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es una oportunidad
para crecer, para ser,
para florecer. La vida
en sí misma está vacía;
a menos que seas
creativo”
Osho
CONTENIDO
El Pensamiento y La Expresión 11
La Virtud y El Vicio 61
El Poder 81
El Sentido 113
La Soledad 225
Entregándose a lo Que Es265
La Sensación de Separatividad 299
El Deseo por las Sensaciones 313
Deseando Lo Inalcanzable 341
El Poder que Te Hará Nada 377
Buscando el Camino 413
EL PENSAMIENTO Y LA EXPRESIÓN
Cuando reprimes tus pensamientos, estos no desaparecen sino que van hasta el
fondo de tu ser, porque lo que estás reprimiendo viene de tu interior, no del
exterior.
El pensamiento reprimido no se destruye, sino que penetra profundamente en tu
subconsciente. Y cuanto más lo reprimes, más profundamente se esconde y más
poder tiene sobre ti.
iI
Prohibir es atraer, rechazar es invitar, impedir es tentar.
Tu mente está muy enferma porque no puedes entender una cuestión tan simple.
No quieres estar enfadado; entonces el enfado llega como un mono. No quieres
sentirte sexual; entonces el sexo aparece como un mono y se agarra a tu ser. No
quieres codiciar, no quieres tener ego, pero todo esto llega. Sin embargo, lo que
quieres –espiritualidad, religiosidad, iluminación– no parece llegar. Lo que no
quieres aparece, y lo que quieres nunca aparece. Toda esta frustración ocurre por
no entender este simple mecanismo de la mente.
Los publicistas saben que para atraer a los niños solo hay que usar las palabras
«solo para adultos» en el anuncio. Hay revistas para mujeres, «solo para
mujeres». ¡Solo las leen los hombres!; las mujeres nunca las leen.
Una persona que lucha con su enfado e intenta huir de él se obsesionará con el
enfado toda su vida. Nunca podrá librarse de él. Únicamente la persona que está
interesada en contemplar y comprender su enfado frente a frente en lugar de
combatirlo podrá librarse de él.
En vez de entrar en conflicto y luchar con cualquier estado mental, simplemente
crea un sentimiento de querer saber, comprender, y observar: toma distancia y
conviértete en un testigo.
Y, surja lo que surja, procura no juzgar. Porque la bondad y la maldad son dos
caras de la misma moneda. Donde hay maldad, habrá bondad en la otra cara, y
viceversa.
No es fácil detener el flujo del pensar. Decirle a la mente que no haga nada es
muy difícil. La mente pedirá: «Al menos dame un mantra, de manera que pueda
cerrar los ojos y decir: Aum, Aum; Ram, Ram..., o contar ovejas, o concentrarme
en la respiración...» Algo que hacer, porque ¿cómo podemos tener a nuestra
mente sin hacer nada, sin nada tras lo cual correr, sin nada que conseguir?
iI
Por qué les dijo Dios a Adán y Eva que no comieran del árbol del conocimiento? Si
no les hubiera dado ese mandato, no creo que ellos hubieran descubierto el árbol
del conocimiento; en el vasto Jardín del Edén no hubieran logrado descubrirlo. Al
decirles: «No coman del árbol del conocimiento» hizo que se volvieran
obsesionados con la idea. Entonces les resultó imposible no comer de él. Él fue el
responsable, nadie más.
La palabra (el lenguaje) está al servicio de la mente, del intelecto, de la razón y de
la lógica.
El silencio está al servicio del corazón, de la intuición, de la inteligencia y de la
conciencia.
iI
Poseo algo en mi interior y me gustaría compartirlo contigo. Pero debido a que no
eres capaz de comprender el silencio, me veo obligado a utilizar palabras. Una vez
que estés preparado para comprender mi silencio abandonaré las palabras.
Entonces miraré en tu interior.
Pero ahora mismo no estás en casa. Si miro en ti, no hay nadie; por esto tengo
que llamar con fuerza. Mis palabras no son más que golpes sobre tu puerta para
que así puedas llegar a casa. Acepta mi regalo.
iI
Las palabras pueden llegar a poseer una cierta magia.
Jesús convirtió el agua en vino. Ese es el milagro de un poeta, eso es poesía...
convertir agua en vino. Las palabras corrientes se vuelven tan embriagadoras
cuando proceden de un poeta, que uno puede emborracharse. Pero luego están
los profesores, los maestros y los eruditos que hacen exactamente lo opuesto: son
expertos en convertir el vino en agua.
Los psicólogos saben que, de hecho, muchas veces las palabras no son utilizadas
para decir algo, sino para esconderlo. Hablamos porque queremos esconder algo.
Si quieres esconder algo no puedes permanecer en silencio, porque tu cara puede
que lo revele, tu silencio puede que lo indique. El otro puede sospechar que estás
ocultando algo. Por eso una persona que tiene algo que ocultar habla y habla sin
parar. Mediante las palabras puedes engañar; con el silencio no puedes engañar.
Sucedió una vez que el mulá Nasrudín iba en su primer viaje en avión y se hallaba
muy asustado, pero no quería que nadie se enterara. Deseaba aparentar
indiferencia, de modo que caminó valientemente. Esta mascarada equivalía a
decir: «Yo siempre viajo en avión». Se sentó en su asiento y deseaba decir algo
para tranquilizarse, porque una vez que comienzas a hablar, te vuelves valiente; a
través de la charla te sientes menos temeroso.
Así que Nasrudín entabló un diálogo con el pasajero que iba a su lado. Miró por la
ventanilla y dijo: «Mire qué altura tan escalofriante. La gente parece como
hormigas».
El otro le contestó: «Señor, el avión no ha despegado todavía. Son hormigas».
Las palabras no pueden esconder nada. Más bien, al contrario, te revelan.
iI
De hecho, mucha gente no habla para comunicarse, sino para evitar la
comunicación.
iI
Estar en silencio es convertirte en un anfitrión. Cuando estás en silencio, lo Divino
está aquí.
Sería mejor expresarlo en otros términos: lo Divino siempre está aquí, pero no
puedes sentirlo porque no estás en silencio. El invitado está aquí, pero el anfitrión
está deambulando por todos lados. Ese deambular es la mente.
Silencio total quiere decir aceptación total. ¡Sea lo que sea, que sea!
iI
Las palabras son tan estrechas como un túnel; no puedes meter el cielo en ellas a
la fuerza.
Si cortas una semilla, ¿qué encontrarás? Nada. Pero sabes perfectamente bien
que esa nada contiene millones de flores; son invisibles pero están allí, todos los
colores, todas las fragancias.
iI
Aprecia esta comparación. Hay momentos de claridad y momentos de penumbra,
y ambos son buenos y necesarios. Unas cosas crecen en la claridad y otras solo
en la penumbra y el silencio. Y te sorprenderá saber que las cosas que crecen en
la claridad no son tan valiosas como las que lo hacen en la penumbra. La
penumbra es el misterio de la vida. La claridad es tenue; la penumbra, infinita. La
claridad es como una placita iluminada por sus faroles; la penumbra es todo el
cosmos y sus tinieblas.
La claridad es como un claro en el bosque: puedes abrir un claro, pero más allá
está el bosque. Y la vida está en el bosque. El hijo necesita un útero para crecer
porque el útero es oscuro, silencioso y misterioso. La semilla necesita el suelo
para crecer, ya que tiene que penetrar en el suelo y desaparecer en la penumbra.
Si la dejas expuesta a la luz, nunca crecerá; la claridad la matará.
iI
Se dice que un santo musulmán, Farid, estaba pasando cerca de Benarés donde
vivía Kabir. Los seguidores de Farid le dijeron:
–Sería maravilloso si tú y Kabir os reunierais. Para nosotros sería una bendición.
Lo mismo le dijeron a Kabir sus seguidores. Oyeron que Farid pasaba por allí y
entonces le dijeron a Kabir que sería estupendo si le pidiera a Farid que se
quedara unos días en el “ashram”.
Los discípulos de Farid le dijeron:
–Vuestra conversación supondría una gran oportunidad para nosotros; nos
gustaría escuchar lo que dos iluminados se dicen el uno al otro.
Farid se rió cuando escuchó esto y les replicó.
–Puede que nos encontremos, pero no creo que tenga lugar ninguna
conversación. Veamos.
Kabir dijo:
–Podéis invitar a Farid a que venga... pero aquél que hable primero revelará que
no está iluminado.
Farid llegó y Kabir le recibió. Se rieron y abrazaron. Luego se sentaron en silencio.
Farid se quedó allí durante dos días y estuvieron muchas horas sentados juntos,
mientras los discípulos, inquietos, esperaban que dijeran algo, que pronunciaran
algunas palabras. Pero no dijeron ni una sola palabra.
Al tercer día, Farid partió y Kabir le acompañó para despedirle. De nuevo se
rieron, abrazándose, y se separaron.
En cuanto Farid partió, sus discípulos le rodearon y le dijeron:
–¡Qué estupidez! ¡Qué pérdida de tiempo! ¡Esperábamos que sucediera algo; pero
nada ha sucedido! ¿Por qué de repente enmudeciste? Con nosotros hablas
mucho.
Farid les replicó:
–Todo lo que sé, él también lo sabe. No teníamos nada que decirnos. Miré en sus
ojos y él se encuentra en el mismo sitio en que estoy yo. Todo lo que él ha visto,
yo lo he visto; todo lo que él sabe, yo lo sé. No hay nada que decir.
Dos iluminados no hablan porque saben lo mismo. Solamente un iluminado y uno
que no está iluminado pueden mantener una comunicación provechosa, porque
uno sabe y el otro está, todavía, sumido en la ignorancia. Y cuidado: decimos una
comunicación provechosa; no que la verdad pueda ser transmitida. Pero a través
de algunas pistas, o gestos, la otra persona puede situarse en condiciones de dar
el salto. La verdad no puede ser transmitida, pero la sed sí puede ser despertada.
Nada que pueda ser calificado de “enseñanza” puede ser transmitido mediante las
palabras.
Había un hombre que vivía junto al mar y amaba las gaviotas. Todas las mañanas
bajaba al mar a vagar con las gaviotas. Los pájaros que se le acercaban eran
tantos que podían contarse por centenares...» El hombre era aceptado por las
gaviotas porque el sentimiento se acepta en todas partes. Es ese el lenguaje de la
existencia: el sentimiento. La razón es el lenguaje de la humanidad, no de la
existencia, un fenómeno local, no universal. El sentimiento es el lenguaje olvidado.
Si entiendes el sentimiento, lo entiendes todo.
Mucha gente vive su vida como profesores de lenguaje. Esa es la clase de vida
más falsa. La realidad no necesita de lenguaje alguno; está a tu alcance a un nivel
no verbal. La luna está ahí; no necesita ser vista reflejada en un cubo de agua.
Solamente has de mirar hacia ella. Es una comunicación no verbal. La totalidad de
la vida está disponible; solamente has de aprender a comunicarte con ella de un
modo no verbal.
iI
Hubo un campesino judío, muy dado a filosofar, llamado Yossel. Le era muy difícil
hacer nada porque el filosofar llenaba todo su tiempo, y cuando por fin estaba listo
ya había pasado la oportunidad.
Una vez fue al mercado de una aldea cercana para vender su trigo. Le dijo a su
esposa: «En cuanto haya vendido el trigo, te mandaré un telegrama». Vendió el
trigo obteniendo una gran ganancia, y luego fue a mandar el telegrama; entró en la
oficina de correos, rellenó el impreso de envío y empezó a pensar en qué poner.
Escribió: «Trigo vendido provechosamente. Llego mañana. Amor y besos,
Yossel».
Entonces empezó a reflexionar y pensó: «Mi esposa se va a creer que me he
vuelto loco. ¿Por qué “provechosamente”? ¿Acaso vendería el trigo con
pérdidas?» Así que tachó la palabra “provechosamente”. Entonces se preocupó
más aún porque, si había cometido un error con una palabra, podría haber
cometido otros errores. Así que volvió a leerlo todo parándose a pensar en cada
palabra. Y pensó: «¿Por qué poner: “Llego mañana”? Ella ya sabe que voy a
regresar tan pronto como haya vendido el trigo». Así que tachó las palabras “llego
mañana”.
Más tarde pensó: «Mi esposa también sabe que he venido a vender el trigo,
entonces
¿para qué escribir “trigo vendido”? Y también tachó eso.
Entonces se echó a reír y dijo: «Le estoy escribiendo a mi propia esposa, ¿para
qué le voy a poner “amor y besos”? ¿Acaso es su cumpleaños o algo por el
estilo?». Y también tachó eso.
Ya solo quedaba su nombre: Yossel. Y se dijo a sí mismo: «¿Yossel, te has vuelto
loco? Tu mujer ya sabe tu nombre». Así que rompió el telegrama, dando gracias a
Yavé por haberle iluminado, permitiéndole ahorrarse un dinerillo y algunas
palabras sin sentido.
iI
Hay también un silencio inauténtico. El silencio inauténtico es igual a la paz que se
produce entre dos guerras. No es realmente la paz, sino la preparación para la
próxima guerra. ¿Cómo puede llamarse paz a lo que se interpone entre dos
guerras? Simplemente asistimos a una guerra que se produce en forma velada; es
una guerra fría, un período de entreguerras, no paz. Nuestro silencio es muchas
veces de este tipo.
Siempre que una charla se vuelve discusión, cuando se vuelve debate, se rompe
el diálogo. Solo los amigos pueden charlar, porque entonces el hablar no es un
debate, es un diálogo.
¿Y cuál es la diferencia entre ambos? En el debate no estás dispuesto a escuchar
al otro; aunque escuches, tu escuchar es falso. No estás escuchando realmente;
estás simplemente preparando tus argumentos. Mientras el otro está hablando te
estás preparando para contradecirle. Mientras el otro habla, esperas simplemente
tu oportunidad para intervenir, para exhibirte, para rebatirlo. Tienes de antemano
una actitud de “prejuicio”. No buscas, no estás interesado en aprender, en
acercarte a la verdad; no te sientes ignorante, inocente. Estás ya lleno, tu bote no
está vacío.
Un buscador de la verdad no lleva teorías con él. Siempre está abierto, vulnerable.
Puede escuchar.
En el diálogo tú escuchas, y si tienes que hablar, hablas no para contradecir al
otro, hablas para indagar, para buscar. Hablas, no con una conclusión
premeditada, sino indagando, con una indagación creciente. No intentas probar
nada: hablas desde tu inocencia.
Solo los amigos pueden charlar, porque la relación se establece entre tú y yo. El
diálogo es posible cuando tu yo dice tú, cuando amas al otro, cuando detrás no
hay etiquetas que separen. El otro sencillamente es amado, y da lo mismo si es
cristiano o hindú.
Cuando debates, la relación no es entre tú y yo, sino entre ello y yo. El otro es una
cosa a la cual convencer, convertir; el otro no es tú; el otro no tiene valor y le
puedes disparar impunemente.
Todos los que sienten que han llegado a su propio pináculo solo pueden debatir,
pero no pueden moverse en un diálogo. Únicamente pueden chocar. Surge
entonces el conflicto y el interlocutor se convierte en contendor. En una discusión
así puedes intentar probar algo, pero nada es probado. Puedes silenciar al otro,
pero el otro no es convencido. No puedes convencer, porque la tuya es una clase
de guerra, una guerra civilizada, en la que empleas como armas las palabras.
Esto debe ser claramente entendido. Oír es un fenómeno físico; oímos porque
tenemos orejas. Escuchar es un fenómeno espiritual. Lo hacemos cuando
ponemos atención, cuando nuestro ser interior se une a nuestros oídos. Dialogar
con otro es, ante todo, escuchar.
iI
Un problema del diálogo es la obsesión por el monólogo para huir del silencio.
Tú hablas; es una loca necesidad interior, que se debe a que no puedes
permanecer en silencio. Sigues hablando nada más que para evitar el silencio. Tu
conversación es un monólogo: no le hablas a otro; el otro es solo una excusa, y no
te habla. Ni él te escucha a ti ni tú lo escuchas a él. Hace como que te escucha;
sólo espera el momento correcto para empezar a hablar; espera el punto justo
desde el cual seguir él, desde el cual hacerse cargo de la conversación.
Así que, cuando alguien te escucha, recuerda que es el próximo que tomará la
palabra; solo está esperando que termines. Y, si sigues y sigues, le dirá a la gente
que eres aburrido, pero lo que verdaderamente quiere decir es que no le diste la
posibilidad de aburrir. A estas personas, que nunca te dan la oportunidad de
aburrir, se las llama aburridas. Siguen y siguen y siguen. Nunca te dejan un
pequeño espacio para que te hagas cargo.
iI
Sucedió en una ocasión en una estación de montaña, en el jardín de un gran
hotel. Tres ancianas jugaban a las cartas. Una cuarta se aproximó y preguntó si
podía unirse a ellas.
–Claro, desde luego, pero hay unas cuantas reglas.
Y le alargaron una cartulina con una lista de cuatro reglas. La primera era: nunca
hablar de abrigos de visón, porque todas tenemos. Segunda: nunca hablar de
nietos, porque todas ya somos abuelas. Tercero: nunca hablar de joyas, porque
todas ya contamos con las mejores joyas compradas en las mejores tiendas. Y
cuarta: nunca hablar de sexo, ya no: ¡lo que pasó, pasó!
Pero todo el mundo quiere hablar de sí mismo: de sus abrigos de visón, sus joyas,
sus hijos y nietos, su sexo. Y todo el mundo aburre a todo el mundo. Y si toleráis a
los aburridos es porque hay un entendimiento mutuo: si os están aburriendo,
entonces permitirán que vosotros les aburráis con las mismas historias. Lo único
que hacéis es esperar a que acaben con su exhibición, para que vosotros podáis
empezar con la vuestra. Y así toda la vida se convierte en una exhibición falsa y
continua. ¿Adónde llegáis con ello? A tener la falsa sensación de que sois
importantes.
Ahora bien, cuando os esforzáis por demostrar algo, es que tenéis dudas acerca
de ello. Lo que pretendéis es destruir vuestras dudas a través de los ojos de los
demás, a través de sus opiniones. No estáis verdaderamente convencidos de ser
personas realizadas, sino que queréis que sean los demás los que os lo digan.
iI
La esposa del mulá Nasrudín fue a ver a un maestro. Le costó treinta minutos y
miles de palabras decirle:
–Mulá Nasrudín habla, habla y habla mientras duerme. Por favor, sugiéreme algo.
No me es posible dormir junto a él. ¿Qué puedo hacer?
El maestro le dijo:
–No tienes que hacer nada. Dale sencillamente la oportunidad de hablar mientras
los dos estéis despiertos.
La gente no para de hablar, no le dan una oportunidad a nadie más.
En tiempos del Rajá británico en la India, un joven alférez viajó a un lugar distante
de Punjab a unirse a su primer regimiento. Se presentó ante el coronel, quien le
dio la bienvenida y enseguida le dijo: «Debe entender, Smythe, que aquí
necesitamos un tipo especial de oficial. Tiene que ser alguien que pueda manejar
a los nativos, que piense autónomamente y que mantenga la calma en las
dificultades. Por eso nos hemos inventado una pequeña prueba a la que pedimos
a todos los nuevos oficiales que se sometan.
«Seguro, señor», dijo el joven oficial con entusiasmo. «Lo que usted diga, señor».
«Muy bien», dijo el coronel. «Ahora, la prueba es muy sencilla. Tiene dos partes:
primero deberá desplazarse al mercado del pueblo, donde agarrará a la primera
mujer que vea, le arrancará el velo y besará de lleno en los labios. Este es un acto
bastante peligroso, pues los hombres aquí son muy celosos de sus mujeres y
siempre llevan consigo unos cuchillos temibles. Así que deberá besar a la mujer y
emprender prestamente la retirada. Luego tendrá que ir a la selva y allí dispararle
entre los ojos al primer tigre que vea. Lo deberá matar con solo un tiro, justo entre
los ojos. ¿Entendido?».
«Sí, señor», contestó el alférez.
Enseguida, el coronel le entregó al joven oficial un rifle con una sola bala. El
valiente joven saludó, dio media vuelta y desapareció.
Una semana más tarde, el coronel oyó un rasguñar en su puerta. Le gritó a quien
fuera que entrara: la puerta se abrió lentamente y una figura se desplomó sobre la
alfombra. ¡Era Smythe!
Irreconocible, totalmente destrozado y sangrando por un docena de heridas, se
arrastró por el piso, se incorporó dolorosamente al pie del escritorio del coronel,
saludó débil y jadeante preguntó: «Bien, señor... ¿dónde está la mujer a la que
tengo que dispararle entre los ojos?»
Esto te sucede porque no sabes nada acerca del arte de escuchar.
LA VIRTUD Y EL VICIO
Un hombre virtuoso no es más que un hombre consciente.
Cualquiera sea el impulso interior, si desaparece a través de la comprensión y de
la conciencia, era malo; si a través de la comprensión se profundiza, es una virtud.
Cuanto más comprendas, el mal desaparecerá y el bien se arraigará con más
fuerza. La furia desaparecerá y la compasión se profundizará. La ambición
desaparecerá y la solidaridad se profundizará. El sexo desaparecerá y el amor se
profundizará.
Gautama Buda decía: «Si hay luz en una casa, los ladrones la evitan; y si el
vigilante está despierto, los ladrones ni lo intentan. Y si hay gente andando y
hablando dentro, y los habitantes todavía no se han quedado dormidos, no es
posible que los ladrones entren, ni siquiera se les ocurre pensar en ello».
iI
De la conciencia nace la virtud. No debes olvidarlo. Si la virtud viene impuesta
desde fuera, es una reglamentación, un mandamiento; cuando sale de dentro,
tiene individualidad. No es como la ropa confeccionada en serie, sino que está
hecha a tu medida por tu conciencia, en completa armonía con tu yo.
Moisés escribió los Diez Mandamientos hace tres mil años. Fueron producto de su
conciencia. Surgieron de un encuentro con Dios, que es una antigua manera de
decir que uno se ha vuelto tan consciente que sabe qué es la verdad y qué es
Dios. Su experiencia de la verdad suprema dio a luz los Diez Mandamientos; pero
solo eran válidos y aplicables a él y a su “pueblo”.
En la India, los hindúes siguen las normas y la disciplina del Código de leyes de
Manu, quien es todavía más antiguo que Moisés (tiene cinco mil años), y que,
entre otras cosas, estableció el injusto sistema de castas que benefició a los
conquistadores arios.
Por eso, siempre insisto en que cada persona debe encontrar su propia religión,
su propia moralidad y su propia virtud. De este modo la virtud llevará tu propia
firma, estará viva y palpitante y la aplicarás simplemente porque es lo que tienes
que hacer, porque es el corazón quien te lo pide. No esperas recompensas en el
paraíso ni ambicionas nada ni tienes miedo del infierno ni del castigo. Haces
exactamente lo que tu percepción te dice que hagas, sea cual sea el resultado y
cualesquiera sean las consecuencias.
La gente habla y habla, no deja hablar a los otros. Esto es lo mismo que fumar.
Hablas veinticuatro horas al día. Hablas mientras estás despierto, y en sueños la
plática continúa. Esto es como fumar, el fenómeno es el mismo ya que la boca
necesita movimiento. Y la boca es la actividad básica pues es la primera que
tuviste en la vida.
En cuanto nace un niño empieza a mamar; esa es su primera actividad –la
básica–. Y fumar es como mamar, y el cigarrillo entre los labios funciona como el
pezón materno. Si se te impide fumar o mascar algo, entonces hablarás; y esto es
más peligroso pues es echar la basura en la mente de otras personas.
iI
Puedes enfrentar un vicio valiéndote de la hipnosis. El secreto de la hipnosis es
que te lleva al inconsciente. Entonces puedes poner en él la semilla de cualquier
cosa, y crecerá. El florecimiento ocurrirá en el consciente, pero las raíces estarán
en el inconsciente.
EL PODER
Morarji Desai, cuando era el Primer Ministro de la India, estaba viajando en un
avión con su gabinete. «Si arrojo un billete de cien rupias –dijo– haré muy feliz a
una persona».
Uno de los miembros de su gabinete agregó: «Pero si arrojas dos billetes de
cincuenta rupias, harás felices a dos personas».
Otro dijo: «Podrías hacer felices a diez personas arrojando diez billetes de diez
rupias».
Y el más sabio de todos dijo: «¿Por qué no arrojar monedas de una rupia? Vas a
hacer felices a cien personas».
En este punto, un niñito que estaba sentado en un asiento cerca de ellos dijo:
«¿Por qué no hacen felices a setecientos millones de indios arrojándose ustedes
por la ventanilla?».
¡Este es un entendimiento claro! Pero solamente puede tenerlo un niño.
Solamente un niño puede expresarlo.
El hombre consciente vive la vida. Por el contrario, todos aquellos que se afanan y
se desviven tras el poder están ebrios. El poder embriaga y lleva a postergar la
vida que es hoy.
Mientras más busques el poder, más inconsciente estarás porque solo la
inconciencia busca el poder.
El poder sirve para que algún día vivas a través de él. Primero acumulas el poder,
que tal vez se esconde en el dinero o en la espada. Primero te preparas –el poder
es una preparación– y entonces... tal vez algún día vivirás.
Cuando un estudiante egresa de la universidad es un ser atiborrado de
conocimientos. No tiene alma; solo un gran ego. No ha adquirido ni un atisbo de
humanidad o de humildad. No ha mirado por la ventana a través de la cual la vida
es un misterio. Es un ignorante, pero sus conocimientos le producen la impresión
de que es muy importante y necesario porque sabe.
El ego crea la política y genera la ambición. El ego crea la envidia, el conflicto
permanente y la violencia porque no puede estar satisfecho a menos que alcance
la cumbre. Y como todo el mundo trata de llegar a la cumbre, se establece una
competencia sanguinaria en todos los terrenos de la vida. Bien sea en la
economía, la política o la educación, en todas partes hay una rivalidad implacable.
Nadie está preocupado por sí mismo; todos están preocupados por su ambición
de llegar a la cumbre y nadie piensa en qué va a encontrar cuando llegue. ¿Qué
vas a conseguir llegando a la cumbre? No vas a conseguir nada; sólo habrás
desperdiciado tu vida.
La política es un modo de probar que eres superior. Se practica en la familia, en la
educación, en todas partes. ¡Y tienes que salir de ese juego!
Como la inmensa mayoría de los hombres, te mueves en un nivel inconsciente,
instintivo. La familia, las instituciones educativas, la política, te dan los medios
para probar que eres superior. Porque en el fondo te sientes inferior. El hombre
instintivo está destinado a sentirse inferior; es inferior. Vivir una vida instintiva
significa vivir en el nivel inferior de la vida.
Todo el mundo se encuentra en una escalera tratando de llegar más alto mientras
otros se dedican a tirar de ellos empujándolos hacia abajo. Aquellos que están
más arriba les intentan empujar para que no puedan llegar a su nivel...
Solo hay que entender toda esta situación en la que todo el mundo se encuentra
atrapado. Solo tienes que observar toda esta situación: “¿Qué ocurre? Aunque
llegues al peldaño más alto de la escalera, ¿qué sentido tiene?” No harás más que
estar allí en lo alto con cara de tonto. Ya no hay ningún otro lugar al que llegar.
Evidentemente, no puedes volver a bajar porque la gente se empezará a burlar de
ti: «¿Dónde vas? ¿Qué te pasa? ¿Te han derrotado?» No puedes bajar pero
tampoco puedes subir porque ya no hay ningún lugar más alto al que llegar, así
que estás en medio del cielo fingiendo que has llegado, que has encontrado el
objetivo de tu vida. Pero tú sabes que no has encontrado nada. No has sido más
que un idiota y has desperdiciado toda tu vida. Ya no hay modo de subir más y, si
bajas, la gente se va a reír de ti.
De modo que aquel que llega a ser presidente de un país o primer ministro, solo
piensa en morirse en ese puesto. Te quedas ahí pegado; solo la muerte te puede
liberar de ese dilema.
Si comprendes el absurdo de esta lucha, por ser superior, abandonas la lucha.
Simplemente dices: «Yo soy yo, no soy ni superior ni inferior.» Si te paras
simplemente a un lado y contemplas todo el espectáculo, entras en el mundo de la
inteligencia y la conciencia.
El mulá Nasruddín se encontraba en la corte de un gran rey. Era el bufón de la
corte. Y dijo algo muy gracioso, pero el rey se sintió ofendido y le dio una sonora
bofetada. Ahora el mulá quería devolvérsela, pero hacerlo era arriesgado, así que
abofeteó al hombre que estaba de pie a su lado. El hombre se quedó sorprendido
y dijo:
–¿Qué haces? Yo no te he hecho nada.
Y el mulá respondió:
–¿A mí qué me dices? Puedes sacudir al que está a tu lado. El mundo es grande;
cuando la bofetada venga de vuelta, ya veremos. Ahora déjala fluir: pásasela al
siguiente.
Eso es en realidad lo que hace la gente. El jefe humilla al marido y cuando este
llega a casa se descarga con su mujer sin razón alguna. O quizá encuentre una
razón, siempre puedes encontrar una razón, es muy fácil encontrarla. Las
verduras tienen demasiada sal, o cualquier otra cosa. ¡Cualquier cosa! El marido
encontrará una razón y estará convencido de que su enojo se debe a esa razón.
La verdad es que está enojado con su jefe; pero ahora proyecta al jefe en su
mujer.
Si la historia sucede en los países de Occidente, la mujer puede también saltar
sobre el marido. En Oriente, la mujer tendrá que esperar a que el hijo venga del
colegio para entonces hacer con él lo que quiso hacer con el marido. La madre
golpeará al niño... porque este ha llegado tarde, ha vuelto a romper la ropa o ha
vuelto a juntarse con malas compañías.
Y ¿qué puede hacer el niño? Meterse en su habitación, golpear o destrozar sus
juguetes. Y así sigue la bola.
Entonces, por favor, aprende a no transferir las cosas; porque si no lo haces, te
pasarás toda la vida transfiriendo. Responsabilízate, asume el problema,
enfréntalo. Responde a la situación, cueste lo que cueste.
El poder en sí es neutral: depende de que el que lo ejerce sea consciente o no.
Aurangzeb, uno de los emperadores musulmanes de la India, era tan impaciente
que no pudo esperar a que su padre muriese o envejeciese para sucederle.
Encarceló a su propio padre y se convirtió en Emperador.
Su padre se había mantenido ocupado toda la vida. Ahora, sentado en su celda,
envió un mensaje a su hijo: «Por lo menos, búscame treinta muchachos para que
yo pueda enseñarles el sagrado Corán».
Y el comentario que Aurangzeb hizo a sus cortesanos es muy significativo. Les
dijo: «Ese viejo no quiere soltar el poder. Ahora ya no es el Emperador. Pero con
esos treinta estudiantes..., enseñándoles el sagrado Corán, ejercerá todo su
poder».
Los psicólogos dicen que las personas que tienen miedo de competir en la vida
pero desean ser poderosos, eligen un camino más simple: se convierten en
maestros de escuela. Niños pequeños... Puedes acosarles, golpearles, a pesar de
que es ilegal; pero sucede por doquier.
El poder en sí, es neutral. En manos de un hombre consciente, es una bendición.
En manos de un hombre inconsciente, es una maldición. Es, pues, la gente la que
tiene que depurarse totalmente de cualquier bajo instinto que tenga oculto, porque
todo el mundo, en algún momento, puede tener algún tipo de poder.
La muerte demostrará que tu poder era solo una apariencia; tu poder es impotente
ante la muerte. Solo aquello que trasciende la muerte es poderoso; todo lo demás
es impotencia. Puede que durante algún tiempo te lo creas, pero la muerte te
mostrará la verdad.
Creo que los días de la democracia están contados. Se necesita un nuevo tipo de
sistema, basado en los méritos. Tenemos miles de universidades en todo el
mundo. ¿Por qué permitir a las masas iletradas, ignorantes, escoger a la gente
que va a concentrar un tremendo poder en sus manos durante cinco años? Y
ahora el poder es tal que pueden destruir el mundo entero.
“Meritocracia” significa que solo la gente que ha recibido educación en una
determinada materia podrá emitir su voto sobre esa materia específica. Por
ejemplo, solo los educadores del país eligirían a los representantes del Consejo de
Educación. Y hay miles de estas personas. La persona que se elija para cada
puesto tendría que ser elegida por expertos. Con lo cual se neutralizaría en buena
parte la lacra que representan los aprovechadores, los arribistas, los corruptos, los
mafiosos, los “políticos”.
Los representantes del Consejo de Salud Pública tendrían que ser elegidos solo
por los médicos, cirujanos, expertos en medicina, científicos que trabajan en el
área médica. Entonces estaríamos en manos de la flor y nata de nuestros genios,
y podríamos confiar en ellos para hacer la vida de toda la Humanidad más
apacible, más rica, más gozosa.
A esta idea la llamo “meritocracia”. Una vez que hayas elegido a toda esta gente,
ellos podrán elegir al Presidente y a los Ministros.
Para el Parlamento deberíamos distinguir también graduaciones. Por ejemplo,
para votar, las personas deberían tener como mínimo un título universitario. El
hecho de que tengas veintiún años no significa que seas capaz de elegir a la
persona adecuada. A los veintiún años, no sabes nada de la vida ni de sus
complejidades.
Antes de que se llegue al gobierno mundial, cada nación debería pasar por la
meritocracia. Cuando hayamos saboreado sus frutos, sabremos que todo lo que
ha sucedido hasta ahora ha sido accidental. Tenemos que tomar la decisión de
que el futuro ya no sea accidental. El futuro será creado por nosotros; y ese acto
de crear nuestro mundo habrá de ser la mayor creación posible.
Estoy a favor de un gobierno para el mundo entero. Pues entonces, con una sola
fuerza disuasiva, casi no habría la posibilidad de guerras; no habría necesidad de
mantener a millones de personas en los ejércitos, innecesariamente. Y al
emplearse con fines humanitarios los recursos que ahora se destinan a la
producción de armamento, el impulso de la humanidad iría en una dirección
productiva, creativa; toda la pobreza desaparecería.
EL SENTIDO
La vida parece sumamente fútil y carente de todo significado; pura repetición
mecánica. No paras de hacer las mismas cosas una y otra vez. ¿Para qué? La
angustia viene de que el hombre se siente muy accidental; como si no fuese
importante. Y el hombre no puede vivir a menos que perciba que aporta algo
significativo al mundo, que la existencia le necesita; que no es accidental sino
necesario, que está cumpliendo con algo tremendamente importante. A menos
que uno sienta eso, está perdido.
Los pensadores existencialistas han hecho famosas muchas palabras. Una de
ellas es angustia; la angustia es sufrimiento espiritual. No todo el mundo la siente.
El común de la gente está tan dormida que no siente angustia, sigue haciendo sus
cositas durante toda la vida y se muere. Viven y mueren sin llegar a saber de qué
trata realmente la vida.
Los grandes valores de la vida –la verdad, el amor, Dios, la oración–, todo lo que
da significado a la vida, todo aquello que hace que la vida merezca la pena, forma
parte de lo incognoscible. Sin su existencia no puede haber asombro en tu
corazón, y sin asombro el corazón deja de ser un corazón.
Por el contrario, la mente es una gran destructora de significado. Al insistir en que
se puede conocer todo, no deja lugar a lo incognoscible. Fíjate la paradoja.
Primero la mente te dice: «¡Conócelo todo!». Pero cuando te acerca a ese
conocimiento te dice: «La vida no tiene sentido».
iI
El pensamiento es un gran falsificador porque el pensamiento es el esfuerzo del
hombre por entender el universo mientras que el amor es el esfuerzo de Dios por
comprender al hombre. Permíteme que te lo repita: cuando tratas de comprender
a Dios, a la existencia, a la verdad, te esfuerzas en que una parte, una minúscula
parte, trate de comprender el todo, el infinito. Es un esfuerzo baldío. Por la misma
naturaleza de las cosas, no puede suceder. El amor es cuando Dios te encuentra;
el amor es la mano de Dios buscándote, tomándote; el amor es cuando tú
permites que Dios te encuentre. Por eso, tú no puedes dirigir al amor. Puedes
manejar la lógica; puedes llegar a ser muy, muy eficiente por lo que a la lógica
concierne, pero en el instante en que el amor surge te vuelves totalmente
ineficiente. Entonces no sabes dónde te encuentras, entonces no sabes qué estás
haciendo, entonces desconoces hacia dónde te estás dirigiendo, entonces no
posees control alguno. La lógica está bajo control; el amor es incontrolable. La
lógica puede ser manipulada; el amor sucede. La lógica te proporciona la
sensación de que eres alguien; el amor te proporciona el sentimiento de no ser
nadie.
Los porqués surgen de la mente. Esta necesita conocer todas las respuestas,
definir, delimitar, analizar, cortar, diseccionar, asesinar el misterio, para decir «esto
es esto», etiquetarlo, para tomar el control, para lograr seguridad, para dominar,
para convertirse en el amo.
La mente siempre se siente incómoda con lo que está vivo, porque lo vivo es
impredecible. La mente tiene miedo a la vida.
iI
Qué puedes hacer? Encuentra la dirección que te produce regocijo. Dirígete hacia
la estrella que hace repicar las campanas de tu corazón. Eres tú el factor decisivo.
¡Nadie más!
iI
Porque el mundo es un juego de Dios, un chiste cósmico. Y a no ser que lo tomes
como un chiste cósmico nunca serás capaz de vislumbrar siquiera su misterio.
La vida es una oportunidad para crear un sentido. No hay, pues, que descubrirlo:
hay que crearlo. La vida no es un rompecabezas que tienes que armar, no es un
enigma que tienes que descifrar. Es una poesía que hay que componer, es una
canción que hay que cantar, es una danza que hay que bailar.
Solo encontrarás el sentido si lo creas; porque, recuérdalo, Dios es creación y solo
aquellos que lo crean lo encuentran.
Cada individuo, creativamente, tiene que dar nacimiento a Dios, al sentido; cada
hombre tiene que quedar preñado de su propia inquietud, alimentarla con su
propia sangre y buscar las repuestas a través de los dolores del parto. Solo
entonces uno lo descubre.
Nadie puede darte el significado de tu vida. Es tu vida y el significado es también
el tuyo. Solo tú puedes encontrarlo. Sólo es accesible a ti. Solamente con el vivir
te será revelado el misterio.
El sentido proviene de lo misterioso, lo incomprensible, lo imprevisto que de
repente llama a nuestra puerta: una rosa que florece repentinamente; un amigo
que llega a nuestra vida de improviso; un amor que florece espontáneamente.
Cuando la vida se convierte en abrirse a la novedad y adentrarse en lo
desconocido, entonces la vida se convierte en una celebración, entonces es como
un río que se dirige hacia el mar. Entonces la vida tiene sentido.
La vida en sí misma no tiene sentido. Solo tiene sentido si puedes embellecer esta
existencia, si puedes llegar a ser una bendición para esta existencia; solo
entonces es significativa la vida. De lo contrario, no tiene sentido. Es como un
lienzo en blanco. Puedes acarrearlo toda la vida y puedes morir envuelto en él,
convertirlo en tu mortaja, pero ¿qué sentido tiene? ¡Pinta algo en él!
El sentido de la vida hay que crearlo; no viene dado. Se te entrega la libertad, se
te entrega la creatividad, se te entrega la vida. Se te entrega todo lo que necesitas
para darle sentido. Se te entregan todos los ingredientes esenciales para darle
sentido; pero el sentido no se te da, el sentido tienes que crearlo tú. Tienes que
convertirte en un creador por derecho propio, tienes que hacerte como Dios.
iI
El ser humano es un animal generador de cuentos y mitos. Crea religiones,
historias sobre la existencia. Desde su origen el ser humano ha creado bellas
mitologías.
Un mito genera sentido. No es más que un bello cuento que nos ayuda a vivir, que
nos ayuda a abrirnos camino por el mundo, que nos brinda un ambiente humano.
De otra forma, el mundo sería frío y pétreo. Los hindúes van a los ríos, al Ganges,
a orar. Es un mito, pues el Ganges es tan solo un río. Pero, por medio del mito el
Ganges se convierte en una madre, y cuando un hindú va al río, se siente
enormemente reconfortado.
La piedra de la Kaaba, en la Meca, no es más que una piedra. Es difícil imaginar lo
que siente un musulmán cuando va a la Kaaba. Lo invade una gran energía. Y no
es que la Kaaba esté actuando, pues no es un mito. Pero cuando el musulmán
besa la piedra, se eleva, no camina en la tierra, se siente transportado a otro
mundo, al de la poesía. Cinco veces cada día, los musulmanes en todo el mundo
rezan, dirigen la mirada hacia la Kaaba, y la Kaaba se convierte así en el centro
del mundo. Es un bello mito. En ese momento el mundo se transforma en poesía.
Los seres humanos dan así sentido a su existencia; de eso tratan los mitos.
Aprende a amar las parábolas, los cuentos, los mitos, pues cuando los amas te
revelan sus misterios. Mucho se esconde en ellos: las cosas más hermosas
descubiertas por la humanidad se oculta en esas parábolas.
Vincent van Gogh era enormemente feliz pintando. No vendió ni un solo cuadro,
nadie apreciaba su trabajo, pasaba hambre, se estaba muriendo. Un hermano le
daba una pequeña cantidad de dinero para que, por lo menos, pudiese sobrevivir;
ayunaba cuatro días a la semana, comía tres días a la semana. Tenía que hacerlo
porque, si no, ¿cómo podría comprar los lienzos, las pinturas, los pinceles y pagar
el arrendamiento? Y era inmensamente feliz mientras pintaba.
Murió cuando solo tenía treinta y tres años: se suicidó. Pero su suicidio fue mucho
mejor que tu supuesta vida, porque solo se suicidó cuando había terminado de
pintar aquello que quería pintar. El día que terminó de pintar una puesta de sol,
que había sido su mayor deseo, escribió una carta que decía: «He concluido mi
labor, he cumplido. Me voy de este mundo absolutamente feliz». Se suicidó, pero
yo no lo llamaría suicidio pues vivió con totalidad, quemó la mecha de su vida por
los dos extremos, con una enorme intensidad. Crear era el sentido de su vida, y
como esto estaba cumplido, la vida dejó de tener razón de ser.
Un deseo se convierte en anhelo cuando estás dispuesto a arriesgarlo todo por él.
Un anhelo es superior a la vida... uno puede morir por él.
El vacío interior nos obliga a todos a pertenecer a alguien, a algo, a algún dogma,
a algún partido, a alguna nación, a alguna filosofía, a alguna iglesia. Entonces uno
siente: «No estoy solo».
No obstante, si hemos vivido de una manera sana y natural, llegará el día en que
podremos trascender todas las relaciones. Y entonces podremos ser felices solos.
Y la persona que puede ser feliz sola es realmente un individuo. Si tu felicidad
depende de otra persona, eres un esclavo; no eres libre, estás atado. En cambio,
cuando dejas de ser dependiente, y no permites que nadie sea dependiente de ti,
entonces vives desde la libertad, desde la alegría, desde el amor.
La razón del anhelo de amor no es otro que este: te gustaría que alguien se diera
cuenta de que eres una persona, no una cosa. Solamente el amor puede revelarte
tu propio interior, hacerte sentir que tú no eres únicamente eso que se ve desde el
exterior.
A menos que alguien te trate con amor, tu propio interior puede permanecer sin
ser reconocido, sin ser colmado. De allí la necesidad de ser necesitado.
iI
No obstante, nunca seremos realmente felices solo porque alguien nos necesite.
Un hombre que es feliz no depende de los demás. Simplemente es feliz. ¡Sin
causa alguna!
Si hay una causa para la felicidad, entonces debemos ir preparándonos para ser
infelices en algún momento. Estamos justo al límite porque una causa puede
desaparecer. Entonces la felicidad desaparecerá. A menos que seamos
simplemente felices sin ninguna causa, visible o invisible, a menos que seamos
sencillamente felices de forma irracional, ilógica, incongruente, loca, no seremos
felices.
Hoy, como nunca antes en la Historia, el hombre debe ser capaz de revisar los
valores, incluso los llamados valores permanentes, que eventualmente pudieran
mantenernos anclados a realidades sico-sociales superadas. Debe tener el coraje
y la inteligencia para crear nuevos valores, sostenidos en los progresos y
descubrimientos de la psicología y de las ciencias en todos los campos del saber.
Solo entonces el hombre podrá continuar su marcha ascendente y su evolución se
verá libre de obstáculos.
Según una vieja historia, un gato tenía aterrorizados a los ratones de la casa,
hasta que finalmente los ratones se reunieron en asamblea y decidieron que
debían hacer algo. Un ratón joven, sin experiencia del mundo, dijo: «Es muy
sencillo. Solo hay que atar un cascabel al cuello del gato de forma que, vaya
donde vaya, nos advertirá y podremos escondernos en nuestros agujeros. Así no
podrá atraparnos». Una solución perfecta. Pero surgió un problema: ¿Quién le
pondría el cascabel al gato? Bueno..., hasta ahora aquí acababa la historia.
Pero el joven ratón agregó: «Yo lo haré. No os preocupéis». Los otros ratones
dijeron sorprendidos: «Pero esta historia viene contándose desde siempre y
siempre termina aquí. Aquí va el punto final. Por tanto, el que diga: “Yo lo haré”
estará alterando la historia».
A lo que el ratoncito contestó: «Ya no es así, porque justo al lado de la casa han
abierto una farmacia. Todo lo que necesitamos son algunas pastillas para dormir
que yo puedo traer y poner en la leche del gato. Vosotros dadme el cascabel y yo
me las arreglaré». ¡Y se las arregló! Solo un par de pastillas para dormir y la
historia cambió. Después de beberse la leche, el gato se quedó profundamente
dormido. Todos celebraron el valor, pero sobre todo el ingenio del ratoncito, que
se había atrevido a enmendarle la plana al autor del famoso cuento.
iI
Lao-tsé, un auténtico rebelde –más auténtico que Gautama Buda y que Mahavira,
debido a que permaneció en el mundo y luchó en el mundo–, vivió de acuerdo a
su propia luz y a sus propios valores, luchando; no escapando. Se transformó en
un hombre tan sabio, que el emperador lo invitó a ser su primer ministro. Él
simplemente rehusó. Dijo: «No funcionará, pues es muy improbable que
lleguemos a las mismas conclusiones respecto a las cosas. Tú vives de acuerdo a
los ideales de tus antepasados, y yo vivo de acuerdo a mi propia conciencia».
Pero el emperador era insistente; no veía el problema.
El primer día que estuvo en la corte, le trajeron a un ladrón; lo habían pillado con
las manos en la masa, robándole al hombre más rico de la capital, y él confesó
que estaba robando. Lao-tsé les dio seis meses de cárcel al rico y al ladrón. El
hombre rico dijo: «¿Qué? ¡Me han robado, soy una víctima, y estoy siendo
castigado! ¿Estás loco o qué? No hay precedente en la historia en que un hombre
al cual se le ha robado sea castigado junto con el ladrón».
Lao-tsé le contestó: «En verdad, a ti se te debería dar más tiempo en la cárcel que
al ladrón; estoy siendo demasiado compasivo, porque tú te has apropiado de todo
el dinero de la ciudad. ¿Tú crees que el dinero viene del cielo? ¿Quién ha
convertido a estas personas en seres tan pobres como para que tengan que
hacerse ladrones? Tú eres responsable. Y este será mi juicio en cada caso de
robo. Ambos deben ir a la cárcel. Tu crimen es mucho más profundo. Su crimen
no es nada. Él es pobre y tú eres el responsable. Y si él estaba robando un poco
de dinero de tus arcas, no es un gran crimen. Ese dinero pertenece a muchos de
los pobres, de quienes los has obtenido. Al enriquecerte más y más, mucha gente
empobreció más y más».
El hombre rico pensó: «Este hombre parece un loco, totalmente loco». Le dijo:
«Quiero ver al emperador». Era tan rico que incluso el emperador le pedía dinero
prestado. Le dijo al emperador lo que había sucedido. Y le sugirió: «Si no sacas a
este hombre de la corte, estarás entre rejas al igual que yo, porque, ¿de dónde
has sacado todos tus tesoros? Si yo soy un criminal, tú eres un criminal mucho
mayor».
El emperador vio la situación, vio la lógica de la situación. Le dijo a Lao-tsé:
«Quizá tenías toda la razón, que sería difícil que llegáramos a las mismas
conclusiones. Estás eximido de tus servicios».
Este hombre era un rebelde, vivía en la sociedad, trabajaba en la sociedad,
luchaba en la sociedad. No estaba reaccionando. No estaba recurriendo a los
precedentes o a los libros de leyes; estaba mirando dentro de sí mismo,
observando la situación. Solo una mente rebelde puede pensar y actuar como él lo
hizo.
Cuando nace, el hombre es una semilla; puede llegar a ser una flor, puede que no.
Nacer verdaderamente es hacernos conscientes, realizarnos, realizar nuestro
potencial, crecer, volvernos reales, florecer.
Millones de personas deciden no crecer. Permanecen como semillas; permanecen
como potencial, nunca se hacen realidad.
Pero permanecer como semilla es no vivir en absoluto. Es seguro, desde luego. La
muerte es segura; la vida es impredecible, insegura, una aventura. Quien
realmente quiera vivir tiene que arriesgar. La semilla debe realizar un largo viaje y
florecer.
iI
Tendrás que trabajar en ti mismo. Tendrás que aprender a estar en silencio y a
escuchar la pequeña y queda voz interior.
La verdadera conciencia solo llega después de un muy largo peregrinaje hacia
adentro. Vas a tener que transformarte en jardinero de tu propio ser... porque tu
ser es tu jardín. Tu ser es el Jardín del Edén del que se habla en la Biblia. Ese
Jardín del Edén no está en otro lugar o en alguna otra estrella..., está dentro de ti.
Has sido arrojado fuera de él, y has estado corriendo por todas partes, pero nunca
hacia dentro. Cuando vas hacia dentro, “regresas” al Jardín del Edén.
iI
A pesar del largo proceso de la evolución, nuestro crecimiento interior como
especie ha sido hasta hoy casi nulo. Es que, a diferencia del progreso científico,
que es acumulativo, el crecimiento de la conciencia es siempre un acto individual y
solitario. Cada individuo tiene que nacer y crecer espiritualmente por sí mismo.
Podemos advertir un gran desequilibrio entre el desarrollo de lo interno (subjetivo)
y de lo externo (objetivo). Lo externo está más a nuestro alcance, es muchísimo
más manejable. Por ejemplo, un científico –Tomás Alva Edison– descubrió la
forma de aprovechar la electricidad y, a partir de entonces, toda la Humanidad la
utiliza. No es necesario que cada uno tenga que volver a descubrirla. En cambio,
el crecimiento interior es un fenómeno totalmente diferente. Cada individuo tiene
que nacer y crecer espiritualmente por sí mismo.
Por esta razón, todo lo que sucede en el exterior, todo progreso científico, es un
proceso acumulativo. Cada científico se apoya en el trabajo realizado por otros
científicos. Pero la evolución de la conciencia no sigue la misma ley. Cada
individuo tiene que crecer en la conciencia por sí mismo; no puede apoyarse en
las realizaciones de los demás.
Todo lo referente al mundo objetivo se puede compartir, se puede enseñar en las
escuelas, en las universidades.
En cambio, aunque yo pudiera conocer todo lo referente al mundo interior, no te lo
podría entregar. Esta es una de las leyes más fundamentales de la existencia: la
verdad interior tiene que ser descubierta por cada individuo, a través de su propio
esfuerzo. No se puede comprar en el mercado, ni se puede robar. Nadie te la
puede regalar. No es una mercadería. No es materia; es una experiencia
inmaterial.
Y por eso hoy se hace cada vez más evidente y pavoroso el abismo que separa el
crecimiento de la ciencia del crecimiento de la conciencia.
iI
A pesar de los miles de años de “evolución”, el hombre no ha sido afectado de
manera significativa en lo profundo de su ser, en su centro. Esto solo puede
ocurrirle por una “transmutación”, por una conversión cualitativa como cuando el
agua llega a los cien grados y se produce la evaporación. Solo entonces puedes
nacer plenamente, hacerte consciente, solo entonces puedes despertar. Ese
proceso no tiene nada que ver con la especie, es absolutamente personal. Es tu
principal tarea, tienes que darte a luz a ti mismo, tienes que dar el salto.
De modo que, para despertar, no debes esperar que la “evolución” conduzca a los
hombres a una edad dorada. Tal edad dorada no llegará nunca. En cambio,
siempre ha habido algunos hombres de oro, los hay también ahora.
Recuerda: o bien estás dormido, inconsciente; o estás despierto, consciente. Esta
es la única cuestión.
iI
Todo el mensaje de Jesús es un llamado a la conciencia. La gente está ciega,
sorda, muda y muerta, y el toque mágico de Jesús los hace despertar, los hace
ver, los hace entender, los hace “resucitar”, los hace nacer al espíritu, los hace
nacer a la conciencia.
Su mensaje de despedida es el más grande relato de transformación humana en
toda la historia –el relato de cómo Adán se convierte en Cristo, cómo la materia se
vuelve luminosa, cómo lo ordinario se transforma en extraordinario, cómo lo
mundano trasciende al otro mundo, cómo la inconciencia se transmuta en
supraconciencia.
George Gurdjieff solía decir que tú eres una casa en la que nadie conoce al
dueño. En la casa vive mucha gente, hay muchos invitados; pero como nadie sabe
quién es el dueño, todo el mundo piensa que es el dueño. Y quien sea que en
cada momento tome el poder hace el papel de dueño.
Cuando la ira asume el poder, la ira se convierte en el anfitrión. Cuando el amor se
vuelve poderoso, el amor es el anfitrión. Cuando los celos toman el poder, los
celos se adueñan de la casa. Pero hay una lucha constante, porque hay muchos
invitados y todos quieren ser el anfitrión, el dueño de la casa. Y el dueño, o se ha
ido de viaje y no ha regresado, o está durmiendo.
Tu ser está profundamente dormido. De ahí la insistencia de todos los Cristos, los
Krishnas y los Budas: «Despierta, abre tus ojos». Porque si te vuelves consciente,
el dueño aparece. Y en el momento –y esto es lo insólito– en que el dueño
aparece, los usurpadores desaparecen. En el momento en que llega el amo, los
sirvientes se ponen en fila y reconocen su servidumbre. Así que la verdadera
cuestión no es luchar contra la ira, los celos o el odio. La verdadera cuestión es
traer al dueño, despertarle. Una vez que está consciente, cada cual se pone en su
lugar.
Si vas por cualquier camino, con cualquier metodología, y te trae alegría, más
sensibilidad, más atención y un sentimiento de inmenso bienestar, significa que
estás en el camino correcto.
La religión esencial es el camino a la armonía, a la paz y al gozo. Todo lo que te
produzca alegría y felicidad verdadera será virtuoso; y todo lo que te produzca
tristeza, infelicidad o miseria será un pecado.
iI
Hallaremos la verdadera vida buscando la dicha sin reparos. Aprende a fluir con la
vida. Vívela, ámala y disfrútala. Cualesquiera que sean los instintos que Dios te ha
dado, ellos son solo una ayuda para que te muevas, busques y descubras tu
plenitud.
Pero esta vida no lo es todo, hay una vida mayor oculta. Pero descubrirás esa vida
mayor yendo en contra de esta vida. Tendrás que descubrir esa vida mayor
buscando la dicha sin reparos en esta.
LA SOLEDAD
Naciste solo, morirás solo. Entre esas dos soledades puedes engañarte a ti mismo
con la falacia de que no estás solo, que tienes una mujer, o un marido, hijos,
amigos, dinero, poder. Sin embargo, entre esas dos soledades, estás solo. Lo
único que hacen todas esas cosas es mantenerte ocupado para que no te des
cuenta de ello.
iI
La gente que tiene miedo a estar sola busca compañía durante las veinticuatro
horas del día; quieren encontrarse con sus amigos, ir a algún centro de reuniones
o cualquier otra cosa. Y si no encuentran a nadie, empezarán a leer el periódico o
escucharán la radio. En los últimos cincuenta años, los hombres han inventado
más entretenimientos para escaparse de sí mismos que en todo el resto de la
historia. El cine, la radio y la televisión, la telefonía, la computación son formas de
huir de sí mismos. Desde que se levantan por la mañana hasta que se acuestan,
usan toda clase de métodos para no tener que enfrentarse consigo mismos.
Y luego, los fines de semana, la gente corre hacia las playas, parachoques contra
parachoques, kilómetros y kilómetros de caravana. Si les preguntas adónde van,
te dirán que «se alejan de la multitud», pero ¡la multitud va con ellos! Van
buscando un sitio solitario, tranquilo... ¡todos juntos!
Sentirte solo y triste” es la soledad mala, la soledad del solitario. Cuando te sientes
solo, eres un mendigo; tu corazón es una escudilla.
iI
Sartre dijo: «El infierno son los otros». Pero no nos dejemos impresionar por esta
frase. Que el otro sea el infierno o el cielo depende de si fluye o no fluye el amor.
Cuando el amor no fluye entre dos personas, el otro es el infierno; pero cuando el
amor fluye, el otro es el cielo.
ENTREGÁNDOSE A LO QUE ES
Hay tres sutras
que son básicos
para la transformación
de la vida,
que son supremos
en cierto modo.
1. Mata la Ambición
Totalmente.
2. Mata el Deseo
por la vida
3. Mata el deseo por
la comodidad
Parece muy oscuro, triste, negando la vida. No lo es. Cuanto más deseas la
comodidad, más incomodidad sentirás. Cuanto más deseas la comodidad, más
incomodidad estás creándote a ti mismo, porque la incomodidad es relativa al
deseo por la comodidad.
Cuanto más busques la felicidad, estarás más en sufrimiento. El sufrimiento es
una sombra. Cuanto mayor sea el deseo por la felicidad, mayor será la sombra.
Pide felicidad y nunca la conseguirás. Solamente sufrirás frustración. ¿Por qué?
Porque solo hay una manera de estar feliz, y esa es estar feliz aquí/ahora. La
felicidad no es el resultado. Es una forma de vida.
La felicidad no es el resultado final del deseo. Es una actitud, no un deseo.
Puedes estar feliz aquí y ahora si sabes cómo estarlo, pero nunca estarás feliz si
no sabes cómo y si continúas deseando. La felicidad es un arte. Es una manera
de vida.
En este mismo momento, si puedes estar en silencio y alerta de la vida que haya a
tu alrededor y dentro de ti, estarás feliz. Las aves están cantando, el viento está
soplando. Los árboles están felices, el cielo está feliz, todo en la existencia está
feliz excepto tú.
La existencia es felicidad, es una celebración eternal, una festividad. ¡Mira la
existencia! Todo árbol está en un estado festivo, todo pájaro está en un estado
festivo. Excepto el hombre, todo lo demás está en un estado festivo. Toda la
existencia está en un festival, en un festival constante y continuo. Ni tristeza, ni
muerte, ni desgracia existe en ninguna parte excepto en la mente humana. Hay
algo errado en la mente humana, no en la existencia. Hay algo errado en ti, no en
la situación.
¿Por qué el hombre está infeliz? Ningún animal está tan infeliz, ningún pájaro está
tan infeliz, ningún pez está tan infeliz como el hombre. ¿Por qué el hombre está
tan infeliz? Porque el hombre desea la felicidad, y los pájaros están felices en este
mismo momento; los árboles están felices en este mismo momento. El hombre
desea la felicidad; nunca está feliz aquí y ahora. Siempre desea la felicidad y
continúa perdiéndola. La felicidad está aquí. Está sucediendo en todo tu alrededor.
Permítela que entre dentro de ti.
Sé parte de la existencia. No entres en el futuro. La existencia nunca entra en el
futuro; solo la mente lo hace.
Esto es lo que llamo meditación: estar aquí, no moverse al futuro. Ser no-
ambicioso, matar el deseo por la vida, no desear la felicidad. Y entonces estarás
feliz y nadie podrá destruir tu felicidad. Entonces será imposible que estés infeliz.
Entonces serás inmortal y la vida eterna te habrá sucedido. En realidad, ya te ha
sucedido pero no estás consciente de ella. Entonces estarás pleno. Sin la
ambición, estarás pleno y satisfecho.
Eres único. Todo, todo clímax de experiencia que haya sido posible a cualquiera,
también es posible para ti; pero te sucederá de una manera única. Le sucedió a
Buddha, a Jesús, a Zoroastro y también te sucederá a ti. Pero nunca ocurre en la
misma forma. No te va a suceder como le sucedió a Buddha. No te va a suceder
como le sucedió a Jesús. Te sucederá en una forma única, individual. Cuando te
suceda a ti será absolutamente nueva. El núcleo más profundo de la experiencia
será el mismo -la misma bienaventuranza, el mismo silencio, la misma
iluminación- pero en la periferia todo será diferente.
Así que no imites a nadie. Eso es parte de la ambición. No imites a Buddha, no
imites a Jesús. Trata de ser tú mismo. Incluso si tratas es inútil. Simplemente sé tú
mismo. Cuando eres tú mismo, estás abierto a todas las posibilidades, cuando
eres tú mismo, toda la existencia comienza a ayudarte. No estás luchando con
ella.
Cuando no estás luchando... Esto es lo que significa confianza. Cuando no estás
luchando, la existencia te sucede. Si estás luchando con la existencia simplemente
te estás destruyendo a ti mismo, destruyendo tus posibilidades, tu energía, tu vida,
tu existencia. ¡No luches! Ríndete a la existencia. Acéptate a ti mismo tal como el
todo desea que seas, no trates de ser ninguna otra cosa, y la iluminación te puede
ocurrir en cualquier momento. En este mismo momento te puede ocurrir; no hay
necesidad de esperar.
LA SENSACIÓN DE SEPARATIVIDAD
Vivimos para las sensaciones; anhelamos las sensaciones. Vamos buscando más
y más nuevas sensaciones; toda nuestra vida es un esfuerzo para obtener nuevas
sensaciones. ¿Pero qué sucede? Cuanto más buscas las sensaciones, menos
sensible te vuelves. La sensibilidad se pierde.
Parece paradójico. En las sensaciones, la sensibilidad se pierde. Entonces pides
más sensaciones y el “más” mata más tu sensibilidad. Entonces pides aún más, y
finalmente llega un momento cuando todos tus sentidos se han vuelto insensibles
y muertos. El hombre nunca antes ha estado tan insensible y muerto como lo está
hoy día. Antes siempre estuvo con más vida, porque no hubo tantas posibilidades
para satisfacer tantas sensaciones. Pero ahora la ciencia, el progreso, la
civilización, la educación, han creado tantas oportunidades para ir entrando más y
más lejos en el mundo de las sensaciones. En última instancia te conviertes en
una persona muerta; tu sensibilidad se pierde. Saborea más comidas gustos más
fuertes, comidas más fuertes- y tu gusto se perderá. Si vas alrededor del mundo y
vas viendo cosas más y más bellas, te volverás ciego; la sensibilidad de tus ojos
se perderá.
Cambia al objeto de tu amor todos los días -a tu enamorada o a tu enamorado, a
tu esposa o a tu esposo- si lo cambias todos los días, tu sensibilidad por el amor
morirá. Estás yendo en un terreno peligroso. Nunca entrarás en profundidad; sólo
irás por la superficie, por la periferia. Cuanto más cosas experimentes, tu
capacidad para experimentar será menor. Y entonces al final, cuando todas las
cosas a tu alrededor hayan llegado a estar muertas, pides lo divino, pides la biena-
venturanza, pides la verdad. Un hombre muerto no puede experimentar lo divino.
Para experimentar lo divino necesitas una sensibilidad total; necesitas estar lleno
de vida. Recuerda, solo lo similar puede hacer brotar lo similar.
Si quieres lo divino –“lo divino” significa lo más vivo, lo siempre vivo, siempre
joven, siempre verde– si quieres encontrar lo divino, tendrás que estar más vivo.
¿Cómo hacerlo? Mata todo deseo por las sensaciones. No busques las
sensaciones; busca la sensibilidad, vuélvete más sensible.
Las dos son diferentes. Si buscas las sensaciones, estarás buscando cosas;
acumularás cosas. Pero si buscas la sensibilidad todo el trabajo tendrá que ser
hecho en tus sentidos, no en las cosas.
Tú no estás para acumular cosas. Tienes que profundizar tus sentimientos, tu
corazón, tus ojos, tus oídos, tu nariz. Todos los sentidos deberían ser
profundizados de tal manera que puedan llegar a ser capaces de sentir lo sutil.
Ni siquiera podemos sentir lo grosero, y debemos volvemos capaces de sentir lo
sutil. El mundo parece ser grosero solo porque no podemos sentir lo sutil. Lo
invisible está escondido en lo visible. Mira estos árboles. Mira lo grosero: al cuerpo
del árbol. Nunca miras, nunca sientes la vida de adentro. ¡El crecimiento! El árbol
en sí mismo no está creciendo; el árbol es solo un cuerpo. Alguna otra cosa -lo
invisible- está creciendo en él. Y a causa de eso, el árbol crece. Lo interior está
creciendo, y a causa de eso, lo exterior está creciendo. Pero tú sólo miras al árbol,
así que solo lo exterior es visto.
Mira a tu alrededor. Mira en los ojos de tu amigo. Miras sólo los ojos, no al que ve
a través de ellos. Toca el cuerpo de tu amigo. Tocas sólo lo grosero; nunca sientes
lo sutil adentro. Solo el cuerpo, sientes lo externo; porque tus ojos (tus sentidos)
se han vuelto tan insensibles que no pueden sentir lo interno, lo invisible.
Más sensibilidad es necesaria. Busca menos sensaciones y crece en sensibilidad.
Cuando tocas, conviértete en el toque. Cuando ves, conviértete en los ojos.
Cuando oigas, toda tu conciencia debe ir a los oídos. Escuchando una canción, o
escuchando a los pájaros, vuélvete tus oídos. Olvídate de todo lo demás, como si
tú fueras tan solo tus oídos. Anda a tus oídos con tu ser total. Entonces, tus oídos
se harán más sensibles.
Cuando estés mirando algo -una flor, o una cara bella, o las estrellas- conviértete
en tus ojos. Olvídate de todo lo demás, como si todo el resto de tu cuerpo se
hubiera ido de la existencia y tu conciencia se hubiera vuelto tan solo tus ojos.
Entonces tus ojos serán capaces de mirar más profundamente, y tú serás capaz
de mirar también a lo invisible. Lo invisible también puede ser visto, pero necesitas
ojos más penetrantes para verlo.
Mata todo deseo por las sensaciones, y crece en sensibilidad. Piensa menos en el
mundo y más en tus sentidos. Purifícalos. Cuando no buscas sensaciones, llegan
a purificarse más. Cuando buscas más y más sensaciones, estás matando tus
sentidos.
El hombre que encuentra lo divino es el hombre cuyos sentidos están totalmente
vivos, en su máxima capacidad. Entonces no es tan solo que puedas ver lo divino.
Podrás saborear lo divino, podrás oler lo divino. Lo divino puede entrar dentro de ti
a través de cualquier sentido. Solo cuando lo divino entra a ti desde todos los
sentidos sucede la última realización. Si tan solo puedes ver lo divino, es tan solo
una realización parcial. Entonces realmente no estás iluminado. Estás solamente
parcialmente iluminado, si no puedes tocar lo divino, sino puedes saborearlo.
Usar tales palabras parece ilógico. ¿Saborear a Dios? ¿Es él una comida? Sí, él
es todo. Puedes saboreado, pero entonces necesitas una capacidad muy sutil
para gustar. Tu propia comida llegará a ser divina. A través de la comida, se
sentirá lo divino. Los rishis de los Upanishads han dicho que la comida es
brahama. ‘Anna es brahama’. Ellos deben haberlo saboreado, deben haberlo
comido.
Nosotros continuamos pensando que Dios es un problema de lógica, así que
vamos discutiendo acerca de él, a favor o en contra. Continuamos discutiendo si
Dios existe o no. Esto no es relevante. Dios no es un tema de discusión, de lógica,
de razonamiento. Dios realmente tiene que ver con la sensibilidad. Si no lo
sientes, hazte más sensible. Ningún pensamiento lógico servirá de ayuda. ¡Hazte
más sensible! Si eres sensible, él está ahí. El siempre ha estado ahí, pero tú no
eres sensible. Las cosas te vuelven insensible. Las sensaciones te hacen
insensible. Mata el deseo por las sensaciones.
DESEANDO LO INALCANZABLE
Desea tan solo
Aquello que está
Dentro de ti
Parece absurdo, paradójico, ilógico. Desea tan solo aquello que está dentro de ti.
El deseo básicamente es por aquello que no está dentro de ti. El deseo significa el
deseo por algo que no está dentro de ti. Si ya está dentro de ti, entonces ¿cuál es
la necesidad de desearlo?
Nunca nos deseamos a nosotros mismos tal cual somos. Siempre deseamos
alguna otra cosa. Nadie se desea a sí mismo; no hay necesidad. Ya eres eso; no
te está faltando nada. Deseas algo que te falta.
El sutra dice: Desea tan solo aquello que está dentro de ti por muchas razones.
Una, si deseas algo que no está dentro de ti, podrás conseguirlo pero nunca
llegará a ser tuyo. No podrá serlo. Realmente, nunca podrás llegar a ser el amo de
eso; simplemente llegarás a ser un esclavo. El que posee siempre es poseído por
sus posesiones. Cuanto mayor sea el número de posesiones, mayor será la
esclavitud que se crea.
Eres poseído por tus posesiones, y deseabas ser tú el amo. La frustración
comienza porque toda tu esperanza es frustrada. Llegas hasta el punto donde
consigues las Cosas que querías, todo lo que deseabas ha sucedido, pero tú te
has vuelto el esclavo. Tu reino no es sino una prisión y todo lo que posees, o lo
que crees que posees, realmente no lo posees, porque te puede ser quitado en
cualquier momento. Aun si nadie te lo quita, la muerte tendrá que quitártelo.
En terminología religiosa, aquello que te puede ser quitado por la muerte no es
tuyo. La muerte es el criterio. Hay solo un criterio para juzgar si realmente posees
algo. Considéralo en relación a la muerte y ve si aún continuarás teniéndolo
después de tu muerte. Si la muerte se lo lleva, nunca lo poseíste. Todo fue solo
una ilusión.
¿Hay algo que la muerte no pueda llevarse de ti? Si no hay nada, entonces la
religión es inútil, sin sentido. Pero hay algo que la muerte no puede llevarse y ese
algo está escondido dentro de ti. Tú ya lo posees. Es tu naturaleza más interna.
Ha venido contigo; has nacido con ella. O mejor aun, será mejor decir que tú eres
eso, no que tú lo posees. Si tú lo posees, te podrá ser quitado.
Tú eres eso; es tu propio ser. Es tu misma base; es tu existencia. Eso es lo que es
llamado atman. Atman significa aquello que tú ya eres. Nadie te lo puede quitar; ni
siquiera la muerte puede destruirlo. Este sutra dice: Desea tan solo aquello que
está dentro de ti. Desea atman, desea tu ser más interno, desea el centro que tú
ya posees, pero al cual has olvidado completamente.
¿Por qué el hombre lo olvida? Es una necesidad. Para sobrevivir tiene que
prestarse atención al mundo exterior. Para sobrevivir, para existir, para
permanecer en la vida, continuamente tienes que prestar atención a las cosas: a la
comida, al abrigo. El cuerpo necesita atención. Se enferma, está predispuesto a
sufrir. El cuerpo está constantemente luchando para sobrevivir porque para el
cuerpo hay muerte. El cuerpo está en una lucha continua con la muerte, así que
se le debe prestar una constante atención.
El cuerpo siempre está en un estado de emergencia porque en cualquier momento
la muerte puede ocurrir. Tienes que estar continuamente alerta y continuamente
consciente de esta lucha contra la muerte, así que toda tu atención se vuelca
hacia afuera. No queda energía para ir hacia adentro. Esta es una necesidad de
supervivencia. Por eso es que vamos olvidando que existe un centro dentro de
nosotros que es inmortal, que existe un centro dentro de nosotros que es eternal,
que existe un centro dentro de nosotros que es una bienaventuranza absoluta.
El dolor atrae la atención; el sufrimiento atrae la atención. Si tienes un dolor de
cabeza, tu atención va hacia la cabeza; te haces consciente de que tienes la
cabeza. Si no hay dolor en la cabeza, te olvidas de la cabeza. Te sacas la cabeza
–como si no tuvieras cabeza–.
Se siente el cuerpo sólo cuando está enfermo. Si tu cuerpo está absolutamente
saludable no lo sentirás. No sentirás su peso. Realmente, llegarás a sentirte sin
cuerpo. Este es el único criterio de auténtica salud: que el cuerpo no se siente en
absoluto. Cada vez que se siente el cuerpo significa que hay alguna enfermedad,
alguna perturbación. Tu atención en necesaria.
Hay tantos problemas que vienen del exterior que tu atención está constantemente
comprometida y ocupada ahí. Por eso es que te olvidas que existe algo en el
mismo centro de tu ser que es inmortal, que es divino, que es bienaventurado.
Este sutra dice:
Desea tan solo aquello
que está dentro de ti.
... Porque dentro de ti
está la luz del mundo
–la única luz
que puede iluminar
el Camino.
Si no eres capaz
de percibirla dentro de ti,
es inútil buscarla
en algún otro lugar.
Siempre desea lo imposible, porque sólo a través de ese deseo podrás crecer. ¿Y
qué cosa es imposible? Escalar el Everest no es imposible; tampoco lo es ir a la
Luna. Ambos han llegado a ser posibles. Alguien ha llegado al Everest. Aun si
nadie hubiera llegado ahí, no era imposible. Difícil pero no imposible. Estaba
dentro de la capacidad humana alcanzarlo. La Luna está dentro de nuestra
capacidad de alcanzar y pronto el hombre llegará también a otros planetas. No es
imposible, solamente difícil. Algún día será posible. Solo una cosa es imposible,
una cosa que está más allá de ti, y eso es tu ser más interno.
¿Por qué digo que la Luna no es tan difícil de alcanzar aun cuando la Luna está
tan lejos, y digo que tu ser más interno es más imposible de alcanzar aun cuando
solo está dentro de ti? ¿Por qué es tan difícil de alcanzarlo entonces? Porque está
dentro de ti, por eso. Tú sólo sabes cómo alcanzar aquello que está afuera. Tus
manos pueden alcanzar lo que está afuera, tus ojos pueden ver lo que está afuera.
Tus sentidos se abren hacia afuera; no tienes sentidos que puedan ayudarte a
mirar adentro. Tu mente se mueve hacia afuera; no puede moverse hacia adentro;
por eso es que la mente tiene que ser desechada. Sólo entonces podrás entrar en
meditación.
La mente es básicamente un movimiento hacia el exterior. Puedes observar esto
muy fácilmente. Cada vez que piensas, estás pensando en algo que está fuera de
ti. Todo lo que piensas siempre está fuera de ti. ¿Alguna vez has pensado en algo
que esté adentro? No hay necesidad de pensar en lo que está adentro, porque tú
lo puedes experimentar. No hay necesidad de pensar en eso; el pensar es un
substituto. Tú puedes llegar a realizar aquello que está dentro de ti. Está sólo en la
esquina. Mueves la cabeza, cambias de dirección. Desde afuera haces un giro
hacia adentro y puedes experimentarlo. ¿Cuál es la necesidad de pensar en eso?
Pero continuamos pensando aun en el interior. Pensamos en lo que es el atman.
Pensamos: “¿Qué es el ser?” Creamos filosofías y sistemas. Continuamos
creando teorías de que el ser significa “esto”, que la definición es “ésta”, Y nadie
trata de sentirlo. Está tan cerca a ti -¿cuál es la necesidad de teorías?
Las teorías son necesarias para lo que está muy lejos, porque no puedes
alcanzarlo en este momento. Tienes que crear un puente. Las teorías son
necesarias para llegar a la Luna, pero no son necesarias para llegar al centro
dentro de ti, porque no hay ninguna distancia. No hay nada que unir con un
puente; tú ya estás ahí. Tan solo es necesario un cambio de actitud y tú puedes
realizarlo. No hay necesidad de teorizar o filosofar. Pero continuamos creando
filosofías. Hemos creado miles y miles de filosofías, y los filósofos continúan
desperdiciando sus vidas pensando en aquello que ya está dentro de ellos.
¡Podrían haber saltado adentro en cualquier momento!
Pero está más allá. Más allá de los sentidos, porque los sentidos no pueden
abrirse hacia eso; se abren en la dirección opuesta. Y está más allá de la mente,
porque la mente no puede conducirte ahí; siempre te conduce hacia alguna otra
parte. La mente es un instrumento para el mundo; es un mecanismo para moverse
en el exterior, para ir más lejos de ti. Su propósito es para eso. Por eso es que hay
tanto énfasis en que en el samadhi no hay mente. Samadhi es un estado de no-
mente; la mente cesa.
En las técnicas de meditación que estamos haciendo, todo el esfuerzo es este:
cómo cesar de ser una mente cómo abandonar la mente, como dejar de pensar,
cómo llegar a un momento donde no exista el pensar, donde exista simplemente el
estado de alerta, de conciencia. “No pensar” significa que no hay nubes en el
cielo; que solo el cielo está ahí. “No pensar” significa que no hay nubes en la
mente, tan solo la conciencia. Dentro de esa conciencia, estás tú.
Cuando estás en la mente, estás afuera; cuando estás en la no-mente, estás
adentro. Esta transferencia desde la mente a la no-mente es todo el viaje. Si
puedes agregar “no” a tu mente, has llegado. Por eso es que se llama más allá.
Desea tan solo aquello que está más allá de ti –más allá de tus sentidos, más allá
de tu mente, más allá de tu ego. “Tú” no estarás ahí, tu centro más interno no es
tú; tú estás tan solo en la periferia. La periferia no puede estar en el centro.
Cuando avanzas hacia el centro dejas la periferia. La periferia no puede existir en
el centro. Pertenece al centro pero existe fuera del centro, justo a su alrededor.
Todo lo que conoces sobre ti mismo es tan solo la periferia: tu nombre, tu
identidad, tu imagen. Eres un hindú o un mahometano o un cristiano; eres negro o
eres blanco; eres esto o aquello. Tu nación, tu raza, tu cultura, todo esto es tan
solo la periferia; todos estos condicionamientos están solo en la periferia.
El mundo no puede penetrar en tu centro. Sólo puede cultivar la periferia; sólo
puede tocarte en tus límites. Sólo tu envoltura puede ser hindú, solo tu envoltura
puede ser cristiana, solo tu envoltura puede ser jaina. “Tú” no lo eres; no puedes
serlo. Solo tu envoltura pertenece a la India o a Pakistán o a América. Tú no
puedes pertenecer a ninguna nación ni a ninguna raza. Tú perteneces a la misma
existencia. En el centro todas las divisiones son falsas, pero significativas en la
periferia.
Todo lo que conoces sobre ti mismo es tu ego. “Ego” es tan solo una palabra
utilitaria. Toda tu periferia quiere decir “tú”. Pero este “tú” desaparecerá cuando
comiences a ir hacia adentro. Este “tú” desaparecerá poco a poco; este “tú”
desaparecerá, este “tú” se evaporará. Entonces llegará un punto cuando seas
auténticamente tú mismo; tu antiguo ser ya no estará más ahí. Por eso es que se
dice: Desea tan solo aquello que está más allá de ti... Está más allá de ti; porque
cuando lo alcanzas te has perdido a ti mismo.
Así que ¿quién está allí que vaya a jactarse? Se dice en los Upanishads que si
alguien proclama que lo ha logrado, sábelo bien que no lo ha logrado, porque la
misma proclama es egocéntrica. Si alguien dice: “He conocido a Dios”, sábelo bien
que él no ha conocido a Dios; porque una vez que Dios es conocido, ¿quién está
presente para jactarse? El conocedor desaparece en el propio fenómeno del
conocimiento. El conocimiento sucede solo cuando el conocedor ya no es. Cuando
el conocedor está ausente, el conocimiento sucede –así que ¿quién se jactará?–.
Había un monje Zen, su nombre era Nan-in. Alguien le preguntó: “¿Has conocido
la verdad?”.
Él se rió, pero se mantuvo en silencio. El hombre dijo: “No puedo entender tu risa
misteriosa. Tampoco puedo entender tu silencio misterioso. Usa las palabras.
Dime. Y sé claro sobre eso. Dime sí o no. ¿Has conocido la verdad, lo divino?”
Nan-in dijo: “Me lo estás haciendo difícil. Si digo sí, las escrituras dicen: ‘Alguien
que diga: “He conocido”, no ha conocido’. Así que si digo sí, quiere decir que no y
si digo no, no será la verdad. Así que ¿qué estoy supuesto a hacer? No me
fuerces a usar palabras. Volveré a. reírme y me mantendré en silencio. Si puedes
entender, está bien, si no puedes entender, también está bien. Pero no usaré
palabras, no me fuerces, porque si digo sí quiere decir que no he conocido, y si
digo no, no será verdad”.
Tú llegarás, pero en tu pureza. En esa pureza, tu ego no estará presente. El ego
es el elemento impuro, extraño dentro de ti -solo el polvo acumulado a tu
alrededor. No es tú. Desnudo, lo alcanzarás. Tu ego es tan solo como tus ropas.
No estará presente ahí.
Desea tan solo aquello que es inalcanzable.
Aun al decir que no eres nadie puedes estar compitiendo. Entonces se pierde todo
el sentido. El emperador no pudo tolerar que alguna otra persona pretendiera no
ser nadie delante de él. Cuando le está diciendo a Dios que él no es nadie,
realmente no tiene la intención de no ser nadie. Pretendiendo no ser nadie, está
creando la situación de sentirse que es alguien. También puedes crear el ego al
pensar que eres nada.
Recuerda que el ego es poder en el mundo e impotencia en lo que respecta a lo
divino. Todo lo que parece ser poder en el mundo es impotencia en la dimensión
divina. Ahí, la impotencia es el poder. Jesús continúa diciendo a sus discípulos:
“Sean pobres de espíritu”. No solo pobres, porque pueden ser pobres sin ser
pobres de espíritu. Entonces aun la pobreza llegará a ser un tipo de riqueza. Si te
sientes orgulloso de ser pobre, entonces tu pobreza no es pobreza. No es pobreza
de espíritu.
Así que Jesús continúa repitiendo: “Sé pobre, pobre de espíritu”. De otro modo,
podrás ser un mendigo en las calles –habrás dejado todo- pero ahora estarás
aferrado al hecho de haber dejado todo; te aferras a tu renunciación. Habrás
hecho una riqueza de tu pobreza; te sientes arrogante por eso. Observa a los
sannyasins, a los monjes, a los bhikkhus. Observa en sus ojos. Ellos tienen una
profunda arrogancia por el hecho de haber dejado el mundo, por haber
renunciado. Ellos han renunciado al mundo, pero ahora su renunciación se ha
vuelto un saldo a favor en su cuenta bancaria. Se sienten arrogantes por eso; se
sienten superiores por eso. Cuando Jesús dice: “Sé pobre de espíritu”, quiere
decir: no seas superior a nadie.
El no quiere decir que seas inferior, recuérdalo. Este es el problema. El no quiere
decir que seas inferior, porque si eres inferior -si sientes que eres inferior- es de
nuevo superioridad puesta de cabeza, nada más. La superioridad que está parada
de cabeza se vuelve inferioridad. Si te sientes inferior, el anhelo de ser superior
está presente.
Cuando Jesús dice: “Sé pobre de espíritu”, no solamente quiere decir que no seas
superior. Quiere decir eso, pero también quiere decir que no seas inferior;
simplemente que seas tú mismo. No te compares con los demás, estate tranquilo
contigo mismo.
Entonces serás nadie, porque para ser alguien necesitas comparación. ¿Cómo
puedes ser alguien si no hay comparación? Eres más hermoso, nunca eres
simplemente hermoso. Nunca puedes ser simplemente hermoso; siempre eres
más hermoso en comparación con alguna otra persona. Eres rico en comparación
con algún otro, tienes más conocimientos en comparación con alguien más.
Superioridad e inferioridad son siempre comparaciones. Eres alguien cuando te
comparas con los demás. Si no hay comparación, ¿entonces quién eres? No
puedes ser simplemente hermoso, ¿o sí? No puedes ser simplemente sabio, ¿o
sí?
Piensa en esto: estás solo en la tierra; toda la humanidad ha desaparecido. ¿Qué
serás? ¿Sabio o tonto? ¿Hermoso o feo? ¿Un gran hombre o tan solo un hombre
común? ¿Qué serás? Solo en la tierra toda la humanidad ha desaparecido-
simplemente serás tú mismo. No podrás decir: “Soy esto o aquello”. No serás
nadie. Serás nadie.
El sannyas real, la renunciación real, significa que es como si todo el universo,
toda la humanidad, hubiese desaparecido y tú estuvieses solo. No hay posibilidad
de comparar. Entonces ¿quién eres? Nadie. Este no ser nadie es poder, poder en
el mundo de lo divino.
Jesús dice: “Aquellos que son primeros en este mundo, serán los últimos en el
reino de Dios; y aquellos que son los últimos aquí, serán los primeros en el reino
de Dios”. Aquello que es poder en el mundo, es ausencia de poder en el camino
divino; y aquello que es ausencia de poder en el mundo, es poder en el camino
divino.
Este Sutra dice: Desea el poder ardientemente, pero recuerda el significado de
“poder”. Es ausencia de poder. Es una sensación de no ser nadie, de nada, de
vacío. Y ese poder que el discípulo envidiará es aquél que lo hará aparecer como
nada ante los ojos de los hombres.
Este Sutra parece ser muy peligroso: Desea las posesiones sobre todo.
¿Posesiones? La propia palabra creará una perturbación en tu mente, porque
todos los grandes maestros han enseñando: no desees las posesiones. Buddha
dice: “Sé no-posesivo”. Mahavir dice: “Aparigraha: no-posesión”. Jesús dice: “Deja
todas las riquezas, todas las posesiones”.
Jesús dice: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico
pueda pasar por la puerta del reino de Dios”, y este sutra dice: Desea las
posesiones sobre todo. Pero el sutra es hermoso. Significa lo mismo que están
diciendo Mahavir, Buddha y Jesús, pero lo dice en una manera muy contradictoria.
Dice que todas las cosas que tú crees que son posesiones no son posesiones,
porque realmente no puedes poseerlas. ¿Puedes poseer las cosas? ¿Puedes
poseer a los otros? ¿Puedes poseer algo en el mundo? Solo puedes engañarte a
ti mismo de que posees algo. Realmente no puedes poseer nada porque la muerte
lo destruirá todo.
Otra cosa: cualquier cosa que poseas se convierte en tu dueño. El que posee es
poseído por sus posesiones. Te vuelves un esclavo; no eres el amo. Así que,
¿qué sentido tiene decir que posees el mundo? Nadie posee nada. Solo una cosa
puede ser poseída y esa es tu propio ser. Nada más puede ser poseído.
Tú puedes llegar a ser el amo solamente de tu propio ser. Si pretendes ser el amo
de algún otro, llegarás a ser tan solo un esclavo. Podrás llamar a esta esclavitud
“poder”, podrás llamarla “dominio”, pero simplemente te estás engañando a ti
mismo. Engaños son engaños. Tan solo cambiando el nombre, nada se cambia.
Observa tus posesiones. ¿Las posees? Si tu casa es destruida llorarás, gritarás, te
volverás loco; pero si tú mueres, tu casa no va a llorar, no se va a enloquecer. Así
que, ¿quién es el verdadero dueño? La casa te posee. No tiene ningún interés por
ti: que vivas en ella o no. Realmente, se sentirá muy bien si te vas. Estará más
tranquila. No depende de ti. Tú tan solo estás perturbando su paz. Si mueres, la
casa se sentirá muy bien. Así que, ¿quién es el que posee?
Este Sutra es significativo en este sentido: que solo el ser puede ser poseído y
nada más. Y si tú no puedes poseer tu ser, ¿qué más crees que puedes poseer?
Así que sé el amo -el amo de tu propio ser- y no hagas ningún esfuerzo por poseer
nada. No quiero decir que dejes todo. Ese no es el asunto. Usa todo, pero no
pienses en términos de posesión. Usa la casa, pero no seas el propietario. Usa la
riqueza; no seas el propietario. Usa todo el mundo, pero no pienses que lo posees.
Eres simplemente un viajero que está de paso. Cansado, descansas bajo un árbol.
Pero no poseas al árbol. Y si no lo posees, sentirás una profunda gratitud por el
árbol. Cuando te vayas al atardecer, le agradecerás. Te sentirás agradecido
porque cuando estabas cansado y el camino quemaba, el árbol te dio su sombra;
el árbol estaba fresco. Pero no trates de poseer al árbol. De otro modo, no te
sentirás agradecido.
Cuando posees, no sientes gratitud. No poseas a tu esposa, no poseas a tu
esposo. Cuando estás cansado, tu esposa te da su amor. Siéntete agradecido por
eso.
Y si no posees a tu esposa, no serás poseído por ella. La relación sucede solo
cuando no hay posesión. Si hay posesión, siempre hay conflicto. Los esposos y
esposas viven peleando; no puedes encontrar enemigos más profundamente
relacionados. Son enemigos íntimos; coexisten tan solo para pelear entre sí. Toda
la relación es envenenada porque el esposo trata de poseer a la esposa y la
esposa trata de poseer al esposo, y nadie puede poseer a nadie; la posesión es
imposible. Solo puedes poseerte a ti mismo; eso es todo lo que es posible, todo lo
demás es imposible. Pero cuando uno trata de poseer y hacer algo imposible, todo
va mal; la relaci6n es envenenada. La vida se vuelve una desgracia.
BUSCANDO EL CAMINO
Busca el camino
“… Haz una pausa y
considera por un momento. ¿Es ese el camino
que deseas?
¿O es que hay una
oscura perspectiva
en tus visiones de
grandes alturas
a ser escaladas por ti,
visiones de un gran futuro
para que tú logres?
Sé advertido. El camino
será buscado por sí mismo, no en relación a tus pies
que pisarán sobre él”.
El camino no es conocido. Otros no te lo pueden hacer conocer; no te puede ser
dado. El camino no puede ser mostrado, no puede ser transferido. Tú tienes que
buscarlo.
Comúnmente, pensamos que debemos buscar la meta, y que el camino ya está
señalado. Hay tantos caminos sobre los cuales la gente va hablando, pensando
que todos ellos llegan a la misma meta. La meta tiene que ser descubierta, la meta
debe ser alcanzada, ¿pero el camino? El camino está disponible. En realidad, está
demasiado disponible, hay demasiados caminos.
Pero no es así porque la meta y el camino no son dos cosas. El mismo camino se
convierte en la meta. El primer paso es también el último, porque el camino y la
meta no son dos cosas. El camino, conforme avanzas en él, se transforma en la
meta. Lo real es no pensar en la meta. La búsqueda básica debe ser con respecto
al camino. Descubre el camino: Busca el camino.
Pero nuestras mentes están tan condicionadas que todos piensan que se les ha
dado un camino por nacimiento. Alguien es cristiano, alguien es hindú, alguien es
mahometano. Piensan que el camino les ha sido dado por la sociedad, por la
cultura, por la educación. No, el camino no puede ser dado por nadie. Ni la
sociedad, ni la cultura, ni la educación pueden darte el camino. Tú tendrás que
buscarlo, porque a través de la búsqueda serás transformado.
Un camino prestado es un camino muerto. No podrás viajar en él; no te conducirá
a ninguna parte.
Tú tendrás que buscar tu propio camino. Es difícil buscarlo; muchos errores son
posibles. Pero nada se gana sin errores, así que ten suficiente valor para errar.
Puedes ir por el camino errado, pero es mejor ir por el camino errado que no
moverse en absoluto, porque por lo menos aprenderás a moverte, por lo menos
aprenderás lo que es un camino errado. Eso también es bueno, porque podrás
usar el método de eliminación. Irás en este camino y encontrarás lo que está
errado. Irás en otro camino y descubrirás lo que está errado. Y, conociendo lo que
está errado, llegarás a entender lo que está correcto.
Ten valor y busca tu propio camino. Y no imites el camino de nadie. La imitación
no te llevará a la libertad. No es asunto de seguir un camino u otro; el asunto es
buscar. Sé un buscador y no un seguidor. Y aprende muy bien la diferencia.
Un seguidor es un imitador. Un buscador también sigue, pero no es un imitador.
Un buscador también sigue, pero sigue para buscar, para descubrir. Permanece
alerta, permanece consciente. Un seguidor se vuelve ciego, se vuelve
dependiente. Tira su responsabilidad sobre los hombros de algún otro y luego se
aferra a él. Un buscador es responsable por sí mismo. Está alerta, es responsable
descubriendo algo nuevo cada día, experimentando con algo nuevo cada día. No
tiene temor, es vulnerable, está abierto a cualquier nueva luz, listo a entrar en
cualquier dimensión que entre en su visión. Si siente que el camino por el cual va
es errado, no dirá: “Pero he invertido tanto en este camino. Ahora ya no puedo
cambiar”. Botará el camino, botará toda su inversión en él, regresará hasta donde
estaba antes y comenzará a aprender de nuevo desde el A-B-C.
Un buscador está siempre listo a cambiar, pero un seguidor es terco. Cerrará sus
ojos en vez de ver la luz, porque ya ha invertido tanto...
Busca el Camino Retrocediendo hacia Adentro
Y cada vez que encuentres algo que te atraiga a ti, a tu razón, a tu lógica, a tu
mente, algo que parezca racional, que parezca verdadero- eso no es suficiente. Tu
razón puede decir que es verdadero, pero puede ser que no sea verdadero. A
menos que experimentes con eso, a menos que experimentes algo a través de
eso, nada ha sido descubierto. A través de la lógica, nada se descubre. La lógica
es una ayuda, pero no la conviertas en el criterio supremo. El criterio supremo
siempre está adentro. Experimenta y prueba. Y a menos que experimentes algo,
no creas que lo has encontrado, que el camino te ha sido revelado. Sólo a través
de la experiencia las teorías se convienen en verdad.
Busca el camino retrocediendo hacia adentro. Cada vez que encuentres una
técnica, un camino, retrocede hacia adentro, anda adentro. Experimenta con él
ahí: en tu subjetividad, en tu corazón. Experimenta con él. No continúes tan solo
pensando sobre lo que es la meditación. ¡Hazla! Solo entonces sabrás lo que es.
Puede ser que una técnica no funcione para ti: Entonces deséchala y trata otra.
Hay cientos de técnicas de meditación. Alguna técnica tendrá que funcionar
contigo. La humanidad ha estado luchando para liberarse por miles de años y todo
tipo de hombre ha obtenido la liberación. Todo tipo de técnica ha sido descubierta.
Tú no eres nuevo; has estado ya antes. Muchos como tú han estado antes y han
viajado por el camino. Muchas técnicas han sido descubiertas.
En épocas antiguas, cuando un discípulo llegaba donde un Maestro, lo primero
que el Maestro trataba de observar era si el discípulo armonizaba con él y si él
armonizaba con el discípulo. Si el Maestro pensaba que el discípulo no era para
él, si pensaba que el discípulo podría ser ayudado más por algún otro Maestro
-aun por alguien que estuviera contra él- él le decía al discípulo: “¡Ve donde ese
Maestro!”.
Continúa probando diferentes técnicas, pero pruébalas con todo tu corazón.
Porque podría ser que descartes una técnica que estaba bien para ti. Así que
pruébalas con todo tu corazón. Si sucede algo, bien. Entra en ella; entra en
profundidad. Pero si la has probado con todo tu ser, con toda tu energía, y si no
sucede nada, entonces desecha la técnica; no es para ti. Pero no la descartes
antes de que la hayas tratado -antes de que la hayas tratado con tu totalidad.
Busca el camino retrocediendo hacia adentro.
Busca el Camino avanzando hacia Afuera.
Incluso si experimentas con una técnica, y sientes algo adentro existen muchas
posibilidades de que solamente sea una fantasía. Puede ser tan solo una
proyección de tu mente, puede ser tan solo un sueño, la satisfacción mental de un
deseo. No creas que has logrado el camino. Entonces, lo que hayas logrado
interiormente, trátalo afuera. Lo que hayas conocido dentro de tu corazón, ahora
transfórmalo en tu carácter; ahora vívelo. Lo has experimentado. Ahora vívelo,
conviértelo en tu vida. Si has sentido que te ha sucedido el silencio a través de esa
experiencia, permite que el silencio se expanda permite que las ondas del silencio
a tu alrededor vayan más allá de ti. Deja que tu silencio llegue a otros. Deja que
otros también sientan que has alcanzado el silencio.
Si todavía continúas siendo colérico hacia el exterior y si aun así dices: “Soy un
gran meditador”, simplemente te estás engañando a ti mismo. No alucines, no te
engañes, porque solamente tú serás el perdedor nadie más. Cualquier cosa que
haya sucedido dentro de ti, si sientes que has experimentado la luz interna...
¿Cuál es el criterio para conocer si es una alucinación o si es una realidad? El
criterio es que tu vida externa cambiará como resultado.
Si realmente has experimentado la luz interna, el sexo desaparecerá. El amor te
ocurrirá, pero el sexo desaparecerá; la sexualidad desaparecerá. El amor, una
individualidad muy amorosa lo reemplazará. No habrá deseo de sexo. Si el deseo
sexual permanece no has experimentado la luz interna. Entonces la luz interna es
tan solo una proyección de la mente.
Y así sucesivamente. Cualquier cosa que hayas experimentado internamente
debe manifestarse externamente. Debe permitírsele que se exprese en tu vida,
porque esa es la prueba real, el criterio real. Si has llegado a un silencio profundo,
el odio desaparecerá. Si continúa, y no se ha transformado totalmente en amor
entonces no has sentido el silencio interno. Con el odio, el silencio interno es
imposible. Puedes haber sentido algo que ha sido cultivado, puedes haber
cultivado cierta quietud.
Si vas repitiendo un mantra, crearás una tranquilidad que es cultivada, falsa, pero
tu vida externa permanecerá siendo la misma. Si lo interno cambia, lo externo
debe cambiar, pero lo contrario no es cierto. Puedes cambiar lo externo y no hay
necesidad de que lo interno haya cambiado. Eso es lo que significa la hipocresía.
Puedes cambiar lo externo -puedes ser muy amoroso externamente- y estar lleno
de odio internamente. Cambias lo externo, creas una máscara falsa, una fachada.
Puedes cambiar lo externo y no hay necesidad de que cambie lo interno. Pero si lo
interno cambia, es inevitable que lo externo deba cambiar. Cuando lo interno
cambia, lo externo cambia automáticamente. Si no está cambiando, entonces tu
cambio interno es tan solo una alucinación.