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Vox Verbi.

Segunda época. Año 12. nº 329

15 de octubre de 2005.

“Estamos hambrientos de la Eucaristía”


Publicamos un mail del P. Ariel Alvarez al p. Buela
del 28 de septiembre.

Querido padre:

Acabamos de llegar de Buguruslán y me pidió el p. José que le escriba unas líneas sobre la
muerte de la hna. María de todos los Santos. Él se quedó allá con las hermanas hasta mañana.
Ellas escribirán algo más detallado pero no quisimos demorar en hacerle llegar algo a usted.

Las hermanas habían ido a Buguruslán a visitar a María 4 días antes de su muerte, el P.
José le celebró la Misa, la confesó y le dio la unción.

La encontraron más débil de salud pero con mucho ánimo, estaba muy alegre con la
visita de las hermanas y de tanto conversar con ellas al otro día se quedó sin voz. El lunes
mostró un empeoramiento acelerado de su salud y a las 18 hs., la vieron que ordenaba una
altarcito en su cuarto; cuando le preguntaron qué hacía contestó que se preparaba para su
muerte. Luego se recostó y sus familiares se reunieron alrededor de ella mientras rezaban.
Alguien hizo ademán de querer sacarlos de la habitación pero ella hizo seña de que se quedaran.
Se le corrieron unas lágrimas y a las 20:30 tomó la mano de uno de sus sobrinos, se la puso bajo
su rostro y literalmente, "se durmió en el Señor", serenamente. Tenía 93 años.

Las hermanas viajaron apenas avisaron de su muerte,  durante la noche. El resto de los
padres, que providencialmente estábamos todos en Kazan, viajamos al otro día, el martes.

El sepelio fue hermoso, solemne, como corresponde. Las últimas veces que la visitamos
ella pedía por favor que  cuando muera la venga a enterrar algún sacerdote, ya que en
Buguruslán no hay sacerdote. En la Santa Misa éramos 7 sacerdotes.

Al finalizar, y antes de salir en procesión al cementerio dijeron unas palabras los


familiares, las hermanas y los sacerdotes. Todos coincidieron en destacar dos cosas de María de
Todos los Santos: su fe y su sufrimiento. El p. Diógenes recordó que ella no le tenía miedo a la
muerte sino que más bien la deseaba y ese deseo se intensificó en los últimos tiempos de su vida
por su deseo de ver a Dios, éste era su ansiado día.
Nosotros recordábamos que cada vez que veía un padre nos decía que rezaba de modo
especial por los sacerdotes.

El obispo mandó una hermosa carta de condolencias en la que recordaba que cuando él
apenas fue nombrado párroco en Marx recibió una carta de María en la que le decía: "padre,
venga a visitarnos, estamos hambrientos de la Eucaristía". También se recordaron las anécdotas
de María con el beato mártir Alexander Sarievsky.

Ha sido una enorme gracia para nuestra familia religiosa tener a esta confesora de la fe
entre nosotros y más aún ahora que intercede por nosotros al lado de su Esposo. El clima de
estos días más que de un “lo siento” típico de un velorio fue el de “felicitaciones” por tener a una
religiosa en el cielo.

Unidos en la Santa Misa.

p. Ariel Alvarez, VE.

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