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Esta idea le parecio de una comicidad extrema
Se puso a reir a carcajadas. De pronto su risa se
corto en seco, y su cara tom6 una expresién 1G-
gubre.
—Deseo que dé usted esas conferencias, Herr
profesor, y que pueda decir en ellas hasta donde
jos sefiores del Herrenclub, los intelectuales con
monéculo y una parte de nuestro Estado Mayor,
han levado a Alemania... No faltaran en ella he-
raldos para proclamar que fue el jefe del nacional-
socialismo y los fanaticos de su partido quienes
perdieron a Alemania, por orgullo y por ignoran-
cia. El historiador diré que éramos nosotros quie-
nes teniamos la raz6n y que la traicién era mucho
mayor de lo que los viejas Camisas Pardas supo-
nian y advertian a sus dirigentes. Se han encon-
trado, por ejemplo, con el caso del almirante Cana-
tis, a quien han tenido que colgar de un gancho de
camicero. gQuiere usted decirme, Herr profesor,
qué Ejército, en una guerra moderna, es capaz de
conseguir la victoria si el jefe de su contraespio-
naje acta de acuerdo con el enemigo? jNinguno!
Ni aun cuando los soldados de sus regimientos fue-
‘sen cien veces mas bravos que los que combaten
ahora a nuestro lado... jMire! {Bonito estilo!;
imuy bonito estilo! Me parece magnifico...
Los cafiones de asalto antitanques volvieron a
disparar. El Standartenjilhrer pidié permiso para
vaciar la botella de gin y continuéd su mondlogo:
—El Fiihrer era tan incapaz de comprender esta
guerra, que fue él quien exigié la creacién del Ar-
ma acorazada, perfectamente instruida, para ope-
Tar en estrecha unién con la aviacion tactica, a
ja que ha prodigado siempre todos sus cuidados.
Puedo afirmaries que, a este respecto, el Filhrer
no fue solamente un tedrico, sino que vigilé la apli-
cacion de principios técnicos primordiales, de los
‘que la mayor parte de los bros de su Estado
Mayor no tenian la men quien exi
B16 que el Ti ”
vation de ocSAINT-PAUI IE
88 .
, atravesar blindajes de q
: Cae. 0 ce oyamente, le respondiers
ey de vista tecnico, ore DOR,
vigilar personalmente la ae & & Dun:
y tuvo Que etiles especiales de estos ocho con Ocho,
de los De y medio largos de los Panther, Per,
y de los S hiera tenido el genio de César y de Na.
aunque hubie do intitil: desde hace dos afio
5 iera Si
Bee ee contin en falsas personalidades,
‘vreinmilller habia cogido de un brazo a Gauyin
a con fuerza:
Speeder: no sirve mas que para moriy
pellamente... A mi, que soy bavaro y un poco ca.
télico, no me gusta Spengler. Es un prusiano mes.
tizo de judios... De la peor especie. Sin embargo
e] individuo ése vio claro cuando subrayaba aque.
Ya observacién de Napoleén, segun la cual, vues-
tro Emperador habria triunfado si hubiese dispues-
to no solamente de buenos soldados «sino también
de un Cuerpo de oficiales como el de los austriacos,
donde subsistian atin las tradiciones caballerescas
del honor, de la lealtad, de la disciplina y del sa-
crificio» (1). Es un veterano quien le esta hablando,
Herr profesor, Créame; no estariamos aqui si, como
Stalin, el Fihrer hubiese tomado la elemental pre-
caucién, antes de comenzar esta guerra, de fusilar
a la mayor parte de los miembros del Alto Estado
Mayor prusiano. Es milagroso que, después del gol-
pe del veinte de julio, hayamos resistido en el Este.
éSabia usted que uno de los ceémplices, de Stautf-
fenberg, el comandante Kuhn, perteneciente a la
Seccion de Organizacioén del Oberkomando des
Heeres (2) se habia pasado a los rojos? Pero ya
he filosofado bastante; oigo a sus antitanques dis-
parar. jVuelve a haber jaleo! Mire usted mismo:
ibonita vista!
cen y que e I
cientos milimetr
que, desde el pun
y
vi
* %
C1) TO SPENGLER, Atios Gecisi
J iSiVOS,
(2) Alto Mando del wYército de Tierra.10S MALDITOS 89
La ola de monstruos de acero, que se desplegaba
desde tres sitios a la vez, fue detenida a menos de
ciento cincuenta metros de la plaza, no sélo gra-
cias a los antitanques y a los Panzerfausten, sino
también a las piezas de asalto del 10,5, rechonchas,
rabiosas, que disparaban con un silbido prolonga-
do, desgarrador. A los ultimos destellos del cre-
pusculo, Gauvin podia observar los impactos de los
proyectiles sobre los Klims. En su blindaje, y du-
rante medio segundo, aparecian circulos rojos, que.
le recordaban el color de los helados de frambue-
sa, y, aun mas, el de los hierros que dejaban en-
friar sobre el yunque los herreros, y que habia
visto alguna vez en su infancia. Los tanques ardian
lentamente y algunos explotaban. Un viento suave
llevaba hacia la plaza una espesa humareda que
olia a carne quemada. La mirada de los granade-
ros traspasaba el humo y las Hamas; se temia a
cada instante ver surgir las primeras olas aullan-
tes, ahitas de alcohol, de las hordas del Gran Khan.
La infanteria enemiga unicamente se dejé ver
desde bastante lejos, pero, hacia medianoche, una
avalancha de fuego se abatiéd sobre la Herman-
nplatz. Era preciso retirarse. Orden de la Divisién.
Los voluntarios, agotados por diez horas de comba-
te, remontaron calles de nombres siniestros para.
los franceses, la Bliicherstrasse, el muelle de Wa-
terloo, un poco al Norte del antiguo cuarte) del
Primer Regimiento de Dragones de la Guardia Im-
Perial, Sin embargo, ninguno de ellos pensaba en
los nombres que podian Ievar aquellas ruinas que
atravesaban. Casi todos iban durmiendo mientras
marchaban. Todos los soldados de infanteria del
mundo han sufrido parecido suplicio, pero, aqui, la
tortura era mayor. Se tropezaba a cada paso, o
caian en algtin agujero abierto por las bombas. Ha-
bia que volver a andar tambaleandose bajo el peso
de las 5 nes. Los heridos apre-
16a s eesSAINT-Patry
ahuyentar el suefio. La g.
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Berlin. De los sdtanos eS
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que cantaban en la no.
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