Está en la página 1de 4

Libre Albedrío – Científico

Material de apoyo.

La ciencia ha descubierto que actuamos antes de pensar, impulsados por el instinto y


las emociones.
Cuando nos encontramos ante varias alternativas y –después de analizarlas más o
menos detenidamente según la importancia que les otorguemos– escogemos una,
quedamos convencidos de que nuestra decisión ha sido racional, consciente y libre.
Tenemos la sensación de que nada ni nadie ha interferido en nuestra elección final. Es
lo que llamamos libre albedrío.
Somos materia perecedera cargada de la energía que llamamos vida. Probablemente el
yo no sea más que la energía que llamamos conciencia y que emana del cerebro cuando
estamos vivos y despiertos. Sin conciencia no hay yo.
Con el auge de las neurociencias ha nacido la pretensión de investigar de forma
naturalista, mediante el estudio del cerebro, si existe el libre albedrío o si por el
contrario el ser humano está determinado de forma unívoca en su conducta. La libertad
es una de las condiciones necesarias para que una acción sea genuinamente moral. La
posibilidad de actuar de diferentes formas y de poder escoger entre ellas es condición
indispensable para la moralidad, si la conducta estuviese determinada por una cadena
causal en la que se imbricasen nuestra biología, nuestro entorno y todo el devenir del
universo en un sentido más amplio y holístico, entonces formaríamos parte de una
complejísima red en la que unos hechos conducen a otros de forma unívoca, incluyendo
nuestra conducta. El sentimiento de libertad, en tal caso, no sería más que una ilusión.
En 1983, Libet et al. demostró que la actividad cerebral asociada con un acto voluntario
precede a la experiencia consciente de la intención de actuar por varios cientos de
milisegundos. La implicación de que es el cerebro, y no el "libre albedrío", lo que inicia
los actos voluntarios ha sido discutida desde entonces por filósofos y abogados, así
como por científicos.
Investigó los procesos cerebrales que subyacen en la conciencia de la intención y el
inicio de acciones voluntarias y endógenas. Se les pidió a los participantes que hicieran
un movimiento manual simple en el momento de su propia elección.

En la década de los ‘80, Benjamín Libet (1, 2, 3, 4) demostró en una serie de


experimentos que, aproximadamente 550 ms (milisegundos) previos a la acción de
mover un dedo, en lo que sería una aparente decisión voluntaria, se puede detectar
cierta actividad eléctrica en el área motora del cerebro. los sujetos reportaron, en
promedio, el impulso consciente de realizar e
el cerebro toma una decisión acerca de la acción antes de que exista alguna intención
consciente de hacerlo, sugiriendo así que la decisión consciente es un fenómeno
ulterior y no solo una fuerza causal determinante durante una simple tarea motora.
Aparentemente nuestro cerebro, mediante procesos que escapan de nuestro
pensamiento, habría elegido por nosotros movimiento unos 200 ms antes de la
realización del mismo.

El punto de vista que adoptaremos en concreto será el de la neurociencia.


Se ha vuelto posible estudiar el cerebro vivo del humano, Los hallazgos traen consigo
implicaciones en nuestro sentido de autonomía, responsabilidad moral y nuestra
comprensión de la conciencia en general. Uno de los estudios pioneros en esta área fue
diseñado por Benjamín Libet, mientras que otros estudios han intentado predecir las
acciones de los sujetos experimentales antes de que ellos las hagan.
Este campo es altamente controvertido. No hay un acuerdo entre los investigadores
sobre la importancia de sus hallazgos, su significado o qué conclusión puede ser
deducida.

Neurociencia y libre albedrío


• Los sistemas de moralidad y de derecho suponen el libre albedrío,
como condición de posibilidad de la responsabilidad moral y
jurídica.
• La pregunta es si a la luz de los hallazgos de la moderna
neurociencia, podemos seguir afirmando que los seres humanos
estamos dotados del grado de libertad requerido para que sea
posible la responsabilidad moral.

Inteligencia y libertad
• Desde el punto de vista biológico, podríamos decir que el mayor desarrollo
del cerebro humano ha permitido que nuestra especie tenga una mayor
inteligencia y una menor determinación instintiva.
• Tenemos una inteligencia racional (y emocional).
• La racionalidad nos permite deliberar y decidir en base a razones. Y esa
posibilidad es lo que tradicionalmente asociamos con la libertad de elección.

¿No ha demostrado la ciencia la inexistencia de la libertad? (Mele 1)


• Alfred Mele señala que se habla mucho de la ilusión de la libre
voluntad, pero la idea de que la ciencia ha demostrado
definitivamente su inexistencia quizá sea una ilusión todavía mayor,
siempre que la libre voluntad se entienda de una manera modesta.
• Como ya hemos dicho, si por libre voluntad se entiende una total
ausencia de condicionamientos (historia, patrimonio genético,
cultura...), entonces la libertad es un mito o ilusión.
No ha demostrado la ciencia
la inexistencia de la libertad? (Mele2)
• Pero si nos referimos a la capacidad de hacer decisiones razonadas
y obrar en consecuencia, en ausencia de controles externos o
constricciones internas (sicosis, compulsiones, adicciones, miedos
significativos...), no es verdad que la ciencia o la neurociencia
hayan demostrado su inexistencia. (Mele, 2014, ix.78)

Para argumentar en contra del libre albedrío desde los hallazgos


neurocientíficos se suele hacer referencia a los experimentos de

En los años 60 del pasado siglo, dos científicos alemanes, Kornhuber y Deecke,
descubrieron el potencial de disposición (PD): un cambio eléctrico que se genera en el
cerebro como preparación para la ejecución de una acción.

Los experimentos de Libet buscaban determinar la relación temporal existente entre la


conciencia de la decisión de actuar y la ejecución de la acción.
Los sujetos de Libet se colocaban delante de un osciloscopio en el que un punto de luz
se movía en la dirección de las agujas del reloj, pero a una velocidad mucho mayor
(daban la vuelta a la esfera en 2.56 segundos).

El sujeto debía decidir cuándo quería mover su muñeca o dedo.


Tenía que fijarse en el lugar en el que estaba el punto de luz cuando tomaba la decisión
de hacer el movimiento.
La conciencia de la decisión precedía la moción física en 150 0 200
milisegundos, en promedio.

Pero el PD precedía a la conciencia de tomar la decisión, siendo detectable 350


milisegundos antes de la decisión.

Es decir, parecería que la decisión se inicia inconscientemente en el cerebro, antes de


que la persona decida actuar de manera consciente.

El potencial de preparado es una lectura que la encefalografía arroja momentos antes


de que un sujeto declare que está realizando una acción de manera voluntaria. El tipo
de experimento clásico bajo el que se obtiene, primeramente, aplicado por Benjamín
Libet, es un tanto enrevesado: un sujeto se sienta frente a una suerte de reloj en donde
las manecillas no son líneas sino un punto de luz que se mueve siguiendo la
circunferencia. Este sujeto cuenta con electrodos tanto craneales como musculares en
su mano que miden la actividad electroencefálica de las áreas motoras y
electromiografía. Su tarea es sencilla: se le pide que pulse un botón con el dedo que
tiene el electrodo cuando él lo quiera hacer. Sólo tendrá que señalar en qué posición se
halla el punto de luz en el reloj cuando sintiese la voluntad de pulsar el botón.
El orden normal en que deberían suceder los acontecimientos, según la concepción
cotidiana de la voluntad y el libre albedrío sería el siguiente:
1. El sujeto siente la voluntad de pulsar el botón.
2. Se registra la actividad de las áreas motoras en el encefalógrafo.
3. Se registra la actividad muscular del dedo pulsando el botón en el
electromiógrafo.
4. Se pulsa el botón.
No obstante, el orden de los factores no alteró el producto, pero sí sacudió nuestra
concepción de la voluntad. Los acontecimientos experimentales sucedieron de la
siguiente manera:

1. Se registra actividad en las áreas motoras correspondientes a la preparación del


movimiento (lo que se bautizó como potencial de preparado) y su ejecución
2. El sujeto siente la voluntad de pulsar el botón
3. Se registra la actividad muscular del dedo pulsando el botón en el
electromiógrafo
4. Se pulsa el botón.

El Experimento Libet:
Un sujeto se sienta frente a un reloj en donde
las manecillas no son líneas sino un punto de luz
que se mueve siguiendo la circunferencia. Este
sujeto cuenta con electrodos tanto craneales
como musculares en su mano que miden la
actividad electroencefálica de las áreas motoras
y electromiografía. Su tarea es sencilla: se le
pide que pulse un botón con el dedo que tiene
el electrodo cuando él lo quiera hacer. Sólo
tendrá que señalar en qué posición se halla el
punto de luz en el reloj cuando sintiese la
voluntad de pulsar el botón.

Resultado:
Se intentó detectar las acciones de los voluntarios participantes en el estudio
antes de que ellos fueran conscientes de que iban a realizarlas.
La conciencia de la decisión precedía la moción física en 150 o 200 milisegundos,
en promedio. Pero el potencial de disposición precedía a la conciencia de tomar
la decisión, siendo detectable 350 milisegundos antes de la decisión, en otras
palabras, parecería que la decisión se inicia inconscientemente en el cerebro
antes de que la persona decida actuar de manera consciente

También podría gustarte