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Sócrates y François: el encuentro con quien está fuera de lugar

Más que saberes en pugna, son preguntas las que invaden las horas de clases. Preguntas que el
docente intenta responder, aunque a veces insatisfactoriamente; preguntas que los alumnos
instalan desde sus singularidades. Preguntas que se enuncian, desde ambas partes, dirigidas a
interpelar las vidas de quienes habitan las aulas. Para nuestro propósito, deseamos llamar la
atención sobre una clave intertextual que se nos presenta en las últimas escenas del film, por la
cual el único aprendizaje de una alumna durante esos meses en la escuela habría sido el
conocimiento del inquietante proceder socrático. Ante la pregunta de síntesis por parte del
docente “¿Qué has aprendido este año?”, una alumna responde “Nada”, refiriéndose al contenido
escolar. Sin embargo, manifiesta que por fuera de la escuela ha leído la   República  de Platón

“Hay un tipo que se llama Sócrates… y va por la calle preguntando a la gente: ‘¿Está seguro de
pensar lo que piensa?’, ‘¿Está seguro de hacer lo que hace?’, y esa clase de preguntas… Después la
gente se empieza a confundir. Ese tipo es demasiado. Sí que lo es”. Siguiendo esta clave , Sócrates
como figura enigmática y paradójica en el terreno educativo (Kohan, 2009) parecería estar
encarnado en el personaje de François. ¿Hasta qué punto las vicisitudes del docente protagonista
en cuestión pueden ser caracterizadas como socráticas? Lo curioso, de todos modos, será que el
film nos propone contemplar un Sócrates no sólo con rasgos actuales, sino también inmerso en un
sistema educativo formal; un Sócrates, a fin de cuentas, entre los muros.

En palabras de Oscar Nudler (2012), haciendo referencia al comportamiento del personaje al inicio
de   Banquete  y Fedro , observamos aquí el carácter a-tópico  socrático. Su comportamiento es
“extraño” (átopos) para los demás, e incluso a veces se encuentra “fuera del lugar” (átopos)
esperado. A su vez, según Nudler (1995), Sócrates podría ser caracterizado no sólo como alguien
“fuera del lugar” esperado, sino en la tensión propia del límite, de no estar ni afuera ni adentro del
lugar asignado. En palabras de la adolescente del film, Sócrates es demasiado. Y el mismo François
es demasiado y está por sobre el límite de lo esperable. No solo se esfuerza en su cometido por
lograr un cambio en las vidas de sus alumnos mediante su insistencia en sus preguntas y
repreguntas, sino también mediante su ironía y su sarcasmo. Y aún más, François como docente se
desborda: François es y hace demasiado. Lo vemos provocar los silencios e inseguridades de sus
alumnos hasta hacerlos enojar, indagar sobre sus curiosidades hasta que lindan la erótica
curiosidad por la intimidad del docente, acusar a sus alumnos como delatores y como falseantes
de la verdad

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