jessie. Nunca la hospitalicé. Me enojé con ella. Lo hice. No niego eso. Me
equivoqué al hacer las cosas que hice. Pero era una a la vez y nunca una paliza así.
―Oh, bueno, eso lo hace estar bien entonces. ¿Qué hay de dejar que tus
pervertidos amigos la violaran?
―Simplemente sucedió. Me emborraché con mi propio poder. Pero, ¿por qué
no estás defendiéndote?
―Supervivencia. Supongo que realmente no quiero morir. Por lo tanto, hago
lo que puedo para seguir con vida.
Él tiró a la basura lo que tenía en sus manos.
―¡Levántate! ¡Ponte sobria! ¡Sé la hija que te crie para que fueras! Y esto no lo
es. Acurrucada en la cama. Abatida. Drogada. ¡No! No voy a aceptar en lo que te
has convertido.
Él tiró de las mantas cubriéndola. Ella trató de agarrarlas, pero falló. Su padre
se detuvo con horror, mientras sus ojos se agrandaban y entristecían. Con
reverencia, lentamente, tocó sus piernas, diciendo:
―Oh, nena, ¿él te hizo esto? 181
―Todo esto ―susurró ella, mirándolo a los ojos―. Todo lo que siempre
dejaste que le sucediera a Jessie, Elliot me lo hizo. Tú empezaste todo esto.
―Lo voy a matar.
―¿Cómo? Ya estás muerto. Simplemente me echarán la culpa a mí. Entonces,
no. No lo hagas. Sólo vete. Regresa a Canadá, miserable saco, cobarde de mierda.
Él la miró con fuerza mientras ella se acurrucaba en una bola. El silencio se
marcó por minuto. Finalmente, en voz muy baja, dijo:
―Se lo diré a Jessie. Me pondré en contacto con ella y le diré que estoy vivo.
Le diré lo que te pasó. Lo haré, maldita sea. Me empujaste tan lejos y lo haré. Le
diré a Jessie que no está libre de mí.
No. ¡Él no podía llamar a su hermana! Eso destruiría a Jessie de nuevo. Jessie
no se merecía eso. No ahora. No hoy. Hoy, ahora que tenía a su bebé. Uno al que
podía conservar y criar y querer. Uno que compartía con Will. No. No permitiría
que eso sucediera. A través de su niebla, de su mente drogada, se encontró con
gran determinación.
―¡No te atrevas a ir cerca de mi hermana! Nunca más.
―Está bien. Usé eso como incentivo para sacar tu trasero de la cama y que
salgas de aquí. Si no es por ti o por la decencia común, entonces hazlo por Jessie.
―¿De verdad la usarás contra mí? ¿No le hiciste suficiente?
―Sí. Pero tengo que hacer esto por ti. ―Él se inclinó y le tocó la frente
mientras suavemente acariciaba su cabello enredado―. Ah, Lindsey, eres mi
redención. Eres todo lo que tengo que mostrar en mi vida. Siempre lo fuiste. Eso
nunca fue una mentira. Por lo tanto, no puedo dejarte así.
Ella lo miró y levantó las cejas como diciendo: “¿ese es tu movimiento?”.
Tragó y su cabeza dio vueltas. No quería nada más que mentir de nuevo y nunca
volver a moverse. Pero, ¿qué pasaría con Jessie? Él estaba amenazando a Jessie. No
podía dejar que eso pasara.
Poco a poco pasó las piernas por el borde de la cama y se tragó la
nauseabunda bilis que subió hasta su garganta. Tembló, sus piernas también
temblaban. Su cuerpo todavía gemía de dolor por las contusiones.
―No va a funcionar. Él me encontrará donde quiera que vaya y me matará.
―Él está a punto de ser el hombre más seguido y fotografiado en Virginia y
DC. Así que, no, no lo hará. El hombre es tan ambicioso como yo solía ser. Nada
descarrilará sus planes o su campaña. Sabrás dónde está en todo momento, 182
simplemente porque está a punto de convertirse en una figura pública. Claro, va a
voltear la casa y después dirá que este ataque te hizo irte por razones de seguridad.
Sólo va a sacar lo mejor de ello. Confía en mí, lo sé, porque es lo que yo haría en su
posición. Si crees que yo soy él, entonces debes creer que sé cómo va a reaccionar.
Y tienes que irte.
La camiseta larga que llevaba se deslizó sobre sus rodillas. Ella dio un paso
hacia delante y se tambaleó, sosteniéndose de la mesita de noche antes de dar otro.
Luego otro.
Él asintió en señal de aprobación.
―Eres Lindsey Bains, no Lindsey Johanson. No te olvides de la buena
Lindsey. Hubo algo bueno entre nosotros. Tú representas todo lo bueno en mí. No
dejes que lo que hice cambie algo de eso. Por favor, Lindsey.
Ella entró en su armario y volvió a salir con unos jeans y una sudadera. Él la
ayudó a vestirse y el puro surrealismo de eso le dio una sensación falsa. Como si lo
hubiera inventado. No estaba siendo atendida por su padre muerto y a punto de
dejar a Elliot. No. Eso no estaba sucediendo. No podía suceder. Estaba en una
enorme pelea con la negación evocando a su padre, porque en esencia, él era el
hombre que quería que viniera a rescatarla. Una vez, había ido a él para todo: por
respuestas, por amor, y en última instancia, por protección. Y era quien quería que
la ayudara. Eso la hacía una traidora malvada con Jessie.
Su padre era todavía un hombre alto y fuerte. Se movía con la misma demora
que beneficiaba a un hombre que comandaba un ejército. Él puso su brazo debajo
de ella.
―¿Hay algo sentimental que desees mantener?
―Mi bolso. Tiene todas mis cosas. Algo de ropa. Tal vez una chaqueta.
Su rostro se volteó para mirarla a los ojos.
―¿Harás esto, entonces? ¿Realmente lo harás?
Ella se encogió de hombros. Tenía que ser un sueño de todos modos, ¿así que
por qué no pretender escapar de su prisión?
Él le apretó la mano.
―Esa es mi chica. Esa es mi soldado. Todavía estás ahí. ―Besó la parte
superior de su cabeza y puso su mano sobre su mandíbula.
―¿Qué vas a hacer? ¿Caminar hasta Noah y decirle “aquí está ella”?
―Más o menos. No te voy a dejar aquí, sea lo que sea que haga.
―Estás loco. Esto no va a funcionar. 183
―Lo hará. ¿Y Lindsey? Te quiero. Si nada más te convence de eso, sólo quiero
que sepas que estoy con una correa corta. Si se dan cuenta de que volví aquí, me
van a terminar. Tengo que irme esta noche. Pero si muero ahora, esta vez de
verdad, al menos sabré que te llevé con seguridad lejos de Elliot, y entonces habrá
valido la pena. Eres todo lo que me queda digno de algo.
Ella soltó un bufido.
―No importa. Estás como muerto para mí
―Ah, cariño, no me descartes todavía.
―Todavía te odio. Siempre te odiaré.
Él sonrió mientras tiraba suavemente de ella hacia delante para bajar las
escaleras.
―Si sólo tuviera un centavo por cuántas veces he pensado eso también. Está
bien, cariño, siempre y cuando te vayas de aquí. Puedo aceptar eso.
N
oah empujó la botella de agua en el asiento del pasajero. ¿Cuánto
tiempo más podría hacer esto? Jessie parecía pensar que podía
hacerlo de forma indefinida. Pero tenía un trabajo al cual volver. Y
cuentas que pagar. Una familia a tener en cuenta. Casi había abandonado a la
pobre Tessa, dejándola al cuidado de Penny. Ellos no sabían lo que estaba pasando,
sólo que había tenido que irse. Les dijo que era importante y que se los diría
cuando pudiera.
La cosa era: que era importante. Pero tenía que hacer algo más que sentarse
en un coche y mirar a la casa. Recogiendo un cacahuate de la lata de frutos secos a
su lado, egoístamente se preguntó cuánto podría soportar aquí sentado. Le daba
un nuevo significado a la palabra “aburrido”. Adormecedor de mente. Agotador.
Se puso tan inquieto, que pensó que podría rayarse los malditos ojos.
184
Pero Elliot estaba allí una gran parte del tiempo y nunca mantenía un horario
consistente. A veces, se iba durante veinte minutos, otros por dos horas. Era
imposible saber cuánto tiempo. Y ese hombre zalamero que siempre estaba en su
presencia se quedaba allí todo el día.
Comió los cacahuates tostadas con miel, levantando la vista para ver a un
hombre arrastrando los pies por la acera. Era alto, no tan alto como Noah, y calvo.
Caminaba encorvado como a menudo hacen los ancianos. Se detuvo de repente a
unos tres metros del coche de Noah y miró hacia arriba, directamente a Noah a
través del parabrisas. Noah se quedó tan sorprendido, que dejó caer la lata de
cacahuates, que se derramó sobre sus pies y en la alfombra del piso.
¿El general Travis Bains?
Parpadeó y se pasó una mano por los ojos. No. De ninguna manera. Su
aburrimiento estaba obviamente haciéndole delirante ahora. El general estaba
muerto hace tiempo.
La aparición hizo un gesto hacia él, pero él se quedó allí sentado sin moverse.
No. El desconocido no podía conocerlo. No podía ser un hombre muerto
caminando. Los labios del fantasma se fruncieron mientras rodaba sus ojos, dando
un paso adelante a la puerta del pasajero y moviendo el mango mientras indicaba
a Noah que abriera.
El hombre dio unos golpecitos en la ventana.
―Por el amor de Dios, Noah, ¡sí! ¡Soy yo, Travis Bains! Despierta. Los zombis
no se están apoderando de las calles. Ahora, abre el maldito coche.
Sus dedos finalmente respondieron e hizo clic en las puertas abriéndolas.
Bains se deslizó en el asiento.
―¿Cómo puede estar aquí?
―Porque no morí. Todo fue falsificado. Es una larga historia. Nadie sabe que
estoy vivo, excepto cinco personas, y ahora tú. Que siga siendo así. Hice lo que
nadie más pudo hacer; conseguí dar el primer paso. Ella me escuchó. Como
siempre lo ha hecho. Los hábitos de toda la vida no pueden ser totalmente
borrados.
Noah tomó un agudo aliento.
―Sucio, maldito, hijo de puta.
Él hizo un gesto con la mano alrededor.
―Sí, sí, soy todo eso y más. Pero no Lindsey. Ella está a la vuelta de la
esquina en este momento, escondida detrás del seto frente a la casa azul. Recógela.
Después conduce como el infierno y llévala tan lejos de él como sea posible.
Conduce hasta que tus ojos literalmente, estén a punto de caerse. Cuanto más lejos
llegues en este momento, menor será la posibilidad de que ella vuelva. Ella no 185
querrá escucharte. No como hace conmigo. Pero tienes que convencerla. Puedes ser
amable con ella más tarde. Más tarde, cuando no sea su prisionera. No te subas a
un avión. Sólo conduce. Y sólo paga con dinero en efectivo. Termina por conseguir
llevar a mi hija tan malditamente lejos de ese monstruo narcisista como sea posible.
Su boca se quedó boquiabierta.
―¿Captó eso?
―Apenas. Y quiero decir a duras penas. ¿Me entendiste? Ella está al ancho de
hilo de regresar.
Noah lo miró por un momento prolongado de silencio.
―Debe tener una profunda hipocresía en esto, ¿no es así? Hubo un momento
en que usted era el monstruo, y Jessie estuvo a sólo el ancho de un hilo de escapar.
Bains resopló.
―Sálvala, Noah. Eso es todo lo que importa.
―¿Va a matar a Elliot?
―Debería hacerlo. Pero no, no tengo tiempo suficiente. Pensé que tenía que
alejarla de él. Y por suerte para mí, aquí estabas tú, sentado como un idiota. ¿Cuál
era tu plan, por cierto?
Él casi se sonrojó. Está bien, no tenía nada ahí, liberar a Lindsey galantemente
de su situación como Will hizo por Jessie. Bueno, estaba esperando pacientemente
y buscando la oportunidad. Era… bien, mierda, estaba haciendo exactamente como
Jessie le dijo que hiciera.
Bains negó y llegó a la puerta.
―Eso no importa. Sólo sal de aquí. Y no, ¿me oyes? NO LA LLEVES con
Jessie y Will. Ni siquiera la lleves al mismo estado en el que viven. ―Le entregó a
Noah un trozo de papel―. Memoriza esto y deja una nota para mí. Dime dónde
está ella. Tengo que saberlo Tengo que saber que está a salvo. ¿Harás eso por mí?
La áspera pregunta sonó casi cortés. Era bastante obvio que Bains no tenía ni
idea de cómo ser cortés o de pedir correctamente favores.
―¿No puedo enviárselo por correo electrónico?
―Nop. La tecnología es toda trazable y supervisada. Haz eso por mí.
―Está bien. ―Con el consentimiento de Noah, Bains asintió y salió del
vehículo.
Noah chilló alrededor de la esquina, casi volcando el coche en su prisa por
encontrarla. Lindsey se puso de pie mientras él se detenía. Tenía un gran abrigo
sobre ella, con la capucha arriba. También tenía un pequeño bolso y otro bolso, 186
pero salió de la casa con casi nada a su nombre.
Ella entró y no miró hacia él, ni siquiera le preguntó qué demonios estaba
haciendo allí. No reaccionó a nada de eso, pero se puso el cinturón de seguridad en
silencio. Noah la miró por un momento, antes de sacudirse de nuevo y poner
atención y obedecer el consejo de Bains. Condujo.
Los kilómetros pasaron veloces junto a ella y aferró el cinturón de seguridad
a su alrededor, pero miró hacia el frente. Él hizo clic en la radio, en un intento de
aliviar la horrible tensión de ahí dentro. ¿Qué podía decir uno en tal situación? No
había palabras que pudiera encontrar para explicar su ayuda para escapar del
violento depredador con el que estaba casada. O, para hablar sobre su reacción al
enterarse de que su padre no había muerto, y que acababa de hablar con ellos. Las
manos de Noah agarraron el volante robóticamente mientras trataba de mantener
su mente en conducir en lugar de las miles de preguntas que se habían enconado
en su cerebro.
Después de cuarenta y ocho kilómetros pasando en el odómetro, él cerró su
mano casualmente sobre el volante.
―Entonces, el general no está muerto después de todo.
No la miró, sino que mantuvo su mirada fija al frente. La sintió moverse en el
asiento mientras lo miraba en silencio. Finalmente, él lanzó una mirada en su
dirección con una pequeña sonrisa.
―No. Pensé que lo estaba inventando.
―¿Sí? Yo también. Tuvo que golpear físicamente mi ventana antes de creer
que no era más que una aparición.
Ella no le respondió. Silencio. Otros ciento sesenta kilómetros. Doscientos
cuarenta kilómetros. La oscuridad se instaló y Noah cambió a la estación de
noticias. Entonces la radio habló. Después de sentirse más inteligente y más
educado, cambió de nuevo a música. Se frotó los ojos y se movió en su asiento,
haciendo todo lo que pudo para mantenerse despierto y mantenerse conduciendo.
¡Mierda! ¡Prácticamente se había robado el coche de alquiler! ¿O era un robo?
¿No podía simplemente devolverlo en otra sucursal de la agencia? Tendría que
averiguarlo. Mierda, no era bueno ser un fugitivo. O lo que sea que Lindsey y él
fueran etiquetados ahora. Tenía tantas preguntas, pero no superaban en número a
sus temores. No era el hombre adecuado para hacer esto. Pero… era el único
alrededor. Suspiró alto. Así que allí estaba: corriendo por todo el país con una
187
mujer casi en estado de coma después de que su padre muerto había insistido en
ello.
Se detuvo finalmente por gasolina, sintiéndose un poco preocupado por la
advertencia del general. ¿Trataría de sorprenderlos ahí? Hacía mucho tiempo que
ella se había desplomado contra la puerta con la cabeza apoyada en la capucha de
su abrigo.
¿Cómo se vería realmente? No lo sabía. Ella apartó la cara y mantuvo la
capucha del abrigo arriba, bloqueando la mayor parte de su perfil.
―¿Quieres algo?
―Agua.
―Está bien, agua será. ―Él hizo una mueca, pensando que sonaba como un
completo idiota. Su voz era demasiado alegre. Pero no tenía ni idea de qué otra
manera hablar con ella. O incluso qué tono usar con ella. No tenía idea de cómo
atravesar su extraño estado, casi catatónico.
Compró café y agua para ella, así como algunas barras de chocolate y patatas
fritas. También agarró algunos artículos de almuerzos pre-elaborados y un par de
manzanas de aspecto triste que la tienda de conveniencia tenía al lado de la caja
registradora. Sus ojos estaban clavados en Lindsey, pero por suerte, ella nunca se
movió. Con algo de alivio, por fin se sentó en el coche.
―Hay algunos aperitivos si tienes hambre. ― Sí, eso debería ayudarla.
―No tengo hambre.
Comenzó a conducir de nuevo. Otro par de horas transcurrieron. Él bostezó,
sintiendo el agotamiento. Cruzó todo el estado y fue perdiendo fuerza. Su
adrenalina se desvanecía rápidamente.
Después de quince horas de conducir, tres paradas en el baño, tres paradas
por gasolina, y cuatro barras de caramelo, ella finalmente le preguntó a Noah:
―¿A dónde vamos? ―Levantando la cabeza fuera de la ventana. Era la
mayor actividad que había mostrado hasta el momento.
¿Se atrevería admitir la verdad?
―No lo sé. Él me dijo que sólo tenía que conseguir llegar lo más lejos que
pudiera, tan rápido como pudiera Así que lo hice.
―¿Él, siendo mi padre? ¿Y pensaste que era una buena persona y obedeciste?
Él torció el cuello atrás y adelante.
―¿No? Sí. No tengo ni maldita idea.
Ella soltó un bufido.
―Entonces, ¿estás conduciendo a una velocidad vertiginosa sin destino en 188
mente?
―Sí, mucho. Imaginé que la costa opuesta podría ser un buen lugar para
empezar. Me advirtió que no te llevara con tu hermana y Will.
―Es probable que tenga razón. Estoy segura de que sabe cómo reaccionaría
alguien como Elliot.
―Tengo que llamar a Jessie. Tiene que ser un desastre total para ahora.
―Pensé que ella estaba detrás de esto. No pudo venir por el bebé, por lo que
te envió.
―No. De hecho, me ofrecí como voluntario.
―¿Cómo pudo ella averiguarlo? ―El tono de Lindsey sonaba muerto. No
había ni rastro de sentimiento o de inflexión. Era el mismo tono de alguien
recitando una lista de vocabulario que pudiera usar. Parecía ignorar cualquier
sentimiento acerca de su situación.
―No lo hizo. Lo hice yo.
Su rostro buscó el suyo en la primera señal de reacción por parte de ella. Él
hizo una mueca cuando lo encontró. Ella estaba decolorada, con una coloración
amarillenta de las contusiones en su cuello y mandíbula. Su ojo estaba todavía
incómodamente hinchado y un feo corte atravesaba su frente.
―¿Cómo? ¿Cómo es posible que lo adivinaras?
―¿Cómo iba a no hacerlo? Y más al punto, ¿cómo no ver todas las
sugerencias que intentaste dejar para nosotros? Lo peor de todo, es que a pesar de
la mala sensación en mis entrañas, todavía te fuiste con él. Sin una última palabra
de preocupación o de cuidado. Creo que lo supe, pero no podía aceptarlo.
―¿Qué te hizo cambiar de opinión?
―La cicatriz.
―¿Cuál cicatriz?
―La que le mostraste a Tessa. La que conseguiste en “tu relación anterior”.
La cosa es: Jessie me dijo que no habías tenido relaciones anteriores hasta Elliot.
Ella asintió.
―Sí, ahora puedes ver por qué nunca se lo dije a nadie. Se lo dices a alguien,
y un montón de otras personas lo averiguan.
―¡Deberías haber gritado hacia nosotros por no haberlo visto!
Ella se encogió de hombros. 189
―Sé lo que estás pensando. ¿Por qué no me quedé en Washington? ¿Por qué
no te lo dije? ¿Por qué no pude hacer algo?
―No. No es lo que no hiciste. No creo que esto sea tu culpa.
―Sí, lo haces. Debes preguntarte por qué no me fui. Por qué volví con él.
Tienes que preguntarte qué es lo que me pasa por querer tal cosa.
Su corazón se sentía como si toda la sangre hubiera sido bombeada fuera de
él. Se sentía completamente agotado. Ella realmente creía eso.
―No. No, Lindsey. Como no culpo a Tessa ni a sus seis hijos. ¿Debo estar
resentido con ella? ¿En vez de ayudarla? ¿O enviarla de regreso porque se quedó
con el abusador también?
Todo el torso de Lindsey se puso rígido.
―No.
―Entonces, ¿por qué siquiera sugieres que podría pensar eso de ti?
Ella se quedó en silencio. Entonces dijo:
―No quiero hablar más.
―Está bien. Por supuesto. Sólo… ¿tienes alguna idea de a dónde debemos ir?
Ella se encorvó otra vez, apoyando la cabeza en la capucha del abrigo
mientras cerraba los ojos.
―Sí. Sigue conduciendo al oeste. Hay un lugar al cual ir. El lugar que
siempre imaginé si alguna vez me alejaba, y al que me gustaría ir.
―¿Te importaría decirme dónde está?
Ella no respondió, sino que simplemente cerró los ojos.
* * *
Cada cuerpo humano tiene sus límites físicos, y Noah no podía conducir otro
kilómetro. Estaba tan cansado que temió pudiera dormirse. Casi veinticuatro horas
desde que recogió a Lindsey habían transcurrido antes de que finalmente se
detuviera en un motel de carretera. Parecía lo suficientemente limpio, y estaba
situado justo afuera de la interestatal.
Detectando un auto-servicio, consiguió una comida blanda, grasienta que olía
delicioso para él. Después de seis barras de chocolate y tres bolsas de papas fritas
saladas, el aroma era como la cena de Acción de Gracias. Ordenó algo para
Lindsey también, pero ella no se inmutó ante su consulta o el olor de la comida 190
caliente. No estaba bromeando cuando dijo que no tenía hambre. Agua era todo lo
que ingería.
Él le tocó el hombro, casi con miedo de hacerlo. Finalmente ella murmuró y
levantó la cabeza.
―Estamos en un motel ahora. Tenemos que detenernos para la noche.
¿Prefieres tu propia habitación? O bien, ¿deseas compartir una?
―Compartir.
Él retiró su mano, sin saber si estaría de acuerdo con ese tipo de alojamiento.
Bien. Rápidamente se registraron con la recepcionista y agarraron su escaso
equipaje antes de llevarlo dentro. Lindsey finalmente, después de varios minutos,
apareció en la puerta, manteniendo la cabeza hacia abajo.
―No me siento muy bien. He estado con cosas desde entonces… cosas
sucedieron. Así que estoy un poco fuera de todo.
Su corazón se detuvo y sus manos se volvieron húmedas. Jesús. ¿Qué podía
decir a eso?
―¿Puedo hacer algo? ―Él levantó las manos, con sus palmas hacia arriba,
como si pidiera orientación.
Ella se encogió de hombros sin comprometerse, pero levantó los ojos hacia él.
Le resultaba casi doloroso mirar su rostro. Tuvo que tragarse su repulsión y dolor.
Elliot obviamente la había estrangulado. Su cuello estaba negro y azul. Elliot puso
sus brutales manos en su delgada, blanca, garganta vulnerable y apretó. El
estómago de Noah casi escapó con la imagen en su mente. ¿Quién podría hacer
una cosa así? ¿Cómo podría alguien hacerle algo así a otro ser humano? Por no
hablar, ¿de a su propia esposa?
―¿Por qué estabas allí? ¿Por qué estabas estacionado cerca de mi casa?
―Tenía la intención de hacer algo.
Ella tenía la cabeza inclinada.
―¿Qué? ¿Qué es lo que querías hacer?
Él se encogió de hombros, con aspecto desinflado en la cama, con las piernas
abiertas mientras miraba la andrajosa, verde alfombra.
―No lo sé. Sabía que tenía que hacer algo. No sabía qué. Me sentía más cerca
de ti allí, a pesar de que no estabas ni un maldito pequeño pedazo de bien. Sentí
como si tal vez, con el tiempo, se me ocurriera algo. Fue una estupidez. Fui un
inútil.
―No. No fuiste estúpido. Esa es probablemente la cosa más bonita que jamás 191
he oído decir a alguien. Probablemente sea la mejor intención que alguien pueda
tener.
Él se burló.
―No soy como tu padre, o Will, que estoy seguro hubieran logrado tu rescate
en cualquier momento.
―No. Pero mira el hombre que realmente me llevó por la calle, dejando mi
casa en el espejo retrovisor. Así que sí. Hiciste algo. ―Ella dejó escapar un largo
suspiro―. Estoy cansada. Necesito dormir.
―Está bien. Iré a dar un paseo. Tómate todo el tiempo que necesites. Trataré
de no molestarte.
Ella asintió mientras se levantaba y daba un paso hacia la puerta.
―Gracias, Noah. Por hacer algo. Pero nadie puede saber acerca de mi padre.
Destruiría a Jessie. Y luego, todo esto sería para nada.
―¿Todo a cambio de nada?
―Bueno, sí, él amenazó con decirle a Jessie que aún estaba vivo. Eso es lo que
me hizo finalmente levantarme y salir.
―E s bastante malo, Jessie.
La respiración de Jessie se estancó en la línea
telefónica. Cuando volvió a hablar, su voz era
estrangulada por las lágrimas.
―¿Qué le hizo él?
―En primer lugar, ella admitió estar “en algo” desde que esto sucedió, y su
cuello está cubierto de moretones. El hijo de puta la ahogó. Su frente tiene un corte
profundo y un enorme nudo. Su rostro está todo hinchado. No he visto nada más
de ella, y no hay ninguna posibilidad de que pueda compartir lo que sucedió. No
habló durante casi veintitrés horas. No tengo los detalles.
―¿Cómo conseguiste que saliera? La última vez que hablé con ella, estaba tan
catatónica, que no parecía registrar incluso que había dado a luz a la bebé. 192
―Sólo le dije que tú lo hiciste, así que ella podía. La puse en mi coche y
conduje. Conduje hasta donde pude y hasta que renuncié por agotamiento.
―¿A dónde van?
―Ella no me lo dijo.
―¿Qué quieres decir con que no te lo dijo? ¿Ella tiene un lugar real en mente?
¿En qué estado?
―No me lo dijo. Sólo me dijo que debería conducir a la Costa Oeste.
Jessie se quedó en silencio por un largo momento, y luego se echó a reír bajo.
―Ella es brillante. Haz exactamente lo que te diga. Tiene razón. La vieja
Lindsey aún podría estar en alguna parte.
―Jessie, es posible que no llegues a ver la vieja Lindsey nunca más.
Su toma de aliento fue aguda.
―No. Pero tal vez algún día, pueda ver a una nueva.
Él entró en la habitación del motel para encontrar a Lindsey en la cama ahora
con las sábanas herméticamente sobre ella. Ya había cerrado las cortinas y apagado
las luces. Su respiración sonaba regular. Noah recogió su tibia comida rápida y se
la comió, mientras se preguntaba qué hacer a continuación.
* * *
* * *
198
Ella comenzó a alejarse, pero la declaración de Gretchen la detuvo.
―¿Unos pocos días? ¡No! Unos pocos días no harán nada por ti. Te quedarás
todo el tiempo que sea necesario. Supiste eso todo el tiempo. Debes darte cuenta de
que sé de esas cosas. Y hago esto para vivir. Ayudo a la gente, Lindsey. Y si alguien
necesita ayuda, esa eres tú en este momento.
―No vine para que pudieras aconsejarme. Vine porque Elliot no sabe nada
de ti.
―Sé por qué viniste. Eso no quiere decir que no pueda ayudarte.
―Quieres decir que lo intentarás. Tratarás de ayudarme.
Ella asintió lentamente.
―Está bien, entonces trataré de ayudarte.
Lindsey le dio a Noah una mirada rápida.
―Tú no tienes que quedarte.
Él tomó una bocanada de aire con sorpresa.
―¿Es una broma, espero? ¿Debería irme?
Gretchen se adelantó.
―No, no, por supuesto que no, Noah. Puedes quedarte en mi oficina. Por
favor. Eres más que bienvenido.
Lindsey levantó las cejas mientras apretaba los labios.
―Agradezco que me trajeras aquí.
Moviendo su mano, él usó un dedo para tocar su brazo en un contacto suave.
―Por supuesto.
Ella apretó el brazo más cerca a su lado y él dejó caer la mano. Ella asintió y
se volvió para salir de la habitación. La niebla se estaba levantando de su cerebro y
el desconcertante efecto de las píldoras se había ido de su sistema. Las extrañaba, y
las quería ahora. Pero aquí nadie se las daría. Lo sabía. Gretchen y Noah eran
demasiado nobles y buenos para disfrutar de ese tipo de cosas. Pero mierda, cómo
deseaba el olvido otra vez y no tener que pensar más. La ausencia de sensaciones.
Encontró la habitación de invitados y cayó sobre la cama. Levantando sus
piernas para meterlas contra su pecho, ni siquiera se molestó en quitarse el abrigo
o deslizar la colcha sobre la cama.
* * *
Noah y Gretchen se miraron el uno al otro después de que la puerta hizo clic
detrás de Lindsey con un toque suave.
199
―Me disculpo por imponerte mi presencia así. No tienes que dejar que me
quede aquí.
Gretchen lentamente retrocedió hasta que sus piernas chocaron con el sofá. Se
dejó caer, enterrando el rostro entre las manos. Noah se quedó allí, resistiendo la
tentación de acariciar su hombro y ofrecerle compasión. ¿No era esa la manera
correcta de reaccionar? No estaba tan seguro.
Ella levantó la vista mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
―Jessie me dijo que era bastante malo. Me dijo que estuviera preparada y
actuara de manera casual con ella. Pero… nunca soñé que vería eso.
―Ya pasó más de una semana y media también.
Ella se estremeció y tragó mientras pasaba una mano por su cara.
―Lo siento, Noah. Debes estar agotado. ¿Puedo ofrecerte algo? ¿Comida?
¿Bebida? ¿Alcohol?
Sus hombros cayeron. Se sentía bien, estaba muy bien para que le hicieran
una pregunta así. Se encontró con su mirada y sonrió lentamente.
―Algo de alcohol parece la mejor idea que he escuchado en mucho tiempo.
Ella se levantó y le devolvió la sonrisa.
―Sí, así es.
Él la siguió hasta la barra de la cocina, donde ella sacó una botella de vino y
dos copas de cristal. Después de verter una generosa cantidad en cada vaso, llamó
su atención.
―Normalmente no hago esto pero…
―Sí. Lo sé.
Chocaron sus copas para brindar por el éxito de su misión antes de beber el
vino copiosamente.
―¿Ella dijo algo?
Noah negó.
―No mucho. Estuvo drogada en un coctel de analgésicos y medicamentos
para la ansiedad durante un rato. Eso la mantuvo bastante fuera de todo.
―Una bendición, me imagino.
― Sí.
Él tomó un sorbo de vino mientras estudiaba a la ex esposa de Will sobre su
vaso. Era una mujer impresionante. En lugar de alta y construida como Charlize 200
Theron, tenía el cabello largo hasta los hombros que se rizaba alrededor de su cara
en atractivos mechones de platino. Sus ojos eran de un color verde esmeralda
oscuro, pero brillaban con una luz interior alegre y brillante. Sonreía con frecuencia
y facilidad. Incluso hoy. Emitía todas las señales de ser una persona muy
agradable. Una persona normal. Una persona ilesa. Era un cambio agradable para
Noah y se sintió cómodo a su alrededor. Ella era sólo de esa manera. Su franca,
honesta mirada estaba llena de una calidez que irradiaba de sus ojos y de
inmediato hacía a una persona sentirse familiar, como si la conociera por años, y
no por horas.
―Entonces, ¿estuviste casada con Will?
Ella agitó la mano, diciendo:
―Hace mucho tiempo. Nuestra separación fue bastante amistosa, y más tarde
me involucré con él de nuevo cuando Will decidió llevar a Jessie a tratamiento. Soy
terapeuta infantil, así que sabía algunas cosas sobre como navegar por el sistema.
―Nunca conocí a dos hermanas más trágicas.
La expresión de Gretchen se puso seria.
―Yo tampoco, pero nunca soñé que Lindsey tuviera tales horribles secretos
desgarradores. Cuando la conocí, era completamente diferente de la mujer que
acaba de entrar aquí. Pasamos mucho tiempo juntas durante el tratamiento de
Jessie. Hasta este momento, no creo que tuviera la primera pista de lo
profundamente que podía ocultar cosas. Después de que llevamos a Jessie con los
Clapsmiths y conseguimos instalarla allí, y ponerla en terapia. Las tres pasamos los
fines de semana enteros juntas, y ella era… impresionante. Quiero decir, muy
impresionante. Era muy agradable también. Hasta que conoció a Elliot. Yo nunca
lo conocí. Se casaron en una pequeña ceremonia rápida, ya que él sería desplegado,
y tuvieron que casarse con poco tiempo de aviso. Ni siquiera Jessie fue. Pero ahora,
estoy empezando a preguntarme…
―El propósito por el que ella se precipitó sobre él antes de que pudiera
averiguar cómo era en realidad.
―Lo más que nunca me dijo fue que era tan diferente de su padre.
―Estoy empezando a pensar que no.
Gretchen asintió y bebió su vino.
―¿Y tú? ¿Cómo acabaste aquí con ella? Lo último que supe, era que Jessie
trabajaba para ti, y Lindsey no te conocía, excepto para decirte hola.
201
―Lindsey se hizo cargo del trabajo de Jessie cuando se fue a reposar. ¡Fue
horrible en él! Por no hablar de extraña. Era tímida, nerviosa, e incompetente.
Ahora sé por qué. Pero justo cerca del final de su estadía en Washington, justo
antes de que el monstruo volviera por ella, empezó a cambiar. Sonreía. Hablaba. Se
echaba a reír. En realidad podía hacer el trabajo con una buena cantidad de
habilidades. Luego, él se presentó y Lindsey totalmente desapareció. Estaba
completamente asombrado. Me sentí enojado. Y lastimado… y ahora, estoy tan
avergonzado de las cosas groseras que pensé de ella.
―Ella estaba escondiéndolo de ti.
―Sí. Ahora puedo ver eso.
Se hizo el silencio entre los dos, y Noah volvió su mirada a su alegre, bonito
apartamento antes de preguntar:
―¿Y ahora qué? ¿Qué hacemos con ella? ¿Por ella? Ni siquiera sé cuál debe ser
el primer paso.
―Simplemente, seguir adelante. Ella se levantará mañana y la encararemos.
Hablaremos con ella y respetaremos sus estados de ánimo. Pero no andaremos de
puntillas a su alrededor, ni actuaremos como si no estuviera allí. Debe enfrentar la
música. Tiene que vivir con eso, pero si actuamos como si pudiera haber muerto,
eso no va a ayudarla.
Él asintió. Parecía un buen consejo. Le gustaba el sentido común práctico de
Gretchen, y su facilidad de comunicación. Le gustaba la forma normal que tenía y
con la que normalmente interactuaba. No tenía que preocuparse o estresarse por lo
que decía o cómo se lo decía a ella.
Ella ladeó la cabeza.
―¿No tienes una vida y una práctica a la cual volver?
―Sí. Casi abandoné mi práctica a mi socio. Nadie sabe dónde estoy o lo que
estoy haciendo. Pero a la luz de esto, nada de eso parece ni remotamente
importante ya. Ella era prisionera en su propia casa. Fue golpeada, y… ―Dejó caer
la cabeza entre las manos y soltó un estremecimiento de aliento―. Y simplemente
no puedo soportar irme de nuevo. No puedo soportar saber lo que le hicieron.
¿Qué pasa si sucumbe a su control otra vez y trata de volver? ¿Y si finalmente él la
encuentra?
Gretchen se encogió de hombros.
―Sólo sé su amigo, Noah. Escucha lo que necesita de ti. Y dale montón y
montón de tiempo y espacio. Pero lo que sea que decida hacer con Elliot está en 202
ella, Noah. No en nosotros.
―No puedo dejarla aquí. ¿Y si la encuentra?
―Lo dudo mucho. ―Gretchen se levantó y agarró una tableta, que encendió
antes de centrarse rápidamente en un artículo de prensa―. Él tiene un discurso
con el sindicato de comestibles hoy. Por lo tanto, nos limitaremos a rastrearlo.
Seremos los primeros en saber si desaparece. Sabremos entonces que tenemos que
hacer algo. Sin embargo, realmente no creo que ni siquiera tenga idea acerca de mí.
―¿Eso te hace incluso un poco reacia a tenerla? Con toda honestidad, ¿no
tienes reparos al respecto?
―Con toda honestidad, no, no los tengo. ―Gretchen sonrió amablemente―.
¿Quieres algo de cenar?
Él sonrió y respondió:
―No he comido lo que uno consideraría una cena decente en más de una
semana. Así que sí; sí quiero.
L
indsey se quedó en la cama durante casi una semana seguida. No
había nada lo suficientemente interesante como para que se levantara.
Sólo se levantaba para orinar y beber agua. A veces, comía la exquisita
comida que Gretchen hacía para ella. Para su profundo alivio, la dejaron sola.
Nunca llegaron y le exigieron que se levantara. No esperaban nada de ella. Sabía
que Noah todavía estaba allí cuando oía a menudo su baja voz retumbante al
hablar con Gretchen. Se preguntó por qué se quedó. ¿Cuánto tiempo tenía la
intención de hacerlo? ¿Qué tan bien él y Gretchen se llevaban? Debió haber sido
difícil para él, ya que él y Gretchen eran prácticamente desconocidos. Debería
haberle importado no hablar con Gretchen, o al menos, no decirle por qué había
ido allí. Ni siquiera le había dado las gracias por su hospitalidad. No hacía nada
excepto dormir y mirar el techo blanco. Ni siquiera sabía por qué lo hacía.
Rodando sobre la cama en el sexto día, Lindsey gimió. Eran casi las dos de la
tarde. Se había quedado en la cama durante casi veinticuatro horas de nuevo. La 203
cosa era: que no quería mantenerse despierta. No quería comer. No quería salir a la
calle, ni ver a la gente funcionar como gente normal, y seguir adelante con sus
vidas normalmente. No quería oír la televisión con comedias mundanas o ninguna
noticia deprimente. No quería hablar con Gretchen ni con Noah. No quería ver sus
expresiones de dolor, o la compasión en sus ojos. No quería soportar sus torpes
intentos por encontrar la manera de hablar con ella, y estar con ella, ahora que
sabían que era una víctima de abuso. Eso la hacía diferente. Especial. Patética.
Quería darse la vuelta y enterrar sus pensamientos en las sábanas. Quería
Xanex y Vicodin, cualquiera de las píldoras que Elliot adquiría para ella, que por lo
general tenía que tomar una semana o más después de su castigo. Que la ayudaban
a atravesar el dolor, y Elliot estaba más que dispuesto a promover eso.
Eventualmente, sin embargo, siempre las dejaba y tenía que enfrentarse a su
desgraciada existencia de nuevo. Trataba de ser cuidadosa y no quedarse
enganchada. Pero realmente las quería ahora. Quería simplemente irse al espacio y
desaparecer. No podía soportar la idea de enfrentarse a un mundo en el que su
padre aún estaba vivo y bien y viviendo en Canadá. No podía enfrentar un mundo
en el que Elliot podría alcanzar una importante e influyente presencia política. No
sabía cómo hacer para seguir con su vida después de dejar a Elliot tan
inesperadamente. Sólo pensar en su reacción a su desaparición daba lugar a
convulsiones que viajaban por su cuerpo. ¡No! ¡No! ¡No! Nunca debería haber
hecho esto. No podía soportarlo. El miedo, el terror abyecto que sentía sólo de
pensar en él, y lo que iba a hacer con ella, causaba que todo su cuerpo se
entumeciera.
Tampoco podía soportar la idea de enfrentarse a Noah, o ver la simpatía y el
dolor en sus ojos, mientras se mantenía preguntándose ¿por qué no pidió ayuda?
¿Por qué no se fue? ¿Por qué dejó que Elliot le hiciera esto? Por encima de todo, no
quería pensar cómo pudo haber dejado que esto le pasara.
Su vergüenza se convirtió en un nudo en su pecho. Era mucho más doloroso
que ninguna de las contusiones o cortes que sufrió a manos de Elliot. Sin embargo,
tenía que orinar y tenía sed. Ya era hora de enfrentar la realidad y ya no podía
esconderse detrás de su vergüenza, aunque prefiriera esconderse para siempre.
Abrió la puerta, siendo muy cuidadosa y tratando de mantenerse en silencio
en el pasillo al baño y usarlo. En el momento en que entró en la sala de estar, Noah
fue alertado de su presencia. Gretchen debía estar en el trabajo. Ahora, estaba sola
con Noah, y probablemente era el momento adecuado para que hablara con él.
Él se puso de pie con rapidez, dejando caer la tableta por la que se
204
desplazaba. Dio un vuelco al piso mientras Noah se daba cuenta justo antes de que
tratara de agarrarla y exclamara:
―¡Mierda!
A menudo se ponía nervioso a su alrededor y dejaba caer las cosas. O decía
cosas que sabía que no tenía intención de decir. Hacía muecas para sí mismo y
pasaba sus manos en varias ocasiones por su cabello cuando parecía no saber qué
hacer con ellas. Lo qué sucedía a menudo. Lindsey casi se sorprendió por el
arrastre de sus labios. Noah Clark, en ese momento, podría haber sido la única
persona viva que podría llegarla a hacer sentir a algo remotamente parecido a
sonreír.
Vestía jeans negros y una camiseta, con el cabello encrespado alrededor de su
frente. Había algo entrañable en él. Algo adorable, pero muy sexy. Había algo
fascinante acerca de un hombre que no quería verla sufrir o ser golpeada ni
violada. Un hombre que realmente nunca supo lo que pasaba con algunas mujeres,
pero que una vez que lo hizo, ¡cuidado! Fue a rescatarla. Condujo su silencioso
culo en estado comatoso por todo el país, sin ningún tipo de idea en cuanto a
dónde lo estaba dirigiendo. Ni una sola vez dudó de ella. Ni una sola vez discutió
con ella. Ni una sola vez desconfió de ella.
―¡Lindsey! ―Su tono sonaba feliz. Debió haber estado contento de que ella
se hubiera levantado. Luego pareció darse cuenta de que sonaba un poco
demasiado alegre para la situación. Se aclaró la garganta―. Quiero decir, hola.
¿Cómo estás?
Ella entró en la habitación, pero era tan malditamente brillante, tuvo que
hacer una pausa. Una pared entera era de ventanas con vistas a un bonito parque y
al barrio. Estaban a cinco pisos de altura y la brillante luz del sol centelleaba
furiosamente.
―Hola.
―¿Te sientes mejor? Quiero decir, ¿dormiste bien? ¿Te ayudó dormir?
Ella sonrió lentamente.
―Dormí. Ayudó. Me siento mejor.
Él negó y empujó sus lentes.
―No tienes que estar mejor, sólo que, ya sabes, ¿no tan en crudo?
Ella inclinó la cabeza. Esa era una buena descripción de cómo se sentía.
―Sí.
―¿Tienes hambre? ¿Tienes sed? ¿Qué puedo hacer por ti?
La idea de la comida era como arena para su boca y su estómago se apretó en
respuesta. Apenas había comido nada en semanas y estaba consumiéndose. Sus 205
ojos parecían hundidos en su cabeza y sus pómulos sobresalían con definición
antinatural. Así que, sí, debía comer.
―Está bien, voy a comer.
Rápidamente él dejó la tableta abajo y fue a la cocina, donde comenzó a
hurgar en los armarios y en el frigorífico. Le preguntó:
―¿Qué tal un sándwich? ¿Jamón y queso están bien?
―Está bien. ―Se acercó a la barra y se sentó en uno de los taburetes negros.
Noah se movió alrededor como si fuera amigo de la infancia de Gretchen, y no un
invitado de una semana, ni un extraño.
Aparentemente, debían haberse unido mientras ella dormía, casi catatónica,
en su habitación.
―¿Gretchen está en el trabajo?
Él se detuvo abriendo la bolsa de pan.
―Sí. Regresará alrededor de las seis. Iba a recoger una pizza para la cena.
Noah rápida y eficientemente hizo un sándwich que estaba mucho más allá
de lo que Lindsey se habría molestado hacer por sí misma. Se veía como de un deli
gourmet, hasta la lechuga y los tomates. Sonrió su agradecimiento mientras
tomaba un pequeño bocado, mientras él le servía un poco de limonada. Ella tenía
que beber. Volver al hospital para recibir tratamiento por deshidratación era la
última cosa que necesitaba. Tomó varias mordidas, y todo el tiempo, Noah la miró.
Él cambió de posición con obvio malestar, y finalmente inclinó las manos en el
mostrador.
―¿Así es que se sorprendió? ¿Conmigo? ¿Por esto?
Él tragó.
―Sí. Te das cuenta de lo impresionante que es, ¿verdad?
Ella miró fijamente al plato blanco.
―Lo hago.
—Quiere que te quedes aquí. Por todo el tiempo que necesites. No lo dice
para ser agradable tampoco. Realmente habla en serio. Dejó esto para que lo leas.
Leí algo de él.
―¿Qué es? ―preguntó Lindsey mientras tomaba la pila de material de
lectura. Vio inmediatamente algunos folletos sobre violencia doméstica. Había una
mujer con cara de tristeza, acurrucada contra una pared con la cabeza apoyada en
las rodillas. Deprimente. Patética. Víctima. Sólo… ¿No también se encogió frente a 206
una pared, y mantuvo sus rodillas hasta su cara, tratando de borrar las imágenes
de lo que acababa de vivir y atravesar? Los panfletos representaban algunas de las
señales y síntomas de violencia doméstica. Explicaban el ciclo de abuso. No. No el
ciclo con Elliot. Él simplemente lo hacía cada vez que le daba la gana, a menudo sin
provocación. Empujó los folletos lejos con desdén.
―Gretchen dijo que debías ver todos estos para empezar.
Lindsey enarcó las cejas.
―Ustedes dos parecen bastante cercanos.
Él levantó la mirada, su expresión desconcertada por su tono.
―Claro. Ella es realmente agradable. No lo sé.
Lindsey se quedó mirando su comida. La mitad del sándwich era todo lo que
podía manejar, y empujó el resto lejos. Con un profundo suspiro, dijo:
―Te debo algunas respuestas.
Él negó.
―No. No me debes nada.
Ella levantó la cabeza.
―Te lo debo todo, Noah.
―No habrías venido sin él. No fui yo quien te sacó.
―Sí, pero tú estabas allí. Estuviste sentado allí, esperándome. Estabas
esperando ayudarme cuando se presentara la oportunidad. Si no hubieras estado
allí, no habría tenido ninguna manera de salir. Así que lo que hiciste fue
importante. Fue, tal vez, lo más importante que alguna vez hizo alguien por mí.
Él se enderezó.
―No me importa eso. No me importa nada de lo que hice. No quiero que
sientas que me debes algo. No quiero tus disculpas tampoco. Sólo haz esto por mí:
quédate aquí, Lindsey. No regreses. Por favor. Haré cualquier cosa para
asegurarme de que no vuelvas con él.
―¿No quieres saber por qué regresé con él en primer lugar?
Noah negó.
―Por la misma razón que Tessa lo habría hecho. Por vergüenza. Por pena.
Por miedo. Llámalo como quieras. Sin importar por qué lo hiciste; lo que importa
es dónde estás ahora.
¡Qué hermoso pensamiento tenía Noah! Sin importar por qué regresara, sólo
que estuviera lejos de ello ahora. Era también un montón de mierda. 207
―¿Qué quieres decir, con lo que Tessa habría hecho?
Él asintió.
―Fue justo como dijiste. Ni siquiera una semana después de que te fuiste,
Dean regresó a casa y empezó a llamarla. Le soltó todo tipo de mierda sobre cómo
iba a cambiar y cómo ella necesitaba volver a casa. Ella en realidad lo consideró
incluso después de que le dije directamente en la cara todas las razones por las que
no podía. Una vez que la convencí de vivir conmigo, bien, eso ayudó. Ya no habla
sobre hacer eso, o al menos no tanto.
Lindsey se atragantó con la limonada que trataba de sorber.
―Espera, ¿qué? ¿Mudaste a Tessa y sus seis hijos a tu casa?
Él se encogió de hombros, sintiéndose evidentemente incómodo con sus
preguntas.
―Es sólo temporal y hasta que puedan ponerse de pie. Y también es para
asegurarme de que no vayan a volver a casa.
―Noah, ¡no puedes mudar a una extraña mujer y a sus seis hijos contigo! Eso
es una locura. Es algo loco. Es demasiado. Es… bueno, es la cosa más irreflexiva
que he escuchado a alguien hacer.
Él caminó alrededor de la puerta de la cocina.
―No sé nada de eso. No podía dejar que se fuera de nuevo con Dean. Y
necesitaba una casa para todos esos niños, y tengo una enorme, casa antigua, con
todas esas habitaciones sin utilizar. Así que parecía como, ¿por qué no? No podía
soportar la culpa de dejarla ir, sobre todo si la lastimaba de nuevo. Además, no son
tan malos, y los niños aman a mis perros. Me ayudan a cuidar de ellos. Se podría
decir que están cuidando de la casa por mí.
―Pero ¿qué pasa con Dean? ¿Y si va tras ella? ¿O tras de ti? No, no deberías
haber hecho eso.
La mandíbula de Noah se apretó.
―Nadie dejará que eso suceda. La policía de mujeres maltratadas está
trabajando con ella y protegiéndola. La comunidad actualmente lo rechaza. No
está bien, Lindsey. Las personas no aprueban lo que le hizo. Asimismo, no se
sientan alrededor, queriendo castigarla porque no se fue. No fue nunca su culpa.
Toda fue de él.
Lágrimas pincharon sus ojos. Dios, él era tan maravillosamente bueno. Estaba
segura de que nunca había conocido a otro hombre como él. Mantuvo la mirada
baja.
208
―Por supuesto, no fue su culpa. Tenía seis hijos y ningún medio de apoyo
para ellos.
Él se acercó a ella y ella pudo sentir el calor de su cuerpo. La proximidad de
su presencia física la consoló. Había pasado mucho tiempo desde que alguien
había estado tan cerca de ella sin que le repeliera o le instigara pensamientos
temerosos. Puso su mano en su barbilla y levantó su mirada hacia él.
―No fue tu culpa. Del mismo modo que no fue su culpa. Con niños o sin
niños.
Sacudiendo la cabeza, ella trató de tirar de su barbilla de su agarre.
―Lo fue. Lo es. Me refiero a técnicamente, sé que no me pegué yo misma. Sé
que él tenía el problema. Pero me quedé. Podría habérselo dicho a alguien. A
cualquier persona. Podría haber llamado a la policía. Pero no hice nada. Me quedé
allí, en el hospital y el policía estaba justo a mi lado. Y le dije que un extraño me
atacó, al que nunca había conocido antes. ¡Le dije eso! ¡Voluntariamente seguí con
eso! Así que, por favor, dime, ¿cómo es que no es mi culpa?
Sus dedos se apretaron en su barbilla, y de nuevo, en silencio exigieron su
contacto visual. Pero no había una cosa dañina o hiriente en sus manos. Sus dedos
eran largos y fuertes, pero muy suavemente la abrazó, haciendo su corazón
hincharse de gratitud. La miró y sus ojos azules brillaron con intensidad. Con
cuidado. Con lágrimas. Su corazón casi cayó al suelo. Había lágrimas en sus ojos;
¿Eran por ella?
―Lindsey, él lo hizo. No tú. No es tu culpa. Tú eres una víctima. Eres una
completa víctima de Elliot Johanson. Eres una víctima de violencia doméstica, si
deseas llamarlo así o no, sin duda es lo que eres.
―Me quedé así por elección.
―No elegiste eso. No lo hiciste. ―Él mantuvo su mirada fija en ella y en voz
muy baja dijo―: No es tu culpa.
―Lo es. Es mi culpa.
―¡No, no lo es! ¿Por qué estás tan obsesivamente centrada en eso? No es lo
que te hicieron, sino cómo te sientes o lo que vas a hacer al respecto ahora. No es
cómo Elliot debe ser castigado por ello, pero ¿eso es tu culpa? ¿Por qué es que todo
lo tomas a partir de esto? Eso no tiene nada que ver con esto.
―¿No tiene nada que ver con eso? Yo debería haber sido diferente. Más
fuerte. Mejor. Sabes eso, Noah. Lo sabes en tu corazón, debería haberlo dejado. El
día que fue por mí, estabas allí. Justo allí. Todo lo que tenía que hacer era decir:
“Noah, no puedo irme con él”. Y sabía incluso entonces, que me habrías ayudado. 209
Qué me habrías ayudado como lo hiciste con Tessa. Pero en su lugar… te empujé y
lo seguí como la buena chica que siempre he tratado de ser para él. Hacía
exactamente lo que decía. Siempre. Esa fue mi culpa.
―Eso es un montón de mierda. Eso es algo que él necesitaba que creyeras.
Total y completamente te jodió la mente, junto con todo lo que te hizo. Lo vi. En el
momento en que entró en la clínica, al instante te convertiste en su indefensa
víctima. Dime, Lindsey, ¿cuáles fueron algunas de las cosas que te dijo que te haría
si alguna vez lo dejabas?
Ella se mordió los labios y negó, presionando sus manos en sus sienes. Le
estaban latiendo.
―No. No, no quiero hablar de eso. O nada de eso.
―Yo tampoco. Pero, no puedo dejarlo pasar. Demasiado pronto o no, no
puedo dejarte seguir pensando que de alguna manera merecías esto, o que es tu
propia culpa. ¡Lee los panfletos! ¡Lee las estadísticas! Lee cómo tu reacción fue
normal y no una anomalía. Y empieza por decirme con lo que amenazó hacerte.
Ella miró fijamente la encimera. Era de granito negro con remolinos de color
malva y beige que parecían sinuosas venas a través del color sólido.
―¿Lindsey? Por favor. Empieza por ahí. Dime lo que puso en tu cabeza, lo
que prometió que te haría. Él no está aquí. No te puede oír. No puede verte. No
puede llegar a ti. Nunca sabrá lo que me dirás. Nunca. Estás completamente segura
para hablar conmigo.
Ella se miró las puntas de los dedos mientras tocaba cada una, luego otra, y
otra. Finalmente, murmuró:
―Me decía casi cada vez que me golpeaba, que si alguna vez lo dejaba, me
cazaría. Me dijo que no había ningún lugar al que pudiera ir, ninguna parte donde
pudiera esconderme, y que no iba a dejar de buscarme hasta que me encontrara. Ya
fuera ahora, o en años a partir de ahora. Me prometió que me encontraría. Nunca
se olvidaría de mí. Nunca me perdonaría. Y nunca, nunca me dejaría ir. También
juró que lastimaría a cualquiera que tratara de ayudarme.
―¿Qué fue lo que dijo que te iba a hacer?
―Todo. Nada. No sé. Era diferente cada vez que me amenazaba. Sus
psicópatas divagaciones y fantasías perversas. Me dijo que me iba a disparar, que
me apuñalaría, que me sacaría los intestinos, y me golpearía hasta que no pudiera
ver ni caminar de nuevo. Que me encerraría en una habitación y nunca me dejaría
210
salir.
El aliento de Noah vaciló.
―¿Te encerraba?
―A veces.
―No sé lo que pasaste. No pretendo saberlo. Sólo sé que no fue tu culpa. Ni
una sola vez. Ni un solo golpe. Ni una patada.
―Podría haberlo dejado cuando empezó.
Él sacudió la cabeza de nuevo.
―No es tu culpa.
―Lo es ―susurró ella, dejando caer la barbilla contra su pecho.
Su mano le tocó el hombro. Su voz se hizo más suave y cantarina:
―No es culpa tuya. No es tu culpa. No es tu culpa. No-es-tu-culpa.
Él repitió la declaración para ella una y otra vez mientras su tono comenzó a
subir. Volvió su cara hacia él y sus ojos se veían diferentes. De repente, no estaba
siendo tan amable ni tan seguro, y no era el torpe Noah. Su voz era insistente, de
mando, y completamente seguro de lo que decía. La convicción con la que hablaba
no era para dudarse. Las lágrimas se filtraron a través de sus párpados y rodaron
por sus mejillas. Ella se atragantó y bajó la cabeza mientras sus hombros
comenzaron a convulsionarse antes de dejar caer su cara a sus manos. Sus
palabras… significaban todo para ella. Eran exactamente lo que necesitaba. A lo
que quería aferrarse. Lo que quería creer.
Pero no sabía cómo.
Sus brazos la rodearon. Debería haberlo alejado. No quería que la tocaran. No
le gustaba que la tocaran. Pero el dolor era demasiado y no podía soportarlo más.
No podía asumirlo por sí sola. No sin las pastillas. No con la amenaza de Elliot de
que la capturaría. Solía evitar sentirse así, cuando en cualquier momento Elliot
podía entrar a cualquier habitación de la casa y encontrarla. Eso era simplemente
inaceptable. Así que no lloraba. Rara vez reconocía lo que sentía en su corazón. Sus
emociones estaban tan encerradas, que ni siquiera sabía lo que eran ya. Dejaron de
existir con el tiempo. Las lágrimas lastimaban su garganta. La quemaban
ahogándola, haciendo a su boca, a sus ojos, incluso a sus oídos sentirse como si
estuvieran a punto de explotar. Había tanto por sentir, demasiadas emociones a la
vez.
Todo simples palabras. Palabras estúpidas. Palabras obvias. Por supuesto que
no era su culpa que le hubieran pateado el estómago. O que le hubieran quemado
cigarrillos en la espalda. O las heridas punzantes en su estómago donde Elliot la
apuñaló con un tenedor en una cena. Elliot prefería hacerle cosas que nunca fueran 211
obvias para los extraños. No había señales de abuso como varios huesos rotos o
contusiones sin explicación. Y, por supuesto, eso no era obra suya tampoco. Pero…
¿no era algo de eso, algo de todo, su culpa?
―No ―le susurraba. Ella estaba encorvada, con los brazos sobre su pecho,
apretando sus lados y él estaba a su alrededor, un oso que la abrazaba, mientras su
boca iba al lado de su oreja. La meció suavemente y quedamente diciéndole una y
otra vez―: No es tu culpa.
Un grito trató de abrirse camino fuera de su pecho, como un pequeño animal
salvaje tomado por un depredador. Había tantas cosas en su interior. Su estómago
se revolvió y le dolió, pero todo el tiempo, él le dijo:
―No fue tu culpa.
¿Y si en realidad no era su culpa? ¿Y si podía encontrar el perdón dentro de sí
misma para mantenerse allí? Por no alejarse antes. Por no haberse salvado a sí
misma. ¿Qué pasa si podía culpar a Elliot?
Noah le sostuvo durante cinco, diez minutos, y luego más tiempo. Ella no lo
sabía. Nunca lloró por tanto tiempo, ni tan libremente antes. No en todos los años
o después de los golpes. Incluso durante los momentos en que la dejaba encerrada
en su habitación, antes de que tuviera el armario especial para ella. Nunca pudo
llorar mucho más que un par de lágrimas, porque las lágrimas siempre incitaban la
ira de Elliot. Hacían su temperamento volar hasta otro nivel.
Lloró las primeras veces que Elliot le hizo daño. Eso fue antes de que
aprendiera que entre menos angustia emocional expresara, más segura estaría. Y
Elliot pronto se calmaba y la perdonaba.
A veces podían pasar algunos días o incluso semanas sin que le ocasionara
dolor. Así que aprendió a cerrarse y a lanzar todo por la borda. Lo enterró en una
pequeña cámara de su corazón al que le prohibió sentir. Nunca trató de
recuperarlo. Era tan fría y sin emociones como una sociópata y a veces temía estar
convirtiéndose en una. Pero ahora, aquí con Noah, podía llorar. Él se las arregló
para abrir algo dentro de ella que pensaba que llevaba mucho tiempo muerto.
Pensaba que había olvidado cómo llorar. Sin embargo, aquí estaba, después de
haber sido conmovida por sus sencillas palabras dichas una y otra y otra vez. De
que no era su culpa.
Por fin ella volvió la cabeza a su pecho. Él se quedó quieto a su lado,
abrazándola y rodeándola con sus brazos. Su enorme mano acarició su cabeza, casi
acariciándola como a un gato, mientras le daba unas palmaditas en el hombro, y
mantenía su mano torpemente en su cabello, acariciándoselo una y otra vez. Era el
mayor afecto que había recibido en cinco años. A menudo abrazaba a Jessie y a 212
Will. Pero aparte de eso, nunca sentía verdadera suavidad, amabilidad, afecto
desde que se casó Elliot Johanson. Su idea de afecto era sostenerla y tomarla donde
quisiera. O ponía su cabeza en la posición que él eligiera para poder besarla o
mover su cuerpo como lo quería para el sexo. Nunca, ni una sola vez, Elliot intentó
consolarla. Ni calmarla. O simplemente ser un hombre, un ser humano, que
sostuviera a su compañera con amabilidad y atención.
Él murmuró en su oído usando un tono que era a la vez suave y calmante,
que registraba un sentido de cuidado más que las palabras en sí decían.
Finalmente, la agarró por los hombros y la atrajo plenamente hacia él mientras
ponía sus brazos alrededor de ella en un abrazo sincero. La sostuvo junto a su
cuerpo, y trató de absorber sus lágrimas, temblores, sacudidas y convulsiones por
sus desgarradoras emociones. La abrazó y se preocupó por ella, protegiéndola. El
calor de su cuerpo sirvió para descongelar su helada alma adormecida, así como
para calentarla físicamente. Su pecho la sintió temblar mientras él de buena gana le
proporcionaba la comodidad física que nunca conoció. No de su padre, ni de Elliot.
Y ellos fueron esencialmente los únicos dos hombres que estuvieron en su vida.
Will era su cuñado, y aunque sabía que siempre cuidaría de ella, no se lo
podía permitir. Él tenía que cuidar de Jessie. Debido a que Lindsey fue la culpable
de mucho de lo que sufrió Jessie, Jessie necesitaba todo de Will para compensar
eso. Eso no dejó ningún espacio para que la preocupación se perdiera en Lindsey.
Además, no se lo merecía. Nunca hubo nadie que la sujetara, y se preocupara por
ella y la dejara llorar mientras le aseguraba que no había sido su culpa. Hasta
Noah.
Finalmente se bajó del taburete y se puso de pie sobre sus piernas
temblorosas, antes de estirar los brazos completamente alrededor del cuello de
Noah. Metió su cuerpo contra él y respiró fuerte. Era impactante estar al lado de
un hombre que no fuera Elliot. Noah era alto y desgarbado, con tanta naturalidad,
su cuerpo se sentía completamente diferente. Sus largos brazos la rodearon, con
sus manos apoyadas en su cintura mientras enterraba la cara en su camisa.
Entonces agarró su camisa en sus manos, como si fuera su tabla de salvación y lo
único que podía sostener todas las piezas rotas, confusas de su psique junta.
Finalmente, después de minutos, (¿u horas?), no tenía idea del tiempo ya;
pero después de lo que pareció como para siempre, cuando sintió que cada gramo
de humedad había desaparecido de su cuerpo, de ahogarla, de que sus cegadoras
lágrimas se ralentizaron y finalmente pudo manejar tomar respiraciones
profundas, largas sin detenerlas. Comenzó a calmar su sangre corriendo y el
incesante zumbido en su cabeza.
Ella mantuvo la cabeza apretada contra su pecho, sintiéndose de pronto tan 213
agotada por el cansancio, que no podía reunir la fuerza para siquiera levantarse. Le
susurró en voz baja:
―¿Por qué fuiste por mí? No te mereces esto.
Él se quedó en silencio durante un largo rato y ella sintió que sus pulmones
inhalaban una respiración profunda. Su gran, cálida, suave mano se acercó para
tomar el lado de su cabeza.
―Todo aquel que tuviera corazón no te dejaría en esa situación. Nadie con
dos dedos de humanidad podría pensar que te merecías eso.
Las lágrimas al instante comenzaron a caer de nuevo. Era como si él
destapara la presa de un lago sin fondo y no podía encontrar ninguna manera de
detener el abastecimiento de agua por más tiempo.
Llevando los labios a su cabello, le susurró:
―Y también porque podría estar enamorado de ti.
Ella se echó hacia atrás y todo su cuerpo se puso rígido. No. Él no podía
decirle eso. No debía decirle eso. No podía amarla. La conoció como alguien tan
diferente a la muñeca de trapo diezmada que encarnaba hoy, ¿cómo podría
siquiera pararse a mirarla? ¿Y mucho menos, decir que tenía sentimientos sinceros
por ella? Debía ser simpatía. Él era tan decente, demasiado decente; estaba
confundiendo su simpatía y desenfrenada compasión con algo más. Con algo real.
Con algo importante. No podía posiblemente amarla. No había sido amada
durante cinco años. Tal vez por toda su vida. Cobardemente había seguido el
régimen extrañamente estricto de su padre y rechazado que su propia hermana
estaba siendo abusada por el mismo hombre que veneraba totalmente. Se casó con
un hombre que era un clon de su padre.
Entonces, ¿por qué habría de merecer el verdadero amor de un hombre
decente? ¿Por no hablar, de un hombre como Noah Clark? Él era todo, moral,
noble y maravilloso. Recordó con cariño lo que hizo por Tessa: dejar que una mujer
con sus seis hijos se mudara a su casa simplemente porque no sabía otra forma de
ayudarlos. Trabajaba con diligencia en una importante, profesión respetada.
Siempre era amable con las mujeres.
Era amable con los animales. Su familia era divertida y muy cálida hacia ella.
Él tenía todo a su favor. ¿Qué podría estar pensando si creía que su simpatía no
solicitada por ella podría alguna vez ser amor?
Lo miró a los ojos y él le devolvió la mirada. Su mirada era más intensa y
seria en formas que nunca había visto antes. Se quedó helada. Todo en ella parecía
paralizado. Incluso su pena. Su corazón casi dejó de latir. Estaba segura de ello.
Incluso su respiración cambió y sacudió la cabeza, apartando la cara. 214
Él volvió a poner los nudillos en su barbilla y suavemente levantó su cara
hacia él, causando escalofríos en su sensible piel. Ternura. Ser tocada con tal
suavidad y amabilidad hacía que sus rodillas temblaran de nuevo. Él sintió que su
cuerpo cambiaba su equilibrio y la apretó con más fuerza para sostenerla. Ella
negó. No. Debía estar equivocado. Ella era su error más grande de todos. Toda su
vida y personalidad estaban resultando ser un error. Siguió moviendo la cabeza.
Mientras tanto, él simplemente asentía, y sus labios se curvaron en una lenta
y pequeña sonrisa.
Entonces su corazón se volcó en su pecho mientras se le revolvía el estómago.
¿Realmente parecía pensar que la amaba?
―No tienes que decir nada. No es el momento adecuado para esto. Lo sé,
Lindsey. No espero nada de ti. Es sólo que… me preguntaste por qué vine. No
tengo ganas de evadirte. No tengo ganas de mentirte. Podrías estar en estado de
shock y herida, o necesitando algo que no te puedo dar, pero no voy a negar la
verdad sobre ti nunca más.
La verdad. Elliot le hacía a menudo esas declaraciones. Así era como
explicaba sus acciones después de golpearla, patearla, empujarla, fijarla, y tener
sexo duro con ella; que simplemente tenía que mostrar su verdad. Ella estaba mal y
él estaba en lo cierto: saber la verdad era su castigo.
Pero sabía que la idea de Elliot de la verdad no era la misma que la de Noah.
Casi se rió con alivio al darse cuenta de que tal vez no estaba tan jodida y rota
como supuso antes, ya que todavía podía distinguir entre la gran diferencia de la
definición de Elliot de verdad y la de Noah. Simplemente, la de Noah era
genuinamente honesta y su integridad prácticamente rezumaba de él. Podía decir
la verdad real. Elliot, por su parte, llamaba verdad a lo que encontraba en él para
justificar su continua tortura. Ella sabía la diferencia entre la mentira y la verdad; y
sabía que mentir estaba mal. Se daba cuenta de eso. Lo que encontraba más difícil
de tragar es que no era de alguna manera su culpa. Después de haberse puesto a sí
misma allí, entregarse a Elliot, hacer su cuerpo físicamente disponible para su uso
y abuso.
Había todo tipo de razones, como las estadísticas atestiguaban, de por qué
ella y otras se quedaban, pero no había excusa que pudiera justificarlo. Tampoco
cambiarlo nunca.
Hasta ahora. Hasta que Noah entró. Lo miró, sintiéndose cautivada por sus
hermosos ojos.
Lentamente deslizó su mano de su camisa, hasta su cuello, y al lado de su 215
cara. Sus dedos tocaron su piel. Se sentía caliente. Sus ojos parpadearon y pareció
cansado. Su garganta se movió mientras visiblemente tragaba y trataba de calmar
sus nervios. El agarre en su cintura se apretó ligeramente con el suspiro e inclinó el
rostro hacia su toque. Ella cerró los ojos ante los intensos sentimientos creciendo en
su pecho. Calidez. Suavidad. Alegría. Algo que la estaba llenando. Algo bueno y
tan diferente de la angustia habitual, del miedo y odio que dictaba su vida. Nunca
dejaba que su corazón hablara con ella, porque temía lo que iba a decir.
Ella abrió los ojos y los mantuvo fijos en los suyos. Él la miró como uno
podría mirar a un tigre salvaje, sintiéndose nervioso sobre lo que podría hacer a
continuación.
Ella se puso de puntillas, deslizando su mano hasta su cuello antes de tirar de
su cara a la de ella. Podía sentir su indecisión ante sus labios tocándose. Era tan
diferente. Tan lejos de cualquier cosa que Elliot alguna vez le hiciera. Su beso fue
suave y sus labios estaban húmedos y mojados. Descansaron en los de ella con
suave presión. Podía sentir los músculos de su cuello doblarse bajo sus dedos, y
sosteniendo su cabeza hacia atrás. Él estaba tratando de no darle un beso o
demasiado duro, y su corazón casi cayó a sus pies. ¡Dios! No quería lastimarla y
parecía inseguro de si debería estar haciendo eso. En lugar de reaccionar, apenas la
tocó y le dio una caricia suave, similar a un beso.
La dulzura de su resistencia, su tierno cuidado, y la decencia en general
comenzaron a soltar sus lágrimas, una vez más, rodando por sus mejillas. Al
instante él apartó su cara de la de ella, usando las yemas de sus pulgares para
limpiarlas. La miró a los ojos mientras rodeaba la muñeca con su mano.
―No he sentido nada por años. Nada bueno. Nada malo. Era prácticamente
insensible. Y estoy agradecida de haber sido así. Puede ser que también haya
estado muerta. Quiero volver a sentir, Noah. Quiero sentir algo, algo bueno, algo
que nunca se sintió bien para mí antes.
Sus ojos se nublaron mientras sus cejas se fruncían con confusión. Respirando
hondo, ella tomó su mano y se volvió hacia el pasillo. Él se resistió y trató de tirar
de su mano de la de ella.
―¿Qué? No. No. Eso no es… no. Eso no es lo que quise decir. No puedes…
quiero decir, no podemos. Está mal; o por lo menos… no sé lo que es. Pero no
pasará nada. No es lo que hay que hacer. Es demasiado pronto. Todo es demasiado
pronto. Así, no. De ninguna manera.
Él se pasó las manos por el cabello con nerviosismo y las apoyó en la parte
superior de su cabeza. Su agitación era muy real y comenzó a pasearse.
―Noah.
216
Él se negó a mirarla. Así que repitió su nombre. Sin embargo, él se negó a
responder o a detener su ritmo y parecía a punto de arrancarse el cabello.
―¡Noah!
Él se detuvo por fin y la miró con sorpresa. Ella nunca mostró ni una pizca de
convicción o de emoción en todo el tiempo que la había conocido.
―Sabes lo que me pasó. Probablemente adivinaste también que el sexo era
una de las armas de Elliot. En consecuencia, el sexo no era nada de lo que
consideraba una buena parte de mi vida. Así que tal vez, bueno, tal vez quiero
decidir si realmente lo será. Tal vez quiero decidir si puede ser bueno cuándo y
cómo y con quién lo haga. Tal vez, sólo quiero controlar algo sobre lo que nunca he
tenido ningún tipo de control antes. No puedo hacer que todo se vaya. No puedo
cambiar el hecho de que me estoy escondiendo. No tengo trabajo. Tengo que ir a
terapia. Sé contra lo que estoy. Ayudé a Jessie a atravesarlo. Sé que o bien vuelvo
con Elliot o hago algo al respecto. Pero Noah, ahora mismo, en este mismo
momento, quiero sentir algo. Quiero controlar algo. Quiero decidir algo. Tal vez
quiero decidir esto.
N
oah no sabía qué hacer. Lindsey estaba mirándolo fijamente,
esperando una respuesta. ¿Qué se suponía que le diría? Claro, ¿la
golpeada, abusada y traumatizada Lindsey, iba a tener sexo? Vamos
a tomar una tarde de diversión. ¿Por qué no? Jesús. Cristo. Mierda. No estaba a
punto de tener sexo con una mujer que había sido golpeada y hospitalizada sólo
unas pocas semanas antes. No sabía lo que estaba haciendo. No podía empezar a
saber lo que quería. Había dormido durante prácticamente toda la semana pasada.
No sabía lo que ella estaba diciendo. ¿O sí? Ella no podía decir eso.
Pero sus ojos eran brillantes y suplicantes, y su voz sonaba mejor en ese
momento de lo que nunca la había oído antes.
Ella juntó las manos delante.
―Noah, por favor. Soy una adulta. Déjame decidir lo que quiero. No he
tenido el placer de decidir mi destino durante cinco largos años.
217
Él dio un paso hacia ella. ¿Se atrevería?
―Es una mala idea. Es demasiado pronto. Años antes de tiempo, tal vez.
―O tal vez es lo que quiero hacer.
―Lindsey, apenas saliste de un comatoso estupor. No puedo. No puedo
hacer esto. Está mal.
Ella dejó caer las manos y los puños a los costados.
―¡Maldita sea! ¿Acaso no sé lo que está mal? Y esto, tú y yo, no estamos mal.
Sé lo que está mal, Noah. Lo viví durante años. Demasiados años mal. Tal vez
quiero sentir lo que se siente cuando las cosas están bien, y te sientes bien. Tal vez
quiero ser tocada como una mujer deseable, como un ser humano, que es digna de
tocarse. Tal vez toda la plática en el mundo no me va a dar la única cosa que
necesito ahora. Tal vez no está en ti decidir lo que es correcto para mí en este caso,
hoy, en este instante. Tal vez quiero decidirlo. Y tal vez debería enloquecer
respecto a lo que pienso que quiero.
Él cerró los ojos y frotó la mano sobre su cuello. El estrés hacía que se
apretara en dolorosos espasmos.
―No puedo soportar la idea de hacerte daño.
Sus ojos se abrieron de golpe cuando sus dedos tocaron su mano.
―Sí, y la cosa es, que ya lo sé. Sé eso. Te conviertes en el único hombre vivo
al que deseo. Quiero sentir algo contigo.
Él no sabía qué hacer. ¿Eso estaba bien? ¿Ella no necesitaba asesoramiento
primero? ¿Terapia? ¿Tal vez algún medicamento? No lo sabía. Deseó que Gretchen
estuviera allí. Esto nunca habría pasado si Gretchen estuviera allí. Nada de eso.
Sólo pretendía darle de comer un sándwich. Nunca pretendió incluso realmente
hablar de nada con ella. Pero ella comenzó con lo de que era su culpa. ¿Qué clase
de malvada criatura sería sólo quedándose allí y dejarla vomitar tal mierda sin
sentido? No podía y no lo haría. Nunca previó que terminaría abrazándola. O
estúpidamente, por error, y totalmente inapropiado, diciéndole que podría estar
enamorado de ella.
Estaba horrorizado por sus propias acciones, pero pensó que sería mucho
peor si en realidad persiguiera lo que Lindsey estaba sugiriendo.
―Noah, por favor. ¡Créeme! Soy un adulto, y plenamente capaz de saber lo
que quiero.
―Tú sólo, no puedes saber lo que quieres. Has pasado por mucho.
―Así es. He pasado por muchas cosas. Podría ser un desastre emocional. 218
Probablemente soy una ruina emocional, pero lo sabría si no quisiera hacer esto. Lo
sabría. Confía en mí en eso. Por favor, sólo confía en mí.
Sí, claro; simplemente confía en ella. Sus ojos estaban muy abiertos, suplicantes.
Le estaba pidiendo mucho más que sólo sexo. Estaba a punto de hacer mucho más
que lo que retrataba en la superficie.
Eso fue sobre la necesidad de amor, afecto y confianza. Esto era acerca de la
falta de respeto a todo lo que alguna vez hizo Elliot. ¿Pero era lo correcto para él?
Él dio otro paso y ella giró sobre sus pies descalzos, llevándolo a la habitación
de la que acababa de salir. Su estómago rodó y cayó. Tal vez estaba enfermo. Tal
vez estas náuseas que sentía eran el comienzo de una gripe. Había estado en un
montón de lugares públicos durante la última semana, y podría haber pescado un
bicho.
Ella cerró la puerta y él se quedó de pie contra ella. La habitación era sombría.
Las cortinas estaban cerradas por lo que la luz del sol apenas brillaba a través de
ellas. La cama estaba deshecha. Deteniéndose a su lado, se volvió hacia él. Él
inclinó más peso contra la puerta.
―No es como si estuviéramos en el calor del momento y esto acabara de
suceder. Sé que está sucediendo. Yo lo inicié.
―Creo que hay que terminarlo ahora. ―Él frunció el ceño, eso no sonaba
bien, y negó―. No. Quiero decir, no quiero terminarlo. No debemos terminarlo. No
deberíamos hacer esto. Deberíamos ir a ver algo de TV o algo así. Tal vez llamar a
tu hermana. Sí, vamos a llamar a Jessie.
Gotas de sudor estallaron en su frente mientras pensaba que Jessie sabría qué
hacer y decir. También patearía su trasero si se daba cuenta de lo que estaba
pidiéndole hacer su hermana. Y ahora, de todos los momentos.
Ella se sentó en el borde de la cama.
―No quiero hablar con mi hermana ahora.
―¿Por qué? ¿Por qué no hablas con ella? Ella, más que nadie, lo entendería.
―No. Su padre se lo hizo a ella. Su padre, de quien dependía, y por lo tanto,
no pudo irse. Yo voluntariamente me quedé con mi marido. Es sólo que no quiero
hablar con ella todavía.
Él puso la mano en el pomo de la puerta, pensando que realmente tenía que
irse, y en este momento.
Ella volvió la cabeza hacia otro lado.
―He pasado los últimos cinco años avergonzada y en la oscuridad. Y debido
a eso, me sentí sola. Esta semana, contigo, aunque no te hablé, no sabes lo que tu 219
presencia significó para mí. Por la noche, estabas allí para mí. No duermo bien a
menudo, pero podía escucharte respirar. ¿Sabías que sorbes en sueños? Y sabía que
nunca cruzarías la habitación del hotel y tratarías de tocarme. Y si alguien más lo
intentaba incluso, sabía que lo detendrías con tu último aliento. Es sólo que no
quiero sentirme sola ni avergonzada nunca más.
Se puso de pie lentamente, dejando caer sus manos al borde de su camiseta
antes de tirar de ella y sacarla por encima de su cabeza. Su cabello
momentáneamente se aferró a la tela y ella se volvió para dejarla caer. Estaba
delgada. Sus costillas sobresalían de su piel y su estómago parecía hundido. Sus
pechos eran pequeños en su bonito, sostén blanco. Ajustados en las copas que los
sostenían. Él la miró fijamente, pensando que debería darle la espalda. Ser el mejor
hombre. Ser un hombre mucho mejor. Pero ella era una mujer hermosa, una mujer
impresionante. Y siempre fue así para él. Y ahora estaba en topless delante de él.
Cuando finalmente levantó la mirada hacia ella, ella lo observaba de cerca.
Él soltó el pomo de la puerta y dio un paso más cerca después de otro
momento. Con una mano, agarró la suya, entrelazando sus dedos. Ella bajó la
mirada, sobresaltada, sus manos estaban unidas. Él estaba desesperado por saber
qué demonios debía hacer ahora. ¿Y cómo? ¿Cómo se suponía que iba a hacerle el
amor a una mujer tan dañada y rota como Lindsey? ¿A una mujer que había sido
lesionada tantas veces, que pensaba que eso era normal?
―No voy a romperme, sabes.
―Pero yo podría hacerlo ―susurró él cuando apoyó su frente en la de ella.
Ella respiró dentro y fuera hasta que finalmente, en voz baja dijo:
―Soy una mujer normal. No estoy rota ni estoy arruinada.
―Por supuesto, no estás arruinada.
―Entonces trátame como si creyeras eso.
Él levantó la cabeza lo suficiente para mirarla a los ojos y ella asintió
lentamente. Sosteniendo su barbilla, él le levantó los labios hasta que tocó los de él.
Sus labios eran gruesos y suaves. Una vez, mucho antes de que él entendiera lo que
estaba mal con Lindsey, a menudo luchó contra el impulso de besarla. También se
preguntó cómo se sentiría su cabello contra sus manos, y ahora, estaba a punto de
averiguarlo.
Inclinó la cabeza más hacia la de ella y ella respondió del mismo modo. Se
tocaron el borde de los labios con la lengua y él esperó un momento antes de
volver a hacerlo, lamiéndola y besándola sensualmente, suavemente hasta que su
lengua tocó la punta de la suya. Entonces fue como entrar en contacto con un cable 220
de alta tensión. El choque, como una chispa, culminó en una reacción física
profundamente en su interior que tiraba de su pene y su corazón al unísono,
intenso, pero confuso.
¿Cómo era que ella lo excitaba tanto?
¿Cómo podría romperle el corazón al mismo tiempo?
Él la dejó tomar la iniciativa y darle un beso como ella prefería. Ella fue reacia
al principio y abrió la boca muy lentamente y con dulzura, casi tocando su lengua
para probarlo y sus labios. Pasaron minutos antes de que su lengua estuviera
totalmente en su boca y él gimió cuando sus extáticos sentimientos lo abrumaron.
¡Mierda! Ella estaba tan excitada. Lo que estaba mal. Tan mal. Pero él estaba, de la
misma manera.
Él deslizó la mano de la parte posterior de su cabeza hasta su clavícula y sus
dedos tocaron los huesos que se pegaban a su piel, mientras tiernamente la rozaba
y acariciaba. Ella era casi como un gatito arqueándose hacia él. Él deslizó sus labios
en la comisura de su boca, luego por su barbilla, y por su cuello. Ella arqueó la
espalda para él y él sintió el suspiro que vibró en su garganta, casi como un
ronroneo. Su cuello todavía estaba descolorido y magullado y él lo tocó con
reverencial duda, y ver eso lo hizo detenerse.
Deslizando suavemente los dedos sobre sus hombros, él los puso debajo de
los tirantes de su sujetador. Pasó los dedos sobre su piel, jugando, esperando, casi
deseando que ella no lo dejara hacerlo. Que lo abofeteara. Que le dijera que no.
Pero ella no lo hizo.
Deslizando los tirantes por sus brazos, su toque hizo que su piel se volviera
de gallina. Eso lo convenció que debía continuar. Ella, literalmente, no había sido
tocada con amabilidad en años. Él tenía pavor de estar haciéndolo ahora y temía
hacer algo malo. Tal vez, por las prisas. Podría arruinarlo, y dejar cicatrices en ella,
más de las que ya tenía. Pero, ella parecía desearlo tanto.
Él tomó una respiración profunda y finalmente deslizó las manos por su
delgada espalda hasta que encontró el broche del sujetador y lo abrió. Se aflojó en
el frente, y se lo quitó de sus pechos antes de mirar hacia abajo al erótico
espectáculo. Él ralentizó su respiración.
―Si quieres que pare, sólo dilo.
Ella asintió en respuesta. Su mirada bajó. Este no podría ser un momento fácil
para ella. Sin duda era lo suficientemente difícil para él.
Él dejó que el sujetador saliera y cayera en el suelo entre ellos. Ella respiró. Él
también.
221
Ella tenía una piel perfecta, casi translúcida. Podría haber sido el objeto de
una pintura de una Madonna del siglo XV. Había algo impresionante, pero trágico
en su belleza. Su piel era suave y sedosa al tacto. Su cuerpo era largo y delgado. Él
movió gradualmente su mano sobre su estómago, espalda, en la redondez de sus
caderas, y por sus costados, y sus dedos sintieron las imperfecciones y algo de piel
rugosa. Como si fueran cicatrices. Ella tenía cicatrices en su espalda, y algunas en
su estómago. ¿Cómo? ¿Qué le había hecho Elliot para dejárselas? ¿Qué tipo de
dolor experimentó ella? ¿Le había quemado la piel? ¿Todavía le dolería? ¿O
sentiría espasmos? ¿Qué? ¿Qué se sentiría tener cicatrices deliberadamente?
Incluso si ella hubiera peleado en una guerra, las cicatrices de su cuerpo no
podrían haber reflejado una historia más violenta. Lindsey Bains, obviamente,
había sufrido torturas indecibles, y Noah desesperadamente quiso saber qué
podría haber posiblemente logrado tal tortura.
Deslizó la mano, finalmente, a su pecho y se quedó sin aliento ante el toque.
Su pulgar y dedo índice capturaron su pezón, que tocó, y tiró, hasta que finalmente
se encontró con el guijarro entre sus dedos. Ella respiró hondo y exhaló una
protesta clara. Noah lo soltó.
―Elliot hizo eso. Demasiado. Y muy duro.
Bien. Definitivamente no lo haría de nuevo. Pero, ¿debería continuar? Ella le
tocó la mano, y se empujó de nuevo a su pecho desnudo. Vaciló antes de
finalmente tomarlo suavemente en su mano. Tiernamente. Hiciera lo que hiciera,
siempre sería gentil. Y lento. Tenía que asegurarse de no hacer nada demasiado
duro o demasiado abrumador, y tratarla como a una muñeca frágil y valiosa.
Tocó sus dos pechos, y los sostuvo antes de frotarlos mientras la besaba. Ella
le devolvió el beso y arqueó su cuerpo al suyo con un gemido de placer. Al menos,
esperaba que fuera de placer.
Él se separó de ella el tiempo suficiente para girar y sentarse en la cama,
tirando de su mano para que ella fuera con él. Luego se echó hacia atrás para que
se extendieran, lado a lado, en la cama. Sus manos tocaron su estómago y él saltó
por la sorpresa al sentir sus dedos sobre su piel desnuda. Su estómago se agitó en
encantada respuesta. Ella pasó sus dedos por encima de su estómago y su pecho.
Él reaccionó apoyándose en ella y besándola más. Ella abrió la boca esta vez y su
lengua lo exploró.
El fuego comenzó en erupción, produciéndose en sus entrañas y tirando de él
con insistencia hacia abajo. Se echó hacia atrás y se quitó la camisa. Apoyada en las
rodillas, ella de repente se sentó y puso sus brazos alrededor de su cuello mientras
sus pechos se aplastaban contra su pecho desnudo. De repente, todos sus 222
pensamientos anteriores lo dejaron. Ella no era tan trágica, ni marcada, ni era “un
error”. De repente, era una mujer en topless caliente, besándolo mientras sus
manos se enredaban por su cabello y su lengua se encontraba con la suya. Le pasó
las manos sobre sus pechos, esta vez con más presión, haciéndola suspirar cuando
los presionó. Ella pasó las manos por su espalda, y metió los dedos debajo de la
cintura del pantalón, donde tocó la punta de su trasero desnudo. Su cuerpo entero
casi eyaculó en sus manos. Jesús. Ella no debía hacer tales cosas. Esto tenía que ir
mucho más lento, más suave y más tranquilo.
La empujó hacia atrás y trató de tragar una bocanada de aire. Asustado. Ella
estaba llena de cicatrices. Esto no era normal y el sexo no podía ser normal. Ella no
debía sentirse tan bien con él. ¿Qué pasaba con él? ¿Por qué estaba tan excitado por
esto? ¿Por ella? Tenía que ser un monstruo. Un monstruo hambriento de sexo,
rabiando.
Ella no pareció captar el mensaje, sin embargo. Sus manos fueron a la hebilla
de su cinturón. Sus dedos estaban temblando y no pudo desabrocharlo. Tal vez era
una señal. Ella probablemente no debería hacerlo. Pero, él suspiró y lo hizo por
ella, resignándose al hecho de que se iría al infierno. No había duda en su mente de
ello.
Tirando el cinturón a un lado, él dudó. ¿Qué debía hacer a continuación?
¿Hasta dónde debía ir? Sacó su cartera del bolsillo y agarró el condón de allí. Al
menos podría hacer eso bien. Ella lo miró, luego a sus ojos.
Ella nunca había salido. De lo que Noah recordaba de su historia, seguía
siendo virgen a la edad de veinticuatro años cuando ella y Elliot se casaron. Todo
el mundo sabía eso, gracias a uno de los trucos de Jessie. Después de eso, estaba
casada con su torturador y, por tanto, a su merced, o a su falta de ella. Ella no sabía
acerca de cosas como tener sexo casual. Sexo divertido. Sexo por el bien del puro
placer. Probablemente tampoco tenía que preocuparse acerca de condones.
Elliot no debió haber querido hijos, o no dudaba de que ella tendría uno.
―Le engañé.
Noah hizo una pausa mientras dejaba su cartera y los lentes en la mesilla de
noche, poniendo el condón donde pudiera encontrarlo. Se enderezó y se volvió
hacia ella.
―¿Cómo?
―Tengo puesto un DIU. Antes de mudarnos a Virginia. Antes de que él se
llevara mi coche y mi dinero en efectivo. Me colé a una clínica de salud y me
pusieron un DIU. Su duración es de cinco años. Así que sabía que por lo menos en 223
cinco años, no podría concebir a su hijo. Es por eso que no tengo.
Él la atrajo hacia su pecho y la abrazó. ¿Qué demonios estaba allí para que le
dijera eso? ¿Elliot le quitó su coche? ¿Su dinero en efectivo? ¿La dejó sin nada?
Pero, de nuevo, él ya lo sabía. Sabía mejor que nadie el servilismo dependiente que
Elliot insistía que ella debía mostrar hacia él.
La besó en la frente, en los párpados, en la nariz, en las mejillas y en la boca,
pasando sus manos por sus brazos, costados y espalda. En el momento en que
puso sus manos debajo del elástico del pantalón de yoga que llevaba, ella se acostó
obedientemente. Él los deslizó de sus caderas, y ella levantó su trasero del colchón,
hasta que estuvo de puntillas. Llevaba ropa interior de encaje negro. Él se echó
hacia atrás sobre sus talones, un tanto sorprendido por la ropa interior sexy. Ella
ciertamente no podría haber estado planeando esto hoy. ¿Por qué los tenía?
―Él requería que me los pusiera. En todo momento. Son todo lo que tengo.
Sus ojos se posaron en su rostro mientras asentía a sus bragas. Él se tragó el
dolor. ¿Qué le decía a eso?
Movió cuidadosamente un dedo a su cintura y esperó su reacción. Ella una
vez más, levantó las caderas y él lanzó una mirada hacia ella. Ella asintió. Sus
manos se sentían tan torpes como cuando era un adolescente, probando por
primera vez. Estaba duro, mucho más duro de lo que nunca pensó estar al hacer el
amor con una mujer que nunca lo hizo de forma normal y saludable.
Finalmente, logró desnudarla sólo para encontrar más cicatrices. Estaban
ubicadas en sus muslos e incluso en una de sus pantorrillas. Se volvió para mirar
hacia su cara y tocó sus labios con el dedo.
―¿Alguna fue vez bueno para ti?
―En realidad no. Al principio, no fue tan terrible.
Hasta que llegó a ser terrible. Él lo captó. No sabía exactamente qué hacer con
eso.
―Noah, no pasa nada. Estoy bastante segura de que cualquier cosa que hagas
no podría ser terrible.
Él no sabía cómo lo hacía. O por qué pensaba que era una buena idea.
Respiró hondo y bajó la cabeza mientras tocaba su pecho con sus labios. Besó
su pezón, y luego lo metió en su boca y puso su lengua sobre él. Su espalda se
levantó del colchón y ella sostuvo su cabeza. Él lo hizo de nuevo, y otra vez, y otra.
Cambió de pezón. Ella gimió y se dejó caer hacia atrás. Él levantó la mirada,
notando que sus ojos estaban cerrados y su boca abierta. Él casi rezó. Ella estaba
disfrutando de esto. Él se sentía bien con ella y no era terrible. 224
Su mitad inferior se retorció. Sus piernas estaban al lado de las de ella y ella
levantó la pierna y la puso sobre la suya. Su cuerpo estaba reaccionando de la
manera en que debería. No pensó que estuviera fingiendo. ¿Por qué iba a
molestarse en hacerlo? Mantuvo su boca en su pezón mientras deslizaba la mano
por más y la tocaba. Ella se quedó inmóvil al principio, luego él puso un dedo en
su interior. La frotó hasta que la humedad comenzó a volverse resbaladiza en su
apertura y, finalmente agarró su clítoris. Ella se sorprendió y se quedó sin aliento,
levantando sus caderas hacia su mano. ¿Elliot nunca la tocó? ¿Acaso no se había
tocado nunca a sí misma? Él asumió por su sobresalto, por su casi frenética
reacción, que no tenía ni idea de que su cuerpo aún podía sentirse tan bien.
Su cabeza se dejó caer atrás y adelante mientras se mordía el labio y se quedó
sin aliento. Le chupó el pezón y la acarició con ternura, como si fuera un diminuto
pájaro roto a punto de ser aplastado por él. Giró sus pezones entre sus dedos y se
sentó atrás y la miró. Era tan hermosa. Estaba tan excitada, viva y plenamente
presente. Ella jadeó y él gimió al sentir que su mano podría derretirse por el fuego
que encendió en su interior. Finalmente, moviéndose más bajo, su lengua tocó su
excitado nudo. De nuevo, ella se sacudió como si estuviera totalmente
sorprendida. La probó, la olió y tocó más. Su corazón se sentía como si pudiera
romperse de desearla tanto. De amarla en estos momentos. De verla así.
Moviendo la boca en ella, la besó de nuevo mientras su cuerpo se tensaba y se
convulsionaba. Ella casi gritó por una liberación que pareció tan ajena a ella como
inesperada.
Ella gimió y suspiró su nombre, junto con Dios. Tenía los ojos cerrados con
fuerza y él esperó hasta que ella descendió de su orgasmo en espiral antes de
alejarse de ella. Poco a poco, ella se calmó y sus pestañas se abrieron.
―Dame tu mano.
Ella giró la cabeza con una sacudida para mirarlo. Él asintió a su mano, que
yacía sin fuerzas a su lado. Ella la llevó a la suya. Su corazón dio un vuelco de
alegría, al ver que ella confiaba en él. Le tomó la mano y la puso entre sus piernas,
pero rápidamente la retiró.
―¿Qué estás haciendo?
―Te muestro cómo hacerlo.
Él utilizó sus dedos para colocar los suyos donde quería. Ella mantuvo la
mano inerte y sin vida, pero con el tiempo tuvo la idea.
―Ahora, presiona.
―No. No puedo hacer eso.
―Debes hacer eso. Eres hermosa cuando lo haces.
225
Ella bajó las cejas, viéndose molesta y desconcertada. Finalmente, movió sus
dedos un poco antes de parpadear con sorpresa. Con excitación. Fue rápido y,
obviamente, la abrumó. Su estómago se endureció en respuesta, ya que era difícil
no hacerlo. Ella levantó las rodillas y levantó sus caderas a su mano. Sus párpados
se cerraron de nuevo y él la observó mientras ella usaba su mano mientras él gemía
en respuesta y apretaba los ojos fuertemente. Él le tomó la otra mano y la puso
sobre su pecho. Ella frunció el ceño de nuevo y abrió los ojos. Actuaba como si
nunca hubiera hecho nada de esto antes, pero finalmente frotó el pezón. Luego ella
lo hizo más difícil, casi aplastando su pecho con su firme agarre. Sus caderas se
sacudieron de nuevo en respuesta a su propio toque. Todo su cuerpo reaccionó
como si ella sólo se hubiera tocado.
―Oh Dios mío ―cantó ella en voz baja. Él sonrió, por algo tan inocente con
su primer conocimiento de que realmente podía hacerse eso a sí misma. O hacerlo
en absoluto. Tal vez nunca lo hizo. Le enfurecía pensar que no recibió nada más
que dolor de algo que la mayoría de la gente llamaba placer, y una expresión de
amor por el otro. Aunque él también lo hizo por placer, la mayoría de las veces, fue
cuidadoso y tuvo intimidad en todas las relaciones que tenía, de modo que sólo
mejoraba la relación. Se preguntó cómo sería usar eso en tu contra.
De repente ella deslizó sus manos fuera de sí misma y las puso en él. Él se
volvió y ella envolvió sus manos sobre sus hombros antes de besarlo en el hombro,
cuello y base de su cuello. Él se inclinó hacia sus manos, encontrando imposible no
anhelar su cuerpo. Cerró los ojos, sintiendo cosas que nunca imaginó que llenarían
su corazón. Dios, esto era más que afecto o lujuria. Era mucho más. Nunca había
estado realmente enamorado, pero se sentía bastante seguro que tenía que ser así.
Estos sentimientos. Posiblemente no podría ser otra cosa. No era como si pudiera
confundirlo con enamoramiento.
Rodando sobre su espalda, se acostó junto a ella mientras metía un mechón
de cabello detrás de la oreja.
―¿Estás segura?
―Estoy segura.
Abriéndose los jeans, se quitó todo y se puso el condón. Se dio la vuelta hacia
ella y regresó a su lado, hasta que se cernió sobre ella. Ella abrió las piernas,
colocando sus rodillas bien separadas y acunándolo mientras su cuerpo ardía de
calor. Él gimió ante la sensación. Todo lo que quería hacer en ese momento era
entrar en ella, hervir, calentarla hasta el núcleo, pero resistió la tentación. Le pasó
226
la mano por el cabello y le tocó la mejilla antes de besarla largo y profundo.
Sus manos se sentían frías y suaves, mientras acariciaban su espalda, cintura,
y, finalmente, su trasero desnudo. Ella apretó y amasó. ¿Le gustaba lo que
encontraba? No tenía ni idea. Pero todo su cuerpo estaba de repente en llamas
mientras la sangre se precipitaba a la superficie de su piel y su adrenalina
bombeaba casi deteniendo su corazón de emoción.
Ella se empujó hacia abajo, y él entendió el mensaje, deslizándose en ella.
Relajó sus muslos y fue… perfecto. No sabía de qué otra manera describirlo.
Encajaba perfectamente en su interior. Cerró los ojos y dejó que el candente e
intenso placer de estar dentro de ella llenara su mente. Resistió el deseo de
moverse con urgencia rápida y profunda y lo más fuerte que podría. ¡No! No con
ella. No se trataba de su placer. No se trataba de sexo normal. Esto era más. Mucho
más.
Esta era la mujer a la que realmente amaba.
De repente, el acto tuvo un nuevo significado y una intensidad que se había
perdido para él antes de ahora. Ella se retorció debajo de él, y entendió que quería
decir que estaba bien. Él se movió y ella respondió. El calor de su cuerpo
prácticamente lo quemó, por lo que su piel, sus entrañas, hasta sus globos oculares
se sintieron como si las llamas de un incendio real los calentara. Era tan bueno.
Ella suspiró y gimió, levantando sus caderas para encontrarse con sus
movimientos, hasta que finalmente, él se dejó ir, estuvo hecho, perdido en el
momento, cuando se vino en su interior para su placer, no sólo el de ella. ¡Cristo!
Casi se incineró por su calor y los gritos posteriores. Ella se vino con un caliente,
salvaje abandono que no esperaba de Lindsey. No de la Lindsey que ahora
conocía, amaba y apreciaba. Pero lo hizo. Y finalmente entendió a qué se refería
cuando dijo que no se rompería. Ella estaba tratando de convencerlo, era una
mujer normal que merecía saber lo que era el buen sexo. Y tenerlo cuando quisiera,
siempre que le gustara, y cuando se sintiera bien con él. Era tan importante como
todo lo demás.
227
E
lla se quedó dormida. Minutos después, él cayó a un lado de ella y la
envolvió en sus brazos, simplemente se quedó dormida. Él suspiró.
Esta no era una relación normal. No celebró haber tenido sexo con ella
y se preguntó si alguna vez lo harían de nuevo. No podía levantarse e irse a
trabajar, mientras hacía planes para cuando pudieran salir después. No vivía aquí
y ella tampoco. Ella acababa de escaparse de su esposo abusivo y era una prófuga
de su vida anterior. Y él no era nada. No había lugar en su vida ahora para él. Él
sería el error que cometió erróneamente. Sería el resultado de que no hubiera
pensado bien.
La cosa era: que no le importaba. Se alegró de que lo hubieran hecho.
Después de darse cuenta de lo cruel que era Elliot y de cuán abatida había sido su
vida con él, Noah se preguntaba si tal vez todas sus experiencias fueron horribles.
Si era así, entonces tal vez se las arreglaría para hacerle sentir algo agradable. Y tal
vez, le pudiera demostrar que algo de toque era bueno. Tal vez por un pequeño 228
momento de su torturada vida, se diera cuenta de que era digna de ser amada, y
que importaba, y que podía agradar y hacer sentir bien a la gente. ¿Y qué si él
rompía su propio corazón en el proceso? Se rompió tan pronto como ella se fue
para volver con Elliot. Sabía que se había enamorado de una mujer casada, y peor
aún, que soportó las circunstancias que Lindsey tuvo. Podría no haber un final
feliz. Pero si solo se las arreglaba para hacer su vida un poco menos traumatizada,
entonces era lo correcto de hacer.
Poco a poco se desenredó de ella y se metió en la ducha. Se vistió
rápidamente, pensando en que Gretchen estaría en casa pronto. Ella no tenía por
qué saberlo. O tener una opinión al respecto. Ella no había estado allí. Tal vez
nadie podía entender lo que pasó hoy. Pero si alguien hubiera experimentado el
dolor de Lindsey como lo había hecho él, o percibido cuánto anhelaba Lindsey una
experiencia normal y saludable, hubieran actuado como él lo había hecho. Habría
hecho cualquier cosa para que Lindsey se sintiera mejor.
Gretchen llegó una media hora más tarde y le preguntó por Lindsey. Noah le
dijo que había estado despierta durante un rato y que hablaron antes de que se
fuera a la cama. Casi la verdad.
Ahora, el problema que tenía para imaginar era ¿cómo enfrentar a Lindsey?
* * *
* * *
235
precedentes, la preocupación sincera y el amor. Lo vio en sus ojos. Él pensaba que
la amaba; pero ella sabía que solo estaba mezclando toda la intensa mierda extraña
que habían experimentado. Que estaba confundiendo su profunda compasión por
ella con sentimientos de ternura y amor. Ella lo sabía. Pero lo apreciaba a un nivel
como nada más podía tocarla: él pensaba que podía amarla. Algo dentro de ella era
digno de ser amado aún.
Él levantó una mano y la puso sobre su cintura, tirando lentamente hacia él,
mientras mantenía sus ojos fijos en los de ella. Ella estuvo pronto contra su pecho,
y en su cálido abrazo. Su cabeza solo alcanzaba su cuello. Podía enterrar su cara en
él y oler el limpio, cálido picante, aroma a hombre, que amaba. Podía agarrar su
camisa y por unos momentos, hacerle sentir lo que compartían. Con la otra mano,
como una gigante pata torpe, él le acarició la cabeza. Agarró los extremos deformes
y tiró. Le gustaba que solo Noah Clark pudiera encontrar formas, pequeñas y
grandes formas, de hacerla aún sentir ganas de sonreír.
―No eres muy buena en cortarte el cabello. Pero me gusta que haya
desaparecido. Es hora de que cambies las cosas. ¿Por qué no empiezas por aquí?
―Estaba pensando en morir. Quiero decir, ya que tengo que ocultarme de
todos modos, ¿por qué no? Y… de esa manera, puedo averiguar lo que me gusta.
Cuál es mi estilo es. Siempre fui conservadora, incluso crujiente, como adolescente.
Queriendo ser lo que mi padre imaginaba de mí. Luego tuve que ser lo que Elliot
dictaba. Ahora, solo quiero ser quien soy. La cosa es: que no sé lo que es eso. No
tengo idea de quién soy realmente.
Él inclinó su frente hacia la suya.
―No tienes que saberlo. No tienes que entender nada aún. Puedes
simplemente ser. Sin reglas. Sin expectativas. Sin presión. Sin violencia.
Ella inhaló profundamente al darse cuenta que lo que él dijo nunca se le
ocurrió. Ahora estaba viviendo sin violencia. El alivio era innegable. La
incertidumbre, sin embargo, era más intensa.
Ella se tocó el cabello y sacudió la cabeza.
―No puedes mantener tu estancia aquí. Tienes una vida y un negocio al cual
volver.
Él suspiró y asintió.
―Por desgracia, eso es cierto. Mi hermana sigue llamando. Tessa y los niños
todavía están en mi casa, pero Dean ha estado molestándola. Y bueno, tengo que
trabajar. Mi socio está allá frustrado conmigo. Solo, bueno, no puedo quedarme
aquí
Ella aspiró otra bocanada de aire. Por supuesto, Noah tenía que irse. Había
llegado el momento. Pero, ¿cómo podría hacer todo esto sin él? Quería que se 236
quedara allí, porque no podía volver con él. No a Ellensburg. Y él no podía hacer
caso omiso de toda su carrera y de su vida.
―Sí. Por supuesto que tienes que irte.
Él la echó hacia atrás lo suficiente como para llamar su atención.
―Me gustaría volver. En unos pocos meses. Me gustaría visitarte con
bastante frecuencia.
Ella no tenía nada que esperar por más de cinco años. Le sonrió.
―Me gustaría que volvieras. Esperaré tus visitas y me gustarán mucho.
―Por favor, llama a tu hermana. Ella está completamente loca. Me llama
quince veces al día. Está muy preocupada por ti. Como todos.
Ella cerró sus ojos y pensó egoístamente en sus palabras. ¡Había gente
preocupándose por ella! No solo una, sino varias. Y era una muy agradable sensación.
La hacía sentirse cien veces menos sola, menos olvidada, menos víctima, y menos
indigna. Pero sí, le debía a su hermana una gran cantidad de lo que le había dado
en los últimos tiempos.
―La llamaré hoy.
Él sonrió.
―Gracias.
Ella le devolvió la sonrisa. Él se inclinó y tocó suavemente sus labios sobre los
de ella, en un suave, persistente, beso lánguido que resonó profundamente en su
estómago, tal vez incluso en su alma.
―Me quedé despierto toda la noche pensando en cómo me enfrentaría a ti
esta mañana.
―¿En serio?
―¿Eso te sorprende? Lindsey, Dios mío, esta situación, toda, es algo que ni
siquiera imaginé. O pude imaginar. Hice las cosas mal. No sabía qué hacer. Pero
estaba mayormente preocupado de perjudicar algo profundo dentro de ti.
―Ayudaste a algo dentro de mí.
―¿Está bien si le digo a Penny acerca de por qué he estado aquí tanto
tiempo? Mi familia, todos, son tan malos como Jessie llamándome a cada rato. Les
dije donde me voy a quedar, pero no por qué. Descubrieron que eso te implica. Me
gustaría decirles lo que pasó.
―¿Qué te acostaste conmigo?
Él hizo una pausa y frunció el ceño.
237
―No. ¡Por supuesto que no! Nunca le diría a ninguna persona eso.
Ella inclinó su cabeza hacia atrás y una risa brotó de su garganta.
―Mi Dios, tomas el sexo tan en serio. Estaba bromeando, Noah. ¡Ja- ja!
Él sonrió y tiró de su cabello mientras le sostenía la cabeza hacia atrás.
―Sí, bien, Lindsey ¿con qué frecuencia bromeas alguna vez? Tal vez me tome
un par de veces acostumbrarme a tus intentos de ser graciosa. Aunque, todavía no
eres muy buena en eso. Sigue practicando.
Ella le dio un puñetazo en el brazo y se quedó mirando su puño después de
hacerlo. Levantó la vista, sorprendida. Mierda.
No quería imitar a Elliot de esa manera. No era divertido. Sabía que no lo era.
Él agarró su puño en su mano y lo frotó con su pulgar.
―Está bien, Lindsey. Está bien bromear. Pegarme juguetonamente. Está bien
y es lo que la gente hace normalmente. Bromean. Juegan. Se consuelan unos a otros
después.
Ella cerró los ojos y dejó escapar un profundo suspiro.
―Ha pasado un largo tiempo. ―Negó―. De todos modos, sí puedes
decírselo a tu familia. Puedes decirle a quien quieras para ayudarte a lidiar con
ello. Y en lo que te hice pasar. Es demasiado pedir para cualquiera, y mucho
menos, para alguien con quien ni siquiera tenía una relación.
―Tengo una relación contigo. ―Su tono era firme y tranquilo.
―Yo no puedo…
―Puedes contar conmigo como tu amigo. Como alguien que se preocupa por
ti. Eso nos involucra en una relación.
Ella exhaló.
―Está bien. Consideraré que tenemos una relación.
Él le tocó el hombro.
―¿Acaso Gretchen habló contigo?
―Sí. ¿Te refieres a lo que está pasando ahora? Sí.
―Es un comienzo. Espero que funcione para ti. Ella sabe de lo que se trata
todo esto.
―Así es. Y es segura. Sí, tienes razón, es un comienzo.
Él apretó sus labios y dijo suavemente: 238
―Te echaré de menos.
―Estarás agradecido de haber terminado con todo este lío.
Él negó.
―No terminé, Lindsey. No por un largo plazo. Solo voy a casa por un poco
mientras tanto.
F
ortaleciendo su determinación, Lindsey tomó el teléfono y marcó el
número de su hermana. Jessie respondió a la primera llamada, como si
hubiera estado sentada junto al teléfono.
―¿Lindsey?
Una ahogada, extraña risa escapó de la boca de Lindsey.
―¿Es así como contestas el teléfono ahora?
―Sí. Así es. Esperando a que mi estúpida hermana me permita saber si está
viva o muerta.
―¿Qué estabas haciendo? ¿Sentada en él?
―Sí. No hay mucho más que hacer mientras estás dándole de lactar a un
bebé. ―Siguió una larga pausa. Jessie dejó escapar un profundo suspiro―. Oh,
Dios. Eres tú. Realmente eres tú.
Comenzó a llorar. Así lo hizo Lindsey mientras agarraba el receptor con más
239
fuerza. Su garganta se sentía cruda cuando finalmente encontró la capacidad de
hablar.
―No podía enfrentarme a hablar contigo sino hasta ahora.
―Lo sé. Lo sé, Lindsey. No pierdas la respiración. Lo sé. Lo sé cómo la
mayoría de personas nunca podrían entenderlo.
―Debería habértelo dicho hace años.
―Debí haberlo adivinado hace años.
―No, fue todo debido a mí. Era mi secreto para contar. Además de que tenía
que alejarme de él.
―Así es cómo fue la mía con el general. No la tomemos contra un caballo
muerto. Las dos hemos estado allí y hecho eso. Esos cabrones nos los hicieron a
nosotras y no más asumir culpas.
―¿No tienes curiosidad de saber por qué lo dejé pasar?
―Por la misma razón por la que yo lo hice. Por vergüenza. Por miedo. Por
pena. Por desdén. Por auto-odio. Jesús, solía cortarme la piel por él. Creo que sé
por qué lo mantuve para mí misma.
―Pero de todas esas razones, debería haber al menos podido decírtelo a ti.
Pero las palabras, siempre se quedaban pegadas en mi garganta. Y… Elliot hizo un
caso convincente de lo que haría si alguna vez intentaba irme. La cosa es: ¡que
todavía puede! ¡Todavía podría hacerme esas cosas! Sin embargo, por extraño que
parezca, no me importa. ¿Puedes creerlo? ¡No me importa, Jessie! No porque me
quiera morir ni nada, sino porque ya no temo a lo que me haga. Ya no.
―Eso es porque una vez que estás libre, te das cuenta de que tu abusador no
tiene el poder que pretendía. No sin ti. Cuando estás allí, bajo su abuso, crees que
gobierna el mundo. Pero no estás más que en un engaño inflado por su
omnipotencia. Ahora lo entiendo. Siempre se los proveí al general. Tú se lo
proporcionaste a Elliot.
―Siento todo. Por no decírtelo y por irme a Washington con Elliot. Por no
estar allí cuando tu hija finalmente nació. Y ni siquiera llamarte. Lo siento tanto,
tanto.
―¿Sabes qué? Siento que hayamos encontrado gente de mierda que nos hizo
daño. Pero putamente no podemos lamentar más haber sido abusadas, Lindsey.
No lo haremos. Ellos nos lo hicieron. Dilo. Ahora. Nunca malditamente más.
240
Ella sonrió ante la insistencia de Jessie.
―No maldigo mucho. Excepto en mi cabeza. Me gustaría decirle
constantemente nombres sucios y desagradables. Palabras que nunca, nunca me
atrevería a dejar salir de mi boca.
―Entonces dilo, ahora. Nunca malditamente más.
―Nunca malditamente más.
―Ahora, dilo como si significara algo. Como si él estuviera allí mismo, en tu
cara y desearas escupirlo hacia él. Pegarle. Darle una patada. Ahora grítalo. Dilo,
Lindsey, como lo harías en su rostro. Nunca malditamente más.
Mientras Jessie hablaba, Lindsey cerró sus ojos y se imaginó a Elliot
cerniéndose sobre ella, dándole patadas, golpeándola, sujetándola, riéndose de
ella, diciéndole cosas. Se imaginó todo lo horrible que siempre le hizo y su ira
reprimida comenzó a hervir y a colarse en sus entrañas y corazón, hasta que subió
por su garganta. Lágrimas calientes rodaron por sus mejillas mientras la furia
nublaba su mente. No lo gritó; lo susurró; lo canturreó. Una y otra y otra vez.
Nunca malditamente más. Nunca malditamente más. Nunca malditamente más.
Las palabras le recordaron a Noah, no es tu culpa.
Jessie comenzó a llorar de nuevo también.
―Tengo que estar allí contigo.
―No, no puedes. Lo siento. Tengo que estar aquí. Con Gretchen. Con alguien
que sepa que decirme y que no me quiera tanto como tú. Tengo que estar en el
anonimato por un tiempo. Necesito resolverlo todo, Jessie. Nunca me imaginé
nada de esto. Ir más allá de todo esto es un misterio para mí. Nunca me di cuenta
quién es Lindsey. No Lindsey Bains, ni Lindsey Johanson, sino simplemente
Lindsey.
Jessie dejó escapar un largo suspiro que sonó a través del teléfono.
―Me gusta escuchar eso. Ojalá pudiera estar allí. Pero lo entiendo.
Ella se acarició el cabello.
―Cerré mis ojos, tomé un par de tijeras y corté quince centímetros de mi
cabello.
Jessie se quedó en silencio antes de echarse a reír.
―¿Te cortaste el cabello? Nunca has tenido el cabello corto.
―Lo corté todo. Se ve como la mierda. Mierda total y absoluta. ―Se lamió
sus labios, notando cuán extraño se sentía maldecir. Era un tabú y anteriormente se
había sido negado. Elliot no toleraba que ninguna mujer maldijera en su presencia.
Era vulgar y totalmente inaceptable para él.
―Usa el teléfono de Noah y envíame un correo electrónico con una foto. 241
Tengo que verlo. Necesito verte.
Ella hizo una pausa.
―Creo que Noah te dijo cómo me veía cuando me encontró.
―Sí. Lo hizo. Pero hablaremos de eso más tarde, Lindsey. No tenemos que
pasar por todo eso una vez.
Piezas. Dejar que los fragmentos de él volvieran en su propio tiempo. Las
palabras de Gretchen resonaron en ella. Como las de Jessie. Era demasiado grande
y demasiado abrumador como para dejar entrar todos a la vez. Hacía que sus
extremidades se volvieran pesadas y se sintieran más gruesas. Era demasiado para
un momento dado.
―Tuve sexo con Noah anoche.
―¿Qué?
Lindsey tuvo que sostener el teléfono casi a un metro después del chillido y
letanía de maldiciones de Jessie.
Finalmente, se calmó lo suficiente para que Lindsey pudiera manejar volver a
colocarlo en su oreja.
―Lo voy a matar. ¿En qué diablos estaba pensando?
―¿Te das cuenta de que hablas peor que un camionero?
―Es parte de mi encanto de chica. Ahora, ¿dónde está?
―Se fue. Está en camino de vuelta allí. Pero, déjalo en paz. Él… me salvó. Mi
vida. Mi cordura. Mi cuerpo físico. Así que, no, mejor será que lo dejes en paz.
―¿Tuvo sexo contigo y simplemente se fue?
Lindsey se sentó en el sofá y miró por la ventana. Había gente jugando con
un disco volador en el parque debajo de ella. Observó las pequeñas motas de
ruidosos niños corriendo y jugando en los columpios y subiéndose al gimnasio de
la selva. Vio los árboles balanceándose suavemente en la brisa.
―Él cambió todo el curso de mi vida.
―Oh ―dijo Jessie finalmente.
―Sí, oh. Sólo tuve sexo con Elliot. Sabes eso, Jessie. La primera vez no fue
muy buena. Y no hizo más que empeorar más.
Tragando agudamente aire Jessie le dijo a Lindsey de lo que se dio cuenta.
―Él te obligó a tener sexo.
Lindsey vaciló. No. No era nada parecido a lo que le pasó a Jessie. Era muy 242
diferente. Fue… Cerró sus ojos y asintió como si Jessie la observara.
―Lo hizo. Elliot a menudo me violaba.
―¿Y Noah?
―Noah me mostró como puede ser el sexo con alguien a quien amas.
―Entonces, creo que no lo voy a matar en cualquier momento cercano.
Ella sonrió.
―No. No en corto plazo.
―Realmente te echo de menos.
―Realmente te extraño también. Ahora, ¿puedes decirme todo acerca de mi
nueva sobrina? ¿Me puedes enviar fotos? Envíaselas a Gretchen. Cuando consiga
un teléfono, te llamaré. Cuéntamelo todo. Cada detalle del nacimiento y lo que
pasó esta semana. Cómo es Will como padre, ¿le gusta ser padre? ¿Qué está
haciendo Christina justo ahora? Y lo más importante, ¿cómo estás tú Jessie? ¿Cómo
está mi hermanita?
―¿Estás cómoda?
―Por el momento, lo estoy.
―Está bien, entonces ¡tengo una historia para ti! Todo empezó aquí, en casa.
Tenía dolores de parto y Will comenzó a correr alrededor y a agarrar las cosas para
ir al hospital. Tuvo todo empacado desde hace tres meses, pero se olvidó de dónde
las puso en la confusión del momento. Si siempre fue así cuando llevó a las tropas
a la guerra, somos muy afortunados de que se las haya arreglado para volver a
nosotras…
* * *
Lindsey fue etiquetada como “la buena hermana” desde el momento en que
era una niña. Comenzó a principios de entonces. La brecha entre Jessie y ella
regresó hace mucho tiempo y estaba profundamente imbuida. Su padre fácilmente
le otorgó todos sus elogios a Lindsey, mientras ridiculizaba y criticaba a Jessie.
Cuándo su madre todavía estaba viva, a menudo intervenía en nombre de Jessie.
Pero después de su muerte, no hubo nadie para protegerla. Y Lindsey optó por no
cumplir esa función.
Ambas asistieron a escuelas privadas con los uniformes apropiados. En el
momento en que Lindsey fue a la universidad, no tenía un pensamiento original ni
una acción para toda su vida. A Jessie, por otro lado, le habían lavado el cerebro
243
para odiarse a sí misma. El primer error que cualquiera de ellas tuvo fue
simplemente haber nacido niñas. Travis Bains siempre quiso un hijo.
Prácticamente difundió eso hasta que fue bien sabido.
En consecuencia, Lindsey hizo todo lo posible por complacerlo, siempre
tratando de apaciguar su demanda de perfección y de hacer que se sintiera
orgulloso. Sin importar que fuera niña, siempre y cuando pudiera lograr su
aprobación. Ella fue directamente igual a la escuela y tomó el tiro con arco como
actividad extracurricular. Para el momento en que tenía dieciocho años, ya había
ganado varios títulos del estado. No dudó en asistir a la universidad antes de
alistarse en el ejército, ya que su padre siempre quiso que el hijo que nunca tuvo lo
hiciera.
Después de convertirse en la esposa de Elliot, él la vistió con ropa que costaba
miles. Tenía una compradora personal que elegía toda su ropa, a pesar de que él
tenía la última palabra. Él aprobaba o desaprobaba todo y ella se vestía como él
decía, hacía lo que le decía, iba a donde él decía y se convirtió en quien él decía
debía ser ella.
Y ahora, hoy, de repente se sentía liberada y podría ser cualquier persona que
eligiera.
Se levantó del sofá después de la larga emocional, plática-con-Jesús, con su
hermana. Había arruinado su cabello y quería algo de ropa nueva. Tenía el
permiso de Will y su tarjeta de crédito para obtener cualquier cosa que necesitara.
Él y Gretchen se comprometieron a cubrir sus gastos hasta que estuviera de nuevo
sobre sus pies. Will contestó el teléfono de Jessie para decirle eso específicamente.
No hizo ninguna pregunta sobre lo que pasó. Él simplemente dijo que no se
preocupara acerca de ningún gasto.
Su mayor problema era que no tenía ni idea de cómo hacer compras para ella.
No sabía lo que le gustaba, o lo que se consideraba de moda. No podía
comprender el poder de salir simplemente por la puerta del frente y hacer lo que
quisiera. No sabía por dónde empezar su vida desde un nuevo punto de vista.
Suspiró, luego se volvió y se dirigió por el pasillo hasta el dormitorio que Gretchen
la había dejado usar.
* * *
245
gustaría usar. Pero tengo que usar algo. No más Bains. No más Johanson. No
puedo hacer que sea legal, por supuesto, pero infiernos, por ahora, es suficiente
para mí.
Se dio cuenta de que Gretchen la observaba de cerca y suspiró.
―Lo sé Gretchen. Sé que voy por las paredes. Estoy reaccionando a todo lo
que me hizo. A mis sentimientos. Pero… no quiero quedarme en la cama, toda
catatónica y demasiado deprimida como para molestarme en tratar de ayudarme a
mí misma. No sé cómo ayudarme a mí misma. Solo sé que quiero empezar. Y
entonces, por favor, solo permíteme estar loca por un tiempo. Y tal vez ir por las
paredes. Es solo que no quiero estar en la cama por más tiempo. ¿De acuerdo?
Gretchen se aclaró la garganta, mientras una larga, lenta sonrisa iluminaba su
rostro.
―Eres una sorpresa para mí, Lindsey Coal. Pensé que sería la que te
persuadiría de salir de la cama, al menos por unas cuantas semanas más.
―Todavía podrías hacerlo. Podría estrellarme y arder. Solo no tengo que ser
la misma Lindsey que era.
―Está bien.
―Solicité un trabajo.
―¿L-lo hiciste? ¿Cómo? ¿Dónde? ¡Jesús, Linds! ¿Estás segura de que está lista
para todo eso?
―No. Pero sí. Solicité un puesto de trabajo en ese pequeño café de la calle.
Me inventé un nombre falso. Si hacen una verificación de antecedentes, verán que
no existo en ninguna parte. Así que probablemente no vaya a funcionar de todos
modos. Pero, al menos, lo intenté.
―¿Un trabajo de qué?
―De camarera.
―Como… ¿de camarera? ¿Está segura?
―Absolutamente.
Gretchen la miró, sin duda, tratando de averiguar la psicología de por qué
Lindsey tomaría un trabajo de baja categoría. No había indicios antes de esa fecha
de que tuviera la intención de hacer tal cosa.
―¿Ya llamaste a Janice?
Janice Hensley trabajaba con Gretchen en la clínica para mujeres maltratadas.
Era una terapeuta que a menudo consultaba a víctimas de abuso doméstico.
Lindsey no había querido tener en cuenta eso en estos momentos. No todavía. Tal
vez nunca. 246
―No. ¿Es que es un requisito para que viva aquí? ―retó a Gretchen a que lo
dijera. Su estado de ánimo era bastante alterado en los últimos tiempos y a veces,
injustamente, se desquitaba con Gretchen.
―No. Por supuesto que no. ―Gretchen se echó atrás.
Lindsey suspiró y sacudió su cabeza.
―Lo siento. No te lo mereces. No puedo controlar ser una perra últimamente.
Gretchen se echó a reír.
―No tienes que hacerlo; es por eso que lo haces probablemente. Así que en
adelante hazlo a veces. Soy una chica grande. No puedes herir mis sentimientos
tan fácilmente.
―Voy a llamar a Janice. Probablemente necesite asesoramiento, ¿eh? Quiero
decir que es la cosa obvia de hacer, ¿no?
―Sí. Pero las cosas que estás haciendo podrían ser las obvias, que también se
tienen que hacer. Estás enojada. Úsalo. Vívelo. Y pelea contra ello.
¿Estaba enfadada? Nunca se había permitido estar enojada o tenido una
confrontación en toda su vida. Era tranquila, obediente y buena. Estaba de acuerdo
con el programa. Nunca trataba de rebelarse ni revolver el bote. No era una mujer
grosera, de aspecto extraño ni furioso.
Pero… de repente, era exactamente eso. Y se sentía más cómoda en su piel
ahora, de lo que lo había hecho alguna vez antes en toda su vida.
* * *
* * *
―¿Está bien? Ella no suena bien ―le preguntó Noah a Gretchen. No tendría
que haber ido a espaldas de Lindsey, pero no pudo aguantar más.
―Ella está bien. Está lidiando con todo. No es fácil. Como comentamos antes,
no va a ser fácil. Acaba de hacer movimientos en estos momentos. Eso es suficiente
por el momento.
―Debería estar allí.
―No, no debes venir. No puedes en este momento. Déjala ser. Esa es la mejor
cosa que puedes hacer por ella ahora.
―Deseo…
―Lo sé. Todos lo deseamos. Pero esto es lo que es. Nada puede hacer que
vaya más rápido o acelerarlo. La curación de algo como esto no es como arrancarte
un curita. No solo te pones al día con el ardor y luego sigues adelante. Es un
proceso de construcción de capa sobre capa de piel nueva en una profunda, herida
punzante. Vas solo con una capa, y ya está de vuelta infectada y llena de pus. Y
ganas más de la necesidad de ir de nuevo, de arrancarte las costras contaminadas,
cavando en la herida original y empezando todo otra vez.
Él tosió con sorpresa. Mierda. Sí que tenía una forma de decir las cosas
visualmente. 249
―La elocuencia hizo el punto. Está bien. Voy a dejar que sane lentamente.
―Mantente ocupado, Noah. Solo estate ahí para ella y déjala hablar contigo,
o no. Déjala estar distante o todo lo que tenga que ser.
―Sí. Lo haré. Solo mantenla a salvo, ¿de acuerdo?
―Lo haré.
Ella colgó el teléfono y miró sin ver a través de sus ventanas traseras. Él no
quería estar aquí en esta gran casa vieja que solía amar y disfrutar con todo
alrededor adentro. Ahora, simplemente se sentaba o caminaba porque nada se
sentía bien. Nada se sentía correcto. Estaba ansioso y preocupado, y no podía
agitarlo. Se preocupaba constantemente por Lindsey. ¿Estaba bien? ¿Estaba
durmiendo esta noche? ¿Estaba pensando en él? ¿Había podido levantarse hoy?
¿Qué pasaba si Elliot la encontraba? ¿Qué le haría? ¿Y si ella trataba de volver?
¿Qué pasaba si se arrepentía de lo que habían compartido? ¿Qué pasa si se
arrepentía de saber de él? ¿U olvidaba todo acerca de él?
Egoístamente, no podía manejar eso: ella olvidándose de él. Obsesivamente
se preocupaba por ella desde cientos de kilómetros de distancia. Tendía
rutinariamente a estar en su práctica y a alimentar a sus animales. También se
reunía con su familia para cenar o para la ocasional tertulia. Pero la voluntad de
hacer algo más allá estaba allí, cocinándose y añorando, escapándosele por
completo.
Tenía a Tessa y a su equipo para agradecer un poco de compañía y un
montón de caos. Ellos ayudaban, para su sorpresa. Jugaba a menudo a la pelota
con los dos chicos mayores y entrenaba al equipo más joven en cómo ayudar con
los perros. A todos les encantaban los perros. Pasaban horas por ahí jugando y
acariciándolos. Aparentemente, nunca habían sabido que los perros podían ser
mascotas antes. Dean los entrenaba para que se vieran rabiosos.
Los niños, que eran de otro modo tranquilos y suaves, actuaban de manera
normal, felices, bulliciosos como los niños que siempre estaban jugando y
corriendo con los animales. Los animales parecían conquistar su miedo y apatía.
La idea que le vino a Noah finalmente borró su propia apatía.
Entró en contacto con el refugio donde Tessa primero corrió, y estuvo de
acuerdo para ir los sábados. Él llevaría a sus mejores perros educados y gatos con
él.
Y así comenzó un nuevo emprendimiento. No era mucho. No podía curar el
cáncer, o ponerle fin a las pesadillas para estas mujeres y sus niños. No podía
salvarlos o resolver ninguno de sus problemas, pero se la arreglaba para darles una
sonrisa en las tardes de los sábados. Sacó más de unos cuantos gatos, un perro y
250
tres perros viejos al refugio y solo dejaba que los niños jugaran con ellos. Había a
menudo mujeres diferentes que se quedaban allí. Algunas a largo plazo. Otras
regresaban a sus hogares antes de su siguiente visita. Él siempre se sentía como
alguien pegado a su corazón cuando se daba cuenta de que un ex rostro había
desaparecido. Se preguntó lo que podría estar haciendo ese sábado.
A los niños de Tessa les gustaba ir y ayudarlo.
Tessa tomó el trabajo de Lindsey y tuvo éxito en él. Cuando obtuvo su primer
cheque de pago, sus ojos se pusieron húmedos, estaba tan sorprendida de que él
realmente le pagara un sueldo. Todo lo que Noah sabía era que estas mujeres
maltratadas le daban una pausa significativa a todo lo que anteriormente
consideraba básico en los derechos de una persona: a vivir, a trabajar, a amar y a
disfrutar de un día sin ningún tipo de miedo o amenaza de violencia.
Alentó a Tessa a participar en el programa de la vivienda local. Tenían
refugios para trabajadores, así como para las sobrevivientes de abuso doméstico
que iban con la policía a las llamadas de violencia doméstica. Se les pedía que
hablaran con las víctimas y que le proporcionaran un rostro para ayudar
disponible. En lugar de un inútil, frío número de teléfono, que no significaba nada
para la víctima de abuso, el trabajador del refugio podía proporcionar una cara
simpática, conversación y calor. Era un programa brillante en opinión de Noah, y
aplaudía al departamento de policía haberlo activarlo. A menudo pensaba en
Lindsey. Ella habría sido buena en esto.
Sin embargo, nada podía sustituir totalmente lo que perdió la mayor parte de
su vida.
251
N
oah fue a ver a Lindsey tres meses después. Se quedó ahí tocando
con la punta del pie en el umbral de Gretchen, su ansiedad
aumentando el ácido en la garganta que le quemaba la boca. ¿Lo
recibiría? ¿Sería tan rígida y fría con él como sonaba en el teléfono? ¿Cómo estaba
realmente? ¿Cómo estaba él realmente?
Lindsey abrió la puerta tras su tímido golpe y dio un paso hacia atrás
físicamente. ¿Lindsey? Él parpadeó. No. No estaba seguro. Aparte de los ojos, no
reconocía un solo centímetro de ella.
Su cabello era apenas más largo que la longitud de un dedo. Estaba como
gelificado en un lío al azar que parecía fresco, aunque extraño. El color era
predominantemente marrón oscuro, pero tenía reflejos de color morado así como
de rojo y púrpura. Hacía ver su cara completamente distinta a la suave y etérea,
252
casi versión trágica de un ángel, a una mujer que podría haber estado saliendo de
un salón de tatuajes. Su maquillaje era gótico y dramático como su cabello. Llevaba
una camiseta oscura, fuera del pantalón y desgarrada, jeans oscuros que hacían
grandes cosas por su trasero y piernas largas. Todavía estaba demasiado flaca y
sus brazos sobresalían de la camiseta sin mangas como palos largos. Había algo
caliente sobre ella de ese modo, sin embargo, si no tratabas de compararla con la
forma en que se veía antes.
Ella lo miró fijamente. Sin tocarse el cabello con esa vieja caricia, como dulce
para asegurarse de que estaba en su lugar. No hubo su viejo, tímido, un poco
recatado saludo tampoco. En cambio, miró directamente hacia él, con su mano
pegada a su cadera y la pierna sobresaliendo.
―Viniste. No estaba segura de que lo hicieras.
―Te dije que lo haría.
Su tono sonó un tanto beligerante. Para Noah, la dulce, suave voz de Lindsey,
era ahora ronca, enojada. Le abrió la puerta y se hizo a un lado para que él pudiera
entrar. Él agarró su bolsa y entró, dejándola discretamente a un lado. Tal vez se
diera la vuelta y se fuera en apenas unos pocos minutos. Tal vez había sido un
enorme error ir allí; y tenía la intención de arrepentirse y estar listo para corregirlo.
Excepto… que no quería nada más que quedarse con ella.
Ella cerró la puerta detrás. Uh. Incluso sus movimientos parecían más nítidos,
más furiosos y más contundentes. ¿Quién era esta nueva Lindsey?
Él inclinó su cabeza mientras ella lo miraba y sus ojos corrieron a lo largo de
él. Se veía igual. Seguía siendo demasiado alto y desgarbado, sin quitarse los lentes
de montura negra, con el cabello demasiado condenadamente largo y rebelde para
molestarse con él. Llevaba pantalón caqui de color beige con una camisa metida en
ellos. Un poco lo que esperabas de un veterinario de una zona rural, de treinta y
cinco años.
Después de ver a Lindsey, Noah no era el tipo de persona que esperarías
fuera su… bueno, infiernos, ¿qué era él de todas formas? ¿Su novio? No. Ni
siquiera cerca. No habían tenido ese tipo de conversación.
Sus cejas se levantaron como si estuviera en una especie de reto. Él juró que
debía de haber estado esperando algo de él. ¿Pero qué? Su lengua se asomó en su
mejilla mientras ella procedía a golpetear con su pie. Estaba descalza y sus jeans
ajustados solo destacaban sus pantorrillas delgadas y pies blancos.
―¿Y bien?
―¿Y bien? ―¿De qué se estaba perdiendo?
Ella cruzó los brazos sobre su pecho. 253
―Bien, ¿qué tienes que decir sobre esto? ¿Cómo me veo?
Él la miró fijamente, entrecerrando los ojos con exagerado control.
―Bueno… ¿honestamente?
―Sí. Sinceramente.
―Te ves atractiva. Demasiado caliente para gente como yo.
Sus brazos cayeron hacia abajo.
―¿En serio? ¿No lo odias?
¿Por eso era su actitud sobre todo esto? ¿Porque esperaba que odiara su
nuevo look? ¿Su nuevo disfraz? ¿Su declaración de rebeldía? ¿Y por qué le
importaba lo que hiciera? Ella estaba haciendo algo, eso era mucho mejor que tener
a su marido dándole una paliza. Así que sí, le gustaba su nuevo look, lo que la
hacía parecer como si pudiera patearle el trasero.
―Me encanta tu nuevo look.
Casi se cayó de espaldas cuando de pronto ella se lanzó a sus brazos. Desde
luego, no esperaba ese tipo de reacción. La vieja Lindsey siempre era reticente y
lenta para reaccionar o actuar. No de esta manera. No de repente instalada en sus
brazos, lo besó y se envolvió alrededor de él.
Sus labios se encontraron y su boca se abrió tan rápido como eso. Su lengua
sabía dulce y caliente en la suya. Él gimió cuando la agarró por los brazos y la llevó
hasta sus pies subiéndola un poco más alto para permitirse un acceso más fácil.
Ella empezó a agarrar los botones de su camisa mientras su beso iba mucho más
allá de sus labios, lengua, dientes; y el calor en su interior se sentía como si él
pudiera incinerarse. De lo que no se sentía más seguro era si esto estaba bien.
* * *
256
Ella tenía que estar de puntillas y agarrar su cabeza, con lo que él estaría
relativamente cerca antes de que ella pudiera llegar a su rostro. Ella inclinó la
frente hasta la suya. Él dejó de sonreír tan pronto como captó su expresión seria. La
miró a los ojos y ella a los suyos. De repente, ambos renunciaron al movimiento y a
tocarse entre sí. Entonces, todo el mundo dejó de girar. El tiempo se detuvo. Toda
su vida e historia simplemente se detuvieron.
Eran Noah y Lindsey. Sin apellidos. Sin derechos. Sin equivocaciones. No
violencia. Sin recuperación. Eran simplemente dos personas que se beneficiaban
mutuamente. En ese mismo momento. Ahí mismo. Ahora mismo.
Él sonrió de nuevo, lo que reflejó su calidez sincera y cariñosa. Sentía como si
todo su mundo hubiera cambiado. Su sonrisa era suave y pequeña, casi tímida.
Como si fuera tímidamente revisando su reacción ante él. Ella tocó sus labios y él le
agarró la mano y la sostuvo contra ellos. Le besó los nudillos, pero mantuvo sus
ojos en los de ella.
―Te amo, Lindsey ―susurró mientras sus labios rozaban la esquina de su
boca.
Ella cerró sus ojos y permitió que las palabras se asentaran en su cerebro.
Consideró su significado. Su tono tranquilo. Su sinceridad y el control sobre sus
hombros pareció demostrar que sus palabras eran ciertas. Él hablaba en serio y eso
valía la pena.
―Me alegro de que estés aquí ―susurró ella finalmente de regreso.
Él sonrió. El aura de tranquilo, suave amor se evaporó y fue, una vez más, el
malvado, pero feliz Don Juan cuando la levantó en brazos y la llevó de regreso a su
cama. Ella se retorció y pateó desafiante. Nunca había sido maltratada, excepto en
la ira de la violenta. Tomó un aliento fugaz cuando se encontró con su mirada y se
la sostuvo. Era Noah. No habría maltrato aquí. Él simplemente era un hombre
grande, caliente, coqueto, llevándola a la cama.
Ella se sentía tan libre, porque podía, en este momento, y aquí, solo ser una
mujer que se reía y chillaba sus reacciones llenas de alegría. Él la acostó antes de
ponerse el condón y apoyarse sobre ella. Ella tomó su rostro mientras él
acomodaba su cuerpo entre sus muslos abiertos. Ella inhaló un profundo,
contenido suspiro tranquilo cuando él se deslizó en ella. La llenó, profundo y duro.
Se quedó allí por un largo momento antes de que sus ojos se cerraran. Él parecía
estar en éxtasis. Un aleteo se levantó en su estómago, como si nunca hubiera
llevado a nadie a ese éxtasis compartido. O a esa felicidad. O a esa paz. Sin
embargo, Noah le decía que ella hacía eso por él. Y eso era algo a lo que podía
aferrarse en sus frecuentes momentos de ira o de dudas.
Él se deslizó fuera de ella, casi por completo antes de conducirse de vuelta a
ella. Todo su cuerpo se estremeció mientras ella lo sentía. Era como si el final de su 257
pene pudiera estimular cada célula de su cuerpo. Cerró sus ojos y se dejó sentir el
placer de un buen sexo. Las emociones hormigueaban calientes. Al estar excitados.
Sintiéndose llena y satisfecha de tener a un hombre dentro de ella.
―¿Estás bien?
Ella sonrió, pero mantuvo los ojos cerrados. Sí, él era como ningún hombre
vivo.
―Estoy bien. Deja de preguntar. Te lo diría si no lo estuviera. Pero creo que
es posible que desees hacerlo más fuerte y un poco más rápido.
―¿Más duro y más rápido? ―Su tono sonó sobresaltado. Luego se echó a
reír. Podía sentir el tirón leve de su cuerpo mientras se enterraba profundamente
en su interior―. Puedo hacer eso.
Y, oh, ¡podía hacer eso!
Se olvidó de que era Noah e incluso se olvidó de dónde estaba. Y de quién
era. Por unos pocos momentos, era simplemente una mujer en medio de un ciego,
intenso y estimulante orgasmo, de esos que se sentían como que espontáneamente
te podían quemar. Ella casi gritó, levantando sus manos sobre su cabeza mientras
él se deslizaba en ella tan fuerte y rápido como le exigió. Su cuerpo recibió su
gratitud, encendido, húmedo, caliente y vivo. Se sentía tan caliente y viva que no
podía dejar de sonreír ante la pura felicidad y el éxtasis de estar ahí, haciendo lo
que tanto amaba.
Ambos cuerpos estaban resbaladizos por el sudor. Luego, él se acurrucó a su
lado, apoyando su cabeza en su pecho. Ella acarició sus rizos negros revoltosos.
Sus lentes habían desaparecido. ¿Cómo no notó ese detalle mundano? Por otra
parte, ¿qué podría ser mundano sobre ellos estando juntos? Después de un largo
momento, Noah suspiró.
―No estaba seguro que debía venir. Parecías como distante a través del
teléfono.
Ella podía sentir su garganta vibrar en su estómago mientras hablaba. Él se
mostraba reacio a tocar el tema, justo cuando estaba indeciso con ella y punto.
―No quiero hablar mucho. No solo contigo. Con nadie. Te quiero aquí.
Quiero que estés aquí. Podría no querer hablar mucho. ¿De acuerdo?
―Está bien. Pero, cómo llevamos a cabo una… ¿Qué es esto? ¿Amistad? Lo
que sea, ¿sin hablar en el teléfono? Sería raro. ¿O simplemente quieres esto? ¿Tener
sexo? Quiero decir, eso está bien también. Supongo que solo me gustaría saber si
será de una manera u otra. Ha sido difícil saber qué hacer o qué pensar en estos
últimos meses.
258
―No sé qué hacer ni qué decir de los últimos meses con nada. No es solo
sexo. Pero no estoy… lista para mucho más. Por lo que solo es lo que es. Si te
parece bien.
Él apretó su torso, la volteó y tocó sus labios con los de ella, antes de
retroceder y sonreírle a los ojos.
―Esto está bien.
Él arrastró sus dedos en su cabello y entre sus dedos en cuestión de segundos.
―Es un poco sexy, todo ese look de patea-trasero.
―Pensé que lo odiarías.
―¿Es por eso que me saludaste así inicialmente?
―Lo fue. Sí. Eso y porque no sé cómo hacer esto. Pero, bueno, supongo que
pensé eso bastante rápido.
―No me esperaba que fuera a suceder de esta manera. Pero no tengo
ninguna queja. Siempre y cuando hagamos lo que hagamos que funcione para ti.
―A mí me funciona. Pero Noah, tiene que funcionar para ti también. No es
justo, si se trata de mí exclusivamente.
Sus cejas se arrugaron con concentración antes de asentir.
―Estoy bien. ¿Y sabes qué? Es justo. Haz lo que tengas que hacer. No es lo
ideal. Pero te tomaré de todas las maneras que pueda conseguirte. Sabes eso.
Lo sabes. No, no lo sabía. Un hombre nunca esperó por ella antes. O le dijo que
la deseaba de cualquier manera que pudiera tenerla. O simplemente la deseaba y
punto, de una manera normal, saludable, agradable. De una manera sexual. De
una manera no violenta. Cerró los ojos. A veces los viejos sentimientos regresaban
de la nada. Oscuros. Sucios. Se difuminaban por sus ojos en lágrimas y la ahogaban
hasta la garganta.
A veces sucedía. Así que estaba aprendiendo a soltarlo. Y esperaba no alejar a
Noah.
Él le tocó el hombro y ella abrió los ojos. Noah estaba justo ahí.
―Entonces, ¿puedo comer en algún momento durante este viaje? Me muero
de hambre.
Ella se echó a reír y lo dejó llevarla de vuelta al ahora.
―Bueno, hay una cosa que iba hacer antes de que tan feliz encontraras tu
condón. Iba camino a prepararme, Boy Scout.
Sus ojos brillaron con interés.
―¿Qué cosa? 259
―Pensé que tenías hambre.
―No. Nop. No yo, no. No tengo hambre en absoluto.
Ella sonrió mientras sus manos se deslizaban sobre él y él le devolvía el favor,
por lo que suspiró, igual que él.
N
oah se quedó durante una semana en ese viaje. Hicieron el amor.
Mucho. Se rieron. Comieron. Hablaron de cosas, pero nunca sobre
haber sido golpeada, violada o abusada. Hablaron sobre a dónde
fueron a la universidad y cuáles eran sus libros favoritos. Lo que hicieron la
semana pasada. Lo que planeaban para el próximo martes. Hablaron como gente
normal. Hablaron mientras estaban desnudos y acostados en la cama, mirando al
techo, en el estado de ánimo en el que estaban: relajados, felices y tan normales.
Cenaron con Gretchen y se fueron a un bar para tomar una copa o disfrutar de las
bandas locales. Bailaron en un bar honky-tonk, y se rieron de lo mal que seguían
los pasos. Comieron helado en el parque debajo del apartamento de Gretchen cada
tarde y vieron niños jugando, mientras sus madres hablaban. A veces estaban muy
callados; y a veces charlaban como si fueran buenos amigos. Otras veces, casi se
quemaban entre sí con una mirada que duraba demasiado tiempo.
Lindsey nunca soñó que hubiera una cosa tal como vivir así. Se llamaba, 260
―Gretchen le dijo― salir de cita. Nunca se había sentido así con Elliot. Había sido
intenso con él. Él la persiguió tenazmente porque la deseaba. Siempre se
presentaba con flores y la invitaba a salir en formales, tan previstas citas. Ella
estaba tan halagada con su atención y cumplidos, que no se dio cuenta hasta
mucho después de que en realidad nunca hablaron. Nunca realmente se
conectaron. Nunca aprendieron un real estado de ánimo o capricho del otro.
No como con Noah. Él era generalmente callado por las mañanas, cortés, pero
tranquilo. Le gustaba que lo dejaran solo para leer el periódico o hacer un
crucigrama. No le gustaba discutir. Invariablemente la aplacaba y estaba de
acuerdo con ella aunque solo fuera para evitar discusiones. Eso la molestaba.
Trataba de hacerlo enojar, o hacer que lo dejara ir. Pero el hombre simplemente se
negaba a estar enojado o molesto con ella. Solo parecía ignorar sus estados de
ánimo o comentarios groseros. Eso era realmente extraño para ella. Se mantenía
probándolo para ver si lo podía mover, pero no podía. Nada podía hacer que lo
dejara ir. Él simplemente se sentaba y dejaba que ella dijera su diatriba, delirio o lo
que fuera. Entonces, después de que terminaba, él respondía razonablemente lo
que quería o de lo que se estaba quejando. Era tan tranquilo y racional, que a
menudo ella tenía que poner los ojos en blanco.
También pensaba que tenía razón. Todo el tiempo. En eso, él era inflexible.
Ella hizo un juego de tratar de demostrar que estaba equivocado. Trató de
encontrar algún dato oscuro que él no pudiera saber o tener alguna opinión. Pero,
maldita sea, ¡si no lo hacía! ¡Y maldita sea si no estaba bien la mayor parte del
tiempo! Leía mucho y era muy versado en la política y en los acontecimientos
actuales. Recordaba todo lo que decía, lo que la hacía molestarse la mayoría de las
veces.
Durante los siguientes nueve meses, él la visitó en tres ocasiones. Se quedaba
solo alrededor de una semana antes de tener que regresar a casa. Por lo general,
pasaban su primer día entero en la cama. Por lo general no hablaban. Entonces,
finalmente, empezaban a hablar y a hacer cosas como comer y bañarse. Nunca
discutieron sobre Elliot. No hablaban de lo que ella hacía durante su ausencia
tampoco. Hablaban mucho del progreso de Tessa. Ella se había mudado a un
apartamento recientemente con la ayuda de la asistencia federal y de Noah.
Hablaron de su práctica y de los animales. Observaron programas de televisión y
películas sin sentido. Hacían todo y nada juntos.
Y discutieron de casi todo, excepto lo que le pasó.
Cuando se anunció la noticia de la elección de Elliot, Noah regresó. Él no le
pidió discutirlo, sino simplemente se alojó allí. La abrazó y le acarició la espalda. 261
La abrazaba cuando lloraba y la dejaba tranquila.
Después de la tercera visita de Noah, Lindsey finalmente se abrió a Janice
Hensley. No estaba segura de por qué, pero algo en su interior cedió después de
que Noah apareció de la nada para ayudarla a lidiar con Elliot ganando. Ella solía
marearse, tratando de decidir dónde y cómo empezar a hablar de las torturas que
le robaron cinco años de su vida. No sabía por dónde empezar.
Entonces, un día, decidió contarle a Janice sobre la vez en que él le rompió
por primera vez uno de sus dedos. Fue solo dos años y siete meses después de su
matrimonio. Lindsey describió en detalle gráfico y horriblemente cómo Elliot sacó
un martillo ablandador de carne del cajón de la cocina y sostuvo su muñeca abajo,
antes de dejarlo caer en su mano desnuda. La única cosa que no pudo recordar, fue
por qué. No podía recordar por qué. ¿De qué servían los castigos de Elliot si ni
siquiera podía recordar por qué se los daba? Pasó toda la hora con Janice tratando
de recordar lo que podría haber hecho para incitarlo. Era la primera vez que
lloraba delante de la Dra. Hensley. Y la primera vez que le daba la gana hacerlo.
Finalmente se unió y habló en el grupo de apoyo. Fue muy duro para ella. No
estaba acostumbrada a airear su vida privada o sus sentimientos en alto.
Indeleblemente grabados en su cerebro, por primera vez por su padre, y luego por
su marido, le estaba prohibido compartir sus pensamientos privados o
sentimientos alguna vez. Y, sin embargo, ahora, podía sentarse en una habitación
de extraños y poco a poco hacer precisamente eso.
Lo más sorprendente de todo era cuán lejos era única su historia de abuso.
Comenzó a tomar un antidepresivo prescrito por la Dra. Hensley. Se negó al
principio, pero finalmente, necesitando irse a la cama y quedarse allí. Los
sentimientos dentro de sus entrañas eran tan abrumadores a veces, que a menudo
la mutilaban o incluso la paralizaban. Eran los sentimientos que solían enviarla a
su cama durante días a la vez. No quería volver a la cama, así que empezó con las
pastillas. Le ayudaban.
Todo eso ayudaba un poco.
No había gran epifanía del momento para ella. Había una serie de muy
pequeñas victorias y reveses más grandes.
Pero era su vida. Era una razón para levantarse. Le permitía servir pasteles y
café en un pequeño bistro en la misma calle del apartamento de Gretchen. Eso la
hacía irreconocible para cualquiera que la conocía anteriormente. Era conocida por
los lugareños, y le gustaba y pudo hablar con facilidad con muchas personas en el
barrio después de solo unos meses de estar allí.
La persona que la entendía mejor, sin embargo, era Jessie, y Lindsey pasaba 262
mucho tiempo hablando por teléfono con su hermana al respecto.
Las cosas estaban mejorando, poco a poco. Día a día. Semana a semana. Mes a
mes. Entonces casi un año después del día en que bajó del avión en Spokane,
Washington para visitar a su hermana. Se maravilló de hasta qué punto había
mejorado su vida. De hasta dónde había llegado. Pero la abrumaba a veces cuando
se imaginaba hasta qué punto todavía tenía que ir.
Entonces, un día, miró hacia arriba y vio a Cal Hopkins sentado en una
cabina, observándola.
* * *
Ella corrió, agarrando un cuchillo de carne que tomó de una mesa cercana.
―¿Qué estás haciendo aquí?
―Me pregunto lo mismo, Sra. Coal, ¿verdad?
―No me vas a preguntar nada, fangoso, saco de mierda. ¿Cómo me
encontraste?
―Tomó mucho más tiempo del que calculé. Tuve que seguir un largo
camino. Sabía que el único contacto que habías hecho era con tu hermana. Así que
tuve que ver a tu familia de cerca. Solo que nunca se iban de la ciudad.
Increíblemente, ella logró evitar ir a verte. Tu sobrina es bastante bonita, por cierto.
Y acaba de empezar a pararse sola. Camina y se cae por todo el lugar.
Lindsey agarró el mango del cuchillo con tanta fuerza, que sus dedos
empezaron a volverse blancos. Aspiró y dejó salir la respiración. Dentro y fuera.
Janice le enseñó a calmar sus acelerados pensamientos, en los que solía pensar
sobrevivir al ser golpeada.
―No te atrevas a hablar de ella conmigo.
―Ni siquiera la has visto, ¿verdad? ¿Qué clase de tía eres?
No lo había hecho. El sabor amargo y metálico del miedo llenó su lengua.
Quería ver a su sobrina, pero no podía. ¿Cómo se atrevía a burlarse de ella? ¿Cómo
se atrevía a venir aquí? ¿Cómo se atrevía a encontrarla?
―Fue el veterinario el que me avisó. Tenemos su nombre de los registros de
tus celulares. Finalmente me di cuenta de que sus múltiples vacaciones estaban
diseñadas exclusivamente para follarte.
Un escalofrío la recorrió a ella y a su alma. 263
―¿Qué quieres?
Él se echó hacia atrás y sonrió, viéndose como un cocodrilo que lamía sus
tajadas antes de llevarlas dentro de su ancha boca.
―A ti. Te fuiste demasiado tiempo. Has estado fuera demasiado tiempo para
que el gobernador siga jugando. Tienes que volver a casa. Debes hacer acto de
presencia por su bien.
―¿O qué? ¿Qué vas a hacer conmigo? ¿Qué planean Elliot y tú hacer
conmigo?
Él frotó un pequeño y arreglado dedo sobre la perilla.
―Bueno, ahora no puedo hablar en nombre de Elliot, ¿no? No le gustará esto,
lo sé. Pero entonces, ¿cómo es tu novio de todos modos, Lindsey? ¿Cómo es
nuestro imponente veterinario? No es exactamente Will Hendricks, o un soldado al
rescate, ¿verdad?
No, era mucho mejor porque estaba allí para ella, si no para rescatarla, sin
duda se preocupaba por y para ella. Para hacer lo que pensaba, y sentía, y lo que
debía hacer con respecto a las cosas que estaban molestándolo. La trataba como a
una igual, como a una compañera, como a una respetada y cuidada adulta. Y si eso
no era héroe, entonces, ¿qué era exactamente lo que hacía un héroe?
¿Elliot lo lastimaría? ¿Se atrevería? Elliot siempre dirigía sus impulsos
violentos hacia ella. A nadie más. Eso era lo que utilizaba para confundirla. ¿Por
qué Elliot no perdía los estribos o golpeaba a alguien más? Incluso si se enojaba
con su padre, su socio de negocios, o el maldito mecánico del barrio, siempre
esperaba hasta más tarde, cuando podía desquitar su enojo con ella. El público no
tenía ni idea de que Elliot incluso tenía mal genio. Tampoco sus propios padres. A
menudo recordaba haber oído los comentarios sobre cuán, ecuánime y estable era
Elliot con sus emociones. Nadie veía la cruel violencia ondulando debajo de su
aparente calma.
¿Cómo era posible? Si su temperamento era algo que no podía controlar,
¿cómo podría lograr alguna vez esperar que no desquitara todo con ella? Era ella y
solo ella a quien Elliot siempre lastimaba físicamente. ¿Podía confiar en eso, dado
que Elliot no había lastimado a nadie, sino a ella en el pasado, que no empezara
ahora? ¿Qué pasaba si, sin embargo, sí lo hacía? Cerró sus ojos y se concentró en
respirar. Lentamente contó de cero a diez. Cuando abrió los ojos, el efecto era
similar a un túnel por el que su miedo se había desvanecido. Estaba de pie en un
concurrido bistro. Gente farfullaba y se reía a su alrededor. Oyó el clic de las teclas
del ordenador y el eco de mujeres risueñas. Había gente que pasaba en patinetas,
264
bicicletas y coches, así como peatones. A pesar de ser una ciudad pequeña, había
una calle principal y gente. No estaba sola y no estaba en peligro. Al menos, no en
este momento.
―No voy a volver. Nunca voy a volver. Díselo a Elliot, Cal, y ve lo que haga.
Dile que venga él mismo por mí.
Los ojos de Cal brillaban de rabia. Parecían los ojos de un hombre lobo en una
película de terror y Lindsey podría haber jurado que estaban a punto de cambiar a
rojo.
―Estás cometiendo un error crítico, Sra. Johanson.
Ella pasó el cuchillo por encima, dejándolo suavemente sobre la mesa delante
de Cal.
―No. No, no lo hago. Mi error fue casarme con Elliot y no dejarlo en el
primer momento en que me llamó la atención. Mi error fue quedarme por tanto
tiempo y pensar que era mi culpa. Mi error fue esconderme cuando finalmente
tuve el coraje para dejarlo. Dile a Elliot que si se mete conmigo, con mi familia, o
con cualquier persona a la que quiera, lo enterraré. Igual que Jessie hizo con mi
padre. Dile eso. Eso significa algo para él. Algo enorme. Ahora lárgate de aquí,
¡mensajero de segunda categoría!
La mano de Cal se arrastró hacia el cuchillo de carne, pero Lindsey se inclinó
sobre la mesa y miró fijamente hacia él.
―¿Qué vas a hacer, Cal? ¿Apuñalarme delante de veinte testigos? Sigue y
hazlo, Cal. Adelante. Hazlo. No quiero nada más en este momento que una puta
puñalada justo en el lugar donde un corazón debe estar, si tuvieras uno. Así que
¡pruébalo! ¡Comienza! ¡Dame una razón!
Sus ojos eran negros, con aspecto de los agujeros del infierno, grabados a
fuego sobre ella, pero lentamente soltó el cuchillo.
―Si ese es el caso, ¿por qué nunca, ni una sola vez, te defendiste?
Ella sonrió lentamente.
―Porque me importaba él y no quería hacerle daño. ¿Pero tú? No puedo
esperar la oportunidad.
Lentamente él se puso de pie hasta que estuvo ojo-a-ojo con ella. Ella no dio
marcha atrás, sino que dio un paso adelante. Él gruñó.
―Te ves como una puta ―dijo antes de que finalmente se volteara y se fuera.
Sus hombros cayeron y todo su cuerpo se hundió. Cayó en la cabina y apoyó
la cabeza en sus manos. Mierda. Se miró las manos, que estaban temblando. No
podía dejar de temblar. Pero se había sostenido sola. Con Cal. La mano derecha de
Elliot. El hombre que vivía para reportarle su ubicación a Elliot. De hecho, se
atrevió a escupir con valentía en su rostro. Se atrevió a tirar hacia abajo del 265
guantelete de Elliot y casi sonó que lo decía en serio.
Mierda. ¿Qué había hecho justo eso?
Tomó su celular del bolsillo y le marcó a Noah.
―Está descubierto. Él sabe dónde estoy. Cal me enfrentó.
El trago agudo de aire de Noah fue audible en la línea. En lugar de hacer
preguntas como la mayoría de la gente haría, dijo simplemente:
―Ven aquí. Vuelve a casa, Lindsey. Por favor. Ven a mí. Entonces, podremos
enfrentar esto juntos.
Ella golpeó la botella de salsa de tomate mientras miraba por la ventana hacia
la bonita calle de los suburbios. Cerró los ojos. A casa. ¿Había un lugar en la tierra
para ella? Ir a casa implicaba un lugar donde sintiera que pertenecía, donde te
amaban y estabas segura. Nunca se había sentido segura antes. Nunca estaba a
salvo.
Pero juntos. Podrían enfrentar esto juntos.
¿Estaba preparada? Cerró sus ojos y apoyó su frente en la ventana. ¿Estaba
lista para ser parte de ese juntos? ¿Había transcurrido tiempo suficiente? ¿Había
calculado suficientes cosas? ¿Estaba en un lugar mejor? ¿Podía…?
―Por favor, Lindsey. Por favor, vuelve a mí.
Su voz era tranquila, sincera y callada. Siempre era tan tranquilo. Y quería
estar allí para ella.
¿Era demasiado pronto? ¿No debería decidir qué necesitaba y cuándo lo
necesitaba? ¿No había sido ese el punto en los últimos diez meses? Levantarse para
decidir lo que sucedería en su propia vida y en su propio corazón.
Errores o no. Se levantó para hacer la llamada final.
―Creo que te amo.
La comunicación se cortó. ¿Él colgó? No, no, lo oyó murmurar. Él se rió
suavemente en su oreja.
―No esperaba que dijeras eso.
―Yo tampoco. Solo salió.
―¿Crees que…? ―Vaciló―. ¿Crees que quisiste decir eso?
―Lo dije en serio. No soy una niña. Sé lo que siento. Sé lo que quiero. Y te
amo ―señaló respirando hondo y expulsándolo―. Te amo.
―Yo también te amo. ―Era el primer hombre que le decía eso sin querer
nada a cambio. No quería que ella se comportara de cierta manera o se viera de 266
cierta manera. No quería nada de ella, excepto su amor incondicional.
―Ahora, ¿quieres venir a casa hacia mí?
Ella cerró sus ojos mientras lágrimas corrían libremente por sus mejillas.
¿Lágrimas de felicidad? ¿Lágrimas de tristeza? ¿Lágrimas agotadas? ¿Lágrimas
aliviadas? Realmente no podía decirlo. Solo que las lágrimas expresaban el nudo
tumultuoso formándose en su intestino. Finalmente, susurró:
―Volveré a casa.
N
oah vio caminar Lindsey fuera del avión. Llevaba la misma bolsa
con la que dejó a Elliot. Su cabello no era mucho más largo que la
primera vez que lo cortó. Tenía los extremos rosados, sin embargo,
ahora. Él parpadeó. Ella aún parecía en shock. No tanto para cualquiera que la
viera por primera vez, pero sin duda para cualquiera que conociera a Lindsey
Bains, y luego a Lindsey Johanson.
Llevaba los vaqueros ajustados que tanto le gustaban. Prácticamente vivía en
ellos. Llevaba una chaqueta con el logotipo de un equipo. Sus ojos recorrieron la
multitud en el pequeño aeropuerto. No era nada parecido a los grandes
internacionales. Noah dio un paso adelante y levantó una mano.
Ella se detuvo en seco cuando sus ojos se encontraron y un momento
conmovedor se marcó. Sus ojos se llenaron de lágrimas que se deslizaron por sus
267
mejillas en silencio. Eran diferentes a las lágrimas que derramó hace un año. Estas
eran lágrimas de alivio al verlo. Luego una lenta sonrisa iluminó su rostro. Dejó
caer la bolsa, pateándola a un lado antes de arrojarse hacia él. Él la atrapó y la
levantó del suelo mientras la apretaba fuertemente a su lado. La gente se quedó a
su alrededor, y algunos los miraron con fastidio. No le importaba. La abrazó. Ella
gritó, y su cuerpo se sacudió cuando sus brazos agarraron sus hombros y lo
abrazó. Tras una larga pausa, ella finalmente se apartó de sus brazos y sus ojos se
encontraron. Ella sonrió con timidez y un rubor llenó sus mejillas. Su corazón se
retorció de alegría.
―Creo que estoy más feliz de verte de lo que esperaba.
―Creo que podría acostumbrarme a que tengas esa reacción al verme.
Ella bajó la cabeza y se volvió para tomar su bolso.
―No tengo ninguna otra cosa.
―Sabes, solías traer más de eso a trabajar todos los días.
Ella se encogió de hombros.
―No tengo mucho. Y por ahora, me gusta que sea así.
Él tomó su bolso.
―¿Dónde quieres quedarte? ¿Conmigo? ¿O con Will y Jessie? ¿Dónde?
Ella inclinó la cabeza hacia él.
―¿Dónde preferirías que me quedara?
Él se detuvo en seco y dejó caer su bolsa para poder agarrar sus hombros y
voltearla hacia él.
―Conmigo. Para siempre.
Ella sonrió.
―Está bien. Contigo. Para siempre.
Él la miró a los ojos, frunciendo el ceño.
―Estaba siendo dramático, y haciendo un punto. No espero que te sientas de
esa manera ahora. Es mucho, y demasiado pronto. Sólo te quiero aquí conmigo,
donde pueda vigilarte y salir contigo. Realmente me gustaría poderte llamar mi
novia.
Ella negó.
―No es demasiado. No es demasiado pronto. Es lo que quiero y lo que
decidí. Y realmente me gustaría que dijeras que soy tu novia.
Él frunció el ceño mientras negaba.
―No quieres decir eso. 268
―Oh, lo digo en serio. No sé si alguna vez quiero casarme, Noah, o tener
hijos. Realmente no sé si podría desear cualquiera de eso. Pero te amo y quiero
estar contigo. Así que sí, quiero ir a tu casa y simplemente ser tu novia.
Él le sostuvo la mirada.
―No necesito casarme; y no necesito tener hijos. No, si tú no lo deseas. Sólo
te necesito y te amo, sin embargo, de la forma en que pueda tenerte. De cualquier
manera en que pueda tenerte conmigo. Y me encantaría que fueras mi novia y
vivieras en mi casa.
―Entonces llévame allí.
Él agarró su bolso de nuevo, luego suspiró:
―Oh, mierda.
―¿Qué?
―Se me olvidó. Mi familia está allí. Realmente quieren verte. Especialmente
Penny. Ella te extrañó mucho.
Lindsey le tocó la mano, la de ella se deslizó en su cintura mientras
empezaban a caminar.
―Estaré encantada de verlos. Especialmente a Penny.
* * *
* * *
270
―Creo que va a venir tras de mí.
Noah se detuvo en el proceso de mover de un tirón un filete en la estufa.
Habían pasado dos semanas desde que Lindsey se fue a vivir con él. Era tan bueno.
Muy, muy bueno. ¡Ella vivía con él! Estaba allí cuando llegaba a casa del trabajo.
Le ayudaba a cuidar de todas sus mascotas, así como a cortar el césped o a lavar la
ropa. Eran totalmente torpes el uno con el otro y con torpeza trataban de averiguar
quién haría qué y cuándo. Tenían mucho que aprender el uno del otro, y de estar
juntos. Tenían que aprender cómo pelear, y cómo hacer las paces. Pero la mejor
parte era: que tenían todo el tiempo y la libertad para hacerlo ahora.
Él cocinaba, debido a que Lindsey era peor que horrible en eso. Él dejó la
espátula abajo, y fue alrededor para sentarse al lado de donde estaba sentada,
observándolo, en un taburete. A menudo discutían de la siniestra advertencia de
Cal. Nunca dejando de hacerlos sentir impotentes. No tenían idea de lo que
deberían hacer para prepararlo o prevenirlo. Había un sentido de urgencia, como
que deberían haber estado haciendo algo. ¿Pero qué? ¿Cuándo? Tomaron algunas
precauciones, y Lindsey salía rara vez sola. A menudo salía con alguien de la
familia de Noah, o con su hermana para no estar sola. Pero Noah temía que la
corazonada de Lindsey estuviera bien.
Él tomó sus manos entre las suyas.
―¿Por qué dices eso?
―Él no puede dejar esto así. No va a aceptar que me las arreglé para escapar.
Y simplemente me fui. No podrá soportar eso. No puede dejarme ganar. Tiene que
ganar. Y verá esto, que esté aquí contigo, como ganar mi libertad.
Entrelazaron los dedos y él miró hacia abajo a su rodilla.
―Deja que lo intente.
―No te he dicho mucho acerca de lo que él… ni de lo que me hizo. ―Su
mirada estaba clavada en sus manos entrelazadas y él le tomó suavemente su cara.
No, no le había dicho mucho. Sabía algunas cosas. Sabía lo básico. Sabía cómo
se veía después de que la encontró hace tantos meses. Pero ella no solía darle
ningún detalle.
―Te debo eso. Te debo todas las respuestas que buscas.
Él negó, separando las piernas para que ella pudiera descansar entre ellas. La
atrajo hacia sí y dijo:
―No me debes nada.
Su mirada se levantó. 271
―Te debo todo.
Él sacudió la cabeza y le pasó la mano por el cabello corto y en picos.
―Nah. Somos compañeros. No nos debemos nada uno al otro. No, eso no es
cierto, nos debemos uno al otro confianza, respeto y amor. Pero ninguna respuesta.
Ella se lamió los labios.
―No sé si alguna vez podré decirte todo. No puedo decirle todo a cualquiera.
No todo a la vez. No del modo de “gran panorama”. Pero me gustaría empezar
diciéndote fragmentos. Las cosas pequeñas. Cosas que puedo forzar más allá de
mis labios. Ni siquiera puedo decirle todo a mi terapeuta
―Entonces dime lo que tienes que decir. Si se trata de ti, Lindsey. Lo que
quieres decir o no. Es lo que elijas expresar. Y mientras no te odies a ti misma más
de lo que ya haces, no necesito saber a menos que prefieras que lo sepa.
―Creo que quiero que lo sepas. Con el tiempo. Sólo podría tomar un tiempo.
Él le sostuvo la mirada en una profunda mirada larga, de amor y de promesa.
―Tengo la intención de compartir nuestras vidas juntos por la eternidad. No
hay prisa.
Ella cubrió la mano que tenía sobre su cara.
―Mi primera inseguridad está en temer que no te merezco. Pero estoy
trabajando en creer que me merezco cosas buenas de la vida. Y no merecía lo que
Elliot me hizo. No importa cuánto tiempo me quedé y lo toleré. Y la cosa es: que a
pesar de que no es fácil para mí, te amo.
―Sabe que voy a estar aquí, sin importar lo que pase.
Ella cerró los ojos.
―¿Sin importar qué?
―Sí.
Ella asintió mientras más lágrimas se deslizaban por sus mejillas. No abrió los
ojos de nuevo. La apoyó en él y la abrazó.
Todavía había momentos en que se ponía muy oscura. Tenía terribles estados
de ánimo, que explotaban con ira y decía palabras desagradables antes de poder
controlarlo. Pero no siempre era entendido tan fácilmente, ya que a menudo era
difícil y se basaba en el mal humor y en la frustración.
Pero no había nadie en la tierra que Noah prefiriera a aceptar lo malo,
siempre y cuando él también le consiguiera algo bueno. Lo hacía. Él lo tenía todo,
cada pedacito de ella, y ese era el mayor regalo que podía pedir. Era todo lo que 272
siempre había querido, incluso antes de saber que estaba buscándolo.
Ella finalmente levantó la cabeza de su hombro.
―He pensado mucho sobre esto, sobre lo que debo hacer. Y la cosa es que
quiero hacer algo.
―¿Algo? ¿Cómo qué?
―Quiero enfrentar a Elliot.
El corazón de Noah saltó con sorpresa en su pecho. ¡No! No, no podía querer
decir que quería enfrentar a Elliot. La violó, la golpeó, la encerró, y la mandó al
hospital. ¿Todavía la amenazaba, y ahora ella se atrevía a enfrentarlo?
―Lindsey…
―No ―dijo ella, poniendo dos dedos en sus labios―. Déjame terminar. Él
tiene una reunión llegando a la ciudad. Es su manera magnánima de convencer al
público de que es uno de ellos, y de que quiere escuchar los problemas y quejas de
todos. Tontería total y completa. Pero quiero ir. Quiero estar allí.
Él no entendió e inclinó la cabeza.
―¿Para qué?
―Para enfrentarlo. Allí mismo, ¡delante de todos! No podrá lastimarme en
frente de todos. He estado pensado en eso, Noah. Lo olvidas. Mi hermana y yo
marginamos a mi padre. Yací en cama incontables noches, obsesionada por lo que
Elliot pudiera hacerme No puedo permitir que me lastime de nuevo. Nunca más. Y
entonces pensé en todas las mujeres que he conocido y escuchado. Algunas fueron
mucho más valientes que yo. Y de repente, quiero ser valiente también. Quiero
llevar mi poder de nuevo. Quiero anunciar públicamente lo que me hizo, para que
nunca pueda volver a hacerlo. Quiero hacer con él lo que Jessie hizo con mi padre.
Noah tomó un agudo aliento.
―Está bien.
Ella frunció el ceño.
―¿Está bien? ¿Qué significa eso?
―Significa que está bien. Hazlo.
Ella inclinó la cabeza.
―¿Sólo así?
―Sólo así. Sólo por favor dime que puedo ir contigo. No creo que pueda
soportar dejarte ir a ese estado, y mucho menos, que estés dentro de cualquier
proximidad de él. Debo ir también. 273
Ella sonrió y apoyó la cabeza en su pecho.
―Está bien ―susurró.
Él le dio unas palmaditas en la espalda mientras suspiraba porque los bistecs
estaban completamente negros.
―¿Quieres ir a buscar una pizza?
Ella se inclinó hacia atrás y soltó una carcajada.
―Eso es probablemente lo que más me gusta de ti.
―¿Qué?
―Reaccionas como nadie más en el mundo. Sí, quiero ir a buscar una pizza.
―Lo besó profunda y completamente. No estaba seguro de lo que había hecho
para complacerla a su manera, pero estaba contento de haberlo hecho.
* * *
La reunión de la ciudad estaba llena. Las sillas se encontraban en un gran
semicírculo alrededor del centro del escenario, y elevadas para proporcionar una
visión clara de los altavoces para cada persona en la habitación. La sala de pronto
se llenó de asientos y el numeroso público creció a cerca de quinientas personas.
Noah y Lindsey se sentaron diez filas más atrás, en un extremo.
Su estómago se apretó cuando Elliot se acercó a la plataforma. Noah se
apoderó de su mano con más fuerza, y con su pulgar frotó su palma.
Elliot llevaba un traje negro clásico. Lindsey conocía al diseñador exacto, la
marca y el tamaño. Porque, ¿no había obsesivamente cuidado de ellos durante
cinco años? Él tenía la camisa planchada y almidonada. ¿Acaso ella no sabía
exactamente lo perfecto que cada una tenía que ser? Hoy había sido sencilla:
camisa blanca con corbata roja. Llevaba una bandera americana discreta prendida
en su solapa. Tenía el cabello cuidadosamente peinado, y apenas rociado por lo
que parecía natural. Apretó los puños sobre su regazo y, finalmente consiguió una
idea de por qué Jessie solía cortarse su propia piel en respuesta a los abusos de su
padre. Al ver a Elliot ahora, le hacía querer fregar su piel. Ahora que estaba fuera,
no podía entender cómo soportó todo.
Él fue presentado por Cal Hopkins. Oír su voz hizo que se le revolviera el
estómago y la bilis comenzó a aumentar en su garganta. Luego tuvo que escuchar a 274
Elliot Johanson hablar con una ingeniosa, chistosa y elocuente réplica. Buscaba la
simpatía. Era como un estafador. Como un ordinario estafador-de-caminos. Sólo
que estaba mejor vestido que el estafador promedio. Era tan malo como el
proxeneta de la esquina, o el vendedor de drogas detrás de la escuela de sus hijos.
Era una pequeña sabandija, baja en rango hasta la médula.
Su mayor crimen era golpearla como la mierda con demasiada frecuencia.
Se sentó en silencio mientras él terminaba su discurso suave y pulido antes de
abrirse camino para tomar las preguntas de los ciudadanos de su estado, o “del
pueblo al que servía” como se refería a ellos. Se echó a reír y habló con una
persona tras otra. Poseía el tono perfecto, bien modulado de voz y la respuesta
benigna para todo. Pero no decía nada. Del mismo modo que nunca realmente
tenía algo que decirle a ella.
Ella se levantó sin ningún plan en mente. No había ido allí con ninguna
noción preconcebida de qué hacer o cómo hacerlo. Sólo… decidió hacerlo. Noah se
levantó junto a ella. Ella negó hacia él. No. No, tenía que hacer esto… sola. Poco a
poco él se volvió a sentar.
Ella se acercó al micrófono más cercano y esperó su turno. Esperó
pacientemente las preguntas monótonas sobre los impuestos, el desempleo y el
gasto hasta que fue su turno.
Elliot se volvió con su micrófono para mirar a través de la habitación hacia
ella. Sonrió y asintió. Ella sabía que estaba listo para despedirla tan pronto como
vio cómo iba vestida ahora y su cabello y maquillaje. Sin duda, rechazaría
educadamente su pregunta, ya que no le importaba lo que tenía que decir.
―Hola, Elliot.
Su voz resonó en la habitación y tuvo un par de miradas divertidas por el uso
de su nombre de pila. Cada otro orador se dirigió a él con el mayor respeto, ya sea
usando “gobernador”, o “señor Johanson”, o “su Excelencia”. ¿No fue esa la
mitad de la razón por la que Elliot eligió Virginia para postularse cómo
gobernador? Era uno de los pocos estados en todo el país que se dirigía
formalmente al gobernador no con el normal, “su señoría”, sino más bien, “su
Excelencia”. Le quedaba perfectamente a quién y qué Elliot pensaba que era.
Su sonrisa se desvaneció lentamente mientras su mirada se estrechaba sobre
ella. De repente se levantó del taburete tan casualmente que inclinó su trasero
zalamero sucesivamente. Parecía como si estuviera tratando de evocar un tipo de
ambiente de “buen muchacho”, somos amigos.
―Ah, hola.
Él no estaba seguro. Se mordió el labio. ¿Cuándo alguna vez lo hizo parecer
inseguro? Él no sabía si era realmente Lindsey. Pero después de escuchar su voz, la
275
reconoció.
―¿Cuál es tu pregunta, señorita?
―Lindsey. Puedes llamarme Lindsey. Ese es mi nombre.
Ella lo vio inclinarse hacia atrás, con la mano llegando a su cuello mientras el
color enrojecía sus mejillas.
―Sí, Excelencia. ―Estuvo a punto de escupir la palabra―. Me gustaría saber
cuál es tu postura sobre la violencia contra las mujeres. ¿Sabías que una de cada
cuatro mujeres es maltratada de alguna manera física por una persona con la que
es íntima? Y que, debido a los recientes recortes presupuestarios, muchos de los
fondos que proporcionaban ayuda y refugio a estas mujeres maltratadas se han
reducido drásticamente en los últimos años. ¿Eso te importa?
―Sí, soy consciente de las inquietantes estadísticas. Y, por supuesto, estoy
rotundamente en contra de la violencia de cualquier tipo, ya sea que victimice a los
hombres o a las mujeres.
―Por supuesto, estoy segura de que lo estás. Pero estoy hablando de una en
singular, sin embargo, que por desgracia, es muy común, y un grave caso de
violencia: de los cónyuges amables y amantes haciéndose uno al otro. Estoy
hablando sobre el abuso doméstico. ¿Cuál es tu plataforma, Elliot, del abuso
doméstico?
Su ira no estaba camuflada en su tono. Su postura era combativa y
beligerante. Su mirada se bloqueó en la de Elliot y su mandíbula se apretó
visiblemente. Él rechinó los dientes para evitar decir lo que realmente quería.
―Que estoy contra ella, por supuesto.
Ella clavó las uñas en la palma de su mano y dio una larga y lenta,
respiración profunda. Sostuvo la mirada de Elliot a través de la sala, y sobre todas
las cabezas de los ciudadanos.
―¿En serio? Entonces, dime gobernador, ¿dónde está tu esposa? ¿Qué pasó
con ella? ¿No la golpeaste bastante mal? ¿No ocurrió eso en tu propia casa?
Hubo un suspiro colectivo y susurrante. Después inquieto. La multitud
estaba incómoda con su perseverancia y con su rabia cada vez más evidente.
Su férreo control sobre el micrófono estaba volviendo sus dedos blancos.
―¿Dónde está? ¿A dónde se fue? ¿De quién realmente se está escondiendo?
―persistió Lindsey.
Elliot apretó los labios y Cal se precipitó hacia adelante. Hizo señas a alguien.
Seguro y suficiente, un gigante en traje se dirigió hacia ella. Ella sonrió y añadió en 276
voz baja:
―Tu mujer se esconde de ti. ¿Cómo puedo saberlo? Porque yo soy tu esposa
y voy a testificar en el tribunal bajo juramento que me golpeaste, una y otra y otra
vez. ¿No es así, Elliot? ¿No me hiciste eso? La cosa es que, por fin me di cuenta de
que no fue mi culpa. Es tuya. Me hospitalizaron después de lo que me hiciste. Me
ahorcabas y violabas y encerrabas en mi propia casa regularmente. ¿No es así,
Excelencia?
Ella se puso de pie en el asiento a su lado y levantó una foto de sí misma. Era
la única prueba de que había sido lastimada por otro ser humano. La policía se la
tomó en el hospital después de que el supuesto intruso la atacó. Era la única
prueba de su existencia. Y, probablemente, no era suficiente para conseguirle a
Elliot el castigo que merecía. Pero podría haber sido suficiente para arruinar su
vida y sus expectativas políticas de todos modos.
―Así es cómo me veía después de la última vez que me golpeaste. De la
última vez que fui hospitalizada. Fue la última vez porque me escapé después de
que ocurrió. Me he mantenido en la clandestinidad desde ese día. Esto, señoras y
señores, es lo que hace su Excelencia a puerta cerrada.
Los matones de Cal estaban casi encima de ella, hasta que la gente de la gran
multitud se puso de pie. Noah estuvo a su lado en un segundo mientras varias
personas se abalanzaban sobre los matones de manera protectora rodeándola.
Cal se volvió, empujando físicamente a Elliot fuera del escenario. Él se quedó
allí de pie, inmóvil, mirándola con una mirada asesina, sus manos en puños a los
costados, antes de dejar caer el micrófono.
Ella le sonrió y le sostuvo la mirada hasta que él desapareció detrás de la
cortina.
Había mil preguntas que se hicieron a su alrededor mientras ella lentamente
bajaba los pies al suelo. Respiraba. Dentro y fuera. Dentro y fuera. No más
negación. Sólo alegría y libertad. Al declararlo a todo el mundo, o al menos a toda
la habitación, lo que Elliot le hizo, Lindsey recuperaba su autonomía.
* * *
278
explorar y soñar, mientras tal vez planeaba un futuro, una vez. Fue contratada
como camarera en un restaurante de carnes y lo consideró un buen empleo por el
momento. Su cerebro se sentía a punto de estallar con todos los monumentales
cambios y revelaciones que tuvo que soportar. No estaba preparada para ninguna
cosa que requiriera un compromiso. Esperaba pronto, sin embargo, poder manejar
todo.
Fue con su terapeuta y habló con Tessa Backerman. A veces, acompañaba a
Noah en sus tardes de sábado al refugio de animales de terapia. A veces no. A
veces era demasiado doloroso, o simplemente no estaba de humor. No podía ser
una mujer maltratada todos los días. Algunos días, fingía que no lo estaba. Le
tomó mucho tiempo considerar quién y qué era, algo que nunca había hecho antes.
Y por ahora, eso era suficiente.
Semanas más tarde, al abrir el periódico y beber un poco de café, Lindsey
cantaba junto con la radio cuando su corazón casi se detuvo.
Los titulares decían: Gobernador de Virginia Asesinado.
¿Asesinado? ¿Elliot? ¿Cómo? ¿Cómo podía ser eso? ¿En serio? El artículo
decía que él y su gerente/jefe de Estado Mayor, Cal Hopkins, habían sido
asesinados a tiros en un aparente ataque de francotirador la noche anterior en
Washington DC. Según el informe, era donde estaban aparentemente
escondiéndose tras las denuncias de violencia doméstica, que recientemente se
habían pronunciado en contra del gobernador. No había sospechosos, y nadie
había sido reclamado responsable. Tampoco había ninguna pista. Incluso Lindsey,
la ex esposa maltratada, no era sospechosa, de acuerdo con el artículo, porque
estaba atravesando el país cuando ocurrió el incidente.
Miró durante unos cinco minutos el artículo con incredulidad.
No podía ignorar lo que una vez fue su padre, hace mucho tiempo, un
francotirador.
Lindsey era mencionada en el artículo junto con sus acusaciones sobre Elliot.
Su corazón se hundió y dio un vuelco. Si estuviera muerto, eso era todo lo que
alguna vez podrían ser: acusaciones. La conmoción de eso era surrealista. ¿Podría
Elliot realmente estar muerto? De alguna manera se lo imaginó como un zombi
que nunca podría realmente morir. Siempre se imaginó que sería una sombra en su
visión periférica por el resto de su vida. Y algún día, aún podía llegar a ella y
castigarla.
Pero si estaba realmente muerto, nunca podría lastimarla de nuevo. Un
sonido extraño escapó de su garganta. Podría ser total y completamente libre si
Elliot estaba realmente muerto. ¿Podría ser real? ¿Su padre podría haber hecho
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eso? ¿Quién más habría asesinado a Elliot y a Cal? No era como si eso fuera algo
cotidiano.
―Oh, ¡Dios mío! ¡Noah! ¡Noah!
Él salió corriendo de la ducha, con la toalla todavía atada alrededor de su
cintura y dejándose caer sobre sus musculosas piernas peludas. La crema de afeitar
estaba en toda su cara y sus ojos estaban en pánico. Poco a poco ella se puso de pie.
―¿Qué? ¿Qué sucede?
Su corazón se derritió. Su héroe. Con un metro ochenta, en toalla, con la cara
llena de espuma y venía a su rescate en cualquier momento, independientemente
de si sabía qué hacer al respecto. O ella. Se lanzó a él y él la atrapó, sujetándola
contra él. Envolviendo automáticamente sus brazos alrededor de ella y enterró su
rostro en su cabello, con total olvido, aunque ella no lo hizo, porque él tenía la cara
llena de crema de afeitar. Estaría toda sobre su cabello, pero no le importaba. Sólo
le importaba que estaba en sus brazos. Le encantaba. Segura. Acariciada.
Independiente. Libre.
Él siguió acariciándole la espalda, el cabello y el hombro. Él, como siempre,
respondía a su comodidad primero, antes de entrar en los detalles de por qué. No
le importaba por qué. Él sólo se preocupaba de hacerlo.
Ella se echó hacia atrás y limpió su cara con su mano, recogiendo los restos de
la crema de afeitar, que se limpió en el pantalón.
―Te amo. Te amo, Noah Clark. Siempre te amaré.
Sus hombros se hundieron bajo sus manos y su rostro se iluminó con una
larga perezosa, sonrisa feliz. Él nunca sentía la necesidad de atenuarla,
tranquilizarla, o esconderla. Siempre la mostraba, igual que le decía lo que sentía,
lo que quería, y lo que pensaba. Era honesto y abierto con su amor por ella. La
amaba como ningún hombre la había amado antes.
Y ella estaba locamente enamorada de él también.
―¿Casi me diste un ataque al corazón para decirme eso?
Ella sonrió a su cara.
―¿No es digno de un ataque al corazón?
Él puso los ojos en blanco y finalmente sonrió.
―Sí, es digno de un ataque al corazón oírte decir eso.
Ella se echó hacia atrás, agarrando el periódico antes de entregárselo a él.
―De hecho, te llamé acerca de esto.
Él frunció el ceño mientras lo examinaba, luego se echó hacia atrás en estado
de shock mientras sus ojos se levantaban a los de ella con horror.
―En el nombre de todo lo que es santo. ¿Asesinado? ¿Crees que tu padre lo 280
mató?
Era una pregunta lógica, pero absurda. No era que alguna vez tuviera que
decir otra vez sobre ningún hombre en su vida. Porque ahora estaba Noah: normal,
maravilloso, no violento, no psicótico, Noah. Noah, quien no le pegaba, ni la
violaba ni asesinaba personas.
―Él lo hizo. Creo que mató a Elliot.
El color desapareció de la cara de Noah.
―Contacté con él. Le dije que Cal te amenazó. Y, por supuesto, sabía como
todos los demás, que te enfrentaste a Elliot. ¿Yo hice esto? ¿Intencionalmente lo
envié tras Elliot? ¿Causé que tu padre hiciera eso? ―Negó―. Puede ser que sí,
Lindsey. Yo podría haber querido que esto sucediera. No me senté y lo pensé, pero
tenía que saber que tu padre no iba a dejar que esto siguiera. No cuando se trata de
ti.
Ella le tocó los labios.
―Es sobre él. No sobre ti. Pase lo que pase de aquí en adelante se trata de
nosotros. No de ellos. No del general. No de Elliot. Ni de Cal. Somos sólo nosotros.
Y nuestra vida, nuestra felicidad, nuestras familias.
Noah apretó los labios, luego la jaló más cerca de él mientras le besaba la
frente.
―Tienes razón. Es algo bueno, Lindsey. Quiero decir… que eres
completamente libre. De él. De Elliot. Eres libre y por lo tanto, estás a salvo. Este
fue el regalo final y tal vez de tu padre para ti. Déjalo ir. Que sea justamente eso.
Lindsey cerró los ojos e inhaló la piel de Noah. El olor a limpio de su jabón
estaba todavía en su piel. Tan familiar. Tan segura. Tan normal. Tan para ella.
Sí, ella era libre. Lo era finalmente, de una vez por todas, libre.
* * *
Tres días más tarde, llegó un paquete al porche delantero sin remitente. Lo
recogió. No era más pesado que el peso de la caja y podría haber sido una pluma.
Lo puso en la mesa de la cocina y agarró las tijeras de cocina para cortar la cinta
adhesiva transparente. Sacudió su contenido sobre la mesa de la cocina. Se trataba
simplemente de un centavo. Frunció el ceño y sacudió la caja. Nada más. ¿Qué
demonios? La recogió y la examinó con mayor detenimiento. Era canadiense.
Palabras flotaron por encima de su memoria: “Si sólo tuviera un centavo por la 281
cantidad de veces que he pensado en eso también”. Lo supo entonces. El corazón le dio
un vuelco y comenzó a subir por su garganta. Las lágrimas cayeron casi al instante
con alivio. Noah tenía razón. Este era el único y final regalo de su padre para ella.
Pero ahora podía vivir completamente libre de él, y de Elliot. Por eso estaba
agradecida. Sostuvo la moneda entre sus dedos, y lo frotó con reverencia.
Luego, lanzó la moneda extranjera a su plato de cambio, y salió corriendo
para ayudar a alimentar a los perros de Noah.
Gretchen Hendricks pasó la mitad de su
vida enamorada de un hombre que terminó
más dedicado a su trabajo que a ella. Después
de un divorcio que la dejó desolada, puso todas
sus energías en construir su carrera como
psicóloga. Ahora, bien entrada en sus treintas
ha logrado el éxito profesional, y lleva una vida
ejemplar. Ha tratado de dejar de lado sus
sueños de juventud de un matrimonio y niños
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para complementar su carrera. Después de
quemarse tan a fondo por el chico al que le
había dado su joven corazón de chica, es más
feliz sola.
Hasta que un día se encuentra con su
amigo de la adolescencia Tony Lindstrom, y se
da cuenta de las circunstancias catastróficas que
terminaron con su servicio en el ejército de
Estados Unidos. Han pasado dos años desde el
final de la carrera profesional de Tony, y la vida
como la conocía. Pero él no ha hecho nada para
aceptar lo que le pasó, o incluso saber cómo comenzar a vivir con ello. Está
escondido en la casa de sus padres, sin oficio ni perspectivas de ningún tipo, y la
cosa es: que es muy bueno en eso. Se imagina que le pagó su deuda a la sociedad
más que la persona promedio; merece que lo dejen solo para hacerle frente a las
cosas como quiera.
Pero luego se encuentra con una mujer a la que siempre amó y nunca tuvo,
porque siempre fue la novia de su mejor amigo. Gretchen no aceptará en quien
Tony se ha convertido, o que haya renunciado completamente a una vida digna.
Tony no puede contemplar nada con Gretchen porque para él, ¿qué tan bueno es
un hombre que está incompleto en el exterior, y completamente roto en el interior?
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El romance lo puedes hacer tú. Yo escribo
ficción total… eso podría suceder.
Vivo en la zona lluviosa del Oeste de
Washington y paso todo el tiempo que puedo
escapando de la lluvia al viajar a destinos en
todo el estado, donde mi familia y yo
acampamos un montón, hacemos canotaje,
pesca, equitación y natación. Muchos de los lugares se convierten en el
campamento base para mis libros. Me encanta hacer los ajustes de ficción que se
basen en los lugares que amo, lo que significa que la mayoría de mis ajustes son de 284
algún lugar en el estado de Washington.
Me titulé en negocios en la Universidad de Western Washington. Trabajé
durante varios años en el campo de gestión de la construcción antes de dedicarme
a escribir y estar en casa con mis hijos. Vivo con mi esposo, dos hijos, y Willie
nuestra cachorra Springer Spanial.
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