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UNIDAD 2

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UNIDAD 2

UNIDAD 2:
Estimado cursante:
El segundo módulo de esta cátedra tiene como objetivo revisar los hechos históricos en
este proceso de formación del Estado Argentino Proponemos además el estudio que
realizan diferentes autores que profundizan conceptos claves como Nación ,orden
Estatalidad en esta segunda mitad del siglo XIX . Abordaje que busca rescatar por un lado
los hechos históricos y por el otro el surgimiento de conceptos como Nación–Estado durante
la segunda mitad del siglo XIX.

Antecedentes históricos Antecedentes históricos


1810 -1853 1853-1890

Proceso de formación del Estado ARGENTINO en la segunda mitad del siglo XIX
SURGIMIENTO DEL ESTADO COMO NACION

Unidad 2
Presentación

1- Argentina y los antecedentes de la conformación del estado nacional


.I PARTE
Lectura requerida.

TERNAVASIO, Marcela.(2009) “Historia de la Argentina” 1806-1852 Biblioteca Básica


de Historia. Edit. Siglo XXI
SÁBATO, Hilda. (2012) “Historia de la Argentina” 1852-1890 Biblioteca Básica de
Historia. Edit. Siglo XXI Argentina

2- Argentina y los antecedentes de la conformación del estado nacional


.II PARTE
Lectura requerida.

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OSZLAK, O. (2012) “La formación del estado argentino” orden, progreso y organización
nacional. Edit. Ariel. Argentina

3- . El proceso de formación del Estado Nacional:


4- Federalismo, Centralismo y Autonomia
Lectura requerida

LÓPEZ ROSAS José Rafael, “Historia Constitucional Argentina”, Editorial Astrea ,


Añ0 1996.

Espacio de intercambio y comunicación


• foro de la Unidad 2

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Argentina y los antecedentes de la conformación del estado nacional.

Argentina 1806-1852
Entre 1810 y 1820 se vive un clima de gran inestabilidad política. Se suceden los
gobiernos (Primera Junta (1810), Junta Grande (1811), Triunviratos (1811-1814) y el
Directorio (1814-1820) que no pueden consolidar su poder y deben hacer frente a la guerra
contra España. En esta lucha se destacaron Manuel Belgrano, José de San Martín, llegado
al país en 1812, y Martín Miguel de Güemes. Las campañas sanmartinianas terminaron, tras
liberar a Chile, con el centro del poder español de Lima. El 9 de julio de 1816 un congreso
de diputados de las Provincias Unidas proclamó la independencia y en 1819 dictó una
constitución centralista que despertó el enojo de las provincias, celosas de su autonomía

La unidad imposible

En 1824 se reunió un nuevo Congreso Constituyente con el objeto de procurar una


organización nacional. Allí, se dividieron las posiciones entre los unitarios, defensores de un
régimen centralizado, y los federales, propulsores de un régimen que pretendía dotar de
mayor autonomía a las provincias.

Reunión del Congreso General Constituyente de 1824

La Ley Fundamental y la actitud asumida por Las Heras exhiben la aún prudente y cautelosa
posición del gobierno de Buenos Aires y de los diputados bonaerenses, que predominó en
el Congreso durante la primera etapa de su desarrollo.
Sin embargo, la inicial concordia se fue erosionando por diversas razones. Por un lado, la
creciente independencia de criterio del gobernador Las Heras irritaba al séquito más cercano
a Rivadavia, en particular a los diputados bonaerenses del Congreso Constituyente, que
esperaban proponer al ex ministro de gobierno de Buenos Aires como futuro presidente del
país constituido. Por otro lado, crecía en Buenos Aires el ambiente belicista frente a la
situación de la Banda Oriental, lo cual volvía urgente la creación de un poder ejecutivo
nacional permanente.

A fines de 1825, el Congreso dispuso doblar el número de sus miembros. Con este gesto
los diputados por Buenos Aires buscaron reforzar su control y reemplazar así la moderación

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por actitudes más radicales. La nueva elección favoreció al grupo porteño liderado por
Rivadavia, aunque permitió también el ingreso de algunos líderes de la oposición porteña,
como Dorrego y Moreno, en representación de otras provincias.

Luego de la renuncia de Rivadavia, Dorrego asume la gobernación de Buenos Aires y gracias


a su política conciliatoria con las provincias (anula constitución, acepta autonomía), estas le
delegan el mando de las relaciones exteriores. Dorrego es asesinado por Lavalle, quien es
vencido luego por Rosas y López.

Rosas es designado gobernador de Buenos Aires y recibe, de parte de la


legislatura, "Facultades Extraordinarias".

Entre la unidad del régimen y la descentralización. Impacto en el ámbito político y


social del modelo económico.

Desde antes de la revolución de Mayo se vislumbraba una idea que Rivadavia le dió
profundidad. Este imaginó, diagramó, y empezó a sentar las bases de un país, en el cual su
principal baluarte, su principal sostén se encontrará en el desarrollo agrícola- ganadero (la
cual ya se practicaba en estas tierras en épocas coloniales), camino por el cual el país
alcanzaría la cima del mundo. Y un recurso indispensable para desarrollar y mejorar esta
actividad era la mano de obra especializada, que se obtendría mediante la inmigración.

La intención de Rivadavia (aun entre sus opositores) se fue expandiendo, más bien
afianzando a lo largo y ancho del país, y fue generando que los sectores más altos de la
sociedad se vincularán aún más con dicha actividad económica; hasta tratar por todos los
medios de conseguir poder político para asegurar el cumplimiento de sus intereses, tanto
particulares como regionales.

Esto generó la aparición en cada región de personas, conocidos como caudillos, que
sobresalían por su carisma y por su capacidad de establecer y concordar los intereses de
todas las clases sociales.

De esta manera, los estancieros de Buenos Aires se convirtieron en un importante


factor de poder y decisión, pudiendo así ejercer influencia sobre el gobierno hasta el punto
lograr imponer a la persona que ellos crean convenientes en distintos puestos de gobiernos.

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Es así, que uno de los principales estancieros, quizás su mayor exponente Rosas, que ya
había participado en la vida política nacional, (de orientación política federal) realiza una
alianza con caudillos del interior) para derrotar a Lavalle (unitario)

Una vez en el poder, fue muy difícil sacarlo a Rosas, quien gobernó la provincia con notable
influencia sobre el resto de del país desde 1829 a 1852 (salvo un breve y voluntario retiro en
el cual se dedicó a realizar la campaña del desierto).

Los opositores a Rosas, lo consideraron un sangriento tirano y símbolo de la barbarie,


mientras que una generación posterior lo canonizó como un héroe nacional, pero más exacto
es describirlo como la encarnación del caudillo federal, un autócrata conservador dedicado
al engrandecimiento de su provincia y de sus ganaderos y saladeristas. Para Rosas toda
otra preocupación era secundaria y debía ser ignorada, evitada o borrada.

Al asumir el poder, Rosas se encontró con una profunda crisis económica porque:

• el papel moneda no tenía valor


• todavía subsistían los efectos del bloqueo brasileño, por la guerra con Brasil
• por la sequía que afectaba al rendimiento de las cosechas.

Durante su primer gobierno armó el ejército y silenció a sus opositores, con el bien de lograr
el orden. Hizo una reducción en los gastos del Estado.

Firma el pacto Federal. Pero no lo cumple al pie de la letra, ya que tiende a aislar a Buenos
Aires de las demás provincias tanto política como económicamente. Esgrime hábilmente, la
organización formal de la Nación.

Termina su mandato en 1832, dejando el país en paz, para regresar tres años después con
una situación totalmente opuesta. Se aprovecha de la situación y para poder gobernar
pide "la suma del poder público".(policía, ejército e Iglesia). Es en esta época que se ven
los rasgos del régimen rosista en su esplendor.

Este se caracterizó por lograr una gran alianza, en la cual el mismo régimen asentó su
funcionamiento, entre los propietarios y populares. En la conformación de esta alianza y en
la relación con cada uno de los sectores sociales entró en juego una de las virtudes de
Rosas: su carisma

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El silenciamiento de sus opositores fue mucho más trágico, sangriento. En dicho


silenciamiento la policía Rosista, la mazorca, jugó un papel importante.

El gobierno de Rosas, fue quizás el régimen autoritario que más apoyo social tuvo durante
toda la historia argentina.

La influencia del gobierno de Rosas sobre las provincias, estaba respaldada por el poder
económico de su provincia. Poder que Rosas compartía muy poco con las provincias, sólo
a través de esporádicas subvenciones a cambio de ciertos favores, apoyos, etc.

A pesar de que sus relaciones con Inglaterra eran tensas, logró realizar muy buenos
negocios con este país.

Promulgó una ley arancelaria, y leyes de tierras. (anulación de Enfiteusis)

Caída de Rosas

En 1839 Lavalle vuelve a surgir y es vencido por Urquiza, un hacendado entrerriano.


Luego de este acontecimiento, Rosas nombra a Urquiza como su principal jefe militar. Este
se convierte en gobernador de su provincia en 1841 y adquiere junto con Entre Ríos

Rosas, agobiado por una grave crisis económica, intentó construir un monopolio y eliminar
la competencia del Litoral. Por eso estableció controles sobre el comercio fluvial a lo largo
del Paraná, que lo embrolló en conflictos con Francia y Gran Bretaña. Luego en un segundo
cierre, cosechó la enemistad de Urquiza. Esto sumado a la negativa rosista de formalizar
una constitución, constituyeron motivos necesarios para su posterior caída.

En 1851, Urquiza rechazó a Rosas su reelección con el poder de las relaciones exteriores
de la Confederación. Luego marchó sobre Montevideo, derrotando a Oribe y luego sobre
Buenos Aires para vencer a Rosas en Caseros en 1852

Período 1853 - 1880:

Las provincias confirieron a Urquiza, el triunfador de Caseros, el título de "Director


Provisional de la Confederación Argentina". Se decretó la nacionalización de las aduanas y
la libre navegación del Paraná y el Uruguay.

Urquiza convocó al Congreso Constituyente en la ciudad de Santa Fe. La Constitución fue


aprobada el 1ero de mayo de 1853 (Pacto de San Nicolás).

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Los temas económicos de la constitución también se dirigieron hacia los problemas


federales. Se suprimieron los aranceles interprovinciales. Los ingresos aduaneros de
Buenos Aires se tenían que nacionalizar y no continuar siendo de propiedad exclusiva de la
provincia de Buenos Aires, lo cual fue uno de los motivos de la resistencia porteña.

Si bien las provincias aceptaron la Constitución de 1853, continuaron siendo gobernadas por
caudillos.

Argentina estaba ahora dividida en dos Estados:

Uno en manos de la ciudad y la provincia de Buenos Aires, dirigido por su gobernador (desde
1860, Bartolomé Mitre) y el partido liberal.

Otro, el de la Confederación Argentina, formada por 13 provincias, gobernada por Urquiza.

Los dos estados vivían situaciones completamente distintas.

El estado de Buenos Aires apoyaba su estructura económica en la aduana, el puerto, y el


campo. Con semejante respaldo económico el gobierno porteño no tenía apuros en lograr a
la unidad nacional. Por momentos se mostraban pocos interesados, ya que la organización
nacional significaba para los terratenientes perder el control local de las rentas aduaneras y
destinar recursos e instituciones provinciales a la unificación política, económica de un vasto
territorio.

Totalmente diferente era la situación que vivía la Confederación, la cual estaba sumergida
en una profunda crisis económica y social, al no contar con grandes ingresos económicos
fijos y tener que solventar provincias en muy precario estado de desarrollo. Es por eso que
trató de lograr por todos los medios la unificación de Buenos Aires. Es durante donde esta
época donde comienza la primera corriente de inmigración, otorgando pequeñas y medianas
parcelas en carácter de préstamo a los foráneos para que estos las cultiven. Se fundan
colonias agrícolas. El gobierno de la Confederación nunca alcanzó una situación económica
mínimamente estable, y permanentemente se vio acosado por los gastos de la guerra y no
pudo obtener empréstitos externos significativos.

Durante el lapso que duró la secesión de Buenos Aires se produjeron avances decisivos en
la consolidación de vínculos nacionales entre las provincias. Buenos Aires no dejó de ser
reconocida como integrante de la nación a pesar de estar separada por 10 años. El resto del
territorio dio los primeros pasos hacia la consolidación de un Estado único. El gobierno llegó

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a gozar de un cierto grado de estabilidad y de reconocimiento de su soberanía. La capacidad


de tomar decisiones fue escasa o nula.

A partir del Congreso Constituyente de 1853, los datos del problema cambiaron
significativamente: emergió un Estado federal dispuesto a instalar la soberanía del gobierno
nacional y subordinar a ese imperio constitucional a todas las provincias. En medio de una
guerra civil que duro 8 años, esa intención fue compartida por el gobierno instalado en
Paraná, entre 1854 y 1860 (presidencia de Urquiza), y por la política que Mitre desplegó
desde Buenos Aires, luego de la batalla de Pavón.

A partir de ese momento se aceleró el proceso de unificación política, basado en la


hegemonía bonaerense., pues las bases materiales para llevarla a cabo se hallaban
realmente en la provincia de Buenos Aires. Este proceso se consolidará casi 20 años
después.

La derrota de la Confederación Argentina fue el preámbulo de la primera fase de control


nacional sobre las provincias, represento un hito crucial en el proceso de construcción de la
sociedad argentina. La historia del país quedaría marcada por un episodio militar que
permitió a los sectores dominantes porteños "nacionalizar" la llamada revolución liberal y
organizar el Estado.

La labor de Mitre dio como resultado un compromiso entre el unitarismo y el federalismo,


dice Lynch. Mitre acepto la Constitución de 1853, con su tendencia al centralismo y el poder
presidencial, y fue proclamado líder tanto nacional como provincial. Así, pues, en 1861 se
aceptó el concepto de una "federación", que si bien representaba el interior, en Buenos Aires
estaba su Centro.

En la década del 80, el estado nacional se había convertido en el núcleo irradiador de


medios de comunicación, regulación y articulación social, cuya difusión tentacular
facilitaba las transacciones económicas, la movilidad e instalación de la fuerza de
trabajo, el desplazamiento de las fuerzas represivas y la internalización de una
conciencia nacional.

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MÓDULO 2
UNIDAD 2

EL ESTADO ARGENTINO.EVOLUCION Y
CONFORMACION
Prof. Rosana Navarro

Jtp: Andrea Guardia

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MÓDULO 2

LA CUESTIÓN CAPITAL Y LA FEDERALIZACIÓN DE BUENOS AIRES


Desde la revolución de mayo, gestada en su seno, hasta 1820 (López y Ramírez),
Buenos Aires se convirtió en sede de los gobiernos nacionales, para pasar a ser, a raíz
de los sucesos de febrero de ese año, Capital de la Provincia de Buenos Aires.

Continua en este carácter hasta 1826, en que es promulgada la ley que declara a la ciudad
de Buenos Aires Capital de la República, volviendo esta ciudad a ser nuevamente Capital
de esta provincia hasta 1853. Pero por la constitución de 1853 es declarada capital de la
República, en el art. 3, que decía: "Las autoridades que ejercen el gobierno
federal residen en la ciudad de Buenos Aires, que se declara Capital de la República por
una ley especial del Congreso".

En 1862, mitre se aboca inmediatamente al grave problema de la Capital. El pueblo de


Buenos Aires se oponía a que su ciudad fuera declarada Capital de la República. El 14 de
junio se presentó un proyecto, obra de los senadores Elizalde, Del Carril y Alsina que
establecía como capital de la República a la localidad de San Nicolás de los arroyos y
parte de Pavón.

Vélez Sarfield no estaba de acuerdo con este proyecto y redacto uno similar en el que se
declaraba Capital a la localidad de San Fernando. Ambos proyectos fueron devueltos para
su estudio.

Atentos a esto, Alsina, Elizalde y del Carril presentaron un nuevo proyecto,


pero eliminando la mención del lugar o territorio que habría de nacionalizarse. Como no
hubo acuerdo general, la comisión difirió hasta el año 1863 el tratamiento del tema,
estableciendo, mientras tanto, en forma provisional, la Capital en la Ciudad de Buenos
Aires, por el termino de 3 años. La ley fue aprobada. Pero luego la Legislatura
Provincial rechaza el proyecto.

Mitre intercambio ideas con los hombres de la Legislatura porteña lo que dio como
resultado la Ley de Compromiso.

Dicha ley declaraba como sede de las autoridades nacionales a la ciudad de Buenos Aires
por el termino de cinco años, coexistiendo con las autoridades provinciales que
continuarían teniendo su misma residencia.

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MÓDULO 2

Al aproximarse la fecha en que vencía la Ley de Compromiso, se presentaron en el


Congreso diversos proyectos, entre ellos, los que fijaban como Capital la ciudad de
Rosario, Fraile Muerto, Villa Constitución y Buenos Aires.

Joaquín Granel insiste por segunda vez durante la presidencia de Sarmiento con su
proyecto de Rosario, el que es aprobado, pero luego el presidente lo veta.

En 1875 se renuevan los proyectos, pero ninguno de ellos prospera.

La cuestión Capital parecía insoluble. Sin embargo, la solución llega sobre el término del
periodo presidencial de Avellaneda, como consecuencia de los sucesos de 1880.

Julio Roca es elegido presidente constitucional de la República en las elecciones de 1880.


El mitrismo resuelve desconocer las elecciones. Se crea un estado verdadera revolución
en la ciudad. Se decreta el estado de sitio.

Los grupos políticos solicitan la renuncia de Roca como candidato electo, y Avellaneda
rechaza las propuestas. Y en junio comienzan las hostilidades. En estos combates se
enfrentan el Interior y Buenos Aires, para decidir por la fuerza de las armas la
subordinación de todas las provincias al poder político nacional.

Por fin Mitre logra un armisticio en base a la renuncia de Tejedor, y la entrega a la nación
de todas las armas que las fuerzas provinciales tienen en su poder. El 24 de agosto de
1880, Avellaneda envía un proyecto de Federalización de Buenos Aires, que el congreso
convierte en la ley 1029.

Por esa ley se declara capital al municipio de la ciudad de Buenos Aires, siempre que la
legislatura de esa provincia preste conformidad.

Por ley del 26 de noviembre de 1880, se termina la vieja controversia sobre la capital de la
República, que venía conspirando contra la paz y la organización nacional.

Por otra parte, la capital de la Provincia de Buenos Aires se establece en la Plata.

Unitarios y federales
El 6 de febrero de 1826, el Congreso dictó la Ley de Presidencia, que creaba un ejecutivo
permanente. Bernardino Rivadavia, recién desembarcado de su viaje a Europa, fue
nombrado presidente. A esa altura de los acontecimientos, las tensiones en el interior del
Congreso eran evidentes. El vocero de la oposición al grupo rivadaviano en el debate de la
Ley de Presidencia fue Moreno, quien esgrimió que ésta violaba la Ley Fundamental por la

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MÓDULO 2

cual se habían limitado las atribuciones del Congreso. La presidencia nacía como una
magistratura destinada a perdurar en el futuro ordenamiento constitucional, tergiversando
de esta manera el propósito original de consenso.
Rivadavia debió asumir su cargo en un clima cargado de tensiones internas y conflicto
externo. Brasil había declarado la guerra en diciembre de 1825, cuando el Congreso
aceptó a incorporación de la provincia oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Por otro lado, la Asamblea replicaba las divisiones de antaño al constituirse ahora dos
partidos con nombre propio: quienes pretendían instaurar una forma de gobierno de unidad
y centralizada pasaron a ser denominados “unitarios”, y quienes buscaban organizar una
forma de gobierno que respetara las soberanías de las provincias continuaban bajo el
nombre de “federales”. Cabe destacar que, a diferencia de la década precedente, el
modelo de referencia de estos últimos era más claramente el de Estados Unidos y que las
autonomías eran reclamadas ya no para las ciudades, sino para nuevos sujetos políticos,
constituidos en provincias.
Las tensiones latentes terminaron de dividir las opiniones cuando Rivadavia, tres días
después de asumir, presentó al Congreso el proyecto de Ley de Capitalización. En él se
declaraba a Buenos Aires capital del poder nacional, a la que se subordinaba un territorio
federal que iba desde el Puerto de Las Conchas (Tigre) hasta el Puente de Márquez y
desde allí, en línea paralela al Río de la Plata, hasta Ensenada.
La provincia de Buenos Aires, separada del distrito federal, se reorganizaba en dos
nuevos distritos: la provincia del Salado, con capital en Chascomús, y la del Paraná, con
capital en San Nicolás. Los impulsores del proyecto debieron enfrentar la oposición del
sector federal, cuyo vocero fue Moreno, y la de diputados de distintas provincias, como
Gorriti y Funes, e incluso la del propio Juan José Paso, representante por Buenos Aires,
que advertía los efectos perniciosos de privar a la estructura económica provincial de su
tradicional unidad entre ciudad y campaña.
La promulgación de la Ley de Capital en marzo de 1826 terminó aislando al grupo
unitario rivadaviano de sus antiguos apoyos. Por un lado, al suprimirse las instituciones de
la provincia creadas en 1821, y quedar disuelta la Sala de Representantes de Buenos
Aires y cesante el Ejecutivo provincial ejercido por Las Heras, creció la irritación de muchos
de los miembros de la elite política porteña. Mucho más alarmante para los intereses
económicos locales fue que la provincia perdiera, con la federalización del territorio
asignado a la capital, la principal franja para el comercio ultramarino y, con ella, la fuente
más importante de recursos fiscales, la Aduana, ahora en manos del gobierno nacional.
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Así, pues, a la oposición federal se le unieron los sectores económicamente dominantes


de la provincia. Los Anchorena, los Terrero, los Rosas, dueños de grandes estancias en la
campaña bonaerense, se encargaron de levantar petitorios en la campaña para evitar la
sanción de la Ley de Capitalización, que reduciría la posibilidad de expandir sus negocios,
en la medida en que los intereses del campo se hallaban articulados con los del comercio
urbano.
Por eso, entendían indispensable sostener la unidad entre ciudad y campaña, y de este
modo defender el proceso de ocupación y expansión territorial iniciado entonces de
manera que, con la Ley de Capitalización, el grupo unitario que aún dominaba el Congreso
se lanzó a concretar su aventura nacionalizadora, haciendo caso omiso de la creciente
oposición de la Asamblea. Su próxima tarea era dictar una constitución.
La Constitución de 1826
En septiembre de 1826, la Comisión de Negocios Constitucionales dio a conocer un
proyecto. Aunque sus miembros afirmaron haber tomado como base la Constitución de
1819, su centralismo había sido relativamente atenuado con la creación, en las provincias,
de consejos de administración electivos con derecho a proponer ternas de candidatos para
la designación de los gobernadores por parte de las autoridades nacionales. De cualquier
manera, los diputados federales argumentaron que la carta orgánica propuesta avasallaba
los derechos soberanos de las provincias, recordando las nefastas experiencias vividas en
el Río de la Plata luego de los fallidos intentos de imponer regímenes centralizado- res.
Criticaron, además, la restricción del régimen representativo, al excluir del derecho de voto
a criados, peones, jornaleros, soldados de línea y los considerados “notoriamente vagos”.
Luego de acalorados debates, la votación fue concluyente: cuarenta y tres diputados se
expidieron a favor del proyecto, frente a once que se opusieron.
La Constitución fue sancionada el 24 de diciembre de 1826; en ella se advertía, entre
muchas otras variaciones, un doble desplazamiento respecto de la aprobada en 1819. Por
un lado, había un cambio de nominación importante, con el reemplazo del nombre de
Provincias Unidas de Sudamérica por el de República Argentina. Por el otro, frente al
silencio respecto de la definición sobre la forma de gobierno en la carta de 1819, en el
artículo 7 de la Constitución de 1826 se declaraba explícitamente que “la nación argentina
adopta para su gobierno la forma representativa republicana, consolidada en unidad de
régimen”.
No obstante, la nueva república nacía en un clima político, interno y externo, que
presagiaba un mal futuro para sus posibilidades de subsistencia. En el plano interno, para
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esa fecha, la reacción en las provincias ya estaba en marcha. Desde Córdoba, Bustos
lideraba una férrea oposición a la nueva constitución y a la persona del presidente. Sus
intentos de hegemonizar un bloque enfrentado al Congreso y a la política de Buenos Aires
habían fracasado al no obtener el apoyo de las provincias del Noroeste.
La guerra contra el Brasil
Rivadavia, ya en funciones de presidente, designó al general Carlos de Alvear jefe del
ejército, convertido en Ejército Nacional por ley del Congreso en mayo de 1825. Al
almirante Guillermo Brown se le encomendó la creación y dirección de las fuerzas navales.
Aunque durante el año 1826 no se llevaron a cabo acciones bélicas decisivas, las
repercusiones de la declaración de guerra se hicieron sentir internamente, como
consecuencia del bloqueo naval impuesto por la escuadra brasileña al Río de la Plata. Esto
impedía la llegada de barcos al puerto y, en consecuencia, la posibilidad de comerciar con
el extranjero, deteriorando las finanzas tanto privadas como públicas. En febrero de 1827,
los ejércitos se enfrentaron en Ituzaingó, donde la derrota brasileña fue total. Pero ni este
triunfo ni los obtenidos por las fuerzas navales de Brown en los primeros meses de 1827
fueron suficientes para ganar la guerra o, al menos, para romper el bloqueo. Mientras
tanto, el comercio local se hundía y la crisis se hacía sentir en todos los niveles sociales
repercutiendo en el ya debilitado gobierno central.
Inglaterra, que ya había enviado una misión diplomática a cargo de lord Ponsonby para
mediar en el conflicto, redobló sus esfuerzos bajo la presión de los intereses ingleses
instalados en el Río de la Plata, que veían sus negocios arruinados con la prolongación del
bloqueo y de una guerra que, desde el punto de vista bélico, no parecía tener resolución
definitiva en el corto plazo. Inglaterra proponía, como eje de la negociación, que la Banda
Oriental no perteneciera ni al Imperio del Brasil ni a la novel República Argentina: su
independencia era considerada la mejor prenda de conciliación entre las fuerzas
beligerantes. Pero el enviado del gobierno, Manuel Garda, se excedió en sus instrucciones
y firmó un acuerdo preliminar de paz en el que aceptaba la incorporación de la Banda
Oriental al Imperio y la libre navegación de los ríos. Era un triunfo diplomático absoluto del
emperador del Brasil. De regreso en Buenos Aires, García sometió el acuerdo a la
consideración del Congreso y del presidente. En una situación de absoluta debilidad,
producto de la oposición de las provincias a la Constitución dictada poco tiempo antes, la
guerra civil desatada en el interior y la falta de apoyo en la misma Buenos Aires, Rivadavia
decidió desconocer una paz tan deshonrosa y renunció a su cargo de presidente en junio

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de 1827. El Congreso aceptó el rechazo del acuerdo y también su renuncia, y designó


presidente provisional a Vicente López y Planes.
A esa altura, las divisiones en el interior del Congreso entre unitarios y federales se
habían trasladado a todas las provincias, alcanzando una virulencia hasta entonces
desconocida. El nuevo presidente pasó a ser una figura simbólica. Su autoridad no era
acatada en las provincias ni el Congreso representaba la “voluntad general” de éstas. Tal
descrédito condujo a la renuncia del presidente provisional y a la disolución del Congreso.
Ambas autoridades morían de muerte natural y, junto con ellas, la última tentativa, durante
la primera mitad del siglo XIX, de conformar una unidad político-constitucional con las
provincias que habían quedado del anterior virreinato.

El TRIUNFO DE ITUZAINGO
A pesar del optimismo provocado por el triunfo de Ituzaingó, la flota brasileña, estacionada
en Montevideo, Colonia y la isla Martín García, contaba con ochenta barcos de guerra y
más de veinte fragatas, corbetas y bergantines. Frente al bloqueo impuesto por Brasil,
algunos empresarios particulares comenzaron a aunar buques corsarios en los que los
tripulantes tenían derecho al botín. La guerra de corso se libró en naves pequeñas que
actuaban dando golpes sorpresivo.
El legado del fracaso constitucional
Luego de la disolución del Congreso Constituyente, en junio de 1828 se reunió una
convención en Santa Fe, con pretensiones de concretar la tarea incumplida. Pero la
iniciativa quedó frustrada casi de inmediato. Las rencillas internas dentro del propio campo
federal condujeron a que la convención se disolviera dos meses después. Las provincias
regresaron, pues, a su anterior condición de autonomía y Buenos Aires volvió a la situación
institucional previa a la Ley de Capitalización.
En ese escenario, cabe preguntarse qué había cambiado con la nueva acefalía del poder
central con relación a 1820. En primer lugar, el Cabildo capitalino ya no existía para ocupar
provisionalmente el poder. Su supresión, junto a la de la mayoría de los cabildos del resto
de las provincias, exhibía una de las transformaciones sucedidas en esos años. Las bases
del poder político e institucional se habían reconfigurado al conformarse las repúblicas
provinciales e integrarse los espacios urbanos y rurales a través de los entramados
jurídicos sancionados durante la década. Este proceso mostraba un desplazamiento del
poder desde los tradicionales espacios urbanos coloniales hacia un nuevo espacio político

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en el que la campaña comenzaba a cobrar mayor relevancia. Las implicancias de ese


desplazamiento podían advertirse en distintas esferas.
En el plano de la economía, la desestructuración de los circuitos mercantiles coloniales
con la pérdida del Alto Perú y la declaración del libre comercio volcaron, visiblemente en el
caso de Buenos Aires y más tarde en el resto del litoral, el motor del crecimiento
económico hacia la producción ganadera destinada al mercado atlántico.
En el plano de la política, el desplazamiento se expresó en todas las provincias. Desde
el punto de vista institucional, los espacios rurales pasaron a tener un estatus de pleno
derecho en la representación política que, aunque minoritaria respecto de las ciudades en
muchos casos -como lo fue en la misma Buenos Aires durante la década de 1820-, ponía
en evidencia la transformación ocurrida desde el período colonial, cuando las campañas no
eran más que territorios dependientes de la jurisdicción de los cabildos. Desde el punto de
vista de las prácticas, si bien la emergencia de caudillos regionales coexistió con el
creciente proceso de institucionalización política, nadie podría negar que, en el nuevo
papel que jugaron después de 1820, se hacía ostensible un cambio significativo en la
reconfiguración de las bases de poder. En tales transformaciones -catalogadas por algunos
historiadores como procesos de “ruralización”- se expresan nuevas relaciones entre
sociedad, economía, política y territorios.
De manera que la nueva acefalía del poder central se produjo en un escenario muy
distinto al de 1820. Buenos Aires ya había comprendido muy bien las ventajas de la
autonomía. Tan eficiente había sido ese aprendizaje que la aventura nacionalizadora del
grupo unitario le hizo perder a éste el apoyo de sus principales bases de poder entre la
elite política y económica de la provincia. Las provincias, a su vez, comenzaron a advertir
las dificultades de vivir en el marco de una autonomía absoluta, sin recursos con los cuales
sostenerse; la conformación de ligas interprovinciales evidenciaba tal debilidad. Cualquier
pacto que implicara organizar constitucionalmente el país debía partir de esta asimétrica
correlación de fuerzas. Buenos Aires, a diferencia de lo que sucedía en la década
revolucionaria, ya no estaba dispuesta a reconquistar su antiguo papel de capital a
cualquier precio. Las elites provinciales se debatieron de allí en más dentro del dilema que
implicó reclamar el autogobierno de sus asuntos locales sin renunciar a que la provincia
más poderosa decidiera legar la parte más rica de su territorio para sostenerlas.

Buenos Aires recupera sus fronteras provinciales

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MÓDULO 2

En pos de restituir las instituciones provinciales suprimidas con la Ley de Capitalización, se


convocó a elecciones para designar a los diputados bonaerenses que debían conformar la
Sala de Representantes y elegir nuevo gobernador. Pero el clima electoral ya no era el que
reinaba a comienzos de la década. La división entre unitarios y federales cristalizadas en el
Congreso Constituyente se trasladó a la provincia y exacerbó el espíritu de facción,
situación que se expresó en el estilo adoptado por la prensa periódica y en la creciente
violencia e intolerancia que impregnaron los diferentes momentos del acto electoral. Si bien
la prensa ya estaba familiarizada con las polémicas y los fuertes debates en sus páginas,
el tono beligerante expresado luego de 1827 anunciaba una radicalización de las divisiones
-tanto en la elite dirigente como entre los publicistas que se convertían en sus voceros-
muy distintas de aquellas que habían segmentado al cuerpo político durante la feliz
experiencia rivadaviana. Por otro lado, los mecanismos utilizados para difundir las listas de
candidatos y hacer propaganda electoral, así como los que se pusieron en juego en la
conformación de las mesas, la movilización de los votantes y la realización de los
escrutinios, exhibieron una beligerancia desconocida hasta ese momento.
Las elecciones se realizaron en un ambiente de creciente tensión; la votación dio el triunfo
al Partido Federal, cuyas filas se engrosaron con los disidentes del Partido del Orden. La
Sala designó a Manuel Dorrego gobernador de la provincia de Buenos Aires, quien frente a
la acefalía del poder central debió asumir provisoriamente el manejo de las relaciones
exteriores, según lo estipulado en la Ley Fundamental dictada en 1825 por el Congreso, de
reciente disolución. Esto implicó hacerse cargo de finalizar la guerra y firmar la paz con el
Brasil. El escenario heredado era por cierto muy complejo. A pesar de haber sido uno de
los líderes más proclives al desenlace bélico con Brasil y crítico mordaz de la gestión
rivadaviana desde 1824, Dorrego reconocía que no se podía prolongar más tiempo la
situación de guerra y menos aún la de un bloqueo absolutamente ruinoso para el Río de la
Plata. La propuesta británica de dar la independencia a la Banda Oriental parecía la salida
más decorosa y la única opción de lograr la paz. Con este propósito, Dorrego envió una
misión diplomática que, en agosto de 1828, finalmente firmó un tratado de paz sobre la
base de la independencia absoluta de la Banda Oriental. Así nacía, pues, la República
Oriental del Uruguay.
La firma del tratado disparó conflictos latentes. A la difícil situación interprovincial y a la
división facciosa entre unitarios y federales, se le sumó el descontento de algunos jefes del
ejército que lucharon contra el Imperio del Brasil, quienes no le perdonaban a Dorrego la
firma de un tratado que consideraban deshonroso. Parte del grupo unitario de Buenos
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MÓDULO 2

Aires -desplazado del gobierno provincial luego de las elecciones- aprovechó este
descontento para derrocar al gobernador. Liderado por el general Juan Lavalle, quien, una
vez finalizada la guerra, acababa de bajar con su división del ejército a la ciudad de
Buenos Aires, se produjo un movimiento militar de signo unitario que el I a de diciembre de
1828 destituyó a Dorrego de su cargo y disolvió la Sala de Representantes electa pocos
meses antes. Dorrego debió huir en busca de auxilio hacia la campaña, donde se hallaba
Juan Manuel de Rosas, comandante de milicias de la provincia de Buenos Aires.
Rosas había sido designado en aquel cargo por el efímero presidente Vicente López y
Planes y ratificado por Manuel Dorrego cuando fue ungido gobernador. Cabe destacar que,
hasta la reunión del Congreso Constituyente de 1824, y más precisamente hasta el debate
de la Ley de Capitalización, Rosas no había ocupado cargos políticos en el gobierno ni
había mostrado signos de hostilidad hacia la elite gobernante. El rápido ascenso de su
carrera política comenzó cuando, desplazado Dorrego del poder, asumió el doble papel de
defensor del orden en la campaña y árbitro de la conflictiva situación creada entre unitarios
y federales, identificándose cada vez más claramente con los segundos.
Pactos y bloques regionales
El 24 de junio se firmó el Pacto de Cañuelas entre los líderes de los bandos enfrentados:
Rosas y Lavalle. Así, se ponía fin a las hostilidades y se asumía el compromiso de
convocar a elecciones para formar nueva Sala de Representantes, que a su vez designaría
al gobernador de Buenos Aires. Lo que no se supo públicamente es que Rosas y Lavalle
firmaron una cláusula secreta en la que se comprometieron a asistir a dichas elecciones
con una lista unificada de candidatos que debía intercalar miembros moderados del bando
unitario y federal respectivamente. A pesar de los esfuerzos realizados por los firmantes,
dicha lista no fue respetada en los comicios. Los diferentes grupos de la elite porteña se
resistieron a tal unificación y se lanzaron a conquistar votos el día 26 de julio de 1828,
cuando se realizaron las elecciones. Como era de esperar, la violencia estuvo a la orden
del día y Lavalle anuló las elecciones. A! borde una vez más de la guerra civil, se arribó a
un nuevo pacto en Barracas, el 24 de agosto, por el cual se nombró gobernador provisorio
al general Juan José Viamonte, un federal moderado que debía hacer cumplir el Pacto de
Cañuelas.
Un año después de su disolución, volvió a reunirse la Sala y nombró casi por unanimidad
(treinta y dos votos sobre treinta y tres diputados) al nuevo titular del poder ejecutivo
provincial: Juan Manuel de Rosas.

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MÓDULO 2

Mientras Buenos Aires parecía de este modo regresar a un clima de orden, la situación
en el interior distaba mucho de ser armoniosa. El conflicto interprovincial reapareció una
vez más y la guerra “chai” se reanudó con especial virulencia. Pese a las victorias militares
obtenidas por Facundo Quiroga luego de oponerse abiertamente a los unitarios, en 1829
las provincias del interior estaban lejos de conformar un bloque homogéneo. Aunque las
provincias andinas -La Rioja, Catamarca y Cuyo- continuaban bajo el control del caudillo
riojano, no sucedía lo mismo con Salta y Tucumán. La primera seguía en manos de
sectores unitarios; en la segunda, el gobernador impuesto por Quiroga, Javier López,
comenzó a distanciarse de él. En Santiago del Estero, Felipe Ibarra mantenía una posición
relativamente neutral, mientras que en Córdoba, Bustos no lograba controlar la situación
interna, aunque ratificó su alianza con el riojano.
De hecho, el conflicto abierto estalló a partir de la situación cordobesa. Mientras que en
Buenos Aires los unitarios liderados por Lavalle habían sido vencidos por las fuerzas
federales, el general unitario José María Paz intentó revertir la hegemonía lograda por los
federales avanzando sobre Córdoba, su provincia natal. En verdad, en 1820, el general
Paz, junto con Bustos, había conducido la sublevación de Arequito. Ambos se habían
opuesto a enfrentar con su columna del ejército del Norte a las fuerzas federales que
acechaban Buenos Aires, y habían acordado instalar en el gobierno cordobés a los jefes
de la facción federal local que hasta ese momento intentaban aliarse con las fuerzas Arti-
guistas. Pero el acuerdo duró muy poco: Bustos decidió alzarse con el poder y distanciarse
de los federales de su provincia y del general Paz, quien se identificaba entonces con la
fuerza federal local cordobesa. Más tarde, en la guerra contra el Brasil, Paz dirigió una de
las columnas del ejército; una vez terminado el enfrentamiento, regresó de la Banda
Oriental, aunque más tardíamente que los dirigentes responsables del golpe del 1B de
diciembre de 1828 en Buenos Aires.
En aquellos años, Paz había abandonado su antigua filiación federal, aunque las
coincidencias con los unitarios al mando de Lavalle y sus aliados porteños no eran
muchas. Su proyecto era avanzar sobre Córdoba y derrocar a su tradicional rival, el
gobernador Bustos. Sin embargo, al no encontrar en Buenos Aires el apoyo que esperaba
para dicho avance -ya que las fuerzas de Lavalle estaban jaqueadas por los federales al
mando de Rosas-, el general cordobés conformó un pequeño ejército -constituido
básicamente por ex combatientes de la guerra contra el Brasil- y en abril de 1829 avanzó
por el sur de Santa Fe hasta penetrar en su provincia natal.

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MÓDULO 2

Confederación sin Constitución La Liga del Interior


El vertiginoso éxito obtenido por el general Paz con fuerzas militares tan reducidas sólo se
explica por la debilidad del bloque adversario. Paz avanzó militarmente sobre Bustos y
obtuvo una victoria decisiva en San Roque, en abril de 1829. Esto condujo a Bustos a
retirarse a La Rioja y a buscar refugio en Quiroga, y le proporcionó a Paz una sólida base
de operaciones, además de la adhesión de las provincias de Tucumán y Salta.
En junio de 1829, Facundo Quiroga, quien aún dominaba el frente andino, avanzó sobre
Córdoba con una fuerza de unos cinco mil hombres. Pese a que el ejército comandado por
Paz se reducía a la mitad de efectivos (incluyendo los refuerzos enviados desde Salta y
Tucumán), el general cordobés demostró sus superiores dotes de estratega venciendo al
caudillo riojano en La Tablada. A comienzos de 1830, Quiroga volvió a invadir Córdoba,
pero nuevamente resultó vencido por las fuerzas de Paz en la batalla de Oncativo.
La principal consecuencia del triunfo del general cordobés fue la constitución de un
bloque opositor en todo el interior que, en nombre del unitarismo, intentaría erradicar a los
federales del conjunto del territorio. En verdad, ambos bandos eran sumamente
heterogéneos: ni los unitarios liderados por Paz tenían fuertes coincidencias respecto de la
futura organización del país bajo un régimen de unidad, ni menos aún acordaban los
federales en tomo al significado que le daban a este término. Tal como demuestra la
correspondencia entre Rosas, López y Quiroga -principales líderes del federalismo-, eran
pocos los puntos en común respecto de la futura convocatoria a un Congreso
Constituyente y a las decisiones que allí deberían tomarse. De hecho, luego de la
disolución del Congreso Constituyente, los términos “unitario" y “federal” ya no referían
tanto a los modelos constitucionales o formas de gobierno en debate como a los
alineamientos políticos más contingentes, que no escondían disputas facciosas o
personales. En el marco de ese soterrado desplazamiento, los bandos enfrentados en la
guerra civil de esos años se identificaron respectivamente con unitarios y federales.
A mediados de 1830, los unitarios victoriosos buscaron institucionalizar el éxito obtenido
a través de la formación de una liga de provincias que, además de comprometerse a
convocar a un congreso nacional para dictar una constitución, le entregó al gobernador de
Córdoba el supremo poder militar con plenas facultades para dirigir el esfuerzo bélico y le
retiró a Buenos Aires la representación de las relaciones exteriores. Quedaban excluidas
de esta liga Buenos Aires y las provincias del litoral; el país se dividía así en dos bloques
antagónicos, que mostraban puntos de debilidad interna.

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MÓDULO 2

La Liga del Interior estaba montada sobre un fuerte control militar en cada una de las
provincias ganadas a la anterior influencia del caudillo riojano, refugiado ahora en Buenos
Aires. Esto indicaba la existencia de diversos grupos que se oponían a la ocupación, por lo
que no les resultaba fácil obtener los recursos necesarios para mantener a las tropas en el
terreno: si los ocupantes no gozaban del consenso necesario de parte de la población, en
particular de las elites locales poseedoras de los recursos requeridos, difícilmente podrían
consolidar su poder en el interior.
Por otro lado, si el dominio federal parecía más sólido en el litoral, no lo era la unión que
existía entre sus provincias. En Entre Ríos, la situación era de absoluta inestabilidad,
dadas las disputas regionales suscitadas entre distintos caudillos y grupos de la elite
provincial. Santa Fe y Corrientes, aunque más consolidadas internamente, bregaban por
reunir un congreso constituyente que dictara una carta orgánica consagrando el principio
de organización federal. Finalmente, Rosas, a través de maniobras dilatorias y argumentos
que apelaban a la conveniencia de esperar el “momento oportuno”, se negaba de manera
categórica a reunir dicho congreso.
En ese contexto, y como inmediata respuesta al pacto que unió a las provincias del
interior, Buenos Aires retomó la iniciativa con el objetivo de formar una alianza
ofensiva y defensiva de las provincias del litoral para enfrentar el poderío del general Paz.
Convocó así al gobernador de Santa Fe y a un representante de Corrientes para discutir
los términos de un futuro tratado. En esa discusión quedó de manifiesto la disidencia entre
Pedro Ferré, representante de Corrientes, y Juan Manuel de Rosas con respecto a la
futura organización del país. Estaba en juego la opción de dictar una constitución y sus
consecuencias económicas.
Luego de varias gestiones, en mayo de 1830 se firmó un primer tratado entre Buenos
Aires, Santa Fe y Corrientes, del que quedó excluido Entre Ríos, dada la convulsión interna
que sufría en ese momento por el alzamiento de López Jordán. Al resolverse la situación
entrerriana, se consideró necesario firmar un nuevo tratado, por lo que los delegados de
las cuatro provincias se reunieron en Santa Fe. Comenzaban así las tratativas de lo que
daría como resultado la firma del Pacto Federal.

El Pacto Federal
El 4 de enero de 1831 se firmó el Pacto Federal. Su misma denominación pone de
manifiesto, una vez más, el uso indistinto que se hacía de los vocablos federal y
confederal. En su artículo 1 ° se estableció que las provincias signatarias expresaban

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MÓDULO 2

voluntad de paz, amistad y unión, reconociéndose recíprocamente libertad e


independencia, representación y derechos.
En el artículo 16, se incluyó una vaga y ambigua referencia respecto a la futura reunión de
un congreso , exhibía las reticencias de Buenos Aires a concretar la iniciativa-, el cual
debería adoptar el principio federal. Asimismo, se estipulaba que la Asamblea
Constituyente debía consultar “la seguridad y engrandecimiento general de la República,
su crédito interior y exterior, y la soberanía, libertad e independencia de cada una de las
provincias”. Esta convocatoria, así como la facultad de declarar la guerra y celebrar la paz
y de disponer medidas militares quedaban en manos de una Comisión Representativa de
los Gobiernos de las Provincias Litorales (con residencia en Santa Fe), integrada por un
diputado de cada una de las provincias signatarias.
El Pacto fue firmado por Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos; Corrientes se negó en
principio a ser incluida, por no contener el tratado definiciones más contundentes respecto
del futuro congreso. De inmediato, se iniciaron las operaciones militares para vencer a la
Liga del Interior.
Estanislao López asumió el mando supremo de las fuerzas federales y Rosas comandó
la reserva desde San Nicolás. Mientras López rehuía el enfrentamiento con Paz a la
espera de los resultados de la ofensiva iniciada por Facundo Quiroga en el sur de
Córdoba, el caudillo riojano hizo una campaña relámpago y recuperó en pocos días parte
del terreno perdido: en marzo tomó Río Cuarto, ganó a su paso la adhesión de San Luis y
conquistó Mendoza. Hacia fines de ese mes, Quiroga dominaba Cuyo: quedaba expedito el
camino hacia La Rioja y Córdoba. En ese momento, la suerte le jugó al general Paz una
mala pasada: decidido a atacar a López, fue tomado prisionero. En campos del Río Tala,
Paz se acercó a un pequeño bosque, convencido de que estaba ocupado por sus propias
tropas. Enorme fue la sorpresa cuando descubrió que se trataba de fuerzas enemigas, que
no dudaron en tomarlo prisionero. Allí comenzó la rápida caída de la Liga del Interior.
Corría el mes de mayo y, a pesar del golpe de gracia que significó atrapar al general Paz,
era necesario un ataque frontal a sus tropas para evitar una guerra de desgaste demasiado
larga. Lamadrid, quien había reemplazado a Paz en la dirección del ejército, fue vencido
por Quiroga en la Ciudadela de Tucumán en noviembre de 1831.
El desmoronamiento de la Liga del Interior dejó a buena parte del territorio bajo el control
de los tres principales líderes federales: Rosas, Quiroga y López.

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MÓDULO 2

Temas en debate
¡Las discusiones entre los principales representantes de las provincias litorales en ocasión
de la firma del Pacto Federa! han sido analizadas desde las nuevas perspectivas
historiográficas que cuestionan la preexistencia de la nación en la coyuntura
revolucionaria y el fenómeno de! caudillismo como explicación unívoca del proceso de
fragmentación territorial producido a partir de 1820.
Se destaca, en este sentido, La interpretación ofrecida por José Carlos Chiaramonte
acerca de los debates que enfrentaron a Corrientes y Buenos Aires hacia 1831. Allí,
además de anudarse las polémicas en torno a la política económica y la posibilidad de
constituir una unidad nacional, el autor advierte los cambios producidos en esa coyuntura.
Refiriéndose a la firma del Pacto Federal, señala: “Este episodio muestra que mientras la
que había sido la cuna y más firme sostén de las tendencias centralistas, Buenos Aires, se
refugiaba como ya vimos en el autonomismo, Corrientes, la más tenaz defensora de su
autonomía estatal, había pasado a convertirse en paladín de La inmediata organización
nacional". Desde esta perspectiva, este viraje en las posiciones no significa, sin embargo,
¡que las demandas de organización nacional por parte de algunas provincias respondieran
a! moderno “principio de las nacionalidades”, entendido como el sentimiento de
pertenencia a una comunidad que comparte una misma lengua, religión, valores y
costumbres comunes. El autor sostiene que sólo a partir de la difusión del Romanticismo
comenzaría a Imponerse este principio, cuya general difusión constituirá el supuesto
universal de existencia de las naciones contemporáneas hasta la actualidad. Según su
periodización, el uso del término “nación” en tiempos de la Independencia y en los años
que corren hasta el Pacto Federal de 1831 responde a una noción que presuponía
negociar los términos contractuales de una asociación política entre entidades soberanas,
con dimensión de ciudad o de provincia. A tal efecto, Chiaramonte sostiene que es en esa
clave que hay que entender la conformación de la llamada “cuestión nacional" durante ese
período, y afirma: “Los que debatían al respecto participaban de un universo cultural
hispanoamericano, con fuerte conciencia de ello, pero pertenecían a sociedades con vida
política independiente expresadas en estados que, aunque llamados provincias, y con
diverso grado de éxito para encontrar institucionalmente su pretensión estatal, eran
también independientes y soberanas. Y es esta circunstancia, la de la existencia en la
primera mitad del siglo de diversos pretendientes a la calidad de estados libres, autónomos
y soberanos que negociaban la Constitución de una nación rioplatense -una nación en el
sentido de darse un mismo conjunto de leyes y un gobierno común-, lo que la tradición
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MÓDULO 2

historiográfica elaborada a partir de la segunda mitad del siglo olvidará, obsesionada por
dibujar los orígenes de la nación en términos de lo que, a partir del Romanticismo, se
entendería por tal: la inserción políticamente organizada en la arena internacional de una
nacionalidad preexistente”.
Estos postulados renovaron notablemente las viejas perspectivas heredadas del siglo XIX
a la vez que despertaron nuevas discusiones entre los historiadores. Tales debates giran
en torno a si la aceptación de la inexistencia de una nacionalidad argentina antes de la
formación del estado nacional puede negar la existencia de otras identidades colectivas
que abarquen al conjunto del territorio rioplatense desde el momento mismo de la
revolución. Un debate aún abierto que presenta distintas miradas sobre el problema:
¡mientras algunas interpretaciones enfatizan los aspectos jurídico-políticos o económicos
de! proceso histórico, otras ponen de relieve sus dimensiones socioculturales.
La correspondencia de quien era gobernador de Buenos Aires en esos momentos revela
su hostilidad ante la posibilidad de reunión de un congreso constituyente y las estrategias
por él utilizadas con el objeto de dilatar lo más posible su convocatoria. Para ello apelaba
al argumento de que las provincias no estaban preparadas para constituirse, afirmaba que
era conveniente que se manejaran a través de pactos y tratados parciales recíprocos y
enfatizaba la necesidad de lograr una pacificación definitiva. Estas premisas mostraban el
fuerte interés de Rosas y su séquito más cercano por seguir monopolizando los recursos
porteños en exclusividad. La puja culminó cuando Rosas decidió retirar el diputado por
Buenos Aires de la conflictiva Comisión Representativa y no volver a reemplazarlo. La
Comisión se disolvió a mediados de 1832.

A partir de ese momento, la convocatoria a un congreso constituyente quedó bloqueada


indefinidamente debido a la tenaz oposición de Buenos Aires. Las provincias se rigieron
por una laxa organización confederal en la que cada una mantenía, supuestamente, su
independencia y soberanía, delegando en Buenos Aires la representación de las relaciones
exteriores. No obstante, como se verá luego, se trató de una confederación bastante
peculiar que traducía la asimétrica correlación de fuerzas entre Buenos Aires y el resto de
las provincias, así como los dilemas que de esa asimetría derivaban. De hecho, al dejar de
existir la comisión representativa, dotaba a una de las provincias firmantes de un poder
mucho mayor que las otras. Pero no sólo eso. La peculiaridad de esa confederación fue
que la proclamada soberanía e independencia de cada una de las partes se vio
reiteradamente limitada no sólo por el manejo que oportunamente Rosas hizo de las

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MÓDULO 2

relaciones exteriores, sino también por la intervención que interpuso en ellas a través de
muy diversos mecanismos. El Pacto Federal, suscrito entonces como una alianza
provisoria, se convirtió por la fuerza de los acontecimientos en uno de los únicos
fundamentos institucionales que reguló las relaciones interprovinciales hasta la sanción de
la Constitución de 1853.

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MÓDULO 2

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MÓDULO 2
UNIDAD 2
SEMANA 5

.
EL ESTADO ARGENTINO EVOLUCION Y
CONFORMACION
PROF ROSANA NAVARRO

JTP MARIELA TORRES

JTP:ANDREA GUARDIA

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MÓDULO 2

UNIDAD 2:

ARGENTINA Y LOS ANTECEDENTES DE LA CONFORMACIÓN DEL ESTADO


NACIONAL.

LINEAMIENTOS CONCEPTUALES E HISTÓRICOS

El análisis trata de ubicar las coordenadas teóricas e históricas del tema, que luego
servirán para enmarcar la experiencia argentina. Como marco conceptual, no tiene en
consecuencia un propósito interpretativo sino meramente heurístico. En la primera parte
se tratarán algunos aspectos conceptuales, para luego introducir ciertos parámetros
históricos comunes a la experiencia argentina y latinoamericana. Estado, Nación, Estado
nacional: Algunas apreciaciones La formación del Estado es un aspecto constitutivo del
proceso de construcción social. De un proceso en el cual se van definiendo los diferentes
planos y componentes que estructuran la vida social organizada. En conjunto, estos
planos conforman un cierto orden cuya especificidad depende de circunstancias históricas
complejas. Elementos tan variados como el desarrollo relativo de las fuerzas productivas,
los recursos naturales disponibles, el tipo de relaciones de producción establecidas, la
estructura de clases resultante o la inserción de la sociedad en la trama de relaciones
económicas internacionales, contribuyen en diverso grado a su conformación.

Sin embargo, este orden social no es simplemente el reflejo o resultado de la


yuxtaposición de elementos que confluyen históricamente y se engarzan de manera
unívoca. Por el contrario, el patrón resultante depende también de los problemas y
desafíos que el propio proceso de construcción social encuentra en su desarrollo
histórico, así como de las posiciones adoptadas y recursos movilizados por los diferentes
actores -incluido el Estado- para resolverlos

.1 Si el determinismo y el voluntarismo han dominado las interpretaciones sobre estos


procesos, se ha debido en alguna medida a la dificultad de captar este simultáneo y
dialéctico juego de fuerzas entre factores estructurales y superestructurales. En parte, la
dificultad deriva del hecho de que las categorías analíticas que habitualmente empleamos
para designar diferentes componentes o dimensiones de una sociedad compleja (v.g.
nación, Estado, mercado, relaciones de producción, clases) suponen que éstos se hallan
plenamente desarrollados. ¿Cómo proceder entonces cuando nuestro tema de estudio es
1
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MÓDULO 2

el proceso a través del cual alguno de estos componentes fue adquiriendo los atributos
con que lo definimos ex post? No se trata de preguntarse tan sólo cuándo una nación (o
un mercado, o un Estado) se convierte en tal, sino además qué otra cosa va siendo a lo
largo de su proceso constitutivo. Tampoco se trata únicamente de un problema semántico
o categorial; por sobre todo, se trata de un problema analítico. Dentro de este proceso de
construcción social, la conformación del Estado nacional supone a la vez la conformación
de la instancia política que articula la dominación en la sociedad, y la materialización de
esa instancia en un conjunto interdependiente de instituciones que permiten su ejercicio.
La existencia del Estado se verificaría entonces a partir del desarrollo de un conjunto de
atributos que definen la "estatidad" -la condición de "ser Estado"-, es decir, el surgimiento
de una instancia de organización del poder y de ejercicio de la dominación política.

El Estado es, de este modo, relación social y aparato institucional.

La estatidad supone la adquisición por parte de esta entidad en formación, de una serie
de propiedades:

1) capacidad de externalizar su poder, obteniendo reconocimiento como unidad soberana


dentro de un sistema de relaciones interestatales;

2) capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una estructura de relaciones


de poder que garantice su monopolio sobre los medios organizados de coerción;

3) capacidad de diferenciar su control, a través de la creación de un conjunto


funcionalmente diferenciado de instituciones públicas con reconocida legitimidad para
extraer establemente recursos de la sociedad civil, con cierto grado de profesionalización
de sus funcionarios y cierta medida de control centralizado sobre sus variadas
actividades; y

4) capacidad de internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión de símbolos que


refuerzan sentimientos de pertenencia y solidaridad social y permiten, en consecuencia, el
control ideológico como mecanismo de dominación.2 Conviene aclarar que estos atributos
no definen a cualquier tipo de Estado sino a un Estado nacional. La dominación colonial o
el control político de las situaciones provinciales dentro del propio ámbito local, son
formas alternativas de articular la vida de una comunidad, pero no representan formas de
transición hacia una dominación nacional. En este sentido, el surgimiento del Estado
nacional es el resultado de un proceso de lucha por la redefinición del marco institucional

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MÓDULO 2

considerado apropiado para el desenvolvimiento de la vida social organizada. Esto implica


que el Estado nacional surge en relación con una sociedad civil que tampoco ha adquirido
el carácter de sociedad nacional. Este carácter es el resultado de un proceso de mutuas
determinaciones entre ambas esferas. El tema de la estatidad no puede entonces
desvincularse del tema del surgimiento de la nación, como otro de los aspectos del
proceso de construcción social. En este sentido, el doble carácter del Estado -abstracto y
material a la vez- encuentra un cierto paralelismo en el concepto de nación. En efecto, en
la idea de nación también se conjugan elementos materiales e ideales.

Los primeros se vinculan con el desarrollo de intereses resultantes de la diferenciación e


integración de la actividad económica dentro de un espacio territorialmente delimitado.

En las experiencias europeas "clásicas" esto supuso la formación de un mercado y una


clase burguesa nacionales.

Los segundos implican la difusión de símbolos, valores y sentimientos de pertenencia a


una comunidad diferenciada por tradiciones, etnias, lenguaje y otros factores de
integración, que configuran una identidad colectiva, una personalidad común que
encuentra expresión en el desarrollo histórico.

3 Una opinión generalizada sostiene que la construcción de las naciones europeas se


produjo después de la formación de estados fuertes.

4 Sin duda, esta afirmación alude más al componente ideal de la nacionalidad que a su
sustrato material.

Definido el Estado como instancia de articulación de relaciones sociales, es difícil


pensar en relaciones más necesitadas de articulación y garantía de reproducción que las
implicadas en una economía de mercado plenamente desarrollada, es decir, en un
sistema de producción capitalista. La existencia del Estado presupone entonces la
presencia de condiciones materiales que posibiliten la expansión e integración del espacio
económico (mercado) y la movilización de agentes sociales en el sentido de instituir
relaciones de producción e intercambio crecientemente complejas mediante el control y
empleo de recursos de dominación. Esto significa que la formación de una economía
capitalista y de un Estado nacional son aspectos de un proceso único, aunque cronológica
y espacialmente desigual. Pero además implica que esa economía en formación va
definiendo un ámbito territorial, diferenciando estructuras productivas y homogeneizando

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MÓDULO 2

intereses de clase que, en tanto fundamento material de la nación, contribuyen a otorgar


al Estado un carácter nacional. En este punto la experiencia latinoamericana no se aparta
del "clásico" patrón europeo. Es decir, el surgimiento de condiciones materiales que
hacen posible la conformación de un mercado nacional es condición necesaria para la
constitución de un Estado nacional. Pero más allá de esta semejanza, la historia de
América Latina plantea diversos interrogantes cuya respuesta contribuiría a explicar la
especificidad de sus estados. ¿Cuál es el carácter de los estados surgidos del proceso de
emancipación nacional? ¿Qué significación diferencial tuvieron los aparatos burocráticos
heredados de la colonia y en qué sentido podrían considerarse objetivación institucional
del Estado? ¿Qué clase de orden económico o modalidades productivas debieron
superarse para instituir otras, congruentes con la implantación de un Estado nacional?
¿Respecto de qué patrón de relaciones sociales se conformó dicho Estado? ¿Qué
agenda de cuestiones debió enfrentar y en qué medida la resolución de las mismas afectó
su proceso constitutivo?

la formación del Estado nacional es el resultado de un proceso convergente, aunque no


unívoco, de constitución de una nación y un sistema de dominación. La constitución de la
nación supone -en un plano material- el surgimiento y desarrollo, dentro de un ámbito
territorialmente delimitado, de intereses diferenciados generadores de relaciones sociales
capitalistas; y en un plano ideal, la creación de símbolos y valores generadores de
sentimiento de pertenencia que -para usar la feliz imagen de O'Donnell- tienden un arco
de solidaridades por encima de los variados y antagónicos intereses de la sociedad civil
enmarcada por la nación. Este arco de solidaridades proporciona a la vez el principal
elemento integrador de las fuerzas contradictorias surgidas del propio desarrollo material
de la sociedad y el principal elemento diferenciador frente a otras unidades nacionales.

Por su parte, la constitución del sistema de dominación que denominamos Estado,


supone la creación de una instancia y de un mecanismo capaz de articular y reproducir el
conjunto de relaciones sociales establecidas dentro del ámbito material y simbólicamente
delimitado por la nación.

El Estado no surge entonces por generación espontánea ni tampoco es creado, en el


sentido de que "alguien" formalice su existencia mediante un acto ritual. La existencia del
Estado deviene de un proceso formativo a través del cual va adquiriendo un complejo de
atributos que en cada momento histórico presenta distinto nivel de desarrollo. Es en este
sentido como hablamos de "estatidad" para referirnos al grado en que un sistema de
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MÓDULO 2

dominación social ha adquirido el conjunto de propiedades que definen la existencia de un


Estado. Ahora bien, si aceptamos la idea de que la formación del Estado es un gradual
proceso de adquisición de los atributos de la dominación política -los que suponen la
capacidad de articulación y reproducción de cierto patrón de relaciones sociales- la
pregunta que surge naturalmente es: ¿qué factores confluyen en la creación de
condiciones para que dichos atributos se adquieran? Lo cual equivale a plantear el tema
de los determinantes sociales de la formación del Estado. Distintos modelos o
interpretaciones han sido propuestos para explicar este proceso.

Sintéticamente, el acento ha sido colocado alternativamente en el legado colonial, la


relación dependiente establecida en la etapa de "expansión hacia afuera" y la dinámica
interna propia del Estado mismo. Sin duda, estos factores explican, parcial pero
concurrentemente, buena parte de las características que fue asumiendo el Estado en los
países de la región. Pero es importante trascender el listado de factores puntuales y
establecer en qué sentido las variables identificadas por cada enfoque influyeron en el
proceso que estamos analizando, cómo se afectaron mutuamente y de qué manera se
vieron interferidas o mediadas en cada caso por circunstancias -económicas, geográficas,
demográficas, culturales específicas a cada sociedad.

El ámbito de competencia y acción del Estado puede observarse entonces como una
arena de negociación y conflicto, donde se dirimen cuestiones que integran la agenda de
problemas socialmente vigentes. De esta forma el origen, expansión, diferenciación y
especialización de las instituciones estatales resultarían de intentos por resolver la
creciente cantidad de cuestiones que va planteando el contradictorio desarrollo de la
sociedad.

A lo largo de este simultáneo proceso constitutivo, las instituciones estatales tienden a


apropiarse de ámbitos y materias de actuación creados por el propio proceso de
diferenciación social que tiene lugar paralelamente.

En otras palabras, la ampliación del aparato estatal implica la apropiación y conversión de


intereses "civiles", "comunes", en objeto de su actividad, pero revestidos entonces de la
legitimidad que le otorga su contraposición a la sociedad como interés general. Además,
este proceso conlleva -como contraparte material- la apropiación de los recursos que
consolidarán las bases de dominación del Estado y exteriorizarán, en instituciones y
decisiones concretas, su presencia material.

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MÓDULO 2

La expansión del aparato estatal deriva entonces del creciente involucramiento de sus
instituciones en áreas problemáticas (o "cuestiones") de la sociedad, frente a las que
adoptan posiciones respaldadas por recursos de dominación. El grado de consenso o
coerción implícito en estos actos de apropiación depende de la particular combinación de
fuerzas sociales que los enmarcan. Pero en todo caso, siempre se hallan respaldados por
alguna forma de legitimidad, derivada del papel que el Estado cumple como articulador de
relaciones sociales, como garante de un orden social que su actividad tiende a reproducir.
No taxation without representation, la clásica fórmula de la democracia liberal
norteamericana, supedita justamente la capacidad extractiva del Estado al reconocimiento
de reglas del juego político que aseguren la representación -y eventual conversión en
"interés general"- de los intereses "comunes" de la sociedad civil. Qué intereses resultan
representados y satisfechos depende, obviamente, del contenido de la agenda de
cuestiones socialmente problematizadas cuya vigencia sostiene, y cuya resolución influye,
la particular estructura de dominación impuesta en la respectiva sociedad. Como principal
articulador de esta estructura de dominación y como arena fundamental para dirimir el
contenido y las formas de resolución de las cuestiones que integran la agenda, el aparato
institucional del Estado tiende a expresar las contradicciones subyacentes en el orden
social que se pretende instituir.

Por lo tanto, el análisis de la evolución histórica de las instituciones estatales es


inseparable del análisis de cuestiones sociales que exigen su intervención mediante
políticas o tomas de posición. La metamorfosis del aparato del Estado se ajusta así a los
ritmos, instancias y modalidades que asumen las formas de resolución de tales
cuestiones. Estas reflexiones suministran el marco conceptual mínimo para explorar
nuestro tema. Sin embargo, antes de internarnos en el estudio de la experiencia
argentina, sería conveniente discutir brevemente los procesos de formación estatal en
América Latina, a fin de que nuestro posterior análisis pueda ser ubicado en un plano de
especificidad histórica propia de la región.

RESUMIENDO

La formación del estado es un aspecto constitutivo del proceso de construcción social, en


el cual los diferentes planos y componentes que estructuran la vida social organizada.
Elementos tan variados, como el desarrollo relativo de las fuerzas productivas, los
recursos naturales productivos, el tipo de relaciones de producción establecidas, la

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estructura de clases resultantes, o la inserción de la sociedad en la trama de relaciones


económicas internacionales, contribuyen en diverso grado a su conformación.

La existencia del estado se verificaría a partir del desarrollo de un conjunto de atributos


que definen la estatidad (la condición de ser estado), es decir el surgimiento de una
instancia de organización de poder y de ejercicio de la dominación política. El estado es
resultado de un proceso por el cual una sociedad se constituye (relación social) y además
aparato institucional.

La estatidad supone:

• Capacidad de externalizar su poder.


• Capacidad de institucionalizar su autoridad: imponiendo una estructura de relaciones
de poder que garantice su monopolio sobre los medios organizados de coerción
(monopolio de la fuerza).
• Capacidad de diferenciar su control: conjunto funcionalmente diferenciado de
instituciones públicas con legitimidad reconocida.
• Capacidad de internalizar una identidad colectiva: mediante la emisión de símbolos
patrios fomentar los sentimientos de pertenencia y solidaridad que permitan el control
ideológico como mecanismo de dominación.

"La existencia del estado presupone de condiciones materiales que posibiliten la


expansión e integración del espacio económico (mercado) y la movilización de agentes
sociales en el sentido de instituir relaciones de producción e intercambio crecientemente
complejas mediante el control y empleo de recursos de dominación. Además esa
economía en formación va definiendo un ámbito territorial".

La idea de estatidad está relacionada al surgimiento de la idea de nación.

En la idea de nación se conjugan elementos materiales e ideales al igual que en la de


estado. Pero a diferencia del segundo, implican la difusión de símbolos, valores, y
sentimientos de pertenencia a una comunidad diferenciada por tradiciones, etnias,
lenguaje u otros factores de integración, que configuran una identidad colectiva.

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EMANCIPACIÓN, ORGANIZACIÓN Y ESTADOS NACIONALES EN AMÉRICA LATINA


Al ubicarnos en el plano concreto de los procesos históricos, se nos plantea la dificultad
de precisar un momento a partir del cual podamos advertir la existencia, aún embrionaria,
de un Estado nacional.

La mayoría de los movimientos emancipadores tuvieron un carácter municipal,


limitados generalmente a la localidad de residencia de las autoridades coloniales.
Gradualmente, en la medida en que consiguieron suscitar apoyos, se fueron extendiendo
hasta adquirir un carácter nacional. Los débiles aparatos estatales del período
independentista estaban constituidos por un reducido conjunto de instituciones -
administrativas y judiciales- locales.

A este primitivo aparato se fueron superponiendo órganos políticos (v.g. juntas,


triunviratos, directorios), con los que se intentó sustituir el sistema de dominación colonial
y establecer un polo de poder alrededor del cual constituir un Estado nacional. Estos
intentos no siempre fueron exitosos, y en muchos casos desembocaron en largos
períodos de enfrentamientos regionales y lucha entre fracciones políticas, en los que la
existencia del Estado nacional se fundaba, de hecho, en sólo uno de sus atributos: el
reconocimiento externo de su soberanía política. No pocas veces, el fracaso se debió a la
escasa integración territorial, derivada de la precariedad de los mercados y agravada por
la interrupción de los vínculos con la vieja metrópoli.

La integración política de las colonias con la metrópoli -que el proceso emancipador


interrumpió- había sido una condición necesaria de su explotación económica. Con la
independencia, las tendencias hacia la automatización regional se vieron reforzadas por el
debilitamiento de los antiguos ejes dinámicos de la economía colonial (los centros
proveedores de metales preciosos) y el creciente aislamiento, que dificultó el desarrollo e
integración de nuevos circuitos económicos. El período independentista se caracterizó así
por tendencias secesionistas que desmembraron los virreinatos y modificaron
drásticamente el mapa político de América Latina.

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UNIDAD 2
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EL ESTADO ARGENTINO.EVOLUCION Y
CONFORMACION
Prof ROSANA NAVARRO

JTP . MARIELA TORRES

JTP: ANDREA GUARDIA

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BREVE ANALISIS DE LA UNIDAD

EL PROCESO DE FORMAÇIÓN DEL ESTADO NACIONAL: FEDERALISMO,


CENTRALISMO Y AUTONOMIA
El Federalismo Argentino. Causas remotas y próximas. Tendencias organizativas
federativas de las provincias. Características del federalismo argentino. Aspectos
económicos del federalismo histórico.
Es proceso histórico que se da de distintas formas hasta lograr su expresión definida en
1820 por el régimen interprovincial de los Pactos.
Causas remotas. Antecedentes españoles: Individualismo del pueblo español.
Los antiguos ayuntamientos o Cabildos españoles tenían tal fuerza que sus decisiones
no podían ser revocadas por el Rey.
Fueros y privilegios. Eran adquiridos u otorgados por el Rey a las distintas comunidades.
Antecedentes locales: Ciudades y provincias.
La ubicación de las primeras ciudades asentadas por los conquistadores españoles en lo
que es hoy el territorio argentino no fue determinada al azar de las circunstancias.
Consolidar las comunicaciones. De esta manera quedaban aseguradas las
comunicaciones entre tan distantes ciudades, que se iban fundando a la vera de los
caminos o de los puertos. Escasa comunicación entre ellas. Las comunicaciones eran
generalmente muy difíciles, sobre todo por vía terrestre. La forma más segura era la
navegación fluvial. Las enormes extensiones, que se debían recorrer hacían difícil las
comunicaciones y el intercambio entre las ciudades. Esto acentuó el localismo y a medida
que transcurrieron los siglos y se produjeron los sucesos de Mayo, sirvió ese localismo
como una de las bases de la autonomía de las provincias, fundamento de la organización
federal.
Mezcla de Razas. Ese sentimiento, enunciado precedentemente, se vio fortalecido por la
muy especial circunstancia del entrecruzamiento racial operado en los primeros tiempos
de la colonia, Catorce ciudades cabildos. Una vez establecidas las ciudades, se
acomodaron a las formas que el medio permitía, surgiendo industrias precarias que
alimentaban la economía y el comercio de cada una.
Causas Próximas: La Revolución de Mayo. En la revolución de Mayo vamos a encontrar
otro antecedente del federalismo. el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, que el
pueblo de Buenos Aires, por sí sólo, no podía resolver acerca del gobierno del Virreinato,
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y fruto de esa actitud fue la decisión de convocar a todas las “ciudades” para que envíen
sus representantes a fin de incorporarse al gobierno recién establecido y resolver sobre la
forma de gobierno. La Asamblea del año XIII y Congreso de Tucumán. En estas dos
asambleas estuvieron representadas las ciudades y villas del antiguo Virreinato. La
revolución de Mayo fomentó la desaparición de la dependencia establecida por el régimen
de las Intendencias, aunque muchos de los gobiernos que se sucedieron en el largo
periodo hasta lograr la Organización Nacional, trataron de mantener un sistema similar al
que impusieran los Borbones. Igualdad de las ciudades. Fue este el principio proclamado
en Mayo y que las provincias, exigirán permanentemente en todos los intentos de
organización constitucional del país.
El localismo municipal vigente durante todo el reinado de los Austrias había formado
entidades separadas administrativamente, pero no separadas políticamente como
“soberanas”. Antagonismo regional, tanto en lo económico como en lo político.
Causas de orden económico van produciendo rivalidades regionales en las relaciones
comerciales y factores atávicos y prejuicios sociales crean un ambiente de desconfianza e
inquina contra la capital tradicional, exacerbado por el absolutismo de los primeros
gobiernos metropolitanos. Antigua prevalencia de las ciudades del interior y posterior
crecimiento de Buenos Aires. La organización administrativa antes de la creación del
Virreinato del Río de la Plata, condenaba a Buenos Aires a un aislamiento que la obligaba
a una sumisión cultural y económica creadora de innumerables rivalidades y
resentimientos. Algunas ciudades del interior eran más importantes que Buenos Aires, no
sólo en población y actividad comercial, sino por su mayor elevación cultural, social y de
esplendor monetario. Pero la posterior rápida elevación de Buenos Aires, como Capital de
la Gobernación primero y del Virreinato del Rio de la Plata después, con la habilitación de
su puerto y el Reglamento de 26 Comercio Libre, significó su engrandecimiento en todos
los órdenes, especialmente en lo político y económico, mientras a las demás ciudades
sólo les quedaba el recuerdo de un pasado brillante y poderoso. Esa rivalidad incubada
durante la colonia estalló violentamente cuando Buenos Aires pretendió ejercitar una
superioridad que los demás pueblos se resistieron a aceptar. Diversidad de origen de las
corrientes pobladoras y diferencias sociales emergentes de ello.
Fueron distintas las corrientes pobladoras que realizaron la conquista de nuestro actual
territorio, y ello configuró otro factor de recelo recíproco y antagonismo regional, ya que el
litoral tuvo desde el inicio caracteres que hoy llamaríamos democráticos, en el norte la
organización social jerarquizada en base a! disfrute de las encomiendas, creó una

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aristocracia feudal, verdadera clase dirigente, ilustrada y conservadora que miraba


desdeñosamente los afanes progresistas de los habitantes plebeyos del litoral. Distinta
preparación intelectual En las antiguas ciudades del interior norte estaban enclavados los
mejores centros educativos y la Universidad creaba clases dirigentes con características
dominadoras y elitistas, mientras Buenos Aires, como lo hemos dicho, se mantenía en su
orfandad, que recién en los últimos tiempos de la Colonia con la relativa riqueza adquirida,
permitió á sus habitantes educar decorosamente a los hijos. Se buscaba, además, el
grado universitario para satisfacer las aspiraciones culturales de la época creándose una
elite porteña que habrá de dirigir los destinos de la Revolución de Mayo. Cabe recordar
las diferencias ideológicas en la base de su preparación, pues en la Universidad de
Córdoba privaba la enseñanza católica, mientras en Buenos Aires la mayor libertad y la
facilidad de las comunicaciones permitieron a los hijos de la tierra beber en fuentes
extranjeras el ideario político y económico que tratarían de aplicar. Diferencias
económicas. Librecambio del Litoral y Proteccionismo del interior. Los productores del
litoral buscaban en el libre cambio la satisfacción de sus aspiraciones mercantiles
mientras que el interior le oponía un cómodo estancamiento industrial. Tendencias
organizativas y federativas de las provincias. El análisis de las causas remotas y próximas
del federalismo va señalando una tendencia que expresa el sentimiento autónomo del
pueblo español. Traslados América, las enormes distancias que separaban cada una de
los pueblos que se iban fundando fue creando conciencia de la necesidad de bastarse a
sí mismos en todos los órdenes. La decadencia de los Austrias, posibilitó que en cada una
de las ciudades y villas de las colonias americanas se afirmará cada vez más, el gobierno
de lo propio, proveyendo a todas sus necesidades desde las más elementales hasta las
más importantes.
A partir de 1810 veremos la manifestación de ese sentimiento. Los gobiernos establecidos
en Buenos Aires, en los hechos que hicieron suplantar el régimen intendencia al español.
Cuando en mayo de 1810 se resuelve establecer un gobierno propio se resuelve también
convocar a los pueblos para integrar la junta o conformar un congreso.
Las provincias comienzan a plasmar en cartas constitucionales ese sentimiento de
autonomía. Desde la iniciación de la Primera Junta de 1810 hasta la caída del Congreso
Constituyente en 1820. Todos los ensayos constitucionales tuvieron el propósito de
organizar políticamente el gobierno nacional. El poder central y la denominada época de
la Anarquía. El nuevo Director del Estado, interino, Don José Rondeau siguió la política de
su antecesor que no hacía sino reflejar el pensamiento porteño de destruir las

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pretensiones de organizar un país federal que desde Artigas en adelante se venían


manifestando especialmente en el Litoral. Un lugar fundamental, estratégico, era la ciudad
de Santa Fe, que como ya sabemos había logrado su autonomía respecto de la provincia
de Buenos Aires. Para someterla, se quería traer el Ejército de los Andes que San Martin
preparaba para liberar a Chile y Perú. Se buscaba por otro lado que las fuerzas
portuguesas ocupantes de la Banda Oriental pasasen a Entre Ríos para atacar a aquella
ciudad.
El desprestigio de la autoridad directoral había determinado una serie de movimientos en
el interior del país, amenazando con producirse una desunión total de los pueblos,
Francisco Ramírez de Entre Ríos y Estanislao López de Santa Fe, unían sus fuerzas y
avanzaban sobre Buenos Aires, donde Rondeau se aprestaba a resistirlos con el apoyo
del Ejército Auxiliar del Norte. los caudillos federales arrollaron a las fuerzas directoriales
en los campos de Cepeda el I0 de febrero de 1820. Varias son las consecuencias de esta
derrota. Se produjo la disolución del Congreso y el fin del régimen directorial. La cercana
presencia de las fuerzas federales provocó el pánico tanto en el gobierno como en el
pueblo de Buenos Aires, y se adoptaron aprestos para defender la ciudad. Pero las
fuerzas federales actuaron con gran moderación y les otorgaron una tregua de ocho días
para que los vencidos pudieran deliberar sobre las propuestas que les hacían llegar los
vencedores. Nuevamente el Cabildo de Buenos Aires será el receptáculo donde se
depositará la renuncia del Director interino y testigo de la disolución del Congreso, y
reasumirá la soberanía, erigiéndose en autoridad suprema. Otra de las consecuencias fue
el fin de los proyectos monárquicos en el Río de la Plata, ya que a partir de la fecha
indicada no van a aparecer nuevos intentos en tal sentido y la forma republicana ya no
será puesta en tela de juicio en el largo proceso de nuestras instituciones. Los Caudillos y
su reacción contra el centralismo
La teoría jurídica que se impusiera con la Revolución de Mayo había sido la de la
retroversión de los derechos soberanos de los pueblos, teoría que estaba directamente
relacionada con los acontecimientos ocurridos en España a partir de 1808. Pero los
primeros gobiernos revolucionarios, por una razón o por otra, se vieron en la necesidad de
organizarse en forma centralizada, en manos de los hombres de Buenos Aires,
lastimándose de esta manera intereses que se consideraban legítimos. Así fueron
surgiendo en cada uno de los pueblos, o provincias, dirigentes o “caudillos”, generalmente
militares, que se hicieron intérpretes de las aspiraciones del medio en que actuaban y que
supieron interpretar y dirigir su accionar, encaminado a una organización del Estado que

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tuviera en mira el interés general, sin perder por ello de vista los intereses particulares de
cada uno de sus pueblos.
Los caudillos de las provincias fueron los protagonistas auténticos de la historia. Fueron
hombres de su tierra con todos los defectos y las virtudes de su época. Puede afirmarse
que los caudillos fueron representativos de los sentimientos y de las expectativas del
pueblo. Los personajes de aquella ofensiva federalista fueron varios, debiendo señalarse
a manera de ejemplo a José Gervasio de Artigas, Estanislao López, Francisco Ramírez,
Facundo Quiroga, Martín Güemes, Bustos. Heredia, etc. Los caudillos eran
representativos de amplios sectores populares y la continuidad de su presencia en el siglo
pasado induce a pensar que su existencia no respondió a episodios circunstanciales sino
que expresaba una realidad auténtica, trascendente, asistida por sus particulares motivos,
acuciada por sus propios ideales y representativa de un modo de sentir y de pensar
ampliamente compartido en varias regiones del país. Las ligas Federal y Unitaria

La Liga Federal se formaliza en 1815 en Concepción del Uruguay, entre las provincias de
Entre Ríos, Corrientes, Misiones y la Banda Oriental, Córdoba y Santa Fe, participes del
Congreso de Oriente. Mientras los portugueses atacan a la Banda Oriental, Buenos Aires
a su vez lo hace con la provincia de Santa Fe, en una acción que parece coordinada por
la diplomacia del Directorio con los enemigos portugueses. El “Éxodo” del pueblo oriental
en 1813 y las Instrucciones de Artigas en el mismo año, muestran la actitud
independentista del caudillo oriental. Cuando el Director Pueyrredón le comunica a las
provincias la trascendente Declaración de la Independencia hecha en Tucumán en 1816,
Artigas le contesta que hace más de un año la Banda Oriental juró su independencia. Los
federales, querían constituir una unión a la manera de los Estados Unidos de
Norteamérica, donde existía un gobierno nacional que ejercía todo el poder que los
estados le delegaban, pero reservándose el manejo de sus problemas interiores en todo
lo no delegado en forma expresa al Estado Nacional.
Tales son las instrucciones de Artigas y el Proyecto de Constitución Federal en 1813, y
posteriormente el Tratado del Pilar de 1820, el Pacto Federal de 1831 y el Acuerdo de
San Nicolás de 1852, donde se hizo valer esa posición. Los unitarios por su parte, se
opusieron primero a la incorporación a la Primera Junta por parte de los diputados del
interior y finalmente los expulsaron. Cuando se reúne tiempo después la Asamblea de
1813, no permiten la incorporación de los diputados de la Banda Oriental, porque ello
habría significado un golpe a su posición y credo político. La posición unitaria encontrará

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en Bernardino Rivadavia el artífice para la instalación de un gobierno organizado sobre la


base de un Estado. El 1° de diciembre de 1828 el Gral. Lavalle asumió la responsabilidad
del movimiento que derrotó al Coronel Dorrego, entonces gobernador de Buenos Aires y
Encargado de las Relaciones exteriores.
El Gral. José María Paz fue encomendado para derribar las situaciones federales del
centro del país, tarea que cumplió sin mayores problemas imponiéndose por las armas y
organizando lo que se dio en llamar Liga Unitaria del Interior, mediante una serie de
tratados de corte bilateral con los nuevos gobiernos unitarios que se instalaron en las
provincias de Cuyo y del Centro Norte del país. Las provincias contratantes creaban un
Supremo Poder Militar que fue ejercido por el Gral. Paz, quien quedaba a cargo de la
defensa y seguridad de las provincias integrantes de la Liga.
Formación y antecedentes institucionales de las Provincias fundadoras del Estado
argentino.
Primeras constituciones provinciales La creación del Virreinato del Río de la Plata (1776),
reúne por primera vez bajo una misma dirección política territorios hasta entonces
separados bajo diferentes administraciones.
La creación del régimen intendencial, establece -en el actual territorio argentino- tres
gobiernos (Buenos Aires, Córdoba y Salta), con facultades de Justicia, Hacienda, Policía y
Guerra, todos bajo la dependencia del Virrey. Sus titulares eran Gobernadores-
Intendentes, cuya designación era exclusiva del Rey. Revolución de 1810.
Los gobiernos centrales se adjudicaron las funciones que antes correspondían al
Monarca y a los Virreyes. Se trueca en potente centralismo político y administrativo,
provisorio por las circunstancias que se vivían. En 1813, 1816 y 1824 se reunieron
Congresos generales, en los que se buscó afirmar el centralismo existente. Su obra
constitucional de efímera vigencia les quitó toda trascendencia inmediata. El sistema de
Intendencias no fue al principio alterado. La influencia de Artigas suprimió en 1814 - 1815
la subordinación de Corrientes, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe a los gobiernos centrales
de Buenos Aires. En 1815 Salta elige su propio gobernador. A partir de 1820 esta
disgregación política se acentuó con la desaparición del gobierno central y la
proclamación por varias provincias de la disolución de los vínculos que las unían a las
ciudades cabeceras.
Es la etapa a la que nuestra Historia llama "La Anarquía". Los gobernadores, o caudillos
en la medida de sus intereses trabaron la acción de los Congresos y de los Poderes
Ejecutivos centrales de tendencia unitaria, determinando con su activa resistencia la

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desaparición de los organismos con que la elite porteña quería darle apariencia de Nación
al territorio. El nombramiento de los gobernadores era muchas veces el resultado de una
revuelta. Aparecen varios proyectos de integración nacional: Tentativas Centralistas de
1819 y 1826. Se le oponen los proyectos federales cristalizados en los Pactos de 1820,
1822, 1827, 1829 y 1831, que buscaban para el futuro la Organización Nacional pero no
llegaron a concretarla entonces.
En las luchas civiles algunos caudillos extendieron su poder a provincias que no eran las
de su mando. Quiroga dominó el Oeste del territorio, hasta Córdoba. Allí chocó con
Estanislao López de gran influencia en el Litoral. La desaparición del primero en 1835 y la
del segundo en 1838, le permitió al Gobernador de Buenos Aires D. Juan Manuel de
Rosas cimentar su preponderancia. Constituyó así la “Confederación Argentina”,
existencia reconocida por leyes provinciales que confirieron a Rosas el Encargo de las
Relaciones Exteriores y ciertas funciones de carácter nacional.
Esta sirvió de base a la unidad nacional al someter a los gobernadores a la tutela
superior del que, sin ser proclamado, se convirtió en el Jefe de la Nación. Urquiza, luego
de vencer a Rosas en la batalla de Caseros, aprovechó esa incipiente jerarquía para
edificar sobre ella un ordenamiento jurídico, logrando la unión mediante el Acuerdo de
San Nicolás de 1852. El Congreso reunido en Santa Fe, dictó la Constitución de 1853.
Buenos Aires, sesionada, se reincorporó en 1862, reformándose la Constitución y
sellándose definitivamente la Unidad Nacional

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