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108 MALDITOS 87 Esta idea le parecio de una comicidad extrema Se puso a reir a carcajadas. De pronto su risa se corto en seco, y su cara tom6 una expresién 1G- gubre. —Deseo que dé usted esas conferencias, Herr profesor, y que pueda decir en ellas hasta donde jos sefiores del Herrenclub, los intelectuales con monéculo y una parte de nuestro Estado Mayor, han levado a Alemania... No faltaran en ella he- raldos para proclamar que fue el jefe del nacional- socialismo y los fanaticos de su partido quienes perdieron a Alemania, por orgullo y por ignoran- cia. El historiador diré que éramos nosotros quie- nes teniamos la raz6n y que la traicién era mucho mayor de lo que los viejas Camisas Pardas supo- nian y advertian a sus dirigentes. Se han encon- trado, por ejemplo, con el caso del almirante Cana- tis, a quien han tenido que colgar de un gancho de camicero. gQuiere usted decirme, Herr profesor, qué Ejército, en una guerra moderna, es capaz de conseguir la victoria si el jefe de su contraespio- naje acta de acuerdo con el enemigo? jNinguno! Ni aun cuando los soldados de sus regimientos fue- ‘sen cien veces mas bravos que los que combaten ahora a nuestro lado... jMire! {Bonito estilo!; imuy bonito estilo! Me parece magnifico... Los cafiones de asalto antitanques volvieron a disparar. El Standartenjilhrer pidié permiso para vaciar la botella de gin y continuéd su mondlogo: —El Fiihrer era tan incapaz de comprender esta guerra, que fue él quien exigié la creacién del Ar- ma acorazada, perfectamente instruida, para ope- Tar en estrecha unién con la aviacion tactica, a ja que ha prodigado siempre todos sus cuidados. Puedo afirmaries que, a este respecto, el Filhrer no fue solamente un tedrico, sino que vigilé la apli- cacion de principios técnicos primordiales, de los ‘que la mayor parte de los bros de su Estado Mayor no tenian la men quien exi B16 que el Ti ” vation de oc SAINT-PAUI IE 88 . , atravesar blindajes de q : Cae. 0 ce oyamente, le respondiers ey de vista tecnico, ore DOR, vigilar personalmente la ae & & Dun: y tuvo Que etiles especiales de estos ocho con Ocho, de los De y medio largos de los Panther, Per, y de los S hiera tenido el genio de César y de Na. aunque hubie do intitil: desde hace dos afio 5 iera Si Bee ee contin en falsas personalidades, ‘vreinmilller habia cogido de un brazo a Gauyin a con fuerza: Speeder: no sirve mas que para moriy pellamente... A mi, que soy bavaro y un poco ca. télico, no me gusta Spengler. Es un prusiano mes. tizo de judios... De la peor especie. Sin embargo e] individuo ése vio claro cuando subrayaba aque. Ya observacién de Napoleén, segun la cual, vues- tro Emperador habria triunfado si hubiese dispues- to no solamente de buenos soldados «sino también de un Cuerpo de oficiales como el de los austriacos, donde subsistian atin las tradiciones caballerescas del honor, de la lealtad, de la disciplina y del sa- crificio» (1). Es un veterano quien le esta hablando, Herr profesor, Créame; no estariamos aqui si, como Stalin, el Fihrer hubiese tomado la elemental pre- caucién, antes de comenzar esta guerra, de fusilar a la mayor parte de los miembros del Alto Estado Mayor prusiano. Es milagroso que, después del gol- pe del veinte de julio, hayamos resistido en el Este. éSabia usted que uno de los ceémplices, de Stautf- fenberg, el comandante Kuhn, perteneciente a la Seccion de Organizacioén del Oberkomando des Heeres (2) se habia pasado a los rojos? Pero ya he filosofado bastante; oigo a sus antitanques dis- parar. jVuelve a haber jaleo! Mire usted mismo: ibonita vista! cen y que e I cientos milimetr que, desde el pun y vi * % C1) TO SPENGLER, Atios Gecisi J iSiVOS, (2) Alto Mando del wYército de Tierra. 10S MALDITOS 89 La ola de monstruos de acero, que se desplegaba desde tres sitios a la vez, fue detenida a menos de ciento cincuenta metros de la plaza, no sélo gra- cias a los antitanques y a los Panzerfausten, sino también a las piezas de asalto del 10,5, rechonchas, rabiosas, que disparaban con un silbido prolonga- do, desgarrador. A los ultimos destellos del cre- pusculo, Gauvin podia observar los impactos de los proyectiles sobre los Klims. En su blindaje, y du- rante medio segundo, aparecian circulos rojos, que. le recordaban el color de los helados de frambue- sa, y, aun mas, el de los hierros que dejaban en- friar sobre el yunque los herreros, y que habia visto alguna vez en su infancia. Los tanques ardian lentamente y algunos explotaban. Un viento suave llevaba hacia la plaza una espesa humareda que olia a carne quemada. La mirada de los granade- ros traspasaba el humo y las Hamas; se temia a cada instante ver surgir las primeras olas aullan- tes, ahitas de alcohol, de las hordas del Gran Khan. La infanteria enemiga unicamente se dejé ver desde bastante lejos, pero, hacia medianoche, una avalancha de fuego se abatiéd sobre la Herman- nplatz. Era preciso retirarse. Orden de la Divisién. Los voluntarios, agotados por diez horas de comba- te, remontaron calles de nombres siniestros para. los franceses, la Bliicherstrasse, el muelle de Wa- terloo, un poco al Norte del antiguo cuarte) del Primer Regimiento de Dragones de la Guardia Im- Perial, Sin embargo, ninguno de ellos pensaba en los nombres que podian Ievar aquellas ruinas que atravesaban. Casi todos iban durmiendo mientras marchaban. Todos los soldados de infanteria del mundo han sufrido parecido suplicio, pero, aqui, la tortura era mayor. Se tropezaba a cada paso, o caian en algtin agujero abierto por las bombas. Ha- bia que volver a andar tambaleandose bajo el peso de las 5 nes. Los heridos apre- 16a s ees SAINT-Patry ahuyentar el suefio. La g. a parte de ja 7° irTanque: ee mte de Mécker, lanzangs® 90 y el dolor y pudieran pafiia de Gauvin y ua el canal sobre el pue pleno pulmon: + nis si nous ¥ laissons la peau, soe n’y ira jamais em TepOs...> Hitlerianas, ya no hab, Berlin. De los sdtanos eS Ja gente salia para ye, que cantaban en la no. che. Se habia corrido la voz de que

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