Está en la página 1de 234

Página 1

2
Página
Esta traducción fue hecha de fans para fans, sin ningún tipo de ganancia.
Para promover la buena lectura y darle la posibilidad de leer el libro a
aquellas personas que no leen en inglés. Puedes apoyar a la autora
comprando sus libros y siguiéndola en sus redes sociales.

Lo único que pedimos a cambio, es que nos cuides, no difundas nuestro


trabajo en grupos de Facebook que puedan denunciarnos, no subas la
historia en Wattpad ni subas capturas del mismo en las demás redes
sociales que puedas usar, los autores y editoriales se encuentran en todos
lados, a la espera de acechar a los grupos de traducción para que dejemos de
hacer este trabajo.

Si el libro llega a tu país, te animamos a que lo compres.


3
Página
Yani

Yiany Moreline

Emotica G. W RRZOE

Usakoserenity MadHatter

Yani

MadHatter

Atómic_Mellark
2
Página
Atómic_Mellark

Atómic_Mellark Idk.Zab

Procrastination Princess alisay.or

Emotica G. W Yuli Darcy

Eli25 Walezuca

MicaDeMaddox Yiany

Jessmddx

Eli25

Sole

Laura
2
Página
Sinopsis Capítulo 12

Queridos Lectores Capítulo 13

Prólogo Capítulo 14

Capítulo 01 Capítulo 15

Capítulo 02 Capítulo 16

Capítulo 03 Capítulo 17

Capítulo 04 Capítulo 18

Capítulo 05 Capítulo 19

Capítulo 06 Capítulo 20

Capítulo 07 Próximo Libro

Capítulo 08 Lista de Reproducción

Capítulo 09 Sobre la autora

Capítulo 10

Capítulo 11
2
Página
Emilia Lancaster es el pequeño secreto sucio de la familia real.

Nacida como la hija ilegítima de un duque, durante veinte años ha vivido


como una plebeya... a pesar de la sangre real que corre por sus venas.
Pero cuando toda la familia real muere en un ataque mortal, la línea de
sucesión cambia rápidamente de rumbo. Con su padre enfermo
designado como rey y sin herederos legítimos a la vista, Emilia es sacada
de las sombras y empujada a un destino que nunca quiso.

Si esto fuera un cuento de hadas, el palacio sería un paraíso. En realidad,


con un padre que apenas conoce, en el trono, un asesino mortal aún
suelto, y enemigos en cada esquina del corredor dorado, el insensible y
cautivador señor Carter Thorne entre ellos, se siente más como una
prisión para Emilia. Una llena de expectativas inalcanzables, costumbres
desconocidas y pretendientes indeseables.

Quieren que ella se comporte como una buena niña.

Quieren que se coloque la corona brillante y mantenga la boca cerrada.

Están a punto de quedar decepcionados.

Puede que haya aceptado ser su princesa...

Pero ella no es la marioneta de nadie.

THE FORBIDDEN ROYALS TRILOGY #1


Página 3
Página 4
Página 5
6
Página
Para T. S.
7
Página
"Mi castillo se derrumbó durante la noche

Traje un cuchillo a un tiroteo

Se llevaron la corona, pero está bien..."

Call It What You Want, Taylor Swift


8
Página
Traducido por Yiany

Queridos lectores,

Dirty Halo es un cuento de hadas oscuro destinado solo para


adultos. Si prefieres tus cuentos de hadas sin maldiciones prolíficas,
intensas intrigas reales y sexo ardiente, te sugiero ahora mismo dejes este
libro. Apégate a las versiones de dibujos animados en la pantalla de tu
TV.

En cuanto al resto de ustedes, almas depravadas...

Espero que disfruten el viaje de Emilia, de una chica común a una


princesa reacia a serlo. Muchos aspectos de esta historia, desde el
entorno hasta los perfiles de los personajes, se basan libremente tanto en
el relato histórico como en el folclore. Sin embargo, creo que es mi deber
informarles que el reino de Germania, un país pequeño pero próspero en
la frontera entre Alemania, Austria y Suiza, no es, de hecho, un lugar real.
(Ya sabes, solo para no reservar un boleto de avión hacia allí, con la
intención de rastrear a cierto Lord ardiente, con una sonrisa arisca, que
todas amaremos odiar...)

Y ahora, sin más preámbulos...

¡ESPEREN!

Estoy olvidando algo.

¿Cómo es que comienzan siempre estas historias?

¡Oh! Cierto.

Ahora lo recuerdo.

Había una vez…


9
Página
Traducido por Yiany

Me quedo mirando a la extraña en el espejo.

Su cabello salvaje, extrañamente enrulado.

Su boca exuberante, inusualmente solemne.

Envuelta en una tristeza que las joyas reales no pueden disfrazar.

Envuelta en un destino que no está preparada para abrazar.

Tiene el destino de una nación en sus manos temblorosas.

Lleva una corona que nunca debería haber sido suya.

Una mentira de oro.

Un halo sucio.

¿Sabes qué es lo gracioso de los cuentos de hadas? Nunca ves lo que le


sucede a la bella doncella después que se va hacia la puesta del sol con el
gallardo príncipe en un carruaje bañado en oro y se marcha a vivir en su castillo.

Se desvanecen. Aparecen los créditos.

Y vivieron felices para siempre.

O... ¿de verdad?

¿Cómo estamos tan seguros de que en el momento en que la doncella


pisa esa fortaleza desconocida, no se da cuenta del error monumental que
cometió? ¿Por qué nos sentimos tan seguros que el príncipe no se revela como
un imbécil total una vez que la bruma de la lujuria se ha aclarado en su cabeza?
10
Página
¿Qué pasaría si en lugar de un final feliz, la bella doncella pasara los próximos
treinta años deseando no haber conocido a su maldita hada madrina en primer
lugar?

Sé lo que vas a decir.

¡Pero las joyas!

¡La ropa!

¡El apuesto príncipe con su hermoso corcel!

Guárdatelo.

Por mi parte, preferiría pasar el resto de mis días fregando pisos en lugar
de quedarme atrapada en un castillo sofocante, rodeada de gente jodidamente
rica, forzando una sonrisa falsa durante seis periodos largos y desabridos.

Pero nadie me preguntó qué quería.

Nadie me dio una elección en el asunto cuando me sacaron de mi vida y


arrastraron mi trasero talla seis, amante de las donas, a través de las puertas del
castillo, a un destino que pensé que había esquivado con éxito.

¿Ese final de cuento de hadas?

Lo estoy viviendo.

Y estoy aquí para decirte...

Que esa mierda apesta.


Página 11
12
Página
Traducido por Emotica G. W y Usakoserenity

EL REY HA MUERTO.

Las noticias irrumpen en todo el país como una inesperada tormenta de


verano, todo a la vez, en un aguacero que silencia a todo el mundo con una
ferocidad repentina. Es uno de esos momentos que las personas recordarán con
perfecta claridad por el resto de sus vidas, incluso mirando atrás, medio siglo
después. La explosión del Challenger propia de la generación millenial o el
asesinato de JFK, cristalizado para siempre en un recuerdo destellante.

¿Dónde estabas cuando te enteraste de los Lancaster?

Los detalles son tan sagaces, sus bordes me cortan cuando les doy vuelta
en mi mente. El sabor rancio de la cerveza en mi lengua. El olor a cáscaras de
cacahuete agrietadas, esparcidas por la gastada barra frente a mí. El chillido de
la estática de los altavoces, con la lista de reproducción reciclada de artistas de
un solo éxito se corta con un violento cambio de interruptor.

Owen se me acerca más, su hombro es ancho y cálido incluso a través de


la tela de su camiseta negra entallada. Las voces de la multitud a nuestro
alrededor pasan de ser un murmullo soso a un rugido horrorizado, mientras un
mar de ojos llenos de lágrimas giran hacia los televisores montados contra las
paredes de paneles de madera del pub. Giro la cabeza para ver de qué se trata
todo el alboroto y, con una brusquedad que se roba el aliento de mis pulmones,
13
Página
me descubro con un asiento en primera fila del momento en el que todo mi
futuro se fragmenta en pedazos.

INCENDIO MORTAL EN EL PALACIO WATERFORD.

Gritos de "¡suban el volumen!" son intercambiados rápidamente por


jadeos y sollozos cuando las imágenes se reproducen en la pantalla.

Llamas y muerte.

Un cuento de hadas desmoronándose justo ante nuestros ojos.

Owen maldice por lo bajo, pero apenas puedo distinguir el sonido. Mis
ondas cerebrales se han vuelto estática. Me tiemblan los dedos al dejar mi
cerveza, sintiéndome mareada por algo más que el alcohol en mis venas
mientras observo los labios de la presentadora de noticias escupir verdades que
no estoy preparada para procesar.

―El fuego empezó en algún momento después de las diez de la noche


en el ala este del Palacio Waterford. Una fuente interna nos informó que lo más
probable es que el incendio se originara en la suite privada del príncipe
heredero. ―Su tono está impregnado de conmoción y pena, prácticamente se
ahoga con las palabras―. En este momento, podemos confirmar que su
majestad, el rey Leopold, y la reina consorte Abigail...

Las palabras se interrumpen, demasiado horribles para pronunciarlas.


Esperamos en un silencio tenso. Nunca he visto un bar universitario tan
tranquilo, incluso durante la semana de finales. Nadie está riéndose o
coqueteando o lanzando dardos. Nadie ni siquiera respira, hasta donde puedo
ver. Nuestra atención se encuentra pegada a las pantallas.

La presentadora traga saliva con dificultad, luego emite un suspiro


tembloroso con gran cuidado. Junta sus manos en su elegante escritorio de
cristal, los nudillos muy apretados y la piel tensa.

Solo escúpelo ya, pienso, queriendo sacarle la verdad a sacudidas. Esta


espera es peor que lo que sea que vayas a decirnos.

Pero, cuando finalmente lo hace, al instante compruebo lo contrario. La


espera no es peor, esperaría una eternidad si eso significara evitar esta noticia
en particular.
14
Página
»Esta noche, es mi grave tarea informarles de una tragedia insondable. Su
majestad, el rey Leopold, y la reina consorte Abigail han perecido entre las
llamas en el palacio Waterford.

Un grito colectivo divide el aire, el golpe de un rayo en una tormenta


creciente de incredulidad. El barman deja caer un vaso con un estrépito. Owen
deja escapar otra palabrota por lo bajo. Las dos chicas a mi izquierda comienzan
a llorar. Su horror es tan potente que puedo saborearlo en mi lengua con cada
respiración.

No. Retrocedo, el rechazo surgiendo en mí. Seguramente, ha habido


algún tipo de error. En cualquier momento, la presentadora de noticias esbozará
una sonrisa de disgusto y se disculpará por provocarle tanto miedo a toda la
nación con esta tontería.

Excepto…

Que no lo hace.

»A pesar de los valientes esfuerzos de rescate de los bomberos, varios


miembros del personal del palacio también están desaparecidos. Se presumen
muertos ―nos informa la presentadora desoladamente―. Actualmente no
conocemos el estado del príncipe heredero Henry. Les daremos una
actualización tan pronto como escuchemos si se encuentra entre los fallecidos.

Otro gemido retumba a través de la multitud, rompiendo el aire en


fragmentos de tristeza y conmoción.

No Henry también.

No nuestro heredero.

No nuestro príncipe.

Esta noticia es incomprensible. Incalculable. No estamos preparados para


procesarlo con ninguna elegancia o compostura. Somos incapaces de hacer
nada, excepto quedarnos ahí parados, estupefactos, mientras el cielo se
derrumba a nuestro alrededor.

La chica llorosa a mi lado, quien hace cinco minutos estaba bebiendo


cócteles de ginebra con una fortaleza que impresionaría al propio Jay Gatsby,
hipea muy violentamente. Sintiéndome extrañamente alejada de mi propio
cuerpo, observo mi mano como si perteneciera a otra persona, ya que se
extiende para pasarle una servilleta del bar. La acepta con un resoplido
15
Página
taciturno, sus ojos nunca abandonan las pantallas de televisión. Mirando
alrededor, veo su expresión horrorizada reflejada en todas las demás caras en la
multitud.

Angustia sin adulterar en masa.

Los observo romperse como olas contra las rocas más afiladas,
fragmentándose en conchas golpeadas por el dolor que no se parecen en nada
a los estudiantes universitarios alborotadores que eran hace apenas unos
minutos. No importa que nunca hayan estrechado la mano de su rey, que nunca
hayan visto a su príncipe en persona excepto quizás desde la seguridad de una
barricada en la acera cuando su carruaje pasaba rodando durante un desfile real.
Esta noticia es una hoja hundida en el mismo tejido de nuestra existencia.
Incluso la presentadora de noticias se está limpiando las lágrimas mientras la
historia sombría se desarrolla.

»No se sabe si fue un accidente o algo más siniestro ―lee de su


apuntador electrónico, luciendo contradictoriamente sombría en su alegre
chaqueta amarilla―. Las autoridades lo están tratando preliminarmente como
un ataque terrorista. Los protocolos de emergencia ahora se encuentran en
efecto. Todos los miembros restantes de la familia real han sido puestos bajo la
protección de la Guardia del Rey y permanecerán así hasta que se haya
evaluado la amenaza completa, eso incluye al hermano menor del rey, el
príncipe Linus, el Duque de Hightower, junto con su esposa e hijastros.

Ante la mención del Duque, los ojos de Owen se encuentran con los míos
en la penumbra, una racha de preocupación desconocida en sus profundidades.
Él es una de las únicas personas en el planeta que sabe de mi conexión con los
Lancaster. Del apellido paterno impreso en mi acta de nacimiento en letras
negritas, innegables.

―Emilia...

―No. ―Tomo mi vaso de cerveza, para tener algo que hacer con mis
manos mientras la transmisión dolorosa se reproduce. Lo aprieto tan fuerte que
estoy media sorprendida de que no se rompa en pedazos contra mi palma.

―En esta hora más oscura... ―La voz de la presentadora se quiebra junto
con su calma―. Creo que hablo por todos los que estamos aquí en GBTV, y cada
ciudadano germano escuchando por ahí, cuando digo que nuestros
pensamientos y oraciones se encuentran con cada miembro de la familia
16
Página
Lancaster mientras intentamos sobrellevar esta pérdida tremenda… y resolver
exactamente lo que significará para el liderazgo de nuestra nación…

―Dulce mierda ―murmura Owen cuando la pantalla muestra más


imágenes del infierno ardiente. Su voz suena a un millón de kilómetros de
distancia, junto con el resto del mundo. En este momento, rodeada por todos
lados, me siento aún más sola que cuando era niñita, el día que mi madre
finalmente me dijo la verdad sobre mi padre biológico. Sobre el hombre que
casi fue suyo. Sobre el destino que casi fue mío.

Él no nos quiso, Emilia.

No te quería.

Con la cabeza girando, me balanceo sobre el pecho de mi mejor amigo.


Me estabiliza al instante, sus manos anchas trabándose alrededor de mis bíceps
desnudos con un peso tranquilizador. Hace calor dentro de la multitud, pero de
repente estoy congelándome en mi top corto y falda entallada negra. La piel de
gallina cubre cada centímetro de mi carne expuesta.

»¿Ems? ―Frunce el ceño con preocupación. Un mechón de cabello rubio


ondulado cae sobre su preocupada mirada fija―. ¿Estás bien?

Me las arreglo para asentir. Por lo menos, creo que lo hago.

En la pantalla, el presentador se lleva una mano hacia su oído mientras


escucha una transmisión auditiva.

—Ahora nos pondremos en contacto con Gerald Simms, el Secretario de


Prensa del Palacio, para una actualización oficial.

La emisión se convierte en una pantalla dividida. El hombre que aparece


en el lado derecho de la televisión tiene la expresión más amarga que he visto,
como si acabara de meter la nariz en un cartón de leche cuajada. Su cabello fino
y la expansión de su cintura no son favorecidos con el poco atractivo traje a
rayas que eligió usar para esta ocasión.

»Señor Simms, bienvenido —dice la presentadora de noticias—. Gracias


por tomarse el tiempo para hablar con nosotros esta noche.

—Sí, sí. —La papada del hombre se tambalea como la de un pavo—. El


gusto es mío.
17
Página
—Señor Simms, ¿puede hacer un balance sobre las implicaciones para la
corona ante esta pérdida catastrófica? ¿Puedes darnos alguna idea de cómo
comenzó este incendio? ¿Fue un ataque planeado?

—No puedo hacer comentarios sobre detalles pertinentes a la


investigación. Todo lo que puedo revelar es que la Guardia Real está analizando
activamente todas las pistas potenciales —dice Simms, con el pecho hinchado
como un globo de helio. Está tan relleno, que podrías pincharlo con un alfiler.

—¿Y el príncipe heredero Henry?

—No puedo revelar el estado del Príncipe Henry en este momento. Sin
embargo, me informaron que el hermano menor del rey Leopoldo, Linus, el
Duque de Hightower, se encuentra a salvo en una ubicación fuera del sitio.

—Eso es una noticia reconfortante. El Duque es el siguiente en la fila para


ocupar el trono después del príncipe heredero, ¿es correcto, secretario?

—En efecto.

—Entonces... si el príncipe Henry... si el príncipe… —Se calla. Un rayo de


inquietud se dispara a través de la multitud a mi alrededor por la inefable
implicación de sus palabras.

Muere.

Si el príncipe muere.

La boca de Simms se frunce como una bolsa con cordón, que contiene
todas sus emociones bajo la superficie. —Tenga la seguridad de que Germania
no se quedará sin gobernante. El Duque está completamente preparado para
asumir su manto como Rey Regente si el Príncipe Heredero no puede cumplir su
función por algún motivo.

La presentadora de noticias asiente, más pálida que nunca.

—Por favor, corríjame si me equivoco, secretario Simms, pero el Duque


no tiene hijos propios...

—El duque tiene dos hijastros de su matrimonio con lady Octavia Thorne
—replicó—. Pero tiene razón. No tiene herederos legítimos propios.

Legítimos.
18
Página
La palabra hace que mi sangre se enfríe. Mis manos se aprietan más
alrededor de mi vaso. Owen se me acerca más, sintiendo mi inquietud.
Prácticamente puedo sentir las olas de preocupación irradiando de él.

—Hipotéticamente... eso podría presentar un gran problema cuando se


trata de la línea de sucesión, ¿no es así, Secretario?

—Mmm. —Gerald Simms parpadea sus ojos pequeños y brillantes—. En


momentos como este, lamentablemente se nos recuerda por qué la familia real
practicó la política de un heredero y un suplente durante tantas generaciones.
—Menea la cabeza y la carne extra debajo de la barbilla se mueve—. Si el Duque
no puede engendrar un heredero, por primera vez en la historia, Germania
puede que se encuentre sin ningún candidato viable para el trono.

Alejo la vista de las pantallas, apretando la mandíbula. No puedo


escuchar más.

—Es jodidamente increíble —se burla Owen. Sus hermosos rasgos


retorcidos en una mueca—. La corona ni siquiera está fría y ya están colocando
contingencias en su lugar. Buitres, la mayoría de ellos.

Levanto tanto las cejas que casi desaparecen en mi cabello.

—Lo dice el chico que pasó su semestre de primavera marchando en


protestas contra la monarquía. No sabía que te importaba quién llevara la
corona.

Sus ojos parpadean hacia los míos y me sostiene la mirada durante un


largo momento. Hay algo indescifrable en sus profundidades. Algo que hace
que mi corazón se agite incómodamente dentro de mi pecho cuando se acerca
una fracción más, su voz se convierte en un susurro áspero y enojado.

—Me importa una mierda lo que pueda pasar si esa corona cambia de
manos al hermano menor del rey, El Duque de GranImbécil, me importa una
mierda lo que pueda... —Hunde los dientes en su labio inferior. No dice el resto,
pero está escrito en toda su expresión.

Lo que eso pueda significar para ti, Emilia.

Alejo la mirada bruscamente, deseando poder bloquear el miedo


repentino que corre por mis venas. Deseando poder alterar las hebras de mi
ADN tan fácilmente como las hebras de cabello en mi cabeza. Deseando un
montón de cosas inútiles.
19
Página
La voz nasal del Secretario de Prensa resuena en mi cabeza como una
sentencia de muerte.

Si el Duque no puede engendrar un heredero… por primera vez en la


historia, Germania puede que se encuentre sin ningún candidato viable para el
trono…

¿Qué pasaría si supieran la verdad?

Que Linus sí engendró un heredero.

Solo que él no la quiso.

»Lo siento, Ems. —La voz de Owen me hace volver a la realidad. Cuando
nuestros ojos se encuentran, traga saliva bruscamente, moviendo su manzana
de Adán—. No quise alterarme y desquitarme contigo.

Con una media sonrisa débil, golpeo mi hombro contra el suyo para
hacerle saber que no estoy molesta. Me llevaría mucho más que unas pocas
palabras escuetas para que realmente me enojara con Owen. Hemos sido
amigos desde que nos asignaron cubículos adyacentes en la guardería.
Crecimos en la misma calle, lo que lo hace, literalmente, el chico de al lado. Es
difícil imaginarlo haciendo algo que pueda romper ese vínculo. Él es la única
constante en mi vida, sin importar qué más cambie.

Las personas que conversan en la televisión continúan por un momento,


intercambian palabras detestables como linaje y línea de sucesión, pero me
desconecto, atrapada en lo profundo de mis pensamientos. Mis ojos recorren
distraídamente los gráficos que aparecen en la pantalla: un árbol genealógico
real, el Rey Leopold y la Reina Abigail ya están tachados con líneas negras
resueltas. Sus pequeños retratos parecen mirarme fijamente desde la pantalla,
fantasmales y serios.

En otra vida, habrían sido parientes.

Mi tía y mi tío.

Ahora, son solo recuerdos.

Sintiéndome entumecida, miro fijamente la rama en blanco en el árbol


genealógico de Lancaster debajo de Linus, la rama donde debería encontrarse
mi nombre, y trago la amargura que se eleva como bilis en la parte posterior de
mi garganta. La presentadora de noticias focaliza su rostro, con las palabras
DUQUE DE HIGHTOWER garabateadas debajo. Cuando mis ojos se mueven
20
Página
sobre sus curtidos rasgos, no puedo evitar estremecerme ante la sorprendente
similitud con los míos.

El mismo cabello oscuro y grueso.

La misma mirada verde sin fin.

La misma terquedad sobre su boca de labios llenos.

—¿Quién es ese? —le susurra una de las chicas que lloran en la multitud
a su amiga, mirando la televisión con sus brillantes ojos rojos.

—¿No has estado escuchando? Es el hermano menor del rey, Linus. El


Duque de Hightower —le responde su amiga—. Si el príncipe muere... él
gobernará.

—¿No tiene como setenta? —pregunta su amiga.

—Cumplió setenta y tres, el mes pasado —murmuro sin pensarlo.

Ambas me miran con extrañeza. Miro hacia otro lado antes de que
puedan preguntar por qué sabría un hecho tan poco conocido. Las autoridades
en pantalla todavía están hablando, diciendo cosas que no quiero escuchar.

—Tendremos una actualización sobre la condición del príncipe heredero


Henry en los próximos momentos...

Me quedo totalmente inmóvil, casi sin poder respirar, y envío una oración
a quien quiera que esté escuchando por el primo que nunca conocí.

Por favor, sobrevive, Henry.

Tienes que sobrevivir

Tienes que gobernar.

Un silencio solemne desciende una vez más sobre Hennessy: la pequeña


cueva anodina a la vuelta de la esquina del campus que frecuentamos cuando
no tengo clases y Owen no está atrapado en el trabajo. En una noche de viernes,
es típicamente la zona cero para el libertinaje. Ahora, se encuentra
inquietantemente silenciosa, incluso con los clientes más borrachos que parecen
contener la respiración.

La mano de Owen se posa en mi cadera, pesada y cálida, acercándome.


Es un toque íntimo; uno que podría hacerme fruncir el ceño, en circunstancias
normales. Pero estas circunstancias son todo, menos normales. No puedo
perder más de un momento preguntándome si mi mejor amigo está cruzando el
21
Página
límite tácito que ha permanecido allí desde que puedo recordarlo, porque la
presentadora está de vuelta, su voz perfora las ondas con un nuevo horror.

»Aunque aún nos encontramos a la espera de la confirmación oficial,


ahora estamos escuchando informes de que el príncipe heredero Henry está
vivo pero inconsciente. Fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos en
estado crítico, sometido a tratamiento por quemaduras de tercer grado,
inhalación de humo y traumatismo craneal grave. No se sabe si sobrevivirá a la
noche.

La habitación se ha quedado tan silenciosa que puedo escuchar el goteo


rítmico de un fregadero detrás de la barra. Cada gota suena como el repiqueteo
de un arma en el aire estancado. La presentadora de noticias respira hondo y
estabiliza sus hombros vestidos con un blazer amarillo. Mira directamente a la
cámara, sus ojos marrones son inquebrantables, y ofrece una información que
se reproducirá de forma continua durante los próximos cien años, archivada en
museos de historia y canales nacionales hasta que el mundo se convierta en
polvo.

»Según nuestra fuente en el palacio... hace unos momentos, Linus


Lancaster, el Duque de Hightower, fue juramentado oficialmente como Rey
Regente. Mientras esperamos a ver si el Príncipe Henry se recupera... él
gobernará mientras tanto. —Su voz se va debilitando mientras recita el lema
oficial de Germania, tan silenciosamente que suena como una oración—. No sibi
sed patriae.

No para uno mismo, sino para el país.

»Dios bendiga al rey Linus —dice la periodista escuetamente—. Que reine


por mucho tiempo.

—Que reine por mucho tiempo. —Los asistentes del bar que me rodean
hacen eco a la pantalla, sus voces malhumoradas y temerosas mientras observan
la imagen proyectada de su nuevo monarca. Un hombre con cabello oscuro y
espeso y ojos verdes fríos. Un hombre al que he pasado toda mi vida intentando
evitar.

Su Majestad.

El rey Linus

Mi padre.
22
Página
Traducido por Moreline y RRZOE

De repente, todo es demasiado.

La presión de la multitud, el rugido sordo de la televisión, el peso de un


futuro desconocido descansando bruscamente sobre mis hombros. No puedo
respirar, no puedo escuchar nada por encima de la creciente marea de pánico
que retumba en mis oídos.

Owen me está diciendo algo; puedo ver que su boca se mueve, pero no
comprendo ninguna de sus silenciosas sílabas. Murmuro algo sobre la necesidad
de aire y me suelto de su agarre, dirigiéndome hacia la salida delantera. Me
sigue mientras nos abrimos paso entre la densa multitud. Nadie parece saber a
dónde mirar o qué decir. Están paralizados, incapaces de procesar la noticia de
que su reino se ha derrumbado, mirando aturdidos los televisores como si
estuvieran atrapados en una pesadilla de la que se despertarán en cualquier
momento.

El guardia que verifica las identificaciones en la puerta principal apenas


me lanza una mirada cuando salgo a la noche de octubre. Doy algunos pasos
vacilantes hasta que llego al lado del edificio de ladrillos, donde un callejón
adoquinado ofrece un mínimo de privacidad.

Me concentro en las cosas que mi mente mareada puede identificar. La


sensación del frío ladrillo presionado contra mi frente. Mis uñas cortando mis
23
Página
palmas apretadas. La respiración dentro de mis pulmones, expandiéndose y
vaciándose, vaciándose y expandiéndose. Una aspiradora sin fin.

Después de unos momentos, siento la presencia de Owen a mi espalda.


No me toca, no dice una palabra. Simplemente se queda allí, ofreciéndome un
consuelo silencioso. Justo como lo ha hecho a través de cada rodilla raspada y
nota fallida, de cada mal día y corazón roto.

Mi mejor amigo.

—Ems...

—Estoy bien —susurro con voz estrangulada—. Totalmente bien.

—Pero…

—¡No!

Girándome para enfrentarlo, coloco mis manos en mis caderas y lo miro


fijo con severidad. Con un metro cincuenta y ocho, apenas soy una figura
intimidante, Owen se eleva por lo menos treinta centímetros sobre mí, pero la
altura es el menor de mis problemas si me veo incluso la mitad de destrozada
en el exterior de lo que me siento en el interior. Mis rizos teñidos caen en
cascada alrededor de mis hombros en una desaliñada cortina lavanda. Mi pecho
se eleva contra la parte superior de mi top ajustado, exponiendo una pálida
franja de mi estómago con cada respiración trabajosa que doy. Mi minifalda se
encuentra subida en lo alto de mis muslos, que están tensos por la necesidad de
huir. Mis ojos verdes se encuentran un poco demasiado grandes, demasiado
salvajes, mientras miran los suyos.

En otras palabras, me encuentro a unos dos segundos de tener una crisis


nerviosa total.

Todos a bordo del Expreso Completo Desastre.

¡Chuu Chuu!

De alguna manera, Owen no se ríe de mí. De hecho, mientras asimila mi


desesperación, su expresión es tan solemne que es casi malditamente
irreconocible.

—Te guste o no, Ems... no estás bien —dice con suavidad—. ¿Y cómo
podrías estarlo? Esa es tu familia.

—No —repito, terca como siempre.


24
Página
—Es posible que puedas convencer a todos los demás en ese bar de que
esto no te afecta. Demonios, incluso podrías convencerte a ti misma, si te
esfuerzas lo suficiente. —Sus ojos se entrecierran en los míos—. Pero conmigo
no puedes fingir. Te conozco demasiado bien.

—No quiero hablar más de esto, Owen —le digo con voz gruesa,
preguntándome por qué de repente el aire se siente tan pesado—. Esa gente no
es mi familia. Nunca lo han sido. Nunca quisieron serlo.

Owen suspira. —Ems...

—¿Por qué la muerte de un monarca debería interesarme más que a


cualquiera en ese bar? ¿Por qué debería lamentarme por la gente a la que nunca
le importé una mierda? —Mi voz tiembla patéticamente, pero sigo adelante,
decidida a pronunciar las palabras. A expulsarlas de mi cuerpo como un veneno
mortal—. ¿Por qué estaría de luto por la gente que nos echó, a mi madre y a mí,
como si fuéramos basura?

—Ems...

Hay una quiebre desgarrador en el centro de su voz. Da un paso hacia mí,


cerrando un poco el espacio que nos separa. Su mano se levanta de su costado
con cuidado, tan cuidadosamente que duele, y con una ternura que me deja sin
aliento, toma mi rostro. Su pulgar calloso acaricia mi pómulo y aspiro
profundamente la sensación extraña que ese pequeño y simple toque envía en
espiral, a través de mí.

Sus ojos brillan con una emoción desenfrenada, incluso en la oscuridad.

»No hables así. ¿Me escuchas? No eres basura. Eres... algo para ser
atesorado. Si pudieras ver lo que yo veo... si tú... tú... Dios, Emilia, yo...

Mi corazón comienza a latir con fuerza. Hay algo nuevo en su voz. Algo
que nunca antes había escuchado, en todos los años que lo conozco. Una
mezcla de determinación, desesperación y...

Algo que tengo mucho miedo de ponerle un nombre.

Congelada en el lugar, todo lo que puedo hacer es ver cómo se mueve


hacia mí, tan guapo a la pálida luz de la luna. Un mechón de cabello rubio cae
sobre su frente mientras se inclina. No tengo tiempo para preguntarme si el
mundo se ha vuelto del revés, si alucino, si mi mejor amigo está a punto de
25
Página
acercar sus labios a los míos y cambiar todo entre nosotros... porque antes de
que pueda cerrar esos pocos centímetros finales...

¡Screeeeeech!

El chirrido discorde del caucho sobre el asfalto atraviesa el cielo nocturno,


haciendo que la realidad se derrumbe a nuestro alrededor. Nos separamos,
giramos nuestras cabezas hacia el sonido, y vemos como dos camionetas
negras suben a la acera frente a Hennessy’s.

Instintivamente, Owen me empuja detrás de él, actuando como mi propio


escudo humano cuando los gigantescos vehículos se detienen de golpe en la
boca del callejón. Sus faros nos ciegan en un halo tan brillante que levanto mi
brazo para proteger mis ojos del resplandor. Escucho el rechinar de las puertas
del auto cuando se abren, el rápido crujido de las botas contra el adoquín, pero
mis retinas punzantes solo distinguen las siluetas de los hombres que nos
encierran, bloqueando cualquier posibilidad de escape.

Qué.

Demonios.

Owen intenta empujarme más profundamente en el callejón, pero no hay


a dónde ir. Mi espalda golpea una pared de ladrillo, demasiado alta para
escalarla. Quienesquiera que sean estos tipos, no están jugando. Se mueven con
precisión metódica: una unidad altamente entrenada, sin pronunciar una sola
palabra, ya que nos flanquean por todos lados. Hay cuatro de ellos, vestidos con
trajes negros indescriptibles. Sus ojos fríos y evaluadores nos exploran de arriba
abajo, incluso cuando sus periféricos monitorean el perímetro en busca de
amenazas invisibles. Pierdo el aliento cuando veo las pistolas contenidas en las
fundas a sus lados.

Por una fracción de segundo, creo que realmente nos matarán a sangre
fría, nuestros cuerpos dejados para pudrirse en este callejón olvidado como
basura, pero no hacen ningún movimiento para sacar sus armas. Sin embargo,
estaría mintiendo si dijera que mi corazón no está martillea al doble de
velocidad dentro de mi pecho. En el exterior, los hombros de Owen parecen
firmes, pero puedo sentir las rápidas inspiraciones de aliento a través de la
delgada tela de su camisa.

Él también está asustado.


26
Página
Miro alrededor de su hombro, tratando de ver mejor a los hombres. No
ofrecen ninguna identificación o explicación por su repentina aparición. Por
mucho que me gustaría creer lo contrario, sé en la médula de mis huesos que
no están aquí por Owen.

Están aquí por mí.

Mis pensamientos frenéticos tropiezan entre sí mientras luchan por


posicionarse en primer plano dentro de mi mente.

¿Quién los envió?

¿Y con qué fin?

—Emilia Lancaster —dice el tipo de traje más cercano con voz monótona.

Me estremezco. He estado viviendo como Emilia Lennox por tanto


tiempo, que casi me olvido del nombre que dice mi certificado de nacimiento.

Casi.

—Necesitamos que vengas con nosotros. —La voz del hombre es tan
vacía como su mirada—. Inmediatamente.

Trato de hablar, pero no logro emitir más que un quejido de aire entre
mis entumecidos labios.

—De ninguna jodida manera —gruñe Owen en mi nombre,


presionándome más fuerte contra el ladrillo. Sus músculos de la espalda se
flexionan con la tensión—. Ella no irá a ninguna parte con ustedes.

El de traje coloca una mano en su funda, una clara amenaza. Cuando


vuelve a hablar, sus palabras salpican pequeñas gotitas de saliva mientras
enuncia con una claridad letal.

—Última advertencia. Aléjate. De. La. Chica.

Owen no se inmuta ni una pulgada. —Vete. A. La. Mierda.

El hombre se mueve tan rápido que es prácticamente un borrón. No lo


veo sacando el arma de su funda, pero sí escucho el horrible golpe que da
cuando arremete contra la cabeza de Owen con la fuerza suficiente como para
hacerlo perder el equilibrio. Un grito sale de mi garganta cuando veo a mi mejor
amigo cayendo sobre el adoquín, presionando sus manos sobre la herida
abierta en su sien. La sangre fluye rápidamente entre sus dedos, salpicando las
piedras como lluvia roja.
27
Página
—¡Owen!

Dos tipos con trajes lo pisan como si fuera un pedazo de basura y


avanzan sobre mí. Sus compañeros lucen impasibles cuando unas manos
revestidas de hierro se cierran sobre mis bíceps. Trato de mantener mis ojos en
Owen, intento apartarme de su agarre acerado mientras me arrastran hacia los
deslumbrantes rayos de los faros como un insecto hacia una trampa eléctrica,
pero no sirve de nada. Son demasiado fuertes.

En cuestión de segundos, me fuerzan a meterme en el asiento de atrás,


me empujan la cabeza hacia abajo para evitar golpear el techo como un criminal
siendo subido a un auto de policía. Lo último que escucho antes de que la
puerta se cierre de golpe detrás de mí es la voz de Owen, obstruida por el dolor
y el pánico, resonando en la noche.

—¡Emilia!

Escucho el eco del grito de Owen en mis oídos hasta mucho después de
que nos apartamos de la acera y andamos por la calle, el motor ruge como una
criatura enjaulada debajo del capó. Me encuentro sola en el asiento trasero. No
puedo ver mucho con la partición subida, separándome de los tipos con traje en
la parte delantera.

Intentando no entrar en pánico, oh, a quién diablos engaño, estoy


totalmente en pánico, pruebo las manijas de las puertas, pero se encuentran
bien cerradas. Igual que las ventanillas polarizadas. Busco mi bolso y mi celular a
mi alrededor... antes de darme cuenta de que los dejé en un taburete en
Hennessy’s, donde no me sirven para nada.

Perfecto.

Mi búsqueda debajo de los asientos también resulta inútil. No encuentro


ningún hierro conveniente para usar como arma, no hay objetos puntiagudos
que pueda meter en los ojos de un tipo malo si se me da la oportunidad.
Oficialmente me encuentro por mi cuenta.

Presiono mi frente contra el cristal, tratando de ver hacia afuera, pero


solo hay oscuridad mientras avanzamos por la noche hacia destinos
desconocidos.
28
Página
—¡Déjenme salir de aquí! —grito, golpeando la partición con mis
puños—. ¡¿Están locos?! ¡Esto es un secuestro!

No hay respuesta del otro lado de la pared.

»¡Llamaré a la policía!

Dejo de golpear para escuchar, pero no hay nada. Ni siquiera el menor


indicio de que me hayan escuchado. El auto gira con un chirrido agudo de
llantas, y salgo volando a través de los asientos de cuero. Mi codo golpea la
ventanilla de vidrio con la fuerza suficiente para dejar una marca. Conteniendo
las lágrimas en mis ojos, me froto el hueso y me pongo el cinturón de
seguridad.

No tiene sentido morir antes de que tengan la oportunidad de


asesinarme.

Conducimos durante unos veinte minutos antes de que sienta que se


activan los frenos. Cuando el motor se apaga, destrabo mi cinturón y me quedo
perfectamente quieta, esperando el momento en que se abra la puerta,
esperando que me saquen del vehículo para... para...

Bueno, francamente, no tengo ni idea de a dónde me están arrastrando,


pero solo puedo asumir que no es un lugar en el que normalmente elegiría
pasar la noche del viernes.

Pasa un minuto en silencio.

Luego otro.

Mis rodillas desnudas rebotan de arriba abajo con energía nerviosa


mientras espero.

Y espero.

Y espero.

Finalmente, escucho voces elevadas afuera. No de los de traje, no puedo


imaginar que dejen caer su compostura acerada ni por un instante, pero es
alguien más, gritando incoherentemente mientras se dirige hacia el vehículo, la
indignación de su voz se hace más fuerte a medida que se acerca.

¿Otro cautivo?

Un momento después, mis sospechas se confirman cuando la puerta


opuesta se abre de golpe. Me impulso hacia adelante, pensando que podría salir
29
Página
corriendo, pero no hay a dónde ir. Mi punto de salida está bloqueado por un
muro de músculos en lana negra confeccionada. El inútil grito de ayuda muere
en mi garganta. Todo lo que puedo hacer es mirar, aturdida, como empujan a
un chico en el asiento trasero junto a mí.

Corrección: no es un chico.

Es un hombre.

Un hombre altamente ebrio, a juzgar por el olor a bourbon que emana de


sus poros. Creo que mi nivel de alcohol aumenta solo por respirar a su
alrededor. O tal vez ese sentimiento intoxicado es simplemente un subproducto
de mirar su rostro porque, querido Dios, incluso en la tenue luz del auto puedo
ver cuán increíblemente atractivo es este tipo. No sé qué está haciendo aquí
conmigo, pero parece que acaba de salir del set de una película.

Cincuenta sombras de Grandioso-Ahora-Mis-Pantis-Están-Mojadas.

Es sus veinticinco o casi treinta, tiene sólidos músculos en un pantalón


blanco con botones de color carbón, con las características más cinceladas que
he visto en el exterior de una revista con aerógrafo o contenido filtrado en
Instagram. Sus ojos se encuentran vidriosos por el licor y la lujuria, rodeados por
un juego de pestañas gruesas por las que cualquier chica mataría. Sus pómulos
son tan afilados que probablemente te cortarían el corazón en dos si alguna vez
fueras lo suficientemente estúpida como para acercarte demasiado. Demonios,
también podría estar sosteniendo un letrero de neón que dijera QUIEN ENTRE
AQUÍ, ABANDONE TODA ESPERANZA. Sería una advertencia más que justa para
aquellas pobres almas que intentan proteger sus corazones y ovarios a su
alrededor.

Concéntrate, Emilia.

Alejando mi atención del sorprendente extraño, trato de llamar la


atención de uno de nuestros secuestradores que visten trajes. Estoy más que
molesta conmigo misma por distraerme tanto que no grité pidiendo ayuda
cuando tuve la oportunidad.

—¡Espera! —grito, clavando los ojos en uno de los guardias armados—.


Por favor…

Antes de que pueda terminar mi súplica, el tipo de traje da un fuerte


empujón, que hace que el extraño borracho de cabello oscuro, caiga en el SUV,
y prácticamente en mi regazo. Escucho que la puerta se cierra de golpe detrás
30
Página
de él y las cerraduras hacen clic, pero no miro en esa dirección. Estoy un poco
preocupada por la desordenada cabeza de cabello negro que actualmente
tengo plantada en mi entrepierna.

En serio, ¿esta noche podría ser peor?


31
Página
Traducido por MadHatter

―¡Apártate! ―gruño, parpadeando estúpidamente a la parte de atrás de


su cabeza.

―Por lo general, le compro un trago a una mujer antes de que me


permita poner mi cabeza entre sus muslos ―murmura, su voz profunda
amortiguada por la tela de mi minifalda―. Pero si eres una jugadora, amor...

Gruñendo, lo empujo bruscamente y sonrío con no poca satisfacción


cuando su frente golpea dolorosamente contra la partición.

»¡Mierda! ―maldice―. ¿Por qué hiciste eso?

―¿Realmente tienes que preguntarlo?

Observo con cautela mientras maniobra su cuerpo en el asiento junto al


mío con un gruñido. Tiene los ojos cerrados, así que no puedo ver el color, pero
me encuentro estudiando los ángulos de su rostro en la oscuridad. El conjunto
de pómulos altos que sobresalen debajo de su piel bronceada. La amplia
columna de su garganta, cada músculo tenso en exhibición con su cabeza
estirada contra el cuero. El cabello grueso…

»¿Te puedo ayudar en algo?

Me estremezco. ―¿Perdona?

―Me estás mirando fijamente.


32
Página
¡¿Cómo lo supo?!

Giro la cabeza hacia delante para enfrentar la partición, con las mejillas en
llamas. ―No lo hacía.

Una risita baja asalta mis oídos. ―Lo que digas, Orquídea.

―¿Orquídea? ―pregunto, mirándolo a pesar de mis mejores intenciones.

Abre un ojo, azul cristalino, todo un mar caribeño en un solo iris, para
observarme. ―El cabello morado.

Oh. Claro.

Aliso mis mechones lavanda, sintiéndome repentinamente tímida por mi


elección de color más reciente. El mes pasado, tenía un rubio grisáceo
ceniciento. Antes de eso, era azul marino. Antes de eso... ni siquiera lo recuerdo,
si soy totalmente honesta. No he visto mi tono natural desde que tuve la edad
suficiente para hacer algo al respecto.

»Entonces, ¿de quién te escondes? ―pregunta, con un leve insulto en su


voz.

―Um... ―Parpadeo, completamente confundida―. ¿Qué?

―Es una pregunta bastante simple. ¿De quién te escondes?

―No tengo idea de lo que estás hablando.

Solo me mira fijamente. Hay un borde perceptivo en sus ojos, a pesar del
hecho de que su cerebro está dando vueltas en un charco de Johnnie Walker.
Incluso a través de una bruma borracha, mirarlos es desconcertante. Me
pregunto fugazmente cómo sería este hombre cuando se encuentra en plena
posesión de sus facultades mentales.

No creo que quieras averiguarlo, Emilia.

Haciendo a un lado las ganas de tocarme, pongo una expresión


desapasionada y le devuelvo audazmente la mirada. Puede que piense que
puede intimidarme, pero me niego a ser intimidada. En mi cabeza, lo despedazo
pieza por pieza, rasgo por rasgo, esperando poder descubrir algún defecto fatal.
Una grieta en su armadura.

Es un esfuerzo inútil, incluso sus imperfecciones son molestas y atractivas.


La protuberancia en su nariz sugiere que tiene algunas peleas de bar en su
repertorio. La pequeña cicatriz que corta su ceja izquierda le da carácter a un
33
Página
rostro que sería demasiado perfecto, en su ausencia. Y si su cabello oscuro luce
desordenado, es solo porque alguien ha estado pasando sus dedos a través de
él toda la noche, o es lo que supongo, a juzgar por la mancha de lápiz labial
color magenta brillante que bordea su cuello.

¿Qué clase de chica dejó ese beso rosado? No puedo dejar de


preguntarme mientras lo estudio. ¿Qué clase de chica pasó la noche con él, con
sus dedos en ese cabello, sus labios en esa garganta musculosa? ¿A qué clase de
chica escogería entre la multitud y la llevaría a casa para arruinarla?

Probablemente a una modelo rubia y perfecta con cabello asesino y una


figura espectacular. Ciertamente no a un verdadero desorden de cabello
morado con ojos delineados con una raya y un tipo de cuerpo que sugiere una
relación a regañadientes, por decir algo, con su membresía de gimnasio.

―¿Planeas responder a mi pregunta en el corto plazo?

Me sobresalto. ―Tal vez lo haría si tuviera algún sentido. No me escondo


de nadie. Y estoy segura de que no entiendo por qué un completo desconocido
puede hacer una suposición así.

Inclina la cabeza hacia un lado, examinándome. Cuando habla, su voz es


suave. Casi contemplativa. ―El cabello.

Me levanto y toco los mechones ofendidos, aturdida en un silencio


momentáneo.

»O es un disfraz o una técnica de distracción ―murmura―. Solo intento


averiguar cuál es.

Abro los ojos de par en par y emito un sonido de burla. No estoy


completamente segura de por qué siento la necesidad de defender mis
elecciones estéticas ante este extraño al azar, ni siquiera sé por qué pierdo el
tiempo hablando con este extraño aleatorio, pero parece que no puedo
detenerme. ―Mira, no es una gran declaración personal. Me gustó el color. No
leas nada en ello.

―Solo hay una razón por la que una chica que luce como tú hace algo
así: se está escondiendo. O de ella misma o de alguien más.

―N… No ―balbuceo, palideciendo―. Eso es…

―La gente ve todo lo morado de tu cara y nunca se molesta en mirar más


profundamente. Ese es el punto, ¿no?
34
Página
Parpadeo rápidamente. ―Mira, Freud, por mucho que aprecie el
psicoanálisis, puedes guardártelo.

―No se necesita ser un psiquiatra para detectar a un camaleón social.

―¡No soy un camaleón! ―siseo, sintiendo que mi presión sanguínea


aumenta―. Y, para futuras referencias, generalmente se considera descortés
comparar a las personas con lagartos. ¡Especialmente gente que acabas de
conocer y no sabes ni una maldita cosa de ellos!

Su boca se contrae. ―Conozco a las de tu tipo. Te escondes a plena vista.


Bajo ese cabello y ese pesado maquillaje de ojos y esa ropa barata…

Abro la boca. ―Para tu información, este diseño es de Zara y...

―Amor, no me importa una mierda en donde compras.

―Entonces haznos un favor a los dos: ¡guárdate tus opiniones no


solicitadas, imbécil!

―Estás un poco a la defensiva para alguien que dice que me encuentro


totalmente fuera de lugar, ¿verdad?

Mis manos se curvan en puños. Me esfuerzo por mantener un tono


tranquilo. ―No estoy a la defensiva. Simplemente no tengo interés en escuchar
una inmersión profunda y empapada en bourbon sobre mi perfil psicológico de
un idiota borracho que me conoce desde hace aproximadamente cinco minutos.

―Odio decírtelo, pero te analicé en unos cinco segundos, amor.

Me quedo boquiabierta por un segundo, luego me recupero


rápidamente.

―¿Siempre eres tan arrogante?

―¿Siempre eres tan transparente?

―¡No sabes nada de mí!

―Conozco a las mujeres.

―Oh, estoy segura de que sí. ―Miro fijamente la barra de labios en su


cuello―. Pero te garantizo que no soy como ninguna mujer que tú hayas
conocido.

Se encoge de hombros. ―Cada piscina piensa que es un océano.


35
Página
―¡¿Y supongo que yo soy la piscina en este escenario?! ―Mis dientes se
hunden en mi labio inferior para contener un grito de indignación.

Desliza su mirada hacia mi boca y la mantiene allí, sin moverse. ―Mira, no


te ofendas, pero todos piensan que son un gran misterio que debe ser resuelto.
La verdad es que la mayoría de las personas no son tan complicadas.

―¿En serio acabas de decir que no me ofenda antes de esa declaración?


―gruño prácticamente―. ¿Me estás tomando el pelo?

―En general no soy conocido por mi humor.

―Bueno, ¡qué sorpresa!

Las personas que se parecen a él, por así decirlo, que son bendecidos
genéticamente, rara vez desarrollan un sentido del humor porque, a diferencia
de nosotros, los simples mortales, no tienen que trabajar para obtener atención
o afecto. Simplemente se les entrega desde el momento en que surgen sus
rostros perfectamente formados.

Arquea una ceja ante mi tono sarcástico, pero no lo explico. No estoy


dispuesta a alimentar su ego, que ya es enorme, al decirle que parece un Dios
griego. Simplemente lo miro en un silencio pedregoso, deseando que se
evapore de mi presencia.

―Ya sabes... ―Tuerce la boca hacia un lado―. Las chicas generalmente


no me miran con tanta hostilidad hasta que les digo que no tengo ningún
interés en volver a follarlas.

―¡Ugh! Eres asqueroso.

―¿Asquerosamente atractivo?

―No. Solo el viejo regular asqueroso. Para una lista de sinónimos, ver: vil,
repelente, repulsivo.

―Te olvidaste de abominable y despreciable.

―Estaba llegando a esos ―le digo―. Confía en mí, la lista es bastante


extensa.

Sus labios se contraen de nuevo y sus ojos se llenan de calor, las brasas
acumuladas cobran vida como si acabara de encender una cerilla dentro de él.
Debo estar volviéndome loca, porque parece casi complacido con el hecho de
que lo he insultado usando más de unas pocas palabras de mi vocabulario
36
Página
colorido. Como si mi áspera declaración no fuera un asesinato de un personaje,
sino más bien...

Un reto.

Enderezando los hombros, espanto los pensamientos extraños y me


concentro en la situación en cuestión. No estoy segura de cómo lo logró pero,
en el lapso de unos pocos minutos, este extraño ha logrado enojarme tan a
fondo, que me he olvidado por completo del hecho de que me han detenido un
conjunto de personas con trajes y armados. No sé qué es lo que quiero hacer
primero: gritarle en la cara o darle una bofetada a esa apariencia engreída.

Desafortunadamente, antes de que pueda hacer nada... él cruza la


distancia entre nuestros asientos, metiéndose directamente en mi espacio
personal, y agarra uno de mis rizos púrpuras entre su pulgar y su dedo índice.

Me quedo totalmente inmóvil.

Las palabras "¿qué diablos crees que estás haciendo?" se encuentran en


la punta de mi lengua, pero parece que no puedo decirlas. Parece que no puedo
hacer nada, realmente, excepto quedarme allí sentada, mirándolo en la
oscuridad. Esperando.

En un gesto deliberado que me hace ampliar los ojos y que mi corazón


se tambalee, recorre lentamente el rizo, moviendo los dedos con sorprendente
dulzura mientras estira el rizo hasta su máxima longitud. No me muevo. Ni
siquiera respiro. Cuando finalmente llega al final de los mechones, sus ojos
parpadean hacia los míos.

―Sabes, Orquídea... ―La sonrisa regresa y, con eso, un tono profundo y


áspero que hace que mi garganta se cierre. Se inclina, como si estuviera
compartiendo un secreto―. Me gusta un poco de color en mi vida.

Haciendo caso omiso de mi corazón acelerado y de mis mejillas


ardientes, aparto su mano con un golpe. El rizo vuelve arriba hacia mis pechos.

―Aparta tus manos, Johnnie.

―¿Johnnie?

―Sí. Como Johnnie Walker. Como Bourbon. Como el olor que irradia de
tus poros ―le explico con dulzura, gesticulando hacia él―. Ya que estamos
intercambiando apodos, y todo eso.
37
Página
No se ríe ni sonríe. No hay diversión en su mirada. Solo una dura e
inquebrantable intención mientras se queda allí sentado, viendo que lo observo.
Sus ojos empapados de licor suben y bajan por mi cuerpo, tomando cada
detalle a su gusto, haciendo que mi pulso se acelere peligrosamente bajo mi
piel. No estoy segura si el alcohol ha disminuido sus inhibiciones o si es
simplemente él, incluso sobrio. Magnetismo sexual crudo y un derecho
masculino puro.

Solo mirándolo, puedo decir que es el mejor jugador. El tipo de hombre


que hace girar las cartas tan ingeniosamente, antes de que te des cuenta, te
encuentras siguiendo sus reglas, persiguiendo los dados que lanza. Desesperada
por demostrar que no eres solo otra tonta que está a punto de quitarse de
encima y tirarla a un lado.

Antes me he encontrado con hombres como este. Jugadores. Quizás no


de este calibre, pero ciertamente la versión junior para su equipo universitario.
Están en cada pub oscuro y aula de la universidad; solo busca al hombre más
atractivo de la habitación, el que parece irradiar esa potente combinación de
confianza en sí mismo y condescendencia... y que la maneja como un arma
contra cada chica en su camino, conquistando con una implacable eficiencia.

Bueno, no voy a jugar. Porque lo sé muy bien, cuando se trata de


hombres como él...

La casa siempre gana.

―Ahí va ella con esa mirada asesina de nuevo ―dice en voz baja, casi
para sí mismo―. Esto debe ser bueno.

―¡¿Perdona?!

―¿Sabías que tu rostro delata todo lo que estás pensando? Es obvio que
te estás preparando para dar una conferencia. Escúpelo, ya; no tengo toda la
noche. ―Hace una pausa―. En realidad, sí la tengo. Pero eso no significa que
quiera gastarla escuchando esa extensa lista de fallas que has compilado en
nuestro corto tiempo juntos.

¡Dios! Las agallas de este hombre...

Intento reunir mis palabras, pero es una lucha. Estoy más nerviosa de lo
que quiero admitir. Hay algo en este hombre que hace que todos mis cilindros
se disparen a la vez; desprecio, confusión, curiosidad, cada uno ardiendo en
igual medida, hirviendo mi sangre hasta que apenas puedo respirar.
38
Página
»Tic, toc, pequeña Orquídea ―dice, incitándome―. Me está empezando a
doler el cuello por mirarte hacia arriba en ese pedestal tuyo...

Eso es todo.

¿Quiere una conferencia?

Bien.

Está a punto de conseguir una.

―¿Dices que conoces a las de mi tipo? ―Entrecierro mis ojos en su


dirección―. Yo también conozco al tuyo. Eres un maestro de la manipulación.
Un jugador sin corazón. Rebajas a las chicas para hacerte lucir más alto. Te
metes en una posición de poder con pequeños comentarios condescendientes.
Te manejas con un aire de superioridad porque sabes que te hace parecer
inalcanzable. Y no hay nada que les guste más a las chicas que un hombre que
no pueden tener, ¿verdad? ―Mi voz se vuelve fría―. Pero la cuestión es que, si
en realidad fueras el tipo de hombre que vale la pena tener, no tendrías que
trabajar tanto para engañar a la gente para que lo crean. No tendrías que
destrozar a otras personas para sentirte completo. ―Me inclino, respirando con
dificultad―. Puede que mi cabello sea una forma de esconderme, puede que mi
cara revele mis emociones... pero tú, tú solo eres humo y espejos. Puro
espectáculo, nada de sustancia. Y veo a través de eso.

Espero que se estremezca. Que retroceda ante el insulto de mis palabras.


Que me fulmine con la mirada, o responda con algo aún más horrible. En
cambio... hace algo inesperado. Algo que me da un vuelco total.

Sonríe.

De verdad sonríe, como si realmente lo hubiera divertido, un destello de


dientes blancos y rectos que le dan un mordisco a mi corazón palpitante. Luego,
sin otra palabra, se recuesta en su asiento, estira su cabeza y cierra los ojos.

Claramente, él ha terminado con esta conversación.

Ha terminado conmigo.

No sé por qué me sorprende tanto.

No sé por qué me deja extrañamente decepcionada.

No sé por qué me siento tan vacía, ahora que he liberado todas esas
palabras de enojo en el aire entre nosotros.
39
Página
Tragando saliva con dificultad, miro hacia adelante y trato de recordarme
que ahora mismo hay peces mucho más grandes que freír. A saber, el hecho de
que todavía estoy encerrada en el asiento trasero de una camioneta, en un
camino desconocido en medio de la noche.

¿O has olvidado que te han llevado en contra de tu voluntad? ¿Que


golpearon a tu mejor amigo en la cabeza con un arma y lo dejaron sangrando
en un callejón oscuro? Que, por mucho que quieras negarlo, tienes la sospecha
de que sabes exactamente quién ordenó a estos hombres que te sacaran de tu
vida en un vehículo que cuesta más que tu matrícula anual.

Enfócate en eso, Emilia.

Y... olvídate de él.


40
Página
Traducido por Yiany y Emotica G. W

Condujimos durante un largo rato en total silencio.

Pronto descubro que no es tan fácil ignorar al hombre sentado a mi lado


en la oscuridad. Me encuentro presionada contra el panel de la puerta, tan lejos
de él como me es físicamente posible, sin embargo, todavía parece ocupar todo
el espacio en el auto. Su presencia es imborrable. Es como si hubiera cambiado
la composición química de cada molécula de aire que entra en mis pulmones,
atrapando mis ojos y oídos hasta que él es lo único que mis sentidos pueden
percibir.

No seas ridícula, Emilia.

Con un esfuerzo considerable, me obligo a dejar de reproducir nuestra


conversación extrañamente acalorada. Para dirigir mis pensamientos hacia cosas
que importan, es decir, salir de aquí y obtener algunas respuestas. No
necesariamente en ese orden.

Tal vez... Echo un vistazo y veo que sus ojos todavía están cerrados. Me
pregunto si se ha desmayado. Tal vez él sepa algo...

Me estremezco solo con la idea de intentar tener otra conversación con


él, considerando que la última fue tan suave como el papel de lija. Sin embargo,
mis opciones son limitadas. Puede que sea un imbécil total, pero también es el
único aliado que tengo ahora. El único atrapado en esta loca situación conmigo.
41
Página
Así que, por mucho que me gustaría ignorarlo por el resto de la
eternidad... si hay alguna posibilidad de que sepa algo...

Tengo que preguntarle.

Pasan unos minutos más en silencio antes de que finalmente encuentre el


valor para hablar. Me aclaro la garganta ligeramente para romper el silencio.

—Mira, aquí claramente hemos empezado con el pie equivocado...

Resopla.

Bueno. Definitivamente no se desmayó.

»Escucha, no necesitamos ser amigos, pero...

—Vaya —dice alegremente—. Estoy herido. Profundamente.

Aprieto mis dientes, ignorando su falta de seriedad. —¿Sabes qué


hacemos aquí? ¿Por qué nos agarraron?

—¿Yo? Sí. —Se detiene—. ¿Tú? No tanto.

—¿Qué demonios significa eso?

—Significa, oh Incesante, que yo sé por qué estoy en este auto ahora


mismo. Pero tú, sigues siendo un misterio. —Finalmente abre los ojos,
encontrando los míos en el lapso de un segundo—. Así que, considérame
oficialmente curioso...

—¿Estamos hablando de bi-curioso1? ¿Jorge el curioso2? ¿El curioso caso


de Benjamin Button3? Me temo que tendrás que ser un poco más específico...

—¿Quién eres?

Me pongo rígida. —Nadie. No soy nadie.

—Eso lo dudo mucho.

Intento apartar la mirada, pero sus ojos, esos ojos azules, me mantienen
cautiva.

1 Bi-curioso: Son personas que son normalmente heterosexuales, lesbianas o gais y que tienen
curiosidad en experimentar con personas de géneros diferentes a los de su preferencia usual.
2 Jorge el Curioso: Es un dibujo animado de libros para niños.
3 El curioso caso de Benjamin Button: Es una película dirigida por David Fincher, basada en un
relato de F. Scott Fitzgerald, cuenta la historia de Benjamin Button, un hombre que nace con el
cuerpo de una persona de 80 años y que con el transcurso del tiempo va rejuveneciendo.
42
Página
»No estarías en este auto si no fueras importante. Así que... ¿quién eres?
—pregunta de nuevo, con menos paciencia—. ¿Una amiga de Chloe? ¿La nueva
asistente de Octavia? ¿La sobrina perdida de Gerald?

—¿De qué diablos estás hablando? —Trago saliva con dificultad,


esperando que eso pueda disipar algo del pánico que se levanta en mi pecho—.
Mira, ha habido algún tipo de error. No se supone que deba estar aquí. No
conozco a ninguna de esas personas que acabas de mencionar. No soy
importante. Soy nadie.

Levanta sus manos en un gesto defensivo, luego se recuesta en su


asiento y cierra sus ojos una vez más. —Haz lo que quieras.

Inclinando mi cuerpo, cruzo mis brazos sobre mi pecho y miro


resueltamente a la ventanilla oscurecida.

Bueno, eso fue un fracaso total…

Seguimos avanzando, solo el sonido de la carretera bajo los neumáticos


rompiendo el silencio entre nosotros. Es tan silencioso que puedo escuchar cada
respiración rítmica que toma. No parece particularmente preocupado por
nuestra situación. De hecho, parece francamente relajado. Es un contraste
exasperante con mi propio estado de angustia.

—¿Cómo es que estás tan tranquilo? —espeto después de otro minuto


en silencio total, mirándolo a pesar de mis mejores esfuerzos.

No abre los ojos.

»¿Hola? ¿Puedes escucharme? ¿O consumiste tanto alcohol que caíste en


coma?

La única indicación de que me escucha es la leve curvatura de sus labios,


torciéndose en una sonrisa.

»Necesitamos una estrategia. Creo que juntos podríamos tener una


oportunidad de derribarlos, cuando se abra la puerta. Si los dos...

Resopla, ruidosamente, y finalmente abre los ojos. —¿Hablas en serio?

—¡Por supuesto que hablo en serio!

—Amor, ha sido una noche larga. Una noche que pretendía pasar
emborrachándome gloriosamente para olvidar todas las cosas de mierda que
hoy han sucedido. En su lugar, estoy atrapado con un duendecillo delirante de
43
Página
cabello morado que es legítimamente tonta o simplemente actúa como tal y,
para colmo, mi bourbon se ha agotado. Lo que significa que pronto tendré una
resaca de proporciones masivas. —Cierra los ojos una vez más—. Entonces, no.
No voy a hacer una estrategia contigo. Me voy a dormir y, con suerte, cuando
me levante, todo este jodido día habrá sido una pesadilla. Contigo incluida.

¡¿Duendecillo de cabello morado?!

¡¿Pesadilla?!

Dios, es un imbécil. Debería haber sabido que sería tan útil como un
teléfono celular sin batería. Pero no voy a adoptar su perspectiva derrotista. Si
no me ayuda a defendernos... tendré que hacerlo sola.

Con la rabia ardiendo a través de mí como fuego, me dirijo a la


separación y comienzo a golpear en ella con ambos puños. Dejo que mi ira
alimente cada golpe.

—¡DÉJENME SALIR DE AQUÍ!

Golpeo y golpeo hasta que mi carne me pica y me duele.

Una docena de golpes.

Cincuenta.

Cien.

»¡DÉJENME! ¡SALIR!

Mis gritos crudos están salpicados por golpes desgarradores. Me duelen


los músculos con el esfuerzo, pero no me detengo.

»¿A DÓNDE NOS LLEVAN?

Una lágrima enojada cae por mi mejilla. No hago una pausa para secarla.

»¡MALDITOS BASTARDOS!

Se mueve tan rápido, que ni siquiera lo veo venir. En un minuto estoy


golpeando la separación, al siguiente estoy presionada contra un pecho ancho,
mis muñecas cuidadosamente esposadas por dos manos enormes, mi culo
firmemente plantado en dos muslos inflexibles. Intento liberarme, pero sus
brazos son bandas de acero. Se necesitaría un ladrillo de C4 para sacarme de su
agarre.
44
Página
Cuando presiona su boca en mi oreja, me quedo absolutamente inmóvil;
ni siquiera me atrevo a respirar, congelada como un pájaro indefenso entre las
patas de un león.

Un movimiento en falso y podría romperme en pedazos.

—Suficiente —ordena en un tono suave que de alguna manera carece de


suavidad, como el susurro de una cuchilla afilada que se desliza en el espacio
entre dos costillas. Me agito, pero no me suelta. De hecho, solo me presiona
más fuerte contra él, hasta que puedo sentir cada hendidura deliciosa de su
pecho pegada contra los planos de mi espalda. Desde esta proximidad, su olor,
humo de segunda mano, bourbon de la estantería y algo picante que no puedo
identificar, es lo suficientemente intoxicante como para hacerme sentir mareada.

—Suéltame —siseo entre dientes apretados.

—Lo haré, cuando aceptes dejar de lastimarte.

—¿Lastimarme? Estoy tratando de sacarnos de este lío.

—Amor, no hay salida.

—¡Ni siquiera lo has intentado!

—Una cosa que deberías saber sobre mí... —Su nariz roza un lado de mi
garganta y trato de no temblar—. No me esfuerzo en resultados inútiles.
Preferiría poner mi energía en actividades más... viables..., donde se garantice
que el final del juego será satisfactorio. Para todas las partes involucradas.

Mis muslos se contraen por voluntad propia. Nunca pensé que la palabra
viable pudiera ser tan malditamente sexy.

Estaba equivocada.

—Escucha —gruño—. Puede que a ti no te moleste el hecho de que


estemos atrapados en este lugar, a punto de ser vendidos en el comercio sexual.
O en el tráfico interno de órganos. O... algún otro tipo de comercio ilegal de
callejones sobre el que Netflix sin duda lanzará un documental en los próximos
meses...

Resopla.

Ignoro el sonido.

»Pero yo no me he resignado a morir antes de cumplir los veintiún años.


Entonces, suéltame. Ahora.
45
Página
—Solo veinte —murmura, su aliento cálido en mi piel—. Muy joven. Muy
ingenua.

—¿A diferencia de ti, curtido y sabio en tu vejez? —Me mofo con


amargura—. ¿Qué tienes, veinticinco? ¿Veintiséis?

—Demasiado viejo para ti, en cualquier caso.

—Perfecto, ya que nunca me interesarías ni en un millón de años —siseo


mordazmente—. Ahora, suéltame. Lo digo en serio.

—¿O qué? —La veta de humor en su tono me dice que está disfrutando
este combate verbal.

Aprieto la mandíbula. —Yo... yo... yo...

—¿Gritarás a todo pulmón? ¿Me golpearás con tus diminutos puños? —


Se ríe de nuevo, y lucho contra las ganas de golpearlo con la cabeza—. Porque
ese plan ha estado funcionando muy bien para ti.

—Eres un engendro del demonio.

—Ni siquiera me conoces.

—Gracias a Dios por los pequeños milagros —digo—. Ahora suéltame.

—En un minuto. Cuando estés tranquila.

Trato de nuevo, pero es un intento poco entusiasta. Todo lo que consigo


hacer es aterrizar más firmemente en su regazo. Incluso en su estado semi-
embriagado, es mucho más fuerte que yo.

Maldición.

Maldito sea.

Para mi consternación, me doy cuenta de que solo hay una forma de salir
de esto. Expulso un fuerte suspiro y me esfuerzo por disminuir mi pulso rápido.

Respira, Emilia.

Solo respira.

Durante los siguientes minutos, simplemente nos quedamos allí


sentados, dos extraños abrazados en la oscuridad, su cuerpo acunando el mío
como un guante de acero. Intento calmarme en grados lentos, concentrándome
en el ritmo de mi respiración, haciendo coincidir mi ritmo con el suyo. Y aunque
es totalmente demente... aunque el hombre a mi espalda es posiblemente el ser
46
Página
humano más exasperante que nunca se haya cruzado en mi camino... por
primera vez en toda la noche, por primera vez desde que vi las noticias sobre los
Lancaster... el pánico que corre por mis venas se alivia, templado por la
agitación de otra emoción. Las ganas de luchar son drenadas de mi cuerpo, y en
su lugar...

Nada de calma.

Nada de paz mental.

Nada de pensamiento racional.

El latido de mi corazón, el cual según se dice debería estar disminuyendo,


comienza a acelerarse. El ritmo de mi respiración aumenta, cada vez más rápido,
a tiempo con cada exhalación cálida que siento contra mi cuello. Sin ningún
esfuerzo consciente en absoluto, mi columna se inclina ligeramente contra su
pecho. Siento los músculos de su muslo flexionarse debajo de mí y un rayo
suelto de excitación se dispara directo entre mis piernas.

Oh, Dios.

Oh, no.

Esto no puede estar pasando.

Las corrientes en el aire cambian, una clase de tensión desvaneciéndose


en otra tan rápidamente, no puedo definir bien el momento en el que dejo de
sentirme como una cautiva en sus manos. Tan sutilmente, no puedo señalar el
segundo en el que su agarre cambia, de uno de confinamiento a… algo muy
diferente.

¡Qué demonios, Emilia!

Odias a este tipo, ¿recuerdas?

Escucho una aguda inhalación y sé que también la siente, esta nueva


tensión entre nosotros. Flexiona sus dedos contra los frágiles huesos de mis
muñecas, como si estuviera luchando por mantener el control. No sobre mí;
hace mucho que he dejado de luchar.

Sobre sí mismo.

»Dime tu nombre ―murmura, rompiendo el silencio. Hay un nuevo tono


en su voz que no estaba allí antes―. Dime quién eres.
47
Página
Una parte imprudente de mí quiere susurrar algo loco, seré quien quieras
que sea, solo para ver cómo reaccionaría. Para lanzarle un desafío y observar
cómo se levanta, para enfrentarlo. Para dejarlo usar sus manos capaces, para
borrar cada sensación de furia en mi torrente sanguíneo hasta que no quede
nada más que pasión sin sentido.

―Ya te lo dije ―me obligo a decir en su lugar―. Soy nadie.

―¿Por qué me cuesta creer eso?

―No lo sé. ¿Tal vez porque tu coeficiente intelectual es incluso más bajo
que tus estándares, a juzgar por las manchas de labial en tu cuello?

―¿Alguien está celosa?

―En tus sueños.

―Mmm. ―Su nariz roza mi garganta otra vez y siento que mi estómago
se revuelve―. Sí, tengo una imaginación bastante activa...

―Eres nefasto ―le informo con una voz que sería mucho más
convincente si no fuera tan jadeante―. Ahora, suéltame.

No responde. Tampoco afloja su agarre.

»Dijiste que me dejarías ir cuando estuviera calmada. ―Trago saliva con


fuerza―. Estoy calmada.

―¿Lo estás?

―Sí.

Sus pulgares acarician la piel delgada que cubre las venas de mis
muñecas y siento que mi corazón da un vuelco en respuesta.

―¿Entonces por qué puedo sentir tu pulso golpeteando?

―Mi pulso tiende a hacer eso cuando estoy enfadada.

―Mmm.

Apretando los dientes, me esfuerzo por recuperar algo de control sobre


mi cuerpo traidor. Francamente, ya no está escuchando a mi cerebro en
absoluto. Parece estar recibiendo órdenes de otro órgano en su totalidad. Uno
al sur de la frontera, con unas prioridades muy diferentes.

Maldición, maldición, maldición.


48
Página
Inhalo bruscamente un suspiro para fortalecerme y me devano los sesos
buscando una vía de escape de esta situación cada vez más precaria. ―Bien. No
me sueltes. ―Me encojo de hombros―. Aunque, te hago una advertencia justa,
estoy a punto de vomitar.

―¿Mareada por el auto?

―No. Estar presionada contra ti está dándome náuseas.

Ríe entre dientes en voz baja. ―¿Eso es cierto?

―Sí.

Se detiene por un largo momento. Cuando su susurro llega a mi oreja,


siento que mi temperatura interior se dispara.

―Mentirosa.

No puedo pensar en nada con qué replicar porque, bueno… no se


equivoca. La verdad es que estar presionada contra este hombre está
haciéndome sentir muchas cosas, y enferma no es una de ellas. Si me siento
febril, solo es por el deseo.

Emilia, ¿qué mierda estás haciendo? ¡Saca la cabeza de tus hormonas y


regresa a la realidad!

En un movimiento de desesperación, me aparto dando tumbos de sus


brazos hacia un lado y caigo en el asiento. O lo intento. De alguna manera, en
mi prisa por alejarme, calculo mal lo próximos que se encuentran nuestros
cuerpos. Cuando me deslizo a la izquierda, el movimiento deja a mi culo en
contacto total con la costura de sus pantalones… y el innegable eje hinchado
que se encuentra erecto por debajo.

Ambos nos congelamos por el impacto.

Santa.

Mierda.

Es enorme. Y está duro como una roca. Solo el sentirlo a través de la tela
de mi falda me provoca una conmoción, lo suficientemente fuerte para
desgarrar los fragmentos restantes de mi compostura en cintas. Se necesita de
toda mi fuerza para mantener rígida mi columna, para mantener mis músculos
tensos con indiferencia cuando cada átomo en mi cuerpo grita que debería
49
Página
hacer exactamente lo contrario. Mi corazón late tan fuerte que estoy segura de
que puede oírlo golpetear en mi cuello.

Odio que un hombre que nunca antes he conocido, me afecte tanto, tan
rápido. Odio que no haya sido nada más que un imbécil conmigo, que el mundo
esté desmoronándose a nuestro alrededor, y que, a pesar de todo eso… el
deseo todavía palpite dentro de mis venas, con un redoble implacable.

Lo odio.

Odio esto.

Lo odio a él.

Entonces… ¿qué dice sobre mí que esté más excitada de lo que alguna
vez he estado en mi vida?

Hay algo seriamente mal contigo. Eso es lo que pasa, Emilia.

Él respira con dificultad. Yo también. El momento se prolonga más y más,


ninguno de los dos dice una palabra, ninguno mueve siquiera un músculo.
Tengo la sensación de que si tratara de alejarme ahora mismo, me dejaría ir sin
resistencia.

Entonces, ¿por qué parece que no puedo moverme?

―Por favor ―murmuro finalmente. Estoy tratando de decir, por favor,


suéltame, pero parece que no puedo conjurar el resto de las palabras. Por
alguna razón insondable… mi súplica suena como si estuviera pidiendo un tipo
de liberación completamente diferente.

―¿Por favor qué, amor? ―Su voz es casi un gruñido.

Junto mis labios con fuerza para contener el pequeño sonido que
burbujea desde un lugar oscuro, peligroso dentro de mí que no quiero
reconocer. Un lugar que gustosamente dejaría que este extraño tomara
cualquier cosa que quisiera de mí en este asiento trasero oscuro, mientras me
da lo que probablemente sería el sexo más emocionante de mi vida aburrida, de
vainilla.

Cristo, Emilia. Has sido secuestrada, el mundo efectivamente está


acabándose... ¿Y estás pensando en tener sexo con un hombre que detestas?

Sus labios vuelven a encontrar mi oído y prácticamente gimo por la


sensación de su aliento cálido contra el lóbulo sensible.
50
Página
»Sabes, tenías razón. Antes, con lo que dijiste…

Parpadeo estúpidamente.

¿Qué dije?

Honestamente, ya no estoy segura de que me importe...

»Soy un imbécil sin corazón ―susurra lisa y llanamente―. Harías bien en


recordar eso.

Antes de que tenga la oportunidad de replicar, me libera con un ligero


empujón. Tan pronto como sus manos se alejan de mis muñecas, la niebla del
deseo se disipa de mi cabeza. La razón regresa rápidamente y, con ella, la
vergüenza ardiente de mi propia debilidad.

Esto es exactamente lo que sucede cuando dejas que las hormonas


secuestren tu cerebro, tonta...

Con la cara en llamas, salgo de su regazo, regreso a mi asiento, tan lejos


de él como puedo estar en este espacio confinado. No sirve de nada, incluso
presionada contra el duro panel de la puerta de plástico, aún puedo sentir sus
manos en mis muñecas, su aliento en mi cuello, su calor aplastando mi espalda,
su longitud dura...

¡No!

No.

Nunca pienses en eso otra vez.

Aunque no sirve de nada. Cada átomo en mi cuerpo todavía está


zumbando con energía sexual sobrealimentada, a pesar de la vergüenza
arañando mi pecho.

Solo estaba jugando contigo, me digo con dureza. Y permitiste que te


tocara como una maldita armónica.

En teoría, soy lo suficientemente inteligente como para saber que los


hombres como él no significan nada más que problemas, tal vez sirven para
unos pocos orgasmos que te harán gritar, pero problemas de todas formas.
Desafortunadamente, en la realidad, es mucho más difícil ignorar el dolor
extendiéndose a través de mi torrente sanguíneo como una dosis letal de
heroína.
51
Página
Incluso sin mirarlo, sé que está observándome. El peso de su mirada frota
mis terminaciones nerviosas que ya se encuentran al rojo vivo. Espero que no
pueda ver el rojo manchando mis mejillas en la oscuridad: evidencia de la forma
cuidadosa en la que logró abrirse paso debajo de mi piel en un corto lapso de
tiempo.

―Deja de mirarme así ―le susurro, viéndolo directamente a los ojos.

Hay una pausa pesada. ―¿Así cómo?

―Como si estuvieras tratando de adivinar de qué color es mi ropa


interior.

―Amor, no necesito adivinarlo. Esa falda es tan corta que todo lo que
tendría que hacer sería inclinarme hacia adelante para averiguarlo.

Pongo los ojos en blanco con tanta fuerza que me sorprende que no se
queden atascados en la parte de atrás de mi cráneo. ―Honestamente, de todas
las personas con las que pude haber sido secuestrada, y tuve que terminar con
alguien como tú...

―Tomaré eso como un cumplido.

―Realmente no deberías. ―Meneo la cabeza, la voz cayendo a un


murmullo disgustado―. Al parecer, el horror de ser llevada contra mi voluntad
por hombres malos y robustos, con trajes y empujada en un todoterreno como
una escena sacada de una mala película de James Bond no fue bastante
traumatizante. ¡No! La verdadera tortura es un viaje en auto de una hora en la
compañía de un insoportable macho alfa con un chip en su hombro del tamaño
del tesoro real.

―Sabes, eso no es lo único del tamaño del tesoro real...

―Eres repugnante.

―Qué gracioso, esa no es la vibra que estaba sintiendo de ti mientras te


retorcías en mi regazo.

―¿Te refieres a cuando me toqueteaste sin mi consentimiento? Eso no es


atracción. Es abuso sexual.

El aire se pone tan quieto, tan tenso, que casi me rindo y lo miro. Más
temprano, cuando lo insulté, él se mostraba totalmente imperturbable. Aunque,
esta vez, claramente he golpeado algún tipo de nervio, porque cuando habla de
nuevo todas las burlas han sido despojadas de su voz. Es casi un gruñido.
52
Página
―Solo te agarré porque estabas lastimándote, como un niño teniendo un
berrinche. Lo que pasó después de eso, la forma en la que reaccionaste a mí,
eso fue algo más. Si quieres torcerlo en tu cabeza, si quieres fingir que no lo
sentiste, esa es tu prerrogativa. Pero no grites abuso sexual cuando ambos
sabemos que tu pulso acelerado y tus bragas mojadas son evidencia de algo
más.

Me sonrojo, castigada por sus palabras frías y avergonzada por las mías.
Abro la boca para disculparme por mi acusación irreflexiva, luego de inmediato
la cierro bruscamente de nuevo.

No le debo una disculpa.

No le debo nada.

No es mi amigo. No es mi aliado.

Solo es un extraño en una mala situación.

Probablemente es mucho más seguro mantenerlo así.

El todoterreno sigue rodando debajo de nosotros, un rumor constante


sobre un camino desconocido. Y aunque pasa casi otra hora, no volvemos a
hablar. Ni cuando sentimos que el auto da un giro brusco a la izquierda. Ni
cuando ralentizamos hasta detenernos. Ni siquiera cuando los tipos con trajes
abren las puertas traseras de un tirón y nos arrastran hacia la noche.

Por fin estamos aquí...

Donde sea que pueda ser eso.


53
Página
Traducido por Usakoserenity y Moreline

No estoy segura de qué esperaba.

¿Algún tipo de instalación secreta del gobierno germano? ¿Un búnker de


los tiempos de guerra repleto de armamento semiautomático y helicópteros
dando vueltas por arriba?

En cambio, me encuentro tambaleándome sobre mis tacones negros y


gruesos en la grava irregular que bordea el camino circular de una mansión
señorial en medio del campo. Se trata de tres pisos de una impresionante
arquitectura barroca con techo abuhardillado y una puerta principal con arcos
de mármol. Debe haber veinte ventanas en cada piso, insertadas a intervalos
precisos a lo largo de la fachada de piedra gruesa, todas iluminadas desde
adentro.

No es un castillo, pero es muy sorprendente.

Me encuentro tan impresionada que no recuerdo por qué estoy aquí,


hasta que un poco de grava a mi lado devuelve mi atención a la tierra. El
extraño de cabello oscuro se encuentra a unos metros de distancia, su tono
gotea desdén mientras observa la escena.

—¿En serio? ¿El Lockwood Estate? —se burla, mirando al guardia más
cercano—. Los protocolos de extracción exigen que me lleves a un lugar seguro,
no a un lugar tan alejado de algo que sea remotamente interesante, querré
volarle los sesos después de treinta minutos.
54
Página
Los tipos con trajes, como era de esperar, no reaccionan excepto para
comenzar a caminar hacia la puerta principal. Está claro que esperan que los
sigamos, pero ninguno de los dos hace un movimiento. Yo, por mi parte, no
tengo prisa por descubrir qué me espera detrás de ese umbral.

O... quién me espera.

Deslizo mis ojos hacia el hombre a mi lado. Es más alto de lo que


pensaba en el auto, más de un metro ochenta, y parece decidido a no
encontrarme con la mirada, viendo la casa como si fuera el primer anillo del
infierno en lugar de una mansión increíblemente hermosa. Más tarde, se me
ocurre que él mismo debe ser parte del séquito de la familia real. Su presencia
aquí significa que está relacionado con los Lancaster o relacionado
estrechamente con ellos. Realmente deseo que no se espere que lo llame mi
soberano o mi señor o con algún otro título pretencioso... porque eso no va a
suceder.

Por primera vez en mi vida, me maldigo por ignorar de forma


contundente todo lo relacionado con la monarquía. Por evitar los canales de
noticias, apartar la vista de las portadas de revistas de los tabloides,
desconectarme de las conversaciones vanas sobre el apuesto príncipe con las
chicas en mi dormitorio de primer año. Siempre me dije que no tenía interés en
desperdiciar mis células cerebrales en semejante frivolidad, pero la verdad es
que... era demasiado doloroso ser una forastera presionando la nariz contra el
cristal, observando una vida que casi era mía.

Sin embargo, ahora...

Aquí estoy. A punto de romper ese panel y atravesarlo.

Miro de nuevo al extraño. Abro la boca para hacerle una pregunta, pero
la cierro antes de que una sola palabra pueda salir. Después de nuestro intenso
tête-à-tête en el auto, no estoy segura de que queramos hablarnos.

Expulsa un fuerte suspiro. —Por el amor de Dios, solo pregunta.

Parpadeo, sobresaltada. —¿Qué?

Me mira como si yo fuera la persona más molesta que jamás se haya


atrevido a respirar su aire. Frunce sus cejas oscuras en una mueca que de alguna
manera solo lo hace ver más guapo. O tal vez eso es lo obra de la luna. Aquí, en
medio de la nada, lejos de cualquier fuente de contaminación lumínica, la luz de
55
Página
las estrellas es tan brillante que baña todos sus rasgos en una perfección pálida
y monocromática.

—Ahora o nunca.

—¿Dónde estamos? —le pregunto antes de que pueda cambiar de


opinión.

—En la finca de Lockwood.

—Sí, pero ¿dónde está eso?

—Alrededor de dos kilómetros de distancia de ninguna parte.

—Gracias. Eso es inmensamente útil.

Se encoge de hombros sin pedir disculpas, metiendo las manos en los


bolsillos de sus pantalones de vestir grises perfectamente confeccionados. —
Este lugar está a medio camino entre Lund y Vasgaard, si no me falla la
memoria.

—¿Por qué estamos aquí?

—Supongo que más temprano viste las noticias.

—¿El incendio en el palacio?

—Sí. —Un rayo de dolor destella a través de sus ojos, enterrado tan
rápido que estoy segura debí imaginarlo—. Cuando hay una amenaza para la
corona, toda la familia real se pone a resguardo, junto con sus parientes más
cercanos, amigos, conexiones pertinentes... Entiendes la idea.

Asiento.

Sus ojos se entrecierran en mi dirección. —Ya que nunca me dijiste quién


diablos eres, asumo que estás conectada con alguien de importancia. Alguien
que quería garantizar tu seguridad, en caso de que este incendio resultara ser...
—Se pasa una mano por el cabello, apretando la mandíbula con una tensión
repentina—. Algo más que una vela accidental que fue dejada encendida en las
habitaciones de Henry.

La casualidad con la que se refiere al príncipe heredero me impresiona al


instante.

Henry.

Son cercanos.
56
Página
Amigos. Tal vez incluso familia.

De repente recuerdo sus palabras anteriores.

Ha sido una noche larga. Una noche que pretendía pasar


emborrachándome gloriosamente para olvidar todas las cosas de mierda que
hoy han sucedido.

Palidezco. Dios, he estado tan envuelta con el caos de mi propia vida, que
no me di cuenta de que él también podría sentirse desbordado. Eso, con toda
probabilidad, la pérdida de este extraño supera con creces la mía.

Para mí, el rey y la reina eran figuras decorativas.

Para él…

¿Eran familiares?

—Lo siento —digo en voz baja.

Él retrocede como si lo hubiera abofeteado.

—¿Perdona?

—El incendio... el rey y la reina... El príncipe heredero Henry... —Mi voz es


un susurro—. Siento tu pérdida. Por lo que debes estar pasando, ahora mismo.

Sus ojos sostienen los míos por un largo momento. Bien podría estar
viendo dos escudos cerúleos, es totalmente ilegible. Probablemente debería
mirar hacia otro lado, pero no lo hago. El espacio entre nosotros comienza a
hervir de nuevo, extrañas corrientes cargando el aire, zumbando de un lado a
otro, de él hacia mí. Cuando finalmente rompe el silencio, hay grava en su voz.

—¿Ya terminaste?

—¿Terminé?

—Con tus preguntas.

—Ni de cerca.

—Muy mal. —Mira hacia otro lado bruscamente—. Es hora de enfrentar


al pelotón de fusilamiento.

Debí haber emitido un sonido de angustia, porque su sonrisa regresa.

»El pelotón de fusilamiento es algo metafórico. —Hace una pausa—.


Entonces otra vez, cuando Octavia vea ese cabello tuyo...
57
Página
—¿Quién es Octavia? —chillo, pero él ya está caminando hacia los
guardias, que nos están esperando en los escalones que conducen a la puerta
principal—. ¿Quién eres tú? ¿Quién se encuentra allí dentro? ¡Espera!

—Lo siento amor. La parte de las preguntas y respuestas de la noche ha


terminado.

—¡Pero apenas me has dicho algo!

—La próxima vez, haz mejores preguntas.

Dejo escapar un gruñido. No tengo más remedio que correr tras él,
bajándome la minifalda y peinándome el cabello lo mejor que puedo mientras
recorremos el borde de una fuente ornamentada rodeada de un elaborado
arbusto. Mi presión arterial aumenta en proporción directa a nuestra distancia
cada vez menor de la puerta. Cuando subimos los cinco escalones de mármol
hasta el umbral, hay cuatro guardias que nos flanquean por todos lados, me
encuentro segura de estar a punto de desmayarme por un accidente coronario
masivo.

Justo antes de que entremos, dos ojos azules se fijan en los míos.

»¿Estás lista para esto?

—No, ni remotamente —le susurro.

—Última oportunidad para echarse para atrás.

—¿Una cosa que deberías saber sobre mí? —Cuadro los hombros, miro al
frente y veo que la puerta se abre hacia adentro—. Yo no me echo para atrás.

Con ese voto colgando en el aire, doy un paso adelante en la mansión.

En toda mi vida, nunca me he sentido más tensa y agotada que cuando


mis ojos se deslizan sobre el atrio de Lockwood Estate. Entre la gran escalera, la
araña de cristal y la colección de antigüedades cuidadosamente decoradas,
estoy tan fuera de lugar como María llegando a la casa de la familia Von Trapp
en La Novicia Rebelde, una de las viejas películas de Hollywood que solía ver
repetidas veces de niña, cuando aún creía en los felices-para-siempre y en los
finales de cuentos de hadas.
58
Página
Hay un hombre corpulento con un traje a rayas esperándonos. Me
sobresalto cuando me doy cuenta de que antes lo he visto en televisión: el
secretario de prensa del palacio. Fuera de la pantalla, su expresión es igual de
amarga, quizás más, cuando me ve. Sus ojos escudriñan desde mis raíces
lavanda hasta mis tacones negros y vuelven arriba. Lo sé, a partir de esa lectura
de dos segundos, él me ha medido y me ha encontrado tristemente deficiente.

—Bien, entonces —dice en tono altanero, como si llegáramos


inexcusablemente tarde a una cita. Su papada tiembla de disgusto cuando
vuelve su mirada hacia mi acompañante, evaluando cada defecto desde el cuello
manchado de lápiz labial hasta el cabello desordenado y los ojos inyectados en
sangre—. Lord Thorne, puede ocuparse haciendo… lo que sea que haga en su
vasto tiempo libre. Solo no salga de las instalaciones.

—Qué magnánimo, Simms. —Mi extraño (¿Lord Thorne?) arrastra las


palabras a mi lado—. Pero creo que me quedaré para el espectáculo.

—Si así lo desea, mi señor. —Simms suspira cansadamente antes de


volver sus ojos hacia mí—. En cuanto a usted…

Levanto las cejas.

Gira bruscamente y comienza a caminar por un pasillo a la izquierda.

»Sígame, por favor.

Echo un vistazo y encuentro a Lord Thorne, nunca lo llamare así en voz


alta, no me importa si es una transgresión real, observándome cuidadosamente.

—¿Todavía no quieres correr?

—No —miento con los dientes apretados.

Sonríe, como si supiera que estoy llena de mierda, y hace una reverencia
burlona. —Después de ti, entonces.

Trago saliva con dificultad, cuadro mis hombros y camino detrás de


Simms, tratando de no tambalearme sobre mis tacones. Dios no permita que me
tropiece con una mesa auxiliar antigua del siglo XV y la rompa. Puede que sea
pequeña, pero nunca he sido exactamente agraciada. Mamá siempre dice que
me muevo a través de la vida como una fuerza de la naturaleza, un tornado
volcando todo en mi camino.

Siempre lo decía.
59
Página
El tiempo verbal sigue haciéndome tropezar, de vez en cuando. Han
pasado casi dos años, pero todavía no me acostumbro a que ella se encuentre
en el pasado en lugar de en el presente. Dudo que alguna vez lo supere.

Pasamos por varias puertas cerradas a medida que avanzamos hacia el


final del pasillo, donde se abre un arco hacia una gran sala de estar. Junto mis
labios para evitar que mi mandíbula se abra del asombro.

Todo está decorado en tonos cremosos, desde los muebles hasta las
cortinas, las molduras de coronas y los pisos de madera clara bajo mis pies. Hay
estantes de libros de buen gusto alineados en las paredes, un piano de cola
domina una esquina y tres sofás blancos están dispuestos artísticamente
alrededor del punto focal de la habitación: una increíble chimenea de mármol,
su repisa más gruesa que mi cuerpo y el doble de larga.

El único punto de color es el cabello rojizo recogido en un moño de una


glamorosa mujer de mediana edad, sentada junto al fuego, con las piernas
cruzadas con gracia, el lino blanco de su vestido es una combinación perfecta
con el sofá debajo de ella. Cuando mis ojos se encuentran con los suyos, azules
claro, trato de no inmutarme ante la gélida y para nada bienvenida en su
mirada. Afortunadamente, pronto se apartan de mí para enfocarse en el hombre
que se encuentra a mi lado.

—Carter.

Es realmente sorprendente la cantidad de disgusto que puede transmitir


solo con decir su nombre, un nombre que, hay que decirlo, le queda bien. Lord
Carter Thorne. Lo miro y descubro que toda su conducta ha cambiado. Se
comporta de manera diferente: sus hombros más rígidos, todos los rastros de
humor y despreocupación han sido despojados de su rostro. Bien podría estar
hecho del mismo mármol que la chimenea, para toda la humanidad que queda
en él.

»¿En dónde está Chloe? —pregunta la mujer en ese mismo tono frío.

—No soy su cuidador, Octavia.

La mujer no reacciona, aparte de estirarse y levantar su taza de té de la


mesa de café frente a ella, con un movimiento suave y silencioso. Toma un
sorbo metódico, sosteniendo los ojos de Carter todo el tiempo por encima del
borde en una especie de concurso extraño de miradas. No estoy segura de qué
son para el otro, pero el aire entre ellos es tan frío, que me sorprende que no
60
Página
pueda ver mi aliento. Incluso Simms parece incómodo mientras se acerca a la
pared del fondo, esperando una orden como un perro bien entrenado.

Carter primero rompe el contacto visual, mirando sus zapatos de vestir.


Estoy lo suficientemente cerca como para escuchar la exhalación resignada de
aire que escapa de sus labios.

»Lo último que supe fue que Chloe iba a un club que abría en Lund con
Ava. Estoy seguro de que fueron directamente al hospital cuando escucharon las
noticias sobre Henry.

La mujer deja su taza y su platillo sin hacer siquiera el menor ruido antes
de volver a mirar a Carter. —¿Y no sentiste que debías acompañarlas?

—¿Para quedarme allí sentado y verlo morir? No. Creo que ya hay
suficientes personas haciendo eso.

—Estás siendo bastante dramático.

—Y tú estás siendo previsiblemente indiferente. —La voz de Carter es un


gruñido de disgusto—. Dios, Octavia, al menos podrías pretender sentir un poco
de dolor por Henry. Pero ¿por qué molestarse, verdad? Has llegado exactamente
a donde siempre has querido llegar. Espero que vayas a dar vueltas en los
pasillos del castillo tan pronto como el humo se aclare.

—Otra vez con tus dramas. —Frunce los labios con desdén—. Alguien
tiene que intervenir en este momento de agitación, para tomar el mando antes
de que las cosas comiencen a salirse de control. Aunque, viendo como vives tu
vida, tropezando de forma beligerante entre una fiesta y la siguiente, no espero
que comprendas de lo que estoy hablando.

—¿La especulación de una guerra? —sugiere con amargura.

—Deber. —Sus ojos azules brillan—. Desempeñaré el papel que me ha


sido asignado y haré lo que deba hacer por el bien de mi familia, mi esposo y mi
país.

Hay una marcada pausa antes de que las manos de Carter comiencen a
golpearse en un aplauso lento y burlón. Me estremezco con cada fuerte
palmada en la habitación silenciosa. En la esquina, veo a Simms haciendo lo
mismo.

—Vaya. —Carter emite un silbido—. Ese fue un bonito discursito. Casi


sonó ensayado. Algo que has estado practicando durante semanas.
61
Página
—¿Ensayado? —La pelirroja baja la voz—. No seas absurdo. Este fue un
terrible accidente.

—Si fue un accidente, ¿por qué nos pusieron en cuarentena aquí bajo la
guardia completa? —Menea la cabeza—. Ambos sabemos que esto fue algo
más. Un ataque.

—Eso aún está por verse. Tal vez Chloe proporcionará más información
cuando llegue. —Sus ojos lo escudriñan de arriba abajo—. Al menos uno de
ustedes es de alguna utilidad.

—Oh, madre, detente, me harás daño.

¿¡Madre!?

Ella sigue mirando fríamente a Carter. —¿Esperas que te elogie? Parece


que acabas de salir a tropiezos de un burdel.

—Tal vez lo he hecho —dice, con la mandíbula apretada—. Pero eso no


debería ser una sorpresa para ti. Los pollitos siempre vienen a casa a dormir, ¿no
es así, Octavia?

No estoy segura de qué quiso decir exactamente con eso, pero es


evidente que ella sí. Las palabras son un golpe innegable. Se pone pálida y sus
dedos bien cuidados se cierran con tanta fuerza que puedo ver el blanco de sus
nudillos incluso desde aquí. Por la forma en la que mira a su hijo, claramente le
encantaría cruzar la habitación y abofetearlo. En cambio, en un extraño
espectáculo de compostura, todo lo que hace es sonreír plácidamente.

¿Quién diablos es esta gente?

Completamente incómoda, me muevo de un pie a otro, deseando poder


teletransportarme literalmente a cualquier otro lugar del mundo para escapar
de la sofocante malicia de esta habitación. Al instante, me doy cuenta de mi
error: el pequeño movimiento atrae la atención láser de Octavia hacia mí. Sus
ojos me revisar de arriba abajo, prácticamente goteando arrogancia mientras
toma nota de mi escasa ropa, mis rizos flojos y maquillaje de ojos manchado.

—Y yo que pensé que estabas bromeando sobre el burdel. —Menea la


cabeza—. ¿Realmente pensaste que era prudente traer a una de las
acompañantes aquí contigo?

Espera, ¿¡que!?
62
Página
»¿No ha soportado esta familia lo suficiente por una noche? —sisea
Octavia—. ¿Por qué debes insistir en hacer siempre una escena?

Un sonido bajo, enojado, retumba en la garganta de Carter.

—Octavia...

—Honestamente, ¡estoy tan cansada de estas payasadas para llamar la


atención! Tu padrastro...

—Disculpa —la interrumpo, dando un paso hacia adelante antes de que


ella pueda soltar otra palabra venenosa. Se ve completamente estupefacta de
que yo, ¡una moza común de burdel!, se haya atrevido a interrumpir su
diatriba—. ¿Acabas de llamarme prostituta?

Ella inhala, como si oliera algo asqueroso, y no se digna a responder.

»¡Perfecto! —espeto, agitando mis manos en una explosión de emoción


contenida—. Es simplemente perfecto, maldita sea. ¡Esa es la jodida cereza
encima del maldito pastel!

Hay un jadeo simultáneo de Simms y Octavia ante mi lenguaje grosero,


pero me siento demasiado agobiada para detenerme, y mucho menos
disculparme.

»Déjame ver si entiendo bien. Ustedes mandaron guardias armados a


buscarme, golpearon a mi mejor amigo en la cabeza, me echaron en el asiento
trasero de una camioneta sin darme ninguna explicación, me condujeron al
medio del campo... —Mi voz va en aumento con cada palabra—. ¡¿Y ahora
realmente tienes el descaro de sentarte allí y LLAMARME PUTA?!

Como si no hubiera escuchado una sola palabra, Octavia extiende su


mano y levanta su taza de té otra vez. Sus ojos me exploran de arriba abajo una
vez más, el rápido ascenso y descenso de mi pecho, mis manos plantadas en mis
caderas, mi furiosa mirada, y con una delicada inhalación, toma otro sorbo de té
exasperantemente lento.

¡Ugh!

Doy un paso amenazador en su camino, pero me detengo cuando una


cálida mano masculina cae firmemente sobre mi hombro. Carter. Sus dedos se
flexionan contra mi piel desnuda, pero no estoy segura de sí es para consolarme
después de mi arrebato o para advertirme que no continúe.
63
Página
—Ustedes dos son una pareja bastante melodramática, ¿verdad? —
Octavia inclina su cabeza con altanería—. Siéntete libre de decirnos quién eres y
por qué estás aquí. —Cuando no respondo, sus ojos parpadean hacia el
secretario de prensa—. ¡Gerald! ¿Quién es esta chica? ¿Por qué está aquí, al
tanto de nuestros asuntos familiares privados?

La doble papada de Simms se mueve nerviosamente. —Su Gracia... Ella...


Bueno...

—Escúpelo, Gerald.

Simms se vuelve de un rojo remolacha. —Ella es... ella es...

—Ella es mi hija —dice una voz profunda y áspera desde la puerta.

La taza de té de Octavia se estrella contra la alfombra con un estrépito.

La mano de Carter desaparece de mi hombro.

Simms deja escapar una risita de puro sufrimiento.

Y yo, bueno, no hago ni una maldita cosa. No puedo. Estoy congelada


por el horror, el miedo y la rabia.

Ahora no.

No él.

No estoy lista para esto.

Nunca estaré lista para esto.

Quiero correr. Esconderme. Huir en la noche. Pero... ¿no le dije a Carter


que no soy el tipo de chica que se echa para atrás? ¿No insistí en que no huiría
cuando las cosas se pusieran difíciles?

Además, incluso si fuera ese tipo de chica... en el fondo, sé que no hay


ningún escape.

No de esto.

No puedes huir de la sangre en tus venas.

Con el corazón en la garganta, obligo a mis pies a girar hacia el arco. Mi


mirada trepidante se eleva hacia el hombre que se encuentra parado debajo de
él. Su espeso cabello salpicado de canas, tiene el más mínimo indicio de rizos.
Su piel se encuentra erosionada por el sol y la edad. Sus ojos, el tono más
profundo de verde, no tienen ni calor ni reconocimiento.
64
Página
¿Y por qué lo tendrían?

Nunca nos hemos conocido. No somos nada el uno para el otro.

Él no nos quiso, Emilia, susurra el recuerdo de mamá. No te quiso.

Durante un minuto completo, hay un silencio total en el salón. No creo


que nadie se atreva a respirar, ni Carter, ni su madre, ni Simms, ni los tres
guardias con trajes que flanquean al hombre con quien comparto hebras de
ADN. Mucho menos yo.

Linus da dos zancadas dentro de la habitación, esa mirada evaluativa


inquebrantable mientras toma nota de mí: el cabello morado, el pecho
expuesto, los muslos descubiertos, la expresión descarada.

Si está sorprendido por mi apariencia, no lo deja ver. No es que me


importe una mierda si me encuentra alguna falta. Dejé de esperar su aprobación
casi al mismo tiempo que dejé de jugar a las muñecas y a los disfraces.

Mi barbilla se alza más, para que sepa que no estoy intimidada. Tal vez se
supone que deba inclinar mi cabeza en súplica, tal vez se supone que deba jugar
bien, después de todo, él es el nuevo Rey, pero no puedo mostrar ni una pizca
de respeto al hombre que nos echó a mi madre y a mí como el condón que
debería haber estado usando la noche en que fui concebida.

Bastardo.

Oh espera. No. Esa soy yo.

Su mirada verde se extiende para dirigirse a todos en la sala y, con una


voz que suena con autoridad real, dice las palabras que alteran el curso de mi
vida.

»Su nombre es Emilia Victoria Lancaster. Mi hija. Y, tal como se encuentra


actualmente... la siguiente en la fila para el trono. La princesa heredera de
Germania, por sangre y por derecho.
65
Página
Traducido por RRZOE

—No —le susurro, tambaleándome hacia atrás ante sus palabras.

Me topo directamente con la dura pared del pecho de Carter. Se necesita


toda mi fuerza para no apoyarme en él. Dejar que absorba el peso de mis
huesos acuosos, ahora que mis rodillas se han debilitado. La habitación se
inclina a mi alrededor mientras esas palabras giran en mi mente.

La siguiente en la fila para el trono.

Princesa heredera de Germania.

Debe estar loco, esa es la única explicación. No soy la única que piensa
así.

—¡Linus! —Octavia se levanta de su asiento y se encuentra al otro lado


de la sala tan rápidamente, que no estoy segura de que no posea poderes de
teletransportación—. Dime que no es cierto.

—Me temo que no puedo hacer eso —dice Linus, sin apartar sus ojos de
los míos.

Dios, se parece a mí. O supongo que yo me parezco a él. Y lo odio. Lo


odio tanto, me da ganas de romper todos los espejos del mundo, de que me
alteren la cara quirúrgicamente, de quemar todas las fotos que he tomado en un
fuego de sacrificio.
66
Página
—¡Pero no puedes estar hablando en serio! —Su tono agudo perfora mis
oídos como un cuchillo—. ¡Mírala! Ella no puede ser...

Él se pone rígido. —Es mi hija, Octavia.

—Quizás deberíamos discutir este asunto en privado —dice


enfáticamente—. Antes de tomar cualquier decisión apresurada...

—¿Apresurada? —Sus cejas se alzan hacia el cielo—. Esto no es un acto


apresurado. En todo caso, ya han pasado veinte años.

—Pero…

—Mi decisión es definitiva. No escucharé ni una palabra más sobre el


tema.

Octavia junta los labios en una línea delgada. Desliza sus ojos hacia mí y
estoy agradecida de que las miradas no puedan, de hecho, matar a las personas
porque de lo contrario mi sangre salpicaría toda su inmaculada alfombra
oriental blanca.

—Su Majestad —interviene Simms en tono apaciguador, rompiendo el


silencio forzado. Se inclina ligeramente por la cintura, saludando formalmente a
su rey—. Si puedo ser de alguna ayuda, por favor, hágamelo saber. Ya sea
redactando una declaración para la prensa o ayudando con asuntos más
pequeños. Me encuentro a su entera disposición.

—Gracias, Gerald. Si lo deseas, asegúrate de que haya habitaciones


adecuadas, listas para el uso de Emilia en la planta superior. Y tal vez enviar a
buscar conjuntos de ropa adecuados. Aún no se lo informaremos a la prensa, no
hasta que Emilia esté... —Vuelve sus ojos hacia mí—, asentada.

Léase: hacer que parezca una princesa bien arreglada.

Se necesita de todo mi autocontrol para no poner los ojos en blanco.

—Por supuesto, Su Majestad. Me pondré en contacto con los


compradores personales del palacio inmediatamente y les enviaré una selección
de ropa a primera hora de la mañana. —Simms me mira—. ¿Su talla, señorita?

Cruzo mis brazos sobre mi pecho en lugar de responder. Me niego a ser


parte de mi propia reinvención. Especialmente si dicha reinvención me obliga a
anunciar las proporciones exactas de mi trasero a estas personas, que parece
que acaban de salir de una pasarela de la Semana de la Moda de París.
67
Página
—Muy bien. —Se inclina poco a poco hacia Linus antes de girarse y salir
de la habitación, murmurando para sí mismo—: Prueba y error será...

El silencio vuelve a descender. Octavia aprovecha la oportunidad para un


comentario final.

—Linus... —Dirige sus ojos rápidamente hacia mí—. ¿Estás seguro de que
ella es... tuya? ¿Se le han realizado las pruebas necesarias para demostrar...?

—Octavia. —El acero en su tono es más afilado que una espada ancha—.
Eso no está en discusión.

—Entonces, ¿esperas que... que... simplemente la meta en nuestra casa?


—Frunce las cejas perfectamente depiladas—. ¿Que le permita que viva con
nosotros, como si fuera parte de esta familia?

—Espero que aceptes a mi hija, como yo una vez acepté a los tuyos —
Linus mira a Carter, que se encuentra a unos metros a mi izquierda, luego de
vuelta a mí—. Me disculpo Emilia, debes estar terriblemente confundida.
Permíteme presentarte formalmente a mi familia. Esta es mi esposa, Octavia
Thorne.

—Un placer —miente débilmente la pelirroja. Su sonrisa no implica ni


dientes ni alegría.

Permanezco quieta.

Su esposa.

Thorne.

Pero eso significa...

Cuando no digo una palabra, Linus se apresura.

—Y creo que ya conoces a mi hijastro, Carter. —Hace un gesto hacia mi


izquierda—. Supongo que ahora él es tu hermanastro.

Mi hermanastro.

Intento asentir, pero no puedo. Estoy paralizada. Carter parece


exactamente igual, aunque no me atrevo a mirar en su dirección para
confirmarlo.

»Los guardias me informaron que estabas en Vasgaard cuando entraron


en vigor los protocolos de extracción. —Linus aclara su garganta ligeramente—.
68
Página
Espero que hayan tenido la oportunidad de establecido algún tipo de conexión
durante su viaje hasta aquí.

Oh, sí que tuvimos una conexión.

Mi cabeza gira lentamente hacia la izquierda, temiendo saturar cada vaso


sanguíneo en mi cuerpo. Mis ojos se enredan con los de Carter tan pronto como
levanto la vista. Luce más cauteloso que nunca, una caja carente de emoción. La
única pista de que está sintiendo algo, es el tictac rítmico de la tensión en su
mandíbula cerrada, sus manos formando fuertes puños a los costados.

El horror me recorre en una potente ola cuando recuerdo la sensación de


esas manos sobre mi piel no hace mucho, en un asiento trasero y oscuro. Las
silenciosas chispas de deseo en el aire. Ese dolor entre mis muslos. Esa
sensación de desarme dentro de mí, como si pudiera deshacerme totalmente a
las órdenes de un completo extraño. En las manos de…

¡¿Mi nuevo hermano?!

Las náuseas se agitan en mi estómago, tengo que hacer uso de toda mi


compostura para evitar vomitar en la alfombra a mis pies. Rompo el contacto
visual con él, incapaz de mirarlo fijamente por un segundo más. Nunca he sido
claustrofóbica, pero, de repente, siento que todo el mundo podría ceder a mi
alrededor.

Tengo que salir de aquí.

Tengo que huir.

Regresar a mi vida.

Volver a la realidad.

Octavia y Linus han comenzado a hablarse, pero ninguna de sus palabras


tiene un peso real.

»¿Qué sugerirías en su lugar, Octavia? —Suspira Linus, cansado—. Soy


demasiado viejo para tener hijos, y tú eres demasiado vieja para llevarlos.

—¡Hay otras maneras! —Su voz es insistente—. Un sustituto o...

—No. Si Henry no se recupera, la línea de sucesión es clara. Emilia es la


aparente heredera.
69
Página
Meneo la cabeza, rechazando esas palabras, pero ni siquiera me está
mirando mientras planea todo mi futuro, independientemente de si quiero o no
ser parte de sus grandes planes.

»La gente buscará fuerza en la corona después de esta noche. No


podemos permitirnos parecer lisiados por la pérdida de mi hermano.
Necesitamos darles algo a lo que aferrarse. Un nuevo gobernante que garantice
su apoyo. —Asiente, su visión fija en un punto más allá de esta habitación—. Se
reunirán detrás de ella. La línea de Lancaster será restaurada a los ojos del
mundo.

—Linus, entiendo eso, pero ella... —se interrumpe Octavia angustiada—.


Esta chica es…

Arqueo una ceja, esperando.

La nariz de Octavia se levanta, su expresión es altiva.

»No está preparada de ninguna manera para representar a Germania a


gran escala.

—Sin embargo, debe hacerlo —contesta Linus—. Y, si Henry no se


recupera... Algún día, te guste o no, querida... moriré y ella lo heredará. Ella
gobernará.

—Por supuesto que no, maldita sea —interrumpo, finalmente


encontrando mi voz.

Cada cabeza en la habitación gira en mi dirección. Por un minuto, nadie


dice una palabra.

—¿Qué dijiste? —gruñe el rey.

—No me interesa... —Señalo vagamente mi entorno—. Nada de esto. No


quiero tu nombre o tu derecho de nacimiento. No tengo interés en convertirme
en una... una... —No puedo pronunciar la palabra princesa en voz alta. Es
demasiado absurdo—. En una Lancaster —termino sin convicción.

—Tu interés es irrelevante —espeta Linus, la rabia nublando su


expresión—. Este es tu destino. Tu responsabilidad.

—¿Tienes la audacia de hablarme sobre responsabilidad? —Me ahogo—.


Eso es bueno, teniendo en cuenta que sentiste aproximadamente cero
responsabilidades hacia mí hasta hace aproximadamente tres horas, cuando, por
70
Página
lo que puedo decir, tu preciosa monarquía de repente se encontró con unos
pocos herederos viables al trono.

—No tienes ni idea de lo que hablas. —Parece que Linus está a punto de
reventar—. Claramente, tu educación ha carecido de disciplina, modales e
información creíble. No te preocupes, nos esforzaremos para compensar cada
brecha en la educación que tu madre no consideraba adecuada.

Todavía estoy quieta.

¿Acaba de decir lo que creo que dijo?

Inclinándome hacia adelante, me aseguro de articular con claridad, para


que no sea posible que pueda descartar mis siguientes palabras como una
amenaza ociosa. —No me importa quién eres o qué títulos llevas. Si alguna vez
vuelves a insultar a mi madre o a su crianza, no te equivoques, vivirás para
lamentarlo.

Los tres guardias dan un paso hacia adelante, con las manos en sus
fundas. Carter se me acerca más, con preocupación en sus ojos. Por una buena
razón. Insultar al rey ya es suficientemente malo... ¿pero amenazarlo
abiertamente?

Eso es cortejar la traición.

Octavia se lleva una mano al corazón, horrorizada por mi impropiedad.

—¿Te atreves a hablarle a tu rey de esa manera, muchacha?

—Oh, me atrevo —siseo, ya moviéndome hacia la puerta—. Ahora, si


hemos terminado aquí... creo que volveré a mi vida.

—¿Darías la espalda a tu corona? —me grita Linus—. ¿A tu país?

—En lo que a mí respecta, puedes tomar tu legado real y metértelo por el


culo. —Con eso, salgo corriendo por el arco, por el pasillo y por la puerta
principal, hacia la noche.

Cuatro minutos más tarde, todavía estoy enojada, pero la ira ha tomado
un segundo plano ante una sensación más apremiante: el frío. Temblando, me
froto los brazos desnudos con los dedos que desde hace mucho tiempo se han
adormecido. Mis rodillas rebotan, un intento inútil de generar algo de calor
71
Página
corporal muy necesario. No sirve de nada, estoy casi hipotérmica, cada
centímetro de piel expuesta, cubierta de piel de gallina.

El banco de piedra que encontré en el jardín lateral me pareció un lugar


ideal cuando lo encontré por primera vez, el vapor aún se filtra por mis orejas
después de la escena en el interior. Pero ahora, después de casi una hora, me
duelen los huesos, se me han agrietado los labios y cada trago de aire helado,
quema mi garganta como fuego. Para colmo, comenzó a llover, una llovizna
punzante que escupe en mi cara y me empapa rápidamente hasta los huesos.

—Perfecto —murmuro para mí misma, viendo mi aliento salir en una


pequeña nube.

Hace demasiado frío para ser octubre, incluso en lo alto de las montañas.
Me doy cuenta de que tendré que volver a entrar finalmente, es eso o morir
aquí congelada, ya que mi intento de secuestrar un vehículo no tuvo éxito.
Cuando salí de la mansión, me saludaron las inmejorables miradas de los
mismos cuatro guardias voluminosos que me agarraron antes, miembros élite
de la Guardia Real, ahora me doy cuenta que tienen la tarea de proteger a los
Lancaster.

Lo que, al parecer, ahora también me incluye a mí.

Emilia Victoria Lancaster.

La princesa heredera de Germania, por sangre y por derecho.

Me estremezco.

Por mucho que me gustaría fingir que esto es todo un gran chiste
cósmico, sé más que eso. Linus, no puedo llamarlo de otra forma, incluso en mi
cabeza, hablaba muy en serio. Tiene la intención de que yo sea nombrada
públicamente como la evidente heredera. Reconocida frente a todo el mundo
como su hija.

¿Qué ironía es esa?

Quiero decir... es el sueño de todo bastardo. ¿No es así? Ser reclamado.


Legitimado. Tener a un padre que nunca te quiso, volviendo de repente a tu
vida y diciéndote que todo fue un terrible error. Que lo lamenta. Que las cosas
serán diferentes, desde este punto en adelante.

Demonios, era mi sueño, hace mucho tiempo atrás.

Pero ya no.
72
Página
Porque ahora sé que los sueños vienen con condiciones. Como solía decir
mamá: cuando algo parece demasiado bueno para ser verdad... generalmente es
porque lo es.

Un escalofrío me hace castañear los dientes. Dios, hace muchísimo frío. El


encanto del calor y el refugio dentro de la mansión es cada vez más difícil de
resistir, cuanto más tiempo estoy sentada aquí en este banco empapado. Me
seco la lluvia de los ojos y miro con nostalgia a Lockwood Estate.

Dos de mis guardias están de pie a la sombra de la gran casa, recortada


por la luz que sale de las ventanas del primer piso. Vigilándome, a pesar del
aguacero en constante aumento. Aún no han intentado obligarme a entrar, pero
sé que es solo una cuestión de tiempo, ya que están obligados por un
juramento a protegerme, incluso de mis propias decisiones idiotas.

—Tengo que decir —comenta una voz irónica desde las sombras,
matándome del susto—. Este no es el mejor plan que he visto en mi vida.

Girando la cabeza, emito un fuerte suspiro cuando veo a Carter de pie


bajo la lluvia, su camisa de vestir blanca pegada contra su musculoso pecho
como una segunda piel. Dulce Cristo. Debe ser criminal que alguien se vea tan
sexy mientras se moja. Especialmente cuando ese alguien es tu nuevo
hermanastro.

—¿Q… qué?

—Esto. —Se encoge de hombros—. Tú, muriéndote por la exposición


para evitar convertirte en princesa. Funcionará, claro, pero creo que debe haber
una manera más fácil.

Trato de reírme, pero en su lugar suena sospechosamente como un


sollozo.

—Bien, bien, avísame si piensas en una, porque he estado aquí


atormentando a mi cerebro y hasta ahora no se ha ocurrido nada.

—No sé tú, pero creo que una lluvia de ideas es mucho más efectiva
cuando estoy caliente. Seco. Preferiblemente con un vaso de bourbon en mi
mano. —Vacila un instante, luego da un paso hacia adelante y extiende su
mano—. Vamos.

No me muevo, excepto para inclinar la cabeza inquisitivamente.

—Pensé que se suponía que eras un imbécil.


73
Página
—Lo soy.

—Pudiste haberme engañado. En mi experiencia general, los imbéciles no


desafían al clima para ayudar a los demás, ¿cómo me llamaste antes? —Tuerzo
los labios—. Oh, lo recuerdo. Una duendecilla delirante y de cabello morado a la
que apenas conoces.

—De acuerdo. —Retira su mano de golpe—. Olvídalo. Congélate hasta


morir, para lo que me importa.

Gruñendo para sí mismo, sale por uno de los senderos del jardín y
desaparece entre dos rosales en el espacio de unos pocos pasos. Antes de que
tenga tiempo de hablar, me pongo de pie, corriendo tras él.

—¡Espera! —llamo sin aliento, casi deslizándome por el camino de piedra


resbaladiza mientras giro alrededor de un arbusto espinoso—. Espera, Carter,
solo estaba jugando con... ¡oomph!

Choco contra su pecho lo suficientemente fuerte como para dejarlo sin


aire. Gruñe de dolor, meciéndose hacia atrás para absorber el impacto. Sus
manos se cierran automáticamente en mis bíceps, estabilizándome contra él.
Mis manos encuentran sus costados, aferrándome en busca de apoyo sobre la
tela húmeda de su camisa.

—¡Cristo! —maldice.

—¡Lo siento! —jadeo—. Realmente, no quise...

—Para una persona tan pequeña, causas una gran cantidad de


repercusiones.

Las palabras de disculpa en mi lengua nunca logran salir. En su lugar, una


explosión de risa incontrolable brota de mi estómago y explota en mi boca.
Carter parpadea hacia mí, frunce sus cejas oscuras con preocupación. Por alguna
razón, eso solo me hace reír más fuerte.

En el fondo, sé que nada acerca de este día es incluso remotamente


divertido. Pero en este momento, me siento lo suficientemente delirante como
para que no me importe que luzca como una persona loca, matándome de la
risa bajo la lluvia.

En los brazos de mi hermanastro.

El ridículo pensamiento inspira un nuevo ataque de risitas. Intento


detenerme, pero no puedo. Lágrimas de alegría, ¿o son lágrimas reales, después
74
Página
de todo?, se mezclan con la lluvia en mi cara. Carter flexiona los dedos contra la
piel de mis brazos, pero apenas lo siento. He salido flotando de mi cuerpo, más
liviana que el aire, más liviana que el viento, más liviana que el peso de la
responsabilidad aplastante sobre mis hombros. Tan liviana, que me alejaría
flotando si él me dejara subir, subir, subir a las estrellas en donde no hay
palabras como derecho de nacimiento o destino o sucesión que me obliguen a
descender.

»¡Oye! Oye. —Me da una ligera sacudida—. Emilia.

Es la primera vez que usa mi nombre y me atraviesa como un rayo de


electricidad. Mi risa se evapora tan repentinamente como apareció, dejando
atrás un dolor hueco que me asustaría, si pudiera sentir algo.

»¿Emilia?

—Estoy bien —susurro con una voz que apenas reconozco como la mía—
. Estaré bien.

—Dios, tu piel se siente como hielo. —Frota mis brazos—. Necesitamos


que entres.

—Todavía no quiero volver.

—Qué malo, maldita sea. Eso no está en discusión.

—Por favor. —Mi voz se quiebra con la palabra—. No me hagas volver


allí. Por favor, Carter...

Toma una respiración brusca. Sus ojos brillan en la oscuridad, con


pensamientos que temo descifrar, nadando en sus profundidades. Y sé que está
mal... pero en este momento, me siento lo suficientemente débil como para que
no parezca que me importa. Abrazando su espalda, me inclino hacia delante y
lo absorbo.

Su calor.

Su fuerza.

Se tensa, pero solo lo abrazo con más fuerza, aferrándome como si fuera
mi salvavidas en aguas turbulentas, como si fuera la única cosa que mantiene mi
cabeza por encima de las olas de agotamiento estrellándose en mi sistema.

Después de un momento, siento que su barbilla desciende para


descansar sobre mi cabeza. Después de otro, desliza sus brazos cautelosamente
75
Página
por mi espalda. Me sostiene como si se encontrara fuera de práctica; como si el
simple acto de un abrazo estuviera tan alejado de su normalidad, que no se
siente seguro de cómo proceder. De hecho, me sentiría mal por él, si me
sobrase una pizca de emoción por alguien más.

Por absurdo que parezca, durante mucho tiempo nos quedamos allí, bajo
la lluvia torrencial, con los brazos rodeando al otro. Abrazándonos. Y no se
siente lleno de tensión, como nuestra interacción anterior. No hay nada
remotamente erótico al respecto. Es simplemente un humano que se encuentra
en una necesidad desesperada de consuelo; otro agarrándolo y ofreciéndoselo
libremente.

O tal vez eso es lo que me digo a mí misma.

Trato de no pensar en el olor de su piel... en el sonido de su respiración


por encima del golpeteo de la lluvia... el contorno de los músculos de su pecho
debajo de mi mejilla... el hecho de que, si volviera la cara hacia él, nuestras
bocas estarían solo a unos pocos centímetros de distancia...

Suéltalo.

Da un paso atrás.

Aléjate.

Ignoro mi propio consejo con demasiada facilidad. Respirando hondo,


echo la cabeza hacia atrás para mirarlo. Sus ojos se encuentran con los míos al
instante: azul, azul, azul y llenos de preguntas que no puedo responder. Desde
este punto cercano, puedo distinguir los delgados anillos azules alrededor del
borde de cada iris.

»Gracias —le susurro, deseando que mi voz no estuviera temblando.

No responde, no reacciona en absoluto, excepto al levantar una mano y


retirar lentamente un mechón de cabello de mis ojos. La lluvia continúa cayendo
en un torrente constante, salpicando nuestras caras. Miro fijamente las gotitas
que se aferran a sus pestañas, observando cómo se deshace de ellas
parpadeando como si fueran lágrimas e ignoro la parte de mí que anhela
probarlas mientras corren por sus mejillas.

»Carter, yo... yo...


76
Página
Un sonido bajo suena en la parte posterior de su garganta mientras se
inclina, cerrando una pequeña fracción del espacio entre nosotros. Por un solo
instante, creo que va a hacer algo totalmente imprudente...

En su lugar, deja caer sus brazos y se aleja.

—Deberíamos irnos —dice rotundamente, metiéndose las manos en los


bolsillos, mirando a cualquier parte menos a mí—. Nos estarán buscando.

—Claro. Por supuesto. —Contraigo mis dedos mientras le doy la espalda,


dirigiéndome por el camino que lleva a la casa tan rápido como mis piernas
pueden llevarme.

Hace diez minutos, hubiera preferido quedarme aquí toda la noche en


lugar de volver a pisar esa mansión. Ahora, Lockwood Estate se ve bastante
bien, en comparación con la posibilidad de pasar un minuto más creando una
conexión con mi nuevo hermano mayor.
77
Página
Traducido por Yiany y Emotica G. W

Esta casa está encantada.

Si no es por espíritus muertos reales, entonces por los guardias


fantasmales y el personal de servicio que se mueven en silencio por sus muchos
pasillos, con solo el más vago crujido de las tablas del piso revelando su
presencia. Tal vez estoy siendo paranoica, pero no puedo evitar la sensación de
que hay ojos sobre mí, en un momento dado.

Acechando.

Esperando.

Mientras nos encontramos en un pasillo semi-oscuro en el piso de arriba,


me muevo ansiosamente de un pie a otro mientras Carter busca toallas en un
armario. Mis piernas, que aún me duelen por nuestro ascenso por esa gran
escalera sin fin, gotean constantemente hasta que se forma un pequeño charco
en la madera dura debajo de mis pies.

—Toma.

Es la primera palabra que me dice desde que regresamos de los jardines.


Bien podría ser un grito en la casa misteriosamente silenciosa. Me estremezco y
miro alrededor. Hay demasiadas habitaciones con puertas cerradas, demasiadas
sombras arrastrándose, demasiados extraños acechando fuera de la vista.

»Toma —repite Carter con impaciencia, sacudiendo la toalla en su agarre.


78
Página
La tomo y envuelvo la tela cálida alrededor de mi blusa y falda, que ahora
se aferran a mis curvas lo suficientemente ajustadas como para que una puta de
dos dólares experimente vergüenza ajena. Carter recupera una toalla para sí
mismo antes de cerrar el armario de la ropa. El golpe de la puerta en su marco
me sobresalta.

»Relájate —murmura, con la voz apagada por la toalla mientras se seca la


cara—. A estas alturas, Octavia está montando el Ambien Express y, aunque
Linus puede que sea el Rey, el hombre podría dormir a través de una maldita
revolución. No se despertaría hasta que lo tuvieran sujeto a la guillotina, con la
cabeza atada para la canasta.

—Debió haber sido útil cuando eras adolescente, para escabullirte por la
noche —murmuro, estrujándome el agua del cabello.

Eleva las cejas. —Nunca tuve que escabullirme. Los Lancaster no son
exactamente defensores de la paternidad práctica, como pronto lo descubrirás.

—¿Oh? —Mis dedos entumecidos están temblando cuando la circulación


regresa—. Asumes que me voy a quedar.

—¿No es así?

—¿Por qué lo haría?

Simplemente me mira fijo.

—No puedo simplemente chasquear los dedos y convertirme en...


realeza. —Me estremezco ante la palabra—. No entiendo nada de esta vida.

—Tómalo de alguien que creció con ello y lo vive, son cenas estatales
aburridas y la fiesta ocasional de cortes o eventos de caridad. Sonreír. Saludar.
Mantener la boca cerrada. —Se encoge de hombros—. Me parece que no están
buscando que seas una líder. Necesitan a alguien que demuestre que la línea de
Lancaster está viva y bien, alguien a quien puedan usar para convencer al
público que no han caído por la pérdida del rey Leopold y la reina Abigail. —Sus
ojos se centran en los míos—. Con Henry en el hospital... ahora mismo, eres
prácticamente la única persona que queda en el planeta que puede asumir ese
papel. No los veo permitiendo que te alejes de esto. Te guste o no... eres el
peón vital en este particular juego de ajedrez.

—¿Crees que no lo sé? —me burlo enojada—. ¿No crees que me doy
cuenta de que la única razón por la que estoy en este pasillo hablando contigo
79
Página
ahora mismo es porque literalmente no tienen otras opciones a su disposición?
—Mi voz salta una octava—. ¡No mires ahora, han sacado de las sombras a la
hija ilegítima! Realmente han llegado tan bajo, ¿no es así?

—Eso no es lo que quise decir.

—Pero es la verdad. —Meneo la cabeza—. ¿Tienes alguna idea de cómo


es pasar toda tu vida deseando la validación de alguien, y entonces, finalmente
la obtienes... pero por absolutamente todas las razones equivocadas?

Su expresión se convierte en granito. —No. Por supuesto que no, maldita


sea.

Correcto. Supongo que no, no con Octavia como madre. Ella no parece
exactamente el tipo de persona que da validación.

Abro la boca, y luego la vuelvo a cerrar. No tiene mucho sentido incluso


intentar que vea las cosas desde mi perspectiva. Lord Carter Thorne fue criado
en esta vida de riquezas excesivas y grandes responsabilidades. Es posible que
no pueda entender lo extraño que es para alguien como yo, una chica normal,
arrojada sin gracia a un juego con reglas que nadie se molestó en explicarle.

Echo un vistazo a la puerta de la habitación. Simms hizo que el personal


de la casa la preparara para mí. Hay un cartel de cartulina pegado dentro de la
placa de identificación incrustada, grabado con mi nuevo y ridículo título en
caligrafía inclinada.

Su Alteza Real Emilia Victoria Lancaster

—Francamente, todo esto es un punto discutible de todos modos —digo


después de un largo momento, mirando bruscamente hacia la puerta—. Porque
el príncipe Henry se va a recuperar. Recuperará la corona, gobernará... y yo
regresaré a mi vida.

—¿Estás realmente tan ansiosa por volver a eso? —pregunta Carter,


mirándome como si fuera un rompecabezas que no puede resolver—. La
mayoría de las chicas estarían sobre la maldita luna si alguien les dijera que
tienen que vivir en un castillo y llevar una corona. Es el sueño de todos, ¿no?

—No es mi sueño. —Me saco la toalla de los hombros y la doblo en mis


manos—. Tengo obligaciones en Vasgaard. No puedo simplemente
abandonarlas porque una figura anticuada chasquea los dedos y exige que
renuncie a mi vida, a mi pasantía, a mi lugar en la universidad. Sin mencionar
80
Página
que hay personas que me importan. —La cara de Owen parpadea en mi mente y
la culpa me inunda. Debe estar loco de preocupación—. No puedo simplemente
dejarlo a él —termino suavemente, meneando la cabeza.

Los ojos de Carter se agudizan como cuchillas, cortándome con cada


paso que dan sobre mi rostro. —Pobre princesita, no puede ver a su novio
porque la han convertido en realeza. Guárdatelo. Ese no es el verdadero
problema y lo sabes. Solo estás buscando razones para alejarte de algo que te
aterroriza.

Me estremezco ante sus palabras insensibles. —Veo que volviste a ser un


imbécil.

—Es justo, ya que has vuelto a ser más transparente que la envoltura de
plástico.

Lo fulmino con la mirada. —¿Por qué te importa una mierda esto? ¿Las
decisiones que tome? ¿Si me quedo?

—No me importa.

—¡Podrías haberme engañado!

—Entonces estás más engañada de lo que pensaba.

Nos miramos el uno al otro, ambos jadeando. No estoy exactamente


segura en qué momento se convirtió esta conversación en una discusión, pero
de repente me sonrojo por la ira. Por lo que parece, así es él. El poco espacio
entre nuestras caras prácticamente brilla por el calor, las moléculas se doblan
como el aire alrededor de una caldera hirviendo.

—Si realmente te sientes así —digo con los dientes apretados—. Me


sorprende que no me hayas dejado bajo la lluvia para congelarme hasta morir.

—Ya tengo un funeral al que asistir esta semana —dice, con las manos
cerrándose en puños a los costados—. No estaba de humor para organizar otro
en mi calendario social.

—Vaya. —Giro la toalla en mis manos, para tener algo que hacer y no
retorcerle el cuello—. Sabes, pensé que tal vez podríamos ser amigos. Ahora veo
que fue un terrible error.

—Y yo pensé que tal vez no serías tan predecible y superficial como el


resto de ellos. Supongo que incluso mis instintos de vez en cuando se
equivocan.
81
Página
—¡Ugh! —La toalla cae al piso, pero apenas lo noto cuando doy un paso
furioso en su dirección—. Sabes, de todas las personas horribles con las que me
he encontrado durante este día tan largo y miserable, tengo que decirte que
eres el peor. —Mi voz tiembla de rabia—. Y, para ser claros, tu competencia
incluye a un padre que me abandonó al nacer y a la arpía con la que se casó
después.

Los ojos de Carter brillan de ira, pero su tono es medido cuando por fin
habla nuevamente. —Creo que hemos terminado con este intento fallido de
amistad. ¿No es así, hermana?

—Oh, sí que hemos terminado —dije—. ¡Ni siquiera habíamos


empezado!

—Perfecto.

Girándome lejos de él, me apresuro hacia mi puerta y entro a la


habitación. Empiezo a cerrarla de golpe, pero cometo el error de mirar primero
hacia el pasillo. Mi mano se detiene cuando veo a Carter parado en su propia
puerta, justo enfrente de la mía, con el puño blanco en el pomo, con el rostro
oscuro de furia cuando me mira.

Sé que debería cerrarle la puerta, cortar este contacto visual con veneno
antes que las cosas se intensifiquen aún más, pero todavía hay un grupo de
palabras atrapadas en mi garganta. No puedo respirar bien hasta que estén
libres.

—Puede que no seas capaz de que alguien te importe una mierda,


excepto tú mismo, pero yo sí. Me preocupo por las personas. No me debilita no
querer dejarlos atrás.

Su tono es tan frío, apenas reconocible. —¿Algo más?

—No.

—Bien.

Ninguno de los dos se mueve. Por mi vida, no puedo explicar por qué.

—¡Y nunca dije que tuviera un novio! —añado con enojo, por razones
que decido que es mejor no examinar demasiado de cerca.

—Nunca te lo pregunté, princesa —responde, igualmente hostil.

—¡Bien!
82
Página
—Bien.

Mi puerta se cierra un segundo antes que la suya, tan fuerte que se


estremece en el marco.

Empapada hasta los huesos y enfurecida, me paseo por la celda de mi


prisión.

Está bien, bueno, no es una celda de prisión. Es un dormitorio. Un


hermoso dormitorio, en realidad, decorado en tonos azul pálido, con una
enorme cama con dosel, un armario antiguo, y una chimenea encendida. La
madera se ha quemado casi hasta las brasas, así que arrojo otro tronco y avivo
las llamas, sosteniendo mis manos cerca de la rejilla hasta que finalmente
empiezo a sentir calor nuevamente.

Busco en la habitación un teléfono, pero no encuentro nada. Por un


minuto, contemplo la posibilidad de continuar mi búsqueda en el piso de abajo,
pero me siento tan agotada que dudo que logre volver a subir esa enorme
escalera. Además, hay un pequeño detalle, no podré llamar a Owen incluso si
lograra localizar un teléfono: su número está almacenado convenientemente en
mi lista de contactos del móvil, no en mi memoria a largo plazo.

La tecnología da, la tecnología quita.

En el baño contiguo, jadeo cuando veo mi reflejo en el espejo sobre el


lavabo de pedestal. Francamente me veo aterradora, mi rímel se ha corrido
formando círculos como un mapache, la mitad de mi labial ya no está, mi
cabello es una maraña empapada de ondas moradas. Quitándome los gruesos
tacones negros que nunca quiero volver a mirar, y mucho menos usar, me quito
el atuendo y lo dejo caer sobre el piso de baldosas con un plaf. Dos minutos
después, me hundo en la bañera con un gemido tan fuerte que me preocupa
que Carter pueda oírlo del otro lado del pasillo.

No es que me importe lo que piense.

Imbécil.

Cierro los ojos, me deslizo bajo el agua y suelto el grito que he estado
reprimiendo durante las últimas horas, levantándose como una tempestad
desde el primer momento en que una presentadora de noticias con blazer
83
Página
amarillo pronunció las palabras, "el rey ha muerto". Un estallido de burbujas
sube hacia la superficie, disminuyendo cuando me quedo sin aire. Jadeando,
emerjo, sintiéndome mejor solo ligeramente.

Dios, desearía que Owen estuviera aquí.

No aquí como sentado en esta bañera conmigo. Solo… aquí. A mi lado.

Él sabría exactamente qué decir, la forma precisa de hacerme sonreír. Me


haría reír, incluso cuando tenía ganas de llorar. Sería comprensivo, divertido y no
tendría miedo de rodearme con sus brazos en un abrazo de oso que te roba el
aliento. Me tranquilizaría incluso en una situación imposible.

A diferencia de ciertos individuos que parecen bastante aficionados a


antagonizarme siempre que la oportunidad se le presenta...

Hago a un lado las imágenes de un cabello oscuro y una boca sonriente a


favor de unas ondas rubias y una sonrisa fácil.

A algunas de las chicas de mi programa de psicología clínica les resulta


extraño que mi mejor amigo sea un hombre heterosexual, soltero, quien, sin
duda, es bastante atractivo. Cuando preguntan por qué no estamos saliendo,
generalmente me encojo de hombros y cambio de tema lo más rápido posible.

Es mi mejor amigo, les digo, una y otra vez. Simplemente nunca ha sido
así entre nosotros.

Ponen los ojos en blanco y suspiran, como si estuviera lo suficientemente


loca como para ser uno de nuestros pacientes.

Claro, Emilia. Lo que digas.

A lo largo de los años, he tenido otras amistades fugaces, mis


compañeras de dormitorio de primer año, las chicas en mis clases de nivel
superior, algunos compañeros de pasantía con los que tomaba bebidas casuales
después de un turno, de vez en cuando. Pero ninguno de esos vínculos se ha
aventurado mucho más profundo que la etapa superficial de conversaciones
banales. Honestamente, son más como conocidos cuando los comparo con
Owen, que ha estado al tanto de todos mis pensamientos privados y momentos
embarazosos desde que tengo memoria.

Estuvo allí en quinto año cuando la matona de la escuela, Lana Pillsner,


rompió mi diorama en pedazos justo antes de mi gran presentación. Estuvo allí
en nuestro último año de secundaria cuando Markus Goldstein, mi cita para el
84
Página
baile, me dejó plantada. Estuvo allí hace dos años, cuando mamá entró en el
hospital con neumonía aguda… así como estuvo allí cuando ella no volvió a
salir, diecisiete días después.

Las lágrimas brotan de mis ojos cuando pienso en mamá. Ella odiaría
esto, que esté en esta casa, con estas personas. No le gustaba la monarquía casi
tanto como el patriarcado, y pasó mis años formativos dándome conferencias
sobre las muchas caídas del poder absoluto, riqueza concentrada y un grupo
completo de otros problemas sociales que apenas podía entender mi cerebro
aún en desarrollo.

Puedo escuchar su voz melódica, clara como el agua incluso después de


todo este tiempo.

"Es más probable que el poder ilimitado corrompa a un corazón puro, a


que sane a uno oscuro".

Estoy bastante segura de que me hizo recitar eso junto con mis rimas
infantiles.

"El exceso engendra el egoísmo, Emilia. Cuando uno nace con nada, no
hay nada que no daría para ayudar a otro a tener éxito; cuando uno nace con
todo, hará todo lo que pueda para guardárselo".

Una lágrima rueda por mi mejilla, golpeando la superficie del agua con
un pequeño salpicón.

"Te amo, corazón puro".

Cae otra lágrima.

"Continúa siendo audaz".

Mientras floto, dejo que sus palabras me arrullen a un estado de tanta


calma que casi me quedo dormida. Mis párpados pesan como yunques, pero los
obligo a abrirse lo suficiente para quitarme la mugre del día con una barra
pequeña de jabón de rosas. No me enloquece la fragancia floral, pero es mejor
que nada.

Cuando termino de acondicionar lo peor de los enredos de mi cabello, el


agua se ha enfriado y me siento tan agotada que me encuentro en peligro de
desmayarme justo allí, en la bañera. Tiro de una palanca y observo el agua
comenzar a girar por el drenaje en un vórtice fascinante, sin moverme hasta que
las últimas gotas desaparecen con un gorgoteo bajo.
85
Página
Tal vez mañana, a la dura luz del día, las cosas no se sentirán tan terribles.

La mentira descansa pesadamente sobre mi pecho mientras me obligo a


ponerme de pie. Tomando una cálida toalla de baño mullida del estante a mi
izquierda, me envuelvo en ella como el capullo de una mariposa. Estoy segura
de que hay un secador de cabello en alguna de las muchas gavetas del baño,
pero me siento demasiado cansada como para molestarme, incluso sabiendo
que me despertaré por la mañana luciendo como si me hubieran electrocutado.

Dejando caer mi toalla por el borde de la cama, me desplomo de cara


sobre el lujoso colchón de plumas y me arrastro debajo de las sábanas con las
extremidades aún húmedas. Estoy dormida tan pronto como mis ojos se cierran,
afortunadamente demasiado agotada para volver a reproducir todos los
horribles acontecimientos que se han desarrollado el día de hoy. Demasiado
hecha polvo incluso para soñar con el futuro y la gran incertidumbre que posee.
86
Página
Traducido SOS por Yiany y Moreline

—Así que tú eres la bastarda real, ¿eh?

La pregunta me despierta de un sueño profundo. Aproximadamente dos


segundos después, el peso de un cuerpo que cae sobre mi colchón me hace
rebotar varios centímetros en el aire. Con un quejido de angustia, abro los ojos y
veo a una chica desconocida de cabello rojizo de mi edad, sentada al final de mi
cama. Cruza las piernas frente a ella como un pretzel: piernas en el pecho,
palmas en las rodillas, barbilla sobre las manos...

Sus ojos sobre mí.

—Qué... —Sacudo la cabeza para aclararla, esperando que ella pueda


desaparecer—. Quién…

—Soy Chloe Thorne. Hermana de Carter, engendro de Octavia, todo el


dolor en el trasero de la familia Lancaster. —Inclina la cabeza—. Buenas tetas,
por cierto.

Sorprendida, bajo la mirada hacia mi pecho y siento mis mejillas arder.


Me olvidé por completo que me dormí desnuda, después de mi baño. Tirando
de la sábana para cubrir la mercadería con todo el decoro que puedo reunir,
aprieto los dientes en la vaga aproximación de una sonrisa.

—¿Quieres decirme qué estás haciendo en mi habitación al despuntar el


alba, Chloe Thorne?
87
Página
—Odio decírtelo, pero es casi la una de la tarde.

—¡¿Qué?!

Asiente. —Sí. Tuviste un verdadero descanso. No es que te culpe. El día


de ayer fue un poco estresante, me imagino, un tiempo de recuperación
probablemente es parte del proceso.

Me paso una mano por el cabello salvaje. Como predije, siento que perdí
una apuesta que involucraba un tomacorriente eléctrico y un tenedor. —No
respondiste a mi pregunta.

—Tenía curiosidad. La hija de un amor secreto y todo eso. ¿Quién hubiera


pensado que el viejo Linus había tenido uno?

—Las noticias viajan rápido por aquí —murmuro.

—Más rápido que los chismes en la cafetería de una escuela secundaria.


Además, tuve un informante interno. —Sus labios se contraen—. Mi hermano.
Creo que lo has conocido.

—Desafortunadamente para mí, sí.

Resopla. —Sí, mencionó que ustedes no se cayeron exactamente bien.

La molestia me atraviesa. —Mmm. Podrías decir eso.

—Realmente no es tan malo —me asegura Chloe.

—Ajá.

—Has pasado cerca de dos horas con él como tu supuesto hermano. Yo


lo he tenido durante veintidós años. Confía en mi juicio en este caso, ¿de
acuerdo? Su ladrido es peor que su mordida. —Su expresión decae un poco—.
Esta no es una familia fácil en la cual crecer.

—Entonces, estás diciendo que en realidad es una suerte que me echaran


como un pedazo de basura no deseado durante dos décadas completas... —
Asiento, con los labios contraídos—. Es bueno saberlo.

Sonriendo, mete la mano en el bolsillo de su blazer blanco ajustado. La


observo mientras saca un encendedor plateado y un porro bien enrollado,
sujeta un extremo entre sus labios y lo enciende.

—No te importa, ¿verdad? —pregunta, ya soplando humo por la


comisura de su boca.

—Realmente...
88
Página
—¡Genial! —Me guiña un ojo—. Ya hay suficientes mojigatos en esta
casa.

Suspiro profundamente.

Necesito café. Y ropa.

No necesariamente en ese orden.

—Lo digo en serio. —Chloe toma otra calada profunda, cerrando los ojos
cuando los efectos de la marihuana comienzan a rodar por su sistema—. Solo he
estado aquí tres malditas horas. Si recibo un sermón más acerca de dejar cenizas
en todos estos muebles invaluables...

—Tal vez estén un poco sensibles acerca de que inicies un incendio —


murmuro, mi tono más agudo de lo que pretendía—. Ya sabes, ya que toda un
ala del Palacio Waterford se incendió anoche, y todo eso.

Parpadea, aturdida, antes que una risa sorprendida salga de su boca.

—Maldición, mujer. Eso fue muy oscuro. Creo que ya me agradas.

—Genial. Ahora, sal para que pueda ponerme algo de ropa.

Se ríe de nuevo, claramente sin sentirse ofendida por mi despido, y se


baja de la cama. Creo que se está yendo, pero simplemente se dirige al sillón en
la esquina donde descansa una gran bolsa blanca de compras.

—Toma. —La arroja sobre la cama. Hago todo lo posible para atraparla
con una sola mano sin dejar caer la sábana—. Esto estaba apoyado frente a tu
puerta cuando llegué. Cortesía de la flota de compradores personales del
palacio. Estoy segura de que te han abastecido con una variedad de atuendos
completamente aburridos. Hagas lo que hagas, no permitas que seleccionen tu
vestido para el funeral, a menos que seas fanática de algo negro y cuadrado,
probablemente con un modesto cuello de barco. ¡Que Dios no permita que
nadie en esta familia muestre un indicio de escote!

—¿Cuándo es el funeral?

—El domingo.

—¿Mañana?

Resopla. —Por supuesto que no. En una semana a partir de mañana. Las
funciones reales toman eones para planificarse, especialmente los funerales. Y
este no será solo un funeral. Estamos de luto por la pérdida de nuestro rey y
89
Página
nuestra reina. Antes de la ceremonia, los cuerpos permanecerán en capilla
ardiente durante una semana completa.

Frunzo el ceño en confusión ante el término desconocido.

»Serán mostrados al público en Windsor Abbey —explica lentamente,


como si estuviera hablando con un niño.

—Suena más bien... morboso.

Se hunde en el sillón con un suspiro. —Está hecho para que la gente


común tenga la oportunidad de presentar sus respetos. Solo la aristocracia está
invitada al funeral real.

Mi expresión decae. —Eso no parece justo.

—¿Justo? —se burla—. Realmente eres nueva en esto, ¿verdad?

La ignoro. —¿Cuántos se espera que asistan?

—Por lo que parece, la mitad del reino. Lo juro, ya se está formando una
cola en las calles que rodean la catedral, y la vigilia oficial ni siquiera comienza
hasta mañana. Vi a varios grupos lanzando tiendas de campaña para no perder
sus lugares en la fila.

—Eso es una locura.

—Eso es estar de luto. Deberías ver lo que hay afuera. Es como el


apocalipsis zombi. Todo el país está paralizado. Calles desiertas, empresas
cerradas, personas que regresan del trabajo... Todas las tiendas cerradas
herméticamente, cada bandera a media asta. Enormes multitudes acamparon
frente al hospital, orando por Henry. Esta mañana casi ni pudimos sacar el SUV
por las puertas delanteras.

—¿Cómo…? —apenas me atrevo a preguntar—. ¿Cómo está él?

—Vivo. Apenas. —Su expresión se cierra—. Salí anoche con su novia, Ava
Sterling, cuando vimos las noticias en Twitter. ¿Te lo imaginas? Descubrir en
Internet que el hombre con el que se supone que te vas a casar, casi fue
quemado vivo por extraños. —Suelta una risa amarga—. Un mundo de mierda
en el que vivimos.

—Lo siento. Eso es terrible.


90
Página
Asiente. —Fuimos directamente al hospital. Pasé la noche esperando
noticias, hasta que los médicos nos ordenaron que nos fuéramos a casa a
dormir un poco.

Tomo una respiración. —Así que... está...

—¿Muriendo? —Toma otra calada larga. Los zarcillos de humo suben


haciendo ondas, hacia los paneles del techo—. Esa es la pregunta del billón de
dólares, ¿no es así? Desafortunadamente, ni siquiera creo que los médicos
conozcan la respuesta en este momento. No se ha despertado. Bien podría
nunca despertarse. E incluso si lo hace... entre el riesgo de infección por las
quemaduras, el daño a los pulmones y el corazón por la inhalación de humo y el
golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente... es muy posible que nunca vuelva
a ser el mismo Henry que conocimos antes.

Mi boca se seca. Intento hablar, pero parece que no puedo encontrar


ninguna palabra.

Chloe frunce el ceño.

»Mientras tanto, todos están sentados en casa viendo las noticias en un


estado de pánico. Pensé que la rueda de prensa que Simms dio esta mañana
calmaría las cosas, pero...

Mi corazón comienza a latir con fuerza.

—¿Rueda de prensa? ¿Qué rueda de prensa? ¿Qué dijo?

—Realmente no sabes ni una maldita cosa, ¿verdad? —pregunta,


divertida.

—Él…

—¿Si habló de ti? —Pone los ojos en blanco—. No. Ni una palabra. Por lo
que sé, la prensa todavía no se ha enterado de ti.

El alivio me atraviesa.

Estoy a salvo.

Al menos por ahora.

Lanzándole una mirada a Chloe, ahora tendida horizontalmente en mi


sillón, con los pies enganchados sobre uno de los brazos, sus tacones de
diseñador colgando en el aire, me dice que no planea irse pronto. Resignada a
mi público, busco a través de la bolsa de compras hasta que localizo una camisa
91
Página
blanca de algodón. Hago una mueca ante el escote poco halagador cuando la
saco de la bolsa.

»¿Qué te dije? —Chloe se ríe sin poder hacer nada—. Cuello de barco.

Puede ser feo, pero es mejor que estar desnuda. Me la pongo y revuelvo
el resto de la ropa hasta que un par de elegantes pantalones capri azul marino
se materializan. No son como nada de lo que tengo, demasiado formales para
usar en clases o en la clínica. Me doy cuenta rápidamente de la razón, cuando
mis ojos se fijan en la etiqueta del precio.

—Dulce Cristo —murmuro—. ¿Con qué están cosidos, hilo de oro


macizo?

—Una de las ventajas de Princesalandia —dice—. La ropa es la mejor.

—Me alegra saber que hay al menos algunas ventajas.

—Considerablemente más que unas pocas. —Levanta la punta de su


porro y veo una pequeña lluvia de cenizas dispersándose sobre la alfombra
inmaculada—. En cuanto el mundo sepa que existes, los diseñadores estarán
tropezando sobre sí mismos para vestirte. Juega bien tus cartas, tendrás el
poder de convertirte en un icono de la moda.

—Los sueños sí se hacen realidad —digo con sarcasmo.

Entrecierra los ojos, a pesar de la bruma de drogas que los nublan.

—Sabes, para alguien que le acaban de entregar el mundo, eres algo así
como aguafiestas.

—Caramba, gracias.

—Sí, bueno, si estás buscando a alguien que te haga una fiesta de


lástima, has venido con la chica equivocada.

—No estoy buscando lástima. Y si mal no recuerdo, tú viniste a mí.

—Ese no es el punto.

—¿Tienes un punto?

Tuerce los labios. —Puedo darte todos los consejos del mundo cuando se
trata de sobrevivir en este lugar... pero los obtendrás de inmediato, sin filtro. Y si
vamos a ser amigas, esperaré lo mismo a cambio.

—Bien. ¿Quieres honestidad? —Empujo la bolsa de compras de mi cama


con un movimiento del brazo, sonriendo mientras cae al piso—. Discúlpame si
92
Página
no estoy muy contenta con mi nueva realidad como Emilia Lancaster: Icono de
la Moda —me burlo—. Quiero más de la vida que ropa costosa y cenas estatales
aburridas y... y...

—¿Cuellos de barco modestos?

—Exactamente.

—Entonces, pídelo.

Parpadeo hacia ella lentamente. —¿Qué?

—Pi. De. Lo. —Se pone de pie y me mira como si fuera la persona más
estúpida que haya conocido, una expresión que me recuerda a su hermano al
instante—. Eres la jodida princesa. Has sido elevada a una posición que la
mayoría de nosotros solo podemos soñar con poseer, solo porque sucedió que
Linus vacío una eyaculación en tu madre hace unas décadas.

Me estremezco. —¿Esa visión era necesaria?

—Probablemente no. —Aplasta su porro en el arreglo floral asentado en


mi tocador y apoya una cadera contra él—. En este momento, con Henry
pendiendo de un hilo y todo el maldito país en crisis... te necesitan un infierno
más de lo que tú los necesitas a ellos. Eso se llama ventaja, E. Eso se llama
poder. Deja de quejarte y úsalo.

La miro, tambaleándome mientras sus palabras suenan dentro de mi


cabeza.

Ella es una especie de genio.

—Pensé que se suponía que mi hada madrina tenía alas y una varita —
dije finalmente, sonriendo a mi pesar—. En lugar de eso, ¿tengo a una fumadora
mal hablada en tacones de diseñador?

—Sí, bueno, yo pensé que cuando mi madre se convirtiera en reina,


finalmente obtendría un título real adecuado —me responde, rociándose con
una botella de perfume en el tocador para cubrir el hedor a marihuana—. En
cambio, me entregan a una hermanastra malvada con tetas grandes y cabello
morado.

Me río. —¿No has oído? La vida no es justa.

Alborotando su largo cabello castaño rojizo, camina hacia la puerta y la


abre. —Al diablo con lo justo —me dice, arqueando las cejas sardónicamente—.
93
Página
La vida es un juego de ajedrez, E. Bienvenida al tablero. Te sugiero que elijas tus
movimientos con cuidado.

Con un último guiño, se desliza hacia el pasillo. Apenas tengo tiempo


para gritar un gracias tardío antes de que la puerta se cierre detrás de ella. Y por
primera vez en veinticuatro horas, una sonrisa se extiende por mi rostro cuando
me doy cuenta de que la vida que quiero todavía está a mi alcance. Solo tengo
que ser lo suficientemente valiente para alcanzarla y recuperarla.

Eso se llama ventaja, E.

Hora de ver si mi hada madrina tiene razón.

Una hora más tarde, todos los signos de mi sonrisa han desaparecido.
Miro furiosa al hombre corpulento bloqueando mi camino hacia el estudio
privado, su doble papada temblando con justa indignación mientras me mira
por encima de su nariz.

—Lo siento, Su Alteza, eso simplemente no es posible.

—Todavía no he sido coronada, Simms. Deja de llamarme Su Alteza —


espeto—. Y sal de mi camino.

—El rey Linus está actualmente ocupado. Negocios oficiales de la corona.

—Sí. Ya dijiste eso. —Inclino mi cabeza hacia él—. La cosa es que todavía
necesito verlo. Urgentemente.

—Es un hombre muy ocupado, Su Alte… —Tiene un hipo cuando ve mi


mirada letal, y cambia sabiamente el rumbo—. Señorita Emilia.

—¿Demasiado ocupado para hablar con su única hija? —pregunto, lo


suficientemente desesperada como para jugar cualquier carta en mi mazo, si eso
significa obtener lo que quiero.

Simms se mueve incómodamente, pero no cede. —Desafortunadamente,


no puedo hacer ninguna excepción.

Cruzando mis brazos sobre mi pecho, trato de evaluarlo como si fuera


uno de los pacientes en la clínica; trato de valorarlo como lo haría uno de mis
profesores, durante una lección práctica.
94
Página
Ropa elegante, que sugiere una vena dramática... Infaliblemente leal a los
Lancaster, casi como un punto de orgullo... Aspiraciones de una larga carrera
relacionada con la familia real...

Entre sus tendencias perfeccionistas y el grado casi patológico de


importancia por sí mismo, solo puedo ver una posible falla en su armadura: no
está en su naturaleza quemar un puente con alguien que pueda ayudarlo a
mejorar su posición, en algún momento en el futuro.

Alguien como yo.

Solo tengo que recordarle ese hecho.

—¿Quieres decirme que el rey está demasiado ocupado para hablar con
la única heredera de Germania?

—Lo siento... pero... —vacila Simms.

—¿Sabes, Gerald? ¿Puedo llamarte Gerald? —Me inclino hacia delante,


con los ojos fijos en los suyos redondos y marrones—. Soy nueva en todo esto,
así que perdóname si me encuentro fuera de lugar aquí... pero si estuviera en tu
posición, no querría ser el enemigo de una chica que podría, algún día, heredar
esos negocios oficiales de la corona que actualmente se están discutiendo
detrás de esas puertas. Y como tu princesa... —Mi mandíbula se fija en una dulce
sonrisa—. Tal vez incluso como tu futura reina... te sugiero que me dejes pasar.

Su rostro palidece un tono. —Esto es altamente improcedente...

Aproximadamente tres segundos después, gira sobre sus zapatos


brillantes y toca silenciosamente las puertas del estudio.

»¿Su Majestad Real? Por favor, perdone la impertinencia...

Mi sonrisa vuelve.

Ventaja, en efecto.
95
Página
Traducido por RRZOE y MadHatter

Me siento en una silla de cuero frente a un enorme escritorio caoba,


participando en un concurso de miradas, que me temo, no puedo ganar, con el
padre que desearía nunca haber conocido. Es casi como mirarme a los ojos: el
mismo tono verde intenso, la misma forma de almendra, la misma mezcla de
curiosidad y precaución proyectada en sus profundidades a medida que nos
evaluamos mutuamente.

Solo somos nosotros dos, despachó a sus consejeros y a sus guardias


personales cuando me vio en la puerta de su estudio, Simms disculpándose a mi
lado. En el aplastante silencio dejado atrás, me encuentro deseando que se
hubiesen quedado. De repente, estoy dudando de mi razón para insistir en esta
reunión.

—Entonces. —Linus entrelaza sus dedos frente a él y se recuesta en su


silla de cuero—. Querías verme.

Asiento.

»Debo decir que estoy sorprendido, dada tu reacción de anoche.

Cierro los ojos cuando recuerdo mi arrebato; las palabras “metértelo por
el culo” se repiten en mi cabeza en un bucle sin fin. No fue exactamente mi
mejor momento.
96
Página
No puedo disculparme, pero sí pongo una expresión contrariada. —
Anoche me sentía abrumada y agotada. Fue... mucho para asimilar de una vez.

—Aun así, pensé que ya estarías a mitad de camino a Hawthorne.

Me sobresalto cuando nombra el pequeño vecindario de Vasgaard al que


llamo mi hogar.

»¿Te sorprende que sepa dónde creciste, Emilia? —pregunta en voz


baja—. ¿Te sorprendería saber que sé mucho sobre ti y la vida que has llevado?

No tocaría esa pregunta ni con una vara de tres metros. La respuesta


potencial es demasiado aterradora.

Mi pulso se acelera. —¿Honestamente? Estoy más sorprendida de que me


dejes ir a casa.

—No eres una prisionera, Emilia. Fuiste traída a Lockwood Estate como
una forma de protección durante una emergencia. Y, a pesar de lo que puedas
pensar, todos en esta casa están encantados de tenerte aquí.

—Sí, esa es precisamente la impresión que obtuve de los guardias


armados que me arrastraron hasta aquí en contra de mi voluntad —espeto—. Y
especialmente de tu esposa.

—Es cierto que algunos tienen más problemas con esta transición que
otros. —Un brillo de humor aparece en sus ojos—. Pero incluso Octavia, en
algún momento cobrará el sentido.

Lo miro con escepticismo.

»Si puedo preguntar... ¿Para qué has venido hasta aquí? —Tose, un
sonido húmedo y atormentado que me recuerda a mi madre antes de ingresar
al hospital. Trato de concentrarme en los puntos que pienso mencionar en esta
conversación, pero es difícil.

¿Está enfermo?

»¿Emilia? —dice Linus—. Por mucho que disfrute de tu compañía, tengo


asuntos que atender. Si no me dices por qué estás aquí...

—Una negociación —gruño.

—¿Oh? —Su expresión se vuelve curiosa—. ¿Y qué estamos negociando?

—Tú quieres algo de mí, tú necesitas algo, en realidad —corrijo con


torpeza, deseando que mis palabras salieran como lo había ensayado
97
Página
anteriormente en el espejo de mi baño—. Pero voy a necesitar algunas cosas a
cambio.

Sus espesas cejas grises se levantan. —Continúa.

—Yo... —emito las palabras—. Estaré de acuerdo en considerar


convertirme en tu heredera, y quiero decir que realmente, en verdad lo
consideraría, con una mente abierta, reteniendo todo juicio, pero no puedo
hacerlo si el mundo entero me está observando. Quiero tener la oportunidad de
ver cómo sería esta vida sin estar bajo el microscopio público. —Mis mejillas se
tiñen de rojo—. Nada de anuncio real. Nada de prensa. Sin presiones.

No reacciona.

Aspiro un trago de oxígeno y continúo—: De esta manera, puedes


enseñarme el reino, sobre esta vida, sobre las responsabilidades que conlleva
ser un rey real, antes de que me encierren por toda la eternidad. Si logras
convencerme de que me quede, aceptaré mi papel de Princesa heredera. Pero, si
no... me permitirás volver a mi vida, sin obligación alguna de asumir un título
real. —Me encojo de hombros ligeramente—. Llámalo... un período de prueba.

Sorprendentemente, no se ríe de mí. Simplemente inclina la cabeza y


pregunta—: ¿Cuánto durará este período de prueba?

—Um... —Mierda, no había considerado eso—. ¿Un año?

—Hasta mi coronación oficial —contesta, su expresión ilegible—. En un


mes.

—¡Pero eso no es suficiente tiempo! ¿Cómo puedo...?

—Esto es una negociación, ¿no es así? —me interrumpe con voz severa.

—Sí...

—Y estás familiarizada con el significado de esa palabra, ¿correcto?

Lucho contra la necesidad de sacarle la lengua como un niño y


murmuro—: Un compromiso entre las partes con intereses opuestos.

—Exactamente. Sin embargo, en este caso, mis intereses son sensibles al


tiempo. —Se recuesta en su silla y entrelaza sus manos una vez más—. Un mes,
durante el cual tu identidad se mantendrá en la más estricta confidencialidad de
todos, fuera de la familia inmediata, el personal de la casa y los detalles de
seguridad. Estarás a mi disposición para eventos públicos, haciéndote pasar por
98
Página
un nuevo ayudante real o algún otro alias adecuado. También tomarás lecciones
obligatorias sobre asuntos extranjeros, danza tradicional y etiqueta apropiada
de un tutor de mi elección.

—Tienes que estar bromeando —le digo, indignada—. ¿Quieres que


tome clases de princesa?

—Dos veces al día.

—¡Eso es absurdo! —Me levanto de un salto—. No me veré sometida a la


humillación de desfilar en un salón de baile, aprendiendo a coquetear y agitar
los dedos como una cabeza hueca con una tiara.

—Entonces supongo que no obtendrás lo que sea que deseas tan


desesperadamente. —Se encoge de hombros levemente, como si no le
importara qué camino elija, pero sus ojos permanecen atentos—. ¿Qué es lo que
quieres, Emilia? Me imagino algo de gran importancia, si estás dispuesta a
asumir temporalmente un papel que claramente desprecias obtener.

No dejes que la ira empañe tu juicio.

Concéntrate en tu objetivo.

Enfócate en llegar a casa.

Me vuelvo a hundir lentamente en mi asiento y respiro hondo. —Todavía


creo que un mes no es suficiente.

Él no dice una palabra.

—Pero te lo concederé —accedo, haciendo una mueca ante la idea—. Si


me das lo que quiero a cambio.

—¿Lo cual es?

Trago saliva con dificultad. —Primero, quiero que me devuelvan mis


pertenencias, incluido mi celular, para poder llamar al amigo con el que estuve
anoche y asegurarme de que esté bien. También me gustaría verlo en persona,
hoy, si es posible.

—Este sería... —Baja la mirada a una carpeta en su escritorio—. ¿El señor


Owen Harding?

Un temblor me atraviesa. —Sí. ¿Cómo lo supiste? ¿Él está bien?


99
Página
—Te lo aseguro, está perfectamente bien. Tan bien, de hecho, que ha
estado llamando al palacio sin parar desde que te extrajeron anoche, exigiendo
hablar contigo.

—¿Qué?

Linus asiente. —Un tipo bastante determinado.

Me paso una mano por el cabello. —Debe estar enloqueciendo por la


preocupación...

—Por supuesto, haremos los arreglos necesarios para que tu novio venga
aquí, después de que se lo haya examinado para detectar posibles amenazas de
seguridad.

—¡Él no es una amenaza de seguridad! Y no es mi novio.

—Mi error. —Esas cejas tupidas se alzan de nuevo—. Es simplemente raro


ver tal devoción por parte de un... amigo.

—Tal vez tú necesites nuevos amigos.

Sus ojos brillan. —Ahora que hemos resuelto el asunto del señor
Harding... ¿Supongo que tienes más elementos en tu lista de demandas?

—Correcto. —Enderezo los hombros—. Mi internado.

—En el Centro de la Universidad Vasgaard para Psicología Clínica.

Una vez más, me sobresalto por su conocimiento profundo de mi vida.

—Sí.

—Un programa de prestigio.

—Exactamente. Trabajé duro para ganarme mi lugar allí, y no permitiré


que todo esto... —señalo vagamente—, lo ponga en peligro, especialmente
cuando estoy tan cerca de completar mi título. Durante esta prueba, tendré que
continuar mis cursos.

—Eso no es posible.

Me pongo rígida. —¿Así sin más? ¿Sin discutirlo?

—Así sin más.

—¿Entonces tengo que tomar clases de princesas y renunciar a las


verdaderas? —me burlo—. ¡Eso es absurdo! ¡Pensé que esto era una
negociación!
100
Página
—Hasta cierto punto. Sin embargo, no podemos garantizar tu seguridad
mientras estás vagando por un campus universitario.

—Nadie sabe quién soy —señalo—. No estoy en peligro.

—Eso no lo sabemos con seguridad. Aún no tenemos información


definitiva sobre cómo comenzó el incendio; sin embargo, mi jefe de seguridad
cree que el juego sucio fue un factor. Esto aún no es de conocimiento público,
pero... alguien golpeó a Henry en la cabeza antes de que se extendieran las
llamas, y lo dejó en su habitación para que muriera. Lo que significa que esto no
fue un accidente. Fue un ataque. Fue un asesinato.

Abro mis ojos de par en par. Había sospechado que esa podría ser una
posibilidad, pero escuchar que mi hipótesis es confirmada, sigue siendo un
golpe en mis tripas. Linus repentinamente se ve cada vez más de su edad, los
setenta y tres años de vida le pesan como un yunque.

»Mi hermano está muerto. Mi cuñada está muerta. Mi sobrino está


acostado en una cama de hospital, aferrándose a la vida. Este no es el momento
de tomar riesgos indebidos, Emilia.

—Lo entiendo —murmuro—. Sin embargo…

—No. Mi respuesta es definitiva. Hasta que sepamos si se trata de una


amenaza activa, quiénes son los perpetradores y si algún otro miembro de esta
familia es un objetivo, se deben tomar precauciones adicionales. No pondré en
peligro la vida de mi hija por algo que puede resolverse fácilmente con una
carta al decano y una pausa temporal de tus cursos.

La palabra hija cuelga en el aire entre nosotros, más pesada que la niebla.
Dejo caer mis ojos sobre la superficie reluciente de su escritorio y hago todo lo
posible por ignorarlo.

—No quiero tomarme una pausa —le susurro.

—Entonces te inscribiremos en clases en línea.

—¿Y mi pasantía? —pregunto, levantando mis ojos nuevamente—.


¿Cómo puedo ver a los pacientes, practicar la terapia o aprender a diagnosticar
desde detrás de una pantalla de ordenador?

Menea la cabeza. —El palacio tiene muchos recursos. Conexiones en


todas las instituciones académicas del mundo. Si decides renunciar al final de
101
Página
nuestra prueba, personalmente me aseguraré de que te instales en el campo
que elijas.

—Pero…

—Emilia. En este punto, no daré mi brazo a torcer. No puedo.

Mis manos se convierten en puños. Miro con furia al hombre que está al
otro lado del escritorio, al implacable conjunto de sus hombros y la firme
presión de su boca, y de repente me doy cuenta de dónde viene mi racha
obstinada.

La roca encontró la horma de sus zapatos.

Lo último que quiero hacer es renunciar a mi pasantía. Me esforcé


muchísimo para obtenerla. Pero soy lo suficientemente inteligente como para
saber que sin intervención, es solo cuestión de tiempo antes de que Linus emita
una declaración real acerca de mí a la prensa. Y una vez que se haya derramado
el té... no se podrá volver a introducir en la taza. Estaré atrapada para siempre
en esta vida.

La heredera evidente.

La Princesa Heredera.

Por lo que puedo ver... esta negociación es la única oportunidad que


tengo de aferrarme a mis sueños. A mi vida. A mi identidad. A mi hogar.

»Debe haber algo más —interviene Linus de repente, pareciendo leer mis
pensamientos—. Algo de igual o mayor valor para ti, que puedo ofrecer a
cambio de los sacrificios que estás haciendo.

Mis ojos sostienen su mirada por un largo momento. —Hay una cosa.

—Dímelo.

—Mi casa... la casa de Nina.

Se detiene ante la mención de mamá. —¿Qué hay de eso?

—La hipoteca... —Aspiro profundamente—. Con la pasantía como parte


importante de mis clases, tuve que reducir mis horas de camarera. Ha sido difícil
mantenerme al día con los pagos.

—Ah. ¿Y cuál es el saldo pendiente?

Hago una pausa. —Alrededor de cien mil dólares.


102
Página
—Ya veo.

—No fue culpa de mamá. La casa estaba casi pagada. Pero cuando ella
murió... —Lo miro a los ojos, la vergüenza tragándome por completo—. Entre
las facturas del hospital y mis gastos escolares, no tuve más remedio que
consolidar nuestra deuda. Una segunda hipoteca fue la única opción que se me
ocurrió para llegar a fin de mes.

—Entiendo. —Me considera con gravedad—. Supongo que deseas que


absorba esa cuenta, como parte de nuestro acuerdo.

Lo único que odio más que pedir ayuda, es pedir dinero. Me hace sentir
sucia. Llena de mortificación y orgullo herido porque no puedo manejar las
cosas por mi cuenta. Pero esa sensación no se compara con la devastación que
experimento cada vez que pienso en perder la casa.

Cada habitación, cada pared, cada tabla del suelo está incrustada con
recuerdos de mi madre. Cocinando juntas comidas elaboradas en la pequeña
cocina, leyendo junto a la vieja estufa de leña en la habitación de atrás, viendo
películas en blanco y negro debajo de una manta en las frías noches de otoño.
No puedo soportar la idea de perder mi último vínculo restante con ella.

—Sí —le susurro, mi voz quebrándose—. Si ayudas con la casa, haré lo


que quieras.

—Entonces considéralo hecho —concuerda Linus con facilidad, como si


hubiera pedido que me prestara un billete de cinco dólares para comprar un
cartón de leche, no el pago total de mi hipoteca—. Haré que mañana le envíen
un cheque al banco.

El alivio me inunda. Tal vez esta noche, por primera vez en meses, podré
dormirme sin dar vueltas y vueltas, soñando con sobres marcados con ATRASO
en tinta roja, preocupándome por el grave agujero financiero en el que me he
metido.

—Gracias —murmuro.

—¿Hay algo más que quieras?

Meneo la cabeza, sin palabras.

»Entonces, los términos son los siguientes: Asumiré la responsabilidad


financiera de tu casa, organizaré el envío de algunas de tus pertenencias
personales hasta aquí, junto con el señor Harding, si él así lo desea, y te ayudaré
103
Página
a encontrar una nueva pasantía, en el Evento de abdicación. A cambio, vivirás
aquí, y, cuando se considere seguro, en el palacio, hasta mi coronación en un
mes. Estarás completamente a mi disposición para eventos formales, apariciones
en público... lo que yo crea conveniente. Tomarás dos lecciones diarias de
princesa, como tú tan encantadoramente las has bautizado. Y, sobre todo,
mantendrás una actitud abierta con respecto al papel que desempeñarías, si
eliges aceptar tu posición como mi heredera. —Me mira con gravedad—.
¿Estamos de acuerdo?

—Sí —digo, agotada por la mera perspectiva de las semanas que me


esperan—. Estamos de acuerdo.

—¿Estrechamos las manos? —Extiende una mano sobre su escritorio—.


¿Para que sea oficial?

Lentamente, extiendo la mía y deslizo mi palma en su fuerte agarre. Él no


mueve mi mano hacia arriba y abajo como se estrecha normalmente, solo la
sostiene, apretando de forma ligera mientras me mira a los ojos. Es un momento
extrañamente conmovedor, considerando todas las cosas. Como es el hecho de
que, si Linus no fuera mi padre biológico...

Creo que probablemente me agradaría.

—Gracias, otra vez —digo de manera entrecortada, retrocediendo. Me


meto las manos debajo de los muslos—. Por no reírte de mí. Por escucharme.
Por... negociar.

Asiente, sombrío como siempre. —Estoy bastante impresionado, en


realidad. Solo un líder muy pobre aceptaría un trato a ciegas, sin cuestionar los
términos y asegurar sus propios intereses.

¿Mi padre acaba de… felicitarme?

No sé qué decir, así que simplemente asiento.

—La próxima vez, no cedas tan rápido —agrega en un tono más ligero—.
Si te hubieras mantenido firme, podrías haberme convencido de descartar las
lecciones de princesa.

Mi boca se abre. —Pero… ¡dijiste que esos términos no eran negociables!

—Considera esto como tu primera lección: todo es negociable, Emilia. La


letra de la ley, la voluntad del pueblo... incluso la palabra de un rey.

—Eso no es justo —me quejo—. Quiero hacerlo de nuevo.


104
Página
—Segunda lección: no hay un, entre comillas, hacerlo de nuevo.

Suspiro. —Bueno, eso apesta.

—Y así comienza el juicio. —Su boca se levanta en una esquina—.


Mañana, en tus primeras sesiones de tutoría, me aseguraré de que tu instructor
te enseñe todos los mejores métodos para coquetear y agitar los dedos como
una... ¿cómo fue que dijiste?

—Cabeza hueca con una tiara —murmuro.

Se ríe, es la primera vez que lo escucho reír. Es un sonido oxidado, como


si no lo hiciera muy a menudo. —Por Dios, te pareces mucho a tu madre.

Lo miro bruscamente. —¿Lo crees?

—Así es. —La risa se desliza de su tono, reemplazada por una tristeza
desgarradora—. Ella era testaruda. Hermosa. Una verdadera fuerza a tener en
cuenta.

—Lo era. —Mis ojos están picando precariamente. Me pongo de pie y me


dirijo a la puerta—. Ahora realmente debería irme.

—Emilia. —Su voz me detiene a medio camino de la salida.

Miro hacia atrás.

»Siento mucho que la perdieras. Debería habértelo dicho antes. —Cierra


los ojos—. Estoy seguro de que la extrañas con cada respiración que das.

¿Por qué suena como si estuviera hablando por experiencia?

Antes de que pueda hacer algo estúpido, como hacer la pregunta en voz
alta, salgo de su estudio y cierro la puerta firmemente detrás de mí.
105
Página
Traducido por Emotica G. W, MicaDeMaddox
Eli25 &Procrastination Princess

Abro el armario de un tirón, hago una mueca y lo cierro de golpe.

―Señorita Emilia ―susurra la tímida ama de llaves, Patricia, por tercera


vez en unos cuantos minutos―. Si tan solo me dijera lo que necesita, estaría
encantada de hacerlo por usted…

―Ya te lo dije ―murmuro, abriendo bruscamente otro armario. Ollas y


sartenes. Lo cierro de inmediato y sigo adelante―. Lo único que necesito es algo
para mantenerme ocupada. Estoy volviéndome loca en esta casa vacía, todo el
día sentada sin hacer nada.

―Sí, señorita.

Otro armario, este lleno de productos de limpieza.

El siguiente, lleno de candelabros brillantemente pulidos.

Avancemos.

Como la mayoría del resto de la mansión, la cocina es enorme. Incluso


para ubicarla me tomó casi treinta minutos vagando por pasillos vacíos,
escondida en el sótano, accesible solo por una estrecha escalera de servicio.
Descendí, esperando ver una habitación oscura, húmeda, sin ventanas, sin
circulación de aire. En cambio, encontré un espacio encantador con claraboyas
106
Página
estrechas en el techo que permiten la entrada de los suaves rayos de luz de la
tarde que bañan cada superficie.

Para confusión del personal de la casa, que me aseguró que podría


hacerme cualquier cosa que deseara si se lo permitiera, pasé los primeros veinte
minutos simplemente recorriéndola con asombro, pasando los dedos por el
conjunto de relucientes ollas de cobre que cuelgan de un estante elevado,
examinando el horno de ladrillo donde tres panes frescos están horneándose,
maravillándome con los montaplatos incrustados en las paredes, utilizados para
subir y bajar rápidamente los platos durante las fiestas con cenas.

Entre las encimeras de acero inoxidable, tres modernos refrigeradores


con puertas de vidrio, y más utensilios de cocina de los que alguna vez he visto
en un solo lugar, es bastante diferente de la cocina con la que crecí, una cocina
estrecha con apenas algún espacio para moverse y una estufa de gas tan
antigua que los quemadores no se encendían sin un fósforo.

Pero apuesto que aquí nunca nadie se ha divertido tanto como mamá y
yo cortando cebollas en esas encimeras de linóleo agrietado, riendo hasta las
lágrimas.

Después de mi reunión con Linus, regresé directamente a mi habitación y


miré fijamente la pared durante más o menos una hora, preguntándome si
había cometido un error gigante. Torturándome, reproduciendo todos los
argumentos en contra que debí haber usado, analizando todos los puntos que
olvidé tocar durante nuestra negociación, hasta que pensé que mi cabeza podría
explotar por la tensión.

Necesitaba una distracción. Algo para alejar mi mente del futuro.


Preferiblemente, algo que involucrara trocitos de chocolate semidulce y una
buena cantidad de azúcar. Necesitaba…

Galletas.

Así que, dejo de lado mis preocupaciones por toparme con Carter o
Chloe o, Dios no lo quiera, su madre demoníaca, y salí en busca de la cocina.
Ahora, si solo pudiera encontrar la harina, podría hacerlo...

―Maldita sea ―murmuro, abriendo otro armario. Se encuentra lleno de


lo que parece ser un antiguo conjunto de porcelana china.

―¿Señorita, está segura de que no puedo ayudarla a…?


107
Página
―¡Estoy segura! ―la interrumpo, meneando la cabeza con exasperación y
murmurando para mí misma―. En serio, ¿cómo pueden vivir así los ricos? ¿Qué
hacen con todo este tiempo libre? ―Abro otro armario. Especias. Estoy
acercándome―. ¿Sin tareas para completar? ¿Sin comidas para preparar? La
comida aparece mágicamente en la mesa, la ropa sucia se desvanece sin que
levanten un dedo... Siento como si estuviera viviendo con unos malditos elfos
domésticos.

―Me disculpo, señorita ―dice Patricia, sonando cerca de las lágrimas.

―¡Oh, por favor, no te angusties! ―Me giro para enfrentarla, la culpa


inundándome―. Sé que solo estás haciendo tu trabajo. Soy yo. No estoy
acostumbrada a estar sentada todo el día sin hacer mi parte. Enloquezco sin
nada que me mantenga ocupada. ¿Puedes entender eso?

―Por supuesto, señorita.

Sonrío, pero no me devuelve la sonrisa, se encuentra demasiado ocupada


mordiéndose el labio inferior. Claramente, no está acostumbrada a que los
invitados reales se sientan como en casa en su dominio.

Con un suspiro, reanudo mi búsqueda de ingredientes. Casi he perdido la


esperanza cuando abro el juego final de puertas blancas y encuentro una
estrecha despensa, completamente abastecida con suministros para hornear.

―Por supuesto, es el último que abro...

Río mientras tomo de la estantería los recipientes marcados como


HARINA y AZÚCAR, los acuno en mi pecho, y los llevo a una mesa de
preparación cercana. La pesada batidora eléctrica de Lockwood Estate es de
mucho mejor calidad que la que tengo en casa, pero no se ve muy diferente en
términos de mecánica básica. Estoy segura de que puedo averiguar cómo usarla
fácilmente.

Patricia retuerce sus manos en agonía silenciosa mientras me observa


recorrer de un lado al otro la despensa, alineando mis artículos en una fila
ordenada: bicarbonato de sodio, sal, extracto de vainilla, chispas de chocolate.
Cuando me ve dirigirme hacia su refrigerador inmaculadamente organizado, no
logra contener muy bien su sonido de angustia.

―Señorita, ¿está segura de que no preferiría que yo hiciera eso por


usted? Si solo me dictara la receta...
108
Página
―Lo siento ―digo con ironía, sacando dos huevos de una caja de
cartón―. Soy del tipo de persona loca que realmente disfruta haciendo cosas
por sí misma.

―¿Loca? ―Una voz cálida y familiar atraviesa la habitación―. Eso puedo


garantizarlo.

Estoy tan sorprendida que tiro ambos huevos al piso. Escucho el


inconfundible crujido de las cáscaras contra las baldosas junto con un grito del
ama de llaves mientras ve la yema extendiéndose por su piso, pero no me
importa. Ya estoy en movimiento, atravesando la cocina hacia los brazos de
Owen.

―¡Estás aquí! ―lloro mientras me aplasta contra su pecho, respirándolo.


Huele tan bien. Sano. Sólido. Seguro.

Como en casa.

―Por supuesto que estoy aquí. ¿Crees que dejaría que te encerraran y
tiraran la llave, sin pelear? De ninguna manera, Ems.

―Mi héroe ―bromeo en voz baja.

Ríe. ―Sí, bueno, no fue exactamente fácil. Probablemente llamé cientos


de veces, gritando mientras un operador apático me daba la misma información
sobre el protocolo confidencial de la realeza y el procedimiento de seguridad de
rutina. En mi maldita cabeza tenía el temor de que algo te hubiera ocurrido. Una
hora más, y estaba listo para llamar a la prensa y defender mi caso ante el
público.

―Dios. ―Lo aprieto más fuerte―. Lo siento mucho.

―No es tu culpa. Es de los bastardos que te arrastraron hasta aquí


―murmura sombrío.

―Owen, la cosa es…

―Sabes, no estoy realmente seguro de por qué cambiaron de opinión.


Sin embargo, creo que debí haberlos cansado, porque hace aproximadamente
una hora este lujoso automóvil negro de ciudad, se detiene afuera de mi
apartamento y el conductor me dice que entre. Por orden del Rey. ¿Qué tan loco
es eso? Me sentí como si estuviera en una película de acción. ―Resopla―. No
en una buena.
109
Página
Un indicio de culpa me atraviesa. Sé exactamente por qué de repente se
encuentra aquí conmigo; no tiene nada que ver con sus extensas acusaciones
por teléfono, y todo que ver con el trato que hice en el estudio de Linus hace
dos horas. Pero no tengo el corazón para corregirlo.

―Gracias por venir ―susurro, parpadeando para borrar las lágrimas―.


Realmente no puedo creer que estés aquí.

―¿Yo? ¿Qué hay de ti? ―responde, apartándose para mirarme. Hay un


innegable indicio de preocupación entre sus entrecerrados ojos marrones. Me
estremezco cuando veo la pequeña herida en su sien, evidencia de su altercado
con los guardias en el callejón.

―Dios, tienes una herida donde te golpearon con la pistola…

Se encoge de hombros. ―No es nada.

―No es nada. ¿Hiciste que te lo revisaran? Podría infectarse o…

―Ems. Estoy bien. Estoy más preocupado por ti.

―Ya no tienes que preocuparte. Honestamente.

―No me malinterpretes, me alegra ver que te encuentras bien… ¿Pero


qué diablos estás haciendo aquí? ―Su mirada se dirige a la cocina, enfocándose
en los ingredientes detrás de mí―. Además de, aparentemente, hornear galletas
para el maldito enemigo.

Estremeciéndome, dejo caer mis brazos a los costados.

»Lo digo en serio, Ems. ¿Qué diablos está pasando? Entro, esperando
encontrarte encerrada en alguna mazmorra como una prisionera de guerra,
luchando con uñas y dientes por tu libertad… Imagina mi sorpresa al ver que
estás perfectamente contenta de que haber sido secuestrada.

―¡Eso no es cierto!

―¿No es así?

―Owen, detente. ¡No sabes de lo que estás hablando!

―Entonces explícamelo.

Me paso las dos manos por el cabello. ―Es complicado.

―¿Qué es tan complicado? ―pregunta―. Agarra tu mierda y salgamos


de aquí. Lejos de estas personas. De vuelta a nuestra vida.
110
Página
Mis ojos se abren un poco. ―Yo… Owen, no puedo.

―¿Qué diablos quieres decir con que no puedes?

Echo un vistazo detrás de mí a Patricia, que está tumbada sobre sus


manos y rodillas limpiando las yemas de huevo del piso, escuchando cada
palabra que decimos. Si pensara que existe alguna posibilidad de que lo
permita, iría y la ayudaría. Soy lo suficientemente sabia como para no intentarlo.

―Ven conmigo, ¿de acuerdo? ―le suplico a mi mejor amigo, sujetando


su mano floja y entrelazando nuestros dedos―. Te lo explicaré. Solo que… aquí
no.

Me mira estoicamente por un momento antes de devolver mi apretón de


manos. Disculpándome con Patricia, lo saco de la cocina y subo las escaleras. Un
presentimiento se asienta en la boca de mi estómago, pesándome un poco más
con cada paso que damos.

¿Por qué tengo la sensación de que estoy a punto de cometer un


desastre aún más grande que el que acabo de dejar en los impecables pisos de
la cocina?

Es un magnífico día de otoño.

Las montañas cubiertas de nieve detrás de la mansión crean un escenario


perfecto para nuestro paseo por los jardines. Dos guardias nos siguen a una
distancia respetuosa, sombras mudas, siempre vigilantes mientras serpenteamos
un camino alrededor de los setos y fuentes burbujeantes. El laberinto de
parcelas prolijamente cuidadas es hermoso a pesar de la falta de flores de
verano. En cualquier otro día, estaríamos disfrutando de la vista, riéndonos y
bromeando sobre cosas triviales, compartiendo historias y haciendo planes para
el futuro.

Hoy somos un abismo de profundo silencio.

No ha dicho ni una palabra desde que le hablé sobre el trato que hice
con Linus. No puedo decir que lo culpo. Cuando recién llegó, pensó que estaba
aquí para rescatarme. Mi caballero real y viviente de brillante armadura. En
cambio, se enteró de que la princesa no necesitaba ninguna salvación. De
hecho, ya había hecho un trato con el rey malvado.
111
Página
Me estremezco mientras la brisa se levanta. Mi blusa ligera de algodón y
mi pantalón azul marino pueden estar a la moda a los ojos de los compradores
personales del palacio, pero no son exactamente adecuados para pasar el
tiempo al aire libre en el clima germano. No puedo evitar pensar que su
decisión de no incluir un abrigo en mi nuevo guardarropa fuera menos que un
descuido, sino más bien un movimiento intencionado para evitar que me alejara
demasiado de la mansión.

Buen intento, imbéciles.

He comenzado a frotarme las manos para calentarme cuando Owen deja


de caminar, se quita la resistente chaqueta verde oliva y me la pasa.

―Toma. Póntela.

Mi garganta se cierra. Siempre está cuidándome, incluso cuando está


enojado.

―Gracias ―murmuro, poniéndomela. Hecha de un pesado material


similar a un lienzo, el abrigo me queda prácticamente como un vestido en mi
pequeño cuerpo, sus mangas sobrepasan mis manos. No puede ocultar la
contracción de sus labios cuando ve lo ridícula que me veo al usarla.

»Owen...

Cierra los labios, frunciendo el ceño otra vez. ―No.

―Ni siquiera sabes lo que iba a decir.

―Por supuesto que sí. Te he conocido toda tu maldita vida. —Suspira


profundamente―. Intentarás justificar por qué esta es la decisión correcta para
ti, a largo plazo. Porque sin duda ya has hecho una lista de pros y contras, y
ensayaste todos tus pequeños puntos de conversación en el espejo de tu baño...

Mis mejillas arden. De verdad me conoce.

―Pero no estoy interesado en ninguna de esas mentiras falsas, Emilia.


Soy tu mejor amigo. Quiero la verdad.

―¡Te dije la verdad! Nunca te mentiría, lo sabes.

―Entonces, no intentes pasar este período de prueba de princesa como


un plan elaborado para abdicar al trono. ―Menea la cabeza―. Si ese fuera el
caso, saldrías conmigo por las puertas delanteras en este momento y nunca
mirarías hacia atrás.
112
Página
―Owen, no es tan simple...

―Es así de simple. ―Sus ojos se encuentran innegablemente tristes―.


Pero ambos sabemos que no lo harás. Porque hay una parte de ti que quiere
estar aquí. Una parte de ti que necesita saber cómo sería ser su hija. Llevar esa
corona. Vivir la vida que siempre deberías haber tenido.

Presiono mi mandíbula, sin contradecirlo. No puedo.

No nos mentimos el uno al otro.

―Puedes decirte a ti misma que solo haces esto para que él pague tu
hipoteca, para que puedas mantener la casa en la que creciste y aun así
mantener tu anonimato... pero, en cambio, sé que hay una parte de ti que siente
curiosidad sobre cómo sería vivir en lugares como este. ―Se vuelve con el
pulgar hacia Lockwood Estate―. Siervos a tu entera disposición. Una princesa de
buena fe, sacada de un cuento de hadas.

―¿Y qué pasa si tengo curiosidad? ―me quejo, a la defensiva,


cansándome de su tono juicioso―. ¿Es un crimen?

―¡Lo es si significa venderle tu alma a estas personas!

―¿Estas personas? ¿Te refieres a mi padre biológico?

―Sí, ¿el que nunca quiso ninguna mierda contigo hasta ayer? Lo
recuerdo bastante bien ―murmura―. Es realmente patético verte doblegarte
como una maldita silla de jardín en el primer segundo en que te presta atención.

Las lágrimas brotan de mis ojos. ―No todos nos criamos en una familia
como la tuya, Owen. Padres perfectos, casa perfecta, hermanas perfectas.
Algunos tenemos problemas sin resolver que, por supuesto, sería bueno tratar
cuando finalmente se nos da la oportunidad. Pensé que tú, de todas las
personas, entenderías eso. Tal vez estaba equivocada.

―¿Crees que no sé qué tienes equipaje? ¡Soy el que lo ha estado


cargando durante tus malditos veinte años!

Grita las palabras a pleno pulmón, tan fuerte que una bandada de pájaros
sale volando desde un árbol cercano, perturbada por el estruendo de sus
palabras. Tan alto que estoy realmente sorprendida de que los guardias no
lleguen corriendo, con las armas desenfundadas.

―Owen... ―Mi voz se quiebra cuando una lágrima corre por mi mejilla.
Sinceramente, no puedo creer que me haya dicho eso. O, más exactamente, me
113
Página
gritara eso. En todos nuestros años de amistad, nunca actuó de esta manera. No
puedo evitar preguntarme si esta reacción tiene que ver con algo más que solo
conocer a mi padre.

Su expresión furiosa se desmorona un poco cuando ve mis lágrimas.

―Lo siento. ―Se retrae después de un momento, su ira fuertemente


controlada―. No quise gritarte, Ems.

Asiento con rigidez.

»Yo solo... ―Se acerca un paso―. No puedo quedarme de brazos


cruzados y ver cómo te manipulan para entrar a una vida que nunca quisiste.

Permanezco en silencio.

»No quiero que esta gente te engulla.

―No lo harán. Dame un poco de crédito, Owen.

―Ems...

―No es como si fuera para siempre. Es un mes. Uno. ¿Cuánto podría


cambiar en un mes? ―pregunto, ignorando la punzada de presentimiento que
me atraviesa cuando las palabras salen de mi boca. Siento que acabo de lanzar
algún tipo de desafío al universo; como si me hubiera condenado con una frase
descuidada.

Qué pensamiento tan ridículo.

Owen se acerca otro paso, hasta que nuestras caras se separan por medio
centímetro, y se inclina para tomar mi rostro entre sus manos. Su pulgar limpia
una lágrima. ―Las cosas cambian todo el tiempo. En un mes. En una noche. En
un instante.

―Yo no. ―Mi voz es inflexible―. Nosotros no lo haremos.

―Me preocupa perderte.

―Nunca me podrías perder, Owen. ―Levanto la mano y la coloco sobre


la suya―. Incluso si me quedo, incluso si no abdico... nada cambiará. No cuando
se trata de ti y de mí. Siempre seremos los mejores amigos.

Algo destella en sus ojos. Abre la boca para decir algo, pero nunca tiene
la oportunidad, porque de repente no estamos solos. Dos personas con ropa
deportiva ajustada recorren la curva del camino, prácticamente apresurándose
directamente hacia nosotros. Nos separamos al instante.
114
Página
―Bueno, esto sí que es íntimo ―dice Chloe, observándonos con gran
interés. Su coleta roja se balancea alegremente mientras una sonrisa se extiende
por su rostro.

Sé lo que esto debe parecerles: yo, vestida con la chaqueta de Owen,


mirando hacia arriba mientras toma mi rostro. No son dos amigos que llegan a
un acuerdo sobre algunos cambios enormes; sino más bien, una pareja,
compartiendo un momento robado en un jardín secreto.

¿Por qué te importa lo que piensen? Me pregunto, incluso cuando mis


ojos se dirigen directamente a Carter. Mi corazón comienza a latir con fuerza.
No lo he visto desde anoche, no he hablado con él desde nuestro encuentro a
gritos en el pasillo. Hay una cierta ironía retorcida en el hecho de que las últimas
palabras que le susurré fueran una firme declaración de que no tengo novio. Sus
fríos ojos cerúleo se encuentran con los míos, completamente desprovistos de
toda emoción, y de alguna manera sé que está pensando exactamente lo
mismo.

Trago con fuerza.

»¿Quién es este bombón? ―pregunta Chloe, colocando sus manos en sus


caderas―. ¿Y dónde consigo uno?

―Él es Owen ―digo, sin ofrecer más detalles que los absolutamente
necesarios―. Owen, estos son los hijastros de Linus. Chloe y... ―¿Por qué es tan
difícil decir su nombre cuando me está mirando así?―. Y Carter.

Carter aparta sus ojos de los míos y los dirige hacia Owen, su expresión
severa se intensifica. Siento que Owen se pone rígido a mi lado, irguiéndose a su
máxima altura cuando devuelve la mirada. Ninguno de los dos hombres dice
nada, al menos en voz alta. Pero cualquier comunicación no verbal que
intercambian no es buena, a juzgar por el frígido silencio que se extiende sobre
nuestro pequeño grupo.

―Es un placer conocerte ―interviene Chloe con un tono forzado, sus ojos
perspicaces mientras oscilan de un lado a otro, entre su hermano y mi mejor
amigo―. Si todos los amigos de Emilia son así de lindos, creo que esto de la
hermana pequeña no deseada no será tan malo.

Fuerzo una risa débil.

Owen la mira con frialdad. ―Emilia no es tu hermana.


115
Página
―Owen ―murmuro―. Ella solo bromeaba. No seas imbécil.

Sin embargo, queda claro que no está de humor para bromear, ya que
sus ojos vuelven a los míos. ―Me importa una mierda si está bromeando o no.
¿Sabes algo sobre estos nuevos hermanos con los que has decidido vivir?
Probablemente no, ya que evitas los chismes reales como a la plaga.

―Por una buena razón ―insisto.

―¡No cuando pretendes que te deje aquí sola con ellos!

―Emilia es una niña grande ―dice Chloe, divertida―. Puede tomar una
decisión sobre nosotros.

―Creo que eso es lo que él teme ―agrega Carter humildemente.

Owen se tensa. ―No me hables de Emilia. Nunca.

―¿Por qué? —Carter sonríe―. ¿Temes escuchar algo que no te guste?

―Bueno, bueno, muchachos ―murmura Chloe―. Jueguen bien o los


echaremos del arenero.

Owen la ignora, volviéndose hacia mí. Sus ojos están llenos de tanta
desesperación, que me asusta. ―¿No lo entiendes? Estas personas representan
todo lo que está mal con esta monarquía. Cosechan todos los beneficios de la
realeza sin ninguna responsabilidad. Son solo... sanguijuelas, chupando la
sangre vital de nuestros contribuyentes.

Chloe resopla.

Él la mira.

»¿Qué? ¿No estás de acuerdo? Has hecho tantas visitas a rehabilitación,


que estoy bastante seguro de que tu próxima sobredosis es gratis. ―Sus ojos
parpadean hacia Carter―. ¡Y tu hermano se ha acostado con la mitad del
maldito país!

El gruñido de advertencia de Carter es lo suficientemente aterrador como


para provocarme un escalofrío.

―¡Es suficiente, Owen! ―siseo, totalmente mortificada―. ¡Ahora mismo


ni siquiera te reconozco!

―Lo mismo digo ―espeta―. Dios, Ems, sé que estás buscando una
familia, pero creo que mereces algo mejor que una drogadicta y una
enfermedad de transmisión sexual ambulante.
116
Página
Carter da un paso amenazador hacia adelante, con las manos puestas a
los lados. ―¿Te importaría repetir eso, chico bonito?

Owen se vuelve hacia él y la expresión oscura de su rostro no se parece a


nada que haya visto antes. ―No me asustas, pequeño señor.

―Entonces o eres muy valiente o muy estúpido. ―Los ojos de Carter


brillan―. Supongo que sé cuál.

―Viendo que no soy el esposo de una desesperada ama de casa ansiosa


por tener una aventura con algún idiota medio real... Creo que estoy a salvo de
ti. ―Owen se inclina, con voz entrecortada―. ¿No es tu costumbre follarte a la
esposa, humillar al marido, arruinar el matrimonio? Mira, a diferencia de Emilia,
yo sí leo los periódicos.

Chloe inspira con fuerza.

La expresión de Carter se oscurece por completo, claro, Owen ha tocado


un nervio. Cuando se nos acerca, siento que mi pulso trastabilla dentro de mi
pecho. ―Sabes, pareces un poco preocupado por mis conquistas sexuales.
―Carter sonríe sin el más mínimo rastro de humor―. No te preocupes. Aquí no
hay mujeres en mi habitación, la que, como sucede, se encuentra justo al otro
lado del pasillo de la de Emilia. ―Hace una pausa significativa―. Me aseguraré
de vigilarla de cerca por ti, compañero.

Owen en realidad se estremece. ―Si le tocas tan solo un cabello de su


cabeza...

―Oh, no lo haré ―provoca Carter―. No, a menos que ella me lo pida,


por supuesto.

―Por favor, deténganse ―suplico, con la voz quebrada por la tensión―.


¡Ustedes dos! Esto es absurdo.

Sujeto el brazo de Owen, tratando de hacerlo entrar en razón, pero se


encuentra más allá de mi alcance, perdido en una furia oscura y consumidora.
Mirando su rostro, esos ojos marrones profundos, ese cabello rubio y suave que
siempre he amado tanto... por primera vez en mi vida, siento que estoy mirando
a un extraño.

Cuando Carter avanza otro paso, Chloe interpone un brazo para


detenerlo. Hago lo mismo con Owen, presionándolo con toda la fuerza que
poseo. Puedo sentir su pecho subiendo y bajando rápidamente, incluso a través
117
Página
de la gruesa manga de la chaqueta. Ambos hombres parecen estar a unos
segundos de golpearse hasta dejarse inconscientes en el idílico sendero del
jardín. Hay tanta testosterona en el aire, que me sorprende que no me salga una
sombra de barba en la mandíbula, solo por inhalarla.

Los ojos salvajes de Chloe se encuentran con los míos. ―Tal vez ustedes
deberían irse.

No puedo estar más de acuerdo.

Con una mueca, me detengo completamente frente a Owen y comienzo a


empujarlo hacia atrás, tratando de obligarlo a salir de la línea de fuego. Se
resiste, con las piernas firmemente en su lugar.

―Vamos, Harding ―espeto, empujando su pecho―. No me hagas llamar


a tu madre. Sabes que lo haré. Y ambos sabemos que Belinda se va a enfadar.

Sus ojos parpadean en los míos y por solo un segundo, veo un rastro del
chico que solía conocer debajo de esta postura de macho alfa irreconocible.

»Por favor ―susurro.

Con un suspiro, aprieta la mandíbula, gira y comienza a caminar por el


sendero: con la cabeza gacha, las manos apretadas y los hombros tensos bajo la
tela de su camisa de manga larga. Echo un vistazo rápido a Chloe y a Carter
antes de seguirlo, totalmente sin palabras. Estoy sorprendida por el
comportamiento de Owen. Totalmente mortificada por las cosas que dijo sobre
ellos.

―Oh, no te atrevas a disculparte ―me interrumpe Chloe antes de que


pueda, sus labios se tuercen en una pequeña sonrisa―. Gracias a ti, las cosas
finalmente se están poniendo interesantes por aquí.

Con un agradecido asentimiento en su dirección, me doy la vuelta y me


apresuro hacia Owen. En ningún momento le dedico un vistazo a Carter. Pero a
lo largo del camino, siento el peso de esos ojos demasiado azules, quemando
mi espalda como un fuego que no puedo extinguir, sin importar lo mucho que
lo intente.
118
Página
Traducido por Idk.Zab, alisay.or, Yuli Darcy
MicaDeMaddox, Procrastination Princess & Atómic_Mellark

Después del incidente con Owen, pensaba que la vida en Lockwood


Estate no podía empeorar.

Estaba muy equivocada.

―Recuerda: barbilla arriba, hombros hacia atrás, agarre delicado. ―Lady


Morrell mira por encima de su nariz aguileña y alargada con desaprobación―.
Es una cuchara, no una granada de mano. Su índice se debería apoyar en la
plata, reluciente como un colibrí volando que toma el polen de una flor.

Está llena de estas floreadas y excesivas analogías. Hoy he sido instruida


en cómo deslizarme alrededor de una pista de baile como un halcón que se
eleva volando sobre un cielo rosado al amanecer y la reverencia, baja hasta el
suelo como un sol poniente que se hunde lentamente hacia el horizonte
siempre fijo.

Cada vez que empiezo a cuestionar por qué me estoy sometiendo a esto,
me concentro en la luz de cien mil dólares al final del túnel. Es suficiente para
impedir que salga huyendo.

―Muy bien, Lady Morrell. ―Ajusto mi apretón por décima vez―. ¿Así?

―Incorrecto. ¡Completamente incorrecto! Aquí, permita que le muestre


otra vez…
119
Página
Me trago un grito. No estoy segura de cuánto más puedo aguantar antes
de renunciar y correr de vuelta a mis habitaciones...

¡Como un rápido guepardo cruzando el Serengueti!

Resoplo de un modo nada elegante que me gana una mirada de mi


tutora.

Como predije, las lecciones de princesa han sido completamente


insufribles. Seis horas al día, tres por la mañana, tres más por la tarde, de Lady
Morrell dándome sermones sobre los méritos del decoro apropiado, los
modales en la mesa, la agenda real y las costumbres Germanas. Para el
miércoles, mi cabeza está llena de información banal, que he llegado a un punto
de saturación.

Utilice "Su Majestad" para hacer frente a un rey o reina. "Su Alteza" para
un príncipe o princesa. "Su gracia" para un duque o duquesa. "Mi Señor" para
barones, condes y caballeros.

No haga una reverencia a nadie inferior en la lista.

Nunca cruce sus piernas; siempre cruce sus tobillos.

Los guantes largos hasta el codo deben ser llevados para todas las
ceremonias oficiales del estado.

Solo se permitirán manicuras en tonos piel o pastel.

No se dan autógrafos o firmas de ningún tipo.

Nada de fotografías no autorizadas.

Nada de exhibiciones públicas de afecto.

Nada de usar plataformas de medios sociales.

No.

No.

No.

La palabra ha sido pronunciada a mi alrededor tan a menudo, que he


comenzado a preguntarme si hay algo que una princesa realmente esté
autorizada a hacer, además de sonreír y saludar durante apariciones previstas en
funciones sociales aburridas.
120
Página
Lady Morrell insiste en que solo intenta prepararme para lo que llama "mi
primera prueba real" que, me recuerda con frecuencia, se aproxima a la
velocidad de la luz. No puedo decir que estoy emocionada por la perspectiva de
asistir el domingo, al funeral con los Lancaster, incluso estando bajo el radar,
haciéndome pasar por otra ayudante en su séquito. La simple idea provoca un
revoloteo de mariposas en mi estómago.

Muchas cosas pueden salir mal.

Todavía no estoy ni remotamente preparada para aparecer delante de


nadie como parte de la realeza. Que es lo que ha hecho intensamente obvio
Lady Morrell con su expresión exasperada cuando observa mi caminar, mezclo
los títulos reales o uso incorrectamente los cubiertos durante el curso de la
cena.

Intento evitar mirar el imponente reloj de pie al otro lado del comedor, a
sabiendas de que solo va a decepcionarme, pero no puedo evitarlo. Las cuatro
en punto. Todavía queda otra hora completa antes de que sea libre. Reajusto mi
agarre sobre la cuchara e intento tomar un sorbo de mi sopa sin que, y cito,
sorba como un adolescente que bebe una Coca-Cola en el cine.

Supongo que la única bendición de la tutela con la enfurecida Lady


Morrell consiste en que me mantiene demasiado ocupada como para pensar
mucho en Owen… o chocar con Chloe y Carter en los vestíbulos de nuestra
penitenciaría compartida. Después de cinco días encerrados en este lugar, estoy
segura de que ambos se sienten irritados por no salir tanto como yo. Pero la
Guardia Real todavía no ha levantado el confinamiento de seguridad. Es
improbable que lo hagan antes del entierro, ahora que el fuego ha sido
clasificado oficialmente como un acto criminal por los investigadores del
incendio.

La noche pasada la pasé encerrada con llave en mi dormitorio,


desplazándome a través de las noticias actualizadas en mi viejo y maltratado
ordenador portátil, el cual me fue finalmente devuelto junto con mis libros de
texto, teléfono móvil y una maleta con ropa seleccionada por mi ayudante de
cámara en casa. Trato de no pensar demasiado en que uno de los solemnes y
trajeados guardias haya hurgado en mi cajón de ropa interior y tocado todas
mis cosas.

Porque…
121
Página
Ew.

Revisé artículo tras artículo, leyendo titulares y teorías de periodistas de


todo el mundo sobre posibles motivos, probables sospechosos, posibles
implicaciones políticas. La efusión de pena es inconmensurable, poniendo al
mundo entero de rodillas. La noticia de que fue un asesinato en lugar de una
tragedia, fue una patada en el estómago mientras ya estábamos en el suelo.

Alguien lo hizo. Mataron al Rey Leopold y a la Reina Abigail, junto con


cinco miembros de su personal. Dejando al príncipe heredero en un coma del
que nunca podrá despertar. Y ese alguien aún sigue libre.

Es difícil concebir que algo como esto podría suceder, aún más difícil
imaginar que no haya testigos, ni pistas…

Nada.

La investigación no ha cosechado nada concreto, al menos según Simms,


a quien me encontré cuando regresaba a mi cuarto tras mis clases de ayer. En
cuanto al resto de la casa, todos parecen contentos con evitarse entre sí. No he
visto a Octavia desde la noche que llegué ni me he encontrado con Linus desde
nuestra reunión del otro día.

Ocasionalmente, escucho a Carter caminando por los pasillos del ala


donde se encuentran todas nuestras habitaciones, pero no tengo ni idea de
cómo pasan la mayor parte de sus días. Tras el incidente en el jardín, ninguno ha
intentado entablar conversación, y francamente, no los culpo.

Yo tampoco querría hablar conmigo.

Cierro los ojos con fuerza, horrorizada al volver a pensar en ello… al igual
que en la enorme pelea que tuve con Owen después.

Pelea. Con. Owen.

Me he peleado con Owen.

Sin importar las veces que lo diga, el concepto es difícil de asimilar. Antes
de esto, nunca hubo un punto en mi vida en el que no nos hablásemos. Seguro,
hubo pequeños desacuerdos durante estos años… pero nada como esto. No
creo que olvide jamás la mirada en sus ojos cuando lo llevé a la entrada y le
pedí que se marchara.

Solo necesito un poco de tiempo, le dije evitando su mirada. Te llamaré


cuando esté lista para hablar.
122
Página
Sin embargo, lo cierto es que necesito muchísimo más que tiempo,
necesito averiguar si alguna vez seré capaz de mirarlo a los ojos sin recordar el
hiriente golpe de sus palabras. No solo las horribles palabras que les dirigió a
Chloe y a Carter, las que me dijo a mí.

Patética.

Ingenua.

Rota.

Siempre creí que no quedaban líneas que cruzar entre nosotros, ningún
límite que sobrepasar, ahora veo lo estúpida que fui. La gente que más nos
quiere es la mejor equipada para destruirnos. Después de todo, hemos pasado
años dándoles municiones, pieza a pieza, dándoles todo lo que alguna vez
necesitarían para infligir el máximo daño.

Lo más retorcido es que, por más enfadada que esté, aún quiero llamarlo,
solo para escuchar el tono reconfortante de su voz. Hoy, dos veces, me encontré
buscando mi teléfono celular que, da la casualidad, tenía borradas
misteriosamente todas las aplicaciones de redes sociales antes de que me lo
devolvieran. Conseguí detenerme antes de hacer la llamada, pero sé que es
cuestión de tiempo antes de que sucumba a la urgencia.

Owen siempre ha sido la persona a la que he recurrido cuando me siento


herida; no sé cómo sobrellevarlo, ahora que es él quien me está haciendo daño.

Lady Morrell aclara su garganta, haciendo que vuelva a concentrarme en


el presente.

―Creo que por fin domina el plato de sopa ―me informa, asintiendo con
aprobación―. Quizá esté lista para ascender a algo más complejo.

―¿Relaciones exteriores? ―pregunto esperanzada.

―No exactamente. ―Sus labios se crispan mientras cambia mi bol por un


plato llano―. Ensaladas.

―Qué gran alegría ―murmuro resistiendo el deseo de golpear mi cabeza


contra la mesa hasta quedar inconsciente.

Una hora más.

Cien mil dólares.

Agarro el maldito tenedor de ensaladas.


123
Página
Más tarde esa noche, me encuentro tumbada en la cama intentando
concentrarme en uno de los densos libros que Linus me envió, un pesado tomo
encuadernado en cuero titulado «Germania: Honor a través de la Historia»,
cuando alguien llama a mi puerta.

―Pase ―digo perezosamente esperando que sea una de las sirvientas


que viene a avivar el fuego o a mullir mis almohadas o a traerme otro plato de
galletas con pepitas de chocolate como han hecho cada noche desde mi fallido
intento de hornearlas. Al principio, creí que era un gesto amable, pero ahora
estoy segura de que solo es la póliza de seguros de Patricia, para mantenerme
fuera de la cocina por todos los medios necesarios.

La puerta se abre silenciosamente, levanto la vista de las páginas y casi


me da un ataque cuando veo a la mujer allí de pie, su cabello cobrizo
perfectamente peinado acompañado de unos pendientes en forma de lágrima,
un elegante vestido gris y unos tacones prudentes.

»¡Octavia! ―Me siento tan abruptamente que el libro se me escapa de las


manos, golpeando el piso con un ruido sordo―. ¿Qué… Qué hace aquí?

Entrecierra los ojos mientras me mira. Mi cabello lavanda en un


desordenado moño en lo alto de mi cabeza, tengo maquillaje corrido bajo mis
ojos, visto una camiseta suelta y un par de suaves pantalones de yoga. Me
levanto corriendo de la cama, colocando nerviosamente un mechón suelto de
mi cabello detrás de mi oreja. Toma toda mi resolución no agazaparme cuando
se acerca, sus tacones sonando ominosamente contra el piso de madera maciza.

―Veo que estás… ―Olisquea delicadamente―. Acomodándote.

―Sí, Octavia, quiero decir Señora, Madame, eh… ¿Alteza? ―titubeo


horriblemente.

Lady Morrell estaría devastada al ver como todas sus cuidadosas


lecciones se han ido a la basura totalmente.

―Aún no me han dado el título real. ―La expresión de Octavia está


totalmente desprovista de calidez―. Cuando me nombren reina consorte
oficialmente, tras la coronación de Linus el mes que viene, podrás referirte a mí
como Su Majestad. Hasta entonces… ―Entrecierra los ojos―. Francamente, no
124
Página
estoy segura de que necesites hablar conmigo, pero si no puedes evitar hacerlo
durante un compromiso social, puedes llamarme Lady Lancaster o Duquesa de
Hightower.

Dios, es tan fría. No sé qué hice para sacar su lado malo tan rápido,
además de, ya saben, existir, pero me encuentro temblando a pesar del calor del
fuego.

Observa a mi alrededor, mis pertenencias dispersas por cada superficie. El


plato de galletas a medio comer, el suéter que llevaba antes, arrugado en el
sillón, un montón de libros de Linus sobre mi mesilla de noche. Traza su dedo a
través de la cubierta en relieve del volumen en la parte superior del montón, con
un destello de disgusto recorriendo su rostro mientras digiere el título.

Reyes y Reinas: El legado Lancaster.

―Supongo que hay una razón para esta visita inesperada ―digo, con la
voz llena de falsa dulzura.

―Por supuesto. ―Se vuelve hacia mí, cruzando los brazos sobre su
pecho―. Linus me ha informado que asistirás al funeral junto a nuestra familia.

Creo que ella se sentiría más contenta ante la idea de una inminente
colonoscopia.

»Las costureras vendrán mañana, al mediodía, con una selección de


vestidos para Chloe y para mí. He sido… aconsejada… de que también debo
extenderte esta invitación. ―Me mira de arriba abajo―. Viendo que no se puede
confiar en que elijas tu propio vestuario, te seleccionaremos algo adecuado.

Retrocedo, pero logro colocar una sonrisa en mi rostro. ―Cuánta


amabilidad. Me aseguraré de elegir algo... ―Hago una pausa significativa, solo
para molestarla―… adecuado para una reina.

Sus hombros se endurecen con indignación apenas contenida.

―Maravilloso.

―Bueno, si eso es todo... ―Miro fijamente hacia la puerta. Mi mensaje no


podría ser más claro.

Vete de mi habitación de una jodida vez.


125
Página
―No del todo. ―Sus labios se aprietan en una sonrisa delgada que me
asusta mucho más que cualquiera de sus ceños fruncidos―. Hay un asunto más
que necesito discutir contigo.

Elevo las cejas, esperando.

―Hace unos días, un amigo tuyo visitó las instalaciones, Owen Harding.
¿Es correcto?

Me quedo quieta. ―Sí.

―El señor Harding pasó los controles iniciales de seguridad, que le


permitieron acceder a esta propiedad. Afortunadamente, yo en persona insistí
en que la Guardia del Rey profundizara un poco más en su pasado. ―Se acerca
un paso, sus ojos nunca se desvían de los míos―. No podemos ser demasiado
precavidos cuando se trata de tu seguridad, ¿verdad?

Mi corazón está latiendo a doble velocidad dentro de mi pecho. ―Su


preocupación por mí es realmente reconfortante, Octavia. Pero le aseguro… que
es innecesaria.

Su sonrisa se ensancha. ―Desafortunadamente, debo estar en


desacuerdo. La búsqueda derivada expuso algunas... digamos... conexiones
problemáticas en el pasado del señor Harding. ―Menea la cabeza, fingiendo
angustia―. Parece que tiene vínculos con varios grupos anti-monárquicos. Tal
vez incluso una célula radical de anarquistas, decidida a derrocar la corona a
cualquier costo.

Quedo boquiabierta. ―¡¿Qué?!

―Ciertamente es un alivio que nos enteremos ahora, antes de que las


cosas... ―Hace una pausa―. Se intensificaran.

No estoy segura si reír o llorar ante el absurdo absoluto de las palabras


que salen de su boca. ―Debe estar bromeando.

―La seguridad no es una cuestión de broma, ni algo que tomemos a la


ligera. Especialmente en el clima actual. ―Suspira, como si estuviera
terriblemente preocupada―. No temas, solo unas pocas pruebas más y
deberíamos tener suficiente para sacarlo de las calles. Para siempre.

Me congelo. ―No.

―Oh sí. Solo es cuestión de si elegimos seguir buscando. ¿Me entiendes,


Emilia?
126
Página
Oh, te entiendo perfectamente, desalmada.

―Octavia, por favor... ―Mi voz se rompe. Mi corazón golpea contra mis
costillas, como una marca desenfrenada―. ¡Owen no es parte de ninguna célula
terrorista! No es anti-monárquico. Claro, puede haber participado en algunas
protestas no violentas, una o dos marchas políticas en el campus de la
universidad... pero nunca ha hecho nada que sea ni remotamente ilegal, y
mucho menos radical.

―Sin embargo ―murmura, engreída y victoriosa―. No debes volver a


contactarlo, ya sea en persona o de otra manera. Me he asegurado de que ya
haya sido incluido en la lista negra de todas las propiedades y actos reales. Y no
te preocupes, querida, si intenta invadir alguna tierra Lancaster, incluida
Lockwood Estate, me encargaré personalmente de que lo encarcelen por
conspiración contra la corona. ―Se inclina hacia delante, con voz decidida―.
Verás... haré lo que sea necesario para proteger a los miembros de mi familia.
Espero que esta acción te lo demuestre.

―No puede hacer esto ―susurro, odio que mis ojos ardan―. No puede.

―Ya está hecho.

―¡Hablaré con Linus! ―estallo, dando un paso hacia adelante―. Haré


que revierta la orden.

Se ríe, de hecho, echa hacia atrás su cabeza y se ríe de mí, como si yo


fuera una marioneta y ella la que sostiene todas mis cuerdas, haciéndome bailar.

―Eres una niña tonta. ¿De verdad creíste que, porque te escuchó una
sola tarde, se interesa por ti? ¿Que porque te envió algunos libros y necesita un
nuevo heredero, va a intervenir de repente y convertirse en una figura paterna?
Te equivocas. La única persona a la que sirve Linus Lancaster es a Linus
Lancaster. Descubrirás por ti misma lo poco que le importas, tan pronto como
tus intereses dejen de adaptarse a los suyos.

―Está equivocada ―siseo silenciosamente.

―¿Lo estoy? ―Se acerca más―. Puede que se llame la Guardia del Rey,
pero todos en esta casa responden a una persona, a mí. No a Linus, encerrado
en su estudio con sus manuscritos, sus memorándums y sus pintorescas
reuniones sobre el té. Y ciertamente no a ti. ―Hace un ruido burlón al chasquear
la lengua con sus labios―. Así que adelante e intenta desafiarme, niña. Haré que
Owen Harding sea encerrado en una celda de la prisión real tan rápido que hará
127
Página
que tu cabeza gire. Él nunca volverá a ver la luz del día, a menos que yo
considere oportuno permitírselo.

―Usted no tiene ese tipo de poder.

―Pruébame ―me reta―. Si te equivocas, solo tendrás que culparte a ti


misma. ―Tuerce la boca―. Alternativamente... puedes tomar la decisión más
inteligente si cedes a mi autoridad. Puedes dejar de lado la idea ridícula de que,
según la sangre que corre por tus venas, tienes derecho a cualquier cosa que no
sea la vida que ya conoces, en una casa muy pequeña con un futuro muy
pequeño.

De repente, puedo ver las cosas muy claramente. Nada de esto es sobre
Owen. Demonios, ni siquiera se trata de mí.

Se trata del trono.

Se trata del poder.

Se trata de esta musaraña de mujer, y de todo lo que hará para tomar el


control de la corona.

Ella quiere Germania, me doy cuenta, mirándola. No es suficiente


manipularme a mí, a sus hijos, al personal de su hogar, a su marido... esta perra
loca quiere conquistar todo el maldito país.

La resolución precipitada llena mis huesos, fortaleciéndome con un nuevo


propósito. Puede que todavía no sepa exactamente cómo, pero sí sé una cosa:
voy a detenerla antes de que lastime a alguien más.

Sin importar lo que sea necesario.

―Octavia ―digo en una voz que apenas reconozco―. Te sugiero que te


vayas. Ahora.

No se mueve. Está disfrutando esto demasiado.

»¡Sal de mi habitación! ―grito, sintiendo que mi control comienza a


deshacerse―. ¡Eres un monstruo sociópata y narcisista!

―Felizmente. ―Sonriendo como si acabáramos de intercambiar una


charla, ella se gira y comienza a dirigirse hacia la puerta―. La prueba del vestido
es mañana. Al mediodía, en punto, en el salón principal. No llegues tarde. ―Se
detiene en el umbral para mirarme―. O, hazlo, si quieres ver lo que sucede
cuando me desobedeces. Me encantaría darte una demostración de mi
128
Página
autoridad. ―Inclina la cabeza en contemplación―. Owen tiene dos hermanas
pequeñas, ¿verdad? Qué chicas adorables. Justo esta tarde, vi sus fotos...

Mi inhalación es afilada, cortando su camino por mi garganta.

»Sería una pena que algo les pasara.

Un odio que no se parece a nada que haya conocido antes se abre paso
por mis venas. Antes de darme cuenta, estoy en movimiento, avanzando hacia
ella con lágrimas en los ojos y malicia en el corazón.

―¡FUERA! ―grito a todo volumen, queriendo arañar sus ojos―. ¡SAL DE


UNA MALDITA VEZ DE AQUÍ!

―Buenas noches ―dice serenamente, sus tacones sonando por el pasillo


como disparos―. Dulces sueños.

Espero hasta que se pierde de vista. Luego, con un bramido de rabia, me


doy la vuelta y golpeo mi puerta con toda la fuerza que poseo, desatando toda
mi ira en el golpe, y malditamente cerca de romperme la mano en el proceso.

―¡MIERDA! ―me lamento, deslizándome hacia el piso, apretando mis


dedos magullados contra mi pecho. Me apoyo contra la puerta de mi
habitación, con lágrimas en mi rostro, sin aliento por el dolor y la frustración.
Todavía me estoy recuperando de las amenazas de Octavia cuando escucho que
se abre la puerta del otro lado del pasillo.

Carter está allí de pie, con el cabello oscuro desordenado por el sueño,
mirándome con preocupación escrita en todo su rostro. Debe haberme
escuchado gritar y salió a investigar. Aspiro un aliento que no tiene nada que
ver con mis nudillos doloridos cuando veo que está descalzo y sin camisa, un
par de pantalones de chándal grises que se enganchan en sus caderas definidas.
Mi boca se seca al ver sus músculos abdominales, un paquete de ocho
perfectamente cincelado, con un rastro de vello que nace en su ombligo hacia
abajo, hacia abajo, hacia abajo...

Dulce Cristo.

Camina hacia mí, dando dos pasos en el pasillo antes de detenerse. Su


expresión se contorsiona, parpadeando a través de las emociones tan rápido
que no puedo hacer un seguimiento, compasión, interés, deseo, ira,
preocupación, disgusto, antes de fijar una máscara ilegible. Dando un paso
atrás, su columna vertebral golpea el arco de su puerta y, por un momento, creo
129
Página
que desaparecerá de nuevo en su habitación sin decir ni una palabra. Estoy
aturdida cuando, en cambio, se desliza hacia el piso de modo que se encuentra
sentado frente a mí, con las piernas largas estiradas frente a él en el duro piso
del pasillo.

No dice nada.

Yo tampoco.

Simplemente nos quedamos allí sentados, yo, agarrando mi estúpida y


dañada mano; él, mirándome como si no pudiera decidir si quiere aplastarme
contra su pecho o golpear su puerta en mi cara. Con mi mano buena, me limpio
las lágrimas de las mejillas. No tiene sentido: en el instante en que intento
flexionar la mano dañada, mis lágrimas se vuelven a derramar.

Maldita sea, eso duele.

Carter se aclara la garganta. ―Realmente deberías poner algo de hielo


sobre eso.

Levanto la mirada y lo encuentro estudiando cuidadosamente los ángulos


de mi cara en la tenue luz del pasillo. ―Estoy bien.

Se encoge de hombros con indiferencia.

»Fue estúpido ―murmuro después de un momento―. Sé que es mejor


no desahogarme con objetos inanimados.

―Sí, bueno, Octavia tiene ese efecto en las personas. ―Respirando


profundamente para hacer que los músculos de su pecho se contraigan, se pasa
una mano por el cabello―. Cuando era adolescente, hice muchos agujeros en
las paredes en Hightower, comenzaron a llamar a mi habitación la Suite de yeso.
―Hace una pausa―. Porque el personal de mantenimiento estaba...

―Continuamente poniendo parches en el yeso de tus paredes


―murmuro, con una sonrisa tirando de una esquina de mi boca―. Qué
inteligente.

Entrecierra sus ojos hacia mi rostro. ―¿Sobre qué fue la pelea?

Me quedo mirando sus pies descalzos. Por alguna razón, la vista de ellos
es incluso más fascinante que sus abdominales. El señor Carter Thorne, al estilo
Adonis, despojado de sus pantalones de vestir perfectamente confeccionados y
sus brillantes zapatos Oxford. Un simple mortal, después de todo.
130
Página
»¿Emilia?

Mis ojos vuelven a su rostro. Lucho contra el rubor manchando mis


mejillas.

―Oh, solo fue una charla regular entre una chica y su nueva madrastra,
llena de amenazas levemente veladas, maniobras políticas y falsedad absoluta.
Ya sabes, lo de siempre.

Resopla ligeramente. ―Suena bien.

Nos quedamos en silencio otra vez, solo mirándonos. Está tan silencioso
el pasillo, que puedo escuchar cada toma rítmica de su aliento. Estiro mis
piernas, tratando de encontrar una posición más cómoda.

―Owen ―digo finalmente.

Se queda completamente inmóvil.

»Ella amenazó a Owen. ―Trago saliva con dificultad―. Sé que no estarás


terriblemente molesto al escucharlo, desde que ustedes dos no… empezaron
con buen pie, el otro día.

Gruñe en acuerdo.

»Pero es mi mejor amigo. Y ahora... ―Aparto las lágrimas―. Ella tiene


algunas fotos de él en una protesta contra la monarquía en el campus, del
otoño pasado. Básicamente, implicó que... bueno, que puede hacer que se vea
mucho peor. Como si fuera un miembro de un grupo marginal radical,
apuntando a la corona.

―No puedo decir que me sorprenda mucho si realmente es parte de eso,


dada la forma en la que habló de Chloe y de mí.

―¡Pero no es verdad! ―Lloro, la ira me invade de nuevo―. Es solo que...

―Octavia intenta controlarte.

―Sí. Cosa que no entiendo en absoluto. Incluso si alguna vez acepto mi


papel, que sigue siendo un gran tal vez, ella será la reina. Me supera en rango.

―Por ahora.

Levanto mis cejas.

Pasa una mano por su cabello.


131
Página
»Eres de la realeza por sangre. Ella es de la realeza por matrimonio.
Cuando se convierta en reina, será un título simbólico más que nada. Una Reina
Consorte no es lo mismo que una Reina Reinante.

―Soy consciente de ello.

―Confía en mí, ella también. Sabe que tan pronto Linus fallezca, se
quedará en bolas, para decirlo sin rodeos. ―Sus ojos azules están
concentrados―. Y Linus no es joven. Lo que simplemente deja…

―A mí ―murmuro suavemente.

―A ti ―repite.

Mientras nuestros ojos se sostienen, el aire entre nosotros comienza a


sentirse cargado de nuevo, esa ineludible corriente eléctrica corre una y otra vez
entre nosotros. Se encuentra a unos tres metros de distancia, pero juraría que
prácticamente puedo sentir su cálido toque en mi piel.

―Probablemente deberíamos ir a la cama ―susurro.

Tal vez sea mi imaginación, pero juraría que sus ojos se iluminan con
calor mientras observa mi boca formando esas palabras. Rápidamente sofoca la
mirada bajo una máscara de fría indiferencia. Poniéndose de pie, se para en el
umbral, de espaldas a mí, deteniéndose brevemente por un momento.

―Pon un poco de hielo en esa maldita mano.

Un segundo después se ha ido, cerrando la puerta de un golpe con


determinación. Escucho el giro de la cerradura y dejo que una respiración
prolongada salga de mis pulmones.

―Buenas noches ―susurro al pasillo vacío.

La larga caminata hacia la cocina no hace absolutamente nada para


calmar mi pulso. Y luego, cuando me meto en la cama, con la mano hinchada,
acunada contra mi pecho... sueño con unos ojos azules brillantes que de alguna
manera siempre me miran directamente, hacia el alma sucia y destrozada que
hay debajo.
132
Página
Traducido por Procrastination Princess, Emotica G. W
Eli25 & MicaDeMaddox

Son las 11:55 a.m. y estoy caminando afuera de las puertas cerradas de la
sala. Me niego a entrar a esa habitación hasta que sea absolutamente inevitable.

―También te engañó para meterte en esto, ¿eh?

Levanto la mirada ante el sonido de la voz de Chloe y la veo apoyada


contra la pared, mirando mi andar de un lado a otro. A juzgar por la cálida
mirada en su rostro, no guarda rencor por el incidente con Owen.

Le devuelvo la sonrisa. ―Engañar es una palabra demasiado bonita para


lo que hizo.

―Te acostumbrarás.

―¿Se supone que eso debe hacerme sentir mejor o peor?

Se ríe, un sonido ligero y claro, como el agua en un arroyo de invierno.

―Ninguno de las cosas. Pero es la verdad. Después de un tiempo,


desarrollarás una especie de sexto sentido para las maquinaciones de Octavia. Y
una vez que puedes anticipar los movimientos de tu oponente... es mucho más
fácil evadirlos.

Meneo la cabeza con cansancio. ―No estoy segura de estar lista para
esta vida.
133
Página
―Nunca nadie está listo para nada. Simplemente lo aguantas, lo haces y
esperas que eventualmente las piezas encajen en su lugar. Quien te diga lo
contrario, miente.

―¿Ese es tu mejor consejo? ¿Aguantarlo?

―Mmm... ―Lo piensa por un momento―. Sí.

―Chloe, ¿alguna vez has considerado desarrollar una carrera escribiendo


tarjetas de felicitación? ¿Ya que eres una fuente desbordante de sabiduría?

―Nunca se sabe, podría ser mi verdadera vocación. ¡Cuidado, Hallmark,


voy por ti! ―Inclina la cabeza―. Y, como beneficio adicional, ¿puedes imaginarte
la expresión de Octavia si le dijera que tengo un trabajo? ¿Un trabajo real?

Jadeo. ―¿Como un campesino común?

―¡Un trabajo de plebeya! ―Lleva una mano a su corazón―. ¡Qué


indignación!

―¡Qué escándalo!

―¡El horror de todo!

―¡Oh, la humanidad!

Las dos nos echamos a reír.

―¿Un consejo? Cuando estemos allí dentro, intenta que Octavia no te


moleste, ―dice cuando hemos recuperado el aliento―. Cuanto más muestres tu
ira, más feliz se sentirá. Es como una bestia mitológica del infierno que se
alimenta de la miseria.

―Sería más fácil ignorarla si no amenazara a las personas que me


importan. ―El reloj en la pared comienza a sonar. Lo miro, como si eso de
alguna manera pudiera detener el tiempo―. Supongo que esa es nuestra señal.

―No te preocupes ―susurra Chloe de forma conspirativa, acercándose a


mi lado―. Tengo algo que hará que esta experiencia sea mucho más agradable.

―¿Cianuro? ―pregunto, solo bromeando a medias.

―Mejor. ―Saca una pequeña bolsita de plástico, mira alrededor


buscando a Simms o a una de las amas de llaves siempre vigilantes, y descarga
su contenido en la palma de su mano―. Toma uno. Dame las gracias después.

Parpadeo hacia los dos osos de goma de aspecto inocuo.


134
Página
―¿Qué son?

―Solo tiene un poco de algo para que te relajes. Yo los llamo Doma-
Octavia. Hace que al menos sea un tanto soportable estar a su alrededor,
especialmente cuando hace algo así de odioso.

―¿Será realmente tan malo? Elegir un vestido posiblemente no puede


tomar tanto tiempo, ¿verdad? Calculé veinte o treinta minutos, como una
estimación generosa.

Chloe resopla. ―Oh, eres tan nueva en esto. Podría ser lindo si no fuera
tan trágico.

―¿Cuarenta y cinco minutos? ―Hago una mueca cuando menea la


cabeza―. ¿Una hora?

―Prueba con dos horas de selección de vestimenta, seguidas de otras


dos horas de sastrería personalizada. La cual, si no estás familiarizada,
generalmente implica estar de pie en un lugar frente a un espejo poco
favorecedor, mientras que una costurera sádica te mete agujas en el corpiño.
―Extiende la mano de nuevo, moviendo los dedos—. Créeme. No quieres hacer
esto sobria.

―No lo sé…

Poniendo los ojos en blanco, agarra la palma de mi mano, presiona un


oso en ella, luego rápidamente arroja el otro en su boca. ―Nos vemos en el otro
lado, camarada.

Antes de que pueda detenerla, se dirige hacia las puertas de la sala.


Congelada por la indecisión, mis ojos se mueven una y otra vez entre su mano,
alcanzando el pomo y la mía, todavía sosteniendo el pequeño oso de goma. Su
pequeña cara muestra una sonrisa feliz. El reloj lanza su último segundo antes
de la hora.

―Lo siento, pequeño ―murmuro―. Es tu vida o la mía.

Dos segundos antes de que la puerta se abra, me lo meto en la boca.

No soy generalmente lo que llamarías una drogadicta.


135
Página
La primera vez que me drogué, tenía quince años. Owen y yo hicimos una
pipa improvisada con un corazón de manzana, y fumamos un montón de hierba
que él le había comprado a un estudiante de último año, la fumamos sentados
en la casa del árbol de la infancia, en su patio trasero. Probablemente no fue
nuestra mejor idea, ya que me mareé tan deprisa bajando la escalera, que me
caí de tres metros de altura, me fracturé el brazo en dos lugares y pasé el resto
del verano con un yeso.

Casualmente, esa también fue la última vez que me drogué.

No recuerdo mucho acerca de la experiencia, en su mayoría solo sentí


picazón en la piel, tuve muchas ideas inquietas, pero sin la energía necesaria
para ponerlas en práctica.

Como dije: no soy lo que llamarías una drogadicta.

Pero cualquiera que sea el ingrediente especial que contienen los osos de
Chloe, es de un calibre completamente diferente. No me siento drogada en lo
absoluto. De hecho, me siento tan relajada que podría hundirme en el suelo y
desaparecer.

Calmada. Imperturbable. Relajada.

Las cuatro horas de selección de vestido y sastrería pasan en un borrón


difuso de cremalleras, sombreros, dobladillos y botones cubiertos de encaje.
Normalmente, me sentiría cohibida por estar de pie casi desnuda frente a un
espejo mientras tres mujeres extrañas miden cada centímetro cuadrado de mi
cuerpo... pero con la ayuda del señor Oso, me siento completamente confiada
con mi trasero talla seis y mi abundante copa C, incluso de pie junto a Chloe,
cuya estatura esbelta podría hacer que una súper modelo se sintiera lo
suficientemente insegura para saltarse el almuerzo.

A medida que avanza la tarde, Octavia se pone cada vez más molesta
cuando sus comentarios sarcásticos sobre mi "figura llena" no logran inspirar
una respuesta. Cambia la táctica, insistiendo sobre el "atroz color morado" de mi
cabello intentando provocarme. La expresión en su rostro cuando acepto
alegremente teñirlo de un castaño más discreto antes del funeral, no tiene
precio.

Señor Oso, hoy eres mi héroe.

Seguido de cerca por Chloe.


136
Página
Son casi las cuatro, cuando finalmente somos liberadas por el día hoy.
Los efectos del oso lleno de cannabis están empezando a desaparecer. Chloe
une su brazo con el mío cuando salimos corriendo de la sala, sonriendo con
complicidad.

―¿Cuál es el veredicto?

―¡Oh capitán, mi capitán! Nunca volveré a dudar de ti.

―De nada. ―Ríe―. Ahora, ¿podemos por favor ir a buscar algo para
comer? Estoy hambrienta.

―Creo que tengo una idea...

Diez minutos más tarde, no encontramos en la sala de cine de Lockwood,


recostadas en sillones dobles reclinables de cuero, mirando fijamente con
asombro la televisión de ciento ochenta pulgadas. Está configurada en modo
galaxia; una mar de planetas y constelaciones se desplazan por la pantalla en un
desfile lento de formas y colores. Con las luces apagadas, es casi como flotar en
el espacio entre las estrellas.

―Oh, Dios mío, estas galletas están muy buenas ―gime Chloe,
mordiendo otra―. ¿Dónde dijiste que las conseguiste?

―De Patricia. Trabaja en la cocina. Sabe cómo usar una batidora eléctrica.

―¿Cómo es posible que hayas estado en esta familia como unos cinco
minutos y el personal ya te trata mejor que a mí? Veinte años viviendo como la
hijastra del duque de Hightower, y ni una vez me han llevado galletas caseras a
la suite.

―¿Como si tú comieras galletas con regularidad? ―Resoplo ante el


pensamiento. Hasta donde puedo decir, la dieta de Chloe consiste en pastillas y
alcohol en partes iguales, con la ensalada ocasional añadida para puro sustento.

Sonríe. ―Touché.

―Oye, ¿puedo preguntarte algo sin importancia?

―Justo resulta ser mi tipo favorito de pregunta.

―¿Recuerdas tu vida antes de que Octavia se casara con Linus?

―No realmente. Solo tenía unos cuatro años. ―Suspira, haciendo


memoria―. Carter recuerda más que yo, probablemente para su desgracia. Él
tenía alrededor de ocho cuando se casaron.
137
Página
―¿Por qué para su desgracia?

―Solo digamos que hay una razón por la que Carter no cree en el
matrimonio o en el compromiso a largo plazo. Crecer en una casa con dos
padres que se odian mutuamente exactamente no inspira fe en la monogamia
como una opción de estilo de vida.

―¿Cómo era tu padre? Tu padre biológico.

―¿Honestamente? Por lo que he podido averiguar, fue una especie de


imbécil. Perdió en el juego la mayor parte de su fondo fiduciario, lo despojaron
de su título familiar, y, finalmente, una noche estrelló su auto contra un árbol
conduciendo a casa borracho desde el casino, dejando a Octavia sola, con dos
niños pequeños para criar y cero perspectivas de mantenerse.

―Y, sin embargo, de alguna manera, se consiguió un príncipe.

―Diré una cosa de mi madre: no acepta un no por respuesta. Jamás.


Antes de que se emparentara con la familia Thorne, no era nadie. La hija
ilegítima de una stripper que sedujo a un Lord casado, pensando que pondría
las manos en su fortuna. En su lugar, tuvo a Octavia, que, seamos honestos, tuvo
que ser más un castigo que una bendición, incluso de bebé.

―¿Octavia era ilegítima? De ninguna jodida manera.

―Es verdad. ¿Por qué crees que te detesta tanto? ―Chloe levanta las
cejas―. En ti, se ve a sí misma.

―Um, auch. Por favor, no me insultes así.

―No, no, no estoy comparando sus personalidades. Solo quiero decir...


representas todo lo que ha aspirado a dejar atrás. Te mira y ve una vida que
preferiría olvidar. Toda la lucha por la que pasó, convirtiéndose de una bastarda
de cuna humilde a la esposa de un Lord, a una viuda hasta llegar a ser duquesa...
y ahora, hasta podría decirse la mujer más poderosa del país. La futura reina
consorte.

―Vaya.

Mi mente da vueltas. Es extraño pensar que Octavia y yo tenemos algo en


común. Es aún más extraño pensar en ella a mi edad, joven, vulnerable,
desesperada. Siempre había preferido suponer que salió de la matriz usando esa
sonrisa suya fría y calculadora.
138
Página
―¿Linus fue un buen padrastro? ―pregunto. Ni siquiera estoy segura de
dónde proviene la pregunta, pero de repente... ahí está, colgando en el aire.

La voz de Chloe se vuelve pensativa. ―Lo fue, de hecho… aunque un


poco ausente. Cuando éramos pequeños, viajaba mucho, especialmente
después de que coronaran a su hermano. El Rey Leopold confiaba mucho en él
como consejero. Recuerdo periodos largos de tiempo sin él en Hightower. Pero
cuando regresaba, siempre tenía regalos e historias de sus viajes al extranjero.
―El hilo melancólico en su voz se desvanece―. Por supuesto, Carter y yo
pasamos la mayor parte de nuestros años de adolescencia en diferentes
internados en Suiza, así que no veníamos mucho a Germania, excepto en
Navidad y durante unas pocas semanas cada verano.

―Eso suena…

―¿Glamuroso?

―Iba a decir solitario.

Sumerge un extremo de su galleta en un vaso de leche. ―Bienvenida a la


vida de una Lancaster. Creo que la soledad está en la cresta real.

―En realidad, estoy bastante segura de que es un león de dos cabezas…

―Cállate.

Sonrío en la oscuridad. Nos quedamos calladas por un momento, solo


mirando las estrellas que giran. ―Sabes ―murmuro―. Por más horrible que
haya sido esta semana… Estoy feliz de que algo bueno haya resultado.

―Estás hablando de la tiara gigante que te darán en tu coronación,


¿verdad? Podrías financiar un país del tercer mundo durante un año entero,
simplemente usando la fila inferior de diamantes en esa cosa. Hablando de
joyería ostentosa, nena.

La miro. ―En realidad, me refería a ti. Realmente nunca he tenido muchas


amigas. Es un buen cambio de ritmo.

―Qué asco. No te apegues a mí, E. Tengo problemas con el compromiso.

―Enfréntate a eso, C. Y no creas ni un minuto que me perdí la frase de


que seré coronada. ―Pongo los ojos en blanco―. Te das cuenta de que hay un
noventa y nueve por ciento de posibilidades de que me aleje de todo esto en
unas pocas semanas, ¿no?
139
Página
―No. ―Golpea su vaso de leche sobre la mesa con una explosión―. Me
niego a aceptar eso. No puedes abdicar. Si lo haces… el trono pasará a un primo
lejano del que nadie se preocupa por el lado más alejado del árbol genealógico.

―¿Cuán lejano?

―Lejano. Como en… ―Entrecierra los ojos, pensando―. El hijo de la hija


del hermano menor de tu abuelo. Un malvado de mediana edad, bizco, sin
duda.

―Mmm. ¿Y cómo sabes exactamente que este primo lejano no sería un


mejor líder que yo?

―No lo sé. ―Se encoge de hombros―. Pero puedo decir, con al menos
cierto grado de confianza, que no eres una completa idiota. Solo Dios sabe qué
clase de imbécil podría apararse, arrastrándose de la nada.

―Qué dulce.

Su risa tintinea en un estallido melódico.

Se me ocurre una idea.

»¿El domingo estarán allí los temidos primos? Si es así, tendrás la


oportunidad de decidir, con cierto grado de confianza, quién provocaría un caos
menor, si se sentara en el trono.

―Probablemente. ―Gime ante la perspectiva―. Todos y su madre


estarán allí para presentar sus respetos en su mejor atuendo funerario. Debería
ser un asunto positivamente espantoso.

―Lo haces parecer un mal cóctel, no un servicio conmemorativo.

―Los funerales no son para los muertos, son para los vivos. Y, en el caso
de una muerte de la realeza, se trata más del espectáculo que de otra cosa. Días
de pompa y circunstancia, dignatarios volando desde todo el mundo… es un
circo mediático. Francamente, preferiría recordar a mi tía y a mi tío en privado,
no en exhibición por el bien del mundo entero.

―Lo entiendo. Cuando mi madre murió… no quería compartir mi dolor


con nadie más. Lo mantuve cerca de mi pecho durante meses. No estoy segura
de por qué lo hice, excepto que… tal vez pensé que estaría regalando un
pedazo suyo, de alguna manera, si hablaba de ella con otras personas. ¿Eso
tiene algún sentido?
140
Página
Chloe me mira. ―Tal vez sea el oso gomoso hablando, pero sí. Lo
entiendo totalmente.

Sonrío y empiezo a responder, pero la repentina vibración de mi teléfono


móvil en la mesa entre nosotras, llama mi atención. Un rápido vistazo a la
pantalla me hace fruncir la boca. Hago clic en el botón lateral para enviar la
llamada al correo de voz.

»¿Quién era? ―pregunta Chloe, curiosa.

Dudo.

»Suéltalo, E.

―Era Owen.

―Ah. ―Sonríe―. ¿Y cómo está el líder de mi club de fans personal?

―No lo sé. No nos hablamos, por el momento.

Y, si tu madre se sale con la suya, nunca volveremos a hablar.

―Parece que él sí te está hablando ―señala ―. ¿Por qué lo evitas?

―Recuerdas que el otro día fue un completo patán, ¿correcto?

―Vagamente.

Suspiro. ―Además, está el pequeño hecho de que tu madre vino a mi


habitación anoche y, en esencia, amenazó con arrestarlo si lo volvía a ver.

―¿QUÉ?

Resumo brevemente la visita de Octavia a mis aposentos, dejando de


lado la parte de mi puñetazo en la pared y la conversación que después tuve
con Carter.

»Jesucristo ―murmura Chloe cuando termino―. Realmente te tiene


comiendo de la mano.

―¿Algún consejo?

―¿Honestamente? Realmente no. Me gustaría poder decirte que esto es


una amenaza sin importancia, pero… por mucho que me duela admitirlo, podría
ser mejor para ti, y para él, a la larga, que hagas lo que ella quiere.

Mi expresión decae. ―De verdad no puedes pensar que debería sacarlo


de mi vida. ¡Es mi mejor amigo!
141
Página
―No puedo decirte qué hacer. Solo puedo hablar sobre mi propia
experiencia, enfrentándome a Octavia. ―Hace una mueca―. En la escuela
secundaria, hice una amiga llamada Kacey. Una becaria súper dulce, muy pobre.
Éramos cercanas… hasta que Octavia decidió que la familia de Kacey no era una
conexión de calidad para la hijastra de un Duque. Me dijo que terminara la
amistad. Me negué. ―Respira―. Una semana después, la familia de Kacey se
mudó de forma brusca. La historia oficial fue que su padre recibió un traslado
inesperado en su trabajo a una ciudad a seis horas de Hightower.
¿Extraoficialmente? Fue Octavia.

―Déjame entenderlo. ¿Desplazó a toda una familia hacia el otro lado del
país, solo para evitar que fueras amiga de alguna chica al azar?

―El hecho de que nos encontrara a Kacey y a mí en mi cama la semana


anterior, probablemente no ayudó a mi caso. ―Chloe me guiña un ojo―.
¿Puedes imaginarlo? ¿La imagen perfecta de Lancaster, empañada por una
lesbiana?

―Lo siento, Chloe. Eso es... ―Niego―. Eso es una mierda. Debes ser libre
de estar con quien quieras, y ser quien quieras.

―No te preocupes por mí. Es posible que Octavia no esté emocionada de


que sea un sólido tres en la escala de Kinsey4, pero obtuve mi venganza.
―Menea las cejas―. El internado suizo solo para chicas, ¿recuerdas?

Me echo a reír. Después de un segundo, se me une. ―Sabes, debería


haber dicho esto antes... ―Me aclaro la garganta―. Realmente lamento lo del
otro día. Owen por lo general no es tan... combativo.

―Tú no hiciste nada malo. No te disculpes por él. ―Suspira―. Y, por


mucho que me gustaría guardarle rencor, en este caso no lo haré. Los hombres
son idiotas cuando están enamorados.

Parpadeo rápidamente. ―¿Perdón?

―Oh, vamos. ―Me mira―. No puedes fingir que no lo sabías.

―Estás totalmente equivocada. No hay manera de que Owen esté


enamorado de mí. Él es mi…

4 Escala creada por el biólogo Alfred Kinsey en el Informe Kinsey, que establece siete diferentes
grados de comportamientos sexuales, cuando tradicionalmente se consideraban solo tres
(heterosexual, bisexual y homosexual)
142
Página
―Mejor amigo. Biiiiiien. Sigue diciéndote eso.

―¡Lo es! ―insisto―. Nunca nos hemos besado.

―¿Nunca?

―Nunca.

―Uh. Bien. Eso todavía no cambia mi evaluación ―dice Chloe


obstinadamente―. Es la única explicación para todas sus tonterías machistas: se
dio cuenta de que estaba a punto de perderte y se volvió loco.

―Sí, me pierde como amiga.

―Una amiga a la que quiere inclinar y follar por todo el reino, tal vez.

―¡Chloe!

―¿Qué? No seas tan mojigata.

―Definitivamente no soy mojigata. Yo solo... ―Me sonrojo―. No me


gusta pensar en tener sexo con Owen. Es raro.

―Yo tendría sexo con él. ―Silba por lo bajo―. El chico puede ser un
imbécil, pero es sexy como el infierno. Lo montaría como una escalera mecánica.

―Por favor, ahórrame las imágenes.

―Como quieras. ―Se ríe―. Entonces, si las bellezas rubias no hacen que
tus motores se aceleren, ¿quién lo logra? ¿Cuál es tu tipo? ¿Rapados? ¿Zorros
plateados? ¿Deportivos? ¿Dioses del rock?

Reflexiono sobre la pregunta. Los pocos tipos con los que he tenido
relaciones sexuales, todos fueron aventuras informales en la universidad,
sesiones de besos ebrias y en la oscuridad, en camas de dormitorios estrechos,
que suelen terminarse en unos pocos minutos. No tengo el valor de admitirle a
Chloe que nunca he tenido un orgasmo. En realidad, ni siquiera me acerqué. Y
definitivamente no voy a informarle que la única vez que sentí una pizca de
pasión, como las que leía en mis libros favoritos, fue en el asiento trasero de un
vehículo deportivo utilitario el viernes pasado, sentada en el regazo de su
hermano, la dura longitud de su erección se hizo conocer sin arrepentimiento
contra mi trasero.

»Vamos ―pide Chloe―. Habla. ¿Quién fue el último chico que inspiró
algunas fantasías sexuales ardientes?
143
Página
Con un esfuerzo considerable, logro empujar el rostro de Carter a las
profundidades de mi psique.

―Ninguno. Honestamente.

―Sabes, eres una mentirosa terrible. Tus emociones se extienden por


toda tu cara.

¿Dónde he oído eso antes?

Sus ojos bailan con humor.

»No te preocupes. Trabajaremos en ello antes de que te conviertas en la


princesa heredera. Tendrás que ser capaz de embaucar al mejor de ellos, si vas a
gobernar algún día.

―¡Chloe! Ya ríndete.

Solo me sonríe, totalmente sin arrepentimiento. Después de un segundo,


no puedo evitar devolverle la sonrisa.

Nunca he tenido un hermano, así que no tengo nada con qué


compararlo... pero si así es como es tener una hermana, debo decir que...

No es del todo horrible.


144
Página
Traducido por MicaDeMaddox, Yuli Darcy
& Idk.Zab

Los golpes suenan en la puerta de mi habitación. Un motín de mariposas


revolotea dentro de mi estómago.

―¡Un segundo! ―digo sin aliento―. ¡Estoy casi lista!

Me doy un último vistazo en el espejo, casi sin reconocer a la chica que


me mira. Entre el cabello recién teñido, los tacones altos de diseñador, y el
vestido negro de diseño inmaculado que cuesta más que cualquier otra prenda
que haya tenido en mi cuerpo… Me encuentro muy lejos de ser la chica con las
raíces crecidas en un top sin mangas que llegó a Lockwood Estate hace una
semana.

Escuchando la voz de Lady Morrell en mi cabeza, enderezo mis hombros


y levanto mi barbilla.

¡La postura es relevante! Su columna vertebral debe estar recta como el


tronco estable de un árbol de la selva tropical, que sostiene un dosel completo
de ramas.

Acomodo un rizo caoba brillante detrás de mi oreja. No he visto mi


cabello de este color… Dios, ni siquiera sé durante cuánto tiempo.
Sorprendentemente, no lo odio. Y aunque anoche le hice pasar un mal
momento a la estilista cuando sacó las tijeras, tengo que admitir que el corte en
145
Página
capas es mucho más favorecedor para mi rostro en forma de corazón que la
monótona y uniforme longitud que tenía antes.

Alisando mis manos en la parte delantera de mi vestido, agarro mi bolso


de mano del tocador. Estoy a punto de agarrar mi teléfono, pero cuando veo
que la pantalla se ilumina con una llamada entrante, el nombre de Owen
parpadea en mayúsculas, decido dejarlo atrás. Nada bueno puede salir de hablar
con él, en este momento… incluso si mantenerlo a distancia es suficiente para
romper mi corazón en dos.

Así está más a salvo, me digo a mí misma, con los ojos picando
dolorosamente. Escuchaste la historia de Chloe sobre Kacey. Si Octavia le hizo
algo así a su propia hija… no se lo pensará dos veces antes de hacértelo a ti.

Inclino la cabeza hacia atrás para mirar el techo artesonado, en un vano


intento de mantener las lágrimas a raya. Sé que no tengo otra opción, que
excluirlo es la única forma de protegerlo, pero eso no hace que sea más fácil. Ha
estado llamando y enviando mensajes de texto sin parar. Anoche incluso se
presentó en las puertas delanteras, exigiendo verme. O eso me dijo uno de los
guardias, después de que lo echaran.

Aparentemente, el correo electrónico que envié hace dos días solicitando


espacio y tiempo para ordenar las cosas por mi cuenta no fue bien recibido.

―¿Así es como eliges terminar una amistad de veinte años? ¿Con un


maldito correo electrónico? —gruñó Owen en el mensaje que dejó en el buzón
de voz alrededor de la medianoche, con un tono de ebriedad y furia―. Por el
amor de Dios, Ems. No puedo creer que puedas ser tan cruel.

Chloe llama de nuevo, esta vez más fuerte.

―¡Ya voy, ya voy! ―murmuro, limpiándome una lágrima mientras me


dirijo a la puerta—. Tranquila, Chl… ¡Oh! ―Mi garganta convulsiona cuando
abro la puerta y me encuentro cara a cara con Carter, viéndose absolutamente
increíble con un traje negro que abraza cada plano de su cuerpo esculpido.

Santo Cielo.

»Tú no eres Chloe ―digo estúpidamente, incapaz de apartar los ojos de


él.

―No ―murmura en voz baja―. No lo soy.


146
Página
Casi tropiezo hacia atrás cuando veo el calor peligroso ardiendo en sus
ojos. Me observa, centímetro a centímetro, arrastrando la mirada lentamente a
lo largo de mi cuerpo desde los tacones negros en mis pies pasando por las
curvas ajustadas de mi vestido hasta los rizos marrón oscuro que caen sobre mis
hombros en un elegante estilo a media altura.

―Te ves… ―Se retira, apretando la mandíbula.

―¿Diferente? ―suministro―. Es el cabello.

Un músculo salta en su mejilla. ―Créeme. No es el cabello.

Agarro mi bolso de mano con tanta fuerza, que me preocupa romperle el


broche cuando Carter da un paso hacia mí, cerrando un poco la distancia entre
nosotros. Me quedo sin aliento, observando cómo levanta su mano para tomar
suavemente uno de mis rizos entre su dedo índice y su pulgar, tal como lo hizo
la primera noche que nos conocimos. Dejo de respirar por completo cuando
desliza los dedos hacia abajo, estirando el mechón en toda su longitud.

Es el toque más erótico de mi vida, y ni siquiera puedo sentirlo.

―¿Qué estás haciendo? ―pregunto sin aliento.

Sus ojos parpadean en los míos, brillando con emociones fuertemente


reprimidas. Abre la boca, se inclina en…

―¡Hey!

Ambos retrocedemos ante el sonido de la voz de Chloe. Bajo los ojos al


suelo del pasillo. Carter se aclara bruscamente la garganta y se aleja de mí.

»¡Vamos, ustedes dos! ―dice desde la parte superior de la gran escalera,


gesticulando con locura―. Las limusinas están esperando afuera. No te
preocupes, ya me aseguré de que no viajáramos con Linus y Octavia.

―Gracias a Dios por los pequeños milagros ―murmuro, mirando a


cualquier lado, excepto a Carter.

No dice ni una sola palabra mientras los tres salimos por las puertas
delanteras y bajamos por el camino de entrada, donde Octavia y Linus esperan
junto a Simms en las limusinas. Al menos diez miembros de la Guardia Real
también están presentes, armados hasta la empuñadura, literalmente, todos
llevan espadas, con impresionantes uniformes militares azul marino. Sus
botones dorados de doble fila brillan ante el sol de la mañana. Parecen más que
147
Página
dispuestos a enfrentarse a un ejército invasor más que acompañar a una familia
afligida a un funeral.

―¿Es realmente necesaria toda esta pompa? ―pregunta Chloe.

―¿Viendo cómo alguien ha atacado recientemente la corona? Sí ―le


responde Octavia a su hija―. Se debe hacer una cierta demostración de fuerza
durante nuestra primera aparición pública.

Linus tose, un sonido ronco. ―Tu madre tiene razón.

Encuentro sus ojos y veo una expresión desconocida en su rostro


mientras me evalúa.

¿Podría ser orgullo?

»Emilia ―murmura―. Te ves absolutamente encantadora.

Abro la boca para darle las gracias, pero Octavia interrumpe


estridentemente―: Sí, bueno, por encantadora que sea, nos ha retrasado
insufriblemente. Estamos muy atrasados. Todo el mundo, a los autos en este
instante. Nos vemos en la Abadía. No llegarán hasta poco después de nosotros,
ya que se desviarán a Westgate para recoger a los niños Sterling antes de la
ceremonia.

―Oh, perfecto ―gime Chloe torpemente. Escucho a Carter suspirar desde


mi otro lado, igualmente perturbado, y mi curiosidad se magnifica. Estoy segura
de que antes he escuchado el nombre Sterling, pero no puedo darme cuenta de
cuándo.

Miro a Chloe de forma interrogativa. Gesticula con su boca las palabras te


lo explicaré más tarde, poniendo los ojos en blanco.

Octavia, Linus y Simms suben a la primera limusina mientras yo sigo a


Chloe y a Carter a la segunda. Nos acomodamos en asientos flexibles y trato de
no dejar que mi temor se filtre a medida que lo asimilo todo. Nunca antes he
subido a una limusina, y mucho menos en una perteneciente a la flota de Rolls
Royce usada por la familia real para todos los eventos formales. Recorro con la
mirada la barra completamente surtida de decantadores de vidrio, el piso
alfombrado de felpa hasta la cresta real bordada a mano que decora la partición
de privacidad. Cada detalle parece personalizado para ofrecer el máximo confort
y estilo.
148
Página
Apenas hemos salido de la entrada cuando Chloe busca en el interior del
corpiño de cuentas de su vestido y recupera un porro enrollado de su sostén. Lo
enciende y le da una buena calada antes de extenderlo en mi dirección.

―No, gracias.

―¿Carter? ―dice, con la voz grave por el humo.

Él menea la cabeza y en su lugar busca la jarra de bourbon. Poniendo


unas medidas pequeñas en dos vasos separados, toma uno para sí mismo y se
inclina hacia adelante para entregarme el otro.

Cierro mis dedos automáticamente alrededor del cristal liso. ―Oh, no


creo que necesite…

―Solo bébelo ―murmura, mirándome a los ojos. Sé que puede leer las
emociones que se agitan dentro de ellos, todo el miedo y la preocupación y las
náuseas inducidas por las mariposas―. Te calmará los nervios.

Con un gesto de agradecimiento, tomo un sorbo vacilante. Tiene razón.


En el momento en que el líquido caliente golpea mi estómago, siento que
algunas de las mariposas se disipan.

La atmósfera es inusualmente tranquila a medida que avanzamos, cada


uno inmerso en nuestros propios pensamientos, envuelto en esa somnolencia
única que acompaña a todas las procesiones fúnebres.

»Así que. ―Me aclaro la garganta y ambos me miran―. ¿Quiénes son los
Sterling y por qué los odiamos?

Carter resopla y toma otro trago de bourbon.

Chloe se ríe. ―En primer lugar, no los odiamos. Hay una historia
complicada entre los Sterling y los Lancaster. Empezando por el hecho de que
Ava estaba comprometida con el príncipe Henry. Y su hermano Alden era su
mejor amigo.

―Es ―corrige Carter con humildad―. No era. Henry no está muerto,


Chloe.

―¿En serio? ¿Cómo lo sabes, Carter? La última vez que lo comprobé, ni


siquiera habías ido a verlo.

―No seas perra, Chloe.

Ella le saca el dedo y toma otra bocanada del porro.


149
Página
―Tú estabas con Ava la noche del incendio ―recuerdo cuando los
fragmentos de una conversación anterior de repente encajan en mi mente―. En
la inauguración de un club en Lund.

Chloe sopla un anillo perfecto de humo, sonriendo ante su propio truco


de salón. ―Sí. Es difícil decir por qué estaba más molesta, si por el hecho de que
su oportunidad de ser reina legítima se esfumara, o porque su prometido
tuviera la osadía de inhalar tanto humo durante el incendio.

―Haces que suene como si a ella no le importara nada.

Chloe le lanza a Carter una mirada interesante. ―¿Te importaría darnos tu


opinión al respecto, querido hermano?

Él toma otro trago de bourbon y mira fijamente por la ventanilla.

―Así que… ―Frunzo el ceño mientras trato de ordenar la complicada


dinámica―. ¿Entonces no son amigos?

―Crecimos juntos. Los cinco, en realidad, Carter, Henry, Ava, Alden y yo.
Como uña y mugre.

―¿Y ahora?

―Ahora, Ava y yo somos más como… ¿ami-enemigas? ―Se encoge de


hombros―. Nuestras familias están conectadas.

―Y eso significa que…

―Mira, E, eres nueva en todo esto, así que no creo que te des cuenta de
lo pequeño que es el círculo de familias aristocráticas en Germania. Incluso si no
te gusta alguien, está prácticamente garantizado que te lo cruzarás con relativa
frecuencia en eventos benéficos para recaudar fondos, galas, bailes,
coronaciones…

―Funerales ―responde Carter oscuramente.

Todos guardamos silencio otra vez.

―Lo que quiero decir es que si evitara a todos los imbéciles de este país,
no quedaría nadie. Incluyendo los de mi propia sangre ―dice mirando
brevemente a Carter de nuevo―. Pero si quieres mi consejo… solo ten cuidado
con ellos, ¿de acuerdo? Especialmente una vez que sepan quién eres realmente.

―No lo sabrán ―insisto―. Estoy encubierta. Tu nueva ayudante real,


¿recuerdas?
150
Página
―Mmm. Pero no te sorprendas si al final lo descubren. Ava y Alden han
sido preparados para esta vida desde la infancia. No hay nada que les guste más
que un jugoso chisme, y saben exactamente cómo usarlo en su propio
beneficio. ―Chloe menea la cabeza―. Juegan el juego político mejor que nadie
que haya conocido. Tal vez incluso mejor que Octavia. ¿De qué otra manera
crees que una chica hace que un príncipe heredero tan guapo como Henry se lo
proponga a la edad de 25 años?

Con las palabras de Chloe dando vueltas en mi cabeza, miro por la


ventanilla polarizada tomando lentos sorbos del bourbon para asentar mi
estómago revuelto. Unos veinte minutos después, nos detenemos frente a una
casa señorial. Es de la mitad del tamaño de Lockwood Estate aunque no menos
hermosa. Dos mayordomos de guante blanco arrastran y abren las imponentes
puertas de roble tallado mientras aguardamos. Veo deslumbrada como dos de
los humanos más atractivos que he visto jamás, salen a la luz de la mañana.

Rubios platinados y asombrosamente altos, son la imagen de la elegancia


a medida que descienden los escalones hacia el camino de entrada con una
pendiente suave donde nos detenemos. Nuestro chofer sale para abrirles la
puerta de la limusina. Me deslizo por el asiento de cuero para hacer algo de
espacio y me encuentro presionada incómodamente cerca de Carter.

―Lo siento ―murmuro.

Su manzana de Adam se balancea bruscamente. ―No te preocupes.

Los hermanos Sterling se suben al asiento trasero con tanta gracia que
me recuerdan a los cisnes que se asientan en la superficie del agua. Él viste de
un negro sobrio, desde el traje hasta la corbata, la camisa y el bolsillo cuadrado.
Ella lleva un exquisito vestido de seda y un sombreo de coctel con un velo de
malla que baja para cubrir la mitad de su impresionante rostro.

Alden y Carter intercambian rígidos asentimientos, mientras que las


chicas se adulan como viejas amigas.

―Chloe, cariño. Qué bueno verte ―exclama Ava, inclinándose hacia


delante para dar un beso en el aire a Chloe en cada mejilla―. ¿Cómo lo llevas?

―Ya me conoces ―dice Chloe, volviendo a encender su cigarro sin


rodeos tan pronto como terminan los saludos y sopla una nube de humo―. En
la gloria.
151
Página
―Encantador ―dice Ava tosiendo ligeramente, abanicándose la cara con
una mano enguantada de forma teatral. Sus ojos claros color avellana recorren
el interior de la limusina, permaneciendo durante un incómodo y largo tiempo
en Carter, o tal vez es solo mi imaginación volviéndose loca, antes de que
finalmente se fije en mí. Parece concentrarse en el pequeño punto de contacto
donde mi brazo desnudo roza su traje.

»¿Y quién es este nuevo rostro? ―pregunta Ava con firmeza.

Mi mente se queda en blanco por un minuto mientras trato de recordar


la historia de mi tapadera, inesperadamente sacudida por la intensidad de su
mirada.

―¿Oh, ella? ―Los ojos de Chloe brillan con buen humor mientras
interviene. Está disfrutando con esto, la chiflada―. Nadie de importancia. Solo
mi nueva asistente, Emilia.

―No sabía que fumar marihuana todo el día requería de ayuda. ―El tono
de Ava puede ser remilgado y apropiado, sin embargo, no hay duda del
menosprecio bajo sus palabras. Estoy enormemente aliviada cuando sus ojos se
alejan de mí.

Una asistente humilde no merece su atención.

Termino mi bourbon de un solo trago.

―Sí, bueno, no podemos ser tan productivos como tú, Ava. ―La sonrisa
de Chloe se parece más a una mueca―. ¿Cuántas organizaciones co-presides
ahora? ¿Cuatro?

―Cinco. Está la Sociedad de Embellecimiento de Lund, la Asociación de


Jardineros de la Ciudad, el Fondo de Ayuda para Veteranos, el Consejo de
Preservación del Arte, y por supuesto, el maravilloso trabajo que hemos estado
haciendo para salvar a la población de búhos moteados en las montañas del
este. ¿Sabías que están en peligro de extinción? Es tan importante que
nosotros…

Rápidamente me desconecto, viendo a Chloe dar otra calada. Sus ojos


están vidriosos, ya sea por las drogas o por el extenso monólogo, nadie puede
saberlo. Mientras más habla Ava sobre sus propios logros, más extraño lo
encuentro. No ha mencionado a su prometido. Ni una sola vez. Actúa como si
estuviéramos de camino a una recaudación de fondos de caridad de sus
152
Página
preciados búhos moteados, y no al funeral de dos personas que se suponía
algún día, serían sus suegros.

Igualmente extraño es que su hermano, Alden, no diga nada durante


todo el viaje. Ni una sola palabra. Su mandíbula luce tensa mientras mira por la
ventanilla, con los ojos desenfocados, ya sea por la pena o por el aburrimiento.
No puedo decir cuál desde aquí.

―… y nuestro enfoque debería ser realmente restaurar las plantas y


árboles naturales que solían crecer plenamente en esas áreas en riesgo, porque
creo que todos podemos estar de acuerdo, sin un hábitat, no hay ni siquiera una
oportunidad…

Dios, ¿alguna vez toma un respiro?

Sin decir una palabra, Carter toma el decantador y vuelve a llenar mi vaso
junto con el suyo. Tomando un sorbo fortificante, golpeo ligeramente mi codo
contra el suyo.

Gracias.

Un segundo después, sonrío con mi bourbon cuando presiona su hombro


sutilmente contra el mío.

De nada.

¿Alguna vez has conducido a través de una multitud de medio millón de


dolientes?

Me imagino que se parece mucho a la procesión de una boda real o un


desfile de celebración, en especial después de un campeonato de fútbol
particularmente impresionante… excepto que, en lugar de vítores, fluyen las
lágrimas, en lugar de los colores del equipo, un mar de negro, salpicado por el
ocasional rayo de azul y dorado, una bandera germana, saludando con orgullo
desde las puertas cerradas de las tiendas y las casas con portillos
herméticamente cerrados.

Ciudadanos sombríos se alinean en cada calle desde las afueras del


distrito histórico de Vasgaard hasta la Abadía de Windsor. Lanzan besos,
saludan y arrojan flores al camino de los coches fúnebres gemelos que lideran
nuestra procesión llevando al Rey Leopold y a la Reina Abigail en un último
recorrido a través de la ciudad capital.
153
Página
El último adiós.

Varias limusinas se arrastran una tras otra en una línea larga y


majestuosa, la nuestra solo atrás de la que lleva a Linus y Octavia. Somos
seguidos de cerca por aquellos a los que Chloe se refiere como la parte más
alejada del árbol genealógico, parientes lejanos que apenas merecen el derecho
de nacimiento Lancaster. A nuestro paso lento, tardamos casi dos horas
conduciendo de un extremo a otro de la ciudad. Sintiéndome extrañamente
adormecida, miro fijamente los rostros a medida que pasamos, a salvo con el
conocimiento de que no pueden verme a través de las ventanillas polarizadas.

Hace una semana, habría estado allí con ellos.

Hubiera sido uno de ellos.

Ahora, estoy en otro lugar.

Soy alguien más.

Cuando finalmente llegamos a la Abadía, una imponente visión de


campanarios y vitrales, diviso a los fotógrafos que bordean las barricadas de
seguridad, sus teleobjetivos toman fotos de Linus y Octavia mientras ascienden
los escalones hacia las puertas de una manera majestuosa. Mi corazón comienza
a latir con tanta fuerza que estoy segura de que Carter puede oírlo, sentado tan
cerca de mí. Nunca me he sentido más agradecida por mi anonimato.

Internamente, recito el plan, con la esperanza de que eso me ayude a


calmarme.

Párate detrás de Simms a una distancia respetuosa.

No mires fijamente nada, no te muevas, no llames la atención.

Nadie sabe quién eres o por qué estás aquí.

Nadie ni siquiera te notará.

Una respiración temblorosa vibra desde mis pulmones cuando siento que
se activa el freno. Es nuestro turno de bajar.

Ava, Alden y Chloe se bajan primero. Solos en la limusina, Carter clava sus
ojos en los míos por un breve momento.

―No te olvides de respirar, amor.

Con eso, salimos a la implacable oscuridad del frío día de octubre.


154
Página
Traducido por Alisay.or & Procrastination Princess

La ceremonia por sí sola es encantadora.

Encantadora, pero larga… horas de bendiciones y oraciones, escrituras y


sermones, elogios y conjuntos de coros. Cuando finalmente salimos de la
Abadía de Windsor, tengo los pies doloridos. El corazón pesado. Los ojos
húmedos por las lágrimas que no creí que derramaría por la tía y el tío a los que
nunca conocí.

Adiós, Leopold y Abigail. Espero que ahora estén en paz.

Nuestro grupo se ha ampliado para incluir a Lord y Lady Sterling, los


padres de Ava y Alden, que son tan pálidos y altos como sus hijos. No se
molestan en presentarse conmigo mientras bajamos los escalones, a través de
un guantelete de la Guardia Real con sus uniformes azules formales.

Me acerco a los talones de Simms, manteniendo mis ojos bajos,


escuchando el clic apagado de las cámaras de la prensa desde todos los lados.
Es el ruido más fuerte que se escucha en la multitud de miles de personas
reunidas.

Clic, clic, clic, clic.

Nos encontramos casi al final de las escaleras, donde las expectantes


limusinas nos ofrecen refugio. Por primera vez en todo el día, siento que se
disipa un indicio de mi ansiedad.
155
Página
Se acabó.

Mi alivio es de corta duración. Un grito, mezclado con el alcohol, pero tan


familiar, perfora el aire como un trueno en la multitud, por lo demás silenciosa.

―¡EMILIA!

Escucho a la gente volverse hacia la voz, aturdida por el hombre que se


atreve a interrumpir una ocasión tan sombría con gritos sin sentido, pero no me
atrevo a mirar; no con todo el país mirando.

»¡EMILIA LANCASTER!

La multitud comienza a agitarse, la curiosidad se estrella contra las masas


como una ola.

¿Dijo Lancaster?

Simms me mira de reojo, con la preocupación grabada en sus rasgos.


Carter y Chloe hacen lo mismo. Mi corazón comienza a latir con fuerza cuando
la Guardia del Rey cierra su rango, con las manos en sus empuñaduras,
apresurándonos a bajar los escalones restantes lo más rápido posible sin causar
una escena.

»¡MÍRAME! ―Las palabras de Owen son confusas, pero aún


entendibles―. EMILIA, NO PUEDES HACER ESTO, ¡NO PUEDES SACARME DE TU
VIDA! ¡POR FAVOR!

Cuando su voz se quiebra, ya no puedo controlarme. Levanto los ojos


para encontrarlo en la multitud: su cabello rubio cayendo sobre su frente, sus
ojos marrones inyectados en sangre. Nuestras miradas se conectan por un
momento, y meneo la cabeza como diciendo: Por favor, Owen, no digas más.

Por favor, déjalo pasar.

Déjame ir.

Su expresión se desmorona, la esperanza se desintegra en un amargo


resentimiento. Y sé, incluso antes de que su boca se abra de nuevo, que lo que
viene después será catastrófico.

»¡SUPONGO QUE VEINTE AÑOS DE AMISTAD NO SIGNIFICAN NADA


AHORA QUE ERES DE LA REALEZA! ¿ELEGIRAS A UN PADRE QUE TE RECHAZÓ
COMO SUYA POR ENCIMA DE TU MEJOR AMIGO? ¿ES ESO, EMS? ¿O AHORA
DEBO LLAMARTE PRINCESA EMILIA?
156
Página
La palabra princesa desencadena una detonación como la que el mundo
nunca ha visto. La prensa se vuelve nuclear: una seta nublada de indignación y
especulación que se eleva hacia el cielo, la lluvia incalculable.

Y Owen es el punto cero.

Veo guardias acercándose a él, miradas oscuras en sus caras mientras lo


toman bajo custodia. Simultáneamente, observo cómo al menos dos docenas de
reporteros lo rodean, lanzándole preguntas rápidamente, desesperados por
conocer su historia. Desafortunadamente, el resto de ellos, al menos trescientos
o cuatrocientos, todos con grabadoras de voz listas, me están mirando.

Corrección: gritándome.

―¡Es ella!

―¡Emilia, mira hacia aquí!

―¿Es cierto que eres la princesa?

―¿Puedes hablar sobre tu conexión con la familia Lancaster?

Mis grandes ojos se vuelven cuando un flash de la cámara me ciega. Me


siento como un insecto atrapado debajo de una lupa, siendo quemado vivo
lentamente.

―¡Rey Linus! ¿Es verdad? ¿Puede confirmarnos que es su hija?

―¿Es una heredera legítima?

―¿Germania tiene una princesa escondida?

Hay un chirrido de llantas cuando la limusina se aleja de los escalones,


sacando de escena a Linus, Octavia, Simms y a los padres de los Sterling. El resto
de nuestro grupo se apresura hacia el segundo vehículo, pero parece que no
puedo moverme lo suficientemente rápido como para seguir el ritmo. Mi hazaña
se ha convertido en yunque en los escalones de la abadía.

―¡Emilia! ¡Mira hacia aquí! ¡Princesa Emilia!

¡Emilia!

¡Emilia!

¡Emilia!

De repente, hay una mano cálida en la parte baja de mi espalda y una


silueta masculina imponente que me protege de la multitud. Sé que es Carter
157
Página
sin mirarlo. Incluso ahora, con mis sentidos gritando de alivio y mis ojos
brillando con lágrimas, mi cuerpo lo reconoce.

De alguna manera, llegamos a la limusina. La puerta se cierra detrás de


nosotros con un portazo, apagando lo peor de los gritos, pero no hay forma de
escapar de la multitud que truena, cuando nos rodean por todos lados,
desesperados por obtener sus fotografías incluso a través del vidrio tintado.

Cierro mis ojos con fuerza con mis manos, como si eso de alguna manera
los hiciera desaparecer. No los abro de nuevo hasta que nos encontramos a
varias cuadras de distancia, saliendo de la ciudad a casi el doble del límite legal
de velocidad.

Chloe, Carter, Ava y Alden me miran fijamente, una mezcla de asombro y


preocupación están grabadas por todas sus caras. Para mi gran sorpresa, es
Alden, el Alden tranquilo y calmado, quien finalmente rompe el silencio. Su voz
culta está llena de incredulidad.

―¿Alguien quiere explicar qué mierda acaba de pasar?

Es una pregunta que se repetirá, con cantidades variables de malas


palabras, una y otra vez por cada medio de noticias del planeta en las próximas
horas. Porque desde Germania a Gibraltar, de América a Argentina, de
Marruecos a Malasia… todos se preguntan lo mismo.

¿Quién es la princesa secreta?

En un mundo de redes sociales y ciclos de noticias de veinticuatro horas,


el resto del mundo no demora mucho en armar la historia de Emilia Victoria
Lancaster. O, al menos, su versión brillante, de cuento de hadas.

¡Chica ordinaria se convierte en realeza de la noche a la mañana!

Chloe, Carter y yo permanecemos en la gran sala de conferencias de


Lockwood Estate, mirando la pantalla del televisor, viendo cómo desaparece mi
anonimato lentamente, una noticia tras otra, destrozando cada aspecto de la
chica que solía ser.

… veinte años…

… estudiante de la Universidad de Vasgaard…


158
Página
… prestigiosa becaria de psicología clínica…

… madre, Nina Lennox, fallecida…

… complicaciones después de una neumonía…

Estoy agradecida de que los Sterling no estén aquí para presenciar esta
humillación. Me siento aún más agradecida de que Simms ya haya borrado mi
presencia en las redes sociales de la faz de la tierra. No es que alguna vez haya
sido una publicadora prolífica, pero en lo que a mí respecta, cuantas menos
fotos y recuerdos tengan que diseccionar estos buitres en sus programas de
entrevistas matutinos, mejor.

―No está tan mal ―dice Chloe, golpeando su hombro contra el mío,
cuando una foto mía horrible con el cabello rizado y ortodoncia aparece en la
pantalla. Mi retrato de secundaria, si no recuerdo mal.

La miro con escepticismo. ―Pensé que no eras de las que decían


mentiras.

Suspira. ―Mira… iba a salir con el tiempo, ¿verdad?

―¡No! No está bien. No, si yo no quería. —Dejo caer la cabeza entre mis
manos con un gemido―. Se suponía que esta era mi decisión.

―Todavía lo es ―insiste.

―¡No, no lo es! Ahora, el mundo entero tiene un voto.

―Al diablo con el mundo.

Levanto bruscamente la vista ante la voz de Carter. Me observa,


frunciendo el ceño, con los ojos atentos.

―¿Qué? ―digo.

―Al diablo con el mundo ―repite―. No pueden hacerte ser alguien que
no quieres ser, Emilia. Si no quieres esto… nadie puede obligarte a hacerlo. Ni la
prensa, ni Linus, ni siquiera ese novio idiota tuyo.

―Él no es mi novio. Ni siquiera es mi amigo. Ya no. ―Mi voz se rompe


patéticamente, un leve indicio de la fisura que la traición ha abierto en mi
interior, tan profundamente que parece que no puedo encontrar la salida―.
Pero gracias de todas formas. Por decir eso.

Asiente con gravedad.


159
Página
Miro la televisión, donde una serie de videoclips e imágenes se
reproducen en un bucle constante. El presentador de noticias congela
alegremente los cuadros de mi pánico en los escalones de la Abadía de
Windsor, luego se acerca hasta que el miedo en mis ojos es lo suficientemente
grande como para llenar toda la pantalla. Quiero apartar la mirada, pero no
puedo.

―La familia real aún no ha emitido una declaración oficial, pero


escuchamos la noticia de que el secretario de prensa del palacio, Gerald Simms,
se pondrá en contacto antes de que acabe el día… ―La periodista revisa los
papeles en su escritorio―. Ahora los llevamos con nuestra corresponsal en el
terreno, Sara Wertz, quien informa en directo desde afuera de la casa de
Hawthorne donde creció la princesa…

Me muerdo el labio inferior cuando en la pantalla aparece una imagen en


directo de mi casa, la pintura desconchada y las persianas torcidas, son una
visión aburrida. Hay varios Guardias del Rey posicionados alrededor del
perímetro… junto con unos cien miembros de la prensa, todos desesperados
por obtener una primicia.

Es una escena totalmente caótica.

Mi corazón se tambalea en mi pecho cuando aparece el rostro familiar de


mi vecina, con un micrófono empujado hacia su boca.

―Señora, ¿quiere responder alguna pregunta sobre la princesa? ¿Es


verdad que ella creció al otro lado de la calle?

Antes de poder escuchar cómo la dulce y vieja señora Carmichael está a


punto de venderme a la prensa, Carter avanza furioso hacia la televisión y la
apaga con tanta violencia, que me sorprende que no se caiga al suelo.

En el pesado silencio que sigue, mis ojos arden, fijos en la pantalla, ahora
en negro donde, si los entrecierro, solo puedo distinguir la silueta de una chica
extraña mirándome fijamente. La de cabello castaño oscuro y espíritu roto.

La puerta lateral se abre con un suave crujido. Simms entra, con


expresión grave.

―Su Alteza ―murmura, y por primera vez, no me molesto en


corregirlo―. El Rey está preguntando por usted.
160
Página
Durante un minuto completo, Linus solo me mira fijamente, con las
manos unidas frente a él en su vasto escritorio. Intento no dejarme intimidar,
levantando mi barbilla y sosteniendo sus ojos.

―El día no se ha desarrollado como estaba previsto ―dice finalmente.

―No ―acuerdo―. Lo siento. El funeral…

―Lo que pasó no fue culpa tuya, aun así hay que hacer algunas
reparaciones. Para ello, daremos una rueda de prensa mañana por la mañana,
anunciándote oficialmente como mi heredera. Me gustaría que estuvieras allí, a
mi lado, cuando lo anunciemos. Como una muestra de fortaleza.

Espera mi respuesta.

No le doy ninguna.

»Ahora que ha pasado el funeral, nos mudaremos al castillo para marcar


oficialmente el inicio de mi reinado. ―Hace otra pausa―. El Ala Este está
tradicionalmente reservada para el heredero pero, naturalmente, no está
disponible actualmente debido al incendio. Por ahora, ocuparás una suite en el
Ala Norte, junto con Chloe y Carter.

Me abstengo de hacer comentarios.

»Eventualmente, restauraremos el palacio a su antigua gloria, pero no


queremos parecer demasiado apresurados en reconstruirlo, no con Henry aún…
―se le apaga la voz.

Aprieto más la mandíbula.

El silencio se hace asfixiante.

»Emilia. ―Suspira como si yo estuviera siendo terriblemente tediosa―. Sé


que esperabas evitar este resultado durante unas cuantas semanas más, pero
debemos afrontar los hechos, la situación ha cambiado, ya no tienes la libertad
de elegir en este asunto. Eres la Princesa de la Corona de Germania, es tu
derecho de nacimiento y tu responsabilidad. Y mañana, el mundo entero estará
mirando cuando finalmente lo aceptes.

Aclaro mi garganta, asegurándome de controlar el volumen antes de


intentar responder.
161
Página
―Así que, todo lo que me dijiste, todo lo que me prometiste antes, sobre
cómo podría decidir mi propio camino… ¿era mentira?

Se recuesta en su silla. ―No era mentira. Intentaba extender tu infantil


ilusión de libertad durante algo más de tiempo. Un gesto amable, si quieres
darle un nombre.

―¿Un gesto amable? ―me mofo amargamente―. Estás de broma.

―No tengo el lujo de hacer bromas. Hoy no.

―Si es así como tratas a tu familia, me gustaría saber cómo manejas a tus
enemigos.

―Desobedece y quizá lo te enteres ―promete en un tono duro.

―Vaya. ¿Ahora has pasado a las amenazas mezquinas? Eres todo un


personaje.

―Sea como sea, también soy un Rey con el peso de todo un país sobre
mis hombros. Te guste o no, tus deseos ya no son los únicos en Germania que
me conciernen. ―Sus ojos se convierten en esquirlas de hielo esmeralda―. Lo
cual es la razón por la que mañana estarás en la rueda de prensa. Actuarás
dignamente y reconocerás verbalmente tu intención de tomar el puesto de
Princesa de la Corona.

―¿Y si no lo hago?

Sopesa sus palabras cuidadosamente por un momento. ―Entonces tu


casa en Hawthorne sale al mercado. Imagino que ahora que la gente sabe que
su Princesa vivió allí, se venderá bastante rápido.

―No puedes hacer eso ―jadeo―. ¡Ya has pagado la hipoteca! La casa es
mía, libre de cargas.

―¿Lo es?

Se me enfría la sangre. ―¿Qué?

Se inclina sobre la mesa hacia mí. ―Verás, tenía la sensación de que


tendríamos un problema como este en algún momento. Por eso, en lugar de
pagar el total de la deuda en tu nombre… la pagué en el mío. Lo que significa
que ahora yo controlo una significativa parte de tu propiedad.

―Pero aún tengo la escritura ―insisto, difícilmente creyendo lo que


escuchan mis oídos.
162
Página
―Si investigas la ley de propiedad, encontrarás que la escritura deja de
importar en cierto punto, usualmente cuando dejas de pagar la hipoteca o no
pagas los impuestos de tu propiedad. ―Su expresión se suaviza ligeramente―.
A todos los efectos, he asumido toda la responsabilidad financiera sobre tu casa,
Emilia. Es mía, y si decides renunciar a tu deber… no tendrás a donde ir.

Me quedo completamente paralizada, sintiendo abrirse aún más esa


grieta de traición en mi interior. Primero Owen, ahora Linus.

¿Cuánta traición más puede aguantar un corazón en un solo día?

Ingenuamente, entregué la cosa más importante ante la vacía creencia de


que mi padre haría honor a su palabra, de que la protegería.

En lugar de eso, la está usando para controlarme.

Qué idiota fui al confiar en este hombre, al creer en el cuento de hadas a


pesar de que cada átomo de mi cuerpo me gritaba que debería hacer lo
contrario.

¿Lo habías olvidado? Mamá le odiaba por una razón.

Pensé que en el fondo quedaba un ápice de lealtad paternal en el alma


de Linus, ahora veo el gran error que fue. No le importo una mierda, no le
importa una mierda nadie más que él, su corona y su legado.

Irónicamente, son las palabras de Octavia las que escucho en este


momento.

«La única persona a la que sirve Linus Lancaster es a Linus Lancaster.


Descubrirás por ti misma lo poco que le importas, tan pronto como tus intereses
dejen de adaptarse a los suyos.»

Ella me advirtió que esto pasaría, pero fui demasiado estúpida o


demasiado cabezota para escucharla, y mientras estoy sentada en la oficina de
mi padre, sintiendo cómo mis cuidadosos planes se hacen pedazos, casi me rio
de lo ingeniosamente que he sido derrotada en esta partida que estamos
jugando.

Es casi absurdo: después de hoy, todo el mundo piensa que soy de la


realeza. Pero no soy una Princesa.

Soy un peón.
163
Página
Traducido por Emotica G. W
& MicaDeMaddox

Termino justo de regreso donde comencé por primera vez, sentada en la


oscuridad sobre un banco frío de piedra en un jardín olvidado. Tengo los ojos
húmedos. El corazón vacío.

Al menos esta vez no está lloviendo.

He completado un círculo en el lapso de una semana.

Dios, ¿realmente solo ha pasado una semana?

Todo ha cambiado tan rápido, desde el alcance de mi futuro hasta el


color de mi cabello. Es difícil de creer que, hace diez días, era una chica normal
de camino a clases. Mis mayores preocupaciones consistían en las calificaciones
de la mitad del trimestre y si el chico lindo en mi clase de farmacología estaba
coqueteando conmigo o simplemente era amable cuando me pidió repasar
nuestras notas juntos, después de clases.

Tenía un mejor amigo. Tenía un hogar. Tenía una trayectoria profesional.

Y ahora… no tengo a nadie.

Nada.

Solo un título que no quiero y un abismo sin fondo de angustia girando


dentro de mí como un agujero negro.
164
Página
Las lágrimas salen más rápido, incluso cuando arqueo el cuello para mirar
fijamente las estrellas. A medias, escojo algunas constelaciones mientras me
estremezco y sacudo mi lindo vestido negro.

Pasan diez minutos.

Espero.

Veinte.

Espero.

Treinta.

Cuarenta.

Cincuenta.

Espero.

Espero.

Espero.

Porque creo que… alguna parte de mí sabe que él vendrá, incluso antes
de que tome la decisión consciente de dejar la mansión, mucho antes de que
escuche su voz en la oscuridad a mi espalda.

―Veo que regresaste a tu plan original.

Carter.

Mi garganta convulsiona. No me vuelvo para mirarlo. No puedo. Aún no.


No con mi rostro siendo un lío de lágrimas.

Hay un crujido de grava mientras se acerca detrás de mí. Un segundo


después, mis hombros están envueltos en una tela cálida, su chaqueta, posada a
mi alrededor como una manta. Me aferro a las solapas cuando roza mi oreja con
los labios.

―Pensé que ya habíamos descartado lo de morirte de exposición al frío


para evitar convertirte en princesa ―murmura.

Trato de encontrar las palabras, pero mi garganta se encuentra obstruida


por las lágrimas, la pena y algo más. Algo que todavía no estoy lista para
nombrar.

Carter se sienta en el banco a mi lado. Se encuentra tan cerca, que el


calor de su muslo fuerte se filtra en el mío. Deslizo mis brazos dentro de sus
165
Página
mangas y trato de no darme cuenta de lo mucho mejor que me siento, solo por
estar cerca de él.

»¿Estás bien?

―No ―digo con voz ronca―. No, realmente no lo estoy.

―Hay algo… ―Deja escapar un suspiro, como si no estuviera seguro de


cómo decir esto correctamente―. ¿Puedo hacer algo para mejorar esto para ti?

―¿De casualidad no tienes una máquina del tiempo?

―Me temo que no.

―¿Capa de invisibilidad?

Niega.

»Entonces, no, Carter. Creo que estoy sola.

Se sujeta al banco de piedra. Prácticamente está vibrando de ira y


frustración.

»En realidad es bastante divertido —le digo con una voz hueca que no es
divertida en absoluto―. Soy estudiante de psicología. Estudio el
comportamiento humano. Leí todos estos libros sobre nuestra capacidad de
manipulación y maldad. Sobre cada atrocidad que nosotros, como especie,
hemos cometido el uno contra el otro durante miles de años. Cómo en realidad
hemos evolucionado para ser crueles y egoístas, en lugar de ser honestos y
verdaderos. ―Inhalo superficialmente―. Todo ese conocimiento, justo allí en las
yemas de mis dedos… y aun así, me encuentro totalmente ciega cuando me
pasa.

―Emilia… ―Mi nombre se atasca en su garganta.

―¿Por qué lo hizo? ―pregunto, otra lágrima cayendo en un hilo―. Es mi


mejor amigo. Haría cualquier cosa para protegerlo, incluso eliminarlo de mi vida
cuando lo necesito más. Pero él… decidió lastimarme de la manera precisa en
que sabía que infligiría el mayor daño. ¿Cómo pudo hacerme eso? ―Siento que
mi corazón ha sido arrancado directamente de mi pecho, dejando solo un
agujero atrás―. Y Linus… Linus…

Ni siquiera puedo empezar a decir las palabras.

―Emilia, por favor, mírame,


166
Página
Meneo la cabeza, todavía llorando, y uso su manga para limpiarme las
lágrimas de las mejillas.

―Deberías irte. Solo… déjame en paz.

―No.

―No soy buena compañía en este momento, Carter.

―Me importa una mierda. Yo nunca soy buena compañía. Pero a veces,
todos necesitamos a alguien. Alguien en quien apoyarnos. ―Está respirando con
dificultad. Puedo escuchar las rápidas subidas y bajadas de su pecho mientras
me observa llorar―. Si necesitas apoyarte en alguien esta noche… estaré aquí.

Mi respiración se atasca en un sollozo.

Ahora susurra. Es apenas audible.

»Estoy aquí, amor.

Es la palabra amor lo que me rompe. Giro la cabeza hacia él y nuestros


ojos se encuentran en el lapso de un latido del corazón. Y en cualquier otra
noche, trataría de combatirlo, ese tirón magnético que siento cada vez que
estoy cerca de él. Pero ya no me queda más lucha.

Miro su hermoso rostro, la desgarradora contradicción de la ternura y el


miedo en esas malditas y condenadas facciones, y no puedo evitar caer sobre su
pecho.

Me rodea con sus brazos, aplastándome contra él. No es como nuestro


último abrazo, no hay incertidumbre ni vacilación. Este es feroz, lleno de
necesidad. La necesidad de tocar y aferrarme a un hombre que no sacará de un
tirón la alfombra debajo de mí. Al menos no en este momento.

Presiono mis ojos húmedos contra la columna de su garganta y lo


escucho aspirar un suspiro conciso. Rodeo con mis manos sus anchos hombros,
luego las deslizo hacia arriba para cerrarlas detrás de su cuello mientras me
aplasto contra él, pecho con pecho, corazón con corazón. Y es totalmente una
locura… pero allí, con nuestros pulsos acelerados al mismo ritmo, creo que
Carter podría ser lo suficientemente fuerte como para soportar el peso de la
desesperación oscura dentro de mí. Aunque solo sea por unos minutos.

Abrázame fuerte.

Abrázame.
167
Página
Abrázame hasta que termine esta pesadilla.

Abrázame como si nunca me fueras a dejar ir.

Nos quedamos así hasta que mis lágrimas se calman y mi respiración


entrecortada se estabiliza. Sintiéndome felizmente entumecida por primera vez
en horas, levanto la cabeza para mirarlo.

Nuestros rostros se alinean perfectamente en la oscuridad. Sujeto la parte


posterior de su cuello, donde su cabello se riza ligeramente en la nuca. Un
sonido bajo se agita en lo profundo de su garganta, ya sea para advertirme o
animarme a acercarme, no estoy segura. Sus ojos azules arden tan calientes, las
llamas del deseo bailan a lo largo de mi piel mientras me inclino, centímetro a
centímetro. Y antes de que pueda convencerme de no hacerlo…

Acaricio sus labios con los míos.

Está destinado a ser casto. Un simple, gracias. Eso es lo que me digo a mí


misma, de todos modos. Pero esa pequeña caricia se convierte en otra cosa,
algo que pronto se escapa de mi control.

Carter levanta las manos para cubrir mi rostro hinchado por las lágrimas.
Hundo las yemas de mis dedos contra la parte posterior de su cuello. Y de
repente, sin ninguna advertencia, me está besando.

O tal vez yo lo estoy besando a él.

No estoy segura de quién se mueve primero.

No estoy segura de que eso importe.

Lo único que sé con certeza es que, ahora que está sucediendo, no hay
vuelta atrás. No importa que esté mal. Prohibido. Condenado. No importa que
nunca debería haber ocurrido.

Una caricia. Una chispa.

Un beso. Un incendio forestal.

Somos un infierno. Una llama incontrolable, alimentada. Con un gemido


hambriento, mete la lengua en mi boca, jugando, probando, consumiendo, y no
puedo evitar el grito que sale de mi garganta.

Sí.

Dios, sí.
168
Página
No me di cuenta de lo mucho que ansiaba su toque hasta que lo sentí
moviendo sus grandes manos sobre mi piel. Lo mucho que quería esto, su
agarre de vuelta a mi cabello, mordiéndome el labio inferior, frotando su cuerpo
duro contra el mío.

O tal vez sí me di cuenta, simplemente no lo reconocí. Ni siquiera para mí


misma, excepto en los rincones más oscuros de mi mente, cuando volvía a
recordar la primera noche que nos conocimos. Esa chispa que sentí, incluso
entonces, cuando éramos dos extraños en el asiento trasero de un SUV, sin
ningún nombre, futuro o familia que nos retuviera.

El beso se vuelve desesperado, voraz. Nos aferramos con fuerza, una


marea creciente de pasión que nos arrastra a los dos hasta que cualquier
posibilidad de retroceder se pierde en el fondo. Desliza las manos por mi
cuerpo, explorando las curvas de mi cintura, buscando cualquier porción de piel
expuesta que pueda acariciar. Intento maniobrar para subirme a su regazo, pero
mi maldito vestido es tan ajustado que es imposible ponerme a horcajadas.
Llena de impaciencia, Carter baja hasta la parte lateral de mi falda y la desgarra
rápidamente desde la parte superior de la pantorrilla hasta la parte superior del
muslo. Abro los ojos ante el sonido de la tela rasgándose mientras él hace lo
mismo con el otro lado.

Un segundo después, ya no me importa que haya reducido mi vestido a


cintas, porque me sube a su regazo. Golpeo el banco de piedra con mis rodillas
a ambos lados de sus muslos mientras me planta firmemente contra él. Un rayo
de lujuria pura y sin adulteración se dispara directamente entre mis piernas
cuando siento la evidencia de su deseo por mí, su larga y dura polla, palpitando
con necesidad incluso a través de la tela de sus pantalones.

―Dios, Emilia ―gime contra mi cuello, agarrándome tan fuerte que es


casi doloroso. Lo agarro de la espalda con la misma fuerza, apretándome en su
toque. Con la necesidad de sentir algo además de pena, tristeza y angustia. Pero
incluso mientras él me mantiene firme, me encuentro fuera de control. Puedo
sentir que está sucediendo, y soy incapaz de detenerlo.

Un grito en una multitud silenciosa.

Mil flashes de cámara.

Un cuchillo cruel a la espalda.


169
Página
Lo beso más fuerte, esperando que bloquee los recuerdos que no quiero
ver, las emociones que no quiero sentir. Necesito que me agarre hasta que mi
mundo vuelva a tener sentido, que me toque hasta que olvide todo lo que
sucedió desde que llegué a este lugar abandonado.

Octavia.

Linus.

Owen.

Recorre la línea de mi mandíbula, besando, mordiendo y burlándose


regresando a mi boca. Me deleito con la dura presión de sus dedos contra mi
espalda mientras nuestros labios se enredan de nuevo. Una parte retorcida de
mí espera que deje marcas en mi piel, así mañana, cuando me despierte, tendré
pruebas de que esto no fue un fragmento de un sueño.

En mi cabeza, sé que estar con Carter es complicado, equivocado y está


mal. Pero de alguna manera, cuando me hace retroceder hacia el banco de
piedra, es la única cosa en toda mi horrible vida que se siente total y
completamente correcto. Mi cuerpo es una mecha encendida, cada terminación
nerviosa chisporrotea cuando su peso cae sobre mí.

Lo necesito.

Necesito esto.

Sentirme dominada por elección, no por el diseño de otra persona.

Hay un cierto tipo de belleza en la sumisión. Al menos, en el tipo que


Carter me está infligiendo lentamente con cada barrido de su lengua, cada
golpe de sus manos. Me estoy deshaciendo debajo de él, desentrañando algo
que apenas reconozco.

Tal vez si me toca el tiempo suficiente, me desvaneceré en él.

Dejaré de existir en absoluto.

Solo seré un recuerdo de una chica en un banco de piedra fría.

Me arqueo contra él, totalmente perdida en su toque. Él me mira y veo


un destello de algo en sus ojos, no lujuria, no necesidad.

Preocupación.

»Emilia ―susurra, retirándose una fracción.


170
Página
Intento agarrarlo, aplastar sus labios contra los míos de nuevo hasta que
el mundo se desenfoca, pero él es demasiado fuerte.

―Bésame ―suplico, con voz entrecortada de deseo y desesperación.

―Pero estás llorando.

―No importa.

Se sienta, llevándome con él. Frunce el ceño mientras aprieta mis bíceps
con sus grandes manos. ―¿Qué quieres decir con que no importa? Por supuesto
que importa.

―No. Realmente no. ―Trato de besarlo de nuevo, pero él me sostiene


con el brazo extendido. Eso me enoja―. Jesucristo, Carter, ¿no lo entiendes?
Nada de lo que haga hará una gran diferencia en el resultado de este juego.
Nada importa. Nada de esto. Ni tú, ni yo, ni nada de lo que hagamos juntos.

Se estremece como si lo hubiera golpeado, pero apenas me doy cuenta.


Una presa dentro de mí se ha roto y toda mi oscuridad se está derramando en
una gran inundación.

»Nada. De. Esto. Importa. Ni mi padre. Ni mi mejor amigo. Ni mi casa. Ni


mi futuro. Ni siquiera mis malditos recuerdos, porque también se los llevaron.
¡Sintonice las noticias locales esta noche a las cinco para el espectáculo de
Emilia Lancaster! ¡Aprende cómo su cita la dejó plantada para el baile de
graduación! ¡Oye a los vecinos hablar de sus trágicos años de adolescencia!
¡Luego, en el horario estelar, profundizaremos en la agonizante muerte de su
madre!

Respira con dificultad, mirándome como si ni siquiera me reconociera.

»Deja de mirarme así ―le digo, sintiendo que algo se desmorona dentro
de mí. Otra línea de falla, está hecha de sueños rotos y malas intenciones.

―¿Cómo exactamente te estoy mirando, Emilia?

Mi voz es un susurro tembloroso. ―Como si te estuviera asustando.

―Me estás asustando ―murmura―. ¿Adivina qué? Todavía estoy aquí.


Estoy justo aquí, maldita sea.

Me alcanza, pero ahora soy yo la que se aleja, apartándome de su agarre,


del banco, poniéndome de pie. Otra vez me pican los ojos y de repente, todo se
siente un poco fuera de foco. Tal vez ese remolino oscuro dentro de mí me ha
171
Página
hecho perder el equilibrio, sacándome de alineación. Ahora estoy en una nueva
órbita, a punto de chocar contra algo lo suficientemente duro como para hacer
un daño permanente.

Para mí y para él.

Sal de eso, Emilia… antes de que hagas un lío aún más grande.

El aire frío cubre mi piel. Como despertando de un sueño, los últimos


minutos pasan por mi mente, con detalles afilados que me desgarran como
cuchillos. El horror brota dentro de mí cuando la bruma de la lujuria desaparece
completamente de mi cabeza. Me tambaleo hacia atrás, tan lejos de él como
puedo sin dejar el claro, presionando una mano sobre mi boca.

¿Qué he hecho?

¿Qué hemos hecho?

―Lo siento. No debería haber… lo siento ―susurro, mirando fijamente su


expresión. Una conmovedora vulnerabilidad, tan contraria a su típica sonrisa
insensible. Verlo casi me hace arrodillarme. Quiero acercarme a él, tomar su
rostro entre mis manos y besarlo hasta perderme de nuevo.

Pero no lo hago.

No puedo.

―Esto… ―De manera entrecortada, me obligo a decir las palabras,


palabras que se sienten increíblemente mal―. Esto fue un error.

Se pone de pie y se dirige hacia mí, con los ojos brillantes. ―Emilia…

―No, Carter. ―Niego―. No podemos.

Se detiene en seco, con la mandíbula apretada y gruñe―: Ya lo hicimos.

―¡Y fue un error! Deberíamos… deberíamos… olvidar que alguna vez


sucedió.

Adopta una expresión en blanco de inmediato, poniéndose la máscara de


indiferencia con la que estoy tan familiarizada. El calor en sus ojos se transforma
en escarcha.

―Honestamente, ¿podrías hacer eso? ―pregunta en un susurro gélido―.


¿Podrías olvidarlo? ¿Así como así?

Evito sus ojos, me siento tan avergonzada de mí misma que ni siquiera


puedo mirarlo. ―Tengo que hacerlo.
172
Página
Mi voz se rompe. Hay un llanto en la parte posterior de mi garganta y no
estoy segura de cuánto tiempo más puedo contenerlo. Sin esperar a que
responda, me doy la vuelta y corro por el sendero, mi falda rasgada se mueve
alrededor de mis piernas. No es hasta que me encuentro de vuelta en mi
habitación con la puerta cerrada con llave que me doy cuenta de que todavía
estoy usando su chaqueta. Sin quitármela, me enrosco en una bola de miseria
sobre mi cama y lloro hasta quedarme dormida.
173
Página
Traducido por Idk.Zab, alisay.or
MicaDeMaddox & Yuli Darcy

Toda niña sueña con vivir en un castillo.

Incluso yo.

Tal vez especialmente yo, dada mi particular historia familiar.

Pero ahora que vivo en uno, desearía poder volver atrás y decirle a mi yo
de cinco años que sueñe con algo mejor, que no desperdicie sus deseos en un
lugar frío, lleno de piedras, lleno de pasillos zigzagueantes y habitaciones con
camas con corrientes de aire.

Por otra parte, mi percepción podría estar ligeramente distorsionada,


dado el hecho de que soy, a todos los efectos, una prisionera aquí en el
encantador Palacio de Waterford. Es cierto que mi celda es una enorme suite
hecha de sedas colores melocotón, crema y adornos de oro ornamentado, con
una terraza que da al patio... Pero una jaula sigue siendo una jaula, incluso si
viene con una cama tamaño King, Internet de alta velocidad, una bañera y una
mini-nevera siempre llena de cosas.

Todo el clan Lancaster se mudó aquí desde la Lockwood Estate el día de


la conferencia de prensa, el mismo día que estuve de pie frente al mundo,
sonriendo como una idiota, y me declaré de la realeza.
174
Página
Todos aclamen a Su Alteza Real, Emilia Victoria Lancaster, Princesa
Heredera de Germania.

Rodeándome por todos lados, durante este doloroso interludio estaba mi


amada familia: Linus, el padre con el que siempre he soñado, Octavia, la
madrastra amorosa que instantáneamente me abrazó como si fuera suya y mis
maravillosos hermanos, con los que me he unido tan rápidamente, que se
podría pensar que compartimos lazos de sangre.

¡Oh! Espera.

No.

Eso es una total mierda.

Aunque aparentemente, la prensa es aficionada a las mentiras, porque


esa es la historia que han estado reportando durante las últimas dos semanas.
Juro por Dios que si leo un brillante enunciado más sobre la familia Lancaster y
mi nuevo lugar en ella, me voy a arrancar los pelos de raíz.

Eso sin duda llamaría su atención.

Ojalá pudiera decir que las cosas se han calmado, pero estaría mintiendo.
Las solicitudes de entrevistas son ininterrumpidas, Simms sigue recibiendo al
menos veinte al día, y los paparazzi están tan fuera de control, que he sido
confinada a quedarme en el palacio hasta nuevo aviso. Por mi propia
protección, por supuesto.

Señal para poner los ojos en blanco.

La prensa simplemente le da a Linus la excusa perfecta para mantenerme


encerrada hasta su coronación, la próxima semana. Los preparativos se
encuentran en pleno apogeo, aquí habrá cincuenta personas en cualquier
momento, trabajando para preparar el castillo para la ceremonia oficial de
coronación, así como para el baile formal que tendrá lugar inmediatamente
después.

Con la excepción de la breve conferencia de prensa, la coronación


marcará mi primera aparición pública oficial. Estaré en plena exhibición,
mezclándome con miembros reales de la aristocracia, tropezando con los pasos
del vals tradicional germano y, en general, intentando no hacer el ridículo. Decir
que el pensamiento me da palpitaciones sería quedarse corto.
175
Página
Según Chloe, mi preocupación es innecesaria. En su mente, lo único que
realmente importa es mi atuendo.

Te lo digo, E, podrías llamar al Primer Ministro cornudo con cerebro de


col y gobernar pacíficamente durante cincuenta años. Pero si te presentas en un
vestido púrpura con los zapatos de la temporada pasada... nunca te lo dejarán
pasar.

Por tal motivo, las costureras reales han estado aquí prácticamente todos
los días para tomar medidas. Me esfuerzo por mantenerme quieta mientras
sostienen diferentes muestras de tela contra mi tono de piel, y luego hago lo
mejor que puedo para no tropezarme mientras prueban las opciones de zapatos
de una amplia gama de tacones altos, como si alguien fuera a ver mis pies bajo
el gigantesco vestido de fiesta que están diseñando.

No tengo el corazón para decirles que no importa lo mucho que intenten


hacerme lucir como una princesa perfecta, nunca seré capaz de mantener la
ilusión durante toda una noche. Poner una pintura brillante en un balde oxidado
solo engaña a la gente de lejos. Si le echan un vistazo a la cubierta, no hay
forma de ocultar la verdad.

Chloe me asegura que se quedará a mi lado durante todo el evento para


ayudarme a moverme entre la multitud. Creo que esto tiene menos que ver con
el desinterés que con la larga lista de solteros elegibles que asistirán, todos
esperando un pedazo de pastel con sabor a Emilia: sus palabras, no las mías.
Príncipes, barones, duques y condes de varias monarquías vecinas volarán para
este elegante asunto. Aparentemente, ahora que voy a heredar el control de
uno de los países más prósperos de Europa, soy una mercancía de moda.

Porque nada grita más romance que un hombre que se preocupa más
por la corona posada sobre tu cabeza que los pensamientos que ocurren dentro
de ella.

Cuando comenté sobre este posible defecto de pareja, Chloe se encogió


de hombros y me dijo que no tenía sentido desperdiciar mis buenos años de
soltería y celibato, así que también podría disfrutar de los beneficios de princesa
mientras durara. Un punto justo... aunque la idea de perseguir algo
remotamente romántico ahora mismo es una píldora difícil de tragar.
176
Página
Tal vez estaría más inclinada a salir con alguien si no fuera por la pequeña
complicación que reside en la suite directamente al lado de la mía y se hace
llamar Carter. Miro hacia nuestra pared común, suspirando profundamente.

No ha estado aquí en días, por lo que parece, o por la falta de sonidos,


diría yo. Tampoco ha hablado conmigo desde nuestra noche en el jardín. Ni una
palabra, incluso en las raras ocasiones en que nos cruzamos en los pasillos del
Ala Norte o nos encontramos en la misma habitación. Tampoco es un accidente.
Está evitando activamente mi presencia.

La semana pasada, mientras exploraba la biblioteca, con mucho la


habitación más genial de todo el castillo con techos altos y tantos libros que se
necesitarían dos vidas para leerlos todos, llegué a una esquina y lo encontré
tumbado en una elegante silla de espalda alada, leyendo una copia de "El
retrato de Dorian Gray" de Oscar Wilde junto a una de las chimeneas en
funcionamiento. Por un momento, me quedé allí de pie mirándolo: la luz
parpadeante de las llamas, danzando sobre su rostro, el mechón de cabello
oscuro cayendo sobre su ceño fruncido, las elegantes líneas de su alto cuerpo.

Debí hacer algún ruido, medio jadeo medio suspiro, porque él levantó la
vista y me vio allí merodeando entre las estanterías, apretando una primera
edición de “Rebeca” por Daphne Du Maurier fuertemente contra mi pecho.
Sin un “hola” siquiera, cerró su libro de golpe, se puso en pie y salió de la
biblioteca.

No miró atrás.

Esa noche, las páginas de mi libro estuvieron manchadas con mis


lágrimas.

No soy completamente ingenua, me di cuenta después de lo que sucedió


entre nosotros, de que las cosas se torcerían, pero pensé que, con el tiempo
suficiente, el dolor en mi interior se desvanecería, que dejaría de despertarme en
la noche con el corazón palpitando por las imágenes fragmentadas de mis
sueños.

Mis manos en su cabello, su lengua en mi boca… mi vestido hecho


pedazos, su dureza descansando justo entre mis muslos…

Cuando estoy despierta, puedo alejar los recuerdos… pero mi mente


inconsciente no sigue tales caminos de auto-preservación. Cada noche es un
177
Página
nuevo recordatorio, sacando a la luz la pasión que estoy tan desesperada por
enterrar.

Su tacto me obsesiona. Lo anhelo con una necesidad que me aterroriza,


lo ansío como una yonqui completamente adicta tras una sola dosis, sin
importar las veces que me diga a mí misma que lo deje ir.

Nunca debió pasar.

Y nunca pasará de nuevo.

Aquella noche en el jardín, yo era un desastre certificable, un nervio


crispado de dolor que necesitaba un escape. Carter se convirtió en ese escape.
Absorbió mi daño como un tambor de acero conteniendo una explosión.
Recorrió mi piel con sus manos y suavizó todos mis bordes irregulares, y le
permití hacerlo.

No solo lo dejé.

Lo alenté a hacerlo.

Participé activamente.

Intento no dejarme pensar demasiado en el hecho de que su cuarto ha


estado vacío durante los últimos tres días, que alguna otra chica ahí afuera
probablemente está participando activamente con él en este preciso momento.

Con quién Carter Thorne pase su tiempo no es de mi incumbencia.

No es mío.

Nunca será mío.

Con un suspiro, agarro la tableta de pantalla táctil que controla todos los
ajustes de mi habitación, desde las luces a las peticiones de servicio de limpieza,
el termostato o el volumen de los altavoces. Ajusto la temperatura, subiendo el
radiador unos cuantos grados. Hay un increíble aire frío que señala el inminente
invierno. Octubre ya está terminando, los días acortados señalados por las
tardes ventosas que levantan las hojas en coloridos vórtices. En días más cálidos,
me siento afuera, en mi terraza, mirándolas girar alrededor del patio, pero hoy
estoy envuelta en un jersey de cachemira ultra suave con las puertas y ventanas
bien cerradas.

Presiono otro botón y las notas de una canción familiar comienzan a


sonar por los altavoces que hay sobre mi cabeza, “Everybody wants to rule the
178
Página
world” de Lorde. Se ha convertido en alguna clase de himno personal estás
últimas dos semanas, fortaleciéndome aún en mis momentos más oscuros,
cuando los muros del castillo comienzan a cerrarse a mi alrededor.

Bienvenida a tu vida, no hay vuelta atrás…

Cierro mi libro de golpe y estiro los brazos por encima de mi cabeza con
un gruñido bajo. Cuatro horas seguidas de psicofarmacología definitivamente
garantizan un descanso del estudio. Tengo los ojos cansados, pero se siente
bien estar concentrada en lecciones reales de nuevo. Aprender algo que
realmente importa en lugar de la adecuada altura de una reverencia o los pasos
de un tedioso vals.

Lo siento, Lady Morrell.

Ella aún pasa por aquí cada día, haciendo su mejor esfuerzo por
convertirme en una princesa de verdad. Yo fuerzo una sonrisa en mi rostro y
hago los movimientos, pero creo que ambas sabemos que mi corazón ya no
está en ello. Cualquier incentivo que tuviera para complacer a Linus con mi
progreso se desvaneció en el momento en que supe que él ya había sellado mi
destino, robado mi futuro, arrancado incluso la ilusión de libre albedrío de mis
manos sin una onza de remordimiento.

Es extraño, no aprecias completamente la libertad de elección hasta que


te la arrebatan como el aire de tus pulmones tras una dura caída. Das tu futuro
por sentado como la presencia de las estrellas en el cielo sobre ti cada noche.
Todas esas interminables posibilidades extendiéndose hasta el infinito, cada una
más brillante que la anterior.

Pero cuando las nubes llegan y las galaxias se desvanecen de la vista de


tus imperfectos ojos mortales, te encuentras sola en la prisión de tu propia
oscuridad, intrascendentemente atrapada por una circunstancia mucho más allá
de tu propia concepción.

Una prisionera en la bruma sin luna.

Una chica encadenada a una brillante corona.

Reconociendo la espiral pesimista de mis pensamientos, me fuerzo a salir


de mi cuarto y a buscar una distracción, es decir: Chloe. Después de una
búsqueda de una hora que incluye su suite privada, las cocinas, los establos, la
sala de trono y la biblioteca, finalmente la localizo en el lugar menos esperado
de todos, dentro del invernadero de cristal en el centro del patio, sentada de
179
Página
piernas cruzadas en el suelo color pizarra entre las muchas macetas de flores,
una pipa eléctrica amarilla descansando en sus manos.

―Eh ―dice cuando entro, su voz rasposa por fumar.

Me pongo a su lado. ―¿Qué haces en el invernadero? He tardado una


eternidad en encontrarte.

Se encoge de hombros. ―Nadie viene aquí… especialmente Octavia.


Nunca se arriesgaría a ensuciar su perfecto guardarropa de diseño.

Miro fijamente las botas Louboutin en los pies de Chloe, sus suelas rojo
cereza mostrándose completamente.

―Sí lo sé. El muerto se asusta del degollado. ―Sonríe―. Aunque a mí no


me importa ensuciarme un poco. Esa es la diferencia.

Da una gran calada a la pipa antes de extenderla en mi dirección.

Meneo la cabeza. ―No puedo. Después tengo que seguir estudiando.

―Has pasado las últimas dos semanas con tu cabeza enterrada en esos
libros. ―Me mira con curiosidad―. Casi como si estuvieras tratando de evitar
algo.

―¿¡Qué!? No, no lo hago. ―Mi corazón late más fuerte―. Solo estoy
tratando de ponerme al día con todo lo que me he perdido estas últimas
semanas. Afortunadamente, mis profesores fueron muy comprensivos cuando
me puse en contacto con ellos sobre completar las tareas.

Chloe resopla. ―Um, obviamente. No le van a dar una calificación baja a


su maldita princesa. Probablemente podrías saltarte el resto del semestre y aún
graduarte con honores.

―Ese no es el punto. ―Suspiro cansada―. En realidad me gusta la


psicología. Me gusta aprender, me gusta leer casos de estudio y repasar las
opciones de tratamiento. Y si mi diploma dice magna cum laude, lo quiero allí
porque me lo he ganado justa y limpiamente, no por alguna obligación
nepotista o demostración retrógrada de patriotismo.

―Cerebrito.

―Sí, lo soy. Sin remordimientos.

―No es por ser mala, pero aún no veo por qué te molestas. Estarás un
poco ocupada manejando un país. Dudo que encuentres muchas oportunidades
180
Página
para usar tu título. ―Hace una pausa―. A menos que sea para confirmar el
trastorno de personalidad narcisista de Octavia, pero no estoy segura realmente
de que necesitemos un diagnóstico médico de buena fe para eso.

Me río, pero no es convincente. Sé que Chloe tiene razón: nunca ejerceré


de psicóloga. Nunca ayudaré a nadie. Nunca tendré ninguna carrera, excepto la
que viene con una corona adjunta.

Me convertiré en la frívola tonta que lleva la tiara de la que una vez me


burlé.

―Supongo que una parte de mí es demasiado obstinada para dejarlo ir,


cuando estoy tan cerca de terminar. ―Suspiro―. Si lo hago... siento que estoy
cediendo con Linus. Como si me hubiera devastado por completo.

Levanta su pipa en un gesto de solidaridad. ―Méteselo al hombre,


hermana.

Esta vez, mi risa es genuina. ―Además, está el hecho de que sin mis
estudios, me aburriría hasta la médula... No hay mucho más que hacer por aquí.

―Con eso estaré de acuerdo. Ninguna cantidad de drogas puede hacer


que este lugar sea más divertido.

―Al menos tú puedes salir.

―Con un contingente completo de guardaespaldas ―se queja.

―Me llevaría a toda la maldita Guardia del Rey si eso significara unas
pocas horas fuera de este castillo.

Golpea su hombro contra el mío. ―No será así para siempre, después de
la coronación la prensa se calmará. La historia se desvanecerá de los titulares. Y
eventualmente, los investigadores descubrirán quien inició el fuego y estos
locos protocolos de seguridad se relajarán. Serás libre de vivir una vida normal.
Bueno... tan cerca de lo normal como es la vida para un Lancaster.

Miro por encima de mi hombro, hacia el Ala Este. O... la monstruosidad


que solía ser el Ala Este, que ahora está reducida a una pila de cenizas
ennegrecidas, los pedazos más grandes de escombros ya fueron retirados por
un equipo de trabajo durante la noche.

―¿Y si nunca descubren quién lo hizo? ―susurro, con la garganta


apretada.
181
Página
―Lo harán. Tienen que hacerlo.

―¿Cómo lo sabes?

―Porque el público exige justicia para el Rey Leopold y la Reina Abigail.


Nunca tolerarán que este tipo de traición quede impune. Especialmente con la
vida de Henry todavía en juego.

―¿Alguna palabra sobre su condición?

―No hay mejoría. ―Toma otra calada de su pipa―. Ayer traté de visitarlo
en el hospital, pero no me dejaron entrar.

―¿Por qué?

―Está en una habitación estéril debido a sus quemaduras. ―Menea la


cabeza―. El riesgo de infección es tan alto, que los médicos dicen que cualquier
exposición a gérmenes externos podría ser fatal en este momento ya que está
demasiado débil para luchar. Creo que todos sabemos... que se está
desvaneciendo más y más cada día. No durará demasiado.

―Maldita sea. ―Mi corazón se tambalea―. Sabes, es extraño, es mi


primo y ni siquiera lo he conocido. Ahora, puede estar muriéndose... y
probablemente nunca tendré la oportunidad de hacerlo.

―Te agradaría. Todo el mundo lo quiere. ―Se detiene por un largo


momento―. De hecho, me topé con Alden en el hospital. Solo estaba sentado
en la sala de espera, mirando hacia el espacio. Parecía como si hubiese estado
allí todo el día.

―Él y Henry eran bastante cercanos, ¿verdad?

―Los mejores amigos. Maldita sea, eran casi inseparables. Está siendo
muy difícil para él. Mucho más difícil que para esa egoísta hermana suya. Parece
que a ella no le importa que su novio se muera.

―Entonces, ¿por qué el compromiso?

Me mira como si yo fuera una completa idiota. ―Ava Sterling se casaría


con una vieja rana toro coja con tal de tener la oportunidad de ser reina algún
día.

―Ah.
182
Página
Siempre olvido que la mayoría de la gente realmente quiere ser de la
realeza. Para ellos, ser uno de los Lancaster es un sueño al que aspirar... no una
pesadilla que evitar a toda costa.

Chloe se aclara la garganta. ―En fin, en realidad Alden me preguntó por


ti.

Levanto las cejas. —¿De verdad?

―Sí. Quería saber cómo te las arreglas con toda esta locura. Le dije que
pasara por el castillo y que te lo preguntara él mismo.

―Chloe.

―¿Qué? ―Sonríe inocentemente.

―Por favor, no intentes jugar a la casamentera.

―No hago tal cosa.

La miro dudosa.

»¡Honestamente! Mis intenciones son puras. ―Hace una mueca―. Él está


solo y triste, tú estás sola y triste... De esta manera pueden estar solos y tristes
juntos.

―Ajá. ¿No hay otras razones?

―No. ―Sus labios se crispan―. Aunque debes admitir... el hombre no es


exactamente una tarea rutinaria para mirar...

―¡Ugh! ¡Sabía que esto era una trampa!

―Oh, vamos, E, eres terca pero no estás ciega. Alden parece... bueno,
como si uno de los arcángeles hubiese caído del techo de la Capilla Sixtina y
vagara hacia el norte.

Pongo mis ojos en blanco. ―¿Y qué?

―¿Y, no te estabas quejando de estar tan aburrida que podrías volverte


loca? Esto es lo que llamaría... una solución creativa para ese problema. En mi
experiencia, no hay nada como un orgasmo que te doble los dedos del pie para
cambiar todo tu punto de vista. ―Entrecierra los ojos―. A menos que haya
alguna razón por la que no puedas salir con él. Algo que no me estás diciendo.

Muerdo mi labio inferior.

Maldita sea.
183
Página
Lo último que quiero hacer es salir con Alden. Entre Carter evitándome
como a la plaga y Owen acosándome a través de mensajes de voz de disculpas,
los hombres en mi vida ya son demasiado complicados. Ciertamente no
necesito agregar más testosterona a esa ecuación. Pero no estoy segura de
cómo hacer que Chloe lo entienda sin revelar otros detalles que preferiría
reservármelos.

―Mira, estoy segura de que él es muy bueno ―digo―. Si por casualidad


pasa en unas semanas, tal vez pueda hacer tiempo para verlo, pero...

―¡Genial! Él vendrá esta noche a las seis.

Jadeo. ―¡Chloe!

―¿Qué?

―¡Dime que estás bromeando!

―Podría, pero eso sería una mentira.

―Eres un monstruo, ¿lo sabías?

Permanece totalmente impasible, sonriendo mientras roza su encendedor


con el pulgar y lo ve cobrar vida.

―¿Mencioné que ya son las cinco y media en este momento?

―¡¿QUÉ?!

―Sí. ¿Planeas usar eso en tu cita?

¡¿Cita?!

En un repentino pánico, me miro.

Tengo una mancha de café en mi suéter de cachemira y el vaquero


holgado que llevo puesto parece algo que encontré en la pila de rechazo de una
tienda de segunda mano. Tengo puestas unas zapatillas de piel de oveja
desaliñadas en mis pies. No hay ni una pizca de maquillaje en mi cara. Llevo el
cabello recogido sobre mi cabeza, en un moño desordenado. Manicura azul
brillante, Lo siento, Lady Morrell, soy una rebelde, la mayoría de las uñas están
con el esmalte cuarteado.

Básicamente, luzco como una persona sin hogar.

―Te odio ―le siseo a Chloe, levantándome y saliendo como una bala.
184
Página
―¡Ve por ellos, tigre! ―grita. La escucho reír como una maldita hiena
incluso cuando salgo del invernadero y me dirijo directamente a mi suite.
185
Página
Traducido por Procrastination Princess, Yuli Darcy
Emotica G. W &Eli25

―Vaya ―suspiro, girando en un círculo lento.

―Te lo dije. ―La sonrisa de Alden es pequeña pero genuina―. No hay


nada mejor que esta vista.

Tiene razón. Me inclino hacia adelante en la torreta, me aparto un rizo de


la cara y entrecierro los ojos hacia el horizonte. Desde aquí, los Alpes se ven tan
cerca que prácticamente podría extender mi mano y tocarlos. Todo Vasgaard se
extiende en el valle debajo de nosotros, una colorida alfombra de techos de
pizarra roja y chimeneas humeantes. El río Nelle serpentea a lo largo como una
serpiente de jardín marrón, sus muchas curvas y puentes de piedra son una vista
impresionante desde esta posición.

Cuando Alden apareció en la puerta de mi habitación hace media hora y


se ofreció como voluntario para mostrarme su lugar favorito en el castillo, debo
admitir que estaba escéptica. Asumí que me llevaría al Gran Salón, con sus
techos abovedados y su trono dorado o a la armería, para babearse con la
impresionante colección de armamento medieval… o a los establos, para
subirme el ánimo con la ayuda de unos pocos caballos de ojos brillantes.

En su lugar, me llevó por el pasillo hacia un tapiz de pared enorme con la


cresta del león de Lancaster de dos cabezas. Sacando una llave adornada de su
186
Página
bolsillo, hizo la tela gruesa a un lado y procedió a abrir una puerta estrecha que
nunca supe que existía.

Confía en mí, dijo, tendiéndome la mano. Vale la pena.

Con los ojos abiertos, puse mi mano en su fuerte y cálido agarre, luego lo
seguí por un pasillo oscuro y lleno de telarañas. Pasamos por otra puerta a una
escalera caracol de color negro oscuro, con sus escalones de piedra desgastados
durante cientos de años. Subimos, subimos, con solo la luz del móvil de Alden
para iluminar el ascenso, hasta que llegamos a la cima de la torre más alta del
Palacio de Waterford.

Para ser honesta, había empezado a dudar de que algo pudiera valer la
pena el ardor en mis muslos después de trescientos escalones... pero tan pronto
como atravesamos la gruesa puerta de madera hacia la pequeña aguja redonda,
me olvidé por completo de mis músculos doloridos.

La vista es, sencillamente, increíble.

―Ni siquiera sabía que la gente pudiera venir hasta aquí ―digo,
asombrada―. Pensé que estaba clausurado desde hace años.

―No clausurado, per se. Solo… desaconsejado para uso público. No está
en el recorrido autorizado del castillo, eso es seguro.

Me muevo al otro lado de la torre, con los ojos fijos en los cielos
distantes.

―¿Nos echaran a las mazmorras por entrar sin permiso?

Se ríe. ―¿A ti? Ciertamente no. Eres la princesa. Técnicamente, eres dueña
de esta torreta. Yo, en cambio...

―No te preocupes. Usaré mi gran autoridad para liberarte.

―Qué benevolente de su parte, Su Alteza Real ―se burla y se inclina,


haciendo una floritura con la muñeca en un gesto bien practicado. Lo hace tan
fácilmente, que no puedo evitar sonreír. Sonreír genuinamente. Por primera vez
en semanas.

Me asombra el descubrir que en realidad me estoy divirtiendo. Es tan


bueno salir de mi habitación, estar en la cima del mundo con un hombre guapo
que no es para nada complicado, que no hace que mi mente dé vueltas con
pensamientos torturadores o que mi corazón se acelere con sentimientos
traicioneros. Me apoyo en el viento, dejando que se me aclare la cabeza. Con la
187
Página
esperanza de que pueda borrar un conjunto de ojos azules, azules, azules de las
bóvedas más profundas de mi memoria.

Después de unos minutos, se me ocurre un pensamiento. Me vuelvo para


preguntar―: ¿Cómo conseguiste la llave?

¿Y cómo consigo una para mí?

―No es mía, es de Henry. Venimos aquí todo el tiempo... Quiero decir,


veníamos aquí todo el tiempo. Era... ―interrumpe la mediación, toda la luz se
extingue de su expresión en el espacio de unos segundos.

―Lo siento ―murmuro―. Sé que son cercanos.

Sus ojos color avellana brillan con pensamientos que no puedo descifrar.

―Lo somos. Ha sido... bastante difícil.

―No es lo mismo, pero... perdí a mi madre de repente hace dos años. No


pude despedirme porque, incluso ese último día, no pensé que fuera real. No
podía ser real. Simplemente no podía estar muriendo. ―Me trago el bulto que
se acumula en mi garganta―. Supongo que lo que trato de decir es que
comprendo lo difícil que puede ser, por lo que estás pasando en este momento.
Y me doy cuenta de que no nos conocemos muy bien, pero, si alguna vez
necesitas a alguien con quien hablar... Mi torreta está siempre abierta.

Vuelve a sonreír. Da unos pasos hacia mí, los ojos color avellana nunca se
alejan de los míos. ―Gracias, Emilia. Definitivamente voy a aceptar esa oferta.
Pronto.

Extiende su mano buscando la mía. Después de un momento de


vacilación, coloco mi palma contra la suya. Mi corazón se agita ligeramente
mientras une nuestros dedos. Y se siente... sin duda agradable.

No es como si mi corazón pudiera explotar dentro de mi pecho al tratar


de contener todas mis emociones a la vez. Ni como si estuviera en riesgo de
sufrir un derrame cerebral debido a la tensión de estar de pie en su espacio. Ni
como si mis pulmones no funcionaran correctamente porque me olvido de
respirar a su alrededor.

Sencillo.

Fácil.

Sin complicaciones.
188
Página
―¿Deberíamos bajar? ―pregunta. De cerca, sus ojos tienen manchas
verdes y doradas. Son impresionantes.

Entonces, ¿por qué sigo deseando que fueran azules?

Asiento y sonrío brillantemente. ―Por supuesto. Vámonos.

Alden es un perfecto caballero mientras me acompaña a mi habitación en


el Ala Norte. Mantenemos la conversación ligera, discutiendo la próxima
coronación. Una ráfaga de actividad se desarrolla a nuestro alrededor cuando
pasamos por el Gran Salón, donde al menos una docena de amas de llaves
quitan el polvo de los candelabros y pulen los suelos.

―No ha habido un baile aquí durante mucho tiempo ―murmura Alden


mientras cruzamos un arco hacia el salón del trono. Me recuerda a una iglesia,
llena de vidrieras y aire sombrío―. No desde que el Rey Leopold y la Reina
Abigail hicieron una fiesta para celebrar el nacimiento de Henry.

―Debes haber sido muy joven.

―Poco más que un bebé. ―Su sonrisa es rápida―. No recuerdo mucho.


Ava ni siquiera había nacido todavía. Tú tampoco, ahora que lo pienso.

―¿Eso es típico? ¿Tener tan pocos bailes?

―El Rey Leopold no era fanático de los excesos o el libertinaje. ―Sus ojos
se vuelven tristes otra vez―. No como su hijo. Henry amaba una buena fiesta. Si
hubiera sido coronado... su coronación habría sido una celebración como
Germania nunca ha visto.

Estoy callada mientras subimos la gran escalera hasta el segundo piso,


perdida sobre qué decir. Cada vez que habla de Henry, me siento como una
completa impostora, una suplente no deseada, cambiada por el legítimo
heredero.

Alden parece darse cuenta de que nos hemos metido en aguas


incómodas, porque de repente me aprieta la mano y aligera el tono.

»¿Ves esos trajes de armadura?

Echo un vistazo a la fila de caballeros huecos de aspecto medieval que


bordean el pasillo.
189
Página
»Es una historia divertida... ―Ríe entre dientes―. Una vez, tal vez hace
cinco años atrás, después de algunas demasiadas rondas de mulas5 de jengibre
germanas, todos estábamos dando tumbos por el castillo…

Cuando doblamos en la esquina, hacia mi suite, me tiene riendo a


carcajadas mientras me cuenta acerca de la vez que él, Chloe, Carter y Henry se
emborracharon, se pusieron trajes antiguos de armadura y corrieron por los
pasillos a la medianoche, sus gritos de batalla despertaron a todos en todo el
castillo.

»Entonces, Chloe se cayó y no pudo volver a levantarse. La armadura era


tan pesada, que los tres tuvimos que ponerla de pie otra vez.

Echo la cabeza hacia atrás y río. ―Oh, Dios mío, por favor, dime que hay
evidencia fotográfica.

Alden menea la cabeza, sonriendo. ―Me temo que no. ¿Puedes imaginar
si alguna vez eso se filtrara a la prensa? Seríamos reprendidos.

―Imaginaría que Simms los reprendió un poco por su cuenta, cuando se


enteró.

Ríe. ―Cuánta razón tienes.

Hemos llegado a mi puerta, pero vacilo en el pasillo. ―Alden... gracias.

―¿Por qué? ―pregunta, apretando mi mano.

―Por alejar mi mente de las cosas por un tiempo. ―Me encojo de


hombros―. No he reído tanto en mucho tiempo.

―Eso es un crimen. ―Se acerca un paso, con sus dientes perfectos


brillando. No hay ni un cabello fuera de lugar en su cabeza plateada
perfectamente dividida―. Tienes una risa maravillosa, Emilia.

No mide más de metro ochenta de altura, así que cuando inclina su cara
hacia la mía, la distancia no es tanta. Siento que mi boca se seca, observándolo
acercarse.

¿Me va a besar?

¿Voy a dejarlo?

5Mula: Cóctel hecho con vodka, cerveza de jengibre picante y jugo de limón, adornado con una
rodaja o rodaja de limón y hojas de menta.
190
Página
Mis preguntas nunca obtienen respuestas, hay un golpe desde nuestra
izquierda, lo suficientemente fuerte como para hacerme pegar un susto. Alden y
yo giramos la cabeza para mirar y encontrar la fuente del sonido de pie en la
puerta de su suite, con la mano aún en el pomo, fulminándonos con una mirada
oscura en nuestra dirección.

Carter.

Solo verlo es suficiente para hacer que mi corazón golpetee con un


tamborileo loco, incluso con él fulminándome con la mirada, como si quisiera
ahorcarme. No estoy segura de qué expresión tiene mi rostro, pero todo lo que
sea que ve cuando nos contempla a Alden y a mí hace que su labio se curve con
desdén.

»Carter ―dice Alden en un tono ligero, pero me doy cuenta de lo tensos


que están sus hombros―. Qué bueno verte, amigo.

Los ojos de Carter se dirigen bruscamente a Alden y luego bajan


precipitadamente a donde nuestras manos aún están entrelazadas. Un músculo
salta en su mejilla.

―Alden. ¿Qué estás haciendo aquí... amigo?

Las palabras son amables, la voz con la que las dice no tanto. Saco mi
mano del agarre de Alden con un tirón que le hace levantar las cejas.

―Solo conociendo a nuestra Princesa un poco mejor. ―Alden se cruza de


brazos sobre el pecho―. Parece que ha estado muy descuidada estas últimas
semanas.

Creo que la cabeza de Carter en realidad podría explotar, cuando escucha


eso. Entrecierra lo ojos hasta que son unos agujeritos cerúleos. Con cuidado de
no mirarme.

―¿Eso es cierto?

Trago saliva nerviosamente cuando Alden desplaza su peso corporal


hacia adelante. ―Es tu nueva hermana, realmente deberías cuidarla mejor.

―Desde donde me encuentro, parece que tú te estás encargando bien de


las cosas.

Desearía que el suelo me tragara.

Desearía que un meteorito golpeara el castillo.


191
Página
Desearía que Chloe viniera por la esquina.

Literalmente cualquier cosa para sacarme de esta conversación.

―Ha pasado un tiempo desde que te he visto ―dice Alden


animadamente.

Carter no responde excepto para encogerse de hombros.

Alden curva las cejas.

»¿Qué has estado haciendo?

―Oh, solo ocupado recuperando el tiempo perdido. ―Su tono es


letalmente suave, como un trueno retumbando, el primer indicio de una
tormenta inminente―. Después de una semana de aislamiento en Lockwood
Estate, donde el prospecto más caliente era Patricia, la cocinera de cincuenta
años, tenía un montón de... ―Hace una pausa―... energía acumulada...
―Sonríe―… que necesitaba descargar. Afortunadamente, las tres modelos
suecas que conocí anoche estuvieron más que felices de complacerme.

Me estremezco.

Alden se ríe, como si lo entendiera demasiado bien. ―Ah. Estoy seguro


de que las mujeres de Vasgaard están aliviadas de tenerte completamente a su
disposición una vez más.

―Mmm. ―Los ojos de Carter parpadean hacia los míos y los sostienen―.
Tal vez traiga a las modelos a la coronación. A ver si puedo hacer que Octavia
haga explotar una junta.

―Tienes un deseo de muerte, compañero.

―Tal vez así sea. ―Todavía me está mirando, esa mirada intensa me
mantiene cautiva con más eficacia que las cadenas. Estoy encerrada en él a su
vez, con el pulso palpitando, apenas respirando. Deseando como loca que la
sensación que se extiende por mis venas sea indiferente a la que es proyectada
en mi cara.

¿Eso te molestaría, hermanita? Sus ojos parecen preguntar. ¿Verme con


alguien más?

Antes de que pueda hacer algo estúpido, como romper en lágrimas,


aparto la mirada y me vuelvo para mirar a Alden. Mi voz es tan falsamente
brillante que apenas la reconozco como la mía.
192
Página
―Esto fue muy divertido, pero realmente debería volver al trabajo, ese
ensayo sobre cognición social no se va a escribir por sí solo. Gracias de nuevo
por la distracción, Alden. Te veré en unos días, en la coronación.

―Oh… ―Levanta las cejas, sobresaltado por mi brusca partida―. ¿Me


concederá un baile, Princesa?

―Por supuesto. Aunque no puedo prometer que no te vaya a pisar los


pies.

Antes de que pueda decir más, me pongo en puntas de pie, deposito un


rápido beso en su mejilla y me vuelvo a meter en mi habitación sin mirar ni una
vez al hombre que se encuentra de pie en el pasillo, mirándome con un enfoque
láser. Es probable que sea grosero cerrar mi puerta en la cara de Alden después
de que haya sido tan amable conmigo, pero no tengo otra opción, no a menos
que quiera un testigo de la crisis emocional que estoy a punto de tener.

Con temblores de rabia y humillación y sí, una dosis embriagadora de


anhelo desenfrenado, me desplomo en el suelo, con las manos presionadas
sobre mi rostro para contener mis lágrimas. De todos modos, se filtran a través
de mis dedos, calientes y furiosas mientras corren por mis mejillas.

Esto es una locura, me regaño, incluso cuando un sollozo me golpea el


pecho. Acabas de tener una primera cita perfecta con un hombre perfecto… y
aquí estás, ¿emocionalmente paralizada por una interacción de dos segundos
con el imbécil de tu hermanastro?

Olvídate de Carter Thorne.

Solo lo quieres porque sabes que no puedes tenerlo.

Pero incluso mis mentiras no son suficientes para consolarme. Porque, en


el fondo, sé que lo quería mucho antes de que me diera cuenta de que
estaríamos compartiendo una casa, una figura paterna y la pared de una
habitación. Como sé, seguiré queriéndolo, a pesar de todas las razones válidas
por las que no debería, hasta que el tiempo finalmente me robe los recuerdos.

Es tarde.

Debajo de las sábanas de mi habitación oscura, hago todo lo posible para


quedarme dormida, pero mi mente se niega a apagarse, sin importar cuánto
193
Página
tiempo mantenga cerrados con fuerza mis ojos hinchados por el llanto. No
ayuda que pueda oír a Carter moviéndose al otro lado de la pared, los sonidos
bajos de su música, sus pasos sobre la madera dura, la corriente de agua
mientras se da una ducha. Intento no imaginármelo bajo el torrente, su cuerpo
cincelado reluciente, el vapor empañando el cristal…

Fallo.

Miserablemente.

Dándome la vuelta por vigésima vez, pongo mi almohada en una forma


más cómoda. Es irónico. Lo odiaba cuando se había ido, pero creo que me gusta
aún menos ahora que está de vuelta, con una pared intrascendente dividiendo
mi cama de la suya.

Me pregunto si él también puede oírme.

Si escuchó mis lágrimas.

Si sintió mi pena.

Si lo estoy volviendo tan loco como él a mí.

El muro se queda en silencio y sé que finalmente se ha ido a dormir. Es


imposible no pensar en él tendido en la oscuridad, mirando al techo, a pocos
metros de mí.

¿Está pensando en mí, acostada aquí, con las piernas enredadas en las
sábanas, mis pensamientos enredados en él? ¿O acaso fantasea con sus hazañas
con las tres modelos suecas, que fue tan rápido en lanzarme a la cara?

La campanilla baja de mis altavoces superiores conectados a un nuevo


dispositivo bluetooth me hace sentarme en la cama, arqueando las cejas. Un
segundo después, mi confusión se agrava cuando la música comienza a
deslizarse hacia el cuarto oscuro, una melodía melancólica y obsesiva.

¿Qué demonios?

La canción en sí no es extraña, instantáneamente reconozco las tensiones


familiares de una vieja lista de reproducción. Lo que es extraño es el hecho de
que no soy yo quien lo ha puesto.

Completamente perpleja, tomo mi tableta de la mesita de noche. La


pantalla está oscura, no hay canciones en la lista. Lo mismo con mi móvil. No es
hasta que comienzan las letras y mi mente registra el título de la canción,
194
Página
“Don’t You Cry For Me” de Cobi, que las piezas finalmente encajan en su
lugar. Sé exactamente lo que está pasando.

Es Carter.

Él está haciendo esto.

Me dedica una canción.

De alguna manera, ha sincronizado su teléfono con mis altavoces. No


estoy completamente segura de cómo, pero a medida que las palabras me
invaden, oh, no llores por mí, me preocupa mucho más otra pregunta.

¿Por qué?

¿Por qué haría eso?

¿Para consolarme? ¿Para torturarme?

Para hacerme saber que escuchó mis lágrimas a través de la pared y


sintió…

¿Vergüenza? ¿Lástima? ¿Temor? ¿Esperanza? ¿Necesidad? ¿Dolor?

Me quedo allí sentada, en la profunda oscuridad, mi cuerpo paralizado al


tiempo que mi mente gira en círculos y permite que cada letra se incruste en mi
corazón como una pieza de esquirlas.

Estoy destrozado por la verdad que sostiene mi alma...

Vagamente, me doy cuenta de que hay lágrimas en mis mejillas. No


puedo reunir la voluntad siquiera para limpiarlas. Cada pizca de mi atención se
concentra firmemente en la música... y el hombre que la puso para mí.

Durante cuatro minutos completos, escucho.

Lloro.

Espero.

Busco respuestas; sin tener nada.

La canción se desvanece.

El bluetooth vuelve a sonar cuando él se desconecta.

Y luego solo queda el silencio. Aunque mi mente, oh, mi mente está


rugiendo tan fuerte, que sé que no hay ninguna oportunidad de que vaya a
dormir esta noche.
195
Página
¿A qué juego estás jugando, Carter?
196
Página
Traducido por MicaDeMaddox, Idk.Zab
alisay.or & Yuli Darcy

Voy a vomitar.

El Día de la Coronación ha llegado oficialmente y, con él, las náuseas no


se parecen a nada que haya sentido antes. Me encuentro de pie en mi
dormitorio, atada a un corsé. Está tan apretado que casi no puedo respirar, y
mucho menos comer. Probablemente sea lo mejor. Odiaría vomitar frente a
dignatarios de doce países vecinos, además de sobre todos los que tengan un
título en toda la sociedad germana.

La vibración de mi teléfono es una distracción bienvenida. Me acerco a la


mesita de noche y siento que mi rostro se vuelve pálido cuando la pantalla
muestra la palabra “CASA”. Alguien está llamando desde mi teléfono fijo, en
la casa de Hawthorne. La casa para la que nadie, excepto yo, tiene una llave.

Me tiemblan los dedos cuando presiono un botón para aceptar la


llamada.

―¿Hola?

―Ems… por favor no cuelgues.

Suspiro. ―Owen, te pedí espacio...


197
Página
―¡Por favor! ―Suena desesperado―. Si nunca me hablas otra vez
después de esto, está bien. Pero necesito que me escuches ahora mismo.
¿Puedes hacer eso?

―¿Fuiste a mi casa para llamarme?

Hay una pausa.

»¡Oh Dios mío, lo hiciste! ¿Qué diablos, Owen?

―No atendías mis llamadas ―responde―. No tuve elección.

―La elección era darme espacio, como pedí después de que le contaras a
todo el mundo acerca de mi identidad y arruinaras mi vida. ¿Recuerdas?

―Ems... ―La tristeza en su voz araña la pared de acero que erigí


alrededor de mi corazón el día que me traicionó―. Sé que no es una excusa,
pero ese día... Mira, no estoy orgulloso de eso. Había estado bebiendo. Estaba
enfadado. Dios, eres la persona más importante en mi vida y podía sentir que te
estaba perdiendo, y... eso me aterrorizó. Perdí el control.

―Eso no justifica lo que hiciste. ―Mi voz se vuelve suave―. Dices que soy
la persona más importante en tu vida, que soy tu mejor amiga... pero esas son
solo palabras si no tienes las acciones para respaldarlas...

―Lo siento, Ems. Lo siento mucho. No entiendes...

―¡Lo entiendo! Lo hago. ―Mi garganta se siente obstruida―. Pero se


suponías que tú eres el que debe protegerme. En cambio, me lastimas más que
nadie.

―Si tan me escuchas, te juro que lo arreglaré...

―Ahora voy a colgar, Owen.

―¡NO! ―Su rugido es tan fuerte, que retrocedo del teléfono―. Necesito
que me escuches. No tengo mucho tiempo. Mira, es posible que las cosas ya
estén en movimiento y no estoy seguro de poder detenerlas.

―¿De qué estás hablando?

Maldice por lo bajo. ―Después de que te fuiste, estas últimas semanas...


comencé a tomar un papel más activo en los grupos anti-monarquía en el
campus.

Mi corazón palpita dolorosamente. ―¿Por qué me estás diciendo esto?


¿Para lastimarme aún más? ¿Para hincar el cuchillo más profundo? No fue
198
Página
suficiente decirle al mundo quién soy, ¿ahora vas a decirles lo mucho que me
odias?

―¡No! Lo estás entendiendo todo mal, Ems. Solo me uní al grupo porque
pensé que podrían tener respuestas sobre... ―Su voz baja, como si tuviera
miedo de decir las siguientes palabras en voz demasiado alta―. Sobre el
incendio.

El mundo entero deja de girar.

―¿Qué? ¿Te refieres al incendio aquí en el palacio?

―Sí ―murmura―. Ems... No todos en estos grupos anti monarquía se


contentan con seguir marchando pacíficamente, sosteniendo carteles y
organizando salidas. Algunos de ellos quieren llevar las cosas más lejos.

―¿Qué quieres decir?

―El año pasado, en una de las reuniones, escuché a algunos de los


muchachos decir que la forma más sencilla de resolver nuestro problema era
eliminar la fuente: ya no más Lancaster, no más línea de sucesión... no más
monarquía.

―¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo? ―Mi voz es un


susurro―. Owen...

―Estoy diciendo que me volví a unir al grupo después de que te metiera


a esta vida, porque si existe la posibilidad de que esos tipos no estuvieran
simplemente diciendo tonterías... ―Expulsa un suspiro―. No podía permitir que
caminaras con un objetivo en tu espalda. No si sabía que había algo que podría
hacer para protegerte.

Me duele el pecho. No sé qué decir. Difícilmente sé qué pasa ahora


mismo. Todo se siente sesgado, como si el mundo se hubiera inclinado sobre su
eje.

―¿Ems? ¿Sigues ahí?

―Estoy aquí. ―Me obligo a respirar profundamente, no es una hazaña


fácil, en este corsé―. ¿Crees que... crees que realmente existe la posibilidad de
que sean responsables del incendio?

―Todavía no he encontrado nada definitivo. Hasta cierto punto, confían


en mí, especialmente después de que me vieran en las noticias, y fuera detenido
por la Guardia Real en las afueras de la Abadía de Windsor por delatarte con la
199
Página
prensa. Aunque no estoy al tanto de todo. Necesito más tiempo, es sencillo y
simple. Pero con la coronación de esta noche...

―Piensas que algo va a pasar.

―Todos en Germania, incluso con una gota de sangre de Lancaster,


estarán en ese castillo. Además de miembros de élite de innumerables
monarquías diferentes. Sería un objetivo perfecto.

El horror me invade. Él tiene razón.

―No sé qué esperas que haga con esta información. Linus nunca lo
cancelará, no sin una amenaza creíble. Y no hay manera de que yo no me
presente.

―Lo sé. ―Se detiene―. Solo... por favor ten cuidado. Si alguna vez te
pasara algo, nunca me lo perdonaría.

Una lágrima se desliza por el rabillo de mi ojo y cae a la madera dura con
un pequeño chapoteo. ―Tendré cuidado.

―Bien ―dice, con voz ronca. Sé que está manteniendo un fuerte control
sobre sus emociones―. ¿Podrías... crees que podrías llamarme después? ¿Para
poder escuchar tu voz y saber que estás bien?

―Claro ―susurro―. ¿Y Owen?

―¿Sí?

―Gracias. Por cuidar mi espalda, incluso cuando las cosas están tan
complicadas entre nosotros.

―No me lo agradezcas, Ems. Solo mantente a salvo.

Según lo predicho, mis advertencias sobre la seguridad caen sobre oídos


sordos.

Linus evidentemente se encuentra demasiado ocupado para hablar


conmigo, así que es Simms quien recibe mi frenética corriente de
preocupaciones. Se encuentra en la pequeña sala de estar de mi suite, con los
brazos cruzados sobre un esmoquin demasiado apretado y la papada doble
temblando pomposamente.
200
Página
―Su Alteza, le aseguro que estará perfectamente a salvo. La Guardia Real
está completamente preparada para todas las contingencias. El castillo es
seguro. ―Me recorre con la mirada de arriba abajo, desaprobando claramente
mi bata de baño y mis pies descalzos―. Ahora, debo atender a nuestros
invitados reales y usted debe prepararse, a menos que planee usar eso en la
ceremonia.

Pongo mis ojos en blanco. ―No, Simms.

―Muy bien, Princesa. Luego enviaré un equipo de peinado y maquillaje


para que le ayude con los preparativos finales. Por favor, no se entretenga, los
invitados están empezando a llegar y se la espera en la sala del trono dentro de
una hora.

Se va en un suspiro, una nube de ego auto-inflado persistente en su


persona como colonia barata.

Cuarenta minutos después, me estudio en el espejo, apenas


reconociendo a la chica que me devuelve la mirada. El vestido de noche es
verdaderamente una obra de arte, satén de color champán con apliques de
encaje bordados que cubren las dos mangas y se extienden hacia abajo en
relucientes remolinos de oro. El corpiño está ajustado, mostrando mis curvas
como nunca, con la ayuda del rígido corsé deshuesado. La espalda es baja, para
revelar la mayor parte de mi columna, antes de fluir hacia una falda completa
con una cola de medio metro.

En este vestido, en realidad me veo como una princesa.

En este vestido... casi me siento como una princesa.

Estoy completamente convencida de que las señoras del cabello y


maquillaje, tienen poderes mágicos, porque ningún hada madrina podría
haberlo hecho mejor, incluso con una varita. Mis ojos están delineados con
negro y dorado. Mis labios manchados con un tono profundo de fresa que de
alguna manera es brillante sin lucir barato. Y mis rizos salvajes han sido
domesticados en elegantes bucles caoba, un recogido diseñado específicamente
para adaptarse a una corona.

Solo el pensamiento de lo que está por venir me hace presionar la boca


en una línea solemne y me tiemblen las manos de los nervios.
201
Página
―Se ve encantadora, Su Alteza —dice la peluquera, sonriendo con
orgullo―. ¿Está lista para salir?

No.

―Sí ―murmuro, dándole la espalda a la extraña en el espejo―. Vámonos.

Mi corazón está saltando fuera de mi pecho mientras camino por el


pasillo hacia la sala del trono, cuatro miembros de la Guardia del Rey totalmente
uniformados acompañan cada uno de mis pasos. Puedo escuchar la oleada de
voces cuando me acerco a la gran escalera. El pasillo de abajo aparece a la vista
y lucho para evitar que el miedo aparezca en mi rostro.

En la parte inferior de las escaleras de piedra pulida, al menos quinientos


sujetos están sentados, esperando a su nuevo rey con elegantes vestidos y
esmoquin. Veo a Carter y a Chloe sentados en el pasillo más cerca de la
plataforma elevada del trono. Unas pocas filas atrás, se encuentra reunida la
familia Sterling, las cuatro cabezas rubias platinas son fáciles de detectar en el
mar de personas.

La presencia de amigos debe ser tranquilizadora. En cambio, aumenta mi


ansiedad diez veces. Cuando Lady Morrell y yo caminamos a través de la
ceremonia de ayer en la sala vacía del trono, me sentí lo suficientemente segura.
Esa confianza ha huido ahora que estoy aquí en un vestido de gala, a punto de
ser un espectáculo para que todo el mundo lo juzgue. El pasillo parece mucho
más largo desde aquí, una interminable franja de alfombras azul marino y
doradas que se abren paso en medio de la multitud. Me estremezco ante la idea
de atravesarlo, todos esos ojos fijos en mí mientras me deslizo hacia el trono.

Veinticinco pasos hacia abajo.

Noventa metros por delante.

Toma tu lugar en el escenario.

Detente.

Sonríe.

Respira.
202
Página
Simms me está mirando fijamente desde el otro lado del descansillo,
completamente preparado para hacer mi presentación a la multitud... pero mis
pies se congelan. No me puedo mover. Me quedo en las sombras, fuera de la
vista, tratando y fallando en dar mis primeros pasos por esas escaleras. Imagino
visiones de mí, tropezando con la cola de mi vestido y rodando con la cabeza
sobre los talones por veinticinco escalones de piedra en frente de toda la corte
en un bucle continúo dentro de mi cabeza.

―¿Estás nerviosa?

Las palabras susurradas me hacen girar la cabeza. Me sobresalto cuando


veo a Linus a varios pies de mí, vestido con la ornamentada capa dorada de un
rey. Su expresión es seria, sus ojos atentos mientras se mueven sobre mi rostro.

Levanto más mi barbilla y niego. No le daré la satisfacción de saber lo


asustada que me siento. Después de lo que hizo, no volveré a bajar la guardia a
su alrededor.

»Estás preciosa, Emilia. ―Sus ojos verdes, como los míos, parecen brillar
en la oscuridad―. Cada centímetro de la princesa que siempre supe que eras.

―Un disfraz no me convierte en princesa ―respondo―. Según sus


normas, cualquier noble en esa habitación podría contratar a una costurera y
llamarse a sí misma reina.

―Te equivocas, querida. La nobleza no es equivalente a la realeza. Una es


una clase social; la otra, un destino. Pero nadie en la tierra puede alterar la
sangre que corre por tus venas, Emilia Lancaster. ―Linus suena más serio de lo
que jamás lo he oído―. Usted no se inclina ante nadie, Su Alteza Real.

Nos miramos el uno al otro, de padre a hija, de rey a heredera, y antes de


que pueda detenerme, hago una pregunta que he estado reflexionando desde
el minuto en que supe que existía.

―¿Por qué la dejaste? ―Formo puños apretados con las manos―. ¿Por
qué nos dejaste?

Se estremece casi imperceptiblemente, pero no se resiste.

―Porque... ella me lo pidió.

―¿Qué?

―Tu madre me pidió que me fuera.


203
Página
No. Está mintiendo.

―Eso no es lo que ella me dijo.

―No, me imagino que no. Estoy seguro de que te dijo que yo era un
sinvergüenza y un rastrero, un hombre de mediana edad con un ojo errante que
sedujo a una mujer demasiado joven para él por unos veinte años. ―Suspira―.
Y todo eso es verdad. Sin embargo, no es la historia completa. Y no es la razón
por la que no te crié como mi hija.

―¿Entonces por qué?

―Tu madre no quería tener algo que ver con esta vida. Ni conmigo ni
con mis obligaciones familiares, ni la pretensión ni el esplendor, ni las estrictas
reglas y restricciones que acompañan a la corona. Nada de eso. ―Se detiene―.
Era un espíritu libre. Una artista. Habría sido totalmente miserable, confinada en
el papel de Duquesa de Hightower. Estoy seguro de que puedes verlo.

―Pero, podrías haberla dejado y aun así....

―Todavía reclamarte ―termina por mí―. Tienes razón. Podría haberlo


hecho. Pero tu madre pidió una separación completa. Un corte limpio, dijo ella.
Una oportunidad para que tuvieras una vida totalmente normal, sin nada de
esto atascándote.

―¿Y tú aceptaste? ¿Solo así?

―A pesar de lo que pienses de mí.... Yo quería mucho a tu madre. Habría


hecho cualquier cosa que me pidiera. Incluso me excluí de su vida. Incluso me
alejé de la oportunidad de criar a mi propia hija.

―Y supongo que nunca te arrepentiste de esa elección, ya que te casaste


con Octavia unos años después y conseguiste dos hijastros nuevos para llenar
ese vacío en tu vida.

Suspira profundamente, el lamento retorciendo sus rasgos.

―Diariamente deseo haber elegido hacer las cosas de otra manera. Estas
últimas semanas... he visto la buena mujer en la que te has convertido, he sido
testigo de la forma en la que has manejado una situación sin precedentes con
gracia y aplomo, cuando una persona inferior pudo haberse desmoronado bajo
la presión... has sido una fuente de gran orgullo y profundo arrepentimiento.

Suelto un aliento de asombro. Aunque me encantaría fingir que sus


palabras no tienen efecto en mí, no puedo. Mi padre está ahí de pie diciendo
204
Página
cosas que he esperado oír toda mi vida. Y tal vez me vuelve débil incluso
escucharlo, tal vez soy una tonta por creer una palabra de lo que dice, después
de las cosas que ha hecho en el pasado...

Pero es inútil.

Eres una idiota, me regaño, incluso cuando mi corazón se aprieta y mis


ojos empiezan a escocer. No todos merecen una segunda oportunidad.

»Emilia. ―Linus da un paso adelante, para que quedemos pecho con


pecho, y se acerca para juntar mis manos débiles dentro de las suyas. Es lo más
cerca que hemos estado de un abrazo―. Sé que nunca habrías elegido este
camino para ti. Pero realmente creo que es por eso que se supone que debes
tomarlo. ―Hace una pausa―. Una mujer muy sabia me dijo una vez: “Aquellos
que buscan activamente el poder son los que menos lo merecen”.

―Mamá ―susurro, la voz rota―, mamá decía eso.

Asiente. ―Nunca lo olvidé.

―Dale una corona a un rey, él tratará al mundo como plebeyos. Dale una
corona a un hombre común, él tratará al mundo como reyes ―recito de
memoria, sonriendo, aunque quiera llorar.

―Te lo juro, Emilia... ―Linus se rompe, una dolorosa tos que le atraviesa
el pecho, pero se las arregla para recuperarse―. Trataré de ser el tipo de Rey del
que ella estaría orgullosa. Por muy corto que sea mi reinado.

Una lágrima rueda por mi mejilla. Oigo la voz de mamá en mi cabeza,


mezclándose con la suya.

Te amo, corazón puro.

Continúa siendo audaz.

Levantó la barbilla. Con ojos brillantes, mantengo su mirada por un largo


momento. Hay mucho que decirle y, sin embargo, ni una sola palabra se
materializa en mi lengua.

¿Qué le dices al hombre cuya ausencia ha definido toda tu vida, cuando


finalmente está ante ti, buscando el perdón?

Me sonríe débilmente, sus propios ojos peligrosamente llenos de


lágrimas, y sé que comprende el significado que hay bajo mi silencio. En
205
Página
realidad, todavía no estoy lista para perdonarle por las decisiones que ha
tomado... aunque estoy empezando a entender sus justificaciones para hacerlas.

Nuestro camino hasta ahora ha sido rocoso, lleno de arbustos espinosos


y falsos giros, pero quizá algún día… haya una posibilidad de que podamos
seguir adelante. En un nuevo camino, forjado por las circunstancias, con
cuidadoso respeto por ambas partes.

Hoy no.

Pero algún día.

―¡Linus! ―espeta una voz fría y femenina desde las sombras, rompiendo
el momento―. ¿Qué demonios estás haciendo aquí? He estado esperando con
Gerald durante cinco minutos.

Ambos nos giramos para mirar mientras Octavia camina hacia nosotros,
su ajustado vestido azul impresionante en contraste con el tono de su cabello.
Desliza la mirada hacia mí.

»Niña tú ya deberías estar en la escalera.

Hace una semana, quizá habría bajado la mirada al suelo, evitando la


suya, huido de la confrontación, pero ya no. Levantando la barbilla, miro
fríamente a sus ojos.

―Mi nombre no es “tú” o “niña”. Es Emilia Victoria Lancaster, te


sugiero que empieces a usarlo.

Ignorando la pasmada apariencia de su rostro, cuadro los hombros


orgullosamente y camino pasándola con cada pizca de gracia y elegancia que
puedo reunir.

Lady Morrell estaría tan jodidamente orgullosa…

Mi corazón truena cuando me paro en el borde del terreno. Las escaleras


se extienden ante mí, una cascada de piedra. Tomo una respiración superficial
que tensa los confines de mi corsé antes de darle a Simms un pequeño
asentimiento.

Estoy lista.

Anuncia mi llegada en un vozarrón que casi no registran mis oídos que


zumban. Un silencio cae sobre la multitud que se encuentra abajo. Cada cabeza
en la audiencia se gira para mirarme, hay un jadeo colectivo mientras admiran la
206
Página
visión de mi resplandeciente vestido dorado flotando al bajar las escaleras, un
cuidadoso paso cada vez.

Mantengo mis ojos fijos hacia adelante e intento mantener un paso


majestuoso. Una nota de alivio me recorre por dentro cuando llego abajo sin
tropezar con la enorme cola o mis tacones altos… al menos, hasta que miro al
frente hacia el desafío que permanece frente a mí.

La voz de mi madre está conmigo como un ritmo de tambor mientras


doy esos primeros pasos por el pasillo, acomodo mi paso con cada sílaba
mientras camino, sintiendo ojos sobre mí desde todos lados.

Continúa siendo audaz.

Continúa siendo audaz.

Continúa siendo audaz.

Setenta metros.

Cuarenta metros.

Diez metros.

El trono se acerca cada vez más, la multitud a mi alrededor es una masa


de extraños sin rostro. Me estoy acercando al final de este largo y terrorífico
desfile cuando siento un par de ojos mirándome desde la primera fila, lo
suficientemente fuertes para atraer mi atención. Me digo a mí misma que no
debo mirarlo, que no debo rendirme al rayo tractor de su mirada… pero cuando
paso a unos pocos centímetros de su silla, mis propios ojos se giran sin mi
permiso. Se fijan en los suyos, azules brillante y ardiendo con un anhelo no
enmascarado, y por primera vez desde que Simms dijo mi nombre…

Mis pies vacilan.

Es solo un ligero temblor antes de recuperarme; un tambaleo tan


pequeño que dudo que nadie lo note, excepto Carter. Él me observa tan
atentamente, que sé que no hay un detalle de mi vestido que no haya
memorizado, ni un solo movimiento que haga escapado a su híper alerta
concentración.

Tragando saliva con dificultad, aparto mi mirada de la suya y comienzo a


subir los tres anchos escalones al pabellón, donde espera el arzobispo de gala
completa. Asiento respetuosamente en su dirección mientras tomo mi lugar
frente a la pequeña silla ornamentada a la derecha del trono dorado. No me
207
Página
arriesgo a mirar a la primera fila otra vez, en su lugar recorro con la mirada toda
la extensión, absorbiendo todo.

Mi reino.

Cada rostro en la multitud está girado hacia el mío, parecen asombrados


al mirarme, como si estuvieran presenciando algo realmente espectacular. Es
fácilmente el momento más surreal de toda mi vida. Mis latidos resuenan entre
mis orejas, más alto que un tambor de batalla cuanto más tiempo estoy ahí de
pie, todos los ojos fijos en mí, tomándome la medida por turnos.

Su princesa.

Afortunadamente, la voz de Simms atrae sus atenciones antes de que la


presión rompa mi compostura, resonando para anunciar la entrada de Octavia.
Todo el mundo se gira en sus asientos para mirarla, la imagen de la elegancia
real mientras comienza su procesión bajando las escaleras. Ella absorbe cada
pizca de atención, sus pasos pequeños, su paso glacial. Creo que pierdo tres o
cuatro años de mi vida simplemente esperando a que ella ocupe su lugar junto
a mí en el escenario.

Realmente poniendo el “reina” en “reina del drama”, si me lo


preguntas.

La voz de Simms resuena una última vez.

―Su Alteza Real Linus Lancaster, Rey de Germania…

Cada miembro de la audiencia se pone en pie para recibirle, un signo de


respeto reservado solo para el más alto escalón de la monarquía. Linus parece
todo un rey mientras hace su digna procesión por el pasillo hacia nosotras. Sus
ojos encuentran los míos por el más breve momento mientras sube al pabellón
del trono. Veo un destello de calidez y orgullo antes de que aparte la mirada
para saludar al arzobispo. Haciendo una reverencia con la cabeza, toma un
aliento estremecedor mientras se arrodilla sobre el cojín de felpa en el centro
del escenario.

Y así comienza.

Los elementos esenciales de una coronación germánica se han


mantenido prácticamente sin cambios durante los últimos mil años: una
208
Página
ceremonia de una hora de aclamación, unción y juramentos de defender la
iglesia y, sobre todo, a los súbditos leales de la región. La voz de Linus es fuerte
y clara a medida que acepta su responsabilidad. Cuando se levanta, una
elaborada corona es puesta sobre su cabeza, el aplauso es tan fuerte que
escucho las arañas traqueteando peligrosamente en lo alto. Lady Morrell me
instruyó muy firmemente que no debía aplaudir: Una princesa no alienta a las
masas; haga el esfuerzo de mantener un semblante sombrío, pero no puedo
evitar sonreír.

En una especie de aturdimiento, observo cómo el arzobispo avanza para


investir a Octavia como Reina consorte, una versión más simple, más corta del
mismo proceso, les aseguro que mi rostro sombrío está firme en su lugar
cuando toda la sala la aplaude.

Entonces, aterradoramente... es mi turno.

Arrodillándome con las manos apretadas, me quedo mirando fijamente a


los ojos castaños apagados del obispo, mientras repito las palabras de fidelidad
que he pasado los últimos días practicando ante el espejo del baño.

Para mi gran sorpresa, mientras pronuncio mi juramento, la sensación


ciega de pánico se desvanece. Mi pulso disminuye a un ritmo constante. Mi voz
no tiembla, las palabras son tan claras en tanto resuenan en la silenciosa
habitación.

―Yo, Emilia Victoria Lancaster, prometo mi lealtad soberana a la gente de


Germania como heredera manifiesta al trono, en esta labor hago votos de
respetar la ley y la justicia con misericordia, para mantener la doctrina, la
adoración y la disciplina de ambos, iglesia y estado, para preservar todos los
derechos y privilegios de cada hombre, mujer y niño bajo mi dominio. ―Respiro
hondo y agacho la cabeza―. Todo lo que he prometido, lo cumpliré y lo
mantendré en la mayor medida posible de mi poder. Que Dios me ayude.

La habitación está tan silenciosa que se podría oír un botón caer.

El arzobispo unge mi frente con aceite bendito, deslizando el pulgar


sobre mi piel. Inhalo involuntariamente cuando levanta la brillante tiara de una
caja adornada a su izquierda. Es pesada, con oro y diamantes; más pesada aún
por la importancia cuando la coloca sobre mi cabeza. Se asienta contra mi
cabello, brillando a la luz, un complemento perfecto para mi traje.
209
Página
Cuando me levanto y me vuelvo para saludar a mis compatriotas, me
encuentro con una ola de aplausos. Vitorean y aplauden, con ojos febriles por
una emoción incondicional mientras me contemplan.

Su heredera manifiesta.

Su futura reina.

No he hecho nada para ganarme su amor. Sin embargo, aquí estoy, un


producto de derecho divino, aclamado y adorado sin ninguna razón. Un fraude,
cobrando crédito por absolutamente nada, excepto el apellido en mi certificado
de nacimiento.

La sonrisa vacila en mis labios. El pulso salta en mis venas. Y la hermosa


tiara sobre mi cabeza comienza a sentirse como algo completamente distinto.

Una mentira de oro.

Un halo sucio.
210
Página
Traducido por Walezuca & Yiany

―¡Maldita sea, E! ¡Te ves increíble! Ese vestido es un sueño húmedo.

―Um. ―Parpadeo hacia Chloe―. Gracias... ¿creo?

―Confía en mí, es un cumplido.

―Ella tiene razón ―interviene Alden con suavidad, acercándoseme con


una sonrisa. Sus ojos brillan―. Se ve absolutamente perfecta, Princesa.

Mi sonrisa vacila. ―Por favor, no me llames así.

Levanta las cejas confundido.

Miro a Chloe y la encuentro entrecerrando los ojos ante los diamantes de


mi tiara. Sus labios de color rojo cereza, del mismo tono que el vestido de sirena
que lleva puesto, están separados por la lujuria pura.

―Vas a dejar que más tarde me la pruebe, ¿verdad?

Resoplo. ―En realidad no creo que se me permita quedármela. Estoy


segura de que volverá a la bóveda real en cuanto acabe la fiesta.

―Entonces supongo que será mejor que aprovechemos el momento.


―La mano de Alden se extiende―. Si no es demasiado atrevido de mi parte...
¿me concedes el primer baile?

―Oh ―digo sin gracia, sonrojándome profundamente―. Por supuesto.


211
Página
Sonríe satisfecho mientras mete mi mano en la curva de su brazo y me
lleva a la pista de baile. Miro alrededor del Gran Salón, diciéndome que estoy
mirando el lugar, no escudriñando incansablemente en busca de una cabeza de
cabello oscuro, hombros anchos y esmoquin entre la muchedumbre de
invitados.

No hay señales de él por ninguna parte. Y no puedo evitar notar que Ava
también está sospechosamente ausente.

No tiene importancia.

No tiene importancia.

No tiene importancia.

Sacando los pensamientos de Carter Thorne de mi cabeza, me obligo a


apreciar la belleza del salón de baile. El espacio se ha transformado de forma
impresionante, repleto de arreglos florales frescos, manteles de lino blanco y
brillantes candelabros de plata. Los camareros uniformados distribuyen copas
de champán a todos los presentes. Una banda de cuerdas de ocho piezas ofrece
acompañamiento musical a las muchas parejas que ya están girando con
elegancia en el centro de la sala.

Alden y yo ocupamos nuestro lugar entre ellos. Apenas respiro mientras


me guía a través de mi primer vals… bueno, con cualquiera que no sea Lady
Morrell, el cual estoy relativamente segura que no cuenta. Es un compañero
mucho más emocionante, que dirige mis giros con facilidad, guiando cada uno
de mis movimientos como si tuviera cuerdas de marioneta en los dedos de los
pies. Después de un tiempo, me doy cuenta de que me estoy divirtiendo
mientras nos deslizamos con el tempo.

―No puedo creer que me hayas mentido ―me susurra al oído cuando el
vals llega a su fin.

―¿Qué?

Su sonrisa es ultra blanca. ―Eres una bailarina encantadora. No has


pisado mis pies ni una sola vez.

―Dame tiempo.

―¿Eso significa que puedo persuadirte para que vuelvas a bailar


conmigo?
212
Página
Abro la boca para acceder, pero las palabras son cortadas por una voz
ligeramente acentuada desde la izquierda.

―Desgraciadamente, la princesa no puede bailar contigo ―dice un joven


que no reconozco, inclinándose un poco al mirarme, sus ojos marrones
brillantes―. Ya que ella bailará conmigo.

―¿Oh? ―Arqueo la ceja―. ¿Y tú eres...?

―Westley Egerton, Barón de Frenberg. Es un honor conocerla, Su Alteza


Real.

―Solo Emilia, por favor.

Levanta las cejas asombrado ante tanta familiaridad. Lady Morrell se


escandalizaría positivamente por mi falta de decoro, pero no me importa. Estoy
tan cansada de que me llamen Su Alteza que podría escupir. Y la noche no ha
hecho más que empezar.

―Princesa Emilia, entonces ―dice Egerton con tacto, sonriendo mientras


extiende una mano―. ¿Vamos?

Con una mirada de disculpa a Alden, tomo su mano extendida y me


permito ser arrastrada a otro baile animado. Sintiendo el peso de muchas
miradas masculinas, tengo una sospecha sigilosa de que no será mi única oferta
esta noche...

Mi presentimiento resulta que es correcto.

Dos horas más tarde, me duelen los pies cuando otro pretendiente de
algún lugar que no recuerdo el nombre me guía por la pista de baile.
Desafortunadamente para mí, a diferencia de Alden, este Conde en particular no
posee ni una pizca de ligereza de pies, como lo demuestra el hecho de que ya
ha pisoteado el mío al menos tres veces.

―Mis disculpas de nuevo, Su Alteza.

Escondo mi mueca de dolor con una sonrisa falsa. ―No hay problema.

Chloe me hace una mueca por encima del hombro del apuesto señor con
el que está bailando. Trato de devolverle la sonrisa, pero se convierte en otro
ceño fruncido de dolor a medida que su considerable peso baja sobre mis pies.
213
Página
―Mis profundas disculpas, una vez más...

Hago una mueca y rezo para que casi haya terminado. Estoy cansada de
sonreír benignamente y de hablar con extraños; de ser atacada por señores de
mediana edad con barrigas caídas y aliento amargo; de defenderme de los
comentarios mordaces de sus esposas durante los breves interludios, he logrado
escapar de la pista de baile para tomar un fortificante sorbo de champán.

»Por favor, perdóneme, Princesa ―dice el conde, pero de repente mi


atención se encuentra en otra parte, atrapada por algo entre la multitud que
hace que mi corazón se acelere al doble de su ritmo normal. Algo que no he
visto en toda la noche, a pesar de mi búsqueda constante.

Hay un hombre de pie en el borde de la pista de baile. Tiene un vaso de


bourbon en la mano, pero me está mirando. Incluso desde esta distancia, sé que
puede ver la forma en la que me estremezco cuando el Conde de Toe-Cruzhing
hace honor a su apodo una vez más.

»Lo siento, lo siento mucho...

Abro la boca en piloto automático, dispuesta a aceptar su más reciente


disculpa, pero las palabras se evaporan de mi lengua. No puedo hablar, ni
siquiera puedo respirar. Cada fibra de mi ser está completamente ocupada,
observando cómo Carter se toma lentamente el bourbon de su vaso, lo desecha
en una mesa cercana y camina hacia la pista. Hay una mirada oscura y decidida
en su rostro mientras la cruza hacia nosotros, abriendo un camino a través del
mar de parejas que se arremolinan sin nunca apartar sus ojos de los míos.

Se mueve como un depredador, todo músculo liso y fuerza flexible en un


esmoquin inmaculadamente hecho a medida. Por una vez, su cabello se aleja de
su rostro, peinado, que luce como un negro brillante bajo la luz del candelabro.
El efecto me roba el aliento; siento que el aire sale físicamente de mis pulmones
al ver sus pómulos afilados a plena vista. Los ángulos de su rostro, como
cuchillas, me atraviesan con una nitidez que registro en cada centímetro
cuadrado de mi alma.

Santa.

Mierda.

Mis pies se quedan quietos, el conde tropieza y su mano se cae de mi


espalda baja. Ni siquiera me molesto en disculparme mientras intenta
enderezarse. Ni siquiera lo miro a los ojos. No puedo apartar la mirada de Carter
214
Página
cuando se detiene a nuestro lado. Levanta sus cejas oscuras. Fija sus ojos en los
míos.

―¿Puedo interrumpirlos?

No espera permiso. Simplemente entra en nuestro espacio, desliza sus


brazos alrededor de mi cuerpo y me saca de la torpeza del conde. Abro los
labios de par en par mientras mi cuerpo choca brevemente con los planos duros
de su pecho. Los cierro firmemente, mientras entrelazo mi mano derecha con la
suya, deslizo hacia arriba la izquierda para descansarla ligeramente sobre su
hombro.

―¿Qué crees que estás haciendo? ―siseo cuando comenzamos a


movernos.

―Solo estoy siendo un buen hermano. ―Se detiene de manera


significativa, con los ojos brillando con violencia, hacia mí, a nuestra situación, a
todo el maldito mundo―. Salvando a mi hermana de una lesión permanente en
los pies.

―Carter...

―¿Preferirías que te dejara con ese gran patán? ―Entrecierra los ojos―.
Bien. Estoy seguro de que puedo llamarlo de vuelta...

―No te atrevas ―digo.

Sonríe.

Exhalo un suspiro exasperado y me entrego al baile. Y es extraño,


estamos rodeados de cientos de personas, pero de alguna manera, en el círculo
de sus brazos, puedo convencerme de que somos solo nosotros dos. Un baile
propio, sin arrepentimientos ni repercusiones.

Nos movemos juntos impecablemente, kilómetros más en sincronía que


incluso mis pretendientes más expertos. Es como si mi cuerpo reconociera al
suyo, como él si supiera cada paso que voy a dar antes de que suceda. A medida
que el vals avanza, nuestros giros y piruetas acercan nuestros cuerpos, la brizna
de aire entre nuestros rostros comienza a hervir a fuego lento con tanta tensión
que es difícil respirar adecuadamente. Ajusta su mano a mi cintura,
flexionándola contra la tela dorada de mi vestido, y sé que también lo siente.
215
Página
Solo espero que nadie que mire desde la multitud pueda ver la forma en
la que mi pulso está latiendo fuerte, pueda sentir el ligero nudo en mi aliento
cada vez que introduzco un poco de aire en mis pulmones.

Solo dos hermanos, compartiendo un baile de celebración.

Totalmente inocente.

Su rostro lleva una máscara educada, pero sus ojos me queman como
una marca de fuego. No me ha mirado así desde la noche que cruzamos una
frontera indescriptible, en Lockwood Estate. Me preocupa que en cuanto acabe
este baile, no vuelva a mirarme así. Que, tan pronto como las notas se
desvanezcan en silencio, volverá a poner esa pared en su sitio, hecha de una
indiferencia cruel, que es tan terriblemente efectiva para dejarme afuera.

El tiempo se está acabando. Cada deslizamiento del arco del violín contra
sus cuerdas nos lleva una nota más cerca del final de este momento. Nuestro
final. Así que, antes de que pueda detenerme, antes de que pueda recordar la
razón por la que esos cuidadosos muros existen entre nosotros en primer
lugar... Hago una pregunta imprudente. Una pregunta que me ha estado
matando cada noche mientras estaba acostada en la cama, esperando un ruido
que nunca llega.

―La canción. ―Mi garganta se contrae―. ¿Por qué?

Las notas finales se reproducen, y nuestros pasos se aquietan. Todavía no


me ha dado una respuesta. En mi periferia, siento que las parejas que nos
rodean se separan, salen de la pista de baile en el breve interludio entre
canciones... pero no nos movemos. Ninguno de los dos está listo para soltarse.
Porque ambos sabemos que, en el momento en que lo hagamos...

Se acabó.

»¿Por qué? ―ruego, mi voz quebrándose.

Me mira con la mandíbula apretada durante tanto tiempo que no creo


que vaya a responder. Cuando finalmente habla, su tono es cuidadosamente
despojado de toda emoción.

―Porque lo único que odiaba más que verte con él era que lloraras por
mí.
216
Página
Sus palabras me golpean como un puñetazo físico. Alejo mis manos de él.
Mis ojos se llenan de lágrimas cuando meneo la cabeza y susurro
temblorosamente―: Entonces será mejor que mires para otro lado.

Lo último que veo antes de salir corriendo de la pista de baile es el rostro


de Carter, desmoronado por la derrota y la desesperación. Mis pies no se
ralentizan mientras paso al lado de varios pretendientes, ansiosos de reclamar
mi próximo baile. La fachada que he mantenido toda la noche se está
deshaciendo con una presteza que me asusta. Si voy a mantener la compostura,
necesito aire que no huela a bourbon, especias y a humo. Necesito un espacio
que no esté lleno de una angustia profunda. Necesito tiempo suficiente para
olvidar la sensación de sus manos prohibidas en mi piel.

Tan increíblemente equivocada.

Tan totalmente en lo cierto.

Dejando atrás el salón de baile con una serie de excusas murmuradas, no


me detengo hasta que encuentro el camino hacia los jardines del castillo. Está
oscuro y frío, a finales de la noche de octubre, demasiado frío para que
cualquier otro invitado a la fiesta se atreva a desafiar los elementos. Los tres
guardias que vigilan las puertas no intentan detenerme mientras corro por el
sinuoso sendero, mi largo velo ondea detrás de mí como una bandera. Me
deleito en la soledad taciturna mientras lleno mis pulmones con respiraciones
desiguales.

Ni siquiera estoy segura de hacia dónde me dirijo hasta que me


encuentro entrando en el invernadero de vidrio en el centro del patio. Hace más
calor en el interior. No hay más luz que la de la luna llena brillando en lo alto.
Me toma un momento para que mis ojos se acostumbren, entrecerrándolos
hasta que puedo distinguir la forma de varias plantas y flores. Hay algo casi de
embrujo en este lugar, iluminado solo por la luz de las estrellas. Aislado del
resto del mundo.

Limpiando lo peor de la suciedad de una mesa de pizarra, me apoyo en


ella y dejo caer mi cabeza entre mis manos. El estruendo de mi tiara cayendo a
las losas me hace sobresaltar, había olvidado por completo que estaba en mi
cabeza.

Abro los ojos, ya doblada para recuperarla... y me congelo al verme


mirando no al sucio suelo de un invernadero, sino a los turbulentos ojos azules
217
Página
del hombre que acaba de agacharse a mis pies. Ni siquiera lo oí seguirme, pero
ahí está, Lord Carter Thorne. De rodillas con mi tiara agarrada suavemente en
sus grandes manos, mirándome como si fuera la fuente de todo su dolor y toda
su pasión.

Las sombras se mueven sobre sus rasgos mientras estiro la mano,


temblando como una hoja, y envuelvo mis dedos alrededor de la tiara. No
renuncia a su poder, ni siquiera cuando tiro ligeramente. En vez de eso, se
levanta, poniéndose de pie con un movimiento suave, se adelanta a mi espacio...
Y entonces, la tiara vuelve a sonar en las piedras a nuestros pies, totalmente
olvidada, porque sin otro pensamiento, aliento o latido de vacilación, Carter
extiende la mano, me arrastra a su pecho y aplasta su boca contra la mía.

La pasión explota violentamente, un tsunami que nos arrastra sin previo


aviso y nos sumerge por completo. Nuestras manos agarran y desgarran,
desesperadas por acercarse después de tanto tiempo sufriendo en agonía por la
separación. Clavo mis dedos en su espalda, lo suficientemente fuerte como para
lastimarlo. Sus labios reclaman los míos, lo suficientemente salvajes como para
dejarlos hinchados.

No hay lugar para preguntas razonables o argumentos sólidos. Ya no


más. Hemos volado más allá del punto de no retorno, a un lugar donde lo único
que importa es esto.

Nosotros.

Ahora.

Su beso es una promesa rota de tiempo prestado. Su toque es fusible


defectuoso golpeado con el fusible más caliente. Poseemos todo el potencial
del mundo sin un ápice de realización. Somos una causa perdida, condenados
antes de nuestro inicio. Y aun así, no puedo evitar empujar la chaqueta de su
esmoquin de sus hombros, hasta el piso sucio. Así como él no puede evitar
levantarme sobre la mesa de pizarra.

Separo las piernas por debajo de las gruesas capas de tul mientras las
amontona en mi cintura, para que pueda acercarse más.

Más cerca.

Nunca lo suficientemente cerca.


218
Página
Mi necesidad de él es tan fuerte que apenas puedo ver bien mientras
deslizó mis manos temblorosas por su pecho para trazar el contorno palpitante
de su polla a través de la delgada tela. El dolor entre mis muslos se magnifica
cuando siento que su eje se hincha bajo mi tacto. Dios... es tan grande, tan duro,
que es difícil de creer que sea yo quien le está provocando esta reacción.

Gruñe mi nombre mientras me agarra con fuerza, dejando caer los labios
para chupar la piel sensible de mi cuello. El mordisco de los dientes contra mi
vena yugular, donde mi pulso corre a doble velocidad, me hace arquear la
espalda como la cuerda de un arco.

Con los dedos agarrándose a ciegas, me tropiezo con el botón de sus


pantalones, y luego lucho por bajar la cremallera. Necesito liberarlo, sentirlo
pesado entre mis manos, sin que queden barreras entre nosotros. Necesito ver
cómo se deshace bajo mi toque, justo como él me deshace a mí. Lo necesito
dentro de mí, bajo mi piel, tan profundo que nunca me abandonará.

Enreda sus manos en mi cabello mientras me besa de nuevo, arruinando


mi perfecto peinado en un instante. Me importa una mierda. Nunca separamos
nuestros labios, incluso cuando lo tiro en mi mano y empiezo a bombear con
largos y rítmicos golpes que sacan profundos gemidos de placer de la parte
posterior de su garganta.

Con un repentino gruñido, aparta sus labios de los míos y me empuja


hacia atrás, contra la mesa. Antes de que pueda parpadear, está fuera de mi
alcance, arrodillado en el suelo entre mis piernas. Su cabeza oscura desaparece
bajo mis voluminosas faldas, separa mis rodillas con las manos. Grito cuando
clava sus dedos en el frágil tejido de mi ropa interior y me la arranca de mi
cuerpo, el intrincado tejido no se encuentra a la altura de su impaciencia.

Ni siquiera tengo tiempo para que me sorprenda su acción salvaje. Mi


enfoque se reduce a los dedos anchos acariciando la cara interna de mis muslos
mientras engancha mis piernas sobre sus hombros. Cuando se inclina, su boca
chupando mi clítoris como si estuviera hambriento de mí, juro que todo mi
maldito mundo deja de existir. No queda nada más que esto, sus labios dándose
un festín conmigo, mi espalda arqueándose y apartándose de la mesa. El placer
picando en un vertiginoso rayo, apretándolo con mis muslos mientras me folla
lentamente con la lengua.

El orgasmo me golpea sin previo aviso, tan rápido que no estoy


preparada para él. Grito cuando me corro, lo suficientemente fuerte como para
219
Página
llamar una atención no deseada. Carter se levanta rápidamente para cubrir mi
boca con la suya, tragando mis gritos mientras sus manos terminan el trabajo
que comenzaron sus labios. Desliza sus dedos dentro de mi núcleo empapado,
primero un dedo, luego dos, trabajando con precisión experta mientras las olas
de placer me golpean, una y otra vez, una marea interminable. Estoy gimiendo,
aferrándome violentamente a él mientras me pruebo en su lengua, desesperada
por más, incluso cuando todo mi cuerpo tiembla con las réplicas.

Nuestros ojos se encuentran en la oscuridad y veo mi propia lujuria


reflejada, tan fuerte que es casi dolorosa. Agarro su camisa y lo empujo
completamente sobre mí, su peso acomodándose entre mis muslos. El tul se
arremolina alrededor de mi cintura en una capa gruesa, pero apenas noto que
rodeo su espalda con las piernas.

―Emilia ―gime, con una expresión torturada de repente―. ¿Estás


segura?

―Estoy tomando la píldora ―susurro, besándolo de nuevo. Deslizando


mis manos en su cabello. Deleitándome en el delicioso peso de su cuerpo duro
y caliente, presionándome contra la fría pizarra.

―Sabes que eso no es a lo que me refiero. Una vez que hagamos esto...

Su expresión es serena mientras vacila, pero el rápido ascenso y descenso


de su pecho lo delata, al igual que la tensión en sus hombros cuando coloca sus
manos a ambos lados de mi rostro. Siento la cabeza dura de su eje rozando
superficialmente mis muslos, y ese simple indicio de él es casi suficiente para
provocar otro orgasmo.

―Carter... ―Extiendo mi mano entre nosotros, agarro su pulsante


longitud, y lo manipulo hasta que está perfectamente preparado en mi
entrada―. Estoy segura.

Gimiendo de necesidad, me penetra sin otro instante de duda, entrando


en mí con un empuje brutal que sacude todo mi cuerpo a varios centímetros de
la mesa. Soy incapaz de controlar los gritos de placer que salen de mi garganta
mientras se mueve dentro de mí, llenándome tan plenamente, que creo que mi
cuerpo podría romperse en dos. Me folla como un hombre poseído, cada golpe
más profundo que el anterior.

―Emilia.

Gruñe mi nombre como una oración. Como una promesa. Como un voto.
220
Página
Introduce su lengua en mi boca, moviéndose al mismo ritmo que su
polla. Sus ojos son más salvajes de lo que los he visto nunca, manteniendo los
míos cautivos mientras nos movemos juntos, empuje tras empuje.

Estamos bailando en el borde de una cuchilla que puede cortarnos en


dos en cualquier momento, pero no me importa. En este momento, solo
estamos él, yo y esta mesa. Sin pasado, sin futuro. Sin nombres, sin etiquetas.
Solo lujuria y necesidad, y tal vez, si miro un poco más profundo, algo más.

Algo que me asusta un millón de veces más que cualquier otra cosa que
haya enfrentado esta noche.

Cuando vuelvo a tener un orgasmo, es incluso más poderoso que la


primera vez. Carter me sigue por el borde del placer apenas unos segundos
después, mi nombre es exultante en sus labios mientras se derrama dentro de
mí. Y mientras seguimos allí, respirando con dificultad con el vidrio del
invernadero empañado alrededor de nosotros y la luna con un foco pálido en lo
alto, nos abrazamos tan fuerte que es casi fácil olvidar que en unos pocos
minutos...

Vamos a tener que soltarnos.


221
Página
Traducido por Yiany

Nos vestimos en la oscuridad, sin hablar, mientras sacudimos la suciedad


de nuestra costosa ropa, alisamos nuestro cabello desordenado, volvemos a
abrochar nuestros botones. No puedo encontrarme con sus ojos cuando se
inclina para recuperar mi tiara del piso de piedra.

―Toma.

Miro el recordatorio literal de responsabilidad, una comprobación


tangible de realidad acunada en sus manos, y siento que mi corazón tartamudea
dentro de mi pecho.

―Gracias ―susurro, algo entrecortadamente, extendiendo la mano para


quitársela. Con la esperanza de que no esté torcida, la pongo de nuevo sobre mi
cabeza. Cierro con fuerza los ojos para mantener mis emociones bajo control
mientras me obligo a decir las siguientes palabras―: Probablemente
deberíamos regresar.

Juro que hace un sonido bajo de rabia, pero cuando abro mis ojos de
golpe, se ve completamente tranquilo. El cuadro de la indiferencia.

»Vendrán a buscarme si desaparezco por mucho tiempo.

Resopla, pero por lo demás no responde.

Entrecierro los ojos.


222
Página
»¿Tienes algo que decir?

―No. Si quieres volver allí, está bien. Pero si crees que tengo ganas de
seguirte, de quedarme al margen, viéndote coquetear con cada hombre en un
radio de novecientos kilómetros...

―¿Honestamente crees que me gusta esto? ―lo interrumpo


bruscamente, mi mal genio elevándose para igualar el suyo―. ¿Crees que
disfruto que me pasen de mano en mano como una preciada cría de yegua,
cuando la única persona con la que quiero estar...? ―Muerdo mi labio para
contener las palabras peligrosas, tan fuerte que me sorprende que no me parta
al medio.

―¿Qué sugieres, Emilia? ―Los ojos de Carter se han vuelto tan oscuros
que casi no lo reconozco―. Déjame adivinar, ¿olvidar que alguna vez pasó?
¿Volver a ser enemigos? ―Resopla―. Porque eso nos funcionó muy bien la
última vez que lo intentamos, ¿no es así? ¡Dos semanas de espacio, luego una
follada rápida en una mesa de trabajo durante tu maldita coronación!

Enderezo la columna. ―Una follada rápida. ¿Eso es lo que fue todo para
ti?

―Dime, Emilia. ―Se inclina, con la mirada atrapada en la mía―. ¿Que fue
esto? ¿Un comienzo o un final?

―No lo sé, ¿de acuerdo? Esto no se suponía que debía suceder. Dios...
―Meneo la cabeza, sintiendo que mis emociones se desenredan. La confusión,
la desesperación y el anhelo me desgarran con garras violentas. No quiero nada
más que dar esos tres pasos hacia adelante, lanzarme al círculo de sus brazos y
enterrar mi cabeza contra su pecho. Pero perderme en él no resolverá ni una
maldita cosa. De hecho…

Perderme en él es exactamente la razón por la que estamos en este lío.

»Carter ―digo con voz quebrada―. Por favor…

―¿Por favor qué, Princesa?

―Sabes que si las cosas fueran diferentes...

―Pero no lo son ―dice rotundamente, con la expresión convirtiéndose


en una máscara insensible que reconozco muy bien.

―No. No lo son. ―Hago eco de sus palabras, preguntándome cómo las


cosas cambiaron tan increíblemente rápido.
223
Página
Hace cinco minutos, estaba en sus brazos.

Ahora, apenas podemos mirarnos el uno al otro.

―Continúe entonces, Su Alteza. ―Mueve su barbilla hacia las puertas―.


De vuelta a su preciosa fiesta.

―Carter...

―Ve.

Me estremezco por la frialdad en su voz. Antes que las lágrimas


comiencen a fluir, cuadro los hombros, enderezo mi vestido de fiesta y salgo por
la puerta de regreso a la noche glacial.

La fiesta se siente estridente y ostentosa, demasiado fuerte y demasiado


brillante después de la conmovedora pasión del oscuro invernadero. Deambulo
a través de la multitud, con la expresión en una máscara helada, saludando a la
gente con la cabeza mientras paso. Chloe intenta saludarme desde una mesa en
la esquina, pero evito sus ojos. Sé que verá instantáneamente que algo está mal
y me presionará para obtener más detalles. Me siento tan aturdida que no noto
a Linus y a Octavia hasta que casi me he topado con ellos.

―Emilia ―dice mi padre, recorriendo con la mirada mi rostro enrojecido


y el cabello desordenado―. ¿Estás bien?

Asiento. ―Por supuesto. ¿Por qué no lo estaría?

―Te hemos estado buscando durante los últimos veinte minutos


―responde Octavia―. Te necesitamos en la plataforma para el brindis con
champán.

―Lo siento ―murmuro a medias. Parece que no puedo reunir la energía


para preocuparme por nada en este momento. Especialmente por los pequeños
problemas de Octavia.

Ella camina hacia la pequeña tarima. Linus y yo seguimos su rastro.

―Lamento lo de mi esposa ―murmura, demasiado bajo para que ella lo


escuche―. No siempre fue tan tensa sobre la puntualidad.
224
Página
―Creo que tiene menos que ver con que llegue tarde, más que conmigo,
en general. ―Suspiro―. Todo lo que hago parece disgustarla. Lo juro, ni siquiera
lo intento.

Caemos en un breve silencio. Justo antes de ascender al pequeño


escenario donde nos espera una bandeja con tres copas de champán de cristal,
se encuentra con mis ojos.

―Cuanto antes dejes ir la idea de que puedes complacer a todos, te


sentirás mejor, Emilia. Esta vida que vivimos... no se trata de satisfacción. El
progreso rara vez se produce con algún tipo de tranquilidad. Y, como pronto
aprenderás... la verdadera realeza no trata de lograr ese elogiado felices para
siempre. Se trata del deber y la obligación de algo más grande que tú. A la
corona y al país.

Trago saliva con dificultad, incapaz de replicar.

»Después de ti ―murmura, haciendo un gesto hacia las escaleras.

En silencio, tomo mi lugar junto a Octavia en la plataforma. Linus se


interpone entre nosotras para dirigirse a la multitud. Mis ojos exploran el mar de
caras, buscando a Carter, pero no lo veo por ninguna parte.

»Gracias a todos por venir aquí esta noche, para celebrar esta ocasión. Ha
sido un tiempo oscuro para Germania. Hemos sufrido pérdidas tremendas, de
las que tendremos que luchar durante años para recuperarnos. Pero no
podemos abandonar la fe. No podemos perdernos en la oscuridad. Ahora, más
que nunca, debemos unirnos. Un frente unido. Un reino unificado. ―Extiende la
mano y saca de la bandeja dos de las copas de champán. Pasándome una a mí y
la otra a Octavia, toma la última flauta para sí mismo y la levanta en el aire.

―Non sibi sed patriae ―dice, su voz sonando con esperanza y fuerza―.
No para uno mismo, sino para el país. Que todos podamos esforzarnos por
incorporar ese valor germánico fundamental cada día, a medida que avanzamos
hacia un futuro brillante.

Toma un buen trago de su champán. Como es costumbre, el resto de la


sala espera a que termine su sorbo antes de unírsele. ―Non sibi sed patriae.
―Todos hacemos eco, mientras baja su vaso―. ¡Viva el Rey Linus! ¡Viva el Rey
Linus! ¡Viva el Rey Linus!

El canto continúa durante bastante tiempo, hasta que agita su mano para
indicar silencio. Su copa sube de nuevo.
225
Página
―Gracias amigos. Ahora, unámonos en una bebida, no como rey y
súbditos, sino como amigos.

Se escuchan más gritos mientras la multitud bebe su champán. Levanto


mi propia copa a mis labios, pero me detengo cuando escucho un sonido
estrangulado de Linus. Con los ojos muy abiertos, miro y veo su cara cambiando
a un profundo color morado moteado. La espuma se está juntando en una
esquina de su boca.

»¿Linus? ¡Oh, Dios, Linus!

La copa cae de su mano, el cristal se rompe por el impacto. Se agarra la


garganta, repentinamente desesperado por oxígeno mientras su tráquea se
hincha. Es como si se estuviera asfixiando con el aire. Todo lo que puedo hacer
es mirar como su cuerpo cae en el estrado como una muñeca de trapo.

―¡AYUDA! ―grito, cayendo de rodillas junto a él, mi propia copa


abandonada. Miro con horror, deseando saber qué hacer―. ¡POR FAVOR,
AYÚDENNOS!

Octavia está gritando algo desde su otro lado, pero no le hago caso. Miro
el rostro de mi padre, agarrando su mano con fuerza dentro de la mía.

»Aguanta ―susurro―. Solo aguanta. ¿Me escuchas? La ayuda está


llegando.

Pero incluso cuando le digo que se mantenga fuerte, la luz comienza a


desvanecerse de sus ojos. La espuma blanca en su boca ahora es más densa,
teñida de rosa con manchas de sangre mientras gotea por su barbilla para
acumularse en la plataforma debajo de nosotros.

No.

No, no, no.

Una lágrima cae de mis ojos sobre su cara.

»No puedes morir ―se lo prohíbo, con la voz quebrada―. El reino te


necesita. ―Aspiro un suspiro―. Yo te necesito. No estoy lista para hacer esto
sin ti. ¿Me escuchas, Linus? ¿Me escuchas, papá?

Su pecho vibra.

Sus párpados se cierran.

Su mandíbula se afloja.
226
Página
Y en el espacio de una respiración...

En la longitud de un latido...

En el abrir y cerrar de un ojo verde profundo...

Una corona cambia de manos una vez más.


227
Página
El Diario de la Princesa se encuentra con Juego de Tronos en este épico y
apasionante romance de la realeza...

Hace dos meses, Emilia Lancaster era una chica normal con una vida normal.

Ahora, a través de un cruel giro del destino, se encuentra viviendo en un


castillo con una corona en la cabeza, la única heredera del trono germano.

Entre los bailes de caridad, los eventos de prensa y las obligaciones reales,
los días de Emilia se encuentran repentinamente repletos de
responsabilidades desconocidas. Y con una serie de nuevos pretendientes
compitiendo por su atención, sin mencionar a Carter Thorne, el único
hombre que nunca podrá tener, durmiendo a una suite de distancia, sus
noches no son mucho más fáciles de llevar.

Una cosa es segura: el corazón de Emilia se encuentra en un innegable


peligro. Pero como los enemigos del círculo de la corona están cada vez más
cerca... su vida también puede estar en riesgo...

THE FORBIDDEN ROYALS TRILOGY #2


228
Página
 Castle — Halsey
 Royals — Lorde
 Young and Beautiful — Lana Del Rey
 King and Lionheart — Of Monsters and Men
 Kingdom Fall — Claire Wyndham
 Light Me Up — Ingrid Michaelson
 Listen — Claire Guerreso
 Everybody Wants to Rule the World — Lorde
 Arsonist’s Lullaby — Hozier
 Leave the Door Wide Open — Black English
 Don’t You Cry For Me — Cobi
 Half Light — BANNERS
 Beggin For Thread — BANKS
 Halo — Ane Brun (feat. Linnea Olsson)
 Call It What You Want — Taylor Swift
229
Página
Julie Johnson es una veinteañera
nativa de Boston que sufre de un
caso extremo de síndrome de Peter
Pan. Cuando no está escribiendo, a
menudo se la puede encontrar
agregándoles sellos a su pasaporte,
bebiendo demasiado café,
esforzándose por mirar todo su
listado de Netflix y subiendo fotos de su perro en Instagram.

Publicó su novela debut Like Gravity en agosto de 2013, justo antes de su


último año de universidad, y nunca miró hacia atrás. Desde entonces, ha
publicado más de una docena de otras novelas, incluida la exitosa serie
Boston Love Story, The Girl Duet y The Faded Duet. Sus libros han
aparecido en las listas de bestsellers de Kindle e iTunes en todo el
mundo, así como en AdWeek, Publishers Weekly y USA Today.
Página 230

También podría gustarte