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2 da entrega:
Ensayo pedagógico
Índice
Resumen 2
Introducción 2
- Acto pedagógico 3
- Participación 12
Capítulo de análisis 14
Conclusiones 25
Referencias bibliográficas 25
Lara De
Amenti 1
Resumen (se incluirá al finalizar el resto de los puntos)
Introducción (tentativa)
En primer lugar, se considera oportuno explicitar el tema del ensayo: ¿Cuál es el rol del
docente en la construcción1 de autonomía en los educandos?
La elección de este tema se debe a una inquietud personal que surge de distintas
experiencias: de la práctica propia de la formación docente (ocupando el rol de educadora), y
de las vivencias como escolar (desde el rol de estudiante).
Así como plantea Davini (2015), las prácticas constituyen una fuente de experiencias que
permiten la reflexión y llevan al planteo de diversos cuestionamientos. Por lo tanto, a partir
de las vivencias y cuestionándolas, es que se pueden modificar las prácticas docente con el
fin de mejorarlas.
Es por eso que, partiendo de estas experiencias, han surgido cuestionamientos referidos a
la construcción de la autonomía en los niños y niñas. Entre ellos, ¿cuánto se favorece, con las
prácticas de aula, el desarrollo de la autonomía de los educandos? Desde la formación
docente, y en la teoría, se establece como objetivo la contribución en la formación de “sujetos
autónomos y críticos”, pero, ¿realmente se entiende a qué se hace referencia con esta
expresión?, ¿se comprende lo que implica?, ¿en las prácticas pedagógicas y didácticas se
atiende este aspecto?
En otros términos ¿se los prepara para vivir sin la guía del docente?, como plantea Savater
(2012), ¿educamos para la emancipación?, como expone Meirieu (2018). Es a partir de estas
preguntas que considero importante ahondar en la importancia que conlleva desarrollar la
autonomía en los sujetos, y lo que esto implica.
De modo que, el presente ensayo pretende y propone pensar el rol docente reflexionando
sobre sus prácticas, y con planteos conceptuales de los autores elegidos como marco. El fin
1
RAE: 1. Acción y efecto de construir. 2. Arte de construir. | Construir: Hacer algo utilizando los elementos
adecuados.
de esta reflexión remite en favorecer en la toma de las decisiones de los y las docentes, en las
aulas diariamente, para contribuir en el desarrollo de los niños y niñas, de la mejor manera.
Para responder la pregunta central planteo otras que guiarán el ensayo. Partiendo de los
conceptos centrales del tema elegido se propondrán además las siguientes interrogantes: ¿Qué
es la autonomía?, y, por lo tanto, ¿qué implica ser autónomo? A su vez, para justificar su
abordaje planteo, ¿cuál es la importancia de construirla y/o desarrollarla?
El tema fue acotado eligiendo como centro uno de los ejes de la acción pedagógica: el
aula, y dentro del aula, el rol del docente. A partir de este es pertinente cuestionarse: ¿Desde
el rol docente puede favorecerse el desarrollo de la autonomía en los niños y niñas? ¿de qué
forma? ¿Qué responsabilidad tiene el docente en esta construcción?
Acto educativo
Si bien el siguiente ensayo pretende centrarse en el rol del docente, se cree pertinente
definir, primeramente, acto educativo, ya que su rol y el del educando, se determinan a partir
de este acto.
Perrenoud (2004) también expone la importancia de ser reflexivo para lograr determinarse
como profesional; plantea, “de la reflexión en la acción a una práctica reflexiva” (Perrenoud,
2004, p. 29) y propone la reflexión durante la acción y fuera de esta. También en el Perfil de
Egreso (2008) se expone la idea de que un egresado como profesional docente debe ser capaz
de reflexionar sobre sus prácticas, a partir de la problematización de los conocimientos, y
debe poder intercambiar con sus colegas.
Para lograr esta reflexión es necesario tener actitud investigativa, creativa y reflexiva, así
como plantea el Perfil de Egreso (2008). Además, en este se define al docente como creador,
que difunde cultura y promueve el desarrollo del sujeto (individual y colectivamente). Esto
puede relacionarse con lo planteado por Lipman (2016) sobre el pensamiento
multidimensional como forma de mejorar la capacidad de pensar en educación, a partir de
tres dimensiones: crítica, creativa y cuidadosa, entendiendo este pensamiento como integral.
Según Giroux (2001) el rol del docente, asumido como profesional reflexivo, supone
responsabilidad en cuanto a una pedagogía contextualizada, desde lo social y desde lo
político, con un objetivo (implícito) de transformación. A partir de esto y siguiendo a Giroux
(2001), el docente no es neutral frente a la realidad, y con este planteo invita a la reflexión y a
dar sentido a esta práctica, con ese objetivo de cambio ya mencionado.
Siguiendo con lo expuesto en el Perfil de Egreso (2008), el docente debe tener una
formación que le permita reconocer las múltiples dimensiones de las transformaciones
sociales que forman parte de los seres humanos, “por lo tanto, en las que se construye y
reconstruye su rol” (ANEP, 2008, p. 18). Además, se explicita como necesario asumir la
condición de sujeto situado, y tener en cuenta lo complejo de la sociedad, en un espacio
geográfico, y en un tiempo histórico determinado.
Según el Perfil de Egreso (2008), el docente debe protagonizar procesos en los que se
discuten, elaboran y definen las políticas educativas. Problematizando el planteo anterior,
resulta pertinente mencionar lo expuesto por Giroux (2001) sobre la poca confianza que se
tiene en estos profesionales. Según explica, las reformas educativas son una amenaza porque
los reduce a técnicos y simples ejecutores, planteando que en la formación docente se
promueven metodologías opuestas al favorecimiento del desarrollo del pensamiento crítico.
Meirieu (2018) explica que enseñar implica organizar una confrontación que se da entre el
saber y la ayuda para interiorizarlo. Este autor pone énfasis en la importancia del educando en
el aprendizaje, y plantea fundamental su voluntad, ya que aprender exige esfuerzo personal.
También Perrenoud (2004) expone que, la organización de situaciones de aprendizajes y la
gestión de la progresión de estos, constituyen algunas de las competencias docentes.
También Davini (2015) se refiere a la formación del educador, y menciona que esta debe
ser continua, pero, a su vez, pone gran énfasis en la formación inicial ya que la establece
como las bases para el resto. Además, Perrenoud (2004), y Freire (1997), entre otros autores,
refieren a la importancia de la formación permanente, con evaluación y reflexión sobre las
prácticas, como forma de comprometerse con los procesos educativos.
El Perfil de Egreso Docente (2008) plantea la importancia de ser conscientes sobre la
necesidad de superar las contradicciones que suceden entre teoría y práctica; el docente debe
ser “capaz de trabajar pensando y pensar trabajando.” (ANEP, 2008, p. 19). Así como plantea
Davini (2015) es necesario lograr conjugarlas.
Otro aspecto sobre el rol docente, que resulta fundamental exponer, es el referido a la
“autoridad emancipatoria” (Giroux, 2003. Como se cita en ANEP/CEIP, 2008, p. 36), como
categoría que dignifica su trabajo. Esta noción se explicita en el Programa de Educación
Inicial y Primaria (PEIP) (2008), y se plantea que, los docentes deben tener un conocimiento
crítico y problematizar las relaciones que establece. Estas relaciones, entre el docente y los
educandos, con la comunidad o con los conocimientos, implican reciprocidad. A su vez, es
importante mencionar que estas relaciones se dan por medio de valores.
Siguiendo los aportes de Paulo Freire (1997), la autonomía es una categoría que se
incorpora con el neoliberalismo. El autor explica que esta se construye en el desarrollo del
sujeto histórico, de la democracia, y con la libertad que llena el espacio que antes era de la
dependencia.
Para seguir conceptualizando el término, resulta importante mencionar que Freire (1997)
utiliza el vocablo heteronomía como contrario a autonomía, y propone el pasaje de prácticas
basadas en el primero de estos, a otras que favorezcan la construcción del segundo. Además,
expone que la autonomía permite y da lugar a la libertad, por lo tanto, la concibe como forma
de liberarse de la opresión.
Así como expone Freire, el educando se volverá más libre cuando asuma la
responsabilidad de sus acciones, por lo tanto, la autonomía del educando “se funda en la
responsabilidad que va siendo asumida.” (1997, p.43)
Freire (1997) explica que la autonomía del educando, así como la su dignidad, debe ser
respetada, y considera esto como un imperativo ético y no como un favor. Desde este lugar,
refiere a que la autonomía se constituye por las decisiones que toma el estudiante por sí
mismo, sus inquietudes, su gusto estético, su lenguaje: aspectos propios de cada educando.
2
Programa de Educación Inicial y Primaria (2008), p. 98. La Democracia no se agota en la identificación con
una forma de gobierno, sino que incorpora la convivencia y una forma de vida que implica la participación, el
pluralismo, la libertad y la vigencia de los Derechos Humanos. Por lo tanto, podríamos afirmar que no nos
referimos exclusivamente a los mecanismos jurídicos y de participación política, sino al alcance social, cultural
y económico.
Explica que, no respetar la autonomía y dignidad de los educandos expone la actitud de un
docente que minimiza a los estudiantes. Agrega que estas actitudes son propias de un docente
que “ahoga la libertad del educando” (Freire, 1997, p.28), y menosprecia su derecho de ser
curioso e inquieto. Según el autor, los docentes, para respetar esa autonomía, deben promover
instancias en las que los niños y niñas puedan comparar, escoger, decidir, y asumir su
derecho a hacerlo.
Freire, además, propone una práctica reflexiva que permita evaluar las instancias de clase,
determinar si estas favorecen o no ese respeto, e intentar disminuir las distancias entre lo que
decimos y lo que hacemos; “saber que debo respeto a la autonomía y a la identidad del
educando exige de mí una práctica totalmente coherente con ese saber” (Freire, 1997, p.28).
A su vez, propone que los educandos puedan participar de la evaluación, “el trabajo es el
trabajo del profesor con los alumnos y no del profesor consigo mismo” (Freire, 1997, p.30).
Así como explica Adela Cortina, el término autonomía puede definirse a partir de diversos
lugares, es un término polisémico. Los individualistas, desde su lugar, consideran esta noción
únicamente desde los individuos, la autonomía de cada individuo; los tradicionalistas la
entienden desde la comunidad y la tradición.
Adela Cortina (1993) se refiere a la autonomía como un concepto que, a su vez, sufrió
transformaciones. Para definirlo se refiere a otro término ya mencionado: autorrealización.
Según la autora “autonomía” y “autorrealización” se articulan “entre éticas de mínimos y de
máximos” (Cortina, 1993, p. 135). Es decir, la autonomía se ocupa de la dimensión
universalizable, por lo tanto, es la base para reconocer que la norma satisfaga intereses
universales y no particulares. Desde esta idea y con base en la autonomía se pretenderá
respetar a cada individuo y su ideal de autorrealización, siempre y cuando no atente contra los
del resto de los sujetos. Es desde esta concepción que todos los sujetos son considerados
“interlocutores válidos” (Cortina, 1993, p. 18) es decir, con dignidad y derecho de tomar
decisiones sobre lo que le afecta.
Paulo Freire (1997) explica la capacidad de diálogo como una habilidad que hace posible
el aprendizaje, el crecimiento y el respeto. El diálogo permite el desarrollo de los sujetos
como éticos, a favor de la construcción de la autonomía. A partir de este planteo, el autor
habla de construir la autonomía respecto a los otros.
Para Freire (1997) la interacción entre educar y enseñar necesita de un diálogo que implica
el respeto como valor fundamental. El autor explica la capacidad de diálogo como esencial
para aprender y crecer “en la diferencia” (Freire, 1997, p.28), entendiéndose como seres
curiosos, inacabados, éticos.
También Cortina (1993) plantea que el diálogo, junto con la decisión personal, permite
que se conciban las diferencias y lo irrepetible en la humanidad. La capacidad de diálogo
evidencia un estado abierto a los intereses universales y no únicamente a los propios. Es
3
Diccionario pedagógico (2005) p. 110. La educación integral debe entregar metas, fines y propósitos
educativos dirigidos a relaciones de sentido conducentes al perfeccionamiento humano. Los valores educativos
más importantes deben orientar la acción hacia dichas metas.
gracias al diálogo que puede construirse la doble dimensión, ya mencionada, en cada persona:
la de autonomía y la de autorrealización.
Siguiendo con las ideas planteadas por Cortina (1993), educar implica conseguir que el
niño piense por sí mismo, sea criterioso y consciente de las elecciones que toma, y desarrolle
la capacidad de generar espacios de diálogo, para favorecer el pensamiento crítico; estas son
características de los sujetos autónomos. Para la autora, una educación basada en valores
como el respeto, la solidaridad y la autonomía proporciona a los estudiantes la capacidad de
vivir bien, siendo este el fin al que debe apuntar un contexto educativo y pedagógico.
En relación con esto, Freire (1997) expone que, la enseñanza de la autonomía como parte
de la ética, no puede separarse del resto de los contenidos, por lo tanto, constituye un aspecto
transversal en las prácticas. Para Freire, lograr la autonomía es enseñar a pensar de forma
correcta. El autor entiende la práctica educativa como un ejercicio constante en favor de la
producción y el desarrollo de la autonomía de educadores y de educandos.
También dentro de los Objetivos Generales del Área de Lengua se menciona el término.
Uno de estos objetivos se constituye por reflexionar sobre la importancia del lenguaje con el
fin de conseguir un desarrollo comprometido, autónomo.
Según el PEIP (2008), la democracia es una forma de vida que implica participación y
esta, a su vez, se relaciona con la toma de decisiones, con el logro de diversas formas de
empoderamiento. La reciente aclaración permite explicitar lo planteado en el Programa de
Educación Inicial y Primaria (2008) sobre autonomía; esta es necesaria para llegar a ese
empoderamiento y a tomar decisiones importantes para la vida colectiva.
En este documento se establecen los elementos que permiten lograr una experiencia de
participación. Estos elementos se componen por momentos y condiciones. Entre los primeros
de estos se encuentra el de información, el de construcción y reconocimiento de la opinión
propia, y el de expresión y escucha. Dentro de las condiciones, un clima participativo, un
vínculo, un encuentro, oportunidades y aprendizajes significativos.
Solidaridad, individualismo y competitividad
Así como expone Cortina (1993) el concepto de autonomía puede tener varias
concepciones, además de que ha sufrido cambios y transformaciones. A pesar de esto, se ha
desarrollado una concepción, en la que se pretende basar el ensayo (aunque contraponiéndola
con otras), que es la que Cortina continúa desarrollando.
Desde esta concepción y siguiendo sus planteos, Cortina (1993) expone que, para lograr
llevar a cabo el desarrollo de la autonomía en los ciudadanos, son necesarios valores como la
solidaridad, la tolerancia, la “preferencia por los débiles” (p. 69). Entre estos mencionados, la
autora, define permanentemente el concepto de autonomía ligado al de solidaridad, por esta
razón resulta pertinente definirlo.
Desde estas cuestiones, el PEIP (2008) explica que la educación puede tener dos
posiciones ante estas. Una de ellas implica ser sumiso a esta realidad, a este modelo, y
fomentar los valores de competitividad e individualismo que mencionamos. Otra posición
podría construirse proponiendo el desarrollo de un modelo que se fundamente en el principio
de solidaridad.
Capítulo de análisis
Para continuar desarrollando esta idea, resulta importante seguir con los planteos del
Capítulo teórico - conceptual. Entiendo que, la tarea del docente, considerado profesional,
implica reflexión, por lo tanto, si bien pueden existir situaciones en las que el docente no
encuentre la mejor manera de resolverlas, e incluso aún más en estas instancias, la reflexión
ocupa un espacio fundamental. Desde este planteo, y siguiendo con lo expuesto en el marco,
considero que reflexionar durante y luego de las prácticas, constituye el rol y da lugar a esa
profesionalidad que mencionaba anteriormente.
Por lo tanto, entendiendo estos momentos como fundamentales, es que podemos concebir
al docente como profesional, comprendiendo que, en las situaciones en las que no se
encuentra la mejor manera, la reflexión y la búsqueda de estrategias, son las prácticas que lo
convierte en uno.
Creo pertinente comenzar con los planteos anteriores como forma de introducción al
análisis del rol docente, pero es necesario continuar específicamente con el tema que
propongo desarrollar en el presente ensayo. Para esto planteo algunas cuestiones, ¿qué lugar
ocupa la autonomía como valor, en la labor del docente?, ¿tiene este aspecto lugar en las
funciones que constituyen el rol?
Hasta aquí, he tratado sobre la propia autonomía del docente, pero, volviendo a las
preguntas iniciales del ensayo, ¿su labor implica favorecer la construcción de la autonomía de
los niños y niñas?, ¿es un aspecto que se atiende en las prácticas docentes?
En este caso, entiendo y creo pertinente aclarar que, la autonomía no puede enseñarse en
una clase, practicarse en otras posteriores y creer que este conocimiento se ha adquirido. Por
el contrario, al considerarla como un valor y como un proceso, como plantea Freire (1997) y
como se explica en el Menú de Indicadores y Sistema de Monitoreo (2010), su construcción
es continua.
Entiendo que, pensar en la autonomía como un valor para aspirar a una sociedad más justa
no implica que deba pensarse a niveles macros y futuros, desatendiendo lo concreto del acto
pedagógico. Considero importante entender que, en la escuela, o más específicamente en las
aulas, al pensar en ambientes favorecedores para la construcción de autonomía, y llevarse a
cabo, puede generarse un gran cambio, que, sin dudas, podría provocar transformaciones en
la sociedad en general, y a otros niveles. Por lo tanto, me cuestiono, ¿qué aspectos favorecen
el desarrollo de autonomía en el acto pedagógico, concretamente?
Creo que la autonomía puede propiciar un mayor involucramiento de los estudiantes en las
prácticas pedagógicas diarias, y, por consiguiente, favorecer su consideración como sujetos
activos y por lo tanto partícipes.
Siguiendo con esta idea, atendiendo la conceptualización realizada sobre el rol docente,
entendiendo este rol, no como una transmisión sino como un intercambio, considero que los
conocimientos y las habilidades se desarrollan en conjunto, de modo que, es a partir de las
prácticas docente que se puede favorecer o no la participación de los niños y niñas.
A partir de este planteo me surgen las siguientes interrogantes, ¿cuán activos están los
niños y niñas en las propuestas?, ¿son propuestas que como docentes se "proponen"
permitiendo opinión y participación activa de los educandos?
Para abordar esta idea, tomo como marco lo expuesto en el Sistema de Monitoreo de la
OEA (2010). En este se expone el siguiente supuesto, “(...) los niños, niñas y adolescentes
tienen sus ideas y puntos de vista propios, capacidades y potencialidades que serán diferentes
según los niveles de desarrollo alcanzados (...)”. (OEA, 2010, p.10) Esta afirmación, que
explicita la existencia de ideas y opiniones propias de los niños y niñas, constituye el
principio de autonomía progresiva.
A su vez, este último principio mencionado se define por el derecho que tienen los niños,
niñas y adolescentes de obtener medidas especiales de protección para desarrollarse en sus
derechos a participar, tomar decisiones e involucrarse, a medida que adquieren conocimiento,
madurez y, por lo tanto, responsabilidades. Así como plantea el Menú de Indicadores (2010),
el derecho a ser informados, formar su propia opinión, expresarla y ser escuchados son parte
de la Convención sobre los Derechos del Niño, Niña y Adolescente. A partir de las anteriores
afirmaciones entiendo que la construcción de autonomía en los educandos, podría darse
atendiendo el principio de participación.
Para continuar con la reflexión se entiende pertinente tomar como referencia los resultados
del ámbito educativo de la encuesta realizada por el Instituto Interamericano del Niño, la
Niña y Adolescentes, que se describe en el Menú de Indicadores y Sistema de Monitoreo
(2010). Esta fue realizada con niños, niñas y adolescentes de Uruguay, Perú y Ecuador como
población, y se basó en cuatro dimensiones que forman parte del principio de participación.
Entiendo que estos resultados pueden evidenciar aspectos a analizar, por lo tanto, a medida
que se describe cada dimensión, se plantean reflexiones y cuestionamientos sobre estas.
La primera de las dimensiones es: ser informado. Esta implica el cumplimiento del
derecho a recibir la información adecuada. Según los resultados de la encuesta, la
información recibida debe tener en cuenta la edad, y principalmente la etapa de desarrollo y
maduración de los niños y niñas. Además, deben considerarse los elementos del entorno.
Más allá de estos datos importantes, el nivel de dificultad, el idioma y el formato en el que se
presenta la información, son las principales variables que influyen en esta dimensión, según
los resultados.
Así como se plantea en el Menú de Indicadores de la OEA (2010), son los adultos los que
deben garantizar que este derecho se cumpla, de modo que, considero que el docente cumple
un rol fundamental en el acto pedagógico, y en su garantía, por ser la figura adulta. Además,
conocer y reconocer la edad y maduración de cada niño y niña permite a los docentes buscar
el nivel de dificultad adecuado de información. Para atender los factores: idioma y formato,
también debe tenerse un conocimiento sobre los saberes y habilidades que han desarrollado
los educandos en cuanto a estos aspectos.
La segunda dimensión es: emitir opinión, entendida como el derecho de los niños, niñas y
adolescentes, de producir y luego expresar sus propias ideas. A partir de esta definición, creo
que, para que el primero de estos pasos suceda (elaborar ideas propias) es necesario acceder a
variadas fuentes de información (por tanto, esta dimensión también depende de la primera),
participar de instancias y propuestas que favorezcan la reflexión, para luego poder construir
opinión y expresarla pudiendo argumentar.
Siguiendo los resultados de la encuesta, también se destaca el contexto en el que se emite,
y los espacios que se destinan para esto, como factores de mayor importancia al momento de
emitir opinión. Si bien la frecuencia con la que se emite y el tiempo institucional dedicado a
esto presentan menos porcentaje referido a su influencia, igualmente son factores de gran
importancia.
La tercera dimensión es: ser escuchados, entendiéndose como parte del respeto que debe
tenerse por las opiniones emitidas. Los resultados presentaron que el porcentaje total de
encuestados manifiesta la importancia de no ser discriminado para que se cumpla esta
dimensión, además de que otro gran porcentaje hace referencia a la importancia de considerar
el contexto.
Finalmente, la cuarta dimensión es: incidir en las decisiones. Entiendo esta dimensión
como el último paso en este principio de participación, porque creo que esta se comprende
desde la acción. Luego de haber podido elaborar opinión, por ser informado, y posteriormente
poder expresarla, siendo escuchado, el niño o niña puede formar parte de la toma de
decisiones, lo que implica una responsabilidad, y constituye el valor de autonomía que se ha
venido desarrollando a lo largo del ensayo.
Cabe aclarar que otros de los puntos que se evidencian en los resultados de la encuesta no
dependen del rol docente, por ejemplo, la visibilidad de los cambios propuestos en planes o
programas, por lo tanto, estos no se abordarán ni desarrollarán.
Entonces, ¿cómo pueden generarse en la práctica estos espacios de participación? ¿de qué
formas? Si bien este ensayo no pretende encontrar ni responder estas preguntas con
actividades concretas, busca poder reflexionar partiendo de cuestionamientos, y pensar en
aspectos que los facilite o los haga posible.
Considero que resulta fundamental hacer referencia a los espacios de diálogo como
estrategia para producir ese intercambio, poniéndose en juego las capacidades de opinar y de
escuchar. Para el docente, propiciarlos implica, además, no permitir las faltas de respeto ni la
discriminación y así poder construir un clima de participación.
Si bien, así como plantea Cortina (1993) el término autonomía puede conceptualizarse
desde el individualismo, a lo largo del presente ensayo se han pretendido desarrollar prácticas
promotoras de lo contrario, como la participación y el diálogo. Desde las anteriores
definiciones, creo que la autonomía puede construirse con un otro, y, para poder convivir con
ese otro. Entiendo que, la autonomía, implica y se determina en función a los otros, por ser
sujetos sociales, por lo tanto, son estas relaciones las que también generan algunos límites
necesarios y propios del valor en cuestión.
Resulta importante explicitar que no entiendo como negativo atender los aspectos
particulares de cada uno (gustos, intereses, opiniones) por el contrario, al considerarse parte
de la autonomía se evidencia su importancia. Lo que no se busca fomentar, con las ideas y
propuestas desarrolladas, es el individualismo como concepto que implica la competitividad,
y que, así como se expone en el Capítulo conceptual, promueve vínculos de desconfianza y
violencia.
Así como se ha mencionado previamente, y así como expone Freire (1997), la confianza,
resulta fundamental para el proceso de construcción de autonomía, en definitiva, lo
constituye. Para poder tomar decisiones, entiendo que, el sujeto debe saber que es capaz de
tomarlas, considerándolas dignas.
Siguiendo este planteo, ¿cómo puede fortalecerse la confianza?, ¿de qué formas? Creo
necesario explicitar que este aspecto es fundamental, pero podría constituir otro ensayo
completo. En principio, entiendo que, atender los intereses, y las inquietudes de los
educandos, considerándolos sujetos dignos de opinión, propiciando instancias de escucha, sin
discriminación, son pasos fundamentales para generar un clima de confianza entre los propios
educandos, y entre ellos y el educador.
Para continuar con la reflexión sobre el tema, y más directamente haciendo referencia a las
propias prácticas en el aula, se plantearán algunas narraciones sobre situaciones de aula, con
el objetivo de ampliar los cuestionamientos sobre la temática.
“¿Cómo hago?”
Sin dudas, los cuadernos estaban muy prolijos, eran coloridos, agradables de ver.
Además, se mantenía un orden, por lo que quedaba muy claro lo que allí quedaba registrado.
La maestra también escribía los títulos. Creo necesario aclarar que todos los niños y las niñas
ya lograban escribir, en imprenta mayúscula.
En algunas ocasiones, los niños y niñas se acercaban pidiendo sacar punta, o preguntando
“¿cómo hago?” porque “se les había terminado la hoja” y la maestra contestaba, en algunos
casos ya cansada, lo que debían hacer o lo realizaba por ellos, haciendo algún comentario
como “¡en todo necesitan ayuda!”.
Prácticas como esta, que se ha elegido para analizar, se observan de manera cotidiana en
las aulas, de modo que, pueden resultar tan rutinarias y sencillas que no implican reflexión al
respecto. Creo pertinente aclarar que, incluso, referido específicamente a esta experiencia,
desde el lugar de practicante que ocupaba sentía gran admiración al observar la dedicación
que ponía esta maestra por cada uno de los cuadernos de los niños y niñas, y por la atención
continua que les prestaba a todas sus inquietudes.
Por lo tanto, la elección de esta narración pretende lograr cuestionar prácticas tan
rutinarias y simples, que realizamos de forma instintiva, sin pensarlo mucho. De modo que, el
objetivo no es criticar negativamente estas prácticas, para exponer la manera y la respuesta
correcta de accionar, sino, por el contrario, se pretende reflexionar partiendo de ella.
En primer lugar, creo necesario plantear que, entiendo que la narración trata de una clase
de 1er grado, con niños y niñas pequeñas, Por lo tanto, se entiende que en estas edad
dependen en mayor grado de un adulto. Sin embargo, es a partir de estas prácticas que me
pregunto ¿cuánto se involucran los niños y niñas con su cuaderno si estas suceden?, ¿de qué
forma se relacionan con sus propios registros? Siendo reiterativa, considero necesario
destacar que se trata de niños pequeños, sin embargo, ¿no son estas pequeñas acciones,
instancias en las que podrían comenzar a tomar decisiones e involucrarse?
A partir de mi planteo, no pretendo proponer que los niños y niñas de 1er año peguen, y
escriban en su cuaderno sin ningún tipo de guía o ayuda. Entiendo que el uso del cuaderno, la
organización, implica otras habilidades a desarrollar, y, por lo tanto, es importante guiarlos y
enseñar su uso. Sin embargo, lo que cuestiono es ¿proponemos pensar sobre las mejores
maneras de utilizarlo? ¿se explican las decisiones tomadas al respecto?
Extendiendo al análisis a estas prácticas que se observan a diario, cuando los educandos
pegar una fotocopia en el cuaderno y no les entra, en muchos casos sucede que preguntan sin
saber qué hacer. Lo mismo cuando escriben en el último renglón de la hoja y expresan en voz
alta y algo abrumados “se me terminó la hoja ¿qué hago?”. Por lo que ya mencioné, sobre la
implicancia de habilidades en el uso del cuaderno, creo entendible que esto suceda, sin
embargo ¿cómo accionamos ante estas cuestiones?
Creo que es necesario mencionar algunas posibles razones por las cuales los maestros y las
maestras resuelven estas con su propio accionar. Entiendo que, muchas veces por facilidad,
para ir más rápido, o porque realmente creemos que es mejor pegarlo de una manera y no de
otra.
¿Y qué hacemos con el tiempo? Esta es una pregunta que aún me hago. Se pretende
aprovechar la mayor parte del tiempo pedagógico, de hecho, al momento de evaluarnos
debemos cumplir con un tiempo estipulado. Si bien, en las prácticas docente cotidianas, sin
ser instancias de evaluación, no existe un tiempo estipulado a cumplir para cada actividad, se
pretende aprovechar la mayor parte del tiempo pedagógico para poder avanzar en conceptos y
contenidos y así cumplir con el programa.
Entiendo que, lo anterior puede ser revisado desde varios aspectos, pero muchos no
competen al tema de este ensayo; se pretenderá desarrollar los que sí. Si entendemos que,
favorecer la construcción de su autonomía es un objetivo fundamental, podríamos
transversalizar la construcción de la autonomía con cada una de nuestras prácticas. Pero,
¿cómo encontrar el equilibrio para manejar los tiempos de clase y favorecer su autonomía en
las prácticas cotidianas?, ¿cómo atender sus tiempos para tomar decisiones y encontrar una
solución para poder avanzar? Estas son interrogantes que entiendo que requerirían otro
análisis para poder responder, pero que pueden dar lugar a seguir pensando sobre el tema.
Lo mismo que se observa en estas prácticas relacionadas a los hábitos o acciones tan
cotidianas, se observa en prácticas que implican poner en juego específicamente la capacidad
de dialogar, intercambiar opinar, y, por lo tanto, tomar decisiones propias, a la hora de pensar
por sí mismo.
(Se pretenderá continuar el análisis a partir de otra narración de una situación de aula).
Conclusiones (se agregarán luego)
Referencias bibliográficas
Bibliografía general
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- ANEP (2008) Sistema Único Nacional de Formación Docente. Documento final. Uruguay.
- Davini, M. C. (2015). La formación en la práctica docente. Bs. As.: Paidós.
- Freire, P. (2004). Cartas a quien pretende enseñar. Bs. As.: Siglo XXI.
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aprendizaje. Revista Docencia pp. 60-66.
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Canal ISEP Instituto superior de Estudios Pedagógicos. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=FRuGKYV2NTY
- Perrenoud, P. (2004) Desarrollar la práctica reflexiva en el oficio de enseñar. Barcelona:
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Bibliografía específica
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