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Reverendas Hermanas, Religiosas Franciscanas de María Inmaculada, Coordinadoras,

coordinadores, Servicios generales, administrativos, compañeras, compañeros,


presentes todos.
SAN FRANCISCO, es un modelo de vida, es un ejemplo, una imitación constante.
Loado seas gran Dios por la creación de este insigne hombre, por hacer que sus ideas
jamás sean borradas de la faz terrena y por hacer también, que sus seguidoras y
seguidores sigan siempre firmes como rocas, que ni el viento, el agua ni el sol, logran
robar ni siquiera una escaramuza de sólida materia.
Por eso hoy, queremos recordar a FRANCISCO DE ASÍS, COMO AL HOMBRE, que
caminó distancias de humildad y entrega al prójimo, dejando, marcadas pisadas de
amor en las faz de la tierra y huellas de entrega en las mejillas de los hombres y en la
sonrisa de las mujeres.
Hermanitas como cariñosamente las llamamos Teresa, Fabiola, Marleny, Elvia,
Alexandra, Patricia, Nancy, les decimos hoy que las queremos porque Ustedes son la
Herencia de ese gran filántropo de Asís, herencia, que día a día irriga las mentes de
nuestra niñez y juventud amada, como hace el rocío del alba en las ansiosas flores
que miran erguidas hacia el cielo. Y reconocimiento también a las que sirvieron a
nuestra magna Institución Ciudad de Asís y hoy sirven en otros lares, y también cómo
olvidar a las hermanas que desde la fundación sirvieron, y ya están junto a Dios
bebiendo a sorbos el elíxir de eternidad.
Felicitaciones hermanas, por cumplir 95 años de gran entrega , trabajo, y servicio
desinteresado en beneficio de la comunidad asisense, que desde 1914, vienen
cumpliendo arduamente y que el Sacro Sabio Infinito las colme de fuerza y
bendiciones para seguir por siempre en esta gran labor de evangelización y
educación.
Os ruego hermanas que aceptéis estas palabras que nacen en nuestros corazones en
señal de gratitud perenne hacia vosotras.
Escuchad también, estos versos que os dedico y miradlos con paciencia que tirados
sobre el cuerpo de este papel inerte, reiteran su admiración por vuestra vocación.

FRANCISCANA

Al escarbar el vientre de la cansada historia,


en las hojas de un libro agobiado de tiempo,
unas letras narraban, que misioneras franciscanas, un día,
fecundaron con ansia en Puerto Asís, su misión, pequeño grupo.
Y llegaron albas, trenzadas con lazos de rocío,
Como niñas escolares peinadas por su madre en las mañanas,
Y se fueron noches, arrulladas por los gritos de los búhos en el silencio,
Como se va la belleza material del ser, abrumada por las penas.

Y tu, Hermana Franciscana, estuviste allí evangelizando,


A infantes y jóvenes, sedientos de letras y del Cristo luchador,
Con humildad siempre y vocación sobreviviendo,
Como lo hiciera el magno Francisco de la ecología su admirador.

Y miraste pasar los años decrépitos por tu rostro,


Que marchitaron tu piel y huyeron con tu juventud, despavoridos,
Como aquel rayo de sol de tarde, que pierde su mirada en el sendero,
Dejando sus reflejos extraviados y de penumbra heridos.

Y hoy, sigues con nosotros, Hermana de feliz comunidad,


Y así lo harás por siempre viajando perspicua por los andares del vasto sendero,
Como lo hacen las ideas de preclaros hombres de humanidad,
Que jamás claudican ante la injusticia del inclemente estero.

Ven Franciscana, ven, y no desfallezcas jamás, os lo ruego,


Por la niñez y juventud que te reclama egregia con son agradecido,
Para encontrar en tu orientación pertinaz sosiego,
Y seguir tus huellas que quedan grabadas en la pizarra del recuerdo.

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