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arquitectura

EOICION DEL CENTRO DE ALUMNOS DE LA FACULTAD DE ARQUITEC1URA


y URBANISMO DE LA UNIVERSIDAD CATOLICA DE VALPARAISO CHILE

1:
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a

introducción
I

Porque el continuo anhelar de las criaturas ansía la manifestación


de los hijos de Dios, pues las criaturas están suje.tas a la vani-
dad, no de lI U grado, sino en raz6n de quiero las sujeta, con la
esperanza de q. ue ellas también serán liberadas de la se rvidumbre
de la corrupción para participar en la libertad de la glor ia de
los hijos de Dios.

P ues sabemos que la creación entera hasta ahora gime y siente


dolores de parto, y no sólo ella, s:no también nosot ros que
tenemos las prim icias del Espíritu, gemimos dentro de nosot ros
mismos, suspirando por la adopción, por [a redención de nues-
SAN rAllO tro cuerpo.
y es porque tiene (el hombre) Albedrío y todo Poder y Arte
de tumplir o no cumplir el más terr ible die los bienes, la
Palabra, dada al hombre a fin que, semeja nte a los dioses,
HOlDERllN creando, destruyendo y desapareciendo ...

Porque el poeta;
Dios y hombre a la \'ez, es el único capaz de reconocer los
hilos que van de lo existencia l a l Dios que domina el TKmpo
EDU .... DO ANGUil A y el Espacio.

(a unque)
Ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que da el
crecimiento.
El que planta y el que riega son iguales, cada uno recibirá su
recompensa confo rme a su trabajo.

SAN rAllO Porque nosotros somos sólo colaboradores de DiO&.


La arquitectura moderna no exirle.

Pero existen los f~nómenos de la luz, de la velocidad, del espacio y otro..

y digo esto porque es asr.

Si miramos cuál es la diferencia entre el Paternón Jsi~IO V a. de C.) y el Pabellón Suizo


de Le Corbusier ¡Sigla XX d. de C.), podríamos eCLr, por ejemplo, que de un trata-
miento eSraCial esl tico se logra en esta nueva obra una posibilidad dinámka de Cl'f:aCiÓfL,
gracias a descubrimiento de nuevos materiales como son el hormigón y el vidrio.

¿ Pero es esto la arquitectura 'i'

Porque si 5C'guimos mirando empezaremos luego a dudar de la realilad que tienen ~s


elementos como parte fundamental de la arquitectura.

DudaríamM, y diríamos que la arquitectura cambia a través de las épocas y se adapta


a las nueva!> posibilidades que le dan el avance de la técnica y de la construcción.

Mentira.

El Par1enón y el Pabell6n Suizo son lo mismo, y esa posibilidad de ser 'Una misma
cosa, hace que la arquitectura cree el tiempo.

El nance que podría haber de la arquitectura ¡-riega hasta la nuestra DO lo medimos


en {unción de los avances técnicos, SinO en funcLón del ava nce de aquellas obras capa·
ces de conmo\'er la realidad.
Porque uno no niega que e"istiendo el espacio con una dimensión distinta, ni que siendo
la velocidad gran friunfo de nuestra época, posean a su vez su propia realidad .

Pero hay un problema, su influencia es relativa desde el momento que no son capaces
de in(onnar verdaderamente a la arquitectura, cualquiera que sea el valor que se les d é.

Volvamos al Patcroón y a nuestro Pabellón.


y si vemos realmente, uisle un punto que les es camun, y es esa capacidad de sus
creadores de concebir el espacio no romo una realidad risica, sino como una realidad
capaz de producir el tiempo.
Es l a intuición.

Porque no ooncibo que estos hombres, siendo más hombres, no hayan sido capa~s
de subordinar todos los elementos que poseían, a esa estructura que sólo ellos eran
capaces de informar.
Si volvemos sobre esto mismo, veremos que toda la obra nace de una visión interior
capaz de darle un orden a los elementos consubstanciales e integrarlos en una visión
propi<l,

Parten6n ISIglo V e, de C,l

Pabellón Suizo ISlglo XX d, do C.I


Todos los movimientos llamados de arquitectura moderna, cantan las posibilidades de las
nuevas técnicas y es así corno aparecen los movimientos funcionales, orgánicos y otros.

Todos basan las posibilidades de sus tesis en presuntas realidades que les da la función,
la técnica, la relación, etc. Pero ninguno supone un orden vital de creación.

y es porque todos temen.

Temen porque cualquier arquitectura que adopte un método, pretende a través de un


medio físico llegar a al go eminentemente .espiritual, como es cualquier manifestación hu-
mana.

Es el camino más seguro según creen ellos.

Seguro, porque la realidad de sus obras está basada en el camino que les va dictando
la razón y en la funcionalidad y en el orden que les va dictando la materia.

Niego esto.

Porque supongo corno algo cierto la existencia dentro de nosotros de posibilidades de


creación de nuevas estructuras.

• Porque el continuo anhelar de las criaturas ansfa la manifestación de los hijos de Dios,
pues las criat uras están sujetas a la vanidad, no de su grado, sino en razón de quien
las sujeta, con la esperanza de que ellas también serán liberadas de la servidumbre de
la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios •.
(San Pablo)

En este sentido nuestra libertad es verdadera.

Si intuímos y somos capaces de cona'bir, todo lo demás se nos trandorma en demento


dado como ai'l adklura, y nuest ra realidad alcanza la posibilidad de llegar a la creación
de entes autónomos y estructurados, informando, junto con nuestra propia fuerza, si lle-
garemos a ser capaa'S de hacer surgir lo que se nos pide.

Crear el tiempo.

Podría parecer que sólo defiendo la intuición y me olvido que tOO05 los elementos
también tienen su importancia.

Cuando pienso en intuici6n, veo una enrvolvente interior en la que los elementos de la
estructura que tratamos d.e formar, toman un orden y su correspondiente lugar. Pero la
intuición es e l alma de la creación, y creación nos pide finitud, nos pide áeterminar.

Sólo así, nuestra obra participará del infinito.

AquI todo aquello que al principio negábamos, llega a la plenitud de sus posibilida.
des; la velOCIdad, el átomo y el cobalto están en su máxima tensión, pero siempre
subordinados y no informando a lo que realmente es la arquitectura, un ente.

Muchos lo negarán.

Pero es así, y sólo puede ser si con la única posibilidad de riesgo que existe, el que
las cosas sean o no sean, salimos adelante salvándonos o condenándollOS, pero nu nca
llevando una existencia ilusoria.

Cuando le Corbusier en su libro . Cuando las catedrales eran blancas» explica por qui
a los americanos el avanee de la técnica y de su economía los ahogaba en creaciones
sin sentido, dejaba ver perfectamente como la riqueza de elementos que trae nuestra ci·
vílización .era perdida por aquellos hombres que sin darse cuenta que la vida no es
una suma, sino una integración, pasaban a la gran falan ge de los ilusos.
y es que hoy día, cuando las cosas por su rapidez se dan en forma diferente, no debe-
mos olvidar la lección eterna, y nuestra visión debe estar enfocada hacia lo esencial d e
las cosas, única posibilidad de que las cosas sea n nuestras o que nosotros seamos de
ellas.

Todo lo que hasta aho ra hemos dicho nos deja ent rever la g ran posibilidad del traba jo
en conjL1l}lo.. ~orque no sería l ógic~ que ":uestro planteal!"iento lleva ra a posici?De5 pll'
ramente mdlviduales, porque defendrendo Siempre la ind ivid ualidad como algo pnmordial,
suponemos la unión de creadores en flUlCión y en orden a las grandes intuiciones.
Considerando la intuición como 'la posibilidad de visi6n de nuevas estructuras, ésta se
transforma en nuestra preocupación pdncipal, porque sin ella el orden desaparece y
todo se transforma en ilusión.

y es nuestra preocupación principal, en cuanto es capaz de instaurar un orden oon


a9uellos elementos, que nacidos de ella, se mtegran siendo capaces de permanecer in-
dIvidualmente.
Por lo tanto en la creaciÓn de cualquie ra de las obras que suponemos, negamos la
suma de visiones, pero estab lecemos un nuevo régimen de trabajo en que en torno a
una gran intuición general se configura la nueva entidad que aparece.

Sólo así y comprendiendo el va lor de artesap.os que tenemos en esta gran misión, logra-
remos recuperar para la arquitectura todo el valor d e insinuación perdido, y transfor-
marla no en una revolución sin sentido sino en un avanzar.

guillermo jullian de la f.


Situaci6n d. un plano que terminado. no alcanz:6 la plenitud

Arquit~cttn'a romo rt:li~ve a veces


inmtdida I la mano
pulsación llena de espera
como un surco casi apemlS un poco más profunda
oscilación casi iniciada
péndulo atrapado
no pijaro que incih. a ir!:
gota en la llave

y entonces con violencia


objeto flotante enardecido de la hondura
oscuro temblor de altura
mirada insinuante que se llega a la piedra
atrevimiento hacia el temblor de los contornos
súplica al volúmen
pulsación del color que busca el muro
ventana que quiere ver
vano que quiere un dedo
vacilante primC'fo
junto al vidrio
transpasado despu&.
Vano realizado en la ruptura.
Oh levantamiento ya insinuado
oh reproche mudo como un niño frustrado
tiembla tiembla
\'uelve a t u ausencia
y no trates de entender la desventura
tiembla tiembla
como en un borde de la vida inminente
como nos vuelve el eco aunque esté ausente,
ul gencia así para el destmo que se viene
conformamiento sufi<:iente a la impotencia,
Vida asf y Volúmen
transfigurado enterramiento
pulsac)ón que adviene
necesario acabamieñto que si vuelve
volverá a la vida.

Oh necesario anticipo
oh casi necesario pecado
oh inocente iamolac)ón que casi siempre perdona.
.' oh niño triste y sombrío
muerto en la edad en que ibas a empeur
tus primeros juegos subterráneos
oh desamparo
oh g rito de alumbramiento primero
oh (atal contribucioo.

y sólo temblor de piedra, más que piedra,


menos que piedra temblorosa.

Verde sólo ardienk o suave o susurrante


apenas un poco más valioso que una hoja
y apenas menos
casi asom'ndote
al vem que Imtna y confor m" una ventana.

Ob suave criatw-a tan terriblemente muerta de temblOf"e.


Oh est remecim ¡e;nto e-otre el adiós y la ventura
Oh acabamiento oh necesaria muerte.
Existen 105 colores como cualidades inherentes a las cosas, o es el poder misterioso de
la luz quien desentraña en los objetos su matiz, tono y color ?
¿ Persisten los colores en la oscuridad?
Cabe también preg untar:
¿ la bell eza está en las cosas o es la luz de la inteligencia qu~n las engendra?
Me inclino por lo segundo.
Las cosas son esclavas del hombre, pues en esta tierra somos d ioses.
Ln mayor belleza está en nuestra alma y e ll a es como la luz.
Yo no descubrí mi poesía ni en un atardecer maravilloso, ni en las páginas de un libro,
ni en la mirada profunda de una mujer. La descubri en mI.
Al hacer poesía me descubro; al descubrinne hago poesía.
Crtamos la palabra belleza, como una urgente necesidad de expreil:ar UM emoción que
bu llía en nuestro yo.
No fué la belleza quien nos cncegucció en su resplandor, fuimos nosotros quir:nes vimos
parte de nuestra belleza reflejada en las cosas.
No hay Belleza Eterna; para serlo debería engendrarse fuera dr: la naturaleza humana.
Puede que todos los hombrr:s de una época se confundan en una Belleza. Entonces ella
sr: r:scribiría con mayúscula, pero ni aún así seTÍ3 una Belleza eterna, pues el tiempo es
inconstante y aquello que arer le salisfizo hoy le desagrada y aquello que ayer le pro-
ducía náuseas hoy le emOCiona.
No hay artista capaz de vence r a[ tiempo. (Las cosas que m:lis aceptación tienen en su
mente egoísta. son aquellas que expresan su crueldad, su fuerza devastadora, la vejez,
[a inestabilidad d e [as cosas humanas, y esas son a. [as que m:lis vida concede).
E[ artista al crear se envanece. Y en SU éxtasis cree Que su c~ación será eterna. Esa
es la razón por la cual tanto se esfuerza en traerla a la luz ...
En su mente afiebrada, la idea de creación se confunde con la de eterna. ,
Prefiero no tocar ese punto.
Hay bellezas más pura s que otras, y los hombres dest inados a sugerirlas son los art istas.
Hay luces más intensas que otus ...
El arte es la mano divina y nítida del artista quien descorre aq uel velo gris y opaco
que esconde nuestras bellezas.
El art ista no crea, d escubre... pero como su descubrimiento toma vida propia, se dice
qur: el artista crea.
Donde hay vida, hay transformacioo. Quien no se transfo rm :! muere.
Las cosas vitales d e nuestra existencia: amar, sufrir, odiar, morir... ag itan nuestro ser
y lo transforman.
E l arte transforma . ¿ Q uién no se siente purificado con el líquido sutil, espiritua l y
cristalino de la música?
Yo quiero que mi arte transforme,

Lec/or,
Las bellezas que mcuenfres en estas líMas no están en elÚls sino en ti.
Son bellezas desron{}(:idas QI.U! l/jI/en en ti' al"",.
Yo stSlo me encargo de sugerir/das..

allan browne escobar


MATEMATICAS

dominio <k las posibilidades


mundo va riable
mundo libre
mundo abstracto y
absoluto

orden dncubi~rt o
relación descubierta
leyC's descubiertas
pero x, y, z y no
11. 2, 18, 3-1, O 6 b, e
lJOertad
mundo posible
upacio y no voltímen
campo y no área
Hnea y no trazo
función y no ecuación

crtación y no resolución
cnteros y no quebrados

orden de:- todas las cosas


ahsoluto y libre

pero luego forma


y volúmer
y área
y trazo
y ecuaci6n
y mlmeros

orden crudo
orden absol uto
orden nliuemático.

eduardo vargas h.".ra



b ,n o

arqto . arturo rodrigue z- peña

C ALETA ABA I1: CA, VIf<A OEL MAR

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LA DIRECCION DE ESTA EDIC I ON AGRADECI!


LA COLABORACION DE NUESTROS A V I SA D O RES Y
DEL DEPARTAMENTO DE BIENESTAR UNIVERSITARIO
DE LA FEDERACION DE ESTUDIANTES DE
LA UNIVERSIDAD CATOllCA DE VALPARAISO.

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PRIMERA ELEGIA DEL DuíNO
de Rainer María Rilke.

1 Quién, si yo gritase, me oiría desde los (jrde.nes


angélicos? Y suponiendo que UIt Angel me cogiesf
de repent.e contra su coraz6n: me, desh'aría por su
más fuerte exisfmcia. 2 Porque lo bell(J no es más
que el comienzo de /.0 terrible, eS{J grado que todavía soportamos,
y lo admiramos tainto, porque, como: al desgaire, desdeña
aniquilarnos. Tod,o A,n gel es terrible.
3 Y, así, m'e col/ttengo y trag.o el reclamo
de un oscuro solJozo. Ay, ¿ a quiénes
somos capaces de usar? Ni a ~os hombres 'ni a los ángeles,
4 y las bestias, más perspicaces, ya advierfett que Jl.O estamos muy seguros en este
mundo interpretado. 5 Nos qu,eda, quizá,
U'Jt árbol en la v.era de la pendie'{lte, que pudiésemos ver de n.u evo
cada día; nos queda la calle de ayer,
y la fidelidad, lánguidamente a rastras de. alguna costumbre
complacida en permanecer con- 'no s,o tro s, y que así se qued6, y '/t,0 se fué.
6 Oh Y la I/l.och'e, la noche con el vie'(Zto colmado de espacio c6smico,
que IItOS afila ,el rostro-, c' para quién n:o quedaría ella, la anhelada,
la que suav.e me,ni.e' de:silucion.a, la que penosamente
se acerca al ,coraz6/t1 señero? 7 ¿ Es ella más leve para los amallttes?
Ay, ellos ;no hacen sino ocultarse el uno al otro su sino.
8 ¿ Aún no lo sabes? Arroja desde los brazos el vacío
hacia los espacios que respiram'os; acaso los pájaros
sie.ntan, con su vuelo más c;ntrañable, el aire amplificado.

9 Sí, es cierto, las prlmav.eras te ne,c,eslfan. 'Algunas estrellas


exigían que las sintieses. Desde el pasado
se levantaba h'acia tí, una .enorme, ola, o, cuando paso.bas, en la. ventana abierta
se te ,enlregaba un vioUn. Todo esto era misi6n.
10 Pero, la cumpliste? 11 ¿ N o estabas siempre
distraído por la ilusionada espera, como si todo
te anunciase una am'lmte? (¿ D6rrde la quieres albergar,
ya que los grandi!'s y extraños pen.samie,z.{,o s
entran y salen en tí, y a l1IJen,udo perman.eceltJ en la noche?)
12 Pero si la nostalgia te consume, entonces canta a los ama·n tes;
aún está su famoso se.nfimienlo lejos de la inmortalidad.
Cántalos, a aqueUos, casi ~os e,nvidias, a los abandonados,
a los que tu encontraste muc/w más amtmtes que los satisfechos.
Recomienza siempre de nuevo la inaccesible alabanza;
piensa: el Héroe se mtmtiene; su mismo ocaso s6lo le fué
pretexto para ser: su último nacimient:o. .
14 Pero la naturaleza exhausta recoge
dentro de sí a los amantes, como si no tuviera fuerzas
para cumplir dos veces la misma obra. ¿ Ha pensado ya bastante
en Gaspara Stampa? Ojalá que alguna muchacha,
abandonada del amado, sintiese ante el ejemplo exaltado
de esta amtmte: si llegase a ser como ella.
15 Finalmente, ¿ estos dolores ajenos no deben llegar
a sernas más fecundos? 16 c' No es ya el tiempo de que 'nos libremos
amorosamente del amado, y de que, vibrantes, lo resistamos:
17 tal como a la cuerda la flecha, para que Con la tensi6n del salto
se supere a sí misma? Porque no e¡ciste el detenerse.

Voces, voces. Escucha, i:oraz6'n mío, como antaño s6lo


los santos escuchaban, hasta ser l.evitados
por la llamada inmensa; pero ell.os, inacusibles e indiferente;s,
permanecían arrodillados:
y así alcanzaron a oir. 18 No es que tu llegases
a soportar la voz de Dios, ni remotamente. Pero escucha la brisa,
escucha el i¡//;Ufsanle men'saje que se forma de silencio.

19 Ahora brama hacia tí desde aquellos jóvenes muertos.


En todas partes donde entrabas, en las iglesias
de Roma o Nápoles, ¿.no le hablaba calmosamente su destino?
O bien una inscripci6n se te imponía,
sublime, como el ,o tro día M Santa María Formosa aquella lápida.
¿Qué quiere'n de mí? Quedameinte debo
separar de ,e llos la apariencia de injusticia que a veces
estorba un poco el puro movimiento de' sus espíritus.

20 En verdad que es extraño 'IZo habitar ya la tierra,


no efercer ya costumbres ape,nas aprendidas,
no dar a las rosas ni a otras cosa,s propiapzent.e prometedoras
la sif!'nificaci6n de porvenir humano;
no ser ya lo que uno fué C'n manos infinitamente angustiosas,
y hasta abandonar el propio nombre
como un trizado juguete.
Es extraño 'no seguir deseando los df!,seos. Extraño
ver qlle en el espacio aletea con soltura cuanto tenía una ligazón.
21 El estar mllerto es penoso,
un ímprobo recobrar la vida ItO hecha hasta que le'lltamenfe
se siente un poco de eternidad. 22 Pero los vivos cometen.
todos el err.o r de disfmguir con demasiada vehemencia.
Los ángeles se dice, no sabe,n a menudo si andan
entre los vivos o los muertos. La eterna corriente
arrastra siempre, por los dos ámbitos, todas las edades,
y eon uno y otro su rumor las supera.

23 Fmalmente, los muertos antes de tiempo ya no nos ·necesitan.


Uno se desacostumbra suavemente a lo terreno, del mismo m.odo
qlle con placidez se ,emancipa de los ' pechoS mat~mo~.
Pero nosotros, qlle "z,ccesitamos de tan grandes mlst,e rws
y a quienes a menudo desde el duelo surge tan dichoso progreso,
¿ podríamos si1fl. ellos existir?
¿ Filé en vano que antaño, l.o dice la leyernc(a! cuand.o el duelo por {-in os
la balbucie:nte primera música penetrase la rIgIdez enjuta de la m.atena?
c;' Fué en VtmO que únicamente en. el espacio aterrado del que súbita para siempre. salló el
haya entrado el vacío en aquella [casi divi';t1O doncel,
vibraci6n que ahora nos estremece, nos consuela y lilas ayuda?

Traducción de Gonzalo Torrente. Ediciones Nueva Epoca. Maqriq.


ernesto rodriguez serra

1. «Quié<n, si yo gritase, me oiría desde los 6rde,nes angélicos? .. ».


La situación inidal es la sigu iente: ya desasido el 'hombre de toda extraña criatura, re-
mitido y abandonado a su propia concienc;ia, esta alcanza a visllumbrar, y al percibir su
soledad, no guiado de ilusorias esperanzas sino impulsado y lleno de ardores hacia los
órdenes superior,e s que lo ,envuelven como una oscura inminencia, la propia voz ya cla-
ma; pero en la inminencia del clamor se contiene.
Porque de na,da valdría en este instante, llevado de un ardiente arr,e bato o ilusionado tras
una respuesta tranquilizadora, e¡'evar los brazos para sin 1imitaciones cantar la propta
soleda.d y el abandono; 'e xiste en lo que nos envuelve distancia muy amplia para nt~es­
tro alcance inmediato; nos enICO[ltram06 fundamentalmente desasi,dos de las criaturas,
todavía muy ajenos a lo. que [lOS envuelve. Y esto es soledad. Pero hay algo más: se
siente ·e n <fila que lo envolvente, en nuestro desamparo inicial nos resulta excesivo,
presencia muy grande para él. Entonces se repUega sobre si mismo el húmbre y en-
cuentra que lo superior u,ega a sle r t,e rrible. Pero lo terribl'e. nos inquieta; aparece como
el adjetivo primero que la sol,e dad sorprende a lo envolv'ent'e, y se nos impone, por
ser matiz de lo envolv1ente, como un amor inexorable que para siempre reclama.
Junto al peligro se ha descubierto el silencio; pero aunque el clamor se haya postergado,
ha nacido 9tra cosa; la incitación a una aventura. Porque el hombre .ha percibido que
desde ahora a él corresponde su cuidado, y ese cuidado que ' necesita una r,egión fe'cunda.
siente la neoesidad <die alcanzada, por eso exclama;
« Quién, si yo gritase ... ».

y aunq'ue ' el grito se deseche, el cuidado empuja al hlOmbre a penetrar de otra ma-
nera en ' aquella región de lo terrible que tan extrañamente lo atra,e.

2. Viene entonces el momento decisivo; esto es, tender el puente ,e ntre el desamparo
y lo que desde arriba nos inquileta. Este puente no se deduce, se adivina.

« ••• Porque lo ~ello 'IZ'P e,s más


que el com'ievzzo de [p terrible.... ».
lntituído el puente, se impone el proseguir. Y uno descubre esto; tan imposibl~, y le-
jana la alta inmensidad terri:ble; lo bello, oscuramente lograbk, pero a nuestro lado. Y
son de . la misma familia, aunque en un ' comienzo podamos sonreír ante las criaturas.
De tal manera que la segunda situación sería algo así; ¿ No habrá la ,posibilidad de
penetrar lentamente en lo terrible por lo bello? ¿ No podremos, siempre des,validos y
concientes en la soledad, tomar en ella el riesgo de desenvolvernos sobr,e las posibili-
dades que nos ofrece ~I diario encuentro con las criaturas, hasta llegar a introdudmos
paulatinamente en lo que tanto, auyentándonos nos atrae, y persiguiéndonos en realidad
nos ur~e? Porque. entonoes podremos dec!r; aunque e~ d~finita el. desamparo existe,
he aqUI que estoy en un mundo que: traSCiende la conCienCia de mi desamparo y me
!hace pscuramente percibir, aprehender como con enajenación Icasi concient,e, tanto m'Íste-
rio en un comienzo negado, tanto temblor que nos amedrentó antaño.
Esta es la tras'oendencia que a,dquieren con la belleza las criaturas. De tal manera que
comprenderlas . beHamente es un ir ya penetrando en lo terriMe. Y e,s te es el riesgo
de las criaturas. Riesgo lleno d~ .infmitos temblores; más que puente, e,specie de alu-
cinante cuerda floja, en la que ya avanzados, hay que alcamar el mástil prometedor y
leja,nísimo de la esperanzi; esperanza que se nos auyenta y sin embargo nos urgé, y
al fin se entrega, devolviéndonos toda la fatiga acumulada convertida en ,posesión per-
durable ,y merecido consuelo. Incursión y aventura en la que. cada paso es preciso de-
fenderlo con incesant,e vigiHa; único medio, siempre necesaria concienda, para mantenerse
prosiguiendo.

3. Inmediatamente debe el cuidado llevarnos a recaer sobre las criaturas. P,e ro en la


imposibilidad del clamor conoció el hlOmbre un dolor, y toda la situación de la soledad
y la incertidumbre, toda la región que terminó en el descubrimiento de las criaturas y
de la esperanza, ,e stá llena de sollozos que vienen a empapar el primer momento de
advenimiento lhacia las criaturas.
« Y así, me cofttengo y trag.o f!l reclamo
de lNl oscuro s.ollozo)}
pero inmediatamente
« Ay, ¿a quién.es somos capaces de. usar?

Usar y utilizar; verbos de quién emprende la gran aventura. Un gran utilizador es el


. hombre; y en un especial sentido, un puro e inaudito ladrón. Pero de qué manera uti-
lizamos,todavía en este punto no lo logra saber.
No nos sirven los ángeles, tampoco los hombres. Porque los ángeles son terribl,es. Los
hombres son ajenos a cada hombre, y cada uno debe ir solo hacia la construcción del
mundo que con las criaturas edificará en su tiempo. Ante lo fundamental somos reque-
ridos de una respuesta pe'r sonal, y quien, ilusionado por el trajín de sus semejantes,
cree encontrar ,en el granmurmuIlocoleclivo una indicación de su destino, tendrá quizás
hacia el exterior el bello resplandor de una elocuencia que seduce o se 'dejará seducir
de fas elocuentes, prosiguiendo ~n el espacio y en el tiempo una edificaoión que podrá
parecer grandios<l; pero en definitiva, desarraigada ,de la primera y fundamental soledad',
puesta al !hombre como una máscara que el tiempo se encargará de disipar, .s ólo condu-
cente a la ilimitada manslión de los sueños. Porque aunque al fin encontremos remedio'
descubriendo 'el canto de las criaturas, este canto habremos debido sorprenderlo en el
silencio e incubado en la soledad personal. Es que sólo estando solos nos encontraremos
con las criaturas, y al cabo con los hombres; pero el cómo llega el !hombre a reencon-
trarlos tampoco lo .puede 'saber en este punto de sus descubrimientos.
4. «Y las bestias, más perspicaces ... ».
Porque es insegura la posición del hombre en su aventura, y ya sabemos cómo la raíz
fundamental de su inseguridad reside en el acercamiento a lo terrible. Parecen muchas
veces inseguros los hombr·es más interiores, y es que están inseguros, porque en el ca-
mino de la cuerda floja hay infinitas vacilaciones y constantes dudas que sólo s·e
pueden remediar con la oscura fé en la esperanza final; y esta ,inseguridad se trans-
parenta en sus actos hasta aparecer ¡'idículos, confusos y simples. Es que ya no viven
para lo aparent-e sino hacia el mundo de reglas renovadas de la construoción personal.
En los animales todo está previsto y acordado de antemano, un certero instinto los lleva
a conocer y hallarse con seguridad en su vida; es un mun.do que toman pero que , no
pueden alterar, mundo dado. Pero el hombre, vuelto hacia las cosas, espera de ellas la
respuesta a la interrogante que él buscó poniéndose en un pun.to desde el cual ellas
se fe apar·e cíanen determinado panorama, mostrándole una determinada parte de sus
permanencias. Así, no vive en el mundo de las criaturas sino que llega a ser un mundo
personal que des-de un determinado punto de vista le ha sido sustraído a ellas. Por
eso, mundo interpretado.

5. Ha eliminado el hombre en su transcurso hacia las cosas, a los hombres y a los ánge-
les; pero sabe que tiene que ir hacia las cosas. Esto produce otro momento trascen-
dental, porque aquí hay que volver a intuÍr para poder seguir adelante.
Ni a los 'hombres ni a los ángeles. Pero existen las cosas que 'habitualmente in.ad-
vertimos, las cosas de todos los días, que precipitados Ihacia aparentes realidades,
tenemos a nuestro lado como una insignificant'e ausencia. Cuando todo el mundo
falso 'hecho de apariencia que nos envolvía ha sido disipado, recaemos sobre estas pe-
queñas cosas, que entonoes permane'cen y crecen 'con nowtros.
Un árbol, una calle, una costumbre que no se fué. Lección de 'humildad, menester de la
constancia y del olvido de .uno mismo. Así permanecen y crecen las pequeñas cosas y
se hacen posibles- las cosas verda,deras. Escribía Rodin a Rilke que nada se ofreCÍa a los
precipitados y vanidosos, sino a los humi,ldes y perseverantes. Lección de lrum¡¡'dad en
la que aprendemos la urgente necesidad de penetrar la región del misterio, no con fór-
mulas ni esquemas, sino edificándonos por nuestra constante atención a todo lo que nos
circunda. '
Lección de :humildad. En Rilke, un árbol, una calle, una costumbre.

6. Y la noChe. Ella le despierta profundas resonancias. Exclama y repite:


« Oh. Y la noche, la noche ... ».

y se le convierte en una maravillosa presencia descubierta que lo impulsará hada las


penetraciones más profundas. Impulsar, pero a través de ella misma; porque en las
cosas residen las más hondas relaciones que averigüa el hombr·e, no en grandes hori-'
zontes que casi ciertamenf.e no existen.
De esta manera se descubr·e la noclhe: próxima al hombre, pero tan rica de oscuros mis-
terios, que es vecina a las vibraciones que más profundamente nos conmueven; ella, casi
en el misterio; por eso
«••• nos atila el rostro ».
Porque siendo nuestra es también de las alturas, y nos inquieta. Pero no acarrea una
inquietud vaga, porque al descubrirla, luego se abr·e y muestra lo que cobijaba:
« • ••ella, la anh'elada,
la que suavemente desiluciona, la que penosamente se acerca al corazón se,ñero. ¿Es ella
más leve para los amantes?».
Uno a uno reveló sus misterios, y al final, descubrió lo que escondía y que osoura-
mente presentía el poeta: a los amantes.
Porque a través de las cosas inmediatas llega el hombre a las oscuras relaciones y pre-
sencias que más hondamente lo agitan.

7. Así aparecen los misterios; misterios que no somos Iibr-es para eludir; que aparecen
por delante y mientrras no los transpasamos nos obturan el camino.
Ahora veremos cómo e! hombre traspasa los misterios. Son progresivos y cuando verda-
deramente vienen, hay en el camino anterior luz suficiente para iluminarlos. Aunque
esta es sola una etapa del traspasamiento y en definitiva los mi'Sterios nos exigen mu-
cho más que· utilizar lo ya v¡'sto para entregársen'Os. Pera a ese m'Omento aún na lle-
gamos.
En el amar se produce .la conjunclOn de dos destinos j conjunción muy especial porque
cada destino existe separadamente, y en definitiva, prosigue en soleda4 su dirección. Decía
Rilke que hay en 'el amor la pres'encia de das s'Oledades que mutuamente se reverencian,
y se preguntaba cuál era la ign'Orada mana que a las enam'Orados sacudía paralelamente
con la misma t'ensión y el misma ritmo. Hay una misma dirección y un mi'sm'O ritma en
el amar, pera deben darla cuerdas paTa lelas, semejantes pera separadas.
Vesta no lo advierten los amant,es. Ellos, precipitados hacia el otra, InlClan un alto
canto inmediata, se .precipitan el uno en el otr'O,en su canción na v'en más su destino
intransferible, e ilusionados, quieren enkegarse enteras. Pero cada hombre debe se'r el
administrador de su cuidada. Con alta queja, Rilke exclama:
«Ay, ellos 'no hac.e,n sino ocultarse el uno al afro su sin.o».

8. « " AÚin ,no lo sabe s?».

V ,entonces podríam'Os imaginar una respuesta nena de grandeza y penetración, en la que


sobre la 'Oscura realidad del amor iban a decirse palabras de valor definiüvo. Sin em-
barg'O:
.• . «Arroja desde los brazos el vacío
hacia los espacios que respiramos j acaso los pa¡ams
sientan, con un vuelo más e!/Zirañabl.e, el aire amplificado».
V .el tema de! amor ,es inmediatamente remitido al asunt'O central. Esta es urgencia a
la soledad inicial, al necesaria anodadamioent'O, a la s'ensacÍón primaria de arr'Ojamiento
en la vida. Todo esto lo. estorba la existencia 'en n'Os'Otros del vacío· j y vaCÍa es t'Odo
lo que no es humildad, desarraigamiento, conciencia, p~eiente 'esfuerzo. Si lo arrojamos
«Ihlacia los ,espacios que reJipkamos », si en ellas la abandonamos:
«Acaso los pájar,os sie,nta'll ... ».
A una urgente pregunta s'e 'ha contestado OOn la fundamental j porque no sólo las respues-
tas que nos ofr'ecen conexión inmediata contienen una realidad, (y aún casi siempre,
por una independencia ,exdusi'va al antecedente y por una visión que na puede sobre-
pasar lo que apenas es aparente, la ignoran 'O la proporcionan con más equivocidad que
aderto), sin'O también aquellas en las que se nos contesta algo aparentemente vago y
que no p'Odemos entender. Pero si se vuelve a l'eflexi'Onar sobre esa vaguedad, comienza
a inquietarn'Os progresi'vament'e, y uno en un momento, sabe que en ella encontrará la
solución única, sin ,e mbargo no la ve, y se muer,e ; hasta que un día, súbitamente, ante
una pr'Ov'Ocación cualquiera, se des'cubre todo un mundo inusitado, toda una r,eaILdad
as'Ombr'Osa ante la cual hay que volver a desasirse, pero sacand'O impulsos nuevos, dÉre:c-
ciones hasta ent'On,ces ignoradas, perspecti'vas inusitadas o acaso vi'e jas realidades (J'Ontem-
pIadas al fin sin ,engaña, y entonces transpar,entes, nítidas, amables y verdaderamente
urg,entes.
V s'Obr,e las pájaros. Son símbolo de todo la que nos rodea, ellas viven en el aire y
si,enten « un vuelo más e;nlrañable, el aire amplificado ». Ant,es se 'ha di,ch'O del abandonar
el vacío en :Jos espaciOos que respiram'Os, espacios de misterios. Vesta .significa volver a Ootra
sugerencia: hay que ,e ncontrar a las cosas verdaderas mediant,e las cosas que apacible-
ment,e nos r'Odean. Antes s'e ha dicho : árb'Ol·es, calle, costumbres; ahora se dke: pájaros,
y pr,ecisand'O más,se identifican «las ,espaciasen que respiramos» con «el aire de los
pájaras ». Nueva lección de bJumildad y de padencia.
Hay que insistir sobre el aLre de los pájaros. Existe un aire, un espacio de ellos, que
ellas ven y determinan j pera no son estas ·espacios cerrados ni i!nmutables, un elemen-
to 'extraño que hasta él llegue la transformará y se aparecerá al sujeto que lo determina,
al pájara, cama un nuevo univ'erso, cama una nueva misión, un horizonte más amplio:
«El aire amplificado ».
V en este caso, nuestro ya no-vacío es lo que las beneficiará. Esta es conciencia de la
interdependencia de todo lo existente, de la necesidad de una comunión general, y surge
así, clarísima, la urgencia de nuestra entrega hacia las casas, nuestra devoción hacia el
anodadamj.ento.
9. Ahora el tono, después de una gran pausa, se 'hace por un momento semejante a un
amplio movimiento romántico.
«Sí, es cierto, las prim:averas te ~cesitaban ... ».

Ya se ha estabJ.ecido la urg,encia de la cQnstrucción de un mundo nuestro interpretado;


sólo que ahora se .hace rápida evidencia. Presente siempre 'en la intención del poeta,
aparece con un: «Sí, es cierto ... » y que vuelve a aclarar la apar'ente no continuidad
lógica con que ya nos habíamos encontrado. Hay detrás .de esta enumeración que podría
parecer simplemente lírica la afirmación de nuestra única actitud ante las criaturas.
Reparemos en I~s expresiones verbales: «fe necesitaban », « exigían r;¡uc las sie'{lfteses »,
« se levantaba hacia tí », « se fe e¡ntregaba ». En todas aparecen objetos precipitados, er-
guidos ant'e nosotros como una imperiosa presencia, suplicantes, abandonados die esperanza
ante el s,er. Y se noS' da la síntesis de dos desarrollos; de una parte la necesidad
de vivir en ',un mundo ünterpretado por nuestra atenc\ón, y de otra, la necesidad que
siente toda la creación de nuestro e,s fuerzo hacia ella. No decía San Pablo otra cosa
en su epístola a los Romanos: « Porque el continuo an1helar de las criaturas ansía la
manifestación de los hijos de Dios ».
Por otra parte, aquí RiJke nos está comprobando su llamado a las cosas de cada día,
urgiéndonos a ,no distraer nuestra preocupación tras horizontes que se nos aparecen am-
plios y promet'e dores; pero que por su misma amplitud permanecen indeterminados,
Porque en realidad no hacemos nuestro un horizonte, no somos en él, mientras no recorre-
mos cada una de las ondas que lo dd'erminan a nuestra mirada desde una orilla; lo de-
más es incitación a una aventura fraguada en la i,lusión p conformación a una a.cti.tud de
duke y peligrosa melancolía. Se podrá tomar un objeto cualquiera de aquel !horizonte
ese barco que se aproxima o se ,aleja; pero a lo sumo podremos dedr: tiene dos
palos, y una dhimenea, y hecha humo; nunca conoceremos las sorpresas que nos depararía
su interior o la infinitud de verdadera vida que nos proporcionarían sus marinos. Y con-
secuente a su üncitadón, aquí R¡'¡ke !ha comenzado por volver a aquellas cosas que lo in-
quietaron antaño y con las cuales, QOn ellas mismas, va construyendo su poema. Y en
una de sus cartas decía que los versos no eran producto del sentimiento sino de la ' ex-
periencia.
«Todo esto era misió'n », Y aquí, todo el desarrollo ant,erior alcanza valor de difinición;
lo antes vaga y precipitadamente enunciado se unifica por la mag¡'a de la palabra en-
contrada. No 'está la palabra antes de la intendón, de ella s'e desprende un día el fruto
IegíHmo y a su vez f.ecundo de una palabra; palabra, ,entonoes, aunque inaudita y sor-
pr,esiva como toda nueva presencia ante los ojos, cargarla de inten'Ciones, de reminiscen-
cias, de apasionados esfuerzos.

Y el construir, defendiéndolo con las palabras nuestras, el mundo que nos urge aquí en
la tierra, es 'n uestra gran misión.

10. El ,poeta, repleto de experienciay puede preguntarse:


«¿la cumpliste, 'no estabas siempre distraído por la ilusionada espera ...
Porque no es que uno abandone su mIsión por simple indiferencia hacia las cosas; sería
un abandono ,demasiado aparente para que ante él no se . sublevara nuestra atención ya
nacida hacia 'e llas; es que dentro de nosotros mismos l:1,evamos el abando no, Hay una
dulce y ,suave manera de eludir el cumplim¡ento, la manera de la ilusión; nos hace
vivir de un mundo que ella mÍsma construye, y en esto se 'identifica al mundo que de-
bemos construir; pero este mundo, que también tomó en .su orígen los mismoselemen-
tos que el .verdadero: árbol, calle, costumbres, no los quizo.transfigurar en el prolongado
tiempo en que es preciso vivir con ellos, pero como n'O teniéndolos; lo s liberó ihada
lo más fácil, porque los siguió y se apegó a ellos como a las riquezas; entonces
su imaginación los ihizo jugar, y si los transfiguró, fué s610 como en un juego
en que . la diversión se busca para si; y entonces no los transfiguró sino que apenas
los alteró. Mundo estéril porque se apega a sí mismo y no qui,ere conocer la duración
de entrega en que se convierte en ne'a lidad expresable; mundo fácil porque lo hicimos
a imág,en de nuestros capriChos en vez ,de impresionarlo con 'el cuño venerable de un
rostro que se formó en la atención más profunda de las relaciones que investiga entre
esa misma cane, árbol o costumbre, y la expr,esión de sus ojos, el vuelo de su nariz,
la ,energía de sus labios, y de la cual resulta un rostro con arrugas nobles y nuevas
que volviéndose !hacia los objetos los confiO'ura a su experiencia y así puede llamarlos;
mundo falso porque de él nunca puede salir'" nada a consolar la urgencia que nos piden
las _creaturas, sino entusiasmos que se desvanecen o melancolías que nos cercan, y que
con las lágrimas que d~positan en nuestros ojos nos nublan el camino 'o lo iluminan
con las luces ins'c onstantes y esquivas en que ellas convierten a la luminosidad real, de
la que extraemos, sino la ori~ntación, al menos el anhelo.

porque no sólo el mundo de la alegría y la confianza puede ser ilusorio, sino el de


la tristeza y el abandono. Así el enamorado que conoció el desengaño busca consuelo en
una noche comparando la .plakada insignificancia de su ser con la lejana inmensidad de
las estrellas, y cree encontrar r'emedio llorando su insignificancia, o r,edenlCión, eJ.evando
su pensamiento a la contemplación del universo. Vano intento; porque en forma inven-
cible y suMerránea vuelve a él la dolorosa idea del abandono, y lo g.olpea en su con-
templaCÍ'ón inútil, y mientras angustiosamente lleva su vista a las alturas, percibe un sudor
terrible ,en su rostro y una invencible angustia en su interi.or. De ,e sta espantosa manera
aprende que la única realidad de su corazón es la angustia, y que el consuelo le ha de
venir, cuando laboriosamente la cultiv'e .¡:on humildad de hortelano, sin apresurar la es-
tación de la cose~ha, pero sin abandonar la tierra a la veg.etación difusa que origina el
despreocupamiento ola melancolía.

y tiene un ¡hermoso comenzar la vida Husoria; porque a menudo, ·d esatendiendo im-


prescindiblemente a los queh.aceres, nos deslizamos 'hacia magníficos y prometed.ores sue-
ños; sólo que de eJl.os hay que volver y convertirlos, recreándolos, en realidad. Pero
en el campo ilusorio cre'cen sin que la at,ención los atraiga, hasta llegar a ser imágenes
hechas a la medida de nuestras intenciones insconstantes; y en ese punto, por una dulce
transposición de la voluntad, la,s convertimos en algo como realidad, que aunque no
exista, pensamos llegará; esperamos como cosa ajena a la presencia que llevamos en el
propio corazón, pero no con esperanza cierta, aquella que sintiendo la inminencia de lo
ansiado se pone entera en movimiento y lo persigue, sino con esperanza suave, como
diciendo: « que hermoso será todo cuando venga» -yen esta ensoñación consumirse.
Siendo que cada conquista requiere una aventura y cada aventura implica una fatiga.
Es óerta una cosa y vive realmente en nosotros, en la medi,da que nos demandó fatiga,
yes en ,e ste sentido que sólo exis~e' lo que i'nterpretamos, conquistamos y se hizo nues-
tro y en él somos.

11. .. . ¿Ino estabas siempre


'distraído por la i!usioJtada espera, como si fado te (mundase un'a amante? ..
Porque es más fácil decir: « ella vendrá» y perder el quehacer a que nos empuja el
anhelar de las criaturas. Este anhelar que exige la acción transformadora del hombre para
que por medio de él adquieran permanencia.
El tema del amor nació al referirse a la noche; ahora al referirse al amor, viene la
no~e :

••• (c' Dónde la quieres albergar,


ya que los grandes y ...

En ·e sa noche cósmÍrca, relacionadora de los hombres y de 10 que los circunda, apareC'en


los amantes; ellos viven en la región más intensa y en la más próxima y propida para
los « grandes y extraños pensami'entos)l. Aquí se aclara la oposidón de Rilke hada el
amor, porque si nuestra misión es construirnos nuestro prop10 mundo y en la r'egión
nocturna se nos presentan los 'e lementos de su construcción, ¿ oómo percibirlos si en esos
momentos estamos inclinados sobre el oho? Pero esto no puede si~nificar una actitud
puramente negativa all't,e el amor; el tratamiento posterior de ,e ste tema hay que en-
contrarlo ,en las elegías siguientes, y de eUas se desprende la inminent,e presencia de
los amantes ant'e todo lo que envuelv,e ,e inquieta al hombl'e, y el conocimiento inmediato
que pueden adquirir ,en su 'pura entrega. En ,e sta misma elegía, más adel.ante, s'e
planteará la necesidad del contado de los amantes.

12. « Pero si la noslalgia le consume . .. ».


No la falsa nostalgia que es el inútil com pl,e jo de imaginaciones de la «ilusionada
espera»; aquí nostalgi,a viene a ser an'htelo y conciencia de nuestro ineludible inacaba-
mi'ento. Tiene d hombre nostálgico anhelo de amar y de entregarse, pero sabe que para
acercarse a lo que fundamentalmente lo inquieta necesita de absoluta soledad, y pre-
si'ent'e los peligros de una apasionada entrega; sin embargo vacila y a cada instante
stent'e la tentación del .desalirento y :hay momentos en que la oondencia de la privación
de tantas cosas amables le nena el alma de vadlaciones, anhelos y nostalgias. Cristo, el
cumplidor absoluto,el fiel realizador de la milsión que le imponía el Padre, ya clava'do
en la ·cruz, conciente como nun,ca de la. necesidad de consumarlo todo, quizás repara
en una profecía que debía realizarse y exclama: « Tengo sed ". Pero en la consuma-
ción de su mislOll a la que fué obediente, - « se Ihizo obediente hasta la muerte »- aún
entonces IIwbo un instante en que nos dicen los evangelios que sentía tedio.
Este tedio requiere de un nostálgico an1belar para así no sucW1lbir en él. Contemplando
aquella felicidad que no podemos tener, la incorporaremos al cantarla, a nuestro propio
mundo, la convertiremos en necesario a,nticipo al que tenemos irrevocable derecho, en
legítima pertenencia, siempre que no le levantamos una mansión de ilusiones en nues-
tro propio corazón. , \
No es el cumplimiento de nuestra mi:sión otra cosa que ardiente caridad, entrega ~cia
las cosas. Y esJe amor es productivo y fecundo; porque cua'ndo lo inoorporado 10
transfiguremos en nostros mismos librándolo de las cont1ngencias de las criaturas abando-
nadas, será desde ese insta.nt,e una redención ya consumada, y si el que la oonswnó la
expresa y la !hace .obra, una firme luz, una cálida esperanza y una exigencia para quíenes
vayan en la misma misión redentora y por un ' instante sientan tedio.
y al referi,rse a los amantes, nos dice Rilke que aún su' sentimiento no alcanzá la in-
mortalidad. Ellos, los que en la nocltie tan cercanos están a lo más alto, permanecen aún
muy lejos, quizá porque se entregaron y en la ·e ntrega quedaron postergados. Qu'ien debe
permanecer ausente a los dulces requerimientos de tantas amadas, imposibHitado por su
misión de' alcanzarlas, y .sin embargo, arrebatado de dolores de soledad, quizás puede re-
mediarlos cantando a los amantes, redimiendo así ,el acto de ellos y librándolos de las
contigencias del abandono.
« ••• a los ahandofUuJ.oS ..• ». Porque ellos son mucho más amantes que los satisfechos,
tendieron Ihacia el otro ser y porque ést,e los esquivó, no conocieron el confín de su
anhelo n.i dejaron establecida una distancia. Los aband'onados permanecen en el ácto de
ofrenda indefinidamente y su pura experiencia de amor, sin comprobaciones tángibles, se
asemeja a un acto de redención del ser amado porque lo convirtierón en exigente pre-
sencia que los urge desde su mismo corazón. .
En un comienzo parecía que el amor de los amant,es y de los abandonados, sólo podía
beneficiamos a nosotros; pero en verdad somos urgidos ·a .haceroos partícipes del dolor
de nuestros semejantes y a padecer juntos con ,ellos, a redimir sus padecimientos, y al
redimirlos, .convertIrlos en presencia dentro de nosotros mismos y en utilidad para nues-
tro destino.

13. y junto a los amantes, los que se quedan, está . Ia figura del Héroe, del dueño de
su destino, del incesantemente cumplidor. Y como a los amantes, a ellos también debe-
mos cantar:
«Reco!1rÚNtza siempre d'e. nuevo la inacCesihLe alahtmza;
pie"sa: el Héroe. se .manti..t$e; su mismo ocasp le fué pretexto para ser: su último
iIUlcimienfoH.
El Héroe vaa través de obstáculos, los derrota y . los oonvi,e rte en su gloria; de tal
manera que el último fin del Héroe es ser para su gloria y ,en la consumación, él es su
gloria. No se trata de arremeter orguUosamente; ante cada obstáctdo tiene el Ihéroe un
ocaso, una muerte; pero no muere de muerte ajena e impuesta, sino de la que él mismo
buscó y la encontró en e'.I obstáculo. Ante cada uno conoce el Héroe a la muerte y
y muere r;ealmente. Pero ha ' comprendido que para ser tal necesita morir y de esta ma-
nera se 'hace condente de su muerte; tan conciente porque oomprende que ella le va a
acarrear un renaiCer y renaciendo habrá vencido al obstaculo y lo habrá, convertido en
su gloria. Y necesita modr para poder renacer y necesita renacer para ser para su glo-
ria. Pero el precio de la gloria es la obedi·e ncia; obedLencia ante el obstáculo, que es
su misión, y obediencia consumada hasta la muerte. Y después ,de la muerte viene la
resurrección gloriosa; pero él muriéndose sabía que se moría para su gloria verdadera.
Mientras el 'hombre: « Re,co'mievzza siempre 'de 'fwevo la inaccesihlealah~za». Estar siem-
pre comenzando la .alabanza al Héroa, siem pre alabando con devoción primera, no sea
cosa que se deposite la oostumbre y todo se transforme en ilusión; por otra parte,
ten presente que tu a1abanza es inaccesible y que nunoa llegará, y si de los amantes
apre.n diste la necesidad de la compas,ión redentora, apren,die del Héroe la devoción inal-
terable hacia la consumación de tu destino. Una inaccesible alabanza es nuestra vida
entera, un perpetuo desenvolvimiento, un, estar siempre incompletos; y todo esto hay
que estarlo siempre recomenzándolo y ante la vida que se nos abre, asombrándonos, pero
entonces reformándola.
El hombre, hecho de ra vacila.ción que arrastra a los amantes y tocado del afán de glo-
ria que impulsa al Héroe. Ser equidistante. Amasijo de dolores de ausencia; ausencia de
entrega aquí en la tierra, ausencia de recibimiento en su alabanza. Pero sle.mejante a los
amantes y a los ~héroe; con posibilidad. de llegar a ser amante, pero cargado de la glo-
ria de los héroe, y entonces indetenible; con posibilidad: de asimilarse al destino heroico
y convertirse .en un ser para la vida gloriosa que está 'haciendo, re.aüzando desde ya la
vida etema, pero al mismo Hempo enriquecido por todas las muertes que debió aceptar
con sus dolores y relacionado con ellas, con sus dol'0res. Y un hombre que ha logrado
llevar su propio mundo en tomo a sí es el más emocionante engendro die dolores acUr
muladas y que no abandonan y de glorias conquistadas de las que se está siempre des-
pojando para poder vo.lver a morirse y tener un nuevo dolor y mantenerse ofrecido.
14. Los amantes, en cambio, sucumben definitivamente ,en su experiencia porque no tu-
vieron conciencia del renacer para la gloria. Por eso n'0 tienen sus ,experiendas una con-
tinuidad, y quien 'ha sido abandonado mientras s·e entregaba; ant.es de r'enovar esa ex-
periencia, debe mori'rse; como Gaspara Stampa. A esto Rilke llama ,e jemplo exaltado,
y ~ólo en la exaltación y en el arrebato pueden redimirse los ,amantes.

15. «Finalmente, e'estos dolpres ajerz.:os '!f.O debe,n llegar a semos más fe.cuoft'dos?».
Es la formulación explícita de lo que se nos ha adelantado. En definiHva aprov,echarse
de Jos doleres ajenos; y si se nos 'ha dicho que no nos son útiles los 'hombres, al
menos de sus dolores podemos extraer provecho ; porque son lo verdaderamente fe-
cundo de ellos. He aquí que el hombre, indeciso ad~más entre el Angel terrible y el
Héroe inexorable, se acerca al Ang,el por la Belleza y en ocasiones ,se asemeja al Héroe;
pero puente de urnión y anihlelo, esfremecimientoante 'lo que más hondamente nos in-
quieta y la conducta que más d~seamos, son nuestros dolores, porque participand:e la
vibración llena de terribHj,dad que nos ocasiona la Belleza, y si son aceptados con ino-
cencia, nos asemejan, por la manera en que los conquistamos y los hidmos nuestros, a
los Héroes, que en la muerte comienza a conocer su gloria.
Dirá Rilke en la última elegía:
" .«los dolores son nuestro foUaje pere"ne, SOil1. nuestra oscura pervin'Ca, una de las esta-
ciones del año seueto: n.o únicame¡nte tiempo; son lugar, c,o/Pttia, campamento, reside:ncia,
suelo».
16. Aquí es donde el tema del amor alcanza su más alta expresión y toma contacto
definitivo con el tema central de la construcción de nuestro mundo .
••• « ¿ No es ya el tiempo de· que. '11,0 libremos amor,osameinie del amado, y de que, vi-
brantes, l,o resistamos: tal como a la cuerda la flechJa, para que ,en la tmsi6n del salto
se super;e a sí misma? Porque 'n'O existe el deten,erse ».
Librarse amorosamente. Trágica contradicción: hay que irse, irse con todo amor j que-
dándonos nos destruimos .. « Me voy, me voy, me voy, pero me quedo, adiós amor, adiós
hasta la muerte», decía Miguel Hernández. Y esto no significa que haya que rehusar
la posibilidad de los amantes; hay que ser amante, comenzar a s'e r amante, para enton-
ces con infinito do}or poder irse; porque hay que, irse de algo .para poder proseguir,
y uno no se puede Ir de algo que ya no Jo haya atrapado y seducIdo.
y al ser amado hay que resistirlo vibrantemente ;es decir con ÓJohle fuerza: quedán-
do'los y yéndonos, aunque en definiti.va nos vayamos, para poder «superarnos f!<n la
ten.sión del salto», superarnos en la tensión, en la fatiga, en el dolor. Y si hacemos fUJerza
para quedarnos es para pod.e.r irnos mejor.
Necesidad así de la fatiga. Ella es justa ,medi,da para nuestro ,anh:elo. Hemos logrado
obtener U:l1 doble resultado, porque el agotamiento mvertido en la superación de una
r'eal dificll!ltad, se proporciona al adelanto. Porque si la nuestra es fatiga derramada en
el alimento y prosewción de una simple i,lusión o de alguna realidad' no verdadera.
mente alcanzada y por eso también mezdada con las sombras ,e ngañadoras de la ilusión,
su rendimiento, o será ilusorio, o afincállldose en la realidad tendrá un rendimiento
disminuído. Aunque esta última posibilidad es ineludible, porque s~empre nuestras mten-
ciones están impr,eg,nadas de '¡'¡usión.
Es cierto que nos vamos dejando atrás al que fué objeto de nuestro amo"; pero. hay
que tener la trágica grandeza de tomar conciencia de que toda esa apasionada ans'la de
permanencia en el objeto amado, es nelOesaria para poder irnos con más fatiga y le-
vantarnos más alto. Tremendamente unidos ,están el amor y la gloria, y cuando un
hombre se abandona enterament,e a las exigencias de la caridad, hay en cada salto, en
cada vibrante salida de una HeclJa, un extraño r,e splandor de gloria. Y aquí en la tierra,
gracias al amor y a sus peligros de definitivo aniquHamiento, es posible que partici-
pemos en tan alto grado de la virtud de un Héroe.
y todo esto, «Porque 'IZO existe t!t de.tenerse», ni en el sentido de un amor particular
ante el que podamos ddenemos, ni en el de poder terminarse y volv'e r a sí y contem-
plars1e. Sólo sabemos de nuestro inacabamknto y de la necesi,dad de desenvolvernos en
él indefin1damente. Porque no existe el ddenerse.

17. «Voces, voc,es. Escuclta coraz6n mío ... ».


Grave vuelta al tema central de la neüesidad de .construir un mundo personal. Toman
aquí pr1esencia inmediata las incitaciones' al corazón del 'hombre; el anterior llamado
de la primav'era, la exigencia del v~olín en la ventana, ya reducidas a su más pura sig-
nificaoión, solo pueden ser llamadas voces.
y se vuelve a insistir sobre el procedimiento para incorporarlas. Primero está el es-
cUe/har, saber ser humildes, caJlarse y anonadars,e. Entonces viene 'l a segunda etapa;
aquella en que una inmensa incitación arrebata. Pr,ecisándo lo que podlrÍamos llamar fe-
nomenología de la oomtruación, Rilke aporta un nuevo momento:
.• . pero elJos, e,naocesible¡s et indt¡'erentes;
perman,ecían arrodillados:
y así alcaln zaron a oír.
Los santos inaooesibles; impos~bles viene a ser la traduoción literal. Cerrados a toda
posibilidad :h asta el momento de la « llamada inmensa ». No oonzaron prematuramente
ant,e la posibilida,d del encuentro; en ese instante no 'hubo una sola palabra que anti-
ciparan. Ellos en el centro del acontecer, inmóviles pero atentísimos.
y más, indiferent'es. Porque era el maravilloso momento en que iban a ser pénetrados
de una nueva presencia; si un uflIstante antes de que ella 'hubi,ese entrado, hubieran aven-
turado llIn solo gesto, una muda expresión de lmpacienda, habrían s~do defraudados; o
si, pr,ecipitados de anih,elo ant'e lo que les parecía fatiga insoportable de loO tan largamente
esperado, hubieran ,e xtendido sus brazos tratando de impedirla, no les quedaría más que
la cantidad de ,espado que sus manos exploraron, cantidad que no conoció volúmen que
la significara y quedó así abandonada a la forma que esos brazos le trazaron; fOlm1a
así no nueva, inmanent'e al suj-eto y que sólo puede llevar a la pr,ecaria existencia c!.e
las ilusiones. Estar indiferentes, ajenos hasta el momento mismo del encuentro, CiDn
una gran simpleza y llIn completo desapego.
y desde afuera, siempre quietos y reverentes : arrodillados. PoOrque toda forma de vida
se reHeja en las maneras.
«y así alcanzaron a oír ».

18. «No es que tu l~egases a soportar la voz de Dios ... ».


Esta es una vuelta- sobre temas ya vistos. Porque la voz de Dios hay aquí que suponerla
dentro ,die los órdenes superiores que nos inquietan y a los que somos introducidos por
lo Bello; ,e stüs órdenes son terribles, y así la voz de Dios, como la presencia de
los ángeles, sería excesiva y mortal. Por otra parte, eso significaría un apresurarse y un
tratar die reme,diar sin esfuerzo la necesidad que tenemos de nuestro propio cuidado. En-
tonoes somos remitidos a las voces que .en medio del silencio podr,emos haCier nuestras,
y este es retorno a otro tema fundamenta'l cual es la necesida,d de fe>caer en los objetos
que apaciblemente nos rodean; a ellos debemos ir, y 'escucharlos y r.ecrearlos en el
silencio.

t 9. Cuando ya podría pensarse que trás tanta t>ensión se resolvería la elegía, somos
introducidos en un nuevo tema, el tema die la muerte. En él se anuda y termina la
verdadera posibili'dad del consuelo y su identificaci:ó n con lo BelLo.
Insistiendo con e.\ej'emplo en la misión que los diarios sucesos tienen para introduci.mos
y encontrar en eJlos los grandes temas de la vida, Rilke los va a utiHzar para precipi-
tarnos ,en el problema de la muerte.
En un comienzo no es más que llna oscura inminencia que no podemo,s pre,ci,sar, porque
nos imaginamos que la rever,encia a los jóvenes muertos, tomada de algún suceso aún
presente a la atención del poeta, tiene cierta vaga conexión ¡con otros asuntos que
ya nos hizo conocer; pero rápidament'e, comienza a ser eso y luego mucho másl. El
sentimiento preciso de la muerte, hasta entonces aludido sülamente, ha .sido protegido
y encubierto en su callado desenv'Olvimiento. Llega .e\ momento de la aparición, y cor-
tándose súbitamente esas vagas relaciones de los muertos prematurament,e, hay una brus.-
ca conciencia, y la súbiJ1:a presenóa de la muerte rompe ·el ritmo hasta entonces evocador
¡;olamente:
« ¿ Qué quiet',e,n de mí? ».

y se responde:
« ••• Quedame'nte debo separar de ellos
la apariencia de injusticia que a veces
estorba um pocoet puro movimiento de sus espíritus ».
Aparentement·e, es que ellos necesitan de nuestra ayuda. En v,el'dad debo separar una
« aparirNlcia de injusticia ». No es que exista ,en ellos verdadera injustida, al menos en
aquellos jóvenes muertos; pero esta aparente injusticia se nos aparece a la primera
mirada. Se aparece porque no los miramos con pureza sino con toda la carga de exis-
tencias ilusorias de que está llena nuestra percepción ingénua de las cosas; esta falsa
apari.encia es la que debo auyentar quedamente, porque el r,e verente recuerdo de l'Os
jóv,enes muertos no permite pr,ecip'ttaciünes; separarla I,e nta y suav,emente.
Eran ,ellos los que en v,e rdad querían de mí una mirada más pura, y desde la no in-
justicia de su suave muert,e era apenas un poco el que mi inoomprensión estorbaba el
ya puro movimiento de sus espíritus. Y gracias a mi impulso de caridad hacia ellos
he pod ido c'O mprender que también con su:ave pero exigente caridad se pr'eocupaban de mÍ.

¿ Qué ,es .e ntonces la muerte? No es oosa totalmente aJena al transcurrir humano aquí en
la tierra; porque podemos conocerla, participar de ella, y sólo estando muertos com-
prenderemos la v·e rdadera .r ealidad de la vida. Eso ya lo vimos y también que desde aquí
participamos CÍlertamente de la vLda eterna. Porque no es que existan así c'Omo se en-
tienden el aquende y el allende; toma así la vida en la tierra una dimensión absoluta-
mente trascendental y por esta última y d,efinitiva manera se nos vuelve a urgir hacia
el cumplimiento d e nuestra mÍJsión transformadora. Hay que llegar con todo el ser a la
muerte, que 'es vida absoluta, porque en ella no ,existe confín ni lími1:e y por ella va-
ganlibr'emente los espíritus. Todo nuestro inacabamiento, tod'O nuestr.o nunca det'cnernos,
todo ,el cumplir y no distraemos en la Husionada 'espera, tienden y converg'en a la
muerte. Y si a través de toda la eleg ía hemos sido conducidos hada la necesi,dad de
morir, ahora ser-em'Os introducñdos en la descripción y fenomenol'Ogía de la muerte; de
la muerte de cada instant,e, de la muerte heroica .que anuncia resurr'ecdones g'oriosas,
de la muerte final .y junta que conduce a un vagar ya libremente.

20. « En verdad que es extraño ... ».

Extraño porque es nuevo; algo tan ajeno al vIvir que conodmos; extraño porque uno
comienza paulatinamente a senürse. en ~II~, y 'en v,e rdad no sabe claramente cómo y ~esde
cuándo; ,extraño porque todo aqUl se: InVierte y, uno sorprende que las cosas viene?
dispuestas de otra manera, y uno mismo des pues se sorprende ,del m.odo como las tom.o.
Extraño no habitar ya la Herra. Habitar una com.o tierra, pero ~ormad~ a nuestra leve
int'ención, estando ajeno a todo el aconteoer aparente, porque va siendo siempre transfor-
mado en real aconteoer para un.o. Ya no cuenta la tierra porque la hemos aband.onado
al morirse nuestra carne, y si nuestro cuerpo permanece todavía, es una presencia que
está de una especial manera a nuestro la,do, pero que en .10 .más .hond.o la estam?s
abandonando a cada instante. Ya n.o mas mundo de aparIencias svno mundo propio,
eterno y conquistad.o.
Extraño no ejercer ya costumbres a~enas ~pr:endidas; porque ~o~ ellas. caminamos. entre
los obstáculos; per.o do nde ya no eXls~an lImItes todo resultar~ Imprevtst.o y deslIgado;
por eso extrañ'Ü. Extrañ'Ü no lleg ar mas a las cosas por camI.n'Üs que trazamos en la
superficie sino por posibles e infinitos a través del espacio que supimos d.omiJnar.
Y ni siquvera las rosas, prometed.oras de la esperanza y el porvenir terrestre, tienen elSe
dulce sentido, sino s.on un l1IUevo mund'O sólo en el espacio, que podemos relacionar con
otros universos al arbitdo de nuestros designios. Pero ya no son las rosas del consuelo,
sino las duras rosas del infinito ejecutar.
Y ya en la muerte, la angustia h'a sido superada, ella, la que nos ·dominó en 'la tierra;
porque es vacilación y temblor, la sola conciencia del abandono y ,del recaer sobr,e uno
mismo; pero ya tras infinitas bataUas en que ella intervino dándoles el tono de su
dolor y de su desencanto, . y liberados por esas mil batallas del transcurrir humano para
terminar siendo simpl,e y hermosamente ante la muerte, ¿ a qué t'e mblar? Porque la
muerte es la liberación del terror para resucitar a la gloriosa vida eterna.
y nuestro nombre, nuestra marca aparente aquÍ en la tierra, ya inservibl,e, es abando-
nado como un juguete que se rompio y no sirve. Porque somos hijos de nuestras propias
obras.
Es extraño el estar muerto; pero penoso. Tiene la muerte un sentido de eterna
actividad, de pura vida, y en ella hay que mant'enerse tendiendo, sin relegar al olvido el
({ nunca detenerse», porque por él y en él nacimos a la muerte.
y no desear más nuestros deseos; porque sólo hay que desear los deseos de las cosas.

Entonces, y esto es el s'e r de las Cosas en la muerte, todo lo que ataba a las cosas en
la tierra ha sido destruído, y flotando en su infinitud, todo está libre en los espacios
y todo se hace susoeptible de posibilidades infinitas.

21. «el e.s far muerto es pf!'tZosp,».

Porque muerte s.ignifica estado de J1e,cuperación. Comenzar a religar lo que se desligó


por la muerte, y estableciéndolo en el verdadero lugar que tuvo en nuestro acontecer,
liberarlo de su anterior existencia apaif{~nte. Siempre en función de nuestra vida, de nues-
tro punto de vista final ante la vida, que la conjuga y la transforma a su imag,en. De-
bemos ir con nuestra visbón ya depurada, rehaciéndonos a ¡nosotros mismos y consumando
así la gran misión de la construcción de nuestro mundo; y por inevitable reflejo, ir a
cada uno de nuestros momentos y sustraerlos al tiempo; porque en la muerte somos
los dueños de nuestro propio tiempo, y ese tiempo nuestro, ya establecido oon pena, se
nos convierte y deposita como conteniendo en si mismo la eiernbdad entera. Y nos dice
RilI.e :
« Ul/. ímprobo recobrar la vida Il;O hecha hasta que levztamente se sie'llie un poco
de eternidad ».

22. Son los vivos, lüs que aún permanecen en la tierra, los .que. habla!) y distinguen
como a dos fronteras clarísimas el aquende y el allende. Y parece que esta distinción nos
fuera casi inevHable; ya que vimos cómo toda nuestra vida estaba impregnada süempre
del mundo de la ilusión, y aún en los que de su vida han hecho la más bella imagen
de la muerte, les llega el hálito casi ümperceptibJ.e del mundo ilusorio o <Id mundo apa-
rente, y con mar,ca inevitable, señala sus más altos momentos y los induce a me,ditar en
la postrada condición que sügnH1ca la tierra; entonces hay 'en sus rostros un dolor nuevo
no per,ecedero y en sus ojos la sed inagotable de una misión en que la muerte se
haga enteramente pura.
Pero esto no estabJ.ece lindes tan precisos, que los ángeles, los dispensadores y espejos
de lo Terrible, no los confundan a ve-oes e lignor,en si van ,e ntre los vivos y los muertos (1).
P,ero hay aquí un hecho extraordinario: he aquí que por medio de la muerte nos hemos
entrado en los órdenes angélicos y casi los suponemos, tanto que Rilke, des'p ojado en
este instante. de la imagen del terror que le sugieren, oye decir que .los áng,eles no sa-
ben. Esto es como inadvertidamente sor-prenderlos por la retaguardia. En un comienzo
dijo: lo bello es el comienzo de lo terrible; asomándonos a cada árbol, costumbre, vio-
lín, noc!hte, amantes, hemos descubierto que su belleza no es otra cosa que su verdad, y
que por medio de la verdad podemos penetrar en aquella inmensa región de misterios que
en un comienzo nos desgarró de ausencia el corazón. Penetración llena de fatiga, pero
fatiga incorporada más tarde a nuestra propia penetración, y que se entrega al Hn como
nuevo aliciente y úniiCo y v,erdadero consuelo.. Este es el s,entido de consuelo final que tie-
nen la belleza, la verdad y la fatiga. La mejor vida es la que no desperdida fatiga y en
la que todo está encaminado hacia la realidad de nuestro fundamental inacabamiento y
de nuestra muerte llena de esperanzas.
La eterna corrient'e, el siempre trans'curritr, el nunca detenerse, impregna y justifiica todo
el ámbito de la muerte y de la vida; supera a la muerte y a la vida, y constituye la
fundamental verdad que 'es la muerte-vida, la muerte-gloria, el morirs,e y resucitar.
Voy a citar a Eduardo Anguita:
({ Eternidad, tiempo, d ,ernúdad, tiempo; r.ayado por estos dos túneles alternos. una her-
mosa cebra es el hombre ».
(1) En verdad, hay una mucllo mayor complejidad en el tránsito de los ángeles y la razón de su
ignorancia, desgraciadamente esta elegía no nos proporciona más antecedentes, que pueden encontrarse
en las elegías siguientes.
23. « FiJZalm'ente, los muertos antes d~, tiempo ya no nos nepesitan )}.

Aunque a veoes la apariencia de iIl1justicia con que los miramos primeramente dificuLte un
poco el ya puro movimiento de sus espíriltus, y ,entonces nos pidan que quedamente la
apartemos; pero ya sabemos que este apartamiento de la falsa apariencia, énverdad nos
favorece a nosotros. Los jóvenes muertos, aquellos que murieron ant'es de poder pesar
los grandes misterios, no conocieron de la grande significación de lo terreno y se in'sta-
laron ,e n su muerte olvidando insen.siblemente su vida. Ajenos a la tierra súbiltamente,
poco a poco se van olvidando del vivir terrestr,e y sólo conOC'en su tranquila y otorgada
muerte.
« Pero'nosotros qUe necC\Sital11JO~ de, 'tan grandes miserias
y a quicl1{!s a Im'evtudo desde el duelo surge tan dichoso pr,ove:cho ...
Porque necesitamos la constante pres,e'ncia en nuestras vidas d;el más 'allá, y en nadie
está más claro que .en aquellos que murieron muy temprano y nos ofrecen, si aparta-
mos de ellos toda falsa apariencia, una imagen más pura de la muert'e ; por otra parte,
ellos, jóvenes, dejaron aquí en la tierra un duelo. Y nosotros que desde nuestros pro-
pios duelos nos levantamos hacia la vida verdadera de la gloria eterna y que ya he-
mas compr,endidos que el dudo, que es dolor nevado hasta la muerte, nos puede ser
útil en nuestro transcurrir -porque d'ebemos ser casi como ladrones de los duelos .aje-
nos-, sin la pura muerte de los muertos antes de su tiempo y sin el puro resurgimiento
que nos proviene de su muert'e y del dolor que dejan, no podríamos vivir. Porque vwi~
mas entre dolores.
Necesitamos padecer junto a lo ajeno y hacer del dolor ajeno un dolor nuestro, y ha-
ciéndonos obedientes hasta el fin, morir por lo aJeno como lo ajeno se muere, y aunque
no se muera; porque si de sufrimiento hecho nuestro morimos, en verdad sabemos que
I'esucitaremos para , la gloria.
y es desde el duelo, es decir, desde la conjugación de la muerte y su dolor, que ,nace
esa extraña vibración, vibración que es gloria eterna y a la que en la vida llamamos
arte verdadero; porque el arte verdadero es un ,anticipo de gloria eterna, un gi:rón de
eternidad que el hombre .a rrebata al tiempo.
El ciclo se ha cerrado; fuimos por lo bello aceocado a lo terrible, pero luego compren-
dimos que la belleza debíamos extraerla de las criaturas circundantes, y entonces
se nos reveló' que su beHeza era su verdad. V'e rdadque debíamos ar,r ehatar ,al
tiem'po con fatiga verdadera y conducente que debía encaminarnos a ,la muerte; ya
muertos, conocimos desde nuestra muerte la vida et'erna de gloria que se nos abría
por delante, y enfrentados a la mágica ~ona en que la v.ida y la muerte se ' confun-
den, supimos que para morirnos necesitamos del oscuro aliciente del mÍlSlÍerio que emanaba
desde la tumba de los pura e inocentemente muertos; entonces desoubrimos que en la zona
estrecha de nuestra vida terrestre, en la que sólo por aproximación más o menos re-
mota conocíamos la muerte, era la extraña vibración de los dolores ajenos y fecundos
la que nos alentaba a proseguir ensayando muertes suoesivas.
Vibración de dolores ajenos arrancadas al tiempo son las obras de arte; aquí Rilke ..ob-
serva cómo de la muerte de Linos fué la música la que impregnó la tilerra. Pero para
impregnarla necesitó provenilr . die una muerte, no pudo ser provocada; y nadie puede
Juzgarla sino desde la muerte de la que gloriosamente proviene.
Esas vibraciones ya sabemos cómo está de cerca a las altas regiones que sugie·ren lo
terrible; pero no nos auyentan, nos atraen.
« •• • Porque l.o bell,o np es más que el comienzo de lo terrible ... ».

y al atraernos, son consuelo de nuestra vida tan Hena de ilusión, que s'e sustrae a 'l a
plenitud de la muert'e ; porque mostrándonos un anticipo urgente, nos estremece de tem-
blor de inminencia, nos consue.la de nuestro inacabamiento trágico ~n la trerra impregnado
de invencible ilusión y nos ayuda a seguir muriéndonos sucesivamente para iJ1aoer.nos
humildemente dig,nos de una muerte grande y verdadera.
y porque entró el vacío J la ilusión de la tierra en la musical vibración dl'!l duelo de
Linos; ya que por el vaclo terrestre q'ue las invade se configuran las obras de arte,
estremecimiento entre la vida y !a muerte, engendro de dolorosa agonía y triunfal r'e-
surrección, esa vibración
« • •• ahora nos estremece, I1,OS cOfZsuela Y 'Itas ayada ».
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