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ACTIVIDAD VOCACION DE SAN LUIS BERTRAN

LOPEZ BERNAL OSCAR FABIAN

SEMINARIO MAYOR SAN JOSE DE ZIPAQUIRA


CICLO PROPEDEUTICO
MATERIA:
2021
ACTIVIDAD VOCACION DE SAN LUIS BERTRAN

LOPEZ BERNAL OSCAR FABIAN

DOCENTE

SEMINARIO MAYOR SAN JOSE DE ZIPAQUIRA


CICLO PROPEDEUTICO
MATERIA:
2021
INTRODUCCION

Para iniciar, en este informe hablaremos de San Luis Bertrán, pues aquel santo que
es conocido como el abogado de los pecadores, alguien que con su misión llevo en toda una
realidad un gran testimonio y ejemplo de Dios.

En primer lugar se conocerá un poco de su historia, lo que compete con su


nacimiento, familia, estudios y demás pertinente. Luego, como todo santo y demás
aportante al servicio de Dios y de la Iglesia, la vocación y el proceso con el cual conocieron
el verdadero llamado a seguir a Dios es vital en este tipo de informes. Por consiguiente,
entraremos en proceso a informarnos un poco de lo que su camino de Valencia hacia
Colombia, su servicio o misión ante Dios y sus hermanos pecadores seguidores de Dios,
teniendo en cuenta también sus milagros, el proceso del regreso a España, y finalmente su
relación con San Juan de Ribera y su muerte.
INDICE

1. PERFIL HISTORICO
2. UN POCO SOBRE SU VOCACION…
3. SU CAMINO HACIA COLOMBIA
4. MISION
5. MILAGROS
6. REGRESO A ESPAÑA
7. SU MUERTE
8. SAN JUAN DE RIBERA
1. PERFIL HISTORICO

Este importante santo nace en Valencia, España, el 1 de enero de 1526 en el seno


de una familia acomodada y virtuosa. Su abuela era sobrina de san Vicente Ferrer, y su
padre Juan Beltrán, notario de gran prestigio, que ostentó el cargo de procurador perpetuo
del reino. Éste, al enviudar de su primera esposa, se propuso ingresar en la cartuja y,
cuando se hallaba en camino, san Bruno y san Vicente Ferrer le hicieron volver sobre sus
pasos sugiriéndole nuevo desposorio. La elegida fue Juana Ángela Eixarch, madre de Luís
Beltrán, primogénito de nueve hermanos. Vino al mundo en una era bendecida por Dios
con santos de la talla de Francisco de Borja, Pascual Bailón, Tomás de Villanueva, Juan de
Ribera y los beatos Nicolás Factor y Gaspar de Bono, entre otros. Teresa de Jesús tenía un
año de vida cuando él nació.

Luis fue precoz en su virtud. Queriendo emular las vidas de santos que leía, a sus 7
años oraba y se mortificaba durmiendo en el suelo, ejercicios a los que añadió siendo
adolescente el rezo del Oficio parvo de la Virgen y la recepción diaria de la comunión. Pero
llevado de su celo, un día dejó el hogar sin previo aviso para hacerse mendicante, tomando
como modelo a san Alejo y a san Roque. En la ardorosa carta que dejó escrita a sus padres
había justificado su decisión recurriendo a numerosas citas bíblicas. No llegó lejos porque
un criado de su padre lo sorprendió en los alrededores de Buñol, mientras descansaba en
una fuente. Pero más adelante, de nuevo trató de ingresar con los mínimos. En las dos
ocasiones sintió que Cristo le conminaba haciéndole ver que ese no era el camino. A los 16
años peregrinó a Santiago de Compostela. Regresó con la resolución de hacerse dominico,
pero sus padres no le dejaron, hasta que en 1544, teniendo 18 años y una delicada salud,
tomó el hábito. En 1547 fue ordenado sacerdote.
 

2. UN POCO SOBRE SU VOCACION…

En 1549, dada su virtud, fue nombrado maestro de novicios y de estudiantes del


convento de Valencia. Fue un formador excepcional, fidelísimo a la regla dominicana.
Enseñó con firmeza y caridad las excelencias de la humildad y de la obediencia.
Escrupuloso y tendiente a un cierto desánimo acerca de la viabilidad de alcanzar la santidad
que se proponía, muchas veces era presa de la aflicción, y en algunas ocasiones lo hallaron
llorando y exclamando palabras orientándose a cuestiones como el ¿No tengo harto que
llorar que no sé si me he de salvar?. En su corazón seguía bullendo el mismo anhelo de
derramar su sangre por Cristo. Por eso cuando un indio proveniente de Nueva Granada,
actual Colombia, que se había convertido y abrazado al carisma dominico visitó el
convento y expuso prolijamente las difíciles experiencias que aguardaban a los misioneros
que iban a evangelizar el país, no se inmutó. Estaba dispuesto a partir allí creyendo que la
fiereza de los indígenas le ayudaría a obtener la palma del martirio. De nada le sirvió el
ruego de los fieles que le tenían en alta estima y no querían desprenderse de él, ni el gesto
de su superior que, al ver la situación que la noticia de su partida creaba en el entorno, le
anunció que no le proporcionaría los medios para emprender el viaje. No hubo forma de
detenerle.

 
3. SU CAMINO HACIA COLOMBIA

A sus treinta y seis años, en cuaresma de 1562, partía fray Luis Bertrán de Sevilla
hacia América en un galeón. Durante el viaje, un fuerte golpe que recibió por accidente en
una pierna le dejó para siempre una cojera bastante pronunciada. Y cuando después de tres
meses de navegación bajó del barco en Cartagena de Indias aquel fraile larguirucho, flaco y
macilento, con su paso desigual y vacilante, más de uno se habría preguntado qué podría
hacer aquel pobre fraile en los duros trabajos misioneros entre los indios…

Recién llegado al convento dominicano de Cartagena, comenzó sus ministerios


pastorales ordinarios, semejantes a los que ya en Valencia había ejercido. Pero él quiso ir a
la selva. Después de insistentes peticiones, obtuvo del prior fray Pedro Mártir permiso para
hacer de vez en cuando algunas salidas.

En primer lugar se buscó un intérprete, un faraute que transmitiera a los indios lo


que él iba predicando. Pero con este método apenas conseguía nada, ya que el intérprete,
desvirtuaba su predicación. Hasta que le dijeron los indios que les hablara en su propia
lengua, porque en ella lo entendían mejor que en lo que decía su intérprete».

Una vez comprobadas las desconcertantes posibilidades misioneras de este santo


fraile, le confían sus superiores un pueblecito, llamado Tubará. En aquella doctrina hay
escuela e iglesia, y viven unos pocos españoles, en tanto que el núcleo principal de los
indios, temerosos, no vive en el pueblo, sino en la selva, en el monte, donde en seguida va
fray Luis a buscarlos. Siempre a su estilo, llega el santo fraile misionero hasta las chozas
más escondidas.

En los tres años que pasó en Tubara consiguió San Luis muchas conversiones de
españoles y el bautizo de unos dos mil indios, siempre a su estilo. Fray Luis derribaba los
ídolos a patadas o mandaba quemar las chozas que les servían de adoratorios. Al modo de
San Juan Bautista, reprobaba públicamente a un indio muy principal, que vivía amancebado
con una mujer casada. En esta ocasión, el indio aludido le lanzó con todas sus fuerzas su
macana, pero el Señor desvió el curso mortal de su trayectoria. Y se ve que San Luis
Bertrán no hacía ningún caso de ese consejo que tantas veces suele darse y que también a él
le habrían dado el cual va guiado a que usted, padre, se tiene que cuidar más. San Luis, en
realidad, se cuidaba muy poco, lo mínimo exigido por la prudencia sobrenatural, y en
cambio se arriesgaba mucho, muchísimo, hasta entrar de lleno en lo que para unos era
locura y para otros escándalo (1Cor 1,23).

 
4. MISION

Una vez, después de intentar reiteradas veces desengañar a los indios de Cepecoa y
Petua, que daban culto a una arquilla que guardaba los huesos de un antiguo sacerdote, la
sustrajo de noche.

Llegó a saberse su acción, y un sacerdote indio, fingiéndose amigo, le dio a beber


un veneno mortal -el mismo veneno que había matado antes a un padre carmelita, después
de unas pocas horas de atroces dolores-. Cinco días estuvo fray Luis entre la vida y la
muerte, y en ellos dio claras señales de estar tan alegre.

Ni siquiera le quedó a San Luis Bertrán en adelante un gran temor a los posibles
brebajes tóxicos, como pareciera psicológicamente inevitable. Lo vemos en ocasiones como
ésta: un cacique le dijo que creería en Cristo si era capaz de resistir un veneno que él le
prepararía. Fray Luis le tomó la palabra sin vacilar preguntándole que si mantenía su
palabra teniendo en cuenta que él iba a tomar dicho veneno. De lo cual afirma que se
tomara el veneno y que sea lo que la voluntad de Dios decida. Hizo fray Luis la señal de la
cruz sobre la copa y bebió de un trago aquel veneno activísimo. Y a continuación pasó a
ocuparse de lo que había que hacer para bautizar unos cuantos cientos más de indios
asombrados y convertidos.

En aquella ocasión, cuando fue envenenado por el sacerdote indio, se supo en


seguida que fray Luis no había muerto bajo la acción del veneno, y más de trescientos
indios se reunieron amenazadores y bien armados, dispuestos a terminar la obra iniciada
por el tósigo. Dos negros que se aprestaban a defenderle, uno de ellos armado de un
arcabuz, fueron apartados, y el santo salió al encuentro de la muchedumbre amenazante
sólo y sin temor alguno.

Se cuenta que entonces San Luis les predicó con más fervorosa exhortación y se
convirtieron gran parte de aquellos indios; los cuales, después de ser instruidos como
acostumbraba el santo, fueron por él mismo bautizados. Sin embargo, otros indios,
endurecidos en su hostilidad, raptaron a Luisito, un muchacho indio bautizado por fray
Luis, y lo sacrificaron como ofrenda a los ídolos, lo que apenó mucho al santo, pues le tenía
en gran estima.

Poco después, tratando de persuadir a un cacique principal, éste se resistía


diciéndole que no, que su religión le gustaba, pero que tenía miedo a su ídolo. Fray Luis se
mostró dispuesto a terminar con este miedo. Con el cacique se dirigió al adoratorio, y allí,
ante el pánico de todos, la emprendió a patadas con el dicho ídolo, hasta que el cacique y
los suyos se vieron libres del temor idolátrico, y aceptaron el Evangelio.

Aquel fraile debilucho y sin salud se mostraba bastante más fuerte de lo que parecía
a primera vista, y desde luego bastante más eficaz en el apostolado de lo que cualquier
previsión humana hubiera podido pensar. Así las cosas, el demonio se vio obligado a tomar
cartas directamente en el asunto. Trató de intimidarle con visiones, con golpes y con ruidos
horribles, sin conseguir nada. Suscitó contra fray Luis persecuciones de los indios y de los
blancos, de los malos y también de los buenos, con resultados nulos. Atentó contra su honra
gravemente, levantó terribles calumnias contra su castidad, y en más de una ocasión le
envió alguna mujer para que le tentase, sin conseguir de fray Luis otra cosa sino que se
encerrase en la iglesia para azotarse a conciencia.
 

5. MILAGROS

Dentro de tantos milagros por los cuales se destacó San Luis Bertrán, se puede decir
que este puso fin a sequías con una simple oración; con una bendición hizo que un árbol
diera frutos de manera instantánea; caminó sobre las aguas de la Ciénaga de Manzanillo;
una vez, un encomendero quiso matarle, pero al dispararle, su arcabuz se convirtió en un
crucifijo, este es el milagro que más puede observarse en las pinturas que se han hecho
sobre el santo.

Se dice además que neutralizó ataques de fieras, que apagó incendios y curó
enfermos con su rosario, que tenía el don de lenguas, es decir, predicaba en español, pero
los indios le entendían en su propio idioma, y muchos otros prodigios. También los hizo
durante los últimos meses, sumamente fecundos, de su apostolado en América. En ellos
recorrió los pueblos de Mompox, islas de San Vicente y Santo Tomás, Tenerife y varios
lugares del Nuevo Reino de Granada. Como despedida de su ministerio en América,
referiremos solamente uno de sus milagros. En la isla de San Vicente, predicando fray Luis
sobre el poder salvador de la cruz, se le acercó impresionado el cacique, queriendo saber
más de la virtud de la cruz. El santo, inspirado del cielo, se arrima al tronco de un
grandísimo árbol de los que coronan la plaza y, extendiendo los brazos en forma de
crucifijo, graba en el árbol la forma de la cruz, de su misma estatura. Apartase después del
tronco y queda la imagen de la cruz perfecta, como de medio relieve, en el árbol. El signo
sagrado de la cruz de Cristo: ésta fue la huella viva que dejó San Luis Bertrán en Nueva
Granada tras siete años de acción misionera.
 

6. REGRESO A ESPAÑA

Para el año de 1569 llegó fray Luis a Sevilla, y regresó al convento valenciano de
Santo Domingo. Su estado no era el mejor, tanto que paso una larga temporada de absoluto
reposo. Pero al año y medio de su vuelta ya le nombraron prior de San Onofre por votación
unánime. Y en sus tres años de priorato aquel santo fraile, alto y flaco, cojo, algo sordo y de
mala vista, puesto que mostró ser bueno no solamente para la contemplación, mas también
para la acción. Con suma caridad, con un celo enérgico por la observancia, con un sentido
de la pobreza y de la providencia que para algunos era locura, procuró un desconocido
bienestar material y espiritual a la comunidad.

En 1574 el Capítulo dominicano de la provincia de Aragón nombró a fray Luis


Bertrán predicador general, un título propio de la Orden de Predicadores. Como predicador
popular recorrió toda la zona de Valencia, alargándose a la región de Castellón y también
de Alicante. Normalmente hacía los caminos a pie, a no ser que la llaga crónica, que desde
su viaje a América le había dejado cojo, se pusiera peor y le exigiera a veces emplear
alguna cabalgadura prestada. Su predicación, sencilla y sumamente vibrante, llegaba
directamente a los corazones. Solía hacerla más gráfica y conmovedora contando muchos
ejemplos y refiriendo numerosas anécdotas personales, sobre todo de su apostolado en
América, cosa que hacía a veces por humildad en tercera persona.
 

7. SU MUERTE

A eso del 1 de enero de 1581 cumplió fray Luis sus cincuenta y cinco años,
sabiendo que iba a morir pronto; conoció incluso la fecha: el 9 de octubre, fiesta de San
Dionisio y compañeros mártires. Ese conocimiento llegó a hacerse público en Valencia. Así
por ejemplo, en los primeros meses de ese año, el prior de la Cartuja de Porta-Coeli se
enteró de tal fecha por el Patriarca y por otras personas, y al volver al monasterio escribió
en un papel: «Anno 1581, in festo Sancti Dionisii, moritur fr. Ludovicus Bertrandus». Selló
luego el papel, y lo guardó en la caja fuerte del monasterio con el siguiente sobreescrito:
«Secreto que ha de ser abierto en la fiesta de Todos los Santos del año 1581».

Para este momento todavía predicaba San Luis algunos sermones importantes, pero
ya no pensaba sino en morir en los brazos de Cristo. Sin embargo, no le dejaban tranquilo,
y por su celda de moribundo pasaba una procesión interminable de visitantes, llenos de
solicitud y veneración. Aún hizo algunos milagros, y uno de ellos estando en su lecho de
muerte: a ruegos de su buen amigo el caballero don Juan Boil de Arenós, cuya hija doña
Isabel estaba agonizando de un mal parto, consiguió con su oración volverla a la salud.
8. SAN JUAN DE RIBERA

Uno de los más reconocidos visitantes fue el Patriarca, San Juan de Ribera, pues
terminó por llevarse al enfermo a su casa arzobispal de Godella. Allí el arzobispo, según
dicen, le componía la cama, le acomodaba los paños de las llagas que tenía en las piernas y
las besaba con profunda humildad y devoción. Según refiere el padre Antist, pues él mismo
le cortaba el pan y la comida. Daba también la bendición y las gracias, teniendo en cuenta
que en más de una ocasión, le sirvió de rodillas la bebida y aun le ponía los bocados en la
boca. Acabada la cena, se estaba muchas veces el Patriarca con fray Luis hablando de cosas
del espíritu en la ventana, porque el benigno padre gustaba en extremo de mirar al cielo,
que, en fin, era su casa. Del contenido de aquellas altas conversaciones, sólo los ángeles de
Dios guardan relación exacta.

De retorno al convento, aún vive un mes postrado. Pues justo cuando algunos
amigos le hacen música en la celda, él esconde su rostro bañado en lágrimas bajo la sábana,
pues ya presiente la bienaventuranza del cielo. El dia 6 de octubre pregunta en qué día está,
y cuando se lo dicen, hace la cuenta: « ¡Oh, bendito sea Dios! ¡Aún me quedan cuatro
días!». Cuando llegó el día, se volvió hacia San Juan de Ribera, su amado arzobispo:
«Monseñor, despídame, que ya me muero. Dadme vuestra bendición».

 
Para aquel dia falleció, aquel 9 de octubre de 1581, fiesta de San Dionisio y
compañeros mártires. Paulo V lo beatificó en 1608, y Clemente X lo incluyó en 1671 entre
los santos de Cristo y de su Iglesia.

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