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El origen de los partidos

Marcelo Arequipa

Algunos sostienen que no tenemos partidos, que eso que podrían llamarse como tales no son
más que clubes de amigos organizados alrededor de un liderazgo en particular. Por supuesto
que hay una sensación extendida como punto común para todos, respecto del
cuestionamiento de esto que conocemos como lo que podría ser la forma partido y su
correspondiente representación política de la sociedad.

Sin embargo, incluso asumiendo que la idea mencionada sea así, pues estamos frente a los que
se conocen en la literatura como partidos de élites, porque la esencia de este tipo de partidos
es un pequeño núcleo de individuos con acceso personal e independiente a los recursos y con
capacidad para situar a uno de los suyos o a sus nominados como representantes en el
Legislativo.

Es verdad que varios partidos no tienen una secuencia en el tiempo reconocible más que el
MAS, el resto son organizaciones políticas cuya duración, por distintas razones, terminó siendo
bastante efímera. Pero quisiera ir a una tesis de fondo que tiene que ver con que los partidos
nacen justamente porque intentan partir una parte del todo que es la sociedad, a esa parte
con la que inician es a la que pretenden representar en primera instancia. Entonces una
pregunta central que emerge es ¿cuál es el punto de partida de los partidos?

Para responder a esta pregunta, primero me concentro en identificar las distintas razones por
las que estamos fraccionados, es decir, divididos como sociedad. Aquí encontraremos distintos
tipos de fracturas sociales que nos dividen, como el regionalismo, el indigenismo, lo popular, la
condición de clase social, la ideología. Para mencionar solo algunas.

Es a partir de estas fracturas sociales que se van formando en el país lo que podemos llamar
partidos políticos, o lo que usamos conceptualmente como organizaciones políticas (partidos,
agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas). Basta con indagar, por ejemplo, en los últimos
años observando a éstas: Creemos tiene un origen claramente regionalista del oriente del país,
al igual de lo que en su momento fueron los Demócratas. De organizaciones políticas
regionalistas también se sirvieron el Movimiento Sin Miedo y Sol.bo.

Comunidad Ciudadana tiene un origen que mezcla la condición de lo urbano con la condición
de clase social. Y en menor escala, pero apelando a los mismos orígenes se encuentra Unidad
Nacional de Doria Medina. Hasta aquí, como se darán cuenta, no hay ninguna organización
política que reclame el componente ideológico, creo que por eso el MAS los apunta con el
dedo peyorativo para identificarlos como la derecha ideológica. Y no estaría mal que alguno de
ellos se identificara como tal, porque eso obligaría al actual partido oficialista para arriesgarse
a salir de su zona de confort en la que se ubica afirmando que solamente ellos son la
representación genuina de la sociedad boliviana, y entonces el debate no sería exclusivamente
en torno a fracturas sociales, sino en términos ideológicos generales.

El MAS, en lo que le toca, concentra en su nacimiento las fracturas sociales de lo indígena, lo


regional y la condición de clase social; a todas esas fracturas juntas las llegó a denominar como
el complejo mundo de lo popular en el país. Mantenía cierta hegemonía en ese cuadrante
hasta antes de las pasadas elecciones subnacionales de este año, cuando le salieron
disidencias internas que llegaron a ser la expresión de verdaderos fenómenos políticos
electorales, como el caso de Eva Copa y de Damián Condori.

En síntesis, cambiar la polarización social que vivimos no es posible porque tenemos al frente
la razón misma por la que las organizaciones políticas existen, que es a través de las fracturas
sociales históricas que nos dividen como sociedad; esto no es del todo malo, el peor escenario
es cuando de manera simultánea se juntan estas fracturas porque pueden generar verdaderas
crisis políticas como la que vivimos en 2019, aquí la responsabilidad mayor es de la clase
política.

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