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1552-1069)
El inicio de este período surge tras la expulsión de los hicsos. Carácter de cruzada
contra el enemigo invasor será la justificación de una expansión territorial como nunca
fue alcanzada. Se fraguó una leyenda xenófoba contra lo hicso y contra todo lo
extranjero en general. La justificación política tuvo una respuesta de carácter militarista
en pos de un imperio. La expulsión de los hicsos y el expansionismo tebano significó la
necesidad de gestionar un Estado de nuevo cuño, tarea que asumirá la dinastía XVIII y
que será renovada por la XIX. Tebas será la capital incluso cuando se unifique Egipto.
Era preciso que la capital estuviera más cerca de los territorios conquistados en Nubia o
quizás el territorio reconquistado norteño no tenía la infraestructura necesaria.
Aun así no rompió los lazos que le unían con el pasado. El ideal de justicia y
verdad, la maat, una percepción humanizada del entorno tanto como del
comportamiento, tendrá que ser restaurada cuando el estado de cosas así lo exija. El
conjunto de creencias se mantuvo imperturbable y los viejos cultos, así como la
estructura económica organizada a través de los templos y las fundaciones funerarias,
siguieron manteniendo su vigor o lo acrecentaron.
El apoyo principal partía del propio dios Amón, es decir, del aparato de gobierno
del templo, vinculado a la oligarquía de la ciudad. La dinastía XVIII se había afianzado
en el poder con la fuerza del dios tebano y los cargos relacionados con el clero de Amón
están presentes en la mayor parte de la documentación disponible. Templo y palacio
eran dos instituciones que se hallaban unidas y se reforzaban mutuamente. El Sumo
sacerdote de Amón se encargaba de que el clero y el templo fuesen fieles al monarca.
Con Akhenatón el cisma no fue religioso, porque muchos de los sacerdotes de Amón
pasaron a serlo de Atón. El drama fue llevarse la capital de Tebas a El Amarna. A su
muerte, los intereses generales de la clase dirigente coincidían en volver a la religión de
Amón como elemento de estabilidad del sistema. El castigo de su memoria fue un hecho
posterior, emanado desde la propia monarquía, tal vez en relación con la idea del orden
universal, la justicia y la paz, el viejo concepto de maat, del cual los monarcas eran los
garantes de la vida terrenal y que se trastocó por la disputa religiosa. Disputa que
posiblemente enmascaraba un conjunto de intereses económicos y de explotación de
recursos de los templos que afectaba a un grupo muy nutrido de personajes importantes.
Otra cuestión es el Éxodo hebreo, situado sin razones contundentes bajo Ramsés
II o Merenptah. Ninguna fuente egipcia se hace eco de lo que la Biblia llamó éxodo.
Relacionado con la expulsión de los hicsos bajo Ahmosis señalado por Manetón. Otro
epitomista de Manetón sitúa el éxodo a fines de la dinastía XVIII. Tal vez signifique
sucesivas salidas de hebreos de tierras egipcias. Los hebreos se confundirían con toda
suerte de beduinos llamados apiru y aamu, relacionados con períodos de mayor o menor
escasez de recursos. Ello está relacionado con la no xenofobia egipcia, pues dicho
sentimiento fue producto de una ideología posterior a los hechos. Los momentos de
esplendor de los reinados de la dinastía XVIII como Tutmosis III o Amenofis III, fueron
un buen escenario para la necesidad de mano de obra, y ello pudo ser motivo de acogida
de beduinos que pasaban por momentos de escasez. Las plagas bíblicas de las tinieblas
y fuego del cielo ha sido fechado por la explosión del volcán de Thera entre el siglo
XVI y XV.