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UNIVERSIDAD CATÓLICA

SANTIAGO DE GUAYAQUIL
POSGRADO DE PEDIATRÍA

CÁTEDRA:

DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL

CATEDRÁTICA: GASTROENTERITIS AGUDA EN PACIENTES


PEDIÁTRICOS
DRA. MERCEDES CHIMBO

DE PROBIÓTICOS EN GASROENTERITIS

USO DE PROBIÓTICOS
––––– EN
GASTROENETERITIS AGUDA

MD. MARCELA CEVALLOS

MD. MAYRA GUAILLA

MD. PEDRO CHONG


Los probióticos funcionan estimulando el sistema inmunitario, compitiendo con los
microorganismos patógenos por los nutrientes y los sitios de adherencia en las células
intestinales, acidificando el contenido intestinal y elaborando sustancias neutralizantes de los
patógenos intestinales.

Una revisión Cochrane analizo 63 estudios, (56 de ellos pediátricos) incluyendo un total de
8014 pacientes. Casi todos los estudios demostraron una reducción en la duración de la
diarrea y en la frecuencia de las deposiciones en los pacientes que recibieron probióticos
comparados con los controles. Globalmente, el uso de probióticos redujo la duración de la
diarrea en 25 horas; el riesgo de prolongarse mas de 4 días en un 59% y aproximadamente en
uno el número de deposiciones al 2do día post intervención.

Sin embargo, existieron grandes diferencias en el tamaño del efecto entre los distintos
estudios, no explicables por la calidad de los estudios, la cepa de probiótico utilizada, dosis, la
viabilidad de los organismos, la causa de la diarrea o el entorno en el que se realizó el estudio.
El efecto de los probióticos depende de la especie y de la cepa utilizada y los efectos de un
microorganismo no pueden ser extrapolados a especies o cepas distintas.

Los probióticos que han demostrado claramente su eficacia son fundamentalmente


Lactobacillus rhamnosis GG (LGG) y S. boulardii. Este efecto parece ser dosis dependiente,
siendo más eficaces las dosis más elevadas. También son más útiles cuando se emplean
precozmente en el curso de la diarrea. Su eficacia también parece ser mayor en las
gastroenteritis por virus que en las diarreas bacterianas y en las que afectan a niños en países
desarrollados comparados con los países en vías de desarrollo, probablemente en relación con
la diferente etiología y el estado nutricional en uno y otro caso.

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En 2014, la Asociación Internacional Científica para Probióticos y Prebióticos (ISAPP) ratificó y
estableció la definición previamente propuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
de los probióticos como “microorganismos vivos que, cuando son administrados en cantidades
adecuadas, confieren un beneficio en la salud en el hospedero”.

Los probióticos tienen múltiples acciones fisiológicas en el cuerpo humano como son el
restablecimiento de la microbiota del intestino mediante la ocupación de nichos fisiológicos
para prevenir la colonización de patógenos oportunistas; mejoramiento de la biodisponibilidad
de vitaminas, como la vitamina K, B12 y piridoxina, y la síntesis de otros micronutrientes como
el ácido linoleico; favorecimiento del tránsito intestinal para facilitar la absorción y reducir la
producción de gases; y un efecto inmunomodulador mediante la acción sobre el tejido linfoide
asociado con mucosas, la producción de inmunoglobulina A (IgA) y la activación local de
macrófagos; entre otros.

ESPGHAN en 2014 estableció que debería considerarse el uso de probióticos en el manejo de


la enfermedad diarreica infecciosa debido a los hallazgos en múltiples metaanálisis. De esa
manera, estableció una recomendación fuerte para el uso de L. rhamnosus GG y S. boulardii;
sin embargo, la evaluación de nivel de calidad de la evidencia (GRADE) fue bajo, por
limitaciones en la consistencia de la evidencia y alta heterogeneidad de los metaanálisis. El
Lactobacillus reuteri tiene una recomendación de uso débil por un nivel muy bajo de evidencia.

En una revisión de guías de práctica clínica para el manejo de gastroenteritis aguda en niños a
nivel mundial, se reportó que 9 de 15 guías apoyan el uso de probióticos con respecto a 10 de
15 guías que apoyan el uso de sulfato de zinc.

El término fue introducido por Wener Kollath en 1953, como “sustancias activas, esenciales
para el saludable desarrollo de la vida”. En 1992, Fuller los definió como “suplemento
alimenticio de microorganismos vivos que afecta de manera beneficiosa al huésped, al
mejorar su balance microbiano intestinal”. En 2001, la Food and Agriculture Organization de
la Organización Mundial de la Salud (FAO-OMS) definió los probióticos como
“microorganismos vivos que, cuando son administrados en cantidades adecuadas, confieren
beneficios a la salud”. Esta ha sido la definición más adoptada y aceptada mundialmente.

En 2011, la Organización Mundial de Gastroenterología publicó sus Guías mundiales para el


uso de probióticos y prebióticos, revisada en 2017. En este documento se define probióticos
como “microbios vivos que pue- den agregarse a muchos productos, incluyendo alimen tos,
medicamentos y suplementos dietéticos”.
Un consenso internacional, en 2014, recomendó que se utilice el término probiótico
solamente en referencia a productos que contengan microorganismos vivos, en recuento
adecuado, de cepas definidas, que puedan otorgar algún beneficio para la salud.
Según este consenso se pueden definir tres categorías de probióticos de acuerdo con los
microorganismos involucrados, el beneficio buscado y la evidencia científica disponible:
aquellos utilizados en alimentos o suplementos, sin indicaciones médicas específicas; los
que se utilizan en alimentos o suplementos, con indicaciones médicas específicas, y los que
se emplean como fármacos.

Beneficios de los probióticos


Se les han atribuido muchos beneficios y han sido utilizados en el tratamiento de muchas
patologías. Se realizaron numerosos estudios para evaluar estas acciones, su seguridad y
eficacia, aunque han surgido dificultades al extrapolar efectos identificados en el laboratorio
a la clínica. El empleo de metaanálisis con cepas específicas sobre efectos particulares
puede contribuir a definir mejor su rol.
Algunos beneficios de los probióticos son específicos para determinada cepa, y no
extrapolables a otros integrantes de la misma especie. Otros efectos pueden ser comunes a
la mayoría de las cepas de un gran grupo taxonómico. Un tercer grupo de beneficios son
compartidos por la mayoría de las especies descritas.

CONCLUSIONES:

El uso de probióticos en pacientes con cuadros diarreicos ha mostrados beneficios en cuanto a


reducción en el número de días de la enfermedad y frecuencia de las deposiciones.

La Academia Americana de Pediatría apoya el uso de probióticos, específicamente LGG, en el


tratamiento de la diarrea aguda con el objetivo de disminuir los síntomas en un día.

También la guía de práctica clínica elaborada conjuntamente por la Sociedad Española de


Gastroenterología, Nutrición y Hepatología y por la Sociedad Española de Infectología
Pediátrica considera el uso de LGG y S. boulardii en el tratamiento de la gastroenteritis aguda
en los niños.

BIBLIOGRAFÍA:

1. Pérez Carlos. Probióticos en la diarrea aguda y asociada al uso de antibióticos en


pediatría Servicio de Pediatría Hospital de Cabueñes. Gijón. España. (Nutr Hosp
2015;31(Supl.1):64-67) Disponible en:
http://www.aulamedica.es/nh/pdf/8709.pdf.
2. Posada Sebastian. Probióticos en diarrea aguda, asociada a antibióticos y nosocomial:
evidencia en pediatría Probiotics in Acute, Antibiotic-associated and Nosocomial
Diarrhea: Evidence in Pediatrics. Rev Colomb Gastroenterol / 33 (1) 2018. Disponible
en:
http://dx.doi.org/10.22516/25007440.230
3. Machado Karina. Uso de Probioticos en el tratamiento y la prevención de la diarrea
aguda en niños. Archivos de Pediatria. Uruguay. 2020. Disponible en:
http://www.scielo.edu.uy/scielo.php?pid=S1688-
12492020000100035&script=sci_arttext

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