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“La vida

es una oportunidad
para crecer, para ser,
para florecer. La vida
en sí misma está vacía;
a menos que seas
creativo”
Osho

CONTENIDO
El Pensamiento y La Expresión 11
La Virtud y El Vicio 61
El Poder 81
El Sentido 113
La Soledad 225
Entregándose a lo Que Es265
La Sensación de Separatividad 299
El Deseo por las Sensaciones 313
Deseando Lo Inalcanzable 341
El Poder que Te Hará Nada 377
Buscando el Camino 413

EL PENSAMIENTO Y LA EXPRESIÓN

Cuando reprimes tus pensamientos, estos no desaparecen sino que van hasta el
fondo de tu ser, porque lo que estás reprimiendo viene de tu interior, no del
exterior.
El pensamiento reprimido no se destruye, sino que penetra profundamente en tu
subconsciente. Y cuanto más lo reprimes, más profundamente se esconde y más
poder tiene sobre ti.
iI
Prohibir es atraer, rechazar es invitar, impedir es tentar.
Tu mente está muy enferma porque no puedes entender una cuestión tan simple.
No quieres estar enfadado; entonces el enfado llega como un mono. No quieres
sentirte sexual; entonces el sexo aparece como un mono y se agarra a tu ser. No
quieres codiciar, no quieres tener ego, pero todo esto llega. Sin embargo, lo que
quieres –espiritualidad, religiosidad, iluminación– no parece llegar. Lo que no
quieres aparece, y lo que quieres nunca aparece. Toda esta frustración ocurre por
no entender este simple mecanismo de la mente.
Los publicistas saben que para atraer a los niños solo hay que usar las palabras
«solo para adultos» en el anuncio. Hay revistas para mujeres, «solo para
mujeres». ¡Solo las leen los hombres!; las mujeres nunca las leen.
Una persona que lucha con su enfado e intenta huir de él se obsesionará con el
enfado toda su vida. Nunca podrá librarse de él. Únicamente la persona que está
interesada en contemplar y comprender su enfado frente a frente en lugar de
combatirlo podrá librarse de él.
En vez de entrar en conflicto y luchar con cualquier estado mental, simplemente
crea un sentimiento de querer saber, comprender, y observar: toma distancia y
conviértete en un testigo.
Y, surja lo que surja, procura no juzgar. Porque la bondad y la maldad son dos
caras de la misma moneda. Donde hay maldad, habrá bondad en la otra cara, y
viceversa.

No es fácil detener el flujo del pensar. Decirle a la mente que no haga nada es
muy difícil. La mente pedirá: «Al menos dame un mantra, de manera que pueda
cerrar los ojos y decir: Aum, Aum; Ram, Ram..., o contar ovejas, o concentrarme
en la respiración...» Algo que hacer, porque ¿cómo podemos tener a nuestra
mente sin hacer nada, sin nada tras lo cual correr, sin nada que conseguir?
iI
Por qué les dijo Dios a Adán y Eva que no comieran del árbol del conocimiento? Si
no les hubiera dado ese mandato, no creo que ellos hubieran descubierto el árbol
del conocimiento; en el vasto Jardín del Edén no hubieran logrado descubrirlo. Al
decirles: «No coman del árbol del conocimiento» hizo que se volvieran
obsesionados con la idea. Entonces les resultó imposible no comer de él. Él fue el
responsable, nadie más.
La palabra (el lenguaje) está al servicio de la mente, del intelecto, de la razón y de
la lógica.
El silencio está al servicio del corazón, de la intuición, de la inteligencia y de la
conciencia.
iI
Poseo algo en mi interior y me gustaría compartirlo contigo. Pero debido a que no
eres capaz de comprender el silencio, me veo obligado a utilizar palabras. Una vez
que estés preparado para comprender mi silencio abandonaré las palabras.
Entonces miraré en tu interior.
Pero ahora mismo no estás en casa. Si miro en ti, no hay nadie; por esto tengo
que llamar con fuerza. Mis palabras no son más que golpes sobre tu puerta para
que así puedas llegar a casa. Acepta mi regalo.
iI
Las palabras pueden llegar a poseer una cierta magia.
Jesús convirtió el agua en vino. Ese es el milagro de un poeta, eso es poesía...
convertir agua en vino. Las palabras corrientes se vuelven tan embriagadoras
cuando proceden de un poeta, que uno puede emborracharse. Pero luego están
los profesores, los maestros y los eruditos que hacen exactamente lo opuesto: son
expertos en convertir el vino en agua.

Los psicólogos saben que, de hecho, muchas veces las palabras no son utilizadas
para decir algo, sino para esconderlo. Hablamos porque queremos esconder algo.
Si quieres esconder algo no puedes permanecer en silencio, porque tu cara puede
que lo revele, tu silencio puede que lo indique. El otro puede sospechar que estás
ocultando algo. Por eso una persona que tiene algo que ocultar habla y habla sin
parar. Mediante las palabras puedes engañar; con el silencio no puedes engañar.

Sucedió una vez que el mulá Nasrudín iba en su primer viaje en avión y se hallaba
muy asustado, pero no quería que nadie se enterara. Deseaba aparentar
indiferencia, de modo que caminó valientemente. Esta mascarada equivalía a
decir: «Yo siempre viajo en avión». Se sentó en su asiento y deseaba decir algo
para tranquilizarse, porque una vez que comienzas a hablar, te vuelves valiente; a
través de la charla te sientes menos temeroso.
Así que Nasrudín entabló un diálogo con el pasajero que iba a su lado. Miró por la
ventanilla y dijo: «Mire qué altura tan escalofriante. La gente parece como
hormigas».
El otro le contestó: «Señor, el avión no ha despegado todavía. Son hormigas».
Las palabras no pueden esconder nada. Más bien, al contrario, te revelan.
iI
De hecho, mucha gente no habla para comunicarse, sino para evitar la
comunicación.
iI
Estar en silencio es convertirte en un anfitrión. Cuando estás en silencio, lo Divino
está aquí.
Sería mejor expresarlo en otros términos: lo Divino siempre está aquí, pero no
puedes sentirlo porque no estás en silencio. El invitado está aquí, pero el anfitrión
está deambulando por todos lados. Ese deambular es la mente.
Silencio total quiere decir aceptación total. ¡Sea lo que sea, que sea!
iI
Las palabras son tan estrechas como un túnel; no puedes meter el cielo en ellas a
la fuerza.
Si cortas una semilla, ¿qué encontrarás? Nada. Pero sabes perfectamente bien
que esa nada contiene millones de flores; son invisibles pero están allí, todos los
colores, todas las fragancias.
iI
Aprecia esta comparación. Hay momentos de claridad y momentos de penumbra,
y ambos son buenos y necesarios. Unas cosas crecen en la claridad y otras solo
en la penumbra y el silencio. Y te sorprenderá saber que las cosas que crecen en
la claridad no son tan valiosas como las que lo hacen en la penumbra. La
penumbra es el misterio de la vida. La claridad es tenue; la penumbra, infinita. La
claridad es como una placita iluminada por sus faroles; la penumbra es todo el
cosmos y sus tinieblas.
La claridad es como un claro en el bosque: puedes abrir un claro, pero más allá
está el bosque. Y la vida está en el bosque. El hijo necesita un útero para crecer
porque el útero es oscuro, silencioso y misterioso. La semilla necesita el suelo
para crecer, ya que tiene que penetrar en el suelo y desaparecer en la penumbra.
Si la dejas expuesta a la luz, nunca crecerá; la claridad la matará.
iI
Se dice que un santo musulmán, Farid, estaba pasando cerca de Benarés donde
vivía Kabir. Los seguidores de Farid le dijeron:
–Sería maravilloso si tú y Kabir os reunierais. Para nosotros sería una bendición.
Lo mismo le dijeron a Kabir sus seguidores. Oyeron que Farid pasaba por allí y
entonces le dijeron a Kabir que sería estupendo si le pidiera a Farid que se
quedara unos días en el “ashram”.
Los discípulos de Farid le dijeron:
–Vuestra conversación supondría una gran oportunidad para nosotros; nos
gustaría escuchar lo que dos iluminados se dicen el uno al otro.
Farid se rió cuando escuchó esto y les replicó.
–Puede que nos encontremos, pero no creo que tenga lugar ninguna
conversación. Veamos.
Kabir dijo:
–Podéis invitar a Farid a que venga... pero aquél que hable primero revelará que
no está iluminado.
Farid llegó y Kabir le recibió. Se rieron y abrazaron. Luego se sentaron en silencio.
Farid se quedó allí durante dos días y estuvieron muchas horas sentados juntos,
mientras los discípulos, inquietos, esperaban que dijeran algo, que pronunciaran
algunas palabras. Pero no dijeron ni una sola palabra.
Al tercer día, Farid partió y Kabir le acompañó para despedirle. De nuevo se
rieron, abrazándose, y se separaron.
En cuanto Farid partió, sus discípulos le rodearon y le dijeron:
–¡Qué estupidez! ¡Qué pérdida de tiempo! ¡Esperábamos que sucediera algo; pero
nada ha sucedido! ¿Por qué de repente enmudeciste? Con nosotros hablas
mucho.
Farid les replicó:
–Todo lo que sé, él también lo sabe. No teníamos nada que decirnos. Miré en sus
ojos y él se encuentra en el mismo sitio en que estoy yo. Todo lo que él ha visto,
yo lo he visto; todo lo que él sabe, yo lo sé. No hay nada que decir.
Dos iluminados no hablan porque saben lo mismo. Solamente un iluminado y uno
que no está iluminado pueden mantener una comunicación provechosa, porque
uno sabe y el otro está, todavía, sumido en la ignorancia. Y cuidado: decimos una
comunicación provechosa; no que la verdad pueda ser transmitida. Pero a través
de algunas pistas, o gestos, la otra persona puede situarse en condiciones de dar
el salto. La verdad no puede ser transmitida, pero la sed sí puede ser despertada.
Nada que pueda ser calificado de “enseñanza” puede ser transmitido mediante las
palabras.

Había un hombre que vivía junto al mar y amaba las gaviotas. Todas las mañanas
bajaba al mar a vagar con las gaviotas. Los pájaros que se le acercaban eran
tantos que podían contarse por centenares...» El hombre era aceptado por las
gaviotas porque el sentimiento se acepta en todas partes. Es ese el lenguaje de la
existencia: el sentimiento. La razón es el lenguaje de la humanidad, no de la
existencia, un fenómeno local, no universal. El sentimiento es el lenguaje olvidado.
Si entiendes el sentimiento, lo entiendes todo.

Mucha gente vive su vida como profesores de lenguaje. Esa es la clase de vida
más falsa. La realidad no necesita de lenguaje alguno; está a tu alcance a un nivel
no verbal. La luna está ahí; no necesita ser vista reflejada en un cubo de agua.
Solamente has de mirar hacia ella. Es una comunicación no verbal. La totalidad de
la vida está disponible; solamente has de aprender a comunicarte con ella de un
modo no verbal.
iI
Hubo un campesino judío, muy dado a filosofar, llamado Yossel. Le era muy difícil
hacer nada porque el filosofar llenaba todo su tiempo, y cuando por fin estaba listo
ya había pasado la oportunidad.
Una vez fue al mercado de una aldea cercana para vender su trigo. Le dijo a su
esposa: «En cuanto haya vendido el trigo, te mandaré un telegrama». Vendió el
trigo obteniendo una gran ganancia, y luego fue a mandar el telegrama; entró en la
oficina de correos, rellenó el impreso de envío y empezó a pensar en qué poner.
Escribió: «Trigo vendido provechosamente. Llego mañana. Amor y besos,
Yossel».
Entonces empezó a reflexionar y pensó: «Mi esposa se va a creer que me he
vuelto loco. ¿Por qué “provechosamente”? ¿Acaso vendería el trigo con
pérdidas?» Así que tachó la palabra “provechosamente”. Entonces se preocupó
más aún porque, si había cometido un error con una palabra, podría haber
cometido otros errores. Así que volvió a leerlo todo parándose a pensar en cada
palabra. Y pensó: «¿Por qué poner: “Llego mañana”? Ella ya sabe que voy a
regresar tan pronto como haya vendido el trigo». Así que tachó las palabras “llego
mañana”.
Más tarde pensó: «Mi esposa también sabe que he venido a vender el trigo,
entonces
¿para qué escribir “trigo vendido”? Y también tachó eso.
Entonces se echó a reír y dijo: «Le estoy escribiendo a mi propia esposa, ¿para
qué le voy a poner “amor y besos”? ¿Acaso es su cumpleaños o algo por el
estilo?». Y también tachó eso.
Ya solo quedaba su nombre: Yossel. Y se dijo a sí mismo: «¿Yossel, te has vuelto
loco? Tu mujer ya sabe tu nombre». Así que rompió el telegrama, dando gracias a
Yavé por haberle iluminado, permitiéndole ahorrarse un dinerillo y algunas
palabras sin sentido.
iI
Hay también un silencio inauténtico. El silencio inauténtico es igual a la paz que se
produce entre dos guerras. No es realmente la paz, sino la preparación para la
próxima guerra. ¿Cómo puede llamarse paz a lo que se interpone entre dos
guerras? Simplemente asistimos a una guerra que se produce en forma velada; es
una guerra fría, un período de entreguerras, no paz. Nuestro silencio es muchas
veces de este tipo.

Siempre que una charla se vuelve discusión, cuando se vuelve debate, se rompe
el diálogo. Solo los amigos pueden charlar, porque entonces el hablar no es un
debate, es un diálogo.
¿Y cuál es la diferencia entre ambos? En el debate no estás dispuesto a escuchar
al otro; aunque escuches, tu escuchar es falso. No estás escuchando realmente;
estás simplemente preparando tus argumentos. Mientras el otro está hablando te
estás preparando para contradecirle. Mientras el otro habla, esperas simplemente
tu oportunidad para intervenir, para exhibirte, para rebatirlo. Tienes de antemano
una actitud de “prejuicio”. No buscas, no estás interesado en aprender, en
acercarte a la verdad; no te sientes ignorante, inocente. Estás ya lleno, tu bote no
está vacío.
Un buscador de la verdad no lleva teorías con él. Siempre está abierto, vulnerable.
Puede escuchar.
En el diálogo tú escuchas, y si tienes que hablar, hablas no para contradecir al
otro, hablas para indagar, para buscar. Hablas, no con una conclusión
premeditada, sino indagando, con una indagación creciente. No intentas probar
nada: hablas desde tu inocencia.
Solo los amigos pueden charlar, porque la relación se establece entre tú y yo. El
diálogo es posible cuando tu yo dice tú, cuando amas al otro, cuando detrás no
hay etiquetas que separen. El otro sencillamente es amado, y da lo mismo si es
cristiano o hindú.
Cuando debates, la relación no es entre tú y yo, sino entre ello y yo. El otro es una
cosa a la cual convencer, convertir; el otro no es tú; el otro no tiene valor y le
puedes disparar impunemente.
Todos los que sienten que han llegado a su propio pináculo solo pueden debatir,
pero no pueden moverse en un diálogo. Únicamente pueden chocar. Surge
entonces el conflicto y el interlocutor se convierte en contendor. En una discusión
así puedes intentar probar algo, pero nada es probado. Puedes silenciar al otro,
pero el otro no es convencido. No puedes convencer, porque la tuya es una clase
de guerra, una guerra civilizada, en la que empleas como armas las palabras.

Esto debe ser claramente entendido. Oír es un fenómeno físico; oímos porque
tenemos orejas. Escuchar es un fenómeno espiritual. Lo hacemos cuando
ponemos atención, cuando nuestro ser interior se une a nuestros oídos. Dialogar
con otro es, ante todo, escuchar.
iI
Un problema del diálogo es la obsesión por el monólogo para huir del silencio.
Tú hablas; es una loca necesidad interior, que se debe a que no puedes
permanecer en silencio. Sigues hablando nada más que para evitar el silencio. Tu
conversación es un monólogo: no le hablas a otro; el otro es solo una excusa, y no
te habla. Ni él te escucha a ti ni tú lo escuchas a él. Hace como que te escucha;
sólo espera el momento correcto para empezar a hablar; espera el punto justo
desde el cual seguir él, desde el cual hacerse cargo de la conversación.
Así que, cuando alguien te escucha, recuerda que es el próximo que tomará la
palabra; solo está esperando que termines. Y, si sigues y sigues, le dirá a la gente
que eres aburrido, pero lo que verdaderamente quiere decir es que no le diste la
posibilidad de aburrir. A estas personas, que nunca te dan la oportunidad de
aburrir, se las llama aburridas. Siguen y siguen y siguen. Nunca te dejan un
pequeño espacio para que te hagas cargo.
iI
Sucedió en una ocasión en una estación de montaña, en el jardín de un gran
hotel. Tres ancianas jugaban a las cartas. Una cuarta se aproximó y preguntó si
podía unirse a ellas.
–Claro, desde luego, pero hay unas cuantas reglas.
Y le alargaron una cartulina con una lista de cuatro reglas. La primera era: nunca
hablar de abrigos de visón, porque todas tenemos. Segunda: nunca hablar de
nietos, porque todas ya somos abuelas. Tercero: nunca hablar de joyas, porque
todas ya contamos con las mejores joyas compradas en las mejores tiendas. Y
cuarta: nunca hablar de sexo, ya no: ¡lo que pasó, pasó!
Pero todo el mundo quiere hablar de sí mismo: de sus abrigos de visón, sus joyas,
sus hijos y nietos, su sexo. Y todo el mundo aburre a todo el mundo. Y si toleráis a
los aburridos es porque hay un entendimiento mutuo: si os están aburriendo,
entonces permitirán que vosotros les aburráis con las mismas historias. Lo único
que hacéis es esperar a que acaben con su exhibición, para que vosotros podáis
empezar con la vuestra. Y así toda la vida se convierte en una exhibición falsa y
continua. ¿Adónde llegáis con ello? A tener la falsa sensación de que sois
importantes.
Ahora bien, cuando os esforzáis por demostrar algo, es que tenéis dudas acerca
de ello. Lo que pretendéis es destruir vuestras dudas a través de los ojos de los
demás, a través de sus opiniones. No estáis verdaderamente convencidos de ser
personas realizadas, sino que queréis que sean los demás los que os lo digan.
iI
La esposa del mulá Nasrudín fue a ver a un maestro. Le costó treinta minutos y
miles de palabras decirle:
–Mulá Nasrudín habla, habla y habla mientras duerme. Por favor, sugiéreme algo.
No me es posible dormir junto a él. ¿Qué puedo hacer?
El maestro le dijo:
–No tienes que hacer nada. Dale sencillamente la oportunidad de hablar mientras
los dos estéis despiertos.
La gente no para de hablar, no le dan una oportunidad a nadie más.

Al escucharme, tu mente se detiene. Al escucharme, no estás pensando, no estás


buscando qué decir, estás abierto, receptivo. Y, cuando tu mente deja de pensar,
cuando no está funcionando, empiezas a sentir. Entonces puedo compartir
contigo, puedo conmoverte. Las palabras se utilizan solo como un recurso. Te
quedas tan absorto oyendo que te quedas callado. Es por ese silencio que puedo
fluir hacia ti. Siempre que hay silencio, florece la comprensión.

En tiempos del Rajá británico en la India, un joven alférez viajó a un lugar distante
de Punjab a unirse a su primer regimiento. Se presentó ante el coronel, quien le
dio la bienvenida y enseguida le dijo: «Debe entender, Smythe, que aquí
necesitamos un tipo especial de oficial. Tiene que ser alguien que pueda manejar
a los nativos, que piense autónomamente y que mantenga la calma en las
dificultades. Por eso nos hemos inventado una pequeña prueba a la que pedimos
a todos los nuevos oficiales que se sometan.
«Seguro, señor», dijo el joven oficial con entusiasmo. «Lo que usted diga, señor».
«Muy bien», dijo el coronel. «Ahora, la prueba es muy sencilla. Tiene dos partes:
primero deberá desplazarse al mercado del pueblo, donde agarrará a la primera
mujer que vea, le arrancará el velo y besará de lleno en los labios. Este es un acto
bastante peligroso, pues los hombres aquí son muy celosos de sus mujeres y
siempre llevan consigo unos cuchillos temibles. Así que deberá besar a la mujer y
emprender prestamente la retirada. Luego tendrá que ir a la selva y allí dispararle
entre los ojos al primer tigre que vea. Lo deberá matar con solo un tiro, justo entre
los ojos. ¿Entendido?».
«Sí, señor», contestó el alférez.
Enseguida, el coronel le entregó al joven oficial un rifle con una sola bala. El
valiente joven saludó, dio media vuelta y desapareció.
Una semana más tarde, el coronel oyó un rasguñar en su puerta. Le gritó a quien
fuera que entrara: la puerta se abrió lentamente y una figura se desplomó sobre la
alfombra. ¡Era Smythe!
Irreconocible, totalmente destrozado y sangrando por un docena de heridas, se
arrastró por el piso, se incorporó dolorosamente al pie del escritorio del coronel,
saludó débil y jadeante preguntó: «Bien, señor... ¿dónde está la mujer a la que
tengo que dispararle entre los ojos?»
Esto te sucede porque no sabes nada acerca del arte de escuchar.

LA VIRTUD Y EL VICIO
Un hombre virtuoso no es más que un hombre consciente.
Cualquiera sea el impulso interior, si desaparece a través de la comprensión y de
la conciencia, era malo; si a través de la comprensión se profundiza, es una virtud.
Cuanto más comprendas, el mal desaparecerá y el bien se arraigará con más
fuerza. La furia desaparecerá y la compasión se profundizará. La ambición
desaparecerá y la solidaridad se profundizará. El sexo desaparecerá y el amor se
profundizará.

Gautama Buda decía: «Si hay luz en una casa, los ladrones la evitan; y si el
vigilante está despierto, los ladrones ni lo intentan. Y si hay gente andando y
hablando dentro, y los habitantes todavía no se han quedado dormidos, no es
posible que los ladrones entren, ni siquiera se les ocurre pensar en ello».
iI
De la conciencia nace la virtud. No debes olvidarlo. Si la virtud viene impuesta
desde fuera, es una reglamentación, un mandamiento; cuando sale de dentro,
tiene individualidad. No es como la ropa confeccionada en serie, sino que está
hecha a tu medida por tu conciencia, en completa armonía con tu yo.
Moisés escribió los Diez Mandamientos hace tres mil años. Fueron producto de su
conciencia. Surgieron de un encuentro con Dios, que es una antigua manera de
decir que uno se ha vuelto tan consciente que sabe qué es la verdad y qué es
Dios. Su experiencia de la verdad suprema dio a luz los Diez Mandamientos; pero
solo eran válidos y aplicables a él y a su “pueblo”.
En la India, los hindúes siguen las normas y la disciplina del Código de leyes de
Manu, quien es todavía más antiguo que Moisés (tiene cinco mil años), y que,
entre otras cosas, estableció el injusto sistema de castas que benefició a los
conquistadores arios.
Por eso, siempre insisto en que cada persona debe encontrar su propia religión,
su propia moralidad y su propia virtud. De este modo la virtud llevará tu propia
firma, estará viva y palpitante y la aplicarás simplemente porque es lo que tienes
que hacer, porque es el corazón quien te lo pide. No esperas recompensas en el
paraíso ni ambicionas nada ni tienes miedo del infierno ni del castigo. Haces
exactamente lo que tu percepción te dice que hagas, sea cual sea el resultado y
cualesquiera sean las consecuencias.

En el instante en que centras tu atención en un hábito mecánico, este se detiene


porque un hábito mecánico se nutre de tu inconciencia. En este caso la fuerza de
voluntad no funciona. ¡El ser consciente sí!
iI
Vino a verme un hombre. Había estado sufriendo de una recalcitrante adicción al
tabaco durante treinta años; estaba enfermo y los doctores le habían dicho:
“Nunca te pondrás sano si no dejas de fumar”. Pero era un fumador crónico; no
podía evitarlo. Lo había intentado con todas sus fuerzas y había sufrido mucho por
ello, pero pasaban apenas uno o dos días y de nuevo regresaba la urgencia con
tremendo ímpetu. Debido al tabaco había perdido su autoestima; sabía que había
una pequeña cosa que lo había encadenado. A sus ojos, se había vuelto un
incapaz. Vino a mí y me dijo: –¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo dejar de fumar?
Yo le dije: –Tienes que comprender lo siguiente: el fumar no es solo una cuestión
que ahora dependa de tu decisión. Ha entrado en tu mundo de hábitos, ha echado
raíces en tu cuerpo, en tu química, se ha extendido por todo tu ser. Treinta años
es mucho tiempo. Tu cabeza no puede hacer nada; puede iniciar cosas pero luego
no puede detenerlas tan fácilmente. Luego de treinta años, el fumar se ha vuelto
algo autónomo que te domina desde el inconsciente: tendrás que desprogramarte.
Él dijo: –¿Qué quieres decir con “desprogramarme”?
Y de eso es de lo que trata la meditación, de la desprogramación del inconsciente.
Le dije: –Haz lo siguiente: olvídate de detener ese vicio. Además, no hay
necesidad. Durante treinta años has fumado y has vivido; desde luego, ha sido un
sufrimiento, pero también a eso te has acostumbrado. ¿Qué puede importar si te
mueres unos cuantos meses o años antes del momento en que te morirías si no
fumaras?
Él dijo: –Sí, eso es verdad, no importa.
Entonces le dije: –Olvídate; no vamos a detener eso en absoluto. En cambio,
vamos a comprenderlo; así que la próxima vez haz de ello una meditación.
Él dijo: –¿Hacer una meditación del fumar?
–Sí –le dije. –Si la gente zen puede hacer del hecho de beber té una meditación y
una ceremonia, ¿por qué no? Fumar puede ser una meditación igualmente
hermosa.
Puso cara de excitación: –Dime más. ¡No puedo esperar!
–Haz lo siguiente –le dije. –Cuando estés sacando el paquete de cigarrillos del
bolsillo hazlo lentamente. Disfrútalo, no hay prisa. Sé consciente, mantente alerta,
despierto; sácalo lentamente, con total conciencia. Después saca el cigarrillo del
paquete con total conciencia, lentamente, y no como antes, de una forma
apresurada, inconsciente y automática. Comienza entonces a golpear el cigarrillo
contra el paquete, pero muy alerta. Escucha el sonido que produce, tal como hace
la gente zen cuando el samovar (la tetera) comienza a cantar y el té comienza a
hervir. Y el aroma... huele entonces el cigarrillo y siente cómo te transporta al
cielo.
Puso cara de perplejidad. Dijo: –¿Cómo? ¿Estás bromeando?
–En absoluto. Póntelo en la boca con total conciencia, enciéndelo con total
conciencia. Disfruta de cada pequeña acción. Divide el proceso en tantas
pequeñas acciones como sea posible para que así puedas volverte más y más
consciente. Da entonces la primera calada. Siente que allí está Dios, que todo es
Dios. Llena tus pulmones profundamente. Entonces libera el humo, relájate y da
otra calada, y sigue adelante muy lentamente. Si puedes hacerlo te sorprenderás.
Pronto verás toda su estupidez. Pero no porque otros hayan dicho que es
estúpido, no porque otros hayan dicho que es malo. Tú mismo lo verás, y ese ver
no será meramente intelectual. Provendrá de todo tu ser, de tu experiencia
consciente. Y entonces, un día, si se va, se va; si continúa, continúa. No tienes
que preocuparte por ello.
Vino a verme pasados tres meses y dijo: –¡Se fue!
–Ahora –le dije–, intenta lo mismo también con otras cosas.
Este es el secreto: desprogramar, desautomatizar. Al caminar, camina lentamente,
atentamente. Al mirar, mira atentamente y verás que los árboles son más verdes
de lo que nunca han sido, y las rosas más rosas de lo que jamás fueron.
¡Escucha! Alguien está charlando, murmurando: escucha, escucha con atención.
Cuando hables, habla poniendo atención. Que toda tu actividad se desautomatice.
iI
Pero a veces, a algunos que vienen a decirme que les gustaría dejar de fumar, yo
los dejo hablar y, según el caso, les digo: «¿Por qué? Continúa. Porque si te
abstienes vas a empezar algo diferente, pues la enfermedad no cambia por
cambiar los síntomas. Entonces podrías mascar goma. Pero si dejas de fumar o
mascar, ¿qué harás? Tu boca necesita actividad, y entonces podrías dedicarte a
hablar continuamente y esto es mucho más peligroso».

La gente habla y habla, no deja hablar a los otros. Esto es lo mismo que fumar.
Hablas veinticuatro horas al día. Hablas mientras estás despierto, y en sueños la
plática continúa. Esto es como fumar, el fenómeno es el mismo ya que la boca
necesita movimiento. Y la boca es la actividad básica pues es la primera que
tuviste en la vida.
En cuanto nace un niño empieza a mamar; esa es su primera actividad –la
básica–. Y fumar es como mamar, y el cigarrillo entre los labios funciona como el
pezón materno. Si se te impide fumar o mascar algo, entonces hablarás; y esto es
más peligroso pues es echar la basura en la mente de otras personas.
iI
Puedes enfrentar un vicio valiéndote de la hipnosis. El secreto de la hipnosis es
que te lleva al inconsciente. Entonces puedes poner en él la semilla de cualquier
cosa, y crecerá. El florecimiento ocurrirá en el consciente, pero las raíces estarán
en el inconsciente.

EL PODER
Morarji Desai, cuando era el Primer Ministro de la India, estaba viajando en un
avión con su gabinete. «Si arrojo un billete de cien rupias –dijo– haré muy feliz a
una persona».
Uno de los miembros de su gabinete agregó: «Pero si arrojas dos billetes de
cincuenta rupias, harás felices a dos personas».
Otro dijo: «Podrías hacer felices a diez personas arrojando diez billetes de diez
rupias».
Y el más sabio de todos dijo: «¿Por qué no arrojar monedas de una rupia? Vas a
hacer felices a cien personas».
En este punto, un niñito que estaba sentado en un asiento cerca de ellos dijo:
«¿Por qué no hacen felices a setecientos millones de indios arrojándose ustedes
por la ventanilla?».
¡Este es un entendimiento claro! Pero solamente puede tenerlo un niño.
Solamente un niño puede expresarlo.

El hombre consciente vive la vida. Por el contrario, todos aquellos que se afanan y
se desviven tras el poder están ebrios. El poder embriaga y lleva a postergar la
vida que es hoy.
Mientras más busques el poder, más inconsciente estarás porque solo la
inconciencia busca el poder.
El poder sirve para que algún día vivas a través de él. Primero acumulas el poder,
que tal vez se esconde en el dinero o en la espada. Primero te preparas –el poder
es una preparación– y entonces... tal vez algún día vivirás.
Cuando un estudiante egresa de la universidad es un ser atiborrado de
conocimientos. No tiene alma; solo un gran ego. No ha adquirido ni un atisbo de
humanidad o de humildad. No ha mirado por la ventana a través de la cual la vida
es un misterio. Es un ignorante, pero sus conocimientos le producen la impresión
de que es muy importante y necesario porque sabe.
El ego crea la política y genera la ambición. El ego crea la envidia, el conflicto
permanente y la violencia porque no puede estar satisfecho a menos que alcance
la cumbre. Y como todo el mundo trata de llegar a la cumbre, se establece una
competencia sanguinaria en todos los terrenos de la vida. Bien sea en la
economía, la política o la educación, en todas partes hay una rivalidad implacable.
Nadie está preocupado por sí mismo; todos están preocupados por su ambición
de llegar a la cumbre y nadie piensa en qué va a encontrar cuando llegue. ¿Qué
vas a conseguir llegando a la cumbre? No vas a conseguir nada; sólo habrás
desperdiciado tu vida.
La política es un modo de probar que eres superior. Se practica en la familia, en la
educación, en todas partes. ¡Y tienes que salir de ese juego!
Como la inmensa mayoría de los hombres, te mueves en un nivel inconsciente,
instintivo. La familia, las instituciones educativas, la política, te dan los medios
para probar que eres superior. Porque en el fondo te sientes inferior. El hombre
instintivo está destinado a sentirse inferior; es inferior. Vivir una vida instintiva
significa vivir en el nivel inferior de la vida.
Todo el mundo se encuentra en una escalera tratando de llegar más alto mientras
otros se dedican a tirar de ellos empujándolos hacia abajo. Aquellos que están
más arriba les intentan empujar para que no puedan llegar a su nivel...
Solo hay que entender toda esta situación en la que todo el mundo se encuentra
atrapado. Solo tienes que observar toda esta situación: “¿Qué ocurre? Aunque
llegues al peldaño más alto de la escalera, ¿qué sentido tiene?” No harás más que
estar allí en lo alto con cara de tonto. Ya no hay ningún otro lugar al que llegar.
Evidentemente, no puedes volver a bajar porque la gente se empezará a burlar de
ti: «¿Dónde vas? ¿Qué te pasa? ¿Te han derrotado?» No puedes bajar pero
tampoco puedes subir porque ya no hay ningún lugar más alto al que llegar, así
que estás en medio del cielo fingiendo que has llegado, que has encontrado el
objetivo de tu vida. Pero tú sabes que no has encontrado nada. No has sido más
que un idiota y has desperdiciado toda tu vida. Ya no hay modo de subir más y, si
bajas, la gente se va a reír de ti.
De modo que aquel que llega a ser presidente de un país o primer ministro, solo
piensa en morirse en ese puesto. Te quedas ahí pegado; solo la muerte te puede
liberar de ese dilema.
Si comprendes el absurdo de esta lucha, por ser superior, abandonas la lucha.
Simplemente dices: «Yo soy yo, no soy ni superior ni inferior.» Si te paras
simplemente a un lado y contemplas todo el espectáculo, entras en el mundo de la
inteligencia y la conciencia.
El mulá Nasruddín se encontraba en la corte de un gran rey. Era el bufón de la
corte. Y dijo algo muy gracioso, pero el rey se sintió ofendido y le dio una sonora
bofetada. Ahora el mulá quería devolvérsela, pero hacerlo era arriesgado, así que
abofeteó al hombre que estaba de pie a su lado. El hombre se quedó sorprendido
y dijo:
–¿Qué haces? Yo no te he hecho nada.
Y el mulá respondió:
–¿A mí qué me dices? Puedes sacudir al que está a tu lado. El mundo es grande;
cuando la bofetada venga de vuelta, ya veremos. Ahora déjala fluir: pásasela al
siguiente.
Eso es en realidad lo que hace la gente. El jefe humilla al marido y cuando este
llega a casa se descarga con su mujer sin razón alguna. O quizá encuentre una
razón, siempre puedes encontrar una razón, es muy fácil encontrarla. Las
verduras tienen demasiada sal, o cualquier otra cosa. ¡Cualquier cosa! El marido
encontrará una razón y estará convencido de que su enojo se debe a esa razón.
La verdad es que está enojado con su jefe; pero ahora proyecta al jefe en su
mujer.
Si la historia sucede en los países de Occidente, la mujer puede también saltar
sobre el marido. En Oriente, la mujer tendrá que esperar a que el hijo venga del
colegio para entonces hacer con él lo que quiso hacer con el marido. La madre
golpeará al niño... porque este ha llegado tarde, ha vuelto a romper la ropa o ha
vuelto a juntarse con malas compañías.
Y ¿qué puede hacer el niño? Meterse en su habitación, golpear o destrozar sus
juguetes. Y así sigue la bola.
Entonces, por favor, aprende a no transferir las cosas; porque si no lo haces, te
pasarás toda la vida transfiriendo. Responsabilízate, asume el problema,
enfréntalo. Responde a la situación, cueste lo que cueste.
El poder en sí es neutral: depende de que el que lo ejerce sea consciente o no.
Aurangzeb, uno de los emperadores musulmanes de la India, era tan impaciente
que no pudo esperar a que su padre muriese o envejeciese para sucederle.
Encarceló a su propio padre y se convirtió en Emperador.
Su padre se había mantenido ocupado toda la vida. Ahora, sentado en su celda,
envió un mensaje a su hijo: «Por lo menos, búscame treinta muchachos para que
yo pueda enseñarles el sagrado Corán».
Y el comentario que Aurangzeb hizo a sus cortesanos es muy significativo. Les
dijo: «Ese viejo no quiere soltar el poder. Ahora ya no es el Emperador. Pero con
esos treinta estudiantes..., enseñándoles el sagrado Corán, ejercerá todo su
poder».
Los psicólogos dicen que las personas que tienen miedo de competir en la vida
pero desean ser poderosos, eligen un camino más simple: se convierten en
maestros de escuela. Niños pequeños... Puedes acosarles, golpearles, a pesar de
que es ilegal; pero sucede por doquier.
El poder en sí, es neutral. En manos de un hombre consciente, es una bendición.
En manos de un hombre inconsciente, es una maldición. Es, pues, la gente la que
tiene que depurarse totalmente de cualquier bajo instinto que tenga oculto, porque
todo el mundo, en algún momento, puede tener algún tipo de poder.
La muerte demostrará que tu poder era solo una apariencia; tu poder es impotente
ante la muerte. Solo aquello que trasciende la muerte es poderoso; todo lo demás
es impotencia. Puede que durante algún tiempo te lo creas, pero la muerte te
mostrará la verdad.

Nuestra sociedad ha sido educada para la ambición y una sociedad ambiciosa no


puede ser otra cosa que corrupta. Si inculcas ambición en todas las personas, no
a todas les será posible satisfacerla. Puedes decir que cualquiera puede ser
Presidente, pero solo uno a la vez puede ser el Presidente. Si “todo el mundo”
puede ser Presidente, ¿por qué no deberías serlo tú? Se desatan las ambiciones y
se emplea todos los medios, incluso los malos medios.
La ambición corrompe, la mente ambiciosa está condenada a ser corrupta. Tu
padre te dice: «Tienes que llegar a ser alguien». Habrá miles como tú que serán
encendidos por la ambición y que fracasarán. Entonces no puedes estar cuerdo:
con tanta tensión, te vuelves loco. O –algo muy similar– te vuelves corrupto:
usarás cualquier medio para alcanzar tu meta.
Es una actitud psicológica contagiosa. Si ves que alguien está usando medios
corruptos, comprendes, que si no los usas también, te quedarás atrás. Así que tú
tienes que usar medios igualmente corruptos. Entonces ocurre que alguien ve que
tú no tienes escrúpulos, así que él tampoco puede tenerlos. Se convierte en un
asunto de supervivencia. Y por ello, la corrupción es una excrecencia natural de
nuestra programación, de nuestra educación, de nuestra cultura.
Pero la complejidad de nuestra estructura social es tal que aquellos que tienen
éxito pueden enmascarar su corrupción. La corrupción solo se ve cuando alguien
fracasa. Si tienes éxito nadie sabrá que has sido corrupto; el éxito lo ocultará todo.
Luego, ¡tienes que tener éxito!
Esta ha sido la verdad a través de la historia. Uno es un ladrón sólo si es un ladrón
pequeño. Si es un gran ladrón, se convierte en un Alejandro Magno, en un
Napoleón, en un héroe. Y la diferencia solo es cuantitativa. Nadie llamaría gran
ladrón a Alejandro Magno, porque la medida de lo valioso es el éxito: cuanto más
éxito tengas, más valioso serás. Los medios solo te cuestionan si fracasas; si es
así, te llamarán corrupto, tonto, estúpido.
Entonces, ¿cómo será posible crear una sociedad incorrupta? Pedir a una persona
que sea moral en esta situación inmoral es pedir algo absurdo. Un individuo no
puede ser moral en una sociedad inmoral. Si intenta ser moral, su moralidad solo
le hará egoísta y el ego es tan inmoral y corrupto como cualquier otra cosa.
Esta situación es una creación humana. Hemos creado una sociedad con una
prisa ciega por la riqueza, por el poder; y luego nos preguntamos por qué hay
corrupción. Donde hay ambición, la lógica consecuencia será la corrupción. No se
puede terminar con la corrupción hasta que toda la estructura básica que la
soporta sea destruida.
Lord Acton dijo: «El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe
absolutamente». No, no es cierto. El poder no corrompe, solo revela la corrupción.
¿Cómo puede corromper el poder? Tú ya eras corrupto, tan solo no existía una
salida para la corrupción. Ya eras horrible, pero permanecías en la oscuridad.
Ahora has salido a la luz, ¿cómo puedes decir que la luz te hace horrible? No, la
luz solo te revela.

Creo que los días de la democracia están contados. Se necesita un nuevo tipo de
sistema, basado en los méritos. Tenemos miles de universidades en todo el
mundo. ¿Por qué permitir a las masas iletradas, ignorantes, escoger a la gente
que va a concentrar un tremendo poder en sus manos durante cinco años? Y
ahora el poder es tal que pueden destruir el mundo entero.
“Meritocracia” significa que solo la gente que ha recibido educación en una
determinada materia podrá emitir su voto sobre esa materia específica. Por
ejemplo, solo los educadores del país eligirían a los representantes del Consejo de
Educación. Y hay miles de estas personas. La persona que se elija para cada
puesto tendría que ser elegida por expertos. Con lo cual se neutralizaría en buena
parte la lacra que representan los aprovechadores, los arribistas, los corruptos, los
mafiosos, los “políticos”.
Los representantes del Consejo de Salud Pública tendrían que ser elegidos solo
por los médicos, cirujanos, expertos en medicina, científicos que trabajan en el
área médica. Entonces estaríamos en manos de la flor y nata de nuestros genios,
y podríamos confiar en ellos para hacer la vida de toda la Humanidad más
apacible, más rica, más gozosa.
A esta idea la llamo “meritocracia”. Una vez que hayas elegido a toda esta gente,
ellos podrán elegir al Presidente y a los Ministros.
Para el Parlamento deberíamos distinguir también graduaciones. Por ejemplo,
para votar, las personas deberían tener como mínimo un título universitario. El
hecho de que tengas veintiún años no significa que seas capaz de elegir a la
persona adecuada. A los veintiún años, no sabes nada de la vida ni de sus
complejidades.
Antes de que se llegue al gobierno mundial, cada nación debería pasar por la
meritocracia. Cuando hayamos saboreado sus frutos, sabremos que todo lo que
ha sucedido hasta ahora ha sido accidental. Tenemos que tomar la decisión de
que el futuro ya no sea accidental. El futuro será creado por nosotros; y ese acto
de crear nuestro mundo habrá de ser la mayor creación posible.
Estoy a favor de un gobierno para el mundo entero. Pues entonces, con una sola
fuerza disuasiva, casi no habría la posibilidad de guerras; no habría necesidad de
mantener a millones de personas en los ejércitos, innecesariamente. Y al
emplearse con fines humanitarios los recursos que ahora se destinan a la
producción de armamento, el impulso de la humanidad iría en una dirección
productiva, creativa; toda la pobreza desaparecería.

EL SENTIDO
La vida parece sumamente fútil y carente de todo significado; pura repetición
mecánica. No paras de hacer las mismas cosas una y otra vez. ¿Para qué? La
angustia viene de que el hombre se siente muy accidental; como si no fuese
importante. Y el hombre no puede vivir a menos que perciba que aporta algo
significativo al mundo, que la existencia le necesita; que no es accidental sino
necesario, que está cumpliendo con algo tremendamente importante. A menos
que uno sienta eso, está perdido.
Los pensadores existencialistas han hecho famosas muchas palabras. Una de
ellas es angustia; la angustia es sufrimiento espiritual. No todo el mundo la siente.
El común de la gente está tan dormida que no siente angustia, sigue haciendo sus
cositas durante toda la vida y se muere. Viven y mueren sin llegar a saber de qué
trata realmente la vida.

La vida es una búsqueda, una constante búsqueda. Hay un deseo profundo de


buscar pero uno no sabe lo que busca. Y es una búsqueda insatisfactoria, porque
todo aquello que obtienes deja de tener importancia en el momento en que lo
alcanzas. Parece irrelevante lo que obtengas o lo que dejes de obtener; la
búsqueda sigue de todos modos.
Hay que entender esta búsqueda, qué es y por qué ocurre. Parece haber una
brecha en el ser humano, en la mente humana. En la estructura misma de la
conciencia humana parece haber un agujero, un agujero negro. Sigues arrojando
cosas al agujero y siguen desapareciendo. Nada parece llenarlo, nada parece
contribuir a la satisfacción. Es una búsqueda afiebrada. Lo buscas en este mundo,
lo buscas en el otro mundo; a veces lo buscas en el dinero, en el poder, en el
prestigio y a veces lo buscas en Dios, en la dicha, en el amor, en la meditación, en
la oración, pero la búsqueda continúa. El ser humano parece haber contraído la
enfermedad de la búsqueda.
Cuando una pregunta llega a ser tan importante para ti que estarías dispuesto a
sacrificar tu vida, de jugar y de apostar todo lo que tienes por saber la respuesta,
te conviertes en un buscador.
iI
La vida es una búsqueda. Pero es una búsqueda insatisfactoria, porque todo
aquello que obtienes deja de tener importancia en el momento en que lo alcanzas.
Parece irrelevante lo que obtengas o lo que dejes de obtener; la búsqueda sigue
de todos modos.
El buscar no te permite estar aquí y ahora, porque el buscar –que es una
proyección y un deseo– siempre te lleva a alguna otra parte. Lo que buscas está
en alguna otra parte, pero nunca aquí y ahora.
Lo curioso es que tanto lo que buscamos como el buscador están dentro; pero
debido a que la luz viene del exterior y también a que todos nuestros sentidos se
proyectan hacia el exterior, el buscador busca afuera.
Solo cuando seas capaz de ajustarte a la luz interior comprenderás que el que
busca es lo buscado. Entonces verás que el tesoro está dentro de ti. Que estabas
buscando en el exterior, pero que el tesoro siempre ha estado dentro de ti.
iI
La enfermedad llamada hombre es el no satisfacerse con nada; esa enfermedad
humana hace que todo lo que alcancemos sea fútil y que sintamos interés por
aquello que aún no hemos conseguido. Para las otras enfermedades los médicos
tienen el remedio, la medicina tiene el remedio; pero para esta particular
enfermedad humana solo la meditación tiene el remedio. La ciencia médica estará
completa el día en que entendamos la parte interna del ser humano y empecemos
a trabajar también con ella, porque la persona enferma interiormente crea mil y
una enfermedades a nivel corporal.
iI
La vida es una búsqueda y no una pregunta; un misterio y no un problema, y la
diferencia es inmensa. El problema ha de ser resuelto, puede ser resuelto y debe
ser resuelto; pero el misterio es insoluble: ha de ser vivido y experimentado. La
pregunta, una vez resuelta, desaparece; para descubrir un misterio tienes que
disolverte en él. El misterio permanece, el que desaparece eres tú. Es un
fenómeno completamente diferente. En filosofía el problema desaparece, pero tú
permaneces; en religión, el misterio permanece y tú desapareces: te evaporas.
El ego está muy interesado en las preguntas y tiene mucho miedo al misterio. Las
preguntas surgen del ego, que juega con ellas y trata de encontrar las respuestas;
pero cada respuesta genera a su vez más preguntas. Es un proceso interminable;
por eso la filosofía no ha llegado ni llegará a ninguna conclusión.
Las preguntas solo son alimento para la mente.
iI
Estás frente a un misterio real, no un acertijo o rompecabezas creado por el
hombre. Si fuera un acertijo creado por el hombre, podría ser respondido, porque
entonces sería un juego, un juego mental: tú creas la pregunta y también la
respuesta. Pero si estás frente a algo que tú no has creado, ¿cómo vas a
resolverlo con tu mente humana? Claro que puedes lanzarte a esa aventura. Es tu
prerrogativa.
Cuando se alcanza una conclusión, la mente se siente a gusto: de ahí que existan
tantas filosofías. Todas las filosofías existen para satisfacer una necesidad: la
mente pregunta y requiere una respuesta. Incluso cuando ésta sea falsa, si es
creativa, imaginativa, servirá; la mente se quedará en paz.

Los grandes valores de la vida –la verdad, el amor, Dios, la oración–, todo lo que
da significado a la vida, todo aquello que hace que la vida merezca la pena, forma
parte de lo incognoscible. Sin su existencia no puede haber asombro en tu
corazón, y sin asombro el corazón deja de ser un corazón.
Por el contrario, la mente es una gran destructora de significado. Al insistir en que
se puede conocer todo, no deja lugar a lo incognoscible. Fíjate la paradoja.
Primero la mente te dice: «¡Conócelo todo!». Pero cuando te acerca a ese
conocimiento te dice: «La vida no tiene sentido».
iI
El pensamiento es un gran falsificador porque el pensamiento es el esfuerzo del
hombre por entender el universo mientras que el amor es el esfuerzo de Dios por
comprender al hombre. Permíteme que te lo repita: cuando tratas de comprender
a Dios, a la existencia, a la verdad, te esfuerzas en que una parte, una minúscula
parte, trate de comprender el todo, el infinito. Es un esfuerzo baldío. Por la misma
naturaleza de las cosas, no puede suceder. El amor es cuando Dios te encuentra;
el amor es la mano de Dios buscándote, tomándote; el amor es cuando tú
permites que Dios te encuentre. Por eso, tú no puedes dirigir al amor. Puedes
manejar la lógica; puedes llegar a ser muy, muy eficiente por lo que a la lógica
concierne, pero en el instante en que el amor surge te vuelves totalmente
ineficiente. Entonces no sabes dónde te encuentras, entonces no sabes qué estás
haciendo, entonces desconoces hacia dónde te estás dirigiendo, entonces no
posees control alguno. La lógica está bajo control; el amor es incontrolable. La
lógica puede ser manipulada; el amor sucede. La lógica te proporciona la
sensación de que eres alguien; el amor te proporciona el sentimiento de no ser
nadie.
Los porqués surgen de la mente. Esta necesita conocer todas las respuestas,
definir, delimitar, analizar, cortar, diseccionar, asesinar el misterio, para decir «esto
es esto», etiquetarlo, para tomar el control, para lograr seguridad, para dominar,
para convertirse en el amo.
La mente siempre se siente incómoda con lo que está vivo, porque lo vivo es
impredecible. La mente tiene miedo a la vida.
iI
Qué puedes hacer? Encuentra la dirección que te produce regocijo. Dirígete hacia
la estrella que hace repicar las campanas de tu corazón. Eres tú el factor decisivo.
¡Nadie más!
iI
Porque el mundo es un juego de Dios, un chiste cósmico. Y a no ser que lo tomes
como un chiste cósmico nunca serás capaz de vislumbrar siquiera su misterio.

La vida es una oportunidad para crear un sentido. No hay, pues, que descubrirlo:
hay que crearlo. La vida no es un rompecabezas que tienes que armar, no es un
enigma que tienes que descifrar. Es una poesía que hay que componer, es una
canción que hay que cantar, es una danza que hay que bailar.
Solo encontrarás el sentido si lo creas; porque, recuérdalo, Dios es creación y solo
aquellos que lo crean lo encuentran.
Cada individuo, creativamente, tiene que dar nacimiento a Dios, al sentido; cada
hombre tiene que quedar preñado de su propia inquietud, alimentarla con su
propia sangre y buscar las repuestas a través de los dolores del parto. Solo
entonces uno lo descubre.
Nadie puede darte el significado de tu vida. Es tu vida y el significado es también
el tuyo. Solo tú puedes encontrarlo. Sólo es accesible a ti. Solamente con el vivir
te será revelado el misterio.
El sentido proviene de lo misterioso, lo incomprensible, lo imprevisto que de
repente llama a nuestra puerta: una rosa que florece repentinamente; un amigo
que llega a nuestra vida de improviso; un amor que florece espontáneamente.
Cuando la vida se convierte en abrirse a la novedad y adentrarse en lo
desconocido, entonces la vida se convierte en una celebración, entonces es como
un río que se dirige hacia el mar. Entonces la vida tiene sentido.

La vida en sí misma no tiene sentido. Solo tiene sentido si puedes embellecer esta
existencia, si puedes llegar a ser una bendición para esta existencia; solo
entonces es significativa la vida. De lo contrario, no tiene sentido. Es como un
lienzo en blanco. Puedes acarrearlo toda la vida y puedes morir envuelto en él,
convertirlo en tu mortaja, pero ¿qué sentido tiene? ¡Pinta algo en él!
El sentido de la vida hay que crearlo; no viene dado. Se te entrega la libertad, se
te entrega la creatividad, se te entrega la vida. Se te entrega todo lo que necesitas
para darle sentido. Se te entregan todos los ingredientes esenciales para darle
sentido; pero el sentido no se te da, el sentido tienes que crearlo tú. Tienes que
convertirte en un creador por derecho propio, tienes que hacerte como Dios.
iI
El ser humano es un animal generador de cuentos y mitos. Crea religiones,
historias sobre la existencia. Desde su origen el ser humano ha creado bellas
mitologías.
Un mito genera sentido. No es más que un bello cuento que nos ayuda a vivir, que
nos ayuda a abrirnos camino por el mundo, que nos brinda un ambiente humano.
De otra forma, el mundo sería frío y pétreo. Los hindúes van a los ríos, al Ganges,
a orar. Es un mito, pues el Ganges es tan solo un río. Pero, por medio del mito el
Ganges se convierte en una madre, y cuando un hindú va al río, se siente
enormemente reconfortado.
La piedra de la Kaaba, en la Meca, no es más que una piedra. Es difícil imaginar lo
que siente un musulmán cuando va a la Kaaba. Lo invade una gran energía. Y no
es que la Kaaba esté actuando, pues no es un mito. Pero cuando el musulmán
besa la piedra, se eleva, no camina en la tierra, se siente transportado a otro
mundo, al de la poesía. Cinco veces cada día, los musulmanes en todo el mundo
rezan, dirigen la mirada hacia la Kaaba, y la Kaaba se convierte así en el centro
del mundo. Es un bello mito. En ese momento el mundo se transforma en poesía.
Los seres humanos dan así sentido a su existencia; de eso tratan los mitos.
Aprende a amar las parábolas, los cuentos, los mitos, pues cuando los amas te
revelan sus misterios. Mucho se esconde en ellos: las cosas más hermosas
descubiertas por la humanidad se oculta en esas parábolas.

La dicha es el resultado de sentirte una unidad orgánica con el universo.


El universo no es un mundo ajeno. No eres un extraño, este universo es tu casa.
Pero a menos que halles tus raíces, tu centro, este universo seguirá siéndote
ajeno, extraño.
Sartre decía que el hombre vive como si le hubiesen arrojado a la tierra. La misma
formulación mostraría que no formas parte del mundo, que has sido obligado sin tu
consentimiento, que no tienes otra alternativa que la angustia.
El hombre religioso, por el contrario, se siente en casa. Siente que ha crecido en el
mundo, que es parte del mundo, una parte orgánica. Realmente, sería mejor decir
que somos el universo que se ha desarrollado en una dimensión particular que
llamamos “humana”.
iI
Tú perteneces aquí! No eres un extranjero. No eres un accidente; eres necesario
intrínsecamente. Recuerda: la gran necesidad en la vida es ser necesitado, y si
puedes sentir que toda la existencia te necesita, te volverás inmensamente feliz.
¡Se encenderá tu alegría! Sentirás la experiencia más significativa, te volverás
extático si puedes sentir que toda la existencia necesita de ti, que serás extrañado,
que si no estuvieras aquí habría un vacío. No eres innecesario, no eres superfluo;
tienes una significación inmensa.
Por lo tanto, ámate a ti mismo. Eres necesario tanto como los árboles, las flores,
los pájaros, el sol, la luna, las estrellas. Tienes que estar aquí y tienes derecho de
ser del modo que eres. Afírmate tal como eres; nunca te sientas culpable.

Sucedió que un hombre, un buscador, se encontró con un hombre por el camino,


el cual le dijo: «Hay un pozo escondido en una cueva. Ve allí y plantéale una
pregunta. Si preguntas con sinceridad, el pozo te responderá. Y esto es un milagro
que solo unos pocos pero grandes buscadores conocen».
El hombre se puso a buscar la cueva. Le fue difícil dar con el pozo, pero, de
alguna manera, se las ingenió. Apoyado en el brocal, preguntó reiteradas veces:
«¿Qué es la vida?»; pero no obtuvo otra respuesta que el eco. Pero el hombre era
realmente sincero y obstinado, y continuó. Se cuenta que durante tres días, estuvo
en ese trance sin darse por vencido.
Entonces el pozo se percató que el hombre era sincero y que no iba a desistir. Así
que el pozo le dijo: «De acuerdo, te haré comprender qué es la vida. Ve al pueblo
más cercano. Visita las tres primeras tiendas, regresa y cuéntame lo que has
visto».
El hombre, asombrado por la respuesta, se fue a la ciudad y visitó las tres
primeras tiendas sin entender nada. En la primera vio a unas personas trabajando
con piezas de metal. En la segunda a otras preparando unas cuerdas. La tercera
era una carpintería. Se preguntó a sí mismo: «¿Es esto la vida?».
Regresó al pozo y le dijo: «¿Qué me quieres decir? visité las tiendas del pueblo. Y
no le encontré sentido a lo que vi».
El pozo le dijo: «Ahora te he enseñado el camino. Recórrelo. Algún día
descubrirás la clave».
El buscador se enfadó y dijo: «¡He sido engañado! ¿Qué he ganado volcando tan
sinceramente mi corazón, durante varios días, ante este pozo?». Y, frustrado, se
alejó.
Al cabo de muchos años de deambular, un día llegó cerca de un jardín. Era una
noche de luna llena y alguien estaba tocando un sitar –instrumento musical indio,
parecido a un laúd–. Se quedó embelesado. Como atraído por un imán, entró en el
jardín. Se sentó allí y se puso a escuchar. A la luz de la luna observó al músico, al
instrumento. Nunca antes había escuchado un instrumento así.
De pronto, cayó en la cuenta que aquellos carpinteros de la tercera tienda habían
estado trabajando en objetos similares, preparando sitares. Y la gente que
laboraba el metal... esas piezas también pertenecían al sitar. Y las cuerdas...
De repente, como si las nubes hubieran desaparecido y hubiera descubierto algo,
se puso a bailar. El músico, sorprendido, dejó de tocar. Pero nadie podía detener
la danza del buscador.
El músico le preguntó: «¿Qué sucede? ¿Qué te está pasando?».
El hombre le dijo: «He comprendido. La vida lo tiene todo y nos entrega todo. Solo
tenemos que entender y hacer las combinaciones necesarias. Todo lo
extraordinario de la vida estaba en tres tiendas, todo estaba allí, todo lo necesario
para tener un sitar estaba allí, pero no había sitar. Todo existía por separado. Solo
se necesitaba ordenarlo. Solamente se requería una síntesis creadora... para que
esta música tan hermosa empezara a brotar. La vida lo tiene todo y nos da todo.
Ahora lo he comprendido.
Tienes todo lo que necesitas. Todo el mundo nace emperador, pero muchos
hombres viven como mendigos.

Te has cuestionado seriamente cuál es el sentido de tu vida? Como todos, has


venido a este mundo con un destino específico; tienes algo que cumplir, tienes
algún mensaje que transmitir, tienes que completar algún trabajo. No estás aquí
accidentalmente sino de una manera muy significativa. Hay un propósito detrás de
ti. La totalidad intenta hacer algo a través de ti.

Vincent van Gogh era enormemente feliz pintando. No vendió ni un solo cuadro,
nadie apreciaba su trabajo, pasaba hambre, se estaba muriendo. Un hermano le
daba una pequeña cantidad de dinero para que, por lo menos, pudiese sobrevivir;
ayunaba cuatro días a la semana, comía tres días a la semana. Tenía que hacerlo
porque, si no, ¿cómo podría comprar los lienzos, las pinturas, los pinceles y pagar
el arrendamiento? Y era inmensamente feliz mientras pintaba.
Murió cuando solo tenía treinta y tres años: se suicidó. Pero su suicidio fue mucho
mejor que tu supuesta vida, porque solo se suicidó cuando había terminado de
pintar aquello que quería pintar. El día que terminó de pintar una puesta de sol,
que había sido su mayor deseo, escribió una carta que decía: «He concluido mi
labor, he cumplido. Me voy de este mundo absolutamente feliz». Se suicidó, pero
yo no lo llamaría suicidio pues vivió con totalidad, quemó la mecha de su vida por
los dos extremos, con una enorme intensidad. Crear era el sentido de su vida, y
como esto estaba cumplido, la vida dejó de tener razón de ser.
Un deseo se convierte en anhelo cuando estás dispuesto a arriesgarlo todo por él.
Un anhelo es superior a la vida... uno puede morir por él.

Solo con la elección comienza lo humano. Tu nacimiento no es algo que hayas


elegido, no tiene nada que ver con tu voluntad, con tu libertad. Al menos en cuanto
a tu nacimiento, te encuentras en la fase de la evolución inconsciente. En realidad,
tu nacimiento no es en absoluto un suceso humano. Es animal en su naturaleza,
porque no lo has elegido. Solo con la elección comienza lo humano. Pero puedes
elegir tu muerte: un acto terminal. De modo que el suicidio resulta ser un acto
claramente humano.

El vacío interior nos obliga a todos a pertenecer a alguien, a algo, a algún dogma,
a algún partido, a alguna nación, a alguna filosofía, a alguna iglesia. Entonces uno
siente: «No estoy solo».
No obstante, si hemos vivido de una manera sana y natural, llegará el día en que
podremos trascender todas las relaciones. Y entonces podremos ser felices solos.
Y la persona que puede ser feliz sola es realmente un individuo. Si tu felicidad
depende de otra persona, eres un esclavo; no eres libre, estás atado. En cambio,
cuando dejas de ser dependiente, y no permites que nadie sea dependiente de ti,
entonces vives desde la libertad, desde la alegría, desde el amor.
La razón del anhelo de amor no es otro que este: te gustaría que alguien se diera
cuenta de que eres una persona, no una cosa. Solamente el amor puede revelarte
tu propio interior, hacerte sentir que tú no eres únicamente eso que se ve desde el
exterior.
A menos que alguien te trate con amor, tu propio interior puede permanecer sin
ser reconocido, sin ser colmado. De allí la necesidad de ser necesitado.
iI
No obstante, nunca seremos realmente felices solo porque alguien nos necesite.
Un hombre que es feliz no depende de los demás. Simplemente es feliz. ¡Sin
causa alguna!
Si hay una causa para la felicidad, entonces debemos ir preparándonos para ser
infelices en algún momento. Estamos justo al límite porque una causa puede
desaparecer. Entonces la felicidad desaparecerá. A menos que seamos
simplemente felices sin ninguna causa, visible o invisible, a menos que seamos
sencillamente felices de forma irracional, ilógica, incongruente, loca, no seremos
felices.

La verdadera clave está en la conciencia:


Lo que principalmente debe concernirte es la conciencia, poner más conciencia.
Porque entonces tu conciencia se ocupará de que todos tus actos sean morales.
Sin ningún esfuerzo tus actos serán morales; exactamente igual que las flores,
que sin hacer nada, sin ningún esfuerzo, florecen a tu alrededor. La moralidad no
es más que la manera de vivir de una persona consciente.
En realidad, necesitas más conciencia, no más educación moral. Sé consciente,
“sé una lámpara para ti mismo”, como decía Gautama el Buda.
Puedes cambiar tus actos a la vista de recompensas o castigos, pero eso no te
hará más consciente. Vuélvete, en cambio, más consciente y tus actos cambiarán.
iI
Recuerda esta valoración. En la moral existe lo bueno y lo malo. En el ser natural
que no juzga, existe solo lo que es sabio y lo que es estúpido. Un hombre natural
es sabio, no bueno. Un hombre que no es natural es estúpido, no malo. No hay
nada malo ni nada bueno. Solo hay lo sabio o natural, y lo estúpido o no natural. Si
eres tonto te dañarás a ti y a los otros. Si eres sabio no causarás daños a los otros
ni a ti mismo.
iI
Los valores te son implantados por la sociedad, como medida de protección, en el
subconsciente; pero no deberán encadenarte. Conforme se desarrolla tu
conciencia, deberás tener la opción de revisarlos, de hacerlos tuyos. Solo la
conciencia puede proporcionarte valores auténticos, individuales.
iI
El subconsciente es creado por la sociedad; es una sociedad dentro de ti. La
sociedad penetra en todo, porque volverse parte de ti es la única forma de
controlarte. La crianza, la educación, los padres, los profesores, las iglesias, ¿qué
es lo que hacen? Crean en ti la mente subconsciente. Te proporcionan
pensamientos, estructuras, ideales, valores. Estos pensamientos pertenecen al
subconsciente. Tienen su utilidad, te permiten moverte con facilidad en el medio
social; pero también son dañinos y constituyen barreras para tu crecimiento.
El subconsciente es el pobre sustituto de la conciencia. Pero, de no existir, la
sociedad estaría indefensa. A menos que el hombre se vuelva totalmente
consciente, la sociedad no puede prescindir del subconsciente.
De modo que debes cargar con valores en el subconsciente, sólo porque no has
desarrollado tu conciencia.
Por ejemplo, si un hombre se vuelve plenamente consciente, no puede ser un
ladrón. Pero el hombre, tal como es, no es consciente en absoluto; por eso la
sociedad ha de crear un sustituto en vez de la conciencia: debe introducir
internamente la fuerte sugestión de que el robar es algo malo, pecaminoso,
maligno, de que no has de ser un ladrón. Esta idea se ha de introducir en lo más
hondo del subconsciente de modo que cuando empiezas a pensar en robar, el
subconsciente emerge y dice: «¡No, esto es pecado!», y te detienes. Es un
sustitutivo social para la conciencia, y a menos que el hombre alcance la
conciencia, la sociedad no puede prescindir del subconsciente porque tiene que
darte ciertas reglas. A menos que seas tan consciente que no necesites reglas, el
subconsciente habrá de ser mantenido. La mente subconsciente no solo controla
el comportamiento social, sino también los instintos internos, en especial los
impulsos sexuales. Y esto es importante porque cuando los niños maduran
sexualmente (alrededor de los 14 años), comienzan a volverse rebeldes; nunca
antes. Cuando un chico alcanza la madurez comienza a rebelarse contra sus
padres, pues con el sexo llega la individualidad. Con el sexo se vuelve realmente
un hombre, nunca antes.
Por eso cada sociedad tiene que crear un subconsciente. Lo cual es un mal
necesario. La sociedad ha de enseñarte muchas cosas, pero éstas no deben
convertirse en grilletes. Esta sociedad será buena si crea un subconsciente del
que, llegado el momento, puedas prescindir fácilmente; y será mala si crea un
subconsciente tal que se vuelva un obstáculo cuando intentes volverte consciente.
Una sociedad mejor proporcionaría a los niños este subconsciente, con una
metodología consciente de cómo deshacerse de él y de cómo liberarse de él
cuando deje de ser necesario. Si abandonas el subconsciente, te volverás
consciente. Y solo la conciencia puede proporcionarte valores auténticos,
individuales.
iI
El moralismo entraña una actitud negativa; y la religiosidad, una actitud positiva.
Una de las cosas más misteriosas de la existencia es que hay algunas cosas
tremendamente importantes de nuestra vida que precisamente no tienen
existencia. Uno tiene que familiarizarse con la naturaleza de la oscuridad, pues es
la misma que la del sueño, la misma que la de la muerte, del miedo y de la
ignorancia.
Lo primero que te será revelado si meditas en la oscuridad es que ella no existe;
está ahí sin ninguna existencia. Es más misteriosa que la luz puesto que no solo
no tiene existencia sino que es precisamente la ausencia de la luz. No hay
oscuridad por ningún lado, es simplemente una ausencia. No existe por sí –no
tiene existencia propia–, significa que la luz no está presente.
La segunda cosa que descubrirás si contemplas la oscuridad es que, puesto que
no es existencia, no puedes hacerle nada. Si tratas de vencerla (por ejemplo,
luchando contra tu propia sombra) serás vencido. ¿Cómo puedes vencer a algo
que no existe? Y si te vence piensas que es algo muy poderoso puesto que te ha
vencido. ¡Esto es absurdo! La oscuridad no tiene poder, te ha vencido tu
estupidez. La estupidez fue empezar a luchar con algo que no existe. Pero
recuerda, tú has estado luchando con muchas cosas que no existen, que son
como la oscuridad.
Toda la moral es una lucha contra la oscuridad, por eso la moral es
incondicionalmente estúpida.
El odio no es real, es solo la ausencia de amor. La ira no es real, es solo la
ausencia de compasión. La ignorancia no es real, es solo la ausencia de
sabiduría. El sexo no es real, es solo la ausencia del celibato natural.
Y toda la moral continúa luchando contra eso que no existe. Un moralista no
puede triunfar; todo su esfuerzo es insensato.
Y esta es la diferencia entre moral y religión: la moral trata de luchar contra la
oscuridad y la religión trata de avivar la luz oculta en el interior. No le importa la
oscuridad, simplemente se afana por descubrir la luz. En cuanto la luz se
enciende, la oscuridad desaparece, no necesitas hacer nada con la oscuridad.
Esta es, pues, la segunda cosa: que nada puede hacerse a la oscuridad
directamente. Si algo quieres hacer con la oscuridad, tendrás que hacer algo con
la luz. Apaga la luz y habrá oscuridad, no la puedes echar fuera. Para llegar a la
oscuridad tienes que pasar por la luz; es un camino indirecto.
La mente está tentada a luchar contra aquello que no existe. Esto es peligroso, no
te dejes tentar; porque se puede disipar tu energía, tu vida, y te puedes disipar tú
mismo. Simplemente observa si algo tiene existencia real o si es solo una
ausencia. Si es una ausencia, no luches, busca aquello de lo cual es la ausencia y
entonces estarás sobre la pista.
El tercer punto acerca de la oscuridad es que está profundamente involucrada en
tu existencia en miles de formas.
Siempre que te enojas tu luz interior se desvanece. De hecho, te enojas porque la
luz se ha desvanecido y la oscuridad ha quedado. Solo puedes enojarte cuando
eres inconsciente; no se puede uno enojar conscientemente. Pruébalo: pierde
conciencia y podrás enojarte, o permanece consciente y entonces no te enojarás.
¿Qué significa el hecho de que no puedas enojarte conscientemente? Significa
que la naturaleza del enojo es como la oscuridad, no puedes tener ambos.
En cuanto tu ser está alerta, despierto, consciente, la oscuridad desaparece
inmediatamente. Tu ser es de la naturaleza de la luz.
Así pues, la oscuridad verdadera proviene del “olvido de ti mismo” (para emplear
la expresión de Gurdjieff), y tu olvido puede atraer la ira, la codicia, la lujuria, el
odio, los celos; ellos no te atacan por propia iniciativa. Recuerda que eres tú el que
los invita. Puedes olvidar que los has invitado; pero puesto que te has olvidado de
ti mismo, cualquier cosa puedes olvidar.
El olvido de ti mismo –la inconciencia– es la verdadera oscuridad. Y en ese olvido
todo sucede: eres como un borracho que se ha olvidado completamente de quién
es y a dónde va. Por eso la enseñanza básica de todas las religiones es la toma
de conciencia de sí mismo. El olvido es la enfermedad, el antídoto es la conciencia
de sí mismo».
iI
Conviene distinguir la moralidad de la religiosidad. La religiosidad es un aroma que
brota de tu interior –tanto si eres cristiano, hindú o musulmán–. Una persona
religiosa simplemente es religiosa. Por el contrario, una persona moral no es solo
moral. Tiene que ser hindú, cristiana, musulmana, budista o comunista, porque la
moralidad se aprende desde fuera. Si naces en un país budista, en una sociedad
budista, aprenderás la moralidad budista. Si naces en un mundo comunista,
aprenderás la moralidad comunista. Aprenderás de los demás, y “tienes” que
hacerlo así, porque todavía no tienes tu propia visión, porque todavía no tienes tus
propias experiencias. Por lo tanto, la moralidad es prestada, social; pertenece a la
multitud.
La verdadera moral proviene de una conciencia alerta.
Cuando no tienes auténtica religiosidad, en ese momento tienes que manejar la
moralidad. Todo el tiempo tienes que estar pensando qué está bien y qué está
mal. ¿Y cómo vas a decidir qué está bien y qué está mal? Porque sucede que, si
no tienes una verdadera religiosidad, no tienes tus propios ojos para ver, no tienes
tu propio corazón para sentir. Estás muerto y apagado. No tienes tu propia
inteligencia para examinar los asuntos; tienes que depender de la mente colectiva
que te rodea.
Una persona moral no es solamente una persona moral. Es, o bien hindú o
cristiana o mahometana o budista, pues la moralidad hay que aprenderla desde
afuera. Y tienes que aprenderla porque no tienes tu propio discernimiento.
Entonces, esa moralidad es prestada.
Una persona religiosa es alguien completamente diferente. Es simplemente
religiosa; no importa que sea hindú ni mahometano ni budista ni cristiano. Tiene la
capacidad de comprender, de percibir los límites del ser humano, los problemas
del ser humano. Tiene la capacidad de perdonar. No será nunca cruel e inhumana,
no puede serlo. Su compasión es infinita.
Ser consciente es ser moral. Todo lo que haces, si lo haces con plena conciencia,
sea lo que sea, no importa lo que sea, independientemente de lo que sea, si lo
haces con plena conciencia es moral. Si lo haces inconscientemente, entonces es
inmoral.
Vive conscientemente, vuélvete más y más consciente. Serás cada vez más moral
y no te convertirás en un moralista. Serás moral, pero no serás un moralista.
iI
Estas son las vías y criterios de cómo uno puede elegir. Si vas por cualquier
camino, con cualquier metodología, y te trae alegría, más sensibilidad, más
atención y un sentimiento de inmenso bienestar, significa que estás en el camino
correcto. Si te vuelve más miserable, más furioso, más ególatra, más egoísta, más
lujurioso, esos son indicios de que vas por un camino erróneo.

Hoy, como nunca antes en la Historia, el hombre debe ser capaz de revisar los
valores, incluso los llamados valores permanentes, que eventualmente pudieran
mantenernos anclados a realidades sico-sociales superadas. Debe tener el coraje
y la inteligencia para crear nuevos valores, sostenidos en los progresos y
descubrimientos de la psicología y de las ciencias en todos los campos del saber.
Solo entonces el hombre podrá continuar su marcha ascendente y su evolución se
verá libre de obstáculos.

Según una vieja historia, un gato tenía aterrorizados a los ratones de la casa,
hasta que finalmente los ratones se reunieron en asamblea y decidieron que
debían hacer algo. Un ratón joven, sin experiencia del mundo, dijo: «Es muy
sencillo. Solo hay que atar un cascabel al cuello del gato de forma que, vaya
donde vaya, nos advertirá y podremos escondernos en nuestros agujeros. Así no
podrá atraparnos». Una solución perfecta. Pero surgió un problema: ¿Quién le
pondría el cascabel al gato? Bueno..., hasta ahora aquí acababa la historia.
Pero el joven ratón agregó: «Yo lo haré. No os preocupéis». Los otros ratones
dijeron sorprendidos: «Pero esta historia viene contándose desde siempre y
siempre termina aquí. Aquí va el punto final. Por tanto, el que diga: “Yo lo haré”
estará alterando la historia».
A lo que el ratoncito contestó: «Ya no es así, porque justo al lado de la casa han
abierto una farmacia. Todo lo que necesitamos son algunas pastillas para dormir
que yo puedo traer y poner en la leche del gato. Vosotros dadme el cascabel y yo
me las arreglaré». ¡Y se las arregló! Solo un par de pastillas para dormir y la
historia cambió. Después de beberse la leche, el gato se quedó profundamente
dormido. Todos celebraron el valor, pero sobre todo el ingenio del ratoncito, que
se había atrevido a enmendarle la plana al autor del famoso cuento.
iI
Lao-tsé, un auténtico rebelde –más auténtico que Gautama Buda y que Mahavira,
debido a que permaneció en el mundo y luchó en el mundo–, vivió de acuerdo a
su propia luz y a sus propios valores, luchando; no escapando. Se transformó en
un hombre tan sabio, que el emperador lo invitó a ser su primer ministro. Él
simplemente rehusó. Dijo: «No funcionará, pues es muy improbable que
lleguemos a las mismas conclusiones respecto a las cosas. Tú vives de acuerdo a
los ideales de tus antepasados, y yo vivo de acuerdo a mi propia conciencia».
Pero el emperador era insistente; no veía el problema.
El primer día que estuvo en la corte, le trajeron a un ladrón; lo habían pillado con
las manos en la masa, robándole al hombre más rico de la capital, y él confesó
que estaba robando. Lao-tsé les dio seis meses de cárcel al rico y al ladrón. El
hombre rico dijo: «¿Qué? ¡Me han robado, soy una víctima, y estoy siendo
castigado! ¿Estás loco o qué? No hay precedente en la historia en que un hombre
al cual se le ha robado sea castigado junto con el ladrón».
Lao-tsé le contestó: «En verdad, a ti se te debería dar más tiempo en la cárcel que
al ladrón; estoy siendo demasiado compasivo, porque tú te has apropiado de todo
el dinero de la ciudad. ¿Tú crees que el dinero viene del cielo? ¿Quién ha
convertido a estas personas en seres tan pobres como para que tengan que
hacerse ladrones? Tú eres responsable. Y este será mi juicio en cada caso de
robo. Ambos deben ir a la cárcel. Tu crimen es mucho más profundo. Su crimen
no es nada. Él es pobre y tú eres el responsable. Y si él estaba robando un poco
de dinero de tus arcas, no es un gran crimen. Ese dinero pertenece a muchos de
los pobres, de quienes los has obtenido. Al enriquecerte más y más, mucha gente
empobreció más y más».
El hombre rico pensó: «Este hombre parece un loco, totalmente loco». Le dijo:
«Quiero ver al emperador». Era tan rico que incluso el emperador le pedía dinero
prestado. Le dijo al emperador lo que había sucedido. Y le sugirió: «Si no sacas a
este hombre de la corte, estarás entre rejas al igual que yo, porque, ¿de dónde
has sacado todos tus tesoros? Si yo soy un criminal, tú eres un criminal mucho
mayor».
El emperador vio la situación, vio la lógica de la situación. Le dijo a Lao-tsé:
«Quizá tenías toda la razón, que sería difícil que llegáramos a las mismas
conclusiones. Estás eximido de tus servicios».
Este hombre era un rebelde, vivía en la sociedad, trabajaba en la sociedad,
luchaba en la sociedad. No estaba reaccionando. No estaba recurriendo a los
precedentes o a los libros de leyes; estaba mirando dentro de sí mismo,
observando la situación. Solo una mente rebelde puede pensar y actuar como él lo
hizo.

Yo veo en muchos fenómenos de desesperación y de violencia el síntoma de una


gran búsqueda, por equivocada que sea. Solo hace falta enfocarla correctamente.
Necesitamos urgentemente el nacimiento de una nueva humanidad.
¿No hay alguna forma de acabar con las miserias y además de que tú puedas vivir
más intensamente? Hay cierto suicidio que puede ayudarte: es el suicidio del ego,
no el tuyo. Deja que muera el ego y entonces observa que con ello todos los
problemas desaparecen. Tú te quedas lleno de dicha, bendito, y cada momento va
abriendo nuevas puertas a nuevos misterios. Cada momento se convierte en un
momento de descubrimiento, y es un proceso que no tiene fin.
¿Por qué habría uno de poner fin a la propia vida cuando la vida ni siquiera ha
sido vivida. Ni siquiera la has probado, no has explorado las multidimensionales
bellezas, gozos y bendiciones de la vida. Naturalmente, tienes miedo. Pero aún
así, sigues intentándolo porque no sabes cómo librarte de todas las miserias. El
suicidio parece ser la manera más simple. Estás en una disyuntiva: la mitad de tu
mente dice: «Suicídate y acaba con todo este sin sentido, ya es suficiente». La
otra parte intenta sabotear tus esfuerzos porque la otra parte quiere vivir; tú no has
vivido todavía.
El suicidio no va a ayudarte. Solo más vida, y una vida más abundante, te
ayudará. Así que esta vez mata al ego y observa cómo sucede el milagro.
Desaparecido el ego ya no hay miseria, no hay angustia ni necesidad de
suicidarse. Desaparecido el ego, todas las puertas que estaban cerradas para el
ego se abren súbitamente y te descubres abierto al sol, a la luna, a las estrellas.

Cuando nace, el hombre es una semilla; puede llegar a ser una flor, puede que no.
Nacer verdaderamente es hacernos conscientes, realizarnos, realizar nuestro
potencial, crecer, volvernos reales, florecer.
Millones de personas deciden no crecer. Permanecen como semillas; permanecen
como potencial, nunca se hacen realidad.
Pero permanecer como semilla es no vivir en absoluto. Es seguro, desde luego. La
muerte es segura; la vida es impredecible, insegura, una aventura. Quien
realmente quiera vivir tiene que arriesgar. La semilla debe realizar un largo viaje y
florecer.
iI
Tendrás que trabajar en ti mismo. Tendrás que aprender a estar en silencio y a
escuchar la pequeña y queda voz interior.
La verdadera conciencia solo llega después de un muy largo peregrinaje hacia
adentro. Vas a tener que transformarte en jardinero de tu propio ser... porque tu
ser es tu jardín. Tu ser es el Jardín del Edén del que se habla en la Biblia. Ese
Jardín del Edén no está en otro lugar o en alguna otra estrella..., está dentro de ti.
Has sido arrojado fuera de él, y has estado corriendo por todas partes, pero nunca
hacia dentro. Cuando vas hacia dentro, “regresas” al Jardín del Edén.
iI
A pesar del largo proceso de la evolución, nuestro crecimiento interior como
especie ha sido hasta hoy casi nulo. Es que, a diferencia del progreso científico,
que es acumulativo, el crecimiento de la conciencia es siempre un acto individual y
solitario. Cada individuo tiene que nacer y crecer espiritualmente por sí mismo.
Podemos advertir un gran desequilibrio entre el desarrollo de lo interno (subjetivo)
y de lo externo (objetivo). Lo externo está más a nuestro alcance, es muchísimo
más manejable. Por ejemplo, un científico –Tomás Alva Edison– descubrió la
forma de aprovechar la electricidad y, a partir de entonces, toda la Humanidad la
utiliza. No es necesario que cada uno tenga que volver a descubrirla. En cambio,
el crecimiento interior es un fenómeno totalmente diferente. Cada individuo tiene
que nacer y crecer espiritualmente por sí mismo.
Por esta razón, todo lo que sucede en el exterior, todo progreso científico, es un
proceso acumulativo. Cada científico se apoya en el trabajo realizado por otros
científicos. Pero la evolución de la conciencia no sigue la misma ley. Cada
individuo tiene que crecer en la conciencia por sí mismo; no puede apoyarse en
las realizaciones de los demás.
Todo lo referente al mundo objetivo se puede compartir, se puede enseñar en las
escuelas, en las universidades.
En cambio, aunque yo pudiera conocer todo lo referente al mundo interior, no te lo
podría entregar. Esta es una de las leyes más fundamentales de la existencia: la
verdad interior tiene que ser descubierta por cada individuo, a través de su propio
esfuerzo. No se puede comprar en el mercado, ni se puede robar. Nadie te la
puede regalar. No es una mercadería. No es materia; es una experiencia
inmaterial.
Y por eso hoy se hace cada vez más evidente y pavoroso el abismo que separa el
crecimiento de la ciencia del crecimiento de la conciencia.
iI
A pesar de los miles de años de “evolución”, el hombre no ha sido afectado de
manera significativa en lo profundo de su ser, en su centro. Esto solo puede
ocurrirle por una “transmutación”, por una conversión cualitativa como cuando el
agua llega a los cien grados y se produce la evaporación. Solo entonces puedes
nacer plenamente, hacerte consciente, solo entonces puedes despertar. Ese
proceso no tiene nada que ver con la especie, es absolutamente personal. Es tu
principal tarea, tienes que darte a luz a ti mismo, tienes que dar el salto.
De modo que, para despertar, no debes esperar que la “evolución” conduzca a los
hombres a una edad dorada. Tal edad dorada no llegará nunca. En cambio,
siempre ha habido algunos hombres de oro, los hay también ahora.
Recuerda: o bien estás dormido, inconsciente; o estás despierto, consciente. Esta
es la única cuestión.
iI
Todo el mensaje de Jesús es un llamado a la conciencia. La gente está ciega,
sorda, muda y muerta, y el toque mágico de Jesús los hace despertar, los hace
ver, los hace entender, los hace “resucitar”, los hace nacer al espíritu, los hace
nacer a la conciencia.
Su mensaje de despedida es el más grande relato de transformación humana en
toda la historia –el relato de cómo Adán se convierte en Cristo, cómo la materia se
vuelve luminosa, cómo lo ordinario se transforma en extraordinario, cómo lo
mundano trasciende al otro mundo, cómo la inconciencia se transmuta en
supraconciencia.
George Gurdjieff solía decir que tú eres una casa en la que nadie conoce al
dueño. En la casa vive mucha gente, hay muchos invitados; pero como nadie sabe
quién es el dueño, todo el mundo piensa que es el dueño. Y quien sea que en
cada momento tome el poder hace el papel de dueño.
Cuando la ira asume el poder, la ira se convierte en el anfitrión. Cuando el amor se
vuelve poderoso, el amor es el anfitrión. Cuando los celos toman el poder, los
celos se adueñan de la casa. Pero hay una lucha constante, porque hay muchos
invitados y todos quieren ser el anfitrión, el dueño de la casa. Y el dueño, o se ha
ido de viaje y no ha regresado, o está durmiendo.
Tu ser está profundamente dormido. De ahí la insistencia de todos los Cristos, los
Krishnas y los Budas: «Despierta, abre tus ojos». Porque si te vuelves consciente,
el dueño aparece. Y en el momento –y esto es lo insólito– en que el dueño
aparece, los usurpadores desaparecen. En el momento en que llega el amo, los
sirvientes se ponen en fila y reconocen su servidumbre. Así que la verdadera
cuestión no es luchar contra la ira, los celos o el odio. La verdadera cuestión es
traer al dueño, despertarle. Una vez que está consciente, cada cual se pone en su
lugar.

El despertar sucede luego de un gran esfuerzo, de un esfuerzo apasionado; pero


ello solo crea la situación para que el nacimiento se produzca. No es como
calentar el agua hasta los cien grados que, entonces, se evapora. No es así. No
es una ley natural, no es como la ley de causa y efecto. Es una ley totalmente
distinta: la ley de la Gracia.
Dios ayuda solamente a aquellos que se ayudan a sí mismos; empieza a trabajar
sobre ti solamente cuanto tú has hecho todo lo que podías hacer.
Te esfuerzas al máximo, llegas a los cien grados, y entonces esperas allí,
expectante, vibrante, confiado, vivo, feliz, en celebración. Y esperas paciente,
amorosamente. Cuando llega el momento oportuno, cuando tu trabajo se ha
completado, entonces la gracia desciende. O bien, puedes decir que asciende,
porque ella proviene de lo más profundo de tu ser. Parece que fuera un descenso
porque hasta ahora no has conocido lo más recóndito de tu ser. Parece como si,
desde algún lugar más elevado que tú, descendiera, pero realmente proviene de
alguna parte de tu interior. Lo interior está también más allá.
El esforzarse al máximo es necesario para alcanzar la gracia, pero lo que ocurre,
ocurre únicamente por la gracia. Es una paradoja, y debido a ella miles se
extravían.
iI
La transformación solamente ocurre cuando pones toda tu energía en ello.
Cuando hierves a cien grados, entonces te evaporas, entonces se produce el
cambio alquímico. Entonces empiezas a ascender. El agua fluye hacia abajo, pero
el vapor asciende a lo alto. Aquí ocurre exactamente lo mismo: la inconciencia va
hacia abajo, la conciencia va hacia arriba.
Hacia arriba es sinónimo de hacia dentro, y hacia abajo es sinónimo de hacia
fuera. La conciencia va hacia dentro, la inconciencia va hacia fuera. La
inconciencia hace que te enfoques en lo otro: otras cosas, otras personas, pero
siempre otros. La inconciencia te mantiene en una completa oscuridad, tus ojos
siguen enfocando otras cosas. Te hace extrovertido. La conciencia, en cambio,
crea interioridad, te hace introvertido, te lleva hacia dentro, cada vez a mayor
profundidad.
Y más profundidad significa también más altura; las dos crecen a la vez, como
crecen los árboles. Tú sólo los ves creciendo hacia arriba, no ves las raíces que
crecen hacia abajo. Pero primero las raíces tienen que crecer hacia abajo; solo
entonces puede el árbol crecer hacia arriba. Si un árbol quiere llegar hasta el cielo,
tendrá que enviar raíces hasta el fondo mismo, a la mayor profundidad posible. El
árbol crece simultáneamente en las dos direcciones. Exactamente del mismo
modo crece la conciencia. Hacia arriba... hacia dentro, hundiendo sus raíces en tu
ser.
iI
Y por ello, solo existe un pecado: la inconciencia. El significado original de la
palabra pecar es faltar. No significa hacer algo que está mal, significa simplemente
faltar, estar ausente. La raíz hebrea de la palabra pecado significa faltar. Faltar
significa no estar ahí, hacer algo sin estar presente: este es el único pecado. ¿Y la
única virtud? Estar completamente consciente cuando haces algo. Lo que Gurdjieff
llama “recordarse uno mismo”, lo que Buda llama estar correctamente atento, lo
que Krishnamurti llama conciencia, lo que Kabir ha llamado surati. ¡Estar ahí! Eso
es lo único que falta, y nada más.

Si vas por cualquier camino, con cualquier metodología, y te trae alegría, más
sensibilidad, más atención y un sentimiento de inmenso bienestar, significa que
estás en el camino correcto.
La religión esencial es el camino a la armonía, a la paz y al gozo. Todo lo que te
produzca alegría y felicidad verdadera será virtuoso; y todo lo que te produzca
tristeza, infelicidad o miseria será un pecado.
iI
Hallaremos la verdadera vida buscando la dicha sin reparos. Aprende a fluir con la
vida. Vívela, ámala y disfrútala. Cualesquiera que sean los instintos que Dios te ha
dado, ellos son solo una ayuda para que te muevas, busques y descubras tu
plenitud.
Pero esta vida no lo es todo, hay una vida mayor oculta. Pero descubrirás esa vida
mayor yendo en contra de esta vida. Tendrás que descubrir esa vida mayor
buscando la dicha sin reparos en esta.

LA SOLEDAD
Naciste solo, morirás solo. Entre esas dos soledades puedes engañarte a ti mismo
con la falacia de que no estás solo, que tienes una mujer, o un marido, hijos,
amigos, dinero, poder. Sin embargo, entre esas dos soledades, estás solo. Lo
único que hacen todas esas cosas es mantenerte ocupado para que no te des
cuenta de ello.
iI
La gente que tiene miedo a estar sola busca compañía durante las veinticuatro
horas del día; quieren encontrarse con sus amigos, ir a algún centro de reuniones
o cualquier otra cosa. Y si no encuentran a nadie, empezarán a leer el periódico o
escucharán la radio. En los últimos cincuenta años, los hombres han inventado
más entretenimientos para escaparse de sí mismos que en todo el resto de la
historia. El cine, la radio y la televisión, la telefonía, la computación son formas de
huir de sí mismos. Desde que se levantan por la mañana hasta que se acuestan,
usan toda clase de métodos para no tener que enfrentarse consigo mismos.
Y luego, los fines de semana, la gente corre hacia las playas, parachoques contra
parachoques, kilómetros y kilómetros de caravana. Si les preguntas adónde van,
te dirán que «se alejan de la multitud», pero ¡la multitud va con ellos! Van
buscando un sitio solitario, tranquilo... ¡todos juntos!

Estar solo es la única verdadera revolución, la de una flexión voluntaria hacia


dentro.
Tu soledad debe ser motivo de alegría. No quiere decir que te falte alguien sino
que te has encontrado a ti mismo. Descubrirse a uno mismo es el mayor
descubrimiento en la vida del hombre.
iI
La soledad es la experiencia más hermosa, el tesoro más glorioso que tienes, pero
nunca lo has explorado, porque nunca te has amado a ti mismo. Nadie te ha
hecho ver que eso es lo primordial, que olvidarse de uno mismo es el único
pecado en el mundo, que empezar por amarse uno mismo es la única virtud.
iI
A pesar de lo que digan los diccionarios, la “solitud” (sentirse solitario) y la soledad
no son sinónimos. No es una cuestión de lenguaje; es algo existencial. Sentirse
solitario es negativo, te falta algo; la soledad es positiva, has encontrado algo.
iI
Estar solo, estar con uno mismo, es una hermosa experiencia de libertad. Lo que
está ahí no es la ausencia del otro. Ahora no necesitas de nadie. Tú estás ahí, te
has encontrado contigo mismo, es un fenómeno positivo. Entonces estás como
una cumbre, sin echar de menos a nadie. Cuando estás solo eres rico, eres un
emperador.
Por el contrario, sentirte solo y triste es la soledad mala, la soledad del solitario. Te
gustaría que el otro estuviese aquí, pero no está y le echas de menos. Cuando te
sientes solo, eres un mendigo; tu corazón es una escudilla.
iI
Es mi propia experiencia la que me dice que no hay dicha más grande que la de
estar solo; la dicha del amor es secundaria. Y la dicha del amor es posible
solamente si has conocido la dicha del estar solo, porque solamente entonces
tienes algo para compartir.
iI
Uno de los dichos más grandes de Lao-Tsé es: «La compañía más hermosa es
cuando puedes estar con alguien como si estuvieras solo». Observa el
entendimiento de Lao-Tsé; cuando puedes estar con alguien como si estuvieras
solo; cuando te permite tanto silencio y tanta libertad que estás totalmente solo,
como si estuvieras realmente solo. La presencia del otro no es un obstáculo. Su
presencia, en realidad, aumenta tu soledad, enriquece tu soledad.
iI
Quién está solo? Aquel para el que ha desaparecido la necesidad de ser
necesitado; aquel que está completamente satisfecho consigo mismo tal como es.
Aquel que no necesita a nadie que le diga: «Tú eres importante». Su importancia
está asentada en su propio ser; no es algo que proceda de los demás. No es un
mendigo que pida nada y puede vivir solo consigo mismo.

Sentirte solo y triste” es la soledad mala, la soledad del solitario. Cuando te sientes
solo, eres un mendigo; tu corazón es una escudilla.
iI
Sartre dijo: «El infierno son los otros». Pero no nos dejemos impresionar por esta
frase. Que el otro sea el infierno o el cielo depende de si fluye o no fluye el amor.
Cuando el amor no fluye entre dos personas, el otro es el infierno; pero cuando el
amor fluye, el otro es el cielo.

Dos seres incapaces de apreciar la soledad, que se aferran el uno al otro, no


pueden ser dichosos.
Un cazador se perdió en la jungla. Por tres días no pudo encontrar a nadie en el
camino para salir de la selva y cada día sentía más y más miedo, tres días sin
alimento y tres días de un miedo constante de animales salvajes. Durante tres
días no pudo dormir; se quedaba despierto en un árbol, temiendo ser atacado.
Había serpientes, había leones, había insectos peligrosos.
El cuarto día, temprano por la mañana, vio a un hombre sentado debajo de un
árbol. ¿Puedes imaginar su alegría? Corrió, abrazó al hombre y le dijo: «¡Qué
inmensa alegría!» Y el otro hombre lo abrazó, y ambos estaban inmensamente
felices. Y luego se preguntaron el uno al otro: «¿Tenemos algún motivo para estar
tan felices?». Entonces uno resumió así la situación: «Igual que tú, yo estaba
perdido y esperando encontrar a alguien. Pero si los dos estamos perdidos
nuestra alegría es sencillamente tonta. ¡Sucede que ahora estamos perdidos
juntos!».
Eso es lo que sucede: estás solo, el otro está solo, ahora se encuentran. Primero
la luna de miel: ese éxtasis de que te has encontrado con el otro, de que ahora no
estarás más solo. Pero tres días más tarde, o si eres lo suficientemente
inteligente, tres horas más tarde... surgirá la pregunta: «¿Qué estamos tratando de
hacer?». Nada va a suceder. El otro está tan solo como yo. Ahora solo tendremos
una yuxtaposición de soledades. Dos mendigos extendiendo su cuenco...
iI
Atrevámonos a transformar nuestro miedo a la soledad, nuestra falta de amor a
nosotros mismos, en paz, gozo y posibilidad de compartir.
Cuando no puedes estar solo, silencioso, eso significa que tienes miedo de tu
soledad y quieres llenarla con alguien. Simulas. La otra persona también está
haciendo lo mismo contigo, no puede estar sola. Así que, dos personas que no
pueden estar solas, intentan estar juntas; esto será ahora algo desdichado, un
infierno. Si no puedes amarte a ti mismo en tu soledad, ¿cómo va a amarte la otra
persona? ¿Cómo puedes esperar que alguien te ame si tú no puedes amarte a ti
mismo? Si estás tan harto de tu soledad, tarde o temprano el otro también se
hartará de tu soledad. No puedes llenarla, es algo que no puede ser llenado.
Es algo que existe como parte de tu ser, no puedes llenarlo, tiene que permanecer
vacío. Así que, lo primero es entrar en sintonía con ese vacío, permitirlo, vivirlo. No
lo suprimas y no te escapes; siéntelo y disfrútalo, y poco a poco comprenderás su
belleza. Una vez que conoces la belleza de tu soledad, se convierte en otro tipo de
soledad. Entonces ya no estás vacío. Entonces se transforma en paz. Entonces
eres feliz contigo mismo. Ahora, por primera vez, te aceptas plenamente, aceptas
todos los opuestos. Ahora puedes enamorarte. Porque ahora puedes compartir tu
ser y también tu no ser, tus lados oscuros y tus lados brillantes; puedes compartir
tu integridad.
Este amor no será posesivo, porque ambos estaréis listos para estar solos en
cualquier momento. En realidad, habéis descubierto que podéis ser felices al estar
solos y al estar juntos. Las dos cosas están bien. Sea cual sea el caso, os sentís
felices. Ahora tu felicidad no puede ser destruida; el otro puede disfrutarla y
compartirla, pero no puede destruirla.
Ahora sabes que cuanto más compartes tu felicidad, más crece dentro de ti. Ahora
ya no tienes miedo a la soledad, porque has descubierto que es el espacio interno
desde el cual puedes crecer. Sabes que la soledad es tu santuario interno, tu
auténtico templo.
iI
Estar solo puede ser muy arduo.
Cuando un místico sufí fue con su Maestro, renunciando al mundo, su familia,
amigos y el pueblo entero vinieron para verlo partir. Tal vez no volverían a verlo. Él
salía a un largo peregrinaje para encontrar un Maestro. Con los ojos llenos de
lágrimas trató de consolarles y les dijo: «Ahora deben volver, esta es la frontera de
nuestra ciudad, el río; déjenme solo, les ruego que no me demoren».
Llegó a las montañas y cuando entró a la cueva de su Maestro, este lo miró y dijo:
«Puedes entrar, pero solo». Él miró para ambos lados, pero no había nadie más.
Dijo: «Estoy solo». El Maestro dijo: «No mires a los costados. Mira hacia adentro.
Puedo ver una multitud, la multitud de tus amigos, tus parientes, tu familia, tus
vecinos, y están con los ojos llenos de lágrimas. Déjalos afuera. Hasta que no
estés solo, no entres. Porque yo sólo puedo tratar con individuos, no con
muchedumbres, no con multitudes».
El hombre cerró sus ojos y se sorprendió: todas las personas que había dejado
atrás estaban aún en su mente, sus memorias, sus imágenes; salió y tuvo que
permanecer afuera durante tres meses, sentado al lado de la puerta donde los
visitantes solían dejar sus zapatos. No teniendo otra cosa que hacer, solía
lustrarles los zapatos mientras ellos se encontraban con el Maestro.
Pero su deseo y anhelo eran sinceros. Lustrando los zapatos de los visitantes
durante tres meses, poco a poco, la multitud que le acompañaba se dispersó, y un
día, el Maestro salió, le tomó la mano entre sus manos y lo invitó a entrar. El
Maestro dijo: «Ahora no hace falta que esperes afuera. Ahora estás solo y nuestro
trabajo puede comenzar».
Aprende a ser feliz cuando estés solo, y a mantener esa felicidad cuando estés en
el mundo. Tu alegría, tu placer, tu éxtasis, no deben depender de ningún
condicionamiento externo.
Mucha gente siente que es feliz cuando se encuentra con amigos; y entonces,
cuando está sola, se aburre, se siente triste y corre a buscar al otro. Estas
personas son extrovertidas. El tipo opuesto es el de las personas introvertidas. Se
sienten felices estando solas, y se fastidian cuando se encuentran con alguien.
Ambos son esclavos de su tipo. El tipo es una esclavitud. Deberías liberarte del
tipo. No debes ser ni extrovertido ni introvertido, sino ambas cosas a la vez.
¿Cómo hacer? Sentado, en silencio, siente cuál es tu cualidad interior. Entonces,
comprométete en actividades conservando dentro esa característica. Para ti, esto
será el sadhana, la disciplina interior: moverte de un polo al opuesto todo lo
posible, tratando de llevar contigo tu integridad interior. Te extraviarás muchas
veces, pero cuando por primera vez puedas transportarte al polo opuesto, te
habrás transformado en el amo. Ese es el arte.
Si el silencio, el desierto y las montañas pueden ser atractivos, ¿por qué no las
personas?
Si puedes transportar el rasgo gozoso de la soledad a la sociedad, de repente
tomarás conciencia de un nuevo fenómeno: que la sociedad te ayuda a estar solo,
y que estar solo te ayuda a relacionarte profundamente con la gente. Un hombre
que nunca ha vivido en soledad no puede relacionarse en profundidad. Y una
persona que nunca ha vivido en sociedad no puede conocer el placer de la
soledad.
Una persona que nació y creció en un paraje solitario, posiblemente no podrá
apreciar ni gozar su soledad; probablemente se tornará aburrido y estúpido.
Muchas personas que han nacido y viven en los Himalayas, ni siquiera tienen
conciencia de que existe el silencio. ¿Cómo podrían disfrutarlo? Es necesaria la
oposición para sentir. El día es hermoso porque existe la noche. La vida es
hermosa porque está la muerte. El amor es una energía expansiva porque está el
miedo.
iI
El silencio no está contra el ruido. El silencio puede existir en el ruido. De hecho,
solo cuando existe en el ruido es un silencio real. El silencio que sientes en el
Himalaya “no es tuyo”; pertenece al Himalaya. Pero si en la plaza del mercado
puedes sentir el silencio, si puedes estar allí absolutamente cómodo y relajado, “es
tuyo”. Entonces tienes un Himalaya en el corazón, ¡y eso es lo verdadero!
iI
Es muy fácil irse a los Himalayas y permanecer incorrupto. ¡Muy fácil! Porque,
¿quién va a haber allí para corromperte? Si vives en las montañas puedes volverte
inocente, pero esa inocencia puede ser solo una apariencia.
Vuelve al mundo: la prueba está en el mercado. Allí descubrirás si te has vuelto
realmente inocente, porque cuando surja la oportunidad de ser corrompido,
solamente entonces serás capaz de saber si eres o no aún corruptible.
Sócrates vivió toda su vida en Atenas; vivió y murió allí, entre la gente. No fue un
escapista. Vivió entre la gente, desarrolló una extraordinaria inteligencia y
aprendió a permanecer incorrupto.
Vivir con una esposa, con los hijos, trabajar, estar en el mundo y sentirse feliz es
la verdadera dificultad. En cambio, abandonarlo todo y sentarse bajo un árbol y
sentirse feliz no es difícil.
Si no sientes ira cuando estás solo, no tienes ningún mérito. Cuando estás solo no
sentirás ira, porque la ira se origina en una relación, requiere de alguien con quien
estar enfadado. A no ser que estés loco, no sentirás ira estando solo. Cuando hay
otro, entonces, la cuestión es no enfadarse.
Cuando no tienes nada, ¿cuál es la dificultad en desapegarse? Pero cuando
tienes de todo y permaneces desapegado –un mendigo en el palacio– entonces se
ha logrado algo muy profundo.
Todo lo que es verdadero, bello y bueno existe en forma de paradoja. Viviendo
con los demás, y sin embargo manteniéndose solo; estando en el mundo, pero no
perteneciendo a él. Esa es la paradoja.
iI
En el momento en que aceptas tu completa soledad te conviertes en un Yogi y
trasciendes la sociedad. Eso es lo único que significa abandonar la sociedad
(porque nadie puede abandonar la sociedad) donde sea que vayas.
Cuando dos personas van por un camino, no van como “dos”, van como “una +
una”; son dos soledades caminando. Puede que haya cinco miembros de una
familia viviendo juntos: son cinco soledades viviendo en la misma casa. Así que,
vive en una familia, pero sabiendo que estás solo.
En el momento en que comprendes tu soledad, te vuelves compasivo y solidario
hacia los demás y su soledad.
Cuando uno ha comenzado a vivir consigo mismo, puede vivir solo pero no se
sentirá solo. No se irá a las montañas, no se irá a una cueva, porque ahora sabe
que donde sea que esté, aún entre el bullicio del mercado, aún entre la
muchedumbre, él estará solo. Ahora todos le parecen diferentes; ¡todos están
solos! Después viene la compasión, la compasión por la total soledad de todo el
mundo.
No se va a la soledad para quedarse en ella: se va para regresar de ella más
abierto y abundante en cosas que dar y que ofrecer!
Un sugestivo texto de Friedrich Nietzsche recrea así el descenso del místico persa
Zarathustra, desde las alturas al mercado:
«Cuando Zarathustra tenía treinta años se alejó de su patria y del lago de su
patria, y se fue a la montaña. Diez años gozó allí de su espíritu y de su soledad sin
cansarse. Pero variaron sus sentimientos, y una mañana, levantándose con la
aurora, se puso delante del sol y le habló así: “Gran astro! ¿Qué sería de tu
felicidad si faltasen aquellos a quienes iluminas? Diez años hace que vienes hacia
mi caverna; y sin mí, sin mi águila y mi serpiente, te habrías cansado de tu luz y de
este camino. Pero nosotros te esperábamos todas las mañanas, te tomábamos lo
superfluo y te bendecíamos. Mira: estoy hastiado de mi sabiduría, como la abeja
que ha acumulado demasiada miel. Necesito manos que se alarguen para
tomarla. Quisiera dar y repartir hasta que los sabios vuelvan a gozar de su locura y
los pobres de su riqueza. Por eso debo bajar a las profundidades como tú por la
noche, astro exuberante de riqueza, cuando transpones el mar para llevar su luz al
mundo inferior. Como tú, debo “descender”, según dicen los hombres, hacia
quienes quiero dirigirme. ¡Bendíceme, por tanto, ojo apacible, que puedes ver sin
envidia hasta una felicidad demasiado grande! ¡Bendice la copa que quiere
desbordarse, para que fluyan de ella las doradas aguas, llevando a todos lados el
reflejo de tu alegría! ¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo y Zarathustra
quiere volver a hacerse hombre.” ...Así empezó el descenso de Zarathustra».

ENTREGÁNDOSE A LO QUE ES
Hay tres sutras
que son básicos
para la transformación
de la vida,
que son supremos
en cierto modo.
1. Mata la Ambición
Totalmente.
2. Mata el Deseo
por la vida
3. Mata el deseo por
la comodidad

Mata la Ambición Totalmente.

A menos que se mate la ambición, permanecerás en desgracia. La ambición es la


fuente de todas las desgracias. ¿Qué es la ambición? “A” quiere ser “B”, el pobre
quiere ser rico, el feo quiere ser hermoso. Todos anhelan ser algún otro, algo
diferente de lo que son. Nadie está contento consigo mismo. A eso se llama
ambición.
No estás contento con lo que eres. Esto es ambición. Entonces tendrás que estar
en desgracia, porque no podrás ser ninguna otra cosa. Sólo puedes ser tú mismo;
nada más es posible. Todo lo demás es simplemente inútil, dañino, peligroso.
Puedes desperdiciar toda tu vida, toda tu existencia.
Lo que sea que eres, lo eres. Acéptalo; no desees ser diferente. Esto es lo que
significa la no-ambición. La no-ambición es básica para toda transformación
espiritual, porque una vez que te aceptas a ti mismo, muchas cosas comienzan a
suceder. Pero la primera cosa... Si te aceptas a ti mismo totalmente, lo primero
que te ocurre es una vida no-tensa. No hay tensión. No quieres ser ningún otro; no
hay ningún sitio donde ir. Entonces puedes estar en el aquí y en el ahora. No hay
comparación. Tú mismo eres único. Ya no piensas más en función de los demás.
Entonces no hay futuro. La ambición necesita el futuro, necesita espacio para
crecer. No puede crecer en el aquí y en el ahora; no hay espacio. Este momento
es tan pequeño, tan atómico. La ambición necesita el futuro; y cuanto mayor sea la
ambición, mayor será el futuro que sea necesario.
Si tu ambición es tan grande que no puede ser satisfecha en esta vida, entonces
crearás un más allá. Crearás un cielo, crearás el moksha, crearás el concepto de
la reencarnación. No estoy diciendo que no haya reencarnación, estoy diciendo
que tú crees en la reencarnación, no porque sea un hecho, sino porque tu
ambición es tan grande que no puede ser satisfecha en una sola vida. Tu creencia
en la reencarnación, en el renacimiento, no es porque sea un hecho; es por tu
ambición y deseo. La reencarnación puede ser un hecho, pero para ti es solo una
ficción. Para ti es solo asunto del futuro, de más espacio en el cual te puedas
mover.
Recuérdalo, no puedes ser ambicioso en el momento presente. Es imposible. No
hay espacio. El momento presente es tan atómico, tan pequeño, que no te puedes
mover en él. Puedes estar en él, pero no puedes desear estando en él. Es
suficientemente grande para estar en él, pero no es suficientemente grande para
desear. Para desear necesitas futuro, tiempo. Realmente, el tiempo existe a causa
del deseo. Para los árboles aquí, no hay tiempo. Para los pájaros cantando aquí,
no hay tiempo. Para las estrellas, para el sol y para la tierra, no hay tiempo. El
tiempo existe por el deseo humano. Si la humanidad no estuviera en esta tierra, no
habría tiempo; no habría pasado ni futuro.
Tu deseo crea el futuro. Tu memoria crea el pasado. Ambos son parte de tu
mente. No desees y el futuro desaparece. Y cuando no hay futuro, ¿cómo podrás
estar tenso? ¿Cómo? No hay posibilidad de estar tenso si no hay futuro. Y si no
hay pasado –si sabes que es simplemente la memoria, el polvo recogido en el
camino– ¿cómo podrá haber alguna ansiedad? Con el pasado entra la ansiedad.
Y con el futuro –los planes, la imaginación, las proyecciones– existe la tensión.
Cuando cae el pasado y el futuro no está abierto, estás en el aquí/ahora. Sin
ansiedad, sin tensión, sin angustia.
No-ambición significa aceptarte a ti mismo tal como eres. Pero eso no significa
que no exista la posibilidad de crecimiento. Al contrario, cuando te aceptas a ti
mismo tal como eres, la transformación comienza. Comienzas a crecer, pero la
dimensión difiere. Entonces la dimensión no es en el futuro sino en lo eternal.
Date cuenta bien de la diferencia. Puedes moverte de dos maneras. Si te mueves
en el futuro, te estás moviendo en la mente: una ficción, un mundo de sueños. Si
no te mueves en el futuro, entonces una dimensión diferente se abre para ti desde
este mismo momento. Te estás moviendo en lo eternal. Lo eternal está escondido
en el momento. Si puedes estar aquí ahora mismo, en el momento, has entrado en
lo eternal. Si continúas pensando en el futuro y en el pasado, estás viviendo en lo
temporal. Lo temporal es el mundo y lo eternal es nirvana.
Se ha reportado que Buddha solía decir repetidamente que si podías estar en el
ahora, no había necesidad de ninguna técnica para meditar. Era suficiente, hará
todo lo que es necesario. ¿Pero cómo puedes estar en el ahora si eres ambicioso?
La mente ambiciosa no puede estar en el ahora. Puede estar en cualquier otra
parte pero no puede estar en el ahora. La mente ambiciosa siempre se mueve
lejos del presente. Está pensando en aquello que va a venir; está pensando en el
mañana. Está pensando en la otra vida; no está interesada en la vida que está
aquí. Está interesada en algo que debería ser. No está interesada en lo que “es”;
siempre está interesada en lo que “debería”, en el “debería”. Ese interés no es
religioso. Una mente religiosa, una conciencia religiosa, está interesada en la
existencia tal como es. El primer sutra es Mata la ambición totalmente para que
puedas estar en el aquí y el ahora, para que puedas entrar en lo eternal.
Mata el Deseo por la Vida.
Las leyes de la vida son muy paradójicas. Si deseas la vida, la perderás. Esa es la
manera más segura de perderla. Si deseas la vida, la perderás; pero si no la
deseas, te sucederá una vida abundante.
A través del deseo, vas contra la vida. Parece paradójico. Lo es. Esta ley
paradójica tiene que ser entendida profundamente.
¿Por qué sucede que cuando deseas la vida, la pierdes? ¿Por qué? No debería
ser así. Lógicamente, matemáticamente, no debería ser así. Si alguien desea la
vida, ¿por qué va a perderla? El mecanismo es tal que cuando tú deseas, de
nuevo te has ido hacia el futuro. ¡Y la vida está aquí! La vida ya es el caso -¿cómo
puedes desearla? Solo aquello que no es, puede ser deseado. Y la vida lo es.
¿Cómo puedes desearla? Ya está; ya está sucediendo. Tú eres vida.
Si deseas la vida, la perderás. Por medio del deseo, te estás alejando de la vida.
Todo deseo te lleva más lejos y más lejos. Por eso es que hay tanta insistencia en
el estado del no-deseo. No es que Buddha o todos aquellos que hablan del estado
del no-deseo, estén contra la vida. Realmente, al contrario, están a favor de la
vida. Pero dicen: “No desees”, y a nosotros nos parece como si estuvieran contra
la vida, que negaran la vida. No lo están.
Estamos perdiendo la vida a causa del deseo. Por eso es que Buddha dice: “No
desees”. ¿Qué sucede si no deseas? La vida te sucederá. Ya te está sucediendo,
pero no puedes verla porque tus ojos se han fijado en el futuro. Estás en alguna
otra parte; tu mente no está aquí. La vida está aquí y tú no estás aquí, así que el
encuentro se ha hecho imposible. Entonces ansiarás la vida, desearás la vida,
pero irás perdiéndola.
Permite que la vida te suceda. ¿Cómo puede suceder eso? Estando alerta aquí.
Sin tener el deseo de estar en alguna otra parte.
Desde el momento en que comienzas a desear la vida, te vuelves temeroso de la
muerte. Tiene que ser así, porque el deseo por la vida crea el temor a la muerte.
No hay muerte. En realidad nada muere; nada puede morir; es imposible. La
muerte nunca ocurre; no existe la muerte. Entonces, ¿por qué sentimos tanto por
la muerte?, ¿y por qué tenemos miedo de ella? ¿Por qué tenemos temor de algo
que no existe?
Tenemos temor de la muerte a causa de nuestro deseo por la vida. El deseo por la
vida crea un temor como reacción: el temor a la muerte. Nosotros no conocemos
la vida, pero deseamos la vida. Entonces el temor viene cuando creemos que la
vida va a ser destruida.
Vemos que la muerte ocurre... que alguien muere. ¿Has observado alguna vez el
hecho de que siempre es algún otro el que muere, nunca tú? Siempre es algún
otro. Ves la muerte desde afuera; no la has visto desde adentro. Ves morir a
alguien, pero no sabes lo que le está sucediendo en su núcleo más interno.
Simplemente sabes lo que está sucediendo en la periferia. La periferia ha muerto;
ya no más está viva, el hombre no puede respirar. ¿Pero qué es lo que le ha
sucedido en el núcleo, en el mismo ser, en el centro? Eso no lo sabes.
Nadie ha presenciado la muerte. Y nadie puede, porque hay una sola manera de
presenciarla: si entras en tu propio núcleo más interno y la presencias desde ahí.
Pero la muerte nunca sucede ahí. Por eso es que un Buddha se ríe de la muerte,
un Krishna se ríe.
Krishna le dice a Arjuna en el Gita: “No tengas temor. No pienses que alguien vaya
a morir”. Nadie muere; no puedes matar a nadie. Es imposible. En este mundo
nada puede ser destruido, ni siquiera un microorganismo puede ser destruido. La
destrucción no es posible; solo el cambio es posible.
La vida continúa fluyendo. Una ola muere (parece morir) y luego surge otra ola.
Solo las formas desaparecen y nuevas formas aparecen, pero nada muere y nada
nace.
Si nada muere, entonces nada nace, porque la muerte es posible solo si algo
nace. El nacimiento y la muerte son dos falacias. Tú exististe antes de tu
nacimiento -de otro modo el nacimiento no habría sido posible- y tú continuarás
existiendo después de tu muerte -de otro modo no sería posible que estés aquí y
ahora. Pero el deseo de aferrarse a la vida crea el temor a la muerte.
Si dejas de desear la vida, el temor a la muerte desaparece inmediatamente. Y
cuando el temor a la muerte desaparece, podrás saber lo que es la vida. Una
mente que está temblando de miedo y angustia no podrá conocerla. Para conocer
es necesario una conciencia muy tranquila, sin temor, sin miedo.
El deseo por la vida significa temor a la muerte. El sutra dice: “Mata el deseo por la
vida para que el temor a la muerte desaparezca”. Y cuando no hay muerte, y no
hay apego a la vida, sabes lo que es la vida, porque ya la estás viviendo. ¡Tú eres
eso! No es alguien extrínseco; es algo intrínseco. Ya te está sucediendo. Estás
respirando en eso. Eres como un pez en el océano de la vida, pero no estás
consciente de eso, porque tu atención está obsesionada con el futuro. Deseo
significa obsesión por el futuro. No-deseo significa vivir en el aquí/ahora.

Mata el Deseo por la Comodidad, el Deseo por la Felicidad, Mátalo.

Parece muy oscuro, triste, negando la vida. No lo es. Cuanto más deseas la
comodidad, más incomodidad sentirás. Cuanto más deseas la comodidad, más
incomodidad estás creándote a ti mismo, porque la incomodidad es relativa al
deseo por la comodidad.
Cuanto más busques la felicidad, estarás más en sufrimiento. El sufrimiento es
una sombra. Cuanto mayor sea el deseo por la felicidad, mayor será la sombra.
Pide felicidad y nunca la conseguirás. Solamente sufrirás frustración. ¿Por qué?
Porque solo hay una manera de estar feliz, y esa es estar feliz aquí/ahora. La
felicidad no es el resultado. Es una forma de vida.
La felicidad no es el resultado final del deseo. Es una actitud, no un deseo.
Puedes estar feliz aquí y ahora si sabes cómo estarlo, pero nunca estarás feliz si
no sabes cómo y si continúas deseando. La felicidad es un arte. Es una manera
de vida.
En este mismo momento, si puedes estar en silencio y alerta de la vida que haya a
tu alrededor y dentro de ti, estarás feliz. Las aves están cantando, el viento está
soplando. Los árboles están felices, el cielo está feliz, todo en la existencia está
feliz excepto tú.
La existencia es felicidad, es una celebración eternal, una festividad. ¡Mira la
existencia! Todo árbol está en un estado festivo, todo pájaro está en un estado
festivo. Excepto el hombre, todo lo demás está en un estado festivo. Toda la
existencia está en un festival, en un festival constante y continuo. Ni tristeza, ni
muerte, ni desgracia existe en ninguna parte excepto en la mente humana. Hay
algo errado en la mente humana, no en la existencia. Hay algo errado en ti, no en
la situación.
¿Por qué el hombre está infeliz? Ningún animal está tan infeliz, ningún pájaro está
tan infeliz, ningún pez está tan infeliz como el hombre. ¿Por qué el hombre está
tan infeliz? Porque el hombre desea la felicidad, y los pájaros están felices en este
mismo momento; los árboles están felices en este mismo momento. El hombre
desea la felicidad; nunca está feliz aquí y ahora. Siempre desea la felicidad y
continúa perdiéndola. La felicidad está aquí. Está sucediendo en todo tu alrededor.
Permítela que entre dentro de ti.
Sé parte de la existencia. No entres en el futuro. La existencia nunca entra en el
futuro; solo la mente lo hace.
Esto es lo que llamo meditación: estar aquí, no moverse al futuro. Ser no-
ambicioso, matar el deseo por la vida, no desear la felicidad. Y entonces estarás
feliz y nadie podrá destruir tu felicidad. Entonces será imposible que estés infeliz.
Entonces serás inmortal y la vida eterna te habrá sucedido. En realidad, ya te ha
sucedido pero no estás consciente de ella. Entonces estarás pleno. Sin la
ambición, estarás pleno y satisfecho.
Eres único. Todo, todo clímax de experiencia que haya sido posible a cualquiera,
también es posible para ti; pero te sucederá de una manera única. Le sucedió a
Buddha, a Jesús, a Zoroastro y también te sucederá a ti. Pero nunca ocurre en la
misma forma. No te va a suceder como le sucedió a Buddha. No te va a suceder
como le sucedió a Jesús. Te sucederá en una forma única, individual. Cuando te
suceda a ti será absolutamente nueva. El núcleo más profundo de la experiencia
será el mismo -la misma bienaventuranza, el mismo silencio, la misma
iluminación- pero en la periferia todo será diferente.
Así que no imites a nadie. Eso es parte de la ambición. No imites a Buddha, no
imites a Jesús. Trata de ser tú mismo. Incluso si tratas es inútil. Simplemente sé tú
mismo. Cuando eres tú mismo, estás abierto a todas las posibilidades, cuando
eres tú mismo, toda la existencia comienza a ayudarte. No estás luchando con
ella.
Cuando no estás luchando... Esto es lo que significa confianza. Cuando no estás
luchando, la existencia te sucede. Si estás luchando con la existencia simplemente
te estás destruyendo a ti mismo, destruyendo tus posibilidades, tu energía, tu vida,
tu existencia. ¡No luches! Ríndete a la existencia. Acéptate a ti mismo tal como el
todo desea que seas, no trates de ser ninguna otra cosa, y la iluminación te puede
ocurrir en cualquier momento. En este mismo momento te puede ocurrir; no hay
necesidad de esperar.

LA SENSACIÓN DE SEPARATIVIDAD

Mata toda Sensación de Separatividad.

La mente piensa en términos de separatividad, de división, de análisis. A través de


la mente la vida es dividida en fragmentos. La vida misma no está dividida; la vida
misma es una unidad. La vida misma permanece sin dividir, pero la mente piensa
en términos de fragmentos, así que cualquier cosa que la mente diga, tendrá que
ser falsa. El árbol allá, el cielo sobre ti, la tierra, tú y todo lo demás son una unidad
profunda. El árbol parece estar separado de ti, pero no lo está, no puede estarlo.
El sol está tan lejos, pero tú no puedes existir aquí si el sol muere. Inmediatamente
dejarás de existir aquí. Sin el sol allá –millones de kilómetros distante- no puedes
existir aquí. Si el sol deja de existir, nunca llegaremos a saber que ha dejado de
existir, porque no habrá nadie que lo sepa Nosotros somos parte de los rayos.
Todo el universo es una unidad cósmica. Tú no estás aislado; no eres como una
isla. Estás conectado; estás enraizado en el océano de la existencia tal como una
ola.
A menos que esto se sienta muy profundamente, nadie podrá entrar en samadhi,
uno no podrá entrar en el éxtasis total de la existencia; porque si crees que tú
estás separado no podrás unirte, si crees que tú estás separado no podrás
rendirte. Si sientes que tú no estás separado, la rendición se vuelve fácil; sucede.
Si sientes que eres uno con la vida, puedes confiar en ella. Entonces no hay
temor. Entonces podrás morir en ella con felicidad, con éxtasis. Entonces no hay
temor a la muerte.
El miedo a la muerte llega a existir porque crees que tú estás separado. Entonces
comienzas a luchar, entonces comienzas a protegerte. Comienzas a verte a ti
mismo como a un enemigo, en conflicto. Piensas en términos de conquistar, de
ser victorioso. Pero entonces serás vencido; tu derrota es segura.
Eres solamente una parte del todo, pero continúas luchando con el todo. Por eso
es que por todas partes ves que todo el mundo es un fracaso: vencido, frustrado.
Y al final, todo el mundo llega a darse cuenta de que la vida ha sido una gran
derrota y nada más. No solamente aquellos que no tienen éxito lo sienten así. Los
que tienen éxito también lo sienten así. Un Napoleón, un Alejandro Magno, aun
ellos se sienten vencidos.
¿Por qué es esto así? Es así porque tú no estás separado del todo. Llamo a un
hombre irreligioso si cree que él está separado de la vida, y llamo a un hombre
religioso si él sabe que es una parte orgánica de la vida. Digo una parte orgánica,
no una parte mecánica, porque la parte mecánica puede ser retirada; la parte
orgánica no puede ser retirada. Realmente no es una parte -está en una unidad
profunda con el todo.
Un hombre religioso va más allá de la ansiedad, más allá del temor a la muerte,
porque ahora sabe que él no es y que el todo es. Entonces, ¿cómo puede haber
temor? Aun la muerte se vuelve una comunión, una unión. No es una disolución.
Al contrario, es una unión. No es algo que está contra ti. Más bien es una profunda
relajación para ti.
La vida es una tensión, una ansiedad. La muerte es hermosa. Simplemente entras
en una profunda relajación. Regresas a tu fuente de nuevo. La ola se elevará de
nuevo, pero por el momento ha cesado; ha entrado al océano para descansar. La
muerte es un descanso profundo. Y antes de un nuevo nacimiento, ese descanso
es necesario.
Una vez que te das cuenta de esto, no hay temor. Aceptas todo, y una vez que
aceptas y te haces consciente de la unidad profunda, de la unidad orgánica,
oceánica, sabes que todo es uno, que la existencia es una. Aparece en formas
diferentes, en millones de formas, pero solo las formas difieren. La substancia, el
núcleo más interno, permanece siendo uno.
Esta actitud te ayudará a entrar en la meditación muy fácilmente. Recuérdalo, si
tienes temor a la muerte también tendrás temor a la meditación. Es un corolario
lógico. Si tienes temor a la muerte no podrás permitirte entrar totalmente en la
meditación, porque la meditación es un tipo de muerte, una clase de muerte.
Conscientemente, voluntariamente, te estás uniendo con el todo. Estás muriendo
como individuo, como ego, y estás haciéndote uno con la existencia sin ego.
Si tienes temor a la muerte también tendrás temor a la meditación. Pero si amas la
meditación, no tendrás temor a la muerte. Si entras en la meditación sin temor, sin
miedo, te volverás inmortal, porque no habrá muerte para ti. Ya estás muerto, así
que, ¿cómo puedes morir otra vez? Alguien que haya entrado en la meditación ya
está muerto. Ahora no puedes morir de nuevo, ahora la muerte no puede
destruirte. Tú ya te has rendido; ya no eres más. La muerte entrará a una casa
vacía. No serás encontrado ahí.
Sólo el ego muere, tú no. Tu vida es eterna, pero el ego es transitorio. El ego es
simplemente un fenómeno creado, compuesto. Tú lo has creado. Es necesario,
tiene cierta utilidad. En la sociedad necesitas un ego; pero en la vida, en la
existencia, ese mismo ego se vuelve una barrera.
Sannyas significa ir más allá de la sociedad, porque significa la rendición del ego.
En la sociedad el ego es necesario. Debes tener algún punto de referencia para
indicar quién eres tú. En sannyas, ese punto de referencia no es necesario. No
hay necesidad de decir quién eres; simplemente puedes ser. Eres, eso es todo.
No hay necesidad de decir quién eres. Ese “quién” es una necesidad social. La
existencia nunca pregunta quién eres.
Cuando abandonas al ego, estás listo a hacerte uno con el todo. Estas son
realmente dos maneras de decir lo mismo: bien siente que toda la existencia es
una, o siente que no hay ego en ti. Ambas maneras lograrán lo mismo; el
resultado será igual. Llegarás a una unidad oceánica. Y una vez que la conozcas,
esa unidad no podrá ser perdida.
Mata toda sensación de separitividad. Simplemente conviértete en una gota, en
una gota de agua que ha caído en el océano y se ha vuelto una con él. Y no temas
a la muerte porque, realmente, no hay muerte para ti. Estás yendo desde el ego
hacia una existencia sin ego.

EL DESEO POR LAS SENSACIONES


Mata el deseo por
las sensaciones.
... Aprende de las
sensaciones y obsérvalas, porque solo así
puedes comenzar la ciencia
del autoconocimiento,
y plantar tu pie
en el primer peldaño
de la escalera.

Mata el Deseo por las Sensaciones.

Vivimos para las sensaciones; anhelamos las sensaciones. Vamos buscando más
y más nuevas sensaciones; toda nuestra vida es un esfuerzo para obtener nuevas
sensaciones. ¿Pero qué sucede? Cuanto más buscas las sensaciones, menos
sensible te vuelves. La sensibilidad se pierde.
Parece paradójico. En las sensaciones, la sensibilidad se pierde. Entonces pides
más sensaciones y el “más” mata más tu sensibilidad. Entonces pides aún más, y
finalmente llega un momento cuando todos tus sentidos se han vuelto insensibles
y muertos. El hombre nunca antes ha estado tan insensible y muerto como lo está
hoy día. Antes siempre estuvo con más vida, porque no hubo tantas posibilidades
para satisfacer tantas sensaciones. Pero ahora la ciencia, el progreso, la
civilización, la educación, han creado tantas oportunidades para ir entrando más y
más lejos en el mundo de las sensaciones. En última instancia te conviertes en
una persona muerta; tu sensibilidad se pierde. Saborea más comidas gustos más
fuertes, comidas más fuertes- y tu gusto se perderá. Si vas alrededor del mundo y
vas viendo cosas más y más bellas, te volverás ciego; la sensibilidad de tus ojos
se perderá.
Cambia al objeto de tu amor todos los días -a tu enamorada o a tu enamorado, a
tu esposa o a tu esposo- si lo cambias todos los días, tu sensibilidad por el amor
morirá. Estás yendo en un terreno peligroso. Nunca entrarás en profundidad; sólo
irás por la superficie, por la periferia. Cuanto más cosas experimentes, tu
capacidad para experimentar será menor. Y entonces al final, cuando todas las
cosas a tu alrededor hayan llegado a estar muertas, pides lo divino, pides la biena-
venturanza, pides la verdad. Un hombre muerto no puede experimentar lo divino.
Para experimentar lo divino necesitas una sensibilidad total; necesitas estar lleno
de vida. Recuerda, solo lo similar puede hacer brotar lo similar.
Si quieres lo divino –“lo divino” significa lo más vivo, lo siempre vivo, siempre
joven, siempre verde– si quieres encontrar lo divino, tendrás que estar más vivo.
¿Cómo hacerlo? Mata todo deseo por las sensaciones. No busques las
sensaciones; busca la sensibilidad, vuélvete más sensible.
Las dos son diferentes. Si buscas las sensaciones, estarás buscando cosas;
acumularás cosas. Pero si buscas la sensibilidad todo el trabajo tendrá que ser
hecho en tus sentidos, no en las cosas.
Tú no estás para acumular cosas. Tienes que profundizar tus sentimientos, tu
corazón, tus ojos, tus oídos, tu nariz. Todos los sentidos deberían ser
profundizados de tal manera que puedan llegar a ser capaces de sentir lo sutil.
Ni siquiera podemos sentir lo grosero, y debemos volvemos capaces de sentir lo
sutil. El mundo parece ser grosero solo porque no podemos sentir lo sutil. Lo
invisible está escondido en lo visible. Mira estos árboles. Mira lo grosero: al cuerpo
del árbol. Nunca miras, nunca sientes la vida de adentro. ¡El crecimiento! El árbol
en sí mismo no está creciendo; el árbol es solo un cuerpo. Alguna otra cosa -lo
invisible- está creciendo en él. Y a causa de eso, el árbol crece. Lo interior está
creciendo, y a causa de eso, lo exterior está creciendo. Pero tú sólo miras al árbol,
así que solo lo exterior es visto.
Mira a tu alrededor. Mira en los ojos de tu amigo. Miras sólo los ojos, no al que ve
a través de ellos. Toca el cuerpo de tu amigo. Tocas sólo lo grosero; nunca sientes
lo sutil adentro. Solo el cuerpo, sientes lo externo; porque tus ojos (tus sentidos)
se han vuelto tan insensibles que no pueden sentir lo interno, lo invisible.
Más sensibilidad es necesaria. Busca menos sensaciones y crece en sensibilidad.
Cuando tocas, conviértete en el toque. Cuando ves, conviértete en los ojos.
Cuando oigas, toda tu conciencia debe ir a los oídos. Escuchando una canción, o
escuchando a los pájaros, vuélvete tus oídos. Olvídate de todo lo demás, como si
tú fueras tan solo tus oídos. Anda a tus oídos con tu ser total. Entonces, tus oídos
se harán más sensibles.
Cuando estés mirando algo -una flor, o una cara bella, o las estrellas- conviértete
en tus ojos. Olvídate de todo lo demás, como si todo el resto de tu cuerpo se
hubiera ido de la existencia y tu conciencia se hubiera vuelto tan solo tus ojos.
Entonces tus ojos serán capaces de mirar más profundamente, y tú serás capaz
de mirar también a lo invisible. Lo invisible también puede ser visto, pero necesitas
ojos más penetrantes para verlo.
Mata todo deseo por las sensaciones, y crece en sensibilidad. Piensa menos en el
mundo y más en tus sentidos. Purifícalos. Cuando no buscas sensaciones, llegan
a purificarse más. Cuando buscas más y más sensaciones, estás matando tus
sentidos.
El hombre que encuentra lo divino es el hombre cuyos sentidos están totalmente
vivos, en su máxima capacidad. Entonces no es tan solo que puedas ver lo divino.
Podrás saborear lo divino, podrás oler lo divino. Lo divino puede entrar dentro de ti
a través de cualquier sentido. Solo cuando lo divino entra a ti desde todos los
sentidos sucede la última realización. Si tan solo puedes ver lo divino, es tan solo
una realización parcial. Entonces realmente no estás iluminado. Estás solamente
parcialmente iluminado, si no puedes tocar lo divino, sino puedes saborearlo.
Usar tales palabras parece ilógico. ¿Saborear a Dios? ¿Es él una comida? Sí, él
es todo. Puedes saboreado, pero entonces necesitas una capacidad muy sutil
para gustar. Tu propia comida llegará a ser divina. A través de la comida, se
sentirá lo divino. Los rishis de los Upanishads han dicho que la comida es
brahama. ‘Anna es brahama’. Ellos deben haberlo saboreado, deben haberlo
comido.
Nosotros continuamos pensando que Dios es un problema de lógica, así que
vamos discutiendo acerca de él, a favor o en contra. Continuamos discutiendo si
Dios existe o no. Esto no es relevante. Dios no es un tema de discusión, de lógica,
de razonamiento. Dios realmente tiene que ver con la sensibilidad. Si no lo
sientes, hazte más sensible. Ningún pensamiento lógico servirá de ayuda. ¡Hazte
más sensible! Si eres sensible, él está ahí. El siempre ha estado ahí, pero tú no
eres sensible. Las cosas te vuelven insensible. Las sensaciones te hacen
insensible. Mata el deseo por las sensaciones.

Mata el Hambre por Crecer.

Este sutra es muy revolucionario, muy peligroso.


Mata el hambre por crecer. Parece absurdo, porque si matas todo el hambre por
crecer, entonces, ¿cuál es la necesidad para crecer en lo divino? Entonces,
¿cómo puede uno alcanzar la verdad, cómo puede uno llegar a la iluminación?
Entonces, ¿para qué esta meditación y todo este ajetreo? Tendremos que ir
profundamente en este sutra.
Mata el hambre por crecer. Hay dos tipos de crecimiento. Uno, acerca del cual
puedes hacer algo; y otro, acerca del cual no puedes hacer nada. Para uno, tu
esfuerzo es necesario; y para el otro, tu no-esfuerzo es necesario.
El crecimiento espiritual es del segundo tipo. Tu esfuerzo no será de ninguna
ayuda, solamente creará barreras. No puedes hacer nada acerca del crecimiento
espiritual. Lo único que puedes hacer es entregarte y eso es un no-hacer. Solo
puedes hacer una cosa: permitir que lo divino trabaje dentro de ti. Simplemente
puedes cooperar, eso es todo. Esto es lo que se quiere decir por Mata el hambre
por crecer.
... Crece tal como
la flor crece,
inconscientemente,
pero anhelando
ansiosamente
abrir su alma al aire.
Así debes empujar
hacia adelante para abrir
tu alma a lo eternal.

¡Pero debe ser


lo eternal!
Pero debe ser lo eternal
lo que hace brotar
tu fuerza y belleza,
no el deseo por crecer.
Porque en un caso
te desarrollas en
la exuberancia de la pureza, y en el otro te endureces
por la fuerza de la pasión por la estatura personal.
Repetiré: Pero debe ser lo eternal lo que hace brotar tu fuerza y belleza, no el
deseo por crecer –porque todo deseo es un impedimento, aun el deseo de
alcanzar lo divino; todo deseo es una esclavitud, aun el deseo de ser liberado. El
deseo como tal es el problema, no puedes desear lo divino. Eso es una
contradicción. Sólo puedes desear el mundo, no puedes desear lo divino; porque
el deseo es el mundo, el deseo es sansar. No puedes desear moksha. Cuando
estás en un estado de no-deseo, sucede el moksha; cuando estás en un estado
de no-deseo, sucede la liberación, lo divino te sucede.
Permite lo divino para hacer brotar todo lo que está escondido en ti. No busques
crecer. Ríndete para que suceda el crecimiento. El crecimiento sucederá, pero no
va a ser a través de tu esfuerzo, sino a través de su gracia. Va a ser a través de él.
Hay razones para eso.
Cualquier cosa que hagas nunca será más grande que tú. No puede serlo.
Cualquier cosa que hagas siempre será más baja que tú. El que hace siempre es
más grande que su obra. De otro modo no es posible. El pintor es más grande que
su pintura, y el meditador es más grande que su meditación. Cualquier cosa que
hagas siempre será menos que tú, así que ¿cómo puedes alcanzar lo divino? Lo
divino no es menos que tú, así que a través de tus propios esfuerzos no lo puedes
alcanzar. Si hubiera alguna posibilidad de que tú puedas alcanzar a Dios a través
de tus propios esfuerzos, ese Dios sería menos que tú, no más que tú, ese Dios
sólo sería un utensilio algo que puedes agarrar en tus manos, algo que tú has
logrado. Así que recuerda. Dios no puede ser alcanzado a través de tus esfuerzos.
Dios puede sucederte, pero no será un logro.
Entonces, ¿qué hay que hacer? ¿Qué puedes hacer de tu parte? De tu parte,
tienes que hacer un esfuerzo negativo. Ese esfuerzo negativo es: no crees
barreras, no crees impedimentos. Mantente abierto, esperando y listo a fluir, listo a
ir. Si el magneto comienza a funcionar, permite que el magneto funcione.
Entonces, ¿para qué estoy enfatizando tanto la meditación? Es tan solo para
destruir tus barreras; es un esfuerzo negativo. Por medio de la meditación no
llegarás a lo divino, por medio de la meditación llegarás a estar disponible para
que lo divino pueda trabajar en ti. Por medio de la meditación llegarás a abrirte; tu
oración llegará a él. Estás diciendo que estás listo, que ahora vas a cooperar.
Eso es todo lo que es necesario de tu parte. Permitir, entregarte, rendirte. A través
de la voluntad, nada puede hacerse. En la dimensión de lo divino, nada puede
hacerse a través de la voluntad, solo a través de la rendición. Pero entonces todo
sucede.
Por medio de las meditaciones que estamos haciendo aquí, simplemente están
rompiendo sus barreras. Por eso es que enfatizo que sean como niños. Regresen
de nuevo a ser niños. Olvídense de su civilización., de su cultura, de sus maneras,
de sus poses, de su personalidad, de sus caras. Todo eso es una fachada.
¡Tírenlo! Vuélvanse como niños pequeños.
Parecerá locura. Abandonar tu mente y retroceder a tu niñez, parecerá locura. Así
que, ¡vuélvete loco! Pero no importa cuán alto sea el costo, sean como niños de
nuevo. Jesús dice que solo aquellos que son como niños entrarán en el reino de
Dios. Yo también digo lo mismo. Retrocedan hasta el punto donde la civilización
los comenzó a corromper, hasta el punto donde la educación comenzó a
corromperlos, hasta el punto donde la sociedad penetró en ustedes. Retrocedan
hasta el punto donde ustedes eran insociales o presociales, donde no había
sociedad que hubiera sido forzada en ustedes. Hasta ese punto eran inocentes y
puros, y a menos que retrocedan hasta ese punto de nuevo, las barreras
permanecerán.
Vuélvanse niños de nuevo. En ese proceso, se sentirán que están locos, porque
están tirando afuera todos sus valores de adultos: la educación, la cultura, la
religión, las escrituras, las maneras. Están tirando todo. Están retrocediendo hasta
el punto donde fueron ustedes mismos, donde la sociedad todavía no los había
corrompido.
Todo el proceso parecerá una locura, pero no lo es. Es una catarsis. Y si puedes ir
a través de ella, saldrás de ella más sano, menos loco. La locura habrá sido
echada afuera. Te volverás más puro, más sano.

DESEANDO LO INALCANZABLE
Desea tan solo
Aquello que está
Dentro de ti
Parece absurdo, paradójico, ilógico. Desea tan solo aquello que está dentro de ti.
El deseo básicamente es por aquello que no está dentro de ti. El deseo significa el
deseo por algo que no está dentro de ti. Si ya está dentro de ti, entonces ¿cuál es
la necesidad de desearlo?
Nunca nos deseamos a nosotros mismos tal cual somos. Siempre deseamos
alguna otra cosa. Nadie se desea a sí mismo; no hay necesidad. Ya eres eso; no
te está faltando nada. Deseas algo que te falta.
El sutra dice: Desea tan solo aquello que está dentro de ti por muchas razones.
Una, si deseas algo que no está dentro de ti, podrás conseguirlo pero nunca
llegará a ser tuyo. No podrá serlo. Realmente, nunca podrás llegar a ser el amo de
eso; simplemente llegarás a ser un esclavo. El que posee siempre es poseído por
sus posesiones. Cuanto mayor sea el número de posesiones, mayor será la
esclavitud que se crea.
Eres poseído por tus posesiones, y deseabas ser tú el amo. La frustración
comienza porque toda tu esperanza es frustrada. Llegas hasta el punto donde
consigues las Cosas que querías, todo lo que deseabas ha sucedido, pero tú te
has vuelto el esclavo. Tu reino no es sino una prisión y todo lo que posees, o lo
que crees que posees, realmente no lo posees, porque te puede ser quitado en
cualquier momento. Aun si nadie te lo quita, la muerte tendrá que quitártelo.
En terminología religiosa, aquello que te puede ser quitado por la muerte no es
tuyo. La muerte es el criterio. Hay solo un criterio para juzgar si realmente posees
algo. Considéralo en relación a la muerte y ve si aún continuarás teniéndolo
después de tu muerte. Si la muerte se lo lleva, nunca lo poseíste. Todo fue solo
una ilusión.
¿Hay algo que la muerte no pueda llevarse de ti? Si no hay nada, entonces la
religión es inútil, sin sentido. Pero hay algo que la muerte no puede llevarse y ese
algo está escondido dentro de ti. Tú ya lo posees. Es tu naturaleza más interna.
Ha venido contigo; has nacido con ella. O mejor aun, será mejor decir que tú eres
eso, no que tú lo posees. Si tú lo posees, te podrá ser quitado.
Tú eres eso; es tu propio ser. Es tu misma base; es tu existencia. Eso es lo que es
llamado atman. Atman significa aquello que tú ya eres. Nadie te lo puede quitar; ni
siquiera la muerte puede destruirlo. Este sutra dice: Desea tan solo aquello que
está dentro de ti. Desea atman, desea tu ser más interno, desea el centro que tú
ya posees, pero al cual has olvidado completamente.
¿Por qué el hombre lo olvida? Es una necesidad. Para sobrevivir tiene que
prestarse atención al mundo exterior. Para sobrevivir, para existir, para
permanecer en la vida, continuamente tienes que prestar atención a las cosas: a la
comida, al abrigo. El cuerpo necesita atención. Se enferma, está predispuesto a
sufrir. El cuerpo está constantemente luchando para sobrevivir porque para el
cuerpo hay muerte. El cuerpo está en una lucha continua con la muerte, así que
se le debe prestar una constante atención.
El cuerpo siempre está en un estado de emergencia porque en cualquier momento
la muerte puede ocurrir. Tienes que estar continuamente alerta y continuamente
consciente de esta lucha contra la muerte, así que toda tu atención se vuelca
hacia afuera. No queda energía para ir hacia adentro. Esta es una necesidad de
supervivencia. Por eso es que vamos olvidando que existe un centro dentro de
nosotros que es inmortal, que existe un centro dentro de nosotros que es eternal,
que existe un centro dentro de nosotros que es una bienaventuranza absoluta.
El dolor atrae la atención; el sufrimiento atrae la atención. Si tienes un dolor de
cabeza, tu atención va hacia la cabeza; te haces consciente de que tienes la
cabeza. Si no hay dolor en la cabeza, te olvidas de la cabeza. Te sacas la cabeza
–como si no tuvieras cabeza–.
Se siente el cuerpo sólo cuando está enfermo. Si tu cuerpo está absolutamente
saludable no lo sentirás. No sentirás su peso. Realmente, llegarás a sentirte sin
cuerpo. Este es el único criterio de auténtica salud: que el cuerpo no se siente en
absoluto. Cada vez que se siente el cuerpo significa que hay alguna enfermedad,
alguna perturbación. Tu atención en necesaria.
Hay tantos problemas que vienen del exterior que tu atención está constantemente
comprometida y ocupada ahí. Por eso es que te olvidas que existe algo en el
mismo centro de tu ser que es inmortal, que es divino, que es bienaventurado.
Este sutra dice:
Desea tan solo aquello
que está dentro de ti.
... Porque dentro de ti
está la luz del mundo
–la única luz
que puede iluminar
el Camino.
Si no eres capaz
de percibirla dentro de ti,
es inútil buscarla
en algún otro lugar.

Desea tan Solo aquello que está Más allá de Ti.

Siempre desea lo imposible, porque sólo a través de ese deseo podrás crecer. ¿Y
qué cosa es imposible? Escalar el Everest no es imposible; tampoco lo es ir a la
Luna. Ambos han llegado a ser posibles. Alguien ha llegado al Everest. Aun si
nadie hubiera llegado ahí, no era imposible. Difícil pero no imposible. Estaba
dentro de la capacidad humana alcanzarlo. La Luna está dentro de nuestra
capacidad de alcanzar y pronto el hombre llegará también a otros planetas. No es
imposible, solamente difícil. Algún día será posible. Solo una cosa es imposible,
una cosa que está más allá de ti, y eso es tu ser más interno.
¿Por qué digo que la Luna no es tan difícil de alcanzar aun cuando la Luna está
tan lejos, y digo que tu ser más interno es más imposible de alcanzar aun cuando
solo está dentro de ti? ¿Por qué es tan difícil de alcanzarlo entonces? Porque está
dentro de ti, por eso. Tú sólo sabes cómo alcanzar aquello que está afuera. Tus
manos pueden alcanzar lo que está afuera, tus ojos pueden ver lo que está afuera.
Tus sentidos se abren hacia afuera; no tienes sentidos que puedan ayudarte a
mirar adentro. Tu mente se mueve hacia afuera; no puede moverse hacia adentro;
por eso es que la mente tiene que ser desechada. Sólo entonces podrás entrar en
meditación.
La mente es básicamente un movimiento hacia el exterior. Puedes observar esto
muy fácilmente. Cada vez que piensas, estás pensando en algo que está fuera de
ti. Todo lo que piensas siempre está fuera de ti. ¿Alguna vez has pensado en algo
que esté adentro? No hay necesidad de pensar en lo que está adentro, porque tú
lo puedes experimentar. No hay necesidad de pensar en eso; el pensar es un
substituto. Tú puedes llegar a realizar aquello que está dentro de ti. Está sólo en la
esquina. Mueves la cabeza, cambias de dirección. Desde afuera haces un giro
hacia adentro y puedes experimentarlo. ¿Cuál es la necesidad de pensar en eso?
Pero continuamos pensando aun en el interior. Pensamos en lo que es el atman.
Pensamos: “¿Qué es el ser?” Creamos filosofías y sistemas. Continuamos
creando teorías de que el ser significa “esto”, que la definición es “ésta”, Y nadie
trata de sentirlo. Está tan cerca a ti -¿cuál es la necesidad de teorías?
Las teorías son necesarias para lo que está muy lejos, porque no puedes
alcanzarlo en este momento. Tienes que crear un puente. Las teorías son
necesarias para llegar a la Luna, pero no son necesarias para llegar al centro
dentro de ti, porque no hay ninguna distancia. No hay nada que unir con un
puente; tú ya estás ahí. Tan solo es necesario un cambio de actitud y tú puedes
realizarlo. No hay necesidad de teorizar o filosofar. Pero continuamos creando
filosofías. Hemos creado miles y miles de filosofías, y los filósofos continúan
desperdiciando sus vidas pensando en aquello que ya está dentro de ellos.
¡Podrían haber saltado adentro en cualquier momento!
Pero está más allá. Más allá de los sentidos, porque los sentidos no pueden
abrirse hacia eso; se abren en la dirección opuesta. Y está más allá de la mente,
porque la mente no puede conducirte ahí; siempre te conduce hacia alguna otra
parte. La mente es un instrumento para el mundo; es un mecanismo para moverse
en el exterior, para ir más lejos de ti. Su propósito es para eso. Por eso es que hay
tanto énfasis en que en el samadhi no hay mente. Samadhi es un estado de no-
mente; la mente cesa.
En las técnicas de meditación que estamos haciendo, todo el esfuerzo es este:
cómo cesar de ser una mente cómo abandonar la mente, como dejar de pensar,
cómo llegar a un momento donde no exista el pensar, donde exista simplemente el
estado de alerta, de conciencia. “No pensar” significa que no hay nubes en el
cielo; que solo el cielo está ahí. “No pensar” significa que no hay nubes en la
mente, tan solo la conciencia. Dentro de esa conciencia, estás tú.
Cuando estás en la mente, estás afuera; cuando estás en la no-mente, estás
adentro. Esta transferencia desde la mente a la no-mente es todo el viaje. Si
puedes agregar “no” a tu mente, has llegado. Por eso es que se llama más allá.
Desea tan solo aquello que está más allá de ti –más allá de tus sentidos, más allá
de tu mente, más allá de tu ego. “Tú” no estarás ahí, tu centro más interno no es
tú; tú estás tan solo en la periferia. La periferia no puede estar en el centro.
Cuando avanzas hacia el centro dejas la periferia. La periferia no puede existir en
el centro. Pertenece al centro pero existe fuera del centro, justo a su alrededor.
Todo lo que conoces sobre ti mismo es tan solo la periferia: tu nombre, tu
identidad, tu imagen. Eres un hindú o un mahometano o un cristiano; eres negro o
eres blanco; eres esto o aquello. Tu nación, tu raza, tu cultura, todo esto es tan
solo la periferia; todos estos condicionamientos están solo en la periferia.
El mundo no puede penetrar en tu centro. Sólo puede cultivar la periferia; sólo
puede tocarte en tus límites. Sólo tu envoltura puede ser hindú, solo tu envoltura
puede ser cristiana, solo tu envoltura puede ser jaina. “Tú” no lo eres; no puedes
serlo. Solo tu envoltura pertenece a la India o a Pakistán o a América. Tú no
puedes pertenecer a ninguna nación ni a ninguna raza. Tú perteneces a la misma
existencia. En el centro todas las divisiones son falsas, pero significativas en la
periferia.
Todo lo que conoces sobre ti mismo es tu ego. “Ego” es tan solo una palabra
utilitaria. Toda tu periferia quiere decir “tú”. Pero este “tú” desaparecerá cuando
comiences a ir hacia adentro. Este “tú” desaparecerá poco a poco; este “tú”
desaparecerá, este “tú” se evaporará. Entonces llegará un punto cuando seas
auténticamente tú mismo; tu antiguo ser ya no estará más ahí. Por eso es que se
dice: Desea tan solo aquello que está más allá de ti... Está más allá de ti; porque
cuando lo alcanzas te has perdido a ti mismo.

Desea tan Solo Aquello que es Inalcanzable

¿Qué es inalcanzable? Mira a tu alrededor -todo es alcanzable. Puede ser que no


lo hayas alcanzado, pero puede ser alcanzado. Si haces un esfuerzo suficiente
podrás alcanzarlo. Potencialmente, es alcanzable.
Alejandro Magno creó un gran imperio. Puede ser que tú no lo hayas creado, pero
lo que Alejandro pudo tú también lo puedes. No es imposible; no es inalcanzable.
Puede ser que no hayas acumulado tanta riqueza como Rockefeller o como algún
otro, pero lo que Rockefeller hizo tú también puedes hacerlo. Es humano; está
dentro de tu capacidad. Tú puedes ser un fracaso, puede ser que no seas capaz
de alcanzarlo, pero es alcanzable. Tu fracaso es tu propio fracaso, pero
potencialmente podrías haber tenido éxito. Así que no se puede decir que las
cosas son inalcanzables.
Entonces, ¿qué cosa es inalcanzable? ¿Aquello que no puede ser alcanzado? Si
ese es el significado, entonces ¿para qué desearlo? Si no puede ser alcanzado,
entonces el deseo es inútil. ¿Para qué desear aquello que es inalcanzable? ¿Qué
se quiere decir con eso?
El significado es muy profundo, esotérico. El significado es que tu ser más interno
es inalcanzable porque ya ha sido alcanzado. No puedes lograr aquello porque tú
eres eso. No lo puedes convertir en un logro. No es algo que tenga que ser
logrado. Ya está ahí, tú nunca has estado lejos de él. Nunca lo has perdido; es tu
propia naturaleza. Es tú, tu ser más interno. No lo puedes lograr; sólo puedes
descubrirlo. No lo puedes lograr; sólo puedes destaparlo, sólo puedes reconocerlo.
No hay posibilidad de inventarlo; ya está ahí. No tiene que ser ganado; ya está
ahí. Tan solo tienes que darle tu conciencia. Tienes que focalizar tu conciencia en
eso y de pronto aquello que nunca se había perdido es encontrado.
Cuando Buddha llegó a la iluminación alguien le preguntó: “¿Qué has
alcanzado?”.
Buddha dijo: “Nada, porque todo lo que he logrado, ahora sé que siempre estuvo
ahí. Nunca se había perdido. Simplemente lo he descubierto. He conocido un
tesoro que ya estaba dentro de mí por siempre”.
Desea tan solo aquello
que es Inalcanzable.
... Es inalcanzable,
porque retrocede
por siempre.
Entrarás en la luz,
pero nunca podrás
tocar la llama.
En otro sentido también es inalcanzable. Nunca podrás ser capaz de decir: “Lo he
logrado”, porque ¿quién dirá que lo ha logrado? Ese “yo” que podría pretenderlo,
ya no está más ahí. Ese ego -la periferia- ya no existe más. Al lograrlo, al
alcanzarlo, tiene que desaparecer. El ego tiene que ser desechado, descartado.
Sólo puedes lograrlo cuando hayas llegado a estar sin ego. No podrás lograrlo
teniendo el ego, porque el mismo ego es la barrera.

Así que ¿quién está allí que vaya a jactarse? Se dice en los Upanishads que si
alguien proclama que lo ha logrado, sábelo bien que no lo ha logrado, porque la
misma proclama es egocéntrica. Si alguien dice: “He conocido a Dios”, sábelo bien
que él no ha conocido a Dios; porque una vez que Dios es conocido, ¿quién está
presente para jactarse? El conocedor desaparece en el propio fenómeno del
conocimiento. El conocimiento sucede solo cuando el conocedor ya no es. Cuando
el conocedor está ausente, el conocimiento sucede –así que ¿quién se jactará?–.
Había un monje Zen, su nombre era Nan-in. Alguien le preguntó: “¿Has conocido
la verdad?”.
Él se rió, pero se mantuvo en silencio. El hombre dijo: “No puedo entender tu risa
misteriosa. Tampoco puedo entender tu silencio misterioso. Usa las palabras.
Dime. Y sé claro sobre eso. Dime sí o no. ¿Has conocido la verdad, lo divino?”
Nan-in dijo: “Me lo estás haciendo difícil. Si digo sí, las escrituras dicen: ‘Alguien
que diga: “He conocido”, no ha conocido’. Así que si digo sí, quiere decir que no y
si digo no, no será la verdad. Así que ¿qué estoy supuesto a hacer? No me
fuerces a usar palabras. Volveré a. reírme y me mantendré en silencio. Si puedes
entender, está bien, si no puedes entender, también está bien. Pero no usaré
palabras, no me fuerces, porque si digo sí quiere decir que no he conocido, y si
digo no, no será verdad”.
Tú llegarás, pero en tu pureza. En esa pureza, tu ego no estará presente. El ego
es el elemento impuro, extraño dentro de ti -solo el polvo acumulado a tu
alrededor. No es tú. Desnudo, lo alcanzarás. Tu ego es tan solo como tus ropas.
No estará presente ahí.
Desea tan solo aquello que es inalcanzable.

EL PODER QUE TE HARÁ NADA


Desea el Poder
Ardientemente.
... Y ese poder
que el discípulo envidiará
es aquél que lo hará
aparecer como nada
ante los ojos de los hombres.
Estaremos entrando en más y más contradicciones. El lenguaje de la religión tiene
que ser contradictorio. En la superficie, parece irracional. En cierto modo lo es,
porque va más allá de la razón, trasciende la razón. Este sutra dice: Desea el
poder ardientemente –pero ese poder que te convierte en nada– llegas a ser un
no-ser.
Deseamos el poder para llegar a ser algo. El poder que puede dar la riqueza, el
poder que puede dar la política, el poder que puede dar el prestigio. Deseamos el
poder para ser algo, y este sutra dice: Desea el poder ardientemente –pero ese
poder que te convierte en nadie, en nada.
Hay dos clases de poder. Uno, es el poder que puedes acumular de los demás –
aquel que te puede ser dado por los demás o que te puede ser quitado por los
demás. Depende de los demás. El poder que depende de los demás te hará
alguien ante los ojos de los demás. Tú permanecerás siendo el mismo que eras,
pero ante los ojos de los demás te habrás vuelto alguien. El pensar que eres
alguien es lo que significa el ego. Y el ego es la barrera.
Desea ese poder –el segundo tipo– ése te permite sentir que tú eres nadie. Es
difícil sentir: “No soy nadie”. Todos piensan que son alguien, ya sea que los demás
estén de acuerdo o no. ¡Cada cual piensa que es alguien! Esto es lo común; toda
mente común piensa que es alguien. Desde el momento en que llegas a darte
cuenta de que no eres nadie, has llegado a ser extraordinario, raro, una flor única,
incomparable. El sentimiento de ser nadie crea un espacio dentro de ti. El ego se
disuelve, tu centro falso ya no más está presente. Te has vuelto más espacioso.
Ahora lo eternal puede entrar en ti. Este espacio, este vacío, puede permitir que la
existencia florezca en ti.
Tú estás lleno con tu pensamiento de ser alguien. Que eres esto o aquello. La
mente es tan astuta que aún puedes crear este pensamiento de ser alguien a
través del pensamiento de que no eres nadie. Te contaré una anécdota:
Un emperador, un emperador mahometano, estaba orando en la mezquita en
algún día religioso. El le estaba hablando a lo divino y diciéndole: “No soy nadie.
No soy nada. Ten piedad de mí”.
Entonces repentinamente escuchó que un mendigo también estaba orando cerca
a él. También estaba diciendo: “No soy nadie. Ten piedad de mí”.
¡El emperador se sintió ofendido! Miró al mendigo y le dijo: “Escucha, ¿quién está
tratando de competir conmigo? Cuando digo: ‘No soy nadie’, ¿quién más se atreve
a decir: ‘No soy nadie’? ¿Quién está tratando de competir conmigo?”.

Aun al decir que no eres nadie puedes estar compitiendo. Entonces se pierde todo
el sentido. El emperador no pudo tolerar que alguna otra persona pretendiera no
ser nadie delante de él. Cuando le está diciendo a Dios que él no es nadie,
realmente no tiene la intención de no ser nadie. Pretendiendo no ser nadie, está
creando la situación de sentirse que es alguien. También puedes crear el ego al
pensar que eres nada.
Recuerda que el ego es poder en el mundo e impotencia en lo que respecta a lo
divino. Todo lo que parece ser poder en el mundo es impotencia en la dimensión
divina. Ahí, la impotencia es el poder. Jesús continúa diciendo a sus discípulos:
“Sean pobres de espíritu”. No solo pobres, porque pueden ser pobres sin ser
pobres de espíritu. Entonces aun la pobreza llegará a ser un tipo de riqueza. Si te
sientes orgulloso de ser pobre, entonces tu pobreza no es pobreza. No es pobreza
de espíritu.
Así que Jesús continúa repitiendo: “Sé pobre, pobre de espíritu”. De otro modo,
podrás ser un mendigo en las calles –habrás dejado todo- pero ahora estarás
aferrado al hecho de haber dejado todo; te aferras a tu renunciación. Habrás
hecho una riqueza de tu pobreza; te sientes arrogante por eso. Observa a los
sannyasins, a los monjes, a los bhikkhus. Observa en sus ojos. Ellos tienen una
profunda arrogancia por el hecho de haber dejado el mundo, por haber
renunciado. Ellos han renunciado al mundo, pero ahora su renunciación se ha
vuelto un saldo a favor en su cuenta bancaria. Se sienten arrogantes por eso; se
sienten superiores por eso. Cuando Jesús dice: “Sé pobre de espíritu”, quiere
decir: no seas superior a nadie.
El no quiere decir que seas inferior, recuérdalo. Este es el problema. El no quiere
decir que seas inferior, porque si eres inferior -si sientes que eres inferior- es de
nuevo superioridad puesta de cabeza, nada más. La superioridad que está parada
de cabeza se vuelve inferioridad. Si te sientes inferior, el anhelo de ser superior
está presente.
Cuando Jesús dice: “Sé pobre de espíritu”, no solamente quiere decir que no seas
superior. Quiere decir eso, pero también quiere decir que no seas inferior;
simplemente que seas tú mismo. No te compares con los demás, estate tranquilo
contigo mismo.
Entonces serás nadie, porque para ser alguien necesitas comparación. ¿Cómo
puedes ser alguien si no hay comparación? Eres más hermoso, nunca eres
simplemente hermoso. Nunca puedes ser simplemente hermoso; siempre eres
más hermoso en comparación con alguna otra persona. Eres rico en comparación
con algún otro, tienes más conocimientos en comparación con alguien más.
Superioridad e inferioridad son siempre comparaciones. Eres alguien cuando te
comparas con los demás. Si no hay comparación, ¿entonces quién eres? No
puedes ser simplemente hermoso, ¿o sí? No puedes ser simplemente sabio, ¿o
sí?
Piensa en esto: estás solo en la tierra; toda la humanidad ha desaparecido. ¿Qué
serás? ¿Sabio o tonto? ¿Hermoso o feo? ¿Un gran hombre o tan solo un hombre
común? ¿Qué serás? Solo en la tierra toda la humanidad ha desaparecido-
simplemente serás tú mismo. No podrás decir: “Soy esto o aquello”. No serás
nadie. Serás nadie.
El sannyas real, la renunciación real, significa que es como si todo el universo,
toda la humanidad, hubiese desaparecido y tú estuvieses solo. No hay posibilidad
de comparar. Entonces ¿quién eres? Nadie. Este no ser nadie es poder, poder en
el mundo de lo divino.
Jesús dice: “Aquellos que son primeros en este mundo, serán los últimos en el
reino de Dios; y aquellos que son los últimos aquí, serán los primeros en el reino
de Dios”. Aquello que es poder en el mundo, es ausencia de poder en el camino
divino; y aquello que es ausencia de poder en el mundo, es poder en el camino
divino.
Este Sutra dice: Desea el poder ardientemente, pero recuerda el significado de
“poder”. Es ausencia de poder. Es una sensación de no ser nadie, de nada, de
vacío. Y ese poder que el discípulo envidiará es aquél que lo hará aparecer como
nada ante los ojos de los hombres.

Desea la Paz Fervientemente.

... La paz que desees


es esa paz sagrada a la que nada puede perturbar,
y en la cual el alma crece como lo hace la flor sagrada sobre la laguna quieta
Nadie desea la paz. Vas hablando sobre ella, y continúas engañándote a ti mismo
que deseas la paz, pero nadie la desea -porque una vez que es deseada, la paz
sucede, y no te ha sucedido.
Nadie desea la paz. Aun si dices que deseas la paz, no la deseas, porque esta es
una de las leyes supremas: si deseas la paz, sucede. ¿Entonces dónde está el
error?
Mucha gente viene a verme. Un estudiante vino -estaba a punto de rendir su
examen final para graduarse de médico. Me preguntó: “¿Cómo puedo tener paz?
¿Cómo puedo estar en silencio? Ayúdame. Deseo la paz. Estoy tan perturbado,
tan tenso”.
Le pregunté: “¿Por qué deseas la paz?”
El dijo: “Quiero lograr la medalla de oro. El examen está a punto de acontecer. Soy
un estudiante de primera línea y este va a ser mi último examen y deseo la
medalla de oro. Y si mi mente está tan tensa ¿cómo podré lograrla? Así que
ayúdame a estar en paz “.
¡Observa la contradicción! Y esto le está sucediendo a todos. Le dije: “Si no fuera
a haber ningún examen, si no tuvieras deseo de alcanzar la medalla de oro, si no
tuvieras la ambición de ser el primer alumno, ¿habría alguna perturbación dentro
de ti? ¿Estaría perturbada tu paz?”.
El respondió: “No. ¿Por qué habría de estarla? Entonces no habría ningún
problema. Estaría en paz. Pero en este momento el examen está ahí y yo deseo la
medalla de oro. Así que ayúdame a tener paz”.
La ambición está destruyendo su paz. Continúa aferrándose a su ambición y aún
desea la paz. La paz al servicio de la ambición es imposible; es una contradicción.
La ambición no puede tener paz. La ambición de tener éxito no puede tener paz.
Si deseas la paz., deséala por sí misma. No la hagas un medio para alguna otra
cosa. No puede ser convertida en un medio. Cuando este Sutra dice: Desea la paz
fervientemente, significa paz como un fin no como un medio. Nadie desea los
medios, los fines son deseados y, a causa de los fines, los medios son deseados.
Pero la paz nunca puede ser convertida en un medio. Todo lo que es bello, todo lo
que es verdadero, todo lo que es bueno, todo lo que es profundo en la existencia,
no puede ser convertido en un medio. Siempre es el fin. Pero deseamos incluso a
Dios como un medio. Nadie desea a Dios por sí mismo; deseamos a Dios para
algún otro propósito, entonces, el deseo es falso.
Por eso es que digo que nadie desea la paz a menos que la desee por sí misma.
Puedes lograrla fácilmente si la deseas como un fin. Deséala por sí misma y
sucede, porque en el propio deseo por la paz, la ambición cae; en el propio deseo
por la paz, la ansiedad desaparece; en el propio deseo por la paz, la angustia
desaparece. Si continúas siendo ambicioso -deseando el éxito, deseando ser esto
o aquello, ser alguien- entonces la paz no te sucederá. Entonces permanecerás
ansioso, cargado de ansiedad, tenso. Permanecerás en angustia y cualquier cosa
que hagas no te será de ninguna utilidad. Así que estate claro sobre esto. Si
quieres paz, deséala directamente como un fin. Entonces el propio deseo por la
paz te transforma.
Realmente la paz es natural. No es algo que tiene que ser deseado. Tú, tú mismo
la perturbas. Ella ya está presente. La paz es natural para ti; es tu propio ser. Tú la
perturbas con la ambición, la perturbas con los deseos, la perturbas con la cólera,
la perturbas con la violencia. Ella ya está ahí, pero tú la has perturbado.
¡No la perturbes! Si realmente la deseas, no la perturbarás. Entonces comenzarás
a sentirla.
Para lograr la paz, uno tiene que retirar todos los obstáculos hacia ella. Descubre
por qué no estás en paz. ¿Por qué? Entonces, retira la causa. Si la ambición la
está perturbando, deshazte de la ambición y la paz sucederá. La paz ya está ahí;
no necesitas tratar de conseguirla. Tan solo hazte consciente de por qué la estás
perturbando y no la perturbes, eso es todo. Y sucederá. Por eso es que digo que
cuando la paz es realmente deseada sucede inmediatamente. Ni siquiera por un
solo momento tiene uno que esperar.

Desea las Posesiones sobre Todo.

Este Sutra parece ser muy peligroso: Desea las posesiones sobre todo.
¿Posesiones? La propia palabra creará una perturbación en tu mente, porque
todos los grandes maestros han enseñando: no desees las posesiones. Buddha
dice: “Sé no-posesivo”. Mahavir dice: “Aparigraha: no-posesión”. Jesús dice: “Deja
todas las riquezas, todas las posesiones”.
Jesús dice: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico
pueda pasar por la puerta del reino de Dios”, y este sutra dice: Desea las
posesiones sobre todo. Pero el sutra es hermoso. Significa lo mismo que están
diciendo Mahavir, Buddha y Jesús, pero lo dice en una manera muy contradictoria.
Dice que todas las cosas que tú crees que son posesiones no son posesiones,
porque realmente no puedes poseerlas. ¿Puedes poseer las cosas? ¿Puedes
poseer a los otros? ¿Puedes poseer algo en el mundo? Solo puedes engañarte a
ti mismo de que posees algo. Realmente no puedes poseer nada porque la muerte
lo destruirá todo.
Otra cosa: cualquier cosa que poseas se convierte en tu dueño. El que posee es
poseído por sus posesiones. Te vuelves un esclavo; no eres el amo. Así que,
¿qué sentido tiene decir que posees el mundo? Nadie posee nada. Solo una cosa
puede ser poseída y esa es tu propio ser. Nada más puede ser poseído.
Tú puedes llegar a ser el amo solamente de tu propio ser. Si pretendes ser el amo
de algún otro, llegarás a ser tan solo un esclavo. Podrás llamar a esta esclavitud
“poder”, podrás llamarla “dominio”, pero simplemente te estás engañando a ti
mismo. Engaños son engaños. Tan solo cambiando el nombre, nada se cambia.
Observa tus posesiones. ¿Las posees? Si tu casa es destruida llorarás, gritarás, te
volverás loco; pero si tú mueres, tu casa no va a llorar, no se va a enloquecer. Así
que, ¿quién es el verdadero dueño? La casa te posee. No tiene ningún interés por
ti: que vivas en ella o no. Realmente, se sentirá muy bien si te vas. Estará más
tranquila. No depende de ti. Tú tan solo estás perturbando su paz. Si mueres, la
casa se sentirá muy bien. Así que, ¿quién es el que posee?
Este Sutra es significativo en este sentido: que solo el ser puede ser poseído y
nada más. Y si tú no puedes poseer tu ser, ¿qué más crees que puedes poseer?
Así que sé el amo -el amo de tu propio ser- y no hagas ningún esfuerzo por poseer
nada. No quiero decir que dejes todo. Ese no es el asunto. Usa todo, pero no
pienses en términos de posesión. Usa la casa, pero no seas el propietario. Usa la
riqueza; no seas el propietario. Usa todo el mundo, pero no pienses que lo posees.
Eres simplemente un viajero que está de paso. Cansado, descansas bajo un árbol.
Pero no poseas al árbol. Y si no lo posees, sentirás una profunda gratitud por el
árbol. Cuando te vayas al atardecer, le agradecerás. Te sentirás agradecido
porque cuando estabas cansado y el camino quemaba, el árbol te dio su sombra;
el árbol estaba fresco. Pero no trates de poseer al árbol. De otro modo, no te
sentirás agradecido.
Cuando posees, no sientes gratitud. No poseas a tu esposa, no poseas a tu
esposo. Cuando estás cansado, tu esposa te da su amor. Siéntete agradecido por
eso.
Y si no posees a tu esposa, no serás poseído por ella. La relación sucede solo
cuando no hay posesión. Si hay posesión, siempre hay conflicto. Los esposos y
esposas viven peleando; no puedes encontrar enemigos más profundamente
relacionados. Son enemigos íntimos; coexisten tan solo para pelear entre sí. Toda
la relación es envenenada porque el esposo trata de poseer a la esposa y la
esposa trata de poseer al esposo, y nadie puede poseer a nadie; la posesión es
imposible. Solo puedes poseerte a ti mismo; eso es todo lo que es posible, todo lo
demás es imposible. Pero cuando uno trata de poseer y hacer algo imposible, todo
va mal; la relaci6n es envenenada. La vida se vuelve una desgracia.

Desea las posesiones sobre todo.

Pero esas posesiones


deben pertenecer
solo al alma pura,
y ser poseídas,
por lo tanto, igualmente
por todas las almas puras,
y así ser la propiedad
especial del Todo
solo cuando están unidas. Apetece tales posesiones
como las que puede tener
el alma pura, para que
puedas acumular riquezas para ese espíritu
unido con la vida,
que es tu verdadero ser.

BUSCANDO EL CAMINO
Busca el camino
“… Haz una pausa y
considera por un momento. ¿Es ese el camino
que deseas?
¿O es que hay una
oscura perspectiva
en tus visiones de
grandes alturas
a ser escaladas por ti,
visiones de un gran futuro
para que tú logres?
Sé advertido. El camino
será buscado por sí mismo, no en relación a tus pies
que pisarán sobre él”.
El camino no es conocido. Otros no te lo pueden hacer conocer; no te puede ser
dado. El camino no puede ser mostrado, no puede ser transferido. Tú tienes que
buscarlo.
Comúnmente, pensamos que debemos buscar la meta, y que el camino ya está
señalado. Hay tantos caminos sobre los cuales la gente va hablando, pensando
que todos ellos llegan a la misma meta. La meta tiene que ser descubierta, la meta
debe ser alcanzada, ¿pero el camino? El camino está disponible. En realidad, está
demasiado disponible, hay demasiados caminos.
Pero no es así porque la meta y el camino no son dos cosas. El mismo camino se
convierte en la meta. El primer paso es también el último, porque el camino y la
meta no son dos cosas. El camino, conforme avanzas en él, se transforma en la
meta. Lo real es no pensar en la meta. La búsqueda básica debe ser con respecto
al camino. Descubre el camino: Busca el camino.
Pero nuestras mentes están tan condicionadas que todos piensan que se les ha
dado un camino por nacimiento. Alguien es cristiano, alguien es hindú, alguien es
mahometano. Piensan que el camino les ha sido dado por la sociedad, por la
cultura, por la educación. No, el camino no puede ser dado por nadie. Ni la
sociedad, ni la cultura, ni la educación pueden darte el camino. Tú tendrás que
buscarlo, porque a través de la búsqueda serás transformado.
Un camino prestado es un camino muerto. No podrás viajar en él; no te conducirá
a ninguna parte.
Tú tendrás que buscar tu propio camino. Es difícil buscarlo; muchos errores son
posibles. Pero nada se gana sin errores, así que ten suficiente valor para errar.
Puedes ir por el camino errado, pero es mejor ir por el camino errado que no
moverse en absoluto, porque por lo menos aprenderás a moverte, por lo menos
aprenderás lo que es un camino errado. Eso también es bueno, porque podrás
usar el método de eliminación. Irás en este camino y encontrarás lo que está
errado. Irás en otro camino y descubrirás lo que está errado. Y, conociendo lo que
está errado, llegarás a entender lo que está correcto.
Ten valor y busca tu propio camino. Y no imites el camino de nadie. La imitación
no te llevará a la libertad. No es asunto de seguir un camino u otro; el asunto es
buscar. Sé un buscador y no un seguidor. Y aprende muy bien la diferencia.
Un seguidor es un imitador. Un buscador también sigue, pero no es un imitador.
Un buscador también sigue, pero sigue para buscar, para descubrir. Permanece
alerta, permanece consciente. Un seguidor se vuelve ciego, se vuelve
dependiente. Tira su responsabilidad sobre los hombros de algún otro y luego se
aferra a él. Un buscador es responsable por sí mismo. Está alerta, es responsable
descubriendo algo nuevo cada día, experimentando con algo nuevo cada día. No
tiene temor, es vulnerable, está abierto a cualquier nueva luz, listo a entrar en
cualquier dimensión que entre en su visión. Si siente que el camino por el cual va
es errado, no dirá: “Pero he invertido tanto en este camino. Ahora ya no puedo
cambiar”. Botará el camino, botará toda su inversión en él, regresará hasta donde
estaba antes y comenzará a aprender de nuevo desde el A-B-C.
Un buscador está siempre listo a cambiar, pero un seguidor es terco. Cerrará sus
ojos en vez de ver la luz, porque ya ha invertido tanto...
Busca el Camino Retrocediendo hacia Adentro

Y cada vez que encuentres algo que te atraiga a ti, a tu razón, a tu lógica, a tu
mente, algo que parezca racional, que parezca verdadero- eso no es suficiente. Tu
razón puede decir que es verdadero, pero puede ser que no sea verdadero. A
menos que experimentes con eso, a menos que experimentes algo a través de
eso, nada ha sido descubierto. A través de la lógica, nada se descubre. La lógica
es una ayuda, pero no la conviertas en el criterio supremo. El criterio supremo
siempre está adentro. Experimenta y prueba. Y a menos que experimentes algo,
no creas que lo has encontrado, que el camino te ha sido revelado. Sólo a través
de la experiencia las teorías se convienen en verdad.
Busca el camino retrocediendo hacia adentro. Cada vez que encuentres una
técnica, un camino, retrocede hacia adentro, anda adentro. Experimenta con él
ahí: en tu subjetividad, en tu corazón. Experimenta con él. No continúes tan solo
pensando sobre lo que es la meditación. ¡Hazla! Solo entonces sabrás lo que es.
Puede ser que una técnica no funcione para ti: Entonces deséchala y trata otra.
Hay cientos de técnicas de meditación. Alguna técnica tendrá que funcionar
contigo. La humanidad ha estado luchando para liberarse por miles de años y todo
tipo de hombre ha obtenido la liberación. Todo tipo de técnica ha sido descubierta.
Tú no eres nuevo; has estado ya antes. Muchos como tú han estado antes y han
viajado por el camino. Muchas técnicas han sido descubiertas.
En épocas antiguas, cuando un discípulo llegaba donde un Maestro, lo primero
que el Maestro trataba de observar era si el discípulo armonizaba con él y si él
armonizaba con el discípulo. Si el Maestro pensaba que el discípulo no era para
él, si pensaba que el discípulo podría ser ayudado más por algún otro Maestro
-aun por alguien que estuviera contra él- él le decía al discípulo: “¡Ve donde ese
Maestro!”.
Continúa probando diferentes técnicas, pero pruébalas con todo tu corazón.
Porque podría ser que descartes una técnica que estaba bien para ti. Así que
pruébalas con todo tu corazón. Si sucede algo, bien. Entra en ella; entra en
profundidad. Pero si la has probado con todo tu ser, con toda tu energía, y si no
sucede nada, entonces desecha la técnica; no es para ti. Pero no la descartes
antes de que la hayas tratado -antes de que la hayas tratado con tu totalidad.
Busca el camino retrocediendo hacia adentro.
Busca el Camino avanzando hacia Afuera.
Incluso si experimentas con una técnica, y sientes algo adentro existen muchas
posibilidades de que solamente sea una fantasía. Puede ser tan solo una
proyección de tu mente, puede ser tan solo un sueño, la satisfacción mental de un
deseo. No creas que has logrado el camino. Entonces, lo que hayas logrado
interiormente, trátalo afuera. Lo que hayas conocido dentro de tu corazón, ahora
transfórmalo en tu carácter; ahora vívelo. Lo has experimentado. Ahora vívelo,
conviértelo en tu vida. Si has sentido que te ha sucedido el silencio a través de esa
experiencia, permite que el silencio se expanda permite que las ondas del silencio
a tu alrededor vayan más allá de ti. Deja que tu silencio llegue a otros. Deja que
otros también sientan que has alcanzado el silencio.
Si todavía continúas siendo colérico hacia el exterior y si aun así dices: “Soy un
gran meditador”, simplemente te estás engañando a ti mismo. No alucines, no te
engañes, porque solamente tú serás el perdedor nadie más. Cualquier cosa que
haya sucedido dentro de ti, si sientes que has experimentado la luz interna...
¿Cuál es el criterio para conocer si es una alucinación o si es una realidad? El
criterio es que tu vida externa cambiará como resultado.
Si realmente has experimentado la luz interna, el sexo desaparecerá. El amor te
ocurrirá, pero el sexo desaparecerá; la sexualidad desaparecerá. El amor, una
individualidad muy amorosa lo reemplazará. No habrá deseo de sexo. Si el deseo
sexual permanece no has experimentado la luz interna. Entonces la luz interna es
tan solo una proyección de la mente.
Y así sucesivamente. Cualquier cosa que hayas experimentado internamente
debe manifestarse externamente. Debe permitírsele que se exprese en tu vida,
porque esa es la prueba real, el criterio real. Si has llegado a un silencio profundo,
el odio desaparecerá. Si continúa, y no se ha transformado totalmente en amor
entonces no has sentido el silencio interno. Con el odio, el silencio interno es
imposible. Puedes haber sentido algo que ha sido cultivado, puedes haber
cultivado cierta quietud.
Si vas repitiendo un mantra, crearás una tranquilidad que es cultivada, falsa, pero
tu vida externa permanecerá siendo la misma. Si lo interno cambia, lo externo
debe cambiar, pero lo contrario no es cierto. Puedes cambiar lo externo y no hay
necesidad de que lo interno haya cambiado. Eso es lo que significa la hipocresía.
Puedes cambiar lo externo -puedes ser muy amoroso externamente- y estar lleno
de odio internamente. Cambias lo externo, creas una máscara falsa, una fachada.
Puedes cambiar lo externo y no hay necesidad de que cambie lo interno. Pero si lo
interno cambia, es inevitable que lo externo deba cambiar. Cuando lo interno
cambia, lo externo cambia automáticamente. Si no está cambiando, entonces tu
cambio interno es tan solo una alucinación.

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