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AGÜITA DE LOS JAGUAYES

Arriba la veo cayendo


directamente del cielo
después abajo saliendo
de las entrañas del cerro.

Agua pura, cristalina


apenas hace unas horas
era una fina llovizna
era rocío en las hojas.

Se va formando de a gotas
en la húmeda vertiente
un hilo se une a otros
y discurre la pendiente.

De pronto ya es un chorrito
tan fugaz y bullanguero
para ser luego arroyito
de precioso serpenteo.

Se precipita en cascadas
de blancas perlas que brotan
y al caer precipitadas
hasta horadan las rocas.

Llegas a mi presurosa
con creces dando la vida
luego te vas rumorosa
tras la tarea cumplida.

De allí hermosa quebrada


que baña rocas y arenas
entre flores perfumadas
de bosques de cartagenas.
pero, ya no eres la misma
agüita de los Jaguayes
antes de mí te ha bebido
solo la sed de la aves.

Después que cruzas mi estancia


¿Cuántos otros te han bebido?
al perderte en la distancia
ya tu pureza has pedido.

Sólo me queda el consuelo


que aquí arriba te encuentro
tan pura cuando yo quiero
tan fresca en todo momento.
DOÑA FILOMENA MACHADO FACUNDO

Pueblerina
de espíritu jovial
a veces triste
las más de las veces
alegre.

Creciste con el amor


y con el ejemplo
de una familia sencilla
de sólidos principios
y de profundo apego
a Dios y a la Naturaleza.
Tus padres,
prendados de los extensos
parajes de Canchaque,
sus fecundas tierras,
sus abundantes aguas,
la bondad de sus gentes,
echaron raíces aquí
y fueron artífices
del desarrollo de este pueblo
de azul ensoñador,
de verde arrobador,
fragante embrujador
vergel sin parangón.

Ellos anclaron aquí,


e inmersos en la fe
de sus ancestros,
trajeron consigo,
para su tutela familiar
luego del pueblo,
la preciosa efigie
de la siempre piadosa
contumaz milagrosa
venerada, ensalzada
Virgen Santa del Carmen.
Tus pasos transitaron
por entre las estrechas
calles de tu pueblo,
sus casitas blancas
de relumbrantes techos.
Tus Idas y venidas a la escuela
a la misa dominical
el ir y venir a hacer las compras
las fiestas patronales
y tu casita de la banda,
pasando entre piedra y piedra
la quebrada de cantarínas aguas
orlada de cartagenas floridas
e inacabables,
a la vuelta del Caracucho
siempre florido y fragante.
Ahí estaba tu casa
al borde del camino,
casa huerta, casa jardín,
deleite de los transeúntes
que percibían al acercarse
la fragancia de los alcanfores,
hierbas buenas y jazmines.
Para luego apreciar,
rosales de todos los matices,
dalias de todos los colores,
las hortensias celestes,
las cucardas encarnadas,
rosados los laureles,
rojos granados,
nacarados higos,
y en sus alrededores
los robustos cafetales
en blancos copos
asediados por los picaflores
y tiempo después
en rojo grano
hasta quedar el negro que concentra
la exquisita y fragante esencia
Los naranjos en flor
echando al aire sus azarares
otrora con almibarados
y amarillos frutos con ramas hasta el suelo.
Un pequeño edén
del que gozaste
toda tu juventud
y adolescencia
hasta que cada cual
de tus hermanos
se enfrentó
con ia realidad
de iniciar el desarrollo
de su proyecto individual.
Y entonces la pequeña propiedad
que alcanzaba y sobraba
para todos
inició su inexorable declive
y luego a fraccionarse
con la desaparición de tus progenitores.
Tu formaste tu familia
y cambiaste la belleza de tu casa
y su entorno pueblerino
por la misma belleza
o de pronto mejor:
Las tierras de Coyona.
A Ias que diste el encanto
de ser la prolongación
del bello huerto jardín que ya tenías,
A cambio de la hermosura del campo
te acostumbraste a la quietud,
a la soledad, y con tu nueva familia
aprendiste a dominar la naturaleza
y de a pocos iba naciendo,
se iba formando
un atractivo entorno
construido por tus propias manos.
Cuantos años de esfuerzos
disfrutando la naturaleza
y los halagos de ella
que se vuelve pródiga
cuando se la quiere,
cuando se la respeta
porque la naturaleza sabe,
de los cuidados que se le prodigan
y te devuelve en grande
lo que de ella querías
le pones amor y las plantas ya son exuberantes
un poco más de amor y fecundos los frutos
y más y más amor cosechas en abundancia,
brindando todas las satisfacciones.

Tu nueva casa entonces, tu nuevo entorno


se veían pintorescos
en medio del verdor de los sembríos
hermoso florecer de los jardines
amarillo color de los frutales
qué si no eso, el regocijo pleno,
qué si no eso, la felicidad esperada.
Tu forma de ser jovial, condescendiente
Inspiraba el respeto, se ganaba el aprecio
nadie que llegaba a tu casa
salía sin un consejo.
o con las manos vacías.
“Sí amas la vida, no pierdas el tiempo”
“Lejos de acá, cerca de allá”
Coyona era paz, hermosura irremplazable
todo lo natural, el agua y el aire puro.
Coyona era el placer
la vida en un vergel.
La naturaleza gozada
en todas sus expresiones,
naturaleza apreciada.
Apoyada en el amor de los tuyos
más el agradecimiento
la admiración y el respeto
de los otros moradores,
de ese bello campo y su caserío cercano.
Y la belleza del pueblo de Canchaque
complementando el deleite,
cuantos años gozando de la belleza de Coyona
cuantos años de residir feliz en Canchaque
con el calor de la amistad
con el calor diario de los familiares
con las costumbres de ese lindo pueblo.
Hasta que un día,
después de un batallar
con tus costumbres,
y el difícil renunciar a tus apegos
tuviste que dejar tanta hermosura.
La carta entonces con la que jugabas
era la comodidad
y el desarrollo educacional de tus menores hijos.
y entre queriendo y no
llegaste a tu cálido hogar de Piura.
Entonces a Coyona y a Canchaque
le agregaste Piura,
y fueron las tres estaciones de tu vida
y a todas ellas te adecuaste
en todas ellas te esforzaste
en todas ellas triunfaste.
FLOR EXÓTICA

Linda veinteañera
tienes la gracia
de una tierna magnolia
que al madurar
tiene posada en ella
la primavera
con todos sus encantos
para admirar.

Haces por donde vayas


más bello el día
y tus ojos son puro
cielo con mar.
Echas al aire ingenua
tu cabellera
y desatas embrujos
que hacen soñar.

En tu risa regalas
tus alegrías
un tesoro compartes
con tu amistad.
Tu aureola de ángel
tan seductora
esos detalles tuyos
¿Cómo olvidar?
PRIMER AMOR

Historia para contarla


si es que mitiga las penas.
Pues me propuse olvidarla.
¡Eso sí! No verla ajena

Y hui de su entorno
con mis cargas a cuestas.
una mezcla de encono
y de heridas expuestas

Tuve cura de sueño


desdeñé sus recuerdos,
la cura de la distancia.
la cura de amores nuevos

Visité otros lugares.


y ya un poco rendido
frecuenté bacanales
con torrentes de vino.

Y bastó con mirarla.


de nuevo en mi camino
para asumir que olvidarla
no lo mandaba el destino.

Y es que amores tortuosos


impregnan hondo su sello
y lo que hoy es tormentoso.
es que ayer lo fue tan bello

Desde allí tengo presente


esta lección de mi vida
¿olvidar? Que vano intento
Primer amor, nunca se olvida.
COYONITA

Coyonita quisquillosa
eres como el silahualque
me cierras tu corazón
apenas quiero tocarte.

Unas veces cariñosa


Otras fruto de chicope
En Piura somos amigos
En Coyona no conoces.

Por ahí vas presumida


Listado bolsico al hombro.
Dices a los cafetales
Digo yo a verte con otro.

Ya que viene San Isidro


Quedará bien definido
yo seré el firme a tu lado
con pruebitas de marido.
PIES DE PORCELANA CHINA

Esos piecesitos pequeños


color de espigas de trigo.
Esos piecesitos tan bellos.
como dos flores de lirio.

Como plumaje de aves.


con su calor y latidos
así de tersos y suaves
así de tibios y esquivos.

Los enseñas toda horonda


como que son joyas finas.
Son encantos que te adornan.
pies de porcelana china.
IMBORRABLE

No es vergonzoso amar
tampoco lo es llorar
cuando brota el recuerdo
si tu primer amor
tu más bella ilusión
permanece en el tiempo.

15 años fue el ayer


hoy al volverte a ver
no temo confesarlo.
Quise hacia ti correr
tus manos sostener
y susurrar que te amo.

Luego la realidad,
me hizo despertar
en profusos latidos.
Ya no te pude hablar
solo sentí al tocar
mi pecho casi partido.
MILAGRO DE LA VIRGEN DEL CARMEN

De Europa tan alejada


tu natal Monte Carmelo
llegó tu efigie Sagrada
a proteger nuestro suelo.

Contaba Manuel Machado


Allá por los años veinte
que un incendio de repente
al tornarse incontrolado
iba a quemar el poblado
Hincándose de rodillas
con la voz entrecortada
alza al cielo la mirada
implora con Ave Marías
pidiendo calme sus iras.

¡Señor con unción te ruego!


que mandes a la Carmencita
sierva y gentil Virgencita
que extinga por ti más luego
este tenebroso fuego.
¡Santa el siniestro domina!
¿Las llamas y tu grandeza?
Sólo alzas tu mano y cesan
en cambio tu luz divina
por siempre nos ilumina

Será un dorado sueño


del pleno de mi familia
hacerte una gran Capilla
traer tu efigie mi empeño
para el pueblo Canchaqueño.
Serás piadosa Madona,
con tu niño extraordinario
tu detente escapulario
y tu brillante corona
de Canchaque la patrona.
De pronto fuertes los vientos
las llamas prestos alejan
y al pueblo a salvo lo dejan
estaban a pocos metros
y se apagan por completo
decía Manuel al final
que a la Virgen de Canchaque
la trajo en un embarque
que es réplica tan igual
que la auténtica de Portugal.

Que del puerta a su destino


largos días de caminata
como en andas con la Santa
cual cuajados peregrinos
vencieron el arduo camino
cuatreros en el despoblado
de día el sol sofocante,
de noche el viento cortante,
sólo el coraje y la fe de su lado
¡promesa cumplida! El resultado.
LOS SESENTA AÑOS
DE LOS PADRES FRANCISCANOS

Antes que el pueblo se asiente


Canchaque ya era cristiano
y su fervor se acrecienta
con los padres franciscanos.

Canchaque de pronto tenía


Pastores espirituales
en su Parroquia nuevos aires
donde todo florecía
con su empuje, con su guía.
De gruesa tela y liviana
De serio marrón la sotana,
Cordones dándole holgura,
ceñidos a la cintura,
sandalias grandes y llanas.

Regio atuendo franciscano,


al pecho siempre un rosario
un rezo por si necesario
a todos dando la mano
la bendición del cristiano.
Robustos, altos, distintos,
con el color de los gringos,
venidos de suelos lejanos,
con el orgullo italiano
y su don de hacer amigos.

Por cierto que eran activos


con sus hechos, con su voz,
eran los mensajeros de Dios.
Por lo mismo tan queridos,
Respetados y seguidos,
y eran ejemplos aquí
con lo simple de su vida,
con su presencia instruida
del alma bella de lis
de San Francisco de Asís.
Artífice el Padre Pedro
asume que hay que hacer
una catedral de la fe
con su visión de pionero
incentiva a todo el pueblo.

Comienzan a hacer el templo


con ahínco y el pasar del tiempo
con su hermosura que atrae
las dos torres con su nave
son hoy orgullo y ejemplo.

Luego se hizo habitual


el tañer de las campanas
al aire por las mañanas
llamando al pueblo a rezar
a la misa dominical.
Con su castellano forzado
llega el sermón esperado
con su fina oratoria
encandilan al auditorio
totalmente entusiasmado.

Y ya contaba la iglesia
con su nave, con sus santos
con sus atractivos encantos
con pastores de excelencia
almas buenas en esencia.
Quién no tiene en sus recuerdos
al coloquial padre Pedro
Teodoro, Ludovio, docentes
el Padre Ignacio valiente
el padre Esteban más luego.
Sesenta años y sus pasos
en el pueblo, en la comarca
dejaron su huella, su marca,
al estrecharse en abrazos
acercaron más los lazos
del pueblo en busca de Dios.
Sembradores son de amor
amor a Cristo en Canchaque
hoy son dignos de homenaje
Y siempre y siempre ese loor.
CAFÉ CANCHAQUE

Café de gran calidad


Café de esencia exquisita
para gustos sibaritas
y muy placenteros relax.

Llegó hace más de un siglo


traído por visionarios
y ese grano de inicio raro
se hizo tan conocido
que muy pronto su cultivo
llegó a toda la comarca.

Extensos suelos que abarcan


frescura de climas templados
ecosistema adecuados
que belleza y verdor destacan.

Pues siendo virgen la tierra


de rico humus y arcilla,
esto hizo que la semilla
fuese planta por doquiera
y que de ellas se obtuviera
cosechas tan abundantes
de granos exhuberantes
con esos amargo y dulce
que solamente producen
los sombríos de Canchaque.

Logro tras logro rotundos


mejor al pasar los años
llegando a suelos extraños
desde los campos profundos
a conocerse en el mundo
y en cuanta oportunidad
impuso en otras naciones
sus óptimas condiciones
el por qué de su bondad
y su superior calidad.
Es el sorbo del orgullo
es la bebida de enseña
de la mesa Canchaqueña
el aroma que hace suyo
y es emblema del terruño.
Es el grano bendecido
Que condensa la faena
o es alegría o es pena
si buena cosecha habido
o si acaso se ha perdido.

Y en la mesa campesina
un turbio café a la olla
con caballa sabe a gloria
si a ésta se le combina
suaves guineos encima
y en la mesa pueblerina
esencia negra y fragante
y para complementarse
tortillas fritas de harina,
tamales, queso o cecina.
PIURA

De Vicús, de los Tallanes


de las recias capullanas
prototipo de mujer
Tus encantos cautivaron
y los hispanos fundaron
la ciudad de San Miguel.

Arenal de mis amores


oasis de mil colores,
de belleza sin igual
y del sol esplendoroso
y del mar rico y hermoso
de ensueños el litoral.

En tus cumbres las Huaringas


el camino de los Incas
los trigales en vergel.
A sus pies los cafetales,
los campos llenos de azahares
que conforman un edén.

Son Poechos, San Lorenzo,


el verdor de un agro intenso
la despensa nacional.
El espléndido algarrobo
generoso, dando todo
un emblema regional.

Fuiste cuna del más digno


del Señor de los Marinos
el egregio Miguel Grau,
y preclaras eminencias
que aportaron su presencia
al progreso general.
Las mercedes, el Cautivo
el milagro ya cumplido
convocan basta legión.
La finura del tondero
De quiebre, de pie al suelo,
la alegría y la emoción.

El arte de La Encantada.
filigrana catacada
oro en pleno dormitar
El manjar de la comida
juventud tan instruida
pueblo en pleno despertar.
PIURA

La Piura de mis amores


la Piura del arenal
oasis de mil colores
y de belleza sin par.

La Piura del Algarrobo


del sol ardiente a quemar
un mar que lo tiene todo
de ensueños su litoral

La del alegre tondero


del piqueo Catacao
la del noble caballero
Almirante Miguel Grau.

Tomando la chicha en poto,


mi china cola al costao.
Que paraíso no hay otro
como éste que Dios me ha dao.
CANCHAQUE

Canchaque te ha dibujado
pulida mano de Dios,
por tus bellos atractivos,
de cuyo encanto no hay dos.

Puro fulgor de esmeraldas


tus paisajes por doquier
gratos perfumes de campos
siempre en pleno florecer.

Al centro de un manto verde


impresionante se ve
una joya del turismo,
la tierra del buen café.

Sí vienes al nido verde


muy pronto vas a volver
halado por los embrujos
de tan hermoso vergel.

“Linda Canchaqueña”
yo de buena fe
he venido a verte
ya estoy a tus pies.
Tomaré rompope
fragante café
Y que pase
el Carmen vida mía
contigo me iré”
CANCHAQUE

Por las mañanas cantan las aves al percibir


las tenues luces que el Mishahuaca deja pasar
y por las tardes rojo el Campanas al despedir
al sol que pinta sus acuarelas, cuando se va.

Cofre de estrellas, luna de plata, cielo de azul,


un panorama de intenso verde, arrobador,
calles estrechas, casitas blancas, techos de luz,
así es Canchaque, tierra de ensueño, tierra de amor.

Cuando floridos los naranjales echan su azahar


y en blancos copos los cafetales son pura miel.
Dalias, hortensias, rosas, cucardas aquí y allá
La canchaqueña bella entre flores basto el edén.

Barrio “Chalaco” puerta de entrada todo un jardín


El “Centro” activo su plaza de armas es un primor
“Villa Palambla” siempre adornada de encantos mil
Y la “Esperanza” su paso de aguas, su mirador.

Del agua Santa, Virgen del Carmen y de San Juan


Santos patronos que el pueblo quiere con devoción
pueblo creyente, pueblo orgulloso de su lugar
de atractivos privilegiados en la región.
MACANCHE

Con poderoso veneno


quien quiere ser tu rival
incauto o desprevenido
fija presa de tu mal.

De fama eres temido


y no sueles atacar
sólo si siente peligro
tu instinto de animal.

Macanche yo no te busco
nunca te quiero encontrar,
pero si no huyes al verme,
yo te tengo que matar.

“Macanche” yo solo quiero


poquito de tu veneno,
eso lo tengo que usar
en los que buscan lo ajeno”.
DOÑA JACOBA

Yo no me imagino
a doña Jacoba
cortando caminos
viajando en escoba.

Al fondo la veo
con su pelo largo
toda polleruda
cocinándose algo.

Yo nunca he creído
que existan poderes
o que se haga daño
por maldad a los seres.

Que apenas si sabe


jugar a las cartas
usar toda hierba
curaciones tantas.

Es buena señora
es buena vecina
no hay que confundirla
con bruja maligna.
LA SOLEDAD

Ese fue un tiempo corto


de angustiante soledad
cuando aparecer de pronto
con la misma enfermedad.

Lo bueno de esta aventura


Que es receta para dos.
Pues para siempre se cura
o es un encuentro y adiós.

Ojalá pronto retornes


a buscar la medicina
con la que hoy hemos curado
nuestras penas tan dañinas.

Las cosas del corazón


que son tragedia o son drama
sólo las cura doctor
que pulsa alma con alma.
CASTILLA

Ardiente sol que atenúan


brisas del viento que mecen,
verdes ramos de algarrobo,
que tan espléndidos crecen.

Vientos que desde los mares


atraviesan los desiertos.
Forman las dunas y traen
fina arena en su trayecto.

Río que baja en sosiego


entre verdor y azulejos.
El sol descarga sus rayos
dando brillo a sus espejos.

Puente de viejos maderos


en cada paso un sonido
flores exóticas que pasan
los trastocan en suspiros.

El río te hace siamesa


de abrazo eterno con Piura
dos diademas del desierto
dos dechados de hermosura.

Uno tras otro los ficus


Le dan prestancia a tus calles,
almendros y tamarindos
cocoteros y pacaes.

Poncianas en manto grana


los nin en verdes racimos
y los laureles rosados
los papelillos encendidos.
Así como eres Castilla
inmersa con la modernidad.
Son peculiares en tu gente
los encantos de Tacalá.
EL ROMPOPE

En este pueblo pequeño


El “batido” se utiliza
Como algo que simboliza
El cariño Canchaqueño.

Es toda una tradición


que viene de los ancestros
y se usa en los encuentros
ya de un brindis de ocasión,
ya del pueblo en reunión.
y alegre la concurrencia
provistos los implementos,
trabajan los ingredientes,
los unos con su experiencia,
otros solo con su presencia.

Y se inicia la faena:
Las claras van tres en plato
que se baten en el acto.
El azúcar con las yemas,
al rozar con suave crema,
se mezclan y luego se suma
un toque de algarrobina
y polvo de canela fina.
Hasta ahí ya es una espuma
en alza hasta que se consuma.
Es con un buen aguardiente,
que se procede al “bautizo”.
De pronto ya el compromiso,
con el aroma que esto vierte,
hace festivo el ambiente.
Y en ese batir y batir
hay que pedirle a quien pueda
que certifique la prueba,
sendos los vasos servir,
pero antes de consumir.

Hay que ponerle la crema


que condensa sabrosura,
café, limón y dulzura.
El brindis de acuerdo al tema,
Incluye por una salud buena,
si lo consumes al vuelo,
buen sabor y licor en lazos
te harán pedir otro vaso.
Y para que laves el huevo,
Copita de cañazo es bueno.
TU NOBLEZA

¿Se es feliz al negar


Etapas de lo vivido?
¿y por lo mismo olvidar,
manos que nos han tendido?

La vida tiene eslabones


que compendian lo que fuiste.
Si te insuflan pretensiones
¿cuántos de ellos perdistes?

Es más factible la opción


de optar por el justo medio,
dejar que tu corazón
predisponga su remedio.

Por qué torres de marfil


altas con poco trabajo
se las ha visto venir
en un santiamén abajo.

Puedes conservar tus amigos


y acumular tus riquezas.
Algunos somos testigos
que también tienes nobleza.
HIMNO A CANCHAQUE

¡Es Canchaque! ¡Es Canchaque!


De las flores y vasto verdor.
¡Es Canchaque! ¡Es Canchaque!
Noble pueblo que desborda amor.

Engastado en las faldas de montes


Cual vigías a su alrededor.
Mishahuca allí el sol amanece.
Y el Campanas que le dice adiós.

Geová nos legó la belleza


Que cuidaba el cacique Chinguel
Juan Ocaña accedió a la grandeza
de la mano al progreso y la ley.

La Belleza de los cafetales


De las aguas su dulce rumor
Por doquier el trinar de las aves,
los paisajes en su mágico esplendor.

Es Canchaque un pueblo creyente


Tiene al Carmen en excelso altar,
Su patrono el bautista valiente
¡Es San Juan! ¡Es San Juan! ¡Es San Juan!
ISABEL MACHADO FACUNDO

Pueblerina
de espíritu jovial
a veces triste
siempre alegre.
Creciste con el amor
y con el ejemplo
de una familia sencilla
de sólidos principios
y de profundo apego
a Dios y a la Naturaleza.
Tus padres
Prendados de los extensos
Parajes de Canchaque,
Sus fecundas tierras,
sus abundantes aguas,
la bondad de sus gentes.
echaron raíces aquí
y fueron artífices del desarrollo de este pueblo
de azul ensoñador,
fragante embrujador.
Vergel sin parangón
Ellos anclaron aquí,
e inmersos en la fe
de sus ancestros,
trajeron consigo,
para su tutela familiar
luego del pueblo,
la preciosa efigie
de la siempre piadosa
contumaz milagrosa,
venerada, ensalzada
Virgen Santa del Carmen,
tus pasos transitaron
por entre las estrechas
calles de tu pueblo,
sus casitas blancas
de rojos techos.
Tus idas y venidas a la escuela
a la misa dominical
el ir y venir a hacer las compras,
las fiestas patronales
y tu casita de la banda,
pasando entre piedra y piedra,
la quebrada de cantarinas aguas
orlada de Cartagena floridas
e inacabables.
a la vuelta del Caracucho
siempre florido y fragante.
Ahí estaba tu casa
al borde del camino,
casa huerta, casa jardín,
deleite de los transeúntes,
que percibían al acercarse
la fragancia de los alcanfores,
hierbas buenas y jazmines.
Para luego apreciar.
rosales de todos los matices,
dalias de todos los colores,
las hortensias celestes,
las cucardas encarnadas,
rosados los laureles,
rojos granados,
nacarados higos,
y en sus alrededores,
los robustos cafetales,
en blancos copos
asediados por los picaflores
y tiempo después
en rojo grano
hasta quedar el negro que concentra
la exquisita y fragrante esencia.
Los naranjos en flor,
echando al aire sus azahares
otrora con almibarados
y amarillos frutos con ramas hasta el suelo.
Un pequeño edén
del que gozaste
toda tu juventud
y adolescencia
hasta que cada cual
de tus hermanos
se enfrentó
con la realidad
de iniciar el desarrollo
de su proyecto individual.
Y entonces la pequeña propiedad
que alcanzaba y sobraba
para todos
inició su inexorable declive
y luego a fraccionarse
con la desaparición de tus progenitores.
Tu formaste tu familia
Y cambiaste la belleza de tu casa
y el entorno pueblerino,
por un aventura tan osada,
emigraste con tus hijos aún pequeños,
porque estabas segura
de realizar el sueño capitalino.
Te acogieron las laderas y faldas
de Tahuantinsuyo
donde ya habían comenzado el suyo
varios de tus familiares
junto a miles más
de emigrantes provincianos,
queriendo tener su casa propia,
queriendo tener su ciudad propia,
donde verter todos sus esfuerzos
para desarrollar su vida y la de sus hijos
y hasta plasmar sus costumbres.
Esos inmensos terrales
se fueron saturando
con lotes de puro pundonor
y de pura esperanza.
Por ahí en los partes altas te ubicaste
como todos al principio
con el calor de las esteras
apenas si filtrando lluvias
apenas si filtrando viento.
No tanto como para que el calor del hogar
de la fe y de la esperanza fueran mellados
y no fueron doblegados.
Porque las esteras derruidas
se reemplazaron por ladrillos.
Hasta que con puro amor
y puro trabajo
los años daban vueltas
y ya tenías un techo respetable.
Tus valores parecidos a los de tus vecinos provincianos
se anexaron en apoyo mutuo.
Tu profunda fe en Dios,
tu alegría rebosante siempre.
El respeto que inspiraba el devenir
de tus acciones diarias
eran dignos de imitarse.
Pasaste a ser respetada y apreciada.
Si de tal palo tal astilla
en tus hijos primaron tus valores.
A la sana inocencia
traída de tu pueblo.
se asió una rectitud inquebrantable
que fue piedra angular
de la que se ató cada uno
de los traspiés momentáneos
y cada uno de los impulsos
buscando espacios
para salir adelante.
Tus hijos fueron madurando
y lo que recibieron, lo devolvieron en grande
sus éxitos pasaron a ser éxitos tuyos.
De ser mamá Generala
pasaste a ser la reina Madre.
saciaste tu visión conociendo
otras naciones.
Todos tus hijos al igual que tú
Ejemplos de pura bonhomía.
APOCALIPSIS

Estamos inmisericordes,
Desollándolos,
sacándole el pellejo
a nuestros bosques.

Sus huesos expuesto


son hoy romas piedras
Cascajo tras cascajo

Estamos echando abajo


lo que miles de años
se tardó Dios para regalarnos
la hermosura que hoy incompleta
se levanta, pidiendo piedad
frente a nosotros.

Estamos dándole paso al sol,


pues hemos talado
las barreras protectoras.

Para que seque inexorable


nuestras húmedas vertientes.

Estamos negándonos
así mismo hoy
y a nuestros hijos mañana
el placer de vivir
en equilibrio
con la naturaleza .

Sabedores
que el invierno llegará
con frescas lluvias
lo esperamos.

Rogamos
Porque adelante incluso
Su venida.

Pero sino le brindamos ayuda


para facilitar la carga de sus lluvias.

Si por el contrario coadyuvamos


Negándole lo esencial que necesita.
permanente vapor
mantos de nubes.

¿Justo será pedirle?


Que venga Copioso
Que demore en irse
Que impregne a profundidad
nuestros suelos
Que nos regale vida.

¡Y si tardara un año
Y si tuviéramos dos años
y de pronto tres años
de sequía ….. y de hambruna!

¿Y si por el contrario
el cielo escurriera
el agua a borbotones
y donde hemos talado
las tierras se corrieran
y tan solo quedara
insembrable cascajo?

¿Somos acaso
de pensamiento escaso
de torpes actitudes
los campesinos
del Apocalipsis?

¿Somos acaso
destructores innatos
de nuestro
propio paraíso?

No olvidemos jamás
que el sol.

Para hacer su fotosíntesis


necesita de los bosques,
de las frondosas copas
de los árboles.
necesita el vapor de las vertientes
para formar bellones tras bellones
de blanquísimas nubes
de llovizna.

La tierra está llena de desiertos


y esta casi desierta de aguas
el sol reverbera en ellos
no le creemos más
ya tiene su equilibrio

Nuestros antepasados
Veneraban sus bosques
Respetaban celosamente
Sus vertientes.

Preservaban su flora y su fauna


para millones de cultivos
millares de acueductos
el agua discurría
sólo si estaba protegida por la
sombra
de los árboles.

Hasta sus interminables caminos


estaban sombreados
de frondosas y floridas plantas
para solás del caminante.

¿Porqué entonces?
Nosotros somos:
taladores de árboles,
destructores de bosques,
asesinos de aves,
cazadores de animales,
secadores de vertientes,
mensajeros de la muerte.
UNA NUEVA VIDA

Tu amor, mi amor, nuestro amor


en su dimensión sublime.
Nuestra voluntad en unidad de criterios
antes y después,
siempre con la gracias de Dios
han obrado para hacer posible.
que de tu sangre unida con la mía
que de tu aliento confundido con el mío
brote una nueva vida.

Fluya una voz, que por hoy


en su forma de llanto
nos reitera que está aquí.

Una maravilla
que está así de pronto
con nosotros
la maravilla de la vida.

Un regalo de la divina providencia


que sólo necesitaba
el amor de los dos
y ha venido a reclamándonoslo
para sí
ha venido a llenar
nuestras vidas,
ya casi en los años otoñales,
trayéndonos la ilusión
para verle crecer,
llenarle de cariño
y extenderle por siempre
nuestras manos
en su apoyo
¡Y unir por siempre
el amor entre tres!
DON ZENON BOBADILLA GUERRERO

Un día cualquiera de Abril de 1915, don Zenón Bodadilla


su esposa Rafaela, sus hijos, algunos acompañantes,
acémilas cargadas y algunos animales domésticos,
formando una pequeña caravana, después de haber
dejado Pasapampa muy de mañana, recorriendo esas
enormes laderas frías, pasando Succhil al medio día, se
encontraban en la bajada, hacia la zona quechua, desde
ahí y de a pocos comenzaban a apreciar las tupidas
montañas que se levantaban majestuosas en esa
inmensa hondonada formada por las faldas de los cerros
Buitre y Portachuelo.
A medida que transitaban los cada vez más quebrados
zigzag del mirador de las Escaleras ya podían observar
en todo su esplendor las tierras en pos de las cuales
iban y entonces siendo ya media tarde, buscaron un
recodo para acampar y aprovechar ese alto para
servirse el reconfortante fiambre que habían llevado.
De pronto se sintieron abstraídos por el color verde
cerrado y del cielo azul cubierto en partes por blancos
bellones de nubes que como que competían por llegar
primero a coronar las cumbres de los cerros. El viento
con sus ráfagas produciendo silbidos al chocar con las
rocas y las copas de los árboles como queriendo
arrancarlos y luego de ello un chasquido parejo que a lo
mejor recogía el rumor de los torrentes de las quebradas
que se precipitaban caían y corrían cantarinas y
presurosas y bajaban como enormes serpientes
partiendo en dos esas hermosas hondonadas.
Las águilas y los halcones en su despliegue diario se
precipitaban en picada dejándose llevar por las
corrientes de aire en armoniosa acrobacia. Don Zenón
complacido observaba absorto las tierras que había
comprado, que ya eran de él. Cavilaba como en pocos
años, los vaivenes de la vida habían dado un vuelco total
premiándolo en éste caso como propietario de esas
tierras que apreciaba en toda su dimensión, pero que, al
terminar la bajada ya estarían a sus pies.
Se sentía satisfecho, pero aún confuso, de dejar atrás su
anterior vida de arrendatario, de peón, de pastor, y
completamente feliz en ese momento junto a su esposa
y a sus hijos, complementos que justificaban sus
esfuerzos y sus triunfos.
Y entonces vinieron a su mente, como ráfagas, todos los
episodios de su vida. A sus 45 años se sentía
reivindicado y triunfador y tan seguro de asumir su
nuevo reto con la voluntad y el espíritu capaces de
monitorear sus esfuerzos hacia la senda de más éxitos.
Hasta donde recordaba, no supo quién era su padre del
que, eso sí, con satisfacción llevaba su apellido el que
por alguna razón no le fue negado. El suponía que algún
hacendado descendiente de españoles, que por
diferentes razones se posesionaron de las ubérrimas
tierras de Huancabamba, tenía que ver en todo esto,
pues el apellido, la adquisición de valores positivos, la
rectitud con que aprendió a criarse, el liderazgo y
bonhomía que lo adornaba se debían de seguro a la
presencia, dentro de él, , de esos genes que viniendo de
descendientes de una cultura superior habían recalado
en él, complementando a su vez con los valores de su
madre, no obstante haberla perdido temprano, y a pesar
que su niñez no tuvo privilegio alguno, esto le preparó
desde que comenzó a tener uso de razón, y emergió
dentro de la escasez entre tranco y tranco. Recordaba,
que ya tenía uso de razón, cuando apareció sólo, con 06
años de edad, en la casa hacienda de los señores
García, en Succhil, apenas si cubierto con una túnica de
lana que lo protegía del frío, no recordaba nada atrás, si
llegaba huyendo de maltratos familiares, por la
necesidad de saciar su hambre o protegerse del frío o
iba en busca de un techo y una familia que lo acogiera.
Como ya en su personalidad estaba emergiendo
incipientemente la forja de los principios que regirían su
vida, con los escasos años que tenía llegó pidiendo
trabajo.
Eso sí, no recordaba si sorprendidos, en todo caso si
caritativos, lo recibieron pensando que alguna familia
vendría a buscarlo, lo que no sucedió.
Lo dejaron vivir en la casa hacienda y le proveyeron de
abrigo y de comida.
Comenzó a sentirse útil haciendo todos los mandatos
que su mente y sus fuerzas, a esa edad podían. Los
mandados pasaron a ser tareas a medida que corría el
tiempo, primero los meses después los años. Hasta que
un día el niño que llegó con las pocas fuerzas de su
edad, tornose imprescindible para una serie de trabajos
dentro de la casa y su entorno en los que lo requerían.
El jamás dijo no y después que llegó se ganó el cariño,
pues más que hacer las cosas, trataba de aprender
como se hacían, la observación le permitió al paso de
poco tiempo junto a la repetición diaria de hacerlo,
dominar y llegar a hacerlas sin temor a equivocarse.
Aprendió a no perder el tiempo en lo intrascendente, la
falsedad no estaba para nada en las palabras que decía
y jamás se adueñaba de nada que no fuera de él. Eso
si, en los ratos que tenía libres pedía a alguien cerca de
él que le enseñara el abecedario y los números y a tanta
insistencia, en algún tiempo y tenía en su memoria y
podía graficar lo elemental de la escritura y la lectura.
En ese tiempo y aún niño recordaba que su tarea era el
pastoreo. Llevando a diario a las ovejas que en su rutina
estaban predispuestas a salir de sus corrales y
emprender su viaje matutino hacia las alturas llenas de
pastos que se ubicaban en las tierras de los páramos,
premunido apenas de un pedazo de chancaca o de
queso para todo el día. Así mes tras mes, año tras año
comenzó a tener cariño por su trabajo, había aprendido
a contar y llevaba su cuenta de cuantos animales tenía,
hembras, machos, crías, edades, cuantos había que
trasquilar, cuáles sacrificar. Sus animales se
multiplicaban y con el paso del tiempo se ponían
hermosos y casi nunca tenían problemas con
depredadores, o con abigeos y las curaciones ni se diga
sabía las recetas de las hierbas y el creso.
El cariño con que lo hacía y la forma exitosa con la que
cumplía sus faenas le iban dando confianza y seguridad
en sí mismo y aprendía a valorarse ya convertido en un
experto criador de animales. Del pastoreo de ovejas
pasó al cuidado de las vacas y de los caballos.
Ordeñaba las vacas, preparadas las yuntas de toros
para el arado de las sementeras. Llevaba y traía los
caballos a las invernas de pastos. Con las vacas hacia
los rodeos programados cada semana para verificar su
integridad en los potreros generalmente lejanos y en
parajes solitarios que le implicaban un día de sol a sol.
Recordaba que cuando dejaba de ser niño se le
comenzaba a dar tareas más fuertes, que eran para
adultos, pero que el de buen talante aceptaba pues,
quería aprender más y no se inmutaba, nunca se echó
para atrás, y respondía a las nuevas exigencias.
De ser hábil en el pastoreo y por tanto hábil en la crianza
de ganado pasó a ser, no siendo ni siquiera joven – un
trabajador de labranza, de picar la tierra, de sembrar, de
cosechar, el que nunca se rendía y por el contrario a la
cabeza de los otros peones, era el líder que entraba
primero y salía último sin que la faena de por sí dura,
pudiera doblegar su espíritu, por el que no pasaban los
resentimientos y que por el contrario era
condescendiente por lo más duro que fuera el trabajo y
la nula recompensa recibida. Ni todo esto le permitió –
recordaba – el reconocimiento y agradecimiento de sus
patrones, quienes por el contrario le exigían más a
cambio de poco o nada, por lo que él veía que su
juventud y sus fuerzas se desperdiciaban en proyectos
ajenos y es así que sólido en sus principios asumió que
sin resentimiento alguno y sin quejas, tenía que irse para
desarrollar el suyo. Entonces sin recibir alguna
compensación sintiéndose confiado, seguro y capaz
aceptó la proposición de recibir una parte de la basta
tierra que tenían desocupada en una hacienda de
Pasapampa para que él por su cuenta la hiciera producir
a cambio de entregarle a los dueños una parte de las
cosechas y de animales cuando éstos se reprodujeran.
Construyó entonces con la premura del tiempo en dichas
tierras una precaria choza al principio, en una parte bien
ubicada para ejercer vigilancia sobre ellas, primero hizo
una aligerada habitación con un techo de paja de trigo y
parantes con raleados magueyes que lo cubrían de la
lluvia y del frío y en el piso cueros de ovejas en los que
dormía cerca a una tuypas que luego después de
preparada – eso sí – su generosa comida le daban con
el rescoldo un placentero calor hasta que amanecía. De
inicio la tarea era ardua, pues si con los patrones no
tenía descanso, con el reto de ser dueño de su
producción, duplicó con gusto su tiempo de trabajo y ya
las madrugadas lo encontraban rompiendo a puño limpio
o arando con algún buey prestado, las tierras que le
habían entregado, y las noches guardando o paciendo
los pocos animales con que iniciaba su crianza. Si al
amor por el trabajo, al amor por la tierra y apego por los
animales se le agrega toda la voluntad para realizarlo y
si por encima de ello las tierras eran labradas por
primera vez y el agua podía cubrirlas cuando fuera
necesario, el clima propicio y él seguía minuciosamente
los cambios de estaciones de luna para tomar
decisiones, todo complementado; entonces, las parcelas
se llenaban de plantas exuberantes por aquí y por allá;
luego de un tiempo amplios sabanales de flores cubrían
con su aroma y belleza uniforme, después los trigales,
las arvejas, las papas, las ocas, los ollucos, los frijoles y
maizales pasaban del color verde al amarillo, luego al
castaño y las cosechas eran de granos y de tubérculos
abundantes, año tras año todo funcionaba a la
perfección, se preparaba el terreno, se sembraba, se le
prodigaba cuidados a la siembra, se cuidaba las plantas,
se cosechaba, se pagaba las entregas pactadas, se
vendía, se intercambiaba y se acumulaba algunas
ganancias. Y para agradecer a Dios asistía a la Iglesia y
hacía promesas que cumplía asistiendo aún cuán lejano
fuera el lugar del santo.
El arrendatario – recordaba – Comenzó a ser mirado con
respeto, con recelo y hasta con envidia y así fueron
pasando algunos años y de a pocos fue acumulando
alguna cantidad de ahorros, lo que le daba seguridad,
confianza y aplomo en todos sus actos. Lo bien llevada
de su parcela entre otros signos exteriores de alguna
solvencia hacían presumir en su entorno que era un
hombre soltero de éxito.
Si bien no era tan apuesto, era un mestizo más bien
trigueño, de porte mediano, fornido por el trabajo duro y
facciones agradables, apuntalado por su labores
productivas en la edad para tomar la decisión de un
compromiso serio, había asumido que las escalas en la
vida se suben con paciencia, con sacrificio y siempre
con sencillez, que se dominan y luego se
complementan,, por eso para coronar su ascenso o para
aspirar a la felicidad, se enamoró de una hermosa mujer
que difería en todo de él y por los contrastes que
parecían insalvables pensó no lograr su propósito.
El sentimiento en principio de respeto y de insistencia en
el tiempo no le era promisorio. Por lo que consultados
los dueños de las tierras que trabajaba y siendo él una
persona aceptable para cualquier mujer en edad de
casarse, los patrones lo consideraron así y siendo la
mujer propuesta pariente de ellos no hicieron objeciones
para hacer el pedido.
Era ella una mujer casadera, que pertenecía al entorno
de una familia respetable y por consiguiente tenía el
apellido de ellos, era hermosa, alta, blanca, de cabellos
rubios, sobre todo centrada y hacendosa. Al saber la
propuesta entró en el dilema de analizarla, con la
arrogancia de toda mujer bonita que necesariamente se
da su lado y que muchas veces espera de pronto algún
pretendiente de su propia alcurnia, en este caso si bien
el pretendiente no era ni blanco, ni hacendado y no
provenía de una familia constituida, si se había labrado
con su esfuerzo una situación económica, respetada y
que el éxito de su trabajo podía ser compartido formando
una familia, por eso y como además había transcendido
hasta ella, la fama de que era un hombre recto aceptó
gustosa y se hizo el compromiso.
Con la presencia de una mujer apoyándole – seguía
recordando don Zenón – Todo adquirió el toque mágico
de lo placentero, comenzaron a hacerse las cosas como
si fueran para regocijo de la persona amada, llegó la
felicidad en toda la dimensión de la palabra y entonces
aparecieron nuevos y complementarios trabajos, se
compartieron las faenas y se sacó provecho a lo más
mínimo y sencillo y como consecuencia los resultados
fueron incrementando al punto que la acumulación se
hizo más firme e incluso aumentó como era de
esperarse.
Algunos años fueron pasando y la felicidad se iba
acentuando con la aparición de los 5 hijos que tuvo la
familia.
Ya para esta etapa – don Zenón recordaba – no tuvo
dificultad en hacer una casa con sus paredes enlucidas
con cal que había en algunas canteras y su techo a dos
aguas cubierta de canales de teja, con sus corredores y
patio por donde corrían los niños.
Don Zenón, viendo que las tierras le rendían y que con
su dirección se encontraban hermosas, en un acto de
osadía, les propuso a los propietarios, comprárselas, los
patrones sintiendo lo mismo que él, enorme cariño por
ellas, se opusieron a venderlas, querían que las siga
cultivando y no tenían la intención de recuperarlas en lo
inmediato.
Y como una cosa viene con otra, esto si le ofrecieron
como oportunidad, contactarlo con hacendados
conocidos por ellos que tenían una propiedad sin cultivar
en las partes bajas o quechua, y que siendo otro piso
ecológico no era para los cultivos a los que estaban
acostumbrados, sino que tratándose de una zona de
clima templado, era propicia para cultivar plátano,
naranja, café, caña de azúcar, que nada tenían que ver
con los trigales, maizales, papa, oca, a los que estaban
acostumbrados. Era una hondonada, de ceja o lengua
de Selva y que permanecía intacta. Recodaba don
Zenón, que le ofrecieron esas tierras, porque veían en él
a una persona aún con fuerzas como para domeñarlas y
que sería como un reto y el comienzo de una nueva
vida. Caviloso no dijo nada en primera instancia, meditó
un tiempo, consultó con su esposa y sus hijos mayores.
Para los hacendados esas tierras eran una hermosa
reserva, pero que dado a que ellos estaban
acostumbrados a sus extensas tierras de altura y casi
planas y de cultivos y de animales que les daban buenos
resultados, emprender otra aventura en tierras ubicadas
a un día de camino, tierras que eran de faldas
quebradas, de vegetación abundante, tupida, casi hostil,
donde no existía ni un caserío y la soledad de vez en
cuando sólo era rota por el aullido de los animales
salvajes que la poblaban. Había sido posiblemente coto
de caza de los antepasados; pues, en ella había en
abundancia osos, pumas, tapires, osos hormigueros,
víboras, macanches, cantidades de aves y de insectos
por la que no se atrevían a colonizarles. Eso sí el agua
era abundante y eran tierras totalmente vírgenes y
promisorias para el cultivo y crianza de animales.
Don Zenón recordaba, que la decisión no fue fácil de ser
tomada; pues eran otras costumbres, otros tipos de
cultivos, otros climas, pero primó sobre todo el deseo de
ser propietario, de ser libre aunque se comience de cero
y como el precio era asequible; pues, contaba con algo
de esa cantidad, valorizada en 3 mil reales de oro,
tomaron la decisión y vendieron todos los animales que
tenían para completar lo que faltaba y se hizo la compra.
El recordaba como hechos recientes que después de
haber hecho la transacción había venido innumerables
veces, le había sorprendido lo espléndido de las tierras y
desde el primer viaje había comenzado su labor de
colonización.
En el centro de la hondonada de su propiedad se
levantaba un montículo como una especie de cerro
inconcluso en cuya cima ubicó su casa, protegiéndolo
por todos los lados, las faldas que quedaban debajo, y
su casa en la altura por lo que estaba siempre a buen
recaudo, libre de cualquier ataque o con gran facilidad
de repelerlo.
Había llevado anteriormente perros, herramientas y
comenzó a talar parte de los bosques donde había
sembrado plátanos, yuca y verduras que muy pronto ya
estaban de cosecha con enormes tubérculos y frutos.
Por eso éste viaje ya era sin retorno, era para afincarse
del todo en el nuevo edén.
En el punto donde retozaban les había dado las tres de
la tarde, de acuerdo a la postura del sol. Había
planeado hacer su recorrido desde donde salieron por la
madrugada, hasta las 5 de la tarde; por lo que todavía
les quedaba dos horas de caminata. Efectivamente
emprendieron el descenso y en el plazo señalado
llegaba la comitiva a la Conquista de Coyona, nombre
que desde entonces fue ganado para esas tierras.

COYONA

Los cerros Buitre y Portachuelo se miran majestuosos


frente a frente separados por una enorme distancia; pero
a la vez unidos por sus costados del norte, formando
una curva que enmarca y delinea el este, el norte y el
oeste de sus extensas hondonadas, que son
precisamente sus faldas desde las cumbres empinadas
de formaciones rocosas, donde curiosamente se puede
observar un buitre en actitud de volar y en el otro,
prominentes peñascos como tocando el cielo y en su
enormidad reverberando los rayos del sol, hasta las
partes más bajas y más planas, todas ellas cubiertas de
tupidos bosques.
Y en el sur una inmensa abertura como si los otros dos
costados al estar distantes el uno del otro tuvieran el
propósito de formar con ello un enorme portal por donde
discurren las agua de las quebradas, el sol se retira por
ahí a diario, estampando al irse las acuarelas de su
ocaso y por donde las formaciones naturales de bosques
se extienden y se juntan con los bosques de Cilia y San
Francisco en espectáculo arrobador.
Esas extensas y espectaculares hondonadas
enmarcadas como si fueran un cuadro de regia pintura
impresionista producen necesariamente un impacto
emocional al ser observadas y tener la satisfacción y el
regocijo de saber la maravilla de su existencia.
La quebrada grande, baja desde las alturas cargada de
aguas frías precipitándose bulliciosa con bramidos y
vapores y por las partes más planas, agua calmadas
formando diminutas lagunas entre roca y roca; y en sus
orillas cartagenas interminables y carrizos debajo de los
árboles más altos, mucha veces arrancados por las
crecientes en épocas de lluvias que extiende el cauce
formando espacios playeros.
Esta quebrada divide y delimita las hondonadas en dos
sectores que son Coyona y San Francisco. Además en
la parte de Coyona hay tres quebradas pequeñas que
desde las alturas y con sus aguas y la humedad dan
vida a esos hermosos paisajes.
Cuando don Zenón Bobadilla, su esposa Rafaela y sus 5
hijos empezaron a colonizar esas tierras, todo tenía el
toque de lo majestuoso, los árboles enormes cubrían sus
espacios y apenas si dejaban entre ellos pasar los rayos
del sol.
Quebradas cargadas de agua y esparciendo humedad,
bosques cerrados y algunos claros en las partes altas
con bastante humedad y lloviznas donde las capas de
tierra eran delgadas y permitían la existencia de
extensos y hermosos jardines naturales.
Luz fuerte del sol, lluvias fuertes y continuas, copos de
nubes que se iban formando de rato en rato, por lo
cargado de la humedad y lo fuerte del calor, todo esto
daba sustento al hábitat donde había cantidad de
animales salvajes, víboras, aves e insectos que habían
comenzado a adecuarse a esas tierras desde épocas
remotas y que con toda seguridad habrían sido el sitio
preferido de donde se abastecían de carne los
antepasados; pues sus huellas y vestigios así lo
determinaban en algunas piedras con círculos tallados y
equidistantes encontradas en el centro de esas
hondonadas.
Pero no todas eran tierras manejables; habían enormes
precipicios, imposibles de recorrer y entre los peñascos
los árboles se enraizaban, de tal forma que siempre
estaban verdes o floridos y casi por todas las laderas de
las partes bajas habían quedado sembradas enormes
piedras y estaban ahí junto a los árboles desde la
formación de los montes y los cerros.
Existía abundancia de osos, pumas, sajinos, tapires, oso
hormigueros, ardillas, macanches, colambos,
macanchillos, aves de todo tipo de vivos colores y
algunas palomas tan grandes que apenas si podían
correr, pavas de monte, loros en bandada buscando
pacaes silvestres o los rojos frutos de las chontas,
gallinazos, gavilanes, halcones oteando en busca de sus
presas. Colmenas de abejas por todo sitio en árboles
viejos y vetustos.
A veces talar un árbol demoraba días para dos personas
y cuando se había la siembra de maíz, los sajinos y los
osos se encargaban de devorar las plantas ya tiernas y
si pasaban de estación, los choclos eran asediados por
bandadas de loros de verde y rojo plumaje.
A los osos se les hallaba en las partes de bosques altos,
donde abundaban árboles cuyos frutos se parecían
mucho a las aceitunas, que eran su manjar predilecto.
Los Tapires Andinos, antes se encontraban en las
pequeñas lagunas de las quebradas, bajo la sombra de
frondosos árboles ribereños en la quietud absoluta de
esos espacios donde la injerencia humana era nula. Los
macanches, siempre temidos por sus venero mortal
estaban por lo general en los espacios rocosos donde
los árboles no eran tan prominentes y los rayos del sol
fluían con más normalidad y en los intersticios de las
piedras que en sus partes interiores tenían espacios
cóncavos lo suficiente grandes para que vivan y se
reproduzcan a salvo de sus depredadores y de la
inclemencia del tiempo. En esa época todavía se podían
encontrar reptiles que venían de otras edades de la
tierra que en la parte del cuello bajo la cabeza tenían
una especie de collarín, que extendían totalmente
cuando se les provocaba y emitían chasquidos y que se
les comenzó a eliminar y se extinguieron.
Las ardillas, los osos hormigueros y los zorros se
encontraban en cualquier recodo, los unos comiendo
hormigas, las ardillas corriendo por las ramas de los
nogales o sentadas en dos patas y con las otras dos
sosteniendo las nueces y royéndolas, y emitiendo un
ruido persistente para llegar a la pulpa mantecosa de tan
preciado fruto, frutos de cáscara negra que pendían de
las ramas y estaban por los suelos en abundancia.
Descritos así los bosque de Coyoma cumplían sus ciclo
de normal desenvolvimiento durante los milenios de su
existencia. Pero esas tierras tenían que adecuarse a la
evolución normal de una nueva etapa para la
supervivencia y desarrollo de las personas que iban a
vivir en ellas. Por lo que tratando de preservar los
bosques y el hábitat, las aguas y la humedad, se inició
una etapa de colonización usando las mejores tierras
que siendo más planas pudieran ser regadas y dar paso
a los cultivos a las nuevas chacras y huertos donde se
comenzó a sembrar plátano, café, naranja, caña de
azúcar, yuca, verduras.
Otros espacios tenían que ser usados para que pasen
los caminos por donde el nuevo caserío emergido se
comunicase principalmente con Canchaque por el
Oeste, Suchil con el Norte y San Francisco por el Sur.
Otros espacios se usaban para hacer acequias y dar
paso a las irrigaciones de los nuevos sembríos. Y en
otros terrenos se sembraba maíz, y pasto perenne para
el ganado.
Y así de a pocos se echaba abajo cantidad de árboles;
pero nunca poniendo en peligro la integridad de los
bosques ni el discurrir de las aguas, cuyas riberas más
bien se protegían preservando la sombra con los árboles
cercanos.
Las chacras en poco tiempo estaban hermosas, debido
a la abundancia de aguas, humedad y los sustratos de
sus tierras formados en centurias.
Los plátanos por ejemplo crecían enormes y sus racimos
apenas si podían ser sostenidos por una persona. Las
yucas debajo de la tierra alcanzaban longitud y grosor
que una sola planta alcanzaba para el consumo de
varios días.
Los cafetales poco a poco formaban copas, alcanzaban
altura y cantidad de gajos formaban copos con el blanco
color de sus flores, pasaban al grano verde, luego al rojo
y venían las cosechas.
La producción obtenida de los sembríos hechos era en
realidad asombrosa, todo producía en abundancia y
entonces se hizo necesaria la fluidez del intercambio de
productos con los caserío vecinos, principalmente con
los de altura, cuyas gentes venían con granos y
tubérculos y a cambio llevaban cantidades de acémilas
cargadas con plátano, yuca, naranja y caña.
El café cuya abundancia era generosa, ya cosechado y
secado se le trasladaba en piaras de asnos hasta
Canchaque, en donde don Zenón había construido una
casa, de allí el café era llevado a Chiclayo para ser
vendido.
La producción muchas veces no alcanzaba a ser
consumida principalmente de los plátanos que ya
maduros, apenas si los pájaros comían alguno dejando
el resto que se malograba.
Coyona entonces se hizo conocido en toda la Comarca
por sus hermosos y robustos sembríos donde se había
aplicado una agricultura de apego y respeto a la tierra,
con el uso de técnicas de conocimiento ancestrales,
como por ejemplo, dejar árboles grandes de trecho en
techos en las chacras para que su sombra proteja las
plantas sembradas, todas las acequias por donde
discurrían las aguas, estaban sembradas de arbustos
que evitaban su evaporización, la suficiente hojarasca en
las chacras para que los riegos no laven los sustratos de
las tierras y principalmente, la protección de las
vertientes por donde discurrían las agua totalmente
protegidas por la sombra de los árboles, los cuales era
un crimen talarlos. Y se hizo conocida por la cantidad y
calidad de sus cosechas y hermosura de sus paisajes.
Don Zenón Bobadilla tuvo un gran acierto al colonizar las
tierras de Coyona, gracias a la experiencia adquirida en
Succhil, de joven y en Pasapampa como Conductor de
las parcelas que trabajó satisfactoriamente.
Demostró ser un líder de positivos y arraigados valores
que asumía con claridad y convicción, por lo que
familiares y moradores en general lo apreciaban y
respetaban como a una autoridad.
Autoridad y sapiencia dada en sus consejos para la
crianza de animales, para desarrollar la agricultura, la
conducción de los hogares, de los hijos, el respeto y la
ayuda mutua entre moradores.
Su casa estaba abierta para todos, nunca para denigrar
a nadie. No permitió a sus hijos el consumo de licor, el
uso de la violencia, el trato abusivo. Siempre abogó por
la humildad y por la pareja única. Las reuniones o fiestas
eran buenas para él, si la retirada se hacía antes que el
alcohol la degenere.
Doña Rafaela Elera por su lado provenía de una familia
creyente, desde niña tenía aferrado en ella el catolicismo
y sus prácticas diarias acrecentaban su fe, que incluían
el adoctrinamiento para ganar creyentes y que por lo
mismo fueran mejores moradores. En su casa los rezos
y las lecturas religiosas eran comunes. Solo de vez en
cuando se hacían misas en la Capilla por ella mandada
a construir.
Era además una dama muy respetada y apreciada por
su bondad y porque estaba siempre dispuesta al servicio
y ayuda de los moradores de Coyona.
Don Zenón y doña Rafaela fueron entonces conocidos y
considerados como vecinos respetados del pueblo de
Canchaque y cuyos nombres están insertos en una
placa de la espléndida puerta de fierro que es la puerta
principal de la entrada de la Iglesia de Canchaque. En
Coyona el colegio de Secundaria lleva el nombre de don
Zenón Bobadilla Guerrero, sus hijos estudiaron en la
escuela principal del pueblo y con el tiempo y ya
casados se afincaron en él, a la vez que cultivaban sus
parcelas de Coyona.
CAYAYA

Para supervisar , unos sembríos de café propiedad de la


Cooperativa Condorcanqui, llegaron a Coyona 2,
ingenieros desde Canchaque trayendo como ayudante a
Lisandro Tocto, vecino y amigo de ellos, al que conocían
en el pueblo como Cayaya.
Tenían toda una semana para su trabajo; pero
terminaron el jueves. Trabajo que amenizaban algunos
días con rompope y calentado según sea la hora.
Aperitivos con los que se agasajaba a los visitantes.
Para el Jueves la Cooperativa programó un almuerzo
que se prolongó hasta la amanecida con cerveza y
aguardiente.
El día viernes por la mañana continuaron comiendo y
bailando, llevando la peor parte “Cayaya”, quien ya
entrada la noche iba de tumbo en tumbo hasta quedar
tendido en un montón de café, que estaba tapado con
unas planchas de calamina en las pampas de secado
frente al local de la Cooperativa. Con una plancha de
ellas se cubrió, instintivamente para protegerse del frío.
Paralelo a ellos, en el local de la Cooperativa trabajaba
Concepción Sembrera, el que por alguna razón se había
estresado y divagaba incoherencias como una especie
de locura repentina, para ese viernes justamente, como
el mal estaba en sus inicios, los familiares programaron
una mesada con un renombrado brujo de la zona, la
reunión arrancó a las 12 en punto, como es la costumbre
y ya premunidos de todos los implementos e invitados
que ayudarían a ahuyentar los malos espíritus y botar el
daño que por envidia posiblemente se le había causado.
Con las invocaciones y zingadas de tabaco y cañazo por
la nariz y los efluvios de aguardiente con maíz mascado,
con lo que soplando se rocía al cuerpo del paciente se
inició la faena. Y al legar al 1 de la mañana y en trance
el brujo, blande su espada como quien dibuja cruces en
el aire y alrededor del cuerpo del paciente: “En nombre
de Jesucristo, de su padre el Dios Supremo, de San
Cipriano te ordeno demonio, lucifer, que salgas del
cuerpo de “Conce Sembrera”
Varias veces repetía esas letanías hasta que se dio por
satisfecho y quizás por efecto del San Pedro consumido
imaginó que sus invocaciones habían dado resultado y
que una luz o una sombra que sólo él veía, se
desprendía del cuerpo del paciente: “Por fin te tengo
doblegado maligno, gracias San Cipriano, fuerzas de la
naturaleza, Cerro Buitre, Cerro Portachuelo, maligno
vuelve a las penumbras a donde perteneces, allí vas, allí
vas”
Y como quien sigue una visión el brujo avanzaba hacia
la puerta, siempre blandiendo su espada, tratando de
cortar en pedazos lo que sólo el veía y se dirigía en
dirección a las pampas donde Cayaya había caído
rendido a dormir. Como quiera que el café amontonado
por efecto de la fermentación produce calor. Cayaya,
que ya llevaba varias horas tendido, comenzó a sudar
copiosamente, exhalando algunos quejidos que se
escuchaban en la penumbra sin saber de dónde venían.
El brujo, que avanzaba hacia la pampa percibió esos
ruidos e inmediatamente los relacionó con la supuesta
visión tras la cual iba.
Los acompañantes que iban junto a él también
escuchaban y más a medida que se acercaban al
montón de café hasta que llegaron a él.
“Estaba seguro maligno que huías, estás herido por mi
espada, ya te tengo, nada puedes hacer contra mis
poderes”
Y ya en el montón de café comenzó a clavar su espada
por aquí y por allá, tratando de ubicar el ruido, a veces la
espada entraba suave en el grano y en otras tocaba la
punta con la calamina produciendo fuertes ruidos, lo que
despertó a Cayaya de su borrachera y lo hizo
comprender que estaba en serio peligro su vida, por lo
que calculando que el brujo al dar otra vuelta estaba
unos metros lejos de él, tiró con fuerza la calamina que
lo protegía la que cayó un poco lejos de ellos haciendo
un fuerte ruido, huyendo despavorido y alejándose del
peligro.
“Ya no eres la sombra, ahora tienes la forma humana, en
todas las formas que te presente te destruiré”.
Brujo y ayudante corrían tras Cayaya que había logrado
esconderse tras la pared de una pequeña capilla de
adobe. Hasta allí llegaron primero el brujo con su
espada y tras él el sus ayudantes.
Cayaya no había avanzado más hacia adentro de las
chacras porque era una noche totalmente cerrada y los
pueblerinos como él tenían terror a tales oscuridades, no
le quedaba más que arrodillarse y gritar a todo pulmón:
“Señor brujo no me mate, yo no soy ningún demonio,
soy de carne y hueso, soy Lizandro Tocto. Cayaya”
Los acompañantes del brujo alcanzaron a sostener el
brazo que con la espada iba directo a la cabeza de
Cayaya.
“El es Cayaya – le dijeron – lo conocemos y ha venido
de Canchaque con los Ingenieros”. El Brujo se sintió
vejado en su amor propio y totalmente ridiculizado con el
devenir de los hechos que le parecían increíbles de
aceptar. No obstante se apaciguó y ya sereno invitó al
advenedizo a ir a la mesada donde le hizo participar
invitándole como a todos, sus brebajes. Pero
ladinamente sólo a él y para vengarse le hizo tomar
dosis dobles de huamingas.
La huaminga en dosis normal tiene una función
depurativa intensa, en cantidad produjeron en Cayaya el
efecto que sólo el cólera produce, arrojaba
incontenidamente por arriba y por abajo todo lo que
tenía en el estómago. Cayaya se revolcaba por los
suelos se sujetaba de una cerca hasta quedar su ropa
totalmente impregnada de heces y vómito malolientes.
Amaneció tirado al borde de la chacra.
Muy temprano y como pudo se fue a la quebrada a
bañarse, y a lavar sus ropas. Alguien le proveyó un polo
ligero. No le dio cara a nadie y se encaminó raudo a
Canchaque de donde era.
LA CHUNUNA

Los padres del niño César, eran blancos, de pronto, la


madre un poco más refinada, pero en todo caso habían
ojos claros, pelo castaño, nariz respingada, buena
presencia en ambos; por lo que no era de extrañar que
al nacer César fuese un sonrosado, rubio y rechoncho
niño.
Las costumbres de Canchaque donde vivía, incluían una
leyenda según la cual en los parajes solitarios y oscuros,
en las lagunas, en las quebradas, en la ciénagas, en las
casas abandonadas o en los patios llenos de árboles,
siempre había un espíritu que tenía la apariencia de una
niña totalmente sonrosada y rubia que lloraba al entrar el
crepúsculo cuando llegaba las sombras de la noche y
que divagaba por esos parajes mientras las personas
dormían y se iba cuando el alba cual brocha de pintura
borraba la penumbra y de a pocos devolvía la claridad
del día.
Era una leyenda impregnada en el subconsciente
colectivo de generación en generación. A la
mencionada niña, se le conocía como “CHUNUNA” y el
solo pronunciar esa palabra producía escalofríos, ya que
las historias contadas estaban endosadas con artilugios
y de convicción al mismo tiempo que hacían que la
credibilidad fuese lo más correcto.
Cuando César nació y comenzaron a visitarlo primero la
familia y luego las amistades, sus comentarios, luego,
daban cuenta del nacimiento de un niño hermoso blanco
y rubio y al que siendo todavía un niño de pecho, ya se
le conocía como “chununa” en todo Canchaque y sus
alrededores. La casa de sus padres daba por un
costado con una chacra en una extensión de por lo
menos 50 metros y los árboles sombreaban su techo
con sus ramas. Los pacaes, los naranjos, las lúcumas,
los guayaquiles, los plátanos y cafetales en el día se
veían espléndidos, pero por la noche la penumbra era
doblemente acentuada con su existencia.
Por lo que observando el panorama de la chacra desde
una plataforma de cemento que había, ésta se extendía
por toda una loma hasta llegar a un camino a lo largo
del cual tupidos guayaquiles hacían más tenebrosas las
plantaciones por las noches Al frente de la casa pasaba
una acequia con las aguas que venían cargadas desde
la toma de la quebrada y que pasaban y llegaban hasta
las chacras de Palambla. Las aguas siempre
abundantes formaban pequeñas olas y además eran
bullangeras. Los niños en el día echaban sus barcos de
papel y corrían tras ellos para recuperarlos o para ver
cuál llegaba primero, entonces las apuestas eran
pagadas o burladas, en una rutina de todos los días.
Por la noche el rumor de sus roces con la pared de
cemento por donde discurrían era constante, pero ya por
la madrugada y con la ausencia total de las personas el
rumor se podía percibir extendido totalmente. Y en una
esquina de la casa que daba a la acequia y a la vez a la
chacra había un cuarto oscuro, apenas cerrado donde
los gatos entraban y salían y que la puerta se le abría a
la muerte de un gallinazo.
Entonces, como en pueblo chico todo se sabe, o se trata
de hacer saber, comenzó a decirse que en la penumbra
de esas chacras, cuando la luna estaba oculta, que en el
cuarto abandonado, que en la acequia bullanguera no
bien los mortales dejaban de transitar y cuando por la
madrugada la noche era cerrada una “chununa”
merodeaba y hasta cuidaba la casa, que apenas si
gemía para no ser escuchada, se metía por una
pequeña rendija al cuarto semi abandonado, recorría las
chacras de atrás y que esa rutina la hacía hasta las 4 de
la mañana, en que se retiraba.
Que ese era el trajín de todas las noches, pues quería
estar cerca del muchachito a quien consideraba su
prolongación.
Como el tiempo pasa y lo que nace crece, el niño iba
creciendo, hablaba, caminaba, jugaba, iba al colegio y
no había nada que lo diferenciara de los otros niños de
su edad, excepto el pelo rubio y el sonrosado color de su
piel; entonces, las personas de Canchaque que creían
en la leyenda sin temor a dudas, asumieron que en el
caso de César estaban equivocados y con el tiempo al
pasar y pasar, tomaban las cosas con resignación y
echaban todo al olvido; pero por el atavismo del cual
eran presas no podían borrarlo de su subconsciente.
No obstante y a raíz de ello, todos los pobladores de
Canchaque le conocían con el sobrenombre de
“Chununa” y había quedado así, hasta que ya cumplidos
los siete años, César y varios amigos de su edad que
jugaban a diario después de sus horas de clases un día
por la tarde y ya cansados y agotados, cada quien se
retiró por su cuenta a su respectiva casa, sin percatarse
que César no había regresado a la suya. Efectivamente,
siendo las 5 de la tarde la mamá puso el grito en el cielo
dando la voz de alarma, comenzó un tanto calmada a
buscarlo por toda la casa, vano intento; luego de casa en
casa de las más cercanas, de casa en casa todo el
pueblo y afán infructuoso. La alarma cundió y se
formaron grupos, cuadrillas que se repartían los
destinos: Palambla, El Faique, al Caserío Santa Rosa, a
Pusmalca, a los Potreros. Se temía que venga la noche
y todo el pueblo en pie comenzaba a preparar teas y
cada quien tenía su mechero casero comprando
kerosene en las tiendas.
Para colmo, el papá de César estaba en Coyona,
distante 4 horas de camino, para avisarle se mandó un
propio (una persona) que lo vaya a traer, el enviado
caminando a prisa llegó a las 8 de la noche, sin tiempo
que perder se proveyeron de acémilas y su hermano y
otras personas se ofrecieron acompañarlo, al dar la
media noche ya estaban por el filio del Fraile, que es una
meseta con débil declive que forma las altura del cerro y
desde donde se puede apreciar a través de varios
kilómetros el pueblo de Canchaque en todo su
esplendor. A veces los viajeros que van en el día
aprecian las nubes cerradas que ocultan el pueblo, pero
de pronto se forman huecos entre ellas y por esas
rendijas se aprecia el pueblo en toda su integridad y
belleza.
Esta vez los viajeros apresurados por llegar se sintieron
impactados al ver que en el pueblo entre las penumbras
y la noche cerrada, cientos de luces en movimiento por
todo sitio, en las chacras, por las quebradas, por las
faldas de los cerros, por los pueblos vecinos se
movilizaban como jamás antes había sucedido buscando
al desaparecido.
Los viajeros haciendo de tripas corazón apresuraron el
paso temiendo que al llegar malas noticas pudieran
esperarlos, una hora más de caminata y llegaron al
pueblo. Sollozos y recriminaciones, olores de agua de
azahar y timolinas, un débil desmayo es lo que
percibieron al apearse.
Como todos los esfuerzos desde las 4 de la tarde hasta
la 1 de la mañana, movilizando todo el pueblo hurgando
palmo a palmo resultaron infructuosos y vanos los
gestos de real preocupación y solidaridad. El grito de
¡César, César! Por todo Canchaque y alrededores, sólo
había logrado reproducir su eco. Ya resignados,
sentados, impotentes y con los brazos cruzados,
entonces, en ellos afloró del subconsciente, la creencia
atávica en la que había pensado cuando nació el niño.
“Se lo robó la Chununa” corrió con el viento por todo el
pueblo, “la Chununa se ha llevado a su criatura” decían
desesperados jóvenes y adultos, que comentaban, eso
sí lejos de la familia. Y ese rumor era aceptado, ya sin
reparos y si con mucho asombro.
El papá recién llegado, desesperado y temiendo lo peor,
ya casi solo en la casa, pues todos los vecinos
descansaban y comentaban el rumor en las veredas
altas y bancos de madera de la calle, ya sea por instinto
o por intuición comenzó a gritar dentro de ella, por el
frente, por los cuartos, por el patio, por las máquinas y
por último por el corredor de entrada donde decenas de
cilindros grandes de Kerosene de color rojo, llenos unos,
vacíos otros y algunos hasta destapados y por donde
cientos de personas habían ido y venido apresurados y
nerviosos, igual gritando seguros que en ninguno de
ellos y mucho menos camuflado dormitaba el niño.
¡César, Cesitar! gritaba el papá en tono casi lastimero y
próximo al llanto. En inequívoco y profundo llamado de
la sangre.
¡César, Cesitar! Repetía y su grito, entonces dentro del
cilindro en el que por horas estuvo acurrucado y cubierto
por un costal vacío de café. Levantó los brazos que
apenas sobresalían y gritó: “Papá, papi acá estoy en el
cilindro”. Otros cientos de gritos, durante las horas
anteriores con su nombre y lanzados al aire casi a su
oído no habían hecho en él mella alguna.
El encuentro de papá e hijo, estrechados en un abrazo
interminable fue festejado por todo el pueblo que así
complacidos se retiraron a iniciar su descanso; pero
entre ellos decían que no es posible que en los cilindros
estuviera el niño, si ellos los habían revisado varias
veces y que se lo había llevado “La Chununa” y que fue
devuelto y puesto en el cilindro por ella, porque ya
estaba bautizado, etc, etc.
LA NARANJA DE ORO

Cuando cumplía su Servicio Militar Obligatorio J.


Salvador, en el Cuartel Grau de Piura, los días domingos
de sus salidas siempre se iba por Castilla, por el Puente
Viejo con alguno de sus amigos y generalmente
terminaba bebiendo chicha y comiendo cebiche de
Caballa en algún ramadal bajo los frondosos algarrobos.
Otros domingos se iba a Catacaos y caminaba mirando
abstraído las diferentes piezas de orfebrería que en oro,
plata y bronce se exhibían en los escaparates de las
tiendas.
Allí se le ocurrió que si él tenía el bronce, alguien podría
darle forma, ya que él en todo caso sólo quería un
caballo, una vaca y una naranja hechos de ese metal,
para tenerlos como adornos en su casa de Cilia.
Y es que en el Cuartel había ido acumulando los
casquillos de las balas que se usaban en las prácticas de
tiro y que quedaban desperdigadas por las arenas. Él los
iba sacando de a poco para no ser detectado al momento
de su salida. Fue a preguntar dónde fundían esas piezas
que con figuras de animales se vendían en las tiendas
hasta que remilgosos y todo le señalaron el sitio donde
supuestamente los hacían.
En el taller que con suerte lo encontró efectivamente, le
ofrecieron a cambio de pocos soles el servicio y en un
crisol procedieron a fundir los casquillos y en arena
mojada especial hicieron los moldes que quedaron con
una abertura con la forma de las figuras deseadas. Allí
introdujeron el bronce derretido que en pocos minutos se
enfrió, y al sacarlo se notó que eran réplicas en pequeño
de lo que Salvador quería, las pulieron y después fueron
llevadas para recibir en otro taller un baño de oro de 18
kilates.
Los dos años de Servicio Militar, siendo largos pasaron
pronto y en los últimos domingos se dedicó a divertirse
con sus amigos en una especie de despedida de esa
obligada permanencia en el ejército.
Salió del Cuartel con sus bituallas personales y en la
casa de algún amigo recogió sus piezas de bronce
bañadas en oro, partió en un camión de carga rumbo a
Canchaque de donde iría a su Cilia querida y extrañada.
La llegada a su tierra fue motivo de festejos, ya que no
en vano habían pasado 2 años lejos de sus familiares y
amigos y a los licenciados del ejército se les recibía de
la mejor forma.
El festejo fue casi de Fiesta Patronal con bailes y bebidas
y comidas hasta el amanecer y la música a todo volumen
de sanjuanitos y pasillos, el aguardiente iba de mano en
mano hasta que la gente comenzaba a caerse.
En la euforia de la fiesta y sobrepasado en copas el
agasajado se dirigió a los asistentes agradeciéndoles su
presencia e inocentemente queriendo impresionarlos les
enseñó las piezas fundidas de bronce haciéndoles creer
que no sólo estaban bañadas, sino que era oro macizo y
los hizo palparlas y verlas y nadie dudó que era cierto. El
ánimo no estaba para desmentidos y así quedó esa
broma como una verdad que después de la fiesta se
propaló de boca en boca, y como eso de pueblo chiquito
infierno grande, se tejieron una serie de conjeturas y se
asumió que era un privilegio tener tanto oro junto.
Después de la fiesta por su llegada el ex soldado tuvo
que adecuarse nuevamente a las faenas del campo para
seguir cultivando sus chacras y criar sus animales y dado
su empeño y vitalidad le iba muy bien y sus vecinos
pensaban que incluso acumulaba ahorros. Ahorrar en el
campo resultaba muy difícil por lo fuerte del trabajo y por
el bajo precio de los productos vendidos, sin embargo en
él se veía a una persona de éxito y lo apreciaban con
sinceridad quienes reclamaban ser sus amigos y para
otros era motivo de envidia y de encono.
En el campo los enojos y las envidias muchas veces
engendran odios gratuitos que el tiempo no disipa y que
por el contrario se acrecientan y a veces lo que es una
simple rencilla con el aguardiente corriendo por las venas
puede tener reacciones violentas que a veces se
resuelven con el uso de armas punzantes, grandes y
filudas sin apego al valor de la vida.
Varios años habían pasado y el comentario de la naranja
de oro había quedado en el imaginario colectivo como
una verdad nunca desmentida, más por el contrario, las
piezas si habían sufrido las inclemencias del tiempo y se
habían opacado, el baño de oro había desaparecido
dejándoles con el amarillo opaco característico del
bronce.
El excesivo consumo de alcohol en los campos siempre
ha sido y es una tara que poco a poco degenera las
fuerzas de los campesinos en el diario y arduo batallar
por el bienestar y la supervivencia.
Esto trae desgano y el descuido de las chacras y de los
animales por que día a día las necesidades apremian y
entonces las personas comienzan a pensar en las
entradas fáciles de conseguir.
En esa situación estaba un vecino de otro caserío, no tan
lejano a donde vivía Salvador; pero igual el chisme de la
Naranja de Oro, había transcendido por toda la comarca,
por lo que tras largo tiempo de pensarlo había decidido
apoderarse de la naranja de oro y a cualquier costo
buscaría un socio, total había mucho oro en disputa.
No fue difícil encontrarlo, pues lo buscó en un pueblo de
la altura y famoso porque alguno de sus moradores se
inclinaba por los ataques, el homicidio alevoso o el
crimen por paga, ese pueblo era Altamisa.
Urdieron el plan de ataque, una y otra vez pasaron por la
casa cuando la gente dormía memorizaron los caminos,
la puerta de la casa, las rutas de escape, recorrieron las
rutas que los llevarían fuera del pueblo a las guaridas
donde pensaban esconderse.
Eligieron una madrugada para perpetrar su plan siniestro
con la certeza que Salvador estaba en casa, pues así lo
habían comprobado. Todos los candiles de las casas
lejanas estaban apagados y los moradores reposaban
profundamente dormidos.
Los perros eran dueños y señores de las fronteras de las
casas y corrían a los caminos al percibir el más mínimo
de los ruidos.
La noche al principio con luna había dado paso a una
nublada y negra noche que los hacía tropezar en las
piedras del camino con los pies apenas protegidos por
unas ojotas lo que les había crispar los nervios. El
alcohol bebido los había vuelto torpes, por lo que
ignoraron al perro que salió a recibirlos y para suerte de
ellos se quedó callado con la carne que le arrojaron.
Echaron la puerta abajo y se encaminaron a la tarima
donde sabían que dormía su víctima, sin presagiar lo que
le esperaba.
Él se levantó raudamente pero no pudo coger su espada,
los dos se abalanzaron con filudas dagas hiriéndolo en
cualquier parte, por lo que sus ayes de dolor se
escuchaban lastimeros aún en las casas distantes, una y
otra vez hasta que un toque certero le comprometió el
corazón y sus gemidos cesaron.
Estaban contra el tiempo y asustados por los alaridos
que con toda seguridad había asustado y despertado a
los vecinos cercanos. Recogieron las piezas de bronce
que como insignificantes adornos estaban en el sardinel
de una ventana y partieron apresurados. Fugaron por los
caminos planeados, llegaron al escondite y posiblemente
en adelante nunca pudieron dormir por el peso de su
conciencia.
Al otro día y ya con el sol miraron las tres piezas de oro,
las acercaron a sus ojos y ahí recién se dieron cuenta
que eran 3 kilos de bronce.
ALARMA TARDÍA

Se apareció un día ya entrada la tarde por Coyona y


cuando el sol comenzaba a recoger sus rayos. Era
conocido de la casa pues por lo menos en 2
oportunidades había trabajado recogiendo café. Esta vez
además de agotado, se le notaba pálido y los ojos
desorbitados, se diría que enfermo.
Nadie le preguntó de dónde venía y que enfermedad
podría tener, hospitalarios como siempre le invitaron a
sentarse, al darle la mano se percibió claramente que
estaba afiebrado y una auscultación visual más detenida
permitió percibir que tenía escalofríos. Dijo que la
caminata de por lo menos 8 horas continuas le había
agotado y que el roce de sus extremidades en la larga
caminata le había producido dolor y una inflamación
percibible al tacto.
Desinformados por completo del por qué de las
inflamaciones de ganglios, asumieron que el pequeño
bulto era una simple seca tan conocida así por esos
lugares.
Se le dio bebida caliente y comida, la que engulló con
desgano y que sin embargo terminó.
Dado que su malestar continuaba se le preparó una
cama en un cuarto de la casa principal y luego se buscó
implementos y medicinas para aplicarle la más alta dosis
de penicilina.
Medicina que por pura casualidad se tenía.
Había llegado de tan tejos, como si estuviera guiado su
camino, pues en toda la Comarca el dueño de casa era
el único que tenía los implementos, medicina y la
experiencia para su aplicación.
Su trayectoria como Sanitario improvisado comenzó
como una curiosidad de juventud pero pasados los años
lo asumió como un apostolado al sentir en carne propia
la necesidad de atender a su familia y a los lugareños
que lo solicitaban ya que el pueblo más cercano que era
Canchaque distaba medio día de caminata.
Desde el principio se supo que dados los síntomas y
teniendo la medicina que podía contrarrestarlos, tenía
que ser inyectado, lo que se hizo, justo cuando la fiebre y
el cansancio del viajero estaban dando paso a un delirio
balbuceante.
Hecho todo esto con mucha satisfacción, y casi
consternados pidieron a Dios por su recuperación.
Quedó tendido en una cama, preso de delirio, alta fiebre
y escalofríos.
Para los de casa las reacciones del paciente se podían
percibir a través de las puertas y eran cada vez más
pausados y más bajos al pasar las horas, llegada la
madrugada entró en sopor y en profundo sueño.
Casi por seguro el antibiótico comenzaba a hacer efecto,
así se pensó y como las olas vienen primero fuertes y
luego al alejarse hay la calma, los de casa se quedaron
profundamente dormidos levantándose al otro día más
tarde que de costumbre.
El enfermo se había levantado, salido y dejado la puerta
abierta y como si algo lo empujara a ello, había huido.
Pues así lo relató un caminante que dijo haberlo
encontrado muy lejos, cuesta arriba, caminando en
dirección al sitio de donde había venido.
Por un lado se tuvo la satisfacción que era lo mejor que
así fuera pues ya no había que atenderlo y del otro lado
satisfacción también pues la medicina usada había
hecho efecto restituyendo sus fuerzas como para poder
atreverse a hacer tal caminata.
Se procedió a limpiar el cuarto donde había dormido,
barriéndolo varias veces, rociando abundante agua y
hierbas, desinfectando la cama, hirviendo cobijas y
sábanas, rociar DDT y cerrarlo hasta por 3 días, justo
cuando llegó a casa una visita inesperada; por lo cual se
abrió nuevamente, se le barrió, limpió, se le roció agua
florida y se le dejó abierto para ser usado nuevamente.
La visita inesperada, hizo que el paciente fugitivo y su
odisea fuesen casi olvidados durante los tres días que
duró la estancia de la nueva visita.
Después de haber despedido la visita, ya pasado un día
de ello se apareció por el camino que viene de
Canchaque, el Sanitario, a lomo de caballo y buscando a
un Señor Mijares que según datos por él recibidos y
certificados estaba por este lugar y ¡Oh! Sorpresa era la
persona “hospedada, atendida y huida que había estado
en la casa.
El Sanitario contó ante una audiencia incrédula y
estupefacta que el Sr. Mijares, al que se le buscaba era
la última persona que faltaba atender por ser posible
portador de la terrible y contagiosa peste bubónica, ya
que había estado en el duelo y entierro de varios
familiares fallecidos con dicha enfermedad en las alturas
de Huancabamba. Se le habló de los antibióticos que se
le puso ante los ganglios inflamados y se concluyó en
que efectivamente estaba infectado con tal mal.
El relato y comprobación tuvieron el efecto de una bomba
y ello explicaba el porqué de la huida que estaba
relacionada con un terrible sentimiento de culpa, pues su
presencia hubiera podido desencadenar una epidemia
letal. Del asombro se pasó al análisis de las
consecuencias, se dijo que si pasados tantos días no
había prosperado ningún contagio, incluso había sido
habitada por la visita, ya no podría haberlo. No obstante
se selló el cuarto.
El episodio concluyó en que si a ninguna persona de
casa le había sucedido algo era porque el creador era
generoso y que él recompensaba a sus hijos que
socorrieran a sus otros hijos cuando éstos necesitaban
un techo, un poco de comida, una medicina para salvar
su vida, una mano tendida con cariño; es decir, había
sucedido un milagro.
MILAGRO DE LA VIRGEN DEL CARMEN

Doña Filomena Machado Facundo, había dejado


Canchaque para vivir en Coyona, caserío a 6 horas de
distancia. Era devota de la Virgen del Carmen, como
toda su familia y sus antepasados, quienes trajeron por
medio de su abuelo Félix Manuel Machado la réplica de
su efigie desde Portugal, con la finalidad de que sea la
festividad principal y la patrona del pueblo de Canchaque,
como todos los años, tenía que cumplir su promesa de
asistir a la fiesta de su Santa, a sus misas y a su
procesión – y cómo no – a hacer esparcimiento con sus
familiares, y en común con los otros devotos.
Preparó con anticipación su viaje y se aprestaba a partir
por la mañana. Como todos los días en sus faenas del
campo se levantó casi en la madrugada y preparó la
comida de las personas de la casa y para quienes la iban
a acompañar y así partir a penas las penumbras de la
noche comenzaran a diluirse y poder hacer la subida de
la falda del Cerro Portachuelo sin la incomodidad de los
rayos del sol que tornan cualquier caminata en sofocante.
Vano intento, pues al no haberle dado importancia a una
tenue gripe, cogida en esos días; ella, después de hacer
sus cosas, optó por un refrescante baño. Las aguas frías,
así como la temperatura de esas horas produjeron casi
de inmediato una descompensación en su cuerpo y luego
una incontrolable y cada vez más alta fiebre llegando al
delirio y a la inconciencia.
Eran los años cincuenta y ya en esa época se usaban las
penicilinas y terramicinas y muy pocas familias las tenía
en los campos. Esta vez nadie las tenía por lo que había
que viajar urgentemente a Canchaque por ellas y por el
Sanitario.
Con la premura del tiempo ya a media mañana, en vista
que el mal no cedía, se envió una persona en una
acémila para tal propósito.
El encargado llegó a Canchaque como a eso de las 4 de
la tarde y presuroso se comunicó con don Pedro
Bobadilla, quien le proveyó de alimentos y se encargó de
hacer el correteo para conseguir la medicina que después
de varios intentos se consiguió, no así el Sanitario,
Leonidas Chavarry, que por ser un probo y honorable
ciudadano había sido nombrado mayordomo de la fiesta y
por tanto su presencia era imprescindible en ella, no
obstante recomendó hablar con Félix Vásquez Alvarado,
quien hace pocos años había sido licenciado del ejército
y hecho estudios de primeros auxilios. Él se había casado
con Andrea Machado y eran dueños del Restaurante
llamado “La Exquisita” y resultaban por tanto ser sobrinos
de doña Filomena. Precisamente por la fiesta habían
preparado pavos y chanchos al horno que para venderse
necesitaban de su presencia.
Interceptado, en un principio rehuyó, pero dada la
gravedad del caso y de común acuerdo con Andrea esta
le dijo: “Cholo, mi Tía Filomena, es como mi mamá, ve a
auxiliarla que la Carmencita te acompañe y con su
bendición estoy segura que la curarás y yo venderé todo
lo preparado”. Félix partió como a las 8 de la noche con
rumbo a Coyona en 3 horas venció la subida del Fraile, y
en 2 horas más las laderas de Andanjo, para luego bajar
las empinadas y zigzagueantes bajadas del Cerro
Portachuelo. La acémila conocía el camino, pues había
hecho la ruta innumerables veces, la noche era
totalmente oscura y los zigzag se repetían, ya casi al
llegar al “Jaguay”, mitad de la bajada, la acémila
trastabilló y dando una vuelta de campana cayó de pie en
la curva siguiente. Félix cayó lanzado hacia un tupido
arbusto cuyas ramas lo amortiguaron y evitaron que
rodara por el precipicio y que además no sufriera lesión
alguna, tocó su cuerpo, estiró sus piernas, movió la
cabeza, y no sintió dolor alguno. Caminó con normalidad
y encontró al dócil animal de pie, como si lo esperara:
Reparó si estaba la alforja con las medicinas, la que
encontró intacta sobre la montura. Se hizo la señal de la
cruz, rezó y agradeció a la Virgen. “Virgen del Carmen, te
invocamos al partir para, que me protegieras, que otra
cosa puede ser sino tu protección, para que no me haya
pasado nada, la medicina está a salvo, yo estoy al borde
del precipicio, estoy bien, la acémila está intacta”. Montó
en la bestia y en 40 minutos más, ya sentía el murmullo
de las aguas de la quebrada, las faldas ya eran más
planas y a los lados del camino frondosos cafetales y
naranjos se mecían. Al pasar por la primera casa el
ladrido de los perros le daba la confianza de estar en
tierra habitada y más luego se percató de que había
llegado a su destino al oír y ver a los familiares
esperándolo.
Llegó a las 3 de la mañana, se apeó de la acémila saludó
y se dirigió al cuarto donde estaba postrada la enferma
que balbuceaba sudorosa, con alta fiebre y la mirada
vacía.
“Tía, gracias a la Virgen del Carmen, he llegado sano con
la medicina y gracias a ella te vas a poner bien”.
Le puso una inyección de Terramicina y dos de Alcanfor.
Cuando daban las 6 de la mañana, doña Filomena soltó
algunos quejidos y comenzó a hablar, reconoció a su
sobrino Félix, quien dejando su negocio y arriesgando su
integridad física había caminado toda la noche para hacer
posible el milagro de la Carmencita.
EL SUSTO

“Corazón”, así se llamaba el perro de la casa, de tamaño


mediano, vivaz, de color acaramelado, excepto el pecho,
la garganta y la panza que eran de un blanco pulcro. Era
juguetón y respondía con ladridos, lamidos o saltos a
cualquiera de sus conocidos. Eso sí era bravo con los
extraños, cuya presencia le incomodaba, pero nunca al
extremo de morder a nadie, además era extremadamente
belicoso con cualquier otro de su misma especie. Aquel
día por la tarde estaba jugando con la niña de la casa, a
la sazón de 6 años, mientras ella acompañaba a su papá
en algunas tareas de entrecortado de ramas a lo largo del
camino.
Sin percatarse de ningún peligro iban hija y padre, y el
leal galgo, avanzando por el camino real, en dirección a
la casa vecina que quedaba a 100 metros y ésta adentro
del camino, 100 metros más o menos. Entre casa y casa;
a pesar de lo cerca que se encontraban, no se podía
distinguir los movimientos que cada familia hacía, pues la
separación estaba cubierta por los árboles y plantas de
las chacras que eran altos y otros bajos.
Por lo que en el preciso momento que avanzaba de a
pocos y entre juego y juego, de la otra casa salían en
dirección al camino por donde ella iba, dos personas con
dos perros de raza pequeña que los seguían.
Eran perros pequeños, bravos y bullangueros que no
permitían ni transeúntes, ni animales mucho menos de su
género trasponiendo el frente de la casa a la que
pertenecían.
Por pura casualidad todos avanzaban sin poder
observase hacia un punto en que necesariamente tenían
que encontrarse.
Efectivamente, ya a unos metros y al percatarse del olor,
los perros, comenzaron a ladrarse y luego al observarse,
instintivamente se abalanzaron los unos sobre el otro,
sorprendiendo a todos y sin que nadie pudiese hacer algo
por evitarlo.
Como se esperaba “Corazón” se enfrentó a dos perros y
entre ladridos y dentelladas hacía una feroz pelea de un
par de minutos en los que la niña y su papá sorprendidos
quedaron al centro, mientras las otras persona buscaban
ramas con que golpear a los perros para separarlos y a
pesar de que la gresca no implicaba ningún peligro
material para ella, si lo creyó produciéndole un enorme
susto y una palpitación tan a prisa que estuvo a punto de
caerse y un sopor frío estremeció todo su cuerpo, el
miedo se hizo presa de ella y cuando en el tiempo más
corto los animales fueron separados quedó presa del
pánico, temblando y gimiendo inconsolablemente.
Se le llevó apresuradamente en vilo hasta su casa, se le
limpiaron los sudores, se le hizo tomar agua de azahares,
sus padres, sus hermanos, se turnaban para consolarla,
pero ella seguía igual, sin mostrar la mínima mejoría.
Pasaron horas y ya el crepúsculo comenzaba aparecer.
Todas las personas a su alrededor eran intrascendentes
para poder ayudarla, a pesar de su buena voluntad, se
acuerdan entonces que un trabajador de la casa que ya
estaba iniciando su descanso y a punto de dormirse,
pues en los campo las personas mientras más temprano
se acuestan más temprano se levantan.
El había venido de otro caserío y con sus 50 años de
edad dominaba muchas artes o curiosidades como él
decía con humildad, pero que hasta ese momento nadie
lo había sabido, la mamá de la niña fue a la casa
contigua donde descansaba a pedirle que por favor la
ayudara. Él le dijo que sí, efectivamente, sabía curar el
susto pasando el huevo o el cuy negro y que en este
caso era más complicado, pero no imposible, por lo que
pidió no preocuparse. Llegó donde la niña, la auscultó y
pidió entonces, que le proveyeran de un tizón de madera
prendido, de una chompa de la niña; además de maíz
blanco, una fruta de lima y un manojo de hierba de
verbena y que retuvieran al perro “corazón” sujeto en
toda la operación; pues era clave y esencial para poder
curarla. Con la chompa, el tizón ardiendo y el perro
“corazón” sujeto del cogote llegaron al sitio donde había
sucedido la pelea.
El curandero tenía preso al perro induciéndolo que
gesticule ladridos, con el tizón dibuja cruces en el aire, en
el suelo y la chompa la extiende y la pone en la tierra, la
levanta como si quisiera poner algo dentro, sigue
agitando el tizón y luego dice:´
“Aquí se ha quedado tu sombra niña”. ¡Sombra tienes
que entrar en esta chompa que te pertenece! Estos
animales te han asustado, pero no han podido hacerte
daño, sólo se han peleado delante de ti y tu cuerpo ha
perdido una parte de su alma, la que tenemos que
recoger ahora mismo ¡Sombra levántate, imprégnate en
esta chompa! ¡Tu no eres del suelo, no seas pesada, no
seas floja! ¡Con las cruces del Santísimo ya veo que te
levantas!
Seguía por minutos dibujando cruces con el tizón
ardiendo y que el viento avivaba, la chompa la levantó del
suelo, haciendo el ademán de doblarla para que
conservara supuestamente la sombra: “Ya es suficiente
ya estás saliendo de este sitio”, “acompañamos, ya estás
yendo con nosotros”
Y entonces iniciaron el recorrido de regreso a casa, en el
trayecto de los 300 metros a cada cierto trecho hacia las
cruces con el tizón y decía algo de lo que al principio y de
a pocos iban llegando a la casa, una vez en ella sentaron
a la niña que estaba acostada. Seguía como al principio,
sin mejoría, mal.
El advenedizo curandero hizo una mezcla de maíz blanco
molido, el jugo de una lima, agua de azahares, un poco
de agua, hasta formar una mezcla suelta, cogió las ramas
de verbena hasta forma un manojo, cuyas puntas
introdujo en la mezcla preparada y comenzó con él a
rociar por todo el cuerpo de la niña: “Has regresado a
completar el alma de la que eres parte, con la gracia de
Dios, habías quedado en el camino, te hemos recogido y
ya estás donde perteneces” La niña dio un gemido el más
fuerte posiblemente de todos los anteriores aspirando
todo el aire que pudo, el tiempo que se demoró en
expulsarlo, le bastó para quedarse total y profundamente
dormida, hasta el día siguiente, en que con la normalidad
rutinaria se despertó y comenzó a corretear y jugar por la
casa.
DON FEDERICO BOBADILLA

Fue el mayor de los 5 hermanos, hijos de don Zenon Bodabilla y de doña Rafaela
Elera.
Cuando vinieron a colonizar las tierras de Coyona, frisaba los 20 años de edad, por
lo que había asimilado las buenas costumbres de las gentes que poblaban los
derredores de las parcelas que sus padres trabajaban en Pasapampa donde había
nacido. Como la mayoría de los niños del campo, en esos años su paso por la
escuela primaria no fue para el tan exitosa por lo lejano que quedaba el plantel, que
fue el motivo de peso para no culminar los años programados pero al retirarse ya
dominaba la lectura y la escritura. Gracias a la labor docente de don Eliseo García,
docente por esos lares y de larga trayectoria.
Sus primeros pasos y quehaceres estaban estrechamente ligados a los trabajos
domésticos de apoyo a sus padres en la casa, en la crianza y cuidado de los
animales y la agricultura en sus diversas facetas por lo que dominaba los secretos
de estas actividades…
Desde niño tenía el don innato del humor, a reírse y hacer reír de cualquier
circunstancia. Premunido del ejemplo de los padres era recto, condescendiente,
amante de la verdad, del trabajo. Por convicción de su mamá era muy apegado a
Dios y a la Iglesia. Era amante de la lectura, la biblia y los libros religiosos, así
como algún libro picaresco de Quevedo, Sofocleto o el Quijote de la Mancha,
formaba parte de lo poco de su bibliografía a lo que se le agregaba los periódicos y
las revistas que leía de vez en cuando, como “Selecciones” y otros.
En coyona en los meses de invierno, la lluvia constante impedía salir a trabajar a
las chacras, por lo que, ese tiempo libre se aprovechaba para la lectura, ya que por
las noches era imposible, porque los mecheros de kerosene se usaban para otras
cosas, lecturas que se hacía en las bancas de madera, en los frontis de las casas o
en las hamacas que pendían de los pilares que sostenía los techos. Su afición por
los versos y las cumananas iba naciendo en él cuando ya de joven se tenía que
bromear con otros de su misma edad y cuando comenzaba a tener interés y
aprecio por las jovencitas. Era por antonamasía un enamorador emperdernido.
Tenía en él la habilidad de la expresión fácil que sazonaba con versos y a pesar de
que su voz no era afinada cantaba y rasgaba la guitarra con uno que otro ritmo
agradable y entonces lanzaba sus versos al aire.
Del pueblo de el otro lado
me corrieron como a un oso
no me corrieron por malo
lo hicieron por amoroso.

Que culpa tengo si hay ojos


que los abre mi canción
que en ese pueblo haya otros
que cantan como chiclón.

Era un excelente trabajador, ducho en la toma de decisiones y su colaboración fue


decisiva para ayudar a sus padres, en la colonización de Coyona. Tenía
conocimientos para trazar caminos y acequias como sí el uso de las cotas le
hubieran sido familiares. Al frente de los otros pobladores de Coyona y San
Francisco en proyectos comunes de beneficio mutuo, trazaron las líneas,
desbrozaron los árboles, dinamitaron o a combazo limpio quitaron las piedras para
hacer los caminos de Coyona a Canchaque, a San Francisco, a Succhil, a
Calderón. Siempre viendo el sitio preciso para los zig – zag y para evitar los
precipicios. Igualmente, todas las tomas de agua para las irrigaciones fueron
trazadas por él y bajo su liderazgo llevaron las aguas desde Coyona a Calderón.
Que era un fundo que no tenía acceso al agua, salvo llevándola desde Coyona
Fue de gran apoyo su liderazgo para la apertura del camino carrozable de Barrios a
Coyona, allí junto a los ingenieros arengaba a los moradores con chistes, versos,
para que el trabajo voluntario sea más ameno y colaboraba en la entrega de
comida y bebidas para no detener el paso y concluir la obra en el plazo establecido.

Con su jocosidad, dominio de escena y la facilidad que llegaba a sus oidores era
amena y esperada su actuación. En una de esas y terminada su intervención y los
aplausos recibidos. El Ingeniero, Jefe de la Obra y para abonar en el jolgorio
habido y sin ánimo de faltarle el respeto le responde con el consabido y despectivo
verso dedicado a quienes quieren fungir de poetas:
“Si eres poeta
y versos compones
desabrochame la bragueta
y …………………………..

La gente aplaudía al ingeniero y quería saber cómo respondía don Federico.


Este entre ofendido y sorprendido en el acto responde:
“Mi conducta es bien tomada
de mis padres aprendida
ofensa que es bien tomada
tiene que ser bien respondida.

El burro no tiene escuela


y el perro es para que ladre
aunque ofenderle me duela
que se lo haga su madre

Los trabajadores estallaron en vivas y aplausos para don Federico y el Ingeniero


blanco que era se puso rojo y balbuceó; “Ay don Federico con Ud. no se puede”.
Amante de la caza y premunido de su escopeta no dejaba el lar paterno sin la
carne de aves que abundaban en los bosques. Los domingos por lo general
disfrutaba de la carne fresca de sajino que con plátano verde o yuca sancochados
eran el deleite de su familia.
Tenía afición por la exploración y no había un recodo de Coyona y alrededores en
el que no haya hurgado, buscando algún mineral o algún vestigio de los
antepasados. Era aficionado a tallar la madera para hacer utensilios de casa y con
los tallos ahuecados de carrizo o de Guayaquil fabricaba flautas y quenas
(antaras). Había adquirido conocimientos de primeros auxilios y era experto
poniendo inyecciones como un sanitario para cualquier enfermedad.

Como pedirle a mis ojos


que al verte pasen de largo
ahora que eres de otro
un trago dulce y amargo.

Aunque de mejor pensarlo


De los dos es el perder
con todo lo que me has dado
¿Qué te queda de mujer?

En Coyona como en otros caserío se realizan anualmente la celebración de las


fiestas de los Santos Patrones, en las que hacen presencia con sus mejores
atuendos las familias y si el santo trasciende en la comarca viene de los otros
pueblos en busca de esparcimiento y para cumplir su promesa, que es la visita a la
que se obliga el creyente en su fiesta de todos los años, so pena de ser castigado
por el santo, en caso de no hacerlo.
La fiesta tiene diversiones deportivas, bailes, procesiones, misas, novenas, reparto
de comidas y conservas que son dulces de calabaza, achira y camote y se
entregan con pan y con queso.

Para amenizar la reunión se reparten licores que exaltan los ánimos y predisponen
la voluntad para desarrollar episodios que posiblemente sin su influencia estaría
anquilosados en el pensamiento, justo a partir de ahí aparecen los contrincantes
lanzándose cumplidos o indirectas que muchas veces son respondidos.

Arrancar Don Federico

De alegría rebosante
hasta hoy mi vida ha sido
no soy ningún arrogante
ni tampoco un resentido.

El contrincante responde

No se le ocurra al Señor
creer que le tengo envida
igual que él tengo honor
y respeto a mi familia.

Sigue don Federico

Yo solo quiero un rival


ojalá que tenga uno
y no cualquier animal
mucho menos su rebuzno

El contrincante responde

Si las palabras son necias


sólo quedan en el aire
y si con ellas desprecias
no le interesas a nadie

Sigue don Federico

A la mujer con cariño


a los padres con respeto
todo el amor a los hijos
a Dios lo anterior completo.

El contrincante responde

A la tierra reverencias
trabajarla con cuidado
que de la vida es la esencia
del hombre el bien más preciado.

Cierra don Federico

Que haya la sana alegría


que sea franco homenaje
hay que dejar que la vida
sanamente se relaje

Cierra su contrincante

A los presente invoco


a no excedernos en nada
venga la alegría de a pocos
para que la diversión sea larga

Los moradores del pueblo y también los visitantes en año de año van recibiendo los
cargos para presidir la fiesta en forma rotatoria y de acuerdo a sus posibilidades en
elección que si se concretiza y hay la aceptación tácita, el elegido se obliga a hacer
y cumplir todas las actividades principales, que incluyen la preparación y entrega
de comida, de conserva, de licores, conseguir conjuntos musicales, equipos de
sonido, juegos artificiales y avellanas de sonido fuerte y característico, todo esto
con una junta de allegados que le ayudan.

El esparcimiento que esto conlleva rompe la rutina de la vida diaria en los campos y
por eso que cada fiesta es muy esperada. Para don Federico como para cualquier
joven casadero esas fiestas eran esperadas, porque además permitían la
interrelación con las jóvenes en los bailes al son de sanjuanitos, pasillos, yaravíes o
marineras. Para hacer una promesa asiste a la fiesta de Huamala y conoce a una
joven trigueña, alta, bien formada, de cabello negro y rostro atractivo.

Para cumplir mi promesa


desde Coyona he venido
que milagro y que sorpresa
la santita me ha tenido.

Aquí en Huamala prometo


que mis andanzas terminan
a Coyona me regreso
con la mujer de mi vida.

Entonces con sus treinta años de vivencia formaliza una relación y se establece en
una parte de Coyona a la que trabaja de ahí en adelante con la energía de su
juventud y como consecuencia de ello llega a tener unas hermosas chacras de
café, de plátano, naranja y caña. La caña la convierte en miel y chancaca en un
trapiche manipulado por yunta de toros y cuya fragancia de preparación
transcendía los hermosos paisajes que daban las plantaciones y los huarapos eran
calmantes para la sed de los transeúntes ocasionales. Fue el conductor apegado a
sus parcelas y sus cosechas eran abundantes, fue padre de 9 hijos y su casa era
una espléndida construcción de adobe con calamina a 2 aguas levantada a
desnivel en las tierras de arcilla. Preciosos jardines y huertos le daban más
vistosidad y hermosura.

Un año antes de dejar este mundo tuvo un sueño premonitorio. Su hija mayor
había fallecido dos años antes dejando en la familia, una estela de consternación y
tristeza.
Mientras descansaba y dormía, su hija apareció en sus sueños pidiéndole iniciar un
recorrido por entre enormes paisajes de interminables caminos bordeados de
arbustos con racimos de flores de diversos y encantadores colores, árboles llenos
de verdes y de rojos frutos, aves volando, arroyos y aguas azules corriendo
interminables, pequeñas cascadas que formaban lagos con peces dorados y
grandes aves azules y blancas con sus críos moviéndose a todos lados, colinas
verdes, nubes plateadas y familias con vistosos vestidos y de colores relucientes
recorriendo, jugando o retozando y todos atentos y muchos junto a un hombre alto
de brillante vestimenta, blanco, de pelo rubio y barba crecida y cuidada, a sus
costados personajes alados bellísimos con vestimenta crema y brillante, satisfecho
y feliz recordaba a todos los pueblos que había recorrido y no encontraba el
mínimo de parecido.
Cogido de la mano de su hija recorre hora tras horas, incluso con facilidad
asombrosa hacen levitación y caminan como volando transmontando en minutos
verdes e interminables colinas
Preocupado de no encontrar a su esposa y a sus otros hijos pregunta, el que por
qué y su hija le responde que a ese paraíso por lo pronto van a visitarlo solo los
dos.
Se despierta preocupado y feliz de haber visto a su hija, le cuenta todo a a su
familia y asume que esa es la visión de su próximo viaje que lo único que no sabe
es cuando será.

Don Máximo era su hermano y hace poco había llegado a Coyona y dejado sus
negocios de Canchaque para dedicarse íntegramente a sus parcelas de Coyona, lo
acompañaban su esposa y una hermana de su esposa y por eso iban de convite en
convite y en esa tarde se había acostado temprano.
Don Federico con el sano propósito de hacerlos reír más que de asustarlos, se
había proveído de una máscara hecha de la cáscara alargada de una calabaza con
aberturas como de ojos, nariz y boca, y que tenía suficiente espacio como para
haberle puesto por dentro una vela prendida. Esta máscara acercada a la cara y
en movimiento daba la impresión que centellas de luz brotaban de ella y pendía de
un cuerpo que se movilizaba y salía de la penumbra de la chacra en dirección a la
casa, produciendo tremendo espanto en ingenuos peones que retozaban en la
pampa alrededor de la casa y que creyeron que era el diablo en persona, por lo
que temblorosos fueron a avisarle a Don Máximo.
Éste muy precavido toma su arma de fuego y estando a unos veinte metros del
supuesto demonio, carga el arma y con toda la potencia de su voz dice: ¡A mi no
me va a asustar ningún demonio, pero sino cae con una bala, tengo tantas balas,
como para hacerlo polvo!
Y luego un tanto sugestionado apunta con el arma para en efecto disparar si el
bulto llegase a cinco metros que consideraba peligrosos.
El supuesto demonio echa al suelo la máscara luminosa, levanta las manos y Don
Federico que estaba detrás de la máscara dice: “Hermano Máximo, no dispares,
no dispares sólo era una broma para hacerlos reír”.
Don Federico recibe una visita inesperada. Conocidos de Canchaque haciendo
propaganda política para las elecciones municipales llegan a su casa.
Terminado el almuerzo, un costumbrista aperitivo rompope para acentuar unas
copas de aguardiente que los marea un poco.
Uno de los visitantes era cantante y además guitarrista y los dos sabían del pasado
de su anfitrión y conocían a una joven llamada Yolanda con la que había tenido una
sonada aventura y productos de ello una hija.
En la euforia en que los tragos van y vienen y de pasar de una canción a otra y
confabulados los dos cantantes con una segunda intención le dedican el bolero;
“donde estas Yolanda”, muy conocido en la época.
La guitarra bien rasgada y la canción bien entonada se diría para los cantantes,
que hacen traer a la mente de don Federico, el recuerdo del romance tenido, pero
el al darse cuenta de la intención, finge sentirse afectado, dibuja una mueca en su
rostro y zuas cae redondo al suelo.
Los cantantes espantados, creyéndose culpables de lo que sin lugar a dudas
parecía un infarto, irrumpen en gritos llamando a la familia, le aflojan las ropas, le
abren la camisa, le hacen masajes en el pecho y le dan aire para recuperarlo. Y
entre ellos se lamentan en voz baja de haberle causado tal mal, echándose la culpa
el uno al otro, de haber propuesto cantar la canción y porque el otro tenía que
haberla cantado.
Don Federico que no tenía nada y creyendo que ya es suficiente, tanto fingimiento
se levanta riéndose: “Ay hijitos como me van a cantar esas canciones y ¡ja, ja!

Le llega una visita del pueblo, interesado en la miel de palo, miel de abejas
silvestres que hacen su colmena en troncos de árboles añosos. Muy cotizada para
remedios caseros.

Don Federico era un hábil conocedor y cosechador de tan rica miel por que si no
tenía el producto en casa si sabía en que árbol de bosques podía conseguirlo, sólo
esperaba el momento ideal para ir por él.
Fingiendo no saber nada le dice a su visita: “De seguro en el bosque, podemos
encontrar miel, la única forma de saber dónde, es seguir a una abeja a la que le
amarremos un hilo rojo liviano y vistoso. La soltamos cerca del bosque, y por el
hilo sabremos donde va”.
Las abejas cuando están atrapando polen con sus patas metidas en las flores son
fáciles de coger y en el jardín encontraron una, la que cogieron, le pusieron el hilo
rojo, debajo de las alas y para conservarla la metieron dentro de una cajita de
fósforos.
Caminaron a la montaña en dirección al árbol que ya previamente don Federico
tenía ubicado y memorizado, sueltan la abeja que comienza a volar y ellos a
perseguirla. Unas decenas de metros y el extraño ya no podía distinguida, don
Federico tampoco sólo que ya estaba junto al árbol conocido anteriormente y
fingiendo lo contrario le dice a su amigo: “Ahí va, ahí se ve el hilo, se está metiendo
en el hueco de ese árbol, ya ve, yo le dije que la sigamos para encontrar la
colmena”.
Echan el árbol abajo y cosechan varias botellas de tan rica miel.

Las hojas debajo de los árboles tupidos de los bosques caen y caen y se acumulan
y en verano se resecan y si algún ser vivo las pisa, producen ruido perceptible a lo
lejos y dependiendo del peso que tenga.
Don Federico caminaba con su esposa por un camino que limitaba con el bosque
lleno de hojarasca. Iban discutiendo algún problema casero y por ratos se
exaltaban. Ella le reclamaba, echándole la culpa y el se sentía ofendido,
En determinado momento él con más sorna que ofensa le dice: “Bueno, esto no
tiene solución y el único remedio es mi partida. ¡me voy!.”
Aprovechando que ella iba adelante y junto a él había un chope (montículo bajo y
con bastante ramas espesas) en forma rápida se esconde. En ese chope estaba
escondido un zorro grande que al sentirlo se escapa veloz hasta la distancia por
donde ya caminaba doña Luisa, su esposa que seguía hablando y echándole la
culpa, percibió el sonido que hacía el zorro, pero no volteaba a mirarlo; por lo que
después de un rato y al notar que nadie le respondía recién voltea y ya no lo ve a
su esposo, entonces, asume que el ruido que escucha, es de don Federico y que
efectivamente se internaba en el bosque para ir de Seguro a otros lugares y
separarse de ella.
Entonces piensa que no siendo tan relevante la discusión tenía que terminarla y
darle un vuelco a su reclamo y opta por perdonarlo, dada la reacción inesperada a
la que según ella habían llegado.
A esas alturas ya asumía que el ruido delante de ella, era como de caminata de
alguien que se alejaba y que era el de su esposo. Avanzó tras el ruido y
cambiando radicalmente su conducta profirió llamados en voz suplicante:
“Federico no te vayas por favor, te perdono, regresa”.
A medida que ella avanzaba el ruido de la hojarasca avanzaba, ella seguía
gritando, llegaron al pie de un cerro donde en un frondoso árbol descansaba un
zorro pardo mediano y ya había cesado al ruido de la hojarasca.
Decepcionada entonces lo mira y percibe que a ese animal estaba siguiendo y no a
Don Federico: ¡Zorro maldito! ¡Zorro desgraciado! ¡A ti te he estado siguiendo!
Agarra piedras que lanza con fuerza que ni siquiera le llegan.
En eso don Federico que después de esconderse optó por seguirla y al verla
gritándole al zorro, le dice: ¡Yo he venido tras tuyo, te hablaba, pero no me
escuchabas, por estar gritando. Que culpa tiene el pobre zorro!

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