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El foro correspondiente a esta lección tiene por título 

Propuestas para
atajar la economía sumergida. Está sacado de un artículo publicado en el
periódico español EL PAIS y el autor es un reputado catedrático de Economía
Aplicada llamado Santos Ruesga (en el texto que os adjunto tenéis un enlace a
su CV por si os interesa saber algo más de él).

El profesor Ruesga presenta el desolador panorama de la economía sumergida


en España, el desastroso efecto que tiene sobre el crecimiento y el desarrollo
y plantea una serie de propuestas para atajarla, entre ellas reducir el uso de
dinero en metálico como forma de pago.

Quiero que lo leáis y me deis vuestra opinión sobre el mismo, que analicéis si


el mismo fenómeno se produce en vuestros países y si son viables las
soluciones que el autor plantea.

Espero que sea de vuestro interés y que genere un interesante debate e


intercambio de opiniones.

P.D Tenéis el artículo disponible en el documento adjunto o bien el acceso


directo en este
enlace:http://elpais.com/elpais/2013/06/05/opinion/1370424614_954556.ht
ml

El autor expone que el crecimiento de las economías, entre ellas la española,


se ve impactado negativamente por el avance de la denominada economia
sumergida , lo cual implica, por ejemplo, omisión de transacciones financieras
del sector bancario, practica de actividades ilícitas (como la trata de blancas) y
el estímulo a la elusión y evasión fiscal trasnacional. Esto significa que un
importante flujo de actividades económicas formen parte del nivel de actividad
económica de un paìs, pues estas estadísticas terminan contabilizandose en el
Producto Interno Bruto (PIB), cuando realmente no forman parte de él.
Ahora bien, haciendo abstracción del problema que esta situación genera en el
diseño de las políticas públicas,
Propuestas para atajar la
economía sumergida

En tiempos de crisis emerge el debate sobre el tamaño y la dinámica de


la economía sumergida, con afirmaciones sobre su comportamiento
anticíclico, no exentas de un cierto carácter exculpatorio para los poderes
públicos, que eluden así parte de sus responsabilidades de gestión. La
Comisión Europea ha mostrado su preocupación por este fenómeno que
erosiona peligrosamente las arcas públicas. “El comisario de Fiscalidad,
Algirdas Sementa, celebró los progresos y la acción en la lucha contra la
evasión fiscal, que le cuesta en torno a un billón de euros al año a
Europa” (EL PAÍS, 14 de abril de 2013).

El incremento de la economía sumergida lleva a una erosión


considerable de la base fiscal con la consecuencia de una menor
provisión de infraestructuras y de bienes básicos públicos que derivan en
un menor crecimiento de la economía y, vuelta empezar, menor
recaudación fiscal. Este gap fiscal, se produce no solo como resultado de
lo que denominamos “economía sumergida”, sino que se alimenta
también de transacciones financieras no declaradas (muchas de ellas
con parada y fonda en los denominados paraísos fiscales), de
actividades ilegales y, en mayor medida si cabe, de prácticas de la
“elusión fiscal” muy usual en las transacciones internacionales que llevan
a cabo de forma cotidiana las empresas transnacionales.

Las estimaciones disponibles hablan, para el caso español, de cifras que


van desde el 19,2% del PIB, como volumen de la economía sumergida,
hasta un 24%. Ese PIB irregular merma la recaudación fiscal con
pérdidas impositivas que se sitúan entre 31.000 y 80.000 millones de
euros al año, cifra esta próxima a todo el presupuesto de la sanidad
española.
Las soluciones frente a ellos no son fáciles y resultan complejas, pero las
hay, necesitando tan solo de una decidida voluntad política para
diseñarlas y ejecutarlas. Se necesitan soluciones imaginativas, más allá
de las centradas tan solo en la sanción y la represión, que no parecen
influir demasiado en la reducción de los comportamientos “sumergidos”,
ni minorar el empleo irregular a ellos asociado.

Las pérdidas impositivas se sitúan entre 31.000 y 80.000


millones de euros al año, cifra esta próxima a todo el
presupuesto de la sanidad española

En el caso español, además, las modificaciones normativas han sido


tantas, tan sucesivas y contradictorias entre sí que, aun afectando a
muchos de los frentes posibles del fenómeno (productivos, fiscales,
laborales y monetarios), no se han obtenido resultados contundentes.

Atajar tal sangría fiscal pasa por el diseño de una función de coste /
beneficio de la ocultación o de la evasión / elusión fiscal, en torno a la
cual se elaboren medidas que traten de elevar los costes de tales
prácticas y de reducir los beneficios obtenidos con ellas. Ello requiere un
plan integral, donde se atienda a muchos frentes con medidas en ambas
direcciones (el palo y la zanahoria) que se complementen e interactúen,
potenciando su eficacia.

Un aspecto interesante para frenar la dinámica de esta lacra social e


incluso lograr contraerla, surge al considerar el uso de medios de pago
en efectivo como uno de los pilares que sustentan su desarrollo; si se
reduce su utilización, secaríamos la fuente de financiación de la
economía oculta. Así llegaríamos también a la necesidad de intervenir /
controlar la actividad financiera de los paraísos fiscales, veredero
lubricante del lado oscuro del capitalismo.

En esta perspectiva, medidas como el tope al pago en efectivo (en


España, 2.500 euros), deberían complementarse con otras que hicieran
su aplicación más eficaz en la lucha contra el fraude, como impedir la
deducibilidad fiscal de los pagos que contravengan el citado límite, la
reducción del circulante en billetes grandes (de 500 euros) o promover el
uso alternativo de los medios electrónicos de pagos.

Hay muchas evidencias de que estos y en especial las tarjetas, resultan


ser instrumentos eficientes para fiscalizar de modo más preciso, pues
permiten transparentar mejor la trazabilidad de las transacciones, por el
control y el fácil tracking financiero que conllevan. Una combinación de
reducción del efectivo y de expansión del uso del dinero electrónico,
problemas de implantación aparte, significaría menor espacio para el
desarrollo de la economía sumergida. El coste de sumergirse se vería
incrementado, al facilitarse la detección de las irregularidades.

En Europa las tarjetas de crédito/débito se usan menos que el efectivo:


una media del 22% de las transacciones se pagan con las mismas frente
al 78% en EE UU, donde las estimaciones disponibles concluyen que hay
un menor desarrollo de la economía irregular. En España, asimismo, la
presencia del efectivo es mucho mayor (83%) incluso que en Europa.

En todo caso, gran parte de las soluciones al grave problema de la


economía oculta han de proceder de la Unión Europea (UE), donde, por
el momento, poco se hace a este respecto. El espacio de la añorada
unión bancaria, añadiría mucho a la extensión del comercio electrónico y,
al tiempo, a la transparencia bancaria, aspectos clave para reducir la
economía sumergida y las prácticas de evasión y elusión fiscales.

No se trata de llenar el BOE de normas y más normas, de contenido


exclusivamente represor, sino de potenciar las propias fuerzas del
dinamismo económico y eliminar, como está sucediendo en Suecia (una
de las economías más avanzadas del mundo), el dinero metálico o
fiduciario como medio de pago.

Santos Ruesga Benito es catedrático de Economía Aplicada (UAM).

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