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MODERADORA Y TRADUCTORA
Nelly Vanessa

CORRECTORAS

maggiih Curitiba
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Dabria Rose Malu_12

Pachi15 Nanis

RECOPILACIÓN Y REVISIÓN

Nanis

DISEÑO

Aria
Sinopsis Capítulo 14

Capítulo 1 Capítulo 15

Capítulo 2 Capítulo 16

Capítulo 3 Capítulo 17

Capítulo 4 Capítulo 18

Capítulo 5 Capítulo 19 4
Capítulo 6 Capítulo 20

Capítulo 7 Capítulo 21

Capítulo 8 Capítulo 22

Capítulo 9 Capítulo 23

Capítulo 10 Capítulo 24

Capítulo 11 Capítulo 25

Capítulo 12 Próximamente
Capítulo 13 Sobre el autor
Lindsey Bains Johanson ha pasado toda su vida perfeccionando el arte de la
negación. Siempre fue la hija perfecta, la obediente, del general Travis Bains, hasta
que se enteró de las atrocidades que cometió contra su propia hermana. Ahora,
libre de su padre, se ha convertido en la esposa perfecta. Toda una vida de
entrenamiento la ha mantenido en línea y dispuesta a permanecer en silencio sobre
cualquier cosa y sobre todo, incluyendo el monstruo en que su marido se vuelve a
puerta cerrada.
Se escapa de la casa de su hermana, y con la ayuda del veterinario, Noah
Clark, comienza a ver que no tiene que ser tan buena ni tan obediente. Noah le
muestra una vida que nunca antes imaginó, y comienza su camino hacia el
autodescubrimiento. Empieza a encontrar a una mujer que nunca conoció, pero
que es una mujer que su marido nunca aceptará o liberara.
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Cuando su marido viene por ella, regresa a su casa, sin decirle a nadie el
secreto que ha mantenido a expensas de su mente y cuerpo. Pero esta vez… las
cosas van demasiado lejos, y sólo entonces Noah averigua lo que ha escondido
todos estos años. Pero Lindsey sabe que nada detendrá a su marido, con el tiempo
llegará a destruirla, como siempre prometió que iba a hacer…
Arlington, Virginia

L
a negación. Para la mayoría de la gente, la negación es una palabra de
uso frecuente para justificar un delito o una serie de malas acciones.
En términos generales, no es un himno por el cual las personas rigen
sus vidas. No así, sin embargo, para Lindsey Johanson. Se esforzó por hacer de su
talento personal el negar todo el mal a su alrededor una forma de arte que estaba
simplemente ideado para mantenerla con vida.
Apretó los párpados cerrándolos herméticamente y se concentró
profundamente en su respiración. Dentro y fuera. Dentro y fuera. Respirar
significaba que estaba viva. Viva quería decir que estaba bien. Todo estaría bien.
Todo iba a mejorar. Todo sanaría. Además, cuanto más se concentraba en respirar,
era menos probable que expresara su dolor con un gemido o gruñido, sonidos que

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sólo servirían para incitar su crueldad aún más.
Él no estaba pateando sus costillas. No estaba golpeando su estómago. No
estaba a horcajadas sobre sus muslos mientras se desabrochaba la bragueta. No lo
hacía, no podía, posiblemente querer tener sexo con ella ahora. Respiró más fuerte,
más rápido, dentro y fuera. Dentro y fuera.
Pero lo hacía. Ella abrió la boca, mordiendo con dureza su labio, tratando de
sofocar cualquier gemido de dolor dentro de su boca, antes de que se marchitara
en su pecho. Su cuerpo se sacudió contra la alfombra mientras él se metía
violentamente dentro de ella. Su espalda se movió arriba y abajo, raspando contra
la alfombra, raspándose, todo mientras que él golpeaba su pene como un arma
dentro de ella, dentro y fuera. Dentro y fuera.
Ella siempre mantenía los ojos cerrados. Mientras no lo viera, no tendría que
retener ninguna imagen de su sadismo. Más tarde, no tendría que volver a vivir la
emoción en sus expresiones faciales. Nunca tendría que saber si tenía los ojos
abiertos, y ver el dolor retorciéndose en su rostro. ¿Estaría sonriendo con deleite?
¿O mirándola con odio irracional? Nunca lo sabría. Pero no saber era infinitamente
mejor que saber.
Con un grito gutural, de repente él se puso rígido y entró en ella tan duro y
profundo, que temió que su vientre colapsara bajo la presión. Su pene era como
una espada, dividiéndola en dos. Él gruñó mientras caía sobre ella, su peso
agobiante atrapándola en el suelo.
―Eres sólo mía. Tal vez ahora, no lo olvidarás ―le susurró. Su aliento se
sentía caliente en la piel debajo de su oreja, y su voz era más tranquila ahora, de
vuelta a una cadencia más normal. La advertencia era sólo su respuesta natural a lo
que hacía para incitarlo.
Algunas mujeres creían que ser considerada la posesión de un hombre era
sexy. Es como si su reclamación fuera un honor para ella, o que le estuviera
otorgando un regalo de alguna manera, al querer poseerla. Sólo que no lo era. La
posesión y la obsesión no eran sexys. Su derecho sobre ella no era más que un
anuncio de su capacidad, así como su intención, de romperla con su fuerza. Para
dominar y controlar cada palabra y cada acción, hasta cada uno de sus
pensamientos.
Y con el tiempo, eso también le daba derecho a golpearla y abusar de ella.
Pero no era violación. No podía llamarse violación. Él era su marido. Los
maridos no podían violar a sus esposas. Tenían sexo con sus esposas. Les hacían el
amor a sus esposas. Por supuesto, no todos los maridos comenzaban primero

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empujando a su esposa al suelo, y luego proceder a patearla y golpearla, antes de
saltar encima de ella para detener su lucha y su resistencia mientras forzaba su
pene en sus apretados, secos y doloridos espacios. No, la mayoría de los maridos
preferían tener sexo con sus esposas después de que estaban húmedas y listas,
nunca entraban por la fuerza en ellas. Aunque ella no estuviera mojada ni lista, no
era violación, y no podía serlo porque estaba casada con él.
Negación.
Era el único dispositivo que era capaz de encontrar la fuerza para abrir sus
ojos.
Ella parpadeó ante la luz del día que llenaba su sala de estar. Un “silbido” de
aire profundo se le escapó de los pulmones. Su cuerpo se sentía como si hubiera
estado en un largo y arduo, horrible viaje, en lugar de gastado por sólo los últimos
diez minutos siendo golpeada y violada, no, no violada, sino teniendo sexo con su
marido.
Los techos abovedados se levantaban a unos seis metros, con un pico en el
techo con cuatro claraboyas diferentes que le daban la bienvenida a los cuadrados
profundos de sol. Los rayos del sol alcanzaban el suelo sobre el que estaba
acostada, destacando las motas de polvo que flotaban perezosamente en el aire,
que orbitaban sus muebles de cuero azul oscuro y mesas de madera oscura que tan
elocuentemente llenaban la habitación. La habitación que estaba en su mayoría aún
intacta. ¿Cómo podría ser? ¿Cómo podría no haber sido alterado? ¿Cambiado?
¿Arruinado? Todo estaba limpio y ordenado.
El poco polvo que cayó hoy seguramente se iría mañana. Ella limpiaba todos
los días. Él odiaba el polvo. Odiaba el lío. Odiaba el caos de cualquier tipo.
Así que ella no permitía que el polvo o el desorden o caos de algún tipo
existieran.
Él se izó fuera de ella, apoyándose en las rodillas, que ahora estaban a ambos
lados de sus piernas. Luego se puso de pie en un movimiento rápido y ágil.
Después de ajustarse el pantalón y meter su blanca, abotonada camisa, se
reorganizó la corbata. Estaba arrugado ligeramente. Odiaba eso. El impulso llenó
su entumecido cerebro: tenía que planchar rápidamente su camisa.
Sus ojos vagaron sobre ella mientras fruncía el ceño con disgusto. Era como si
hubiera descubierto su holgazanear alrededor del sofá cuando debería haber
estado haciendo algo más constructivo. Lo que parecía escaparse de él eternamente
era que era su culpa que ella yaciera en el piso de su sala de estar, demasiado
aturdida para moverse. Tal vez, esta vez, estuviera incluso demasiado herida para
moverse. No. No, no podía tener demasiado daño, ya que no se le permitía. Él

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nunca le había permitido el lujo de ir al hospital. Siempre lograba detenerla justo
antes de eso. Así como siempre tenía cuidado de no lastimarla en lugares visibles.
Siempre podía ocultar los moretones que le infligía. A pesar del calor de sus más
profundas rabias, todavía controlaba dónde dejaba sus huellas en ella.
Y nadie podría saberlo. Los moretones necesitaban una historia. Una historia
que no podía ser su historia. No la pareja que algún día pronto, serían los
siguientes aspirantes a políticos, Elliot y Lindsey Johanson. Vivían en una gran
prístina casa de tres pisos, de ladrillo estilo colonial, cerca de Virginia Square, justo
al otro lado de Washington DC. Tenían a tres personas de tiempo completo: a un
ama de casa, un cocinero y un jardinero/paisajista. Lindsey dirigía su casa y al
personal, así como su vida social. Siempre se presentaba como una impresionante
y bien organizada esposa de la clase alta y la buena anfitriona en todo momento.
Elliot tenía dinero, del tipo que le permitía nunca tener que trabajar un día en
su vida. Podrían haber vivido mucho más allá de los medios en los que habían
elegido vivir. Pero Elliot prefería mantener su imagen de tener mucho menos de lo
que realmente tenía. Quería asumir la fachada de un urbanista, aunque lo hacía
bien, pero de clase media, no obstante. Trataba de ocultar abiertamente, al loco,
sucio rico magnate que realmente era. E iba hasta su fiel esposa para mantener esa
fachada.
Ella se levantaba a las cinco de la mañana para hacer su rutina de ejercicios
antes de prepararse. Se esforzaba por ser tan perfecta como podía a las siete cada
mañana. No importaba qué día fuera o lo que había planeado, siempre estaba
impecablemente presentable.
Esto era, por supuesto, a excepción de estos momentos. Cerró sus piernas y
retorció la parte inferior de su cuerpo para ocultarlo. Podía sentir las pantimedias
arrancadas mientras descansaban torpemente entre sus muslos. Su falda había sido
empujada precipitadamente a lo largo de su cintura, y sus tacones altos estaban a
varios metros de distancia. Su blusa estaba fuera del pantalón, y girada sobre su
torso. Se tragó un repentino sollozo, sabiendo que no podía llorar. No podía.
Temblando una respiración, poco a poco, se sentó con cuidado, aunque la totalidad
de su sección media le quemaba y protestó. Su respiración se incrementó cuando el
dolor despertó todas sus terminaciones nerviosas. Sus entrañas y piezas femeninas
le quemaban y picaban en sensaciones ominosas profundas.
―Limpia este desastre, ¡y recupérate! La cena todavía es a las siete, así que
asegúrate de que esté lista. No te atrevas a decepcionarme otra vez.
Girando sobre sus talones, su caballeroso marido se acercó al espejo para
ajustarse su cabello. Su cabeza cayó sobre sus rodillas mientras los sollozos de
repente se quedaban alojados en su garganta. Se mordió el labio y rechinó los
dientes. No podía llorar, o él lo sabría, y sus lágrimas sólo la traicionarían. Así que
no, absolutamente no podía llorar. Miró a su alrededor y vio que sólo una pequeña 9
parte de la habitación estaba en ruinas, una reflexión macabra de lo que acababa de
suceder.
Él la atrapó absolutamente no preparada para su llegada, y mucho menos, su
rabia. Estaba haciendo sus retoques diarios a la habitación. Con una lata de
pulimento y un trapo, estaba limpiando cuidadosamente todas las huellas
dactilares de las mesas oscuras y quitando el polvo de las valiosas ―una a una―
chucherías que adornaban sus estanterías y mesas. Elliot viajaba extensamente y
con frecuencia volvía con preciosos recuerdos, que ella cuidaba con su vida,
temiendo su reacción si no lo hacía. Nunca permitía que el personal de limpieza
tocara alguna de sus cosas, y siempre las mantenía ella misma.
Él solo irrumpió en la habitación sin decir una palabra, la tomó por el codo y
la hizo girar hacia él. El rostro que vio ante ella era oscuro, amenazador, con una
rabia que ardía en sus ojos y que rayaba en la locura.
La lanzó sobre una mesa, que se vino abajo. Ella cayó sobre la lámpara, y sin
darse cuenta la rompió. Él la tomó, tirando de su brazo detrás de la espalda
mientras la atrapaba contra el sofá. Ella temía que pudiera dislocarle el hombro de
nuevo, o romperle la muñeca. Pero… eso ya pasó antes. Tenía que darse cuenta
que se vería sospechoso, ya que no podía ser tan torpe.
Por supuesto, no tenía ni idea de lo que había hecho o por qué llegó a casa
con la intención de hacerle daño.
Su voz era suave cuando la inclinó sobre el sofá y le apartó el brazo superior
sobre su espalda.
―¿Creías que no lo descubriría?
Ella quiso gritar, ¿descubrir qué? ¿Qué había hecho? Pero lo sabía mejor.
Permaneció en silencio y dejó que se lo dijera, como siempre hacía. Parecía
disfrutar eso: decirle de cuántas maneras le había fallado, cómo ella había causado
esto, y cómo él no tenía más remedio que castigarla con mayor severidad.
―Dejaste tus píldoras anticonceptivas en la basura. Las encontré, pero tenía
una reunión a la que no podía faltar esta mañana, así que no pude hablar de ello
contigo entonces. ¿Creías que te saldrías con la tuya?
No, ella no lo hacía, porque no era su control de natalidad. Estaba segura de
eso. Sabía mejor que no debía tomar pastillas anticonceptivas. Serían muy
fácilmente descubiertas, y demasiado fáciles de volverla descuidada al tirarlas.
Hace mucho tiempo, tenía un DIU, por lo que no podía ser detectado. Y sin
embargo... ¿estaba sufriendo una paliza por eso? ¿Qué pasaba con la criada? ¿Con
el cocinero? ¿Quién habría tirado las malditas píldoras anticonceptivas en la
basura? ¿Alguien habría limpiado su bolso? ¿Algún acto inocuo de una mujer que
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comenzaría su próxima ronda de píldoras anticonceptivas la había llevado a esto?
Cerró los ojos. No tenía sentido negarlo, o pedir por su caso, ya que el daño
había sido hecho. ¿Por qué arriesgarse a su feroz reacción? ¿O meter a alguien en
problemas? No es que él habría reaccionado así con alguien más. Sin duda,
simplemente les habría amonestado amablemente, pidiéndoles que fueran más
respetuosos y cautos, después de todo, eran una familia prominente y preferían
mantener sus asuntos privados antes de ser transmitidos a cualquiera persona. Él
nunca era agresivo, duro, grosero, o se enojaba con nadie más.
Con nadie. Nunca. Excepto con ella. Ella le daba luz a la gama de su ira y
rabia.
―Tendremos un bebé, Lindsey. Y tu duda no se aprecia ni será tolerada. ¿Está
claro ahora?
Ella miró sus pies. Por supuesto, entendía eso, pero simplemente decirlo
nunca era suficiente para Elliot. Él la tiró del sofá, golpeándola en el suelo, y su pie
siguió dándole patadas en el estómago. Ella se retorció, se sacudió y se retorció de
dolor en silencio antes de que él se le sentara a horcajadas.
Lindsey sacudió la cabeza y se preguntó por qué estaba ya reviviéndolo. No
tenía sentido, nunca pensaba en ello, y mucho menos lo revivía. Sólo tenía que
asegurarse de que no volviera a ocurrir. Ahora todo había terminado y miraba
fijamente sus pies. El esmalte rojo de su pedicura se había astillado en algún punto
y sabía que tendría que arreglar eso antes de esta noche.
―¿Lindsey? ¿Queda claro el tema de control de la natalidad ahora?
Ella levantó los ojos hacia él. Sus suaves palabras sugerían que podría haber
dicho su nombre ya. Su tono era letalmente apretado, e indicaba que su
comportamiento lo estaba frustrando. No toleraba la frustración, sobre todo de
ella.
―Sí, está muy claro.
Su expresión facial se suavizó cuando se acercó y se arrodilló ante ella. Puso
una mano sobre su cara y frotó su pulgar sobre su mejilla.
―¿No quieres mi bebé? ¿Hay alguna razón por la que harías una cosa tan
traicionera? Entiendes ahora, espero, por qué ocurrió esto hoy.
Sus ojos verdes le sostuvieron la mirada mientras esperaba una respuesta, y
su cabeza bajó una fracción de centímetro, mientras sus cejas se levantaban con
anticipación. Sabía lo que tenía que hacer ahora. Debía asentir y decir, por
supuesto que quería a su bebé. Que estaba terriblemente equivocada, y que era la
única culpable de este descuido hoy. Sus ojos azules se aferraron a los suyos y se 11
humedeció los labios lentamente. Ella alzó la cabeza, luego la bajó sumisamente.
―Entiendo. Yo estaba… asustada. Me equivoqué al engañarte. Nunca las
tomaré más, no a menos que me lo pidas.
Él sonrió, y sus labios remarcaron unos hoyuelos, en su sonrisa perfecta. Era
el responsable de capturar más que su parte justa de corazones de las mujeres.
Encantador, guapo, y casi impresionante su sonrisa se extendía desde los labios
hasta abarcar toda su cara. Era un hermoso, perfecto, monstruo sofisticado y
esculpido.
Él le acarició la mejilla con condescendencia.
―Esa es mi chica. Ahora tengo que volver a la oficina. Ocúpate de esto, y
asegúrate de que esté listo esta noche. No vamos a discutir esto de nuevo. Y vamos
a intentarlo de nuevo esta noche.
¿Intentarlo de nuevo? Sus hombros se inclinaron con derrota. ¿Eso era lo que
era? ¿Se suponía que este brutal desgarro de sus paredes vaginales era para dar
lugar a un bebé? Esta vez, las lágrimas en sus ojos ardieron demasiado para
reprimirlas. Tragó, pero se atragantó con el nudo de dolor en su garganta. Se sentó
allí por un largo tiempo, demasiado tiempo, mientras trataba de inhalar y exhalar.
Vaciar la mente de todo, buscó consuelo en la negación. Pero… ya no estaba allí.
No estaba sucediendo. No podía conjurar la fachada que dictaba su vida. No podía
encontrar la imagen de la fantasía de quien era, la que borraba la verdad que veía
aquí: una golpeada, triste, deprimida, y muy débil mujer. Pero ella era esa mujer.
Estaba golpeada, triste, deprimida, débil, y… su marido la había violado. Si eso no
era violación, ¿qué era?
Lo entiendo, Jessie. Finalmente lo sé. Los pensamientos se desplomaron en su
cerebro, lavando todo lo demás. Pasó años ayudando a su hermana pequeña a
llegar a un acuerdo y a aceptar las violaciones que padeció y sufrió. Primero, de la
mano de los amigos de su padre, y más tarde, por el grupo que su padre contrató
para secuestrarla. Observó a Jessie desintegrarse durante mucho tiempo, incluso
antes de que supiera lo que estaba mal con ella. Después de que se enteró, le tomó
años antes de que Jessie pudiera manejarlo. Y ahora… finalmente lo sabía. Las
lágrimas llenaron sus párpados cerrados antes de que se deslizaran por sus
mejillas.
No, ella no era como Jessie. A Jessie le habían hecho cosas innombrables,
terribles. Cosas que eran mucho peores que la paliza más severa que jamás sufriera
a manos de su marido, o el sexo duro que la obligaba a tener periódicamente. Sí,
¡eso era todo! La forzaba a tener sexo duro, lo que era un grado menor que la
violación. La violación era lo que ocurría cuando un desconocido o desconocidos te
sujetaban y te forzaban a tener sexo. Eso fue lo que pasó con su hermana, y no lo
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que acababa de pasarle a ella.
Sacudiendo la cabeza, lentamente y con mucho cuidado se levantó en toda su
estatura. Se quitó de encima lo arruinado, y deslizó la falda en su lugar mientras se
metía su arrugada blusa. Le dolía el pecho. Le dolía y ardía, así como sus
extremidades inferiores y el hombro izquierdo. Echó un vistazo al decorado espejo
que colgaba sobre el sofá, y se quedó sin aliento ante el reflejo. ¿Quién era? No
podía ser ella. Esa mujer estaba enredada, andrajosa, con el cabello rubio deshecho
de su una vez ordenado moño francés. Sus ropas estaban arrugadas y en desorden.
Sus ojos parecían embrujados, acosados, y vacíos. Parecía tan vacía por dentro
como su reflejo.
Una vez, sin embargo, había sido hermosa. Todo el mundo pensaba que sí.
Era Lindsey Bains, la amada, adorada, y siempre perfecta hija del general Travis
Bains. Era todo lo que Jessie no era, y se deleitaba en serlo. Amaba monopolizar la
devoción total y absoluta de su padre y su aprobación. Aprendió a despreciar a su
rebelde, hermana causante de problemas, a la cachonda. Mientras Jessie
rápidamente empeoraba año tras año a partir de los dieciséis en adelante, Lindsey
no hizo más que estar de acuerdo y apoyar a su padre acerca de la persona horrible
que su hermana Jessie encarnaba. Entendía por qué su padre había tratado
desesperadamente de hacer lo correcto por Jessie al disciplinara. Él tenía que
corregirla, y detenerla.
Lindsey se negó a reconocer que su padre estaba arruinando a su hermana.
Que la utilizaba habitualmente para pagar las deudas que le debían una serie de
hombres con mucho poder con el que su padre cultivaba sus relaciones a largo
plazo. Senadores, oficiales del ejército, miembros del gabinete, así como muchos
otros estuvieron con su adolescente hija Jessie, a quien obligaron a tener sexo. Sin
embargo, cuando Lindsey notó que su hermana había empezado a actuar, ¿qué
sabía? Nada. Nada de eso. Estaba en la universidad, muy ocupada trabajando en
su título de licenciatura y participando en el programa Army ROTC. Tenía la
intención de prolongar su servicio militar, e incluso fijar una carrera a largo plazo,
con la alta esperanza de subir de categoría, como su padre. Tal vez no tan lejos,
pero a la más alta medida que pudiera, con el único objetivo de hacer a su padre
orgulloso. Echaba de menos su brillante reconocimiento.
Es decir, hasta el día en que se enteró de la verdad acerca de Jessie. En el
espacio de una tarde, toda su vida, su identidad y su futuro habían sido alterados y
dañados. Todo lo que había creído anteriormente que era verdad estaba
equivocado. Jessie no era “mala” ni estaba “loca”, sino que era la trágica víctima de
tanta violencia y brutalidad, que aún hoy, Lindsey no podía comprender cómo su
hermana se las había arreglado para vivir.
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Como la primera víctima de su padre, Jessie fue sometida a tres días de
torturas sin fin y violación antes que un soldado, Will Hendricks, la rescatara.
Will vio todo. Fue el único que finalmente le creyó a Jessie, y ayudó a salvarla
del monstruo en que su padre se había convertido. Fue Will, y no ella, quien
finalmente salvó a Jessie. ¡Qué broma! Después de todos esos años cuando ella,
Lindsey Bains, se consideraba la “hermana buena”.
Lindsey no era buena en absoluto. Era una mierda. Era una mierda total y
una completa cobarde. Nunca había dado un paso adelante o defendido a su
hermana cuando su padre la intimidaba y reprendía. Aunque no supo sino hasta
luego del abuso físico, había sido muy consciente de sus interminables ataques
verbales hacia Jessie. Aun así… Lindsey tenía demasiado miedo de que su padre se
volviera hacia ella si trataba de hacer algo por Jessie.
La cuestión era que realmente no lo sabía. Nada de eso. Había sido un
sorprendente descubrimiento, y cuanto más tiempo pasaba más sabía sobre su
padre, y más su vida había sido destrozada. Su padre realmente se había
convertido en un monstruo.
Pero nunca fue así con ella.
Lindsey nunca supo qué hacer con ese horrible conocimiento. ¿Por qué su
padre no abusó de ella como de Jessie? ¿Por qué el, que era tan valiente y noble
hacia ella, sin embargo, estaba tan dispuesto a ser el proxeneta de Jessie? ¿Cómo
pudo haber evitado ver lo que estaba ocurriendo delante de su nariz? Finalmente,
salió a la superficie que Jessie no era realmente la hija del general, pero eso no
explicaba cómo o por qué podría criar a Lindsey con decencia y a Jessie con horror.
Era imposible para Lindsey conciliar a los dos generales que ahora conocía.
Negación. Esa era la forma de manejarlo. Tal vez por eso se casó con Elliot, a
pesar de que ni una sola vez atestiguó su control, su lado dominante y violento
alimentado con furia. Eso no emergió hasta que estuvo casada con él. Se inició la
misma noche en que tomó su virginidad en la suite de luna de miel del hotel
donde se habían casado. Ese fue su primer indicio sobre con quién se había casado.
Había conocido a Elliot Johanson cuando tenía apenas veinticuatro años, y al
instante se sintió cautivada. Se parecía tanto a su padre: la forma en que hablaba,
se movía, e interactuaba con ella. La hacía sentir como si hubiera recobrado algo
valioso que había perdido con el distanciamiento de su padre. Elliot sustituyó lo
dominante, la exigente fuerza en su vida que su padre estableció hasta que se
enteró de lo que le hizo a Jessie.
Una vez pensó que había encontrado y se había casado con el hombre 14
perfecto.
Elliot no quería que ella estuviera en el ejército. Dijo que era una dama y no
era algo que preveía que su esposa hiciera. Después de haber deshonrado a su
padre, al mismo tiempo que su período de servicio terminó, optó por no continuar
como soldado en servicio activo.
Miró su cara en el espejo. Algún puto soldado. Mírala: una abatida, frágil, mujer
de mirada triste que ni siquiera podía levantar una mano en su propia defensa
para evitar que su marido la violara en medio de la tarde en su piso de la sala de
estar.
Sin duda, Elliot espontáneamente había dejado salir a todo el personal,
aunque probablemente actuó como si quisiera sorprender a su esposa con un
romántico interludio por la tarde. Probablemente todos salieron de la casa,
sonriendo por la forma en que Elliot era tan dulce, y la suerte que Lindsey tenía al
tenerlo. Elliot nunca se atrevía a tocarla si alguien más estaba en casa.
Se alejó de su imagen patética para pararse junto a la mesa. Recogiendo la
lámpara rota, la tiró fuera, y la reemplazó con un arreglo de flores para llenar el
agujero que creó. Poco a poco caminó alrededor de la habitación, quitando el polvo
y pasando la aspiradora, enderezando el escenario de su última humillación.
Rápidamente se duchó para quitarse todo también: su maquillaje manchado y
el semen que se filtraba de sus piernas, los intentos amorosos de Elliot de crear
vida. Después de cinco años de matrimonio, ¿realmente pensaba que permitiría
alguna vez que un inocente estuviera bajo su cuidado?
El teléfono sonó, mientras estaba poniéndose presentable para la cena de esta
noche. Era un evento de caridad para recaudar fondos para la Universidad de
Georgetown y Elliot era el invitado de honor. Por lo tanto, tenía que estar
perfectamente impecable.
―¿Lindsey?
―¡Jessie! ¡Oh, Dios mío! ¡Es muy bueno escuchar tu voz! ―Ella se desplomó
en el suelo, con cuidado de no alterar el edredón de su cama king-size. Las
lágrimas pincharon sus ojos de nuevo, y empujó sus párpados cerrándolos. Con el
corazón lleno de plomo. Quería decírselo a su hermana. Tanto. Quería decirle,
simplemente. Me golpeó, Jessie. Pudo haberme dislocado el hombro. Y me duele tanto. Me
duele tanto.
Pero no lo hizo. No podía. Nunca diría una palabra. Negación. Era lo que
había aprendido mejor bajo el reinado de su padre. Podía guardar silencio sobre

15
todo.
―Oye, hermanita, ¿estás bien? Suenas un poco rara.
Jessie era, honesta, abierta, divertida y directamente informal. Ella era todo lo
que Lindsey no era. Callada, obediente, reticente, y dispuesta a aceptar lo
inaceptable, que era bueno, para la pequeña Lindsey Bains.
Lindsey se lamió los labios mientras forzaba una sonrisa falsa y trataba de
hacer que su voz saliera normal.
―No, no estoy rara. Sólo estoy preparando una cena para esta noche.
―¿Una cena? ¿Cuál es la última cena de celebración de Elliot como el chico
dorado? Te lo juro, ustedes dos son de la realeza. Aquí, allá y en todas partes, ¿no
es así?
Ella se mordió el labio para reprimir el grito de angustia. Jessie se estaba
burlando de ella. No había burlas cuando se trataba de lo que Elliot le hacía.
―Sí. Ya sabes lo mucho que desea esto. Entonces, lo hacemos.
Jessie se echó a reír.
―Oh, ¡lo sé! El presidente Elliot Johanson de Estados Unidos de América. No
puedo creer que esté relacionada con él.
A pesar de todo en contra, de toda su jodida historia, y de las graves
consecuencias que su infancia había causado en ambas, Jessie nunca perdía su
sentido del humor, su entusiasmo o su chispa por la vida. Siempre había podido,
hasta ahora, hacer que Lindsey sonriera. Cómo Jessie logró adivinar exactamente
lo que Elliot planeaba a largo plazo, Lindsey no lo sabía. Ella nunca se lo había
dicho a Jessie. No se lo había dicho a nadie porque Elliot se lo había ordenado. Por
el momento, estaba, simplemente proponiéndose para ser gobernador del estado.
Pero tenía muchos más objetivos de largo alcance que eso. Ese era sólo el
comienzo.
―No todavía.
―Oh, llegarás allí. Elliot no aceptará un no ahora, ¿verdad? Así, podrás ser la
primera dama de Estados Unidos. Y estás hecha para eso, Lindsey. No hay duda
en mi mente.
―Tú… ¿crees que no aceptará un no por respuesta? ―La voz de Lindsey
vaciló. ¿Jessie en realidad había notado que Elliot la estaba controlando?
―Bueno, no te ofendas, Linds, pero Elliot se sale con la suya, sin importar lo
que pase. Incluso lo intentó con Will.
Ella presionó su lengua en el techo de su boca para evitar confirmar la
descripción de Jessie.
16
―Entonces, qué pasa. ¿Hay alguna razón para que me llames?
―Quiero que vengas aquí. Ha pasado un tiempo muy largo. Y puede que
tenga que guardar reposo en cama pronto, pero no quiero nada más que pasar el
rato contigo.
―¿Reposo en cama? ¿Sucede algo malo? ―Jessie estaba embarazada de siete
meses, y había dicho desde el principio que quería que Lindsey permaneciera con
ella durante un par de semanas después del nacimiento del bebé.
Will, su soldado/rescatador convertido en amante esposo, pensó que era una
buena idea. Por razones obvias con respecto a la historia de Jessie, en secreto se
preocupaba de cómo lidiaría con su bebé. Había tenido que renunciar a su primer
bebé dándolo en adopción, ya que era el resultado de una violación cuando fue
secuestrada.
―No, pero tengo diabetes gestacional, y me dijeron que retrasara las cosas.
Realmente no lo sé, sólo tengo un presentimiento.
―Sabes que me encantaría, pero hay mucho que hacer aquí. Y, ¿no es un
poco pronto para que vaya? ―Y mi marido no me dejará.
―Lo sé. Pero las elecciones no son sino hasta dentro de un año y Elliot dijo
que tiene todos esos viajes que hacer antes de que realmente comience la campaña.
Pensé que podríamos pasar el rato antes de que todo se ponga loco. Para las dos. Y
¿no se verá bien para el público si estás lista para ayudar al bebé del héroe?
Después de todo, ¿no es su cuñado Will Hendricks parte del atractivo de Elliot?
Jessie era aguda. Ella veía eso también, ¿eh? Se dio cuenta de que a Elliot le
gustaba el héroe nacional que Hendricks era después de haber salvado, y luego
haberse casado con Jessie. Finalmente quitó también a su padre al haberlo
destruido públicamente por Jessie. A Elliot, sin embargo, no le gustaba
personalmente, sobre todo porque Will era tranquilo, honorable, valiente, feroz,
amable, gentil y… bueno, todo lo que a Elliot le faltaba en carácter. Él utilizaba sus
fortalezas como súper héroe, y nunca pensaba en aprovechar su posición para
hacer lo que quisiera, como Elliot.
Pero… tal vez, sólo tal vez, Elliot la dejaría ir si se lo presentaba
correctamente. Él tenía que viajar a hacer negocios antes de que empezara
realmente a hacer campaña.
―Voy a hablar con él y te avisaré.

17
―¿Quieres decir que le preguntarás? ―El tono de Jessie fue ligero, como si
estuviera bromeando. Pero sintió que había algo que Jessie no le estaba diciendo.
―Quiero decir, que te avisaré.
Hubo una pausa en la línea antes de que Jessie suspirara.
―Está bien, lo siento. No debería haber sonado tan perra. Estoy llena de
cohetes de hormonas. Sólo espero que vengas. Incluso si es sólo por una semana.
Sea cual sea el tiempo que puedas conseguir. Será suficiente.
Ella cerró los ojos y se tragó su sollozo. Quería ir de inmediato también.
―Lo intentaré ―susurró.
―Hermana, sabes que no hay nada que no haría por ti.
Nosotros, Will y Jessie. Ella lo sabía. Lo hacía. Pero no podían ayudarla. Ni
salvarla.
Tendrían que saber todo primero.
―Lo sé. Iré pronto. ―Lindsey no sabía si eso era cierto; pero por un
momento, hoy, de todos los días, tenía que creerlo.
Ellensburg, Washington

N
oah Clark levantó la mirada del iPad por el que se desplazaba
rápidamente cuando su muy embarazada asistente colgó el teléfono
de recepción y haciendo una mueca murmuró:
―Imbécil.
Él levantó las cejas y ladeó la cabeza, esperando a que Jessie se explicara. A
menudo era insultante con cualquier cliente que la molestaba, sólo en la medida
que ellos dos y nadie más pudiera oírla. Ella era infaliblemente cortés de lo
contrario.
―Mi cuñado. Es una bolsa de espuma. No sé cómo Lindsey lo soporta.
―Lindsey es una amable, gentil mujer, bien hablada, que se las arregla para

18
estar de pie y no llamarlo cosas como “imbécil”.
Ella hizo una mueca y le sacó la lengua. Él le devolvió la sonrisa. Ella sabía
que realmente no quería que fuera de voz suave y apacible.
―Lo sé, lo sé. Ella es todo azúcar y especias y todo lo bueno.
―No, sólo tiene gustos diferentes en los hombres que tú. Pero, ¿qué hizo el
estimado imbécil esta vez?
―No permitirá que Lindsey se quede conmigo.
Él arqueó las cejas.
―¿Sabes eso con seguridad?
Jessie lo miró y frunció los labios antes de que finalmente se encogiera de
hombros.
―No, todavía no. Pero dirá que no. El hecho es que ella tenga que
preguntárselo. La trata como a una niña de cinco años, que necesita su permiso
para hacer cualquier cosa. Apuesto a que tiene que levantar la mano y preguntarle
antes de ir a mear.
―Jessie…
Ella suspiró.
―Lo sé, no debe haber lenguaje ofensivo en la oficina. Pero él me enfurece.
―¿Crees que Lindsey lo haya notado? Ella nunca dice nada, ¿verdad?
―No, pero Lindsey no lo haría. Nunca dice nada acerca de nada ni de nadie.
Ella… bueno, siempre ha sido la reina indiscutible de la negación. Mi padre la
entrenó bien en guardarse los misterios, y en negar lo que está, literalmente,
enfrente de su nariz. Es su mecanismo de defensa. Es algo por lo que nos
desgarramos cuando éramos más jóvenes. ¿Y ahora? Ahora, me temo, que la utiliza
para racionalizar lo que su controlador marido dominante hace con ella.
Noah frunció el ceño y se ajustó las gafas sobre la nariz.
―¿Lo que le hace? ¿Qué crees que le “hace”?
Jessie jugueteó con el libro de citas frente a ella.
―Supongo que, nada. Nunca pude encariñarme respecto a él, o él conmigo.
Sé que me desaprueba. Por otra parte, también lo hacen un montón de otras
personas. Pero parece desaprobar a Will, también. Quiero decir, ¿quién podría
desaprobar a Will? Nadie. Nunca. Pero Elliot lo hace. Se enmascara detrás de su
fría máscara, tranquila, demasiado bonita y demasiado genérica. Veo la molestia y
la ira burbujear detrás de sus ojos. Pero Lindsey probablemente no lo ve. Pasó
muchos años siendo tan buena, y ciegamente obediente con mi padre, que me
temo que cambió a un imbécil dominante por otro.
19
―Entonces, ¿tu persistencia en conseguir que venga aquí?
―Sí, me gustaría verla. Me gustaría medir por mí misma cómo está en
realidad. No puedo decirlo por teléfono. Pero las fotos que veo en línea de ellos
haciendo de las suyas en las fiestas sociales de DC, siempre los hacen lucir como
que podrían volar lejos. Ella siempre ha sido delgada, pero ahora se ve como si
hubiera decaído. Eso me parece como… preocupante.
Él asintió con simpatía.
―Eres una buena hermana.
Jessie levantó las cejas e hizo una pausa, antes de negar y se rió de manera
extraña.
―Nunca me acusaron de eso antes.
Noah miró sus ojos y una lenta sonrisa se dibujó en su rostro. No,
probablemente nadie jamás había acusado de eso a Jessie. Desde que conoció a
Jessie, la consideró una agradable, preciosa, tranquila, chica que vivía en un
apartamento en un granero, que pertenecía a uno de sus clientes. Ellos tenían un
rancho a unos pocos kilómetros de Ellensburg y Noah veía a sus caballos y otras
necesidades de su ganado como veterinario. Una vez le pidieron recibir a Jessie
como pasante. Ella no tenía ningún entrenamiento, pero rápidamente tomó a los
animales, y tenía un raro y auténtico abandono que no se podía aprender. De
buena gana le dio un trabajo a tiempo parcial, e incluso albergó sentimientos por
ella al principio. Pero después de conocer a su esposo, Will, y de enterarse de su
historia que fue alucinante en su extensión de tragedia y conflicto, sus sentimientos
cambiaron. También se enteró de que Jessie no era muy conocida por sus buenos
modales, elegancia o sofisticación. Él estuvo allí para Jessie en un punto de su vida
cuando lo necesitó, pero nada más. Seguían siendo buenos amigos y le ofreció el
puesto a tiempo parcial, cuando ella y Will se mudaron de nuevo a la ciudad
después de que Will dejó el servicio activo.
―Si conocieras a Elliot, entenderías de lo que estoy hablando. Es como esta
frialdad impía rodeando el aire donde quiera que pise. Una piel de gallina real
estalla en mi piel. Es así de frío y escalofriante. Y encima de todo, es una gorda,
bolsa grande de escoria.
―Lo describes como si fuera un zombie.
―Tal vez lo es.
―¿Quién es una gorda bolsa grande de escoria? Yo no, espero.
Noah miró hacia atrás.
―Will, ¿cómo va eso? 20
Will había sido contratado recientemente como gerente de producción en una
nueva planta de fabricación de componentes producidos por los sistemas HVAC.
El trabajo estaba a años luz de lo que Will había pasado la mayor parte de su vida
adulta haciendo en las Fuerzas Especiales del Ejército. Él estaba sobre calificado y
ciertamente era capaz de manejar cualquier tipo de estrés que este trabajo civil
podría lanzar sobre él. Después de todo, estaba militarmente entrenado para
manejar situaciones peligrosas en su vida, así que aprender los detalles de este
trabajo y lo que fabricaba había sido bastante fácil para Will Hendricks, el super
soldado. Se quedó en la Reserva del Ejército, pero abandonó el servicio activo
después de que su contrato terminó. Eso sorprendió a todos. Nadie esperaba que
Will Hendricks se retirara. Pero lo hizo. Por Jessie.
Jessie, por su parte, comenzó a tomar clases en la Universidad Central de
Washington en la ciudad donde estaba estudiando para obtener un título de pre-
veterinaria. Su bebé en desarrollo era una verdadera bendición en un largo tiempo
para una pareja que Noah podía verdaderamente decir que nunca había visto otra
igual. Su estilo de vida y elección de vivir en un pequeño pueblo, estaban muy
lejos de lo que su hermana y su marido optaron al irse a Virginia.
Will le sonrió a Noah tras haber recabado la mirada de su esposa antes de que
se sonrojara y agachara la cabeza. Noah se sorprendió ya que Jessie jamás actuaba
tímida. Sólo Will podía hacer que sucediera ese tipo de cosas en ella.
―No, no tú. Elliot.
Los labios de Will se apretaron.
―Oh, él. Sí, no se puede argumentar que no lo es. ¿Cuál fue su razón para no
permitirle venir a Lindsey?
―No lo sé todavía. Pero estoy segura de que lo sabré pronto. Ella tenía que
consultárselo, pero todos sabemos que es sólo es el código de Lindsey para tener
que rogar.
―Jess, Lindsey no dijo nada de eso, ¿verdad? Ya hablamos de eso. Ella va a
callarse y retraerse de ti. Lo sabes. Te guste o no, Lindsey no puede evitar dejarse
caer en su hábito de por vida de guardar silencio.
―Yo no dije nada ―se quejó Jessie―. En realidad no, de todos modos.
―Ella no eres tú. Ella acepta de buen grado sus formas de control. Tal vez,
por desgracia, incluso le gusten. No sé, pero mantenerte en contacto con ella, es
una necesidad para ti y tienes que pasar por alto el asunto y guardar silencio.
Jessie se puso de pie, y su estómago sobresalió ya que estaba embarazada de 21
siete meses. Hizo una mueca mientras se llevaba una mano a la espalda.
―Lo haré y no guardaré silencio.
Él sonrió y le tomó la mano. Ella miró a Noah.
―Entonces, ¿cómo fue tu cita de anoche? Nunca me lo dijiste.
Noah deslizó una mirada a Will. Le preocupaba un poco cuando Jessie
actuaba tan familiar con él delante de Will. No era que alguna vez se quejara ni
nada de eso. Will siempre era agradable, y sonreía fácilmente en su presencia. Pero
Will era un ex Fuerzas Especiales, y aún tenía la misma forma física, por lo que
podría hacerle algún daño real si tenía que hacerlo. Y Noah tuvo algo, una especie
de casi cita con Jessie cuando ellos rompieron temporalmente, justo antes de que
Will desapareciera en Afganistán.
―Nunca lo dije porque probablemente no quería discutirlo contigo.
Will se rió disimuladamente y le dio una palmada en la espalda.
―Es lo mismo que responder, ella sólo lo mantendrá en ti hasta que lo hagas.
Él miró a Will antes de ceder con un suspiro de que Will tenía razón.
―Estuvo bien. Bien. Fuimos a cenar y al cine. Ella era agradable y educada, y
la conversación no fue demasiado tensa o incómoda.
―Sí, pero, ¿hubo alguna química? ¿Fuegos artificiales? ¿Algo para que sea
más de lo normal?
Él puso los ojos en blanco. Ella siempre estaba buscando algo más.
―Estuvo muy bien, tiempo de adultos. Y el resto no es asunto tuyo.
Ella entrecerró los ojos.
―Ah-ajá, aburrida. Torpe. No hubo química. Tienes que empezar a buscar
mujeres que no sean como tú, mujeres más interesantes.
―¿Quieres decir que no soy interesante?
Ella sonrió.
―Me metí en eso, ¿no? Eres fascinante. Las mujeres caen a tu alrededor por
ser un veterinario alto, guapo, responsable al que no pueden esperar para llegar a
conocer. Pero tiendes a salir con mujeres que te valoran estrictamente por eso, y no
por tu personalidad.
―Me inclino hacia las mujeres, que son adultas.
―Tú… 22
Will de repente puso la mano en la boca de Jessie.
―Tal vez podrías dejar a Noah decidir quién y qué quiere. Dios sabe, chica,
que tiene sus manos llenas lo suficiente por contarte como su asistente.
Ella le dio un codazo en el estómago mientras le sonreía detrás de su mano.
―Noah sabe que somos sus mejores amigos y sólo deseamos verlo feliz.
Noah lo sabía. Jessie, a pesar de su bravuconería y franqueza, era de tan gran
corazón y dulce como podía ser. Los dos eran amigos queridos y cercanos, no sólo
por las cosas que sabía sobre ellos, y experimentaba con ellos, sino porque
verdaderamente se preocupaban por el otro.
―Y, además, me encantan los animales, probablemente tanto como a Noah,
pero no guardan tu cama caliente en la noche.
Will empezó a arrastrar a Jessie por la puerta principal con una mirada de
disculpa hacia Noah.
―Siento que incluso ella haga comentarios sobre tu cama.
Noah negó mientras los veía salir, sonriendo y bromeando, incluso
coqueteando juntos.
Bueno, su cita había carecido de tales cosas como buen humor o coqueteo.
Ella era la asistente de un profesor en la universidad local con un enfoque principal
en biología, y pronto se hizo evidente para él que no abandonaba mucho su
laboratorio para socializar.
Él acabó cerrando por la noche. No había mucho que quedara por hacer.
Como siempre, Jessie se encargaba de eso. ¿Qué haría cuando ella tomara su
licencia de maternidad? Apenas podía funcionar ya sin sus habilidades y aportes
de organización. ¿Y si decidía no volver jamás? No se atrevía a contemplar eso.
Jessie tenía que volver. Él no podía encontrar el papel higiénico de repuesto,
y mucho menos encontrar una lista de materiales o pagar una cuenta. Ella era muy
valiosa para él en todo lo práctico.
Cerró la puerta de ladrillo, de la casa pequeña colonial de una sola planta,
que le servía de clínica veterinaria. La clínica Veterinaria Clark era su orgullo y
alegría. Apenas a un kilómetro de la pequeña ciudad de Ellensburg, Washington
vivía a sólo una calle encima de la clínica en una casa similar que era de dos pisos
y que tenía el mismo ladrillo colonial. Gigantes, árboles gráciles se alienaban por la
calle y escondía muchas de las casas que bordeaban la carretera de doble sentido.
Era un barrio tranquilo de casas antiguas que estaban detrás de la calle en las
grandes plazas de tierra cubierta de hierba. Sus perros de presa empezaron a 23
ladrar cuando vieron que caminaba por la pasarela después de salir de su
camioneta. En uno de los lados de su amplio patio cercado estaban los seis perros
que iban de las razas Dachshund a pastor alemán, e incluso incluían a un chucho
de tres patas. También tenía cuatro gatos. Eran todos los rescates que había hecho
en los últimos años de varios propietarios que, o abusaban o descuidaban a sus
animales. Era difícil para él apartarse de alguno de ellos, y pesaba en su corazón
cada vez que no podía tomar uno más. Siempre tenía que trabajar para mantener
su frialdad con dichos propietarios crueles que podían descartar tan fácilmente a
sus mascotas. ¿Por qué la gente incluso se molestaba en comprarlos?
Los acarició con dulzura y le habló a cada perro mientras cruzaba su área de
juego para comprobar sus niveles de agua y darles de comer. Ellos se enredaron en
sus pies y menearon sus colas en éxtasis frenético. Era lo que amaba tanto sobre los
animales, su constante facilidad y alegría por el momento presente.
Abrió la puerta trasera y entró en su cocina tranquila, modernamente
equipada, pero con su decoración pasada de moda. Había un mensaje para que
llamara a su hermana. Ella siempre estaba vigilándolo. Y un mensaje de la
profesora. Huh. Esa era una pequeña sorpresa. ¿Debía molestarse en llamarla de
regreso? Por otra parte, ¿qué otras opciones tenía allí en la ciudad? Se sentía como
si tratara de salir a casi cada local de la ciudad, y como dijo Jessie, los animales no
podían mantener su cama caliente. Con un suspiro de aburrimiento y falta de
interés, tomó el teléfono.

* * *

Lindsey terminó cuidadosamente de retocarse sus uñas de los pies con la


oscura sombra brillante de color rojo, que profesionalmente se había aplicado ayer.
Hacía juego con los tonos rojos del vestido largo, delgado que había elegido
ponerse esta noche. Su cabello estaba peinado con cuidado en la parte superior de
su cabeza con grandes rizos pegados al nudo. Un mechón de femenino flequillo
cubría su frente, y más se arrastraban alrededor de sus orejas y cuello. Llevaba los
pendientes del collar de diamantes que habían pertenecido a la abuela de Elliot, y
que sólo le dejaba usar cuando iban a impresionar a alguien. Odiaba usarlos, sin
embargo, por el miedo que se agitaba en ella ante la idea de qué le haría si alguna
vez perdiera uno. Su cuerpo involuntariamente se convulsionó con el concepto.
Los padres de Elliot estarían allí esta noche. Eran tan increíblemente guapos
justo como su hijo. La familia tenía un grupo de inversión que financiaba todo,
desde investigación bioquímica a empresas productoras de piezas de
computadoras. Elliot utilizó gran parte de los fondos de inversión de su familia
24
para iniciar su propia empresa en el mismo año en que se cambió de activo a
inactivo en el ejército. Ahora construía y administraba hoteles. La empresa
suministraba todo el trabajo de construcción y los materiales de arreglo de
franquicias hoteleras para construir nuevos mega-resorts. Algunos hoteles estaban
construidos y diseñados para clientes específicos, mientras otros se auto-
financiaban y construían desde cero para ser vendidos directamente.
Seguían con algunos hoteles y contrataban a corporaciones de hoteles y
restaurantes locales para manejar sus operaciones diarias. Todo lo que hacían
dependía de la mayor ganancia de lo que Elliot traía. El trabajo también le permitía
extensos beneficios de viaje. A pesar de que nunca se iban durante largos periodos
de tiempo, su frecuencia ayudaba a Lindsey enfrentar el ínter, cuando él estaba en
casa. Nunca la dejaba viajar con él. Él, sin embargo, hacía que fuera muy claro
cómo iba a comportarse durante su ausencia.
Él había obtenido un comienzo sustancial de su familia, pero nadie podía
negar su talento dado por Dios para el éxito. Comenzando con su pequeña
empresa, y moviendo de un tirón un hotel, a la vez, que se las arregló para
convertir en una corporación multimillonaria que estaba en un aumento sustancial
rápido y rentable.
Ella levantó la vista cuando la puerta de la habitación se abrió y entró Elliot,
con un gran ramo de rosas rojas acostado inofensivamente a través de sus brazos.
Sonrió cuando se detuvo y esperó a que ella se levantara. Ella se puso en pie,
deslizándose rápidamente en sus tacones de punta abierta de diez centímetros.
Esperó mientras él dejaba las flores en sus brazos, y lentamente caminaba
alrededor para inspeccionarla. No había ningún pequeño detalle que pasaría por
alto. Lo sabía. Conocían esa rutina y ritual. Él la examinaría desde todos los
ángulos, casi como si se tratara de un coche usado, y estuviera tratando de
encontrarle golpes y rasguños minúsculos. Cerró el círculo alrededor de ella antes
de asentir con aprobación. Sus hombros cayeron con alivio. Gracias a Dios, no
encontró nada ofensivo, o que necesitara corrección. Estaba segura de que no podía
aguantar más de su pequeñeces, no esta noche. Se había llenado tanto de Vicodin
para aliviar los profundos dolores y golpes de su torso y de las regiones inferiores
que tuvo que tener mucho cuidado en ocultar los efectos de embotamiento por las
drogas.
―Estás preciosa.
Ahh, el romántico, dulce, marido caballeresco había vuelto. El hombre que
primero la había cortejado. El hombre que pensó, en su ciega y ferviente inocencia
de necesidad de aprobación, que era con quien se casaba.
25
Bajó la mirada en reserva tímida, como si su elogio la hubiera hecho
ruborizarse. A decir verdad, era para ocultar su mueca de disgusto ante la
ridiculez absoluta de la búsqueda de la farsa, sobre la que él insistía. Podía patearla
tan fácilmente en el suelo esa tarde, mientras admiraba su belleza en la noche. El
rojo en sus mejillas no era por sus falsos elogios, sino por lo absurdamente
santurrona de su farsa.
―Gracias, Elliot. Tenía la esperanza de que estuvieras contento.
―Lo estoy. ―Le tocó la barbilla y le hizo levantar los ojos hacia él―. ¿Te
gustan las flores?
Su mirada la perforó. Se tragó el miedo en su garganta y sonrió suavemente,
como él prefería.
―Son exquisitas. Eres demasiado bueno conmigo.
Sus dedos fueron por encima de su cuello desnudo, a su clavícula y al borde
superior de satén de su vestido. Ella se quedó sin aliento mientras sus entrañas se
apretaban.
―Te fuiste con el rojo, buena opción.
Ella expulsó de sus pulmones un comunicado áspero. Oh, dulce cielo,
¡aprobada!
―Sé que es tu favorito. Y pensé que sería un guiño sutil a los colores de la
bandera. Es, después de todo, sobre tus elecciones.
Él sonrió y asintió.
―Me hace feliz cuando te acuerdas de lo que me gusta.
―Trato de recordarlo siempre.
―Sí, bueno, tal vez podamos olvidar lo desagradable de esta tarde.
Toleró el beso cuando él se inclinó y lo presionó en su frente mientras metía
un mechón suelto de cabello detrás de su oreja. Ese era el guion. Siempre venía a
casa con una docena de rosas rojas cada vez que la golpeaba. Daba su magnánima
declaración acerca de dejar que lo que pasó se fuera, como si simplemente
estuviera siendo travieso de nuevo y ella pudiera darle su perdón ahora. Después
de lo cual, siempre le besaba en la frente. Él no era nada, sino un animal de
costumbres.
La primera vez que la golpeó fue absolutamente el momento más degradante
y horrible de su vida.
Ella nunca había sido golpeada por nadie antes. Nunca. Ni siquiera en broma.
Su padre había acosado, menospreciado, y abusado de Jessie. Pero nunca la había
golpeado. 26
Así, a nueve meses de su matrimonio, Elliot llegó temprano a casa una tarde,
igual que hoy. Rápidamente despidió al personal de la casa, y ella erróneamente
pensó que estaba alocado, que planeaba una tarde romántica sorpresa con ella. Fue
una sorpresa muy buena. Mientras ella se ponía de pie para saludarlo, sonriendo,
con ambos brazos extendidos para abrazarlo, él no levantó sus dos manos para
abrazarla, sino una para darle un revés en la cara. Ella tropezó y se apartó,
gritando en shock. Su cabeza luego se disparó contra su hombro. El escozor en la
piel cuando se agarró el lugar que le golpeó fue muy real. Lo miró con
incredulidad, el shock de repente fue muy real y profundo: Elliot le había hecho
eso. No. No puede ser. ¿Por qué haría algo así? ¿Por qué?
Él le explicó brevemente que había hablado con la esposa de un colega. Ella
estaba dando una divertida interpretación de Elliot tratando de aprender a jugar al
golf. Era un deporte nuevo para él, y se dio cuenta de que necesitaba dominarlo,
tanto para los negocios como para la politiquería que a menudo tendría lugar
durante una ronda. Lindsey consideró a Elliot divertido, viéndolo hacer
movimientos, lindo y cómico, una broma divertida de fiesta. A Elliot, sin embargo,
no le gustaba que se rieran de él. Nunca. Ella muy rápidamente, y por siempre,
aprendió esa lección. La primera de muchas lecciones así. Pero al principio, era
incomprensible para ella por qué eligió hacerle ese tipo de cosas. ¿Por qué la había
hecho esperar nueve meses?
Finalmente lo descubrió: porque su padre había muerto. Irónicamente, su
monstruoso padre, había sido el guardián no oficial que ataba al monstruo interno
de su marido. Su padre, tan malo como era con Jessie, nunca permitiría que nadie
dañara a Lindsey, y mucho menos la golpeara. Y hasta que su padre fue detenido,
Elliot buscó su aprobación total y absoluta.
Le tomó años entender todo eso. ¿Por qué ella? ¿Por qué Elliot había elegido
convertirla en su esposa? No fue por las razones que ella valoraba: el amor, la
adoración, el compromiso y el compañerismo. No. Elliot no sentía nada de eso por
ella. Dudaba que pudiera sentirlo por nadie. Pero aun así, ¿por qué ella?
Porque era la hija buena del general. Era respetada, buscada, y fácilmente le
daría la bienvenida a las sanciones internas de los más famosos poderosos líderes
de los dos mundos, militar y político. Su padre había sido a menudo el invitado de
varios presidentes, y, a veces, ella también. Era ese estado, ese asunto, el que Elliot
necesitaba. Ella le daría acceso a todos los senadores, gobernadores, oficiales del
ejército y directores ejecutivos ricos que pudiera pedir. Ese era su gran
contribución a su plan maestro. Oh, sí, y también que sería una bien cuidada,
tranquila, obediente arma que sabría comportarse en la alta sociedad además de 27
entretener.
Elliot llegó con la riqueza y las conexiones de su vieja familia. Podía trazar a
su familia de regreso a la Guerra Civil y a su rango como propietarios de las
plantaciones esclavistas en la región de Raleigh, Carolina del Norte.
Elliot siempre había tenido un buen sueldo, trabajo seguro desde el momento
en que nació. Nunca le faltó nada. Pero Elliot deseaba mucho más que eso. Elliot
quería el mundo. Y sólo recientemente Lindsey había comprendido la magnitud
completa de lo que había planeado. Tenía la intención de ser presidente de Estados
Unidos. Ja, ja. ¿Qué niño no lo deseaba? Sólo que… Elliot realmente creía que lo
sería. La primera parte de su plan era lograr una licenciatura en ciencias políticas, y
luego, para gran sorpresa de los que lo conocían, una restricción en el Ejército.
Elliot se unió al ejército regular, que fue, de nuevo todo parte del acto. El
punto de todo su servicio militar era borrar algo de su privilegiado entorno. Lo
hizo para vencer el estereotipo de la cuchara de plata política de que no tenía ni
idea en cuanto a la experiencia americana real. Sólo esperaba ser soldado, pero se
las arregló para disipar esa. Había estado en la guerra. Entonces, ¿quién podía decir
que era nada más que un mal chico, rico, fuera del toque republicano? Parecía
poseer más honor e integridad por su decisión de unirse a pesar de su gran
cantidad de dinero y recursos. Lindsey creía inocentemente que compartían la
experiencia militar cuando se conocieron. No se dio cuenta hasta algún tiempo
después de la primera golpiza que todo era parte de su plan maestro, igual que
ella.
Elliot llegó primero en el radar de Lindsey cuando lo conoció en la forma más
fácil, más habitual, en un bar local en los alrededores de Fayetteville, donde
estaban estacionados. Todo comenzó cuando simplemente le pidió si le podía
comprar una bebida mientras estaba celebrando el cumpleaños de un amigo. Se
veía tan guapo, que ella temporalmente se rindió ante él quedándose sin aliento,
aturdida y muy halagada. Claro, aceptaría una copa con él. Él era cortés y atento.
Cuando la invitó a salir para una cita formal, casi flotaba a casa, ella estaba en la
cima del mundo. Continuaron teniendo citas cada vez que podían igualar sus
horarios. Empezaron como iguales, dos soldados en el Fuerte Bragg, cada uno
tenía uno de los apartamentos pequeños, comunes y corrientes. Tenían sus propios
deberes que cumplir también. Los suyos eran para la Brigada 407 del Batallón de
Apoyo y Elliot servía como infantería en la División 82 de Aerotransporte. Esa fue
probablemente la única vez que cualquier cosa fue simple u ordinaria, por no
hablar de igualdad, con Elliot.
Lindsey no tenía idea de que Elliot Johanson era rico. Tampoco tenía ni idea
de que saldría del ejército y comenzaría una empresa de éxito mundial. Nunca
imaginó que se convertiría en político. Ni siquiera sabía que quería salir de
28
Carolina del Norte. Sólo pensaba que estaba saliendo con otro soldado como ella.
Se casaron con rapidez, y sólo en cuestión de meses después de juntarse, fue que
Elliot se desplegó. Por supuesto, una vez casados, ella estuvo irremediablemente
atrincherada con él y no pudo caminar con tanta facilidad cuando sus puños
comenzaron a ser toda la comunicación.
Lo que la vida de Lindsey fue después de que se casó con Elliot fue tan
impactante para ella como aprender lo que su vida era realmente como con su
padre.
Jessie se fue al estado de Washington sólo unas pocas semanas antes de
conocer a Elliot. Acababa de enterarse de su padre encubriendo lo que pasó con
Jessie en México. Fue testigo de lo que el comportamiento de su padre le había
hecho a Jessie. Pero en ese momento, no se dio cuenta de la horrible magnitud del
mal de su padre. No sabía si él golpeaba a su hermana. O que violaba a su
hermana, si no por su propia mano, ciertamente, sólo corruptamente con sus viejos
amigos, pervertidos. Así que, en ese momento, no estaba en condiciones de hablar
con su padre, y se quedó furiosa con él.
Pero en su corazón, realmente creía que algún día sería inevitable que hiciera
las paces con él.
Así lo hizo Elliot. La persiguió, y la animó a darle a su padre una segunda
oportunidad. Varias segundas oportunidades. Se reunieron con él para tomar una
copa un par de veces, y luego para cenar. Ella nunca le dijo a Jessie esa parte.
Estaba empezando a reconciliarse con su padre, lo que de buena gana Elliot
animaba e incluso instigaba. Pensó que era a causa de su amor por ella, y saber que
su alejamiento le había roto el corazón. Pero no. Fue porque su padre estaba
familiarizado con tantas personas influyentes, que, como su nuero, podían ser
grandes oportunidades para Elliot.
Eso fue hasta que Will desapareció y ella finalmente comprendió la magnitud
del demonio que había sido su padre. Entonces, Elliot se desplegó. Se las arregló
para decírselo por teléfono, y sintió su rabia, incluso desde el otro lado del océano.
Fue un milagro, cuando él llegó meses más tarde, que no la hubiera mandado al
hospital. Sólo ella tenía la culpa de que él hubiera perdido las poderosas
conexiones de gran alcance que necesitaba tan desesperadamente.
Al año de que se casó con él, fue dado de baja del ejército, y Lindsey se
sorprendió cuando Elliot decidió mudarse a Arlington, Virginia. Su corporación
tenía su sede allí, y muy pronto, se convirtió en la totalidad de su fuente de vida
social. Además, estaba convencido de que podía ganar para ser gobernador de
Virginia. ¿Por qué? Porque no permitían que los gobernadores titulares se eligieran
en elecciones consecutivas. En cada elección, los ciudadanos de Virginia tenían que
29
elegir entre dos desconocidos relativos.
Por lo tanto, el número de votantes era generalmente bajo, y Elliot calculó las
probabilidades de que poder ganar contra otro desconocido eran bastante buenas.
Sólo necesitaba cinco años como votante registrado, ¿y no fue agradable cuando
eso funcionó, por lo que al año siguiente fue un año electoral? Por lo tanto, Lindsey
estaba a punto de convertirse en la primera dama de Virginia, porque no tenía
ninguna duda de que él ganaría. Él siempre ganaba. Y eso era lo que les había
traído aquí esta noche, a una cena en honor de Elliot por la contribución de su
familia al Departamento de Ciencias de la Universidad de Georgetown.
Lo que tenía que ser la parte más enferma de todo el día era cuando de
verdad se sentía agradecida por su beso de perdón. Significaba que lo complacía.
Que podía respirar de nuevo.

* * *

Lindsey vio como Elliot se retiraba cuidadosamente la corbata y se sacaba la


crujiente camisa blanca fuera del pantalón, con movimientos limpios. Él ya le había
ayudado a salir de su vestido, y estaba sentada en su tocador, retirando las
horquillas del cabello, vestida con la bata negra de encaje que él le permitía llevar
sólo para sus ojos.
Él se encontraba en un gran estado de ánimo. Pronunció un discurso brillante
sobre el honor que era proporcionar fondos de becas para los estudiantes y
promover la educación de los jóvenes meritorios. Fue aplaudido y hasta le
silbaron. También ganó exposición en las noticias y sus relaciones públicas
recibieron serios disparos. Así que… estaba en un buen estado de ánimo. Estaba
sonriendo y hasta era un grado menos formal de su estado normal.
Aclarándose la garganta, Lindsey limpió cuidadosamente el maquillaje de sus
ojos. Quizás ahora era el momento de preguntarle acerca de Jessie.
―Jessie me llamó hoy.
Él levantó una ceja mientras se quitaba de la camisa.
―Oh, ¿y qué está pasando con ella ahora?
―Ella… quiere que vaya a visitarla pronto. Ya sabes, para poder pasar algún
tiempo juntas antes de que llegue el bebé, y antes de que nuestra vida sea tomada
por la campaña.
―Nena ―dijo Elliot con el ceño fruncido y ella dejó de moverse. Palabra 30
equivocada. Nena era la palabra equivocada antes de que apareciera. Maldita sea.
¿Cómo podría no haber previsto eso?
―Sí, ya sabes cómo es Jessie de descuidada. Ni siquiera ha terminado con la
escuela y aquí el bebé ya viene. ―Sonrió como si estuviera de acuerdo con Elliot,
con el lío frívolo que era su hermana. Estaba tratando de ser sutil al tiempo que
señalaba que no era un desastre frívola y embarazada.
―No creo que ir allí sea una buena idea.
―Es que… no puedo soportar estar sin ti. Dijiste que tomarías varias semanas
para terminar la fase final de construcción del centro turístico en Honolulu. Por lo
menos en la casa de Jessie, Will estará allí, y me sentiré mucho más segura. Sabes
cómo protege a Jessie, y por extensión, a mí. Y… tal vez, podría alentar a Will a
estar más dispuestos a venir y hablar en tu nombre.
Era una mala y horrible persona. Elliot estaba empezando a hacer estrategias
para convertirse en gobernador del gran estado de Virginia, de las cuales ninguna
tenía una onza de conexión ni de apego emocional. Sus únicos activos eran sus
profundos bolsillos con los que financiar su campaña. Podría contratar a quien
quisiera, pero el hombre que más deseaba era a Will Hendricks, el héroe nacional,
para mostrarlo y que aprobara su campaña.
Lindsey estaba hábilmente chantajeándolo para dejarla visitar a su hermana,
a quien no había visto en casi un año.
Sólo esperaba que Will lo hiciera por ella.
Elliot se frotó la mandíbula y su frente se arrugó con concentración. Por fin,
poco a poco, después de lo que pareció una eternidad, asintió.
―Supongo que podrías ir allí por un par de semanas. Supongo que podrías
hacer a Will más receptivo acerca de apoyarme. Pero, Lindsey, debes comportarte.
Ella asintió lentamente, sosteniendo su mirada.
―Como si estuvieras allí mismo, sentado a mi lado.
Él dio unos golpecitos con el dedo contra su muslo mientras su mirada la
recorría. Parecía estar buscando un pequeño motivo oculto, pero finalmente
suspiró y asintió.
―Está bien, entonces, puedes ir.
Su corazón se detuvo. Bajó la cabeza para que él no pudiera observar la
incontenible y resplandeciente sonrisa de triunfo. Ahora sólo tenía que convencer a
Will de respaldar a un hombre que odiaba. Sabía que Will no respetaba a Elliot, y
sin embargo, Will no sabía nada de lo que Elliot era realmente capaz de hacer.
Aún. Eso era todo lo que tenía, por lo que tendría que hacer que funcionara. 31
Se levantó y dejó que Elliot tomara su mano cuando la llevó a la cama.
Cuando la acostó, apagó su cerebro y trató de no pensar en escapar. O sobre la
libertad. O en la sonrisa de su hermana. O que nadie la habría golpeado allí. Luego
cerró los ojos mientras sus dedos pellizcaban su pezón con un giro duro de su
dedo pulgar e índice. Ella gimió en voz alta por el agudo dolor. Le gustaba cuando
expresaba su respuesta a él. Y así lo hizo. Tiró de su cabeza hacia abajo hasta que
llegó cerca de su duro pene, sobresaliendo, con la mano empujó la parte posterior
de su cabeza a su entrepierna. Su boca estuvo repentinamente repleta de él, y
estuvo agradecida por los efectos de embotamiento por el Vicodin que acababa de
deslizar por su garganta.
―D isculpe, ¿todavía está abierto?
Noah estaba en la parte trasera de la clínica veterinaria,
asistiendo a uno de los gatos de allí por unos pocos días
después de su cirugía para extirparle un tumor. Se dirigió hacia la sala de espera y
a través de la puerta balanceándose que conducía a las entrañas del edificio,
deteniéndose justo ante la puerta. Parpadeó con sorpresa. La mujer se puso de pie
mientras miraba fijamente a través de las ventanas de la sala de espera a la puesta
de sol del otoño sobre la frágil tierra congelada. Sonrió mientras daba un paso
hacia adelante y tocaba el hombro de la mujer.
―¿Lindsey?
Ella saltó y casi gritó, lo que le hizo sobresaltarse y volverse, sorprendida.
¿Qué en el infierno? Cerró los ojos y con una mano se agarró su pecho. 32
―Oh, Noah, eres tú. ¡Me asustaste como el infierno!
¿Cómo el infierno? Así es, Lindsey nunca juraba. Hablaba con una vieja
dulzura que era bastante rara hoy en día, pero sin embargo, refrescante. Jessie
habría dicho “¡mierda!” No “como el infierno”. Las dos eran tan diferentes como
sus colores de cabello. Jessie era una pequeña chica de cabello oscuro, con curvas
profundas, y Lindsey era una de cabello platino, alta, rubia regia sólo tan delgada
como Jessie afirmaba.
―No fue mi intención asustarte ―¿Quién brincó primero? Ella actuaba casi
como si se estuviera recuperando de un simulacro de bombardeo antes de sonreír,
pero todavía parecía mortificada.
―No, fue tonto de mi parte. Estaba atrapada por la puesta de sol. Debería
haber esperado que alguien, obviamente respondiera a mi pregunta.
Ella habló con una calidad suave cadenciosa en su voz y una postura formal y
frialdad a la que Noah no estaba acostumbrado. Ellensburg era principalmente
una comunidad agrícola y ganadera. No atraía exactamente a la corteza superior, a
los elitistas ricos, de la talla de Lindsey Johanson. Ella era la personificación de lo
que la pequeña comunidad rural carecía.
Noah tuvo que reprimir sus ganas de sonreír por su formalidad. Él era un
nativo de aquí. Su familia entera vivía en la zona. Sólo se fue para asistir a la
facultad de veterinaria de la Universidad del Estado de Washington, que tenía uno
de los programas más reconocidos en el país. Sus padres apoyaron a sus cuatro
hijos con los ingresos de la finca orgánica certificada que poseían y operaban.
Tenían de todo, desde vacas a cabras a pollos y a cerdos pasteurizados. Cultivaban
su propio heno y vendían una cantidad sustancial de huevos orgánicos. Aunque él
se mudó a vivir en la ciudad y tenía una ocupación orientada más
profesionalmente, amó crecer en la tierra con el aire del rancho de su padre. A
menudo iba allí en su tiempo libre a trabajar mientras disfrutaba de la avalancha
de mano de obra con la tierra firme bajo sus pies.
No tenía ni idea de qué clase de persona era Lindsey, y mucho menos la
forma de vida que llevaba.
Noah conoció por primera vez a la hermana de Jessie cuando Will
desapareció en combate. Él llevó a la casi catatónica Jessie a Carolina del Norte
para devolvérsela a su hermana. Jessie y él salieron durante un tiempo, hasta el
momento en que ella recibió la llamada de Will. Al instante él se dio cuenta de la
inutilidad de su relación. Ella estaba y siempre estaría enamorada de Will, sí o no
sobrevivía a su despliegue. En ese día exacto, fue cuando se dio cuenta que Jessie
sólo podía ser su amiga. Entonces se encontró cara a cara con Lindsey Bains. Se le
33
hizo un nudo en la garganta y el estómago se le contrajo como si alguien hubiera
golpeado un puño en él. Su reacción, así como su atracción por ella fueron
instantáneos y muy profundos. Noah se decepcionó al saber que se había casado
hacía poco, pero aun así la consideraba una impresionante, prístina mujer, casi
perfecta. Era alta y esbelta, con curvas sutiles y una cara larga, simétrica, con ojos
frescos y azules que brillaban y refulgían. Tenía largo y grueso, cabello que se
agitaba suavemente, rubio ceniza.
―Jessie no mencionó que venías. No está aquí.
Lindsey inclinó la cara hacia abajo y deslizó sus pies en tacón atrás un
centímetro. No le gustaba que su espacio personal fuera infringido. Lo recordó por
las pocas veces que había pasado con ella.
―Jessie no lo sabe. Quería, quiero decir, deseaba sorprenderla. Alquilé un
coche en el aeropuerto y vine directamente aquí. Estaba debatiendo si estaría aquí
o en casa. Obviamente, supuse mal.
Él sonrió con facilidad.
―Ella estará en la luna. Estaba lamentando el hecho de que no estuvieras
aquí, y pensaba que no vendrías en absoluto. De hecho, me ha estado volviendo
loco, así que, estoy emocionado de que estés aquí.
El rostro de Lindsey se sonrojó. Cualquier conversación directa tendía a
hacerla ruborizar.
―Mi hermana no es… sutil, ¿verdad?
―No. Nunca. Ni una sola vez.
Lindsey sonrió de lleno, y la calidez llenó sus fríos ojos azules. Eran notables
y la primera cosa que él lo notaba en ella. Permanecían en el enfoque de lo que su
mirada siempre se mantenía clavada. Era difícil no mirarla.
―Me alegro de que aprecies eso de ella.
―Aprecio casi todo acerca de Jessie. No sé lo que haré sin ella cuando se
tome su licencia de maternidad.
―¿En serio? ―Los ojos de Lindsey se abrieron con sorpresa antes de que
negara, como si sólo hubiera recordado algo―. Oh, no quise decir que no lo puedo
creer. Puedo. Lo hago. Es una vieja costumbre por lo que a veces olvido… que
todo ha cambiado.
―¿Lo dices porque Jessie no es más un lío?
Ella asintió.
―Sí, justo por eso. 34
Noah sonrió.
―En cambio, ahora soy un desastre sin ella.
Lindsey ladeó la cabeza hacia un lado y su sonrisa pareció forzada, rara, y
casi se vio celosa. Él no estaba seguro de qué hacer con su expresión.
―Creo que es maravilloso. No puedo imaginar lo que se siente ser tan
necesaria. O tan valorada. Yo, bueno, realmente no sé mucho. No hago cosas que
afecten a alguien. Bueno, excepto por Elliot, y por supuesto, esa es razón suficiente.
―Viró en lo último de su condena en un torrente de palabras. Era muy extraño.
Luego miró a su alrededor como si buscara para ver si alguien la había oído.
¿Ella no se sentía valorada? ¿O necesaria? Noah frunció el ceño con sorpresa.
Estaba casada con un esperanzado próximo político. Se rumoreaba que venía de
una familia acomodada y que dirigía enormes, lugares poderosos e influyentes.
Jessie estaba convencida de que había previsto, finalmente hacer una carrera al
congreso o incluso más allá. ¿Y Lindsey, su propia esposa, no sabía lo que se sentía
ser valorada tanto como Jessie? Jessie no era más que asistente en su pequeña,
práctica de dos veterinarios en la localidad rural de Ellensburg. Eso no concordaba.
Si hubiera algunos celos entre hermanas, ¿no debía ser Jessie la que sintiera envidia
de la riqueza, del prestigio, del poder y de la influencia al que Lindsey tenía acceso
tan fácil?
―Oh, querido. ¿Qué hora es? ―Noah miró su reloj, una vez más divertido
por lo pasado de moda de la exclamación de Lindsey.
―Casi las cinco y media.
―No me di cuenta que era tan tarde. ¿Puedo usar tu teléfono? Mi celular está
muerto y no he tenido oportunidad de recargarlo, pero Elliot espera que me
reporte y que le diga que llegué bien. Yo…
―Por supuesto, puedes utilizar mi teléfono. Ahí mismo. Marca nueve
primero para poder salir de la clínica.
Lindsey le dio una sonrisa rápida, visiblemente aliviada, y casi tímida. ¿Qué
era ese casi tono de disculpa? Rápidamente pasó junto a él, y fue al mostrador. Era
tan alta hasta el pecho de un adulto, y en parte quedó escondida detrás del
escritorio de Jessie. Lindsey lo miró antes de asentir, lo que indicaba que tomaría
un asiento en el mostrador. Sintió la mirada de ella queriendo algo de privacidad.
Él se retiró a través de las puertas de vaivén que llevaban a la parte trasera del
edificio, donde se encontraba el área quirúrgica, junto con las perreras y los
suministros. Tenía papeles con los que ponerse al día, y estaba esperando que un
cliente final trajera a un Border Collie de diez años, para sus inyecciones. El
35
propietario trabajaba en el turno de la noche, y solamente podía venir después de
hora. Noah a menudo acomodaba a las personas durante sus horas libres.
Trabajaba mucho, pero eran días de mucha satisfacción.
El teléfono empezó a sonar cuando estaba a mitad de camino por el pasillo. Se
volvió y trotó de vuelta hacia la zona de recepción. Lindsey estaba sentada allí,
congelada, y mirando curiosamente el teléfono. Su indecisión era obvia: ¿Debía
contestar o no?
―Adelante, contesta esa ―gritó mientras iba hacia ella. Asustada, una vez
más, ella automáticamente obedeció, tomando el teléfono.
―Eh, oficina del Dr. Clark. ―Ella volvió la cabeza, y la pregunta en su
mirada era evidente; ¿había utilizado el saludo correcto? Noah sonrió
tranquilizadoramente mientras se acercaba al escritorio. No podía recordar a
Lindsey alguna vez tan insegura de sí misma, sin importar el movimiento que
hiciera―. Oh, eh, no, no habla Jessie. Jessie no está aquí en este momento. ¿Puedo
tomar un mensaje?
Lindsey asintió mientras rápidamente buscaba un trozo de papel antes de
apresuradamente garabatear en él mientras asentía. Noah tuvo que morderse el
labio para reprimir su sonrisa. Ella se enfocó intensamente en escribir todo el
mensaje. Cuando terminó, colgó suavemente el receptor. Sus movimientos eran
graciosos, aunque vacilantes, y claramente los hacía con su mejor esfuerzo.
―Ese era el médico de Jessie, la está buscando. Tiene algún tipo de resultados
de pruebas listo.
Lindsey se mordió el labio y frunció el ceño. ¿Qué era desconcertante para ella?
Lindsey no parecía saber qué hacer con la información.
―Ella debe estar en casa.
―Quería darle una sorpresa.
―Entonces puedes esperar hasta que llegue allí.
―Cierto. Sí, llegaré allí pronto, ¿no? ―Lindsey sonrió y asintió. Su sonrisa
fue falsa, y casi parecida al plástico―. Llamaré rápidamente a Elliot y luego saldré
de tu cabello.
Él sonrió, tratando de consolarla.
―No es ningún problema, Lindsey. Puedo prometerte que Jessie estará
emocionada de que estés aquí. Ha estado hablando de ello durante semanas.
―¿Contigo? ¿Ella habla de mí contigo? ―La voz de Lindsey fue alta, y
extrañamente horrorizada por la revelación. 36
Noah se rió entre dientes mientras se volvía para darle privacidad, una vez
más, mientras por encima del hombro, decía.
―Ya la conoces, ¿verdad? Jessie Hendricks no es exactamente callada y
tímida. Sí, habla de ti, y de Elliot, y de su próxima campaña, de sus fiestas, y hace
hincapié en lo mucho que sólo quería que vinieras a verla aquí.
Las mejillas de Lindsey se sonrojaron de color rosa, y bajó la mirada de la
suya. ¿Por qué se sonroja? ¿Y esa reticencia? ¿Esa innegable sensación de que Lindsey
estaba tratando de no molestarlo?
―Oh. No sabía eso. Nunca he estado aquí, así que estoy muy contenta de
tener que venir.
Noah se detuvo y la miró. ¿Tener que venir? uh. Ella habló como lo haría una
adolescente con su padre, después de pedirle permiso para ir al campamento de
verano. Extraño. Por otra parte, la totalidad de su comportamiento era extraño.
Parecía como si estuviera esperando a que la reprendiera por el simple hecho de
respirar. Realmente no tenía idea de que la hermana de Jessie pudiera ser tan frágil
e insegura de sí misma. Prácticamente el polo opuesto de Jessie.
Él terminó sus notas hasta que escuchó el suave murmullo de su voz
desvaneciéndose. Volviéndose hacia ella, el teléfono sonó una vez más, y esta vez,
ella lo contestó y respondió sin ninguna vacilación. Asintió y le respondió a la
persona que llamaba, y luego le dio las gracias y colgó justo cuando Noah
caminaba hacia ella.
―Ese era el señor Callton. Dijo que no podría llegar esta noche como lo tenía
previsto. Se disculpó y dijo que le reprogramaría con Jessie mañana.
Noah suspiró. Se quedó en la clínica hasta una hora que no tenía que hacerlo.
Bueno, al menos, le permitió ver a Lindsey. Esa era sin duda una sorpresa
inesperada. Apoyó los codos en el mostrador y agarró el libro de citas para hacer
una nota de ello antes de hacer clic con su pluma cerrándola.
―Puede ser que quiera tenerte por ahí. Eres muy buena con los teléfonos.
Jessie habla condenadamente rápido. La mitad del tiempo, nadie puede
entenderla. Tú tienes una cualidad de fría calma. Apuesto a que has oído eso un
montón de veces antes sin embargo.
Lindsey se quedó inmóvil y todo su cuerpo de repente pareció apoderarse de
una rigidez. Noah frunció el ceño mientras se enderezaba de sobre el contador.
Jesús, sólo lo dijo como un cumplido de improviso: banal, inútil, nada, en realidad.
Pero ella parecía completamente asustada por eso.
―Eh, gracias. Estaba terminando con Elliot cuando el teléfono sonó de nuevo.
37
―¿Lo localizaste? ¿Le dijiste que llegaste aquí a salvo?
Las líneas alrededor de su boca se tensaron.
―Él fue… sí, lo localicé. ―No parecía haber algo más que ella fuera a decir
antes de que se contuviera. Era la más adecuada al comportarse, bien hablada, una
persona amable como jamás había tratado. Se preguntó si sería agotador
constantemente esforzarse por ser tan perfecta.
Will y Jessie vivían a casi veinte kilómetros de la ciudad sobre la superficie en
la que Jessie mantenía una serie de diversos animales. Tras ser testigo de lo que era
una gran cosa para Lindsey al tomar la iniciativa y contestar el teléfono, se
preguntó cómo alguna vez encontraría su casa, ya que estaba oscureciendo y
estaba tan lejos de la ciudad.
―Bueno, terminé aquí ahora que Callton canceló. ¿Quieres que te deje con tu
hermana? No es nada fácil encontrar su casa para alguien nuevo en la zona. Estoy
seguro de que podrás dejar tu coche de alquiler aquí. Tú y Jessie podrán recogerlo
más tarde.
Sus cejas se levantaron juntas como si acabara de hacerle una pregunta difícil
que alterara su vida, sin estar segura de cómo responder. Ella realmente se había
convertido en una de las personas más prudentes que alguna vez había observado.
―Sí. Si no es mucha molestia. Me siento muy mal. Debería haber tomado eso
en consideración. Eso fue tan miope de mí.
Él se estaba quitando su bata blanca de laboratorio mientras hablaba, e hizo
una pausa antes de agarrar su abrigo regular.
―En realidad no es una gran cosa, Lindsey. No tienes que estar tan
agradecida conmigo. Jessie patearía mi trasero si pasas la noche perdida y en busca
de ella, en vez de estar con ella.
―Siempre puedo llamarla.
―Ella está, probablemente, fuera dirigiendo su rebaño. En realidad, no me
importa.
El cuello de Lindsey se echó hacia atrás.
―¿Su rebaño?
Él sacudió la cabeza y sonrió. Olvidaba que Lindsey probablemente no estaba
acostumbrada a la nueva vida de Jessie.
―Tiene ovejas, cabras, caballos, perros, gatos, y una vaca. Por eso siempre
digo que está cuidando de su rebaño.
―Tienes que estar bromeando. ¿Mi hermana tiene animales de granja? ¿Por
qué? ¿Para qué?
38
Noah se encogió de hombros.
―Es mejor que sacar la mierda de mí. Cuando ella y Will se mudaron de
regreso, después de que él fue dado de baja del servicio activo, compraron una
gran extensión de tierra. Construyeron una casa y un granero y vallaron varios
campos diferentes. En muy poco tiempo, Jessie escogió su colección de animales
salvajes impares. ¿Realmente no sabías eso?
Lindsey negó. Su cabello largo se abrió a la mitad de su espalda y se apoyó
sobre su hombro.
―No. Quiero decir, sabía de la superficie cultivada y de la casa, pero sólo
asumí que por “animales” quería decir perros o gatos. Por supuesto que no,
bueno, no una granja.
―No. Jessie no tiene una granja real. Jessie nunca vendería ni masacraría a
ninguno de sus animales. Ahora es vegetariana, por cierto, muy a pesar de Will.
Los animales son todos, cada uno de ellos, considerados parte de su familia. Ella
prácticamente trabaja aquí para pagar su mantenimiento. ¿Sigues segura de querer
ir de visita? Si no tienes cuidado, palearás con su…
Se detuvo y miró a Lindsey. Ella estaba frotando una mano en la otra, con
nerviosismo. Él le estaba tomando el pelo, era una broma, un chiste, pero la
enorme seriedad de su expresión, junto con su inquietud casi lo hizo sentirlo.
¡Santo Cristo! Lindsey necesitaba iluminarse. Tal vez él lo utilizara simplemente
con Jessie, quien se reía y bromeaba con él todo el día. Siempre bromeaban de una
manera lúdica. Eso era lo que primero le había hecho querer salir con ella. Eso y
que era la primera mujer nueva en la zona durante años. Odiaba admitirlo, pero
cualquier persona nueva era considerada un juego justo para la gente del lugar.
―Jessie, estará encantada de verte. ¿Nos vamos? ―Finalmente empujó
suavemente. Lindsey se puso de pie allí como si estuviera pensando si debía o no
renunciar a su primogénita.
Finalmente, asintió con un gesto distinto, como si en silencio tomara su
decisión y fuera a ajustarse a ella. Él sostuvo la puerta para ella mientras la
atravesaba. Ella ofreció una sonrisa suave tímida hacia él antes pasar a través y
dirigirse hacia el coche estacionado enfrente. Allí, ella abrió la puerta y sacó una
maleta. Noah se precipitó hacia adelante para tomarla y ella se echó hacia atrás
cuando las yemas de sus dedos tocaron el mango. Él dio un paso atrás para aliviar
su malestar. Jesús, estaba tan nerviosa como un ladrón tratando de colarse por la
puerta principal. Él dejó la maleta negra en la parte posterior de la cajuela larga, de
su camioneta roja.
39
―Gracias, Noah. Realmente aprecio tu ayuda. Y que me lleves.
Al hacer clic en el llavero del control remoto su camioneta se abrió, se
encontró con su mirada a través del capó de la vieja camioneta. Ella estaba
intensamente seria. Y agradecida. ¿Cuándo en el infierno la hermana de Jessie se
había convertido en una rígida, fría, nerviosa, neurótica, escultura de hielo?
L
indsey deslizó una mirada hacia Noah mientras reducía la marcha en
el volante y daba la vuelta para echarse atrás. Su cabello negro y
rizado, una lujosa mata de cabellos brillantes, relucientes caía sobre su
frente en un pedazo atractivo que la hizo imaginar lo que se sentiría pasar sus
dedos a través de él. Tenía cejas gruesas que destacaban sus ojos brillantes,
inteligentes, azules, chispeantes desde detrás de los aros negros de sus gafas. Era
un hombre alto, de más de un metro setenta que era Lindsey. Tenía un largo
desgarbado y delgado físico, y su ropa siempre parecía colgar de él. Se vestía
limpio como una patena, pero había algo joven y adolescente sobre cómo sus ropas
parecían encorvarse encima. Tal vez, como era tan alto, compraba los mayores
tamaños que podía encontrar y nunca se molestaba en acortarlos, o ver si un
tamaño más pequeño quedaría.
Había conocido a Noah durante cinco años, desde el día en que le llevó a
Jessie cuando Will desapareció. Incluso se quedó a dormir un par de noches en su 40
casa antes de irse a la suya dejando a Jessie con un deseo verdadero en su corazón.
Lindsey nunca le dijo a Elliot que dejó a otro hombre dormir en la casa. Se habría
puesto furioso. En ese momento, tenían poco más de un año de casados. Su padre
todavía estaba vivo, aunque no en su vida como antes. Elliot la había golpeado un
par de veces en ese punto, pero nada parecido a lo que le hacía ahora. Sin embargo,
aun así, sabía que Elliot habría odiado tener a otro hombre durmiendo en su casa,
sin importar la razón. Pero aun así, tomó la oportunidad. Había sido una agónica
decisión en ese momento, aunque ni Jessie ni Noah nunca habían sabido lo que
podría haberle costado si Elliot alguna vez lo averiguara. Por suerte para ella,
Elliot, entonces sirviendo en el extranjero, no pudo saberlo. Pero, ¿qué otra cosa
podía hacer? Noah había volado con su hermana catatónica atravesando todo el
país. Lindsey no podía simplemente dejarlo ir a un hotel, por lo que, por supuesto,
se quedó con ella.
Le resultaba difícil que no le gustara Noah. Él era infaliblemente cortés, en
todo momento, sin importar nada.
Jessie había estado saliendo con él, por lo que Lindsey podía decir, hasta el
momento exacto en que aterrizó en Carolina del Norte. Fue entonces cuando Jessie
se dio cuenta de que su corazón siempre pertenecería a Will. Noah también se dio
cuenta de eso, y todo por su cuenta, al mismo tiempo. Sin embargo, nunca fue
nada más que atento y amable hacia Jessie, y por alianza, con Lindsey también. A
menudo ayudó durante esos pocos días, con los platos y las comidas servidas, así
como velando por Jessie, quien era un desastre. Él era extremadamente inteligente,
en todos los temas desde política hasta la actualidad y en sorprendentes, extraño,
temas abstractos. Cada vez que hablaba, recordaba claramente la forma en que en
silencio escuchaba cada palabra que ella decía, tomándola en cuenta a fondo, antes
de comentar. Tenía los ojos brillantes, curiosos, interesados que veían el mundo a
su alrededor con asombro juvenil. Recordaba haber pensado que eso era
refrescante, pero casi extrañaba la reacción que él le presentaba al mundo. Su
punto de vista no era nada como la manera desconfiada en la que ella lo veía, o la
herida, vista partida que Jessie tenía.
Después de más de dos años, tiempo durante el cual Jessie se quedó en
Carolina del Norte, mientras Will continuó sirviendo con las Fuerzas Especiales, el
contrato de Will terminó. Se cambió a las Reservas, y finalmente, Will y Jessie
fueron libres de comenzar su nueva vida juntos. Tuvieron el total y absoluto
asombro de Lindsey, al mudarse de nuevo aquí. Volviendo a la pequeña
comunidad rural, agrícola/ganadera donde Jessie finalmente comenzó a sanar.
Jessie también terminó trabajando para Noah de nuevo.
Lindsey se sintió incómoda. No sólo Elliot lo odiaría si aceptaba un paseo de
Noah, sino que se lo habría prohibido. Él… bueno… quién sabría lo que podría
41
haber sido capaz de hacerle si alguna vez se enteraba. Pero, después de
reconsiderarlo, decidió que valía la pena el riesgo. De alguna manera dudaba que
Elliot alguna vez pudiera averiguarlo. Él estaba a kilómetros a través del océano,
confirmado por la llamada telefónica que hizo con él. Nunca sabría lo que había
hecho. El corazón se le aceleró con alegría y sus manos rompieron a sudar mientras
se metía en la camioneta de Noah. Se sentía tan rebelde a su lado, y extrañamente
eufórica.
Noah se inclinó, presionando el botón de sintonización de la radio. Su puño
cayó hacia atrás, revelando su muñeca peluda, y dedos largos y elegantes.
Eligiendo una canción rápidamente, subió más el volumen al sintonizar la canción
country que encontró. Ella se mordió el labio. Aquí, parecía que la música country
era un pasatiempo favorito.
El silencio se instaló entre ellos durante largos momentos mientras el campo
pasaba rápidamente. El paisaje era plano y en gran parte no estaba ocupado,
marcado por una gran cantidad de árboles y granjas que se extendían hasta el final
del horizonte. Curiosamente, no se molestó por el silencio de Noah, no como
hubiera estado con Elliot.
Elliot siempre estaba cavilando sobre algo que había dicho o hecho, o según
lo hubiera reportado a otra persona, y estaría trabajando en disciplinarla por ello.
Pero Noah estaba simplemente callado.
―Entonces, ¿cómo está Jessie?
Él la miró.
―Jessie está bien. Muy bien. ¿No has vuelto a hablar con ella? Sé que te llama
mucho desde la oficina.
Lindsey se encogió.
―Ella no me habla de tu lugar por larga distancia, ¿verdad?
Él se encogió de hombros y esbozó una sonrisa.
―Por supuesto que lo hace. No le da un segundo pensamiento. Se lo merece.
Es lo menos que le debo. Pregúntale; ella te lo dirá.
―¿Eso no te molesta? ¿Te enoja terriblemente?
Él se echó a reír.
―Nop, Jessie sabe que es la mejor asistente. Y, además, nos tenemos el uno al
otro. Ella no suele molestarme.
Lindsey frunció el ceño y se volvió para mirar por la ventana. Trató de 42
imaginar si su propio esposo sería tan relajado, amable, que perdonaba,
indulgente, y aceptaba a Jessie como el maldito empleador que era. Imagina eso.
Pero no podía. No podía imaginar la facilidad con la que Jessie se movía alrededor
de los hombres en su vida. La facilidad con la que hablaba, su mente, y siempre
hacía lo que quería. Bromeaba, pero exigía un trato justo. Lindsey no podía ni
imaginar lo que era más hacer tales cosas.
―Y sí, hablo con Jessie. Pero ella tiende a endulzar las cosas ya que estoy tan
lejos, y por tanto tiempo, las cosas eran horribles para ella. Creo que siempre se
siente bien ahora para compensar tanto tiempo cuando no lo hizo.
Noah se puso serio mientras asentía.
―Sí, lo tuvo bastante mal durante mucho tiempo. Creo que, sin embargo, está
realmente bien.
―¿Y Will? ¿Está bien fuera de servicio activo?
―Sí. Creo que sí. Ha sido un ajuste, sin embargo. Le tomó un tiempo
encontrar trabajo, como estoy seguro que sabes. Trabajó para Clapsmiths
temporalmente, haciendo pequeños trabajos en torno a su rancho. En caso de que
no te hayas dado cuenta, esta no es una floreciente metrópolis. Tuvo suerte de que
Skolfield Manufacturing construyera una planta en el parque industrial Carlson, a
unos cinco kilómetros de aquí. Tenían uno de esos programas diseñados para
atraer a nuevos veterinarios. Lo que sí sé, sin embargo, es que estaban esperando
que tuvieras la oportunidad de venir aquí.
―Quise venir mucho antes de ahora, pero estuvimos ocupados durante
bastante tiempo con el traslado desde Carolina del Norte a Virginia. Elliot
comenzó su propia empresa, y eso también tomó una cantidad sustancial de
nuestro tiempo. Simplemente nunca parecía funcionar que me fuera y viniera aquí.
Elliot tuvo que salir del continente durante unas pocas semanas, tal vez hasta un
mes, o incluso más. Por lo tanto, funcionó, por ahora de todos modos.
―Elliot suena como una persona impresionante. Espero que siga
funcionando de la manera que te gustaría.
Nada había salido como le gustaba. Ni siquiera podía recordar lo que le
gustaba. Se levantaba todas las mañanas, se vestía, hacía sus tareas, realizaba todos
los elementos de las innumerables listas que Elliot le dejaba, y trataba de pasar el
día. Su objetivo siempre debía ser estar libre de defectos o errores, para no incitar
la ira de Elliot. Ese era su objetivo primario cada día, todos los días. En
consecuencia, no tenía idea de lo que posiblemente podría querer además de esa
pequeña caja. De pronto cayó en la cuenta de que tenía unas pocas semanas para
pasar sin Elliot dándole órdenes, y eso la dejó sintiéndose casi desprovista. ¿Qué 43
podría alguna vez encontrar que tuviera algo que ver con ella?
―Es una persona impresionante.
―Debes preguntarte por qué diablos Will y Jessie se mudaron aquí, en medio
de la nada.
Lindsey negó.
―No lo hago. Creo que es el primer lugar en que Jessie se sintió normal
alguna vez. O típica. O tal vez fue sólo el primer lugar en el que Jessie no se sintió
mal. Y sé que muchos de los primeros sentimientos de decencia se derivaron de ti.
Así que no, no me parece extraño en absoluto que el único lugar donde sintiera
sentimientos cálidos todavía sea el lugar en el que quiere estar. ¿Y Will? Haría
cualquier cosa para asegurarse de que Jessie siga sintiendo esas cosas buenas.
Como cualquier marido. Como ella deseaba, rezaba, y en vano esperaba que
Elliot pudiera sentirse un día por ella.
El anochecer comenzó a desvanecerse. Los faros de Noah iluminaron el
camino vacío hasta que entró en una larga y recta carretera, solo del ancho de un
coche, por una carretera pavimentada. Sus luces finalmente iluminaron algunos
edificios que surgieron de la maraña de álamos y pinos que se cernían sobre la
carretera en un exuberante follaje.
La casa delante de ellos era de un solo piso, con el extenso rancho de piedra
que se ofrecía a lo largo de la fundación. Las luces brillaban desde las puertas de
doble entrada con ventanas enormes a cada lado. El camino en bucle iba a la casa
antes de parar en una calzada cubierta. Los inviernos eran duros y fríos aquí, y a
menudo se veían desbordados. Mientras la camioneta de Noah frenaba, las luces
de entrada delanteras parpadearon. Una cabeza se asomó por la puerta principal
abierta antes de que se abriera más.
―¿Noah? ―Jessie llamó―. ¿Qué estás haciendo aquí?
Luego sus ojos se agrandaron como platos. Su mandíbula se aflojó cuando
abrió la puerta.
―¡Oh mi Dios! ¿Lindsey? ¿Eres realmente tú?
Jessie. Lindsey cerró los ojos y apretó a su hermana mientras Jessie envolvía
sus brazos alrededor de ella en un abrazo aferrado y apretado. Hace muchos años,
Jessie la había necesitado. Jessie una vez miró a Lindsey por ayuda, en su crianza,
por apoyo, atención y amor. ¿Ahora? Ahora, Jessie estaba feliz, satisfecha, y
normal. Y Lindsey era la que necesitaba ayuda, la crianza, el apoyo, la atención y el
amor. Sólo que no podía encontrar la fuerza para hacer eso incluso cuando su

44
lengua quería decir esas palabras.
Así que se aferró a su hermana, tratando de exprimir las lágrimas de las
cuencas de sus ojos. Algunas gotas callejeras cayeron, mojando sus mejillas.
Acababan de pasar a ser lágrimas felices. De alivio, necesitadas, miserables
lágrimas de emoción de tener a alguien a quien tocar con la atención, el afecto y el
amor verdadero.
Jessie se apartó de ella, juntando las manos de Lindsey mientras su cara se
separaba en una amplia, sonrisa feliz.
―¡No puedo creer que seas tú! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo llegaste
hasta aquí? ¿Y por qué no me lo dijiste?
Jessie no esperó una respuesta, sino que jaló a Lindsey a otro abrazo. Su
estómago de bebé tocó a Lindsey, y el corazón de Lindsey tiró con feroz lealtad.
―No la asfixies antes de que deje la puerta. ¿Por qué no la dejas respirar por
un momento, esposa?
Lindsey respiró. Will. Era la voz de Will. Tendría que mirarlo. Hace mucho
tiempo, mucho antes de que nunca supiera que todo estaba mal con su padre, y
ella, igual que la totalidad de su vida, trató de salir con Will. Llegó a admitir que lo
amaba, y trató de robárselo a Jessie. Nunca tuvo ni una oportunidad, sin embargo,
cuando se trató del corazón de Jessie y Will. Todavía la horrorizaba, incluso hoy,
que lo intentara. Y a pesar de que había pasado mucho tiempo, de que habían
hecho las paces, y de que no tenía ningún otro pensamiento ni otra cosa sobre ella,
Lindsey aún se sentía humillada.
Jessie soltó entre risas su agarre de Lindsey. Lindsey tomó aire y sus ojos se
encontraron con los de Will sobre la cabeza de Jessie. Él estaba de pie en la entrada
de la casa, sonriéndole. No tenía malos sentimientos hacia ella. De hecho, pensaba
que lo que hizo por Jessie cuando Jessie buscó tratamiento para lo que le sucedió,
compensaba todos los años cuando no había hecho más que cruzarse de brazos y
dejar que Jessie sufriera. Todavía no era suficiente a los ojos de Lindsey. No podría
nunca recuperar lo que permitió a Jessie soportar durante tantos años.
―Debería haber llamado. Estaba tan emocionada de venir hasta aquí, y
quería sorprenderte. Pensé que posiblemente aún estarías en el trabajo. Noah me
dio un paseo.
―No, no deberías haber llamado. Esto es mucho mejor. ¡Esta es la mejor
sorpresa nunca! Noah, ¿por qué no vienes y te quedas a cenar con nosotros?
Lindsey miró a Noah quien estaba de pie mirando, apoyando los codos
contra el capó de su camioneta. Sonrió y saludó con la mano a Jessie.
―Nah, tengo que volver a alimentar a los perros. Que tengas una buena
visita. Lindsey, fue un placer volver a verte.
45
―Oh, a ti también, Noah. Gracias de nuevo por traerme aquí. Fue muy
amable de tu parte.
Él sonrió mientras levantaba su maleta y se la entregaba a Will, quien la
tomó.
―No pienses en nada de eso. Nos vemos mañana, Jess.
―Podría no ir. Creo que quiero quedarme con Lindsey. Te avisaré.
Lindsey se encogió. Jessie no podía realmente estar anunciándole a su jefe
que no iría, ¿verdad?
―No, no quiero interrumpir tu horario sólo porque me presento.
Noah negó, sin dejar de sonreír.
―No interrumpiste nada de lo que hace Jessie. No te preocupes, estoy
acostumbrado a eso. Ella me avisará. Oh, hey, Jessie, se supone que debes llamar a
tu médico de nuevo esta noche. Dejó un mensaje. Quiere asegurarse que las cosas
están bien.
Lindsey golpeó una mano sobre su boca.
―¡Oh, no! ¡Lo olvidé! Sí, se suponía que lo llamarías esta noche. Dijo que
tenías su número.
Will apretó los labios. Jessie sonrió y le tocó el brazo.
―Está bien, Will. Esperaba llamarlo. No es el fin del mundo.
Lindsey se quedó mirando la mano blanca y pequeña de su hermana en el
desnudo y fuerte antebrazo de Will. Ella se tragó el repentino nudo que se formó
en su garganta. ¿Qué se sentiría? ¿Simplemente tocarlo con afecto?
¿Por apoyo? ¿Con amor? Todos los años en que creía que era muy afortunada
de ser atesorada por su padre como su hija. Pero ni una sola vez el general Travis
Bains, la tocó con afecto, ni la apoyó con amor. Y Elliot sólo lo hacía las noches o
días después de golpearla, cuando sentía el impulso fugaz de la restitución, y así es
como real o verdaderamente se sentía.
Noah se despidió y se apartó. Will apretó suavemente la mano de Jessie antes
de agarrar la maleta de Lindsey y entrar en la casa. Se fue, dejándolos solas. Jessie
jaló la mano de Lindsey y la arrastró dentro.
Lindsey se detuvo en la entrada. Era grande y estaba bien ventilada, con
baldosas beige, con dibujos que se desembocaban en una gran sala de estar
cuadrada. Tenía una larga cocina abierta en la parte trasera con un acogedor rincón
para la mesa del comedor. La instalación era una zona común grande y abierta.
Una gran chimenea de piedra ocupaba la pared opuesta al sofá, y un gran televisor
estaba sobre ella. Los muebles eran cómodos y mullidos con un bonito diseño de
46
color beige y negro que destacaba lo negro del estilo artesano de los muebles que
Jessie había seleccionado como el tema principal. Era una casa preciosa, cálida y
acogedora, y a diferencia de lo que nunca pensó que Jessie elegiría. No era nada
como la casa exagerada, mal ventilada, formal, pero hermosa en la que vivía.
―Jessie, ¡es absolutamente hermosa!
Jessie sonrió y puso una mano sobre su estómago.
―Nunca soñé poseer tal lugar. Espera hasta que veas la tierra, y las vistas, y
los animales. Te mostraré todo mañana. Ahora, ven, vamos a tener algo para cenar.
Llamaré al médico, ve y acomódate, y entonces me contarás todo lo que está
pasando contigo.
La cena fue frijoles guisados con verduras y pan recién horneado que se hizo
rendir con facilidad para incluirla. No comía mucho ya. Hubiera jurado que su
estómago sólo estaba arrugado. Pero en verdad, nunca había probado el pan. Era
como cenizas en su boca. Ella comía para vivir, nunca para disfrutar de esos gustos
maravillosos. Pero guardó eso de su hermana. Moviendo su comida, como si se la
fuera a comer, rápidamente se levantó para volcar el contenido en la basura y
ocultar el terrible pecado de que no comía. Entonces, los tres hablaron con alegría y
sin parar durante horas. Se apartaron de la mesa después del café y se relajaron en
la sala de estar. Era encantador. Divertido. Relajado. Se sentía como que habían
pasado años desde que se había relajado.
Jessie llamó a su médico que dijo que vendría al día siguiente a revisarla.
Estaban preocupados de que estuviera en riesgo de desarrollar preclampsia. Ya
tenía diabetes gestacional, aunque hasta ahora, se las arreglaba con éxito con la
dieta y el ejercicio.
―Entonces, ¿cómo escapaste, finalmente? ¿Y cuánto tiempo podrás quedarte?
¿Jessie percibiría más allá de su historia? Siempre parecía entender que
Lindsey tenía que pedir permiso a Elliot. Sin embargo, Lindsey nunca le decía
nada de eso a Jessie.
―Elliot está supervisando la fase final de construcción de su complejo más
nuevo de Honolulu. Tienen un montón de inesperados problemas. Él se fue, al
menos por un mes, tal vez más. Así que… era el momento perfecto para que
viniera. Siento no haber podido llegar antes.
―Tienes tu propia vida, después de todo, está bien.
―Tú lograste visitarme tres veces en los años transcurridos desde que se
mudaron de vuelta aquí, y yo no había venido ni una vez.
―Elliot es un hombre importante, ocupado. Está bien, y no seas tan dura 47
contigo misma. Es sólo… que ¿todo está bien? ¿Tú estás bien? Pareces muy flaca
para mí.
―Estoy muy bien. Estoy tan emocionada por Elliot iniciando su campaña,
pero hasta entonces, ¡tendré la oportunidad de pasar el rato contigo! Tenía la
esperanza de que no te importara.
―¿Importarme? Lindsey Johanson, estaba a punto de secuestrarte y traerte
aquí físicamente. Además, no quiero preocupar a Will, pero el médico me dio a
entender que tengo que empezar a tomarlo más fácil. No estaba mintiendo sobre
eso. Así que era algo más que mi deseo egoísta de verte, o que te quisiera aquí.
Tenía la esperanza de que no te importara si tenías que ayudarme un poco.
Lindsey casi marchitó por la incredulidad. ¿Qué si le importaría ayudar un
poco? Nunca hacía nada. Había vivido toda su vida, sin una meta o un deber de
importancia. Ni siquiera cocinaba o limpiaba su propia casa, así que no era como la
típica ama de casa. Las únicas tareas que hacía eran las que Elliot no confiaba en
que el personal hiciera, como quitar el polvo de sus colecciones. Ella era meticulosa
con sus cosas, como esperaba que fuera.
Pasaba los días supervisando a otros haciendo las tareas que deberían haberla
mantenido ocupada. Iba a comidas insípidas y vacuas en el club de campo, y
socializaba con las esposas de los políticos, de los trabajadores de defensa, y de los
directores generales que eran tan aburridas e inútiles como ella. Todas eran, todo el
lote (ella incluida) tan interesantes como rocas. En pocas palabras, no hacían nada.
¿Cómo podían tener algo interesante qué decir? Algunas de las mujeres a las que
llamaba “amigas” en realidad no eran más que parte del protocolo diseñado para
promover los objetivos de Elliot. Algunas tenían hijos que cuidar.
Tenían cosas reales que hacer que culminaban con resultados reales. Lindsey
no tenía nada que hacer, o afectar, o influenciar que importara por lo menos.
Una vez creyó que podía hacer grandes cosas en su juventud con su vida. Por
un lado, tenía la intención total de hacer una carrera en el ejército. Por supuesto,
eso fue antes de conocer a Elliot. Los primeros seis meses que habían salido, ambos
estaban en el ejército. Nunca se le ocurrió que él podría querer que ella renunciara.
O que más tarde le demandaría que hiciera absolutamente nada todos los días de
su vida, a menos que fuera servirle.
O que tuviera la fiel intención de golpearla en una base bastante regular.
Peleó contra Elliot al principio, cuando discutió sobre su contrato con el
ejército, que se acercaba. Podría haber continuado en servicio activo o se habría

48
podido cambiar a las reservas o las reservas Inactivas. La convenció en una sola
noche, y bastante bien, de por qué tenía que cambiarse a estado inactivo. Ella lo
obedeció sólo para que guardara sus puños para sí mismo. No estaba equipada
para luchar contra él. Él era del doble de su tamaño, tanto en músculo como en
peso. Fue terrible los dos primeros años. Pasar de estar siempre ocupada, y ser
necesaria, y saber cómo hacer las cosas y hacerlas, a una vida de absolutamente
nada. A menudo caminaba por la casa para evitar volverse completamente
delirante, loca por la falta de algo que hacer.
Pero Elliot rápidamente resolvió su problema. Le demostró las consecuencias
y le dictó cómo debía comportarse. Cualquier lección que Elliot se molestara en
enseñarle siempre la dejaba muy convencida de que era la correcta. El dolor de
resistirse a él no valía la pena.
La extraña habilidad de Elliot de mantener todo tan secreto era cómo elegía
disciplinarla. Tenía un regalo para poner la cantidad exacta de presión sobre sus
miembros para lastimarla realmente, sin romperle ningún hueso. Solía dejar sus
marcas en su espalda, torso y muslos, que lucían un conjunto de cicatrices de los
innumerables cortes que le infligía usando cualquier cosa, desde cuchillos hasta
horquillas a plumas de escribir. La quemaba. La cortaba. Le daba puñetazos. Pero
rara vez, sin embargo, tenía moretones o cortadas de cualquier cosa en cualquier
área de su cuerpo que fuera visible para los demás. Elliot no toleraría preguntas
curiosas de amigos o de vecinos. Siempre y cuando no hubiera pruebas, ninguna
sospecha sería lanzada.
Por lo tanto, Lindsey se convirtió, literalmente, en una esposa hueca
Stepford1, preparándose a sí misma y a todo lo que Elliot le exigía para
desempeñar el papel de su compañera. Bien podrían haber pasado dos décadas ya
que no sabía hacer otra cosa que lo que era ahora: nada. Ni siquiera podía recordar
cómo funcionar como oficial en el ejército de Estados Unidos. No se imaginaba a sí
misma ahora, plenamente competente y en cumplimiento de sus tareas y objetivos
necesarios, lo que estaba más allá de ella. Dudaba si podría abrir un curita
correctamente.
―No quiero nada más que ayudarte, Jessie. Y estar aquí. Estoy tan feliz de
estar contigo.
Jessie la abrazó con una gran sonrisa abierta. No habría más secretos para
Jessie. Afortunadamente, tampoco habría más brutalidad.
―Pero, ah, tengo que llamar a Elliot y decirle que llegué bien. ¿Te importa si
uso el teléfono?
Jessie se burló de sus preocupaciones y le entregó el teléfono con cariñosa
facilidad. Lindsey tenía que cargar su teléfono. Siempre estaba obligada a
reportarse con Elliot, o él con ella, varias veces al día, todos los días. Si tenía que
49
usar su teléfono, Will y Jessie pronto se darían cuenta de la extraña frecuencia con
la que hablaba con su marido.

* * *

Algo estaba mal con ella. Algo estaba terriblemente mal con Lindsey.
El hombre se quedó mirando la foto que descargó de la sección de The
Washington Publique de Virginia que fue tomada durante el fin de semana.
Mostraba a Elliot y la llegada de Lindsey Johanson a la cena de caridad de la
Universidad de Georgetown. Ella estaba demasiado delgada. Monstruosamente
delgada, se veía ósea y escuálida. Había perdido nueve o más kilos sólo el año
pasado, no tenía por qué perder peso. Sus ojos parecían huecos y vacíos. Pero
había algo más. Era la forma en que sostenía su torso. Parecía rígida y poco
natural. Su hombro parecía extraño. ¿Por qué? ¿Qué estaba pasando? ¿Y que era
esa arrogante, fría mirada no tan cariñosa que Elliot había pegado en la cara?

The Stepford Wives: en español, Las mujeres perfectas, es una novela de 1972, escrita por Ira
1 1

Levin.
Apretó los puños. Algo no estaba bien. No sabía qué o por qué, pero algo en
su instinto le decía que Lindsey estaba lejos de estar bien.

50
N
oah levantó la vista cuando la puerta sonó, y Jessie y Lindsey
entraron. Él se inclinó hacia el mostrador para mirar a la pareja. Eran
sorprendentemente atractivas, y con contrastes virtuales en belleza.
Una de ellas era pequeña, oscura, sinuosa y sensual, y la otra alta, delgada, con
facciones reales y elegantemente clásicas.
Se reían y carcajeaban en broma de la conversación que tenían entre ellas.
―¿Supongo que no estás aquí para trabajar? ―Noah mantuvo su tono seco.
Jessie se detuvo antes de agitar su mano alrededor para despedirlo.
―Oh, Noah, he trabajado todos los días de esta semana.
―Sí, siempre te las arreglas para encajarlo con tu ocupada agenda social.
Ella no le hizo caso y rodeó su escritorio antes de moverse a revisar su
canasta de documentos de entrada. Miró la computadora mientras se mordía el
labio, concentrada. No había nadie más en la clínica en ese momento.
51
―Entonces, ¿qué hicieron ustedes hoy? ―Noah dirigió su consulta a Lindsey.
Ella había llegado a la ciudad hace ya unos días y la había visto varias veces aquí y
allí con Jessie.
―Fuimos a la universidad para recoger algunas notas que Jessie necesitaba, y
ahora nos iremos a casa.
Noah sonrió distraídamente mientras revolvía y buscaba las facturas que
había dejado en algún lugar, con la intención de preguntarle a Jessie al respecto.
―Entonces, Noah, ¿cómo fue tu cita de anoche?
Jessie no se molestó en levantar la vista de su trabajo. Lindsey arrastró los
pies detrás de él, obviamente, incómoda con la pregunta. Él puso los ojos en la
parte posterior de Jessie. Ella nunca pareció darse cuenta de eso antes. Su hermana
no era buena con ser casual.
―Estuvo bien, Jessie.
Ella se detuvo y lo miró.
―¿Bien? Así es como me siento después de una ida al dentista. Vamos, Noah,
¿Cómo fue? ¿Ya hicieron alguna broma al menos?
―Una vez más, ¿crees que realmente quiero hablar de mi vida personal
contigo?
Ella agitó su mano.
―¿Con quién más hablarías de ella?
―No lo sé, tal vez, ¿con mis amigos? Con alguien que no está casada con un
ex soldado que me podría matar mientras duermo de veinte maneras diferentes.
Jessie resopló.
―Como si Will alguna vez te molestara. Le caes bien.
―Bueno, no estoy convencido de que le guste que me preguntes acerca de mi
vida personal.
―Oh, ¿quieres decir de tu vida sexual? ―Ella sonrió descaradamente
mientras Lindsey se quedaba sin aliento detrás de él. Él la miró. Ella tenía la boca
abierta y los ojos redondeados. Era evidente que no estaba acostumbrada a los
asuntos de su hermana―. A Will no le importa.
―Bien, nunca lo sabrás de ninguna manera. Así que déjalo.
―¿La señorita profesora de Biología ya te despidió?
Él gimió de frustración, pero captó la mirada de alegría en el rostro de Jessie 52
por hacerlo retorcerse.
―¡Oh, Dios mío, Jessie! No puedes preguntarle cosas como esas.
Jessie se echó a reír, agarrando su cintura.
―Oh, así puedo ver la expresión de su rostro. Y… ¿ella ya lo hizo?
Noah miró en dirección de Lindsey. Su boca era una línea apretada y sus
mejillas estaban enrojecidas. Mierda, la chica era insistente. Un cambio de asunto
aparentemente no le interesaba.
―Jessie, nunca responderé a eso.
Ella estiró el cuello para mirar a su alrededor.
―Bueno, no mires ahora, pero aquí viene dicha profesora con una bandeja de
lo que parecen productos horneados. Ah, sí, la Dra. Clark debió haberte despedido.
Noah arrebató la carta que estaba mirando por encima en sus brazos y se
alejó de su molesta asistente del infierno. Efectivamente, Hannah Turling estaba
abriendo la puerta y entrando. Era una mujer pequeña y menuda, con el cabello
rubio y cara de estudiosa, pero dulce. Tenía una falda larga hasta la rodilla con
aspecto cómodo, y tacones bajos. No era elegante y sofisticada como Jessie, ni
estaba súper arreglada, sino que más bien, ridículamente vestida para la hora del
día y la pequeña ciudad que se encontraban, como Lindsey. De acuerdo, tenía que
admitirlo, a Hannah le podría ir bien un poco más de estilo.
Era, sin embargo, extremadamente amable mientras se acercaba, llevando
una bandeja cubierta de papel aluminio. Él sonrió y dio un paso hacia adelante,
dándole la espalda a Jessie.
―Hannah, qué sorpresa.
Hannah bajó la vista al suelo mientras color llenaba sus mejillas. Ese parecía
ser su efecto sobre las mujeres en los últimos tiempos. Primero Lindsey, y ahora
ella.
―Horneé algunas galletas de jengibre para ti. Mencionaste que eran tus
favoritas. Tengo una conferencia en dos minutos, así que pensé en traértelas de
camino a la universidad.
Jessie se aclaró la garganta detrás de él. Él sabía por qué. Nivelando una
mirada a ella, le advirtió con los ojos muy explícitamente que guardara silencio.
Noah recibía regularmente una cantidad ridícula de pasteles y de otros productos
de panadería de la población femenina en la ciudad. Jessie afirmaba que estaban
tratando de hornear un camino a su corazón. Él trató de explicarle que era una
ciudad pequeña y que se preocupaba por sus queridas mascotas. Eso hacía que la
gente fuera especialmente agradecida con él. Ella se burlaba. Incrédula. Él agarró la
53
todavía caliente fuente. Hubo un momento incómodo mientras ambas hermanas
observaban y Hannah mantenía su mirada puesta en sus pies.
―Gracias, eso fue muy amable de tu parte. Y sí, siguen siendo mis favoritas.
―¿Vamos a cenar esta noche?
―Sí, por supuesto. Te encontraré aquí a las siete.
Ella levantó la mirada y sonrió con timidez antes de despedirse.
Jessie rió.
―Dios, Noah, ¡ella está tan asustada de ti como si fueras Pie Grande! ¿Cómo
alguna vez harás un movimiento hacia ella si no deja de estudiar el suelo?
Él gimió.
―Es una persona perfectamente agradable, Jessie.
Jessie suspiró.
―Nadie puede decir que eres superficial ―replicó ella antes de agarrar una
galleta, y darle un mordisco―. Pero estas son fantásticas. Sigue con el buen trabajo
y anímala a hornear más… para nosotras.
―A mí, Jessie. Ella las hornea para mí.
La cabeza de Lindsey iba de un lado a otro entre ellos. Su asombro y
admiración por su coraje bonachón era evidente en su mirada. No sabía qué hacer
con ella. Su celular sonó y miró rápidamente hacia él, frunciendo el ceño, antes de
colocarlo en su oído con una sonrisa de disculpa y decir:
―Hola, Elliot.
Caminó hasta mitad del pasillo, para que no pudieran oírla. Jessie suspiró
ruidosamente y murmuró en voz baja:
―Dios mío, el imbécil no la deja en paz ni un solo instante. No estoy
bromeando, la llama al menos cada hora. O de repente ella “tiene” que llamarlo.
Casi entra en pánico a veces. Incluso tiene una alarma programada en su teléfono
para recordárselo.
Él tomó una galleta.
―No digas nada al respecto. Ya oíste a Will.
―Lo sé. Sólo deseo que no le gustaran los imbéciles controladores.
―Lo hace sin embargo. Ella parece un poco perdida sin él. Como si no
pudiera encontrar la manera de ponerse sus zapatos sin su guía y sin sus
instrucciones.
Jessie exhaló un bufido. 54
―Oh, Dios mío, ¿te diste cuenta de eso? Has estado a su alrededor como
cinco minutos. Me obsesiono con eso y lo que significa. No me di cuenta que era
tan obvio, incluso para aquellos que no la conocen. ―Repentinamente Jessie se
sentó, mirando por el pasillo para verificar que Lindsey no podía oírla. Noah se
inclinó más cerca, de repente intrigado por lo que tenía que decir sobre su
hermosa, distante y frágil hermana―Oh, Noah, cuando mi padre estaba vivo, su
única meta era complacerlo, y agradarle con lo que hacía. Yo odiaba eso. ¿Habrá
siquiera un rastro dejado en ella que en realidad podría recordar algo o saber cómo
hacer algo? Aunque nunca lo mostró, ella tenía un trabajo respetable y una
reputación en Fort Bragg. Pensaba que iba a permanecer en el ejército como su
carrera. No estoy bromeando. Ella era una persona totalmente pateadora-de-
traseros. Estaba tan orgullosa de ella. Y luego, después de descubrir que mi padre
era un monstruo inmoral, sólo pareció darse por vencida. Era como si de repente,
todo lo que fuera o por lo que trabajó tan duro fuera una mierda. ¡Así que
renunció! Dejó de intentar estudiar y ser el soldado perfecto, la hija perfecta, la
chica perfecta.
»Entonces llegó Elliot, y ahora la ves. Cuando dijo que dejaría el servicio
activo para cambiarse a las Reservas inactivas, creo que literalmente me caí de la
silla en la que estaba sentada. Quiero decir, ¿Lindsey Bains prácticamente
renunciando a la milicia? ¿Después de todo su entrenamiento? ¿Esencialmente
dejando el ejército? No lo entendí entonces, como no lo hago ahora. Y no importa lo
mucho que la presione por una explicación, nunca me dice por qué. ¿Por qué
cambió las únicas metas y expectativas que siempre mantuvo? No hay otra razón,
excepto Elliot. Él es la única persona cuyas órdenes jamás podía creer que siguiera
cuando, de repente, dejó todo para sentarse y sonreír como un robot sin sentido en
sus tontos almuerzos. Antes de la influencia de Elliot, estaba en camino de ser
increíble, y en su lugar, se convirtió en una rica tarada, en un insulso ornamento de
brazo. Es sólo que no sé cómo dejó que eso sucediera con su vida.
―Tal vez quería ser todo lo contrario de lo que su padre quería que fuera.
Jessie se mordió el labio inferior.
―Nunca lo pensé de esa manera. Quizás. Mira, Noah, estaba pensando en
algo. Y ya que estamos aquí… hablando…
―¿Qué? ―Él casi gimió. ¿Qué podía querer Jessie?
―¿Recuerdas esos resultados? Tenía la esperanza de que las cosas fueran
como son en la actualidad, pero los médicos están preocupados por el embarazo,
sólo un poco. Quieren que lo tome con calma. Y puedes imaginar la reacción
exagerada de Will a ese tipo de consejo. Prácticamente me prohibió entrar en el
cuarto de baño. De todos modos, a él le gustaría que dejara de trabajar aquí por un
55
tiempo. Lo odio. Sabes que siento no trabajar para ti. Pero con la escuela, la casa, y
todo lo demás, tal vez estoy presionándome demasiado y adelgazando.
Su corazón se hundió.
―Ah, Jess, ¿cómo diablos puedo dirigir este lugar sin ti? Sabes el lío que soy
sin ti.
Ella asintió.
―Tu sentido de la organización rivaliza con la del profesor distraído. Pero
estaba pensando, ¿por qué no puede hacerlo Lindsey? ¿No podría hacerse cargo de
mis horas? Su alteza, el imbécil, dijo que podría estar aquí durante dos meses
debido a que está teniendo problemas con el hotel, con ese estúpido edificio. Ella
podría usar la inyección de confianza, por no hablar de la salida. Tal vez pueda
recordarle que solía saber cómo hacer las cosas que afectaban la vida de las
personas, no sólo la forma de ponerse sus propios zapatos.
―Jess, no estás trabajando en nada aquí, ¿verdad? ¿Cómo posiblemente tratar
de convencerla de que no tiene que volver a su marido?
Jessie bajó la cabeza y mantuvo la mirada baja, pero él vio el rubor culpable
subir a su cuello.
―Noah, sólo tiene que recordarse que sigue siendo ella misma. Tiene que
hacer algo. No hace nada en todo el día, excepto atender a ese obsesivo, celoso,
ególatra. Él se llevó a la Lindsey que solía conocer y la convirtió en una mujer
asustadiza, retraída y vacía, apenas la cáscara de la hermana que una vez tuve.
―¿De verdad hay complicaciones con el embarazo? Sigo pensando que Will
parece totalmente demasiado tranquilo si ese realmente fuera el caso.
Ella miró a su alrededor otra vez.
―Bien, tal vez no me ha dicho todavía exactamente que lo tome con calma,
pero creo que lo hará en breve. ¿No te parece una buena idea que lo haga en el
tercer trimestre? Por favor, ten en cuenta eso. Ella es muy capaz, inteligente, y
trabaja mucho más duro que yo. Me encantaría verla encontrarse a sí misma de
nuevo. Incluso si es sólo por un par de semanas. ¿Y si sirve para recordarle la
increíble mujer que es en realidad?
Él tocó la pluma contra la mesa. Los ojos de Jessie eran grandes y suplicantes.
¿Cómo arregló para hacer suyos los problemas de su hermana?
―¿Cómo vas a conseguir que esté acuerdo con eso?
―Tendré que confiar un poco en mis habilidades de actuación. Ya sabes, en
lo estresada que estoy por sacarte del problema, y cómo simplemente aliviaría mi 56
culpa que asola mi corazón si alguien, cualquiera en quien pudiera confiar, se
hiciera cargo por mí, así no tendría que sentirme tan estresada ni rendir cuentas
sobre abandonarte.
Él la miró fijamente.
―Eres buena.
―Lo soy. Ahora ¿vas a dejarme hacer esto? Voy a entrenarla y todo.
Su instinto le gritaba que no lo hiciera. Le gustaba la rutina que tenía. Le
encantaba la facilidad con la que Jessie y él trabajaban juntos. Eran la combinación
correcta de amigos, y no había ninguna dificultad o improcedencia en evitar que
tuvieran esa relación de trabajo. Le gustaba cómo ella mantenía su oficina, sus
libros, sus fuentes, sus citas y sus animales. Estaba acostumbrado a Jessie y a cómo
hacía las cosas. No quería un reemplazo temporal, o tener que asimilar una nueva
personalidad, sobre todo una como Lindsey que parecía no tener una pizca de
humor o burla en ella. Quien era tan seria y frágil, a pesar de ser
desgarradoramente hermosa.
Pero… Jessie era ante todo su maldita amiga.
―Está bien, Jessie, si te aseguras de que haga las cosas exactamente como tú,
y que le guste la forma en que hacemos las cosas aquí. Y también debes
prometerme volver después de tener al bebé.
Ella sonrió con picardía.
―Tengo que volver. Tengo un montón de animales para mantener,
¿recuerdas? Además, dijiste que tu hermana estaría feliz de cuidar al bebé durante
unos días a la semana.
Su hermana era ama de casa y madre de tres y absolutamente encantada ante
la perspectiva de añadir el bebé de Jessie a sus días, sin importar el dinero extra.
Ella vivía a pocos kilómetros de la clínica veterinaria.
―Sí, tiene la intención de cuidar a tu bebé.
Ambos oyeron a Lindsey mientras sus tacones de cinco centímetros hacían
clic en el piso de vinilo. Jessie le sonrió y le dio un gracias con la boca. Él puso los
ojos en blanco, pero sonrió aunque no estaba muy entusiasmado con ser recibido
cada día por el aire glacial, tímido que parecía colgar alrededor Lindsey.

* * *
57
―No puedo hacer eso.
―Puedes hacer eso. Por favor. Sólo será por pocas semanas, o hasta que
Noah pueda conseguir a un reemplazo decente. Debes haber notado que esta no es
exactamente una bulliciosa metrópolis con una abundante oferta de empleados.
Estoy dejándolo totalmente estancado. A menos que puedas ayudar, eso es.
Lindsey respiró profundo. ¿Cómo podría Jessie pedirle que hiciera eso? Elliot
tendría un absoluto ataque al corazón si se enteraba de que estaba jugando a la secretaria en
una clínica veterinaria, y trabajando para un hombre. No. No podía correr el riesgo. Se
estremeció sólo de pensar en lo que haría Elliot. Odiaría la idea. El trabajo de
curación no era uno que pudiera ser atrapada haciendo. Él esperaba mucho más,
tanto más de ella. Y a ella no se le permitía trabajar. No necesitaba trabajar. Él le
proporcionaba todo lo que necesitaban, así que, ¿por qué tendría un trabajo?
Negó. Esa era una frase de Elliot. Jessie estaba mirándola con grandes ojos
color marrón, esperanzados. Mierda. Primeramente se había alejado de Elliot. Así
que en realidad no importaba lo que hiciera cuando estaba lejos. Sólo necesitaba
estar lejos. La última vez que la lastimó fue mucho para que ella lo lidiara. No era
como si planeara decírselo a alguien, o dejarlo. No sabía cómo dar el primer paso
para hacer eso. No sabía cómo arruinar una vida proyectando la imagen que se
esperaba de ella. Pero necesitaba un descanso antes de eso, antes de literalmente
sucumbir a una crisis emocional.
―¿Y Noah lo sabe?
―Sí, está muy contento con la sugerencia.
Eso parecía una exageración. Sabía que Noah toleraba su presencia, ya que
siempre estaba con Jessie en los últimos momentos, pero sentía que la encontraba
demasiado tímida. Pensaba que podría incluso molestarlo. A menudo la trataba
como si estuviera hecha de cristal.
Tal vez lo estaba.
―Está bien, pero sólo hasta que puede encontrar a otra persona.
Jessie gritó de alegría y abrazó a Lindsey. ¿Por qué a Jessie le importaba tanto
que tomara su puesto de trabajo? Parecía una insólita reacción por un favor menor. El
teléfono sonó.
Elliot. Mierda, se olvidó de llamarlo a las cinco. Acariciando la espalda de
Jessie, trató de hacer palanca discretamente con su brazo y agarrar su teléfono.
Elliot insistía en que contestara cada vez que llamaba. Si no lo hacía, se
preocupaba, o al menos eso afirmaba. Y a Elliot no le gustaba tener que
preocuparse. Y si ella lo preocupaba demasiado, entonces, le explicó 58
pacientemente, tendría que volver a casa. Por lo menos, ahí sabía que ella estaba
segura. Tenía sentido.
Si tenías cinco años.
L
indsey levantó la mirada y se mordió el labio pensando. ¿Qué diría
Jessie al respecto? ¿Dónde estaba esa forma? ¿Cómo entraría en su
computadora? Sintió las lágrimas llenando sus ojos. El hombre ante ella
golpeó su pie y miró por encima de sus enormes gafas de montura. Ella no podía
recordar. No lo sabía. Tal vez nunca lo supo. Dio unos golpecitos en la
computadora, pero la página que buscaba no abrió. Trató un icono diferente. No.
Nada. ¡Mierda! Maldita sea. Mierda. No, ella no hablaba así. ¿De dónde había venido
eso? No había jurado en años y años. Bueno, excepto en el interior de su cabeza a
veces. En raras ocasiones. Justo cuando Elliot era realmente malo.
―Vamos, señorita, dese prisa, no es ciencia de cohetes. Jesús, ¿dónde está
Jessie?
Ella trató otro clic, perdiendo todo el programa que quería. Aire llenó su

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cabeza e hizo que se mareara. Las palabras comenzaron a desdibujarse ante sus
ojos.
―Eh, Jessie está de baja por maternidad.
―¿Y dónde te encontraron? ¿En “Somos” idiotas?
―Soy su hermana. ―Lindsey miró hacia abajo con el fin de evitar la ira del
enojado cliente. Incluso su gato rugió desde su pequeña jaula. Él estaba ansioso por
sacar al irritado gato de allí, tal como declaró mientras se acercaba al mostrador de
enfrente. Pero ella no podía recordar como cobrar su cuenta. O incluso encontrar
su factura, que Noah había traído directamente desde la sala de examen. Era
tecnología extremadamente alta y mucho más allá de lo que ella conocía. Elliot
nunca la dejaba estar en línea. Ni siquiera tenía computadora en casa. Por lo tanto,
todo esto se había perdido para ella. Era afortunada por dejarla tener un teléfono.
Pero era sólo para su uso y para que pudiera mantenerse en contacto con ella.
Tal vez sí la encontraban en los ”Somos” idiotas.
Una mano de repente cayó sobre su hombro, y ella saltó, encogiéndose, antes
de alejarse del inesperado alcance. Cuando levantó la vista, vio que era Noah. Él la
respetó alejándose y levantando sus manos, como si hiciera una señal de rendición.
Sonrió con paciencia antes de mirar por encima de su cabeza, y al otro lado del
mostrador hacia el cliente.
―Señor Reed. No tiene ninguna razón para ser tan grosero. Lindsey es
nueva. Es un sistema difícil de aprender y de acostumbrarse. Así que, si continúa
encontrando algún fallo con su velocidad, entonces realmente es conmigo con
quien debería estar enojado, supongo que por no entrenarla mejor. Por lo tanto, yo
soy el idiota.
La suave pero severa reprimenda de Noah Clark no era como la de otros
hombres que Lindsey conocía que gritaban y gritaban. Noah era tan dominante. Su
tranquila y alta presencia atraía cualquier ojo en la habitación hacia él, y se hacía
muy obvio que era el líder inteligente en cualquiera y en todas las situaciones.
―Yo, ah, caramba, Dr. Clark. No quise ser desagradable. Sólo quería sacar a
Dalilah de aquí. Lo odia tanto.
―Entiendo. ¿Por qué no se va, y sólo dejamos que esta visita sea por mi
cuenta?
Lindsey cerró los ojos con horror, dándose cuenta de que su incompetencia
había dado lugar a toda esta situación. Era su culpa.
Elliot la habría, sin duda, tomado del brazo y llevado a la otra habitación
antes de chasquear su mano con fuerza en la parte posterior de su cabeza. Ese era
uno de sus lugares favoritos, ya que no dejaba ningún hematoma evidente y
realmente dolía.
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¿Pero Noah? No, él nunca reaccionaría así. Era tan malditamente agradable,
que era casi doloroso para ella porque le falló cuando lo que quería era
complacerlo. Noah al instante tuvo al señor Reed bajando su cabeza de vergüenza
por lo pequeño e insignificante que era. El arrepentimiento brilló en sus ojos
mientras arrastraba los pies.
Los ojos de Noah eran fríos mientras arqueaba las cejas.
―No, no, no puedo hacer eso. Esperaré.
―¿Qué tal si hago que Jessie le envíe la factura? Sé que es buena en ello. Ella
todavía viene una vez a la semana sólo para revisar las cuentas.
Los hombros del señor Reed se hundieron con alivio. Estaba visiblemente
angustiado después de haber sido tan grosero y de que Noah lo hubiera puesto en
su lugar.
―Está bien, sí. Eso funcionará. Muy bien, entonces me iré. Hasta luego.
Noah se le quedó mirando, sus ojos brillaban.
―Estúpido viejo excéntrico ―murmuró antes de volverse hacia Lindsey.
Ella alzó los afligidos ojos a los suyos.
―Lo siento mucho. Yo causé eso. Yo soy…
La frente de Noah se arrugó.
―Tú no hiciste nada malo. Simplemente no sabes algo. Hay una gran
diferencia. Él no tendría que haber sido un idiota acerca de eso. Lo estás haciendo
bien. Ahora toma una respiración profunda.
Ella lo hizo. Respiró. Dentro y fuera. Después de que se calmó, Noah
simplemente se quedó a su lado, esperando pacientemente para que tuviera otro
agarre. Ella esbozó una sonrisa triste, un poco avergonzada por la mala forma en
que reaccionó a eso. Era su primer día sola, o incluso trabajando en un empleo, en
más de cinco años. En lo cual era bastante horrible también. Jessie pasó tres días
mostrándole exactamente qué hacer. Era algo que hacía con total facilidad, rapidez,
confianza y competencia. Sí, Lindsey no estaba exactamente rindiendo en el
trabajo.
Se quedó mirando el puño de la chaqueta gris que llevaba sobre una elegante
blusa y bufanda.
―Dudo que pueda hacer esto, Noah. Fue una mala idea la que Jessie tuvo.
Noah se quedó en silencio por lo que ella miró hacia arriba. Él la miraba
fijamente. Su expresión de alguna manera era intensa, y diferente de la habitual. 61
―No fue una mala idea en absoluto. Puedes hacer esto.
Él se acercó más, y ella se estremeció inconscientemente cuando el borde de
su bata blanca rozó su brazo. Él estaba tan cerca. Elliot hubiera tenido un ataque. No
estaba bien que Noah Clark estuviera tan cerca de ella. Su estómago se dejó caer
con su proximidad. Podía sentir el calor de su cuerpo.
Él se inclinó sobre ella y tocó el teclado mientras ella soltaba el aliento. El
calor llenó sus mejillas. Él estaba simplemente llamando al programa que de
alguna manera había perdido. Él no era intimidante, o iba hacia ella; ¡simplemente
estaba arreglando su error! Era una idiota. Una incompetente idiota.
―Ahora, déjame mostrarte cómo hacerlo.
Ella echó un vistazo a su perfil, tan cerca de ella, cuando él se inclinó y tocó el
teclado, indicándole que tomara notas de lo que hacía. Ella rebuscó para rellenar
las instrucciones adicionales que de alguna manera se había perdido del tutorial de
Jessie. Mientras Noah estaba hablando, su teléfono sonó.
Ella lo miró, mordiéndose el labio. Sonó de nuevo. Ella se frotó las palmas de
las manos sudorosas de repente en su pantalón. Elliot. Tenía que ser. Pero Noah
estaba justo en medio de su explicación. Sería grosero interrumpirlo ahora en este
momento.
¡Pero! Era Elliot.
―Lo siento. Tengo que contestar. ―Se levantó de la silla, y se alejó de la
pequeña área cerrada, donde ella y Noah estaban trabajando. Abrió el teléfono y
contestó sin aliento―: Hola Elliot.
Cerró los ojos con alivio cuando Elliot habló, que por suerte sonó aplacado
cuando contestó. Estaba entre reuniones y quería asegurarse de que estaba bien,
aunque no preguntó mucho sobre ella. No estaba realmente interesado en la forma
en que estaba. Quería saber lo que estaba haciendo. Tenía que controlar todos los
aspectos de su vida, incluso hasta su hora de lista de tareas pendientes. Eso era por
lo que se había fugado aquí, visitando a su hermana, lo que era tan sin
precedentes. Era tan raro que Elliot le permitiera irse, pero tan liberador para ella.
¡Ella sólo podía mentir acerca de lo que hacía y evitar el castigo por ello! Él había insistido
en un itinerario detallado de lo que hacía a diario. Nada nuevo para ella. Había
estado haciendo eso durante años. Si olvidaba algo, o no estaba lo suficientemente
ocupada para él, él no estaba de acuerdo y con frecuencia la disciplinaba. O
simplemente añadía varias tareas inútiles de lo más extrañas, para que las hiciera.
Ahora que tenía para cubrir las horas que pasaba trabajando con el
veterinario, yacía despierta en la noche pensando acerca de los detalles que
necesitaba para reemplazar lo que ella y Jessie hacían durante todo el día. Tenían 62
que ser creíble; y no sólo una gran cantidad de “cuidando de Jessie” en sus
informes de regreso a Elliot.
Colgó el teléfono y se volvió hacia Noah. Él estaba erguido junto a su silla de
escritorio y ella se lamió los labios.
―Lo siento. Ese era mi marido. Se preocupa si no respondo.
Las cejas de Noah se relajaron. ¿Qué cosa normal, bien ajustada, segura de sí
mismo Noah pensaría que era ahora?
Ella, que ni siquiera podía jalar la cuenta de un paciente, aunque no había ni
un alma en las llamadas de la oficina o en ningún teléfono. ¿Qué pasaría si
necesitara un multi-tarea?
―¿Estás segura de que quieres hacer esto? Sé que Jessie te lo impuso. Es
probable que puedas encontrar a alguien más.
Su estómago le dolió. Por supuesto, que quería a alguien más. A alguien más
competente.
Alguien que no se inmutara cuando el hombre simplemente tratara de
explicarle en donde estaba metiendo la pata. Pero lo extraño era que quería
trabajar. Cuando Jessie estaba sentada junto a ella, mostrándole lo que debía hacer,
le gustaba cómo se sentía. Era una extraña sensación tener un escritorio delante de
ella y trabajar a su lado. Le daba facultad de alguna manera de tener control sobre
los teléfonos y citas. Y aunque no parecía mucho para la mayoría de la gente, era lo
más de confianza y de responsabilidad que a Lindsey se le había pedido hacer en
años. Y lo deseaba mucho, estaba dispuesta a mentirle a Elliot. Aunque nadie más
podría entender el significado de esa revelación, era extremadamente importante.
Pero primero, tenía que ser cuidadosa de no delatarse totalmente. Sólo sería por un
puñado de días o semanas a lo sumo. Pero lo deseaba más que nada.
―Quiero hacer esto. Si puedes tolerar mis errores. No soy muy buena en
nada de esto.
Él la miró sobre el mostrador antes de asentir.
―Todo el mundo tiene una curva de aprendizaje. Así que, vamos, y déjame
terminar de mostrarte cómo funciona el sistema.

* * *

Lindsey pronto se enteró de que toda la ciudad de Ellensburg prácticamente


veneraba a Jessie. La miríada de dueños de mascotas que acudían a la clínica
estaban visiblemente decepcionados cuando Lindsey les daba la bienvenida. Su
sonrisas caía y sus ojos se volvían fríos con decepción. Ella no era Jessie. Ciertamente
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le habían taladrado eso más veces de las que podía contar. No era tan rápida como
Jessie, y encontraba desafiante lidiar con uno de los propietarios de mascotas
haciendo una pregunta, mientras otro esperaba su cuenta, y un tercero quería
revisar algo, mientras el teléfono sonaba con otra línea que ya estaba en espera.
Tampoco salía ninguna vez de detrás del mostrador de recepción para
acariciar a sus mascotas y disfrutar de la maravilla única de cada mascota de la
forma en que Jessie hacía. Al parecer, Jessie lograba todo eso sin romper a sudar.
Lindsey, sin embargo, literalmente mojaba sus blusas de nervioso sudor.
Noah, más a menudo que no, tenía que ayudarla mediante una interferencia.
Varias veces al día, Noah utilizaba su tono de voz suave, amable, y calmado que de
alguna manera emanaba la misma autoridad que otro hombre podía hacer sentir
necesario a través de intimidación o gritos. Se sorprendió por la rapidez con la que
él podía calmar la ira de las personas sin impacientarse, haciéndoles comprender lo
pequeño e insignificante que sonaban, por lo que de inmediato dejaban de ser
descorteses o groseros con ella. Después de los conflictos, él incansablemente se
volvía hacia ella y le enseñaba lo que fuera que había que hacer. A menudo,
simplemente lo hacía él mismo. Pero la mayoría de las veces, se tomaba el tiempo
para ayudarla a aclimatarse y comprender los procedimientos.
Poco sabía Noah de que Lindsey estaba intentando su mejor esfuerzo para
obtener toda la información y entrenamiento. Había pasado tanto tiempo desde
que trabajara fuera de casa, ni siquiera se aventuraba en el mundo de los negocios.
No era tanto por las tareas implicadas, pero el miedo debilitante se apoderaba de
su mente e insistía en que lo haría mal en cualquier momento. Ese miedo
paralizante la detenía en frío.
Pronto se enteró de que Noah tenía a varios técnicos veterinarios que
trabajaban en la clínica a lo largo de la semana, así como un socio que se dedicaba a
cuidar la mayoría de los grandes animales. Pronto descubrió que a menudo iba al
campo, a varias granjas y ranchos de la zona, que ayudaba con la ganadería y los
rebaños. Noah manejaba todo el desbordamiento y, en consecuencia, el número de
casos de toda la clínica.
Lindsey nunca había sido dueña de una mascota en su vida entera. El general
las despreciaba. Así que cuando Jessie apareció de repente, y parecía amar a los
animales, fue una sorpresa para todos. Lindsey simplemente no tenía experiencia.
Era recelosa de los perros grandes, y evitaba a los gatos siseantes.
También encontró completamente extraño, y de nuevo, muy liberador, que en
su hora de almuerzo pudiera entrar en internet, y nadie se diera cuenta, o le
importara. Leía las noticias en Internet todos los días, y navegaba por los sitios de 64
chismes, así como por los sitios de compras. Sin pensar hacía clic en algún vínculo
sin ningún propósito real u objetivo. Se sentía tan poco natural tener el lujo de
poder disfrutar de eso. Saboreaba la ausencia del estrés también, cada vez que oía
un ruido reflexivamente se congelaba con el temor de ser reprendida por
desobedecer una de las reglas de Elliot.
Seguía insegura de cada pequeña cosa que hacía. ¿Cómo iba a explicarle su
reticencia a Noah? Mientras navegaba por internet, tenía que darse continuamente
palabras de ánimo que estaba bien hacer clic en ese enlace, o en los asuntos que
sabía que a Elliot no le gustaría que leyera. Incluso tuvo la oportunidad de
revisarlo las pocas veces que se encontraban en los medios de comunicación. Eso
también era extraño. Nunca había visto ni uno de los artículos o fotos que les
tomaban fuera de su casa en Washington DC.
Noah siempre la animaba a tomar la iniciativa en esas cosas. Sentía que él se
preguntaba a menudo por qué no acababa por hacerlo por su cuenta. No podía
explicarle cuán insegura era al intentar cualquier cosa. Literalmente cualquier cosa.
Cuando se dio cuenta de la jarra de café vacío que Noah mantenía lleno para sus
clientes, sólo lo miró fijamente, preguntándose si debería hacer más. Pero entonces
no sabía qué café usar, ya que él tenía de dos tipos diferentes. ¿Qué pasaba si uno
costaba más que el otro? Se debatió durante unas horas antes de que él se diera
cuenta de la jarra vacía y le pidiera que hiciera más, recordándole que se asegurara
de no dejar que el café o el agua caliente se vaciaran de nuevo.
A Lindsey le faltaba confianza incluso para tomar cualquier pequeña
decisión.
Así que era mucho más exigente con ella que con la mayoría de los nuevos
empleados que tenía que trabajar en un entorno en el que se necesitaba cierto
grado de competencia. Llegó a ser muy obvio para ella que Jessie iba más allá de
las tareas necesarias. Su fiabilidad debió haber tenido a todo el mundo mirando a
Lindsey, preguntándose por qué no sólo las hacía también.
Porque no recordaba cómo hacer nada. No sin el permiso de Elliot. A
menudo atrapaba a Noah mirándola con expresión de lástima. Como si sintiera
que estuviera actuando estúpidamente.
Pero en lugar de ridiculizarla, como Elliot habría hecho, Noah simplemente
trataba de ser más cuidadoso en sus solicitudes y detallado en sus instrucciones.
Lindsey sospechaba que se dirigía a ella de la forma que haría con una
persona con necesidades especiales.
―Entonces, ¿quién eres?
Lindsey levantó la vista al oír la voz de la mujer, lo que le sacó de su intensa 65
concentración.
Ella estaba tratando de catalogar y suministrar un envío reciente de vacunas.
―¿Perdón?
Vio a una sonriente, alta mujer, de pie en el armario de suministros donde
Lindsey estaba trabajando.
A los clientes no se les permitía ir allí. ¿Quién era ella? Tenía el cabello negro y
ondulado y una sonrisa cálida.
―Soy Penny, la hermana de Noah. Él y yo nos reuniremos para cenar. Oí que
Jessie estaba en reposo en cama. No puedo imaginarla descansando en algún lugar
cerca de una cama, pero, con suerte, no es lo suficientemente terca para ser tan
descuidada. En fin… ¿quién eres tú?
―Soy Lindsey, la hermana de Jessie.
―¡Su hermana! Ella habla de ti todo el tiempo. No me digas: ¿vives en la
costa este y siempre asistes a los alborotados festejos de la Casa Blanca? ¡No me
puedo imaginar eso! No puedo imaginarme algún día vistiendo más que unos
jeans. Lo juro por Dios, el último vestido que usé fue mi vestido de novia. ¡Tienes
tanta suerte! Pero, ¿qué estás haciendo aquí atrás reabasteciendo las estanterías?
―Los ojos de Penny se redondearon con horror, como si Lindsey fuera una especie
de invitada real enviada a trabajar como sirvienta. Poco podía Penny entender
cómo era la mala suerte de Lindsey realmente, o cómo trabajar aquí era más difícil
que todos los años que había servido a su país.
―Sí, esa soy yo. Pero no todo es tan glamoroso. Hay un montón de
aburrimiento en ello. Y estoy reabasteciendo las estanterías porque soy el
reemplazo de Jessie.
―¿De aburrimiento? Hasta que pases un día entero con tres niños de seis
meses a los cinco años, y el punto culminante de tu día es cuando tu pareja favorita
en una telenovela se reúne, entonces sí, es glamoroso ser tú.
Lindsey se mordió la lengua, y una sonrisa se cernió sobre sus labios.
―No tengo hijos.
Penny sonrió.
―Oh, no me malinterpretes. Me alegro de tenerlos. Pero, vaya, ¡no hay cenas
en la Casa Blanca en mi itinerario! Ni ropa bonita tampoco. Mira tu traje, es
simplemente encantador.
Lindsey miró la falda de lápiz delgada que rozaba sus rodillas y la camisa
adaptada ajustándose al estilo. Llevaba tacones bajos y medias, porque Elliot 66
siempre requería que usara pantimedias.
No había piernas cachondas, gruesas y desnudas a la vista para ella. Era su
elección de palabras, no de ella. No le permitía usar jeans, ni pantalones deportivos
ni cualquier cosa más informal excepto pantalones de vestir. Siempre.
―Pen, ¿por qué tienes a Lindsey acorralada aquí?
Penny se volvió hacia Noah quien inesperadamente apareció en la puerta, y
Lindsey levantó sus ojos a los suyos antes de dejarlos caer de nuevo después de
que él le dirigió una sonrisa ocasional. Se veía tan alto y tan imponente en el
pequeño espacio. Le brillaban los ojos azules y su lenta y fácil sonrisa hizo que sus
rodillas se sintieran inestables.
―Bueno, tenía que ver a quién has estado escondiendo de mí.
Noah negó, dándole a Penny un vistazo. ¿Qué fue esa mirada? Debió haber
estado diciéndole algo a su hermana, y tenía la sensación de que probablemente
era sobre ella.
―Vamos, vámonos antes de que tus hijos saquen a todos los animales.
Lindsey siguió a Penny mientras charlaba alegremente con Noah. Al entrar al
área principal de la clínica, en efecto, dos niños corrían alrededor de la habitación
con un tercero atado firmemente en un cochecito.
Noah tomó a un muchacho de cabello oscuro mientras pasaba corriendo,
poniéndolo sobre su hombro mientras el niño reía y abogaba por su liberación.
Noah, sonriendo ampliamente, negó con su carga arriba y abajo hasta que el niño
suplicó clemencia entre risas.
Lindsey dio un paso atrás, conteniendo la respiración. Eran tan… normales.
Observar a esta familia, mientras Noah jugueteaba con sus sobrinos y Penny
charlaba alegremente a su lado, de forma intermitente llamando a los niños, el
corazón de Lindsey prácticamente fue rebanado por una oleada de dolor. Nunca
había conocido esto en su familia.
Nunca lo había visto. Su padre nunca fue cariñoso, o hizo algo que rayara en la
diversión. Él era exigente, duro y tieso. Era la razón por la que hizo de su meta una
infancia para medirla. Nunca hubo diversión al azar o bromas ni juegos en el hogar
Bains. Nunca. Ni siquiera cuando su madre todavía estaba viva.
Ser testigo de ello ahora, le apretó el corazón con anhelo. Noah no se parecía
a ningún hombre que fuera parte de su vida o de su niñez. Al crecer alrededor de
su padre y de sus amigos, que eran en su mayor parte, tal cual como él, Lindsey
67
conoció sólo a hombres estrictos, severos, y respetados. Nunca había
experimentado bromas, diversión, o a hombres cariñosos. Hasta Noah. Apartó la
mirada, avergonzada por su nivel de envidia de las maneras naturales, fáciles y
amables de Noah, si se trataba de clientes, familiares o de extraños.
―Vamos a cenar. ¿Te gustaría venir, Lindsey?
Ella echó la cabeza hacia atrás, sorprendida. Nadie jamás casualmente la
había invitado a ninguna parte. En casa, sólo recibía invitaciones formales a
almuerzos y eventos. Nunca a una cena informal con tres niños pequeños.
Antes de que pudiera responder, Noah dijo:
―Déjala en paz, Penny. Ella probablemente tiene suficiente por ahora. No te
preocupes por terminar. Puedes hacerlo mañana. Sólo cerraremos y nos iremos por
esta noche.
Ella asintió, pero volvió su rostro para que él no pudiera ver la decepción que
destelló a través de ella. Sí, quería ir. Y no, no había tenido suficiente de
experimentar normales, agradables, relaciones humanas e interacciones cotidianas.
―Está bien entonces, Noah, nos vemos mañana. Una vez más, siento
esparramar las vacunas por todas partes. ―Había dejado caer toda la caja, que se
derramó y rodó, incluso rompiendo algunos de los contenedores.
Él sonrió y la saludó con la mano.
―Está hecho. Olvídalo. Te veré mañana.
Ella se quedó un momento más de lo necesario antes de girar sobre sus
talones. Rápidamente salió de la clínica, con su tranquilo despido cortés tratando
de contener las lágrimas que había instigado.

* * *

Noah pudo sentir la mirada de su hermana en él. Sondeándolo. Preguntándose. A


la espera de saltar y devorarlo.
―Espera hasta que estemos solos ―dijo, manteniendo su tono bajo y
apretado. La última cosa que necesitaba era a Lindsey oyendo lo que Penny estaba
a punto de morderse la lengua para no decir.
Ella, sin duda, tenía mucho que decir después de encontrar a Lindsey
Johanson en su empleo. Su hermana tenía mucho que decir acerca de todo en 68
general. Pasaron unos momentos recogiendo a sus sobrinos: los niños de cabello
oscuro sonreían felizmente al rebotar en todo. Amaban la clínica veterinaria y los
animales, y siempre pedían detalles sobre cualquier cosa de lo que Noah tenía que
hacer. Amaban las historias de cirugías y la descripción de lo que tenía que retirar.
Ah, la alegría de los niños. Su sobrina, la bebé, probablemente no se deleitaría con su
trabajo. Él los adoraba a todos, así como a su hermana. Ella lo llamó temprano,
quejándose de que su marido tuviera que trabajar hasta tarde otra vez. Ya que no
había visto a Noah en… “nunca”, por lo que acordaron ir a cenar.
Una vez sentados, los chicos salieron corriendo a la pequeña sala de juegos
electrónicos. Penny puso a la de seis meses, Shana, en la silla donde agarró a todos
los juguetes que Penny le entregó. Penny era como una súper heroína para Noah.
Podía sacar cualquier cosa de ese bolso gigante que tenía. Todo, desde toallitas
para bebé hasta juguetes y comida y bebidas, estaba preparada para cualquier
desastre que afectara a los niños.
―Entonces, ¿la hermana de Jessie? ¿Cómo es que no mencionaste que era una
preciosidad? ¡Dios mío! Se ve como una princesa coronada de pie entre sus
secuaces. Quiero decir, ¿no te das cuenta de la recta, casi manera perpendicular en
que sostiene su columna y cabeza? ¿Y la tienes reabasteciendo las estanterías?
¿Qué es lo que te pasa?
Él puso los ojos en blanco.
―Nada. Simplemente está cubriendo temporalmente a Jessie. Así que sí, la
tengo reponiendo los estantes. Es un negocio el que dirijo después de todo, Pen.
Ella suspiró dramáticamente.
―No eres gay, ¿verdad, Noah? ¿Y sólo esperas salir hasta que estemos listos
para lidiar con eso?
Él casi gimió en señal de frustración. Ella siempre era demasiado dramática.
Un padrastro enviándolo a ER.
―No, ¿de qué estás hablando?
―¿Cómo puedes trabajar junto a ese preciosa, impresionante mujer, mientras
ella almacena tus estantes?
Él apretó la boca.
―Ella está casada. Es por eso. Y de nuevo, sólo es una empleada temporal.
―¿Felizmente? ¿Ella está felizmente casada?
Él se echó hacia atrás en su silla y estiró las piernas delante de él.
―Eso es exactamente porque no hice comentaros de que tenía una nueva
empleada. No sé si está felizmente casada. No es asunto mío. Ni tuyo tampoco. Y 69
ni siquiera empieces a hacer cualquier cosa que estés pensando hacer.
Ella frunció sus ojos hacia arriba.
―Te das cuenta, sin embargo, de que es increíble ¿verdad? Quiero decir,
¿estás seguro de que no eres gay? Estaría totalmente bien, muy bien, incluso, si lo
fueras. Sólo necesito saberlo.
Él apretó los dientes. Las hermanas menores podrían ser las cosas más
molestas a veces.
―Sí, me doy cuenta de que es hermosa. Me di cuenta de eso hace cinco años
cuando la vi por primera vez, y supe que era casada. ―Trató de enunciar lentamente
para que su cabezota hermana lo captara.
Ella agitó su mano en el aire.
―Bien, ¿qué está haciendo aquí a largo plazo, tiempo suficiente para llenarse
de ti, si está felizmente casada? ¿Dónde está su marido?
―Trabajando en Hawái. Ella está cuidando de su hermana embarazada. ¿Es
eso suficiente para satisfacerte de que lo más probable es que esté maravillosa y
felizmente casada? Ahora, ¿crees que podrías dejar de implicar que debería hacer
un movimiento sobre mi casada ayudante temporal? Aquella, como te diste cuenta,
está demasiado lejos de mi liga, sin importar lo que pase.
Penny dejó escapar un gran suspiro de decepción.
―Sólo es tan frustrante. Tienes treinta y cuatro años, guapo como puedes ser,
exitoso, económicamente solvente, divertido, inteligente, amable, y sin embargo,
no puedes encontrar a nadie. Quiero decir, incluso Pete lo hizo.
Compartieron una sonrisa. Pete era su hermano mayor. Sorprendió a todos
cuando su gritón, tipo descuidado, desgarbado/perezoso hermano se casó con una
joven y hermosa asiática, que estudiaba en la universidad. Tenían dos hijos y
actualmente estaban tratando de tener un tercero.
―Tal vez no quiero encontrar a nadie. Salgo con un montón de mujeres, Pen.
―No estoy hablando de sexo, Noah. No tengo dudas de que vas bien en ese
reino. Pero, eres tan especial. Sólo quiero que encuentres a la mujer que te mereces.
―Penny estaba felizmente casada, y era una grandiosa mamá, quien había estado
intentando durante años encontrarle su equivalente a Noah. A menudo le tenía
una trampa en citas a ciegas horribles y torpes. A veces, completamente lo
atrapaba sin ninguna advertencia. Era conocida, incluso para llevarle posibles
contendientes a la clínica, lo que lo obligaba a una terrible reunión incómoda en
ese mismo momento.
70
―Bueno, te puedo garantizar, que no encontraré la respuesta en Lindsey.
Además, ella probablemente se haría pis en su pantalón si mencionas la palabra 'S'
frente a ella. Ella es sin razón formal y rígida. Quiero decir, viste falda. Todos los
días. Cada maldito día, aparece como si estuviera lista para entrar en una sala de
audiencias o algo así. Quiero decirle que es una clínica veterinaria, aquí en
Ellensburg. Con frecuencia quiero señalarle dónde estamos realmente. Pero eso no
es apropiado Además, la pobre mujer apenas puede hacer algo. Quiero decir,
hasta el punto de ser ridícula. No sé cuánto tiempo más podré soportarla. Está
afectando mi negocio, por no hablar de la satisfacción de los clientes. Es tan tímida,
que creo que Jessie tenía razón cuando dijo que su hermana tenía que levantar la
mano para preguntar antes de poder hacer pis. Siento como si me tuviera miedo.
―Noah no mencionó que sus faldas ponían sus largas y esbeltas piernas justo allí
todo el día, ante él. Que le tomaba un gran esfuerzo evitar mirarlas.
Jamás hubo alguien que le tuviera miedo a Noah. Él se ocupaba de una
docena de personas al día, o más, y ninguna de ellas reaccionaba tan extraño ante
él como Lindsey. Ella era un manojo de nervios que le impedía funcionar incluso
un poco correctamente.
―¿Por qué no sólo le dices eso?
Él se pasó una mano por la nariz. No podía decirle a Pen exactamente por
qué, ya que sería traicionar la historia de Jessie, de la cual, la mayoría de las
personas no era consciente.
―Porque Jessie me pidió que lo hiciera por ella. Que dejara a su hermana
trabajar para mí. Es sólo que no sé cuánto tiempo pueda soportarlo.
―Ella parece… tímida, por falta de una palabra mejor. Es tan impresionante,
que es difícil quejarse si no es buena para nada.
Noah se rió en voz alta. Sí, era un poco así. Era fácil perdonar lo impotente
que era una vez que le daba una mirada a su impresionante rostro.
―Entonces, no trates de tenderme una trampa. Sería más allá de algo torpe.
Es la hermana de Jessie y está fuera de los límites, ¿de acuerdo?
Penny cruzó los brazos sobre su pecho en una rabieta, pero finalmente aceptó
con un gesto brusco.

71
N
oah dejó a Lindsey seguir con su práctica durante una semana más.
Ella no podía manejar más de un cliente a la vez. O una llamada de
teléfono. Seguía olvidando el programa de la computadora. Era
como si nunca hubiera tratado con softwares antes. Dejaba caer las cosas y las
derramaba, por lo general, como resultado de que él subía demasiado rápido o
hablaba en voz alta a sus espaldas. Era como un frijol saltarín mexicano. Extraña
también. Se estremecía o retrocedía si alguna vez siquiera le rozaba su pie, o
golpeaba su hombro. Él encontraba más que un poco insultante lo ansiosa que
parecía de alejarse de cualquier contacto físico. Su necesidad de espacio personal
era casi obsesiva.
¡Y su maldito teléfono! Cristo, pasaba la mitad del día respondiendo eso. Por lo
menos una vez cada hora, tomaba su celular y susurraba en él. Cuando sonaba, ella
casi al instante se olvidaba de lo que sea que estaba haciendo, y se volvía obsesiva
siempre hablando en él. Se puso tan mal, más de una vez, que se olvidó de uno de 72
los propietarios de mascotas u otro.
Sus clientes no estaban contentos con ella, ya que a menudo les cobraba de
más, o manejaba mal sus papeles. Apenas lograba imprimir sus instrucciones con
cuidado o encontrar el medicamento correcto en el almacén. Todo lo que tenía que
hacer era simplemente leer las etiquetas, sin embargo, se comportaba como si fuera
una ciencia exacta.
Suspiró alto cuando vio quién era la cita de las cinco y media. Los
Drummond vendrían para sacrificar a su amado gato de veintidós años. Se frotó la
sien. Era una parte de su trabajo, pero nunca encontraba paz con él, o se
acostumbraba. No como probablemente debería hacer. Nunca pudo romperlo.
Sobre todo cuando los dueños de las mascotas eran como los Drummond, que
consideraban a la suya una parte de la familia. A pesar de que sabía la agonizante
decisión que era para la pareja de ancianos, cuyo gato tenía riñones deficientes y
sufría dolorosamente, también sabía que era lo correcto de hacer, pero eso no lo
hacía más fácil.
Entraron en la clínica, y ya las lágrimas corrían por el rostro de Teresa. Clive
parecía que estaba a punto de llorar también mientras Teresa acunaba a su gato en
los brazos. La tranquilidad del minino sólo atestiguaba cuán enfermo estaba este
felino una vez luchador. Todos sabían que era la decisión correcta. El gato estaba
demasiado enfermo que siquiera maullaba más. Simplemente aullaba y arrastraba
los pies como respuesta.
Noah salió y se reunió con ellos inmediatamente. Poniendo su brazo
alrededor de Teresa, la condujo suavemente de regreso a la sala de examen. Fue
rápido y pacífico. Teresa dobló su cuerpo alrededor de su gato con lágrimas
cayendo, mientras su esposo le frotaba la espalda y canturreaba en voz baja hacia
ella. Clive tenía lágrimas en su rostro.
Noah puso su mano en su espalda antes de salir discretamente para darles un
poco de tiempo a solas. Noah esperó afuera en la recepción, con la cabeza inclinada
y los ojos mirando sus zapatos. Odiaba esto. Ellos querían que el gato fuera
cremado, así que sólo tenía que ver eso. Su tecnología se ocuparía de los restos.
Lindsey estaba sentada en silencio detrás de su escritorio. Sus ojos eran grandes y
anchos. Parecía responder al frío solemne repentino que invadió la clínica en
momentos como éste.
Él siempre programaba la eutanasia para el final del día, si era posible, sólo
para darles a los propietarios un poco de intimidad, espacio y respeto con su dolor.
La mayoría de ellos lloraban y lamentaban sus pérdidas como si acabaran de matar
a sus mejores amigos. Era un poco triste a veces cómo un médico debía sentirse en
un hospital con un paciente moribundo. La gente se afligía por sus mascotas de 73
una manera muy real, y muy dolorosa.
Los Drummond finalmente salieron. Teresa se pegó a Clive. Noah se puso de
pie y esperó mientras Clive hacía a Teresa a un lado. Él asintió hacia Lindsey
rápidamente. Noah previamente la había instruido para que su cuenta y el papeleo
estuvieran listos. No tendrían que esperar por ello.
Lindsey hizo clic en “Imprimir”. Noah apretó los dientes. ¿No podría haber
hecho eso antes?
Ella le habló en voz baja a Clive, mientras tomaba su tarjeta de crédito cuando
su celular sonó. Las lágrimas de Clive comenzaron a fluir de nuevo con su suave
respuesta:
―Lo siento.
Y Lindsey, en vez de consolarlo, o al menos terminar rápidamente, tomó su
maldito celular y se lo puso en la oreja, bajando la cabeza mientras respondía.
Noah pensó que sus sienes iban a explotar. Agarrando la tarjeta de crédito de
Clive, se la entregó de regreso, con un toque de su mano sobre el hombro del
hombre.
―No te preocupes por eso ahora. Te haremos la factura después.
Clive asintió con gratitud, antes de volverse hacia su esposa. Se fueron
después de un último abrazo de Noah y de otro estallido de lágrimas.
Noah veía rojo. Sus ojos se movieron, y el calor llenando su intestino hasta su
corazón, estallando en las ventanas de su nariz. ¿Cómo se atrevía? Era la más fría
perra egoísta que había conocido. ¡Había contestado una llamada de teléfono!
Se dio la vuelta de repente y Lindsey aún estaba en el teléfono. Caminó hacia
ella, quitó el celular de debajo de su cabeza, dio una palmada en el teléfono
cerrando la tapa y lo dejó de golpe sobre el mostrador.
Su boca se abrió y ella se quedó inmóvil, levantando sus grandes y azules ojos
horrorizados. De repente se levantó y le arrebató el teléfono, que él mantuvo
firmemente bajo su mano.
―¡Le colgaste! Oh, Dios mío… ¡No puedes hacer eso! ¡No puedes! ―gritó. Él
dio un paso hacia atrás, sorprendido por la repentina explosión. Ella nunca
reaccionaba a nada, ¿pero a esto sí?
Él levantó el teléfono hasta donde ella no pudiera agarrarlo, aunque siguió
intentándolo. Ella deliberadamente estaba tocándolo, al intentar abrir su mano. Él
era casi treinta centímetros más alto que ella, y levantó la mano hasta donde no
pudiera alcanzarla. Empezó a sonar.
74
Lindsey brincó como si acabara de ser picada por una abeja y saltó hacia su
mano. Tenía tacones de cinco centímetros, y cuando aterrizó, causó que sus tobillos
se tambalearan hasta que cayó de nuevo al suelo. Su mandíbula cayó abierta,
atónito.
¿De verdad sólo se lanzaría tras su teléfono? ¿Realmente estaba en el piso de la
clínica ahora, con los ojos brillantes por el pánico por contestar al celular?
Ella lo miró, y sus ojos se veían afligidos, como un frenético animal
acorralado. Sólo había visto esa mirada de miedo como ella lo tenía ahora en
perros asustadizos. ¿Qué demonios?
―Por favor, por favor, Noah, tienes que dejarme contestar eso. Tú no
entiendes. ―Su tono era un desesperado, suplicante susurro, y sus ojos se
centraron en el teléfono que sonaba como si estuviera a punto de detonar en su
mano.
Él bajó la mano y, finalmente, se lo ofreció a ella. Ella se puso de pie, y pasó a
su alrededor, mientras saludaba a su marido, porque Lindsey no hablaba con nadie
más que con él.
Finalmente ella bajó el teléfono y lo cerró. Sus hombros se hundieron. Su
espalda se encorvó y amplió como si hubiera tomado una respiración profunda
antes de que se volviera lentamente hacia él.
―¿Por qué hiciste eso?
¿Por qué hizo eso? ¿Era real? Él reaccionó a lo que ella hizo primero. Ella
respondió el celular, mientras un hombre adulto estaba llorando ante ella. No era
por qué él hizo eso, sino ¿por qué ella lo había hecho?
―Ya tuve suficiente. Tomas tus llamadas personales durante todo el día, no
importa lo que estés haciendo. O a quién estés atendiendo. Este es mi lugar de
trabajo, y si no puedes respetar eso, entonces por lo menos deja de ser tan grosera
con la gente que está justo frente a tu cara. Nadie, absolutamente nadie, habla con
su esposo una vez cada hora, durante todo el día. Es ridículo y no es de extrañar
que no trabajes en ningún lugar. Mira, esto podría funcionar cuando estás en casa,
ordenando a tus sirvientes, o sentada en el club de campo, o dónde diablos estés,
¡pero no va a funcionar aquí! Puedo ser sólo un veterinario de campo, y no del
mismo calibre de sofisticación al que tú y tu cónyuge están acostumbrados, ¡pero
no dejaré que trates a mis clientes, o a las personas que me importan, como si la
muerte de su amado gato no fuera tan importante como tu estúpida llamada de
celular! 75
Su rostro palideció y ella retrocedió un paso, luego otro. Su boca tembló.
―Lo siento. Yo… lo siento.
Ella se estremeció cuando él se movió hacia delante, por lo que se detuvo en
seco. No se dio cuenta siquiera conscientemente de que estaba dando un paso. Ella
agachó la cabeza, y preparó su peso sobre sus piernas, en una postura extraña, casi
como si estuviera preparada y lista para algo. ¿Para qué sin embargo?
¿Qué demonios?
Él dejó escapar un largo suspiro.
―Esto no va a funcionar. Este es mi lugar de trabajo, y lo estás entorpeciendo.
No puedes manejar esto. Sé que la muerte de un gato parece trivial, pero era el hijo
de la pareja, literalmente. Su propia hija no habla con ellos, así que pusieron todo
su amor y cariño en su gato de más de veinte años. Sé que para algunas personas,
parece estúpido y banal. ¿Y qué? Es sólo un gato. Pero para la mayoría de mis
clientes, sus mascotas son como hijos para ellos. Sus sentimientos hacia ellos son
muy reales. Y así, simplemente ignoras eso, mientras un hombre adulto está
llorando delante de ti, bien, no veo cómo esto pueda funcionar por más tiempo.
Simplemente no lo entiendo.
Ella levantó la cabeza hacia él, y él se le quedó mirando, esperando. Y
esperando. ¿Ella no tenía nada que decir?
¿Algo? ¿Cualquier cosa? ¿Ya sea pedir disculpas o simplemente enojarse? ¿Cómo iba
a tener alguna reacción? Él no estaba siendo muy amable con ella. Ella se mordió el labio
inferior y arrugó las cejas hacia abajo. Finalmente, dijo suavemente:
―Lo entiendo.
Su frustración le hizo querer gemir alto. Ella era tan agravante. ¡Defiéndete!
¡Defiéndete a ti misma! Sólo haz algo. Pero su absoluta falta de respuesta a su ira era
desconcertante. Su adrenalina comenzó a disminuir y se quedó con sólo desear que
se fuera. Ni siquiera era digna de ser insultada.
Él dio media vuelta y se dirigió a la puerta de su oficina, listo para dar por
terminado el día.
―É… él no sabe que trabajo aquí. O al menos, que estoy tratando de trabajar
aquí.
Se detuvo en seco y miró por encima del hombro.
―¿Él?
―Elliot. No sabe que estoy reemplazando a Jessie. No se lo he dicho. Es muy
rigoroso conmigo respondiendo a sus llamadas, con lo que debo hacer. De lo 76
contrario, sospechará que algo está pasando.
¿Y qué si captaba que algo estaba pasando? ¿Y qué si se enojaba con ella porque se
saltó una de sus incesantes, ridículas llamadas?
―¿Y qué si lo hace?
Ella retorció las manos en el frente.
―Hará que me detenga.
―Él está a medio mundo de distancia.
―Sí, pero hará que me detenga.
Noah sacudió la cabeza. ¿Cómo podía ser tan intimidada que aceptaba su extraño,
total dominio sobre ella?
―¿Y si tú no quieres parar?
Ella negó y sus hombros cayeron. Su pecho subía y bajaba rápidamente, como
si estuviera sin aliento.
―No, sé que no soy muy buena, bueno, en nada. Eso lo sé. Pero es lo primero
que he hecho en cinco años más allá de trabajar en mi casa. No creo que sepas
cuán… limitante es estar durante días sin ver a nadie. Lo admito, estoy oxidada.
Pero tal vez, podría ser un poco mejor. Estoy tan nerviosa, y por eso me equivoco
todo el tiempo.
La solicitud de Lindsey pesó sobre su pecho. Obviamente, la hermana estaba
bajo la extraña influencia de su marido. Jessie tenía razón: él era un imbécil. Pero,
¿qué, se preguntó Noah, le debía a Lindsey? ¿Por qué debería tener que sufrir con la
hermana incompetente de Jessie?
Cuando él no hizo ningún comentario, ella continuó:
―Me importa mucho que su gato haya muerto. Creo en esas cosas.
Cualquier dolor importa, a pesar de la causa. Todos los asuntos duelen.
Simplemente, no puedo perderme ninguna de sus llamadas telefónicas. Podría no
parecer así, pero no quise parecer tan cruel. Realmente me gustaría seguir
trabajando aquí.
―Lo siento, pero tengo que saber: ¿Por qué quieres trabajar tanto aquí?
Ella sacudió los hombros hacia atrás y puso rígida la espalda.
―Porque, como ya habrás notado, no hago nada. No lo he hecho en años.
Jessie hizo esto por mí y quiero tener éxito. Quiero hacer esto adecuado por ella. Y
calmar su mente. Y quiero que sepas que no soy totalmente estúpida.
Él dejó escapar un suspiro. Sí, era un poco estúpida. Era estúpida en 77
responder su teléfono y en ser incompetente en todas las tareas que tenía que
hacer. Pero, ¿cómo podía absolutamente ignorarla cuando ella sólo quería
complacerlo?
Ella volvió a respirar, y Noah se preguntó por qué siempre parecía que tenía
que armarse de valor antes de enfrentarse a él.
―Sé que no soy Jessie. Pero, tal vez podría mejorar.
Él asintió con el teléfono en la mano.
― No con eso aquí. Trata de encontrar la manera de no usarlo cada hora, a la
hora en punto, y te daré otra oportunidad.
Su cabeza cayó, una vez más. Era demasiado rápida en adoptar una actitud
sumisa, en la postura y su tono de voz.
―No puedo imaginar cómo.
Él esperó un momento y luego preguntó:
―¿Está tan en contra de que trabajes?
―Sí.
―¿Por qué? ―Noah inclinó la cabeza con consideración. No eran los años
cincuenta, después de todo. ¿Lindsey no había recibido la nota? ¿Qué mujer hoy
dejaba que un marido, o cualquier persona de verdad, le dijera lo que debía hacer?
Su hermana patearía a su cuñado en el trasero por un lado y por el otro, si alguna
vez se atrevía a prohibirle hacer cualquier cosa, incluso si era en su mejor interés o
seguridad. Ella nunca toleraría que así se lo indicara.
―Porque no lo necesitamos. No en nuestro “grupo” de personas con quienes
compartimos nuestras vidas. La mayoría tienen hijos, y todas las mujeres se
quedan en casa. Como yo.
Él se pasó una mano por el cabello, su enojo se disipó por completo ahora. Se
recostó en el mostrador.
―Mira, no sé qué decirte. Sólo sé que estoy dirigiendo un negocio y necesito
a alguien que pueda hacer el trabajo. Y podría ser bueno si ese alguien no tuviera
tanto miedo de mí. Además, no puedo tolerar que contestes tu teléfono cada vez
que suena.
―Solía tener un trabajo.
Él se rascó la ceja. ¿Qué demonios tenía eso que ver con algo? ¿Y cómo
demonios era posible? ¿Cómo podía ella hacer cualquier cosa de valor con su
indecisión, incompetencia e inseguridad?
78
―Solía ser oficial del ejército de Estados Unidos.
Aún más difícil de imaginar. Ningún soldado que conociera se estremecía y
temblaba y arrastraba los pies y se retorcía las manos sobre cosas estúpidas como
presionar los números del café o usar una computadora o responder más de una
línea telefónica.
―Solía saber cómo hacer las cosas. Yo sólo… lo perdí todo. Un día, era
Lindsey Bains, soldado, y amada hija de mi padre. Después, encontré a Jessie
acostada en un baño donde se cortó a propósito. Después de eso, ella y Will me
contaron lo que le pasó. Y cómo mi padre la trató. Luego, más tarde, todo… todo lo
que averigüé. ¡Todas las cosas que me perdí durante veinticinco años de mi vida!
De repente, vi cómo estaba equivocada acerca de todo. Estuve tan mal. Y ahora, no
puedo evitar estar siempre mal. Me abrumó a un nivel que ni siquiera puedo
explicar. Dudo de todo lo que hago ahora. Y Elliot es muy exigente, por lo que no
me gusta decepcionarlo. Ni a ti. Ni a nadie. No recuerdo a la hija del general que
solía ser. Ella, estoy segura de que te hubiera gustado. La habrías respetado.
Él la miró fijamente. No pensó que la habría oído jamás expresar un genuino,
real, emocional pensamiento o sentimiento que no fuera un guión o lo que pensaba
que se esperaba que dijera. Conocía la historia, cómo Jessie fue tan abusada
siempre, y Lindsey tan apreciada. La forma en que se separaron por veinticuatro
años de su vida: una protegida por el amor de su padre y la otra anhelándolo.
Sabía que Lindsey pasó mucho tiempo haciendo caso omiso de lo que Jessie estaba
viviendo. Fue testigo de primera mano de la visita que hizo a Carolina del Norte,
cuando Jessie tuvo su último encuentro con el general. Él la golpeó y la tiró de un
coche, y tenía moretones para probarlo. Sólo entonces Lindsey se dio cuenta de lo
que todo el mundo sabía, que Jessie era agredida por su padre. Sin embargo,
literalmente requirió que Lindsey prácticamente fuera golpeada en la cabeza antes
de que lo aceptara.
Noah ni una vez consideró qué enorme ruptura debió haber sido para
Lindsey. Todo el mundo, él incluido, siempre sentía mucha pena por Jessie, pero
la pobre Lindsey tuvo que aprender que toda su vida y amor fueron una mentira
total y absoluta. Y esa tan fea, horrible mentira debe haber torcido sus entrañas y
todo lo que ella sostenía que era verdad. De repente, nada de lo que creía
anteriormente y con lo que había crecido era real: quién era, lo que era, o lo que
podía hacer. Noah trató de imaginar si Penny de repente comenzara a describir su
infancia en los términos horripilantes que Jessie empujó a su desprevenida
hermana. Supondría que cambiaría los recuerdos de toda su vida. Tal vez, él

79
también habría olvidado temporalmente todo lo que conocía y era.
―Mi esposo insistirá en que me vaya a casa si sabe lo que he estado
haciendo. Es muy controlador. No quiero ir a casa todavía. Quiero quedarme aquí.
No he deseado tanto hacer algo en mucho tiempo. Así que, ya vez, tengo que
responder a sus llamadas.
Su boca se volteó y su rostro se volvió blanco ceniciento. Ella apretó los
labios. Decirle tales cosas personales, no era fácil para ella. Eso era descaradamente
obvio.
La puerta principal se abrió. Sobresaltados, ambos se volvieron hacia ella.
Hannah. ¡Mierda! Se olvidó de que estaría allí para que salieran. Todo, al parecer, el
tiempo incluido, se suspendió con su discusión.
―Hola, Noah. ¿Estás listo? ―Hannah sonrió profundamente, y sus ojos
brillaron mientras lo saludaba. Miró a Lindsey un segundo más. Le hubiera
gustado tener tiempo para terminar esto. Era la primera vez que la Lindsey
maniquí se desvanecía y una verdadera mujer respirando la reemplazaba. Pero sus
modales ganaron y le sonrió cálidamente a Hannah.
―Sí, sólo déjame agarrar mi abrigo.
Rápidamente se quitó la bata blanca de laboratorio, miró a Lindsey, quien se
quedó allí, congelada. Él la pasó y le lanzó las llaves de la clínica. Ella las tomó en
su mayoría por reflejo que darse cuenta de lo que estaba haciendo en realidad.
―Limpia la sala de examen. Las instrucciones están escritas en el interior del
tercer gabinete. Síguelas al pie de la letra. Termina la factura para los Drummond y
asegúrate de enviarla por correo, junto con una tarjeta de condolencias. Todas las
firmadas están en el segundo cajón del escritorio. Añade algo agradable y personal
a la misma. Después, asegúrate de poner la factura y la tarjeta en sobres separados.
Enciende el servicio de contestador siguiendo las instrucciones en el archivo que
Jessie hizo para ti. Ajusta la alarma. Cierra la puerta detrás de tu escritorio, así
como la puerta principal después de salir. El resto del edificio ya está cerrado. Y
deja la luz encendida aquí.
Su boca cayó de asombro. Lentamente levantó la mirada hacia él mientras
Hannah esperaba con la puerta medio abierta. Ella golpeaba el pie con
impaciencia. Él no tenía idea de la fuente de aturdido shock de Lindsey, pues
nunca había limpiado una sala de examen, eso era algo que Jessie siempre hacía.
Nunca había manejado una factura completamente sola tampoco. Noah nunca le
había dado las llaves con la responsabilidad de cerrar porque no se fiaba de ella.
Todavía no confiaba en ella, pero después de oír su monólogo, debió haber llegado
a él. Le daría una oportunidad más. Y después de lo que dijo acerca de su exigente
marido y sin saber cómo hacer las cosas, tal vez si intentaba algo diferente,

80
funcionaría mejor. Tal vez debería haber esperado a que hiciera las cosas, en vez de
pedírselo o mimarla. Y si le daba tiempo para entenderlo, tal vez podría hacer lo
que le había pedido.
―¿Lo entiendes? ―la urgió cuando se quedó inmóvil.
Ella tragó y asintió lentamente.
―Lo tengo.
Sus ojos se encontraron en una breve mirada. Ella finalmente asintió. Había
captado lo que quería decir. Y fue mucho más que conclusivo.
Ella se lamió los labios.
―Gracias.
Él asintió de nuevo.
―Buenas noches, Lindsey. Nos vemos mañana a las siete.
―¿A las siete? ―Ella normalmente no empezaba hasta casi el mediodía.
Jessie sólo trabajaba de veinticinco a treinta horas a la semana. Tal vez Lindsey
necesitaba cuarenta horas para hacer la misma cantidad de trabajo que su
hermana.
―Sí, tienes las llaves. Abro a las siete y media. Entonces, nos veremos a esa
hora, ¿no?
Ella asintió rápidamente.
―Sí, sí, lo haremos.
Él fue tras Hannah, antes de hacer una pausa y decir por encima del hombro:
―Este trabajo es más que de papeleo. Empieza a usar ropa más casual y
apropiada. Necesito que hagas algunas de las tareas más físicas. No más tacones.
No más faldas. ¿Entiendes?
Ella sonrió lentamente.
―Sin tacones. Sin faldas. Lo tengo.
Él casi se cayó cuando ella sonrió. Era, como su hermana había percibido,
impresionante.

81
W
ill salió a la terraza de atrás y se sentó junto a Lindsey, quien
estaba mirando el oscuro cielo y la tierra delante de ella. Las
estrellas brillaban como puntos de aguas cristalinas y la tierra era
ingerida por el vacío. Era un lugar tan aislado, privado, donde ahora vivía su
hermana. Jessie jamás había vivido en esos entornos rurales remotos. Siempre
habían pasado su infancia en bases del ejército en todo el mundo. Nunca habían
estado solas tampoco.
Lindsey a menudo se sentaba por ahí porque le gustaba la tranquilidad y el
inmenso vacío. También le gustaba el hecho de que nadie pudiera verla ni juzgarla.
Pronto, su respiración se hizo más fácil.
―¿Cómo está Jess?
Will se recostó contra el banco mientras estiraba las piernas.
―Todavía lloriqueando porque no puede comer azúcar. 82
―Estará bien, Will. No es como solía ser. Puede manejar esto.
―Lo sé. La mayor parte del tiempo. Hay momentos, sin embargo, cuando
tiene esa mirada en sus ojos y me pregunto a dónde se va. ¿A México? ¿Con su
primer hijo? ¿Con su padre? A veces, me olvido de las dificultades que nos trajeron
a donde estamos ahora. Me dije a mí mismo durante mucho tiempo que no
podíamos siquiera tratar de tener hijos. Que sería demasiado para ella. No podría
hacerle eso a ella. Pero entonces, pensé, ¿no se merece eso? Así que aquí estamos. Y
por qué presioné tan fuerte para que tú vinieras.
―Tú te lo mereces también, sabes. Ella está mejor. Es feliz y estable. Todo lo
que es ahora, Will, es una gruñona, embarazada, nueva mamá en ciernes, que
anhela azúcar, pero que no se le permite satisfacer su deseo.
Él sonrió por fin y la mirada sería y sombría, dejó su cara.
― ¿Y tú? ¿Cómo estás, Lindsey?
―¿Por qué te preocupas por mí? Estoy muy bien.
Will suspiró profundamente.
―No soy estúpido. Sé que no le gustamos a Elliot. Sé que te dejó venir sólo
con la condición de que apoyara su campaña.
Su sonrisa resbaló.
―¿Cómo lo sabes?
―Porque me escribió y me lo pidió. También me recordó el sacrificio que era
para él dejar que su esposa estuviera lejos durante tanto tiempo. Hablé con Elliot,
Lindsey.
Ella cerró los ojos con horror.
―Lo siento, Will. Estaba planeando abordar el tema con el tiempo.
―Lo haré. Por ti. Sólo por ti. ¿Es él… lo que quieres, Lindsey? ¿Me refiero a
todo eso? ¿Esas cosas políticas que está lanzando, y sus grandiosos planes? ¿Su
extraña compulsión de llamarte doce veces al día? Si hay algo que necesites o
quieras, sabes que puedes confiar en mí. Después de todo lo que hiciste por Jessie y
por mí, haría todo lo que pudiera por ti.
Ella volvió la cabeza, de repente alegre por la oscuridad. Podría decírselo,
pero Will, probablemente la dejaría sentada allí; y lo siguiente que oiría sería que
su esposo había muerto por algunos medios misteriosos, y nadie tenía ni idea de
quién lo hizo. Nadie lo sabría nunca. Ella confiaba en que Will se aseguraría de
ello. Will no veía con buenos ojos a los hombres que golpeaban a las mujeres. A los
hombres que la golpeaban. 83
Pero, no. Jessie necesitaba a Will. Su lengua se engrosó. ¿Por qué no podía
simplemente decírselo? ¿O a alguien más? Pero no podía soportar la idea de que se
dieran cuenta de que el oficial que una vez había pateado traseros ayudando a
rescatar a Jessie, ahora se encogía de vergüenza e indecisión, que permitía que su
marido la pateara, golpeara, azotara, y violara sin dejar de estar en silencio acerca
de todo. No podía decírselo a nadie.
―Will, sé que tú y Elliot son diferentes tipos de hombres. Él es un buen
hombre. Está planeando hacer grandes cosas por el mundo. Y sí, soy parte de eso.
Estoy bien. En serio.
―No pareces estarlo.
―La gente cambia. Jessie lo hizo. Yo también. Mi padre quería que fuera la
hija perfecta. Ahora, quiero ser todo lo contrario a la capaz, competente oficial que
se entrenó siempre para ponerse una persiana en el ojo mientras él regenteaba mi
hermana. Así que, ¿sabes qué? Por supuesto, soy diferente ahora.
Will asintió.
―Bueno, eso es justo. Sólo quería comprobarlo.
―¿Y tú? ¿Esto está bien? ―Ella agitó la mano para abarcar la casa, el granero,
y la tierra que les rodeaba―. ¿Estar fuera del ejército es un gran ajuste para ti
también? Trabajar de cinco a nueve en puesto de gerencia no era exactamente algo
que alguna vez planeaste, ¿no?
Él se encogió de hombros.
―No. Nunca planeé eso. Pero entonces, ¿quién podría jamás haber planeado
a Jessie Bains? De todos modos, sigo estando en la Reserva y eso me ayuda y me
da algo de mi vida anterior.
―¿Lo extrañas?
―Sí. ―Su respuesta fue inmediata y fuerte.
―¿Jessie sabe eso?
―Sí, por supuesto. ―Él inclinó los labios en una media sonrisa.
―¿Te arrepientes de renunciar a eso?
―No. No lo hago. Quería a Jessie más de lo que quería un estilo de vida.
Además, tu hermana se acerca a la persona más interesante que he conocido o con
quien he estado en absoluto, así que no es como incluso la común siempre
ordinaria vida alrededor de ella.
Lindsey sonrió.
―No, ella nunca ha sido aburrida. 84
―Es divertida, Lindsey. Estar con ella y alrededor de ella es siempre
divertido. Me gusta el resto también: donde vivimos, y lo que hago, está bien.
Deberé continuar un poco más mientras consigo acostumbrarme a ello. Pero vivir
sin Jessie, o perderla, definitivamente no es aceptable para mí.
Lindsey expulsó una bocanada. Dios, ¿cómo sería eso? ¿Tener a alguien que te
ame, el verdadero amor por una persona existiendo dentro de ti, tanto? Supuso que
probablemente nunca lo sabría. Volvió la cabeza lejos, no quería que Will
presenciara su envidia y el anhelo por el amor que su hermana ahora poseía.
Fingió una sonrisa de tranquilidad antes de levantarse y bostezar.
―Será mejor que me vaya a la cama. Noah quiere que empiece a las siete de
mañana. Así que debo descansar un poco.
―No tienes que seguir con la idea loca de Jessie de sustituirla. Viniste aquí
de visita, no para trabajar.
―¡No, no! Está bien. Me gusta. ―Soy muy mala en ello, pero me gusta. Sonrió
para sí misma, pero no lo dijo en alto. ¡Noah quería que llegara temprano! Pasó
más de una hora haciendo su lista de último minuto. Estaba medio segura de que
no sólo lo lograría, pero sólo lo sabría con certeza cuando él llegara allí. Sin
embargo, el hecho de que incluso le diera otra oportunidad era motivación
suficiente como para probar, no, para tener éxito, en las tareas que le asignara. Tal
vez, no tenerlo allí para juzgarla también la ayudaría a encontrar el coraje de
hacerlas. Siempre estaba tan preocupada por sus reacciones, que a veces fallaba en
hacerlas.
Ese era un subproducto de la infinidad de veces cuando estaba limpiando, o
en el teléfono, o fuera en alguna parte, y Elliot la agarraba y la sujetaba contra él o
sobre los muebles, lo que explicaba por qué hacía esto o eso tan mal. Había
perdido totalmente su capacidad de creer que podía hacer cualquier cosa,
correctamente. Pero Noah no era Elliot. Ella lo sabía. Lo hacía. Su cerebro racional
sabía que Noah no la golpearía si presentaba la documentación incorrecta o
utilizaba la marca equivocada de café. O tenía una llamada de teléfono en un
tiempo completamente inapropiado. Lo sabía, realmente lo hacía, que no todos los
hombres castigaban o golpeaban a sus mujeres. Algunos hombres nunca lo hacían.
Como Will Hendricks. Creía eso con toda su fe. No estaba tan hastiada o en
conflicto que no sabía que aún había hombres por ahí que nunca la lastimarían, sin
importar lo que hiciera. Y maldita sea, si Noah Clark no era uno de esos hombres.
Pero, no estaba acostumbrada a confiar en nada porque resultaba ser una
traumática experiencia en su vida. Noah debería haber seguido con su obviamente
fuerte deseo de despedirla y negarle más la entrada en su establecimiento. Pero…
no lo hizo. Le dio responsabilidades adicionales y tácitamente confió en ella, para
85
que las hicieras. Tareas importantes. Sobre todo, dejando que se encargara de
cerrar su negocio al final del día.
Y aunque mantenía refiriéndose a su pequeña clínica veterinaria tan sólo
como una “práctica rural”, ella pensaba que era lo opuesto completamente. Lo
encontraba extraordinario en la forma en que se hacía cargo impecablemente de las
mascotas y de los animales de ciudad. También valoraba su genuina preocupación
cuando sus clientes estaban tan molestos por la muerte de sus gatos.
Elliot les habría dicho que deberían haber matado a su gato hace mucho
tiempo. Él odiaba a los gatos. A Lindsey no se le permitía tener un animal porque
Elliot decía eran muy sucios y peludos. Por no hablar de toda su caspa.
Probablemente el ritmo en su arteria temporal brincaría si supiera que estaba
trabajando en una pequeña y rural clínica veterinaria, y para un hombre. Tal vez eso
era exactamente por lo que le rogó a Noah mantenerla. Al estar allí, estaba
desobedeciendo a Elliot, algo que no había hecho en años. Y se sentía muy bien.
Le había dicho a Noah cosas que no le dijo a Will o a Jessie. Eran las dos
únicas personas en la tierra con las que compartía alguna vez remotamente sus
pensamientos o que a veces les decía la verdad. Pero de alguna manera, tal vez
porque Noah estaba tan retirado de Elliot y su vida real, que había encontrado de
nuevo su voz y podía ser veraz acerca de cosas que no se había atrevido a expresar
en los últimos cinco años. Tenía casi treinta años y no sabía cómo hacer o ser
cualquier cosa menos que el maniquí de Elliot. Con Noah, sólo quería ser un poco
más, aunque sólo fuera por un rato.

* * *

¡Ella lo consiguió! Dejó escapar un largo, feliz aliento de sus pulmones


mientras observaba al cliente volver a pasar por la puerta del frente, sosteniendo al
perro de su correa. Manejó todas las citas, revisó que la sala de examen estuviera
preparada. También consiguió la medicina que necesitaban y las instrucciones de
cuidado. La factura no sólo fue impresa correctamente, sino que fue realizada con
precisión también, para no echar a perder la contabilidad de Noah. Jessie todavía
se encargaba del trabajo real desde casa. Pero Lindsey había conseguido por fin
enfrentar a un cliente, usando su mayor cortesía y confianza, los cuales eran
totalmente fingidos, pero ellos no veían eso. Se las arregló para revisar y conseguir
llevarlos en su camino en un período razonable de tiempo. Noah salió de repente.
Estaba tan acostumbrado en terminar al menos algo para cada cliente, que se
detuvo en seco cuando se dio cuenta que él y Lindsey estaban solos y levantó sus 86
cejas con contenta curiosidad.
Ella sonrió y agachó la cabeza.
Él le devolvió la sonrisa y le cortó la respiración. Él era muy agradable. Tan
amable. Tan atractivo. Ella frunció el ceño. ¿De dónde había venido eso? Él era un
hombre apuesto, confirmado por el suministro incesante de productos horneados
que las dueñas de mascotas, mujeres solteras y casadas a menudo le traían y
dejaban en el mostrador para él. Era chistoso que aun así, Noah no tuviera un
diente dulce. Por lo que Lindsey sabía, rara vez se comía alguna de las golosinas.
Otros clientes lo hacían, pero ella no. A pesar de lo mucho que se le antojaban, no
lo hacía. A veces, el olor la volvía loca de deseo. Pero temía que Elliot se pusiera
balístico si alguna vez incluso ganaba unos kilos.
Mientras tanto, a Noah le coqueteaban, lo adulaban y cocinaban para él.
Pronto se hizo evidente que había una batalla en curso por el afecto del veterinario.
Era media tarde cuando su teléfono sonó justo en medio de una transacción. Noah
estaba de pie cerca de ella, instruyendo al cliente sobre cómo mantener limpia la
herida de su perro. Su estómago se retorció. Volvió a sonar, y aun así, el hombre
habló sin ningún indicio de detenerse, mientras su esposa consultaba a Noah.
Lindsey se dio cuenta de que no podía evitar que ese hombre hablara, pero
finalmente, ella le puso un dedo.
―Lo siento, tengo que tomar esto; mi madre ha estado en el hospital y quiero
asegurarme de que está bien.
El hombre dejó de hablar e indicó con la mano el teléfono con una sonrisa
simpática.
―Oh, por supuesto. Debe contestar.
Ella agarró su celular e inclinó su cabeza por lo que estuvo a punto de hablar
en el escritorio. No quería ver el ceño fruncido de Noah de desaprobación porque
había tomado la llamada en ese momento, mucho menos pura y simplemente
mentir a uno de sus clientes. Como Noah sabía muy bien, su madre llevaba mucho
tiempo muerta.
Rápidamente hizo su registro con Elliot. Ella era sorprendentemente buena
mintiéndole cuando no estaba en condiciones de hacerle daño. Cada vez que
estaba cerca, o fácilmente podría volver a acercarse, ella trataba de no mentir
nunca. Tenía una quemadura de cigarrillo profunda en la espalda que atestiguaba
cuánto odiaba Elliot que le mintiera. Sonriendo ante el cliente, rápidamente le
aseguró a su madre que estaba bien, por ahora. Tragó y miró por las ventanas del
frente, ignorando a Noah, quien estaba mirándola, mientras la pareja sacaba a su

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pequeño caniche antes de meterlo en el coche. Ella los miró como si fuera la cosa
más interesante que había observado en las últimas semanas. Temía encontrarse
con los ojos enojados de Noah y que le dijera simplemente que se fuera. Que no
podía aguantar más su mierda. Que era una empleada temporal, casi totalmente
incompetente. Que no se molestaría más.
Él se aclaró la garganta y finalmente dio un paso a la derecha en su línea de
visión. Ella tuvo que levantar los ojos para encontrarse con los suyos.
―Le mentiste abiertamente.
―Lo hice. Pero él no sabe eso.
―¿Por qué mentir?
Ella dejó escapar un suspiro. Nunca confiaba a nadie nada real acerca de su
vida, sus sentimientos, o sus pensamientos. A veces le confiaba a Jessie cosas
pequeñas, banalidades, pero no la realidad que la había encarcelado durante los
últimos cinco años. Llegó a ser mucho peor después de que Jessie y Will se habían
mudado a través del país. De repente, Elliot tuvo el control completo de ella. Le
quitó sus tarjetas de crédito, su computadora, y su WiFi doméstico. No tenía acceso
al dinero. Se le daba un pequeño estipendio cada semana, pero tenía que dar
cuenta con los recibos, así como elaboradas explicaciones de cada cosa que
compraba.
¡Incluso si se trataba de un paquete de chicles! Por suerte, no tenía que comprar
mucho. Él monitoreaba las llamadas de su teléfono, y revisaba su factura de
celular, línea por línea. No había parte de su vida que Elliot no orquestara total y
completamente.
Empezó modestamente, con cosas como revisarla con frecuencia, o
preguntarle en qué gastaba su dinero, y cobró fuerza después de que Elliot
comenzó el abuso físico. Parecían ir mano a mano, y una vez que Jessie se fue de
Carolina del Norte para siempre, Elliot quiso el control total. Para cuando llegaron
a Arlington, ni siquiera tenía coche ya. Él vendió el suyo, pero dijo que podría salir
de la casa todos los días, siempre y cuando caminara.
El aislamiento, ella se enteró más tarde, era un dispositivo común utilizado
para el control abusivo de los hombres. Lo supo de primera mano. Fue a la
biblioteca un día y leyó todo al respecto. No se atrevió a llevarse ninguno de los
libros, temiendo que él fuera a encontrarlos de alguna manera. Simplemente se
sentó allí y leyó todo acerca de eso. Era víctima de violencia doméstica. ¡Qué
nombre tan estúpido! Le hacía querer rascar las uñas en una pizarra con fastidio.
Violencia doméstica. Sonaba tan menor, como ofensa menor. Tomó la picadura de la
palabra “violencia”. Lo sabía, ¿verdad? Parecía que la mayoría de la gente
consideraba que los hombres que golpeaban a sus esposas no eran tan malos como
intrusos desconocidos irrumpiendo y golpeando o violando a una mujer
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desconocida para ellos. Y esas mujeres como ella, que voluntariamente optaban
por vivir y casarse con su agresor… bueno, ¿no se merecían lo que tenían? Como
Lindsey sabía muy bien, sin embargo, ningún intruso podía hacerle ni la mitad del
daño que su marido infringía regularmente sobre ella.
Los episodios de Elliot eran totalmente inesperados, en su mayoría no
provocados, y raramente con algún tipo de patrón predecible. Nunca estaba segura
de la circunstancia que los traía sobre Elliot, que iniciaba por completo sus asaltos.
O lo mal que serían. A veces eran leves. Un revés inesperado a través de la cara, o
un empujón contra la pared, o un golpe en su lado, o por todo el brazo, o ser
incrustada en la espalda.
Otras veces, no lo eran. En esos momentos, le preocupaba no poderse
despertar por la mañana.
Era entonces cuando más temía y, de hecho creía en las amenazas de Elliot.
Cuando su ira estaba más inflamada, y la locura encendía en sus ojos verdes un
fuego mientras le decía que si alguna vez lo dejaba, o hablaba de cualquiera de las
palizas, la mataría. En esos momentos, realmente le creía.
Una vez, él la tenía en el suelo, y procedió a sentarse en su espalda desnuda
antes de apagar un cigarrillo en su carne mientras ella gritaba y gritaba,
horrorizada por el terrible olor de su carne quemándose. En momentos como esos
eran cuando le aplicaba sus reglas acerca de nunca decir nada a nadie. Ella nunca
podría escapar. Para ella, era por lo que se quedaba, y su respuesta a las preguntas
acerca de todas las razones por las que las mujeres toleraban este tipo de
situaciones abusivas. Algunas se quedaban por miedo a perder a sus hijos. Lindsey
se quedaba simplemente por temor a perder su vida. Sin embargo, durante los
peores momentos, a menudo se preguntaba si tal vez perderla sería preferible a
seguir viviendo.
Así que, al ver a Noah allí de pie, mirándola con ira por su mentira piadosa,
dicha a uno de sus clientes, una mentira que no lastimaba a nadie, y nunca sería
detectada por el cliente… bueno, la ira de Noah no sostendría gran parte de un
golpe para ella. Ella haría cualquier cosa para evitar que Elliot se enojara con ella.
¿Pero con Noah?
No tanto.
Era algo sin precedentes para Elliot permitir perderla de vista. Dejarla ir allí
para una estancia prolongada era la mejor oportunidad de su vida. Incluso llegó a
conducir un coche nuevo. Tenía que ser cautelosa con sus compras ya que Elliot las
monitoreaba a diario en línea. Pero todavía podía comprar cosas, ir a las tiendas, y
lo mejor de todo, respirar. Ni una sola vez se despertaba temiendo lo que le pasaría 89
ese día.
―¿Y bien?
Ella chasqueó los ojos de nuevo a Noah.
―Mentí porque era la única manera de responder a la llamada sin ser
totalmente grosera. Ya me sermoneaste una vez acerca de eso.
―No, te di una conferencia porque tomaste la llamada. Entonces me rogaste
por otra oportunidad, y ahora ¿lo haces otra vez? ¿En la siguiente oportunidad que
tuviste?
Ella se levantó de improviso y la silla salió disparada, estrellándose contra la
pared detrás de ella.
―Tengo que tomar todas sus llamadas.
―Sólo dile que tomaste el lugar de Jessie y que no puedes hablar durante las
horas de oficina. Seguramente comprendería que unas horas no podrás contestar,
cuando toda tu devoción no está siendo monopolizada por él.
Ella se puso las manos en las caderas.
―Tú podrías pensar eso, ¿no es así? Que Elliot entendería tal concepto. Pero
no lo hace. Sólo hará que se vuelva loco, demandando que regrese a casa. No
importa si él está allí o no. Y si lo pide, tendré que irme. Y como no quiero irme a
casa, sin embargo, tomaré sus llamadas en todo momento. No tienes que
entenderlo, pero tal vez, sólo temporalmente, podrías dejarlo pasar. Porque te
estoy pidiendo que me dejes hacer esto. No tienes que estar de acuerdo o gustarte,
pero te ruego que me permitas seguir haciéndolo.
Noah la miró, con las cejas fruncidas con perplejidad. Negó.
―No entiendo lo que te gusta acerca de las formas de control que aplica
contigo.
Ella arqueó las cejas en respuesta con un dejo de desdén.
―No tienes que entenderlo. Pero, por favor, deja que lo haga. Permíteme
utilizar excusas estúpidas con los clientes si debo hacerlo sólo para tomar sus
llamadas. No será para siempre. Es sólo por un rato. Pero ese poco significa mucho
para mí. Así que, por favor, déjame hacer esto.
Él asintió lentamente, pero con la mandíbula apretada. Ella sabía que de
alguna manera, se aplacaría. Era esa clase de persona decente y cuidadosa. No
podía hacer caso omiso de sus súplicas de plano.
Ella asintió también, sintiendo como si hubiera ganado una victoria
monumental. Tomó una posición y ganó. Está bien, una posición que le permitía a 90
su marido controlarla por completo, pero una posición, no obstante.
Noah dio la vuelta para prepararse para una cirugía que había programado
en la tarde. Se detuvo justo mientras empujaba la puerta abierta.
―Por cierto, con el resto de tu trabajo te las arreglaste para hacerlo bien hoy.
Haz eso de nuevo mañana, y consideraré seriamente el permitirte quedarte.
Ella sonrió tontamente como si acabaran de entregarle un certificado de auto-
validación.

* * *

Una pareja llegó tres días después, y Lindsey casi al instante sintió que algo
no estaba bien.
El hombre sostenía la correa de un gigante Rottweiler negro y marrón.
También agarraba el brazo de su retraída y recatada esposa, de cabello castaño.
Ella se arrastraba detrás de él. No levantó los ojos ni una sola vez en respuesta a
ninguna de las preguntas de Lindsey. Cuando se sentaron a esperar a Noah, la
mujer se sentó con los tobillos cruzados y las manos cruzadas delante de ella, con
la mirada todavía de frente al suelo. Siempre que su esposo se movía, ella se
estremecía. Cuando ella dejó caer su bolso después de rebuscar en él, él gruñó su
desaprobación antes de que ella se arrastrara hasta el suelo para agarrar sus cosas.
Ella exhibía una especie de prisa desesperada que Lindsey reconoció al instante.
La mujer estaba haciendo todo lo posible para complacer a su marido.
Echando un vistazo a su documentación, Lindsey vio que eran Tessa y Dean
Backerman. Después de verlos regresar a la sala de examen antes de salir veinte
minutos más tarde, Lindsey se sintió noventa por ciento segura de que Dean
golpeaba a Tessa con regularidad. Tessa esperó a un lado mientras Dean pagaba.
Nunca dijo ni una palabra, ni siquiera levantó la cabeza. No sonrió ni hizo ninguna
conversación educada. Y cuando su esposo le gruñó, ella se estremeció mientras
nerviosamente miraba a Lindsey.
Su esposo se llevó a su perro de aspecto letal con un tirón de la correa y
estuvo a punto de arrastrar a Tessa tras él. Empujó a ambos en la vieja camioneta,
teniendo más cuidado con el perro que con su esposa. Lindsey se quedó detrás
hasta que Noah salió y empezó a hablar con ella. Ella se puso de pie, y no escuchó
a Noah. Caminando hacia la puerta principal, se quedó mirando el camión,
mientras desaparecía por la calle y quedaba fuera de la vista.
―Él la golpea.
Lo dijo en voz alta. Noah saltó por algo, pero ella no tenía idea de lo que era. 91
Ella lo interrumpió.
―¿Qué? ―preguntó, enderezándose de su postura informal. Rara vez se
situaba en su total metro ochenta de gloriosa altura.
―Ese hombre le pega.
Noah frunció el ceño.
―Ahora, ¿cómo lo sabes? Nunca los conociste antes de hoy. Sí, Dean es un
poco áspero en los bordes, pero es lo suficientemente bueno. Ella es muy tímida.
―Ella podría serlo, o tal vez no. Trata de ocultarse y de ser invisible, y se
encoge para no hacerlo enojar. De esa manera, al llegar a casa, él no la golpeará.
Noah inclinó la cabeza y frunció el ceño mientras la miraba largo y duro. Su
silencio de repente se sintió de mal agüero entre ellos.
―¿Cómo lo sabes?
Ella dejó escapar un suspiro. Estaba tan cerca. Sabía que podía decírselo. Él la
ayudaría. Lo sabía en lo profundo de sus entrañas, que la ayudaría. Estaba lejos de
Elliot. Era más fuerte emocionalmente, justo ahora, hoy, de lo que había sido en
meses. Y más libre de lo que había sido en años. Esa era la razón por la que Elliot
insistía en mantener un control tan estricto sobre ella, sin duda. En casa, no podía
siquiera contemplar decírselo a alguien. Pero… incluso si se las arreglaba para
escapar, sabía que él vendría tras ella. De alguna manera, de alguna forma,
siempre había ido tras ella. A menudo le explicaba en detalle lo que le haría, así
que sabía que era inútil correr el riesgo.
―A menudo me ofrezco como voluntaria en un refugio para mujeres
maltratadas en Arlington. Es mi caridad. A menudo recaudo fondos para ellas, y
siempre soy voluntaria en mi tiempo libre. He aprendido a reconocer las señales. Y
esa mujer es un típico clásico del libro de texto con los signos. Él la golpea.
Las cejas de Noah se dispararon de nuevo. Ella estaba soplando su mente
hoy. Sin duda, él estaba imaginándola con su habitual falta de competencia y su
ineficacia como para estar ayudando a mujeres maltratadas, con problemas,
heridas. En realidad no era voluntaria. Nunca había conocido a otra mujer
maltratada. Bueno, al menos, a ninguna que conociera. Estaba convencida, sin
embargo, de que había más mujeres como ella, a quien nadie le creía. La gente
esperaba que la mujer maltratada pareciera una víctima: triste, pequeña, débil,
pobre, deprimida. Ser rica, y arreglada como ella se presentaba, no formaba parte
de esa imagen.
―No me di cuenta que lo hacías. Jessie nunca lo mencionó.
―Bueno, es sólo una de esas cosas que hago. No es algo que alguna vez haya 92
sentido la necesidad de discutir con alguien.
―Bueno, sin embargo, no sabemos nada de su situación, por lo tanto, no hay
nada que se pueda hacer.
Correcto. Claro, Noah estaba en lo correcto. Pero… ella también tenía razón.
Sabía que la tenía. Se volvió y asintió, rebuscando en los archivos en su escritorio.
Decidió ignorarlo y ponerse a trabajar. Era problema de Tessa, no de Lindsey.
Tenía que utilizar todas sus habilidades de afrontamiento para sobrevivir su
infierno cada día. Tessa simplemente tenía que hacer lo mismo. No era asunto
suyo. No había nada que pudiera hacer por Tessa.
―Además ―continuó Noah―, tienen seis hijos; así que estoy seguro de que
uno de los chicos se lo habría dicho a alguien, si algo abusivo estuviera pasando.
Así que no vayas difundir rumores. No es justo.
Lindsey se sacudió la atención. ¿Seis niños? Ella miró los ojos incrédulos de
Noah. ¿De verdad creía eso? ¿Qué los niños lo dirían? Casi se rió y le dijo que
despertara. Eran más probablemente ya sus propias víctimas, o temían tanto por la
seguridad de su madre, que jamás se lo dirían a nadie. Ese era el secreto y por qué
el abuso doméstico era tan eficaz. No había nadie que lo dijera.
Encarceladas por la vergüenza y el miedo, todas las víctimas permanecían en
silencio sobre el asunto.
Naturalmente, la primera pregunta en boca de todos era, ¿por qué se
quedaba? Si estaba siendo golpeada y lastimada, ¿por qué se quedaría? ¿Por qué
en realidad? Odiaba actitudes como las de Noah.
Ella asintió, fingiendo que estaba considerando lo que dijo Noah, y no en
plena ebullición en el interior. Él se dio media vuelta y desapareció en su cirugía.
Lindsey, por su parte, tomó el archivo del paciente y anotó la dirección de Tessa y
Dean Backerman.

* * *

Noah se sorprendió cuando Lindsey comenzó a hacer con éxito su trabajo. Tal
vez su miedo porque la despidiera le había dado la patada inicial a algunas de sus
capacidades reales. Todavía era torpe, y, a veces, de forma indecisa e insegura de sí
misma, pero finalmente estaba mostrando más sentido común. Casi se metía en
una pura y simple discusión con él respecto a los Backerman. Es extraño que
sintiera tantas emociones acerca de ellos. Y algo que ni siquiera sabía con certeza
era cierto. Más probable era que sólo reconocía un alma gemela en Tessa: una
93
mujer controlada por su esposo como ella.
Noah quería que le gustara Lindsey hasta que sonaba su maldito celular, y
sin importar qué, siempre respondía. Era tan molesto, tenía la tentación de echarla
sólo por ese irritante hábito. ¿Quién era ella para juzgar a Tessa, cuando ni siquiera
podía ignorar una llamada telefónica de su marido?
Sin embargo, a menudo se distraía por su pura perfección física. Ella era
realmente impresionante, y como Penny señaló, demasiado elegante para la clínica
veterinaria. Pero escuchó sus advertencias y le bajó el tono a sus ridículos
atuendos, inapropiados, que parecían diseñados para un almuerzo en el country
club, en lugar de ser para fregar o luchar con un perro en una perrera de la sala de
examen.
Era agradable. Le daría eso. Debajo de toda su extraña y rígida falsa reserva,
era una buena persona. Lo que no era, sin embargo, gracias a Dios, era su
empleada permanente. No estaba seguro de que podría tomarlo. Ni el
agravamiento ni el impulso incesante que experimentaba de pasar sus manos por
su cabello perfectamente peinado. Tampoco podía evitar mirar su cuerpo y
preguntarse cómo se sentiría tenerla desnuda a su lado.
Casada. Estaba definitivamente casada, negó recordándolo. Ella era alguien a
quien nunca conocería más allá de los límites seguros de la clínica veterinaria.

* * *

Lindsey respiró hondo y abrió la puerta del coche de su sedán alquilado.


Esperó por más de una hora en el camino polvoriento del rancho hasta que vio la
camioneta oxidada que Dean Backerman llevó al consultorio veterinario
desaparecer alrededor de la curva. Ahora era su oportunidad.
La casa era una antigua granja de dos pisos con extrema necesidad de pintura
y reparaciones. El patio estaba salpicado de todo, desde vehículos inoperables a
instrumentos de labranza. Los pollos corrían, sus cabezas subían y bajaban,
mientras picoteaban la polvorienta tierra.
Lindsey ya tenía sudor rodando por sus mejillas de los nervios. Elliot habría
levantado la nariz con disgusto y demandado que encontrara la manera de no
sudar como un humano normal. La idea de la crítica de Elliot hizo que entrara en
una pérdida. ¡Imagínate si pudiera verla ahora! Nunca la había visto con jeans
casuales, o una camiseta blanca de manga larga con su gran chaqueta alrededor.
Tenía el cabello fuera de la cara en una cola de caballo hecha a toda prisa. Pero lo 94
más sorprendente era cuán fácilmente se podía transformar en un humano al estar
lejos de la presencia amenazadora de Elliot. El maniquí que se encarnaba con él, se
desvaneció. Aunque era probable que sólo fuera por un corto tiempo, pero no se
había sentido tan bien en años.
Tal vez eso era lo que le daba el descaro de hacer lo que eligió hacer hoy.
Endureció sus nervios y tomó aliento. Sabía que Tessa lo negaría todo,
exactamente así era cómo reaccionaría. El miedo, la vergüenza, el remordimiento,
el pánico, pero mayormente: la negación. Esperaba oír una negación absoluta de
cualquiera y de todas las malas acciones de su marido.
La puerta se abrió sólo una rendija a través de la cual los ojos de Tessa y una
porción de diez centímetros de su cuerpo se mostraron. Su vacilación fue
patéticamente evidente y muy real.
―¿Te conozco?
Lindsey se lamió los labios. Por supuesto, Tessa no le dio a su primer
encuentro otro pensamiento. No había significado nada en su vida. Apenas si
levantó la vista para mirar a Lindsey. Y ver a Lindsey fuera del contexto habitual
de la oficina de Noah no tendría ningún sentido para Tessa.
―Sí, lo haces. Apenas. Trabajo para el Dr. Noah Clark.
―¿El Dr. Clark? ―Ella se movió y la puerta se abrió con una pizca más con
confianza.
―Sí, ¿te importa si te hablo?
La mujer pasó la lengua por sus labios y bajó la mirada hacia el camino detrás
de Lindsey, sin duda, evaluando el grado en que Dean reaccionaría a su presencia
sin ser invitada.
―¿Por favor? Es importante ―presionó Lindsey.
―¿El Dr. Clark olvidó algo acerca de Samhain?
Lindsey frunció el ceño. ¿Samhain? Debía ser el perro.
―Ah, sí, está preocupado por su última visita.
Tessa asintió, finalmente cediendo, y abrió la puerta.
Lindsey mantuvo la exploración de su casa discreta. A pesar de lo
complicado del exterior, el interior estaba escasamente amueblado, casi estéril, y
tan limpio, que era doloroso. Ella entendió. Sin duda, Dean lo exigía.
Tessa la condujo a la estrecha cocina pequeña, donde le dijo a Lindsey que
tomara asiento en la mesa más allá de ella. Le preguntó si quería café, y Lindsey 95
aceptó, simplemente para darle algo que hacer. Finalmente, Tessa se sentó frente a
ella.
―Entonces, ¿qué quieres decirme acerca de Samhain?
Lindsey miró sus uñas. Eran cortas y desiguales. No había tenido una
manicura o incluso se las había pintado en un mes entero. Era celestial.
―No sé nada de tu perro.
La cabeza de Tessa se disparó y se quedó mirando con una expresión de
perplejidad a Lindsey.
―Entonces, ¿por qué quieres verme?
Lindsey inhaló una respiración profunda mientras sacaba una tarjeta de visita
que había preparado con anterioridad de su bolsillo y la deslizaba sobre la mesa.
―¿Tus hijos están por ahí?
Sus ojos se estrecharon.
―Están en la escuela. Excepto el más chico, que está durmiendo la siesta.
Lindsey hizo un gesto hacia la tarjeta.
―Ahí hay ayuda.
Tessa se paralizó y todo su cuerpo se quedó inmóvil. Lindsey soltó un
suspiro. Tenía razón. La mayoría de las mujeres, que no vivían en constante temor
por estar a punto de ser lastimadas, le habrían arrebatado la tarjeta, confundidas
en cuanto a lo que Lindsey estaba hablando. ¿Qué tipo de ayuda? Pero las mujeres
que intentaban ocultar su miseria siempre eran sensibles a lo que los demás
percibían. Ella miró fijamente los ojos de Lindsey mientras negaba.
―Tendrías que irte ahora.
Lindsey asintió.
―Debería hacerlo ―dijo en voz baja―. Pero ahí hay ayuda. Es de verdad.
Ellos te protegerán. Hay programas ahora. Incluso protección policial.
Sus ojos se dispararon hasta clavarse en los de Lindsey. El alhelí tímido se
desvaneció por un momento mientras ardía de ira.
―No hay ayuda. No hay protección.
Lindsey sentía exactamente de la misma manera. Pero no tenía hijos.
―¿Los ha lastimado?
Tessa se estremeció. Lindsey esperó un segundo, dos, diez… y treinta.
Finalmente, meneó la cabeza en negación.
―¿Ven el abuso?
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Ella negó.
―No tienes nada que hacer aquí.
Lindsey dejó escapar un suspiro tembloroso.
―Yo hubiera dicho eso también.
Tessa se sacudió en su silla como si Lindsey le hubiera aplicado voltaje
eléctrico. Levantó los ojos y los mantuvo directamente en Lindsey. Era
probablemente el sentido más común o el sentimiento que Tessa había mostrado
en una década.
―No tienes idea.
Lindsey sonrió suavemente.
―Oh, pero la tengo. Yo… solía estar en la misma situación.
Tendría que haber dicho que estaba todavía en la misma situación; pero, ¿y si
Tessa decidía contárselo a alguien? ¿Y si conectaba que Lindsey estaba casada con
la esperanza política, Elliot Johanson, y Dios lo prohíba, se lo decía a alguien en los
medios de comunicación? ¿Qué pasaba si, simplemente, Elliot se enteraba? No. No
podía admitir que eso ocurría ahora.
―¿A una mujer como tú? No. No lo sabes.
―¿En serio? ¿Por qué crees que a mí no me pasaría?
―Eres joven, rica y hermosa. No tienes hijos. ¿Cómo pudo ocurrirte algo así a
ti? ¿Por qué lo permitiste? Mi viejo era igual que mi marido. Eso es lo que es.
―Lo sé. Sé que es lo que es. Pero hay ayuda. Y hay una manera de salir.
Tessa sacudió la cabeza.
―Sí, claro. No tengo ni un pariente en el mundo y seis niños. No he trabajado
en dos décadas. ¿A dónde puedo ir? No hay ningún lugar para ir. Y nada más que
hacer. Tengo que vivir con ello porque es la mejor alternativa.
―¿Alternativa?
―Estar sin hogar. Sola. Y sin hijos. Así que no, no necesito tu tarjeta de visita,
señorita.
Lindsey asintió.
―¿Qué tan malo llega a ser?
Tessa le miró fijamente antes de que Lindsey levantara la manga delante de
su codo. Una cicatriz de quemadura cortaba su carne a lo largo de la unión de la
parte interna de su codo. 97
―Soy una cocinera terrible. No cocino. Mi ama de llaves lo hace. Pero le digo
a la gente que me quemé con un sartén. Cuando en realidad, a mi novio en ese
momento, no le gustaba cómo veía a su amigo. Él vino a mí con la sartén caliente y
la sostuvo en mi brazo. Me dolió. Mucho.
Tessa se inclinó y miró la cicatriz de la quemadura de donde Elliot había
tomado un caldero caliente de la estufa cuando ella estaba hirviendo agua para el
té. Sujetándola, puso la tetera caliente sobre su piel desnuda. Lindsey hizo grandes
esfuerzos para no mostrarle nunca a ningún alma la cicatriz a propósito. Si la
descubrían, sólo decía que fue un accidente tonto al cocinar. Había muchos
accidentes tontos en su historia.
Tessa asintió. Ella tiró de su manga para arriba. Contusiones frescas rodeaban
su brazo.
―Yo estaba allí y él estaba borracho. No le gustó la cena que hice.
Lindsey tocó suavemente los moretones.
―Lo siento.
Tessa se encogió de hombros.
―Es lo que es.
Lindsey asintió mientras miraba por la ventana. Lo que era. Realmente era
exactamente lo que era. De nuevo empujó la tarjeta.
―Simplemente tómala. Sólo hay un número de teléfono en ella. Sin nombres
estúpidos para el refugio para mujeres maltratadas. ¿Cuán ridículos son los que
tienen tarjetas de visita? Como si, ¿qué? ¿Alguien corriera el riesgo de salir de ese
elemento incriminatorio por toda la casa? Pero debes memorizarlo, y luego triturar
la tarjeta. O esconderla detrás de los muebles o del zócalo; ahí es donde dejé la mía.
Todavía estaba allí. Escondida casi completamente invisible en su artesanía
en madera: su manuscrito con el número de teléfono del refugio de mujeres
maltratadas más cercano. La puso allí hace tres años, con esperanza, orando y
soñando que algún día, la sacaría y marcaría el número.
Eso, más que la cicatriz, pareció convencer a Tessa de que sabía de lo que
estaba hablando.
Con mano temblorosa, Tessa aceptó la tarjeta. Le echó un vistazo, leyó el
número en silencio, con sus labios moviéndose antes de asentir y guardársela en el
sujetador. Para más tarde.
―Detrás del zócalo es una buena idea. Funciona para el dinero también.
Lindsey sonrió con una pequeña y secreta sonrisa. Sí, lo hacía. Había algo 98
escondido allí también.
―Sí.
Tessa de repente se congeló y el color salió de su rostro mientras Lindsey
también lo oía. El portazo de una camioneta. Se miraron la una a la otra en
completo shock aturdido. El corazón de Lindsey se hundió. Demasiado
rápidamente, Dean cruzó el pequeño patio y abrió de golpe la puerta, se quedó de
pie amenazadoramente en la puerta.
―¿Quién es usted? ―Frunció el ceño mientras sus ojos rozaban sobre ella.
Lindsey al instante saltó sobre sus pies, como lo hizo Tessa.
―Soy, eh, la ayudante del Dr. Clark. Me olvidé de darle el descuento especial
que el Dr. Clark ofreció cuando sacó a Samhain. Se suponía que tendría el veinte
por ciento de descuento. Es una táctica promocional que el Dr. Clark está teniendo
para animar a la gente a llevar a sus mascotas a las vacunas. Así, que sólo quería
devolverle la diferencia.
Los ojos de Tessa estaban desorbitados de su cabeza mientras jadeaba. Estaba,
sin duda, totalmente preparada para la ira de Dean si descubría que la cubierta de
Lindsey era una falsificación. Tessa apretó los labios cuando notó el cheque que
Lindsey retiró de su bolsillo. Venía preparada con una coartada. Sabía cómo esas
cosas podrían salir mal. Le tendió el cheque por treinta y cinco dólares y noventa y
nueve centavos, exactamente veinte por ciento de lo que Dean pagó por Samhain.
Su ceño se frunció mientras tomaba el cheque, le echó un vistazo, y finalmente
asintió. Los hombros de Lindsey se desplomaron. Gracias a Jesús, se lo creyó.
Le debía a Noah el dinero. Incluso utilizó uno de sus cheques. ¿Fraude?
Claro, pero Lindsey sintió que necesitaba hacer eso hoy, por alguna razón. Quería
hacerlo más de lo que quería hacer nada por sí misma. Por alguna razón, salvar a
alguien más se sentía bien, aunque no podía salvarse a sí misma.
―Tessa aquí sólo me dio un poco de café para ser cortés. Espero que
perdonen mi estupidez al no cobrarles correctamente. Estaba conduciendo en esta
dirección, y decidí traerlo en persona en lugar de enviarlo por correo. Debo irme
ahora y dejar que vuelvan a sus vidas.
Él gruñó, pero moderó su postura. A los hombres como él les encantaba oír a
las mujeres culparse y utilizar adjetivos despectivos para describirse a sí mismas.
Él se movió a un lado mientras ella se agachaba junto a él. Su respiración sólo salió
de sus pulmones en una carrera después de que estuvo en su coche y huyó a toda
velocidad de él. Se estremeció con repugnancia. Por lo menos, Elliot no olía mal o
tenía los dientes amarillos.
Oh, sí, claro, como si un hombre de aspecto más agradable golpeándote de alguna 99
manera fuera mejor que uno feo.
N
oah comenzó a girar la perilla de la puerta principal cuando de
repente fue empujada hacia él y tuvo que dar un paso atrás para
darle paso a Lindsey. Su boca se abrió en shock. ¿Qué estaba
haciendo aquí? ¿Y por qué estaba a punto de forzarse a sí misma a entrar después
de varios y continuos golpes contra su puerta principal?
Ella estaba vestida con jeans y una camiseta de manga larga. Su larga cola de
caballo se movió detrás de ella, el encanto con facciones de chica. Era domingo por
la tarde y él acababa de terminar la lechada de la nueva ducha de azulejos del
cuarto de baño de invitados. Estaba poco a poco, haciendo la remodelación a fondo
de cada habitación de la vieja casa, que era considerada como un hito histórico. La
compró como un lío en ruinas, debido a que vio el potencial debajo de todo. Ahora,
después de cinco años de trabajo, estaba casi restaurada a su gloria de hace mucho
tiempo. Construida con ladrillo rojo en el exterior, tenía un balcón sobre la puerta
principal, que era extra alto y enorme. Había hecho el exterior primero. Los 100
jardines estaban todos bien cuidados y mantenidos. Ya había arreglado y rehecho
totalmente toda la fachada delantera de la casa antes de volverse hacia el interior.
Después, hizo la cocina y dormitorio principal junto con el baño antes de dar
marcha atrás y sólo remodelar lo que su presupuesto y tiempo le permitían.
―¡Tenía razón! ―Lindsey no perdonó dar un vistazo alrededor. Tenía las
mejillas rosadas y los ojos muy abiertos con determinación. Noah cerró lentamente
la puerta detrás de ella.
―¿De qué estás hablando?
―De los Backerman. ¡Estaba en lo cierto! Él la golpea.
―¿Cómo sabes eso?
―Vi los moretones. Ella me dijo lo suficiente.
Eso llamó su atención.
―¿Quieres decir que fuiste ahí? ¿Y qué? ¿Qué hiciste? ¿Preguntarle?
―Bueno, sí, más o menos.
―¿Y ella te dijo eso?
―No exactamente. Pero sí. Vi los moretones, Noah. Todo estaba fresco. Sus
huellas rodean sus brazos; todas eran negras y azules.
Él se dio la vuelta y comenzó a caminar mientras presionaba una palma en la
base de su cuello. ¿Ella era real?
―¿Por qué tenías que hacer una cosa así?
―Te lo dije. Sabía que ella era abusada. Y quería darle el número local del
refugio de mujeres. Parecía lo menos que podía hacer.
Él cerró los ojos con frustración. Ella nunca se involucraba en nada, y ahora
¿decidía hacer esto?
―¿Y si Dean te atrapaba allí?
―Oh, él se presentó, pero tenía mi tapadera preparada. Fingí que había
olvidado darle el veinte por ciento de descuento en su factura del veterinario. Le
dije que tuvimos una oferta especial ese día y que me olvidé de aplicarlo en su
factura. Incluso usé uno de tus cheques.
―¿Usaste uno de mis cheques?
Ella agitó la mano con desdén. Al parecer, eso no era un gran problema para
ella. Era extraño, teniendo en cuenta que casi no podía decidir qué marca de café
usar. Y ahora, ¿decidía escribir sus cheques?
―Sí. Te lo pagaré. Pero, ¿entiendes eso?
Él enfocó su mente de nuevo en ella. Dean. Abuso. Y fue allí solo para hacerle
101
frente.
―¿Se imaginó por qué estabas allí?
―No. Es un patán demasiado estúpido.
Él casi gimió alto.
―¿Por qué harías algo así?
Ella frunció el ceño.
―¿Por qué? Porque quería que ella supiera que alguien era testigo de su
dolor. Que a alguien le importaba. Que alguien se había tomado un poco de
tiempo para reconocerlo. Y quería darle un número al cuál llamar, por si acaso.
Incluso si no lo hace nunca. El solo hecho de eso le da alguna defensa psicológica.
Ella tiene un secreto para mantener de él. Tiene un arma secreta, aunque nunca la
use. La consolará, estoy segura, tener ese poder. Sabe que puede llamar, a pesar de
que lo más probable es que no lo haga.
Él apretó los labios. ¡Jesús!, ¡esta caridad estaba cerca de su corazón! No tenía
idea de que ella servía a su causa con tanta pasión. Tenía la falsa impresión de que
no hacía más que socializar para el propósito de Elliot. Que se vestía bonito cada
día y ni siquiera limpiaba su propia casa, o compraba un rollo de papel higiénico;
todo era hecho para ella. Ver lo mucho que le importaba la violencia en el hogar
era de alguna manera fenomenal. Y reconfortante. Añadía una profundidad a su
personaje y a la existencia de que no podía haber imaginado encontrar en ella.
―Eso fue algo peligroso. No lo hagas de nuevo. Si él lastima a su propia
esposa, basta pensar en lo que podría hacerte a ti.
Ella se rió con una hueca risa amarga.
―Esa es la cuestión. Él le hace daño a su esposa; no hay ninguna razón para
que se moleste con nadie más.
Él la miró con recelo.
―¿Ella dijo lo que pensaba hacer con ese número?
―Él nos interrumpió. Ella no llamará. Todavía no, por lo menos. Pero, Noah,
debemos instarla a que llame. Tenemos que ayudarla. No tiene familia ni nadie
más. Así que necesita de nuestro cuidado. Tenemos que presionarla a dejar esa
situación.
―¿Nosotros?
Ella se lamió los labios.
―Bueno, Jessie y Will tienen a su bebé en camino. ¡No puedo molestarlos con
esto! Así que pensé, ¿que tal vez tú me podrías ayudar? Por favor, Noah, es como
102
un perro atropellado plenamente delante de ti. ¿No irías y le echarías un vistazo
para ver si, en toda tu gloria veterinaria, podrías evitarlo? ¿O te alejarías y lo
dejarías tirado en la acera?
Sus cejas se levantaron.
―Esa es una analogía interesante. Pero ¿cuáles son tus planes?
―Ella necesita más estímulo. Necesita mucho para contemplar siquiera
reunir las agallas para utilizar un teléfono de ayuda. Si hubiera alguien como tú en
la foto, podría hacer toda la diferencia para ella.
Él consideró sus palabras antes de ponerse a andar. Ella dio un paso más en
su casa, tomándose un momento para mirar alrededor. Era una casa tan
majestuosa, con una decoración de estilo antiguo apto para el período en la que fue
construida. Había en su mayoría madera oscura; artesanías en madera oscura y en
las molduras.
Todo era nuevo, pero se veía sorprendentemente original. Penny había
ayudado a Noah con las tiendas de antigüedades, lo que resultó en una casa única,
pero muy cómoda.
Ella volvió su mirada hacia él.
―Darle el número fue sólo mi primer contacto. Tomará mucho más antes de
que ella pida ayuda. ¿Crees que a la policía por aquí le importaría? Si allanan su
casa y descubren que casi la golpeó hasta la muerte, ¿lo considerarían una disputa
menor entre cónyuges? ¿O la tratarían como víctima de asalto asesino?
Wow, ella no tenía mucha fe en la humanidad.
―Por supuesto, que les importaría. Esta es una buena ciudad, con gente
buena.
Ella puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza con disgusto.
―Por el amor de Dios, Noah, esto sucede en todas partes, en todas las
ciudades pequeñas y grandes. Sabes que las mujeres son golpeadas actualmente.
Hablas con ellas todos los días. Simplemente no te das cuenta. Por lo general no.
Sólo quiero ayudar a una mujer.
Noah apreciaba su sentimiento, pero se preguntó por qué Tessa había tocado
una fibra tan profunda en Lindsey. Lindsey apenas estaba cómoda hablando con
él, y no parecía conectada con nadie más que con Jessie.
¿Ahora quería hacerse amiga de Tessa? Parecían ser las conocidas menos
probables. Tessa era una acosada, ocupada, pobre madre, de seis. Lindsey era una
esperanza para convertirse en la primera dama del estado de Virginia, y entonces, 103
¿quién lo sabría?
Sin embargo, allí estaba ella en su casa, viéndose bastante alterada con él
acerca de Tessa. Poco a poco, él exhaló un suspiro. Tal vez había algo más en ella
de lo que jamás imaginó.
―¿Cómo tu hermana?
Ella hizo una pausa y se encogió de hombros antes de darle la vuelta y
dirigirse hacia una ventana para mirar fuera de ella.
―Sí. Mi padre solía golpearla y patearla. Pero, nunca lo vi. Nunca lo
experimenté. Simplemente, no puedo soportar la imagen de eso en mi cabeza. Así
que me involucré con esta caridad. Confía en mí, conozco las señales.
Su celular sonó de repente, haciendo que sus hombros se encogieran aún más
a medida que dejaba caer la cabeza. Sonó tres veces antes de que ella pareciera salir
de eso y pusiera el teléfono a la oreja con un alegre:
―Hola Elliot.
Le echó un vistazo a Noah antes de alejarse, pero vio que él se volvía y se
dirigía a la cocina.
Maldito Elliot. Cada vez que ella le tomaba la llamada, al instante lo ponía
gruñón.
Noah miró la olla de barro llena de carne asada y verduras. Levantó la tapa y
el suculento aroma llenó la cocina. Cuando agarró un bol para poner la carne,
Lindsey de repente apareció en la entrada. Se movió de nuevo, como si la intrusiva
llamada telefónica ni siquiera los hubiera interrumpido.
―Entonces, ¿me ayudarás? Estaba pensando que en unos pocos días, tal vez
podríamos ir los dos allí. Podríamos hablar con la policía y ver qué tipo de
protección y santuario podría solicitar ella.
¿Por qué él? Él era un sencillo veterinario. No tenía ni idea de cómo prevenir
la violencia doméstica.
―¿Por qué yo?
Ella levantó la cabeza hasta que sus ojos se llenaron de honesta sorpresa.
―¿Por qué tú? Porque eres el hombre más honrado, adelantado, veraz y
amable que he conocido. Bueno, eso es además de Will.
Él dejó caer el asado en el recipiente y empezó a cortarlo. La tierna carne
pareció separarse. Gruñó ante su descripción de él.
―Sólo soy un veterinario de campo. 104
―¿Sólo un veterinario de campo? ¿Hablas de verdad? Todo el mundo te
quiere. Todos vienen a ti con reverencia. Cada mujer, casada o soltera, quiere
llevarte a casa, a pesar de que no están seguras de sí quieren abrazarte o acostarse
contigo, pero sin duda dispuesta a reemplazar a sus maridos contigo.
Él dejó el cuchillo de carnicero abajo y se le quedó mirando con incredulidad.
Ella nunca le había dicho tal cosa antes. Se sonrojaba y desviaba la mirada.
―Sabes lo que quiero decir. Eres muy, muy querido y muy respetado. Y creo
que Tessa respondería a eso. A ti. Tienes una cantidad considerable de autoridad
en tu tono muy tranquilo y manera de hablar. Ella no me va a creer. No soy nada.
Pero si tú le prometes seguridad y ayuda, eso sólo podría llegar a ella.
Él no contestó al principio, pero recogió algunas verduras y caldo.
―¿Ya cenaste?
―¿Qué? No. Noah, ¿me escuchaste?
―Es difícil no hacerlo cuando estás de pie allí sermoneándome. Sin embargo,
no lo sé, Lindsey. Es algo extraño para mí. Déjame pensarlo. Mientras tanto,
¿quieres cenar algo conmigo? De lo contrario, tendrás que verme comer.
Ella dio un paso atrás como si su pasión de repente brotara de ella. Su rostro
cayó mientras se mordía el labio.
¿Cuál era esa inesperada barrera? ¿Por qué todos sus límites abruptamente
regresaban?
―No lo sé.
Él suspiró. Había vuelto a la rara Lindsey otra vez. Tessa parecía ser el único
tema que traía algo real afuera.
―Pregunta de sí o no, Lindsey. En realidad no es la gran cosa.
De repente ella puso rígida la espalda y asintió.
―Tienes razón. No lo es. Y sí, sí, me encantaría cenar contigo.
Su tono sonaba como si lo estuviera retando, o a cualquier otra persona que
se lo dijera de otra manera. Él la contempló por un segundo antes de volverse para
poner la mesa del comedor. Podría también forzarla a que fuera un poco más
agradable de lo normal delante de la sala de televisión.
Ella lo siguió hasta el comedor. Tenía una antigua mesa oscura de madera
con un cordón de camino de mesa. Él sacó manteles y los cubiertos, luego algunas
copas de vino antes de sacar una botella de vino del armario incorporado en el
servicio a la estación. También era un conocedor aficionado de vino. 105
―Oh, yo no bebo ―dijo ella cuando se dio cuenta del vino en su mano.
―¿No te gusta?
―No, a Elliot lo pone…
Se detuvo a media frase y sus ojos se agrandaron al darse cuenta de lo que
había estado a punto de decir.
Obviamente, el impasse era que Elliot, no le permitía que bebiera. De repente,
sonrió suavemente.
―Sí, tomaré una copa, por favor.
Él asintió y le sirvió una copa. Ella lo aceptó mientras él continuaba poniendo
los platos y los utensilios. Ella se quedó pie a un lado, examinándolo, casi viéndose
transfigurada.
―¿Puedo ayudarte?
Él se volvió cuando ella entró en la cocina de juntar los platos, y le indicó que
agarrara el cuenco de salsa. Una vez que estuvieron los cubierto en su lugar, se
sentaron. Era informal. La araña estaba encendida, iluminando brillantemente la
casa. Los platos eran de un conjunto disparejo, y el auto-servicio estaba servido a la
mitad. Él jaló una gran parte de carne y verduras en el plato antes de asfixiarlos en
la salsa del guiso.
―Si hubiera sabido que tendría compañía, habría hecho un poco de pan o
rollos para la cena. No me importa sin embargo, cuando sólo soy yo.
Ella sonrió, mirando su plato. ¿Por qué era esa pequeña sonrisa secreta? Ella era
imposible de leer.
―Me alegro de que no te molestes. Es agradable ser tan casual. Y espontánea.
Algo que nunca soy. Nunca. Por lo tanto, no te disculpes. Además, me metí en tu
comida, no al revés.
Ella levantó la cara y sonrió con timidez. Él le devolvió la sonrisa.
―Estoy feliz de que lo hayas hecho. Pero no hables más de salvar al mundo
esta noche, ¿de acuerdo? Pensaré en ello en serio, y te diré qué decido. Pero
entiende, tengo que vivir aquí. No sé cómo me siento acerca de involucrarme en
algo que no me invitaron a probar ni a prevenir.
Ella asintió y puso un bocado de comida en su boca.
―Eso es justo, Noah. Algo que sé que eres, y que cuento con que serás. Y eso
es todo lo que puedo pedir.
Le sorprendió cuando logró tener varias conversaciones con ella, pero 106
ninguna como las tensas discusiones formales que sufría con ella en el trabajo.
Aquí, parecía más tranquila, más casual, y casi amistosa. La torpe autoconciencia
no estaba allí, y era un cambio agradable.
Ella terminó un poco de su comida y se apartó de la mesa, con la copa de vino
en su mano. Lo miró por un largo momento.
―Dime algo. ¿Cómo es que no estás casado todavía? ¿Tienes problemas con
el compromiso? ¿O alguna otra cosa que no sepa?
Él se encogió de hombros mientras se limpiaba la boca con una servilleta de
papel.
―No que yo sepa. No lo sé. No he encontrado a nadie con quien sienta la
necesidad de casarme. Siempre supuse que lo sabría. Mi hermana a menudo me
dice todas las cosas maravillosas que sentiré cuando suceda. Es sólo que… no las
he sentido hasta ahora. Me imagino, ¿por qué perder mi tiempo, o el de ella, en
algo que no irá a ninguna parte? No me molesto. Salgo. Siempre soy adelantado y
honesto, pero si llega a ser más una molestia que un placer para mí, lo termino.
―¿Qué pasa con Hannah, la pelirroja panadera?
Él negó.
―Suenas perturbadoramente como Jessie ahora. No creo que necesites
convertirte en ella cuando se trata de mi vida personal. Pero Hannah y yo nos
esfumamos en la nada. Amigos. No… más bien conocidos incómodos.
―Y… ¿mi hermana? ¿La ves como diferente a ti?
Él se rió entre dientes.
―Ah, ya veo lo que quieres saber. Tienes que entender: esta es una ciudad
muy pequeña. Tu hermana fue una refrescante sorpresa de encontrar aquí. Es muy
bonita y llena de personalidad. Así que por un tiempo, por supuesto, estuve
interesado. ¿Pero ahora? No, no mucho. Nunca pienso en ella de esa manera.
―¿Ustedes alguna vez…?
Sus cejas se alzaron, conmocionado por las palabras con que Lindsey
preguntaría eso. Ella mantuvo la mirada puesta en su plato, pero su copa de vino
estaba casi completamente vacía. Tal vez por eso el palo se salió de su culo y
expresó la pregunta.
―No. ¿Crees que Will toleraría que trabajáramos juntos si lo hiciéramos?
Lindsey lo consideró antes de sonreír.

ella.
―¡Lo hago! Ella te dice cuál es el trato, y por lo general estás de acuerdo con
107
Él miró fijamente su bajo perfil. Ella era una belleza elegante y fresca. Su
cabello rubio ceniza enmarcaba su linda cara y caía en cascada sobre sus delgados
hombros.
―¿Alguna vez le hablaste a tu marido de un trato? ―Mantuvo su tono suave
y no amenazante.
Sus ojos se dispararon a su cara y se abrieron en lo que casi parecía pánico.
¿Por qué cualquier pregunta personal siempre la volvía medio loca? Como un
animal salvaje acorralado. Ella respiró hondo y lo soltó, sus hombros se hundieron
con su exhalación.
―No. Nunca le digo a mi esposo lo que debe hacer. Nosotros no funcionamos
de esa manera.
―Lo sé. No debería haber preguntado. Me pregunto a veces…
―¿Qué?
Él dejó el vaso en la mesa y observó el líquido oscuro a los lados del mismo.
―¿Te molesta? ¿La forma en que es tan posesivo y hace que te reportes todo
el tiempo? ¿Así es cómo se dice? ¿La forma en que te llama y espera respuesta sin
importar qué? ¿La forma en que no quiere que trabajes? ¿No crees que es una
pequeña actitud extraña hoy en día?
Ella cruzó las manos sobre su regazo y se quedó mirándolas.
―Sí.
Él volvió la cabeza hacia un lado y consideró su perfil. ¿Sí, le molestaba? ¿Sí,
era extraño? ¿Qué? Esperó, pero ella no dijo nada más. Él dejó escapar un suspiro.
―No quieres hablar de ello, ¿verdad?
Ella negó.
―No, me hace sentir incómoda y no creo que sea apropiado. Es privado.
Entre Elliot y yo.
―Tú y Jessie realmente no se parecen en nada, ¿verdad?
―No, nunca lo hemos hecho. Eso debe decepcionarte. Tú disfrutas mucho de
su compañía, ¿no?
Él tomó su servilleta y la apretó en sus labios. Sí, disfrutaba de Jessie. Pero el
tono de Lindsey ciertamente implicaba que se preocupaba por eso. De hecho, si no
lo supiera mejor, sonaría para él como si la amistad que compartiera con Jessie la
molestara. 108
―Sí. Creo que ella es genial. Respeto lo que atravesó y cómo logró superarlo.
Sentiría lo mismo de cualquier persona que hiciera lo que ella hizo. Pero también
es un montón de diversión para tener alrededor. Hace un buen trabajo. Y actúa
como si ella y Penny fueran mis dos hermanas. Por lo que hace nuestra relación
fácil y sin complicaciones. A diferencia de ti.
Su cabeza se disparó y él se inclinó con una pequeña inclinación de cabeza.
―Bueno, tienes que admitir que es bastante incómodo entre nosotros.
Ella se mordió el labio.
―No quiero decir que sea incómodo. Tiendo a hacerlo de esa manera con
todo el mundo. No sé por qué.
Excepto, que Noah creyó en su corazón, que sabía por qué. Era para evitar
que todos le preguntaran por lo de Elliot y las incesantes llamadas telefónicas.
Elliot y la forma de control que la mantenía en su casa y aislada del resto del
mundo.
―Sabes por qué estás trabajando para mí, ¿no?
Su expresión se volvió desconcertada.
―Bueno, claro: en sustitución mientras Jessie lo toma con calma.
―Y porque tú hermana quería que te permitiera trabajar. Sólo para alejarte
de Elliot. Para recordarte la mujer que solía ser soldado. Ella arregló todo esto para
que tuvieras que recordar cuando eras un adulto competente, sin discapacidad y
capaz. Yo me resistí al principio. Pero ella realmente quería esto para ti. Así que
cedí, y me arrepentí por un tiempo. Pero, ¿sabes qué? A pesar de todas las razones
válidas por las que no debería decirte la verdad detrás de eso, lo haré. No eres una
niña que necesite que le digan qué hacer, y los motivos detrás de ciertas acciones
no deben ser ocultados de ti. No eres, como Elliot insiste, de ninguna manera
incapaz de decidir por ti misma lo que quieres hacer o cómo deseas hacerlo. Por lo
tanto, te diré la verdad. Ella cree que él te domina para mantenerte bajo su control.
Y esperaba que al darte cierta autonomía de regreso, te acordara de la confianza
que reclamaste una vez tener desbordante dentro de ti.
El color comenzó a ir a su garganta y subió todo el camino hasta la línea de su
cabello. ¿Era ira? ¿Vergüenza? ¿Estaba enojada con Jessie? ¿O con Noah? ¿U
horrorizada de que se atreviera a hablar así de su marido? Esperó para averiguarlo.
―No debería haber hecho eso.
―¿Hacer qué? ¿Preocuparse de que parezcas ser la mitad de mujer que eras
hace cinco años? Incluso yo lo noté, Lindsey. Cuando te conocí en Carolina del
Norte, eras extrovertida. Sostenías la cabeza en alto, y veías a la gente directamente 109
a los ojos. Hablabas. Tenías opiniones. Tenías mucho que decir. Ayudaste a Jessie a
ir sobre su padre. Nadie más podría haber logrado eso. ¿Y ahora? Ahora eres un
felpudo sumiso que está encadenado a su marido por un celular.
De repente ella se puso de pie, empujando la silla hacia atrás.
―¿Cómo te atreves?
Noah se quedó sentado y enarcó las cejas.
―¿Cómo me atrevo a qué? ¿A señalar la verdad? Podría mear fuera de ti,
tengo que mencionarlo, ni siquiera sabía que podrías sentirlo, pero no puedes
discutir conmigo y decirme que lo que digo no es cierto. Sabes que lo es. Mi
pregunta es, ¿por qué no te molesta?
―No tengo que darte explicaciones. Ni de mi matrimonio. ¿Quién te crees
que eres para decirme incluso eso? ¿No te das cuenta de lo que soy? Soy la futura
primera dama del estado de Virginia, tal vez incluso del país algún día. Elliot es un
millonario con conexiones desde Washington DC a cualquier ciudad importante en
todo el mundo. Él cambia la vida y lo hará aún más después de la elección. ¿Y te
atreves a hacer observaciones sobre nosotros? ¿Sobre mí? No eres más que un don
nadie inferior, un veterinario de campo que pasa todo el día poniéndoles vacunas a
los perros y gatos. No es exactamente el trabajo que cambia la vida, Dr. Clark.
Noah no tenía ni idea de que ella siquiera sabía hablar con sarcasmo, y
mucho menos, golpear con tan letal precisión. Ella respiraba con dificultad y
lentamente él se levantó en toda su estatura, empujando suavemente la silla de su
camino.
―Si dirijo una clínica veterinaria tan inferior, entonces por favor, ¡dime por
qué no puedes incluso gestionar cómo ser recepcionista allí! Creo que ya sabes qué,
¿verdad Lindsey? Tal vez no es tan inferior. ¿En serio? ¿Estás a punto de enumerar
las virtudes y los logros de tu marido? ¿Es debido a que no tienes ninguna de tus
preferencias para reclamar?
―¡No tengo que demostrarte nada a ti! No vives en ninguna parte, y no irás a
ninguna parte. Esto es todo, ¿no? ¿Cuánto más es lo que hay que subir?
Él se acercó a ella, y sus ojos se contrajeron de ira.
―Bien, dime esto, entonces, ¿por qué no te las puedes arreglas para encontrar
la manera de desempeñarte en el trabajo? Aún no respondes sobre lo que puedes
hacer ahora, no hace cinco años. Ahora, hoy. ¿Puedes hacer algo además de
contestar tu celular?
Dicho celular comenzó a sonar en ese momento y Noah dio un puñetazo
sobre la mesa con molestia. No había pasado más que una hora desde que habló
por última vez con él.
110
Ella lo miró fijamente como hizo él antes de levantar su teléfono a su oreja y
contestar:
―Hola Elliot… Sí, estaba cenando con un amigo de Jessie. No, no es nadie
que conozcas. Un vecino. Sí, sí, lo sé. Lo siento.
Ella apartó la mirada de él mientras su marido la reprendía por un largo
momento. Entonces asintió como si pudiera verla.
¿Por qué estaba siempre pidiéndole disculpas a Elliot? Finalmente tuvo que
susurrar su adiós antes de bajar lentamente el teléfono de su oreja y agarrarlo con
las dos manos. Bajó la mirada hacia él y el silencio se hizo más y más viscoso.
―Me molesta la forma de actuar de él. Puede que no tenga el derecho, lo sé.
No soy nada para ti y mi opinión no significa nada. Es que una vez fuiste una
mujer tan capaz. Y en realidad observar cómo has sucumbido hasta convertirte en
una especie de esposa Stepford para Elliot, sólo parece mal. Pero no tengo ningún
derecho a decir eso. Cuando llegaste aquí, eras la defensora de Tessa Backerman.
No creo nunca haberte visto así. Durante un tiempo, supongo que me olvidé de
quién eras verdaderamente. El verdadero ser con el que por lo general trataba.
Sus dedos se tensaron sobre el celular. Era como una especie de extraña línea
de vida para ella. ¿Era porque la conectaba con el precioso de Elliot?
―No debería haber dicho que eras nada. Pero entonces, tú no eres yo. No
tendrás ningún problema con quién eres y sabes que vales algo sin que te lo diga.
―No es por lo general una mala cosa tener un poco de confianza en ti mismo.
―No. Por lo general no lo es.
―¿Lindsey? ―dijo por último, y con más suavidad―. Lo siento. Por favor,
acéptalo. Creo que deberías seguir trabajando en la clínica, por lo menos hasta que
vuelvas a casa. El corazón de Jessie estaba en el lugar adecuado sobre eso. Y en lo
que te dice al respecto, igual que el mío. No debería haber comenzado una
discusión sobre eso. Por favor, di que volverás a trabajar conmigo.
Ella levantó la mirada hacia él y brillaba en sus profundidades azules frías y
esquivas. No tenía idea de lo que eso significaba. ¿Estaba enojada? ¿Triste?
¿Furiosa? ¿Avergonzada? ¿Lo odiaba? Realmente no quería saberlo.
―Estaré allí, no te preocupes.
Él dejó escapar un largo suspiro.
―Bien. Entonces tal vez podríamos olvidar que esto alguna vez sucedió.
Ella negó.
111
―No. Mejor no. No he tenido una buena pelea a gritos en… bueno, en años.
Y pienso, que gané. Resulta que puedo ser mucho más desagradable que tú.
―¿Lo dices en serio? ¿No estás enojada?
Ella sonrió por fin.
―No, bueno, realmente no lo puedes entender. Pero gracias. Yo, sin embargo,
necesito irme.
Hablando de lo que estaba en su lengua. ¿Por qué tenía que irse? ¿Por qué
estaba casi en pánico por salir por su puerta principal? Él la siguió hasta la entrada
donde ella se detuvo, su mirada era intensa mientras miraba su cara.
Él cambió su peso, sintiéndose incómodo con su escrutinio. ¿Qué era lo que
quería de todos modos?
―Soy la que soy ahora. No lo cambiaré. Así que me aceptas como soy ahora,
en el trabajo. O simplemente hemos terminado. No puedes seguir cuestionando
mis motivos para estar con Elliot. Estoy con Elliot. Nada va a cambiar eso. Podrías
entender eso, por favor. Y si puedes, deja de comentar sobre quien solía ser, y
acepta a la persona que soy ahora, entonces podremos ser amigos. Si no, entonces
creo que será mejor si me quedo con Jessie.
―Puedo manejarlo. Retrocederé. Lo prometo.
Ella sonrió y se volvió sobre sus tacones mientras cerraba la puerta detrás de
ella. Había sido la conversación más extraña que había tenido. Y a pesar de que no
debería haberla incitado, ¡mira lo que pasó cuando lo hizo! Todavía había una
mujer de verdad allí: una mujer respirando viva quien todavía se enojaba y
enfurecía al ser tratada como un maniquí. Ahora, si sólo pudiera demostrarle que
lo que pasó hoy no fue un accidente, sino la verdadera Lindsey emergiendo.

112
L
indsey cerró la puerta del coche y se sentó en el asiento del conductor,
apoyando la cabeza en el volante. Le temblaban las manos y la
garganta la sentía cerrada. Su cabeza le golpeaba como no lo había
hecho de tal confrontación durante en al menos cuatro años. No había soltado sus
pensamientos en otros tantos años tampoco. Ciertamente no había sido grosera,
descuidada, o mala en un tiempo muy largo; y la parte más extraña, la parte que
causaba que sus manos agarraran el volante con más fuerza, era que se sentía
increíble. Era como respirar por primera vez después de haber estado bajo el agua.
Era una liberación. Una emoción alta y un nivel de satisfacción que nunca conoció.
Jamás. Estaba enojada, y actuó en consecuencia. Por razones obvias, nunca podría
decirle a Elliot lo que realmente pensaba de nada. No le decía lo que pensaba.
Punto. Simplemente lo escuchaba. Regurgitaba lo que él quería oír. O lo que
suponía que quería oír, por lo menos. Y nunca se enojaba. Ni siquiera soltaba un
suspiro con él. Ahora, de repente, se puso de pie y le gritó a Noah, ¡siendo
francamente desagradable con él! Fue horrible que así lo hubiera hecho. Pero santo
113
Cristo, seguro que se sentía bien. Hubiera continuado, si la llamada de Elliot no la
hubiera interrumpido, como siempre hacía, tal vez incluso le habría jurado a Noah.
Sacudió la cabeza y se sintió como si estuviera nadando en aguas infestadas
de tiburones por las pasadas pocas semanas. Primero el trabajo, y mentirle a Elliot
todos los días acerca de lo que hacía, después: ¡tener una cena privada en casa de
Noah! Elliot seguramente le haría algo horrible si alguna vez se enteraba. En
realidad se había metido en una pelea. ¡En una pelea! No sabía que todavía lo tenía
en ella. Realmente creía que Elliot había vencido toda su rabia, hasta la última gota
de rebelión, de resentimiento y de ira. A veces, sentía como si Elliot incluso hubiera
derrotado todas las emociones en ella. Para sobrevivir con Elliot, había tenido que
convertirse en un insensible e indiferente robot. No había otra opción, u otra forma
de ser. Pero, de repente, con Noah, no lo era. Extrañamente, se sentía más íntimo
que si hubieran tenido sexo.
Sexo. ¿A quién diablos le importaba si alguna vez habían tenido sexo? Ella lo
odiaba. Cada maldita vez. Era otro horrible subproducto de estar casada con Elliot.
Le dolía, era sucio y repugnante. Su feo y cruel pene embistiendo dentro de ella, o
ahogándola. Siempre salía corriendo tan pronto como podía para limpiarse el
semen de ella y con frecuencia se lavaba la boca con tres porciones de enjuague
bucal. Dios, lo odiaba. Lo detestaba y siempre deseaba no tener que hacerlo de
nuevo.
¿Y pelear con Noah hace un momento? ¡Fue la sensación más excitante que
había tenido en años!
Puso el coche en marcha y comenzó su camino a casa. Le encantaba estar sola,
de noche, y conducir un coche. Aspiró una bocanada de aire. Era feliz. Por primera
vez en mucho tiempo, en realidad se sentía feliz. Estaba allí, en el presente,
conduciendo, relajada, y sin temer que alguien la esperara para atacarla. Nadie iba
a golpearla. Nadie iba a acostarse encima de ella y a tener ásperas relaciones
sexuales con ella. No más asquerosos giros cuando menos los quería. ¡No! Era
libre. Por este maravilloso momento. Aquí. Ahora. Era libre.
Deseó que Noah pudiera verla sonriendo y libre. Pero nunca podría actuar
tan estúpidamente vertiginoso y tonto frente a él.

* * *

Entró en la clínica con prontitud a las ocho de la mañana siguiente. Se había


convertido en su hora de inicio permanente por las últimas semanas que quedaban 114
para escapar de su vida real y de su prisión.
Noah estaba hablando con el técnico veterinario a tiempo parcial cuando
captó su atención. Entonces… le dio una enorme sonrisa que pareció tan familiar.
Ella le sostuvo la mirada y sonrió igual de amplio. El corazón le latía como un
martillo neumático en su pecho. ¿Cuándo fue la última vez que compartió una
broma secreta con alguien? ¿O una sonrisa? Nunca sonreía. Por lo general sólo
apretaba los labios en una versión congelada, plástica de sonrisa.
Rara vez era alguna vez lo suficientemente feliz como para sonreír. ¿Por qué
lo hacía ahora? ¿Porque eran horribles uno con el otro? No tenía ningún sentido.
Pero allí no se podía negar el intercambio de sonrisas genuinas entre ellos mientras
el técnico estaba allí, ajeno a sus saludos tontos.
Cuando el técnico se fue, Noah se acercó a ella.
―Así que volviste. Pensé que no lo harías.
―¿Es una broma? Tengo que demostrarte lo que puedo hacer ahora.
Él esbozó una sonrisa.
―¿Sí? Bien, también tengo que volver a ir a alguna parte, en mi humilde
clínica veterinaria campirana, repartiendo vacunas inútiles a gatos y perros.
Una carcajada se escapó de ella. Del tipo que se iniciaba en el intestino y que
estallaba inesperadamente. Ella jadeó cuando estrechó la mano en su boca. ¿Qué
diablos? Nunca hacía tales ruidos extraños.
Noah simplemente sonrió con agradecimiento mientras ella se reía de nuevo.
De pronto, eran… amigos. Era la maldita cosa más extraña. Continuaron
jugando y bromeando, convirtiéndose a veces en muy egoísta y grosero. Con
comentarios desagradables… era gracioso. Lindsey había olvidado cómo ser
divertida, o coquetear, o simplemente divertirse. Pero con Noah, era tan fácil. Él
tenía un rápido y seco ingenio que fácilmente veía el humor en todas las cosas que
ella decía. Él era seco y sarcástico, y muy deliberado. Parecía disfrutar presionando
sus botones, sólo para oír su animada respuesta. ¿Cuándo fue la última vez que
alguien buscaba su respuesta de algo? Y las sonrisas… había un montón de
sonrisas y de risas.
La mejor parte de todo es que podía hacer el trabajo. La manera fácil de Noah
hacía toda la diferencia. Él ya no se sentía obligado a rescatar a los clientes con los
que ella perdía el balón. Ella se las estaba arreglando para hacer todo. Incluso pudo
manejarlo cuando se hizo estresante o cuando tuvo que realizar varias tareas. Su
éxito la hizo casi marearse de alegría.
115
* * *

Entonces, una tarde, se encontró con una encorvada Tessa quien levantó la
cara para revelar un pulposo, labio inferior hinchado deforme. Las lágrimas
rodaron por sus mejillas cuando Lindsey y ella hicieron contacto visual. Lindsey le
colgó el teléfono al cliente antes de llevarla a una habitación de examen vacía.
―Él iba a lastimar a mi hijo mayor. No tiene más que trece años. Pero se
olvidó de darles de comer a las gallinas esta mañana. Siempre me prometí que si
alguna vez tocaba a alguno de ellos, lo mataría.
Lindsey tragó y casi se atragantó con sus siguientes palabras.
―¿Lo hiciste?

* * *

―Noah, ¿puedes venir aquí, por favor?


Él se volvió cuando Lindsey se acercó por detrás. Acababa de terminar una
cirugía y se estaba lavando las manos. Su técnico estaba empezando a limpiar.
Frunció el ceño con sorpresa cuando Lindsey volvió a entrar en el área quirúrgica.
―¿Ahora?
―Sala de examen dos. Por favor, es muy importante.
Él hizo una pausa para mirarla y vio que se retorcía las manos. La indecisa
Lindsey estaba de regreso. Él suspiró y asintió.
―Ya voy.
Abrió la puerta de la sala de examen para encontrar a una Tessa llorando.
Cerrando la puerta sin hacer ruido, se acercó a las dos, dispuesto a ver lo que
Lindsey consideraba tan urgente. Con un suspiro, se dio cuenta de que lo que sea
que sucediera después, ahora estaba inextricablemente involucrado.

* * *

―No sé qué decirte.


Él echó un vistazo a Lindsey quien se quedó en silencio durante diez minutos 116
completos en el asiento delantero de su camioneta mientras la llevaba de vuelta a
la casa de Jessie.
―Nada. ¿Qué hay que decir? ¿Gracias? Jesús, no hacía más que tratar de
ayudar a esa pobre mujer.
―Oh, Dios mío, Noah, ¡salvaste a esa pobre mujer!
―¿Cómo sabes eso? La acabo de dejar en un refugio y de asegurarme que los
policías fueran enviados a arrestar a su marido. Eso fue todo. ¿Qué hará ella ahora?
¿Dónde puede ella y sus seis niños irse? ¿Y será que en realidad sí presentarán
cargos? ¿Eso es suficiente para mantener a su marido lejos de sus hijos y de ella?
El dedo de Lindsey se puso blanco mientras apretaba los apoyabrazos de la
puerta. Sus palabras hicieron que jalara un profundo suspiro y asintió lentamente.
―Eso es cierto. Y también hay una probabilidad del cincuenta por ciento de
que vaya a terminar justo donde estaba, con todo y niños. O peor. Siempre existe
esa realidad. Pero tal vez, sólo tal vez, ella será fuerte y se mantendrá alejada. Y la
policía hará su trabajo. Y Dean seguirá la orden de restricción de la corte. Tal vez,
ella incluso salve a sus hijos de que crezcan hasta convertirse en abusadores o en
casarse con abusadores. ¡Es posible que hayas cambiado siete vidas hoy! La cosa es
que Tessa nunca habría seguido mi consejo. Habría huido si no hubieras sido tan
perfecto con ella. La forma en que la calmaste al validar sus quejas y prometerle
que le conseguirías toda la ayuda que se merecía. Estoy segura de que no hay otro
como tú que alguna vez haya intervenido antes, o incluso que le haya importado.
Es algo embriagador para una mujer. Sólo… sigue así. Tienes que seguir adelante.
Él asintió.
―No hay duda de que lo haré. Casi le pedí a ella y a sus hijos que se
quedaran conmigo. ¿Debería hacer eso?
Lindsey volvió la cara hacia él mientras toda su expresión se suavizaba.
―Eso es hermoso, Noah, que incluso puedas pensar en eso. O que pienses en
ello. Pero no. No, ¡ella no puede mudar seis hijos contigo! El Estado puede
proporcionarles personas que estén calificadas para ayudarla. No es mucho lo que
podemos hacer.
Las manos de Noah todavía temblaban. Habían sido las pocas horas más
agotadoras y terribles que jamás había pasado. Tuvo que sentarse al lado de Tessa,
cuyo labio y mejilla estaban sangrando, en un lío hinchado, mientras escuchaba su
historia. Dean tenía a su hijo mayor, Allan, clavado en el suelo cuando estaba a
punto de golpearlo. Ella corrió gritando allí después de escuchar los frenéticos
gritos de su hijo. Dean golpeó su puño derecho en su cara cuando ella trató de
agarrar sus brazos para detenerlo. Después de la apartó de él, ella tomó una
117
horquilla y la hizo girar en la cabeza de Dean en un intento de pánico por salvar a
su hijo. Conectó con su cabeza y él quedó inconsciente.
Arrastrando a su hijo a su camioneta, llamó a los otros niños y los apiló antes
de salir de allí sin tener a dónde ir. Así que fue directamente a Lindsey. Y ahora a
Noah. Noah llamó rápidamente a la policía antes de conducir a Tessa y a los niños
al hospital. Un policía ya estaba allí para tomar su declaración junto con algunas
fotos de lo mal que estaba. Tessa se sacudía con tanta fuerza, que sus manos
derramaron la taza de café que la enfermera trató de darle. Dos veces, se levantó
para irse, y dos veces, Noah la persuadió suavemente para que se quedara. En
realidad le rogó que se quedara. De pie junto a ella a lo largo de todo esto, Noah se
aseguró de que consiguiera el cuidado y respeto que se merecía. Lindsey también
se quedó cerca, pero dejó que Noah se pusiera delante.
Y ahora, sólo podían esperar y ver. Dean estaba en el hospital. Había mucho
para ser determinado, pero no arrestaron a Tessa. Si lo hubieran hecho, Noah
temía que podría haber tenido que asaltar el precinto por la pura injusticia de eso y
tenido que rescatarla él mismo.
Él metió su camioneta en la entrada de Jessie y Will y los dos miraron al
frente por mucho tiempo. Era, sin duda, la noche más traumática que jamás había
experimentado. Oía historias sobre eso en las noticias o leía artículos de revistas a
veces, pero nunca había visto los resultados reales de la violencia doméstica.
Nunca había estado tan tocado por nada en su vida. No era de extrañar que
Lindsey hiciera ese tipo de trabajo.
Ella puso su mano en su manga y él miró hacia abajo, casi saltando con el
contacto. Era diferente de Lindsey mostrar cualquier tipo de afecto, o tocar a
alguien en formas incluso casuales y fáciles. No había choque de cinco dedos o
apretones de manos.
―Lo que hiciste hoy te hace la mejor clase de hombre. Gracias.
Él levantó la mirada de donde su mano blanca yacía en su brazo.
―¿Gracias? ¿Qué otra cosa iba a hacer? ¿Qué haría cualquiera? Esa mujer fue
víctima de un crimen atroz, sin importar si era su marido, o un extraño. Nada
cambia la gravedad de lo que les hizo a ella y a su hijo.
―Aunque, es raro cuando la gente capta eso.
―Ahora me doy cuenta por qué haces este tipo de trabajo voluntario. Es
humillante. Darse cuenta de lo vulnerable, débil, y a merced que uno puede estar
con el otro. No tenía ni idea. Quiero decir, ella no tenía acceso a nada. Ni a una
tarjeta de crédito, ni a dinero en efectivo, o incluso a un coche. Él casi la había 118
incapacitado allí. Es un milagro que tuviera suficiente sentido común en ella para
golpearlo con la horquilla y huir en su camioneta. Estoy sorprendido de que no
estuviera ya completamente rota. ¿Puedes imaginar lo que debe haber sido? ¿Lo
asustada que debió haber estado? No me extraña que no pudiera empezar a irse.
Lindsey volvió la cabeza para estar mirando hacia el frente.
―Me lo puedo imaginar. ―Su voz era suave, casi trágica. Estaba tan afectada
por la difícil situación de Tessa como él.
―Tengo que decirte, que hasta que conocí a Jessie, y escuché su historia,
realmente nunca supe de toda la violencia dirigida a las mujeres. No es algo que
haya experimentado jamás. Mi familia no es nada de eso, y tampoco lo son
ninguno de mis amigos o conocidos en mi vida diaria. Es incomprensible para mí
que este tipo de situación continúe, de manera tan abierta, tan fácilmente, sin que
nadie lo vea. ¿Cómo puede no verlo la gente? ¿Ni un maestro en la escuela o un
vecino en el supermercado?
―Porque como tú, no están seguros. No quieren creer que realmente podría
ser de esa manera. Y sobre todo se preguntan si realmente es tan malo, ¿por qué la
mujer no acaba por irse? ¿O se lo dice a alguien?
―No me puedo imaginar cómo reaccionaré si ella decide volver.
―Podría hacerlo. Si seguimos visitándola y ayudarla a pesar de eso, a lo
mejor verá que vale la pena. Que vale la pena ayudar. Es todo lo que podemos
hacer. Pero realmente reaccionó positivamente a ti. Tu apoyo significa todo para
ella.
Noah asintió.
―Por supuesto, iré a verla. ¿Cómo podrías tú o ella creer que me zafaría
ahora?
Él puso su mano sobre la de ella y la apretó. Ella levantó la cabeza hacia él,
mientras sus ojos buscaban los suyos. Estaban abiertos por la sorpresa. Ella trató de
retirar la mano, pero él se la apretó, manteniéndola apretada. Él esperó hasta que
de nuevo ella levantó los ojos y se encontró con los de él.
―Te prometo que, incluso después de que te vayas, haré lo imposible por
ayudar a Tessa y a sus hijos.
Sus ojos azules cautivaron los suyos. Estaban muy abiertos por lo que creía
que era casi miedo. Pero, ¿de qué podía tener miedo ella de él?
Ella lentamente movió la cabeza abajo y arriba.
―Lo sé. Sé que puedo confiar en ti.
Él sonrió. 119
―No creía que lo hicieras jamás. Pero me alegro saber que lo haces ahora.
―Lo hago ―susurró ella mientras tiraba de su mano de la de él. Él la dejó ir,
sintiendo su corazón golpear de forma extraña. De forma errática. Quería tocarla y
consolarla esta noche. Había sido un día horrible. Negó. ¿De dónde venía eso?
Finalmente eran amigos. ¿Por qué tenía el impulso de ir más allá de eso?

* * *

Jessie y Will se abalanzaron sobre ella cuando entró en su casa. Lindsey cayó
en sus abrazos calientes, con familiar preocupación. Se sentía tan bien. Siempre
atendida. Los había llamado desde el hospital para explicarles por qué se perdería
la cena. Ahora, eran todo oídos sobre lo que pasó. Y estaban completamente
indignados y horrorizados por la historia de Tessa. Querían ayudar también. Jessie
inmediatamente se puso a buscar ropa de repuesto y toallas para dárselos a Tessa.
Ambos querían ir para encontrarse con ella y ofrecerles su ayuda siempre que
Noah no estuviera disponible. Lindsey cayó sobre el sofá, con nuevas lágrimas en
su rostro. Por supuesto, ellos querían ayudar. Esa era la clase de personas que eran.
Como dijo Noah, nunca había oído hablar de ninguna mujer que fuera tratada de
esa manera.
Ahora, se imaginó ¿qué si ella simplemente abría la boca y le explicaba lo que
Elliot le hacía? ¿Y si se levantaba la camisa y le mostraba las cicatrices en la
espalda? Nunca tendría que regresar con Elliot. Ellos terminarían todo por ella. La
dejarían vivir con ellos. Will sin duda la protegería con su último aliento, tal como
hizo con Jessie.
Pero… ¿qué pasaría cuando Elliot fuera por ella? Porque Elliot seguramente
vendría. Vendría por ella, si no al principio, entonces más tarde. Siempre
encontraba una manera de llegar a ella. Culparía a cualquier persona que la
ayudara y él se convertiría en una amenaza para ellos también.
Levantó la vista hacia el vientre hinchado de Jessie y se imaginó lo que Elliot
podría hacerle. Se estremeció de repulsión. No podía correr el riesgo. No, no podía
arriesgarse a que la lastimaran. O al bebé de Jessie. Elliot dejaría a todo el mundo
en paz, siempre y cuando la tuviera bajo su control.
Jessie estaba muy cerca de su parto. Había sólo días, no semanas, faltantes
para que la estancia de Lindsey terminara. Sus vacaciones. Su escape de Elliot. Se

120
había vuelto un poco blanda viviendo aquí. Tenía una preciosa habitación para ella
sola, que estaba muy ordenada, por supuesto, pero nunca tenía que corroborar que
ninguna de las tareas ya se hubiera hecho. No tenía que hacer cosas ridículas como
clasificar su ropa y toallas por color. Se podía ir a la cama cuando quisiera.
Utilizaba su ordenador o tableta en cualquier momento que quisiera para navegar
por internet. Nadie siquiera levantaba la vista cuando lo hacía porque, bien, era
normal y no importaba. No se oponían a la cantidad de televisión que miraba, o lo
que escogía ver. Si quería correr a la ciudad, podía hacerlo. Y así lo hacía. A Will y
a Jessie no les importaba. Ella y Jessie hablaban durante horas cada día. Se reían y
se burlaban. A veces, ellos incitaban a Will a que limpiara.
El día de Lindsey estaba lleno. No sólo trabajaba para Noah, sino que
también trataba de ayudar a Jessie con una gran parte de las tareas del hogar como
podía, sobre todo con lo duro, como alcanzar alrededor para limpiar los baños o
las duchas. A Jessie le resultaba extraño, por no mencionar incómodo, y Lindsey se
alegró de hacerlo. Le gustaba aportar algo real a otra persona. Era un lujo sentirse
necesaria y tener algo importante que hacer cada día. Ya no era un ser vivo, un
ventrílocuo ficticio controlado por Elliot.
Pero, por desgracia, sabía que terminaría pronto. Elliot regresaría a tierra
firme, y su verdadero esfuerzo en favor de convertirse en gobernador arrancaría.
El comienzo de grandes planes. De enormes planes. Cosas que requerirían que
tuviera una esposa perfectamente arreglada, contrapesada, y callada a su lado. El
papel que estaba preparada para llevar a cabo, pero que hacía con disgusto. Su
estómago se agobiaba cada vez que imaginaba la campaña de Elliot. Cada vez que
estaba bajo estrés, se reflejaba en ella, convirtiéndola en la víctima, no a él.
Se sacudió sus pensamientos taciturnos. Estaba aquí, ahora, y era todo lo que
tenía. ¿Por qué el temor ahora llegaría pronto?

* * *

Penny se puso de pie en la puerta, sonriendo y Lindsey agitó su saludo. La


hermana de Noah a menudo se detenía por lo general para ver a Noah, pero
últimamente, sólo la veía a ella. Ella disfrutaba del descanso. Penny era graciosa y
dulce. A menudo llevaba a sus hijos, que era imposible que no te gustaran. Y ver a
Noah mientras jugaba y hacía bromas por ahí con los chicos mayores cada vez
hacía desbocar el corazón de Lindsey. ¿Cómo sería si Elliot no fuera un monstruo y
se comportara como Noah? Imagínate la alegría de querer tener un hijo con tu
cónyuge.
Elliot sólo quería un bebé para completar el cuadro perfecto de la familia que
su matrimonio ideal suponía ser. Casi había pasado demasiado tiempo y no tenían 121
un hijo. Él se estaba poniendo ansioso. Temía lo que haría si lo tenían pronto. El
DIU sólo tenía un año en su eficacia. Cuándo se lo había insertado todavía tenía
coche y facilidad de movimiento. Eso fue antes de que se mudaran y todavía podía
conducir sola. ¿Ahora? Ahora, ni siquiera estaba segura de cómo iba a conseguir
que se lo quitaran.
Elliot, en algún momento, comenzaría a culparla por no concebir un hijo
suyo. Temía esa confrontación. Sería brutal. No podía tomar ningún fracaso,
incluso biológico. Y si alguna vez él se enteraba de que deliberadamente impedía
la concepción exitosa, sólo podía temblar ante la idea, y tuvo que cerrar su cerebro.
No, no podía imaginar eso. Tampoco podía imaginar someter un niño inocente a
su sádica personalidad. No iba a dejar que un bebé sufriera por tenerla como
madre, por el tipo de mujer que era, por permitir que este tipo de violencia fuera
infligida periódicamente sobre ella. ¿Qué tipo de madre podría ser?
―Hey, Lindsey, iremos a Mario’s. Tienen platos de pasta para morirse. ¿Por
qué no vienes con nosotros?
―¿Nosotros? ―Ella quería ir. La diversión de Penny era refrescante y era un
trozo de vida que Lindsey no experimentaba a menudo. ¿Pero ir a cenar con Noah?
No, no era una buena idea. Eran amigos en el trabajo ahora, y visitaban juntos a
Tessa. Eso era suficiente. No, tal vez era demasiado. No podía continuar
persiguiéndolo en su tiempo libre. No estaba bien. Era, de hecho, peligroso que lo
hiciera. El peligro de eso nadie jamás podría comprenderlo verdaderamente.
―Sí, Noah y mis otros hermanos, y sus familias. Y mis padres. Vamos, es sólo
una cena informal. No es gran cosa. Pero son muy divertidos. Mis hermanos están
locos y son divertidos.
Lindsey no sabía que los hombres eran una locura divertida. Sabía que eran
bastante pesados, formales, importantes u hombres poderosos. Hombres guapos,
brillantes y distinguidos como su padre o Elliot. Y todos sus amigos. No sabía de la
clase trabajadora, locos hombres casuales, divertidos. Vaciló y dio unos golpecitos
con el dedo.
¿Se atrevería a ir? Pero, ¿por qué no? No había ninguna razón. Y ya había
desobedecido a Elliot con regularidad, por lo que, ¿qué era una cosa más?
―Debes venir ―dijo Noah.
Ella miró por encima del hombro mientras Noah se acercaba y un rubor
caliente caía sobre su piel. ¡Él quería que fuera! Ella bajó la mirada para que no
pudiera ver la chispa de interés y entusiasmo de su invitación informal creada
hacia ella. Nunca se había sentido tan querida de una manera tan agradable, como
con Noah o Penny. No era nada como la propiedad enferma, retorcida, celosa que
Elliot tenía hacia ella.
122
Ella asintió.
―Bueno, sí, iré.
Hermano y hermana le sonrieron. Ella no pudo evitar sonreír también cuando
vio a Noah agarrar al chico más joven. Lo retorció sobre su hombro y lo giró
alrededor como un saco de harina mientras el muchacho gritaba y se reía con
alegre emoción.
Una familia normal. ¿Quién sabía que existía tal cosa?
L
a familia de Noah ya estaba sentada cuando Lindsey, Noah y Penny
llegaron caminando. Todos se pusieron de pie cuando vieron a Noah,
y a Lindsey detrás de él. Las cejas se elevaron y los ojos la rozaron
mientras entraron. Ella se detuvo, cambiando su peso sobre sus pies, sintiéndose
repentinamente incómoda. Pensaban que era su cita, se le ocurrió mientras todos
empezaron a sonreír e intercambiar “miradas”.
Noah se giró y le tocó el brazo por un breve instante, como para recordarle
que debía moverse.
―Hola todo el mundo, me gustaría que conocieran a la hermana de Jessie,
Lindsey. Está sustituyendo a Jessie hasta que tenga al bebé y vuelva a trabajar.
Su madre dejó caer físicamente sus hombros; ¿esa era decepción? Entonces la
señora mayor pegó una sonrisa en su cara y se volvió hacia Lindsey.
―Hola Lindsey. Es tan agradable conocerte. Oí todo sobre ti de Penny. Soy 123
Elenore Clark.
Lindsey levantó la mano para estrechar la de Elenore después de que llegó a
la mesa.
Elenore era una mujer de baja estatura, y se parecía mucho a Penny, casi
podrían pasar por hermanas. Elenore mantenía su cabello corto y rizado alrededor
de su cara de duendecillo, pero el cabello oscuro firme que parecía ser una marca
de la familia estaba salpicado de gris. Tenía un rostro cálido y fresco. Un poco de
maquillaje, y sería muy atractiva para su edad. Era tan abierta, sociable y
habladora como Penny. Luego estaba el padre de Noah, James Clark. Tenía el
aspecto de Noah, y se elevaba más de metro ochenta, empequeñeciendo a su
diminuta esposa. Eran una pareja adorable. Él sonreía con tanta facilidad como
Noah, y dio una palmada en el hombro a Noah en un afectuoso saludo. Se rieron y
hablaron de negocios.
Después, le presentaron a Pete y a su esposa, una joven asiática llamada
Analise. Ella era una encantadora criatura tímida que mantuvo la cabeza baja y
sonreía a menudo, pero que decía muy poco. Sólo después de escucharla hablar un
par de veces Lindsey supo que hablaba un inglés roto. Conoció al marido de Penny
finalmente, un gregario, pelirrojo, gigante que rompía en sonrisas y profundas
miradas traviesas. No mostraba nada más que afecto y buen carácter bromeando
con Penny y sus hijos. Luego estaba el hermano menor, Jasper, estudiante de
último año en la Universidad Central de Washington donde estudiaba sociología.
También tenía el cabello oscuro, y mucho más corto que Noah, Pete y su padre.
También era más callado que el resto de la familia.
Se sentó junto a Noah, en el centro de la mesa después de que toda la familia
se separó para dejar espacio para ellos justo en medio de la mesa. Incluso los niños
se alejaron. Algunos se quedaron en la mesa, mientras otros se quedaron en la sala
de juego. Sus gritos de júbilo se oían en ecos y chillaban alrededor; bulliciosos y
fuertes desde la mesa familiar. Otra vez, era el tipo de lugar en el que Lindsey,
incluso cuando niña, nunca había cenado.
Observar a Noah con su familia, era esclarecedor y, básicamente, maravilloso.
Le encantaba ver la nervadura constante y las bromas entre los hermanos. Todos
eran tan divertidos con Penny; tolerantes y burlones, pero era obvio que habían
unido sus fuerzas y conspirado contra cualquier cosa y todo el que se atreviera a
molestar a su hermana. El marido de Penny quedaba perfecto en el rebaño. La
conversación rebotaba alrededor, conversaciones sobre los trabajos, así como los
niños de Penny y de los dos hijos de Pete. Hablaron de la universidad de Jasper y
fácilmente incluyeron a Lindsey haciéndole numerosas preguntas inocuas sobre sí
misma. Nunca había sido tratada así. Eran irreverente, pero adecuado. Y más raro
aún, todos se parecían entre sí. Ella no estaba segura de que había estado en un
124
gran grupo de personas, y mucho menos en una familia que en realidad se
gustaran el uno al otro. No parecían querer nada más que una comida compartida
con el fin de ponerse al día sobre las actividades cotidianas de sus vidas.
Y Noah cabía justo dentro adorado por su madre y su hermana, era tolerado
con afecto por su hermano mayor, y admirado con la adoración de su hermano
menor. Jasper, obviamente respetaba la entrada de Noah en cualquier cosa que
dijera. Los niños se revolvían dentro y fuera. La comida era abundante y la gente
agarraba palitos de pan, si querían, mientras los refrescos y la cerveza eran
rellenados con libertad. No se parecía a ninguna comida que Lindsey hubiera
experimentado nunca. Ella estaba sonriendo. Incluso se olvidó de sus habituales
obsesiones de comer con cuidado.
Comió hasta que estuvo demasiado incómoda para moverse. Finalmente se
unió a las conversaciones con mayor facilidad y se animó. No había ninguna razón
para no hacerlo. Ellos estaban interesados en cómo era la Costa Oriente, igual que
lo que estaba haciendo Jessie. También preguntaron si a Lindsey le gustaba la
zona. Había muchas razones para disfrutar de estas personas aparentemente sin
preocupaciones.
Ella captó a Noah mirándola un par de veces. Le sostuvo la mirada, y él
sonrió lentamente antes de que tuviera que apartar la mirada, completamente
confundida de por qué seguía mirándolo.
Se echó a reír con tanta fuerza, que su estómago finalmente se estrechó.
Nunca se había reído tan duro antes, o en público.
Comieron hasta que la comida no fue más que migajas. Los hombres Clark no
dejaron ni un solo pedazo de nada. Comían cantidades asombrosas, y terminaron
lo que las mujeres y los niños no podían.
Finalmente, colectivamente se levantaron, gruñendo de dolor mientras iban al
estacionamiento, donde toda la familia despidió a Lindsey con abrazos y apretones
de manos. Ella no estaba acostumbrada a ser tocada, y con Penny y Elenore
abrazándola era bastante desconcertante. Los hermanos se estrecharon la mano y
todo el mundo le dijo que viniera de nuevo y que se uniera a ellos en cualquier
momento. Ella se quedó mirando en pos de ellos, mientras todos se dispersaban a
sus respectivos coches.
―¿Lista para irte?
Ella se dio la vuelta en silencio hacia la voz de Noah tras ella. Su tono era
siempre tan profundo y tranquilo. Se sentía como un lento y suave trago de alcohol
que calentaba su interior y se derramaba en sus extremidades. Su voz incluso le
125
hacía un cosquilleo en la piel. Había venido aquí con Penny y Noah. Obviamente,
Noah tendría que llevarla a casa ya que Penny estaba con su propia familia.
―Sí. ―Ella se metió en su camioneta. Las sombras jugaban sobre su cara y
desvió la mirada, consciente del profundo remolcador que sentía en el estómago.
Un tirón de atracción. La idea la asustó. Se movió alrededor, incómoda incluso con
el pensamiento―. Tu familia es realmente maravillosa.
―Sí, me gustan. No estaba seguro de que los apreciaras. Son un poco
ruidosos.
―No, no en absoluto. Son divertidos y bulliciosos. ―Eran cariñosos y
amables, y actuaban como humanos reales que tienen sentimientos y emociones.
Algo que rara vez experimentaba con otras personas.
―Siento que asumieran que eras mi cita. No suelo llevar a nadie conmigo a
su encuentro, a menos que sea serio. Y eso sólo han sido un par de veces.
―¿Alguien que yo conozca?
Él le lanzó una rápida y sorprendida mirada.
―No. Una estaba en la universidad, pero se fue después de la graduación; y
la otra era alguien que conocí mientras estaba en la facultad de veterinaria de la
WSU. Salimos durante un tiempo, e incluso se mudó aquí por un año. Pero
simplemente no salió bien. Regresó a Pullman después que nos separamos.
―Nunca he tenido una familia como la tuya. No te puedes imaginar la suerte
que tienes. Mi familia, bien, sabes el alcance de la alegría que compartimos.
―Sé lo de tu padre. ¿Qué pasa con tu madre? Jessie nunca lo dijo realmente.
Aparte de que murió cuando tenía diez años.
Lindsey volvió la cabeza para mirar el oscuro horizonte. Sólo unas pocas
luces rompían la tapa de las estrellas y la noche sin fin.
―Probablemente no recuerda mucho. Yo sí. Tenía catorce años cuando ella
murió. Creo que para Jessie, el general era toda su historia. Hubo tanto dolor
infligido por él, que ella dejó poco para llorar por nuestra madre.
―¿Cómo murió?
―Tomó un pequeño avión de viajero a visitar a mi padre cuando tenía un
discurso en otro estado. Se estrelló. Murió junto con el piloto. Hubo un mal
funcionamiento. Una parte es vaga. Ve tú a saber. Mi padre era soldado, sin
embargo, mi madre murió en un extraño accidente aéreo.
―¿Extraño? ¿Crees que tal vez no fue un accidente?
Ella cerró los ojos y apoyó la frente en la ventana fría. 126
―No lo sé. Solía nunca no dudar de ello, lo veía como un terrible, terrible,
accidente injusto. Pero entonces… ¿qué pasa con ese asunto? ¿Quién fue el padre
de Jessie? ¿Por cuánto tiempo conoció al general? No puedo imaginarlo a él
tomando la revelación muy fácilmente. Ya viste lo que le hizo a Jessie. ¿Qué haría
con una mujer que lo engañó? ¿O que lo humilló? ¿O que lo traicionó de la peor
manera nunca? Él preferiría que muriera en lugar de insultarlo así. Me he
preguntado a lo largo de los años, ¿le habría hecho eso a ella? ¿Contrató a los
pandilleros de un cartel de drogas para secuestrar a Jessie, para no hacerlo él? Si
pudo hacerle eso a una niña a la que crió desde su nacimiento, ¿qué podía hacer
con una mujer que lo engañó?
―Tu padre es la fuente de todo lo negativo para ti y Jessie, ¿no es así?
Lindsey asintió contra la ventana. Dudaba que Noah pudiera verla.
―Sí. Lo es. Me tenía con tanto miedo de que se volteara hacia mí un día y me
tratara como lo hacía con Jessie que me convertí en su perfecta y adecuada hija.
―Fue un buen entrenamiento para el papel de esposa obediente e impecable que
ahora había perfeccionado. Se mordió la lengua para no decirlo en alto.
―¿Cómo era tu madre?
―Era hermosa. Sabes, esa era una necesidad para el general. Tenía que tener
la perfección. Ella era un cruce entre Jessie y yo. Era alta, como yo, pero construida
como Jessie. Tenía el cabello rubio como yo, pero los ojos marrones de Jessie. Era
realmente una belleza rara, y exquisita. También era suave al hablar. Estoy segura
de que eso es lo primero que llamó la atención de mi padre. Fácilmente se permitía
ser el centro de todas y cada una de las conversaciones o situaciones. Ella lo miró a
pesar de su orientación en la vida. Le encantaba hacer fiestas y entretener. Amaba
a Jessie. Creo que eso fue parte del por qué mi padre se enfureció con Jessie
después de que ella murió. Sabía que mi madre la amaba por encima de todo, por
lo que quiso destruirla debido a esa razón. Jessie era su constante recordatorio de
que su mujer se atrevió a engañarlo. Me pregunto quién habrá sido. ¿Con quién se
habrá acostado mi madre?
―Jessie no quiere saberlo.
Noah, por supuesto, lo sabría.
―No. Su cordura consiste en dejar que el pasado se quede muerto. No quiere
saber nada más de él. Pero ¿y tú? ¿Necesitas ese cierre?
Ella soltó un bufido. ¿Ese cierre? Como si no hubiera ninguna respuesta a las

127
bombas que detonaron su vida en pedazos cuando tenía veinte años. No hubo
cierre. Sólo estaba viviendo con ello.
―Dijiste que su favorita era Jessie. ¿Sentiste que te amaba?
―Sí. Sé que lo hizo. Pero siempre sentí que era una decepción. A los catorce,
parecía una locura para mí. Era una estudiante de “A”. Me uní a todos los
programas que pude. Era la flauta estrella de la banda de la escuela. Era perfecta.
No fue hasta años más tarde, y sólo recientemente, que entendí por lo que mi
madre estaba tan decepcionada. Pensaba que me estaba convirtiendo en el general.
Yo era su perro faldero perfecto y obediente. Eso rompió su corazón. Es por eso
que Jessie era su favorita. Creo que mi mamá trató de liberarse del control sobre
ella, y lo mismo hizo Jessie. Yo no. Me abracé a él. Lo anhelaba. Actuaba para tratar
de conseguir más de él. ―Igual que hago con Elliot ahora.
―Todo el mundo responde de manera diferente a las cosas. No hay
vergüenza en tratar de evitar que estuviera decepcionada de ti. Parece una forma
natural de lección que suena como tu extrema necesidad de perfección y control.
Ella apretó el puño y clavó las uñas en su palma. Una forma natural que
nunca había abandonado.
―Gracias por decirlo.
Él se aclaró la garganta y miró por encima, ya que parecía que tenía más que
decir. Encendió el calentador.
―Parece como si todavía hicieras eso, tratar de ser perfecta todo el tiempo.
Tratar es la palabra, porque la mitad del tiempo, no tenía éxito.
―Sí. Sí, lo hago.
―Simplemente parece que tal vez no tienes que hacerlo ahora. No hay nadie
para impresionar. Sólo eres tú. Tienes una gran personalidad, sabes.
Sus palabras la llenaron de alegría. Su magullado y roto corazón a veces se
sentía de alguna manera reparado por sus amables palabras. Si tan sólo eso
pudiera durar. Pero no podía.
―A veces pienso en investigar la muerte de mi madre. Entonces… la
voluntad de hacerlo me abruma. ¿De qué serviría hacerlo ahora? Mi padre murió
hace tiempo. Mi madre murió hace tiempo. El nombre de la familia ya está
empañado y arruinado. ¿Por qué arriesgar más daños a él? Y, además, la angustia
y el dolor que le causaría a Jessie, simplemente no puede ser digno de descubrir la
verdad. Es una verdad que realmente no ayudaría a ninguna persona que todavía
esté viva.
―Excepto que es una verdad; tal vez la necesites saber.
Lindsey cerró los ojos.
―A veces en la mañana, apenas puedo obligarme a abrir los ojos. Pienso en 128
todo lo que estuve tan equivocada. En todas las mentiras que me perdí, y que
escondí. Toda mi vida era una mentira. Y me pregunto, ¿qué sigue? ¿Cuál será la
siguiente mentira que será descubierta?
Noah asintió y una sombra cruzó su rostro mientras los coches a pasaban
toda velocidad. Ella centró su mirada en los faros que separaban la oscuridad
delante de ellos.
―Tú no eres una mentira, sin embargo, Lindsey. Recuerda eso. Creíste lo que
dijo tu padre, porque todos los niños creen en sus padres. Actuaste como se te
enseñó. Una vez más, es muy común. La mayoría de las personas llegan a ser como
sus padres, si sus padres son o no buenos modelos a seguir. Pero ciertamente no es
culpa tuya si no lo fueron. Tampoco debes culparte a ti misma por enfrentar su
extrema personalidad de una manera que te causara el menor daño. Eras sólo una
niña. No fue tu culpa, y no era tu deber proteger a Jessie.
―Lo era. Era mi deber. Y le fallé. ―Como fracaso casi a diario con Elliot. ¿Cómo
se había metido en una discusión tan privada con Noah? Era inapropiado. No
estaba bien hablar de esa manera. Y sin embargo… sus palabras eran como curitas
en sus cortes sangrando. Podría no parar la hemorragia por completo, pero
ciertamente ayudaba.
Las luces de la camioneta alumbraron la clínica y él se detuvo cerca de su
coche. Ella estaba estacionada cerca de atrás, lejos de los clientes. Estaba oscuro en
la parte trasera del edificio, sin siquiera una farola para guiarlos.
El repentino silencio después de que cerró su camioneta fue sorprendente.
―Tengo que tomar un poco de papeleo del interior. ―soltó Noah
inesperadamente.
―Correcto ―dijo ella mientras abría la puerta, reacia a salir. Quería quedarse
alrededor de Noah. El pensamiento la hizo casi extrañar su paso. Le gustaba su
compañía. Sus amables palabras. Su suave, voz profunda. Sus grandes y capaces
manos suaves. Su calma, incluso moderada. Sus chistes. Su sarcasmo. Su familia.
Su rostro.
Él esperó en la parte delantera del capó de la camioneta y el sudor llenó sus
palmas. ¿Por qué estaba tan nerviosa? ¿Tan tímida? Era Noah, por el amor de Dios.
Habían estado trabajando juntos durante semanas, y pasaba más tiempo con él que
con alguien excepto Elliot en años. Y, de repente, ¿se sentía extraña con él?
Él se puso a caminar con ella, y caminó con ella alrededor de la parte
delantera de su oscuro coche. Ella hurgó en todo su bolso por las llaves y él esperó
pacientemente por ella hasta que las encontró. Ella esbozó una sonrisa cuando las
levantó. Entonces, extrañamente, hicieron contacto visual, y ninguno de los dos se
129
movió. Se miraron el uno al otro y lentamente ella bajó el brazo. El aire entre ellos
pareció calentarse como si el vapor hubiera reemplazado repentinamente todo el
oxígeno. Las sombras los dejaban aislados del mundo. Ella trató de tragarse el
nudo ansioso de nervios.
Él levantó su mano de su bolsillo y llevó un dedo a su mejilla. Su voz fue
tranquila y solemne cuando habló.
―A veces, creo que eres la persona más triste que he conocido.
Ella debería haberse torcido lejos. Debería haber apartado la mirada. Debería
haber hecho algo. En cambio, se quedó allí, completamente paralizada. Cautivada.
Atrapada. Una pulsación profunda de sentimientos se agitó en sus entrañas como
reacción a su voz profunda y caliente. Sus palabras. El hecho de que él se fijara en
ella.
No sólo era como la miró, ni habló con ella, sino que pareció darse cuenta de
ella en una forma en que nadie podía. Ella no permitía que nadie llegara a
conocerla o la notara. Pero de alguna manera, Noah lo hacía. Y de repente, todo su
cuerpo estaba apretando con algo nuevo y profundo en una respuesta física a él.
Dios mío, es como si su mano me tocara, no sólo su voz.
―No estoy triste ―susurró ella finalmente.
Su mano se deslizó hasta su mandíbula y le tomó la cara. Ella movió la cabeza
un milímetro más hacia la calidez y la suavidad de su toque. Nadie la tocaba. No
de esa manera. Todo su cuerpo se tensó. Pero no era la tensión que sentía con
Elliot, preparándose para aceptar lo que vendría después, sin importar cuán duro o
hiriente fuera. No, esto era un sensual toque suave, y tierno. Hacía sus entrañas
temblar de placer en respuesta. Con deseo. Quería que su mano permaneciera en
ella.
―Niegas lo que eres. No puedo entender por qué. Pero sé que lo eres.
―Sólo acepto lo que soy.
―No, aceptas lo que Elliot dice que eres.
Sus ojos se quedaron en ella y él dio un paso hacia adelante, medio paso.
Despacio. Su espalda se apoyó en la puerta del coche.
―Acepto lo que es mi vida.
―No tiene por qué ser así.
Ella se quedó sin aliento. ¿Realmente había dicho eso? No, de ninguna
manera. Lo oyó mal. Sus ojos azules miraban los de ella. El calor de su cuerpo la
chamuscaba. Un mareo loco, en espiral de imágenes llenó su cabeza. ¿Por qué dijo
eso? ¿Qué podía significar? Él movió la mano hacia abajo, hasta que tomó su 130
mandíbula, y la mantuvo inmóvil.
Sus ojos estaban puestos en su boca y su corazón comenzó a golpear. Iba a
estallar de su pecho. Sus respiraciones salían a chorros débiles y poco profundos.
Sus piernas temblaban. No. No. Noah no podría querer besarla. Si Elliot alguna
vez lo sabía, le arrancaría las tripas. La golpearía hasta ser un lío intocable y
pulposo. Malditamente la mataría. Lo haría. Sabía que lo haría. Él le prometió que
lo haría. Tenía que respirar. Estaba mareada y sentía que se iba a desmayar. Respira
profundo. Dentro y fuera. Pero… eso no funcionó. Sus labios se separaron y se
levantó sobre sus dedos de los pies ligeramente hacia él. Sólo lo suficiente.
Noah se apartó de ella y ella cayó en el coche. Él se apartó de ella,
volviéndose muy ligeramente para que no se enfrentaran entre sí.
Ella cerró los ojos mientras su corazón se hundía. ¿Era decepción? ¿Anhelo?
¿Alivio? ¿Arrepentimiento? ¿Alegría? ¿Qué?
―Lo siento. No sucederá de nuevo.
Su voz volvió al tono cortante de antes, cuando ella no le gustaba tanto. Él
giró sobre sus talones y se alejó.
Ella pasó una mano por su esternón. El corazón le latía dolorosamente.
¿Estaba teniendo un ataque al corazón? ¿Moriría? ¿Estaría a punto de reventar,
aquí y ahora? O… ¿era verdadera atracción? ¿Atracción sexual? No lo sabía. Nunca
lo había sentido antes y se sacudió. Nunca podría nunca llegar cerca de suceder de
nuevo. Y ella nunca, nunca quería que tal cosa sucediera.
No tenía que ser que él se lo hubiera dicho. ¿Por qué? ¿Por qué le dijo eso?
¿Qué significaba? ¿Y por qué tenía su corazón golpeando y retumbando cada vez
que sus palabras se enroscaban a través de su cerebro?
La cuestión era que su vida tenía que ser así. Su vida y la de Noah dependían
de ello. Porque Elliot nunca la dejaría ir. Y, desde luego, nunca la dejaría ir para
estar con nadie más. La mataría primero. Eso, ella lo tenía muy claro.

131
N
o había forma de evitarlo. Tenía que enfrentarse a ella. Noah
observaba a Lindsey desde la ventana de su oficina mientras ella
estacionaba su coche en su lugar habitual mientras iba alrededor del
asiento trasero por el bolso negro en el que tenía el almuerzo y su monedero.
Sus vaqueros oscuros se estiraron sobre su apretado y agraciado trasero. Era
una maravilla. Plano y liso, la totalidad de su cuerpo era largo y delgado. Sacudió
la cabeza con disgusto. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo podía hacer tal
estupidez, como casi besarla? ¿Y qué si le gustaba tenerla sentada junto a él en la
cena? ¿Y qué si le gustaba verla aflojarse, comer, reír, bromear, e interactuar con los
demás? ¿Y qué si disfrutaba de la sensación de estar cerca de su familia con ella
también? Era ilógico. No eran ni remotamente una pareja, sin embargo, no podía
negar que le gustaba cómo se sentía ella al lado de él. La charla en la camioneta
durante la conducción fue íntima, personal, e importante. Lindsey nunca había
hablado de sí misma antes y, de repente, ahí estaban, en la oscuridad. Parecía tan 132
bien, y tan natural para él querer tocarla.
Y una vez que lo hizo, fue como si su corazón llegara a casa. No podía
entenderlo. Su corazón incluso se aceleró, mientras sus entrañas se estremecían
involuntariamente. No quería nada más que envolverla en sus brazos y sentir su
cuerpo contra el de él. Era sexual, era amistad, era cariñoso. Era… diferente. Algo
que nunca había sentido antes. En todos los besos y los juegos preliminares que
había compartido con sus citas, nada podía sacudirlo tanto como apenas tocar la
cara de Lindsey. Técnicamente, Lindsey y él no habían hecho nada, pero sentía
como si hubieran hecho todo. Le parecía como si hubieran cruzado la línea de
amistad anoche. ¿De la amistad a qué?
Mierda. ¿Era esto de lo que Penny estaba hablando? ¿Qué los sentimientos
eran tan “diferentes”? Sentimientos que nunca había podido entender cuando
Penny los describió antes. Esto era… ¿el amor? ¿Se estaba enamorando de Lindsey
Johanson?
Se apartó de la ventana y se puso de pie, lanzando su pluma. No. No había
manera de que pudiera enamorarse de una mujer casada. No hacía cosas por el
estilo. Era una persona decente. Una persona moral. Un cristiano. No era el tipo de
persona que se enamoraba de una mujer casada. Ni siquiera se besaba con mujeres
casadas, y prefería no iniciar la práctica.
Su corazón empezó a latir de manera irregular, y gotas de sudor de repente
surcaron su frente. No. Simplemente se sentía… atraído por Lindsey. Por supuesto
que lo estaba; era hermosa. Como una de esas mujeres con la que los hombres sólo
podían fantasear. No era su culpa, y no era raro desearla. Era normal que deseara
tenerla.
Sí, eso era. Simplemente deseaba a una hermosa mujer que estaba a su
alrededor tan a menudo. Era sólo una atracción animal. Con la que se podía lidiar
fácilmente. Caracterizada fácilmente. Se burló de sí mismo. ¿Enamorado? ¡Sí, claro!
De una mujer casada quien muy claramente le tenía devoción a su marido. Era un
burro por casi haberla besado anoche, pero eso fue todo. Fue un momento, uno en
el que fácilmente se dejó llevar por la forma en que ella lo miró con esos ojos azules
llenos de líquido que casi ahogaron su alma. Así que, por supuesto, el momento
fue un poco intenso. Su reacción no fue tan inusual para un hombre con una mujer
atractiva. ¿No era ese el problema con los hombres y las mujeres? ¿Qué no podían
evitar su naturaleza biológica y química, incluso cuando no se deseaban
mutuamente?
Sí, eso era. Después de todo, una vez se sintió atraído por Jessie también. La
besó. Más que la besó en algunas ocasiones, aunque Will no necesitaba saberlo
nunca. ¡Pero mira ahora! Hermano y hermana. Mejores amigos. Sin la atracción
sexual. Era una ciudad pequeña y pocas mujeres tenían el tipo de mirada que Jessie
133
y Lindsey. Simplemente estaba reaccionando a eso. Sí, eso tenía que ser. Y perdón,
el momento había ido un poco demasiado lejos, pero no significaba nada. No tenía
que significar nada.
Rodeó su escritorio, con la intención de asegurarse de que Lindsey se diera
cuenta de eso también.
Ella estaba poniendo sus cosas en la sala de descanso. Tenía una pequeña
nevera, microondas y una mesa con fregadero. Cuando él entró, ella estaba
colgando su abrigo y rebuscando alrededor de su bolsa. Se puso rígida cuando lo
oyó y se volvió hacia él lentamente.
―Lindsey. ―Asintió, manteniendo su tono normal e incluso, la forma en que
normalmente saludaba a cualquier empleado.
Un rubor se apoderó de sus mejillas y ella bajó la mirada.
―Hola Noah.
Él se aclaró la garganta. Bien, eso era demasiado torpe. Era del tipo torpe
como un pedo en una concurrida y tranquila habitación. Era como estar desnudo
en su torpe reunión de secundaria.
―Entonces, ah, tengo un gato que vendrá con un absceso. Creo que terminará
necesitando ser irrigado. Así que no programes nada después del almuerzo.
Ella asintió.
―Oh, sí. Correcto. Está bien.
Corriendo alrededor de él, ella se dirigió hacia su escritorio. Él la siguió con la
mirada hasta que la puerta se cerró, obstruyendo su visión. Mierda. Eso no lo
solucionaba.
Él se arrastró a la sala de espera, donde más de la mitad de su relación había
tenido lugar. Ella estaba ocupada revolviendo papeles y escribiendo en la
computadora. Por lo menos, ahora parecía saber lo que estaba haciendo.
―Mira, anoche fue sólo una cosa accidental. No significó nada. No ocurrió
nada. Espero que puedas olvidarlo también.
Ella se quedó inmóvil, luego empujó lentamente los hombros hacia atrás
mientras tímidamente metía un trozo de cabello detrás de su oreja.
―¿Olvidarlo?
Él odiaba eso. Se sentía nervioso. ¿Qué lo ponía tan nervioso? Nada. Nunca se
sentía intimidado como un colegial, y sin embargo, ahora lo estaba. Apenas podía
mirarla. 134
―Sí, olvídalo.
Ella silbó en el aire.
―Está bien. Está olvidado.
Ella volvió a sus quehaceres, pisando fuerte hacia la máquina de café. ¿Qué
demonios? ¿Estaba enojada? Él simplemente estaba señalando la verdad y tratando
de hacer las cosas menos torpes. ¿Y eso la hacía enojar?
―A menos que… fuera algo.
Ella se puso rígida y se dio la vuelta.
―¿Qué?
―Bueno, pisoteando por allí pareces querer quitar la cubierta de mí, así que
sólo es una sugerencia, a menos que quisieras que fuera algo.
Ella lo miró y se dio la vuelta para medir las tazas de café.
―No hice nada por el estilo. No pisoteé.
―Sí, lo hiciste. Pisoteaste totalmente.
―Totalmente no lo hice.
―El suelo casi se estremeció con el peso de tus pisadas.
Ella puso los ojos en blanco.
―¡Oh, Dios mío! Ese es el argumento más estúpido. Me niego aceptar eso.
Ella empezó a pasar por delante de él, y él la agarró del brazo sin pensar.
―Oh, así que eso tendremos. Me niego a que vuelvas a ser tan malditamente
rara como actuaste cuando llegaste aquí.
Ella bajó la mirada hacia su mano, que estaba cerrada por encima de su
bíceps. Sus ojos brillaron hacia él.
―No fui rara. Estaba nerviosa. Tal vez fue porque eres como el trasero de un
caballo para trabajar.
―¿Trasero de caballo? ¿Me estás tomando el pelo?
―No, sólo puedes besar el mío, mientras que estás en ello.
Su respiración se incrementó con su ira, haciendo que sus fosas nasales se
abrieran. Se sentía como si debiera gruñirle.
Ella era tan aficionada a las analogías con animales.
―Yo sí puedo encontrarlo. Pero el palo está tan adentro, que hace que sea
difícil de localizar. 135
Sus ojos lanzaban dagas con la mirada.
―Jessie no puede tener ese bebé lo suficientemente pronto, ¿no?
―No, no puede. Por lo menos, ella no se vuelve totalmente irrazonable de
cada pequeña cosa que sucede.
―¿Sabes cuán retorcido es escuchar que la prefieres a ella que a mí?
―Es menos retorcido que contestar tu celular quince veces al día. “Oh, nene,
no puedo ir a mear sin que lo sepas”. Quiero decir, ¿por qué Elliot iba llamar con
tanta frecuencia? Nadie podría tener mucho que decirle a su mujer cada hora.
Sus ojos se agrandaron y su boca se abrió con enojada incredulidad.
―No, me extraña que seas prácticamente de mediana edad sin haber
encontrado nunca una mujer. ¿Quién demonios se molestaría contigo? Eres
demasiado alto de todos modos. Usas ropa como de un chico de trece años, que no
quiere vestirse para la iglesia. Y por el amor de Dios, ponte de pie con la espalda
recta. Te encorvas tanto, que serás jorobado antes de que cumplas los cuarenta. Lo
cual no está demasiado lejos, ¿verdad?
―Wow, eso es realmente dejarme tenerlo, insultarme con mi edad. ¿Y ahora
qué, Lindsey? ¿Planeas decirle a mi mamá que te molesté? Oh, espera, no, tendrías
que obtener el permiso de Elliot primero, ¿no? Así es como funciona, ¿verdad? Tú
se lo preguntas. No, ruegas y luego dejas que decida lo que debes o no debes hacer.
Por lo menos, yo actúo con mi edad y no como una adolescente asustada con
demasiado miedo para entrar en una habitación oscura.
Ella contuvo el aliento.
―¡No tienes derecho!
―Oh, sí; Tengo todo el derecho. Has sido un desastre incompetente tímido la
mayor parte de tu tiempo aquí. Sólo lo toleré por respeto a Jessie, no por ti.
―¿Jessie? Tú fuiste el que casi…
Sus cejas se alzaron.
―¿El que casi qué? ¿Qué casi hice?
Ella retrocedió un paso.
―Nada. Tengo que volver al trabajo.
Ella comenzó a dar vueltas alrededor y él la agarró del brazo. Ella se
estremeció y trató de quitárselo de encima.
―¿Por qué no actuamos como de nuestras edades y lo discutimos?
―No. No es nada, ¿me oyes? No hay nada que discutir. Y casi nada pasó. 136
El pánico en su voz le hizo hacer una pausa. Santa. Mierda. Las lágrimas se
desbordan en sus párpados. Él la soltó.
―Por favor, no pasó nada. Es importante que entiendas eso.
Él la miró fijamente, con la boca caída en completo asombro. No era sólo su
culpa que fuera casada y compartiera un momento raro entre ellos que hacía que
Lindsey actuara de manera extraña. ¿Qué era lo que pasaba con ella? ¿Lo que la
hacía temblar y por qué tenía pánico?
Él asintió, finalmente.
―Entiendo. No pasó nada.
Un aliento se escapó de sus pulmones.
―De acuerdo, bien. Ahora…
Sus ojos se agrandaron y sus pensamientos se detuvieron. Noah se volvió
para ver lo que podría hacerla actuar como un ciervo encandilado por los faros de
un auto. Penny. Penny estaba allí de pie, con la cabeza alternando entre ellos y sus
grandes ojos llenos de sorpresa y, sin duda, de curiosidad. Un ensordecedor
silencio colgó entre los tres. Noah finalmente levantó las cejas y se aclaró la
garganta para estimular a su hermana a entrar. No había duda de lo que había
extraído de la discusión de la que había sido testigo.
―Oh, eh, hola chicos. Vine para decir lo bien que todo el mundo tuvo un
gran momento; y todos esperan que te unas a nosotros otra vez pronto, Lindsey.
Lindsey se negó a encontrarse con la mirada de Noah. Murmuró:
―Claro. ―Antes de desaparecer en la parte posterior de la clínica.
Escondiéndose, sin duda.
La mirada de Penny se volvió hacia Noah y sus brillantes ojos ardían feroces,
casi con enfermiza curiosidad.
―¿Qué fue eso?
―Eso no fue nada. Un malentendido que acabamos de aclarar. ―Él pasó
junto a su demasiado interesada hermana y agarró una tabla de la plataforma,
esperando que su hermana cambiara de tema, o tal vez incluso se fuera si no le
hacía caso. No necesitaba la tabla, pero sirvió como excusa.
―¿Noah? Eso era algo más que un simple argumento. Había matices
extremos allí. ¿Realmente qué sucedió?
Él suspiró y se pellizcó el puente de la nariz.
―No lo sé, ¿de acuerdo? Fue extraño. Incluso para mí, y no sé cómo empezó.
137
Nunca sé cuándo Lindsey se pone tan intensa, o por qué actúa de esa manera. Sólo
déjalo, ¿de acuerdo? No hay nada más que decir.
―¿Que lo empezó?
Los intensos sentimientos lo sorprendieron, igual que casi puso su corazón en
llamas.
―Un momento incómodo ayer por la noche, nada más. No ocurrió nada.
Nada pasará tampoco.
Penny, que sorprendentemente no saltó sobre él, asintió en silencio. Puso su
mano en la suya y él levantó la vista hacia el toque suave.
―Ella no es feliz en su matrimonio. Lo que piensas que es, felizmente casada,
no existe. Anoche, sin embargo, ella estaba realmente feliz. Con nosotros.
Hablando. Comiendo. Riendo. Era feliz. Así que, tal vez, Noah, hay más en la
historia, y más debe estar sucediendo.
A él le sorprendió que Penny pudiera captar todo eso. Y no estaba
bromeando o haciendo chisme. Sus ojos estaban llenos de calidez y comprensión.
―No habrá más, Pen. Tienes que dejarlo ahora.
Ella asintió.
―Me gustaría que no lo hiciéramos. Creo que nos necesita.
―Podría hacerlo. Pero eso es para que ella lo decida. Y te puedo garantizar
una cosa, no decidirá eso. Nunca.

* * *

Lindsey se pegó una mano sobre su corazón, mientras esperaba que no fuera
a estallar saliéndose de su pecho. Pegó la cabeza contra el armario hasta que su
involuntario temblor comenzó a disminuir. ¿Por qué quería discutir con Noah? Él
le ofreció una rápida salida, fácil y cómoda, de lo que casi pasó anoche. Podría
simplemente haberlo ignorado y barrido bajo la alfombra. Podría no haber sido tan
extraño y terrible entre ellos… pero, no podía aceptar eso. Oh, no. Pisoteó lejos de
él como una alumna de sexto grado que era abandonada en el lugar por su mejor
amiga. Se burló de Noah por tocar el tema con ella. Quería gritarle. Y más extraño
aún, le había gritado. Le sorprendió saber que todavía tenía muchas palabras
desagradables para decir. A menudo pensó que habían sido olvidadas en su
obediente subordinación hacia Elliot. 138
Suspiró y no le gustó excusarlo de lo que pasó como si no fuera nada. Para
ella, era todo. Era un gran momento y no podía recordar haberlo tenido con
ningún otro hombre, sin duda nunca con Elliot. Era verdadera pasión. Se estaba
olvidando temporalmente de dónde estaba y quién era, pero se sentía muy
contenta de que era la persona que, en ese instante, compartiera ese momento.
Era una cosa tan horrible la que casi hizo. Noah no se merecía tener esos
juegos sobre él. Y no podía imaginar lo que Elliot le haría si se enterara. Así que,
¿por qué iba a arriesgarse a tal cosa? Y, ¿por qué Noah se quedaba atrapado con
ella como ella con él? No podía gustarle. No había manera. Él sabía que ella era
prácticamente incapaz de escribir su propio nombre, y de repente, ¿quería besarla?
No parecía posible.
Enderezó los hombros y cambió su peso. No podía seguir sentada allí,
escondiéndose. Tenía que salir y hacer su trabajo. Con limitados, últimos días
rápidamente pasando, se negaba a perder un minuto, o dejar de trabajar. Actuaría
como cualquier profesional y olvidaría todo esto.
E
lla se las arregló para pasar a Noah con una sonrisa bastante
agradable, y él asintió. Su insulsa expresión estaba de vuelta en su
lugar, y por lo tanto, estaban de vuelta en nada. Excepto ser
agradables. Al menos podía respirar de nuevo y llevar a cabo los deberes de los
que se sentía cada vez más orgullosa.
Hizo todo eso durante siete gloriosos días más, hasta que levantó la vista el
octavo día, y ahí estaba parado Elliot.
Su boca se abrió, sus ojos se agrandaron y su corazón casi se detuvo. Mierda,
¿qué estaba haciendo aquí? ¿Cómo? Y… ¿qué iba a hacer con ella ahora que la había
atrapado? Llevó una mano a la jamba de la puerta para evitar que sus piernas
temblaran. Él no la había visto todavía. Estaba escondida detrás de la esquina.
Él miraba alrededor, con el desdén claramente grabado en su rostro. De pie
erguido, con la espalda recta y el peso equilibrado perfectamente en sus dos pies,
llevaba un traje a rayas de color gris, una camisa impecable de color blanco
139
quebradizo debajo, y un chaleco verde-gris moteado. Su cabello castaño estaba
peinado hacia el frente. Parecía ser un hombre que podría estar delante de
cualquier persona, ya fuera un político, consejero, delegado, o cualquier otra
persona en el mundo, y convertirse en el modelo más imponente y al mando de la
humanidad. Su voz era siempre suave y baja, como con miel en la lengua. Siempre.
Incluso cuando estaba encima de ella, golpeándola, lastimándola, pateándola,
quemándola, ahogándola o encerrándola en su habitación; hablaba siempre con la
misma voz de barítono bajo. Debería haber sido relajante y maravilloso para sus
oídos. Debería haberle traído sentimientos de consuelo y de amor, no de un miedo
espeluznante que la paralizaba.
¿Qué podía hacer? ¿A dónde podría ir? Él tenía que saber que estaba aquí, de
lo contrario no estaría parado allí. Miró a su alrededor, pero no vio ningún escape.
Y aunque lo lograra, sólo haría que cualquier castigo que le esperara fuera mucho
peor.
Con un profundo suspiro de coraje, salió de la habitación que la ocultaba.
Apretó los puños mientras se tragaba el nudo de miedo que se alojaba en su
garganta.
Él se volvió completamente hacia ella cuando la oyó dar un paso adelante.
Sus claros ojos grandes y verdes se redujeron a los suyos. Siguieron la línea de su
cuerpo, de su camiseta púrpura y de sus informales jeans hasta los zapatos negros
que llevaba, antes de que sus labios se curvaran con disgusto.
―¿Qué hiciste? ―Su tono era tan suave como la seda, como un locutor de
deportes. Pero su rostro tenía una expresión asesina.
―Yo…
―Lindsey, ¿dónde está…? ―preguntó Noah mientras se acercaba caminando
detrás de ella, justo en el momento exacto en que ella abrió la boca para contestarle
a Elliot. Noah dejó de hablar cuando notó su postura congelada ante el extraño en
la entrada―. ¿Lindsey? ―La voz de Noah la sacudió tanto como si realmente la
hubiera tocado.
―Sí, eh, sí, Dr. Clark. Este es Elliot. Mi marido. Sólo estaba recogiendo unos
papeles para Jessie mientras está en cama. ¿Podría por favor conseguirlos por mí,
Dr. Clark? ―Se volvió hacia él y su boca se abrió por su apresurada, mal
preparada y mal ejecutada presentación. Su cabeza giró hacia Elliot, quien seguía
mirando fijamente hacia ella. Podía sentirlo. Sus ojos golpeando, no, perforando la

140
parte posterior de su cabeza. Elliot odiaba todos los aspectos de este escenario.
Cómo se veía. Cómo hablaba en un tartamudeo incomprensible de estupidez.
Cómo trabajaba en una clínica veterinaria a solas con el Dr. Clark. Si Noah no
captaba su mensaje, el que intentaba comunicarle de forma tácita a través de sus
suplicantes ojos, temía estar muerta para mañana.
Noah la miró y su boca se movió hacia abajo en un gesto profundo. No sabía
qué pensar de esto. O de ella.
―¿El papeleo, Dr. Clark? ―repitió ella.
Él asintió lentamente.
―Ah, claro, el trabajo de Jessie. Sí, iré atrás y lo traeré. ―Miró detrás de él―.
Es un placer conocerlo, Sr. Johanson.
La mirada de Elliot era fría y su expresión en blanco. ¿Qué estaba
imaginando? ¿Qué estaría pensando? Ni siquiera podía imaginarlo.
―Sí, Dr. Clark. Tenía curiosidad en cuanto a lo que mi esposa estaba
haciendo aquí.
Lindsey intentó tragar el huevo de ganso atrapado en su garganta.
―¿Cómo… cómo supiste que estaba aquí? Vengo con muy poca frecuencia.
Apenas un par de veces a la semana para recoger el trabajo de Jessie.
Noah sacudió la cabeza y murmuró mientras salía para ir al final del pasillo.
―Sabía el nombre del veterinario donde Jessie trabajaba, pero no estaba
seguro de cómo llegar a su casa. Estaba planeando sorprenderte.
―Oh. Correcto. ―¿Sorprenderla? Sí, claro. Era más para ver si podía atraparla
haciendo algo “malo”. ¿Sabría algo? Si supiera la verdad y la atrapara mintiendo al
respecto, reaccionaría mucho peor que si ella le pidiera clemencia. Pero si no sabía
nada, entonces decírselo sería como cometer suicidio.
Su respiración dolió mientras la expulsaba de sus pulmones. No podía hacer
esto. No podía enfrentar a Elliot. No era tanto su enojo como lo que sabía que haría
con ella. No debería haber venido aquí. Tener tanto tiempo de lujo, libre de Elliot,
debió haberla hecho imprudente. Eso la hizo olvidar temporalmente lo que se
sentía ser débil, y estar mal y asustada. Tenía que vivir como si un arma cargada
estuviera constantemente dirigida y lista para dispararse en su sien. Ese era el
ambiente en su casa. Así era como se tomaban las decisiones. ¿Qué podría evitar
que Elliot apretara el gatillo ahora?
Estar allí, lejos de Elliot, con su hermana, Will y Noah, la había debilitado y la
había vuelto suave. Se había permitido olvidar. Pero ahora se sentía mucho peor
volver a eso. Era como tener hormigón vertido en sus pies. No podía enfrentarse a
seguir adelante con Elliot. No podía hacer eso. Tuvo el impulso de dar media
vuelta y correr detrás de Noah. Se lo podría decir y seguramente le ayudaría. Sabía 141
que lo haría. Él evitaría que Elliot se la llevara de vuelta y le hiciera daño. Llamaría
a la policía y tal vez incluso haría que Elliot fuera arrestado. Una palabra. Un grito.
Una lágrima. Algo de eso, y Noah la salvaría.
Pero… ¿por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo podría salvarla? ¿Una semana?
¿Un mes? ¿Un año? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que Elliot fuera libre de
nuevo para encontrarla? Y eso sería sólo si Elliot realmente se metía en problemas
por abusar de ella. No había ninguna prueba. Ella no tenía foto de sus heridas. No
había informes policíacos. No había testigos. No había nada excepto su palabra
contra la de Elliot.
¡Por no hablar de lo que Elliot le haría una vez que la encontrara de nuevo!
No importaba lo que cualquier persona pensara o dijera para tranquilizarla, no
tenía ninguna duda que la encontraría. Se lo había prometido en más de una
ocasión.
Se humedeció los labios y trató de aceptar que no había escapatoria. Se había
dado cuenta de eso hacía varios años, pero logró olvidarlo durante las últimas
semanas y fingir que había una salida. Ahora él estaba de regreso y los grilletes
estaban de nuevo en su lugar.
―Ven aquí, Lindsey. ―Asintió mientras corría alrededor de la mesa.
Lágrimas se escurrían por su cara y se las limpió. Él tocó sus mejillas―. ¿Lágrimas?
Ella le sonrió y asintió.
―Te extrañé, Elliot. Al verte ahora no sé cómo logré estar lejos de ti durante
tanto tiempo.
Su expresión no se ablandó, pero asintió lentamente.
―No sé cómo te lo permití tampoco.
Deslizó la mano de su mejilla a su cuello y tomó la parte posterior de su
cabeza mientras la empujaba hacia él. El agarre de sus dedos era el de un tornillo
en un banco. Ella levantó la cara y él puso sus labios sobre los suyos.
No hubo alejamiento mientras sostenía su cabeza completamente inmóvil.
Sus dedos se presionaron en su vena yugular, aplicando la presión suficiente para
darle una sensación de asfixia. Ella sabía que no debía pelear contra él. Cerró los
ojos y se concentró en respirar dentro y fuera por la nariz a pesar de los duros
labios húmedos moviéndose sobre los suyos.
Un carraspeo detrás de ella. Noah. Apretó los ojos y su vergüenza fue
evidente. No quería que Noah la viera así. Elliot quitó la cara antes de apoyar la
frente de ella en su hombro. No podía soportar la idea de enfrentarse a Noah. O a
Jessie. O a Will. No quería que la vieran como “Lindsey de Elliot”. No después de
haberse establecido como simplemente Lindsey. 142
Cuando Elliot liberó la presión en su cuello, se volvió lentamente. Noah
estaba de pie detrás de su escritorio temporal. Sus ojos brillantes, azules estaban
nublados por la confusión. No sabía qué hacer con esto. Su mentira. Sus extraños
gestos. Él había olvidado demasiado rápido que así era como por lo general se
comportaba.
―Aquí está el material para Jessie.
Ella asintió y dio un paso hacia adelante para tomarlos. Él los sostuvo por un
segundo y su mirada invitó a la suya. Buscaba consuelo en ella y quería que le
asegurara que estaba bien. Quería saber por qué estaba mintiendo. Ella esbozó una
pequeña sonrisa forzada, como diciendo “claro, estoy genial”.
Este era todo su comportamiento normal.
―Gracias, Dr. Clark ―dijo, añadiendo con un gran riesgo―, por todo. Sé que
Jessie aprecia todo lo que hizo y está haciendo por ella.
Noah la miró por un prolongado momento. Luego asintió mientras le
entregaba el montón de papeleo. La mayor parte tenía que ser falso. Algún día,
esperaba encontrar una manera de agradecerle a Noah por hacer eso.
―Sí, sé cómo Jessie aprecia trabajar aquí. Es bueno para ella. Espero que
recuerde eso. Quiero decir, por supuesto, después de que nazca el bebé. ¿Le
podrías decir eso?
Los ojos de Lindsey se llenaron de lágrimas. Sonrió y bajó la mirada al suelo.
Él sabía lo que quería decir. Ella sabía lo que él quería decir. Nunca debió dejar que
estuviera lo suficientemente cerca como para compartir mensajes en código. Todo
era demasiado peligroso.
―Lo haré ―respondió Lindsey cuando se volvió y le sonrió a Elliot,
diciendo―: Vamos.
Elliot miró a Noah, pero asintió y le tomó la mano. Ella sintió el agarre
innecesariamente apretado alrededor de sus dedos, pero no se atrevió a decir nada.
Él estaba furioso. Ella no estaría bien. Tal vez nunca más.

* * *

Noah miró a Lindsey ser casi arrastrada detrás de la figura formidable que
era su esposo. Él la depositó en el lado del pasajero de su elegante, negro y
alquilado Porsche. No había nada sutil en el hombre. Era tan imponente como un 143
agente del FBI que llegaba al campo. O como un espía secreto de la CIA, dirigiendo
una operación encubierta. En cuestión de unos pocos segundos, tenía a Lindsey de
vuelta a la extraña mujer torpe, falsa, formal, incompetente e insegura que había
sido la primera vez al llegar allí.
Noah pasó alrededor de la mesa y se acercó a las ventanas de la fachada. Ella
no se veía bien. Su expresión era sombría y temible. El hombre se metió en el
asiento delantero. Estaba hablando. Rápidamente. Ella tenía la cabeza baja y
asentía con frecuencia. Algo frío y extraño se sacudió a través de él. ¿Por qué había
mentido tan rápidamente y tratado de encubrir lo que estaba haciendo allí?
Miró hacia atrás. Por suerte, su bolsa con su almuerzo y otras reveladoras
señales de trabajo habían sido dejadas en la sala de descanso. Ella había dejado su
bolso y coche detrás. ¿Incluso habría registrado eso con su extraño marido?
Se dejó caer en el sofá que corría a lo largo de la sala de recepción. ¿Ella
estaría bien? No lo parecía. El hombre lucía enojado y letal de una manera que
nunca había experimentado antes. Era tan frío, como un zombi invadiendo su
clínica, dejando un escalofrío colgando alrededor de su muerto espíritu sin vida.
Sacudió su cabeza. ¿A dónde diablos estaba llegando con esto? No solía ser
propenso a los celos, mucho menos a sentir aversión por alguien sin ninguna razón
real. Se pasó una mano por la cara. Pero… odiaba a Elliot Johanson. Lo hacía. No
había una sola amabilidad, cuidado o cosa decente en él. Y había arruinado a
Lindsey. Al instante había transformado a la bella, capaz, compasiva y dulce mujer
que había conocido hacía cinco años en Carolina del Norte, a la que sólo
recientemente había revivido. Elliot la convertía automáticamente en el frío
maniquí sin sentido que había sido la primera vez en llegar allí.
Apretó los puños. Estaba casada. Sabía eso hacía cinco años, cuando por
primera vez sintió un intenso destello de atracción por ella. Lo había ignorado, sin
embargo, porque sólo habían sido presentados de pasada y porque ella estaba
casada. No consideró que fuera mucho más allá de eso, ni aún en todos los años
que Jessie discutía sobre su hermana con él.
Pero ahora sentía algo por ella y no había forma de negarlo. La pasión y el
cuidado feroz que la motivaba de forma independiente a ayudar a Tessa, le
recordaba que tal vez realmente era una ex oficial del Ejército de EE.UU.
Pero en cuestión de cinco segundos o menos, Elliot la había codificado y
hecho caer sobre sí misma para complacerlo. Noah se quedó allí, sintiéndose
sacudido antes de vagar de nuevo hacia los animales que estaba atendiendo y a los
suplementos que necesitaba volver a ordenar. Pero en cambio, lo único que podía
pensar era en su cuerpo largo y delgado apretado contra él con su boca sobre la 144
suya en un beso profundo y caliente. Su beso con Elliot era abiertamente sexual; al
menos, eso fue lo que le pareció a Noah. Elliot parecía tomar completo dominio
sobre ella, en cuerpo y alma. Tal vez… tal vez ella estaba de acuerdo con eso. Pero
de alguna manera, no lo creía.

* * *

―¿Qué pasará con mi coche? ―Lindsey miró sus manos entrelazadas


mientras se lo preguntaba a Elliot. Tenía que decir algo, cualquier cosa para quitar
el borde de frialdad en el coche. ¿Él lo sabría? Y si era así, ¿qué sabría? ¿Estaba
enojado? ¡¿Qué sabía?! Su cerebro seguía gritándole. Su respiración era corta,
saliendo agitada y con poca profundidad, y estuvo a punto de hiperventilar. ¿Qué
sabía él?
Lo peor de todo, ¿por qué no se lo revelaba? Permanecía extrañamente frío,
sin una palabra de burla hacia ella. Había preguntado por Jessie, por Will. Ni
siquiera había hecho comentarios sobre el montón de papeles que ella aferraba
desesperadamente en su regazo. ¿A dónde la llevaría? ¿Qué querría hacerle esta
vez?
―Haremos que alguien de la agencia de alquiler lo recoja.
Se mordió el labio. Correcto. Los gastos nunca eran un problema para Elliot.
Quisiera poder disfrutar del lujoso estilo de vida que tenían, pero simplemente no
podía, porque, después de todo, él tenía un plan. Uno muy bien pensado y que
pronto sería ejecutado. Planeaba todo, incluso la forma en que debía vestirse,
dónde debían vivir, y lo mucho que podrían permitirse de su presupuesto
mensual. Ciertamente no quería parecer un político rico, sin idea, fuera de
contacto, sino llenar el tanque de posibilidades para el cargo político que buscaba.
―Me alegro de que estés aquí. Pero, ¿por qué no me dijiste que ibas a venir?
Él deslizó una mirada de reojo hacia ella.
―Decidí que tenía que ver por mí mismo lo que estaba pasando aquí. No me
gusta que estés tan lejos de mí. Delegué las últimas especificaciones para el hotel a
alguien en quien confío. Nos quedaremos esta noche y mañana nos iremos a casa.
Ella volvió la cabeza hacia la ventana para que no pudiera ver su mueca de
decepción. Cerró los ojos con fuerza para contener las lágrimas. Dios, no. Un día
más. Y entonces todo habría terminado. Ni siquiera podría ver nacer a su sobrina.
Por otra parte, no era como si pudiera esperar tener algún tipo de relación con su
sobrina. No podría exactamente invitar a sus hijos a venir a visitarla a ella y al tío
Elliot, ¿no? Y después de esta temporada, ¿con qué frecuencia Elliot le permitiría
145
volver? No lo haría. Tan simple como eso. Sólo había accedido esta vez debido a
un conjunto anormal de circunstancias, lo que podría nunca volver a ocurrir.
―¿Lindsey? Confío en que eso esté bien.
Ella respiró fuerte y pegó una sonrisa en su rostro.
―Claro. Por supuesto. Espero con interés volver a casa.
―Supongo que tendremos que quedarnos con tu hermana, aunque no me
gusta.
―Ayudaría mucho a conseguir una buena promoción de su parte. Después
de todo, necesitamos el apoyo de Will. Sabes lo popular que es.
Elliot frunció los labios.
―Sí. Supongo. Nunca me contestaste; ¿por qué te ves de esa manera?
Ella retorció los dedos.
―Prefiero no vestirme formal cuando no estás allí para apreciarlo. Es una
pérdida total para estas personas. Verás el tipo de persona que son los de por aquí.
Y además, eres el único al que quiero volver a impresionar un poco, así que
supongo que quería ahorrármelo para ti.
Le gustó su respuesta y no era frecuente que ella lo complaciera. Una sonrisa
se cernió sobre sus labios.
―Este es un lugar horrible. ¿Por qué elegirían vivir aquí?
Ella asintió con entusiasmo, casi llorando porque le hubiera gustado lo que
decía. Tal vez incluso podría evitar ser golpeada por verse de esa manera y estar en
la clínica veterinaria. Ahora, todo lo que tenía que hacer era entrar en la casa antes
que él. Esperaba que Jessie y Will le siguieran la corriente en su historia de que
había estado fuera recogiendo el trabajo de Jessie del Dr. Clark.
Pronto se detuvieron en la calzada de su hermana. Ella se quedó mirando la
casa como si la viera por primera vez. En una hora, toda su vida había cambiado,
por culpa de Elliot, como de costumbre. Hasta ahora, sin embargo, él parecía casi
afable. Tal vez realmente había aceptado su explicación de pasar tiempo allí. Si
simplemente estuviera bien con todo esto y dejara que sobreviviera al viaje, estaría
encantada de dejar todo atrás. Nunca actuaría de esa manera otra vez. Nunca haría
este tipo de cosas peligrosas de nuevo. Cerró los ojos y en silencio le rogó a Dios
que dejara que se saliera con la suya. A cambio, se comprometió a nunca hacer
nada tan horrible ni más o menos arriesgado de nuevo, como pasar tiempo con
Noah.
Sacudiendo la cabeza, salió del coche. Tenía que llegar primero. Tomó el 146
papeleo, agarrándolo como si fuera el Santo Grial. Era su única oportunidad de
sobrevivir a su viaje. No era ingenua y sabía lo estresante que los próximos
minutos serían para su salud física y mental.
Entró por la puerta y Jessie se incorporó de donde yacía en el sofá. La
televisión estaba encendida.
Jessie todavía refunfuñaba diariamente sobre su restringida actividad y dieta.
Se había convertido en la broma favorita de Lindsey y Will para reír a sus espaldas.
Sin embargo, siempre le prometieron que tomarían sus preocupaciones tan en serio
como lo hacían con sus otros problemas.
―Lindsey, ¿qué pasa? ¿Por qué estás…?
―Tengo tu papeleo, Jessie. Ya sabes, ¿las cosas por las que me enviste a la
ciudad? ―dijo mientras movía la pila hacia Jessie, usando una mano―. ¡Elliot está
aquí! ¿No es una coincidencia que me encontrara con el Dr. Clark cuando me
estaba dando tus cosas?
Los ojos marrones de Jessie casi se cruzaron cuando se volvió con una mueca
y miró a Lindsey, quien leyó de inmediato un “¿qué diablos?” en su rostro. Agarró
la mano de Jessie y le suplicó en silencio que entendiera. Entonces Elliot entró por
la puerta principal. La cerró con un suave clic detrás que envió una extraña oleada
de adrenalina por todo su cuerpo. Necesitaba esto. Necesitaba que Jessie captara
esto.
―Oh, wow. Eso es extraño. Eh, gracias por conseguir todo esto de Noah.
―Jessie se levantó poco a poco, su estómago casi contoneándose hacia Elliot―.
Hola, Elliot. Me alegro de verte.
―A ti también, Jessie. ¿Cómo va el embarazo?
La sangre corriendo a través de los oídos de Lindsey le impidió escuchar la
respuesta. No oyó nada de su forzada conversación banal. Estaba demasiado
ocupada evitando que sus piernas bamboleantes colapsaran y dejaran que cayera
al suelo. Se estaba manejando bastante bien hasta ahora.
Centró su atención cuando Elliot dijo que iba a agarrar su bolsa del coche.
Jessie ya lo había invitado calurosamente a pasar la noche allí. Él no se lo merecía y
era apenas tolerante con Jessie y Will. Desde luego, nunca lo decía, ni mucho
menos miraba a Jessie con un rastro de calidez.
Jessie esperó hasta que la puerta se cerró.
―¿Qué diablos está pasando? ¿Qué fue eso?
―Nunca le dije que trabajaba para Noah.
―¿Por qué no? 147
―Sólo no lo hice. Él no quiere que trabaje.
Jessie frunció el ceño y todo su cuerpo se enderezó con repugnancia casi
física.
―Carajo. Él no te permite trabajar, ¿verdad?
Ella enderezó la espalda. No podía permitir que Jessie supiera más de lo que
ya sabía.
―Oh mi Dios, Jessie, no es así. No es como si no me permitiera hacer nada.
Simplemente no quiero hacerlo. Lo siento, somos lo suficientemente ricos como
para que no haya necesidad de que consiga un trabajo.
Jessie tocó con un dedo su pierna.
―Sí, ¿y cómo explicas por qué no podrías hacerme el favor?
Ella se encogió de hombros y le dio la espalda a su hermana. Era por eso que
resultaba mucho más fácil vivir lejos y no tener a nadie cerca. Así era mucho más
fácil esconderse de los pocos y falsos conocidos que cultivaba y llamaba sus
“amigos” en Washington DC.
―Porque me daba vergüenza, ¿de acuerdo? Me refiero a este lugar. A la
clínica veterinaria de campo. No es exactamente nosotros, Jessie. Estuvimos en la
Casa Blanca sólo un mes antes de venir aquí. Y ahora, juego con los teléfonos de
algún pueblo perdido. Perdóname si no lo dije. Haría a los accionistas del club
reírse.
Jessie se puso rígida en obvio resentimiento ante su discurso vil, grosero y
muy estirado. Un discurso que podría haber mantenido a Jessie fuera de sus
asuntos para siempre. Tal vez incluso fuera de su vida. La idea de perderla otra
vez casi dobló a Lindsey por el dolor. No. No podría manejar esto, nada de eso, sin
al menos algún tipo de contacto con su hermana.
Las cejas de Jessie se levantaron.
―¿Club? ¿Cuál club?
Lindsey hizo un gesto con la mano en el aire.
―Oh, nuestro Club de Campo, por supuesto. No te puedes imaginar lo que
es mi vida ahora. Desde que te mudaste lejos y nosotros nos mudamos a Virginia,
bueno, somos algo importante. Y juntos, vamos a ser algo grande.
―Oh, bueno, perdón si no somos nadie. Y para que lo sepas, eso es un
montón de mierda. 148
Lo era. Pero podría muy bien haber salvado su vida.
―Jessie, tú y yo llevamos diferentes existencias por mucho. Tienes que
entenderlo, esto no era más que un trampolín para mí. Unas mini vacaciones. Una
oportunidad de conectarme contigo antes de que mi vida real comience.
―Tiene razón ―dijo Elliot mientras entraba por la puerta principal. Ella lo
sabía. Lo había visto por delante y tenía la esperanza de ganar más de su confianza
si la atrapaba hablando con Jessie de esa manera condescendiente. Se volvió
completamente hacia Elliot con una gloriosa, aunque falsa, sonrisa.
―Y no puedo esperar. Estar aquí me demostró lo afortunada que soy en
realidad.
El rostro de Jessie era de piedra y apretó la mandíbula.
―Sí, bueno, me mostró una cosa o dos también.
Su corazón se estremeció.
No. No, Jessie. No me creas. Ve a través de mí. Dime que no lo comprarás. Dime que
Will puede matarlo. Que Will me protegerá. Dime que nunca dejarás que me lastime otra
vez.
Pero sabía muy bien que eso era un sueño. Una fantasía infantil. No era la
realidad. Y todo lo que podía hacer diciéndoles la verdad era poner sus vidas y la
de su bebé en peligro a largo plazo. Porque Elliot nunca olvidaría ni perdonaría a
cualquier persona que la ayudara a escapar.
―Entonces, pongamos cómodo a Elliot y yo iré a preparar la cena, como de
costumbre.
Jessie ladeó la cabeza, pero se mantuvo en silencio. Jessie sabía que Lindsey
no cocinaba. No podía cocinar. No había hecho más que un sándwich para Jessie
durante todo su tiempo allí. Miró por encima de su hombro mientras Jessie se
quedaba observándola con preocupación real grabada en su rostro.
Lindsey intentó evitar a Jessie para que no tuviera la oportunidad de estar a
solas con ella. Se irían al día siguiente por la mañana, pero las cosas se mantenían
extrañas y nerviosas entre ellas. Fue obvio cuando Jessie le dijo a Will acerca de su
intercambio, porque Will la miró fijamente también. Will, el soldado, no su amigo,
se giró a mirarla. Nadie se metía con Jessie. Ni siquiera Lindsey. Así que se sentía
bastante segura de que había perdido su anterior preocupación por ella. Lo cual
era bueno, ya que era más seguro, y por lo tanto, mejor para todos.

* * *
149

Había sido el mes más divertido de la vida de Lindsey. Will y Jessie


intercambiaban las labores de cocina y los tres se alternaban las tareas. Hablaban y
reían. No había ni un atisbo de miedo o del frío de la violencia inminente en su
casa. Se reían mucho, lo cual era algo que Lindsey no había hecho en años.
Encontraba el humor y el sarcasmo completamente embriagadores. Elliot le habría
dado un revés si se atreviera a decir las cosas que le decía a Will en su presencia.
Will se limitaba a reír o replicaba con algo igual de ofensivo. Le encantaba
levantarse cada mañana con propósito en sus días. Tenía que estar en el trabajo.
Era la ayudante de Noah. Le gustaba complacerlo y ser recompensada con una
sonrisa y la mirada rápida de apreciación que le dirigía. No como con Elliot, a
quien pretendía complacer por puro instinto de supervivencia. Sólo le gustaba
Noah, y punto. No había forma de negarlo.
Dejando que esos pensamientos felices llenaran su mente durante las
próximas semanas, Lindsey recordó los fragmentos de conversaciones, los
momentos divertidos, los momentos incómodos, y todos los momentos en que
Noah la había ayudado. Especialmente cuando Noah salvó a Tessa Backerman.
Rápidamente volvió a caer en su papel de Lindsey Johanson, y en cierto
modo se sintió aliviada. Era muy estresante estar lejos de Elliot. Se había
comportado tan mal que a menudo eso la mantenía despierta por la noche,
temiendo que Elliot de alguna manera se enterara. También se imaginó lo que
haría si se enterara. Los terribles pensamientos la enfriaban y la dejaban sudorosa.
Era horrible imaginarlo.
Ahora, era de nuevo ella misma. Su rutina. Y su comportamiento. Tomó
consuelo en eso. Se levantaba. Se vestía. Encontraba consuelo incluso usando su
ropa vieja. Los trajes que Elliot elegía para ella. Cosas que quería verla usar. Era
simplemente mejor para sus nervios que se comportara exactamente como Elliot
quería. La anticipación de lo que podía hacerle era mucho peor que simplemente
obedecer sus normas.
Y también calmaba su mente. A ese grito interno, instándola a decírselo a
alguien: a Jessie, a Will o a Noah. Lo de Noah resultó ser una sorpresa. Que
confiara en algún hombre además de Will era bastante inusual, pero de alguna
manera se fiaba de Noah. O por lo menos, creía que podía confiar en él si su vida
no estuviera controlada por un monstruo.
Las cosas fueron bien por un par de semanas. Volvió a sus almuerzos vacíos
con las mujeres del club de campo, sin tener una conversación inteligente con 150
ninguna de ellas. Dejó que le dijeran sobre sus insignificantes vidas, sus maridos
cariñosos, y sus hijos desafiantes. Ella no dijo nada, pero nadie parecía captar su
atención. Con una sonrisa, podía desviar a casi todo el mundo lejos de ella. Era su
segunda naturaleza ahora, a pesar de que sólo había comenzado a principios de su
matrimonio.
El problema que ataba su estómago en nudos era que Penny y Noah seguían
llamando a su celular. Ella nunca se atrevía a contestar. Pero no había duda en su
mente de que pronto Elliot vería las llamadas en la factura.
Les había dado a ambos su número mientras estaba en Washington. No
esperaba que causaran ningún problema, pero nunca previó que seguirían
utilizándolo después de salir del estado. Asumió que nunca se pondrían en
contacto con ella de nuevo. Se estaba convirtiendo rápidamente en un problema
porque Elliot insistiría en saber por qué seguían llamándola. Ellos no entendían
que no se le permitía corresponder a las influencias externas. No podía conseguir
un nuevo número. Elliot controlaba eso. Esperó el plazo, mordiéndose las uñas
hasta la cutícula. A él no le gustaría que la contactaran.
Mientras tanto, las elecciones de Elliot estaban empezando. Él estrictamente
la instruyó a llevar una falda negra hasta la rodilla con una chaqueta roja, y a que
se agarrara el cabello en un moño francés. Estaba obligada a tener la bandeja lista
con las porciones dispuestas precisamente a las dos en punto; dos cafés calientes y
pasteles. Cal Hopkins era el invitado que vendría. Era la primera opción de Elliot
para contratarlo como su jefe de campaña. Cal había arrasado con una contienda
en el Congreso de Illinois que logró diezmar a la competencia. Exactamente lo que
Elliot se proponía hacer.
Cal era un hombre alto, delgado, con cabello negro peinado lejos de la cara.
Llevaba un traje gris sin adornos. Cuando entró en su casa, Lindsey se levantó de
la silla en la sala de estar y un escalofrío inmediatamente corrió por su espina.
Mientras él entraba, casi pudo sentir sus ojos recorriéndola con una lasciva y
hambrienta mirada.
―Hola, Sr. Hopkins. Bienvenido a nuestra casa. Por favor, tome asiento.
―Lindsey se aseguró de mantener su sonrisa agradable, como si disfrutara de su
lascivia mal disimulada. Elliot no estaría feliz si arruinaba esta primera impresión.
―Por favor, llámame Cal. ―Le sujetó la mano demasiado tiempo y ella
anheló tirarla lejos de su sudoroso agarre. En cambio, la dejó reposar allí sin
fuerzas.
―Lindsey, ¿por qué no nos sirves un poco de café?
Ella obedeció las órdenes de Elliot, pero al mismo tiempo, sintió los ojos
lascivos de Cal mirando hacia abajo a su blusa mientras se inclinaba. Resistió el
151
impulso de tirar del cuello para cerrarlo mientras él la hacía sentir violada. Pero no
había ninguna posibilidad de que mostrara su desdén.
Les entregó sus bebidas y se sentó tranquilamente en su silla, escuchando y
sólo respondiendo cuando uno de ellos le hacía una pregunta directamente.
―Te lo aseguro, Lindsey hará cualquier cosa que necesites. ¿Verdad,
querida?
Ella se enderezó. Su mente se había alejado temporalmente de ellos, mientras
discutían su estrategia y grupos de enfoque, así como la audiencia para atacar y
una estimación de gastos.
―Sí, por supuesto, Elliot.
La mirada de Cal fue a su cara. Asintió, fingiendo ser escéptico.
―¿De veras? No muchas esposas estarían tan dispuestas a ayudar.
―La mía sí. ―El tono de Elliot era tenso y Lindsey bajó la vista al suelo―. La
mía quiere esto para mí, quiero decir, para nosotros, ¿no es así, querida?
Ella asintió.
―Oh, sí. Por supuesto, no quiero nada más que Elliot consiga lo que desde
hace mucho tiempo merece.
La mirada de Cal se agudizó, pero ella sonrió con una dulce inclinación de
cabeza. Cal se sentó de nuevo en el sofá y sonrió.
―Creo que nosotros tres podríamos hacer un equipo asesino.
Elliot sonrió igual de engañosamente.
―Sí, creo que sí.
Y Lindsey tuvo la espeluznante sensación de que acababa de presenciar al
diablo firmando un contrato con Lucifer. Su estómago se revolvió. Había algo
innegable sobre Cal Hopkins que no se sentía bien.

* * *

Lindsey estaba de vuelta y EL HOMBRE se sentía aliviado. No tenía idea de a


dónde había ido o qué había pasado realmente mientras él no estaba. No le
gustaba no saber. No le gustaba cuando no tenía fichas sobre ella. Pero por sobre
todo, realmente extrañaba no verla. Incluso si podía encontrar fragmentos de
chismes en las columnas o en los cuadros de la fundación benéfica local que
152
patrocinaba. Cualquier cosa que pudiera encontrar siempre lo ayudaba a atravesar
su día. Ella se veía mejor ahora y parecía una pizca menos esquelética. Incluso
tenía un poco de color en su cara.
Cuando Elliot finalmente anunció su candidatura a gobernador, el corazón
del hombre saltó de alegría. Pronto estarían en todos los periódicos del condado y
los estatales. Tal vez incluso se convertiría en noticia nacional. Era fantástico.
―¿A dónde se fue?
Noah suspiró. Ya le había dicho a Tessa que
Lindsey había regresado a su casa alrededor de una media docena de veces.
Ella no parecía creerle.
―Vive en la Costa Este, con su marido. Simplemente volvió a casa. Pero yo
seguiré viniendo a verte, Tessa. No te voy a abandonar.
Tessa cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró. Confiaba en él, pero quería
hablar con Lindsey. Lindsey la había visitado todas las noches de camino a casa
desde el trabajo por dos semanas, mientras que Noah sólo podía pasar cada pocos
días. Ella estaba encerrada en el refugio con sus seis hijos y era increíble que se
mantuviera alejada de Dean hasta el momento. Dean había salido del hospital,
pero había una investigación en curso sobre lo que pasaba entre ellos. Él estaba
153
ileso, por desgracia para Noah. Pero al menos Tessa no tenía que vivir con el
miedo adicional de ser procesada por asesinato. Ahora, sin embargo, como
Lindsey a menudo le explicó, tenía que mantener la presión sobre Tessa para que
no fuera directamente de vuelta a casa y hacia lo mismo. Eso aturdía su mente.
¿Por qué? ¿Por qué alguien regresaría a ese trato horrible? No tenía ningún
sentido.
Tessa no estaba tan aliviada de estar lejos de su casa. Se debatía. Noah se
daba cuenta de que Lindsey estaba en lo correcto, que había una probabilidad del
cincuenta por ciento de que Tessa se fuera enseguida. Deseó poder hacer algo al
respecto. Deseó poder cambiarlo, pero no sabía cómo.
Entonces, con el fin de evitar pensar en Lindsey, su misión era asegurarse de
que Tessa no volviera con Dean. Cuando ella se quejaba y agitaba sobre la vida en
el refugio con sus seis hijos, él le ofrecía su casa, a pesar de los consejos de Lindsey
de lo contrario. No podía evitarlo. Durante una discusión acerca de qué podrían
hacer, Noah se limitó a decir que podían quedarse con él, sólo para evitar que
regresaran a un hogar abusivo.
Poco después, Noah tuvo a seis niños y una mujer de mediana edad
moviéndose por su casa. No era exactamente lo que pensaba hacer, pero incluso él
podía ver que eran niños intimidados. Eran callados de una manera poco natural y
parecían tan temerosos de él que no dudó en decidir que tenía que hacer esto. Se lo
debía a ellos y felizmente descubrió que sus perros eran también útiles para
consolarlos. Los niños pasaban horas jugando con ellos y abrazándolos. Los perros
parecían ofrecerles conexiones que no podían encontrar en ninguna otra parte.
Lindsey llamó a Noah dos semanas después de haberse ido tan
abruptamente.
―¿Lindsey? ―respondió de inmediato, interrumpiendo su consulta con una
pareja sobre su perro con cáncer. Dijo eso y salió fingiendo que era su amiga
enferma.
―¿Sí? Hola. ―Una pausa incómoda flotó en la distancia.
―¿Cómo estás?
―Bien. ¿Tessa está bien? ¿Ella volvió con Dean?
―No, no regresó. Y no está bien, pero lo estará. Te aseguro que apreciaría
una llamada tuya. ¿Cómo puedes prometerle tanto y luego abandonarla de esa
manera? ―Y a mí. El pensamiento lo sobresaltó. No, no había sido abandonado por
ella. Simplemente le había molestado cuando se volvió tan rara con su marido y se
fue sin decirle una palabra a pesar de todo el tiempo que pasaron juntos. 154
―No tengo tiempo. Ya no. Mira, tienes que dejar de llamarme. Y dile a Penny
que tampoco lo haga.
―¿Por qué? ¿Por qué no podemos llamarte? Sólo te llamé porque tenía
algunas preguntas sobre el trabajo. No me dejaste exactamente con aviso previo.
¿Qué demonios fue eso?
―Eso fue yo yéndome a casa. Simplemente dejar de llamar. ―Ella esperó un
largo rato y luego dijo en voz baja―: Por favor, Noah. Sólo deja de llamarme.
Él apoyó la cabeza en el gabinete. Maldita sea, ¿por qué Lindsey siempre
llegaba a él? Bien. Dejaría de llamarla y se aseguraría de que su hermana tampoco
lo hiciera, aunque no sabía que Penny también estaba tratando de ponerse en
contacto con Lindsey.
―¿Qué pasó contigo y tu hermana?
―Lo que tenía que suceder. Tengo que irme ahora. Adiós.
Él se quedó mirando el teléfono, pero ella se había ido. Sólo así. Dio un
puñetazo al gabinete.
¿Qué diablos había pasado?
* * *

Lindsey entró en su dormitorio después de un entrenamiento rápido en la


sala de ejercicios. Ojalá pudiera ir a un gimnasio, sólo por la compañía. No veía a
nadie además del personal de la casa, Elliot, y ahora, Cal. Él se había establecido
temporalmente en su oficina de la planta baja. Estaban buscando algún espacio de
oficina para alquilar, pero por ahora, Cal estaba allí todo el tiempo. Lo odiaba.
Tenía que quedarse incluso más cerca de su habitación. Y furtivamente a su
alrededor. Él era demasiado ligero de manos de una manera muy incómoda. A
Elliot no le gustaría saber eso, pero se habría puesto aún más furioso si ella
arruinaba su relación con el gerente de su campaña.
Se sentía más aislada que antes de irse a Washington. Elliot había decidido
que su separación no era algo bueno, aunque ella trabajó muy duro para
complacerlo cuando regresaron.
Estaba camino a la ducha cuando se detuvo en seco. Elliot estaba junto a la
ventana, mirando fijamente, sin moverse.
―¿Lo follaste?
Ella se quedó inmóvil y todo su cuerpo se estremeció. Su corazón casi se dejó 155
caer fuera de su pecho como una piedra al suelo. ¿Quién? ¿Qué pasó?
―¿Qué? Elliot, no tengo ni idea de quién estás hablando. ―¿A Cal? ¿Se
refería a su sensiblero gerente? Pero eso no era culpa suya. No había hecho nada
para animarlo. Sólo hablaba con él en presencia de Elliot o cuando la situación lo
exigía.
Él se volvió lentamente. Su expresión estaba en blanco, pero sus ojos brillaban
con ira mientras sostenía su mirada. Dio un paso hacia delante y ella dio uno hacia
atrás. Él hizo una pausa, frotándose la mano en su barbilla, como si contemplara
algo. Ella se lamió los labios. Algo estaba muy, muy mal. Estaba demasiado
calmado. Demasiado controlado. Ella conocía las señales. Pero, ¿qué había hecho?
Y peor aún, ¿qué iba él a hacerle?
―¿A quién? ¡Al hombre que llama a tu celular casi a diario! ¿Esa es su señal?
¿Llama una vez para que le devuelvas la llamada desde un teléfono público? ―Su
respiración se detuvo y su mente se entumeció. Debía haberla seguido. Una vez. Lo
hizo sólo una vez. Caminó hacia el parque y utilizó una de las viejas cabinas de
teléfono. Llamó simplemente para llegar a Noah y decirle que la dejara en paz,
para evitar que algo como esto ocurriera. Empezó a temblar de pies a cabeza.
―Simplemente quería que dejara de llamarme. Creo que estaba enamorado
de mí. No fue correspondido. Le dije que nunca me volviera a llamar. Llámalo.
Ahora mismo. Adelante. Eso es todo lo que discutí con él. Insistí en que me dejara
en paz.
Él se detuvo en seco y la miró fija y duramente. Su respiración se incrementó
y sus manos se humedecieron. ¿Creía en ella? ¿La dejaría en paz? ¿Qué?, casi gritó.
¿Qué estás pensando?
Los minutos se alargaron y siguieron, pero él no movió ni un músculo de su
cara. Reaccionó como si incluso no la hubiera oído. ¿Qué? ¿A dónde iba Elliot con
esto?
Entonces… él se precipitó hacia adelante. Fue tan rápido que apenas
parpadeó y sucedió. En un segundo, estaba allí mirándola, y al siguiente, venía por
ella.
Ella se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, pero no fue lo suficientemente
rápida y mucho menos lo suficientemente fuerte. Él la abordó, empujando primero
su cabeza al piso. Su pecho golpeó el suelo en un suspiro y… ¡thump! Todo el aire
abandonó su cuerpo. Arañó la alfombra mientras él tomaba su cabello en su puño
y sacudía su cabeza hacia atrás, para que su cuerpo quedara hacia él. Se puso de
pie y la arrastró con él. Ella gritó y dio una patada a la alfombra. Su cabello casi

156
había sido arrancado de su cuero cabelludo. ¡Oh, Dios, basta! ¡Basta! ¡Por favor detén
el dolor! Ella se apartó de sus manos y de repente él se detuvo antes de casi
levantarla por su cabeza. Colgó sin poder hacer nada sobre él antes de que
levantara la rodilla y la plantara directamente sobre su estómago. Gritó y él la
empujó. Cayó contra el extremo del marco de la cama de madera. Su cabeza se
estrelló contra él. Deslizándose por el suelo, el golpe comenzó a desorientarla.
Él estaba por encima de ella, sujetándola mientras envolvía sus manos
alrededor de su garganta. Apretó y su respiración se detuvo. Sus pulmones
comenzaron a convulsionar. La estaba asfixiando. Tenía la intención de matarla. La
fiebre hacía calentar sus ojos y ella arañó sus manos. La explosión en su pecho era
el momento más doloroso de su vida. Cerró los ojos cuando todo el aire la dejó,
esperando que su vida terminara pronto también.
Entonces la soltó. Respiraba con dificultad y sus ojos brillaban de emoción
demente. Ella tomó una bocanada de aire cuando él le dio un puñetazo a su
mandíbula. Lo hizo de nuevo en su pecho. Algo sonó en su caja torácica.
―Si lo follaste, te voy a matar. Ya lo sabes, ¿verdad? Eres mía.
No había tono en su voz. Su garganta estaba en llamas y no hubo sonido. Él la
sacudió repetidamente. ¡No! ¡No! ¡No! No lo había follado. Pero no importaba,
porque a él no le importaba. Ya lo había decidido. Tal vez no importaba ya cuándo
lo hiciera. Él la mataría un día, sin importar qué. ¿Sería ahora? ¿En esta ocasión?
Ella se aferró a la alfombra y trató de arrastrarse lejos, pero no pudo
conseguir tracción. Las lágrimas fluían por todas partes, sobre sus mejillas y su
mentón, goteando sobre la alfombra. La alfombra que quemaba sus rodillas y
palmas mientras luchaba por alejarse a rastras. Él la agarró por la cintura para
mantenerla inmóvil antes de que su puño conectara con su estómago.
No podía soportarlo. No podía soportarlo. Ya no más. Era demasiado dolor.
El dolor la rasgaba, atravesándola, y finalmente estalló en un grito confuso que
escapó de su garganta ardiente.
De repente le jaló la cabeza hacia atrás otra vez. Ella perdió la noción del
tiempo y del espacio, desvaneciéndose rápidamente de la escena. Voluntariamente
dejó que la oscuridad se hiciera cargo. No sentiría más. No sentía nada. El
entumecimiento. Olvido. Era abrumador. No podía aguantar más. No podía
soportarlo más. Ya no podía pasar a través de esto. Estaba lista y dispuesta a morir.

* * *

Dándose la vuelta, sus ojos se abrieron. Estaba oscuro. No había ni una chispa
de luz. Él la había encerrado con llave en el armario. Una vez más. Mierda. Gimió 157
cuando se dio la vuelta con una mano. Sí. Estaba en su pequeño armario de ropa.
Era lo suficientemente grande como para entrar en él y la había metido al fondo
del mismo. Sólo que también lo hacía cuando estaba muy enojado y su rabia había
estado cerca de matarla. Se tocó la cabeza. Pegajoso líquido untaba su frente y
ahora sus dedos también. Todo le dolía. Su garganta todavía quemaba y picaba,
junto con su cabeza, estómago y piernas. Incluso su cuero cabelludo picaba.
No podía estirarse totalmente en el pequeño armario y él había cerrado con
candado la puerta. Puso el candado allí hacía un año, durante el calor de otra rabia.
La lanzó allí y lo cerró mientras ella golpeaba sin descanso en protesta. Perforó
directamente a través de la madera e instaló su propio candado. La dejó allí por
sólo una hora esa vez. Sabía que no había manera de salir. No podía gritar para
pedir ayuda. Estaba en su cuarto de baño. Sin duda, estaba encerrada junto a la
puerta de su dormitorio principal. Se limitaba a decirle al personal que estaba
enferma y que no quería ser molestada. Ellos nunca se atreverían a entrar. Ella
permanecería allí hasta que él se enfriara. Se acurrucó de nuevo en una bola.
Respira. Dentro y fuera. Dentro y fuera. No estás aquí. No te encerró en un armario.
No estás aquí. No estás aquí.
Pero… lo estaba. ¿Por qué negarlo? Había permitido que esto le sucediera.
Había vuelto con él. Ni siquiera trató de irse. Las lágrimas llenaron sus ojos y se
deslizaron por su rostro. Silencio. No tenía sentido llamar o gritar o llorar. No
había ningún Will Hendricks esperando para rescatarla de su oscuro agujero,
simplemente porque ella había dicho que no lo hiciera. No se lo había dicho a
nadie, por lo que se merecía las consecuencias. El dolor en su cabeza, pecho,
espalda, cuello y en su interior era el castigo, la tortura y el resultado de su
decisión de regresar.
Se enrolló y jaló sus rodillas hasta su barbilla cuando su dolorido cuerpo
magullado se lo permitió. Déjame morir. Déjame ir. Que se termine. Por favor.
Fue entonces cuando su negación dejó de funcionar.

158
N
oah podría haber ido demasiado lejos al mudar a Tessa y a sus
chicos a su casa. Pero se alegraba de haberlo hecho. A medida que
pasaba el tiempo, ella se volvía más fuerte, y él se alegró de que
estuviera allí y ya no en peligro. Se aseguró de que tuviera protección policial
adicional ahora que Dean estaba libre. La respuesta de la policía fue una sorpresa
para él. No se la quitarían, nada como Lindsey sugirió. Era tan grave y criminal
como cualquier otro delito de violencia. Así, Tessa y sus seis hijos estaban bajo el
cuidado de Noah y bien. O tan bien como una mujer podía estar que no tenía nada
ni a nadie en el mundo, excepto desconocidos.
Después de haber sido dejado por Lindsey, y con Jessie en la cama
matrimonial para descansar, le ofreció a Tessa la posición temporal en la oficina
veterinaria. Quería que Jessie volviera tan pronto como pudiera sin ninguna
intención de tener un reemplazo. Pero pensó que Tessa podría manejar las tareas, o
por lo menos una versión limitada de las tareas hasta que pudiera encontrar algo 159
más permanente para ella. Sin embargo, cuando se lo sugirió a Tessa, ella lo miró
como si le acabara de empezar a hablar en lenguas extranjeras, hasta que le explicó
su plan.
―¿Está drogándose, Dr. Clark?
Sus ojos se fruncieron con desconcertada confusión por la respuesta a su plan.
―¿Qué? No. ¿Por qué dices eso?
―¡Porque nadie hace esto! Nadie más que usted pondría a una mujer y sus
seis hijos bajo su propia cuenta y luego le ofrecería un trabajo. Por no hablar de su
tiempo, sus perros, y su amabilidad y cuidado. Dios mío, no puede hacer esto con
todos los que pasan a estar mal de suerte.
Puso una mano suavemente en su hombro y ella se estremeció, pero él la dejó
allí. Progreso. Recordaba cuán nerviosa estaba Lindsey al principio. Con el tiempo
aprendió a confiar en él y a calmarse también.
―Estuviste mucho peor que simplemente mal de suerte, Tessa.
―Tal vez, pero aun así. Es más que decente de su parte. Trataré de hacer su
trabajo. No puedo decir que seré buena en ello. Nunca he trabajado antes. Salí de la
granja de mi padre y me fui directo con Dean.
―Puedes hacerlo. Yo te enseñaré. ―Eh. Eso era muy extraño. Se parecía
mucho a Lindsey.
―¿Ella va a volver pronto?
Él frunció el ceño. Tessa no dejaría ir a Lindsey y quería desesperadamente
que regresara.
―No, Tessa, no volverá en algún momento pronto. Deberías olvidar que
alguna vez la conociste.
―¿Olvidar que la conocí? Me salvó la vida, Dr. Clark. ¡Me salvó! Nunca tuve
a nadie a quien acudir. No hasta que ella vino a mí. No hasta que le mintió a Dean
y se salió con la suya. Si una mujer como ella, que entendió lo que viví, pudo
enfrentarse tan descaradamente a Dean… bueno, me hizo considerar que tal vez yo
podría enfrentarme a él también.
―Su trabajo en la caridad fue lo que le dio la mayor cantidad de emoción que
alguna vez presencié en ella. Tengo que admitir que le dije que dejara tu caso. Me
equivoqué, Tessa. Ahora lo veo y lo siento, casi no te ayudo. Ella estaba en lo
cierto.
―Las obras de caridad no hacen que una chica como ella busque a una mujer
como yo. Lo reconoció sólo porque lo vivió. 160
―¿Qué lo vivió? No. ¿Qué quieres decir?
―Las cicatrices. Su relación pasada. Ella me lo contó. Yo no se lo hubiera
dicho de otra forma.
―No. Tessa, entendiste mal. Ella hace trabajo de caridad en un refugio para
mujeres maltratadas cerca de su casa.
―No malinterpreté la cicatriz de quemadura en su brazo. No la
malinterpreté; ella lo vivió.
Él se echó hacia atrás y su respiración se tambaleó. No. No Lindsey... no.
Miró a Tessa, pero fue incapaz de tener un pensamiento coherente. De
repente, todo en la personalidad de Lindsey comenzó a hacer clic a través de su
cerebro como fotos fijas en un álbum.
Lindsey tan sorprendida en cualquier momento que se le acercaba y
estremeciéndose cada vez que tocaba su hombro de forma inesperada, igual que
Tessa. Lindsey demasiado asustada como para moverse, para hacer el café, o para
responder un teléfono. Lindsey atendiendo diez llamadas en un día de su esposo,
sin importar lo que estaba haciendo o con quién estaba. Lindsey rogándole que la
dejara continuar haciéndolo. Lindsey de pie ante Elliot y mintiendo sobre todo su
mes pasado trabajando para él. Lindsey retenida contra su marido, y sin poder
mover su cabeza hacia atrás.
Lindsey... ¿con cicatrices?
Él cerró los ojos y todo su cuerpo se desplomó con tristeza mientras miraba al
suelo.
―Ella... ¿te dijo que fue abusada?
―Sí. Hace mucho tiempo. Se las arregló para salir.
No. Te sacó a ti.
Noah lo sabía con tanta certeza como que tenía ojos azules. De repente,
finalmente, sabía exactamente por qué se había puesto tan frenéticamente decidida
a ayudar a Tessa. Era una manera de ayudarse a sí misma sin realmente ayudarse a
sí misma. Sus manos formaron puños y su corazón golpeó ruidosamente dentro de
su caja torácica. Dios mío, incluso se lo había dicho y él no le prestó más atención
de la que le prestó a Tessa.
Oh, por el amor de Dios, Noah, están en todas partes. En cada pueblo, pequeño o
grande. Conoces a mujeres que son golpeadas. Hablas con ellas todos los días. Sólo que no lo
sabes. Por lo general no. Sólo quiero ayudar a esta mujer.
Un nudo se formó en su garganta. Mierda. Estaba a punto de llorar. Las 161
lágrimas brotaron de sus ojos y comenzaron a estrangularlo. Se las había arreglado
para perderse cada una de las crisis que ella había dejado escapar. Incluso después
de conocer al inquietante, dominante, terrible hombre, todavía no había visto lo
que estaba claramente ante sus ojos.
Y ahora, ella estaba allí con él, a solas, y ni una persona lo sabía. Él se sacudió
de su posición encorvada y se levantó en un apuro.
―Lo siento, Tessa, me tengo que ir. Ven a la clínica mañana por la mañana y
hablaremos más entonces. En este momento, tengo que estar en otra parte.
Ella lo miró con cansancio, luego sus ojos se abrieron como platos y se
atenuaron.
―No fue en su pasado, ¿verdad? Lo es ahora. Ella es como yo.
Él se lamió los labios.
―Sí. Ella es como tú.
Tessa sacudió la cabeza.
―No lo entiendo. ¿Cómo podría una mujer como esa aguantarlo? Ella…
―¿No se ve como una víctima? Esa es la cuestión, ¿no es así? Puede ser
cualquier mujer con la que hables todos los días. Están en todas partes. Y nadie
quiere verlo, ni involucrarse.
―Ella sí lo hizo, sin embargo. Se involucró. ¿Por qué? ¿Por qué me ayudó?
―Porque no puede evitarlo. Debes permanecer lejos de Dean. Debes
mantener a tus hijos lejos. Debes estar bien y hacer una nueva vida ahora. Si no es
por ti misma, o por tus hijos, entonces hazlo por ella. Quería eso para ti. Arriesgó
todo para que esto te sucediera. Ahora sabes por qué. No lo desperdicies.
Las lágrimas llenaron los ojos de Tessa y Noah se dio cuenta de que aún no la
había visto derramar una lágrima. No por sus niños intimidados, o por tener que ir
al refugio, o porque Dean todavía estaba vivo. No. El pensamiento de Lindsey
ayudándola fue lo que la tocó profundamente. Ella negó.
―Sólo si me prometes ayudarla.
Él se dirigió hacia la puerta.
―Eso es exactamente lo que voy a hacer.

* * *
162
―¿Alguna vez se quemó en el brazo ella misma?
Jessie se alzó con sorpresa. Estaba descansando en el sofá, que ahora tenía
sábanas y una almohada. Era obvio que había estado allí un rato. Su cabello estaba
enmarañado sobre su cabeza, y parpadeó confundida y cansada por su presencia.
Literalmente, había irrumpido a través de su puerta principal.
Will apareció por la cocina, con obvia preocupación. Se detuvo en seco
cuando notó a Noah.
―¿Noah? ¿Qué demonios, hombre?
Noah apenas lo miró, pero se puso las manos en las caderas y se aferró a la
mirada de Jessie.
―¿Tu hermana nunca se quemó el brazo? ¿Hay una cicatriz en su brazo de la
que sepas?
Jessie negó, obviamente limpiando las telarañas en su memoria y tratando de
darle sentido a su presencia.
―¿Lindsey? ¿Quemándose a sí misma? No. Nunca. Ella no tiene cicatrices
que haya visto en mi vida. ¿Qué es esto?
Él empezó a caminar. Quería golpear con la pared el puño. Se detuvo y tomó
un profundo aliento cuando vio los ojos de Jessie llenos de temor. Ella cojeó
alrededor del sofá más cercano. Se dejó caer contra él y se acercó. Noah cayó sobre
el sofá, y se pasó la mano por la cara.
―Él la lastima. Elliot la lastima. En algún momento, la quemó y le dejó una
cicatriz en su brazo. Ella no se fue de aquí como una perra esnob, demasiado buena
para este lugar y para nosotros, sino como una mujer que no puede negar su
realidad, para que nadie descubra su terrible secreto.
Jessie se dobló y Will corrió hacia ella. La tomó en sus brazos mientras Jessie
convulsionaba en lágrimas. No hubo ninguna vacilación. Ni negación. Ni tratar de
razonar con Noah sobre que estaba equivocado. Como Jessie sabía muy bien, había
mucha violencia en el mundo. También había tortura. Y sabía que Noah decía la
verdad. Él simplemente había resuelto el rompecabezas que era su hermana, y en
un instante, Jessie supo de lo que se había perdido. Igual que Lindsey se había
perdido el abuso de Jessie hacía ya tantos años.
Las lágrimas ahogaron a Jessie. Will la llevó al sofá y la dejó abajo con
cuidado. Le acarició el cuello y la espalda mientras le hablaba al oído, tratando de
calmarla. Ella asintió y, finalmente, detuvo sus jadeos estremecidos de aire hasta
que se calmó lo suficiente como para hablar, con lágrimas todavía cayendo desde 163
sus ojos.
―¿Cómo pude no saberlo? ¿Cómo pude dejarla irse con él? ¿Cómo pude ser
tan jodidamente estúpida? ¡Ciega! Dejé que se la llevara. Dejé que la tomara. Ella
estaba rogándome para que me diera cuenta y lo único que hice fue dejar que mis
estúpidos sentimientos heridos negaran lo que estaba allí, delante de mí.
Oh, por el amor de Dios, Noah, están en todas partes. En cada pueblo, pequeño o
grande. Conoces a mujeres que son golpeadas. Hablas con ellas todos los días. Sólo que no lo
sabes. Por lo general no. Sólo quiero ayudar a esta mujer.
No podía parar de repetir sus palabras una y otra vez en su cerebro. Una y
otra vez, se repetía su voz y la súplica que veía en sus ojos, sus hermosos ojos
azules, tan apasionados acerca de ese tema. Y la decepción que sentía por él era
clara en ellos mientras lo miraba hablar de Tessa. ¿Cómo se había perdido lo que
Lindsey estaba diciendo en realidad? Quería que la ayudara.
Will soltó a Jessie y se puso de pie.
―Él estará muerto para mañana. ―Su voz era tranquila, callada y tan suave
como un cuchillo cortando mantequilla caliente.
Jessie le agarró la mano.
―No. No. No seas estúpido, Will. No puedes hacer eso.
―Seguro como la mierda que lo haré.
Noah negó.
―Ya no eres un soldado, Will. No podrás empacar tu maleta de guerra e ir a
salvarla. Haces eso y conseguirás cargos por asesinato y pasarás el resto de tu vida
en la cárcel, lo cual sólo arruinaría a Jessie también.
Will cruzó los brazos sobre el pecho.
―¿Crees que me atraparían?
―Creo que tienes un bebé a punto de nacer, en cualquier momento.
Literalmente. Tu fecha es para tres días a partir de ahora, Will. No puedes dejar a
tu esposa.
Will cerró los ojos mientras la razón lógica de Noah daba en el blanco.
―Lo sé. Es sólo que podría matar al hijo de puta. Podría hacerlo. ¿Por qué no
me lo dijo? Se lo pregunté. De plano le pregunté acerca de Elliot. Siempre odié al
frío, viscoso, rico, imbécil hijo de puta. Desde la primera vez que nos invitó a cenar
después de regresar de su despliegue. Llevaba uniforme, pero con una sola mirada
y una palabra, supe que no era soldado. No era más que una mierda fría. No sabía
cómo era su agenda en ese entonces, pero sabía que definitivamente tenía una.
―Tal vez por esa misma razón ella no te lo dijo ―señaló Noah suavemente. 164
Jessie miró sus palmas.
―Ella no pensaba que le haría ningún bien. Piensa que él finalmente la
encontrará en algún momento, sin importar lo que haga o a dónde vaya. Tiene el
control completo sobre ella. Todos lo vimos. ¿El maldito celular? Quiero decir,
¿quién toma las llamadas tan desesperadamente? ¿Y qué hice acerca de eso? Me
molesté con ella por tomarlas. Por ser una felpudo. ¡Ella ni siquiera pudo decirle
que trabajó para ti! ¿Cómo pudimos todos nosotros no ver las bengalas que estaba
disparando desde su barco hundiéndose? Estuvo aquí, lejos de él, y se ponía más
fuerte cada día. Vi el cambio tan pronto como él apareció. Todo eso se fue
instantáneamente. Era monstruoso. Era completa sumisión. Lo mismo que mi
padre conmigo. Era suya para hacer lo que quisiera, y creía que nadie podía
cambiar eso. Lindsey cree eso también. Y todos nosotros, cada uno, seguimos sin
expresar una palabra o hacer una pregunta. Dios, ¡deberían dispararnos! Soy su
hermana. ¡Atravesé esa mierda! Me salvó de la misma mierda, ¿y no pude
reconocerlo en ella?
Will tocó sus palmas, separando sus manos sin una palabra de reproche.
―No lo vimos. No todo es tu culpa. No importa. Lo que importa ahora es lo
que haremos.
―¿Hacer? Noah está en lo correcto. No puedo ir. Mírame. Pero tú puedes,
Will. Tienes que ir. No puede pasar otro día con ella allí, completamente a su
merced.
―No. No, yo iré. No puedes pasar por esto sola, Jessie. Necesitas a Will aquí.
Debe quedarse aquí. Pero yo puedo ir, e iré.
Las cejas de Jessie se dispararon por la sorpresa. Se levantó lentamente y
estiró la mano hacia Noah.
―Yo iría en cualquier otra circunstancia.
Noah sacudió la mano de Will. Era casi como si Will le pasara a Noah una
antorcha imaginaria de rescate. La cosa era que Noah no era Will Hendricks. No se
hacía ilusiones sobre eso y sabía que era completamente poco adecuado para el
papel de salvador. Se encogió de hombros.
―Eso no importa. Iré sin importar lo que ustedes hagan. Les avisaré
cualquier cosa.
Él se dio la vuelta y se fue. Había terminado el debate. Había terminado con
sentir lástima por lo que no habían hecho. Lo único que importaba era lo que se
hiciera ahora. Hoy. En adelante. Y lo primero era irse al maldito aeropuerto.
165
* * *

Elliot abrió los candados horas más tarde. Hicieron clic y la puerta de doble
hoja se abrió. La luz llenó el armario y Lindsey parpadeó ante la sensación
dolorosa en sus globos oculares. Él se agachó sobre sus piernas y alcanzó sus
brazos. Alzándola, la atrajo hacia su pecho y tiernamente la acunó contra él.
Ella estaba allí muda, insensible, sin defensa. No importaba. Miró por encima
de su hombro al inodoro mientras su mano tocaba su frente y un dedo empujaba
suavemente sus hinchazones. Suspiró profundamente y se puso de pie. Pronto ella
sintió el susurro frío de las sábanas sobre su piel. Todavía le dolía respirar. Su
cabeza nadaba y todo su cuerpo estaba en llamas.
―Tienes que ir al hospital.
Ella no reaccionó ante su voz.
―Nos robaron. Te encontré así. ¿Me entiendes, Lindsey? ―Su voz era suave
y calmante. El borde frío se había ido. Tenía una dulzura persuasiva. ¿Hablaba en
serio? De hecho, ¿la llevaría al hospital? Eso era sin precedentes. Sus ojos
recorrieron toda su cara y cuerpo. Debía ser malo esta vez. Nunca lo había visto
lucir tan temeroso antes. Nunca antes había tenido que preocuparse por crearse
una coartada.
―¿Entiendes? Necesito saber que entiendes antes de que llame a la policía.
Antes de que consigas la ayuda que necesitas.
Sus ojos se quedaron en su cabeza y él sacudió suavemente sus hombros.
―¿Lindsey? Por favor, entiende.
¿Por favor? Elliot nunca decía por favor. Esto debía ser muy importante. Mejor
sería obedecerlo. Asintió, pero su lengua parecía estar recubierta de melaza.
Murmuró:
―Lo entiendo.
Su rostro se relajó y sonrió.
―Eso está bien, cariño. Bien. Te sentirás mejor en poco tiempo, ya lo verás.
Bien. Eso era bueno. Lo había complacido. La niebla en su cabeza se la tragó
de nuevo.

* * *
166
―¿Está mejor, querida?
Lindsey le sonrió a la enfermera mayor y de cabello gris que ajustó las
almohadas debajo de su cabeza. Era baja y apenas tenía sobrepeso. Sus maneras
eran muy suaves.
―Sí. Gracias.
La señora le palmeó la mano.
―Pobrecita. Qué susto le diste a tu pobre marido. Él no ha salido de esa silla
desde ayer.
Elliot estaba ahora en el pasillo, hablando sin duda acerca de su estado con el
médico. Ella dio la vuelta a su cabeza y miró por la ventana. Sólo volvió cuando
oyó voces en la entrada de la habitación.
―Cariño, este es el oficial Collins. ¿Puedes hablar con él?
Ella miró a Elliot, quien se había colocado cerca de su cabeza y aferraba su
mano. Dejó que yaciera sin fuerzas en la suya. Asintió después de una larga
mirada de advertencia de parte de Elliot.
―Parece que quien le hizo esto se llevó la mayor parte de sus joyas y un poco
de dinero en efectivo que tenía en su bolso. Lo siento, señora.
¿En serio? Wow. Elliot se tomaba muy en serio sus coartadas. El
adormecimiento que le había superado el cuerpo parecía haberse extendido a su
cerebro. Sólo había… nada en su interior. No había pasión. Ni ira. Ni dolor. Ni
miedo. No había amor. Ni odio. Era todo lo que había querido. En el calor de todos
los golpes que le había dado, esto era todo lo que había anhelado. ¿Y ahora? Ahora
finalmente había llegado hasta allí. No le importaba si Elliot mentía o si decía la
verdad. Simplemente todo dejó de importarle. Dejó de importarse ella misma.
Podría, sin embargo, decir lo que había querido decir.
―Oh, eso está muy mal.
El oficial tragó visiblemente mientras su mirada viajaba sobre ella. ¿Qué sería
lo que vería? ¿Un amoroso marido al lado de su amada que había violado a su
esposa? ¿Una esposa que por fin tenía moretones visibles en su rostro, para que
coincidieran con los que generalmente escondía debajo de su ropa?
Tenía moretones por todas partes. No había un lugar en su cuerpo que
estuviera limpio. No había mucho en su alma que no hubiera sido ya aplastado
tampoco. Pero entonces, ella lo había dejado. Se había dado a sí misma a él.
167
―¿Te acuerdas de algo?
El pobre oficial era joven. Tal vez de unos veinticinco años. Se enfrentaba a
Elliot Johanson, el héroe local y humanitario, mirándolo interrogar a su mal
golpeada esposa. El pobre chico apenas quería hacer su trabajo y se moría de ganas
de salir de la habitación. No sabía dónde poner los ojos. Se mantenía haciendo una
mueca cada vez que se encontraba con su mirada.
Sí, todo. Puedo recordar toda mi vida hasta el momento en que mi marido me empujó
tan duro contra mi cama, que me noqueó. Recuerdo eso.
En cambio, dijo:
―Lo siento. No me acuerdo de nada. De repente me empujaron contra la
puerta y todo se volvió negro ―repitió, según lo que Elliot le había instruido decir.
El oficial diligentemente escribió en su cuaderno de notas, alegre por un
desvío a su mirada.
No lo culpaba. Debía verse bastante horrible. Al ver su cara en el espejo, se
dio cuenta de que por una vez, reflejaba el resto de su cuerpo. Era algo inaudito.
Ilustraba cuán fuera de control se había puesto Elliot. Odiaría eso de sí mismo y la
culparía. Lo vería como algo a criticar en ella, ponerlo tan enojado.
―¿No hubo nada antes de eso? ¿Ni un sonido? ¿No hubo ruidos extraños?
¿Tal vez un crujido o un paso?
―Nada. Terminé mi entrenamiento de la mañana e iba a tomar una ducha.
Elliot se había ido durante el resto del día ya y estaba sola.
El oficial asintió.
―Sí, me di cuenta de eso. Lo siento, señora. Si se acuerda de algo, en
cualquier momento, no importa qué pequeño detalle sea, por favor llámeme.
―Lo haré. ―Nunca. Vio como Elliot tomaba rápidamente la tarjeta del
considerado oficial, con conciencia. Como si fuera de verdad. Sin duda, él destrozaría
la tarjeta y nunca volvería a ver al oficial de nuevo. Giró la cabeza y miró de
regreso por la ventana. Estaba lloviendo. Fuerte.

* * *

El corazón del hombre casi se detuvo ante la noticia. Lindsey. Estaba en el


hospital con extensas lesiones. Alguien había irrumpido en su casa.
Se apartó de la pantalla del ordenador. No creía que nada pudiera tocar su
corazón con tanta intensidad, pero el escuchar que Lindsey estaba herida sí lo hizo.
168
No estaba bien. Ya no. Tenía que saber si estaba realmente bien. ¿Cómo, sin
embargo? ¿Cómo podía acercarse a ella?
Saltó de la silla del escritorio. A la mierda. Iba a encontrarla. No había nada
más que pudiera hacer. El Grupo podría hacer lo que tuviera que hacer con él. No
le quedaba nada, excepto Lindsey. Y su estómago gritaba que lo necesitaba. Así
que si ella se volvía la razón por la que moriría, entonces que así fuera.
―A
sí que este es su problema.
Lindsey centró su mirada distante en el rostro de Cal
Hopkins, quien estaba de pie delante de su cama. Había sido
traída a casa ayer y Elliot había contratado a una enfermera para cuidar de ella. Cal
se acercó para sentarse en la silla de la enfermera situada junto a la mesita de
noche de Lindsey, con pastillas para el dolor y con las propias pastillas de la
enfermera. El Xanex le permitía a Lindsey flotar suavemente.
―¿Qué quieres? ―preguntó ella con cautela.
―Sabía que Elliot era demasiado perfecto. Rico. Empresario exitoso. Guapo.
Con una hermosa esposa. Y por si fuera poco, el hombre se convirtió en un héroe
de guerra. Era casi como si lo hubieran guiado para entrenarlo todos estos años.
Fue muy brillante en formar una noble reputación por sí mismo. Pero siempre hay 169
algo más con estos chicos que necesitan de la adulación pública y el poder. Son
estafadores, tienen un fetiche con las prostitutas o por los vestidos cruzados, o
simplemente beben demasiado… sea lo que sea, si cavas lo suficientemente
profundo, encontrarás que siempre tienen algún tipo de vicio. Y ahora sé cuál es el
de Elliot. Es un golpeador de mujeres.
Ella lo miró a sus ojos fríos y como de pez, pensando que debería haber sido
un reptil, pero permaneció en silencio.
Él sonrió lentamente.
―Bien. Me gusta eso. Puedes guardar silencio. Asumí eso, ya que no había
ninguna pista acerca de este asunto. Investigué a todas las personas cercanas a
ustedes dos. Cada amigo, conocido, a los miembros del personal y a los empleados
temporales. Me aseguré de que todos no tuvieran nada más que buenas críticas y
brillantes informes relativos a los dos. Pero todos sabemos que no hay tal cosa
como lo perfecto, ¿verdad? No podía poner mi dedo en la llaga al principio.
Estabas en ese extraño trance de Las Mujeres Perfectas. Ahora lo entiendo. Eres
buena, Sra. Johanson. Excepcionalmente buena en ocultar cosas. Debes haber
metido la pata a lo grande para terminar así. Él es por lo general mucho más
cuidadoso, ¿verdad?
Ella apretó los labios con fuerza.
―Está bien. Lo sé. No necesito tu afirmación. Confío, por tanto, en que te
mantendrás callada. ¿Y esto? Bien, esto es lo que es, ¿verdad? ¿Y sobre lo que él
hace? ¿Serás un problema para mí?
Ella lo miró a los ojos mientras piel de gallina estallaba por toda su piel.
Luego, lentamente pero con firmeza, negó. Nunca había sido un problema en el
pasado y seguiría sin serlo nunca.
Cal se puso de pie mientras deslizaba sus manos en los bolsillos.
―Bien. Me alegro de que nos entendamos. Cúrate rápido, Sra. Johanson, voy
a necesitar que esa cara se vea bonita.
Una vez que Cal salió y la puerta se cerró, ella agarró la botella de píldoras a
su lado y se tomó dos más.

* * *

La noticia de la hospitalización de Lindsey fue publicada inmediatamente por


todo el periódico local. Lindsey llamó a Jessie una hora después para explicarle que
estaba bien, sólo un poco magullada, pero que en general había sido muy
afortunada. 170
Jessie simplemente le siguió el juego y pretendió creerle. Sin embargo, no se
despegó del teléfono, sino que se puso en contacto con Noah para decirle lo que
sabía.
Noah estaba frente a su casa. Era una encantadora, muy bonita casa Colonial.
El frente tenía cuatro altas columnas que sostenían el techo; era de tres pisos. Un
balcón con una media luna, de hierro forjado, se cernía sobre el centro de la casa,
por encima de la enorme entrada con puertas dobles en el frente.
Los jardines estaban cortados para pronunciar la perfección. Cada arbusto
había sido recortado en formas simétricas y ni una mala hierba o roca no deseada
existía. Lindsey había tenido que ser hospitalizada y su corazón le dolía. ¿Qué le
había hecho él? ¿Cuánto había sufrido hasta ahora? Y allí estaba: atrapada y sola
con el demonio que se lo había infligido.
Cerró los ojos con frustración, deseando que Will hubiera venido. Él
fácilmente podría haber subido por el costado de la casa usando el maldito
enrejado de hiedra, si era necesario, para entrar en la casa sin ser visto. Se habría
deslizado sin ser detectado, y, sin duda, habría sacado a Lindsey de la cama antes
de saltar por la ventana y correr hacia la seguridad. Will podría salvarla fácilmente,
tal como hizo con Jessie.
Pero Noah no era Will, y no tenía ni idea de cómo empezar una operación de
este tipo. Se quedó mirando la casa por una hora, tratando de decidir qué hacer. Su
camioneta alquilada tenía vidrios polarizados y era indescriptible, por lo que
dudaba que alguien supiera que estaba allí. Así que se quedó mirando su casa,
pero aprendió muy poco. A media tarde, un hombre empezó a pasar las tijeras de
podar eléctricas antes de irse lejos a la cerca de arbustos que separaba la acera de
su propiedad. Un repartidor dejó caer un paquete en su paso por el frente y
algunos niños pasaron sobre patines. Las adolescentes reían mientras compartían
un teléfono. Los perros ladraban. El tráfico pasaba intermitentemente. Era como
todas las calles de cualquier barrio de clase.
Había, sin embargo, una peinada, pulida amabilidad en la zona. Era la mejor
versión de los suburbios, pero no había casas multimillonarias. Sin embargo, estos
eran los hogares de los-que-les-iba-bien.
Y el barrio atraía a los tipos de personas que trabajaban en bien remunerados
trabajos profesionales. El área realmente tenía la ocupación más elevada per cápita,
debido a las muchas instalaciones del gobierno que tenían su sede en Arlington.
Eso se reflejaba con facilidad en la vecindad de los Johanson. Noah tenía que
concedérselo a Elliot: era un maestro en el cultivo de una imagen popular y
agradable. Próspero, pero accesible.
171
Noah pasó las horas de vuelo en su teléfono inteligente, aprendiendo todo lo
que pudo sobre Elliot Johanson. El hombre parecía “bueno” y tenía numerosas
organizaciones benéficas, que patrocinaba generosamente. También tenía premios
y honores, y gente importante que lo avalaba con chorros positivos sobre su
nombre. Era rico, obscenamente, pero la forma en que pretendía huir de eso le
daba a los medios de comunicación más razones para respetarlo. Además, era un
héroe de guerra y reportaba haber salvado a dos hombres de su pelotón.
Había un montón de fotos de Elliot y de Lindsey a lo largo de los años,
asistiendo a diferentes funciones militares y cenas de políticos, junto con
numerosos banquetes y premios. A menudo eran invitados a conferencias en
universidades y daban charlas de negocios; pero siempre, Lindsey se quedaba
desapercibida en el fondo. Muy poco se había dicho alguna vez de ella y no daba
entrevistas. Sus frases eran pocas y distantes entre sí, si existían en absoluto.
Siempre había mucha mención de Will y de la conexión de Jessie con Lindsey, así
como de su padre. Sin embargo, en lo único que figuraba era en las trágicas
circunstancias que sufrió Lindsey. Sólo tenía su belleza, así como su fragilidad, que
era mucho más convincente y misteriosa. No era de extrañar que Elliot la hubiera
elegido para ser su esposa.
Noah no sabía qué hacer, ahora que había llegado hasta allí. Estaba frenético.
Enloquecido. Se sorprendió de no haber dado señales en alguna parte y que lo
pusieran en una lista de exclusión aérea o algo así. Su agitación, por no hablar de
su temperamento, iba sin complejos y groseramente. Tenía que llegar a Lindsey tan
rápido como pudiera.
Ahora que estaba allí, no sabía qué hacer. ¿Debía asaltar ahí? ¿O llamar a la
policía primero y luego ir a salvarla? ¿Qué? ¿Qué debería hacer? ¿Llamar a la
puerta? ¿Incluso podría entrar? Había hecho que Jessie llamara allí sólo para
confirmar que Lindsey estaba en casa. Elliot (naturalmente) le había dicho que
estaba durmiendo y que le diría que le devolviera a Jessie la llamada. Tanto Jessie
como Noah sabían que sólo sería después de que Elliot tuviera la oportunidad de
darle instrucciones.
La idea de la forma en que podría estar herida lo hacía quedar en un estado
de parálisis.
La calle, la casa, la luz del sol era tan normal y tan inocuo; incluso estaba
empezando a dudar de sus propias conclusiones. ¿Y si había leído mal y
burdamente todas las señales? ¿Y si estaba equivocado?

172
Pero no. Jessie casi se había roto, así que tenía que estar en lo correcto. Estaba
en lo cierto. Sólo que no sabía qué demonios hacer al respecto.
Sólo podía desear que Will estuviera aquí. Deseó la valentía y el coraje para
vencer a todos sus enemigos, extranjeros y nacionales. Pero no hacía cosas más
serias que vacunar a las mascotas de las personas. Siempre había estado muy
orgulloso de su carrera y camino en la vida. Ahora, sin embargo, se sentía tan
impotente e inepto.
Su celular sonó. Jessie.
―Ella estaba ocultando algo. Está en algo. Afirma que un extraño irrumpió
en la casa y la atacó. Se robó todas sus joyas y dinero en efectivo. Está muy bien.
Golpeada. Pero va a estar bien. Mi trasero. No lo está, Noah. No está bien. Suena
como una completa zombi. Oh mi Dios, necesito estar ahí.
―No puedes estar aquí. No puedes venir, Jessie. Además, yo estoy aquí.
―Este inminente nacimiento es lo único que me mantiene aquí, sabes.
Ese comentario, finalmente, le dio una razón para sonreír, por primera vez en
veinticuatro horas.
―Yo sólo… No sé qué hacer. ¿Debo ir a la puerta? ¿Y si él no me deja verla?
Eso dalo por hecho. Siempre hay alguien allí con ella. Ya se trate del personal, de
Elliot o de ese hombre que lleva la campaña de Elliot, el tipo del que te hablé.
Parece casi vivir aquí. Creo que Elliot deliberadamente no permite que esté sola.
No sé, puede ser que tenga que esperar hasta que ella salga. Sola. O hasta que
pueda llegar a ella sin que él lo sepa. No sé lo que hará si me ve. Elliot sabrá que lo
sé y va a sentir que algo grande está cocinándose. Así que no, Jessie, no puedo
simplemente aparecer de la nada.
Jessie gritó con frustración una letanía de maldiciones.
―¡Mierda! Tienes puntos válidos, y creo que tienes razón. Tendrás que
permanecer allí y sólo replantear la casa. Espera a que puedas llegar a ella. Y
cuando lo hagas, sal como el infierno de allí. Sólo tienes que irte. Estar tan lejos de
esa casa, de ese pueblo, y de ese estado como puedas. ¿Lo entiendes?
―Sí, por supuesto. Pero, ¿crees que debo sentarme aquí y qué? ¿Acecharla?
―Sí. Siéntate allí y acósala. ¿Qué más puedes hacer? Yo seguiré llamándola.
La animaré a que se levante y salga a la calle tan pronto como pueda. Ella suena
tan drogada, probablemente le haría bien.
―Tal vez deberías decirle que estoy aquí.
―No, sé la cantidad que le llevaría a Lindsey empezar a ignorar las cosas. Y a
negarlas. Y a pretender que las cosas están bien. Tiene que mantener la imagen y la
reputación de la perfección. ¡Puede hacerlo, Noah! Puede fingir perfectamente que 173
esto no fue lo que realmente es. Lo ha hecho durante todos estos años. Al decirle
que lo sabemos, bien, no sé lo que podría hacer. Tienes que estar a solas con ella
antes de que podamos decirle que lo sabemos. Es un juego mortal de ajedrez hasta
llegar a ella. Lo único que podemos hacer es continuar, para que ninguno de ellos
sospeche que lo sabemos. Asimismo, no sabe que Tessa averiguó que su historia
era completamente falsa. Así que, sí, quiero que te sientes delante de la casa de mi
hermana por tantos días como sea necesario.
Él se pellizcó el puente de la nariz. ¿Esto realmente estaba sucediendo?
Sí, lo hacía. Esperó hasta el anochecer antes de regresar a su habitación del
motel.

* * *

La llamada telefónica trajo a Lindsey de un aturdido sueño inquieto y apenas


abrió un ojo.
Mierda. Eran las tres y media de la tarde. La habitación era lúgubre y tuvo que
revolver a través del lío en su mesita de noche, buscando el teléfono. Era el de la
casa, por lo que lo más probable era que no fuera Elliot.
―¿Hola? ―¿Esa era ella? Su voz no sonaba bien. Su lengua parecía tan
pesada y gruesa.
―¿Linds? ―La voz de Jessie cantó sobre la línea, sonando fuerte y segura.
Lindsey lo alejó de su oído. Jesús, ¿Jessie tenía que gritarle?―. ¿Cómo estás hoy?
―La estaba llamando dos veces al día y siempre le preguntaba las mismas cosas
cada vez. ¿Cómo estaba? ¿Cómo se iba sintiendo? ¿Se había levantado? ¿Cuántas
veces? ¿Cuánto podía moverse? ¿No había salido a tomar aire todavía? ¿Cuándo
creía que podría hacerlo? ¿Dónde estaba Elliot? ¿Estaba allí? ¿Estaba siempre allí
con ella?
Todos los días. Mañana y tarde. Se estaba convirtiendo en algo tan agotador
que se saltaba responder a veces.
―Estoy mejor.
―Estás murmurando. No puedes estar mucho mejor. ¿Qué en el mundo estás
tomando?
―Nada.
Una larga pausa.
―Mentira. Has estado en alguna droga durante una semana. Es hora de
frenar eso. Ni siquiera reconocí tu voz. ¿Sabes siquiera que estás hablando 174
conmigo? ¿Y que el tiempo está pasando?
No. En realidad no. Se sentía más bien sin sentido, flotando en una hermosa
nube, flotando por encima de su cuerpo, que ya no le dolía. No pensaba. No sentía.
Sólo dormía y, a veces, miraba por horas por la ventana, sin ver nada, ni siquiera
consciente de que estaba mirando afuera.
―¿Linds? ―El grito la trajo de nuevo al teléfono. Jessie. Ah, sí.
―¿Qué?
―Te perdiste todo lo que acabo de decir, ¿no es así?
―No. ―¿Lo había hecho?
―¿Ah, sí? Entonces, ¿qué fue lo que dije?
―Preguntaste cómo estaba.
―No, te dije que estoy en el hospital. Di a luz a una niña hermosa, una
perfecta bebé sana. La tuvimos anoche. Will está aquí conmigo. La llamamos
Christina.
―¿Por mamá?
―Sí. Por nuestra madre. Ella no era un monstruo. No todo el mundo lo es,
sabes.
―Oh. ¡Oh, Dios! Jessie, eso es increíble. Estoy muy feliz por los dos. Díselo a
Will, ¿de acuerdo? Y lamento no haber estado allí. Tal vez… pronto.
―Sí, pronto. ¿Está Elliot allí ahora? Suena como que podrías necesitar un
poco de ayuda alrededor ahora.
―No. Él y Cal… lo he mencionado, ¿no? ¿El gerente? Bueno, tenían una cita
con un escritor de discursos. No estuvieron contentos con el último. Voy a estar
bien hasta que regresen.
―¿Cuándo? Concéntrate, Lindsey. ¿Cuándo volverá? ¿Pronto? ¿A la hora de
la cena? ¿Más tarde?
¿Por qué posiblemente le importaba? Él volvería en algún momento. Como
siempre.
―Eh, no lo sé. Más tarde. Creo que iba a cenar con el tipo.
―Muy bien. Bien. Adiós, Lindsey.
Ella se sorprendió al escuchar el teléfono pitar. ¿Jessie acababa de colgarle?
Pero, ¿por qué? No podía comprenderlo. Colgó el teléfono y lo arrojó lejos de la
cama. Dormir. Sí, después de que durmiera un poco más, se sentiría más clara. 175
Podía llamar a Jessie de nuevo y darle las adecuadas felicitaciones que se merecía.

* * *

La puerta estaba entreabierta y Lindsey abrió los ojos, pero sólo una rendija.
Oh, incluso la oscuridad hería sus doloridas pupilas. Quería darse la vuelta y
meterse más en la cama. Elliot. Estaba de regreso. ¿Había pasado tanto tiempo?
Debió haberlo pasado. Durmió más de lo que quería también.
Él se quedó de pie junto a la cama. Cada vez que ella fingía dormir, por lo
general se iba después de unos pocos momentos. Sabía que su paciencia se estaba
agotando. Su indulto, y su bondad dejándola sola todo el día en la cama, estaría
llegando a su fin muy pronto. Era lo máximo que podía tolerar. Él se quedó de pie
en silencio junto a la cama, sin ofrecerle siquiera la sugerencia de dejarla.
Finalmente se dio la vuelta a mitad de camino antes de sentarse de repente.
Ella parpadeó con incredulidad.
Mierda. Debía haberse vuelto loca. Eso era todo. Se estaba volviendo
delirante. Estaba enferma. Iba a ser internada.
Su padre estaba de pie allí.
Ella sacudió la cabeza y se echó hacia atrás contra la cabecera. No. No estaba
tan loca. No podía estarlo viendo. Él estaba muerto. Largamente muerto.
La figura, el zombi, el fantasma, se adelantó y tomó su mano. Ella gimió
suavemente de miedo.
―Lindsey, no grites. Nadie está aquí. Pero no podemos correr el riesgo. No
debería haber venido, pero tenía que verte.
No. Él no estaba hablando con ella. Estaba dopada con Xanex, Vicodin y
Oxycontin, nada que Elliot pudiera quitarle. Él podría crearse una historia válida
para conseguir lo que necesitaba. Pero nunca antes se había aparecido el fantasma
de su padre muerto junto a su cama para hablar con ella.
La figura se quedó sin aliento cuando sus ojos la recorrieron. De repente, cayó
de rodillas junto a ella y agarró su mano, llevándola a sus labios y besando sus
nudillos. Mierda. Su boca era cálida. No fría y no se sentía como de un muerto. No
podía entenderlo. ¿Qué le estaba pasando?
―¿Qué te hizo? Te lo juro, pensé que era un buen hombre. No sabía que iba a
hacerte estas cosas horribles.
Ella se humedeció los labios y finalmente susurró: 176
―Tú estás muerto.
―No. No lo estoy. Me quitaron del sistema penitenciario y erradicaron mi
presencia del mundo. Pero todavía estoy vivo.
Sus manos comenzaron a temblar. Esto no puede estar pasando. Esto no puede
estar pasando. Estaba literalmente volviéndose loca. Había estado tumbada allí por
mucho tiempo, en estado de coma. Su medicación estaba volviéndola delirante.
Tendría que haber sido más cuidadosa y no haberla combinado… y tal vez no
haberse tomado tantas. Sí, eso era. Estaba imaginando todo esto. No estaba y no
podía estar hablando con su padre, que murió hace cinco años. O… ¿sí? ¿Tenía
esto algún tipo de perverso sentido? ¿Su padre todavía estaba vivo? Pues claro,
¿por qué no? ¡Claro! Algún grupo secreto debió de haber falsificado su muerte y
dejado ir. Bien, demonios, ¿eso no encajaba perfectamente? Había estado
equivocada en todo antes, ¿por qué no sobre la muerte de su padre? El mundo,
como ahora lo percibía, estaba tan jodido, ¿por qué no añadirle esto?
―¿Qué? ¿Qué diablos está pasando? No lo entiendo.
―Ellos no me podían llevar a juicio porque sabía demasiado. Una de mis
mayores alegrías fue la explotación de personas, Lindsey. Por lo tanto, conozco un
montón de secretos. De todo. De gente. De lugares. De misiones. De políticos. De la
CIA. Del FBI. Incluso del condenado presidente. Podría avergonzarlos a todos.
Podría divulgar preocupaciones de seguridad nacional. Cuando me arrestaron, al
instante me convertí en una gran responsabilidad, por lo que les dejé claro que
usaría cualquier cosa que supiera si trataban de enjuiciarme o de matarme. Utilicé
el truco de Will: escribí todo y se lo di a un abogado, para que lo publicara tras mi
muerte. Tenía el futuro de muchas personas descansando en mis manos. Y mis
delitos no eran de carácter político. Eran… personales. Así que ya ves, no podían
permitir que un juicio procediera. En cambio, llegaron a un acuerdo conmigo.
Tenía que fingir morir y desaparecer para siempre, para siempre. No me dejarían
vivir a menos que me quedara callado.
―¿Ellos?
―Un pequeño grupo de sólo cuatro personas son los únicos en el mundo que
saben que sigo vivo. Me consideran una operación de inteligencia de alto secreto.
¿De verdad crees que me suicidaría? Nunca. Siempre sobreviví. Así como tú
necesitas continuar sobreviviendo.
Ella encendió la lámpara y parpadeó en estado de shock. ¡Era él! Era
realmente su padre. Estiró tentativamente una mano para tocar su mejilla. Su
cabello estaba afeitado, lo que lo hacía lucir más viejo y más frágil. Su rostro
parecía hundido y arrugado. Había perdido una cantidad de peso considerable. 177
Casi parecía un sobreviviente de cáncer.
―¿Dónde vives?
Él sonrió con cansancio.
―En Canadá. Tengo un nuevo alias. Soy un trabajador de la ciudad retirado.
Soy de Ontario y mi esposa murió recientemente. Así que, sin hijos ni esposa, estoy
forjando una nueva vida en la ciudad.
―¿Me estás tomando el pelo?
―No. No realmente.
―Fingieron que te colgaste y entonces, ¿te establecieron en Canadá?
―Sí.
Una respiración elevó su pecho. Era casi una risa.
―¿En Canadá? ¿Te establecieron en Canadá?
Finalmente empezó a sonreír en respuesta a su incredulidad.
―Sí, en el maldito Canadá.
―¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿O entraste?
Su pecho se hinchó.
―Todavía soy el general Travis Bains. Sé una cosa o dos acerca de cómo
hacer que las cosas se hagan. No olvides eso, hija. Todavía puedo conseguir que la
mierda se haga.
―¿Sabes lo mucho que te odio?
Su sonrisa vaciló mientras se hundía hacia abajo y asentía lentamente.
―Sí, eso creo.
―Sé lo que le hiciste. Intentaste destruirla. Te odio.
―Lo sé. Pero no te lo hice a ti. Te amaba.
Ella volvió la cabeza hacia otro lado.
―Tu amor significa una mierda para mí.
―Como lo significa para Elliot. Él te hizo esto, ¿no? He observado su
progreso en los últimos años. Noté tus ausencias en los grandes eventos. Seguí la
pista y me di cuenta del patrón. Sé lo que le hizo a mi pequeña chica.
Ella se dio la vuelta.
―No soy tu chica. Ojalá no fuera tu hija en absoluto. Todo lo que ves aquí es
que me casé con mi padre, ¿no?
Él se estremeció. 178
―Lo hiciste. Espero que sepas que lo siento. Si pudiera regresar en el tiempo,
lo haría. Perdí todo. Sobre todo a ti. Bien podría estar muerto.
―Entonces mantente muerto.
―Lindsey, no quiero dejarte así.
―¿Qué vas a hacer por mí? ¿Matar a Elliot? No hay escape para mí.
―No. Quiero hacerlo. Pero no tengo tiempo suficiente. Me metí aquí. Tengo
que volver antes de que mi ausencia sea notada. Vine a decirte esto: tienes que
salir. Tienes que estar lejos ahora. No puedes permanecer aquí.
La urgencia de su tono apenas se registró a través de su aturdimiento
nebuloso. Con voz hueca, ella susurró:
―Nunca voy a conseguir liberarme.
―Lo harás. Si te vas ahora. Ve con tu hermana. Sé que ella te ayudará.
―Ese es el primer lugar al que irá a buscarme. Podría hacerles daño, ya sabes.
A diferencia de ti, ellos me importan demasiado, y no voy a dejar que ningún daño
les ocurra. Por lo tanto, tendré que vivir con esto. Como aprendí a vivir con lo que
hiciste.
Él no habló durante un minuto entero.
―Hay un hombre que te vigila.
―¿Qué?
―Sí, ha estado aquí por casi una semana. Todos los días. Espera y vigila la
casa. Es alto, con el cabello oscuro y gafas negras. Noah Clark. El novio de Jessie.
¿Qué demonios está haciendo aquí, vigilándote?
Ella se sentó.
―¿Noah? ¿Noah está aquí? ¿Vigilándome? ¿Qué es esto?
―Parece que alguien lo descubrió también. ¿Es un amigo?
―Sí. Él es… no, lo fue. No debería estar aquí. No lo entiendo.
Su padre se levantó y aventó todas sus píldoras en el cesto de basura del
baño.
―Tienes que tener la cabeza clara. Debes estar sobria. Necesitas todo tu
ingenio. Dejar todo atrás e irte con este tipo Noah. Encuentra un lugar que Elliot no
conozca. Ve allí. Y nunca mires atrás. Nunca regreses. Ni siquiera te pongas en
contacto con tu hermana. Deja que esta vida se vaya. Vete.
Las lágrimas cayeron de sus ojos. 179
―¿Quién eres tú para decirme qué debo hacer? Eres una persona horrible.
¿Por qué debería escucharte? Traicionaste a Jessie. Traicionaste a nuestro país.
Traicionaste el uniforme. Traicionaste todo lo que es bueno y decente en el mundo.
Me traicionaste. Arruinaste todo en lo que alguna vez creí.
Sus hombros cayeron.
―Lo sé. Fui demasiado lejos. Todo esto. Me dejé llevar por mi propio poder.
Odiaba a Jessie. Realmente lo hacía. Ella simbolizaba lo que tu madre me hizo. No
siento nada hacia ella. No como contigo. Nunca te mentí sobre eso.
―¿Mataste a mamá?
Al instante él se detuvo en seco, ya recogiendo toda la basura alrededor de su
cama.
―¿Matarla? ¿Es eso lo que crees? ¡No! No, no maté a tu madre. Hice algunas
cosas malas, pero no soy del todo malo. Nunca maté a nadie. Y no tenía la
intención de que Jessie fuera violada en México, igual que no tuve nada que ver
con la desaparición de Will en Afganistán. Sólo no tengo tanto poder.
―¿Tú no la mataste?
―No, fue un trágico accidente. Y tal vez saqué mi sentido de traición y dolor
contra Jessie.
―¿Tal vez? La arruinaste. Eres totalmente malo.
Él asintió.
―Está bien. Utiliza eso. Utiliza tu odio hacia mí como motivación para llevar
tu trasero fuera de la cama, y vete de aquí. Salva tu propia vida.
―¿Quién era su padre?
―¿Qué?
―De Jessie. ¿Quién era su padre?
Él suspiró con frustración.
―Eso es importante como la mierda ahora mismo, pero era un hombre
llamado Steven Bremton. Era uno de los padres de otro chico en tu clase de
preescolar. Tu madre pasó mucho tiempo con él, como voluntaria. Y de ahí es de
donde vino Jessie. Está casado desde hace más de treinta años y tiene dos hijos que
son un éxito y que ahora tienen sus propias familias. Nunca supo de Jessie. Me
aseguré eso. ¿Y saberlo ahora? ¿Qué podría hacer eso? Además de romper su vida
en pedazos, así como la de Jessie. Como señalaste, hice suficiente.
Ella lo miró largo y tendido, mientras se deslizaba hacia abajo sobre el
180
colchón. Su presencia. Sus noticias. Sus respuestas habían agotado su mente. Era
surrealista. Pero más que nada, el saber que estaba vivo casi la había convencido
de que estaba teniendo una conversación con una delirante aparición de su propia
creación.
―Cuando me enteré de que te colgaste, lo creí totalmente. Sabía que nunca
tolerarías tal escándalo. Y le dije a Jessie que no importaba. Ya tenías lo que
merecías. Tú elegiste eso. Estuvimos de duelo por ti. Pero… la cosa fue, que para
mí, eso no era cierto. Mi corazón me fue arrancado ese día. Me rompiste el corazón
todos los días antes de eso, mientras averiguaba cada cosa horrible que hiciste;
pero después de que estuviste muerto… literalmente, me lo rompiste. Arruinaste
mi vida. Arruinaste quién era. Sólo… por favor, vete. Ya no queda nada que
puedas hacer aquí.
―Lo pusiste como tu castigo, ¿verdad? He pasado mucho tiempo pensando
en ti, mientras trataba de decidir si mi instinto estaba en lo cierto y estabas
realmente en problemas. Entonces mi cabeza argumentaba que no, de ninguna
manera mi chica, mi Lindsey, Lindsey Bains, se quedaría y sería golpeada por un
hombre. Siempre estuve muy orgulloso de ti. Sabía, sólo sabía, que tú estabas
destinada a grandes cosas. Pero cuando dejaste que esto te sucediera, finalmente
me di cuenta de que era por mi culpa. Crees que porque se lo hice a Jessie, y
porque de alguna forma tú dejaste que sucediera, te lo mereces también. Pero no le
hice esto a Jessie. Nunca la hospitalicé. Me enojé con ella. Lo hice. No niego eso. Me
equivoqué al hacer las cosas que hice. Pero era una a la vez y nunca una paliza así.
―Oh, bueno, eso lo hace estar bien entonces. ¿Qué hay de dejar que tus
pervertidos amigos la violaran?
―Simplemente sucedió. Me emborraché con mi propio poder. Pero, ¿por qué
no estás defendiéndote?
―Supervivencia. Supongo que realmente no quiero morir. Por lo tanto, hago
lo que puedo para seguir con vida.
Él tiró a la basura lo que tenía en sus manos.
―¡Levántate! ¡Ponte sobria! ¡Sé la hija que te crie para que fueras! Y esto no lo
es. Acurrucada en la cama. Abatida. Drogada. ¡No! No voy a aceptar en lo que te
has convertido.
Él tiró de las mantas cubriéndola. Ella trató de agarrarlas, pero falló. Su padre
se detuvo con horror, mientras sus ojos se agrandaban y entristecían. Con
reverencia, lentamente, tocó sus piernas, diciendo:
―Oh, nena, ¿él te hizo esto? 181
―Todo esto ―susurró ella, mirándolo a los ojos―. Todo lo que siempre
dejaste que le sucediera a Jessie, Elliot me lo hizo. Tú empezaste todo esto.
―Lo voy a matar.
―¿Cómo? Ya estás muerto. Simplemente me echarán la culpa a mí. Entonces,
no. No lo hagas. Sólo vete. Regresa a Canadá, miserable saco, cobarde de mierda.
Él la miró con fuerza mientras ella se acurrucaba en una bola. El silencio se
marcó por minuto. Finalmente, en voz muy baja, dijo:
―Se lo diré a Jessie. Me pondré en contacto con ella y le diré que estoy vivo.
Le diré lo que te pasó. Lo haré, maldita sea. Me empujaste tan lejos y lo haré. Le
diré a Jessie que no está libre de mí.
No. ¡Él no podía llamar a su hermana! Eso destruiría a Jessie de nuevo. Jessie
no se merecía eso. No ahora. No hoy. Hoy, ahora que tenía a su bebé. Uno al que
podía conservar y criar y querer. Uno que compartía con Will. No. No permitiría
que eso sucediera. A través de su niebla, de su mente drogada, se encontró con
gran determinación.
―¡No te atrevas a ir cerca de mi hermana! Nunca más.
―Está bien. Usé eso como incentivo para sacar tu trasero de la cama y que
salgas de aquí. Si no es por ti o por la decencia común, entonces hazlo por Jessie.
―¿De verdad la usarás contra mí? ¿No le hiciste suficiente?
―Sí. Pero tengo que hacer esto por ti. ―Él se inclinó y le tocó la frente
mientras suavemente acariciaba su cabello enredado―. Ah, Lindsey, eres mi
redención. Eres todo lo que tengo que mostrar en mi vida. Siempre lo fuiste. Eso
nunca fue una mentira. Por lo tanto, no puedo dejarte así.
Ella lo miró y levantó las cejas como diciendo: “¿ese es tu movimiento?”.
Tragó y su cabeza dio vueltas. No quería nada más que mentir de nuevo y nunca
volver a moverse. Pero, ¿qué pasaría con Jessie? Él estaba amenazando a Jessie. No
podía dejar que eso pasara.
Poco a poco pasó las piernas por el borde de la cama y se tragó la
nauseabunda bilis que subió hasta su garganta. Tembló, sus piernas también
temblaban. Su cuerpo todavía gemía de dolor por las contusiones.
―No va a funcionar. Él me encontrará donde quiera que vaya y me matará.
―Él está a punto de ser el hombre más seguido y fotografiado en Virginia y
DC. Así que, no, no lo hará. El hombre es tan ambicioso como yo solía ser. Nada
descarrilará sus planes o su campaña. Sabrás dónde está en todo momento, 182
simplemente porque está a punto de convertirse en una figura pública. Claro, va a
voltear la casa y después dirá que este ataque te hizo irte por razones de seguridad.
Sólo va a sacar lo mejor de ello. Confía en mí, lo sé, porque es lo que yo haría en su
posición. Si crees que yo soy él, entonces debes creer que sé cómo va a reaccionar.
Y tienes que irte.
La camiseta larga que llevaba se deslizó sobre sus rodillas. Ella dio un paso
hacia delante y se tambaleó, sosteniéndose de la mesita de noche antes de dar otro.
Luego otro.
Él asintió en señal de aprobación.
―Eres Lindsey Bains, no Lindsey Johanson. No te olvides de la buena
Lindsey. Hubo algo bueno entre nosotros. Tú representas todo lo bueno en mí. No
dejes que lo que hice cambie algo de eso. Por favor, Lindsey.
Ella entró en su armario y volvió a salir con unos jeans y una sudadera. Él la
ayudó a vestirse y el puro surrealismo de eso le dio una sensación falsa. Como si lo
hubiera inventado. No estaba siendo atendida por su padre muerto y a punto de
dejar a Elliot. No. Eso no estaba sucediendo. No podía suceder. Estaba en una
enorme pelea con la negación evocando a su padre, porque en esencia, él era el
hombre que quería que viniera a rescatarla. Una vez, había ido a él para todo: por
respuestas, por amor, y en última instancia, por protección. Y era quien quería que
la ayudara. Eso la hacía una traidora malvada con Jessie.
Su padre era todavía un hombre alto y fuerte. Se movía con la misma demora
que beneficiaba a un hombre que comandaba un ejército. Él puso su brazo debajo
de ella.
―¿Hay algo sentimental que desees mantener?
―Mi bolso. Tiene todas mis cosas. Algo de ropa. Tal vez una chaqueta.
Su rostro se volteó para mirarla a los ojos.
―¿Harás esto, entonces? ¿Realmente lo harás?
Ella se encogió de hombros. Tenía que ser un sueño de todos modos, ¿así que
por qué no pretender escapar de su prisión?
Él le apretó la mano.
―Esa es mi chica. Esa es mi soldado. Todavía estás ahí. ―Besó la parte
superior de su cabeza y puso su mano sobre su mandíbula.
―¿Qué vas a hacer? ¿Caminar hasta Noah y decirle “aquí está ella”?
―Más o menos. No te voy a dejar aquí, sea lo que sea que haga.
―Estás loco. Esto no va a funcionar. 183
―Lo hará. ¿Y Lindsey? Te quiero. Si nada más te convence de eso, sólo quiero
que sepas que estoy con una correa corta. Si se dan cuenta de que volví aquí, me
van a terminar. Tengo que irme esta noche. Pero si muero ahora, esta vez de
verdad, al menos sabré que te llevé con seguridad lejos de Elliot, y entonces habrá
valido la pena. Eres todo lo que me queda digno de algo.
Ella soltó un bufido.
―No importa. Estás como muerto para mí
―Ah, cariño, no me descartes todavía.
―Todavía te odio. Siempre te odiaré.
Él sonrió mientras tiraba suavemente de ella hacia delante para bajar las
escaleras.
―Si sólo tuviera un centavo por cuántas veces he pensado eso también. Está
bien, cariño, siempre y cuando te vayas de aquí. Puedo aceptar eso.
N
oah empujó la botella de agua en el asiento del pasajero. ¿Cuánto
tiempo más podría hacer esto? Jessie parecía pensar que podía
hacerlo de forma indefinida. Pero tenía un trabajo al cual volver. Y
cuentas que pagar. Una familia a tener en cuenta. Casi había abandonado a la
pobre Tessa, dejándola al cuidado de Penny. Ellos no sabían lo que estaba pasando,
sólo que había tenido que irse. Les dijo que era importante y que se los diría
cuando pudiera.
La cosa era: que era importante. Pero tenía que hacer algo más que sentarse
en un coche y mirar a la casa. Recogiendo un cacahuate de la lata de frutos secos a
su lado, egoístamente se preguntó cuánto podría soportar aquí sentado. Le daba
un nuevo significado a la palabra “aburrido”. Adormecedor de mente. Agotador.
Se puso tan inquieto, que pensó que podría rayarse los malditos ojos.

184
Pero Elliot estaba allí una gran parte del tiempo y nunca mantenía un horario
consistente. A veces, se iba durante veinte minutos, otros por dos horas. Era
imposible saber cuánto tiempo. Y ese hombre zalamero que siempre estaba en su
presencia se quedaba allí todo el día.
Comió los cacahuates tostadas con miel, levantando la vista para ver a un
hombre arrastrando los pies por la acera. Era alto, no tan alto como Noah, y calvo.
Caminaba encorvado como a menudo hacen los ancianos. Se detuvo de repente a
unos tres metros del coche de Noah y miró hacia arriba, directamente a Noah a
través del parabrisas. Noah se quedó tan sorprendido, que dejó caer la lata de
cacahuates, que se derramó sobre sus pies y en la alfombra del piso.
¿El general Travis Bains?
Parpadeó y se pasó una mano por los ojos. No. De ninguna manera. Su
aburrimiento estaba obviamente haciéndole delirante ahora. El general estaba
muerto hace tiempo.
La aparición hizo un gesto hacia él, pero él se quedó allí sentado sin moverse.
No. El desconocido no podía conocerlo. No podía ser un hombre muerto
caminando. Los labios del fantasma se fruncieron mientras rodaba sus ojos, dando
un paso adelante a la puerta del pasajero y moviendo el mango mientras indicaba
a Noah que abriera.
El hombre dio unos golpecitos en la ventana.
―Por el amor de Dios, Noah, ¡sí! ¡Soy yo, Travis Bains! Despierta. Los zombis
no se están apoderando de las calles. Ahora, abre el maldito coche.
Sus dedos finalmente respondieron e hizo clic en las puertas abriéndolas.
Bains se deslizó en el asiento.
―¿Cómo puede estar aquí?
―Porque no morí. Todo fue falsificado. Es una larga historia. Nadie sabe que
estoy vivo, excepto cinco personas, y ahora tú. Que siga siendo así. Hice lo que
nadie más pudo hacer; conseguí dar el primer paso. Ella me escuchó. Como
siempre lo ha hecho. Los hábitos de toda la vida no pueden ser totalmente
borrados.
Noah tomó un agudo aliento.
―Sucio, maldito, hijo de puta.
Él hizo un gesto con la mano alrededor.
―Sí, sí, soy todo eso y más. Pero no Lindsey. Ella está a la vuelta de la
esquina en este momento, escondida detrás del seto frente a la casa azul. Recógela.
Después conduce como el infierno y llévala tan lejos de él como sea posible.
Conduce hasta que tus ojos literalmente, estén a punto de caerse. Cuanto más lejos
llegues en este momento, menor será la posibilidad de que ella vuelva. Ella no 185
querrá escucharte. No como hace conmigo. Pero tienes que convencerla. Puedes ser
amable con ella más tarde. Más tarde, cuando no sea su prisionera. No te subas a
un avión. Sólo conduce. Y sólo paga con dinero en efectivo. Termina por conseguir
llevar a mi hija tan malditamente lejos de ese monstruo narcisista como sea posible.
Su boca se quedó boquiabierta.
―¿Captó eso?
―Apenas. Y quiero decir a duras penas. ¿Me entendiste? Ella está al ancho de
hilo de regresar.
Noah lo miró por un momento prolongado de silencio.
―Debe tener una profunda hipocresía en esto, ¿no es así? Hubo un momento
en que usted era el monstruo, y Jessie estuvo a sólo el ancho de un hilo de escapar.
Bains resopló.
―Sálvala, Noah. Eso es todo lo que importa.
―¿Va a matar a Elliot?
―Debería hacerlo. Pero no, no tengo tiempo suficiente. Pensé que tenía que
alejarla de él. Y por suerte para mí, aquí estabas tú, sentado como un idiota. ¿Cuál
era tu plan, por cierto?
Él casi se sonrojó. Está bien, no tenía nada ahí, liberar a Lindsey galantemente
de su situación como Will hizo por Jessie. Bueno, estaba esperando pacientemente
y buscando la oportunidad. Era… bien, mierda, estaba haciendo exactamente como
Jessie le dijo que hiciera.
Bains negó y llegó a la puerta.
―Eso no importa. Sólo sal de aquí. Y no, ¿me oyes? NO LA LLEVES con
Jessie y Will. Ni siquiera la lleves al mismo estado en el que viven. ―Le entregó a
Noah un trozo de papel―. Memoriza esto y deja una nota para mí. Dime dónde
está ella. Tengo que saberlo Tengo que saber que está a salvo. ¿Harás eso por mí?
La áspera pregunta sonó casi cortés. Era bastante obvio que Bains no tenía ni
idea de cómo ser cortés o de pedir correctamente favores.
―¿No puedo enviárselo por correo electrónico?
―Nop. La tecnología es toda trazable y supervisada. Haz eso por mí.
―Está bien. ―Con el consentimiento de Noah, Bains asintió y salió del
vehículo.
Noah chilló alrededor de la esquina, casi volcando el coche en su prisa por
encontrarla. Lindsey se puso de pie mientras él se detenía. Tenía un gran abrigo
sobre ella, con la capucha arriba. También tenía un pequeño bolso y otro bolso, 186
pero salió de la casa con casi nada a su nombre.
Ella entró y no miró hacia él, ni siquiera le preguntó qué demonios estaba
haciendo allí. No reaccionó a nada de eso, pero se puso el cinturón de seguridad en
silencio. Noah la miró por un momento, antes de sacudirse de nuevo y poner
atención y obedecer el consejo de Bains. Condujo.
Los kilómetros pasaron veloces junto a ella y aferró el cinturón de seguridad
a su alrededor, pero miró hacia el frente. Él hizo clic en la radio, en un intento de
aliviar la horrible tensión de ahí dentro. ¿Qué podía decir uno en tal situación? No
había palabras que pudiera encontrar para explicar su ayuda para escapar del
violento depredador con el que estaba casada. O, para hablar sobre su reacción al
enterarse de que su padre no había muerto, y que acababa de hablar con ellos. Las
manos de Noah agarraron el volante robóticamente mientras trataba de mantener
su mente en conducir en lugar de las miles de preguntas que se habían enconado
en su cerebro.
Después de cuarenta y ocho kilómetros pasando en el odómetro, él cerró su
mano casualmente sobre el volante.
―Entonces, el general no está muerto después de todo.
No la miró, sino que mantuvo su mirada fija al frente. La sintió moverse en el
asiento mientras lo miraba en silencio. Finalmente, él lanzó una mirada en su
dirección con una pequeña sonrisa.
―No. Pensé que lo estaba inventando.
―¿Sí? Yo también. Tuvo que golpear físicamente mi ventana antes de creer
que no era más que una aparición.
Ella no le respondió. Silencio. Otros ciento sesenta kilómetros. Doscientos
cuarenta kilómetros. La oscuridad se instaló y Noah cambió a la estación de
noticias. Entonces la radio habló. Después de sentirse más inteligente y más
educado, cambió de nuevo a música. Se frotó los ojos y se movió en su asiento,
haciendo todo lo que pudo para mantenerse despierto y mantenerse conduciendo.
¡Mierda! ¡Prácticamente se había robado el coche de alquiler! ¿O era un robo?
¿No podía simplemente devolverlo en otra sucursal de la agencia? Tendría que
averiguarlo. Mierda, no era bueno ser un fugitivo. O lo que sea que Lindsey y él
fueran etiquetados ahora. Tenía tantas preguntas, pero no superaban en número a
sus temores. No era el hombre adecuado para hacer esto. Pero… era el único
alrededor. Suspiró alto. Así que allí estaba: corriendo por todo el país con una

187
mujer casi en estado de coma después de que su padre muerto había insistido en
ello.
Se detuvo finalmente por gasolina, sintiéndose un poco preocupado por la
advertencia del general. ¿Trataría de sorprenderlos ahí? Hacía mucho tiempo que
ella se había desplomado contra la puerta con la cabeza apoyada en la capucha de
su abrigo.
¿Cómo se vería realmente? No lo sabía. Ella apartó la cara y mantuvo la
capucha del abrigo arriba, bloqueando la mayor parte de su perfil.
―¿Quieres algo?
―Agua.
―Está bien, agua será. ―Él hizo una mueca, pensando que sonaba como un
completo idiota. Su voz era demasiado alegre. Pero no tenía ni idea de qué otra
manera hablar con ella. O incluso qué tono usar con ella. No tenía idea de cómo
atravesar su extraño estado, casi catatónico.
Compró café y agua para ella, así como algunas barras de chocolate y patatas
fritas. También agarró algunos artículos de almuerzos pre-elaborados y un par de
manzanas de aspecto triste que la tienda de conveniencia tenía al lado de la caja
registradora. Sus ojos estaban clavados en Lindsey, pero por suerte, ella nunca se
movió. Con algo de alivio, por fin se sentó en el coche.
―Hay algunos aperitivos si tienes hambre. ― Sí, eso debería ayudarla.
―No tengo hambre.
Comenzó a conducir de nuevo. Otro par de horas transcurrieron. Él bostezó,
sintiendo el agotamiento. Cruzó todo el estado y fue perdiendo fuerza. Su
adrenalina se desvanecía rápidamente.
Después de quince horas de conducir, tres paradas en el baño, tres paradas
por gasolina, y cuatro barras de caramelo, ella finalmente le preguntó a Noah:
―¿A dónde vamos? ―Levantando la cabeza fuera de la ventana. Era la
mayor actividad que había mostrado hasta el momento.
¿Se atrevería admitir la verdad?
―No lo sé. Él me dijo que sólo tenía que conseguir llegar lo más lejos que
pudiera, tan rápido como pudiera Así que lo hice.
―¿Él, siendo mi padre? ¿Y pensaste que era una buena persona y obedeciste?
Él torció el cuello atrás y adelante.
―¿No? Sí. No tengo ni maldita idea.
Ella soltó un bufido.
―Entonces, ¿estás conduciendo a una velocidad vertiginosa sin destino en 188
mente?
―Sí, mucho. Imaginé que la costa opuesta podría ser un buen lugar para
empezar. Me advirtió que no te llevara con tu hermana y Will.
―Es probable que tenga razón. Estoy segura de que sabe cómo reaccionaría
alguien como Elliot.
―Tengo que llamar a Jessie. Tiene que ser un desastre total para ahora.
―Pensé que ella estaba detrás de esto. No pudo venir por el bebé, por lo que
te envió.
―No. De hecho, me ofrecí como voluntario.
―¿Cómo pudo ella averiguarlo? ―El tono de Lindsey sonaba muerto. No
había ni rastro de sentimiento o de inflexión. Era el mismo tono de alguien
recitando una lista de vocabulario que pudiera usar. Parecía ignorar cualquier
sentimiento acerca de su situación.
―No lo hizo. Lo hice yo.
Su rostro buscó el suyo en la primera señal de reacción por parte de ella. Él
hizo una mueca cuando lo encontró. Ella estaba decolorada, con una coloración
amarillenta de las contusiones en su cuello y mandíbula. Su ojo estaba todavía
incómodamente hinchado y un feo corte atravesaba su frente.
―¿Cómo? ¿Cómo es posible que lo adivinaras?
―¿Cómo iba a no hacerlo? Y más al punto, ¿cómo no ver todas las
sugerencias que intentaste dejar para nosotros? Lo peor de todo, es que a pesar de
la mala sensación en mis entrañas, todavía te fuiste con él. Sin una última palabra
de preocupación o de cuidado. Creo que lo supe, pero no podía aceptarlo.
―¿Qué te hizo cambiar de opinión?
―La cicatriz.
―¿Cuál cicatriz?
―La que le mostraste a Tessa. La que conseguiste en “tu relación anterior”.
La cosa es: Jessie me dijo que no habías tenido relaciones anteriores hasta Elliot.
Ella asintió.
―Sí, ahora puedes ver por qué nunca se lo dije a nadie. Se lo dices a alguien,
y un montón de otras personas lo averiguan.
―¡Deberías haber gritado hacia nosotros por no haberlo visto!
Ella se encogió de hombros. 189
―Sé lo que estás pensando. ¿Por qué no me quedé en Washington? ¿Por qué
no te lo dije? ¿Por qué no pude hacer algo?
―No. No es lo que no hiciste. No creo que esto sea tu culpa.
―Sí, lo haces. Debes preguntarte por qué no me fui. Por qué volví con él.
Tienes que preguntarte qué es lo que me pasa por querer tal cosa.
Su corazón se sentía como si toda la sangre hubiera sido bombeada fuera de
él. Se sentía completamente agotado. Ella realmente creía eso.
―No. No, Lindsey. Como no culpo a Tessa ni a sus seis hijos. ¿Debo estar
resentido con ella? ¿En vez de ayudarla? ¿O enviarla de regreso porque se quedó
con el abusador también?
Todo el torso de Lindsey se puso rígido.
―No.
―Entonces, ¿por qué siquiera sugieres que podría pensar eso de ti?
Ella se quedó en silencio. Entonces dijo:
―No quiero hablar más.
―Está bien. Por supuesto. Sólo… ¿tienes alguna idea de a dónde debemos ir?
Ella se encorvó otra vez, apoyando la cabeza en la capucha del abrigo
mientras cerraba los ojos.
―Sí. Sigue conduciendo al oeste. Hay un lugar al cual ir. El lugar que
siempre imaginé si alguna vez me alejaba, y al que me gustaría ir.
―¿Te importaría decirme dónde está?
Ella no respondió, sino que simplemente cerró los ojos.

* * *

Cada cuerpo humano tiene sus límites físicos, y Noah no podía conducir otro
kilómetro. Estaba tan cansado que temió pudiera dormirse. Casi veinticuatro horas
desde que recogió a Lindsey habían transcurrido antes de que finalmente se
detuviera en un motel de carretera. Parecía lo suficientemente limpio, y estaba
situado justo afuera de la interestatal.
Detectando un auto-servicio, consiguió una comida blanda, grasienta que olía
delicioso para él. Después de seis barras de chocolate y tres bolsas de papas fritas
saladas, el aroma era como la cena de Acción de Gracias. Ordenó algo para
Lindsey también, pero ella no se inmutó ante su consulta o el olor de la comida 190
caliente. No estaba bromeando cuando dijo que no tenía hambre. Agua era todo lo
que ingería.
Él le tocó el hombro, casi con miedo de hacerlo. Finalmente ella murmuró y
levantó la cabeza.
―Estamos en un motel ahora. Tenemos que detenernos para la noche.
¿Prefieres tu propia habitación? O bien, ¿deseas compartir una?
―Compartir.
Él retiró su mano, sin saber si estaría de acuerdo con ese tipo de alojamiento.
Bien. Rápidamente se registraron con la recepcionista y agarraron su escaso
equipaje antes de llevarlo dentro. Lindsey finalmente, después de varios minutos,
apareció en la puerta, manteniendo la cabeza hacia abajo.
―No me siento muy bien. He estado con cosas desde entonces… cosas
sucedieron. Así que estoy un poco fuera de todo.
Su corazón se detuvo y sus manos se volvieron húmedas. Jesús. ¿Qué podía
decir a eso?
―¿Puedo hacer algo? ―Él levantó las manos, con sus palmas hacia arriba,
como si pidiera orientación.
Ella se encogió de hombros sin comprometerse, pero levantó los ojos hacia él.
Le resultaba casi doloroso mirar su rostro. Tuvo que tragarse su repulsión y dolor.
Elliot obviamente la había estrangulado. Su cuello estaba negro y azul. Elliot puso
sus brutales manos en su delgada, blanca, garganta vulnerable y apretó. El
estómago de Noah casi escapó con la imagen en su mente. ¿Quién podría hacer
una cosa así? ¿Cómo podría alguien hacerle algo así a otro ser humano? Por no
hablar, ¿de a su propia esposa?
―¿Por qué estabas allí? ¿Por qué estabas estacionado cerca de mi casa?
―Tenía la intención de hacer algo.
Ella tenía la cabeza inclinada.
―¿Qué? ¿Qué es lo que querías hacer?
Él se encogió de hombros, con aspecto desinflado en la cama, con las piernas
abiertas mientras miraba la andrajosa, verde alfombra.
―No lo sé. Sabía que tenía que hacer algo. No sabía qué. Me sentía más cerca
de ti allí, a pesar de que no estabas ni un maldito pequeño pedazo de bien. Sentí
como si tal vez, con el tiempo, se me ocurriera algo. Fue una estupidez. Fui un
inútil.
―No. No fuiste estúpido. Esa es probablemente la cosa más bonita que jamás 191
he oído decir a alguien. Probablemente sea la mejor intención que alguien pueda
tener.
Él se burló.
―No soy como tu padre, o Will, que estoy seguro hubieran logrado tu rescate
en cualquier momento.
―No. Pero mira el hombre que realmente me llevó por la calle, dejando mi
casa en el espejo retrovisor. Así que sí. Hiciste algo. ―Ella dejó escapar un largo
suspiro―. Estoy cansada. Necesito dormir.
―Está bien. Iré a dar un paseo. Tómate todo el tiempo que necesites. Trataré
de no molestarte.
Ella asintió mientras se levantaba y daba un paso hacia la puerta.
―Gracias, Noah. Por hacer algo. Pero nadie puede saber acerca de mi padre.
Destruiría a Jessie. Y luego, todo esto sería para nada.
―¿Todo a cambio de nada?
―Bueno, sí, él amenazó con decirle a Jessie que aún estaba vivo. Eso es lo que
me hizo finalmente levantarme y salir.
―E s bastante malo, Jessie.
La respiración de Jessie se estancó en la línea
telefónica. Cuando volvió a hablar, su voz era
estrangulada por las lágrimas.
―¿Qué le hizo él?
―En primer lugar, ella admitió estar “en algo” desde que esto sucedió, y su
cuello está cubierto de moretones. El hijo de puta la ahogó. Su frente tiene un corte
profundo y un enorme nudo. Su rostro está todo hinchado. No he visto nada más
de ella, y no hay ninguna posibilidad de que pueda compartir lo que sucedió. No
habló durante casi veintitrés horas. No tengo los detalles.
―¿Cómo conseguiste que saliera? La última vez que hablé con ella, estaba tan
catatónica, que no parecía registrar incluso que había dado a luz a la bebé. 192
―Sólo le dije que tú lo hiciste, así que ella podía. La puse en mi coche y
conduje. Conduje hasta donde pude y hasta que renuncié por agotamiento.
―¿A dónde van?
―Ella no me lo dijo.
―¿Qué quieres decir con que no te lo dijo? ¿Ella tiene un lugar real en mente?
¿En qué estado?
―No me lo dijo. Sólo me dijo que debería conducir a la Costa Oeste.
Jessie se quedó en silencio por un largo momento, y luego se echó a reír bajo.
―Ella es brillante. Haz exactamente lo que te diga. Tiene razón. La vieja
Lindsey aún podría estar en alguna parte.
―Jessie, es posible que no llegues a ver la vieja Lindsey nunca más.
Su toma de aliento fue aguda.
―No. Pero tal vez algún día, pueda ver a una nueva.
Él entró en la habitación del motel para encontrar a Lindsey en la cama ahora
con las sábanas herméticamente sobre ella. Ya había cerrado las cortinas y apagado
las luces. Su respiración sonaba regular. Noah recogió su tibia comida rápida y se
la comió, mientras se preguntaba qué hacer a continuación.

* * *

Más de conducir. Lindsey no habló. Hablaba en un tono monótono cada vez


que él le hacía una pregunta. No expresó ninguna opinión en cuanto a dónde y con
qué frecuencia se detendrían. Bien podría haber estado conduciendo solo. Parecía
interminable. E infernal. Tenía tantas preguntas, y tanta simpatía por ella.
Anhelaba expresar ambos con su garganta que estaba casi ardiendo por decir las
palabras. Pero no, ella había dejado muy claro para él que sus palabras, su
simpatía, sus preguntas y sus opiniones no eran bienvenidas. Por lo tanto, lo
menos que podía hacer era respetar sus deseos. Eso era lo mínimo así que era lo
que haría por ella.
De vez en cuando, ella le daba indicaciones sobre a dónde ir. Iba más allá de
surrealista en la mente de Noah que estuviera conduciendo a miles de kilómetros
sin una maldita idea del destino final. ¿Por qué no podía simplemente decírselo?
¿Estaría preocupada de que se lo dijera a alguien?
193
Él habló con su hermana, Penny, varias veces. Ella insistió en que la llamara,
poniéndose muy preocupada sobre lo que estaba pasando y por qué se negaba a
decírselo. Había estado ausente casi diez días, y Penny se moría de curiosidad por
saber por qué.
La mirada de Lindsey se quedó con él mientras trataba de evadir las
preguntas de su hermana. Lindsey no hizo comentaros cuando colgó, ni dijo
mucho en general.
Finalmente, después de cinco días de conducir de ocho a diez horas al día,
llegaron al lugar que Lindsey había seleccionado. Noah aún no tenía idea de dónde
estaban o por qué estaban allí. ¿Quién podría estar aquí? Y Lindsey probablemente
pronunciaba no más de veinte palabras al día ante él. No tenía nada que decir y
nunca respondía a nada, ni siquiera a sus mundanas, declaraciones incómodas
sobre las diversas cosas que pasaban. No podría importarle menos a ella. Apenas
se arrastraba sobre sus pies desde el motel en el que se alojaban, al coche y,
después al siguiente motel. Si comía quinientas calorías al día, habría sorprendido
a Noah. Bebía sólo agua y se dormía. Miraba al frente por el parabrisas con ojos
muertos, aburridos y parecía clínicamente catatónica.
La señal de la interestatal decía “Bienvenidos a Calliston”. Era un pueblo
pequeño, apenas notado en el norte de California, situado a menos de cien
kilómetros de la frontera con Oregón. El área era un bosque de árboles y montañas
distantes, pero absolutamente impresionante. La ciudad era tan bonita y
pintoresca, que se sentía como una tarjeta de felicitación. La calle principal estaba
brillantemente decorada a juego con las lámparas de calle y tiendas pintorescas.
Todas tenían tiendas similares y, aceras anchas y profundas para que la gente
paseara por ellas. El área parecía bien cuidada y bastante próspera.
Lindsey le dijo que estacionara frente a un edificio de condominios de seis
pisos, verde. Tenía ascensor en el interior, que tomaron antes de detenerse en una
puerta que decía “5B”. Lindsey llamó tentativamente y la puerta finalmente se
abrió.

* * *

―¿Lindsey? ―Ella fue abrazada inmediatamente―. ¡Oh, Dios mío! ¡Lo


lograste! Gracias a Dios. He estado aquí por días. Horas. Minutos. No podía
soportarlo. Entra.
―Hola, Gretchen.
Gretchen la soltó y sus ojos recorrieron el rostro de Lindsey antes de 194
estremecerse.
―¿Jessie te llamó?
― Sí. ¿Por qué no lo hiciste tú?
―Sí, buena pregunta. ¿Por qué no lo hicimos? ¿Y dónde estamos? ―Noah
intervino.
Lindsey se volvió, una sonrisa asomaba en su rostro. Noah estaba de pie
detrás de ella, moviendo sus pies torpemente. Sus hombros estaban tensos y tenía
las manos en los bolsillos. Sus jeans parecían un poco demasiado largos, y se veían
holgados sobre su esbelto trasero. Era alto y delgado, pero tenía los hombros
anchos y largos brazos y piernas. Su cabello negro caía sobre su frente
juvenilmente, Lindsey a menudo tenía que resistir las ganas de tirar de él. Bueno,
volver a tocar a otra persona parecía apelar a que se alejara. Sus ojos habían estado
cautelosamente observándola y la había tratado con el máximo respeto. Nunca la
había tocado o saturado. No insistió con ella tampoco. Ni siquiera hizo alguna
parada sin antes consultarlo con ella.
No había mejor hombre en el mundo entero que Noah Clark. Había tolerado
su silencio durante días, sin decir una palabra respecto a lo que quería o pensaba.
Se dio cuenta de que a menudo quería preguntarle, pero que se abstenía. No
insistió en averiguar lo que deseaba saber. Era el ser humano más decente vivo.
Lindsey no tenía palabras para comenzar a describirle su terrible experiencia a
Noah. ¿Cómo iba a explicarle por qué se veía así? ¿Cómo llegó a ser la persona que
ahora veía? La vergüenza de que supiera la verdad se rendía ante su silencio.
Dándose la vuelta, cerró los ojos y deseó poder fingir que no había sucedido.
¡Dios! Pobre Noah. Se había ocupado de todo como un profesional, sin
ninguna idea de lo que estaba o no haciendo, y de por qué ella estaba actuando de
manera extraña.
Gretchen miró por encima del hombro a Lindsey.
―Hola, soy Gretchen Hendricks.
Noah asintió.
―Está bien, ¿como en Will Hendricks? ¿Eres su hermana?
―No, su ex esposa.
Noah bajó la mirada.
―Oh, no sabía que tenía una. Eh, hola, soy Noah Clark.
Ella sonrió.
―Sé quién eres. Eras el novio de Jessie cuando Will desapareció. 195
Noah se aclaró la garganta.
―No. No tanto su novio como… bueno, sólo un amigo. Sin duda no salí con
ella.
Gretchen sonrió.
―¿Preocupado por Will?
―Bueno, no hay razón para hacer que suene como algo que nunca fue. Jessie
trabaja para mí ahora.
―Y tú fuiste el que ayudó a Lindsey. Pasen.
Entraron a un estrecho pasillo que conducía a una habitación grande, muy
iluminada por el sol. Era una habitación llena de vida que se extendía a la cocina y
al comedor. La luz del sol inundaba la alfombra blanca a través de las puertas
francesas, y de varias ventanas. Tenía altos techos abovedados y paredes blancas
con brillantes muebles y cuadros. Era cálido, limpio y muy atractivo para Lindsey.
Ella se detuvo justo en medio de la habitación.
―¿Puedo quedarme aquí?
Gretchen se volvió hacia ella y se apoyó en el mostrador de granito junto a
ella.
―Sí. Por supuesto que puedes. Siempre has sabido eso.
La cabeza de Noah se balanceó entre ellas. Se quedó de pie un poco hacia
atrás, sintiéndose incómodo mientras la evidencia de sus pies era arrastrada antes
de encorvarse a la pared.
―No te llamé primero, porque no quería explicártelo por teléfono.
―¿Llamaste a tu hermana? Se muere por saber de ti. No puede soportarlo.
Necesita hablar contigo. Pero entiendo que no quieres hablar con ella.
―Todavía no puedo… ¿Alguno de ustedes podría actualizarla?
―Lindsey…
—Por favor, Gretchen. Todavía no. Hoy no. Sólo… Ha pasado un tiempo
muy largo, días malos. ―Más como años―. Y me gustaría acostarme.
Los ojos de Gretchen se crisparon.
―Bien, bien, Lindsey. Hablaremos con Jessie. Si necesitas descansar, por
favor haz eso.
Lindsey vaciló, y cruzó los brazos sobre su pecho. 196
―Mira, Gretchen, esto podría ser peligroso. Quiero decir, tenerme aquí. No
tengo ni idea si Elliot realmente me puede localizar, pero sé que lo intentará. Así
que tal vez…
Gretchen agitó su mano alrededor con desdén.
―Nunca te delataría. ¿Y qué? ¡Deja que te encuentre! Estuve casada con Will
Hendricks una vez, ¿recuerdas? Sé una cosa o dos acerca de defenderme. Y a ti.
―¿Will te enseñó?
Ella sonrió lentamente.
―Sí, me enseñó a usar el arma que tengo.
―Sé cómo defenderme de los extraños también.
Un espeso silencio siguió a su declaración y Noah se apartó de la pared,
mientras Gretchen se adelantaba y tomaba las dos manos de Lindsey en las suyas.
―Eso es mentira. ¿Lo que estás haciendo justo ahora? ¿Echarte la culpa a ti
misma? ¿Tomando toda la responsabilidad? Eso es mentira.
Noah resopló silenciosamente detrás de ella.
―Ella tiene razón, Lindsey. Escúchala.
Ella no lo sabía. Tal vez los dos estaban bien. Tal vez no era más que la
víctima. O tal vez dejó que le pasara a ella. Tal vez lo merecía por no haberlo
dejado antes. Era su castigo por no decirlo. Por guardar silencio. Por permitir el
acceso repetidamente de Elliot a ella, y ni una sola vez, levantar un brazo, una
mano, una pierna, ni siquiera un dedo para defenderse. ¿Por qué no lo hizo? No
podía responder a eso.
La primera vez que Elliot le pegó, la sorpresa la había paralizado. Era como
ser atacada por un extraño, y la pura sorpresa de eso le impidió reaccionar.
Después, terminó. Fue golpeada. Magullada. Lastimada. Por su marido. La traición
partió su corazón por la mitad; pero siempre pensó, sí, estúpida e ingenuamente,
tal vez con el tiempo se acabaría. Pero no lo hizo. Y fue humillante. Tan humillante,
que no podía encontrar palabras para expresar lo que la hacía sentir. Allí estaba
ella, una mujer de clase alta bien vestida, ex oficial del ejército, con recursos y
amigos, y sin hijos. No tenía hijos. Y aun así, se dejaba golpear y ser atacada
regularmente por su marido.
―¿Puedo quedarme contigo, entonces?
―Para siempre, si quieres. ―Gretchen sonrió y sus ojos brillaron con
preocupación suave, cuidadosa.
Gretchen y Lindsey se hicieron amigas íntimas mientras ayudaban a Jessie 197
hace muchos años. Pasaron horas y horas hablando juntas. Primero, centradas en
Jessie; pero con el tiempo, llegaron a discutir cosas mucho más allá. Hablaron de su
infancia, de sus trabajos, de sus amigos, así como de temas más mundanos, como
películas y libros. A Lindsey le gustaba Gretchen más que cualquier otra mujer que
hubiera conocido en su vida adulta. No podía, sin embargo, dejar que Gretchen
fuera más allá de la fachada, porque nunca podía dejar entrar a nadie en esa línea
que nadie cruzaba. Esa era la línea que Elliot tan brutalmente había explotado. Él
confiaba en que ella no le diría a nadie la verdad.
No podía recordar en ningún momento, haber tenido una conversación con
Elliot acerca de Gretchen Hendricks. Estaba segura de que nunca la mencionó, ni
como una amiga casual, mucho menos como alguien que había ayudado a Jessie en
su camino de regreso. Lindsey se mantenía en contacto con Gretchen a la distancia,
casi de forma distraída. Intercambiaban tarjetas de Navidad y solían llamar a la
otra a menudo. Pero eso disminuyó en el último año o dos hasta que acabó por
dejar de responder a las tarjetas de Gretchen o a sus llamadas. Por supuesto, la
razón obvia era que era más fácil esconder su secreto al no tener a nadie cerca de
ella. Así que a pesar de su fracaso para seguir enviándose correspondencia con
Gretchen durante mucho tiempo, Lindsey de alguna manera siempre supo, que
Gretchen era el tipo de persona al que no le importaba cuánto tiempo había
pasado. Que aceptaría a Lindsey de nuevo en su vida al primer segundo de su
reunión. Lindsey sabía que tenían ese tipo de conexión desde el mismo comienzo.
Aunque las grandes brechas de tiempo habían separado sus visitas, siempre
empezaban bien de nuevo, como si hubiera pasado sólo un día, no meses, o más
tarde, años. Gretchen era verdaderamente una de las mujeres más inteligentes, más
amables, menos juiciosas que Lindsey había conocido nunca. Era también ―pero
de una manera que Lindsey nunca realmente creía podría suceder― el plan de
respaldo de Lindsey. Tal vez por eso se aseguró en concreto de nunca discutir o
hablar de la existencia de Gretchen Hendricks con Elliot. Siempre había albergado
la loca fantasía de que si alguna vez lograba alejarse de él, huiría hacia Gretchen.
Nunca pensó que en realidad lo haría, pero ahí estaba.
El rostro de Lindsey rompió en una sonrisa forzada. Se sentía extraño sonreír
de nuevo. Se sentía extraño estar en la soleada habitación discutiendo de Elliot.
Nunca hablaba de Elliot con los demás. La gran peculiaridad de eso apuñaló su
corazón con un miedo irracional. Su reacción inicial fue pensar en lo mucho que él
odiaría lo que hizo. La odiaría por haberlo hecho. ¿Cómo si no iba a reaccionar?
―Espero que sean tan sólo unos días.

198
Ella comenzó a alejarse, pero la declaración de Gretchen la detuvo.
―¿Unos pocos días? ¡No! Unos pocos días no harán nada por ti. Te quedarás
todo el tiempo que sea necesario. Supiste eso todo el tiempo. Debes darte cuenta de
que sé de esas cosas. Y hago esto para vivir. Ayudo a la gente, Lindsey. Y si alguien
necesita ayuda, esa eres tú en este momento.
―No vine para que pudieras aconsejarme. Vine porque Elliot no sabe nada
de ti.
―Sé por qué viniste. Eso no quiere decir que no pueda ayudarte.
―Quieres decir que lo intentarás. Tratarás de ayudarme.
Ella asintió lentamente.
―Está bien, entonces trataré de ayudarte.
Lindsey le dio a Noah una mirada rápida.
―Tú no tienes que quedarte.
Él tomó una bocanada de aire con sorpresa.
―¿Es una broma, espero? ¿Debería irme?
Gretchen se adelantó.
―No, no, por supuesto que no, Noah. Puedes quedarte en mi oficina. Por
favor. Eres más que bienvenido.
Lindsey levantó las cejas mientras apretaba los labios.
―Agradezco que me trajeras aquí.
Moviendo su mano, él usó un dedo para tocar su brazo en un contacto suave.
―Por supuesto.
Ella apretó el brazo más cerca a su lado y él dejó caer la mano. Ella asintió y
se volvió para salir de la habitación. La niebla se estaba levantando de su cerebro y
el desconcertante efecto de las píldoras se había ido de su sistema. Las extrañaba, y
las quería ahora. Pero aquí nadie se las daría. Lo sabía. Gretchen y Noah eran
demasiado nobles y buenos para disfrutar de ese tipo de cosas. Pero mierda, cómo
deseaba el olvido otra vez y no tener que pensar más. La ausencia de sensaciones.
Encontró la habitación de invitados y cayó sobre la cama. Levantando sus
piernas para meterlas contra su pecho, ni siquiera se molestó en quitarse el abrigo
o deslizar la colcha sobre la cama.

* * *

Noah y Gretchen se miraron el uno al otro después de que la puerta hizo clic
detrás de Lindsey con un toque suave.
199
―Me disculpo por imponerte mi presencia así. No tienes que dejar que me
quede aquí.
Gretchen lentamente retrocedió hasta que sus piernas chocaron con el sofá. Se
dejó caer, enterrando el rostro entre las manos. Noah se quedó allí, resistiendo la
tentación de acariciar su hombro y ofrecerle compasión. ¿No era esa la manera
correcta de reaccionar? No estaba tan seguro.
Ella levantó la vista mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
―Jessie me dijo que era bastante malo. Me dijo que estuviera preparada y
actuara de manera casual con ella. Pero… nunca soñé que vería eso.
―Ya pasó más de una semana y media también.
Ella se estremeció y tragó mientras pasaba una mano por su cara.
―Lo siento, Noah. Debes estar agotado. ¿Puedo ofrecerte algo? ¿Comida?
¿Bebida? ¿Alcohol?
Sus hombros cayeron. Se sentía bien, estaba muy bien para que le hicieran
una pregunta así. Se encontró con su mirada y sonrió lentamente.
―Algo de alcohol parece la mejor idea que he escuchado en mucho tiempo.
Ella se levantó y le devolvió la sonrisa.
―Sí, así es.
Él la siguió hasta la barra de la cocina, donde ella sacó una botella de vino y
dos copas de cristal. Después de verter una generosa cantidad en cada vaso, llamó
su atención.
―Normalmente no hago esto pero…
―Sí. Lo sé.
Chocaron sus copas para brindar por el éxito de su misión antes de beber el
vino copiosamente.
―¿Ella dijo algo?
Noah negó.
―No mucho. Estuvo drogada en un coctel de analgésicos y medicamentos
para la ansiedad durante un rato. Eso la mantuvo bastante fuera de todo.
―Una bendición, me imagino.
― Sí.
Él tomó un sorbo de vino mientras estudiaba a la ex esposa de Will sobre su
vaso. Era una mujer impresionante. En lugar de alta y construida como Charlize 200
Theron, tenía el cabello largo hasta los hombros que se rizaba alrededor de su cara
en atractivos mechones de platino. Sus ojos eran de un color verde esmeralda
oscuro, pero brillaban con una luz interior alegre y brillante. Sonreía con frecuencia
y facilidad. Incluso hoy. Emitía todas las señales de ser una persona muy
agradable. Una persona normal. Una persona ilesa. Era un cambio agradable para
Noah y se sintió cómodo a su alrededor. Ella era sólo de esa manera. Su franca,
honesta mirada estaba llena de una calidez que irradiaba de sus ojos y de
inmediato hacía a una persona sentirse familiar, como si la conociera por años, y
no por horas.
―Entonces, ¿estuviste casada con Will?
Ella agitó la mano, diciendo:
―Hace mucho tiempo. Nuestra separación fue bastante amistosa, y más tarde
me involucré con él de nuevo cuando Will decidió llevar a Jessie a tratamiento. Soy
terapeuta infantil, así que sabía algunas cosas sobre como navegar por el sistema.
―Nunca conocí a dos hermanas más trágicas.
La expresión de Gretchen se puso seria.
―Yo tampoco, pero nunca soñé que Lindsey tuviera tales horribles secretos
desgarradores. Cuando la conocí, era completamente diferente de la mujer que
acaba de entrar aquí. Pasamos mucho tiempo juntas durante el tratamiento de
Jessie. Hasta este momento, no creo que tuviera la primera pista de lo
profundamente que podía ocultar cosas. Después de que llevamos a Jessie con los
Clapsmiths y conseguimos instalarla allí, y ponerla en terapia. Las tres pasamos los
fines de semana enteros juntas, y ella era… impresionante. Quiero decir, muy
impresionante. Era muy agradable también. Hasta que conoció a Elliot. Yo nunca
lo conocí. Se casaron en una pequeña ceremonia rápida, ya que él sería desplegado,
y tuvieron que casarse con poco tiempo de aviso. Ni siquiera Jessie fue. Pero ahora,
estoy empezando a preguntarme…
―El propósito por el que ella se precipitó sobre él antes de que pudiera
averiguar cómo era en realidad.
―Lo más que nunca me dijo fue que era tan diferente de su padre.
―Estoy empezando a pensar que no.
Gretchen asintió y bebió su vino.
―¿Y tú? ¿Cómo acabaste aquí con ella? Lo último que supe, era que Jessie
trabajaba para ti, y Lindsey no te conocía, excepto para decirte hola.
201
―Lindsey se hizo cargo del trabajo de Jessie cuando se fue a reposar. ¡Fue
horrible en él! Por no hablar de extraña. Era tímida, nerviosa, e incompetente.
Ahora sé por qué. Pero justo cerca del final de su estadía en Washington, justo
antes de que el monstruo volviera por ella, empezó a cambiar. Sonreía. Hablaba. Se
echaba a reír. En realidad podía hacer el trabajo con una buena cantidad de
habilidades. Luego, él se presentó y Lindsey totalmente desapareció. Estaba
completamente asombrado. Me sentí enojado. Y lastimado… y ahora, estoy tan
avergonzado de las cosas groseras que pensé de ella.
―Ella estaba escondiéndolo de ti.
―Sí. Ahora puedo ver eso.
Se hizo el silencio entre los dos, y Noah volvió su mirada a su alegre, bonito
apartamento antes de preguntar:
―¿Y ahora qué? ¿Qué hacemos con ella? ¿Por ella? Ni siquiera sé cuál debe ser
el primer paso.
―Simplemente, seguir adelante. Ella se levantará mañana y la encararemos.
Hablaremos con ella y respetaremos sus estados de ánimo. Pero no andaremos de
puntillas a su alrededor, ni actuaremos como si no estuviera allí. Debe enfrentar la
música. Tiene que vivir con eso, pero si actuamos como si pudiera haber muerto,
eso no va a ayudarla.
Él asintió. Parecía un buen consejo. Le gustaba el sentido común práctico de
Gretchen, y su facilidad de comunicación. Le gustaba la forma normal que tenía y
con la que normalmente interactuaba. No tenía que preocuparse o estresarse por lo
que decía o cómo se lo decía a ella.
Ella ladeó la cabeza.
―¿No tienes una vida y una práctica a la cual volver?
―Sí. Casi abandoné mi práctica a mi socio. Nadie sabe dónde estoy o lo que
estoy haciendo. Pero a la luz de esto, nada de eso parece ni remotamente
importante ya. Ella era prisionera en su propia casa. Fue golpeada, y… ―Dejó caer
la cabeza entre las manos y soltó un estremecimiento de aliento―. Y simplemente
no puedo soportar irme de nuevo. No puedo soportar saber lo que le hicieron.
¿Qué pasa si sucumbe a su control otra vez y trata de volver? ¿Y si finalmente él la
encuentra?
Gretchen se encogió de hombros.
―Sólo sé su amigo, Noah. Escucha lo que necesita de ti. Y dale montón y
montón de tiempo y espacio. Pero lo que sea que decida hacer con Elliot está en 202
ella, Noah. No en nosotros.
―No puedo dejarla aquí. ¿Y si la encuentra?
―Lo dudo mucho. ―Gretchen se levantó y agarró una tableta, que encendió
antes de centrarse rápidamente en un artículo de prensa―. Él tiene un discurso
con el sindicato de comestibles hoy. Por lo tanto, nos limitaremos a rastrearlo.
Seremos los primeros en saber si desaparece. Sabremos entonces que tenemos que
hacer algo. Sin embargo, realmente no creo que ni siquiera tenga idea acerca de mí.
―¿Eso te hace incluso un poco reacia a tenerla? Con toda honestidad, ¿no
tienes reparos al respecto?
―Con toda honestidad, no, no los tengo. ―Gretchen sonrió amablemente―.
¿Quieres algo de cenar?
Él sonrió y respondió:
―No he comido lo que uno consideraría una cena decente en más de una
semana. Así que sí; sí quiero.
L
indsey se quedó en la cama durante casi una semana seguida. No
había nada lo suficientemente interesante como para que se levantara.
Sólo se levantaba para orinar y beber agua. A veces, comía la exquisita
comida que Gretchen hacía para ella. Para su profundo alivio, la dejaron sola.
Nunca llegaron y le exigieron que se levantara. No esperaban nada de ella. Sabía
que Noah todavía estaba allí cuando oía a menudo su baja voz retumbante al
hablar con Gretchen. Se preguntó por qué se quedó. ¿Cuánto tiempo tenía la
intención de hacerlo? ¿Qué tan bien él y Gretchen se llevaban? Debió haber sido
difícil para él, ya que él y Gretchen eran prácticamente desconocidos. Debería
haberle importado no hablar con Gretchen, o al menos, no decirle por qué había
ido allí. Ni siquiera le había dado las gracias por su hospitalidad. No hacía nada
excepto dormir y mirar el techo blanco. Ni siquiera sabía por qué lo hacía.
Rodando sobre la cama en el sexto día, Lindsey gimió. Eran casi las dos de la
tarde. Se había quedado en la cama durante casi veinticuatro horas de nuevo. La 203
cosa era: que no quería mantenerse despierta. No quería comer. No quería salir a la
calle, ni ver a la gente funcionar como gente normal, y seguir adelante con sus
vidas normalmente. No quería oír la televisión con comedias mundanas o ninguna
noticia deprimente. No quería hablar con Gretchen ni con Noah. No quería ver sus
expresiones de dolor, o la compasión en sus ojos. No quería soportar sus torpes
intentos por encontrar la manera de hablar con ella, y estar con ella, ahora que
sabían que era una víctima de abuso. Eso la hacía diferente. Especial. Patética.
Quería darse la vuelta y enterrar sus pensamientos en las sábanas. Quería
Xanex y Vicodin, cualquiera de las píldoras que Elliot adquiría para ella, que por lo
general tenía que tomar una semana o más después de su castigo. Que la ayudaban
a atravesar el dolor, y Elliot estaba más que dispuesto a promover eso.
Eventualmente, sin embargo, siempre las dejaba y tenía que enfrentarse a su
desgraciada existencia de nuevo. Trataba de ser cuidadosa y no quedarse
enganchada. Pero realmente las quería ahora. Quería simplemente irse al espacio y
desaparecer. No podía soportar la idea de enfrentarse a un mundo en el que su
padre aún estaba vivo y bien y viviendo en Canadá. No podía enfrentar un mundo
en el que Elliot podría alcanzar una importante e influyente presencia política. No
sabía cómo hacer para seguir con su vida después de dejar a Elliot tan
inesperadamente. Sólo pensar en su reacción a su desaparición daba lugar a
convulsiones que viajaban por su cuerpo. ¡No! ¡No! ¡No! Nunca debería haber
hecho esto. No podía soportarlo. El miedo, el terror abyecto que sentía sólo de
pensar en él, y lo que iba a hacer con ella, causaba que todo su cuerpo se
entumeciera.
Tampoco podía soportar la idea de enfrentarse a Noah, o ver la simpatía y el
dolor en sus ojos, mientras se mantenía preguntándose ¿por qué no pidió ayuda?
¿Por qué no se fue? ¿Por qué dejó que Elliot le hiciera esto? Por encima de todo, no
quería pensar cómo pudo haber dejado que esto le pasara.
Su vergüenza se convirtió en un nudo en su pecho. Era mucho más doloroso
que ninguna de las contusiones o cortes que sufrió a manos de Elliot. Sin embargo,
tenía que orinar y tenía sed. Ya era hora de enfrentar la realidad y ya no podía
esconderse detrás de su vergüenza, aunque prefiriera esconderse para siempre.
Abrió la puerta, siendo muy cuidadosa y tratando de mantenerse en silencio
en el pasillo al baño y usarlo. En el momento en que entró en la sala de estar, Noah
fue alertado de su presencia. Gretchen debía estar en el trabajo. Ahora, estaba sola
con Noah, y probablemente era el momento adecuado para que hablara con él.
Él se puso de pie con rapidez, dejando caer la tableta por la que se

204
desplazaba. Dio un vuelco al piso mientras Noah se daba cuenta justo antes de que
tratara de agarrarla y exclamara:
―¡Mierda!
A menudo se ponía nervioso a su alrededor y dejaba caer las cosas. O decía
cosas que sabía que no tenía intención de decir. Hacía muecas para sí mismo y
pasaba sus manos en varias ocasiones por su cabello cuando parecía no saber qué
hacer con ellas. Lo qué sucedía a menudo. Lindsey casi se sorprendió por el
arrastre de sus labios. Noah Clark, en ese momento, podría haber sido la única
persona viva que podría llegarla a hacer sentir a algo remotamente parecido a
sonreír.
Vestía jeans negros y una camiseta, con el cabello encrespado alrededor de su
frente. Había algo entrañable en él. Algo adorable, pero muy sexy. Había algo
fascinante acerca de un hombre que no quería verla sufrir o ser golpeada ni
violada. Un hombre que realmente nunca supo lo que pasaba con algunas mujeres,
pero que una vez que lo hizo, ¡cuidado! Fue a rescatarla. Condujo su silencioso
culo en estado comatoso por todo el país, sin ningún tipo de idea en cuanto a
dónde lo estaba dirigiendo. Ni una sola vez dudó de ella. Ni una sola vez discutió
con ella. Ni una sola vez desconfió de ella.
―¡Lindsey! ―Su tono sonaba feliz. Debió haber estado contento de que ella
se hubiera levantado. Luego pareció darse cuenta de que sonaba un poco
demasiado alegre para la situación. Se aclaró la garganta―. Quiero decir, hola.
¿Cómo estás?
Ella entró en la habitación, pero era tan malditamente brillante, tuvo que
hacer una pausa. Una pared entera era de ventanas con vistas a un bonito parque y
al barrio. Estaban a cinco pisos de altura y la brillante luz del sol centelleaba
furiosamente.
―Hola.
―¿Te sientes mejor? Quiero decir, ¿dormiste bien? ¿Te ayudó dormir?
Ella sonrió lentamente.
―Dormí. Ayudó. Me siento mejor.
Él negó y empujó sus lentes.
―No tienes que estar mejor, sólo que, ya sabes, ¿no tan en crudo?
Ella inclinó la cabeza. Esa era una buena descripción de cómo se sentía.
―Sí.
―¿Tienes hambre? ¿Tienes sed? ¿Qué puedo hacer por ti?
La idea de la comida era como arena para su boca y su estómago se apretó en
respuesta. Apenas había comido nada en semanas y estaba consumiéndose. Sus 205
ojos parecían hundidos en su cabeza y sus pómulos sobresalían con definición
antinatural. Así que, sí, debía comer.
―Está bien, voy a comer.
Rápidamente él dejó la tableta abajo y fue a la cocina, donde comenzó a
hurgar en los armarios y en el frigorífico. Le preguntó:
―¿Qué tal un sándwich? ¿Jamón y queso están bien?
―Está bien. ―Se acercó a la barra y se sentó en uno de los taburetes negros.
Noah se movió alrededor como si fuera amigo de la infancia de Gretchen, y no un
invitado de una semana, ni un extraño.
Aparentemente, debían haberse unido mientras ella dormía, casi catatónica,
en su habitación.
―¿Gretchen está en el trabajo?
Él se detuvo abriendo la bolsa de pan.
―Sí. Regresará alrededor de las seis. Iba a recoger una pizza para la cena.
Noah rápida y eficientemente hizo un sándwich que estaba mucho más allá
de lo que Lindsey se habría molestado hacer por sí misma. Se veía como de un deli
gourmet, hasta la lechuga y los tomates. Sonrió su agradecimiento mientras
tomaba un pequeño bocado, mientras él le servía un poco de limonada. Ella tenía
que beber. Volver al hospital para recibir tratamiento por deshidratación era la
última cosa que necesitaba. Tomó varias mordidas, y todo el tiempo, Noah la miró.
Él cambió de posición con obvio malestar, y finalmente inclinó las manos en el
mostrador.
―¿Así es que se sorprendió? ¿Conmigo? ¿Por esto?
Él tragó.
―Sí. Te das cuenta de lo impresionante que es, ¿verdad?
Ella miró fijamente al plato blanco.
―Lo hago.
—Quiere que te quedes aquí. Por todo el tiempo que necesites. No lo dice
para ser agradable tampoco. Realmente habla en serio. Dejó esto para que lo leas.
Leí algo de él.
―¿Qué es? ―preguntó Lindsey mientras tomaba la pila de material de
lectura. Vio inmediatamente algunos folletos sobre violencia doméstica. Había una
mujer con cara de tristeza, acurrucada contra una pared con la cabeza apoyada en
las rodillas. Deprimente. Patética. Víctima. Sólo… ¿No también se encogió frente a 206
una pared, y mantuvo sus rodillas hasta su cara, tratando de borrar las imágenes
de lo que acababa de vivir y atravesar? Los panfletos representaban algunas de las
señales y síntomas de violencia doméstica. Explicaban el ciclo de abuso. No. No el
ciclo con Elliot. Él simplemente lo hacía cada vez que le daba la gana, a menudo sin
provocación. Empujó los folletos lejos con desdén.
―Gretchen dijo que debías ver todos estos para empezar.
Lindsey enarcó las cejas.
―Ustedes dos parecen bastante cercanos.
Él levantó la mirada, su expresión desconcertada por su tono.
―Claro. Ella es realmente agradable. No lo sé.
Lindsey se quedó mirando su comida. La mitad del sándwich era todo lo que
podía manejar, y empujó el resto lejos. Con un profundo suspiro, dijo:
―Te debo algunas respuestas.
Él negó.
―No. No me debes nada.
Ella levantó la cabeza.
―Te lo debo todo, Noah.
―No habrías venido sin él. No fui yo quien te sacó.
―Sí, pero tú estabas allí. Estuviste sentado allí, esperándome. Estabas
esperando ayudarme cuando se presentara la oportunidad. Si no hubieras estado
allí, no habría tenido ninguna manera de salir. Así que lo que hiciste fue
importante. Fue, tal vez, lo más importante que alguna vez hizo alguien por mí.
Él se enderezó.
―No me importa eso. No me importa nada de lo que hice. No quiero que
sientas que me debes algo. No quiero tus disculpas tampoco. Sólo haz esto por mí:
quédate aquí, Lindsey. No regreses. Por favor. Haré cualquier cosa para
asegurarme de que no vuelvas con él.
―¿No quieres saber por qué regresé con él en primer lugar?
Noah negó.
―Por la misma razón que Tessa lo habría hecho. Por vergüenza. Por pena.
Por miedo. Llámalo como quieras. Sin importar por qué lo hiciste; lo que importa
es dónde estás ahora.
¡Qué hermoso pensamiento tenía Noah! Sin importar por qué regresara, sólo
que estuviera lejos de ello ahora. Era también un montón de mierda. 207
―¿Qué quieres decir, con lo que Tessa habría hecho?
Él asintió.
―Fue justo como dijiste. Ni siquiera una semana después de que te fuiste,
Dean regresó a casa y empezó a llamarla. Le soltó todo tipo de mierda sobre cómo
iba a cambiar y cómo ella necesitaba volver a casa. Ella en realidad lo consideró
incluso después de que le dije directamente en la cara todas las razones por las que
no podía. Una vez que la convencí de vivir conmigo, bien, eso ayudó. Ya no habla
sobre hacer eso, o al menos no tanto.
Lindsey se atragantó con la limonada que trataba de sorber.
―Espera, ¿qué? ¿Mudaste a Tessa y sus seis hijos a tu casa?
Él se encogió de hombros, sintiéndose evidentemente incómodo con sus
preguntas.
―Es sólo temporal y hasta que puedan ponerse de pie. Y también es para
asegurarme de que no vayan a volver a casa.
―Noah, ¡no puedes mudar a una extraña mujer y a sus seis hijos contigo! Eso
es una locura. Es algo loco. Es demasiado. Es… bueno, es la cosa más irreflexiva
que he escuchado a alguien hacer.
Él caminó alrededor de la puerta de la cocina.
―No sé nada de eso. No podía dejar que se fuera de nuevo con Dean. Y
necesitaba una casa para todos esos niños, y tengo una enorme, casa antigua, con
todas esas habitaciones sin utilizar. Así que parecía como, ¿por qué no? No podía
soportar la culpa de dejarla ir, sobre todo si la lastimaba de nuevo. Además, no son
tan malos, y los niños aman a mis perros. Me ayudan a cuidar de ellos. Se podría
decir que están cuidando de la casa por mí.
―Pero ¿qué pasa con Dean? ¿Y si va tras ella? ¿O tras de ti? No, no deberías
haber hecho eso.
La mandíbula de Noah se apretó.
―Nadie dejará que eso suceda. La policía de mujeres maltratadas está
trabajando con ella y protegiéndola. La comunidad actualmente lo rechaza. No
está bien, Lindsey. Las personas no aprueban lo que le hizo. Asimismo, no se
sientan alrededor, queriendo castigarla porque no se fue. No fue nunca su culpa.
Toda fue de él.
Lágrimas pincharon sus ojos. Dios, él era tan maravillosamente bueno. Estaba
segura de que nunca había conocido a otro hombre como él. Mantuvo la mirada
baja.
208
―Por supuesto, no fue su culpa. Tenía seis hijos y ningún medio de apoyo
para ellos.
Él se acercó a ella y ella pudo sentir el calor de su cuerpo. La proximidad de
su presencia física la consoló. Había pasado mucho tiempo desde que alguien
había estado tan cerca de ella sin que le repeliera o le instigara pensamientos
temerosos. Puso su mano en su barbilla y levantó su mirada hacia él.
―No fue tu culpa. Del mismo modo que no fue su culpa. Con niños o sin
niños.
Sacudiendo la cabeza, ella trató de tirar de su barbilla de su agarre.
―Lo fue. Lo es. Me refiero a técnicamente, sé que no me pegué yo misma. Sé
que él tenía el problema. Pero me quedé. Podría habérselo dicho a alguien. A
cualquier persona. Podría haber llamado a la policía. Pero no hice nada. Me quedé
allí, en el hospital y el policía estaba justo a mi lado. Y le dije que un extraño me
atacó, al que nunca había conocido antes. ¡Le dije eso! ¡Voluntariamente seguí con
eso! Así que, por favor, dime, ¿cómo es que no es mi culpa?
Sus dedos se apretaron en su barbilla, y de nuevo, en silencio exigieron su
contacto visual. Pero no había una cosa dañina o hiriente en sus manos. Sus dedos
eran largos y fuertes, pero muy suavemente la abrazó, haciendo su corazón
hincharse de gratitud. La miró y sus ojos azules brillaron con intensidad. Con
cuidado. Con lágrimas. Su corazón casi cayó al suelo. Había lágrimas en sus ojos;
¿Eran por ella?
―Lindsey, él lo hizo. No tú. No es tu culpa. Tú eres una víctima. Eres una
completa víctima de Elliot Johanson. Eres una víctima de violencia doméstica, si
deseas llamarlo así o no, sin duda es lo que eres.
―Me quedé así por elección.
―No elegiste eso. No lo hiciste. ―Él mantuvo su mirada fija en ella y en voz
muy baja dijo―: No es tu culpa.
―Lo es. Es mi culpa.
―¡No, no lo es! ¿Por qué estás tan obsesivamente centrada en eso? No es lo
que te hicieron, sino cómo te sientes o lo que vas a hacer al respecto ahora. No es
cómo Elliot debe ser castigado por ello, pero ¿eso es tu culpa? ¿Por qué es que todo
lo tomas a partir de esto? Eso no tiene nada que ver con esto.
―¿No tiene nada que ver con eso? Yo debería haber sido diferente. Más
fuerte. Mejor. Sabes eso, Noah. Lo sabes en tu corazón, debería haberlo dejado. El
día que fue por mí, estabas allí. Justo allí. Todo lo que tenía que hacer era decir:
“Noah, no puedo irme con él”. Y sabía incluso entonces, que me habrías ayudado. 209
Qué me habrías ayudado como lo hiciste con Tessa. Pero en su lugar… te empujé y
lo seguí como la buena chica que siempre he tratado de ser para él. Hacía
exactamente lo que decía. Siempre. Esa fue mi culpa.
―Eso es un montón de mierda. Eso es algo que él necesitaba que creyeras.
Total y completamente te jodió la mente, junto con todo lo que te hizo. Lo vi. En el
momento en que entró en la clínica, al instante te convertiste en su indefensa
víctima. Dime, Lindsey, ¿cuáles fueron algunas de las cosas que te dijo que te haría
si alguna vez lo dejabas?
Ella se mordió los labios y negó, presionando sus manos en sus sienes. Le
estaban latiendo.
―No. No, no quiero hablar de eso. O nada de eso.
―Yo tampoco. Pero, no puedo dejarlo pasar. Demasiado pronto o no, no
puedo dejarte seguir pensando que de alguna manera merecías esto, o que es tu
propia culpa. ¡Lee los panfletos! ¡Lee las estadísticas! Lee cómo tu reacción fue
normal y no una anomalía. Y empieza por decirme con lo que amenazó hacerte.
Ella miró fijamente la encimera. Era de granito negro con remolinos de color
malva y beige que parecían sinuosas venas a través del color sólido.
―¿Lindsey? Por favor. Empieza por ahí. Dime lo que puso en tu cabeza, lo
que prometió que te haría. Él no está aquí. No te puede oír. No puede verte. No
puede llegar a ti. Nunca sabrá lo que me dirás. Nunca. Estás completamente segura
para hablar conmigo.
Ella se miró las puntas de los dedos mientras tocaba cada una, luego otra, y
otra. Finalmente, murmuró:
―Me decía casi cada vez que me golpeaba, que si alguna vez lo dejaba, me
cazaría. Me dijo que no había ningún lugar al que pudiera ir, ninguna parte donde
pudiera esconderme, y que no iba a dejar de buscarme hasta que me encontrara. Ya
fuera ahora, o en años a partir de ahora. Me prometió que me encontraría. Nunca
se olvidaría de mí. Nunca me perdonaría. Y nunca, nunca me dejaría ir. También
juró que lastimaría a cualquiera que tratara de ayudarme.
―¿Qué fue lo que dijo que te iba a hacer?
―Todo. Nada. No sé. Era diferente cada vez que me amenazaba. Sus
psicópatas divagaciones y fantasías perversas. Me dijo que me iba a disparar, que
me apuñalaría, que me sacaría los intestinos, y me golpearía hasta que no pudiera
ver ni caminar de nuevo. Que me encerraría en una habitación y nunca me dejaría

210
salir.
El aliento de Noah vaciló.
―¿Te encerraba?
―A veces.
―No sé lo que pasaste. No pretendo saberlo. Sólo sé que no fue tu culpa. Ni
una sola vez. Ni un solo golpe. Ni una patada.
―Podría haberlo dejado cuando empezó.
Él sacudió la cabeza de nuevo.
―No es tu culpa.
―Lo es ―susurró ella, dejando caer la barbilla contra su pecho.
Su mano le tocó el hombro. Su voz se hizo más suave y cantarina:
―No es culpa tuya. No es tu culpa. No es tu culpa. No-es-tu-culpa.
Él repitió la declaración para ella una y otra vez mientras su tono comenzó a
subir. Volvió su cara hacia él y sus ojos se veían diferentes. De repente, no estaba
siendo tan amable ni tan seguro, y no era el torpe Noah. Su voz era insistente, de
mando, y completamente seguro de lo que decía. La convicción con la que hablaba
no era para dudarse. Las lágrimas se filtraron a través de sus párpados y rodaron
por sus mejillas. Ella se atragantó y bajó la cabeza mientras sus hombros
comenzaron a convulsionarse antes de dejar caer su cara a sus manos. Sus
palabras… significaban todo para ella. Eran exactamente lo que necesitaba. A lo
que quería aferrarse. Lo que quería creer.
Pero no sabía cómo.
Sus brazos la rodearon. Debería haberlo alejado. No quería que la tocaran. No
le gustaba que la tocaran. Pero el dolor era demasiado y no podía soportarlo más.
No podía asumirlo por sí sola. No sin las pastillas. No con la amenaza de Elliot de
que la capturaría. Solía evitar sentirse así, cuando en cualquier momento Elliot
podía entrar a cualquier habitación de la casa y encontrarla. Eso era simplemente
inaceptable. Así que no lloraba. Rara vez reconocía lo que sentía en su corazón. Sus
emociones estaban tan encerradas, que ni siquiera sabía lo que eran ya. Dejaron de
existir con el tiempo. Las lágrimas lastimaban su garganta. La quemaban
ahogándola, haciendo a su boca, a sus ojos, incluso a sus oídos sentirse como si
estuvieran a punto de explotar. Había tanto por sentir, demasiadas emociones a la
vez.
Todo simples palabras. Palabras estúpidas. Palabras obvias. Por supuesto que
no era su culpa que le hubieran pateado el estómago. O que le hubieran quemado
cigarrillos en la espalda. O las heridas punzantes en su estómago donde Elliot la
apuñaló con un tenedor en una cena. Elliot prefería hacerle cosas que nunca fueran 211
obvias para los extraños. No había señales de abuso como varios huesos rotos o
contusiones sin explicación. Y, por supuesto, eso no era obra suya tampoco. Pero…
¿no era algo de eso, algo de todo, su culpa?
―No ―le susurraba. Ella estaba encorvada, con los brazos sobre su pecho,
apretando sus lados y él estaba a su alrededor, un oso que la abrazaba, mientras su
boca iba al lado de su oreja. La meció suavemente y quedamente diciéndole una y
otra vez―: No es tu culpa.
Un grito trató de abrirse camino fuera de su pecho, como un pequeño animal
salvaje tomado por un depredador. Había tantas cosas en su interior. Su estómago
se revolvió y le dolió, pero todo el tiempo, él le dijo:
―No fue tu culpa.
¿Y si en realidad no era su culpa? ¿Y si podía encontrar el perdón dentro de sí
misma para mantenerse allí? Por no alejarse antes. Por no haberse salvado a sí
misma. ¿Qué pasa si podía culpar a Elliot?
Noah le sostuvo durante cinco, diez minutos, y luego más tiempo. Ella no lo
sabía. Nunca lloró por tanto tiempo, ni tan libremente antes. No en todos los años
o después de los golpes. Incluso durante los momentos en que la dejaba encerrada
en su habitación, antes de que tuviera el armario especial para ella. Nunca pudo
llorar mucho más que un par de lágrimas, porque las lágrimas siempre incitaban la
ira de Elliot. Hacían su temperamento volar hasta otro nivel.
Lloró las primeras veces que Elliot le hizo daño. Eso fue antes de que
aprendiera que entre menos angustia emocional expresara, más segura estaría. Y
Elliot pronto se calmaba y la perdonaba.
A veces podían pasar algunos días o incluso semanas sin que le ocasionara
dolor. Así que aprendió a cerrarse y a lanzar todo por la borda. Lo enterró en una
pequeña cámara de su corazón al que le prohibió sentir. Nunca trató de
recuperarlo. Era tan fría y sin emociones como una sociópata y a veces temía estar
convirtiéndose en una. Pero ahora, aquí con Noah, podía llorar. Él se las arregló
para abrir algo dentro de ella que pensaba que llevaba mucho tiempo muerto.
Pensaba que había olvidado cómo llorar. Sin embargo, aquí estaba, después de
haber sido conmovida por sus sencillas palabras dichas una y otra y otra vez. De
que no era su culpa.
Por fin ella volvió la cabeza a su pecho. Él se quedó quieto a su lado,
abrazándola y rodeándola con sus brazos. Su enorme mano acarició su cabeza, casi
acariciándola como a un gato, mientras le daba unas palmaditas en el hombro, y
mantenía su mano torpemente en su cabello, acariciándoselo una y otra vez. Era el
mayor afecto que había recibido en cinco años. A menudo abrazaba a Jessie y a 212
Will. Pero aparte de eso, nunca sentía verdadera suavidad, amabilidad, afecto
desde que se casó Elliot Johanson. Su idea de afecto era sostenerla y tomarla donde
quisiera. O ponía su cabeza en la posición que él eligiera para poder besarla o
mover su cuerpo como lo quería para el sexo. Nunca, ni una sola vez, Elliot intentó
consolarla. Ni calmarla. O simplemente ser un hombre, un ser humano, que
sostuviera a su compañera con amabilidad y atención.
Él murmuró en su oído usando un tono que era a la vez suave y calmante,
que registraba un sentido de cuidado más que las palabras en sí decían.
Finalmente, la agarró por los hombros y la atrajo plenamente hacia él mientras
ponía sus brazos alrededor de ella en un abrazo sincero. La sostuvo junto a su
cuerpo, y trató de absorber sus lágrimas, temblores, sacudidas y convulsiones por
sus desgarradoras emociones. La abrazó y se preocupó por ella, protegiéndola. El
calor de su cuerpo sirvió para descongelar su helada alma adormecida, así como
para calentarla físicamente. Su pecho la sintió temblar mientras él de buena gana le
proporcionaba la comodidad física que nunca conoció. No de su padre, ni de Elliot.
Y ellos fueron esencialmente los únicos dos hombres que estuvieron en su vida.
Will era su cuñado, y aunque sabía que siempre cuidaría de ella, no se lo
podía permitir. Él tenía que cuidar de Jessie. Debido a que Lindsey fue la culpable
de mucho de lo que sufrió Jessie, Jessie necesitaba todo de Will para compensar
eso. Eso no dejó ningún espacio para que la preocupación se perdiera en Lindsey.
Además, no se lo merecía. Nunca hubo nadie que la sujetara, y se preocupara por
ella y la dejara llorar mientras le aseguraba que no había sido su culpa. Hasta
Noah.
Finalmente se bajó del taburete y se puso de pie sobre sus piernas
temblorosas, antes de estirar los brazos completamente alrededor del cuello de
Noah. Metió su cuerpo contra él y respiró fuerte. Era impactante estar al lado de
un hombre que no fuera Elliot. Noah era alto y desgarbado, con tanta naturalidad,
su cuerpo se sentía completamente diferente. Sus largos brazos la rodearon, con
sus manos apoyadas en su cintura mientras enterraba la cara en su camisa.
Entonces agarró su camisa en sus manos, como si fuera su tabla de salvación y lo
único que podía sostener todas las piezas rotas, confusas de su psique junta.
Finalmente, después de minutos, (¿u horas?), no tenía idea del tiempo ya;
pero después de lo que pareció como para siempre, cuando sintió que cada gramo
de humedad había desaparecido de su cuerpo, de ahogarla, de que sus cegadoras
lágrimas se ralentizaron y finalmente pudo manejar tomar respiraciones
profundas, largas sin detenerlas. Comenzó a calmar su sangre corriendo y el
incesante zumbido en su cabeza.
Ella mantuvo la cabeza apretada contra su pecho, sintiéndose de pronto tan 213
agotada por el cansancio, que no podía reunir la fuerza para siquiera levantarse. Le
susurró en voz baja:
―¿Por qué fuiste por mí? No te mereces esto.
Él se quedó en silencio durante un largo rato y ella sintió que sus pulmones
inhalaban una respiración profunda. Su gran, cálida, suave mano se acercó para
tomar el lado de su cabeza.
―Todo aquel que tuviera corazón no te dejaría en esa situación. Nadie con
dos dedos de humanidad podría pensar que te merecías eso.
Las lágrimas al instante comenzaron a caer de nuevo. Era como si él
destapara la presa de un lago sin fondo y no podía encontrar ninguna manera de
detener el abastecimiento de agua por más tiempo.
Llevando los labios a su cabello, le susurró:
―Y también porque podría estar enamorado de ti.
Ella se echó hacia atrás y todo su cuerpo se puso rígido. No. Él no podía
decirle eso. No debía decirle eso. No podía amarla. La conoció como alguien tan
diferente a la muñeca de trapo diezmada que encarnaba hoy, ¿cómo podría
siquiera pararse a mirarla? ¿Y mucho menos, decir que tenía sentimientos sinceros
por ella? Debía ser simpatía. Él era tan decente, demasiado decente; estaba
confundiendo su simpatía y desenfrenada compasión con algo más. Con algo real.
Con algo importante. No podía posiblemente amarla. No había sido amada
durante cinco años. Tal vez por toda su vida. Cobardemente había seguido el
régimen extrañamente estricto de su padre y rechazado que su propia hermana
estaba siendo abusada por el mismo hombre que veneraba totalmente. Se casó con
un hombre que era un clon de su padre.
Entonces, ¿por qué habría de merecer el verdadero amor de un hombre
decente? ¿Por no hablar, de un hombre como Noah Clark? Él era todo, moral,
noble y maravilloso. Recordó con cariño lo que hizo por Tessa: dejar que una mujer
con sus seis hijos se mudara a su casa simplemente porque no sabía otra forma de
ayudarlos. Trabajaba con diligencia en una importante, profesión respetada.
Siempre era amable con las mujeres.
Era amable con los animales. Su familia era divertida y muy cálida hacia ella.
Él tenía todo a su favor. ¿Qué podría estar pensando si creía que su simpatía no
solicitada por ella podría alguna vez ser amor?
Lo miró a los ojos y él le devolvió la mirada. Su mirada era más intensa y
seria en formas que nunca había visto antes. Se quedó helada. Todo en ella parecía
paralizado. Incluso su pena. Su corazón casi dejó de latir. Estaba segura de ello.
Incluso su respiración cambió y sacudió la cabeza, apartando la cara. 214
Él volvió a poner los nudillos en su barbilla y suavemente levantó su cara
hacia él, causando escalofríos en su sensible piel. Ternura. Ser tocada con tal
suavidad y amabilidad hacía que sus rodillas temblaran de nuevo. Él sintió que su
cuerpo cambiaba su equilibrio y la apretó con más fuerza para sostenerla. Ella
negó. No. Debía estar equivocado. Ella era su error más grande de todos. Toda su
vida y personalidad estaban resultando ser un error. Siguió moviendo la cabeza.
Mientras tanto, él simplemente asentía, y sus labios se curvaron en una lenta
y pequeña sonrisa.
Entonces su corazón se volcó en su pecho mientras se le revolvía el estómago.
¿Realmente parecía pensar que la amaba?
―No tienes que decir nada. No es el momento adecuado para esto. Lo sé,
Lindsey. No espero nada de ti. Es sólo que… me preguntaste por qué vine. No
tengo ganas de evadirte. No tengo ganas de mentirte. Podrías estar en estado de
shock y herida, o necesitando algo que no te puedo dar, pero no voy a negar la
verdad sobre ti nunca más.
La verdad. Elliot le hacía a menudo esas declaraciones. Así era como
explicaba sus acciones después de golpearla, patearla, empujarla, fijarla, y tener
sexo duro con ella; que simplemente tenía que mostrar su verdad. Ella estaba mal y
él estaba en lo cierto: saber la verdad era su castigo.
Pero sabía que la idea de Elliot de la verdad no era la misma que la de Noah.
Casi se rió con alivio al darse cuenta de que tal vez no estaba tan jodida y rota
como supuso antes, ya que todavía podía distinguir entre la gran diferencia de la
definición de Elliot de verdad y la de Noah. Simplemente, la de Noah era
genuinamente honesta y su integridad prácticamente rezumaba de él. Podía decir
la verdad real. Elliot, por su parte, llamaba verdad a lo que encontraba en él para
justificar su continua tortura. Ella sabía la diferencia entre la mentira y la verdad; y
sabía que mentir estaba mal. Se daba cuenta de eso. Lo que encontraba más difícil
de tragar es que no era de alguna manera su culpa. Después de haberse puesto a sí
misma allí, entregarse a Elliot, hacer su cuerpo físicamente disponible para su uso
y abuso.
Había todo tipo de razones, como las estadísticas atestiguaban, de por qué
ella y otras se quedaban, pero no había excusa que pudiera justificarlo. Tampoco
cambiarlo nunca.
Hasta ahora. Hasta que Noah entró. Lo miró, sintiéndose cautivada por sus
hermosos ojos.
Lentamente deslizó su mano de su camisa, hasta su cuello, y al lado de su 215
cara. Sus dedos tocaron su piel. Se sentía caliente. Sus ojos parpadearon y pareció
cansado. Su garganta se movió mientras visiblemente tragaba y trataba de calmar
sus nervios. El agarre en su cintura se apretó ligeramente con el suspiro e inclinó el
rostro hacia su toque. Ella cerró los ojos ante los intensos sentimientos creciendo en
su pecho. Calidez. Suavidad. Alegría. Algo que la estaba llenando. Algo bueno y
tan diferente de la angustia habitual, del miedo y odio que dictaba su vida. Nunca
dejaba que su corazón hablara con ella, porque temía lo que iba a decir.
Ella abrió los ojos y los mantuvo fijos en los suyos. Él la miró como uno
podría mirar a un tigre salvaje, sintiéndose nervioso sobre lo que podría hacer a
continuación.
Ella se puso de puntillas, deslizando su mano hasta su cuello antes de tirar de
su cara a la de ella. Podía sentir su indecisión ante sus labios tocándose. Era tan
diferente. Tan lejos de cualquier cosa que Elliot alguna vez le hiciera. Su beso fue
suave y sus labios estaban húmedos y mojados. Descansaron en los de ella con
suave presión. Podía sentir los músculos de su cuello doblarse bajo sus dedos, y
sosteniendo su cabeza hacia atrás. Él estaba tratando de no darle un beso o
demasiado duro, y su corazón casi cayó a sus pies. ¡Dios! No quería lastimarla y
parecía inseguro de si debería estar haciendo eso. En lugar de reaccionar, apenas la
tocó y le dio una caricia suave, similar a un beso.
La dulzura de su resistencia, su tierno cuidado, y la decencia en general
comenzaron a soltar sus lágrimas, una vez más, rodando por sus mejillas. Al
instante él apartó su cara de la de ella, usando las yemas de sus pulgares para
limpiarlas. La miró a los ojos mientras rodeaba la muñeca con su mano.
―No he sentido nada por años. Nada bueno. Nada malo. Era prácticamente
insensible. Y estoy agradecida de haber sido así. Puede ser que también haya
estado muerta. Quiero volver a sentir, Noah. Quiero sentir algo, algo bueno, algo
que nunca se sintió bien para mí antes.
Sus ojos se nublaron mientras sus cejas se fruncían con confusión. Respirando
hondo, ella tomó su mano y se volvió hacia el pasillo. Él se resistió y trató de tirar
de su mano de la de ella.
―¿Qué? No. No. Eso no es… no. Eso no es lo que quise decir. No puedes…
quiero decir, no podemos. Está mal; o por lo menos… no sé lo que es. Pero no
pasará nada. No es lo que hay que hacer. Es demasiado pronto. Todo es demasiado
pronto. Así, no. De ninguna manera.
Él se pasó las manos por el cabello con nerviosismo y las apoyó en la parte
superior de su cabeza. Su agitación era muy real y comenzó a pasearse.
―Noah.
216
Él se negó a mirarla. Así que repitió su nombre. Sin embargo, él se negó a
responder o a detener su ritmo y parecía a punto de arrancarse el cabello.
―¡Noah!
Él se detuvo por fin y la miró con sorpresa. Ella nunca mostró ni una pizca de
convicción o de emoción en todo el tiempo que la había conocido.
―Sabes lo que me pasó. Probablemente adivinaste también que el sexo era
una de las armas de Elliot. En consecuencia, el sexo no era nada de lo que
consideraba una buena parte de mi vida. Así que tal vez, bueno, tal vez quiero
decidir si realmente lo será. Tal vez quiero decidir si puede ser bueno cuándo y
cómo y con quién lo haga. Tal vez, sólo quiero controlar algo sobre lo que nunca he
tenido ningún tipo de control antes. No puedo hacer que todo se vaya. No puedo
cambiar el hecho de que me estoy escondiendo. No tengo trabajo. Tengo que ir a
terapia. Sé contra lo que estoy. Ayudé a Jessie a atravesarlo. Sé que o bien vuelvo
con Elliot o hago algo al respecto. Pero Noah, ahora mismo, en este mismo
momento, quiero sentir algo. Quiero controlar algo. Quiero decidir algo. Tal vez
quiero decidir esto.
N
oah no sabía qué hacer. Lindsey estaba mirándolo fijamente,
esperando una respuesta. ¿Qué se suponía que le diría? Claro, ¿la
golpeada, abusada y traumatizada Lindsey, iba a tener sexo? Vamos
a tomar una tarde de diversión. ¿Por qué no? Jesús. Cristo. Mierda. No estaba a
punto de tener sexo con una mujer que había sido golpeada y hospitalizada sólo
unas pocas semanas antes. No sabía lo que estaba haciendo. No podía empezar a
saber lo que quería. Había dormido durante prácticamente toda la semana pasada.
No sabía lo que ella estaba diciendo. ¿O sí? Ella no podía decir eso.
Pero sus ojos eran brillantes y suplicantes, y su voz sonaba mejor en ese
momento de lo que nunca la había oído antes.
Ella juntó las manos delante.
―Noah, por favor. Soy una adulta. Déjame decidir lo que quiero. No he
tenido el placer de decidir mi destino durante cinco largos años.
217
Él dio un paso hacia ella. ¿Se atrevería?
―Es una mala idea. Es demasiado pronto. Años antes de tiempo, tal vez.
―O tal vez es lo que quiero hacer.
―Lindsey, apenas saliste de un comatoso estupor. No puedo. No puedo
hacer esto. Está mal.
Ella dejó caer las manos y los puños a los costados.
―¡Maldita sea! ¿Acaso no sé lo que está mal? Y esto, tú y yo, no estamos mal.
Sé lo que está mal, Noah. Lo viví durante años. Demasiados años mal. Tal vez
quiero sentir lo que se siente cuando las cosas están bien, y te sientes bien. Tal vez
quiero ser tocada como una mujer deseable, como un ser humano, que es digna de
tocarse. Tal vez toda la plática en el mundo no me va a dar la única cosa que
necesito ahora. Tal vez no está en ti decidir lo que es correcto para mí en este caso,
hoy, en este instante. Tal vez quiero decidirlo. Y tal vez debería enloquecer
respecto a lo que pienso que quiero.
Él cerró los ojos y frotó la mano sobre su cuello. El estrés hacía que se
apretara en dolorosos espasmos.
―No puedo soportar la idea de hacerte daño.
Sus ojos se abrieron de golpe cuando sus dedos tocaron su mano.
―Sí, y la cosa es, que ya lo sé. Sé eso. Te conviertes en el único hombre vivo
al que deseo. Quiero sentir algo contigo.
Él no sabía qué hacer. ¿Eso estaba bien? ¿Ella no necesitaba asesoramiento
primero? ¿Terapia? ¿Tal vez algún medicamento? No lo sabía. Deseó que Gretchen
estuviera allí. Esto nunca habría pasado si Gretchen estuviera allí. Nada de eso.
Sólo pretendía darle de comer un sándwich. Nunca pretendió incluso realmente
hablar de nada con ella. Pero ella comenzó con lo de que era su culpa. ¿Qué clase
de malvada criatura sería sólo quedándose allí y dejarla vomitar tal mierda sin
sentido? No podía y no lo haría. Nunca previó que terminaría abrazándola. O
estúpidamente, por error, y totalmente inapropiado, diciéndole que podría estar
enamorado de ella.
Estaba horrorizado por sus propias acciones, pero pensó que sería mucho
peor si en realidad persiguiera lo que Lindsey estaba sugiriendo.
―Noah, por favor. ¡Créeme! Soy un adulto, y plenamente capaz de saber lo
que quiero.
―Tú sólo, no puedes saber lo que quieres. Has pasado por mucho.
―Así es. He pasado por muchas cosas. Podría ser un desastre emocional. 218
Probablemente soy una ruina emocional, pero lo sabría si no quisiera hacer esto. Lo
sabría. Confía en mí en eso. Por favor, sólo confía en mí.
Sí, claro; simplemente confía en ella. Sus ojos estaban muy abiertos, suplicantes.
Le estaba pidiendo mucho más que sólo sexo. Estaba a punto de hacer mucho más
que lo que retrataba en la superficie.
Eso fue sobre la necesidad de amor, afecto y confianza. Esto era acerca de la
falta de respeto a todo lo que alguna vez hizo Elliot. ¿Pero era lo correcto para él?
Él dio otro paso y ella giró sobre sus pies descalzos, llevándolo a la habitación
de la que acababa de salir. Su estómago rodó y cayó. Tal vez estaba enfermo. Tal
vez estas náuseas que sentía eran el comienzo de una gripe. Había estado en un
montón de lugares públicos durante la última semana, y podría haber pescado un
bicho.
Ella cerró la puerta y él se quedó de pie contra ella. La habitación era sombría.
Las cortinas estaban cerradas por lo que la luz del sol apenas brillaba a través de
ellas. La cama estaba deshecha. Deteniéndose a su lado, se volvió hacia él. Él
inclinó más peso contra la puerta.
―No es como si estuviéramos en el calor del momento y esto acabara de
suceder. Sé que está sucediendo. Yo lo inicié.
―Creo que hay que terminarlo ahora. ―Él frunció el ceño, eso no sonaba
bien, y negó―. No. Quiero decir, no quiero terminarlo. No debemos terminarlo. No
deberíamos hacer esto. Deberíamos ir a ver algo de TV o algo así. Tal vez llamar a
tu hermana. Sí, vamos a llamar a Jessie.
Gotas de sudor estallaron en su frente mientras pensaba que Jessie sabría qué
hacer y decir. También patearía su trasero si se daba cuenta de lo que estaba
pidiéndole hacer su hermana. Y ahora, de todos los momentos.
Ella se sentó en el borde de la cama.
―No quiero hablar con mi hermana ahora.
―¿Por qué? ¿Por qué no hablas con ella? Ella, más que nadie, lo entendería.
―No. Su padre se lo hizo a ella. Su padre, de quien dependía, y por lo tanto,
no pudo irse. Yo voluntariamente me quedé con mi marido. Es sólo que no quiero
hablar con ella todavía.
Él puso la mano en el pomo de la puerta, pensando que realmente tenía que
irse, y en este momento.
Ella volvió la cabeza hacia otro lado.
―He pasado los últimos cinco años avergonzada y en la oscuridad. Y debido
a eso, me sentí sola. Esta semana, contigo, aunque no te hablé, no sabes lo que tu 219
presencia significó para mí. Por la noche, estabas allí para mí. No duermo bien a
menudo, pero podía escucharte respirar. ¿Sabías que sorbes en sueños? Y sabía que
nunca cruzarías la habitación del hotel y tratarías de tocarme. Y si alguien más lo
intentaba incluso, sabía que lo detendrías con tu último aliento. Es sólo que no
quiero sentirme sola ni avergonzada nunca más.
Se puso de pie lentamente, dejando caer sus manos al borde de su camiseta
antes de tirar de ella y sacarla por encima de su cabeza. Su cabello
momentáneamente se aferró a la tela y ella se volvió para dejarla caer. Estaba
delgada. Sus costillas sobresalían de su piel y su estómago parecía hundido. Sus
pechos eran pequeños en su bonito, sostén blanco. Ajustados en las copas que los
sostenían. Él la miró fijamente, pensando que debería darle la espalda. Ser el mejor
hombre. Ser un hombre mucho mejor. Pero ella era una mujer hermosa, una mujer
impresionante. Y siempre fue así para él. Y ahora estaba en topless delante de él.
Cuando finalmente levantó la mirada hacia ella, ella lo observaba de cerca.
Él soltó el pomo de la puerta y dio un paso más cerca después de otro
momento. Con una mano, agarró la suya, entrelazando sus dedos. Ella bajó la
mirada, sobresaltada, sus manos estaban unidas. Él estaba desesperado por saber
qué demonios debía hacer ahora. ¿Y cómo? ¿Cómo se suponía que iba a hacerle el
amor a una mujer tan dañada y rota como Lindsey? ¿A una mujer que había sido
lesionada tantas veces, que pensaba que eso era normal?
―No voy a romperme, sabes.
―Pero yo podría hacerlo ―susurró él cuando apoyó su frente en la de ella.
Ella respiró dentro y fuera hasta que finalmente, en voz baja dijo:
―Soy una mujer normal. No estoy rota ni estoy arruinada.
―Por supuesto, no estás arruinada.
―Entonces trátame como si creyeras eso.
Él levantó la cabeza lo suficiente para mirarla a los ojos y ella asintió
lentamente. Sosteniendo su barbilla, él le levantó los labios hasta que tocó los de él.
Sus labios eran gruesos y suaves. Una vez, mucho antes de que él entendiera lo que
estaba mal con Lindsey, a menudo luchó contra el impulso de besarla. También se
preguntó cómo se sentiría su cabello contra sus manos, y ahora, estaba a punto de
averiguarlo.
Inclinó la cabeza más hacia la de ella y ella respondió del mismo modo. Se
tocaron el borde de los labios con la lengua y él esperó un momento antes de
volver a hacerlo, lamiéndola y besándola sensualmente, suavemente hasta que su
lengua tocó la punta de la suya. Entonces fue como entrar en contacto con un cable 220
de alta tensión. El choque, como una chispa, culminó en una reacción física
profundamente en su interior que tiraba de su pene y su corazón al unísono,
intenso, pero confuso.
¿Cómo era que ella lo excitaba tanto?
¿Cómo podría romperle el corazón al mismo tiempo?
Él la dejó tomar la iniciativa y darle un beso como ella prefería. Ella fue reacia
al principio y abrió la boca muy lentamente y con dulzura, casi tocando su lengua
para probarlo y sus labios. Pasaron minutos antes de que su lengua estuviera
totalmente en su boca y él gimió cuando sus extáticos sentimientos lo abrumaron.
¡Mierda! Ella estaba tan excitada. Lo que estaba mal. Tan mal. Pero él estaba, de la
misma manera.
Él deslizó la mano de la parte posterior de su cabeza hasta su clavícula y sus
dedos tocaron los huesos que se pegaban a su piel, mientras tiernamente la rozaba
y acariciaba. Ella era casi como un gatito arqueándose hacia él. Él deslizó sus labios
en la comisura de su boca, luego por su barbilla, y por su cuello. Ella arqueó la
espalda para él y él sintió el suspiro que vibró en su garganta, casi como un
ronroneo. Su cuello todavía estaba descolorido y magullado y él lo tocó con
reverencial duda, y ver eso lo hizo detenerse.
Deslizando suavemente los dedos sobre sus hombros, él los puso debajo de
los tirantes de su sujetador. Pasó los dedos sobre su piel, jugando, esperando, casi
deseando que ella no lo dejara hacerlo. Que lo abofeteara. Que le dijera que no.
Pero ella no lo hizo.
Deslizando los tirantes por sus brazos, su toque hizo que su piel se volviera
de gallina. Eso lo convenció que debía continuar. Ella, literalmente, no había sido
tocada con amabilidad en años. Él tenía pavor de estar haciéndolo ahora y temía
hacer algo malo. Tal vez, por las prisas. Podría arruinarlo, y dejar cicatrices en ella,
más de las que ya tenía. Pero, ella parecía desearlo tanto.
Él tomó una respiración profunda y finalmente deslizó las manos por su
delgada espalda hasta que encontró el broche del sujetador y lo abrió. Se aflojó en
el frente, y se lo quitó de sus pechos antes de mirar hacia abajo al erótico
espectáculo. Él ralentizó su respiración.
―Si quieres que pare, sólo dilo.
Ella asintió en respuesta. Su mirada bajó. Este no podría ser un momento fácil
para ella. Sin duda era lo suficientemente difícil para él.
Él dejó que el sujetador saliera y cayera en el suelo entre ellos. Ella respiró. Él
también.
221
Ella tenía una piel perfecta, casi translúcida. Podría haber sido el objeto de
una pintura de una Madonna del siglo XV. Había algo impresionante, pero trágico
en su belleza. Su piel era suave y sedosa al tacto. Su cuerpo era largo y delgado. Él
movió gradualmente su mano sobre su estómago, espalda, en la redondez de sus
caderas, y por sus costados, y sus dedos sintieron las imperfecciones y algo de piel
rugosa. Como si fueran cicatrices. Ella tenía cicatrices en su espalda, y algunas en
su estómago. ¿Cómo? ¿Qué le había hecho Elliot para dejárselas? ¿Qué tipo de
dolor experimentó ella? ¿Le había quemado la piel? ¿Todavía le dolería? ¿O
sentiría espasmos? ¿Qué? ¿Qué se sentiría tener cicatrices deliberadamente?
Incluso si ella hubiera peleado en una guerra, las cicatrices de su cuerpo no
podrían haber reflejado una historia más violenta. Lindsey Bains, obviamente,
había sufrido torturas indecibles, y Noah desesperadamente quiso saber qué
podría haber posiblemente logrado tal tortura.
Deslizó la mano, finalmente, a su pecho y se quedó sin aliento ante el toque.
Su pulgar y dedo índice capturaron su pezón, que tocó, y tiró, hasta que finalmente
se encontró con el guijarro entre sus dedos. Ella respiró hondo y exhaló una
protesta clara. Noah lo soltó.
―Elliot hizo eso. Demasiado. Y muy duro.
Bien. Definitivamente no lo haría de nuevo. Pero, ¿debería continuar? Ella le
tocó la mano, y se empujó de nuevo a su pecho desnudo. Vaciló antes de
finalmente tomarlo suavemente en su mano. Tiernamente. Hiciera lo que hiciera,
siempre sería gentil. Y lento. Tenía que asegurarse de no hacer nada demasiado
duro o demasiado abrumador, y tratarla como a una muñeca frágil y valiosa.
Tocó sus dos pechos, y los sostuvo antes de frotarlos mientras la besaba. Ella
le devolvió el beso y arqueó su cuerpo al suyo con un gemido de placer. Al menos,
esperaba que fuera de placer.
Él se separó de ella el tiempo suficiente para girar y sentarse en la cama,
tirando de su mano para que ella fuera con él. Luego se echó hacia atrás para que
se extendieran, lado a lado, en la cama. Sus manos tocaron su estómago y él saltó
por la sorpresa al sentir sus dedos sobre su piel desnuda. Su estómago se agitó en
encantada respuesta. Ella pasó sus dedos por encima de su estómago y su pecho.
Él reaccionó apoyándose en ella y besándola más. Ella abrió la boca esta vez y su
lengua lo exploró.
El fuego comenzó en erupción, produciéndose en sus entrañas y tirando de él
con insistencia hacia abajo. Se echó hacia atrás y se quitó la camisa. Apoyada en las
rodillas, ella de repente se sentó y puso sus brazos alrededor de su cuello mientras
sus pechos se aplastaban contra su pecho desnudo. De repente, todos sus 222
pensamientos anteriores lo dejaron. Ella no era tan trágica, ni marcada, ni era “un
error”. De repente, era una mujer en topless caliente, besándolo mientras sus
manos se enredaban por su cabello y su lengua se encontraba con la suya. Le pasó
las manos sobre sus pechos, esta vez con más presión, haciéndola suspirar cuando
los presionó. Ella pasó las manos por su espalda, y metió los dedos debajo de la
cintura del pantalón, donde tocó la punta de su trasero desnudo. Su cuerpo entero
casi eyaculó en sus manos. Jesús. Ella no debía hacer tales cosas. Esto tenía que ir
mucho más lento, más suave y más tranquilo.
La empujó hacia atrás y trató de tragar una bocanada de aire. Asustado. Ella
estaba llena de cicatrices. Esto no era normal y el sexo no podía ser normal. Ella no
debía sentirse tan bien con él. ¿Qué pasaba con él? ¿Por qué estaba tan excitado por
esto? ¿Por ella? Tenía que ser un monstruo. Un monstruo hambriento de sexo,
rabiando.
Ella no pareció captar el mensaje, sin embargo. Sus manos fueron a la hebilla
de su cinturón. Sus dedos estaban temblando y no pudo desabrocharlo. Tal vez era
una señal. Ella probablemente no debería hacerlo. Pero, él suspiró y lo hizo por
ella, resignándose al hecho de que se iría al infierno. No había duda en su mente de
ello.
Tirando el cinturón a un lado, él dudó. ¿Qué debía hacer a continuación?
¿Hasta dónde debía ir? Sacó su cartera del bolsillo y agarró el condón de allí. Al
menos podría hacer eso bien. Ella lo miró, luego a sus ojos.
Ella nunca había salido. De lo que Noah recordaba de su historia, seguía
siendo virgen a la edad de veinticuatro años cuando ella y Elliot se casaron. Todo
el mundo sabía eso, gracias a uno de los trucos de Jessie. Después de eso, estaba
casada con su torturador y, por tanto, a su merced, o a su falta de ella. Ella no sabía
acerca de cosas como tener sexo casual. Sexo divertido. Sexo por el bien del puro
placer. Probablemente tampoco tenía que preocuparse acerca de condones.
Elliot no debió haber querido hijos, o no dudaba de que ella tendría uno.
―Le engañé.
Noah hizo una pausa mientras dejaba su cartera y los lentes en la mesilla de
noche, poniendo el condón donde pudiera encontrarlo. Se enderezó y se volvió
hacia ella.
―¿Cómo?
―Tengo puesto un DIU. Antes de mudarnos a Virginia. Antes de que él se
llevara mi coche y mi dinero en efectivo. Me colé a una clínica de salud y me
pusieron un DIU. Su duración es de cinco años. Así que sabía que por lo menos en 223
cinco años, no podría concebir a su hijo. Es por eso que no tengo.
Él la atrajo hacia su pecho y la abrazó. ¿Qué demonios estaba allí para que le
dijera eso? ¿Elliot le quitó su coche? ¿Su dinero en efectivo? ¿La dejó sin nada?
Pero, de nuevo, él ya lo sabía. Sabía mejor que nadie el servilismo dependiente que
Elliot insistía que ella debía mostrar hacia él.
La besó en la frente, en los párpados, en la nariz, en las mejillas y en la boca,
pasando sus manos por sus brazos, costados y espalda. En el momento en que
puso sus manos debajo del elástico del pantalón de yoga que llevaba, ella se acostó
obedientemente. Él los deslizó de sus caderas, y ella levantó su trasero del colchón,
hasta que estuvo de puntillas. Llevaba ropa interior de encaje negro. Él se echó
hacia atrás sobre sus talones, un tanto sorprendido por la ropa interior sexy. Ella
ciertamente no podría haber estado planeando esto hoy. ¿Por qué los tenía?
―Él requería que me los pusiera. En todo momento. Son todo lo que tengo.
Sus ojos se posaron en su rostro mientras asentía a sus bragas. Él se tragó el
dolor. ¿Qué le decía a eso?
Movió cuidadosamente un dedo a su cintura y esperó su reacción. Ella una
vez más, levantó las caderas y él lanzó una mirada hacia ella. Ella asintió. Sus
manos se sentían tan torpes como cuando era un adolescente, probando por
primera vez. Estaba duro, mucho más duro de lo que nunca pensó estar al hacer el
amor con una mujer que nunca lo hizo de forma normal y saludable.
Finalmente, logró desnudarla sólo para encontrar más cicatrices. Estaban
ubicadas en sus muslos e incluso en una de sus pantorrillas. Se volvió para mirar
hacia su cara y tocó sus labios con el dedo.
―¿Alguna fue vez bueno para ti?
―En realidad no. Al principio, no fue tan terrible.
Hasta que llegó a ser terrible. Él lo captó. No sabía exactamente qué hacer con
eso.
―Noah, no pasa nada. Estoy bastante segura de que cualquier cosa que hagas
no podría ser terrible.
Él no sabía cómo lo hacía. O por qué pensaba que era una buena idea.
Respiró hondo y bajó la cabeza mientras tocaba su pecho con sus labios. Besó
su pezón, y luego lo metió en su boca y puso su lengua sobre él. Su espalda se
levantó del colchón y ella sostuvo su cabeza. Él lo hizo de nuevo, y otra vez, y otra.
Cambió de pezón. Ella gimió y se dejó caer hacia atrás. Él levantó la mirada,
notando que sus ojos estaban cerrados y su boca abierta. Él casi rezó. Ella estaba
disfrutando de esto. Él se sentía bien con ella y no era terrible. 224
Su mitad inferior se retorció. Sus piernas estaban al lado de las de ella y ella
levantó la pierna y la puso sobre la suya. Su cuerpo estaba reaccionando de la
manera en que debería. No pensó que estuviera fingiendo. ¿Por qué iba a
molestarse en hacerlo? Mantuvo su boca en su pezón mientras deslizaba la mano
por más y la tocaba. Ella se quedó inmóvil al principio, luego él puso un dedo en
su interior. La frotó hasta que la humedad comenzó a volverse resbaladiza en su
apertura y, finalmente agarró su clítoris. Ella se sorprendió y se quedó sin aliento,
levantando sus caderas hacia su mano. ¿Elliot nunca la tocó? ¿Acaso no se había
tocado nunca a sí misma? Él asumió por su sobresalto, por su casi frenética
reacción, que no tenía ni idea de que su cuerpo aún podía sentirse tan bien.
Su cabeza se dejó caer atrás y adelante mientras se mordía el labio y se quedó
sin aliento. Le chupó el pezón y la acarició con ternura, como si fuera un diminuto
pájaro roto a punto de ser aplastado por él. Giró sus pezones entre sus dedos y se
sentó atrás y la miró. Era tan hermosa. Estaba tan excitada, viva y plenamente
presente. Ella jadeó y él gimió al sentir que su mano podría derretirse por el fuego
que encendió en su interior. Finalmente, moviéndose más bajo, su lengua tocó su
excitado nudo. De nuevo, ella se sacudió como si estuviera totalmente
sorprendida. La probó, la olió y tocó más. Su corazón se sentía como si pudiera
romperse de desearla tanto. De amarla en estos momentos. De verla así.
Moviendo la boca en ella, la besó de nuevo mientras su cuerpo se tensaba y se
convulsionaba. Ella casi gritó por una liberación que pareció tan ajena a ella como
inesperada.
Ella gimió y suspiró su nombre, junto con Dios. Tenía los ojos cerrados con
fuerza y él esperó hasta que ella descendió de su orgasmo en espiral antes de
alejarse de ella. Poco a poco, ella se calmó y sus pestañas se abrieron.
―Dame tu mano.
Ella giró la cabeza con una sacudida para mirarlo. Él asintió a su mano, que
yacía sin fuerzas a su lado. Ella la llevó a la suya. Su corazón dio un vuelco de
alegría, al ver que ella confiaba en él. Le tomó la mano y la puso entre sus piernas,
pero rápidamente la retiró.
―¿Qué estás haciendo?
―Te muestro cómo hacerlo.
Él utilizó sus dedos para colocar los suyos donde quería. Ella mantuvo la
mano inerte y sin vida, pero con el tiempo tuvo la idea.
―Ahora, presiona.
―No. No puedo hacer eso.
―Debes hacer eso. Eres hermosa cuando lo haces.
225
Ella bajó las cejas, viéndose molesta y desconcertada. Finalmente, movió sus
dedos un poco antes de parpadear con sorpresa. Con excitación. Fue rápido y,
obviamente, la abrumó. Su estómago se endureció en respuesta, ya que era difícil
no hacerlo. Ella levantó las rodillas y levantó sus caderas a su mano. Sus párpados
se cerraron de nuevo y él la observó mientras ella usaba su mano mientras él gemía
en respuesta y apretaba los ojos fuertemente. Él le tomó la otra mano y la puso
sobre su pecho. Ella frunció el ceño de nuevo y abrió los ojos. Actuaba como si
nunca hubiera hecho nada de esto antes, pero finalmente frotó el pezón. Luego ella
lo hizo más difícil, casi aplastando su pecho con su firme agarre. Sus caderas se
sacudieron de nuevo en respuesta a su propio toque. Todo su cuerpo reaccionó
como si ella sólo se hubiera tocado.
―Oh Dios mío ―cantó ella en voz baja. Él sonrió, por algo tan inocente con
su primer conocimiento de que realmente podía hacerse eso a sí misma. O hacerlo
en absoluto. Tal vez nunca lo hizo. Le enfurecía pensar que no recibió nada más
que dolor de algo que la mayoría de la gente llamaba placer, y una expresión de
amor por el otro. Aunque él también lo hizo por placer, la mayoría de las veces, fue
cuidadoso y tuvo intimidad en todas las relaciones que tenía, de modo que sólo
mejoraba la relación. Se preguntó cómo sería usar eso en tu contra.
De repente ella deslizó sus manos fuera de sí misma y las puso en él. Él se
volvió y ella envolvió sus manos sobre sus hombros antes de besarlo en el hombro,
cuello y base de su cuello. Él se inclinó hacia sus manos, encontrando imposible no
anhelar su cuerpo. Cerró los ojos, sintiendo cosas que nunca imaginó que llenarían
su corazón. Dios, esto era más que afecto o lujuria. Era mucho más. Nunca había
estado realmente enamorado, pero se sentía bastante seguro que tenía que ser así.
Estos sentimientos. Posiblemente no podría ser otra cosa. No era como si pudiera
confundirlo con enamoramiento.
Rodando sobre su espalda, se acostó junto a ella mientras metía un mechón
de cabello detrás de la oreja.
―¿Estás segura?
―Estoy segura.
Abriéndose los jeans, se quitó todo y se puso el condón. Se dio la vuelta hacia
ella y regresó a su lado, hasta que se cernió sobre ella. Ella abrió las piernas,
colocando sus rodillas bien separadas y acunándolo mientras su cuerpo ardía de
calor. Él gimió ante la sensación. Todo lo que quería hacer en ese momento era
entrar en ella, hervir, calentarla hasta el núcleo, pero resistió la tentación. Le pasó

226
la mano por el cabello y le tocó la mejilla antes de besarla largo y profundo.
Sus manos se sentían frías y suaves, mientras acariciaban su espalda, cintura,
y, finalmente, su trasero desnudo. Ella apretó y amasó. ¿Le gustaba lo que
encontraba? No tenía ni idea. Pero todo su cuerpo estaba de repente en llamas
mientras la sangre se precipitaba a la superficie de su piel y su adrenalina
bombeaba casi deteniendo su corazón de emoción.
Ella se empujó hacia abajo, y él entendió el mensaje, deslizándose en ella.
Relajó sus muslos y fue… perfecto. No sabía de qué otra manera describirlo.
Encajaba perfectamente en su interior. Cerró los ojos y dejó que el candente e
intenso placer de estar dentro de ella llenara su mente. Resistió el deseo de
moverse con urgencia rápida y profunda y lo más fuerte que podría. ¡No! No con
ella. No se trataba de su placer. No se trataba de sexo normal. Esto era más. Mucho
más.
Esta era la mujer a la que realmente amaba.
De repente, el acto tuvo un nuevo significado y una intensidad que se había
perdido para él antes de ahora. Ella se retorció debajo de él, y entendió que quería
decir que estaba bien. Él se movió y ella respondió. El calor de su cuerpo
prácticamente lo quemó, por lo que su piel, sus entrañas, hasta sus globos oculares
se sintieron como si las llamas de un incendio real los calentara. Era tan bueno.
Ella suspiró y gimió, levantando sus caderas para encontrarse con sus
movimientos, hasta que finalmente, él se dejó ir, estuvo hecho, perdido en el
momento, cuando se vino en su interior para su placer, no sólo el de ella. ¡Cristo!
Casi se incineró por su calor y los gritos posteriores. Ella se vino con un caliente,
salvaje abandono que no esperaba de Lindsey. No de la Lindsey que ahora
conocía, amaba y apreciaba. Pero lo hizo. Y finalmente entendió a qué se refería
cuando dijo que no se rompería. Ella estaba tratando de convencerlo, era una
mujer normal que merecía saber lo que era el buen sexo. Y tenerlo cuando quisiera,
siempre que le gustara, y cuando se sintiera bien con él. Era tan importante como
todo lo demás.

227
E
lla se quedó dormida. Minutos después, él cayó a un lado de ella y la
envolvió en sus brazos, simplemente se quedó dormida. Él suspiró.
Esta no era una relación normal. No celebró haber tenido sexo con ella
y se preguntó si alguna vez lo harían de nuevo. No podía levantarse e irse a
trabajar, mientras hacía planes para cuando pudieran salir después. No vivía aquí
y ella tampoco. Ella acababa de escaparse de su esposo abusivo y era una prófuga
de su vida anterior. Y él no era nada. No había lugar en su vida ahora para él. Él
sería el error que cometió erróneamente. Sería el resultado de que no hubiera
pensado bien.
La cosa era: que no le importaba. Se alegró de que lo hubieran hecho.
Después de darse cuenta de lo cruel que era Elliot y de cuán abatida había sido su
vida con él, Noah se preguntaba si tal vez todas sus experiencias fueron horribles.
Si era así, entonces tal vez se las arreglaría para hacerle sentir algo agradable. Y tal
vez, le pudiera demostrar que algo de toque era bueno. Tal vez por un pequeño 228
momento de su torturada vida, se diera cuenta de que era digna de ser amada, y
que importaba, y que podía agradar y hacer sentir bien a la gente. ¿Y qué si él
rompía su propio corazón en el proceso? Se rompió tan pronto como ella se fue
para volver con Elliot. Sabía que se había enamorado de una mujer casada, y peor
aún, que soportó las circunstancias que Lindsey tuvo. Podría no haber un final
feliz. Pero si solo se las arreglaba para hacer su vida un poco menos traumatizada,
entonces era lo correcto de hacer.
Poco a poco se desenredó de ella y se metió en la ducha. Se vistió
rápidamente, pensando en que Gretchen estaría en casa pronto. Ella no tenía por
qué saberlo. O tener una opinión al respecto. Ella no había estado allí. Tal vez
nadie podía entender lo que pasó hoy. Pero si alguien hubiera experimentado el
dolor de Lindsey como lo había hecho él, o percibido cuánto anhelaba Lindsey una
experiencia normal y saludable, hubieran actuado como él lo había hecho. Habría
hecho cualquier cosa para que Lindsey se sintiera mejor.
Gretchen llegó una media hora más tarde y le preguntó por Lindsey. Noah le
dijo que había estado despierta durante un rato y que hablaron antes de que se
fuera a la cama. Casi la verdad.
Ahora, el problema que tenía para imaginar era ¿cómo enfrentar a Lindsey?
* * *

Lindsey se despertó a la mañana siguiente a una hora más razonable. Miró el


reloj y vio que eran las seis de la mañana. Mirando hacia abajo a su cuerpo, se dio
cuenta de que todavía estaba desnuda. Un rubor calentó su piel mientras recordó
por qué y todas las cosas maravillosas que sucedieron. Cosas que nunca había
hecho o sentido antes. Jaló más las mantas y se hundió dentro. Se suponía que
había sido un error, así que era un error. Pero uno que tuvo que hacer. No podía
imaginar cómo iba a enfrentar a Noah ahora.
Ella, sin embargo, sintió que le debía por completo a Gretchen una
explicación; y necesitaba encontrar algunas respuestas a su situación, en lugar de
encogerse en la cama. Ya era hora de dejar de jugar el papel de la catatónica,
simplona en la que se había convertido últimamente. Era el momento de
respuestas, acciones y de un plan definido.
Se levantó de la cama. ¿Cuándo se habría ido Noah? ¿Cómo pudo dormir con
él? ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo podía siquiera mirarlo a los ojos otra vez?
Se duchó finalmente, ya que habían pasado un par de días. Se secó el cabello 229
y empezó a peinarlo como siempre. Un nudo. Un elegante, con clase, versión del
nudo de siempre.
Se miró en el espejo. Parecía demasiado delgada y demasiado pálida. Su piel
tenía un enfermizo color amarillo, que Noah solo podría haber ignorado debido a
la baja iluminación. Tal vez algún rubor la ayudaría. Revolvió en los armarios del
baño de Gretchen, pensando que le debía a Gretchen no solo algo de dinero, sino
todo lo demás antes de que esto terminara. Vaciló en la búsqueda de las tijeras y
echó un vistazo a su reflejo. Entrecerró sus ojos para imaginarlo. No, siempre había
llevado el cabello largo. Era de lo que todo el mundo hablaba. A Elliot…
No. Espera. ¿Por qué estaba contemplando qué pensaba Elliot acerca de su
cabello? ¿O lo que Elliot tuviera que decir? Por un fugaz segundo, su cerebro fue
directo de nuevo allí. Aun así, ella… no podía. Siempre había ido a una peluquería.
No podía simplemente cortarse el cabello. No podía…
¿O sí?
Se quedó mirando las tijeras con mango azul para cabello. Entonces, las tomó,
sosteniéndose con cautela en su cabello, cerró sus ojos y cortó. Su boca se abrió
cuando vio el trozo de quince centímetros de cabello rubio ceniza entre sus dedos.
Mierda. Se cortó el cabello. Levantó la vista al espejo.
Se cortó el cabello. Agarró el siguiente fragmento y cortó más. Esta vez, la hizo
sonreír más ampliamente, por lo que lo hizo de nuevo. Entonces una carcajada
escapó de su garganta. En el momento en que había cortado todo su cabello, estaba
en realidad riéndose. ¡Se mareó solo de cortarse el cabello! No importaba que se
viera horrible, ya que no tenía competencias en el campo de la cosmetología.
Ahora levantó la barbilla y se vio bastante desigual en todos sentidos. Pero lo hizo.
Lo hizo sobre todo porque… ¡era su puto cabello! Podría arruinarlo si lo decidía.
Puso las tijeras sobre el mostrador y le sonrió a su nuevo reflejo. Sí, ¡podría
arruinar su cabello si quería!

* * *

Gretchen estaba en la mesa, comiendo cereales y leyendo un periódico


cuando Lindsey salió. Se detuvo con las cuchara a centímetros de su boca y su boca
se abrió mientras sus ojos se abrían con incredulidad.
Poco a poco dejó la cuchara hacia abajo con un “¡clink!”.
―Supongo que no usarás más el cabello largo.
Lindsey se tocó la línea de cabello irregular. 230
―Así es.
Una sonrisa asomó los labios de Gretchen.
―Tal vez te gustaría visitar a mi peluquero más tarde hoy, sabes, y hacerlo
un poco más recto.
―Tal vez.
Gretchen hizo a un lado el periódico en su mano.
―Entonces, ¿por qué no te sientas? Tenemos que resolver algunas cosas.
―Quieres decir ahora que ya no estoy en la cama, en estado catatónico.
Gretchen asintió.
―Sí, ahora que no estás en estado catatónico.
―Venir aquí fue injusto. Eso lo sé. Pero…
Gretchen se encogió de hombros.
―Tú y yo sobrevivimos al tratamiento de Jessie juntas. Vamos a sobrevivir a
esto juntas también.
―No debería agobiarte por más tiempo.
Gretchen negó y cruzó los brazos sobre su pecho.
―No eres una carga para mí. Eres mi amiga. Y las verdaderas amigas nunca
podrían ser una carga, sin importar lo que esté pasando. Hace años, pensé que
éramos mejores amigas. ¿Y sabes qué? Me gustaría serlo de nuevo. Entonces, no lo
sientas. Estoy feliz de que estés aquí. Sé que lo estoy.
―¿No tienes curiosidad por saber cómo dejé que esto sucediera?
―Sabe que me niego a tener esa conversación contigo. Guárdate tu
culpabilidad-yendo-mal para tu consejero.
―¿Quién dice que veré a un consejero?
Ella soltó un bufido.
―Yo. Yo lo digo. ¿En serio? ¿Estás dudando eso? Al venir a mí, debiste saber
que eso se daría. Sabes lo que hago. Y sabes que lo necesitas.
―No quiero hacerlo.
―Es probable que no quieras hacer un montón de cosas en este momento.
Pero todavía tendrás que hacerlas.
Lindsey cruzó los brazos sobre su pecho para dar énfasis.
―No tengo tarjeta de crédito. No tengo dinero en efectivo ni automóvil. No 231
tengo nada. Me fui con exactamente con tres trajes y los zapatos.
―Sí, lo sé. En primer lugar, necesitas llamar a tu hermana, Lindsey. Debes
tener esa conversación con ella. Tú la apoyaste cuando atravesó su tratamiento; y
te ayudará a atravesar esto. Lo sabes. Sabes que yo lo haré. Y Noah también lo
hará. No perderemos más tiempo teniendo esta conversación tampoco. Debes
permanecer aquí.
Lindsey se miró las manos.
―No sé lo que debo hacer ahora. Estoy en la clandestinidad o algo, ¿no?
¿Para que Elliot no me encuentre? Pero, ¿cómo me mantengo oculta? ¿Y por cuánto
tiempo? No sé qué debo hacer cuando sales de aquí en la mañana.
Gretchen se levantó, revolvió su bolso y se volvió, dándole a Lindsey una
tarjeta de presentación.
―Ese es el refugio en el que trabajo a veces. Ofrezco mis servicios pro bono
en los casos en que los niños tienen problemas de aprendizaje. Te gustó ayudar a
Tessa y sus hijos. Tal vez debas tratar de hacer algo cercano.
―¿Cómo sabes eso?
―Noah y Jessie me lo dijeron. No debes sentarte aquí sola, evaluando todo
esto sola. No todavía. Que venga poco a poco, en fragmentos. Mantente ocupada.
Sigue participando. Ve allí. Únete a la terapia de grupo. Habla. Expresa lo que
sientes realmente. Sácalo de ti y examínalo objetivamente. Todo.
Lindsey dejó la tarjeta sobre la mesa.
―No sé por dónde empezar.
Gretchen levantó la comisura de sus labios.
―No importa dónde. Solo tienes que elegir algo. Elige un lugar para empezar
a hablar de lo que te pasó. La primera vez, la última vez, o alguna instancia
aleatoria desde el año pasado, o de hace tres años. Tú decides. Tienes la
oportunidad de decidir. Sabes lo que es por lo que pasaste con Jessie, todo solo
lleva tiempo, mucho tiempo. Ya lo sabes, Lindsey. Ya sabes contra lo que estarás.
Pero también sabes que es posible y que funciona.
―Debes odiar lo débil que parezco.
Gretchen puso su mano sobre la de Lindsey.
―No. No lo hago.
Lindsey se lamió sus labios y miró sus manos unidas. Finalmente apretó los
dedos de Gretchen en los de ella. 232
―Haré esto por ti. Algún día, voy a compensarte por todo lo que estoy
recibiendo de ti. Te lo pagaré de alguna forma.
―Solo arréglate a ti misma. Haz eso y me habrás pagado totalmente.
―¿Qué pasa con todas las mujeres que no tienen amigos ricos? Que no tienen
a nadie como Noah, o Jessie para salvarlas.
―Es por eso que trabajo en el refugio. Por ellas. Y puesto que tú nos tienes a
nosotros, toma ventaja de eso. Úsalo. Tu culpa no ayudará a nadie. Respeta y
acepta lo que se te dio. De esa manera, la oportunidad que tienes aquí significará
algo. Así es como nos pagarás. Y será usando sabiamente los recursos que se te
dieron.
―Eres muy buena en el manejo de víctimas. No nos tratas como si fuéramos
víctimas en absoluto.
―Te trato como una sobreviviente, porque eso es lo que creo que realmente
eres. De eso es lo que se trata el trabajo.
―Eres una mujer increíble. Y una amiga.
―Tú también, Lindsey. Simplemente no lo sabes todavía.
* * *

Noah salió mientras Lindsey estaba poniendo los platos en el lavavajillas ya


enjuagados. Se detuvo apenas ante la mesa de la cocina. Sus ojos se abrieron
mientras la recorría, viendo su nueva “tarea”. Sorprendentemente, un rubor llenó
sus mejillas.
―Te levantaste.
―Sí. Lo hice.
Él bajó la vista al suelo y arrastró los pies alrededor. Mirando detrás de él, se
volvió para sentarse en una silla, tomando un periódico y mirándolo brevemente.
Vestía pantalón de pijama de franela de hombre y una camiseta.
Su cabello estaba despeinado y colgaba sobre su frente en rizos.
Él se aclaró la garganta.
―Entonces, ¿cómo estás?
Ella levantó su mirada hacia él.
―Estoy bien. Por este momento. Esta mañana. Estoy bien. Gretchen se fue ya. 233
―Oh. Bien.
Un incómodo silencio cayó sobre ellos. Él asintió torpemente hacia ella y bajó
los ojos antes de preguntar:
―Eh, ¿te cortaste el cabello?
―Lo hice. Tomé las tijeras, cerré los ojos ¡y lo corté!
Él se deslizó alrededor de la silla. Obviamente, no sabía qué hacer con eso.
―Es eso, ah, ¿porque a Elliot le gustaba mucho? Quiero decir, ¿es como una
forma de reclamar tu libertad?
Ella inclinó la cabeza.
―Quizás. No sé. Solo lo hice. No sé por qué, pero me dio risa. No creo que
pueda explicar incluso cómo me siento hoy.
―Cierto. Por supuesto. Estoy seguro de que no. Debes estar muy
confundida…
Ella sonrió suavemente. Él era muy bueno en llegar a ella, cuando en
realidad, no debería haberlo sido.
―Sorprendentemente, lo es. Me parece alucinante darme cuenta que hace
doce días, estaba acobardada en mi cama, con miedo de que Elliot llegara a
hacerme daño. Y entonces mi padre apareció. Un hombre que se suponía debía
estar muerto. Quiero decir, que eso por sí solo podría haberme enviado a consejería
durante al menos un par de años. Ese fue un viaje mental. Y entonces, aquí estoy
ahora, clara después de atravesar todo el país y quedándome con la ex esposa del
marido de mi hermana. No tengo ni un centavo a mi nombre, excepto tres trajes,
una chaqueta, un par de zapatos y mi bolso. Esa es mi nueva presencia. Tengo que
enfrentar finalmente lo que he estado negando y por qué lo atravesé, a la vez que
tengo que ocultarme como si fuera una criminal. Cuando, en realidad no lo soy. Él
es el criminal. Sin embargo, ¡es el que se está proponiendo para gobernador de su
estado!
Él asintió y la consideró.
―A pesar de todo, pareces diferente hoy. Más fuerte. Casi mejor. ¿Es posible
eso?
―Parece que simplemente alejarme es un muy increíble elevador de estado
de ánimo. Sí, es posible, podría ser un grado más fuerte de lo que era hace una
semana. Y entonces… siempre estás tú.
De repente él se puso de pie y levantó sus manos, como si estuviera bajo 234
arresto.
―Lo sé. Estoy tan, tan apenado. Sigo pensando en lo que pasó. No debería
hacerlo. Puedes odiarme. Lo entiendo. Me aproveché de ti. Yo…
―Es exactamente lo que te pedí.
―Bueno, no sabías exactamente lo que estabas pidiéndome.
Ella inclinó la cabeza.
―Sé lo que es el sexo. Sé lo que te pedí y lo que hicimos.
Su boca se torció en una mueca.
―Oh. Bien, eso no disminuye el hecho de que me aproveché de ti. Lo siento.
Nunca debí…
―¿Nunca haber hecho qué? ¿Mostrarme cómo se siente el amor cuando yo te
rogué por él? ¿Cuando lo deseaba más que nada? ¿Cuando era exactamente como
me imaginaba que podría ser? ¿Sabes qué, Noah? Nadie se aprovechó de mí. Y
menos aún, tú.
Él vaciló y su rostro se ensombreció.
―Estoy tan apenado.
―Puedo aceptar tus disculpas por mí. Por cómo me encontraste. Pero no voy
a aceptar una disculpa por lo que hicimos anoche.
Él se mordió el labio y dio unos golpecitos con el dedo en su muslo. Su
agitación era evidente. También era la cosa más refrescante que alguna vez había
atestiguado. A Elliot nunca le importó lo que pensaba o sentía después. Su reacción
a las cosas que le hacía ciertamente nunca causó ni un rastro de ansiedad en él. No
como a Noah.
Ella tiró el trapo y bordeó la puerta del lavavajillas abierta para pararse
delante de él. Le tocó la cara.
―Todavía no estoy bien. Eso lo sé. Pero gracias a ti, tal vez pueda encontrar
una manera de eventualmente estarlo. No sé a dónde voy, o lo que estoy haciendo,
pero no tengo que saberlo. La cosa es: que soy libre de ser simplemente yo. No
puedo estar en una relación. No ahora. No sé, tal vez nunca. Pero sí puedo estar
agradecida por la bondad que me mostraste. Por el cuidado que me diste. Y por lo
de anoche. Sobre todo estoy agradecida por lo de anoche.
Su mirada se quedó en la de ella mientras hablaba. La preocupación en su
mirada era profunda y real. Ella cerró sus ojos, saboreando el momento sin

235
precedentes, la preocupación sincera y el amor. Lo vio en sus ojos. Él pensaba que
la amaba; pero ella sabía que solo estaba mezclando toda la intensa mierda extraña
que habían experimentado. Que estaba confundiendo su profunda compasión por
ella con sentimientos de ternura y amor. Ella lo sabía. Pero lo apreciaba a un nivel
como nada más podía tocarla: él pensaba que podía amarla. Algo dentro de ella era
digno de ser amado aún.
Él levantó una mano y la puso sobre su cintura, tirando lentamente hacia él,
mientras mantenía sus ojos fijos en los de ella. Ella estuvo pronto contra su pecho,
y en su cálido abrazo. Su cabeza solo alcanzaba su cuello. Podía enterrar su cara en
él y oler el limpio, cálido picante, aroma a hombre, que amaba. Podía agarrar su
camisa y por unos momentos, hacerle sentir lo que compartían. Con la otra mano,
como una gigante pata torpe, él le acarició la cabeza. Agarró los extremos deformes
y tiró. Le gustaba que solo Noah Clark pudiera encontrar formas, pequeñas y
grandes formas, de hacerla aún sentir ganas de sonreír.
―No eres muy buena en cortarte el cabello. Pero me gusta que haya
desaparecido. Es hora de que cambies las cosas. ¿Por qué no empiezas por aquí?
―Estaba pensando en morir. Quiero decir, ya que tengo que ocultarme de
todos modos, ¿por qué no? Y… de esa manera, puedo averiguar lo que me gusta.
Cuál es mi estilo es. Siempre fui conservadora, incluso crujiente, como adolescente.
Queriendo ser lo que mi padre imaginaba de mí. Luego tuve que ser lo que Elliot
dictaba. Ahora, solo quiero ser quien soy. La cosa es: que no sé lo que es eso. No
tengo idea de quién soy realmente.
Él inclinó su frente hacia la suya.
―No tienes que saberlo. No tienes que entender nada aún. Puedes
simplemente ser. Sin reglas. Sin expectativas. Sin presión. Sin violencia.
Ella inhaló profundamente al darse cuenta que lo que él dijo nunca se le
ocurrió. Ahora estaba viviendo sin violencia. El alivio era innegable. La
incertidumbre, sin embargo, era más intensa.
Ella se tocó el cabello y sacudió la cabeza.
―No puedes mantener tu estancia aquí. Tienes una vida y un negocio al cual
volver.
Él suspiró y asintió.
―Por desgracia, eso es cierto. Mi hermana sigue llamando. Tessa y los niños
todavía están en mi casa, pero Dean ha estado molestándola. Y bueno, tengo que
trabajar. Mi socio está allá frustrado conmigo. Solo, bueno, no puedo quedarme
aquí
Ella aspiró otra bocanada de aire. Por supuesto, Noah tenía que irse. Había
llegado el momento. Pero, ¿cómo podría hacer todo esto sin él? Quería que se 236
quedara allí, porque no podía volver con él. No a Ellensburg. Y él no podía hacer
caso omiso de toda su carrera y de su vida.
―Sí. Por supuesto que tienes que irte.
Él la echó hacia atrás lo suficiente como para llamar su atención.
―Me gustaría volver. En unos pocos meses. Me gustaría visitarte con
bastante frecuencia.
Ella no tenía nada que esperar por más de cinco años. Le sonrió.
―Me gustaría que volvieras. Esperaré tus visitas y me gustarán mucho.
―Por favor, llama a tu hermana. Ella está completamente loca. Me llama
quince veces al día. Está muy preocupada por ti. Como todos.
Ella cerró sus ojos y pensó egoístamente en sus palabras. ¡Había gente
preocupándose por ella! No solo una, sino varias. Y era una muy agradable sensación.
La hacía sentirse cien veces menos sola, menos olvidada, menos víctima, y menos
indigna. Pero sí, le debía a su hermana una gran cantidad de lo que le había dado
en los últimos tiempos.
―La llamaré hoy.
Él sonrió.
―Gracias.
Ella le devolvió la sonrisa. Él se inclinó y tocó suavemente sus labios sobre los
de ella, en un suave, persistente, beso lánguido que resonó profundamente en su
estómago, tal vez incluso en su alma.
―Me quedé despierto toda la noche pensando en cómo me enfrentaría a ti
esta mañana.
―¿En serio?
―¿Eso te sorprende? Lindsey, Dios mío, esta situación, toda, es algo que ni
siquiera imaginé. O pude imaginar. Hice las cosas mal. No sabía qué hacer. Pero
estaba mayormente preocupado de perjudicar algo profundo dentro de ti.
―Ayudaste a algo dentro de mí.
―¿Está bien si le digo a Penny acerca de por qué he estado aquí tanto
tiempo? Mi familia, todos, son tan malos como Jessie llamándome a cada rato. Les
dije donde me voy a quedar, pero no por qué. Descubrieron que eso te implica. Me
gustaría decirles lo que pasó.
―¿Qué te acostaste conmigo?
Él hizo una pausa y frunció el ceño.
237
―No. ¡Por supuesto que no! Nunca le diría a ninguna persona eso.
Ella inclinó su cabeza hacia atrás y una risa brotó de su garganta.
―Mi Dios, tomas el sexo tan en serio. Estaba bromeando, Noah. ¡Ja- ja!
Él sonrió y tiró de su cabello mientras le sostenía la cabeza hacia atrás.
―Sí, bien, Lindsey ¿con qué frecuencia bromeas alguna vez? Tal vez me tome
un par de veces acostumbrarme a tus intentos de ser graciosa. Aunque, todavía no
eres muy buena en eso. Sigue practicando.
Ella le dio un puñetazo en el brazo y se quedó mirando su puño después de
hacerlo. Levantó la vista, sorprendida. Mierda.
No quería imitar a Elliot de esa manera. No era divertido. Sabía que no lo era.
Él agarró su puño en su mano y lo frotó con su pulgar.
―Está bien, Lindsey. Está bien bromear. Pegarme juguetonamente. Está bien
y es lo que la gente hace normalmente. Bromean. Juegan. Se consuelan unos a otros
después.
Ella cerró los ojos y dejó escapar un profundo suspiro.
―Ha pasado un largo tiempo. ―Negó―. De todos modos, sí puedes
decírselo a tu familia. Puedes decirle a quien quieras para ayudarte a lidiar con
ello. Y en lo que te hice pasar. Es demasiado pedir para cualquiera, y mucho
menos, para alguien con quien ni siquiera tenía una relación.
―Tengo una relación contigo. ―Su tono era firme y tranquilo.
―Yo no puedo…
―Puedes contar conmigo como tu amigo. Como alguien que se preocupa por
ti. Eso nos involucra en una relación.
Ella exhaló.
―Está bien. Consideraré que tenemos una relación.
Él le tocó el hombro.
―¿Acaso Gretchen habló contigo?
―Sí. ¿Te refieres a lo que está pasando ahora? Sí.
―Es un comienzo. Espero que funcione para ti. Ella sabe de lo que se trata
todo esto.
―Así es. Y es segura. Sí, tienes razón, es un comienzo.
Él apretó sus labios y dijo suavemente: 238
―Te echaré de menos.
―Estarás agradecido de haber terminado con todo este lío.
Él negó.
―No terminé, Lindsey. No por un largo plazo. Solo voy a casa por un poco
mientras tanto.
F
ortaleciendo su determinación, Lindsey tomó el teléfono y marcó el
número de su hermana. Jessie respondió a la primera llamada, como si
hubiera estado sentada junto al teléfono.
―¿Lindsey?
Una ahogada, extraña risa escapó de la boca de Lindsey.
―¿Es así como contestas el teléfono ahora?
―Sí. Así es. Esperando a que mi estúpida hermana me permita saber si está
viva o muerta.
―¿Qué estabas haciendo? ¿Sentada en él?
―Sí. No hay mucho más que hacer mientras estás dándole de lactar a un
bebé. ―Siguió una larga pausa. Jessie dejó escapar un profundo suspiro―. Oh,
Dios. Eres tú. Realmente eres tú.
Comenzó a llorar. Así lo hizo Lindsey mientras agarraba el receptor con más
239
fuerza. Su garganta se sentía cruda cuando finalmente encontró la capacidad de
hablar.
―No podía enfrentarme a hablar contigo sino hasta ahora.
―Lo sé. Lo sé, Lindsey. No pierdas la respiración. Lo sé. Lo sé cómo la
mayoría de personas nunca podrían entenderlo.
―Debería habértelo dicho hace años.
―Debí haberlo adivinado hace años.
―No, fue todo debido a mí. Era mi secreto para contar. Además de que tenía
que alejarme de él.
―Así es cómo fue la mía con el general. No la tomemos contra un caballo
muerto. Las dos hemos estado allí y hecho eso. Esos cabrones nos los hicieron a
nosotras y no más asumir culpas.
―¿No tienes curiosidad de saber por qué lo dejé pasar?
―Por la misma razón por la que yo lo hice. Por vergüenza. Por miedo. Por
pena. Por desdén. Por auto-odio. Jesús, solía cortarme la piel por él. Creo que sé
por qué lo mantuve para mí misma.
―Pero de todas esas razones, debería haber al menos podido decírtelo a ti.
Pero las palabras, siempre se quedaban pegadas en mi garganta. Y… Elliot hizo un
caso convincente de lo que haría si alguna vez intentaba irme. La cosa es: ¡que
todavía puede! ¡Todavía podría hacerme esas cosas! Sin embargo, por extraño que
parezca, no me importa. ¿Puedes creerlo? ¡No me importa, Jessie! No porque me
quiera morir ni nada, sino porque ya no temo a lo que me haga. Ya no.
―Eso es porque una vez que estás libre, te das cuenta de que tu abusador no
tiene el poder que pretendía. No sin ti. Cuando estás allí, bajo su abuso, crees que
gobierna el mundo. Pero no estás más que en un engaño inflado por su
omnipotencia. Ahora lo entiendo. Siempre se los proveí al general. Tú se lo
proporcionaste a Elliot.
―Siento todo. Por no decírtelo y por irme a Washington con Elliot. Por no
estar allí cuando tu hija finalmente nació. Y ni siquiera llamarte. Lo siento tanto,
tanto.
―¿Sabes qué? Siento que hayamos encontrado gente de mierda que nos hizo
daño. Pero putamente no podemos lamentar más haber sido abusadas, Lindsey.
No lo haremos. Ellos nos lo hicieron. Dilo. Ahora. Nunca malditamente más.

240
Ella sonrió ante la insistencia de Jessie.
―No maldigo mucho. Excepto en mi cabeza. Me gustaría decirle
constantemente nombres sucios y desagradables. Palabras que nunca, nunca me
atrevería a dejar salir de mi boca.
―Entonces dilo, ahora. Nunca malditamente más.
―Nunca malditamente más.
―Ahora, dilo como si significara algo. Como si él estuviera allí mismo, en tu
cara y desearas escupirlo hacia él. Pegarle. Darle una patada. Ahora grítalo. Dilo,
Lindsey, como lo harías en su rostro. Nunca malditamente más.
Mientras Jessie hablaba, Lindsey cerró sus ojos y se imaginó a Elliot
cerniéndose sobre ella, dándole patadas, golpeándola, sujetándola, riéndose de
ella, diciéndole cosas. Se imaginó todo lo horrible que siempre le hizo y su ira
reprimida comenzó a hervir y a colarse en sus entrañas y corazón, hasta que subió
por su garganta. Lágrimas calientes rodaron por sus mejillas mientras la furia
nublaba su mente. No lo gritó; lo susurró; lo canturreó. Una y otra y otra vez.
Nunca malditamente más. Nunca malditamente más. Nunca malditamente más.
Las palabras le recordaron a Noah, no es tu culpa.
Jessie comenzó a llorar de nuevo también.
―Tengo que estar allí contigo.
―No, no puedes. Lo siento. Tengo que estar aquí. Con Gretchen. Con alguien
que sepa que decirme y que no me quiera tanto como tú. Tengo que estar en el
anonimato por un tiempo. Necesito resolverlo todo, Jessie. Nunca me imaginé
nada de esto. Ir más allá de todo esto es un misterio para mí. Nunca me di cuenta
quién es Lindsey. No Lindsey Bains, ni Lindsey Johanson, sino simplemente
Lindsey.
Jessie dejó escapar un largo suspiro que sonó a través del teléfono.
―Me gusta escuchar eso. Ojalá pudiera estar allí. Pero lo entiendo.
Ella se acarició el cabello.
―Cerré mis ojos, tomé un par de tijeras y corté quince centímetros de mi
cabello.
Jessie se quedó en silencio antes de echarse a reír.
―¿Te cortaste el cabello? Nunca has tenido el cabello corto.
―Lo corté todo. Se ve como la mierda. Mierda total y absoluta. ―Se lamió
sus labios, notando cuán extraño se sentía maldecir. Era un tabú y anteriormente se
había sido negado. Elliot no toleraba que ninguna mujer maldijera en su presencia.
Era vulgar y totalmente inaceptable para él.
―Usa el teléfono de Noah y envíame un correo electrónico con una foto. 241
Tengo que verlo. Necesito verte.
Ella hizo una pausa.
―Creo que Noah te dijo cómo me veía cuando me encontró.
―Sí. Lo hizo. Pero hablaremos de eso más tarde, Lindsey. No tenemos que
pasar por todo eso una vez.
Piezas. Dejar que los fragmentos de él volvieran en su propio tiempo. Las
palabras de Gretchen resonaron en ella. Como las de Jessie. Era demasiado grande
y demasiado abrumador como para dejar entrar todos a la vez. Hacía que sus
extremidades se volvieran pesadas y se sintieran más gruesas. Era demasiado para
un momento dado.
―Tuve sexo con Noah anoche.
―¿Qué?
Lindsey tuvo que sostener el teléfono casi a un metro después del chillido y
letanía de maldiciones de Jessie.
Finalmente, se calmó lo suficiente para que Lindsey pudiera manejar volver a
colocarlo en su oreja.
―Lo voy a matar. ¿En qué diablos estaba pensando?
―¿Te das cuenta de que hablas peor que un camionero?
―Es parte de mi encanto de chica. Ahora, ¿dónde está?
―Se fue. Está en camino de vuelta allí. Pero, déjalo en paz. Él… me salvó. Mi
vida. Mi cordura. Mi cuerpo físico. Así que, no, mejor será que lo dejes en paz.
―¿Tuvo sexo contigo y simplemente se fue?
Lindsey se sentó en el sofá y miró por la ventana. Había gente jugando con
un disco volador en el parque debajo de ella. Observó las pequeñas motas de
ruidosos niños corriendo y jugando en los columpios y subiéndose al gimnasio de
la selva. Vio los árboles balanceándose suavemente en la brisa.
―Él cambió todo el curso de mi vida.
―Oh ―dijo Jessie finalmente.
―Sí, oh. Sólo tuve sexo con Elliot. Sabes eso, Jessie. La primera vez no fue
muy buena. Y no hizo más que empeorar más.
Tragando agudamente aire Jessie le dijo a Lindsey de lo que se dio cuenta.
―Él te obligó a tener sexo.
Lindsey vaciló. No. No era nada parecido a lo que le pasó a Jessie. Era muy 242
diferente. Fue… Cerró sus ojos y asintió como si Jessie la observara.
―Lo hizo. Elliot a menudo me violaba.
―¿Y Noah?
―Noah me mostró como puede ser el sexo con alguien a quien amas.
―Entonces, creo que no lo voy a matar en cualquier momento cercano.
Ella sonrió.
―No. No en corto plazo.
―Realmente te echo de menos.
―Realmente te extraño también. Ahora, ¿puedes decirme todo acerca de mi
nueva sobrina? ¿Me puedes enviar fotos? Envíaselas a Gretchen. Cuando consiga
un teléfono, te llamaré. Cuéntamelo todo. Cada detalle del nacimiento y lo que
pasó esta semana. Cómo es Will como padre, ¿le gusta ser padre? ¿Qué está
haciendo Christina justo ahora? Y lo más importante, ¿cómo estás tú Jessie? ¿Cómo
está mi hermanita?
―¿Estás cómoda?
―Por el momento, lo estoy.
―Está bien, entonces ¡tengo una historia para ti! Todo empezó aquí, en casa.
Tenía dolores de parto y Will comenzó a correr alrededor y a agarrar las cosas para
ir al hospital. Tuvo todo empacado desde hace tres meses, pero se olvidó de dónde
las puso en la confusión del momento. Si siempre fue así cuando llevó a las tropas
a la guerra, somos muy afortunados de que se las haya arreglado para volver a
nosotras…

* * *

Lindsey fue etiquetada como “la buena hermana” desde el momento en que
era una niña. Comenzó a principios de entonces. La brecha entre Jessie y ella
regresó hace mucho tiempo y estaba profundamente imbuida. Su padre fácilmente
le otorgó todos sus elogios a Lindsey, mientras ridiculizaba y criticaba a Jessie.
Cuándo su madre todavía estaba viva, a menudo intervenía en nombre de Jessie.
Pero después de su muerte, no hubo nadie para protegerla. Y Lindsey optó por no
cumplir esa función.
Ambas asistieron a escuelas privadas con los uniformes apropiados. En el
momento en que Lindsey fue a la universidad, no tenía un pensamiento original ni
una acción para toda su vida. A Jessie, por otro lado, le habían lavado el cerebro
243
para odiarse a sí misma. El primer error que cualquiera de ellas tuvo fue
simplemente haber nacido niñas. Travis Bains siempre quiso un hijo.
Prácticamente difundió eso hasta que fue bien sabido.
En consecuencia, Lindsey hizo todo lo posible por complacerlo, siempre
tratando de apaciguar su demanda de perfección y de hacer que se sintiera
orgulloso. Sin importar que fuera niña, siempre y cuando pudiera lograr su
aprobación. Ella fue directamente igual a la escuela y tomó el tiro con arco como
actividad extracurricular. Para el momento en que tenía dieciocho años, ya había
ganado varios títulos del estado. No dudó en asistir a la universidad antes de
alistarse en el ejército, ya que su padre siempre quiso que el hijo que nunca tuvo lo
hiciera.
Después de convertirse en la esposa de Elliot, él la vistió con ropa que costaba
miles. Tenía una compradora personal que elegía toda su ropa, a pesar de que él
tenía la última palabra. Él aprobaba o desaprobaba todo y ella se vestía como él
decía, hacía lo que le decía, iba a donde él decía y se convirtió en quien él decía
debía ser ella.
Y ahora, hoy, de repente se sentía liberada y podría ser cualquier persona que
eligiera.
Se levantó del sofá después de la larga emocional, plática-con-Jesús, con su
hermana. Había arruinado su cabello y quería algo de ropa nueva. Tenía el
permiso de Will y su tarjeta de crédito para obtener cualquier cosa que necesitara.
Él y Gretchen se comprometieron a cubrir sus gastos hasta que estuviera de nuevo
sobre sus pies. Will contestó el teléfono de Jessie para decirle eso específicamente.
No hizo ninguna pregunta sobre lo que pasó. Él simplemente dijo que no se
preocupara acerca de ningún gasto.
Su mayor problema era que no tenía ni idea de cómo hacer compras para ella.
No sabía lo que le gustaba, o lo que se consideraba de moda. No podía
comprender el poder de salir simplemente por la puerta del frente y hacer lo que
quisiera. No sabía por dónde empezar su vida desde un nuevo punto de vista.
Suspiró, luego se volvió y se dirigió por el pasillo hasta el dormitorio que Gretchen
la había dejado usar.

* * *

Cuando entró en el apartamento al atardecer, Gretchen se levantó de donde


estaba trabajando en su laptop antes de que sus hombros cayeran con alivio.
Lindsey sabía que podría pasar un tiempo antes de que todo el mundo se calmara
244
y creyera que estaba verdaderamente comprometida con seguir encubierta.
Gretchen se detuvo en seco, y se quedó con la boca abierta.
―Así que, ¿esto es lo que crees que eres? ¿Esta es la verdadera Lindsey?
Lindsey se encogió de hombros.
―Me tomó una semana para decidirlo. Tenía que hacer algo tras el corte de
mi cabello. Así que hice esto. No tengo ni idea de sí me gusta o no. Parecía que era
la cosa a hacer, ser totalmente lo contrario de lo que en otro tiempo sería con Elliot.
Sí, probablemente es un poco fuerte, tal vez incluso ridículo; y mi elección
probablemente sea algo con lo que temblaré con el tiempo. Pero en este momento,
se siente perfecto. ¿Me veo ridícula?
Las cejas de Gretchen subieron.
―No. Todo lo contrario. ¡Te ves increíble! Simplemente, no esperé algo así de
ti. ¡Y tan pronto! Sin ánimo de ofender, Lindsey, pero te vestías como la esposa del
presidente y no una tipo “Jackie O”.
Lindsey se pasó una mano por su cabello. Se sentía… extraña. Como muy,
muy rara. No solo porque no había pasado mucho tiempo. Ahora, su cabello era de
apenas dos centímetros y el color base era color marrón, pero destacado a lo largo
con púrpura. Usaba pinchos y eran cortos. Un estilo muy raro. Su maquillaje no era
bonito y natural, sino que tenía mucho. Como en oscuro y audaz. El “ojo
ahumado” en ella era casi negro. Su lápiz labial era de una sombra negruzca
marrón que generalmente se asociaba con las chicas que querían ser vampiros. Fue
directamente de verse mucho mayor que su verdadera maldita edad, a verse como
una rebelde punk de veintidós años.
Bueno, ¿no se estaba rebelando, después de todo? Una rebelión de casi treinta
años en fabricación. Nunca ni una vez se había arriesgado. O tomado ningún
riesgo. O alguna vez se le había pedido que lo hiciera.
Fue a una tienda de segunda mano y compró unos descoloridos, rasgados
jeans. Llevaba una camiseta y una vieja chaqueta de cuero muy gastados. Si Elliot,
o su padre, o incluso Jessie, miraran la forma en que era hoy, nunca habrían sabido
que era Lindsey. Tal vez ese era el punto.
―No te lo tomes a mal, pero te ves atractiva. Como una chica patea-traseros
pero atractiva.
―He decidido ir por el nombre de Lindsey Coal. Era el nombre de soltera de
mi madre. Sí, ya sé que puede ser que sea obvio para Elliot qué nombre me

245
gustaría usar. Pero tengo que usar algo. No más Bains. No más Johanson. No
puedo hacer que sea legal, por supuesto, pero infiernos, por ahora, es suficiente
para mí.
Se dio cuenta de que Gretchen la observaba de cerca y suspiró.
―Lo sé Gretchen. Sé que voy por las paredes. Estoy reaccionando a todo lo
que me hizo. A mis sentimientos. Pero… no quiero quedarme en la cama, toda
catatónica y demasiado deprimida como para molestarme en tratar de ayudarme a
mí misma. No sé cómo ayudarme a mí misma. Solo sé que quiero empezar. Y
entonces, por favor, solo permíteme estar loca por un tiempo. Y tal vez ir por las
paredes. Es solo que no quiero estar en la cama por más tiempo. ¿De acuerdo?
Gretchen se aclaró la garganta, mientras una larga, lenta sonrisa iluminaba su
rostro.
―Eres una sorpresa para mí, Lindsey Coal. Pensé que sería la que te
persuadiría de salir de la cama, al menos por unas cuantas semanas más.
―Todavía podrías hacerlo. Podría estrellarme y arder. Solo no tengo que ser
la misma Lindsey que era.
―Está bien.
―Solicité un trabajo.
―¿L-lo hiciste? ¿Cómo? ¿Dónde? ¡Jesús, Linds! ¿Estás segura de que está lista
para todo eso?
―No. Pero sí. Solicité un puesto de trabajo en ese pequeño café de la calle.
Me inventé un nombre falso. Si hacen una verificación de antecedentes, verán que
no existo en ninguna parte. Así que probablemente no vaya a funcionar de todos
modos. Pero, al menos, lo intenté.
―¿Un trabajo de qué?
―De camarera.
―Como… ¿de camarera? ¿Está segura?
―Absolutamente.
Gretchen la miró, sin duda, tratando de averiguar la psicología de por qué
Lindsey tomaría un trabajo de baja categoría. No había indicios antes de esa fecha
de que tuviera la intención de hacer tal cosa.
―¿Ya llamaste a Janice?
Janice Hensley trabajaba con Gretchen en la clínica para mujeres maltratadas.
Era una terapeuta que a menudo consultaba a víctimas de abuso doméstico.
Lindsey no había querido tener en cuenta eso en estos momentos. No todavía. Tal
vez nunca. 246
―No. ¿Es que es un requisito para que viva aquí? ―retó a Gretchen a que lo
dijera. Su estado de ánimo era bastante alterado en los últimos tiempos y a veces,
injustamente, se desquitaba con Gretchen.
―No. Por supuesto que no. ―Gretchen se echó atrás.
Lindsey suspiró y sacudió su cabeza.
―Lo siento. No te lo mereces. No puedo controlar ser una perra últimamente.
Gretchen se echó a reír.
―No tienes que hacerlo; es por eso que lo haces probablemente. Así que en
adelante hazlo a veces. Soy una chica grande. No puedes herir mis sentimientos
tan fácilmente.
―Voy a llamar a Janice. Probablemente necesite asesoramiento, ¿eh? Quiero
decir que es la cosa obvia de hacer, ¿no?
―Sí. Pero las cosas que estás haciendo podrían ser las obvias, que también se
tienen que hacer. Estás enojada. Úsalo. Vívelo. Y pelea contra ello.
¿Estaba enfadada? Nunca se había permitido estar enojada o tenido una
confrontación en toda su vida. Era tranquila, obediente y buena. Estaba de acuerdo
con el programa. Nunca trataba de rebelarse ni revolver el bote. No era una mujer
grosera, de aspecto extraño ni furioso.
Pero… de repente, era exactamente eso. Y se sentía más cómoda en su piel
ahora, de lo que lo había hecho alguna vez antes en toda su vida.

* * *

Ella escuchó. Lo hizo. Realmente escuchó a las mujeres en el grupo de terapia.


Venían de todos los ámbitos de la vida. Comprendían lo que ella consideraba “la
vieja ella” a la “nueva”. Había una mujer de evidente significado en el grupo, así
como dos mujeres sin hogar que asistían a las reuniones semanales. Había de todas
las clases sociales y de las situaciones representadas. Pronto descubrió que no era
la especial del grupo, porque muchas de sus experiencias igualaban la mayor parte
de las suyas.
No compartía mucho. Todavía no. No tenía palabras para explicar o tratar de
describirlo en detalle.
Sí. Le dolía.
Sí. Estaba enfadada. 247
Sí. Se trataba de una persona que tenía autoridad y poder sobre ella.
Sí. Era una mierda. Todo eso.
Sí. Fue violada. A pesar de que era su esposo.
Sí. Era mantenida como rehén allí.
Sí. Era una estupidez. Estaba mal. La hacía su víctima.
Sí. Por supuesto, había un montón de amenazas sobre lo que iba a hacer con
ella.
Pero nunca se disculpó por lo que no pudo hacer por sí misma.
Y eso es lo que la tenía. Esa cosa solamente. Se quedó. No podía dejarlo ir. No
podía cantárselo a sí misma suficientes veces como para creer que no era culpa
suya. No podía culpar de todo a su padre y a Elliot.
Porque, de alguna perversa manera, ¿ no fue la que les permitió seguir?
Se sintió removida de todas a su alrededor y no podía conectarse con las
mujeres del grupo. No podía conectarse con su terapeuta. Iba a sus citas. Lo hacía.
Honestamente trataba de hablar y hacer las pequeñas tareas que la terapeuta le
asignaba de pensar o escribir. Trató. Puso un esfuerzo sustancial. Simplemente no
funcionó para ella.
Lo que encontró más deprimente era lo mucho peor que algunas de las
mujeres que conoció estaban. Tenían hijos pequeños y no tenían dinero. No tenían
familia ni amigos. Estaban tan atascadas estando donde estaban cuando se
obligaron a salir.
Y todo el tiempo, rastreaba a Elliot. Él estaba en plena vigencia, haciendo
campaña. Regularmente comprobaba The Washington Post y varios de los otros
documentos y circulares locales de Virginia. Su padre tenía razón: podía
simplemente seguir a Elliot en cada movimiento. Consiguió un mapa y puso pines
en los varios lugares a donde sabía que él había ido. Él hacía declaraciones en el
almuerzo para los veteranos. Recaudaba fondos con un equipo de atletismo de la
secundaria en un lavado de autos para ganar dinero y así poder ir a sus
competencias regionales. Era juez honorario en un concurso de cocina en un
restaurante local. Ella simplemente sonreía cada vez que encontraba su ubicación,
mientras daba respiro de alivio. Sabía que le llevaría al menos un día llegar a ella si
alguna vez la encontraba. Así que cada vez que leía que tenía otro compromiso,
sabía que estaba a salvo por otro día. Y así era como vivía: de un día para otro.
Elliot disculpó públicamente su ausencia diciendo que habían sentido la 248
necesidad de garantizar su seguridad después del feroz ataque que sufrió a manos
de uno de sus locos fans. Claro que era una mierda, pero funcionó. Los medios se
la comieron. Él incluso consiguió una cobertura nacional después de su ataque y
posterior desaparición. Era un héroe.
Will la llamaba y estaba muy cerca de ir tras él. Ella le dijo que no lo tocara.
Que solo lo dejara en paz. Ella ya no estaba allí y eso era suficiente por ahora.
Noah llamaba y hablaba con él, pero era torpe. No podía encontrar ninguna
relación con él tampoco. Todo estaba jodido en su cabeza. Porque era su culpa. No
podía pronunciar las estúpidas cosas cotidianas banales para decir; aunque los
temas más grandes, más malos no eran repentinamente de ella para discutirlos
tampoco.
Aunque no quería hablar, tampoco quería volver. No le importaba más
esconderse. No quería ser Lindsey Johanson, la mujer maltratada y víctima de
abuso y violencia.

* * *
―¿Está bien? Ella no suena bien ―le preguntó Noah a Gretchen. No tendría
que haber ido a espaldas de Lindsey, pero no pudo aguantar más.
―Ella está bien. Está lidiando con todo. No es fácil. Como comentamos antes,
no va a ser fácil. Acaba de hacer movimientos en estos momentos. Eso es suficiente
por el momento.
―Debería estar allí.
―No, no debes venir. No puedes en este momento. Déjala ser. Esa es la mejor
cosa que puedes hacer por ella ahora.
―Deseo…
―Lo sé. Todos lo deseamos. Pero esto es lo que es. Nada puede hacer que
vaya más rápido o acelerarlo. La curación de algo como esto no es como arrancarte
un curita. No solo te pones al día con el ardor y luego sigues adelante. Es un
proceso de construcción de capa sobre capa de piel nueva en una profunda, herida
punzante. Vas solo con una capa, y ya está de vuelta infectada y llena de pus. Y
ganas más de la necesidad de ir de nuevo, de arrancarte las costras contaminadas,
cavando en la herida original y empezando todo otra vez.
Él tosió con sorpresa. Mierda. Sí que tenía una forma de decir las cosas
visualmente. 249
―La elocuencia hizo el punto. Está bien. Voy a dejar que sane lentamente.
―Mantente ocupado, Noah. Solo estate ahí para ella y déjala hablar contigo,
o no. Déjala estar distante o todo lo que tenga que ser.
―Sí. Lo haré. Solo mantenla a salvo, ¿de acuerdo?
―Lo haré.
Ella colgó el teléfono y miró sin ver a través de sus ventanas traseras. Él no
quería estar aquí en esta gran casa vieja que solía amar y disfrutar con todo
alrededor adentro. Ahora, simplemente se sentaba o caminaba porque nada se
sentía bien. Nada se sentía correcto. Estaba ansioso y preocupado, y no podía
agitarlo. Se preocupaba constantemente por Lindsey. ¿Estaba bien? ¿Estaba
durmiendo esta noche? ¿Estaba pensando en él? ¿Había podido levantarse hoy?
¿Qué pasaba si Elliot la encontraba? ¿Qué le haría? ¿Y si ella trataba de volver?
¿Qué pasaba si se arrepentía de lo que habían compartido? ¿Qué pasa si se
arrepentía de saber de él? ¿U olvidaba todo acerca de él?
Egoístamente, no podía manejar eso: ella olvidándose de él. Obsesivamente
se preocupaba por ella desde cientos de kilómetros de distancia. Tendía
rutinariamente a estar en su práctica y a alimentar a sus animales. También se
reunía con su familia para cenar o para la ocasional tertulia. Pero la voluntad de
hacer algo más allá estaba allí, cocinándose y añorando, escapándosele por
completo.
Tenía a Tessa y a su equipo para agradecer un poco de compañía y un
montón de caos. Ellos ayudaban, para su sorpresa. Jugaba a menudo a la pelota
con los dos chicos mayores y entrenaba al equipo más joven en cómo ayudar con
los perros. A todos les encantaban los perros. Pasaban horas por ahí jugando y
acariciándolos. Aparentemente, nunca habían sabido que los perros podían ser
mascotas antes. Dean los entrenaba para que se vieran rabiosos.
Los niños, que eran de otro modo tranquilos y suaves, actuaban de manera
normal, felices, bulliciosos como los niños que siempre estaban jugando y
corriendo con los animales. Los animales parecían conquistar su miedo y apatía.
La idea que le vino a Noah finalmente borró su propia apatía.
Entró en contacto con el refugio donde Tessa primero corrió, y estuvo de
acuerdo para ir los sábados. Él llevaría a sus mejores perros educados y gatos con
él.
Y así comenzó un nuevo emprendimiento. No era mucho. No podía curar el
cáncer, o ponerle fin a las pesadillas para estas mujeres y sus niños. No podía
salvarlos o resolver ninguno de sus problemas, pero se la arreglaba para darles una
sonrisa en las tardes de los sábados. Sacó más de unos cuantos gatos, un perro y
250
tres perros viejos al refugio y solo dejaba que los niños jugaran con ellos. Había a
menudo mujeres diferentes que se quedaban allí. Algunas a largo plazo. Otras
regresaban a sus hogares antes de su siguiente visita. Él siempre se sentía como
alguien pegado a su corazón cuando se daba cuenta de que un ex rostro había
desaparecido. Se preguntó lo que podría estar haciendo ese sábado.
A los niños de Tessa les gustaba ir y ayudarlo.
Tessa tomó el trabajo de Lindsey y tuvo éxito en él. Cuando obtuvo su primer
cheque de pago, sus ojos se pusieron húmedos, estaba tan sorprendida de que él
realmente le pagara un sueldo. Todo lo que Noah sabía era que estas mujeres
maltratadas le daban una pausa significativa a todo lo que anteriormente
consideraba básico en los derechos de una persona: a vivir, a trabajar, a amar y a
disfrutar de un día sin ningún tipo de miedo o amenaza de violencia.
Alentó a Tessa a participar en el programa de la vivienda local. Tenían
refugios para trabajadores, así como para las sobrevivientes de abuso doméstico
que iban con la policía a las llamadas de violencia doméstica. Se les pedía que
hablaran con las víctimas y que le proporcionaran un rostro para ayudar
disponible. En lugar de un inútil, frío número de teléfono, que no significaba nada
para la víctima de abuso, el trabajador del refugio podía proporcionar una cara
simpática, conversación y calor. Era un programa brillante en opinión de Noah, y
aplaudía al departamento de policía haberlo activarlo. A menudo pensaba en
Lindsey. Ella habría sido buena en esto.
Sin embargo, nada podía sustituir totalmente lo que perdió la mayor parte de
su vida.

251
N
oah fue a ver a Lindsey tres meses después. Se quedó ahí tocando
con la punta del pie en el umbral de Gretchen, su ansiedad
aumentando el ácido en la garganta que le quemaba la boca. ¿Lo
recibiría? ¿Sería tan rígida y fría con él como sonaba en el teléfono? ¿Cómo estaba
realmente? ¿Cómo estaba él realmente?
Lindsey abrió la puerta tras su tímido golpe y dio un paso hacia atrás
físicamente. ¿Lindsey? Él parpadeó. No. No estaba seguro. Aparte de los ojos, no
reconocía un solo centímetro de ella.
Su cabello era apenas más largo que la longitud de un dedo. Estaba como
gelificado en un lío al azar que parecía fresco, aunque extraño. El color era
predominantemente marrón oscuro, pero tenía reflejos de color morado así como
de rojo y púrpura. Hacía ver su cara completamente distinta a la suave y etérea,

252
casi versión trágica de un ángel, a una mujer que podría haber estado saliendo de
un salón de tatuajes. Su maquillaje era gótico y dramático como su cabello. Llevaba
una camiseta oscura, fuera del pantalón y desgarrada, jeans oscuros que hacían
grandes cosas por su trasero y piernas largas. Todavía estaba demasiado flaca y
sus brazos sobresalían de la camiseta sin mangas como palos largos. Había algo
caliente sobre ella de ese modo, sin embargo, si no tratabas de compararla con la
forma en que se veía antes.
Ella lo miró fijamente. Sin tocarse el cabello con esa vieja caricia, como dulce
para asegurarse de que estaba en su lugar. No hubo su viejo, tímido, un poco
recatado saludo tampoco. En cambio, miró directamente hacia él, con su mano
pegada a su cadera y la pierna sobresaliendo.
―Viniste. No estaba segura de que lo hicieras.
―Te dije que lo haría.
Su tono sonó un tanto beligerante. Para Noah, la dulce, suave voz de Lindsey,
era ahora ronca, enojada. Le abrió la puerta y se hizo a un lado para que él pudiera
entrar. Él agarró su bolsa y entró, dejándola discretamente a un lado. Tal vez se
diera la vuelta y se fuera en apenas unos pocos minutos. Tal vez había sido un
enorme error ir allí; y tenía la intención de arrepentirse y estar listo para corregirlo.
Excepto… que no quería nada más que quedarse con ella.
Ella cerró la puerta detrás. Uh. Incluso sus movimientos parecían más nítidos,
más furiosos y más contundentes. ¿Quién era esta nueva Lindsey?
Él inclinó su cabeza mientras ella lo miraba y sus ojos corrieron a lo largo de
él. Se veía igual. Seguía siendo demasiado alto y desgarbado, sin quitarse los lentes
de montura negra, con el cabello demasiado condenadamente largo y rebelde para
molestarse con él. Llevaba pantalón caqui de color beige con una camisa metida en
ellos. Un poco lo que esperabas de un veterinario de una zona rural, de treinta y
cinco años.
Después de ver a Lindsey, Noah no era el tipo de persona que esperarías
fuera su… bueno, infiernos, ¿qué era él de todas formas? ¿Su novio? No. Ni
siquiera cerca. No habían tenido ese tipo de conversación.
Sus cejas se levantaron como si estuviera en una especie de reto. Él juró que
debía de haber estado esperando algo de él. ¿Pero qué? Su lengua se asomó en su
mejilla mientras ella procedía a golpetear con su pie. Estaba descalza y sus jeans
ajustados solo destacaban sus pantorrillas delgadas y pies blancos.
―¿Y bien?
―¿Y bien? ―¿De qué se estaba perdiendo?
Ella cruzó los brazos sobre su pecho. 253
―Bien, ¿qué tienes que decir sobre esto? ¿Cómo me veo?
Él la miró fijamente, entrecerrando los ojos con exagerado control.
―Bueno… ¿honestamente?
―Sí. Sinceramente.
―Te ves atractiva. Demasiado caliente para gente como yo.
Sus brazos cayeron hacia abajo.
―¿En serio? ¿No lo odias?
¿Por eso era su actitud sobre todo esto? ¿Porque esperaba que odiara su
nuevo look? ¿Su nuevo disfraz? ¿Su declaración de rebeldía? ¿Y por qué le
importaba lo que hiciera? Ella estaba haciendo algo, eso era mucho mejor que tener
a su marido dándole una paliza. Así que sí, le gustaba su nuevo look, lo que la
hacía parecer como si pudiera patearle el trasero.
―Me encanta tu nuevo look.
Casi se cayó de espaldas cuando de pronto ella se lanzó a sus brazos. Desde
luego, no esperaba ese tipo de reacción. La vieja Lindsey siempre era reticente y
lenta para reaccionar o actuar. No de esta manera. No de repente instalada en sus
brazos, lo besó y se envolvió alrededor de él.
Sus labios se encontraron y su boca se abrió tan rápido como eso. Su lengua
sabía dulce y caliente en la suya. Él gimió cuando la agarró por los brazos y la llevó
hasta sus pies subiéndola un poco más alto para permitirse un acceso más fácil.
Ella empezó a agarrar los botones de su camisa mientras su beso iba mucho más
allá de sus labios, lengua, dientes; y el calor en su interior se sentía como si él
pudiera incinerarse. De lo que no se sentía más seguro era si esto estaba bien.

* * *

La lengua de Noah se sintió fuerte y fue más profundo en su boca,


convirtiendo su interior en una fundida, caliente lava que fluía por sus venas y
arterias mientras se concentraba en sus extremidades. Ella se calentó de manera
rápida, y tan a fondo, que tuvo que arañar su espalda solo para mantenerse en pie.
Nunca se había sentido así antes. Nunca había experimentado toda esa poderosa
lujuria lenta. Y se sentía increíble. Mejor que toda la plática y terapia. Se sentía
viva. Viva y excitada. Viva y entera. Viva y querida. Viva y poderosa. ¡Tan viva!
Se dio la vuelta y empezó a tirar de él por el pasillo. Sus piernas se enredaron
y casi cayeron a medida que torpemente se dirigían a su habitación. Ella se apoyó
en la puerta, tirando de su camisa para acercarlo. Mucho más cerca. Lo necesitaba,
254
dentro de ella y a su alrededor. Podría haberlo devorado. Lo deseaba. Y nunca
había deseado a un hombre antes como lo hacía con Noah.
Se quedaron apretados contra la puerta durante unos minutos. ¿Horas? No lo
sabía. Su cuerpo entero estaba en llamas, atrapado en una pasión que superaba
todas sus otras emociones, dudas y toda la precaución que por lo general
gobernaba su vida.
Era Noah. Él estaba allí: tocándola, abrazándola y besándola. Casi suspiró de
placer, alivio y profunda necesidad. No, tal vez no de necesidad. No necesitaba a un
hombre. Ya no. No como en los años que perdió necesitando a Elliot. Quería a
Noah y anhelaba estar cerca de él, sentir su cuerpo y follándolo. Y lo más extraño
para Lindsey era, cuán equivocada había estado siempre antes. De repente, era
libre ahora y estaba bien querer tener sexo con él.
Después de que finalmente tuvo éxito en desabrocharle la camisa, la empujó
de sus hombros. Él rápidamente se encogió fuera de ella sin romper el sello de sus
bocas. Ella le mordió el labio inferior mientras él gruñía su respuesta encantada.
Agarrando sus hombros, se giró, abriendo la puerta y arrastrándose en su interior.
Él la apoyó contra la puerta. Su boca descendió otra vez y viajó a lo largo de su
mandíbula, de su cuello, a su clavícula, lamiendo y chupando, antes de regresar a
sus labios. Pareció estar en todas partes a la vez, mientras sus manos le quitaban la
camisa y levantaban su sostén fuera del camino. Agarrándole un pecho, su pulgar
fue hacia atrás y adelante sobre su pezón endurecido. Ella inclinó la cabeza hacia
atrás en la puerta, casi viniéndose en ese momento. El ritmo se hizo más caliente,
mientras ella se movía hacia atrás y adelante sobre él. Le abrió la hebilla del
cinturón para poder moverse contra él. Él abrió sus piernas y empujó una de las
suyas entre las de ella. Ella gimió ante la intensa fiebre. No podía tener suficiente
de él.
Él no dudó en esta ocasión. Ya no estaba empeñado en negarse este momento.
Estaba, de hecho, casi quemándose con el calor que su cuerpo radiaba. La soltó el
tiempo suficiente para casi rasgar su camiseta y sujetador antes de que sus dedos
temblaran en su urgencia por abrirle los jeans. Ella hizo lo mismo con él.
Empujando la camisa fuera del camino, ella rápidamente deslizó su cinturón y
pantalón. No había ninguna razón para darse prisa, pero no podía contener su
sentido de urgencia. Era la primera vez que había tenido sexo exclusivamente para
gratificar su propia lujuria. Para satisfacer sus sentimientos, y finalmente, saber
cómo satisfacerlos.
Después de tirar de su pantalón, junto con su ropa interior, él torpemente
trató de saltar fuera de sus zapatos, uno a la vez, usando su otro pie. Casi podría
haber sido cómico si no fuera porque Lindsey casi moría de deseo. Todo su cuerpo
255
estaba hinchado a punto de estallar. Rápidamente se deslizó de su propio pantalón
y bragas.
Él volvió a ella, con su mano apoyada en la puerta por encima de su cabeza
mientras comenzaba a besarla de nuevo. Ella tuvo que ponerse de puntillas
mientras él se inclinaba. Ella se aferró a sus hombros, luego movió su mano hacia
abajo y lo agarró. Se sentía grande y siempre tan caliente en su mano. Él dio un
tirón cuando ella lo apretó y su mano se cerró sobre su cabeza mientras
profundizaba el beso aún más. Mierda ¡esto era caliente! Ella nunca había sabido lo
que era sexo caliente antes. Nunca había estado tan excitada de pie, o sintiendo
tanto de cualquier forma tampoco.
Ella tiró de él y sus manos tomaron su cara mientras su boca devoraba la
suya. Lo hizo de nuevo y otra vez. Podía sentirlo empujarse contra ella mientras se
apoyaba pesadamente en ella. Fuera lo que fuese que estaba haciendo, era obvio
que le gustaba. Y tan loco como sonaba, también a ella. Nunca se había sentido tan
poderosa antes. Nunca sabía que podía sentirse así de hecho.
Ella deslizó su mano hasta la punta y jugó con él hasta que él se estremeció
por respirar. Ella podía sentir su pecho jadeante, casi hiperventilando. No estaba
segura. De pronto él se movió lejos de su mano, cayó de rodillas y comenzó a
buscar algo. ¿Qué había pasado?
Luego él fue hacia arriba, sosteniendo un condón en la mano para que ella lo
viera.
―¡Lo tengo! ―Sonrió felizmente. E increíblemente, una risita se levantó de su
pecho. Él era el único que podía hacer que se sintiera como para dar risitas. Y
actuar estúpido. Pronto se encontró riendo. Un segundo antes, estaba lista para
poner su pene en su boca, y ahora, él la hacía reír incontrolablemente, riendo
mientras todo el estrés volaba fuera de ella. Sus nervios y la ira fluyeron lejos y se
evaporaron.
La sonrisa de Noah fue tan rápida y ancha como un niño que acabara de
encontrar un billete de cien dólares en la acera. Su corazón se sentía como si se
estuviera derritiendo en su pecho, y se convirtiera en un charco en sus venas y
sangre, toda congelada por una sensación muy extraña en su interior. Era como si
Noah, con su sonrisa, ojos brillantes y tono feliz, de alguna manera la llenara. De
alguna manera, la estuviera calentando, pero más allá de estar excitada, como ya
estaba.

256
Ella tenía que estar de puntillas y agarrar su cabeza, con lo que él estaría
relativamente cerca antes de que ella pudiera llegar a su rostro. Ella inclinó la
frente hasta la suya. Él dejó de sonreír tan pronto como captó su expresión seria. La
miró a los ojos y ella a los suyos. De repente, ambos renunciaron al movimiento y a
tocarse entre sí. Entonces, todo el mundo dejó de girar. El tiempo se detuvo. Toda
su vida e historia simplemente se detuvieron.
Eran Noah y Lindsey. Sin apellidos. Sin derechos. Sin equivocaciones. No
violencia. Sin recuperación. Eran simplemente dos personas que se beneficiaban
mutuamente. En ese mismo momento. Ahí mismo. Ahora mismo.
Él sonrió de nuevo, lo que reflejó su calidez sincera y cariñosa. Sentía como si
todo su mundo hubiera cambiado. Su sonrisa era suave y pequeña, casi tímida.
Como si fuera tímidamente revisando su reacción ante él. Ella tocó sus labios y él le
agarró la mano y la sostuvo contra ellos. Le besó los nudillos, pero mantuvo sus
ojos en los de ella.
―Te amo, Lindsey ―susurró mientras sus labios rozaban la esquina de su
boca.
Ella cerró sus ojos y permitió que las palabras se asentaran en su cerebro.
Consideró su significado. Su tono tranquilo. Su sinceridad y el control sobre sus
hombros pareció demostrar que sus palabras eran ciertas. Él hablaba en serio y eso
valía la pena.
―Me alegro de que estés aquí ―susurró ella finalmente de regreso.
Él sonrió. El aura de tranquilo, suave amor se evaporó y fue, una vez más, el
malvado, pero feliz Don Juan cuando la levantó en brazos y la llevó de regreso a su
cama. Ella se retorció y pateó desafiante. Nunca había sido maltratada, excepto en
la ira de la violenta. Tomó un aliento fugaz cuando se encontró con su mirada y se
la sostuvo. Era Noah. No habría maltrato aquí. Él simplemente era un hombre
grande, caliente, coqueto, llevándola a la cama.
Ella se sentía tan libre, porque podía, en este momento, y aquí, solo ser una
mujer que se reía y chillaba sus reacciones llenas de alegría. Él la acostó antes de
ponerse el condón y apoyarse sobre ella. Ella tomó su rostro mientras él
acomodaba su cuerpo entre sus muslos abiertos. Ella inhaló un profundo,
contenido suspiro tranquilo cuando él se deslizó en ella. La llenó, profundo y duro.
Se quedó allí por un largo momento antes de que sus ojos se cerraran. Él parecía
estar en éxtasis. Un aleteo se levantó en su estómago, como si nunca hubiera
llevado a nadie a ese éxtasis compartido. O a esa felicidad. O a esa paz. Sin
embargo, Noah le decía que ella hacía eso por él. Y eso era algo a lo que podía
aferrarse en sus frecuentes momentos de ira o de dudas.
Él se deslizó fuera de ella, casi por completo antes de conducirse de vuelta a
ella. Todo su cuerpo se estremeció mientras ella lo sentía. Era como si el final de su 257
pene pudiera estimular cada célula de su cuerpo. Cerró sus ojos y se dejó sentir el
placer de un buen sexo. Las emociones hormigueaban calientes. Al estar excitados.
Sintiéndose llena y satisfecha de tener a un hombre dentro de ella.
―¿Estás bien?
Ella sonrió, pero mantuvo los ojos cerrados. Sí, él era como ningún hombre
vivo.
―Estoy bien. Deja de preguntar. Te lo diría si no lo estuviera. Pero creo que
es posible que desees hacerlo más fuerte y un poco más rápido.
―¿Más duro y más rápido? ―Su tono sonó sobresaltado. Luego se echó a
reír. Podía sentir el tirón leve de su cuerpo mientras se enterraba profundamente
en su interior―. Puedo hacer eso.
Y, oh, ¡podía hacer eso!
Se olvidó de que era Noah e incluso se olvidó de dónde estaba. Y de quién
era. Por unos pocos momentos, era simplemente una mujer en medio de un ciego,
intenso y estimulante orgasmo, de esos que se sentían como que espontáneamente
te podían quemar. Ella casi gritó, levantando sus manos sobre su cabeza mientras
él se deslizaba en ella tan fuerte y rápido como le exigió. Su cuerpo recibió su
gratitud, encendido, húmedo, caliente y vivo. Se sentía tan caliente y viva que no
podía dejar de sonreír ante la pura felicidad y el éxtasis de estar ahí, haciendo lo
que tanto amaba.
Ambos cuerpos estaban resbaladizos por el sudor. Luego, él se acurrucó a su
lado, apoyando su cabeza en su pecho. Ella acarició sus rizos negros revoltosos.
Sus lentes habían desaparecido. ¿Cómo no notó ese detalle mundano? Por otra
parte, ¿qué podría ser mundano sobre ellos estando juntos? Después de un largo
momento, Noah suspiró.
―No estaba seguro que debía venir. Parecías como distante a través del
teléfono.
Ella podía sentir su garganta vibrar en su estómago mientras hablaba. Él se
mostraba reacio a tocar el tema, justo cuando estaba indeciso con ella y punto.
―No quiero hablar mucho. No solo contigo. Con nadie. Te quiero aquí.
Quiero que estés aquí. Podría no querer hablar mucho. ¿De acuerdo?
―Está bien. Pero, cómo llevamos a cabo una… ¿Qué es esto? ¿Amistad? Lo
que sea, ¿sin hablar en el teléfono? Sería raro. ¿O simplemente quieres esto? ¿Tener
sexo? Quiero decir, eso está bien también. Supongo que solo me gustaría saber si
será de una manera u otra. Ha sido difícil saber qué hacer o qué pensar en estos
últimos meses.
258
―No sé qué hacer ni qué decir de los últimos meses con nada. No es solo
sexo. Pero no estoy… lista para mucho más. Por lo que solo es lo que es. Si te
parece bien.
Él apretó su torso, la volteó y tocó sus labios con los de ella, antes de
retroceder y sonreírle a los ojos.
―Esto está bien.
Él arrastró sus dedos en su cabello y entre sus dedos en cuestión de segundos.
―Es un poco sexy, todo ese look de patea-trasero.
―Pensé que lo odiarías.
―¿Es por eso que me saludaste así inicialmente?
―Lo fue. Sí. Eso y porque no sé cómo hacer esto. Pero, bueno, supongo que
pensé eso bastante rápido.
―No me esperaba que fuera a suceder de esta manera. Pero no tengo
ninguna queja. Siempre y cuando hagamos lo que hagamos que funcione para ti.
―A mí me funciona. Pero Noah, tiene que funcionar para ti también. No es
justo, si se trata de mí exclusivamente.
Sus cejas se arrugaron con concentración antes de asentir.
―Estoy bien. ¿Y sabes qué? Es justo. Haz lo que tengas que hacer. No es lo
ideal. Pero te tomaré de todas las maneras que pueda conseguirte. Sabes eso.
Lo sabes. No, no lo sabía. Un hombre nunca esperó por ella antes. O le dijo que
la deseaba de cualquier manera que pudiera tenerla. O simplemente la deseaba y
punto, de una manera normal, saludable, agradable. De una manera sexual. De
una manera no violenta. Cerró los ojos. A veces los viejos sentimientos regresaban
de la nada. Oscuros. Sucios. Se difuminaban por sus ojos en lágrimas y la ahogaban
hasta la garganta.
A veces sucedía. Así que estaba aprendiendo a soltarlo. Y esperaba no alejar a
Noah.
Él le tocó el hombro y ella abrió los ojos. Noah estaba justo ahí.
―Entonces, ¿puedo comer en algún momento durante este viaje? Me muero
de hambre.
Ella se echó a reír y lo dejó llevarla de vuelta al ahora.
―Bueno, hay una cosa que iba hacer antes de que tan feliz encontraras tu
condón. Iba camino a prepararme, Boy Scout.
Sus ojos brillaron con interés.
―¿Qué cosa? 259
―Pensé que tenías hambre.
―No. Nop. No yo, no. No tengo hambre en absoluto.
Ella sonrió mientras sus manos se deslizaban sobre él y él le devolvía el favor,
por lo que suspiró, igual que él.
N
oah se quedó durante una semana en ese viaje. Hicieron el amor.
Mucho. Se rieron. Comieron. Hablaron de cosas, pero nunca sobre
haber sido golpeada, violada o abusada. Hablaron sobre a dónde
fueron a la universidad y cuáles eran sus libros favoritos. Lo que hicieron la
semana pasada. Lo que planeaban para el próximo martes. Hablaron como gente
normal. Hablaron mientras estaban desnudos y acostados en la cama, mirando al
techo, en el estado de ánimo en el que estaban: relajados, felices y tan normales.
Cenaron con Gretchen y se fueron a un bar para tomar una copa o disfrutar de las
bandas locales. Bailaron en un bar honky-tonk, y se rieron de lo mal que seguían
los pasos. Comieron helado en el parque debajo del apartamento de Gretchen cada
tarde y vieron niños jugando, mientras sus madres hablaban. A veces estaban muy
callados; y a veces charlaban como si fueran buenos amigos. Otras veces, casi se
quemaban entre sí con una mirada que duraba demasiado tiempo.
Lindsey nunca soñó que hubiera una cosa tal como vivir así. Se llamaba, 260
―Gretchen le dijo― salir de cita. Nunca se había sentido así con Elliot. Había sido
intenso con él. Él la persiguió tenazmente porque la deseaba. Siempre se
presentaba con flores y la invitaba a salir en formales, tan previstas citas. Ella
estaba tan halagada con su atención y cumplidos, que no se dio cuenta hasta
mucho después de que en realidad nunca hablaron. Nunca realmente se
conectaron. Nunca aprendieron un real estado de ánimo o capricho del otro.
No como con Noah. Él era generalmente callado por las mañanas, cortés, pero
tranquilo. Le gustaba que lo dejaran solo para leer el periódico o hacer un
crucigrama. No le gustaba discutir. Invariablemente la aplacaba y estaba de
acuerdo con ella aunque solo fuera para evitar discusiones. Eso la molestaba.
Trataba de hacerlo enojar, o hacer que lo dejara ir. Pero el hombre simplemente se
negaba a estar enojado o molesto con ella. Solo parecía ignorar sus estados de
ánimo o comentarios groseros. Eso era realmente extraño para ella. Se mantenía
probándolo para ver si lo podía mover, pero no podía. Nada podía hacer que lo
dejara ir. Él simplemente se sentaba y dejaba que ella dijera su diatriba, delirio o lo
que fuera. Entonces, después de que terminaba, él respondía razonablemente lo
que quería o de lo que se estaba quejando. Era tan tranquilo y racional, que a
menudo ella tenía que poner los ojos en blanco.
También pensaba que tenía razón. Todo el tiempo. En eso, él era inflexible.
Ella hizo un juego de tratar de demostrar que estaba equivocado. Trató de
encontrar algún dato oscuro que él no pudiera saber o tener alguna opinión. Pero,
maldita sea, ¡si no lo hacía! ¡Y maldita sea si no estaba bien la mayor parte del
tiempo! Leía mucho y era muy versado en la política y en los acontecimientos
actuales. Recordaba todo lo que decía, lo que la hacía molestarse la mayoría de las
veces.
Durante los siguientes nueve meses, él la visitó en tres ocasiones. Se quedaba
solo alrededor de una semana antes de tener que regresar a casa. Por lo general,
pasaban su primer día entero en la cama. Por lo general no hablaban. Entonces,
finalmente, empezaban a hablar y a hacer cosas como comer y bañarse. Nunca
discutieron sobre Elliot. No hablaban de lo que ella hacía durante su ausencia
tampoco. Hablaban mucho del progreso de Tessa. Ella se había mudado a un
apartamento recientemente con la ayuda de la asistencia federal y de Noah.
Hablaron de su práctica y de los animales. Observaron programas de televisión y
películas sin sentido. Hacían todo y nada juntos.
Y discutieron de casi todo, excepto lo que le pasó.
Cuando se anunció la noticia de la elección de Elliot, Noah regresó. Él no le
pidió discutirlo, sino simplemente se alojó allí. La abrazó y le acarició la espalda. 261
La abrazaba cuando lloraba y la dejaba tranquila.
Después de la tercera visita de Noah, Lindsey finalmente se abrió a Janice
Hensley. No estaba segura de por qué, pero algo en su interior cedió después de
que Noah apareció de la nada para ayudarla a lidiar con Elliot ganando. Ella solía
marearse, tratando de decidir dónde y cómo empezar a hablar de las torturas que
le robaron cinco años de su vida. No sabía por dónde empezar.
Entonces, un día, decidió contarle a Janice sobre la vez en que él le rompió
por primera vez uno de sus dedos. Fue solo dos años y siete meses después de su
matrimonio. Lindsey describió en detalle gráfico y horriblemente cómo Elliot sacó
un martillo ablandador de carne del cajón de la cocina y sostuvo su muñeca abajo,
antes de dejarlo caer en su mano desnuda. La única cosa que no pudo recordar, fue
por qué. No podía recordar por qué. ¿De qué servían los castigos de Elliot si ni
siquiera podía recordar por qué se los daba? Pasó toda la hora con Janice tratando
de recordar lo que podría haber hecho para incitarlo. Era la primera vez que
lloraba delante de la Dra. Hensley. Y la primera vez que le daba la gana hacerlo.
Finalmente se unió y habló en el grupo de apoyo. Fue muy duro para ella. No
estaba acostumbrada a airear su vida privada o sus sentimientos en alto.
Indeleblemente grabados en su cerebro, por primera vez por su padre, y luego por
su marido, le estaba prohibido compartir sus pensamientos privados o
sentimientos alguna vez. Y, sin embargo, ahora, podía sentarse en una habitación
de extraños y poco a poco hacer precisamente eso.
Lo más sorprendente de todo era cuán lejos era única su historia de abuso.
Comenzó a tomar un antidepresivo prescrito por la Dra. Hensley. Se negó al
principio, pero finalmente, necesitando irse a la cama y quedarse allí. Los
sentimientos dentro de sus entrañas eran tan abrumadores a veces, que a menudo
la mutilaban o incluso la paralizaban. Eran los sentimientos que solían enviarla a
su cama durante días a la vez. No quería volver a la cama, así que empezó con las
pastillas. Le ayudaban.
Todo eso ayudaba un poco.
No había gran epifanía del momento para ella. Había una serie de muy
pequeñas victorias y reveses más grandes.
Pero era su vida. Era una razón para levantarse. Le permitía servir pasteles y
café en un pequeño bistro en la misma calle del apartamento de Gretchen. Eso la
hacía irreconocible para cualquiera que la conocía anteriormente. Era conocida por
los lugareños, y le gustaba y pudo hablar con facilidad con muchas personas en el
barrio después de solo unos meses de estar allí.
La persona que la entendía mejor, sin embargo, era Jessie, y Lindsey pasaba 262
mucho tiempo hablando por teléfono con su hermana al respecto.
Las cosas estaban mejorando, poco a poco. Día a día. Semana a semana. Mes a
mes. Entonces casi un año después del día en que bajó del avión en Spokane,
Washington para visitar a su hermana. Se maravilló de hasta qué punto había
mejorado su vida. De hasta dónde había llegado. Pero la abrumaba a veces cuando
se imaginaba hasta qué punto todavía tenía que ir.
Entonces, un día, miró hacia arriba y vio a Cal Hopkins sentado en una
cabina, observándola.

* * *

Ella corrió, agarrando un cuchillo de carne que tomó de una mesa cercana.
―¿Qué estás haciendo aquí?
―Me pregunto lo mismo, Sra. Coal, ¿verdad?
―No me vas a preguntar nada, fangoso, saco de mierda. ¿Cómo me
encontraste?
―Tomó mucho más tiempo del que calculé. Tuve que seguir un largo
camino. Sabía que el único contacto que habías hecho era con tu hermana. Así que
tuve que ver a tu familia de cerca. Solo que nunca se iban de la ciudad.
Increíblemente, ella logró evitar ir a verte. Tu sobrina es bastante bonita, por cierto.
Y acaba de empezar a pararse sola. Camina y se cae por todo el lugar.
Lindsey agarró el mango del cuchillo con tanta fuerza, que sus dedos
empezaron a volverse blancos. Aspiró y dejó salir la respiración. Dentro y fuera.
Janice le enseñó a calmar sus acelerados pensamientos, en los que solía pensar
sobrevivir al ser golpeada.
―No te atrevas a hablar de ella conmigo.
―Ni siquiera la has visto, ¿verdad? ¿Qué clase de tía eres?
No lo había hecho. El sabor amargo y metálico del miedo llenó su lengua.
Quería ver a su sobrina, pero no podía. ¿Cómo se atrevía a burlarse de ella? ¿Cómo
se atrevía a venir aquí? ¿Cómo se atrevía a encontrarla?
―Fue el veterinario el que me avisó. Tenemos su nombre de los registros de
tus celulares. Finalmente me di cuenta de que sus múltiples vacaciones estaban
diseñadas exclusivamente para follarte.
Un escalofrío la recorrió a ella y a su alma. 263
―¿Qué quieres?
Él se echó hacia atrás y sonrió, viéndose como un cocodrilo que lamía sus
tajadas antes de llevarlas dentro de su ancha boca.
―A ti. Te fuiste demasiado tiempo. Has estado fuera demasiado tiempo para
que el gobernador siga jugando. Tienes que volver a casa. Debes hacer acto de
presencia por su bien.
―¿O qué? ¿Qué vas a hacer conmigo? ¿Qué planean Elliot y tú hacer
conmigo?
Él frotó un pequeño y arreglado dedo sobre la perilla.
―Bueno, ahora no puedo hablar en nombre de Elliot, ¿no? No le gustará esto,
lo sé. Pero entonces, ¿cómo es tu novio de todos modos, Lindsey? ¿Cómo es
nuestro imponente veterinario? No es exactamente Will Hendricks, o un soldado al
rescate, ¿verdad?
No, era mucho mejor porque estaba allí para ella, si no para rescatarla, sin
duda se preocupaba por y para ella. Para hacer lo que pensaba, y sentía, y lo que
debía hacer con respecto a las cosas que estaban molestándolo. La trataba como a
una igual, como a una compañera, como a una respetada y cuidada adulta. Y si eso
no era héroe, entonces, ¿qué era exactamente lo que hacía un héroe?
¿Elliot lo lastimaría? ¿Se atrevería? Elliot siempre dirigía sus impulsos
violentos hacia ella. A nadie más. Eso era lo que utilizaba para confundirla. ¿Por
qué Elliot no perdía los estribos o golpeaba a alguien más? Incluso si se enojaba
con su padre, su socio de negocios, o el maldito mecánico del barrio, siempre
esperaba hasta más tarde, cuando podía desquitar su enojo con ella. El público no
tenía ni idea de que Elliot incluso tenía mal genio. Tampoco sus propios padres. A
menudo recordaba haber oído los comentarios sobre cuán, ecuánime y estable era
Elliot con sus emociones. Nadie veía la cruel violencia ondulando debajo de su
aparente calma.
¿Cómo era posible? Si su temperamento era algo que no podía controlar,
¿cómo podría lograr alguna vez esperar que no desquitara todo con ella? Era ella y
solo ella a quien Elliot siempre lastimaba físicamente. ¿Podía confiar en eso, dado
que Elliot no había lastimado a nadie, sino a ella en el pasado, que no empezara
ahora? ¿Qué pasaba si, sin embargo, sí lo hacía? Cerró sus ojos y se concentró en
respirar. Lentamente contó de cero a diez. Cuando abrió los ojos, el efecto era
similar a un túnel por el que su miedo se había desvanecido. Estaba de pie en un
concurrido bistro. Gente farfullaba y se reía a su alrededor. Oyó el clic de las teclas
del ordenador y el eco de mujeres risueñas. Había gente que pasaba en patinetas,

264
bicicletas y coches, así como peatones. A pesar de ser una ciudad pequeña, había
una calle principal y gente. No estaba sola y no estaba en peligro. Al menos, no en
este momento.
―No voy a volver. Nunca voy a volver. Díselo a Elliot, Cal, y ve lo que haga.
Dile que venga él mismo por mí.
Los ojos de Cal brillaban de rabia. Parecían los ojos de un hombre lobo en una
película de terror y Lindsey podría haber jurado que estaban a punto de cambiar a
rojo.
―Estás cometiendo un error crítico, Sra. Johanson.
Ella pasó el cuchillo por encima, dejándolo suavemente sobre la mesa delante
de Cal.
―No. No, no lo hago. Mi error fue casarme con Elliot y no dejarlo en el
primer momento en que me llamó la atención. Mi error fue quedarme por tanto
tiempo y pensar que era mi culpa. Mi error fue esconderme cuando finalmente
tuve el coraje para dejarlo. Dile a Elliot que si se mete conmigo, con mi familia, o
con cualquier persona a la que quiera, lo enterraré. Igual que Jessie hizo con mi
padre. Dile eso. Eso significa algo para él. Algo enorme. Ahora lárgate de aquí,
¡mensajero de segunda categoría!
La mano de Cal se arrastró hacia el cuchillo de carne, pero Lindsey se inclinó
sobre la mesa y miró fijamente hacia él.
―¿Qué vas a hacer, Cal? ¿Apuñalarme delante de veinte testigos? Sigue y
hazlo, Cal. Adelante. Hazlo. No quiero nada más en este momento que una puta
puñalada justo en el lugar donde un corazón debe estar, si tuvieras uno. Así que
¡pruébalo! ¡Comienza! ¡Dame una razón!
Sus ojos eran negros, con aspecto de los agujeros del infierno, grabados a
fuego sobre ella, pero lentamente soltó el cuchillo.
―Si ese es el caso, ¿por qué nunca, ni una sola vez, te defendiste?
Ella sonrió lentamente.
―Porque me importaba él y no quería hacerle daño. ¿Pero tú? No puedo
esperar la oportunidad.
Lentamente él se puso de pie hasta que estuvo ojo-a-ojo con ella. Ella no dio
marcha atrás, sino que dio un paso adelante. Él gruñó.
―Te ves como una puta ―dijo antes de que finalmente se volteara y se fuera.
Sus hombros cayeron y todo su cuerpo se hundió. Cayó en la cabina y apoyó
la cabeza en sus manos. Mierda. Se miró las manos, que estaban temblando. No
podía dejar de temblar. Pero se había sostenido sola. Con Cal. La mano derecha de
Elliot. El hombre que vivía para reportarle su ubicación a Elliot. De hecho, se
atrevió a escupir con valentía en su rostro. Se atrevió a tirar hacia abajo del 265
guantelete de Elliot y casi sonó que lo decía en serio.
Mierda. ¿Qué había hecho justo eso?
Tomó su celular del bolsillo y le marcó a Noah.
―Está descubierto. Él sabe dónde estoy. Cal me enfrentó.
El trago agudo de aire de Noah fue audible en la línea. En lugar de hacer
preguntas como la mayoría de la gente haría, dijo simplemente:
―Ven aquí. Vuelve a casa, Lindsey. Por favor. Ven a mí. Entonces, podremos
enfrentar esto juntos.
Ella golpeó la botella de salsa de tomate mientras miraba por la ventana hacia
la bonita calle de los suburbios. Cerró los ojos. A casa. ¿Había un lugar en la tierra
para ella? Ir a casa implicaba un lugar donde sintiera que pertenecía, donde te
amaban y estabas segura. Nunca se había sentido segura antes. Nunca estaba a
salvo.
Pero juntos. Podrían enfrentar esto juntos.
¿Estaba preparada? Cerró sus ojos y apoyó su frente en la ventana. ¿Estaba
lista para ser parte de ese juntos? ¿Había transcurrido tiempo suficiente? ¿Había
calculado suficientes cosas? ¿Estaba en un lugar mejor? ¿Podía…?
―Por favor, Lindsey. Por favor, vuelve a mí.
Su voz era tranquila, sincera y callada. Siempre era tan tranquilo. Y quería
estar allí para ella.
¿Era demasiado pronto? ¿No debería decidir qué necesitaba y cuándo lo
necesitaba? ¿No había sido ese el punto en los últimos diez meses? Levantarse para
decidir lo que sucedería en su propia vida y en su propio corazón.
Errores o no. Se levantó para hacer la llamada final.
―Creo que te amo.
La comunicación se cortó. ¿Él colgó? No, no, lo oyó murmurar. Él se rió
suavemente en su oreja.
―No esperaba que dijeras eso.
―Yo tampoco. Solo salió.
―¿Crees que…? ―Vaciló―. ¿Crees que quisiste decir eso?
―Lo dije en serio. No soy una niña. Sé lo que siento. Sé lo que quiero. Y te
amo ―señaló respirando hondo y expulsándolo―. Te amo.
―Yo también te amo. ―Era el primer hombre que le decía eso sin querer
nada a cambio. No quería que ella se comportara de cierta manera o se viera de 266
cierta manera. No quería nada de ella, excepto su amor incondicional.
―Ahora, ¿quieres venir a casa hacia mí?
Ella cerró sus ojos mientras lágrimas corrían libremente por sus mejillas.
¿Lágrimas de felicidad? ¿Lágrimas de tristeza? ¿Lágrimas agotadas? ¿Lágrimas
aliviadas? Realmente no podía decirlo. Solo que las lágrimas expresaban el nudo
tumultuoso formándose en su intestino. Finalmente, susurró:
―Volveré a casa.
N
oah vio caminar Lindsey fuera del avión. Llevaba la misma bolsa
con la que dejó a Elliot. Su cabello no era mucho más largo que la
primera vez que lo cortó. Tenía los extremos rosados, sin embargo,
ahora. Él parpadeó. Ella aún parecía en shock. No tanto para cualquiera que la
viera por primera vez, pero sin duda para cualquiera que conociera a Lindsey
Bains, y luego a Lindsey Johanson.
Llevaba los vaqueros ajustados que tanto le gustaban. Prácticamente vivía en
ellos. Llevaba una chaqueta con el logotipo de un equipo. Sus ojos recorrieron la
multitud en el pequeño aeropuerto. No era nada parecido a los grandes
internacionales. Noah dio un paso adelante y levantó una mano.
Ella se detuvo en seco cuando sus ojos se encontraron y un momento
conmovedor se marcó. Sus ojos se llenaron de lágrimas que se deslizaron por sus

267
mejillas en silencio. Eran diferentes a las lágrimas que derramó hace un año. Estas
eran lágrimas de alivio al verlo. Luego una lenta sonrisa iluminó su rostro. Dejó
caer la bolsa, pateándola a un lado antes de arrojarse hacia él. Él la atrapó y la
levantó del suelo mientras la apretaba fuertemente a su lado. La gente se quedó a
su alrededor, y algunos los miraron con fastidio. No le importaba. La abrazó. Ella
gritó, y su cuerpo se sacudió cuando sus brazos agarraron sus hombros y lo
abrazó. Tras una larga pausa, ella finalmente se apartó de sus brazos y sus ojos se
encontraron. Ella sonrió con timidez y un rubor llenó sus mejillas. Su corazón se
retorció de alegría.
―Creo que estoy más feliz de verte de lo que esperaba.
―Creo que podría acostumbrarme a que tengas esa reacción al verme.
Ella bajó la cabeza y se volvió para tomar su bolso.
―No tengo ninguna otra cosa.
―Sabes, solías traer más de eso a trabajar todos los días.
Ella se encogió de hombros.
―No tengo mucho. Y por ahora, me gusta que sea así.
Él tomó su bolso.
―¿Dónde quieres quedarte? ¿Conmigo? ¿O con Will y Jessie? ¿Dónde?
Ella inclinó la cabeza hacia él.
―¿Dónde preferirías que me quedara?
Él se detuvo en seco y dejó caer su bolsa para poder agarrar sus hombros y
voltearla hacia él.
―Conmigo. Para siempre.
Ella sonrió.
―Está bien. Contigo. Para siempre.
Él la miró a los ojos, frunciendo el ceño.
―Estaba siendo dramático, y haciendo un punto. No espero que te sientas de
esa manera ahora. Es mucho, y demasiado pronto. Sólo te quiero aquí conmigo,
donde pueda vigilarte y salir contigo. Realmente me gustaría poderte llamar mi
novia.
Ella negó.
―No es demasiado. No es demasiado pronto. Es lo que quiero y lo que
decidí. Y realmente me gustaría que dijeras que soy tu novia.
Él frunció el ceño mientras negaba.
―No quieres decir eso. 268
―Oh, lo digo en serio. No sé si alguna vez quiero casarme, Noah, o tener
hijos. Realmente no sé si podría desear cualquiera de eso. Pero te amo y quiero
estar contigo. Así que sí, quiero ir a tu casa y simplemente ser tu novia.
Él le sostuvo la mirada.
―No necesito casarme; y no necesito tener hijos. No, si tú no lo deseas. Sólo
te necesito y te amo, sin embargo, de la forma en que pueda tenerte. De cualquier
manera en que pueda tenerte conmigo. Y me encantaría que fueras mi novia y
vivieras en mi casa.
―Entonces llévame allí.
Él agarró su bolso de nuevo, luego suspiró:
―Oh, mierda.
―¿Qué?
―Se me olvidó. Mi familia está allí. Realmente quieren verte. Especialmente
Penny. Ella te extrañó mucho.
Lindsey le tocó la mano, la de ella se deslizó en su cintura mientras
empezaban a caminar.
―Estaré encantada de verlos. Especialmente a Penny.

* * *

No se lo dijo a Lindsey, envió un mensaje a la casilla postal en Canadá, que


tenía de su padre. No tenía idea de si alguien la comprobó, o si el general todavía
estaba vivo, o se había mudado a alguna otra parte. Noah no sabía por qué, pero lo
hizo. Ni siquiera estaba muy seguro de lo que esperaba. Pero sentía que era hora
de hacer algo, aunque no sabía qué. Se heló hasta la médula cuando se enteró de
que Elliot encontró a Lindsey. Y el enfrentamiento con Cal que la dejó temblando
también le importaba. Se sentía aliviado de que ella estuviera allí ahora con él. Al
menos, podía abrazarla, tocarla, y tratar de ayudarla.
Su familia llegó para él y Lindsey, de maneras que lo hizo sentir radiante de
orgullo por sus buenas intenciones. Había niños y miembros de la familia que
esperaban en su casa. Habían hecho una cena especial e incluso pusieron globos y
un anuncio de “¡Bienvenida a casa, Lindsey!”. Se abrazaron y le dieron un beso, ni
una sola vez hicieron una pausa ante su extremo cambio de apariencia, ni de sus
terribles circunstancias. Y que Dios bendijera a Penny, quien la tomó bajo su ala,
manteniéndola ocupada y hablando durante días y días. También la ayudó a
269
instalarse en la casa. Penny era su amiga y era tan divertida, dejándola olvidar
temporalmente que su marido descubrió dónde estaba.
Pero la reunión que significaba más que cualquier otra cosa, era entre Lindsey
y Jessie. Había pasado casi un año desde que las dos se habían visto a los ojos.
Cuando entraron en el ambiente festivo, boyante de la fiesta de reunión, todo el
mundo lo sintió. Will sostenía la mano de Jessie, y ella tenía a la bebé acunada en
sus brazos. Se detuvieron en la entrada. Lindsey hizo una pausa, sosteniendo una
papa frita completa antes de bajar sus dedos. Las hermanas compartieron una
larga mirada sincera.
―Te ves… diferente ―susurró Jessie finalmente.
Lindsey tragó, dejando lentamente la papa frita en la mesa de café. Se limpió
la mano en la pierna y se puso de pie.
―Me siento diferente.
Jessie sonrió lentamente, a medida que más lágrimas llenaban sus ojos.
―Te ves increíble.
Lindsey empezó a llorar también.
―Me siento increíble de vez en cuando también.
Jessie le entregó Christina a Will mientras las lágrimas se deslizaban
libremente por su rostro y estudiaba a su hermana. Al entrar en la sala de estar de
Noah, se apresuró con emoción hacia Lindsey. Noah y Will se alejaron para hablar,
llevando a Christina y a los demás a otra habitación, donde se miraron uno al otro
con torpeza, sin saber qué hacer ni qué decir. Algunos largos minutos después,
salieron las hermanas. Las lágrimas brillaban en sus ojos y manchaban su piel.
Will se puso de pie para abrazar a Lindsey.
―Te hemos echado de menos.
Ella asintió.
―Yo también los extrañé.
―Ahora, ¿te gustaría conocer a su sobrina?
Los labios de Lindsey temblaron. Asintió mientras una enorme sonrisa se
dibujaba en su rostro.
Se sentía plena y finalmente a casa.

* * *
270
―Creo que va a venir tras de mí.
Noah se detuvo en el proceso de mover de un tirón un filete en la estufa.
Habían pasado dos semanas desde que Lindsey se fue a vivir con él. Era tan bueno.
Muy, muy bueno. ¡Ella vivía con él! Estaba allí cuando llegaba a casa del trabajo.
Le ayudaba a cuidar de todas sus mascotas, así como a cortar el césped o a lavar la
ropa. Eran totalmente torpes el uno con el otro y con torpeza trataban de averiguar
quién haría qué y cuándo. Tenían mucho que aprender el uno del otro, y de estar
juntos. Tenían que aprender cómo pelear, y cómo hacer las paces. Pero la mejor
parte era: que tenían todo el tiempo y la libertad para hacerlo ahora.
Él cocinaba, debido a que Lindsey era peor que horrible en eso. Él dejó la
espátula abajo, y fue alrededor para sentarse al lado de donde estaba sentada,
observándolo, en un taburete. A menudo discutían de la siniestra advertencia de
Cal. Nunca dejando de hacerlos sentir impotentes. No tenían idea de lo que
deberían hacer para prepararlo o prevenirlo. Había un sentido de urgencia, como
que deberían haber estado haciendo algo. ¿Pero qué? ¿Cuándo? Tomaron algunas
precauciones, y Lindsey salía rara vez sola. A menudo salía con alguien de la
familia de Noah, o con su hermana para no estar sola. Pero Noah temía que la
corazonada de Lindsey estuviera bien.
Él tomó sus manos entre las suyas.
―¿Por qué dices eso?
―Él no puede dejar esto así. No va a aceptar que me las arreglé para escapar.
Y simplemente me fui. No podrá soportar eso. No puede dejarme ganar. Tiene que
ganar. Y verá esto, que esté aquí contigo, como ganar mi libertad.
Entrelazaron los dedos y él miró hacia abajo a su rodilla.
―Deja que lo intente.
―No te he dicho mucho acerca de lo que él… ni de lo que me hizo. ―Su
mirada estaba clavada en sus manos entrelazadas y él le tomó suavemente su cara.
No, no le había dicho mucho. Sabía algunas cosas. Sabía lo básico. Sabía cómo
se veía después de que la encontró hace tantos meses. Pero ella no solía darle
ningún detalle.
―Te debo eso. Te debo todas las respuestas que buscas.
Él negó, separando las piernas para que ella pudiera descansar entre ellas. La
atrajo hacia sí y dijo:
―No me debes nada.
Su mirada se levantó. 271
―Te debo todo.
Él sacudió la cabeza y le pasó la mano por el cabello corto y en picos.
―Nah. Somos compañeros. No nos debemos nada uno al otro. No, eso no es
cierto, nos debemos uno al otro confianza, respeto y amor. Pero ninguna respuesta.
Ella se lamió los labios.
―No sé si alguna vez podré decirte todo. No puedo decirle todo a cualquiera.
No todo a la vez. No del modo de “gran panorama”. Pero me gustaría empezar
diciéndote fragmentos. Las cosas pequeñas. Cosas que puedo forzar más allá de
mis labios. Ni siquiera puedo decirle todo a mi terapeuta
―Entonces dime lo que tienes que decir. Si se trata de ti, Lindsey. Lo que
quieres decir o no. Es lo que elijas expresar. Y mientras no te odies a ti misma más
de lo que ya haces, no necesito saber a menos que prefieras que lo sepa.
―Creo que quiero que lo sepas. Con el tiempo. Sólo podría tomar un tiempo.
Él le sostuvo la mirada en una profunda mirada larga, de amor y de promesa.
―Tengo la intención de compartir nuestras vidas juntos por la eternidad. No
hay prisa.
Ella cubrió la mano que tenía sobre su cara.
―Mi primera inseguridad está en temer que no te merezco. Pero estoy
trabajando en creer que me merezco cosas buenas de la vida. Y no merecía lo que
Elliot me hizo. No importa cuánto tiempo me quedé y lo toleré. Y la cosa es: que a
pesar de que no es fácil para mí, te amo.
―Sabe que voy a estar aquí, sin importar lo que pase.
Ella cerró los ojos.
―¿Sin importar qué?
―Sí.
Ella asintió mientras más lágrimas se deslizaban por sus mejillas. No abrió los
ojos de nuevo. La apoyó en él y la abrazó.
Todavía había momentos en que se ponía muy oscura. Tenía terribles estados
de ánimo, que explotaban con ira y decía palabras desagradables antes de poder
controlarlo. Pero no siempre era entendido tan fácilmente, ya que a menudo era
difícil y se basaba en el mal humor y en la frustración.
Pero no había nadie en la tierra que Noah prefiriera a aceptar lo malo,
siempre y cuando él también le consiguiera algo bueno. Lo hacía. Él lo tenía todo,
cada pedacito de ella, y ese era el mayor regalo que podía pedir. Era todo lo que 272
siempre había querido, incluso antes de saber que estaba buscándolo.
Ella finalmente levantó la cabeza de su hombro.
―He pensado mucho sobre esto, sobre lo que debo hacer. Y la cosa es que
quiero hacer algo.
―¿Algo? ¿Cómo qué?
―Quiero enfrentar a Elliot.
El corazón de Noah saltó con sorpresa en su pecho. ¡No! No, no podía querer
decir que quería enfrentar a Elliot. La violó, la golpeó, la encerró, y la mandó al
hospital. ¿Todavía la amenazaba, y ahora ella se atrevía a enfrentarlo?
―Lindsey…
―No ―dijo ella, poniendo dos dedos en sus labios―. Déjame terminar. Él
tiene una reunión llegando a la ciudad. Es su manera magnánima de convencer al
público de que es uno de ellos, y de que quiere escuchar los problemas y quejas de
todos. Tontería total y completa. Pero quiero ir. Quiero estar allí.
Él no entendió e inclinó la cabeza.
―¿Para qué?
―Para enfrentarlo. Allí mismo, ¡delante de todos! No podrá lastimarme en
frente de todos. He estado pensado en eso, Noah. Lo olvidas. Mi hermana y yo
marginamos a mi padre. Yací en cama incontables noches, obsesionada por lo que
Elliot pudiera hacerme No puedo permitir que me lastime de nuevo. Nunca más. Y
entonces pensé en todas las mujeres que he conocido y escuchado. Algunas fueron
mucho más valientes que yo. Y de repente, quiero ser valiente también. Quiero
llevar mi poder de nuevo. Quiero anunciar públicamente lo que me hizo, para que
nunca pueda volver a hacerlo. Quiero hacer con él lo que Jessie hizo con mi padre.
Noah tomó un agudo aliento.
―Está bien.
Ella frunció el ceño.
―¿Está bien? ¿Qué significa eso?
―Significa que está bien. Hazlo.
Ella inclinó la cabeza.
―¿Sólo así?
―Sólo así. Sólo por favor dime que puedo ir contigo. No creo que pueda
soportar dejarte ir a ese estado, y mucho menos, que estés dentro de cualquier
proximidad de él. Debo ir también. 273
Ella sonrió y apoyó la cabeza en su pecho.
―Está bien ―susurró.
Él le dio unas palmaditas en la espalda mientras suspiraba porque los bistecs
estaban completamente negros.
―¿Quieres ir a buscar una pizza?
Ella se inclinó hacia atrás y soltó una carcajada.
―Eso es probablemente lo que más me gusta de ti.
―¿Qué?
―Reaccionas como nadie más en el mundo. Sí, quiero ir a buscar una pizza.
―Lo besó profunda y completamente. No estaba seguro de lo que había hecho
para complacerla a su manera, pero estaba contento de haberlo hecho.

* * *
La reunión de la ciudad estaba llena. Las sillas se encontraban en un gran
semicírculo alrededor del centro del escenario, y elevadas para proporcionar una
visión clara de los altavoces para cada persona en la habitación. La sala de pronto
se llenó de asientos y el numeroso público creció a cerca de quinientas personas.
Noah y Lindsey se sentaron diez filas más atrás, en un extremo.
Su estómago se apretó cuando Elliot se acercó a la plataforma. Noah se
apoderó de su mano con más fuerza, y con su pulgar frotó su palma.
Elliot llevaba un traje negro clásico. Lindsey conocía al diseñador exacto, la
marca y el tamaño. Porque, ¿no había obsesivamente cuidado de ellos durante
cinco años? Él tenía la camisa planchada y almidonada. ¿Acaso ella no sabía
exactamente lo perfecto que cada una tenía que ser? Hoy había sido sencilla:
camisa blanca con corbata roja. Llevaba una bandera americana discreta prendida
en su solapa. Tenía el cabello cuidadosamente peinado, y apenas rociado por lo
que parecía natural. Apretó los puños sobre su regazo y, finalmente consiguió una
idea de por qué Jessie solía cortarse su propia piel en respuesta a los abusos de su
padre. Al ver a Elliot ahora, le hacía querer fregar su piel. Ahora que estaba fuera,
no podía entender cómo soportó todo.
Él fue presentado por Cal Hopkins. Oír su voz hizo que se le revolviera el
estómago y la bilis comenzó a aumentar en su garganta. Luego tuvo que escuchar a 274
Elliot Johanson hablar con una ingeniosa, chistosa y elocuente réplica. Buscaba la
simpatía. Era como un estafador. Como un ordinario estafador-de-caminos. Sólo
que estaba mejor vestido que el estafador promedio. Era tan malo como el
proxeneta de la esquina, o el vendedor de drogas detrás de la escuela de sus hijos.
Era una pequeña sabandija, baja en rango hasta la médula.
Su mayor crimen era golpearla como la mierda con demasiada frecuencia.
Se sentó en silencio mientras él terminaba su discurso suave y pulido antes de
abrirse camino para tomar las preguntas de los ciudadanos de su estado, o “del
pueblo al que servía” como se refería a ellos. Se echó a reír y habló con una
persona tras otra. Poseía el tono perfecto, bien modulado de voz y la respuesta
benigna para todo. Pero no decía nada. Del mismo modo que nunca realmente
tenía algo que decirle a ella.
Ella se levantó sin ningún plan en mente. No había ido allí con ninguna
noción preconcebida de qué hacer o cómo hacerlo. Sólo… decidió hacerlo. Noah se
levantó junto a ella. Ella negó hacia él. No. No, tenía que hacer esto… sola. Poco a
poco él se volvió a sentar.
Ella se acercó al micrófono más cercano y esperó su turno. Esperó
pacientemente las preguntas monótonas sobre los impuestos, el desempleo y el
gasto hasta que fue su turno.
Elliot se volvió con su micrófono para mirar a través de la habitación hacia
ella. Sonrió y asintió. Ella sabía que estaba listo para despedirla tan pronto como
vio cómo iba vestida ahora y su cabello y maquillaje. Sin duda, rechazaría
educadamente su pregunta, ya que no le importaba lo que tenía que decir.
―Hola, Elliot.
Su voz resonó en la habitación y tuvo un par de miradas divertidas por el uso
de su nombre de pila. Cada otro orador se dirigió a él con el mayor respeto, ya sea
usando “gobernador”, o “señor Johanson”, o “su Excelencia”. ¿No fue esa la
mitad de la razón por la que Elliot eligió Virginia para postularse cómo
gobernador? Era uno de los pocos estados en todo el país que se dirigía
formalmente al gobernador no con el normal, “su señoría”, sino más bien, “su
Excelencia”. Le quedaba perfectamente a quién y qué Elliot pensaba que era.
Su sonrisa se desvaneció lentamente mientras su mirada se estrechaba sobre
ella. De repente se levantó del taburete tan casualmente que inclinó su trasero
zalamero sucesivamente. Parecía como si estuviera tratando de evocar un tipo de
ambiente de “buen muchacho”, somos amigos.
―Ah, hola.
Él no estaba seguro. Se mordió el labio. ¿Cuándo alguna vez lo hizo parecer
inseguro? Él no sabía si era realmente Lindsey. Pero después de escuchar su voz, la
275
reconoció.
―¿Cuál es tu pregunta, señorita?
―Lindsey. Puedes llamarme Lindsey. Ese es mi nombre.
Ella lo vio inclinarse hacia atrás, con la mano llegando a su cuello mientras el
color enrojecía sus mejillas.
―Sí, Excelencia. ―Estuvo a punto de escupir la palabra―. Me gustaría saber
cuál es tu postura sobre la violencia contra las mujeres. ¿Sabías que una de cada
cuatro mujeres es maltratada de alguna manera física por una persona con la que
es íntima? Y que, debido a los recientes recortes presupuestarios, muchos de los
fondos que proporcionaban ayuda y refugio a estas mujeres maltratadas se han
reducido drásticamente en los últimos años. ¿Eso te importa?
―Sí, soy consciente de las inquietantes estadísticas. Y, por supuesto, estoy
rotundamente en contra de la violencia de cualquier tipo, ya sea que victimice a los
hombres o a las mujeres.
―Por supuesto, estoy segura de que lo estás. Pero estoy hablando de una en
singular, sin embargo, que por desgracia, es muy común, y un grave caso de
violencia: de los cónyuges amables y amantes haciéndose uno al otro. Estoy
hablando sobre el abuso doméstico. ¿Cuál es tu plataforma, Elliot, del abuso
doméstico?
Su ira no estaba camuflada en su tono. Su postura era combativa y
beligerante. Su mirada se bloqueó en la de Elliot y su mandíbula se apretó
visiblemente. Él rechinó los dientes para evitar decir lo que realmente quería.
―Que estoy contra ella, por supuesto.
Ella clavó las uñas en la palma de su mano y dio una larga y lenta,
respiración profunda. Sostuvo la mirada de Elliot a través de la sala, y sobre todas
las cabezas de los ciudadanos.
―¿En serio? Entonces, dime gobernador, ¿dónde está tu esposa? ¿Qué pasó
con ella? ¿No la golpeaste bastante mal? ¿No ocurrió eso en tu propia casa?
Hubo un suspiro colectivo y susurrante. Después inquieto. La multitud
estaba incómoda con su perseverancia y con su rabia cada vez más evidente.
Su férreo control sobre el micrófono estaba volviendo sus dedos blancos.
―¿Dónde está? ¿A dónde se fue? ¿De quién realmente se está escondiendo?
―persistió Lindsey.
Elliot apretó los labios y Cal se precipitó hacia adelante. Hizo señas a alguien.
Seguro y suficiente, un gigante en traje se dirigió hacia ella. Ella sonrió y añadió en 276
voz baja:
―Tu mujer se esconde de ti. ¿Cómo puedo saberlo? Porque yo soy tu esposa
y voy a testificar en el tribunal bajo juramento que me golpeaste, una y otra y otra
vez. ¿No es así, Elliot? ¿No me hiciste eso? La cosa es que, por fin me di cuenta de
que no fue mi culpa. Es tuya. Me hospitalizaron después de lo que me hiciste. Me
ahorcabas y violabas y encerrabas en mi propia casa regularmente. ¿No es así,
Excelencia?
Ella se puso de pie en el asiento a su lado y levantó una foto de sí misma. Era
la única prueba de que había sido lastimada por otro ser humano. La policía se la
tomó en el hospital después de que el supuesto intruso la atacó. Era la única
prueba de su existencia. Y, probablemente, no era suficiente para conseguirle a
Elliot el castigo que merecía. Pero podría haber sido suficiente para arruinar su
vida y sus expectativas políticas de todos modos.
―Así es cómo me veía después de la última vez que me golpeaste. De la
última vez que fui hospitalizada. Fue la última vez porque me escapé después de
que ocurrió. Me he mantenido en la clandestinidad desde ese día. Esto, señoras y
señores, es lo que hace su Excelencia a puerta cerrada.
Los matones de Cal estaban casi encima de ella, hasta que la gente de la gran
multitud se puso de pie. Noah estuvo a su lado en un segundo mientras varias
personas se abalanzaban sobre los matones de manera protectora rodeándola.
Cal se volvió, empujando físicamente a Elliot fuera del escenario. Él se quedó
allí de pie, inmóvil, mirándola con una mirada asesina, sus manos en puños a los
costados, antes de dejar caer el micrófono.
Ella le sonrió y le sostuvo la mirada hasta que él desapareció detrás de la
cortina.
Había mil preguntas que se hicieron a su alrededor mientras ella lentamente
bajaba los pies al suelo. Respiraba. Dentro y fuera. Dentro y fuera. No más
negación. Sólo alegría y libertad. Al declararlo a todo el mundo, o al menos a toda
la habitación, lo que Elliot le hizo, Lindsey recuperaba su autonomía.

* * *

Elliot Johanson desapareció de la vista. ¿A dónde fue? Nadie podía responder


a eso. Incluso las autoridades. Cal había desaparecido también.
Parecía decepcionante para Lindsey, después de todo, se había preparado 277
para eso, y decidió que por lo menos trataría de presentar cargos en contra del
asalto de Elliot, de agresión, de encierro y de acoso, así como de multas de
estacionamiento. No importaba qué le clavara sólo pretendía ganar condenarlo por
algo. Cualquier cosa. Sólo necesitaba saber que sería castigado, de alguna manera,
de alguna forma.
Pero nadie pudo encontrarlo.
La historia de Lindsey se convirtió instantáneamente en forraje para los
medios de comunicación. Todas las organizaciones de noticias, programas de
entrevistas, artículos de revistas, y titulares la mencionaron. Lo odiaba y le
encantaba. Era muy difícil de describir. Se sentía justificada y reivindicada. Pero
también revivió el dolor que nadie más podía entender completamente o
comprender. No obstante, era un comienzo. Un lugar para encontrar la manera de
procesar todos los años de abuso y de sentimientos heridos dentro de ella.
Después de unos días de espera para ver si Elliot o Cal aparecían en el radar,
simplemente se fue a casa. Volvió a Noah y a Jessie, a Will, y a su sobrina. Se fue a
su casa, porque, ¿qué otra cosa podía hacer? No podía fabricar a Elliot de la nada.
Pero ella cambió algo para Elliot, aunque nunca consiguió declararlo
culpable, o públicamente reconocer lo que le hizo. Se las arregló para arruinar el
grandioso, plan maestro de Elliot. Y tal vez, más que cualquier otra cosa, era el
castigo que más lastimaría a Elliot. Él no toleraba perder. Y ahora, su sueño se
había perdido por su culpa.
Ella pasó mucho tiempo vadeando a través de folletos de la universidad.
Debatió volver a la escuela y obtener un grado de maestría en psicología o en
consejería de salud mental. Teniendo en cuenta su historia, pensó que tal vez sería
buena en eso. O tal vez la haría la peor candidata posible. Su diploma en
comunicación parecía bastante inútil ahora mismo. Pero tal vez encontraría alguna
manera de utilizarlo. Tal vez podría solicitar becas o hacer algo de secretaría para
organizaciones sin fines de lucro.
Siguió investigando sus opciones, pero sin aplicar a nada.
Todavía no tenía la menor idea de lo que haría con su vida. Tenía treinta años
y todavía no tenía idea de quién era, de lo que quería, o de lo que debería o podría
hacer. Sólo sabía que quería a Noah, y más allá de eso, nada. Creía que estaba a
salvo, pero aún no podía confiar mucho más que en eso.
Sin embargo, comenzó a tener fe en que algún día, podría entender todo esto.
Por el momento, sólo tenía el aquí y ahora. Y todo lo que tenía que hacer ahora era

278
explorar y soñar, mientras tal vez planeaba un futuro, una vez. Fue contratada
como camarera en un restaurante de carnes y lo consideró un buen empleo por el
momento. Su cerebro se sentía a punto de estallar con todos los monumentales
cambios y revelaciones que tuvo que soportar. No estaba preparada para ninguna
cosa que requiriera un compromiso. Esperaba pronto, sin embargo, poder manejar
todo.
Fue con su terapeuta y habló con Tessa Backerman. A veces, acompañaba a
Noah en sus tardes de sábado al refugio de animales de terapia. A veces no. A
veces era demasiado doloroso, o simplemente no estaba de humor. No podía ser
una mujer maltratada todos los días. Algunos días, fingía que no lo estaba. Le
tomó mucho tiempo considerar quién y qué era, algo que nunca había hecho antes.
Y por ahora, eso era suficiente.
Semanas más tarde, al abrir el periódico y beber un poco de café, Lindsey
cantaba junto con la radio cuando su corazón casi se detuvo.
Los titulares decían: Gobernador de Virginia Asesinado.
¿Asesinado? ¿Elliot? ¿Cómo? ¿Cómo podía ser eso? ¿En serio? El artículo
decía que él y su gerente/jefe de Estado Mayor, Cal Hopkins, habían sido
asesinados a tiros en un aparente ataque de francotirador la noche anterior en
Washington DC. Según el informe, era donde estaban aparentemente
escondiéndose tras las denuncias de violencia doméstica, que recientemente se
habían pronunciado en contra del gobernador. No había sospechosos, y nadie
había sido reclamado responsable. Tampoco había ninguna pista. Incluso Lindsey,
la ex esposa maltratada, no era sospechosa, de acuerdo con el artículo, porque
estaba atravesando el país cuando ocurrió el incidente.
Miró durante unos cinco minutos el artículo con incredulidad.
No podía ignorar lo que una vez fue su padre, hace mucho tiempo, un
francotirador.
Lindsey era mencionada en el artículo junto con sus acusaciones sobre Elliot.
Su corazón se hundió y dio un vuelco. Si estuviera muerto, eso era todo lo que
alguna vez podrían ser: acusaciones. La conmoción de eso era surrealista. ¿Podría
Elliot realmente estar muerto? De alguna manera se lo imaginó como un zombi
que nunca podría realmente morir. Siempre se imaginó que sería una sombra en su
visión periférica por el resto de su vida. Y algún día, aún podía llegar a ella y
castigarla.
Pero si estaba realmente muerto, nunca podría lastimarla de nuevo. Un
sonido extraño escapó de su garganta. Podría ser total y completamente libre si
Elliot estaba realmente muerto. ¿Podría ser real? ¿Su padre podría haber hecho

279
eso? ¿Quién más habría asesinado a Elliot y a Cal? No era como si eso fuera algo
cotidiano.
―Oh, ¡Dios mío! ¡Noah! ¡Noah!
Él salió corriendo de la ducha, con la toalla todavía atada alrededor de su
cintura y dejándose caer sobre sus musculosas piernas peludas. La crema de afeitar
estaba en toda su cara y sus ojos estaban en pánico. Poco a poco ella se puso de pie.
―¿Qué? ¿Qué sucede?
Su corazón se derritió. Su héroe. Con un metro ochenta, en toalla, con la cara
llena de espuma y venía a su rescate en cualquier momento, independientemente
de si sabía qué hacer al respecto. O ella. Se lanzó a él y él la atrapó, sujetándola
contra él. Envolviendo automáticamente sus brazos alrededor de ella y enterró su
rostro en su cabello, con total olvido, aunque ella no lo hizo, porque él tenía la cara
llena de crema de afeitar. Estaría toda sobre su cabello, pero no le importaba. Sólo
le importaba que estaba en sus brazos. Le encantaba. Segura. Acariciada.
Independiente. Libre.
Él siguió acariciándole la espalda, el cabello y el hombro. Él, como siempre,
respondía a su comodidad primero, antes de entrar en los detalles de por qué. No
le importaba por qué. Él sólo se preocupaba de hacerlo.
Ella se echó hacia atrás y limpió su cara con su mano, recogiendo los restos de
la crema de afeitar, que se limpió en el pantalón.
―Te amo. Te amo, Noah Clark. Siempre te amaré.
Sus hombros se hundieron bajo sus manos y su rostro se iluminó con una
larga perezosa, sonrisa feliz. Él nunca sentía la necesidad de atenuarla,
tranquilizarla, o esconderla. Siempre la mostraba, igual que le decía lo que sentía,
lo que quería, y lo que pensaba. Era honesto y abierto con su amor por ella. La
amaba como ningún hombre la había amado antes.
Y ella estaba locamente enamorada de él también.
―¿Casi me diste un ataque al corazón para decirme eso?
Ella sonrió a su cara.
―¿No es digno de un ataque al corazón?
Él puso los ojos en blanco y finalmente sonrió.
―Sí, es digno de un ataque al corazón oírte decir eso.
Ella se echó hacia atrás, agarrando el periódico antes de entregárselo a él.
―De hecho, te llamé acerca de esto.
Él frunció el ceño mientras lo examinaba, luego se echó hacia atrás en estado
de shock mientras sus ojos se levantaban a los de ella con horror.
―En el nombre de todo lo que es santo. ¿Asesinado? ¿Crees que tu padre lo 280
mató?
Era una pregunta lógica, pero absurda. No era que alguna vez tuviera que
decir otra vez sobre ningún hombre en su vida. Porque ahora estaba Noah: normal,
maravilloso, no violento, no psicótico, Noah. Noah, quien no le pegaba, ni la
violaba ni asesinaba personas.
―Él lo hizo. Creo que mató a Elliot.
El color desapareció de la cara de Noah.
―Contacté con él. Le dije que Cal te amenazó. Y, por supuesto, sabía como
todos los demás, que te enfrentaste a Elliot. ¿Yo hice esto? ¿Intencionalmente lo
envié tras Elliot? ¿Causé que tu padre hiciera eso? ―Negó―. Puede ser que sí,
Lindsey. Yo podría haber querido que esto sucediera. No me senté y lo pensé, pero
tenía que saber que tu padre no iba a dejar que esto siguiera. No cuando se trata de
ti.
Ella le tocó los labios.
―Es sobre él. No sobre ti. Pase lo que pase de aquí en adelante se trata de
nosotros. No de ellos. No del general. No de Elliot. Ni de Cal. Somos sólo nosotros.
Y nuestra vida, nuestra felicidad, nuestras familias.
Noah apretó los labios, luego la jaló más cerca de él mientras le besaba la
frente.
―Tienes razón. Es algo bueno, Lindsey. Quiero decir… que eres
completamente libre. De él. De Elliot. Eres libre y por lo tanto, estás a salvo. Este
fue el regalo final y tal vez de tu padre para ti. Déjalo ir. Que sea justamente eso.
Lindsey cerró los ojos e inhaló la piel de Noah. El olor a limpio de su jabón
estaba todavía en su piel. Tan familiar. Tan segura. Tan normal. Tan para ella.
Sí, ella era libre. Lo era finalmente, de una vez por todas, libre.

* * *

Tres días más tarde, llegó un paquete al porche delantero sin remitente. Lo
recogió. No era más pesado que el peso de la caja y podría haber sido una pluma.
Lo puso en la mesa de la cocina y agarró las tijeras de cocina para cortar la cinta
adhesiva transparente. Sacudió su contenido sobre la mesa de la cocina. Se trataba
simplemente de un centavo. Frunció el ceño y sacudió la caja. Nada más. ¿Qué
demonios? La recogió y la examinó con mayor detenimiento. Era canadiense.
Palabras flotaron por encima de su memoria: “Si sólo tuviera un centavo por la 281
cantidad de veces que he pensado en eso también”. Lo supo entonces. El corazón le dio
un vuelco y comenzó a subir por su garganta. Las lágrimas cayeron casi al instante
con alivio. Noah tenía razón. Este era el único y final regalo de su padre para ella.
Pero ahora podía vivir completamente libre de él, y de Elliot. Por eso estaba
agradecida. Sostuvo la moneda entre sus dedos, y lo frotó con reverencia.
Luego, lanzó la moneda extranjera a su plato de cambio, y salió corriendo
para ayudar a alimentar a los perros de Noah.
Gretchen Hendricks pasó la mitad de su
vida enamorada de un hombre que terminó
más dedicado a su trabajo que a ella. Después
de un divorcio que la dejó desolada, puso todas
sus energías en construir su carrera como
psicóloga. Ahora, bien entrada en sus treintas
ha logrado el éxito profesional, y lleva una vida
ejemplar. Ha tratado de dejar de lado sus
sueños de juventud de un matrimonio y niños
282
para complementar su carrera. Después de
quemarse tan a fondo por el chico al que le
había dado su joven corazón de chica, es más
feliz sola.
Hasta que un día se encuentra con su
amigo de la adolescencia Tony Lindstrom, y se
da cuenta de las circunstancias catastróficas que
terminaron con su servicio en el ejército de
Estados Unidos. Han pasado dos años desde el
final de la carrera profesional de Tony, y la vida
como la conocía. Pero él no ha hecho nada para
aceptar lo que le pasó, o incluso saber cómo comenzar a vivir con ello. Está
escondido en la casa de sus padres, sin oficio ni perspectivas de ningún tipo, y la
cosa es: que es muy bueno en eso. Se imagina que le pagó su deuda a la sociedad
más que la persona promedio; merece que lo dejen solo para hacerle frente a las
cosas como quiera.
Pero luego se encuentra con una mujer a la que siempre amó y nunca tuvo,
porque siempre fue la novia de su mejor amigo. Gretchen no aceptará en quien
Tony se ha convertido, o que haya renunciado completamente a una vida digna.
Tony no puede contemplar nada con Gretchen porque para él, ¿qué tan bueno es
un hombre que está incompleto en el exterior, y completamente roto en el interior?

283
El romance lo puedes hacer tú. Yo escribo
ficción total… eso podría suceder.
Vivo en la zona lluviosa del Oeste de
Washington y paso todo el tiempo que puedo
escapando de la lluvia al viajar a destinos en
todo el estado, donde mi familia y yo
acampamos un montón, hacemos canotaje,
pesca, equitación y natación. Muchos de los lugares se convierten en el
campamento base para mis libros. Me encanta hacer los ajustes de ficción que se
basen en los lugares que amo, lo que significa que la mayoría de mis ajustes son de 284
algún lugar en el estado de Washington.
Me titulé en negocios en la Universidad de Western Washington. Trabajé
durante varios años en el campo de gestión de la construcción antes de dedicarme
a escribir y estar en casa con mis hijos. Vivo con mi esposo, dos hijos, y Willie
nuestra cachorra Springer Spanial.
285

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