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Las Escuelas como reflejo de Nuestras Ciudades.

Cristian Torres

La reconstrucción del Estado Venezolano y la formación de mejores instituciones


democráticas que las que en el pasado se instauraron en el país, requieren la
formulación de propuestas y proyectos no solamente adecuados en un sentido
técnico sino también política y éticamente sostenibles y sustentables. Que traten
principalmente el problema de la pobreza y el rentismo, problemas no resueltos de
la Democracia.

Así pues, la necesidad, la virtud y la fortuna se combinan en una triada


maquiavélica que puede ser usada para interpretar la complejidad de la
problemática venezolana en 3 de sus dimensiones fundamentales, relacionados a
la posibilidad de una transición y a la estabilidad de la democracia. Los problemas
de agenda política, los problemas del tejido social y los problemas de recursos
materiales y humanos que deben afrontarse para dar una respuesta
medianamente aceptable a la pregunta por un Proyecto de País y de Democracia.

En este breve ensayo me tomaré la tarea de examinar desde mi perspectiva


académica y activista personal el problema de la ética en la educación ciudadana
y su influencia en la estabilidad democrática, que corresponde a la relación entre
instituciones políticas y tejido social, presentando el esbozo de una propuesta que
a mi parecer puede contribuir positivamente a su resolución.

Ciertamente me parece que la educación tiene mucho que ver con la formación de
condiciones que permitan frenar posibles regresiones autoritarias en un proceso
de redemocratización, al menos frente a la posibilidad de un quiebre democrático.
Parto de la idea de que en la educación cívica interviene un componente práctico
que resulta insalvable en cualquier programa formal, y que se corresponde con la
experiencia misma de la vida ciudadana.

Ser ciudadano no es otra cosa más que vivir en una ciudad, lo que lleva al
involucramiento con personas, problemas, organizaciones y situaciones de variada
naturaleza. Pero en este apartado el déficit que evidencia nuestro sistema
educativo y nuestra cultura ciudadana con respecto a la vida práctica en
comunidad es muy notable para la situación a la que aspiramos y las
circunstancias que sufrimos. La vida educativa del venezolano se desarrolla de
manera formal en una línea recta que va desde el prescolar hacia la universidad, y
que en escasos o inexistentes momentos se desvía hacia una pasantía o actividad
comunitaria, mayormente durante la adultez. A menos de que sea de un partido
político, poco o casi nada sabe el venezolano de a pie sobre la administración de
su municipio, las condiciones de una elección competitiva, el proceso de creación
de una empresa o simplemente si en su parroquia hay algún tribunal de la
república.

Ciertamente, el meollo del asunto se puede presentar de la siguiente manera:


¿cómo salvar la distancia que existe entre la instrucción formal, impartida por las
diversas instituciones educativas, y la formación de una ciudadanía acostumbrada
a no saber nada o saber muy poco sobre los asuntos de la ciudad, del municipio o
simplemente de su comunidad? Complementar esta instrucción con un
componente educativo que permita a los individuos obtener herramientas para ser
política y económicamente independientes del Estado es necesario para construir
una sociedad lo suficientemente autónoma con un tejido social sano que permita
la formación de un sistema político basado en la construcción de consensos, en la
descentralización y desconcentración del poder.

Así, orientar las respuestas hacia un camino que desestatice la sociedad en aras
de promover la reducción de espacios de control, censura y represión que
fomenten el empoderamiento de las localidades y las individualidades ayudará a
crear mecanismos mucho más sólidos de agregación de intereses, después de
todo la Democracia es un sistema de gestión de la conflictividad social. En este
sentido, al desestatizar la educación de la sociedad se abre un espacio mucho
más sano para organizaciones de la sociedad civil, empresas, embajadas,
alcaldías, gremios profesionales, medios de comunicación, etc., interactúen con
las próximas generaciones que asumirán un rol fundamental dentro del sistema
global de intereses que gestiona la gobernabilidad democrática a través del voto y
los controles al poder.

Puedo decir que estas razones y argumentos me han llevado a orientar mi


activismo y liderazgo hacia el desarrollo de redes democráticas comunitarias
haciendo uso de espacios legítimamente constituidos como las instituciones
educativas. Ciertamente en mi visión de país y de república democrática está
presente el desarrollo de programas y redes de servicios comunitarios que
involucren preescolares, colegios, liceos, institutos y universidades con empresas,
ONG, embajadas, medios de comunicación, alcaldías, etc., que conviertan a estas
organizaciones dirigidas a la enseñanza en un reflejo de las ciudades a las que
aspiramos vivir en algún momento. Que tengan sin ningún tipo de reparo la
disposición de fundar cátedras de derechos humanos, procesos electorales
competitivos, derechos civiles o emprendimiento, finanzas personales, gasto
público y derechos de propiedad, que lleven a los niños a involucrar a sus padres,
y ellos a sus vecinos, y ellos en sus trabajos, y ellos a más personas. Todo esto
para lograr contribuir a la formación de una democracia duradera.

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