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introducción
I
Porque el poeta;
Dios y hombre a la \'ez, es el único capaz de reconocer los
hilos que van de lo existencia l a l Dios que domina el TKmpo
EDU .... DO ANGUil A y el Espacio.
(a unque)
Ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que da el
crecimiento.
El que planta y el que riega son iguales, cada uno recibirá su
recompensa confo rme a su trabajo.
Mentira.
El Par1enón y el Pabell6n Suizo son lo mismo, y esa posibilidad de ser 'Una misma
cosa, hace que la arquitectura cree el tiempo.
Pero hay un problema, su influencia es relativa desde el momento que no son capaces
de in(onnar verdaderamente a la arquitectura, cualquiera que sea el valor que se les d é.
Porque no ooncibo que estos hombres, siendo más hombres, no hayan sido capa~s
de subordinar todos los elementos que poseían, a esa estructura que sólo ellos eran
capaces de informar.
Si volvemos sobre esto mismo, veremos que toda la obra nace de una visión interior
capaz de darle un orden a los elementos consubstanciales e integrarlos en una visión
propi<l,
Todos basan las posibilidades de sus tesis en presuntas realidades que les da la función,
la técnica, la relación, etc. Pero ninguno supone un orden vital de creación.
Seguro, porque la realidad de sus obras está basada en el camino que les va dictando
la razón y en la funcionalidad y en el orden que les va dictando la materia.
Niego esto.
• Porque el continuo anhelar de las criaturas ansfa la manifestación de los hijos de Dios,
pues las criat uras están sujetas a la vanidad, no de su grado, sino en razón de quien
las sujeta, con la esperanza de que ellas también serán liberadas de la servidumbre de
la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios •.
(San Pablo)
Crear el tiempo.
Podría parecer que sólo defiendo la intuición y me olvido que tOO05 los elementos
también tienen su importancia.
Cuando pienso en intuici6n, veo una enrvolvente interior en la que los elementos de la
estructura que tratamos d.e formar, toman un orden y su correspondiente lugar. Pero la
intuición es e l alma de la creación, y creación nos pide finitud, nos pide áeterminar.
AquI todo aquello que al principio negábamos, llega a la plenitud de sus posibilida.
des; la velOCIdad, el átomo y el cobalto están en su máxima tensión, pero siempre
subordinados y no informando a lo que realmente es la arquitectura, un ente.
Muchos lo negarán.
Pero es así, y sólo puede ser si con la única posibilidad de riesgo que existe, el que
las cosas sean o no sean, salimos adelante salvándonos o condenándollOS, pero nu nca
llevando una existencia ilusoria.
Cuando le Corbusier en su libro . Cuando las catedrales eran blancas» explica por qui
a los americanos el avanee de la técnica y de su economía los ahogaba en creaciones
sin sentido, dejaba ver perfectamente como la riqueza de elementos que trae nuestra ci·
vílización .era perdida por aquellos hombres que sin darse cuenta que la vida no es
una suma, sino una integración, pasaban a la gran falan ge de los ilusos.
y es que hoy día, cuando las cosas por su rapidez se dan en forma diferente, no debe-
mos olvidar la lección eterna, y nuestra visión debe estar enfocada hacia lo esencial d e
las cosas, única posibilidad de que las cosas sea n nuestras o que nosotros seamos de
ellas.
Todo lo que hasta aho ra hemos dicho nos deja ent rever la g ran posibilidad del traba jo
en conjL1l}lo.. ~orque no sería l ógic~ que ":uestro planteal!"iento lleva ra a posici?De5 pll'
ramente mdlviduales, porque defendrendo Siempre la ind ivid ualidad como algo pnmordial,
suponemos la unión de creadores en flUlCión y en orden a las grandes intuiciones.
Considerando la intuición como 'la posibilidad de visi6n de nuevas estructuras, ésta se
transforma en nuestra preocupación pdncipal, porque sin ella el orden desaparece y
todo se transforma en ilusión.
Sólo así y comprendiendo el va lor de artesap.os que tenemos en esta gran misión, logra-
remos recuperar para la arquitectura todo el valor d e insinuación perdido, y transfor-
marla no en una revolución sin sentido sino en un avanzar.
guillermo jullian de la f.
•
•
Oh necesario anticipo
oh casi necesario pecado
oh inocente iamolac)ón que casi siempre perdona.
.' oh niño triste y sombrío
muerto en la edad en que ibas a empeur
tus primeros juegos subterráneos
oh desamparo
oh g rito de alumbramiento primero
oh (atal contribucioo.
Lec/or,
Las bellezas que mcuenfres en estas líMas no están en elÚls sino en ti.
Son bellezas desron{}(:idas QI.U! l/jI/en en ti' al"",.
Yo stSlo me encargo de sugerir/das..
orden dncubi~rt o
relación descubierta
leyC's descubiertas
pero x, y, z y no
11. 2, 18, 3-1, O 6 b, e
lJOertad
mundo posible
upacio y no voltímen
campo y no área
Hnea y no trazo
función y no ecuación
crtación y no resolución
cnteros y no quebrados
orden crudo
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PRIMERA ELEGIA DEL DuíNO
de Rainer María Rilke.
y aunq'ue ' el grito se deseche, el cuidado empuja al hlOmbre a penetrar de otra ma-
nera en ' aquella región de lo terrible que tan extrañamente lo atra,e.
2. Viene entonces el momento decisivo; esto es, tender el puente ,e ntre el desamparo
y lo que desde arriba nos inquileta. Este puente no se deduce, se adivina.
5. Ha eliminado el hombre en su transcurso hacia las cosas, a los hombres y a los ánge-
les; pero sabe que tiene que ir hacia las cosas. Esto produce otro momento trascen-
dental, porque aquí hay que volver a intuÍr para poder seguir adelante.
Ni a los 'hombres ni a los ángeles. Pero existen las cosas que 'habitualmente in.ad-
vertimos, las cosas de todos los días, que precipitados Ihacia aparentes realidades,
tenemos a nuestro lado como una insignificant'e ausencia. Cuando todo el mundo
falso 'hecho de apariencia que nos envolvía ha sido disipado, recaemos sobre estas pe-
queñas cosas, que entonoes permane'cen y crecen 'con nowtros.
Un árbol, una calle, una costumbre que no se fué. Lección de 'humildad, menester de la
constancia y del olvido de .uno mismo. Así permanecen y crecen las pequeñas cosas y
se hacen posibles- las cosas verda,deras. Escribía Rodin a Rilke que nada se ofreCÍa a los
precipitados y vanidosos, sino a los humi,ldes y perseverantes. Lección de lrum¡¡'dad en
la que aprendemos la urgente necesidad de penetrar la región del misterio, no con fór-
mulas ni esquemas, sino edificándonos por nuestra constante atención a todo lo que nos
circunda. '
Lección de :humildad. En Rilke, un árbol, una calle, una costumbre.
7. Así aparecen los misterios; misterios que no somos Iibr-es para eludir; que aparecen
por delante y mientrras no los transpasamos nos obturan el camino.
Ahora veremos cómo e! hombre traspasa los misterios. Son progresivos y cuando verda-
deramente vienen, hay en el camino anterior luz suficiente para iluminarlos. Aunque
esta es sola una etapa del traspasamiento y en definitiva los mi'Sterios nos exigen mu-
cho más que· utilizar lo ya v¡'sto para entregársen'Os. Pera a ese m'Omento aún na lle-
gamos.
En el amar se produce .la conjunclOn de dos destinos j conjunción muy especial porque
cada destino existe separadamente, y en definitiva, prosigue en soleda4 su dirección. Decía
Rilke que hay en 'el amor la pres'encia de das s'Oledades que mutuamente se reverencian,
y se preguntaba cuál era la ign'Orada mana que a las enam'Orados sacudía paralelamente
con la misma t'ensión y el misma ritmo. Hay una misma dirección y un mi'sm'O ritma en
el amar, pera deben darla cuerdas paTa lelas, semejantes pera separadas.
Vesta no lo advierten los amant,es. Ellos, precipitados hacia el otra, InlClan un alto
canto inmediata, se .precipitan el uno en el otr'O,en su canción na v'en más su destino
intransferible, e ilusionados, quieren enkegarse enteras. Pero cada hombre debe se'r el
administrador de su cuidada. Con alta queja, Rilke exclama:
«Ay, ellos 'no hac.e,n sino ocultarse el uno al afro su sin.o».
Y el construir, defendiéndolo con las palabras nuestras, el mundo que nos urge aquí en
la tierra, es 'n uestra gran misión.
13. y junto a los amantes, los que se quedan, está . Ia figura del Héroe, del dueño de
su destino, del incesantemente cumplidor. Y como a los amantes, a ellos también debe-
mos cantar:
«Reco!1rÚNtza siempre d'e. nuevo la inacCesihLe alahtmza;
pie"sa: el Héroe. se .manti..t$e; su mismo ocasp le fué pretexto para ser: su último
iIUlcimienfoH.
El Héroe vaa través de obstáculos, los derrota y . los oonvi,e rte en su gloria; de tal
manera que el último fin del Héroe es ser para su gloria y ,en la consumación, él es su
gloria. No se trata de arremeter orguUosamente; ante cada obstáctdo tiene el Ihéroe un
ocaso, una muerte; pero no muere de muerte ajena e impuesta, sino de la que él mismo
buscó y la encontró en e'.I obstáculo. Ante cada uno conoce el Héroe a la muerte y
y muere r;ealmente. Pero ha ' comprendido que para ser tal necesita morir y de esta ma-
nera se 'hace condente de su muerte; tan conciente porque oomprende que ella le va a
acarrear un renaiCer y renaciendo habrá vencido al obstaculo y lo habrá, convertido en
su gloria. Y necesita modr para poder renacer y necesita renacer para ser para su glo-
ria. Pero el precio de la gloria es la obedi·e ncia; obedLencia ante el obstáculo, que es
su misión, y obediencia consumada hasta la muerte. Y después ,de la muerte viene la
resurrección gloriosa; pero él muriéndose sabía que se moría para su gloria verdadera.
Mientras el 'hombre: « Re,co'mievzza siempre 'de 'fwevo la inaccesihlealah~za». Estar siem-
pre comenzando la .alabanza al Héroa, siem pre alabando con devoción primera, no sea
cosa que se deposite la oostumbre y todo se transforme en ilusión; por otra parte,
ten presente que tu a1abanza es inaccesible y que nunoa llegará, y si de los amantes
apre.n diste la necesidad de la compas,ión redentora, apren,die del Héroe la devoción inal-
terable hacia la consumación de tu destino. Una inaccesible alabanza es nuestra vida
entera, un perpetuo desenvolvimiento, un, estar siempre incompletos; y todo esto hay
que estarlo siempre recomenzándolo y ante la vida que se nos abre, asombrándonos, pero
entonces reformándola.
El hombre, hecho de ra vacila.ción que arrastra a los amantes y tocado del afán de glo-
ria que impulsa al Héroe. Ser equidistante. Amasijo de dolores de ausencia; ausencia de
entrega aquí en la tierra, ausencia de recibimiento en su alabanza. Pero sle.mejante a los
amantes y a los ~héroe; con posibilidad. de llegar a ser amante, pero cargado de la glo-
ria de los héroe, y entonces indetenible; con posibilidad: de asimilarse al destino heroico
y convertirse .en un ser para la vida gloriosa que está 'haciendo, re.aüzando desde ya la
vida etema, pero al mismo Hempo enriquecido por todas las muertes que debió aceptar
con sus dolores y relacionado con ellas, con sus dol'0res. Y un hombre que ha logrado
llevar su propio mundo en tomo a sí es el más emocionante engendro die dolores acUr
muladas y que no abandonan y de glorias conquistadas de las que se está siempre des-
pojando para poder vo.lver a morirse y tener un nuevo dolor y mantenerse ofrecido.
14. Los amantes, en cambio, sucumben definitivamente ,en su experiencia porque no tu-
vieron conciencia del renacer para la gloria. Por eso n'0 tienen sus ,experiendas una con-
tinuidad, y quien 'ha sido abandonado mientras s·e entregaba; ant.es de r'enovar esa ex-
periencia, debe mori'rse; como Gaspara Stampa. A esto Rilke llama ,e jemplo exaltado,
y ~ólo en la exaltación y en el arrebato pueden redimirse los ,amantes.
15. «Finalmente, e'estos dolpres ajerz.:os '!f.O debe,n llegar a semos más fe.cuoft'dos?».
Es la formulación explícita de lo que se nos ha adelantado. En definiHva aprov,echarse
de Jos doleres ajenos; y si se nos 'ha dicho que no nos son útiles los 'hombres, al
menos de sus dolores podemos extraer provecho ; porque son lo verdaderamente fe-
cundo de ellos. He aquí que el hombre, indeciso ad~más entre el Angel terrible y el
Héroe inexorable, se acerca al Ang,el por la Belleza y en ocasiones ,se asemeja al Héroe;
pero puente de urnión y anihlelo, esfremecimientoante 'lo que más hondamente nos in-
quieta y la conducta que más d~seamos, son nuestros dolores, porque participand:e la
vibración llena de terribHj,dad que nos ocasiona la Belleza, y si son aceptados con ino-
cencia, nos asemejan, por la manera en que los conquistamos y los hidmos nuestros, a
los Héroes, que en la muerte comienza a conocer su gloria.
Dirá Rilke en la última elegía:
" .«los dolores son nuestro foUaje pere"ne, SOil1. nuestra oscura pervin'Ca, una de las esta-
ciones del año seueto: n.o únicame¡nte tiempo; son lugar, c,o/Pttia, campamento, reside:ncia,
suelo».
16. Aquí es donde el tema del amor alcanza su más alta expresión y toma contacto
definitivo con el tema central de la construcción de nuestro mundo .
••• « ¿ No es ya el tiempo de· que. '11,0 libremos amor,osameinie del amado, y de que, vi-
brantes, l,o resistamos: tal como a la cuerda la flechJa, para que ,en la tmsi6n del salto
se super;e a sí misma? Porque 'n'O existe el deten,erse ».
Librarse amorosamente. Trágica contradicción: hay que irse, irse con todo amor j que-
dándonos nos destruimos .. « Me voy, me voy, me voy, pero me quedo, adiós amor, adiós
hasta la muerte», decía Miguel Hernández. Y esto no significa que haya que rehusar
la posibilidad de los amantes; hay que ser amante, comenzar a s'e r amante, para enton-
ces con infinito do}or poder irse; porque hay que, irse de algo .para poder proseguir,
y uno no se puede Ir de algo que ya no Jo haya atrapado y seducIdo.
y al ser amado hay que resistirlo vibrantemente ;es decir con ÓJohle fuerza: quedán-
do'los y yéndonos, aunque en definiti.va nos vayamos, para poder «superarnos f!<n la
ten.sión del salto», superarnos en la tensión, en la fatiga, en el dolor. Y si hacemos fUJerza
para quedarnos es para pod.e.r irnos mejor.
Necesidad así de la fatiga. Ella es justa ,medi,da para nuestro ,anh:elo. Hemos logrado
obtener U:l1 doble resultado, porque el agotamiento mvertido en la superación de una
r'eal dificll!ltad, se proporciona al adelanto. Porque si la nuestra es fatiga derramada en
el alimento y prosewción de una simple i,lusión o de alguna realidad' no verdadera.
mente alcanzada y por eso también mezdada con las sombras ,e ngañadoras de la ilusión,
su rendimiento, o será ilusorio, o afincállldose en la realidad tendrá un rendimiento
disminuído. Aunque esta última posibilidad es ineludible, porque s~empre nuestras mten-
ciones están impr,eg,nadas de '¡'¡usión.
Es cierto que nos vamos dejando atrás al que fué objeto de nuestro amo"; pero. hay
que tener la trágica grandeza de tomar conciencia de que toda esa apasionada ans'la de
permanencia en el objeto amado, es nelOesaria para poder irnos con más fatiga y le-
vantarnos más alto. Tremendamente unidos ,están el amor y la gloria, y cuando un
hombre se abandona enterament,e a las exigencias de la caridad, hay en cada salto, en
cada vibrante salida de una HeclJa, un extraño r,e splandor de gloria. Y aquí en la tierra,
gracias al amor y a sus peligros de definitivo aniquHamiento, es posible que partici-
pemos en tan alto grado de la virtud de un Héroe.
y todo esto, «Porque 'IZO existe t!t de.tenerse», ni en el sentido de un amor particular
ante el que podamos ddenemos, ni en el de poder terminarse y volv'e r a sí y contem-
plars1e. Sólo sabemos de nuestro inacabamknto y de la necesi,dad de desenvolvernos en
él indefin1damente. Porque no existe el ddenerse.
t 9. Cuando ya podría pensarse que trás tanta t>ensión se resolvería la elegía, somos
introducidos en un nuevo tema, el tema die la muerte. En él se anuda y termina la
verdadera posibili'dad del consuelo y su identificaci:ó n con lo BelLo.
Insistiendo con e.\ej'emplo en la misión que los diarios sucesos tienen para introduci.mos
y encontrar en eJlos los grandes temas de la vida, Rilke los va a utiHzar para precipi-
tarnos ,en el problema de la muerte.
En un comienzo no es más que llna oscura inminencia que no podemo,s pre,ci,sar, porque
nos imaginamos que la rever,encia a los jóvenes muertos, tomada de algún suceso aún
presente a la atención del poeta, tiene cierta vaga conexión ¡con otros asuntos que
ya nos hizo conocer; pero rápidament'e, comienza a ser eso y luego mucho másl. El
sentimiento preciso de la muerte, hasta entonces aludido sülamente, ha .sido protegido
y encubierto en su callado desenv'Olvimiento. Llega .e\ momento de la aparición, y cor-
tándose súbitamente esas vagas relaciones de los muertos prematurament,e, hay una brus.-
ca conciencia, y la súbiJ1:a presenóa de la muerte rompe ·el ritmo hasta entonces evocador
¡;olamente:
« ¿ Qué quiet',e,n de mí? ».
y se responde:
« ••• Quedame'nte debo separar de ellos
la apariencia de injusticia que a veces
estorba um pocoet puro movimiento de sus espíritus ».
Aparentement·e, es que ellos necesitan de nuestra ayuda. En v,el'dad debo separar una
« aparirNlcia de injusticia ». No es que exista ,en ellos verdadera injustida, al menos en
aquellos jóvenes muertos; pero esta aparente injusticia se nos aparece a la primera
mirada. Se aparece porque no los miramos con pureza sino con toda la carga de exis-
tencias ilusorias de que está llena nuestra percepción ingénua de las cosas; esta falsa
apari.encia es la que debo auyentar quedamente, porque el r,e verente recuerdo de l'Os
jóv,enes muertos no permite pr,ecip'ttaciünes; separarla I,e nta y suav,emente.
Eran ,ellos los que en v,e rdad querían de mí una mirada más pura, y desde la no in-
justicia de su suave muert,e era apenas un poco el que mi inoomprensión estorbaba el
ya puro movimiento de sus espíritus. Y gracias a mi impulso de caridad hacia ellos
he pod ido c'O mprender que también con su:ave pero exigente caridad se pr'eocupaban de mÍ.
¿ Qué ,es .e ntonces la muerte? No es oosa totalmente aJena al transcurrir humano aquí en
la tierra; porque podemos conocerla, participar de ella, y sólo estando muertos com-
prenderemos la v·e rdadera .r ealidad de la vida. Eso ya lo vimos y también que desde aquí
participamos CÍlertamente de la vLda eterna. Porque no es que existan así c'Omo se en-
tienden el aquende y el allende; toma así la vida en la tierra una dimensión absoluta-
mente trascendental y por esta última y d,efinitiva manera se nos vuelve a urgir hacia
el cumplimiento d e nuestra mÍJsión transformadora. Hay que llegar con todo el ser a la
muerte, que 'es vida absoluta, porque en ella no ,existe confín ni lími1:e y por ella va-
ganlibr'emente los espíritus. Todo nuestro inacabamiento, tod'O nuestr.o nunca det'cnernos,
todo ,el cumplir y no distraemos en la Husionada 'espera, tienden y converg'en a la
muerte. Y si a través de toda la eleg ía hemos sido conducidos hada la necesi,dad de
morir, ahora ser-em'Os introducñdos en la descripción y fenomenol'Ogía de la muerte; de
la muerte de cada instant,e, de la muerte heroica .que anuncia resurr'ecdones g'oriosas,
de la muerte final .y junta que conduce a un vagar ya libremente.
Extraño porque es nuevo; algo tan ajeno al vIvir que conodmos; extraño porque uno
comienza paulatinamente a senürse. en ~II~, y 'en v,e rdad no sabe claramente cómo y ~esde
cuándo; ,extraño porque todo aqUl se: InVierte y, uno sorprende que las cosas viene?
dispuestas de otra manera, y uno mismo des pues se sorprende ,del m.odo como las tom.o.
Extraño no habitar ya la Herra. Habitar una com.o tierra, pero ~ormad~ a nuestra leve
int'ención, estando ajeno a todo el aconteoer aparente, porque va siendo siempre transfor-
mado en real aconteoer para un.o. Ya no cuenta la tierra porque la hemos aband.onado
al morirse nuestra carne, y si nuestro cuerpo permanece todavía, es una presencia que
está de una especial manera a nuestro la,do, pero que en .10 .más .hond.o la estam?s
abandonando a cada instante. Ya n.o mas mundo de aparIencias svno mundo propio,
eterno y conquistad.o.
Extraño no ejercer ya costumbres a~enas ~pr:endidas; porque ~o~ ellas. caminamos. entre
los obstáculos; per.o do nde ya no eXls~an lImItes todo resultar~ Imprevtst.o y deslIgado;
por eso extrañ'Ü. Extrañ'Ü no lleg ar mas a las cosas por camI.n'Üs que trazamos en la
superficie sino por posibles e infinitos a través del espacio que supimos d.omiJnar.
Y ni siquvera las rosas, prometed.oras de la esperanza y el porvenir terrestre, tienen elSe
dulce sentido, sino s.on un l1IUevo mund'O sólo en el espacio, que podemos relacionar con
otros universos al arbitdo de nuestros designios. Pero ya no son las rosas del consuelo,
sino las duras rosas del infinito ejecutar.
Y ya en la muerte, la angustia h'a sido superada, ella, la que nos ·dominó en 'la tierra;
porque es vacilación y temblor, la sola conciencia del abandono y ,del recaer sobr,e uno
mismo; pero ya tras infinitas bataUas en que ella intervino dándoles el tono de su
dolor y de su desencanto, . y liberados por esas mil batallas del transcurrir humano para
terminar siendo simpl,e y hermosamente ante la muerte, ¿ a qué t'e mblar? Porque la
muerte es la liberación del terror para resucitar a la gloriosa vida eterna.
y nuestro nombre, nuestra marca aparente aquÍ en la tierra, ya inservibl,e, es abando-
nado como un juguete que se rompio y no sirve. Porque somos hijos de nuestras propias
obras.
Es extraño el estar muerto; pero penoso. Tiene la muerte un sentido de eterna
actividad, de pura vida, y en ella hay que mant'enerse tendiendo, sin relegar al olvido el
({ nunca detenerse», porque por él y en él nacimos a la muerte.
y no desear más nuestros deseos; porque sólo hay que desear los deseos de las cosas.
Entonces, y esto es el s'e r de las Cosas en la muerte, todo lo que ataba a las cosas en
la tierra ha sido destruído, y flotando en su infinitud, todo está libre en los espacios
y todo se hace susoeptible de posibilidades infinitas.
22. Son los vivos, lüs que aún permanecen en la tierra, los .que. habla!) y distinguen
como a dos fronteras clarísimas el aquende y el allende. Y parece que esta distinción nos
fuera casi inevHable; ya que vimos cómo toda nuestra vida estaba impregnada süempre
del mundo de la ilusión, y aún en los que de su vida han hecho la más bella imagen
de la muerte, les llega el hálito casi ümperceptibJ.e del mundo ilusorio o <Id mundo apa-
rente, y con mar,ca inevitable, señala sus más altos momentos y los induce a me,ditar en
la postrada condición que sügnH1ca la tierra; entonces hay 'en sus rostros un dolor nuevo
no per,ecedero y en sus ojos la sed inagotable de una misión en que la muerte se
haga enteramente pura.
Pero esto no estabJ.ece lindes tan precisos, que los ángeles, los dispensadores y espejos
de lo Terrible, no los confundan a ve-oes e lignor,en si van ,e ntre los vivos y los muertos (1).
P,ero hay aquí un hecho extraordinario: he aquí que por medio de la muerte nos hemos
entrado en los órdenes angélicos y casi los suponemos, tanto que Rilke, des'p ojado en
este instante. de la imagen del terror que le sugieren, oye decir que .los áng,eles no sa-
ben. Esto es como inadvertidamente sor-prenderlos por la retaguardia. En un comienzo
dijo: lo bello es el comienzo de lo terrible; asomándonos a cada árbol, costumbre, vio-
lín, noc!hte, amantes, hemos descubierto que su belleza no es otra cosa que su verdad, y
que por medio de la verdad podemos penetrar en aquella inmensa región de misterios que
en un comienzo nos desgarró de ausencia el corazón. Penetración llena de fatiga, pero
fatiga incorporada más tarde a nuestra propia penetración, y que se entrega al Hn como
nuevo aliciente y úniiCo y v,erdadero consuelo.. Este es el s,entido de consuelo final que tie-
nen la belleza, la verdad y la fatiga. La mejor vida es la que no desperdida fatiga y en
la que todo está encaminado hacia la realidad de nuestro fundamental inacabamiento y
de nuestra muerte llena de esperanzas.
La eterna corrient'e, el siempre trans'curritr, el nunca detenerse, impregna y justifiica todo
el ámbito de la muerte y de la vida; supera a la muerte y a la vida, y constituye la
fundamental verdad que 'es la muerte-vida, la muerte-gloria, el morirs,e y resucitar.
Voy a citar a Eduardo Anguita:
({ Eternidad, tiempo, d ,ernúdad, tiempo; r.ayado por estos dos túneles alternos. una her-
mosa cebra es el hombre ».
(1) En verdad, hay una mucllo mayor complejidad en el tránsito de los ángeles y la razón de su
ignorancia, desgraciadamente esta elegía no nos proporciona más antecedentes, que pueden encontrarse
en las elegías siguientes.
23. « FiJZalm'ente, los muertos antes d~, tiempo ya no nos nepesitan )}.
Aunque a veoes la apariencia de iIl1justicia con que los miramos primeramente dificuLte un
poco el ya puro movimiento de sus espíriltus, y ,entonces nos pidan que quedamente la
apartemos; pero ya sabemos que este apartamiento de la falsa apariencia, énverdad nos
favorece a nosotros. Los jóvenes muertos, aquellos que murieron ant'es de poder pesar
los grandes misterios, no conocieron de la grande significación de lo terreno y se in'sta-
laron ,e n su muerte olvidando insen.siblemente su vida. Ajenos a la tierra súbiltamente,
poco a poco se van olvidando del vivir terrestr,e y sólo conOC'en su tranquila y otorgada
muerte.
« Pero'nosotros qUe necC\Sital11JO~ de, 'tan grandes miserias
y a quicl1{!s a Im'evtudo desde el duelo surge tan dichoso pr,ove:cho ...
Porque necesitamos la constante pres,e'ncia en nuestras vidas d;el más 'allá, y en nadie
está más claro que .en aquellos que murieron muy temprano y nos ofrecen, si aparta-
mos de ellos toda falsa apariencia, una imagen más pura de la muert'e ; por otra parte,
ellos, jóvenes, dejaron aquí en la tierra un duelo. Y nosotros que desde nuestros pro-
pios duelos nos levantamos hacia la vida verdadera de la gloria eterna y que ya he-
mas compr,endidos que el dudo, que es dolor nevado hasta la muerte, nos puede ser
útil en nuestro transcurrir -porque d'ebemos ser casi como ladrones de los duelos .aje-
nos-, sin la pura muerte de los muertos antes de su tiempo y sin el puro resurgimiento
que nos proviene de su muert'e y del dolor que dejan, no podríamos vivir. Porque vwi~
mas entre dolores.
Necesitamos padecer junto a lo ajeno y hacer del dolor ajeno un dolor nuestro, y ha-
ciéndonos obedientes hasta el fin, morir por lo aJeno como lo ajeno se muere, y aunque
no se muera; porque si de sufrimiento hecho nuestro morimos, en verdad sabemos que
I'esucitaremos para , la gloria.
y es desde el duelo, es decir, desde la conjugación de la muerte y su dolor, que ,nace
esa extraña vibración, vibración que es gloria eterna y a la que en la vida llamamos
arte verdadero; porque el arte verdadero es un ,anticipo de gloria eterna, un gi:rón de
eternidad que el hombre .a rrebata al tiempo.
El ciclo se ha cerrado; fuimos por lo bello aceocado a lo terrible, pero luego compren-
dimos que la belleza debíamos extraerla de las criaturas circundantes, y entonces
se nos reveló' que su beHeza era su verdad. V'e rdadque debíamos ar,r ehatar ,al
tiem'po con fatiga verdadera y conducente que debía encaminarnos a ,la muerte; ya
muertos, conocimos desde nuestra muerte la vida et'erna de gloria que se nos abría
por delante, y enfrentados a la mágica ~ona en que la v.ida y la muerte se ' confun-
den, supimos que para morirnos necesitamos del oscuro aliciente del mÍlSlÍerio que emanaba
desde la tumba de los pura e inocentemente muertos; entonces desoubrimos que en la zona
estrecha de nuestra vida terrestre, en la que sólo por aproximación más o menos re-
mota conocíamos la muerte, era la extraña vibración de los dolores ajenos y fecundos
la que nos alentaba a proseguir ensayando muertes suoesivas.
Vibración de dolores ajenos arrancadas al tiempo son las obras de arte; aquí Rilke ..ob-
serva cómo de la muerte de Linos fué la música la que impregnó la tilerra. Pero para
impregnarla necesitó provenilr . die una muerte, no pudo ser provocada; y nadie puede
Juzgarla sino desde la muerte de la que gloriosamente proviene.
Esas vibraciones ya sabemos cómo está de cerca a las altas regiones que sugie·ren lo
terrible; pero no nos auyentan, nos atraen.
« •• • Porque l.o bell,o np es más que el comienzo de lo terrible ... ».
y al atraernos, son consuelo de nuestra vida tan Hena de ilusión, que s'e sustrae a 'l a
plenitud de la muert'e ; porque mostrándonos un anticipo urgente, nos estremece de tem-
blor de inminencia, nos consue.la de nuestro inacabamiento trágico ~n la trerra impregnado
de invencible ilusión y nos ayuda a seguir muriéndonos sucesivamente para iJ1aoer.nos
humildemente dig,nos de una muerte grande y verdadera.
y porque entró el vacío J la ilusión de la tierra en la musical vibración dl'!l duelo de
Linos; ya que por el vaclo terrestre q'ue las invade se configuran las obras de arte,
estremecimiento entre la vida y !a muerte, engendro de dolorosa agonía y triunfal r'e-
surrección, esa vibración
« • •• ahora nos estremece, I1,OS cOfZsuela Y 'Itas ayada ».
pureell hnos. Itda.
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1853-1953
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ASCENSORES
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rilke
primera elegía