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-AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

QUEJOSA: **********, SOCIEDAD ANÓNIMA

PONENTE: MINISTRO MARIANO AZUELA GÜITRÓN


SECRETARIO DE ESTUDIO Y CUENTA: FRANCISCO MIGONI
GOSLINGA.
Secretaria Administrativa: María Guadalupe Esquivel Cruz

Vo. Bo.
México, Distrito Federal. Acuerdo del Tribunal Pleno de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, correspondiente al día
trece de febrero de dos mil siete.

Cotejó:

V I S T O S; y,
R E S U L T A N D O:

PRIMERO. Por escrito presentado el tres de septiembre de


dos mil cuatro en la Oficina de Correspondencia Común de los
Juzgados de Distrito en el Estado de Tamaulipas, con residencia
en Ciudad Reynosa, **********, apoderado de **********,
SOCIEDAD ANÓNIMA, demandó el amparo y protección de la
Justicia Federal respecto de las autoridades y contra los actos
que a continuación se precisan:

AUTORIDADES:
1. Presidente Constitucional de los Estados Unidos
Mexicanos.
2. Secretario de Gobernación.
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3. Secretario de Economía.
4. Secretario de Hacienda y Crédito Público.
5. Director del Diario Oficial de la Federación.
6. Administrador General de Aduanas del Sistema de
Administración Tributaria.
7. Administrador Central de Regulación del Despacho
Aduanero de la Administración General de Aduanas
del Sistema de Administración Tributaria.
8. Administrador Central de Investigación Aduanera de
la Administración General de Aduanas.
9. Administrador Central de Contabilidad y Glosa de la
Administración General de Aduanas.
10. Administrador del Padrón General de Importadores
de la Administración Central de Contabilidad y
Glosa de la Administración General de Aduanas.
11. Administrador de la Aduana de Ciudad Reynosa,
Tamaulipas.
12. Administrador Central de Informática de la
Administración General de Aduanas.
13. Administrador de Procedimientos y Autorizaciones
de la Administración Central de Regulación del
Despacho Aduanero.

ACTOS:
A) Decreto publicado en el Diario Oficial de la
Federación de veintidós de enero de dos mil tres, por el
que se impone una medida provisional de salvaguarda
bilateral sobre las importaciones de pierna y muslo de
pollo, mercancías clasificadas en las fracciones

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arancelarias 0207.13.03 y 0207.10.04 de la Tarifa de la


Ley de los Impuestos Generales de Importación y
Exportación, originarias de los Estados Unidos de
América, independientemente del país de procedencia.

B) Decreto publicado en el Diario Oficial de la


Federación de veinticinco de julio de dos mil tres, por el
que se impone una medida definitiva de salvaguarda
bilateral sobre las importaciones de pierna y muslo de
pollo, mercancías clasificadas en las fracciones
arancelarias 0207.13.03 y 0207.10.04 de la Tarifa de la
Ley de los Impuestos Generales de Importación y
Exportación, originarias de los Estados Unidos de
América, independientemente del país de procedencia.

C) La aplicación del Decreto anterior consistente en el


pedimento de importación **********.

SEGUNDO. La demanda de garantías se radicó ante el


Juzgado Séptimo de Distrito en el Estado de Tamaulipas, con
residencia en Ciudad Reynosa. Previos los trámites de ley, el
titular del referido órgano jurisdiccional dictó sentencia que
terminó de engrosar el tres de enero de dos mil cinco, en la que
resolvió sobreseer en el juicio y negar la protección constitucional
solicitada.

TERCERO. Inconforme con la anterior resolución, el


apoderado de la parte quejosa interpuso recurso de revisión que
se radicó ante el Tribunal Colegiado del Décimo Noveno Circuito,

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con en número A.R. **********. Previos los trámites de ley, el


veinte de octubre de dos mil cinco se dictó sentencia en la que se
determinó que el tribunal carecía de competencia para conocer
del recurso. Por tanto, se ordenó que el expediente se remitiera a
este Alto Tribunal.

CUARTO. Recibidos los autos en este Alto Tribunal, su


Presidente, por acuerdo de treinta y uno de octubre de dos mil
cinco, admitió el recurso de revisión y lo registró con el número
A.R. 1738/2005. En el mismo proveído ordenó notificar a las
autoridades responsables y al Agente del Ministerio Público
Federal adscrito para los efectos legales conducentes y dispuso
que el asunto se turnara al Ministro Guillermo I. Ortiz Mayagoitia.

QUINTO. Con motivo de la elección del mencionado Ministro


como Presidente de este Alto Tribunal, se returnó el asunto al
Ministro Mariano Azuela Güitrón.

C O N S I D E R A N D O:

PRIMERO. El Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la


Nación es legalmente competente para conocer y resolver el
presente recurso de revisión, en términos de lo dispuesto en los
artículos 107, fracción VIII, inciso a), de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos y Cuarto transitorio del decreto de
reformas a ésta, de diez de junio de mil novecientos noventa y
nueve; 84, fracción I, inciso a), de la Ley de Amparo y 10, fracción
II, inciso a), de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la
Federación, en relación con el Punto Tercero del Acuerdo General

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5/2001 de veintiuno de junio del año dos mil uno; en virtud de que
se interpuso contra una sentencia de amparo dictada en la
audiencia constitucional de un juicio de garantías en el que se
reclamó, entre otros, el Decreto publicado en el Diario Oficial de la
Federación de veinticinco de julio de dos mil tres, por el que se
impone una medida definitiva de salvaguarda bilateral sobre las
importaciones de pierna y muslo originarios de Estados Unidos de
América independientemente del país de procedencia, emitido por
el Presidente de la República con fundamento en el artículo 131
de la Constitución Federal y porque el estudio de los agravios
formulados por la recurrente reviste interés excepcional pues se
trata de un caso en el que se estima conveniente fijar un criterio
que resulta de importancia y trascendencia.

Sobre el particular debe indicarse que, con fundamento en el


punto tercero del referido Acuerdo General 5/2001, este Tribunal
Pleno analizará únicamente el planteamiento de la recurrente
referido a la jerarquía de los tratados internacionales que supone
la interpretación directa del artículo 133 de la Constitución
Federal, reservando jurisdicción a la Sala correspondiente de esta
Suprema Corte de Justicia de la Nación para que resuelva los
restantes argumentos hechos valer por la recurrente.

Esta medida tiene como propósito respetar el espíritu


primordial de las reformas constitucionales que tienden a
fortalecer el carácter de Tribunal Constitucional de esta Suprema
Corte de Justicia de la Nación, posibilitando que únicamente
conozca de aquellos casos en los que sea necesario establecer
criterios trascendentes para el orden jurídico nacional.

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SEGUNDO. El presente recurso de revisión se interpuso


dentro del plazo de diez días que para tal efecto prevé el artículo
86 de la Ley de Amparo, ya que de las constancias que obran en
autos se advierte que la resolución impugnada se notificó a la
parte quejosa, a través de su apoderado legal, el martes cuatro de
enero de dos mil cinco, por lo que el plazo aludido transcurrió del
jueves seis al miércoles diecinueve de enero del citado año,
debiéndose descontar los días ocho, nueve, quince y dieciséis de
enero por ser inhábiles. Luego, si el escrito relativo se presentó en
la Oficina de Correspondencia Común de los Juzgados de Distrito
en el Estado de Tamaulipas, con residencia en Ciudad Reynosa,
el martes dieciocho de enero del citado año, es incuestionable
que se presentó oportunamente.

TERCERO. El recurso de revisión de que se trata fue


interpuesto por parte legítima, en términos de lo dispuesto por los
artículos 5º, fracción I y 27, segundo párrafo, de la Ley de
Amparo, en virtud de que fue interpuesto por la parte agraviada
por conducto de su autorizado en términos del precepto citado en
último lugar.

CUARTO. Debe quedar firme por falta de impugnación el


resolutivo primero de la sentencia recurrida, relativo al
sobreseimiento en el juicio, por no haber sido combatido por la
parte a quien pudiera afectar.

QUINTO. De la lectura del escrito de expresión de agravios


se advierte que la recurrente involucra cuestiones de jerarquía

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normativa entre el Tratado Internacional de Libre Comercio con


América del Norte y el Decreto por el que se impone una medida
definitiva de salvaguarda bilateral sobre las importaciones de
pierna y muslo de pollo, mercancías clasificadas en las fracciones
arancelarias 0207.13.03 y 0207.14.04 de la Tarifa de la Ley de los
Impuestos Generales de Importación y Exportación, originarias de
los Estados Unidos de América, independientemente del país de
su procedencia, publicado en el Diario Oficial de la Federación de
veinticinco de julio de dos mil tres. En tales condiciones, dado el
planteamiento de la recurrente se procederá a realizar el examen
del argumento correspondiente que, dada su trascendencia, es lo
que justifica la intervención de este Tribunal Pleno en el presente
asunto.

Con el propósito de estar en condiciones adecuadas de


analizar y dar respuesta al argumento de la recurrente en el que
plantea un problema relacionado con la interpretación del artículo
133 constitucional que permita dilucidar la jerarquía de los
tratados internacionales dentro del sistema jurídico nacional, este
Tribunal Pleno estima necesario replantear las consideraciones
que han llevado a esta Suprema Corte a estimar que los tratados
internacionales se encuentran jerárquicamente por encima de las
leyes federales, modificando para tal efecto la tesis aislada que
aparece publicada en la página 46 del tomo X, noviembre de
1999, del Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, bajo
el rubro: “TRATADOS INTERNACIONALES. SE UBICAN
JERÁRQUICAMENTE POR ENCIMA DE LAS LEYES
FEDERALES Y EN UN SEGUNDO PLANO RESPECTO DE LA
CONSTITUCIÓN FEDERAL.”, de tal manera que, eventualmente,

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se determine, en el caso concreto, si debe o no prevalecer el


Tratado de Libre Comercio sobre el Decreto impugnado en el
juicio de amparo del que emanó este recurso.

Para este efecto, es necesario partir de lo dispuesto en el


artículo 133 de la Constitución General de la República, cuyo
texto es el siguiente:

"ARTÍCULO 133. Esta Constitución, las leyes del


Congreso de la Unión que emanen de ella y todos
los Tratados que estén de acuerdo con la misma,
celebrados y que se celebren por el Presidente de
la República, con aprobación del Senado, serán la
Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada
Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y
tratados, a pesar de las disposiciones en contrario
que pueda haber en las Constituciones o leyes de
los Estados."

La lectura del precepto transcrito permite advertir con


claridad que fue intención del Constituyente establecer un
conjunto de disposiciones de observancia general que, en la
medida en que se encuentran apegadas a lo previsto en la
Constitución General de la República, constituyen la "Ley
Suprema de la Unión".

Así, para determinar si existe una relación de jerarquía entre


los tratados internacionales y las leyes federales o disposiciones
de la misma jerarquía emitidas por el Presidente de la República,

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es necesario identificar, en primer lugar, qué disposiciones


generales constituyen la "Ley Suprema de la Unión", a la cual
deberán sujetarse, inclusive, los jueces de cada Estado. En el
entendido de que la interpretación que se haga del artículo 133
constitucional, deberá ser acorde con el sistema constitucional en
el cual se inserta ese precepto, tal y como este Tribunal Pleno ha
establecido en la tesis que aparece publicada en la página 25, del
Tomo XXIII, febrero de 2006, del Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, que se transcribe a continuación:

"INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL. AL FIJAR


EL ALCANCE DE UN DETERMINADO PRECEPTO
DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS
ESTADOS UNIDOS MEXICANOS DEBE
ATENDERSE A LOS PRINCIPIOS ESTABLECIDOS
EN ELLA, ARRIBANDO A UNA CONCLUSIÓN
CONGRUENTE Y SISTEMÁTICA. En virtud de que
cada uno de los preceptos contenidos en la Norma
Fundamental forma parte de un sistema
constitucional, al interpretarlos debe partirse por
reconocer, como principio general, que el sentido
que se les atribuya debe ser congruente con lo
establecido en las diversas disposiciones
constitucionales que integran ese sistema, lo que
se justifica por el hecho de que todos ellos se
erigen en el parámetro de validez al tenor del cual
se desarrolla el orden jurídico nacional, por lo que
de aceptar interpretaciones constitucionales que
pudieran dar lugar a contradecir frontalmente lo

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establecido en otras normas de la propia


Constitución, se estaría atribuyendo a la voluntad
soberana la intención de provocar grave
incertidumbre entre los gobernados al regirse por
una Norma Fundamental que es fuente de
contradicciones; sin dejar de reconocer que en
ésta pueden establecerse excepciones, las cuales
deben preverse expresamente y no derivar de una
interpretación que desatienda los fines del
Constituyente."

Una lectura superficial de lo previsto en el citado precepto


constitucional podría llevar a sostener que en éste se establece
una misma jerarquía entre las leyes federales expedidas por el
Congreso de la Unión y los tratados internacionales e inclusive,
que coloca a las leyes federales por encima de las Constituciones
y leyes de los Estados, dado que los jueces de éstos están
obligados a sujetarse a lo dispuesto en aquéllas, aun cuando las
normas locales se contrapongan o sean distintas a las leyes
federales.

Esta primera conclusión partiría del supuesto de que las


leyes del Congreso de la Unión a las que se refiere el artículo 133
constitucional son exclusivamente las federales.

Sin embargo, esta conclusión preliminar estaría sustentada


en una premisa equivocada, puesto que se estaría confiriendo a
las palabras utilizadas en el precepto constitucional un sentido

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contrario al sistema que deriva de lo previsto en los artículos 41,


párrafo primero y 124 constitucionales, cuyo texto es el siguiente:

"ARTÍCULO 41. El pueblo ejerce su soberanía por


medio de los Poderes de la Unión, en los casos de
la competencia de éstos, y por los de los Estados,
en lo que toca a sus regímenes interiores, en los
términos respectivamente establecidos por la
presente Constitución Federal y las particulares de
los Estados, las que en ningún caso podrán
contravenir las estipulaciones del Pacto Federal.
[...]".

"ARTÍCULO 124. Las facultades que no están


expresamente concedidas por esta Constitución a
los funcionarios federales, se entienden reservadas
a los Estados."

De conformidad con lo establecido en estos preceptos


fundamentales, en el Estado Mexicano convergen diversos
órdenes jurídicos o niveles de gobierno entre los cuales no se
advierte la existencia de una relación de jerarquía, sino que
operan como diversos ámbitos de competencia fijados
constitucionalmente.

Así, el orden jurídico federal se distingue de los órdenes


jurídicos locales de conformidad con el principio de facultades
residuales, es decir, las atribuciones no conferidas expresamente

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por la Constitución Federal a la Federación se entienden


reservadas a los Estados.

La existencia de estos diversos órdenes jurídicos, con


esferas competenciales propias y delimitadas, se corrobora con lo
previsto en las fracciones II y III del artículo 103 y en el inciso a)
de la fracción I del artículo 105, ambos de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, que disponen:

"Artículo 103. Los tribunales de la Federación


resolverán toda controversia que se suscite: II. Por
leyes o actos de la autoridad federal que vulneren o
restrinjan la soberanía de los Estados. III. Por leyes
o actos de las autoridades de éstos que invadan la
esfera de la autoridad federal."

"ARTÍCULO 105. La Suprema Corte de Justicia de


la Nación conocerá, en los términos que señale la
ley reglamentaria, de los asuntos siguientes: I. De
las controversias constitucionales que, con
excepción de las que se refieran a la materia
electoral y a lo establecido en el artículo 46 de esta
Constitución, se susciten entre: a) La Federación y
un Estado o el Distrito Federal; (...)".

Conforme a estos preceptos es factible la promoción de un


juicio de amparo por invasión de la esfera federal a la de algún
Estado o viceversa y, resulta igualmente posible que una

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controversia constitucional se suscite entre la Federación y un


Estado.

La existencia de estos supuestos de procedencia, en


relación con el ejercicio de los medios de control constitucional
existentes en nuestro orden jurídico, revela que en nuestra
Constitución Federal existen esferas delimitadas entre la
Federación y los Estados y, por ende, diversos órdenes jurídicos
parciales que, sumados, integran el orden jurídico nacional.

Igualmente, el Distrito Federal y los Municipios poseen


órdenes jurídicos propios, distintos de los anteriores y sujetos a
otras reglas, pero que indudablemente también conforman el
orden jurídico nacional.

Apoya lo hasta aquí considerado, la tesis de jurisprudencia


3a./J. 10/91, publicada en la página 56 del Tomo VII, marzo de
1991, del Semanario Judicial de la Federación, Octava Época,
cuyo texto es el siguiente:

"LEGISLACIONES FEDERAL Y LOCAL. ENTRE


ELLAS NO EXISTE RELACIÓN JERÁRQUICA, SINO
COMPETENCIA DETERMINADA POR LA
CONSTITUCIÓN. El artículo 133 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos no
establece ninguna relación de jerarquía entre las
legislaciones federal y local, sino que en el caso de
una aparente contradicción entre las legislaciones
mencionadas, ésta se debe resolver atendiendo a

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qué órgano es competente para expedir esa ley de


acuerdo con el sistema de competencia que la
norma fundamental establece en su artículo 124.
Esta interpretación se refuerza con los artículos 16
y 103 de la propia Constitución: el primero al
señalar que la actuación por autoridad competente
es una garantía individual, y el segundo, al
establecer la procedencia del juicio de amparo si la
autoridad local o federal actúa más allá de su
competencia constitucional."

En este contexto, estimar que en el artículo 133


constitucional se pretendió modificar ese sistema de distribución
de competencias sujetando a las autoridades locales a lo que
disponen las leyes federales, supone realizar una interpretación
contraria al sistema constitucional que rige nuestro Estado
Federal, máxime que en dicho precepto no se habla de leyes
federales, sino de leyes del Congreso de la Unión.

Para corroborar lo anterior, resulta pertinente recordar que


desde el texto original de la Constitución General de la República,
aprobada el cinco de febrero de mil novecientos diecisiete, se
establecía un orden jurídico supremo integrado por la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, ciertas leyes dictadas
por el Congreso de la Unión y los Tratados Internacionales.

En ese tenor, se puede afirmar que las leyes del Congreso


de la Unión a las que se refiere el artículo 133 constitucional, no
corresponden a las leyes federales, considerando como tales

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aquellas que se limitan a regular las atribuciones que en la


Constitución se confieren a determinados órganos con el objeto
de trascender únicamente al ámbito federal, sino que se trata de
las leyes generales, esto es, aquellas que válidamente pueden
incidir en los todos los órdenes jurídicos parciales que integran al
Estado Mexicano.

En efecto, desde el texto original de la Constitución General


de la República de mil novecientos diecisiete y, en la actualidad
con mayor intensidad, se ha previsto esa categoría de leyes
expedidas por el Congreso de la Unión, cuya validez no se
circunscribe al ámbito federal, sino que permean los ámbitos
locales, del Distrito Federal y municipales.

Dicho de otra manera, las leyes generales son aquellas


respecto de las cuales el Constituyente o el Poder Revisor de la
Constitución ha renunciado expresamente a su potestad
distribuidora de atribuciones entre las entidades políticas que
integran el Estado Mexicano, lo cual se traduce en una excepción
al principio establecido por el artículo 124 constitucional.

Aunado a lo anterior, debe tenerse presente que estas leyes


no son emitidas motu proprio por el Congreso de la Unión, sino
que se originan en cláusulas constitucionales que constriñen al
Congreso a dictarlas y que, una vez promulgadas y publicadas,
por disposición constitucional deberán ser aplicadas por las
autoridades federales, locales, del Distrito Federal y municipales.

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Inclusive, como hecho revelador de que por su naturaleza,


las leyes generales previstas en la Constitución, no se encuentran
en la misma situación que las leyes federales y que, por ende,
son jerárquicamente superiores a éstas y a las leyes locales, debe
tomarse en cuenta que el Pleno de este Alto Tribunal ha
reconocido que la validez de las leyes locales sí se encuentra
sujeta a lo previsto en una ley general e incluso que si aquéllas no
se apegan a lo previsto en este tipo de leyes, resultarán
inconstitucionales, como deriva de las tesis jurisprudenciales P./J.
143/2001, P./J. 145/2001 y P./J. 150/2001, cuyos rubro, texto y
datos de localización son los siguientes:

"EDUCACIÓN. LAS LEYES QUE EXPIDAN LOS


ESTADOS Y EL DISTRITO FEDERAL EN ESTA
MATERIA, DEBEN SUJETARSE A LA LEY
RESPECTIVA EXPEDIDA POR EL CONGRESO DE
LA UNIÓN, EN TÉRMINOS DE LO DISPUESTO POR
EL ARTÍCULO 3o., FRACCIÓN VIII, DE LA
CONSTITUCIÓN FEDERAL. De lo dispuesto en los
artículos 3o., fracción VIII y 73, fracción XXV, del
Ordenamiento Fundamental citado, se aprecia que
el Congreso de la Unión está facultado para
distribuir la función social educativa mediante las
leyes que expida, proponiendo así un sistema de
legislación coordinada a efecto de que los
Gobiernos Locales, dentro de los lineamientos de
carácter general que marquen las leyes expedidas
por ese órgano legislativo, dicten las normas
destinadas a la materia de educación dentro del

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territorio nacional. Por tanto, las normas que


expidan las entidades federativas, los Municipios o
el Distrito Federal sobre educación, deben
sujetarse a la ley general que en dicha materia
expida el Congreso de la Unión." (Novena Época.
Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta. Tomo: XV, enero de 2002.
Tesis: P./J. 143/2001. Página: 1039).

"EDUCACIÓN. EL ARTÍCULO 4o. DE LA LEY


RELATIVA DEL DISTRITO FEDERAL, QUE
ESTABLECE LA OBLIGACIÓN DEL GOBIERNO DE
ESA ENTIDAD DE IMPARTIR LA EDUCACIÓN
PREESCOLAR Y MEDIA SUPERIOR, NO
CONTRAVIENE LA DISTRIBUCIÓN DE LA FUNCIÓN
SOCIAL EDUCATIVA ESTABLECIDA EN LA LEY
GENERAL DE EDUCACIÓN. El artículo 3o. de la
Ley General de Educación establece la obligación
del Estado de prestar servicios educativos para
que toda la población pueda cursar la educación
preescolar, la primaria y la secundaria, dentro del
marco de la concurrencia prevista en la
Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos y conforme a la distribución de la
función social educativa que establece la propia ley
en mención; y el numeral 14 de dicho
ordenamiento general dispone que corresponde a
las autoridades educativas, federal y locales, de
manera concurrente, entre otras atribuciones, la de

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prestar servicios educativos distintos a los


previstos en las fracciones I y IV del artículo 13 de
tal ordenamiento, esto es, los relativos a los de
educación inicial, básica, indígena, especial,
normal y demás para la formación de maestros, así
como los de actualización, capacitación y
superación profesional para los maestros de
educación básica. Por tanto, el artículo 4o. de la
Ley de Educación del Distrito Federal, al señalar
como obligatoria la impartición de la educación
preescolar, primaria, secundaria y media superior,
lejos de transgredir aquella legislación, se apega a
la distribución de la función social educativa que
establece." (Novena Época. Instancia: Pleno. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta.
Tomo: XV, enero de 2002. Tesis: P./J. 145/2001.
Página: 1036.)

"EDUCACIÓN. LOS ARTÍCULOS 135 Y 137 DE LA


LEY RELATIVA DEL DISTRITO FEDERAL INVADEN
LA FACULTAD DE REGULAR EL SISTEMA
NACIONAL DE CRÉDITOS, REVALIDACIONES Y
EQUIVALENCIAS DE ESTUDIOS, QUE
CORRESPONDE DE MANERA EXCLUSIVA A LA
AUTORIDAD EDUCATIVA FEDERAL. De
conformidad con lo dispuesto en los artículos 12 y
13 de la Ley General de Educación, se desprende
que el Congreso de la Unión confirió a la autoridad
educativa federal, de manera exclusiva, la facultad

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de regular el sistema nacional de créditos,


revalidación y equivalencias, y a las autoridades
educativas locales, en el ámbito de sus respectivas
competencias, sólo la relativa a revalidar y otorgar
equivalencias de estudios, de acuerdo con los
lineamientos generales que la autoridad federal
expida. En congruencia con lo anterior, resulta
inconcuso que los artículos 135 y 137 de la Ley de
Educación del Distrito Federal, al regular la
revalidación, señalando los niveles en que se
otorgará y los requisitos para autorizarla,
transgreden la distribución de la función social
educativa establecida en la citada ley general, pues
invaden las atribuciones que le han sido
conferidas, en forma exclusiva, a la autoridad
federal educativa." (Novena Época. Instancia: Pleno.
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta. Tomo: XV, enero de 2002. Tesis: P./J.
150/2001. Página: 1040.)

En este orden de ideas, si se acepta que las leyes del


Congreso de la Unión a las que se refiere el artículo 133
constitucional, no son las leyes federales, es decir, las que
regulan las atribuciones que en la Constitución se confieren a
determinados órganos con el objeto de trascender únicamente al
ámbito federal, sino las leyes generales que inciden en los
diferentes órdenes jurídicos parciales que integran al Estado
Mexicano, se puede concluir que, conforme a lo previsto en ese
precepto constitucional, la Constitución Política de los Estados

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Unidos Mexicanos, los tratados internacionales y las leyes


generales expedidas por el Congreso de la Unión, constituyen la
"Ley Suprema de la Unión", en la inteligencia, por supuesto, de
que la validez de dichos tratados y leyes generales estará sujeta a
que se apeguen a lo establecido en la propia Constitución, en
tanto del mismo precepto constitucional se desprende una clara
regla de supremacía constitucional respecto de los ordenamientos
que de ella derivan.

Así interpretado el artículo 133 de la Constitución Política de


los Estados Unidos Mexicanos, queda claro lo que significa el
principio de "supremacía constitucional", conforme al cual la
Constitución General de la República, las leyes del Congreso de
la Unión o "leyes generales" y los tratados internacionales que
estén de acuerdo con ella, constituyen la Ley Suprema de toda la
Unión, esto es, conforman un orden jurídico nacional en el que la
Constitución se ubica en la cúspide y, por debajo de ella, las
mencionadas leyes generales y los tratados internacionales.

Consecuentemente, si la Constitución General de la


República, junto con las leyes generales y los tratados
internacionales forman parte del orden jurídico nacional, es
incuestionable que estos últimos se ubican en un plano
jerárquicamente superior en relación con las leyes federales y las
leyes locales.

Asimismo, para corroborar la interpretación y alcance que


debe darse al artículo 133 constitucional, debe indicarse que ya
desde el Acta Constitutiva y de Reformas sancionada por el

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Congreso Extraordinario Constituyente de los Estados Unidos


Mexicanos de dieciocho de mayo de 1847, jurada y promulgada el
veintiuno del mismo mes y año, se distinguía entre leyes
generales y leyes federales, específicamente en sus artículos 5º,
11, 12, 13, 14, 17, 23 y 24, cuyo texto es el siguiente:

"Art. 5º. Para asegurar los derechos del hombre


que la Constitución reconoce, una ley fijará las
garantías de libertad, seguridad, propiedad é
igualdad de que gozan los habitantes de la
República, y establecerá los medios de hacerlas
efectivas."

"Art. 11. Es facultad exclusiva del Congreso


general dar bases para la colonización, y dictar las
leyes conforme á las cuales los Poderes de la
Unión hayan de desempeñar sus facultades
constitucionales."

"Art. 12. Corresponde exclusivamente a la Cámara,


de diputados erigirse en Gran Jurado para declarar,
á simple mayoría de votos, si ha ó no lugar á
formación de causa contra los altos funcionarios, á
quienes la Constitución ó las leyes conceden este
fuero."

"Art. 13. Declarado que ha lugar a la formación de


causa, cuando el delito fuere común, pasará el
expediente á la Suprema Corte; si fuere de oficio, el

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senado se erigirá en Jurado de sentencia, y se


limitará a declarar si el acusado es ó no culpable.
Para esta declaración se necesita el voto de las
tres quintas partes de los individuos presentes, y
hecha que sea, la Suprema Corte designará la
pena, según lo que prevenga la ley."

"Art. 14. En ningún caso podrá tenerse por


aprobado un proyecto de ley, con menos de la
mayoría absoluta de votos de los individuos
presentes en cada una de las Cámaras."

"Art. 17. Los Secretarios del despacho responden


de todas las infracciones de ley que cometan, ora
consistan en actos recomisión, ó sean de pura
omisión."

"Art. 22. Toda ley de los Estados que ataque la


Constitución ó las leyes generales, será declarada
nula por el Congreso; pero esta declaración sólo
podrá ser iniciada en la Cámara de senadores."

"Art. 23. Si dentro de un mes de publicada una ley


del Congreso general, fuera reclamada como
anticonstitucional, o por el Presidente, de acuerdo
con su Ministerio, o por diez diputados, o seis
senadores, o tres legislaturas, la Suprema Corte,
ante la que se hará el reclamo, someterá la ley al
examen de las legislaturas, las que dentro de tres

22
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

meses, y precisamente en un mismo día, darán su


voto."

"Art. 24. En el caso de los dos artículos anteriores,


el Congreso general y las Legislaturas a su vez, se
contraerán a decidir únicamente si la ley de cuya
invalidez se trate es o no anticonstitucional; y en
toda declaración afirmativa se insertarán la letra de
la ley anulada y el texto de la Constitución o ley
general a que se oponga."

De la transcripción anterior se advierte que en el Acta


Constitutiva y de Reformas de 1847, se hablaba de leyes del
Congreso en el caso en que incidían sólo en el ámbito federal, y
que al referirse al control de la constitucionalidad de las leyes
locales, expresamente se señalaba que éstas podrían vulnerar lo
establecido en las leyes generales, lo que permite establecer que
desde mil ochocientos cuarenta y siete ya se contemplaba la
existencia de disposiciones generales que, junto con la
Constitución General de la República, incidirían en los diversos
órdenes jurídicos parciales que integraban el orden jurídico
nacional.

Más adelante, en la Constitución Política de 1857 también


se hacía referencia a leyes generales, como se advierte de su
artículo 115, que disponía:

"Art. 115. En cada Estado de la federación se dará


entera fe y crédito a los actos públicos, registros y

23
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

procedimientos judiciales de todos los otros. El


Congreso puede, por medio de leyes generales,
prescribir la manera de probar dichos actos,
registros y procedimientos y el efecto de ellos."

De este precepto constitucional se advierte también que ya


desde esa época se concebía como integrantes de un orden
jurídico nacional a las leyes generales, otorgándoles alcance para
incidir en los diferentes órdenes jurídicos parciales que integran al
Estado Mexicano.

En las condiciones relatadas, es posible concluir que, en


términos del artículo 133 constitucional, los tratados
internacionales, al ser parte de la Ley Suprema de toda la Unión,
se ubican jerárquicamente por encima de las leyes federales y,
por otra parte, atendiendo a las consideraciones de derecho
internacional que serán desarrolladas a continuación, también por
encima de las leyes generales; en el entendido de que esta
Suprema Corte no se ha pronunciado respecto de la jerarquía de
aquellos tratados internacionales cuyo contenido esté referido a
derechos humanos, caso en el cual, pudiera aceptarse que la
jerarquía de éstos corresponde a la de la Constitución Federal
misma, al concebirse dichos instrumentos internacionales como
una extensión de lo previsto por ésta.

Ahora bien, bajo un diverso enfoque del problema y,


partiendo siempre de la interpretación sistemática del texto
constitucional, se puede considerar que la Constitución mexicana
contiene en su texto una visión internacionalista, es decir, que

24
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

hace referencia a diversos principios, dispersos en varios de sus


preceptos, en los cuales claramente se advierte una vocación
para la convivencia pacífica con las naciones que integran la
comunidad internacional.

Sobre este particular se debe reconocer que la Constitución


Federal de mil novecientos diecisiete no contiene cláusulas o
preceptos que específicamente hagan referencia a la validez o
jerarquía del Derecho Internacional, sin embargo, de varios de
sus artículos se desprende el reconocimiento del Constituyente a
la necesidad de establecer principios o guías que permitan al
Estado Mexicano insertarse en el contexto internacional.

Tal es el caso del principio de solidaridad internacional al


cual se refiere el artículo 3º constitucional, que si bien se ocupa
primordialmente de las condiciones bajo las cuales deberá
impartirse la educación en el país, evidentemente refleja un
espíritu de cooperación internacional, que solamente puede
construirse mediante la participación de aquellos individuos que
han aprendido a desarrollar armónicamente sus capacidades
intelectuales, interiorizando los principios de dignidad de la
persona, democracia, nacionalismo y solidaridad internacional.

El artículo 15 constitucional, a su vez, establece los límites


que deberán respetarse en la celebración de tratados
internacionales de extradición, prohibiendo que en éstos se
vulneren los derechos humanos. Asimismo, el artículo 89 de la
Constitución, al establecer las facultades del Ejecutivo,
específicamente en relación con la conducción de la política

25
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

exterior nacional, exige que se respeten los principios de


autodeterminación de los pueblos, de no intervención, de no uso
de la fuerza, de igualdad jurídica entre los Estados, de
cooperación para el desarrollo y el de la lucha por la paz y
seguridad mundiales.

En un sentido más formal, el artículo 42 constitucional, al


referirse a la extensión de los mares nacionales y del espacio
aéreo, hace mención expresa a que ésta deberá fijarse conforme
al Derecho Internacional, circunstancia que evidentemente
supone un reconocimiento expreso a la aplicabilidad de las
normas de Derecho Internacional dentro del territorio nacional en
la medida en que, de hecho, son éstas las que determinan la
extensión territorial de la Nación, por encima de cualquier norma
interna.

Por otra parte, es claro que estos principios, si bien


dispersos en la Constitución mexicana, adquieren mayor
relevancia en el mundo globalizado contemporáneo, en el cual el
tráfico de mercancías, de tecnología, de personas y de ideas nos
acerca de maneras y en formas antes impensables y, por ello
mismo, obliga a poner énfasis en las normas de colaboración y
solidaridad internacional.

En otras palabras, en los albores del siglo XXI, la


interpretación del texto constitucional debe realizarse buscando
una congruencia no sólo interna, es decir, del texto consigo
mismo, sino también del texto con las condiciones sociales,

26
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

económicas y políticas a partir de las cuales se suscita el


problema que debe ser resuelto.

Así, una vez interpretado el artículo 133 constitucional y


habiéndose determinado que la Constitución, las leyes generales
y los tratados internacionales constituyen la Ley Suprema de la
Unión y, por ende, estos últimos se ubican en una situación
jerárquicamente superior a las leyes federales, con el propósito de
demostrar que los tratados internacionales se ubican, inclusive,
por encima de las leyes generales, es conveniente hacer un
estudio de los principios y normas del Derecho Internacional que
se refieren a la naturaleza de los tratados internacionales y a los
mecanismos a través de los cuales éstos son incorporados a los
órdenes jurídicos internos de cada país.

En este contexto, se debe tener presente que, de manera


habitual, dentro del territorio de un Estado se encuentran normas
vigentes tanto de derecho internacional como de derecho interno.
Mientras estos dos órdenes coexistan armónicamente y no entren
en conflicto entre sí, no habrá necesidad de determinar si existe y
cuál pudiera ser la relación de jerarquía entre ambos. No
obstante, de surgir un conflicto entre ambos órdenes,
corresponderá a cada Estado determinar la jerarquía que las
normas de derecho internacional tienen dentro de su orden
jurídico interno.

Respecto de las relaciones que surgen entre derecho interno


y el internacional, la doctrina se ha dividido en dos grandes
vertientes que pretenden solucionar los problemas de validez,

27
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

naturaleza, esencia y efectos del orden jurídico internacional en el


derecho interno, a saber: por una parte la escuela o teoría
dualista, representada principalmente por H. Trepel y Dionisio
Anzilotti; y, por otra, la escuela o teoría monista del derecho
internacional, de la que destacan, entre otros, los siguientes
tratadistas: Jellinek, Welzel, Kelsen, Kunz, Vedross, Scelle y
Lauterpacht.

La tesis dualista, en términos generales, se caracteriza por


reconocer a la ley y a los tratados internacionales como dos
fuentes de derecho distintas, cuyas diferencias radican en su
origen mismo, esto es, las leyes nacionales emanan de los
órganos estatales competentes (legislativos), y los tratados o
convenciones, de la voluntad común de Estados soberanos (a
esta figura, en derecho internacional, suele denominársele
“Vereinbarung”), y si bien el derecho internacional no puede ser
aplicado automáticamente, su validez como derecho interno
dependerá de que el Estado lo admita o incorpore dentro de su
propio sistema legal.

En estos casos, los conflictos que surjan entre leyes de


derecho interno y tratados internacionales deberán dilucidarse
mediante una aplicación armónica y sistemática de los principios
interpretativos de los pactos del derecho de gentes y las reglas de
interpretación y aplicación de las leyes comunes bajo la óptica de
considerar como “complementarias” ambas fuentes de derecho.
Los Estados que se identifican con esta teoría o escuela son
aquellos que en sus sistemas jurídicos tienen previstos
mecanismos específicos de admisión o incorporación de las

28
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

normas de derecho internacional al interno, y además sus


Constituciones y demás leyes reconocen la posibilidad de que un
pacto internacional pueda aplicarse a un caso concreto como
fuente de derecho.

Conviene señalar que esta teoría está íntimamente


relacionada con los postulados de la Convención de Viena sobre
Derecho de los Tratados, pues evidentemente en dicho
instrumento se parte de la base de una coexistencia del derecho
internacional y el derecho interno.

Por su parte, en la teoría monista se reconocen dos


corrientes, la nacionalista y la internacionalista. Para la primera
de éstas, en principio, no puede existir derecho positivo vigente
en un país distinto al producido por los aparatos legislativos del
propio Estado y, en caso de conflicto entre derecho interno e
internacional, debe estimarse que el segundo se encuentra
subordinado al primero. Además, el Derecho Internacional sólo
tendrá validez hasta que exista un acto estatal legislativo que
expresamente lo incorpore o adopte como derecho interno. Los
Estados que se caracterizan por seguir este sistema carecen de
disposiciones constitucionales o de leyes que otorguen vigencia a
los pactos internacionales como derecho doméstico una vez
aprobados, y correlativamente se trata de sistemas jurídicos que
expresamente prohíben la aplicación del derecho internacional en
la resolución de los conflictos de derecho interno.

En la otra vertiente del monismo, se sostiene que el Derecho


Internacional es válido dentro del orden jurídico interno de un país

29
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

una vez que el tratado ha sido firmado por el Estado con


independencia de que se siga un procedimiento de adopción o
aceptación. Esta escuela considera que los conflictos entre leyes
internas y tratados deben resolverse prefiriendo invariablemente a
los segundos, pues desde esta óptica se concede una
supremacía absoluta al derecho internacional.

En la práctica, y especialmente después de la Segunda


Guerra Mundial, estas teorías han tenido que ser modificadas
para buscar un acercamiento entre ambas posturas que permita
dar respuesta a la realidad social, política y económica
internacional contemporánea. Sin embargo, lo cierto es que
dentro del ámbito teórico no se ha logrado formular una respuesta
concreta y definitiva respecto a la jerarquía entre el derecho
internacional y el derecho interno.

Ahora bien, desde la óptica del derecho internacional, se


advierten varios principios que pueden sustentar la posición que
sostiene que los tratados internacionales tienen una mayor
jerarquía que las leyes generales, federales y locales.

El primer principio general que se puede identificar se refiere


a que un Estado no puede invocar su derecho interno como
excusa para el incumplimiento de las obligaciones contraídas
frente a otros actores internacionales.

Este principio está contenido de manera expresa en la


Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, suscrita
por México el veintitrés de mayo de mil novecientos sesenta y

30
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

nueve y aprobada por el Senado el veintinueve de diciembre de


mil novecientos setenta y dos, publicada originalmente en el
Diario Oficial de la Federación el catorce de febrero de mil
novecientos setenta y cinco y, en su última versión, el veintiocho
de abril de mil novecientos ochenta y ocho, misma que en su
artículo 27, en la parte conducente, establece textualmente:

“Artículo 27. 1. Un Estado parte en un tratado no


podrá invocar las disposiciones de su derecho
interno como justificación del incumplimiento del
tratado. (…)”

Este principio, sin embargo, admite excepciones, previstas


también expresamente en el artículo 46 de la Convención citada y
que en esencia se resumen en que procederá declarar la nulidad
de un tratado opuesto al derecho interno, en aquellos casos en
que exista una violación manifiesta a éste y se afecte una norma
de importancia fundamental del derecho interno. En el entendido
de que la violación manifiesta ha sido definida por la Corte
Internacional de Justicia como aquella que resulta objetivamente
evidente para cualquier Estado, conforme a la práctica usual y la
buena fe.

Un segundo principio de Derecho Internacional, plasmado


en el artículo 26 de esta misma Convención, cuyo texto literal
establece que: “Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe
ser cumplido por ellas de buena fe.”, se refiere al compromiso de
todo Estado de respetar de buena fe, no sólo el texto sino el
espíritu del tratado internacional del cual dicho Estado sea parte.

31
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

En otras palabras, es la formulación positiva del principio


fundamental del Derecho Internacional consuetudinario “pacta
sunt servanda”.

Este principio lleva implícitas dos cuestiones, por un lado,


que los Estados, a través de la celebración de tratados, contraen
libremente obligaciones, con el objeto de que éstos sean
aplicados y aquéllas cumplidas y, por otra parte, que el
incumplimiento de un Estado parte de un tratado a las
obligaciones contraídas, lo hace incurrir en responsabilidad
internacional.

Asimismo, esta regla supone que entre estas obligaciones


contraídas libremente, se encuentra la de que el Estado deberá
adecuar su derecho interno a los compromisos internacionales
asumidos, en el entendido de que cada Estado decide
soberanamente los mecanismos o procedimientos mediante
los cuales traduce las obligaciones contraídas a su derecho
interno y la jerarquía que les otorga dentro del mismo.

Sobre este punto debe precisarse que ante la ausencia


material, que no formal, de medios coactivos internacionales para
obligar a los Estados al cumplimiento de los compromisos
asumidos libremente, resulta imprescindible la cooperación de
éstos para lograr cumplir los objetivos fijados en las convenciones
internacionales. Dicho de otra manera, únicamente en la medida
en que los Estados traduzcan o logren que las obligaciones
internacionales asumidas permeen el orden jurídico interno, se
logra llevar a la práctica los compromisos adoptados.

32
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Establecidos estos principios generales de derecho


internacional, se debe ahora analizar qué tratamiento suele darse
o se ha dado desde el derecho nacional o interno al tema.

Así se tiene que atendiendo al principio político-jurídico de


soberanía, cada Estado tiene la facultad de establecer, a través
de la normativa correspondiente, el sistema mediante el cual
incorpora, admite o convive con el derecho internacional.
Situación que apunta hacia la complejidad que representa
encontrar un único parámetro común a todos los Estados, pues
cada uno de ellos podrá válidamente, conforme a los intereses
sociales, económicos y políticos imperantes en una sociedad y
momento dados, optar por cómo incorporar a los tratados
internacionales a su derecho y otorgarles determinada jerarquía.

A este respecto, la doctrina señala que, en un sentido


general y, partiendo del enfoque dualista o monista del derecho,
pueden identificarse dos tipos de recepción del derecho
internacional en el orden jurídico interno:

I. La transformación, mecanismo elegido por aquellos


países que parten de una tradición dualista, supone que para que
el derecho internacional tenga efectos internos y pueda ser
aplicado en el Estado, debe ser expresa y específicamente
transformado en norma de derecho interno mediante un acto
legislativo ad hoc.

33
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Esta teoría, en virtud de la creciente complejidad y desarrollo


de las relaciones internacionales ha evolucionado hasta el punto
de considerar que la ratificación de los tratados, en tanto es un
acto de soberanía estatal, es un acto válido y suficiente de
transformación.

II. La incorporación, considera que el derecho internacional


es parte del derecho interno sin que sea necesario un
procedimiento constitucional o legal para su ratificación o
transformación.

Una vez adoptado cualquiera de estos dos modos de


incorporación del derecho internacional al nacional y, ante la
convivencia de dos órdenes normativos cuyo origen es diverso y
cuyos propósitos, en ocasiones, pudieran resultar divergentes, se
plantea el problema de la jerarquía de las normas internacionales
con respecto a las normas de derecho interno.

En este contexto y para tener mayores elementos a partir de


los cuales concluir que los tratados internacionales se ubican
jerárquicamente por encima de las leyes generales y federales, es
pertinente acudir al derecho comparado, de tal manera que el
trato dado al problema por distintos Estados, permita identificar
las directrices contemporáneas sobre el tema, debiéndose
precisar que si bien los datos que a continuación se proporcionan
se refieren a legislaciones vigentes hasta los años 2003 y 2004,
se estima que éstos contribuyen a dibujar un panorama mundial
en relación con el desarrollo del tema.

34
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

A) Derecho Anglosajón.

Gran Bretaña.

En Gran Bretaña, la facultad para celebrar tratados


internacionales corresponde al Poder Ejecutivo, que actúa en
representación de la Corona Británica. Cabe destacar que para la
ratificación de los tratados internacionales, a diferencia de otros
Estados que siguen el sistema de common law, la Constitución no
le confiere al Parlamento esta facultad en forma expresa, sino que
se deriva del derecho consuetudinario. Si el tratado, para ser
aplicable, requiere de alguna modificación en la legislación interna
o conlleva una erogación de fondos públicos, el Parlamento,
dentro de sus procesos ordinarios, podrá votar para aprobar o
desechar la moción. Sin embargo, de estar en desacuerdo con la
firma de un tratado, sólo podrá manifestarlo oficialmente y ejercer
presión política para cambiar el voto de los Ministros.

En la práctica, se han establecido principios


consuetudinarios que han facultado al Parlamento para intervenir
en el proceso de ratificación e incorporación de los tratados: i) Los
tratados que tienen un impacto financiero directo en el
presupuesto del Estado, requerirán del consentimiento del
Parlamento. Un ejemplo de este tipo de acuerdos son los de
doble imposición; ii) En los tratados de naturaleza política que
puedan generar controversia, por lo general, el Gobierno solicita
el consentimiento del Parlamento como una manera de
salvaguardar su posición; iii) A los tratados que requieren de
ratificación se les aplica la Regla Ponsonby.

35
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

En mil novecientos veinticuatro se estableció la Regla


Ponsonby que establece que, salvo en situaciones de
emergencia, todo tratado celebrado por Gran Bretaña sujeto a
ratificación o incorporación (que se presenta por lo general en
tratados multilaterales en donde el Estado no es un signatario
original), deberá ser depositado ante el Parlamento por un periodo
de 21 días hábiles para que sea revisado y debatido, antes de
que pueda ser ratificado y publicado. Una vez transcurrido dicho
periodo, si el Parlamento no presenta objeción alguna, se tendrá
por ratificado, y éste emitirá una ley que trasformará el tratado en
derecho aplicable internamente. La única excepción a la
aplicación de esta regla son los tratados en materia de guerra, en
tanto existe un principio de derecho constitucional que le concede
la facultad a la Reina, siempre aconsejada por sus Ministros, para
declarar la guerra incluso sin la intervención del Parlamento.

Ahora bien, en aquellos casos en los cuales exista alguna


contradicción entre el derecho interno y las disposiciones del
tratado celebrado, previamente a la emisión de una Ley del
Parlamento, éste vigilará que la legislación interna se adecue a
las disposiciones del tratado para así estar en posibilidad de
cumplir con las obligaciones contraídas. No obstante, si llegara a
presentarse alguna contradicción entre las disposiciones de un
tratado y la legislación interna, se aplicará el principio ius
posteriori derogat priori.

En el supuesto de que el Estado Británico hubiera firmado


un tratado internacional y no se emitiera una ley que lo transforme
en legislación interna, cabe mencionar que desde el punto de

36
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

vista del derecho internacional, el Estado Británico seguirá siendo


sujeto de responsabilidad internacional.

En estos casos, evidentemente se planteará un conflicto


entre el derecho internacional y el derecho nacional, ya que en el
plano internacional subsistirán las obligaciones que Gran Bretaña
hubiera contraído al celebrar el tratado correspondiente, sin
embargo, internamente los tribunales ingleses no podrían aplicar
las disposiciones del tratado internacional suscrito.

De lo anterior se advierte que en Gran Bretaña, se establece


una clara diferencia entre los efectos que puede generar un
tratado respecto al derecho internacional y respecto al derecho
interno. Así, en términos del derecho internacional cualquier
tratado celebrado produce efectos con la mera ratificación de la
Corona inglesa, sin embargo, éstos no tendrán efectos
internamente y hasta que el Parlamento apruebe una ley
específica que se los confiera.

Conviene señalar que en la mayoría de los países del


Commonwealth los procedimientos para la celebración e
incorporación de los tratados internacionales son similares al de
Gran Bretaña, mientras que, fuera del área del Commonwealth, lo
habitual es que sea el Poder Legislativo, o parte de éste, el que
participe directamente en el proceso de ratificación de los
tratados, motivo por el cual, como ya se precisó en párrafos
anteriores, la ratificación misma se transforma en un acto
legislativo y los tratados empiezan a surtir efectos para el derecho
internacional y para el derecho interno simultáneamente.

37
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Por otro lado, en relación con la aplicación del derecho


comunitario europeo en la Gran Bretaña, los tribunales han
determinado que éste debe ser superior jerárquicamente a la
legislación interna. El argumento que sustenta esta postura parte
de la base de que la incorporación de Gran Bretaña a la Unión
Europea supuso la renuncia del Parlamento a su derecho
soberano para legislar en sentido opuesto a lo que dispongan los
tratados comunitarios en materia de políticas sociales y
económicas.

2. Estados Unidos de América.

En Estados Unidos de América opera lo que se conoce


como el principio de Supremacía de la Constitución de los
Estados Unidos respecto al derecho internacional, y en particular,
respecto de los tratados internacionales.

El artículo VI, párrafo 2, de la Constitución de este país


establece lo que se conoce en la doctrina jurídica estadounidense
como la cláusula de supremacía (supremacy clause).
Específicamente, dicho precepto dispone que: “[la Constitución], y
las leyes de los Estados Unidos, que se expidan con arreglo a
ella, y todos los tratados celebrados o que se celebren bajo la
autoridad de los Estados Unidos de América, serán la ley
suprema del territorio (‘the supreme law of the land’), y los jueces
de cada Estado estarán obligados a observarlos, no obstante
cualquier disposición en contrario que se encuentre en la
Constitución o las leyes de cualquier Estado”.

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AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Del texto transcrito se puede advertir que el artículo 133 de


la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos tomó
como base al artículo VI, párrafo 2, de la Constitución Política de
los Estados Unidos de América, circunstancia de particular
relevancia para el presente estudio si se toma en cuenta que, en
la doctrina jurídica estadounidense, se generó el mismo debate en
cuanto a la interpretación del enunciado “ley suprema del
territorio”, para determinar si éste podía entenderse en el sentido
de que los tratados internacionales estaban en el mismo rango
jerárquico que la Constitución.

El punto a debate se resolvió no tanto teóricamente sino


gracias a la jurisprudencia de los tribunales, que han definido
casuísticamente la jerarquía de las normas en el orden interno
norteamericano, determinando que tanto los tratados
internacionales como los executive agreements (acuerdos
ejecutivos), están sujetos a limitaciones constitucionales y por
ende están en un nivel jerárquico inferior a la Constitución. Los
executive agreements son acuerdos internacionales, celebrados
por el Presidente de los Estados Unidos de América que no
requieren de la aprobación del Senado (a diferencia de los
tratados internacionales que, con fundamento en el artículo 2º,
Segunda Sección de la Constitución Política de los Estados
Unidos de América, requieren de la aprobación de una mayoría
de dos tercios del Senado), aunque el Senado deberá ser
notificado por el Poder Ejecutivo dentro de un plazo de 60 días
contados a partir de la firma del acuerdo (Case-Zablocki Act, 1
U.S.C §112b). El poder del Presidente de los Estados Unidos de

39
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

América para firmar estos acuerdos no está expresamente


contemplado en la Constitución, motivo por el cual algunos
tribunales de los Estados Unidos de América se han pronunciado
en el sentido de que, debido a que estos acuerdos no son
aprobados por el Senado, no constituyen ley suprema del
territorio, de acuerdo con lo establecido en el artículo VI, párrafo
2, de la Constitución Política de los Estados Unidos de América.

Al resolver el caso Reid v. Covert [354 US 1(1957)], la


Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos de América se
pronunció en el sentido de que ningún tratado internacional o
acuerdo ejecutivo podía conferirle al Congreso la autoridad para
actuar en contravención con alguna de las disposiciones
contenidas en la Constitución, por lo que se estableció el principio
de que los tratados internacionales deben supeditarse a la
Constitución. Cabe mencionar que hasta la fecha, la Corte
Suprema de ese país no ha declarado la invalidez de ningún
tratado. En el caso citado, la Suprema Corte de Justicia declaró la
invalidez de un acuerdo ejecutivo por considerar que violaba la
quinta enmienda que se refiere, entre otros temas, al derecho a la
no auto-incriminación, al derecho a ser juzgado por un jurado, a
las garantías procesales, y al derecho a no ser privado de la
propiedad sin un proceso previo (due process).

En la práctica, en los Estados Unidos de América se


reconocen dos tipos de tratados internacionales, ampliamente
discutidos en la doctrina estadounidense: los auto-aplicativos
(self-executing treaties) y los no auto-aplicativos (non-self-

40
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

executing treaties). También se presentan casos en los que sólo


algunas disposiciones de los tratados no son auto-aplicativas.

Hay que hacer notar que esta diferencia ha sido creación del
Poder Judicial, ya que la fórmula original de la Constitución que
establece que “todos los tratados serán ley suprema del territorio”,
no hace distinción alguna en lo que se refiere a la aplicabilidad de
los tratados. En la actualidad, la determinación de cuáles son
tratados auto-aplicativos y cuáles no lo son, es materia de
interpretación que le corresponde al Poder Judicial, el cual hace la
determinación dependiendo del contenido político de los tratados.
Según este parámetro interpretativo, la mayoría de los tratados se
consideran ya sea parcialmente o en su totalidad no auto-
aplicativos, esto es, necesitan de un acto normativo posterior para
su aplicación interna.

Por otra parte, los tratados tienen en los Estados Unidos de


América el mismo nivel jerárquico que las leyes emanadas del
Congreso, lo que implica que dicho órgano legislativo puede
modificar un tratado emitiendo legislación contraria a las
disposiciones de éste; y de igual manera, las disposiciones de un
tratado posterior pueden modificar alguna ley del Congreso
expedida con anterioridad a la entrada en vigor de éste [Charton
v. Nelly, 229 U.S. 447, 463 (1913); United States v. Lee Yen Tai,
185 U.S. 213, 220 (1902)]. Por lo general, los tribunales procuran
armonizar las disposiciones contenidas en los tratados con las
leyes federales y locales [ver Johnson v. Browne, 205 U.S. 309,
321 (1907)]. Sin embargo, en caso de que exista conflicto entre
las leyes emitidas por el Congreso y las disposiciones de un

41
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

tratado internacional, se aplica el principio ius posteriori derogat


priori. La Suprema Corte de los Estados Unidos de América
estableció esta regla al resolver el caso Whitney v. Robertson
[124 U.S. 190] en 1888. En casos más recientes [United States v.
Stuart, 489 U.S.353, 375 (1989); Breard v. Greene, 523 U.S. 371,
376 (1998)], la Suprema Corte de Justicia norteamericana ha
reafirmado este principio estableciendo que la legislación emitida
por el Congreso se encuentra en una paridad absoluta con un
tratado, y cuando la legislación sea posterior en tiempo y
contravenga lo dispuesto por un tratado, la legislación producirá la
nulidad de éste.

En cuanto a la jerarquía de los tratados internacionales


frente a las leyes de los Estados Federales, la Suprema Corte de
Justicia de los Estados Unidos de América ha considerado que
frente a las leyes estatales los tratados y acuerdos ejecutivos sí
tienen una mayor jerarquía [United States v. Belmont, 301 U.S.
324 (1937); United States v. Pink, 315 U.S. 203 (1942)], por lo
que, en caso de conflicto entre una ley estatal y un acuerdo
ejecutivo o un tratado, prevalecerán estos últimos.

B) Legislaciones europeas.

1. Derecho de la Unión Europea (derecho comunitario).

En el territorio de la Unión Europea existe una confluencia


de distintos ordenamientos jurídicos que, aunque formalmente
mantienen su independencia, están cada vez más

42
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

interrelacionados. Esta interrelación obedece en gran medida a la


labor de los tribunales en distintos órdenes jurisdiccionales.

El sistema de jerarquía de las leyes de la Unión Europea,


por orden de importancia, tiene dos niveles:

Los tratados comunitarios constitutivos, denominados


derecho primario u originario, aplicables a los Estados miembros
actuales y a cualquiera de los nuevos miembros. Éstos son, entre
otros, el de París del dieciocho de abril de mil novecientos
cincuenta y uno; el de Roma de veinticinco de marzo de mil
novecientos cincuenta y siete; el de Bruselas del ocho de abril de
mil novecientos sesenta y cinco; y el de Maastrich del siete de
febrero de mil novecientos noventa y dos que establece
propiamente la Unión Europea.

Las normas jurídicas creadas por las instituciones


comunitarias, denominadas derecho secundario o derivado. Estas
últimas son normas emitidas por el Consejo de la Unión Europea,
que representa a los Estados miembros individuales; la Comisión
Europea, que defiende los intereses de la Unión en su conjunto;
el Parlamento Europeo, que representa a los ciudadanos de la
Unión Europea; y las resoluciones de la Corte de Justicia de las
Comunidades Europeas.

Las normas jurídicas secundarias derivadas de los tratados


se clasifican, a su vez, en cuatro categorías: 1. Reglamentos; 2.
Directivas; 3. Resoluciones; y 4. Recomendaciones y avisos.

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AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

1. Reglamentos. Son la fuente jurídica principal para el


derecho comunitario, cuya aplicación se basa en los siguientes
principios: i. Tienen aplicación general en todos los Estados de la
Unión Europea, creando derechos y obligaciones. Esto tiene
como consecuencia que un particular puede invocar ante un
tribunal nacional, como ley positiva y vigente, las disposiciones de
un reglamento; ii. La aplicación de un reglamento no puede ser
incompleta o selectiva; iii. Tienen efecto inmediato y son
directamente aplicables, es decir, no necesitan de un acto de
incorporación al derecho interno; iv. Son los ordenamientos
empleados preferentemente en aquellos casos en los que se
quiere legislar comunitariamente sobre una determinada materia.

Existen dos tipos de reglamentos:

Los que regulan actos fundamentales para la integración


misma de la Unión Europea, derivados directamente de los
tratados comunitarios, y que constituyen esencialmente los
reglamentos del Consejo de Europa, y

Los de ejecución, que sirven para la aplicación de las


disposiciones de un tratado. En este sentido, los reglamentos de
ejecución no pueden modificar o contradecir los reglamentos que
regulan actos fundamentales, por lo que se entiende que existen
dos niveles jerárquicos entre los dos tipos de reglamentos.

2. Directivas. A diferencia de los reglamentos, éstas no


necesariamente tienen una aplicación general para todos los
Estados miembros del la Unión, sino sólo para aquellos a los que

44
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

se destinan. Le permiten un mayor margen de maniobra a los


Estados, ya que en estos ordenamientos se establecen
únicamente los objetivos buscados, dejando en libertad a los
Estados miembros sobre los medios para conseguir dichos
objetivos. Por lo general, son empleados para regular temas
agrícolas y de medio ambiente. Las directivas, no son, en
principio, directamente aplicables en los Estados miembros de la
Unión, por lo que necesitan un acto de incorporación al derecho
interno de cada Estado.

3. Resoluciones. Tampoco tienen, en principio, una


aplicación general en los Estados miembros, pues se trata de
actos de carácter particular cuyos efectos son obligatorios
únicamente para sus destinatarios. En éstas se pueden fijar tanto
los objetivos como los medios para alcanzar los resultados
impuestos.

4. Recomendaciones y avisos. Son utilizados


principalmente en materia de política comercial, no tienen fuerza
jurídica vinculante y no se imponen a los Estados miembros.
Constituyen instrumentos de orientación para las instituciones
comunitarias para el dictado de legislaciones. Su fuerza es ante
todo política y moral, y tienen como propósito el de esclarecer las
intenciones del órgano o institución que las emite.

Es importante destacar que la Unión Europea tiene


personalidad jurídica propia, por lo que puede defender sus
intereses jurídicos y celebrar contratos y tratados.

45
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

2. España

La Constitución española de mil novecientos setenta y


nueve contiene, en el Titulo III, Capítulo Tercero, artículos 93, 94,
95 y 96, disposiciones referentes a los tratados internacionales.

La posición de los tratados internacionales dentro de la


jerarquía jurídica interna no se resuelve de forma expresa en la
Constitución, e incluso se dificulta el tema debido a que el artículo
96 de la misma establece que “…los tratados internacionales
válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en
España, formarán parte del ordenamiento interno”. De ello se
sigue que, en principio, la Constitución española reconoce a los
tratados internacionales su carácter de fuente de derecho interno
desde el momento mismo de su publicación oficial, optando, por
tanto, por el sistema de recepción automática en el ordenamiento
interno.

La jerarquía de los tratados internacionales en el derecho


interno español se presenta de la siguiente manera:

La conformidad de los tratados a la Constitución, se


desprende del hecho de que este último ordenamiento se
considera como la norma jurídica suprema del orden jurídico
interno español, como consta en el artículo 95, inciso primero,
constitucional, el cual señala que la celebración de un tratado
internacional que contenga estipulaciones contrarias a la
Constitución exigirá la previa revisión constitucional. En el caso de
que un tratado ya celebrado y publicado, resultara contrario a la

46
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Constitución, podría ser anulado por el Tribunal Constitucional, lo


que plantearía problemas delicados de responsabilidad
internacional del Estado. Es por ello que la Constitución prefirió
establecer procedimientos de control previo de la
constitucionalidad de los tratados que permitan asegurar su
apego al texto constitucional antes de proceder a su celebración.
A tal efecto, el Gobierno o cualquiera de las Cámaras puede
requerir al Tribunal Constitucional para que declare si existe o no
contradicción entre la Constitución y el Tratado antes de su
celebración. Cabe destacar que, en ocasiones, cuando el texto
del tratado resultara contrario a alguna disposición constitucional,
podrá ser la Constitución misma la que sea modificada.

Por otra parte, la Constitución establece en el artículo 94, los


casos en los que, dependiendo de la materia sobre la cual verse
el tratado, se deberá solicitar antes de su suscripción la
autorización previa de las Cortes Generales. Estos casos son,
cuando se trate de: a) Tratados de carácter político; b) Tratados o
convenios de carácter militar; c) Tratados o convenios que afecten
la integridad territorial del Estado o los derechos y deberes
fundamentales establecidos en el Título Primero (referente a los
derechos y deberes fundamentales de los españoles); d) Tratados
o convenios que impliquen obligaciones financieras para la
Hacienda Pública; y e) Tratados o convenios que supongan
modificación o derogación de alguna Ley o exijan medidas
legislativas para su ejecución.

Respecto de las relaciones de los tratados internacionales


con la ley, según el artículo 96, inciso primero, constitucional, las

47
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

disposiciones de los tratados sólo podrán ser derogadas,


modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios
tratados o de acuerdo a las normas generales del derecho
internacional, lo que supone que los tratados no pueden ser
alterados por las leyes internas. Por lo que, mientras el tratado no
sea derogado, modificado o denunciado mediante los
procedimientos especificados en el artículo 96 constitucional, las
leyes internas no pueden regular las materias objeto del tratado
de modo contradictorio, pues la competencia de las mismas ha
quedado temporalmente reservada al tratado (Sentencia del
Tribunal Constitucional 11/1985).

2.1. Relación entre el derecho comunitario y el derecho


interno español.

La existencia de los ordenamientos propios de la Unión


Europea, plantea problemas complejos de relación con los
ordenamientos nacionales, habida cuenta de que ambos
disponen de autonomía y por lo tanto, de ámbitos de aplicación
propia. Esta interacción se rige por dos principios: el de efecto
directo y el de primacía del derecho comunitario, principios que
han sido asumidos por la jurisprudencia española, tanto por el
Tribunal Supremo, como por el Tribunal Constitucional.

El principio de efecto directo, se refiere a que la mayoría de


las disposiciones comunitarias se consideran auto-aplicables, por
lo que no requerirán un acto de incorporación al derecho interno
de los Estados miembros. En el caso STJCE Simmenthal, la
Corte de Justicia de las Comunidades Europeas se pronunció en

48
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

el sentido de que “…la aplicación directa del derecho comunitario


significa que las normas deben aplicarse plena y uniformemente
en todos los Estados miembros desde la fecha de su entrada en
vigor y por el tiempo en que permanezcan vigentes. Las
disposiciones auto-aplicativas son una fuente directa de derechos
y obligaciones para todos aquellos afectados, ya sea los Estados
miembros o los particulares; estas consecuencias también son
aplicables a las cortes nacionales cuya función, como órgano de
un Estado miembro, es proteger los derechos concedidos a los
individuos por el derecho comunitario”.

Por otra parte, el principio de primacía del derecho


comunitario supone que en caso de conflicto entre el derecho
interno de un país y el derecho comunitario, prevalecerá este
último. Cabe mencionar que, este principio no parte de una norma
expresa en el derecho comunitario sino de una resolución de la
Corte de Justicia de las Comunidades Europeas al resolver el
caso Costa/ENEL, el quince de julio de mil novecientos sesenta y
cuatro. En esta resolución, la Corte Europea consideró que, “…
una ley que emane de un tratado [comunitario], que constituye
una fuente independiente de derecho, no puede, debido a su
origen y naturaleza especial, ser superada por disposiciones
legales domésticas, sin que se le prive de su carácter de derecho
comunitario y sin que la base legal de la comunidad misma sea
cuestionada. La transferencia al derecho interno de los derechos
y obligaciones emanadas del tratado por parte del Estado,
conlleva una limitación permanente a sus derechos soberanos”.
Con ello se entiende que los Estados miembros han cedido a la
Unión Europea parte de sus competencias, ya que para que se

49
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

puedan lograr los objetivos de la Unión, así como cierta


uniformidad, no pueden prevalecer las normas internas de los
Estados sobre el derecho comunitario. Esto implica que, una vez
que una ley comunitaria entre en vigor, aun y cuando sea opuesta
al derecho interno de un Estado, el derecho nacional se tornará
inmediatamente inaplicable “sin necesidad de pedir o esperar la
remoción previa por vía legislativa o mediante cualquier otro
procedimiento constitucional” (caso STJCE Simmenthal).

3. Francia.

En Francia las leyes internas siguen una jerarquía piramidal


en la que la norma de nivel superior prevalece sobre la de nivel
inferior. Esta jerarquía general, de superior a inferior, se ubica de
la siguiente manera: i. Derecho comunitario, ii. Constitución, iii.
Tratados Internacionales; iv. Leyes y ordenanzas; v. Actos
reglamentarios (decretos, órdenes y circulares).

Para efectos del presente estudio, y toda vez que ya se ha


hecho mención del derecho comunitario, basta con explicar la
jerarquía constitucional y de los tratados.

La Constitución de mil novecientos cincuenta y ocho, así


como los principios que de ella emanan, son la ley suprema de la
nación. También en este rango se encuentran disposiciones que
antecedieron a la Constitución de cincuenta y ocho, pero que
forman parte integral de la estructura jurídica estatal, tal como la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

50
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Cabe señalar que aunque la Constitución ocupe la cima en


la jerarquía de las normas, constituye, no obstante, un
ordenamiento interno del Estado y suele contener normas
concurrentes con las normas comunitarias. La Corte de Justicia
de las Comunidades Europeas y la Corte Europea de Derechos
del Hombre, han sustentado el criterio de que los compromisos
internacionales deben primar sobre la totalidad de las reglas
internas de los Estados miembros de la Unión Europea,
incluyendo, por supuesto, sus constituciones.

Por otra parte, en lo referente a los tratados internacionales,


de acuerdo con el artículo 52 constitucional, “el Presidente de la
República negocia y ratifica los tratados”. En el caso de tratarse
de “tratados de paz, de comercio, referentes a la organización
internacional, que tengan un impacto en las finanzas del Estado,
que modifiquen disposiciones de carácter legislativo, aquellos
referentes a el estado de las personas, y los que impliquen una
cesión, intercambio o adjudicación del territorio, no podrán ser
ratificados o aprobados sin la expedición de una ley” (artículo 53).

El artículo 55 constitucional establece que “los tratados o


acuerdos regularmente ratificados o aprobados, tienen, desde su
publicación, una autoridad superior a las leyes, bajo reserva, para
cada acuerdo o tratado” de que su aplicación sea recíproca entre
los Estados. Por otra parte, en su artículo 54 prevé que “si el
Consejo Constitucional -después de haber sido interpelado por el
Presidente de la República, el Primer Ministro, el Presidente de
alguna de las Cámaras, 60 diputados o 60 Senadores- declara
que un compromiso internacional contiene una cláusula contraria

51
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

a la Constitución, la autorización para ratificar o aprobar dicho


compromiso no puede tener lugar sino después de haber revisado
la Constitución”.

De las anteriores disposiciones se desprende que la


Constitución de mil novecientos cincuenta y ocho, y la
jurisprudencia del Consejo Constitucional, consideran que los
tratados o acuerdos internacionales están subordinados a la
Constitución, en tanto que no pueden producir efectos jurídicos si
son contrarios a ésta. Por otra parte, los tratados tienen una
jerarquía superior a las leyes, siempre y cuando hayan sido
ratificados o aprobados por el Ejecutivo y que sean aplicados por
los demás Estados signatarios en forma recíproca (cláusula de
reciprocidad). Cabe mencionar que el principio de reciprocidad no
se aplica al derecho comunitario.

El Consejo de Estado se ha pronunciado repetidamente en


el sentido de que los tratados internacionales tienen una jerarquía
superior a la de las leyes, incluso en aquellos casos en que éstas
sean anteriores a la ratificación del tratado. En cuanto a los
Tratados Comunitarios, en el caso Nicolo de mil novecientos
ochenta y nueve, el Consejo de Estado resolvió en el sentido de
que las normas derivadas de los tratados comunitarios tienen una
fuerza jurídica superior a las leyes internas (diferentes de la
constitución), incluso posteriores a éstos.

De hecho, conforme a lo dispuesto en el artículo 54 de la


Constitución francesa, el Consejo Constitucional consideró que
las disposiciones contenidas en algunos tratados comunitarios

52
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

eran contrarios a la Constitución, por lo que la de mil novecientos


cincuenta y ocho debió ser reformada en varias ocasiones para
permitir la ratificación de los siguientes tratados: el veinticinco de
junio de mil novecientos noventa y dos, el Tratado de Maastrich;
el veinticinco de noviembre de mil novecientos noventa y tres, los
acuerdos internacionales en materia de asilo; el Tratado de
Ámsterdam; y el ocho de julio de mil novecientos noventa y
nueve, el tratado que constituyó la Corte Penal Internacional.

Es interesante hacer notar que en Francia, el control


constitucional de las leyes se lleva a cabo previamente a la
promulgación de éstas por el Consejo Constitucional (Conseil
Constitutionnel). La Administración tiene la obligación de
promulgar leyes que no sean contrarias a la Constitución ni a los
principios generales del derecho que emanen principalmente del
preámbulo de la Constitución que se imponen a toda autoridad
administrativa aún en la ausencia de disposiciones legislativas.

Relación entre el derecho comunitario y el derecho


interno francés.

En caso de conflicto entre el derecho comunitario y el


derecho interno francés se aplican los dos principios antes
enunciados, esto es, el principio de efecto directo y el de primacía
del derecho comunitario frente al derecho interno. Este último fue
reconocido por la Corte de Casación (Cour de Cassation) en mil
novecientos setenta y cinco en la resolución “Jaques Vabre” y por
el Consejo de Estado en 1989, caso “Nicolo”). La jurisprudencia
reconoció, en mil novecientos noventa la superioridad jerárquica

53
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

de los reglamentos comunitarios sobre las leyes nacionales, e


igualmente, en mil novecientos noventa y dos la superioridad de
las directivas comunitarias sobre las mismas.

Por lo que hace al problema de la supremacía de la


Constitución francesa, el problema no está totalmente resuelto.
En mil novecientos noventa y ocho, el Consejo de Estado rehusó
pronunciarse sobre las consecuencias de una contradicción entre
las disposiciones nacionales y las obligaciones internacionales.
Cabe mencionar que lo anterior no parece tener incidencia
práctica ya que, como se mencionó anteriormente, cualquier
contradicción entre ambos ordenamientos se previene al
establecerse que la Constitución debe ser reformada para hacerla
conforme con los tratados europeos. Por lo que, en realidad el
conflicto entre disposiciones legales europeas y disposiciones
legales internas es percibido teóricamente, más como un
problema de competencias y no tanto como un problema de
jerarquías.

4. Federación Rusa.

La Constitución de la Federación Rusa es un ejemplo de


aquellas de reciente creación que establecen de manera expresa
la jerarquía de las normas y de los tratados internacionales. En su
artículo 15, dispone que:

“La Constitución…tendrá fuerza legal suprema y efectos


directos, y será aplicable en todo el territorio de la Federación
Rusa. Las leyes promulgadas por la Federación Rusa no podrán

54
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

oponerse a la Constitución” (párrafo 1). De este párrafo se


desprende un primer nivel jerárquico ocupado por la Constitución.

“Los principios generalmente reconocidos y las normas del


derecho internacional y los tratados internacionales suscritos por
la Federación Rusa serán una parte integrante del sistema (legal).
Si un tratado internacional estipulara disposiciones divergentes de
aquellas establecidas en las leyes, las disposiciones del tratado
prevalecerán”. Del texto de este párrafo se desprende que los
tratados internacionales se ubican en un nivel jerárquicamente
inferior a la Constitución, pero son jerárquicamente superiores a
las demás leyes y, que en caso de conflicto entre las
disposiciones de un tratado internacional y alguna ley interna,
prevalecerán las disposiciones del tratado.

Cabe mencionar que en la “cláusula de supremacía


jerárquica” de la Constitución de la Federación Rusa no se
establece ninguna distinción entre aquellos acuerdos
internacionales que requieren ser ratificados por el Parlamento y
aquellos que no requieren de ratificación; los tratados auto-
aplicativos y los no auto-aplicativos; ni se establece nada en
referencia al requisito de publicación de los tratados ratificados.
Estos temas están regulados por una ley especial sobre tratados
internacionales, la Ley Federal sobre Tratados Internacionales de
la Federación Rusa, aprobada por la Duma (Parlamento) el
dieciséis de junio de mil novecientos noventa y cinco, que entró
en vigor el veintiuno de julio del mismo año.

55
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Por otra parte, el artículo 115 de la citada Constitución,


establece otro nivel jerárquico inferior al de la Constitución,
tratados internacionales, leyes federales y decretos normativos
presidenciales: éste es ocupado por los decretos y órdenes
gubernamentales. Las órdenes gubernamentales tienen fuerza
vinculante en toda la Federación, y “podrán ser rechazadas por el
Presidente si contravienen la Constitución, leyes federales o
decretos presidenciales”.

C) Legislaciones Latinoamericanas

1. Brasil.

Una vez incorporados al ordenamiento interno brasileño, los


tratados internacionales son considerados como leyes y producen
los mismos efectos que una ley ordinaria. Su nivel jerárquico es
inferior al de la Constitución y por lo tanto están, como las demás
leyes, sujetos a control constitucional. Este principio se deduce
del artículo 102, inciso III, párrafo b), de la Constitución de mil
novecientos ochenta y ocho, que confiere a la Suprema Corte de
Justicia la competencia para juzgar, mediante recurso
extraordinario, “las causas decididas en única o última instancia,
cuando la decisión implique declarar la inconstitucionalidad de un
tratado o ley federal”. Con base en esta disposición, la Suprema
Corte de Justicia de Brasil estableció, en mil novecientos setenta
y siete, la tesis que señala que los tratados internacionales
poseen una jerarquía equiparada a la ley federal, siendo
aplicable, en caso de conflicto, el principio ius posteriori derogat
priori, “a pesar de que Brasil incurra en responsabilidad

56
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

internacional por incumplimiento del tratado” (Recurso


Extraordinario no. 80.004).

Cabe resaltar que este criterio no se aplica a los tratados


que versen sobre derechos humanos, ya que la Constitución de
Brasil los considera en el mismo nivel jerárquico que ésta,
acogiendo los principios de indivisibilidad e interdependencia de
los derechos humanos. Este principio se deduce de lo establecido
en el inciso LXXVII, del artículo 5º constitucional, que señala que
las normas que definen derechos y garantías tienen aplicación
inmediata (párrafo 1). Con ello, la Constitución le da el tratamiento
a los derechos fundamentales de, lo que se denomina en la
doctrina brasileña, cláusulas pétreas, es decir, disposiciones que
no pueden ser derogadas o modificadas posteriormente. Así, los
derechos humanos son considerados como valores
fundamentales del orden constitucional brasileño por lo que no
pueden ser abolidos por medio de una reforma a la Constitución
(artículo 60, párrafo 4º, párrafo IV).

Por otra parte, el segundo párrafo del artículo 5 de la


Constitución, es también fundamental para la materia ya que
presenta la interacción entre el derecho internacional, en materia
de derechos humanos, y el derecho interno, al determinar que “los
derechos y garantías contenidos en [la Constitución de Brasil] no
excluyen…aquellos plasmados en tratados internacionales de los
que la República Federativa del Brasil sea parte”. A través de esta
disposición, el derecho internacional de los derechos humanos es
incluido en los derechos tutelados por la Constitución de Brasil.
Así, los tratados internacionales de derechos humanos de los

57
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

cuales Brasil forma parte, pasan a ser parte del derecho interno.
Además, cabe señalar que cuando exista un conflicto entre el
derecho internacional de los derechos humanos y el orden jurídico
interno, el criterio adoptado será el que le sea más favorable al
individuo, que es el titular del derecho.

2. Argentina.

La reforma efectuada en el año de mil novecientos noventa y


cuatro al artículo 75, párrafo 22, de la Constitución Argentina,
modificó el orden jerárquico de los tratados internacionales
respecto de la Constitución y del resto de las normas de derecho
interno. Concretamente, este artículo le otorga actualmente a los
tratados y concordatos “…jerarquía superior a las leyes” y,
respecto de los once instrumentos de derechos humanos que se
enumeran en el mismo artículo, establece que “…en las
condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no
derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución,
y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías
por ella reconocidos”.

Esta disposición constitucional reconoce como antecedente


inmediato el fallo de la Corte Suprema de Justicia de Argentina en
el caso Ekmekdjian v. Sofovich [CSA, Tomo 315, Folio 1492,
(1992)], en el que, si bien no estaba en discusión la jerarquía
normativa de los tratados respecto de las leyes internas, la Corte
Suprema analizó el tema y se pronunció sobre la superioridad
jerárquica de los tratados respecto de las leyes con una jerarquía
inferior a la Constitución.

58
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Por otra parte, en el caso Cafés La Virginia S.A. [CSA, Tomo


317, Folio 1282, (1994)], la Corte Suprema de Justicia estableció
que “…la aplicación por los órganos del Estado argentino de una
norma interna que transgreda un tratado, además de constituir el
incumplimiento de una obligación internacional, vulnera el
principio de la supremacía de los tratados internacionales sobre
las leyes internas”.

Las anteriores decisiones atienden a lo dispuesto por la


Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, aprobada
en Argentina por la ley 19.865, ratificada por el Poder Ejecutivo el
cinco de diciembre de mil novecientos setenta y dos y en vigor
desde el veintisiete de enero de mil novecientos ochenta, que
confiere primacía al derecho internacional sobre el derecho
interno.

Cabe mencionar que la Constitución argentina establece una


diferencia entre los tratados internacionales en materia de
derechos humanos y los que versan sobre otras materias (ambos
regulados por el artículo 75, párrafo 22, de la Constitución de
Argentina). En el caso de los primeros, se les confiere una
jerarquía constitucional, creando de esta forma un “bloque
constitucional”, conformado por la Constitución misma y los
instrumentos de derechos humanos que en el artículo 75, párrafo
22, se enumeran. En el caso de los tratados internacionales que
versan sobre otras materias, si bien se les da un rango jerárquico
superior a las demás leyes, no forman parte del “bloque
constitucional” por lo que quedarían en un rango inmediatamente

59
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

inferior a la Constitución pero superior a las leyes ordinarias. El


principio que le asigna una jerarquía constitucional a los tratados
en materia de derechos humanos fue reafirmado en el caso
Méndez Valles, Fernando c/ A.M. Pescio SCA [CSA, Tomo 318,
Folio 2639, (1995)].

Es de mencionar que, en América Latina, existen varios


Estados que reconocen expresamente en sus legislaciones que
en el supuesto de que exista una controversia entre el derecho
interno e internacional en materia de derechos humanos, se hará
una interpretación pro-hominis, es decir, se aplicará la norma que
resulte más favorable al individuo. Adicionalmente, muchos
tratados de derechos humanos establecen que ninguna de sus
disposiciones ha de ser interpretada en modo que permita limitar
el goce y ejercicio de los derechos y libertades reconocidas de
acuerdo con las leyes de los Estados parte o de acuerdo a otras
convenciones en materia de derechos humanos (por ejemplo,
Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículo 29
párrafo b), y el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, artículo 5º).

Destaca que, a raíz de la formación de MERCOSUR, los


Estados parte, es decir, Argentina, Brasil, Uruguay, y Paraguay,
han incorporado dentro de sus legislaciones disposiciones
jurídicas estableciendo particularidades para los tratados
tendientes a la integración de este bloque, los cuales establecen
derechos y obligaciones entre los Estados parte. Las medidas
para incorporar las disposiciones contenidas en estos tratados de
integración se encuentran plasmadas en el instrumento

60
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

MERCOSUR/CMC/DEC. No. 23/00 intitulado “Incorporación de la


Normativa MERCOSUR al ordenamiento jurídico de los Estados
parte”. Dicho instrumento jurídico establece los procedimientos
que los Estados parte deberán seguir para incorporar las
disposiciones contenidas en los tratados de integración a sus
respectivos ordenamientos jurídicos internos. Destacan los
artículos primero y cuarto en los que se establece la obligación de
los Estados parte a incorporar, conforme a lo dispuesto en el
Protocolo de Ouro Preto, las Decisiones, Resoluciones y
Directivas del bloque MERCOSUR a sus ordenamientos jurídicos
nacionales; y por otra parte, los casos en que las normas
emanadas de los órganos del MERCOSUR no necesitarán de
medidas internas para su incorporación al ordenamiento jurídico
interno, de acuerdo a lo establecido en el artículo 42 del Protocolo
citado.

3. Costa Rica.

El artículo 7 de la Constitución Política de Costa Rica, del


siete de noviembre de mil novecientos cuarenta y nueve,
establece que “…los tratados públicos, los convenios
internacionales y los concordatos, debidamente aprobados por la
Asamblea Legislativa, tendrán desde su promulgación o desde el
día que ellos designen, autoridad superior a las leyes” (incluyendo
los tratados sobre derechos humanos). La disposición citada es
clara con respecto a la jerarquía de los tratados dentro del orden
jurídico costarricense.

61
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Ahora bien, además de reconocer la jerarquía superior de


los tratados internacionales respecto de la legislación ordinaria, la
Constitución de Costa Rica admite la posibilidad de que los
tratados internacionales sean auto-aplicativos. Esto significa que,
bajo determinadas condiciones, un tratado internacional puede
ser invocado directamente por los particulares y aplicado por los
tribunales como si fuera una ley ordinaria, aunque formalmente
no lo sea. Lo anterior implica que en Costa Rica, cumplidos
ciertos requisitos, no es necesario promulgar una ley para
implementar un tratado, sino que éste, una vez aprobado por la
Asamblea Legislativa y ratificado por el Ejecutivo, se incorpora
directamente al orden jurídico interno. La Sala Constitucional,
establecida mediante una reforma de mil novecientos ochenta y
nueve, como una instancia especializada dentro de la Corte
Suprema de Justicia para determinar, entre otras cosas, la
constitucionalidad de los tratados internacionales (artículo 10 de
la Constitución Política de Costa Rica), ha establecido las
condiciones necesarias para que un tratado internacional tenga
efectos directos en el ordenamiento jurídico costarricense: i. Que
el texto del tratado sea lo suficientemente claro y preciso como
para identificar sin duda la obligación asumida por el Estado
costarricense; ii. Que el texto del tratado sea lo suficientemente
claro y preciso como para identificar los derechos otorgados a los
individuos, instituciones, compañías o corporaciones y, iii. Que
existan dentro del orden jurídico interno de Costa Rica las
instituciones u organizaciones procesales requeridas para que
esos individuos, instituciones, compañías o corporaciones puedan
ejercer los derechos concedidos por el tratado internacional en
cuestión.

62
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Adicionalmente, la Ley de la Jurisdicción Constitucional


estipula que durante el proceso de aprobación de cualquier
tratado internacional, el texto propuesto tiene que ser llevado a
consulta a la Sala Constitucional para que la misma efectúe un
examen preliminar sobre la constitucionalidad del tratado
propuesto. Este examen preliminar tiende a centrarse en aspectos
de procedimiento, pues esta evaluación no excluye la eventual
interposición de acciones de inconstitucionalidad contra el tratado
aprobado.

De acuerdo al artículo 140, párrafo 12, de la Constitución


Política de Costa Rica, corresponde al Presidente de la República
y al Ministro del ramo, la conducción de las relaciones exteriores
de la República. Esta atribución es de carácter general, y abarca
tanto el aspecto jurídico de la negociación de los acuerdos
internacionales sobre cualquier materia, como la dimensión
política que supone tomar las medidas necesarias para defender
los intereses del país en el plano internacional. El párrafo 10 del
mismo artículo, establece que corresponde conjuntamente al
Presidente y al Ministro del ramo, celebrar acuerdos
internacionales y concordatos, promulgarlos y ejecutarlos una vez
que los mismos hayan sido aprobados por la Asamblea
Legislativa o una Asamblea Constituyente, esto último cuando así
sea requerido por la Constitución.

En relación con la aprobación de los tratados


internacionales, la Constitución de Costa Rica, en su artículo 121,
párrafo 4, reserva esta atribución a la Asamblea Legislativa. Es

63
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

importante destacar que al Poder Legislativo le corresponde


solamente aprobar o rechazar el tratado previamente negociado
por el Ejecutivo, es decir, el Congreso no puede introducir
reformas al texto del Acuerdo, ni tampoco tiene poder de iniciativa
para negociar un tratado o convenio internacional. No obstante lo
anterior, la Asamblea Legislativa sí puede introducir al texto de un
tratado negociado por el Ejecutivo declaraciones interpretativas
que aclaren el contenido o especifiquen el ámbito de aplicación
de las obligaciones asumidas mediante éste.

D) África y Asia

Argelia.

La Constitución argelina, reformada en mil novecientos


noventa y seis, es también, como el caso de la Constitución de la
Federación Rusa, un ejemplo de las nuevas constituciones que
establecen expresamente la jerarquía de las normas y el derecho
internacional en el orden jurídico interno. De acuerdo con su
artículo 132, “…los tratados ratificados por el Presidente de la
República, dentro de las condiciones previstas por la Constitución,
son superiores a las leyes”. De ello, se puede inferir que los
tratados internacionales tienen una jerarquía superior a las leyes
ordinarias e inferior a la Constitución.

Por otra parte, de conformidad con el artículo 77, el


Presidente de la República tiene dentro de sus facultades la de
“celebrar y ratificar tratados internacionales”.

64
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Normalmente, cuando el Estado argelino tiene la intención


de suscribir un tratado internacional, el Presidente de la
República, el Presidente de la Asamblea Nacional o el Presidente
del Consejo de la Nación, turnarán su texto al Consejo
Constitucional, para que este último emita una opinión sobre la
constitucionalidad del instrumento propuesto. Si en opinión o por
decisión del Consejo el tratado es considerado acorde a la
Constitución, el Presidente de la República procederá a ratificarlo.
Cuando se trate de “tratados de armisticio, paz, fronterizos, de
alianza y unión con otros Estados, así como tratados que
comprometan el presupuesto del Estado y que no estén
expresamente contemplados dentro de él, serán ratificados por el
Presidente debiendo contar con la aprobación expresa de cada
una de las Cámaras del Parlamento” (artículo 131 constitucional).
En el caso de que el Consejo Constitucional determine que un
tratado es contrario a la Constitución, éste sólo podrá ser suscrito
una vez que se modifique la Constitución.

2. Senegal.

La Constitución de Senegal, en su artículo 95 faculta al


Presidente para negociar tratados internacionales y ratificarlos o
aprobarlos contando con la autorización de la Asamblea Nacional.

Los tratados internacionales, de acuerdo con los artículos 97


y 98 constitucionales, tendrán una jerarquía superior a las leyes
ordinarias pero inferior a la Constitución y estarán sujetos, como
en el caso de Francia, al principio de reciprocidad. El artículo 98
establece que “…los tratados o acuerdos internacionales

65
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

regularmente ratificados o aprobados tienen, desde su


publicación, una jerarquía superior a la de las leyes, bajo reserva,
para cada tratado o acuerdo, de su aplicación por la contraparte”.

Como en el caso de Argelia, es el Consejo Constitucional el


que emite una opinión sobre la constitucionalidad de los tratados.
De acuerdo al artículo 97 constitucional, “…si el Consejo
Constitucional declaró que un compromiso internacional contiene
alguna cláusula contraria a la Constitución, la autorización para
aprobarlo o ratificarlo no puede concederse antes de la reforma
de la Constitución”.

En relación con la auto-aplicabilidad de los tratados, la


Constitución de Senegal establece que, como regla general, los
tratados serán auto-aplicativos salvo aquellos enumerados en el
artículo 96 constitucional, es decir, “…los tratados de paz, de
comercio, los relacionados con la organización internacional, los
que comprometan las finanzas del Estado, los que modifiquen las
disposiciones de naturaleza legislativa, los referentes al estado de
las personas, los que impliquen cesión, intercambio o
adjudicación de territorio”, los cuales requerirán de un acto
legislativo para tener vigencia dentro del orden jurídico interno.

Como un aspecto interesante relacionado con las


disposiciones referentes a los tratados internacionales, debe
hacerse notar que la Constitución de este país, en su artículo 96
adopta una visión a futuro y establece que la República de
Senegal podrá celebrar con cualquier Estado africano acuerdos
de asociación o de comunidad que impliquen el abandono parcial

66
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

o total de su soberanía con el propósito de conseguir la unidad


africana. Esta disposición se incluyó en el texto constitucional con
motivo de la creación de la Unión Africana en mil novecientos
noventa y nueve (Declaración Sirte), cuyo propósito principal es
la integración socio-económica de los países de la región, para lo
cual se han establecido políticas y objetivos comunes a todos
ellos.

3. Japón.

Japón es una monarquía constitucional con una forma


parlamentaria de gobierno. El Poder Ejecutivo es ejercido por un
Gabinete, compuesto por el Primer Ministro y hasta 20 Ministros
de Estado, debiendo rendir cuentas a la Dieta (Parlamento) la
cual está compuesta por un sistema bicameral.

De acuerdo al artículo 73, fracción 3, de la Constitución


japonesa de mil novecientos cuarenta y siete, el Gabinete es el
encargado de celebrar los tratados internacionales, “…contando
con la previa o posterior aprobación de la Dieta”. La aprobación
de los tratados internacionales por la Dieta se hace por mayoría
simple, en ocasiones requiriendo de un acto legislativo para que
sean aplicables. Los tribunales japoneses han determinado que
algunos tratados son auto-aplicativos, por lo que no requieren de
legislación para ser implementados, tal es el caso de la
Convención Internacional de mil novecientos sesenta y seis sobre
los Derechos Civiles y Políticos.

67
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

No todos los tratados internacionales requieren de la


aprobación de la Dieta, ya que, como en el caso de los Estados
Unidos de América, existen los acuerdos ejecutivos que pueden
ser suscritos por el gobierno tomando como fundamento la
facultad para conducir las relaciones internacionales, que le
confiere el artículo 73, fracción 2 constitucional. Todos los
tratados deberán ser publicados en la Gaceta Oficial para que
adquieran fuerza de ley.

La jerarquía de los tratados dentro del orden jurídico interno


japonés no está expresamente determinada. Si bien el artículo 98
establece que “…la constitución será la ley suprema de la nación
y que ninguna ley, ordenanza, decreto imperial u acto de
gobierno, podrá ser contraria a sus disposiciones”, cuando se
refiere a los tratados internacionales, lo único que señala el
artículo en cuestión es que todos los tratados celebrados por
Japón “…serán debidamente observados”. Sin embargo, la
opinión generalizada de los tribunales, gobierno y estudiosos es
que los tratados internacionales prevalecen sobre las leyes
ordinarias estando por debajo de la Constitución.

La jerarquía normativa de los acuerdos ejecutivos, sin


embargo, es más difícil de puntualizar, ya que no requieren de la
aprobación de la Dieta y, por tanto, no hay un consenso unánime
respecto a su jerarquía frente a las leyes.

Ahora bien, a partir del análisis de los elementos y datos


hasta aquí consignados se desprende que la tendencia
internacional contemporánea apunta hacia una mayor integración

68
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

internacional, por lo que diversos países han asignado a los


tratados internacionales una jerarquía superior a las leyes
ordinarias, y en ocasiones, incluso a las Constituciones de los
Estados, tendencia que permite corroborar la interpretación
efectuada al inicio del presente considerando sobre el texto del
artículo 133 constitucional, puesto que pone de manifiesto la
congruencia existente entre la intención originaria del
Constituyente de incluir como Ley Suprema de la Unión a los
tratados internacionales, y la interpretación del texto constitucional
atendiendo a las condiciones económicas, políticas y sociales que
priman hoy por hoy en el mundo globalizado y que, a su vez,
resultan determinantes para la inserción del México
contemporáneo en éste.

En este mismo sentido, para reiterar la supremacía de los


tratados internacionales dentro del orden jurídico nacional, esto
es, su ubicación inmediatamente inferior al texto constitucional y
por encima de las leyes generales y federales emanadas del
Congreso de la Unión, conviene igualmente recordar algunos de
los principios que han sido señalados a lo largo de este estudio,
específicamente los consignados en la Convención de Viena
Sobre el Derecho de los Tratados que, como instrumento de
derecho internacional, constituye un parteaguas para la
codificación o positivización de los principios que deben
adoptarse en la celebración de tratados y que, hasta antes de su
celebración, constituían principios estrictamente consuetudinarios.

Así, en el preámbulo de dicho instrumento, se reconocieron


como finalidades para su adopción, entre otras, las siguientes:

69
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

 Los tratados han tenido y tienen una función


fundamental en la historia de las relaciones internacionales.

 Los tratados tienen una importancia cada vez mayor


como fuentes de derecho internacional y como medios para
desarrollar la cooperación pacífica entre las Naciones,
cualesquiera que sean sus regímenes constitucionales y sociales.

 Los pueblos miembros de las Naciones Unidas han


resuelto crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la
justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados.

Asimismo, en la Carta de las Naciones Unidas se han


incorporado principios de derecho internacional tales como la
igualdad de derechos y libre determinación de los pueblos,
igualdad soberana e independencia de todos los Estados, la no
injerencia en sus asuntos internos, la prohibición de la amenaza o
el uso de la fuerza; y el respeto universal a los derechos humanos
y a las libertades fundamentales de todos, así como la efectividad
de tales derechos y libertades.

Es decir, se entiende que la codificación y el desarrollo


progresivo del derecho de los tratados contribuirá a la
consecución de los propósitos de las Naciones Unidas
enunciados en la Carta, consistentes en mantener la paz y la
seguridad internacionales, fomentar entre las naciones las
relaciones de amistad y realizar la cooperación internacional.

70
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

En estas condiciones, es claro que, en la medida en que el


Estado Mexicano es parte signante de dicha Convención, aunado
a que varios de los principios mencionados están contemplados
en el propio texto constitucional, éste se encuentra vinculado a su
estricto cumplimiento.

Ahora bien, la Convención citada define al “Tratado”, como


el acuerdo internacional celebrado, por escrito, entre Estados y
regido por el derecho internacional, sea que dicho acuerdo conste
en un instrumento único, o en dos, o incluso en más instrumentos
conexos, cualquiera que sea su denominación particular.

Lo anterior se desprende del artículo 2º, punto 1, inciso a),


de la Convención, que establece:

“Artículo 2
Términos empleados
1. Para los efectos de la presente Convención:
Se entiende por ‘tratado’ un acuerdo internacional
celebrado por escrito entre Estados y regido por el
derecho internacional, ya conste en un instrumento
único o en dos instrumentos conexos y cualquiera
que sea su denominación particular”.

Por otra parte, en nuestro derecho interno, específicamente


en la Ley Sobre la Celebración de Tratados, expedida por el
Congreso de la Unión y publicada en el Diario Oficial de la
Federación de dos de enero de mil novecientos noventa y dos, en
su artículo 2º, fracción I, primer párrafo, se define al tratado como:

71
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

“…el convenio regido por el derecho internacional


público, celebrado por escrito entre el Gobierno de
los Estados Unidos Mexicanos y uno o varios
sujetos de Derecho Internacional Público, ya sea
que para su aplicación requiera o no la celebración
de acuerdos en materias específicas, cualquiera
que sea su denominación, mediante el cual los
Estados Unidos Mexicanos asumen compromisos”.

Debe precisarse, además, que en el sistema jurídico


mexicano los tratados internacionales constituyen normas
exógenas al derecho interno y, por tanto, requieren de un
procedimiento específico para su incorporación al orden jurídico
nacional, a través de su negociación, aprobación o ratificación y
difusión oficial, sin que sea necesaria la expedición de una ley o
norma específica para que el texto mismo del tratado suscrito se
convierta en norma aplicable internamente.

En este contexto, en tanto constituye un principio de derecho


internacional que todo tratado en vigor obliga a las partes y debe
ser cumplido por ellas de buena fe, lo que se traduce en la
formulación positiva de la máxima fundamental del derecho “pacta
sunt servanda”, es claro que los Estados al celebrar tratados
internacionales contraen libremente obligaciones que deberán ser
cumplidas en los términos en los que fueron pactadas,
correspondiendo a cada Estado decidir soberanamente sobre los
mecanismos o procedimientos mediante los cuales traduce las
obligaciones contraídas a su derecho interno, en el entendido de

72
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

que el incumplimiento de éstas supondrá una responsabilidad


internacional para el Estado.

Por ello, la aplicación y cumplimiento de los tratados


internacionales de los que México sea parte, no pueden quedar
supeditados a lo que dispongan las leyes ordinarias, sean
generales, federales o locales, pues ello implicaría que el Estado
mexicano incumpla las obligaciones libre y soberanamente
contraídas frente a otro Estado o Estados, obstaculizándose
además el propósito o propósitos para los cuales el tratado
específico hubiere sido celebrado.

En las condiciones relatadas, esto es, a partir de la


interpretación sistemática del artículo 133 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, armonizada con los
principios de Derecho Internacional dispersos en el mismo
ordenamiento, así como con las reglas y premisas de esta rama
del derecho, se advierte la existencia de un orden jurídico
nacional o “Ley Suprema de la Unión”, que se integra con la
Constitución, los tratados internacionales y las leyes generales,
en el cual, los tratados se ubican jerárquicamente por encima de
las leyes generales y federales, en tanto el Estado Mexicano, al
celebrar éstos, de conformidad con lo dispuesto en la Convención
de Viena Sobre el Derecho de los Tratados entre los Estados y
Organizaciones Internacionales o entre Organizaciones
Internacionales y atendiendo al principio fundamental de derecho
internacional consuetudinario “pacta sunt servanda”, contrae
libremente obligaciones frente a otros Estados que no pueden ser
desconocidas con base en normas de derecho interno y cuyo

73
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

incumplimiento supone una responsabilidad de carácter


internacional.

Por último, este Tribunal Pleno estima que una vez


establecida la jerarquía de los tratados internacionales por encima
de las leyes generales y federales a que se refiere el artículo 133
constitucional y toda vez que su intervención resulta innecesaria
para resolver la litis planteada en el presente recurso de revisión,
resulta procedente reservar jurisdicción, de conformidad con lo
dispuesto en el punto tercero del Acuerdo General 5/2001, a la
Segunda Sala de esta Suprema Corte de Justicia de la Nación a
la cual se encuentra adscrito el Ministro ponente.

Por lo expuesto y fundado, se resuelve:

PRIMERO. En la materia cuyo conocimiento asumió el


Tribunal Pleno se declara que los tratados internacionales ocupan
un lugar inmediatamente inferior al de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos.

SEGUNDO. Se reserva jurisdicción a la Segunda Sala de


este Alto Tribunal para los efectos de su competencia.

Notifíquese y, en su oportunidad, archívese el presente


expediente como asunto concluido.

Así lo resolvió la Suprema Corte de Justicia de la Nación en


Pleno, por mayoría de seis votos de los señores Ministros Aguirre
Anguiano, Góngora Pimentel, Azuela Güitrón, Valls Hernández,

74
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

Sánchez Cordero de García Villegas y Presidente Ortiz


Mayagoitia; los señores Ministros Cossío Díaz, Luna Ramos,
Franco González Salas, Gudiño Pelayo y Silva Meza votaron en
contra y reservaron su derecho de formular votos particulares.
Fue ponente el Ministro Mariano Azuela Güitrón. El señor Ministro
Presidente Guillermo I. Ortiz Mayagoitia declaró que el asunto se
resolvió en los términos precisados.

Firman el Ministro Presidente y el Ministro Ponente, con el


Secretario General de Acuerdos que autoriza y da fe.

PRESIDENTE DE LA
SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

MINISTRO GUILLERMO I. ORTIZ MAYAGOITIA

PONENTE:

MINISTRO MARIANO AZUELA GÜITRÓN

EL SECRETARIO GENERAL DE ACUERDOS

LIC. JOSÉ JAVIER AGUILAR DOMÍNGUEZ

Esta hoja corresponde al Amparo en Revisión 1738/2005, interpuesto por


**********, SOCIEDAD ANÓNIMA, que fue resuelto el trece de febrero de dos mil
siete, cuyos puntos resolutivos dicen: “PRIMERO. En la materia cuyo
conocimiento asumió el Tribunal Pleno se declara que los tratados internacionales
ocupan un lugar inmediatamente inferior al de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos.- SEGUNDO.- Se reserva jurisdicción a la Segunda
Sala de este Alto Tribunal para los efectos de su competencia.” CONSTE.

75
AMPARO EN REVISIÓN 1738/2005

“En términos de lo previsto en los artículos 3, fracción II, 13, 14 y 18 de la Ley


Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, en
esta versión pública se suprime la información considerada legalmente como
reservada o confidencial que encuadra en esos supuestos normativos”.

76
VOTO PARTICULAR QUE FORMULA EL MINISTRO GUDIÑO
PELAYO EN LOS AMPAROS EN REVISIÓN EN QUE SE
DETERMINÓ LA SUPERIORIDAD JERÁRQUICA DE LOS
TRATADOS INTERNACIONALES SOBRE LA LEGISLACIÓN
NACIONAL.*

SUMARIO:
I. EL ORDEN CONSTITUCIONAL Y LOS ÓRDENES
JURÍDICOS PARCIALES EN EL SISTEMA JURÍDICO
MEXICANO. II. LAS DIFERENTES LECTURAS DEL
ARTÍCULO 133 CONSTITUCIONAL. III. LAS JERARQUÍAS
NORMATIVAS. IV. LA INCORPORACIÓN DEL TRATADO
INTERNACIONAL AL SISTEMA JURÍDICO, LA
GENERACIÓN DE ANTINOMIAS Y SU SOLUCIÓN. VI. LA
INVALIDEZ DEL ACTO Y NO DE LA NORMA.

Con el debido respeto a la mayoría, no comparto la decisión


tomada y en el presente voto expreso las razones en que
sustento mi disentimiento.

La superioridad jerárquica que la mayoría atribuye a los


tratados internacionales sobre el derecho interno o doméstico, se
sustentó, en esencia, en que:

(i) Conforme al artículo 133 constitucional, son “Ley


Suprema de la Unión”: “las leyes del Congreso de la
Unión ”, expresión que fue interpretada como las leyes
generales, reguladoras de materias concurrentes) 1, y los
tratados internacionales; normas que tienen ascendencia
jerárquica sobre las legislaciones federal, estatal y

*
Secretaria: María Amparo Hernández Chong Cuy.
1
Textualmente la resolución dice: “… las leyes del Congreso de la Unión a las que se refiere el
artículo 133 constitucional, no corresponden a las leyes federales, considerando como tales
aquellas que se limitan a regular las atribuciones que en la Constitución se confieren a
determinados órganos con el objeto de trascender únicamente al ámbito federal, sino que se trata
de las leyes generales, esto es, aquellas que válidamente pueden incidir en los todos los órdenes
jurídicos parciales que integran al Estado Mexicano...”
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

municipal, y en conjunto conforman un orden jurídico


nacional.
(ii) Interpretación que relacionan con una visión
internacionalista de nuestra Constitución, pues contiene
varios referencias que revelan una vocación para la
convivencia pacífica con las naciones que integran la
comunidad internacional.

Además de esta superioridad, se sustentó, con base en


razonamientos que apelaron al derecho internacional,
básicamente a la Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados, que los tratados internacionales son superiores, incluso,
a las llamadas leyes generales.

Luego de hacer una exposición comparatista, en la


resolución se aduce una tendencia internacional hacia una mayor
integración entre países, y se dice que el estudio revela que en
algunos países se ha dado a los tratados internacionales un
rango supralegal y en algunos casos constitucional, lo que, a
decir de la mayoría corrobora la interpretación que hizo del
artículo 133 constitucional.

Conforme a esta interpretación que hace la mayoría del


artículo 133 y del derecho internacional, resulta que, las
relaciones de verticalidad del sistema jurídico mexicano pueden
graficarse de la siguiente manera:

2
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

C.
C.

TRATADOS
TRATADOS
INTL
INTL
*Salvedad: T.I.D.H.
*Salvedad: T.I.D.H.
ORDEN
JURIDICO
NACIONAL

LEYES GENERALES
LEYES GENERALES

LEYES FEDERALES, ESTATALES Y MUNICIPALES.


LEYES FEDERALES, ESTATALES Y MUNICIPALES.

No es esta mi forma de ver el artículo 133 constitucional, ni mi


concepción del sistema jurídico mexicano y sus fuentes, de
manera que tampoco puedo compartir la conclusión a la que han
arribado en el sentido de que los tratados internacionales son
superiores al derecho interno.

Para explicar mi voto, creo más conveniente iniciar por


exponer mi concepción acerca de estas premisas, que haciendo
una refutación pormenorizada de los argumentos de la mayoría.
Esto último sólo me llevaría a decir por qué no las comparto, pero
no me permitiría construir y explicar mi postura en este debate. Lo
que admito y no de las consideraciones de la mayoría, finalmente,
se irá derivando de la exposición.

I. EL ORDEN CONSTITUCIONAL Y LOS ÓRDENES JURÍDICOS


PARCIALES EN EL SISTEMA JURÍDICO MEXICANO.

3
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

Para mí, resulta indispensable tomar como punto de partida al


estudiar esta problemática, el enfocarla bajo la más amplia
perspectiva de las relaciones jurídicas; más específicamente, de
cómo se interrelacionan las diversos órdenes y fuentes del
sistema jurídico mexicano.

Creo que los problemas de jerarquías normativas son, en


esencia, problemas de relaciones, en una de las diversas
vertientes en que tal problemática puede presentarse: la vertiente
vertical. Las relaciones en el entramado jurídico pueden ser
verticales, sí; pero también pueden ser de orden horizontal u otro,
como podría ser de interdependencia, de complementariedad, de
exclusión, etcétera. Por eso, al analizar el problema de la
jerarquía normativa de los tratados internacionales en nuestro
sistema jurídico, hay que tomar en consideración el resto de las
relaciones que imperan entre los demás componentes del sistema
normativo, para estar en aptitud pues de lograr una interpretación
que tenga como base el conjunto.

En el caso específico de nuestro sistema jurídico, tenemos


que a lo largo de la Constitución, se prevén diversas fuentes
jurídicas, se fundan órdenes jurídicos, y se van entretejiendo las
relaciones que existen entre ellos. Así, tenemos que existen
órdenes jurídicos, creados en la propia sede Constitucional, con
distintos ámbitos espaciales y/o materiales de vigencia, como son:
(i) el orden federal, (ii) el estatal, (iii) el local del Distrito Federal,
(iv) el orden municipal, recientemente reconocido por esta
Suprema Corte, órdenes que generan, cada uno en su propio

4
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

ámbito, normas jurídicas, que se incorporan al concierto en el


sistema de fuentes, particularmente de índole legislativa.

Al lado del orden jurídico federal está el orden jurídico


estatal, cuya materia se encuentra determinada
preponderantemente por la regla de residualidad o exclusión
vertida en el artículo 124 constitucional, conforme a la cual,
aquello que no es competencia de la Federación, es competencia
de los Estados; amén de que en otros artículos constitucionales,
como son los numerales 115 y 116, también se encuentren otras
cuestiones. En otro rubro, está el orden local del Distrito Federal,
en el que la propia Constitución, en su artículo 122, admite como
órganos creadores de normas tanto al Congreso de la Unión
como al órgano legislativo local. La Corte ha dicho:

CONTROVERSIA CONSTITUCIONAL. LOS DIVERSOS ÓRDENES JURÍDICOS


ESTABLECIDOS EN LA CONSTITUCIÓN FEDERAL TIENEN AUTONOMÍA
FUNCIONAL Y ASIGNACIONES COMPETENCIALES PROPIAS. Del contenido de
los artículos 1o., 40, 41, primer párrafo, 43, 44, 49, 105, fracción I, 115, fracción I, 116,
primero y segundo párrafos, 122, primero y segundo párrafos, 124 y 133, de la
Constitución Federal, puede distinguirse la existencia de cuatro órdenes jurídicos
dentro del Estado mexicano, a saber: el federal, el local o estatal, el del Distrito
Federal y el constitucional. Cada uno de ellos cuenta con asignaciones
competenciales propias que, por lo general, son excluyentes entre sí, contando con
autonomía para su ejercicio a cargo de las autoridades correspondientes. 2

Por otra parte, el orden municipal, de reciente cuño y


reconocimiento por parte de este Tribunal, integrado por las
normas que específicamente autoriza el artículo 115 a los
municipios a crear, con vigencia exclusiva en su territorio, como
se sostuvo por el Pleno de la Corte al señalar:

ESTADO MEXICANO. ÓRDENES JURÍDICOS QUE LO INTEGRAN. De las


disposiciones contenidas en los artículos 1o., 40, 41, primer párrafo, 43, 44, 49, 105,
fracción I, 115, fracciones I y II, 116, primer y segundo párrafos, 122, primer y segundo
2
Novena Época, Instancia: Pleno, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo:
X, Septiembre de 1999, Tesis: P./J. 95/99, Página: 709. Controversia constitucional 31/97.
Ayuntamiento de Temixco, Morelos. 9 de agosto de 1999. Mayoría de ocho votos.

5
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

párrafos, 124 y 133 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se


advierte la existencia de cinco órdenes jurídicos en el Estado Mexicano, a saber: el
federal, el local o estatal, el municipal, el del Distrito Federal y el constitucional. Este
último establece, en su aspecto orgánico, el sistema de competencias al que deberán
ceñirse la Federación, los Estados, los Municipios y el Distrito Federal, y corresponde
a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como Tribunal Constitucional, definir la
esfera competencial de tales órdenes jurídicos y, en su caso, salvaguardarla. 3

MUNICIPIOS. EL ARTÍCULO 115, FRACCIONES I Y II, DE LA CONSTITUCIÓN


FEDERAL RECONOCE LA EXISTENCIA DE UN ORDEN JURÍDICO PROPIO. A
partir de la reforma al citado precepto en mil novecientos ochenta y tres los Municipios
han sido objeto de un progresivo desarrollo y consolidación de varias de sus
facultades, como la de emitir su propia normatividad a través de bandos y
reglamentos, aun cuando estaba limitada al mero desarrollo de las bases normativas
establecidas por los Estados. Asimismo, como consecuencia de la reforma al artículo
105 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en mil novecientos
noventa y cuatro, se otorgó al Municipio la potestad de acudir a un medio de control
constitucional (la controversia constitucional), a fin de defender una esfera jurídica de
atribuciones propias y exclusivas. Por último, la reforma constitucional de mil
novecientos noventa y nueve trajo consigo la sustitución, en el primer párrafo de la
fracción I del mencionado artículo 115, de la frase "cada Municipio será administrado
por un Ayuntamiento de elección popular directa", por la de "cada Municipio será
gobernado por un Ayuntamiento de elección popular directa", lo que no es otra cosa
sino el reconocimiento expreso de una evolución del Municipio, desde la primera y la
segunda reformas enunciadas, y que permite concluir la existencia de un orden
jurídico municipal.4

En la descripción anterior, es fácil advertir cuál es la norma que


funda la existencia de las demás que integran cada uno de los
órdenes jurídicos parciales a que se ha hecho referencia: es la
Constitución misma.

En efecto, todos estos órdenes confluyen y fundan su existencia


en la propia Constitución -no entre sí-, dando cuerpo así a un
sistema jurídico que, como tal, es una unidad que requiere
cohesión y exige armoniosa operación de sus partes. Dadas las
cuestiones antes apuntadas, no podría considerarse que entre los
órdenes que se fundan en el orden constitucional existe una
relación de verticalidad, ni siquiera entre las normas originadas en
3
Novena Época, Instancia: Pleno, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo:
XXII, Octubre de 2005, Tesis: P./J. 136/2005, Página: 2062, Controversia constitucional 14/2001.
Municipio de Pachuca de Soto, Estado de Hidalgo. 7 de julio de 2005. Unanimidad de diez votos.
Ausente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Ponente: Olga Sánchez Cordero de García Villegas.
Secretarias: Mariana Mureddu Gilabert y Carmina Cortés Rodríguez.
4
Novena Época, Instancia: Pleno, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo:
XXII, Octubre de 2005, Tesis: P./J. 134/2005, Página: 2070; Controversia constitucional 14/2001.
Municipio de Pachuca de Soto, Estado de Hidalgo. 7 de julio de 2005. Unanimidad de diez votos.
Ausente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Ponente: Olga Sánchez Cordero de García Villegas.
Secretarias: Mariana Mureddu Gilabert y Carmina Cortés Rodríguez.

6
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

el orden municipal con respecto al estatal, luego de las reformas


al artículo 115 de 1999 y la interpretación que de la misma hizo la
Corte (antes citada). Lo anterior, se podría representar
gráficamente así:

Relación
Vertical
Orden Constitucional

Orden
Orden Orden Orden
Estatal
Federal Distrito Federal Municipal

Relaciones horizontales

Es la Constitución la que funda, impone, reconoce y admite


cuáles son los componentes del propio sistema jurídico, el
documento mismo en el que se funda la existencia del Estado. En
esta virtud, la Constitución se erige como el cuerpo cúspide al que
las demás fuentes deben ajustarse en orden a conservar su
validez jurídica como normas, tal como disponen expresamente
diversas de las normas de su propio texto5.

II. LAS DIFERENTES LECTURAS DEL ARTÍCULO 133


CONSTITUCIONAL.

Si ésta es la conformación estructural del sistema jurídico


mexicano, ¿qué sucede cuando se celebra un tratado
internacional y se recepciona su contenido normativo por nuestro
sistema jurídico?, ¿qué relaciona surge entre esta norma de
5
Como son: el propio artículo 133, y los artículos en que se establecen los medios de control
constitucional y los efectos a que ha lugar cuando la norma en ellos impugnada resulta ser
contraria a la Constitución misma.

7
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

origen internacional con las diversas normas de origen interno?,


¿se da lugar, acaso, a la creación de un nuevo orden jurídico?

Para responder a lo anterior, es preciso ver el texto del artículo


133 para buscar en él criterios que orienten su respuesta, pues es
en él que se establecen los tratados internacionales como fuente
normativa. Dice:

Art. 133.- Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y
todos los Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren
por el Presidente de la República, con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema
de toda la Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes
y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las
Constituciones o leyes de los Estados.

La literalidad del propio precepto es clara en cuanto a que los


tratados son fuente normativa de nuestro sistema jurídico, pero
tan clara en este aspecto como oscura y equívoca en cuanto al
lugar que corresponde a esas normas en nuestro sistema.
Veamos la redacción cuando dice: “Esta Constitución, las leyes
del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los
Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que
se celebren por el Presidente de la República, con aprobación del
Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión”.

¿Significa esto que estas tres fuentes de derecho (Constitución,


leyes del Congreso de a Unión y Tratados), son en conjunto la
máxima norma en el sistema, jerárquicamente superiores a todas
las demás?.

Una apreciación aislada, literal o gramatical del precepto,


conduciría a responder que sí. Si a lo anterior agregamos que,

8
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

agravando la situación todavía más, el artículo continúa diciendo


que: “Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha
Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en
contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los
Estados”, más todavía pareciera que “Constitución, leyes de
Congreso de la Unión y Tratados Internacionales” son un todo, un
bloque, al que el resto de los cuerpos normativos debe ajustarse.

Pero no es así. La Constitución, evidentemente, ni ha sido


redactada por expertos en el uso del lenguaje, ni puede una de
sus normas ser interpretada sin tomar en cuenta que son parte de
un todo que en conjunto deben armonizarse y permitir que
conecten y puedan interactuar los diferentes componentes.
Considerar que la “Constitución, tratados y leyes del Congreso de
la Unión”, son un bloque superior, al que todo lo demás debe
ajustarse, es una conclusión que el sistema jurídico por sí mismo
rechaza. Es cierto que la Constitución es el documento que dota
de existencia al sistema mismo y el que admite la existencia de
determinadas fuentes normativas, y en esa medida sí es un orden
superior, al que los demás deben ajustarse, so pena de su
invalidez, pero no sucede lo mismo tratándose de los tratados y
las leyes del Congreso de la Unión. En relación con estas dos
fuentes jurídicas debemos tener presente lo siguiente:

a) Por lo que hace a las Leyes del Congreso de la Unión, es la


propia Constitución la que dispone cuál es el procedimiento para
su creación y validez, la que limita y especifica las materias en
que tal órgano legislativo puede actuar, y es la propia
Constitución la que dispone de medios de control para remediar

9
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

su contrariedad a ella misma, principalmente a través del juicio de


amparo, las controversias constitucionales y la acción de
inconstitucionalidad.

b) Por otra parte, en lo que atañe a los Tratados, tenemos una


situación muy semejante. Al igual que en el caso de las Leyes del
Congreso, es la propia Constitución la que establece el
procedimiento para su creación y validez, y también dispone de
medios para remediar su contrariedad. Ciertamente, no se prevé,
a diferencia de lo que sucede con las leyes del Congreso de la
Unión, una especificación sobre las materias que pueden ser
objeto del Tratado, pero tal circunstancia no incide en la
determinación de cómo se relaciona esta fuente de derecho con
la propia norma Constitucional.

Las circunstancias antes apuntadas son aptas y suficientes para


reconocer que no pueden las Leyes del Congreso de la Unión y
los Tratados tener el mismo rango que la Constitución, a pesar de
que la deficiente redacción del artículo 133, por un momento
pareciera equipararlas a modo de “bloque”. De manera que
resulta necesario concluir, más bien reiterar, que la Constitución
es, en efecto, la ley suprema de la Unión, y que al par de ella no
están las Leyes del Congreso ni los tratados internacionales.
Queda pues, descartada la idea del bloque tripartito que sugiere
la redacción.

¿Es entonces la lectura que debe darse a este artículo la de que


la prelación jerárquica en el sistema es: primero la Constitución,

10
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

luego las Leyes del Congreso de la Unión que de ella emanen, y


luego los tratados internacionales, y luego la legislación estatal?

Otra vez, la redacción del precepto pudiera prestarse para


entenderlo así. Pero esta lectura, tampoco encuentra sustento
constitucional. Esa lectura se apoya básicamente a reducir la
jerarquías normativas a una cuestión de comas (,) en la escritura,
y soslaya otros factores determinantes en la fijación de
superioridades, como es la relación de fundación que pueda
existir entre las diversas normas y el sistema de órdenes jurídicos
parciales del que se compone nuestro sistema jurídico. Incluso,
más alejado todavía de nuestra realidad constitucional sería el
sostener, como sugiere la segunda parte del artículo en
comentario, que la legislación estatal es inferior a la federal, pues
cada uno tiene un ámbito distinto que excluye uno al otro, de
manera que la verticalidad aludida no es dable. Como quedó
explicado, la relación entre lo federal y lo estatal es de tipo
horizontal, por lo que la verticalidad sugerida por la redacción del
precepto en comentario no tiene cabida. Cuando exista oposición
entre normas federales y estatales, el juez local deberá, en todo
caso, aplicar la federal, pero este es un problema de primacía, no
de jerarquía.

¿Qué decir de la interpretación que hace de la mayoría,


cuando entiende que el artículo 133, al mencionar las “leyes del
Congreso de la Unión que emanen de ella” se está refiriendo a las
llamadas leyes generales6; y que, además, estas leyes son
6
En la resolución de la mayoría se llama leyes generales a las tienen como objeto de regulación
facultades concurrentes, y se expresas de estás como “… aquellas que válidamente pueden incidir
en los todos los órdenes jurídicos parciales que integran al Estado Mexicano… cuya validez no se
circunscribe al ámbito federal, sino que permean los ámbitos locales, del Distrito Federal y

11
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

superiores a las demás producidas por los ordenes jurídicos


parciales; y que, junto con los tratados internacionales conforman
un orden jurídico nacional?.

Esa manera de leer el artículo 133 constitucional, puede reducirse


a una mera sustitución de “leyes del Congreso de la Unión que
emanen de ella” por “leyes generales”, que, a partir de ello, deriva
una serie de conclusiones que, evidentemente, no comparto. Y es
que no me parece adecuada esa sustitución conceptual para
interpretar el precepto. Creo que en su origen, ese precepto
expresamente se refería a las leyes del Congreso de la Unión,
entendidas estas como la legislación de orden federal, y no a este
novedoso concepto de concurrencia en el que ahora existen leyes
generales.

Históricamente, como sucede con muchos preceptos que aún


rigen del texto primitivo de nuestra Constitución, creo que
podemos rastrear el origen de esta normatividad en la
Constitución estadounidense, en su célebre supremacy clause,
consignada en el artículo VI, sección 2ª 7 . En esta cláusula, se
establecía, efectivamente, una supremacía del derecho federal
sobre el estatal, supremacía que, de ser contradicha por la
legislación federal, viciaba la norma estatal y ameritaba su
invalidez decretable judicialmente.

municipales… respecto a las cuales el Constituyente o el Poder Revisor de la Constitución ha


renunciado expresamente a su potestad distribuidora de atribuciones entre las entidades políticas
que integran el Estado Mexicano, lo cual se traduce en una excepción al principio establecido por
el artículo 124 constitucional.”
7
Establece: "Está Constitución y las leyes de la Federación que se hagan de acuerdo con la misma
y los tratados hechos o que se hagan con la autoridad de la Federación serán la suprema ley del
país, y los jueces de cada estado se someterán a ella, a pesar de lo que en contrario haya en las
constituciones o leyes de los estados” (Óscar Rabasa). El derecho angloamericano. Páginas 611 y
612.

12
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

La historia constitucional estadounidense arroja muchos ejemplos


en los que así sucedió. Para entenderlo, hay que tener presente
que la conformación del sistema federal en ese país distó mucho
de asemejarse a la manera en que el nuestro fue acogido, pues
aquí primero se adoptó, luego se abandonó y eventualmente se
retomó. Así mismo, hay que recordar que en ese país, sobre todo
en los primeras décadas postconstitucionales, se vivieron
tensadas luchas entre federalistas, que pugnaban por un gobierno
nacional fuerte, y localistas, que luchaban por incrementar el
poder de los estados frente al gobierno federal, propiciadas en
parte por un contexto jurídico constitucional en el que no
resultaba del todo claro qué competía al poder federal y qué al
estatal, aunque, en cambio, era claro que la norma federal era
superior a la estatal.

Sin embargo, esta misma supremacy clause, fue tomando un


camino muy distinto en cada uno de estos sistemas jurídicos, me
refiero al Estadounidense y al Mexicano. Por una lado, en el
esquema estadounidense llevó en sus primeros años a consolidar
una supremacía de lo federal sobre lo estatal y a dar pauta a la
creación de un sistema de control constitucional difuso, el judicial
review; mientras que, entre nosotros, este mismo artículo no ha
sido fundamento para admitir una superioridad jerárquica de lo
federal sobre lo estatal, sólo la preferencia de la norma federal en
caso de que se contraponga con la estatal, ni ha sido apto para
dar lugar a un control difuso, porque a diferencia del sistema
norteamericano el constituyente mexicano previó un sistema de
control constitucional.

13
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

En un ensayo previó que publiqué intitulado, La confuso del


control difuso8, abordo la interpretación que se ha hecho de este
mismo precepto constitucional (el artículo 133), pero no en la
parte relativa a las jerarquías que pretendidamente establece,
sino en lo que atañe al pretendido control difuso. En esa ocasión
expliqué por qué consideró que un mismo artículo da lugar a
interpretaciones muy distintas según el país en el que rige, y creo
que ello es igual de aplicable para este otro aspecto del 133. Y es
que todo dependerá de la tradición jurídica a través de la que se
lea el precepto; del contexto jurídico, cultural, social e ideológico
que rija; y de los paradigmas específicos que del tema rijan en
cada tradición jurídica en determinado momento.

Nuestro sistema federal y de división competencial ha dado lugar


a que no se tenga al derecho federal por sobre el local, lo que
podría haber sido la lectura originaria de tal precepto. Incluso, las
citas que en la resolución de la mayoría se hacen a disposiciones
históricas, creo que tiene mucho que ver con esta superada visión
de las leyes del Congreso de la Unión por sobre las leyes
provenientes de las legislaturas de los Estados. Pero ese
derrotero fue superado hace mucho, desde que se asumió, como
ahora considero resulta paradigmático, que entre el derecho
federal y el derecho estatal no hay una relación de verticalidad,
sino de horizontalidad, y, en su caso, de primacía.

Mas todavía, el concepto de leyes generales, en el sentido que lo


usa la mayoría (en que la nota preponderante o eje es la
concurrencia normativa), es de más reciente cuño; de manera que
8
Publicado en Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, Proceso y
Constitución; Número 3, enero-junio de 2005, México, Porrúa.

14
AMPARO EN REVISIÓN 120/2002
VOTO PARTICULAR

si bien la legislación antigua se llegó a utilizar como expresión, no


puede considerarse que haya sido en este sentido, pues el
concepto de concurrencia normativa, no había sido establecido.

Comparto con ellos el que, en tratándose de materias en


que la Constitución establece concurrencia entre varios órdenes,
cada uno de ellos pueda actuar y generar normas dentro del
ámbito que la propia ley general –no la Constitución- le dispone, y
que violentar tales espacios vicie de invalidez de las normas
creadas. Sin embargo, no es la ley general la que dota de
competencia a los órdenes jurídicos parciales para incidir en una
materia determinada como concurrente, pues la competencia
viene de antemano dada por la Constitución. La ley general,
ciertamente, detalla el espacio de cada uno, pero no lo dota per
se. Hay una especie de delegación que hace la Constitución en el
legislador ordinario, para que sea éste quién detalle, pero nada
más.

Cuando la mayoría dice que estas leyes generales pueden


“validamente incidir en todos los órdenes jurídicos parciales”, me
parece que da a ésta posibilidad de incidir una connotación de
hecho revelador de su superioridad. Al razonarse así, estimo, se
soslaya que una cosa es dotar de competencia misma a los
órdenes para incidir normativamente en una determinada materia
(que es algo que la Constitución misma hace) y otra distinta y de
menor significación (que no por ello no importante) es precisar el
alcance de la competencia misma (que es lo que se concreta a
hacer la ley general).

15
Pareciera confundirse el que una ley tenga eficacia en todo el
territorio nacional, como sucede con este tipo de leyes, a que sea
superior a las que tienen un ámbito territorial menos amplio,
siendo que espectro territorial y superioridad normativa no son
vasos comunicantes. O quizá se consideró que la ley general es
superior porque puede obligar a todas las autoridades del país y
que el Congreso de la Unión actúa en plano de legislador
nacional (por aquello de considerar que son parte de un orden
jurídico nacional) y no como legislador federal al dictarlas. Pero si
fuera así, anticipo que tampoco lo compartiría, pues creo que en
estos supuestos, el Congreso no actúa bajo algún concepto de
legislador nacional, sino que se concreta a desarrollar un mandato
de distribución que le impone la Constitución y actúa como
ejecutor del mismo, de manera que su potestad sólo alcanza para
realizar tal distribución, sin que a pretexto de actuar como
legislador nacional pueda de otra manera incidir en los órdenes
jurídicos parciales mismos.

Este concepto de orden jurídico nacional, la mayoría integra tanto


por estas leyes generales como por los tratados internacionales,
aunque no me resulta del todo claro el por qué. No veo que lo
explique la resolución, de ahí que, al igual que recién hice en el
párrafo anterior, me concrete a formular posibles suposiciones: y
es que parecería que tal aserto lo sustentan en que tanto los
tratados como las leyes generales tienen un ámbito de vigencia
territorial que abarca a todo el país y a que obligan a todas las
autoridades; entendiendo que el Ejecutivo Federal y el Senado, al
celebrar y ratificar tratados internacionales actúan como órganos
nacionales; y que igual hay un legislador nacional de leyes
generales.

Insisto, no veo la necesidad de crear concepciones jurídicas en


las que se actúa como “órgano nacional” cuando, por un lado, las
leyes generales pueden ser entendidas, como creo que deben
serlo, como una simple delegación de la facultad distribuidora
competencial del Constituyente al legislador ordinario, y, por otro
lado, que el Congreso de la Unión, como legislador federal,
alcanza a crear normas con eficacia en todo el territorio; y, desde
otro aspecto, en el caso de los tratados internacionales, su
alcance absoluto (en cuanto a territorio y autoridades que vincula)
puede ser explicado, en la no oponibilidad hacia terceros de la
divisiones geopolíticas del poder interno, amén de la ausencia de
normas que dispongan de manera distinta. Cuestiones estas que
tampoco tienen que ver con superioridades normativas.

Ahora bien, si el artículo 133 es dispensable para admitir la


supremacía de la Constitución, si tampoco es apto para
establecer un bloque de superioridad constitucional, si tampoco
funda la superioridad del derecho federal sobre el local, ni de las
leyes generales sobre los demás órdenes, ¿cómo debe leerse
dentro de nuestro contexto?, ¿cuál es la función que cumple en el
sistema jurídico?.

Creo que aquí hay una gran diferencia entre la manera en que la
mayoría lo ha leído, y la manera en que yo lo hago. Me refiero con
esto a que tal artículo ha sido apreciado, y así interpretado, como
un artículo cuyo objeto es dibujar líneas verticales entre los
ordenamientos que menciona en su literalidad. Esa es una
constante de todos los criterios de la Suprema Corte antes
referidos, incluyendo el recién sentado. La discusión en torno a su
interpretación se ha centrado en si son primero los tratados o las
leyes federales, en si son primero las leyes federales que las
estatales, y ahora, en el debate efectuado semanas atrás en este
Tribunal, se adicionó a la polémica el cuestionamiento de si son
superiores las llamadas leyes generales, de si entre las leyes
generales y los tratados internacionales se conforma el llamado
orden jurídico nacional y de si entre estos mismos hay jerarquías.

Sin embargo, creo que si las lecturas del artículo 133, como una
norma que explicita expresamente las relaciones verticales entre
distintos órdenes o cuerpos normativos, resultan tan atropelladas
e inconsistentes con nuestro contexto, y bajo nuestros
paradigmas, como he tratado de explicar, es porque a fuerzas
queremos ver en él un artículo de jerarquías. Creo que debemos
ver en el artículo 133 una norma que explicita fuentes del sistema
normativo. De una norma de reconocimiento, en términos de
Hart9, indicativa en éste caso de cuáles son las fuentes, al menos
algunas de ellas, que el sistema jurídico mexicano reconoce y
admite como normas eficaces. Y que entonces, la ubicación de
los tratados y el fundamento para dibujar las líneas verticales
entre los componentes del sistema jurídico debemos buscarlos en
otros lares constitucionales que permitan dibujarlos de manera
funcional y armónica.
9
La utilización de la terminología hartiana (HART, H.L.A., El concepto del derecho) no supone la
adopción absoluta de su teoría del derecho; tal apoyo lingüístico se hace en consideración a que el
concepto resulta ilustrativo para los efectos aquí establecidos. Cabe precisar, que tampoco se
desconoce que, siguiendo esa misma terminología, una norma destinada a establecer relaciones
jerárquicas entre normas, también sería de las llamadas de “reconocimiento”, pero aquí la acepción
se utiliza en el sentido menos genérico, consistente en ser una norma que reconoce fuentes del
sistema.
Considerar, como tradicionalmente se ha hecho, que la
primera parte del artículo 133 se concreta a establecer jerarquías,
ha reducido la problemática y la solución de dónde están las
relaciones verticales entre esas diversas fuentes a una mera
cuestión literal, que en esencia –aunque abrevando de otros
factores- gire en torno a cómo está confeccionada la redacción de
la norma. Pero tal estrechez no puede admitirse al interpretar una
norma de orden constitucional, menos aún cuando se trata de
resolver uno de los temas neurálgicos del sistema jurídico.

¿Por qué verlo como una norma que explicita fuentes y no


jerarquías?, Porque todas las demás lecturas que sugiere su
redacción giran en torno a jerarquías y, como traté de explicar en
los párrafos precedentes, tales lecturas no guardan consistencia
con el resto del contexto constitucional; pero sobre todo, y esta es
la razón fundamental, porque las jerarquías no vienen dadas nada
más por la redacción, equívoca en este caso, de una norma.

III. LAS JERARQUÍAS NORMATIVAS.

Creo que para entender a una norma como superior de la otra, es


necesario que medie entre ellas una relación de norma que funda
a norma fundada; de una norma 1 que justifica, posibilita u obliga
la existencia de una norma 2, estableciendo, por ejemplo, el
procedimiento para su creación, el órgano competente para
crearla, las condiciones de su validez misma, como sucede
precisamente con lo antes graficado respecto al orden
constitucional con los demás ordenes parciales. Así, se genera
entre éstas una cadena de sucesiones en la que una proviene y
se explica en función de la otra, aunque no venga dictada por el
mismo órgano, dando lugar a que, por conservar la lógica y
unidad del sistema en su conjunto, en caso de una sea contraria a
la otra, la fundante prevalezca sobre la fundada, por el vicio de
invalidez en que deviene la falta de conformidad con su superior.
Por supuesto, sin que estas referencias se entiendan hechas a
normas individualizadas, como podrían ser contratos o
resoluciones judiciales. Un ejemplo fácil: la ley (superior,
proveniente del legislativo) y su reglamento (inferior, proveniente
del ejecutivo).

Creo que esta es la forma natural en que se van dando las


relaciones de superioridad entre normas, aunque creo también
que esta no es la única manera en que una norma puede ser
reputada superior de otra. Creo que el Constituyente mismo está
en aptitud de expresarse directamente sobre el tema y de proveer
de más normas de reconocimiento, siguiendo con la terminología
Hartiana, en las que establezca prevalencias, que,
independientemente de la cadena de sucesiones aludida,
disponga que una norma debe prevalecer sobre otra de ser
contradictorias.

Incluso, estoy convencido de que ese era el espíritu original del


texto del artículo 133 en su versión estadounidense (supremacy
clause) como dije páginas atrás, pero fue una intención cuya
operatividad se fue desdibujando conforme fue desarrollándose,
legislativa y jurisprudencialmente, el sistema jurídico mexicano.
De manera que, insisto, en el contexto actual, ya no tiene cabida
leerlo como un sustento apto para fijar jerarquías.

Esta disconformidad de la norma fundada respecto a su fundante


puede tomar varios matices, pues el ordenamiento que da cuerpo
a la norma fundante puede tener diversos contenidos: por
ejemplo, en el caso de la Constitución hay normas de tutela de
libertades, principios, reglas, medios de control, reglas de
distribución competencial, etcétera.

El caso específico de las normas que establecen una repartición,


y por ende, delimitación entre otros ámbitos normativos, da lugar
a particulares consecuencias: y es que esa forma de de
distribución de la competencia debe ser respetada
recíprocamente entre los órdenes jurídicos parciales, a riesgo de
derivar en un vicio de invalidez del producto normativo. En el caso
de los órdenes jurídicos parciales creados en nuestra sede
constitucional, esto se traduce en que el hecho de que uno invada
lo que corresponde a otro, es motivo suficiente para declarar su
invalidez, de ejercerse un medio de control constitucional para tal
efecto: el llamado control por de invalidez por “invasión de
esferas”.

En esta tesitura, es claro que la superioridad de la Constitución


impone como condicionamiento de la validez normativa el que sus
contenidos sean respetados por las normas expedidas por los
órdenes que de ella derivan; pero también que, en el caso de
normas distribuidoras de competencia, de modo un tanto directo y
otro tanto reflejo, el hecho de que entre los órdenes jurídicos no
haya respeto a sus respectivos espacios, también resulta ser un
motivo de invalidez normativa. En otras palabras, la invalidez de
una norma de un orden jurídico parcial puede ser dada, por su
contravención frontal a la norma que le es superior, y también por
su invasión en perspectiva horizontal hacia otro espacio que
también es de su mismo rango, amén de que la norma que fijó
esa distribución sea otra.

Y retomando lo relativo a las leyes generales, en su concepción


actual, creo que esto es lo que sucede precisamente con ellas. Si
es la ley general la que establece la distribución competencial
entre diversos órdenes jurídicos en una materia determinada, por
delegación constitucional, el hecho de que uno de los órdenes
produzca normatividad que exceda de ese ámbito o sea
disconforme con la ley general misma, efectivamente, la vicia.
Pero esto no se traduce, en mi entender en la generación de un
orden jurídico diferente (el orden jurídico nacional), en el que hay
operadores jurídicos nacionales y en el que los tratados
internacionales compartan el espacio.

Admitiría, con especiales cuidados, que en la ley general, en la


razón y medida en que por virtud de la delegación constitucional
que en ellas se materializa, se detallan los contornos de cada
esfera (es decir, no toda la ley, sino sólo algunos de sus
contenidos), al erigirse como referente de validez de otras normas
podría ser superior a las estatales y otras que a ella se vinculen, e
incluso, situaría junto con ellas otras normas –que no
ordenamientos– integrantes de bloques constitucionales que este
Tribunal ha ido reconociendo, pero eso, para mí, no resulta
conformador de un orden jurídico nacional, como dice la mayoría.

IV. LA INCORPORACIÓN DEL TRATADO INTERNACIONAL AL


SISTEMA JURÍDICO, LA GENERACIÓN DE ANTINOMIAS Y SU
SOLUCIÓN.

Con base en lo antes explicado, la pregunta de ¿qué tipo de


relación hay entre las leyes internas y los tratados
internacionales?, que es el quid precisamente de la problemática
que aquí me ocupa, ha de resolverse, no con base en la
redacción equívoca del artículo 133, sino con base en diversos
elementos dispersos, pero anclados constitucionalmente.

En este sentido, empiezo por dejar sentado que, tanto las normas
internas como las internacionales, están reconocidas ambas
como fuentes por la Constitución; y ambas están sujetas a los
medios de control constitucional ahí mismo establecidos. Se
diferencian, entre otras cosas, en que (i) mientras las normas
internas deben guardar el sistema de distribución competencial
que fija la Constitución o, en su caso, las leyes generales; y su
ámbito de validez territorial está delimitado por el ámbito territorial
en el que actúan sus productores; (ii) los tratados puedan versar
sobre cualquier materia, vinculando a su observancia a todas las
autoridades que reconoce el sistema jurídico, por supuesto, a
cada una dentro de su respectivo ámbito.
A diferencia de otros países federados en los que la incorporación
de un tratado, exige un consentimiento previo o posterior de los
componentes de la federación para su eficacia, no hay tal
situación en nuestro sistema. El silencio que guarda nuestra
Constitución al respecto no puede sino interpretarse como una
autorización amplísima para que el Ejecutivo Federal, y luego el
Senado a través de su ratificación, asuman compromisos en
nombre del Estado Mexicano en la materia que consideren y con
una fuerza vinculante tal que alcanza a comprometer a toda
autoridad mexicana.

Estas notas distintivas de los tratados internacionales, vistas


precisamente bajo nuestro contexto federal, que implica una
división geopolítica y material del poder, y vistas a través del
tamiz en el que se erige el resto del entramado constitucional,
tienen un impacto importante. Esto se traduce en que los tratados
internacionales incorporan al sistema jurídico normas de cualquier
materia y que, por ello mismo, vienen a sumarse precisamente al
elenco que conforma el subsistema jurídico de cada una de esas
materias, en función del contenido de la propia norma
internacional, debiendo ser así aplicadas y observadas por los
operadores en tales materias. Por ejemplo, si el tratado versa
sobre la materia mercantil, se incorporan entonces a nuestro
sistema normas de derecho mercantil; si el tratado versa sobre
cuestiones penales, se incorporan entonces al sistema de
derecho penal, luego entonces debiendo ser aplicadas por
operadores del sistema penal. Nótese incluso que en las materias
ejemplificadas, actúan autoridades federales como locales, pero
cada uno en diversos ámbitos competenciales.
Precisamente en razón de ello, creo que debe hacerse una muy
importante distinción, a la postre salvedad, y es la relativa a los
tratados sobre derechos humanos, ahora también referidos como
“derechos fundamentales”. Y es que, precisamente por su objeto,
abordan una materia que escapa el ámbito del derecho ordinario y
que merece especial tratamiento, al que por ahora no me referiré
en tanto escapa la materia puesta a discusión en los amparos en
que voté en contra. Me atrevería a afirmar, que muchos de los
problemas y de la polémica que ha suscitado, sobre todo en los
tiempos actuales, el tema de la jerarquía de los tratados se
disolvería o cobraría otra dimensión si fuéramos categóricos al
distinguir en el tratamiento entre tratados que versen sobre
derechos humanos y los que no.

Así las cosas, y dado que no se dan los elementos necesarios


para establecer una superioridad jerárquica entre una norma y
otra, cuando se trata de tratados internacionales vis a vis leyes
nacionales, al internarse la norma convencional internacional a
nuestro sistema jurídico, incide pues en el subsistema al que
corresponde su objeto, en un plano de igualdad respecto de las
demás que en él rigen, de manera que, la relación que se da
entre las mismas puede configurarse en cada caso de una
manera distinta.

Lo idóneo será que leyes internas y los tratados internacionales


tengan un contenido, si bien referido al mismo objeto, de
contenido diferenciado, de manera que una no se empalme con la
otra, o entre en conflicto con ella. Sin embargo, aunque ese es el
escenario ideal, debemos admitir que siempre habrá casos en
que sí se presente, de modo aparente o real, una contradicción
entre leyes internas y disposiciones previstas en tratados
internacionales. Esta situación puede tener su origen en diversas
causas, pero ante todo, debe tenerse presente que es una
problemática que el propio sistema jurídico admite, si no es que
propicia, en tanto que no hay una circunscripción o diferenciación
precisa acerca de qué y en qué alcance puede ser objeto de
transacción en una convención internacional.

Se trata pues de casos en los que estamos ante un conflicto


de norma aplicable, ante una antinomia normativa, igual a la que
puede presentarse incluso entre normas dos normas del mismo
origen, como podría ser entre dos normas de distintos cuerpos
normativos federales, o entre dos normas previstas en distintos
tratados internacionales. Cómo resolver la antinomia, es
precisamente la cuestión.

Siendo que no es dable trazar líneas de jerarquía normativa


entre las normas jurídicas de origen externo convencional que
han sido recepcionadas por el sistema jurídico y las normas de
origen interno, excluyo de entrada que –ante este conflicto de
normas- una de las dos normas prevalezca, lisa y llanamente, por
la sola razón de su origen interno o externo. Es decir, no podría
sostenerse –aunque eso es lo ha resolvió la mayoría- que una
debe prevalecer sobre la otra, nada más porque una es
internacional y la otra nacional o viceversa; su distinto origen,
como he tratado de explicar, no le da a una un rango superior que
la otra.
¿Cómo entonces decidir cuál debe prevalecer? En primer término,
habrá que ver cómo se relacionan esas normas específicas,
aparentemente contradictorias, entre sí, pues no necesariamente
su contrariedad las hará excluyentes una de la otra. Podría ser
una complementaria de la otra; podría ser una excepción de la
otra; podría ser un de un ámbito de regulación más especial que
la otra; podría ser una de un ámbito personal de validez más
específico, etcétera. Eso dependerá del contenido específico de
cada una de ellas. Por ejemplo, si ambas normas establecen
beneficios o cargas a favor de un mismo destinatario, habrá que
determinar si tales beneficios o cargas se suman a favor o en
cargo del mismo destinatario; o, por el contrario, podría darse un
caso en el que una de ellas proscriba cierta conducta, y la otra la
admita, circunstancias ante las cuáles habría que determinar si se
trata de una regla genérica y una excepción a la misma, o de un
caso en el que abiertamente una excluye a la otra y habrá que
elegir cuál de las dos es la que rige el caso.

La solución a cada antinomia estará supeditada a las


variables propias de cada una, y habrá de ser procurada en
función del contenido específico de cada una de las normas
encontradas, en los objetos de los cuerpos normativos a que
estas pertenecen, y en la manera en que estas se contextualizan
para hacer la solución consistente con el resto del sistema
jurídico.

Para tal efecto, pueden considerarse los criterios de: (i) mayor
especialidad normativa, ya sea por los sujetos destinatarios de la
norma o por la materia de las normas mismas; (ii) el origen
temporal de la norma; (iii) el mayor beneficio para el destinatario
de la norma; (iv) la mayor limitación a la intervención del Estado
en relación con la actividad de los particulares; (iv) los principios
específicos que rigen la materia en la que se presenta el conflicto
(v.gr., fiscal, penal, civil, laboral, mercantil, etcétera); (v) la posible
derogación parcial o relativa de una norma por virtud de la otra;
sin que la anterior enumeración pretenda ser limitativa o
establezca una prelatura. Habría que acudir en cada caso, al
soporte doctrinal, jurisprudencial o normativo que auxilie en la
resolución de la contrariedad que se haya presentado.

Es fácil prever que en la mayoría de los casos, lo más frecuente


será que, ante situaciones normativas que se excluyan,
prevalezca la aplicación del tratado, en aras de la especialidad y/o
mayor beneficio. Pero, tal solución será, no porque el tratado sea
superior a la norma interna, sino por razones atribuibles al caso
mismo.

¿Qué sucede si en esta valoración resulta de aplicación


preferente lo dispuesto por la norma interna?, ¿El sólo hecho de
que la otra norma sea internacional debe motivar que la interna se
soslaye para eludir la responsabilidad internacional en que pueda
incurrir el Estado Mexicano? En mi opinión, no.

Definitivamente, debe tenerse presente al momento de tal


valoración que el Estado Mexicano ha adquirido un compromiso
con otros Estados al suscribir y recepcionar la norma externa, y
que los compromisos se asumen para cumplirse; pero al mismo
tiempo, debe tenerse presente que las normas internas también
se dictan para cumplirse, aunque no exista un Estado tercero con
el que así se haya pactado. Por eso la importancia de que
durante los procesos de creación y recepción de normas
internacionales, los órganos correspondientes sean cuidadosos y
respetuosos de lo dispuesto por la norma suprema y las normas
ordinarias, pero ante una situación de conflicto de normas ya
dada, la responsabilidad internacional del Estado no debe ser un
factor que imprima, por sí mismo, la aplicación de una norma por
encima de otra igualmente válida. Aunque, evidentemente, lo que
pienso en este respecto dicha mucho de lo que dijo la mayoría.

Lo que no dejo de considerar que debe procurarse, es solucionar


el caso en la manera en que mejor conjugue lo dispuesto por la
norma externa con la interna, con el menor daño posible. Pero
estas son cuestiones de la metodología de la interpretación y
resolución del caso, no reglas de prevalencias.

Estrechamente relacionado con esto, está el criterio de la mayoría


que establece, además de la superioridad de un orden jurídico
nacional, que entre los dos componentes del orden nacional, hay
a su vez hay una nueva jerarquía: y es que los tratados
internacionales son superiores en jerarquía a las leyes generales.
Y es que está aseveración la sustenta la mayoría, en resumidas
cuentas, en las reglas recogidas en la Convención de Viena sobre
el Derecho de los Tratados, en sus artículos 26 y 27, que prevén,
respectivamente, el pacta sunt Servanda y la prohibición de un
Estado de invocar su derecho interno para no cumplir con el
tratado.
Sin que con esto pretenda aminorar la importancia de la
normatividad internacional que ha sido recepcionada por nuestro
sistema jurídico, ni la significación que tienen las relaciones
internacionales entre los países, especialmente en el mundo
contemporáneo caracterizado por la globalización, me parece
importante dejar en claro que los compromisos
convencionalmente asumidos con otros Estados no pueden
llevarnos a distorsionar la manera en que interactúan los
componentes de nuestro sistema jurídico hacia el interior y el
sistema de jerarquías.

Los pactos son para cumplirse (pacta sunt servanda 10), como dice
la Convención de Viena, pero las normas internas también están
para cumplirse. De ahí, reitero, la gran importancia y seriedad con
que el Poder Ejecutivo y los órganos Legislativos deben asumir
sus respectivas funciones en la celebración y ratificación de
tratados y en la adecuación de la normatividad interna a que de
lugar el tratado, en aras de evitar estas situaciones de
contrariedad.

El incumplimiento de lo convenido con potencias extranjeras,


como dice la referida Convención de Viena no puede ser
excusado por la parte que incumple por razones de derecho
interno; dice la Convención: “Una parte no podrá invocar las
disposiciones de su derecho interno como justificación del
incumplimiento de un tratado”11, pero eso no significa que el
10
Véase también el artículo 26 de la Convención de Viena: “ARTICULO 26, Pacta sunt servanda.
Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe.”
11
“Articulo 27, El derecho interno y la observancia de los tratados. Una parte no podrá invocar las
disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado. Esta
derecho interno deba dejar de cobrar eficacia cuando resulta
contrapuesto con la norma internacional. Esta disposición se
refiere a la responsabilidad internacional que pudiera dar lugar el
incumplimiento del Estado Mexicano al tratado, para estatuir que,
para efectos de ello, no sería justificación el que resultó contrario
a su derecho interno; pero no establece una regla de superioridad
del derecho internacional sobre el interno como aduce la
mayoría.12

VI. LA INVALIDEZ DEL ACTO Y NO DE LA NORMA.

Siendo consecuente con lo aquí explicado, creo que el conflicto


que se presenta cuando una norma interna es contrario a lo
dispuesto en otra prevista en un tratado internacional –
recuérdese, salvedad hecha de los tratados de derechos
humanos- estamos ante un problema que sólo alcanza, en su
caso, a afectar el acto de aplicación y no la validez de la norma
interna misma. Esto es, la contravención no se traduciría en un
vicio de validez de la norma misma, sino en un problema del acto.

De esta manera, para efectos del amparo, sería cuestión de


analizar la antinomia en función del acto concreto en que se
presenta y resolver, amparando o negando, en contra del acto
específico y no a favor o en contra de la norma interna misma;
dándole a la problemática un tratamiento de legalidad, y no de

norma se entenderá sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 46.”


12
Véase lo dicho en el recurso de apelación 1/2004-PS, resuelto por la Primera Sala. El tema se
abordaría implícitamente al hacer referencia a que la reserva ahí interpretada, al estar formulada
con base en derecho interno, salvaba al Estado de incurrir en una probable responsabilidad
internacional.
constitucionalidad, en virtud de que, aún cuando mediara una
verdadera contradicción, ésta no sería a la Constitución, sino a
una norma ordinaria.

Estas son las razones en que sustento mi voto en contra.

MINISTRO JOSÉ DE JESÚS GUDIÑO PELAYO

LIC. JAVIER AGUILAR DOMÍNGUEZ


SECRETARIO GENERAL DE ACUERDOS
Esta hoja pertenece al voto particular que formula el Ministro
Gudiño Pelayo en los amparos en revisión en que se determinó la
superioridad jerárquica de los tratados internacionales sobre la
legislación nacional.
VOTO PARTICULAR QUE FORMULA EL MINISTRO JOSÉ RAMÓN
COSSÍO DÍAZ EN RELACIÓN CON EL AMPARO EN REVISIÓN
1738/2005, QUEJOSA **********, SOCIEDAD ANÓNIMA.

El presente voto desarrollará las razones por las cuales voté en contra
de los argumentos y conclusiones a las que llegó la mayoría en
relación con la determinación de la jerarquía de los tratados
internacionales en nuestro orden jurídico interno. Estas razones son
complejas y de varios niveles, por lo que intentaré ordenarlas
metódicamente para facilitar su exposición y comprensión. En primer
término, las razones en contra de la existencia de un “orden jurídico
nacional” que comprende a la Constitución y a otras normas del orden
jurídico mexicano como la expresión de la “ley suprema de la unión”;
en este caso existen razones, tanto jurídico-teóricas, de historia de la
dogmática jurídica y de derecho positivo, que me llevan a no compartir
la resolución de la mayoría y que me parece, además, hacen
inconsistente la posición de la mayoría en relación con desarrollo
jurisprudencial de este tribunal en la Novena Época respecto al
concepto de órdenes jurídicos parciales y las relaciones de jerarquía y
distribución competencial. En segundo término, las razones en contra
de la jerarquía de los tratados en relación con las demás normas
dentro de este supuesto “orden jurídico nacional”, la supremacía de los
tratados frente a las “leyes generales”. Estas razones utilizadas para
fijar la jerarquía de normas de derecho interno se refieren básicamente
al hecho que nos encontremos en un “mundo globalizado” y a la
existencia de ciertos principios en el derecho internacional. Dentro de
esta misma línea de justificación, nos muestran una lista descriptiva de
derecho comparado que no es exhaustiva, ni explicita los parámetros
para la selección de ordenamientos jurídicos a comparar, pero que,
aun haciéndolo, no nos permitiría en sentido alguno llegar a las
conclusiones que se pretenden, como lo veremos más adelante.

I. Sobre el concepto de “orden jurídico nacional” y las


características de las normas que lo integran.

La posición de la mayoría en la resolución considera que de la mera


lectura del artículo 133 de la Constitución Federal se advierte: “con
claridad que fue intención del Constituyente establecer un conjunto de
disposiciones de observancia general que, en la medida en que se
encuentran apegadas a lo previsto en la Constitución General de la
República, constituyen la Ley Suprema de la Unión”. La mayoría
considera, entonces, que lo que hay que determinar para resolver el
problema de la jerarquía de normas en el derecho mexicano es
aquello que significa esta “Ley Suprema” y cuáles son las normas que
la integran, en particular, en lo que se refiere a las leyes del Congreso
de la Unión que emanan de la Constitución Federal. De este modo, las
leyes del Congreso de la Unión a las que se refiere el artículo 133
analizado, establece la mayoría, no pueden ser las leyes federales, ya
que las mismas se encuentran sujetas a la distribución competencial
establecida entre la Federación y los estados por el artículo 124 de la
Constitución, y estas normas que integran la supuesta “Ley Suprema
de la Unión” deben incidir no solamente en el ámbito federal, sino que
“válidamente pueden incidir en todos los órdenes jurídicos parciales
que integran al Estado Mexicano”. Estas normas las denominan “leyes
generales”, y existen, afirma la mayoría, desde el texto original de la
Constitución de 1917, aun cuando es ahora cuando se utilizan con

2
mayor intensidad. En estos casos, el Constituyente o el órgano de
reforma de la Constitución, según sea el caso, renunciaron
expresamente a su potestad distribuidora de las competencias
estatales, estableciéndose esta renuncia como una excepción al
artículo 124 constitucional. Esta categoría de leyes tiene, entonces,
dos notas materiales necesarias para su identificación: a) no respetan
la división competencial establecida en la Constitución entre ámbitos
federal y local, y b) se ha renunciado a la facultad constitucional de
distribución de competencias para que la ejercite el legislador
ordinario; el ejemplo elegido por la mayoría deriva de algunas de las
tesis emitidas en una Controversia Constitucional, la 29/2000 en
materia de educación, en particular a los parámetros que debe de
sujetarse el Distrito Federal y los estados en la materia 13.

A) Sobre esta posición de la mayoría tengo una primera objeción de


carácter teórico, que se refiere a la posibilidad de existencia de un
“orden jurídico nacional” derivado “con claridad” de la interpretación
del artículo 133 de la Constitución Federal. Hay que aclarar que la
teoría de los órdenes jurídicos parciales que se encuentran en los
estados federales no es novedosa, y la podemos encontrar en la teoría
del derecho más autorizada desde principios del siglo XX. Esta teoría
nos lleva a entender que existen al menos dos órdenes jurídicos
parciales que no se encuentran en una relación de jerarquía entre
ellos, sino en una distribución de competencias establecida por otra
norma. Estos órdenes no se encuentran en una relación de jerarquía
ya que uno de ellos no contiene las normas que establecen los
criterios de validez o existencia de las normas que pertenecen al otro;
esto es, en ninguno de ellos se establecen los procedimientos de
creación de las normas del otro orden jurídico parcial.

13
Existen otras notas materiales además de la indicada que son parte de este concepto de “normas generales”,
pero éstas son características secundarias y serán tratadas posteriormente.

3
En la mayoría de los casos esta distribución se encuentra en un orden
distinto, en el orden constitucional. Sin embargo, que la distribución de
competencias se encuentre en un ordenamiento distinto no hace a
este ordenamiento de manera directa un ordenamiento de jerarquía
superior; lo que determina la jerarquía, insisto, es el establecimiento
del procedimiento de creación de normas en cada uno de los órdenes
jurídicos parciales. El orden constitucional es jerárquicamente superior
al federal ya que en el mismo se establecen los procedimientos,
órganos y contenidos para la creación de normas federales, no porque
se establezca el principio de distribución competencial del artículo 124.
En este sentido, la Constitución puede perfectamente realizar una
delegación a una norma de grado inferior para la determinación de las
competencias entre el orden jurídico federal y los locales y esto en
ningún momento crea un orden jurídico distinto de aquel al que las
competencias se refieren, ni le concede a las normas que establecen
la distribución competencial una jerarquía superior a aquellas en las
que se crean en estos órdenes jurídicos parciales. Esta “renuncia
expresa” de competencias que identifica la mayoría, es una mera
delegación al legislador ordinario para que establezca en normas
federales la distribución de lo que le compete a cada uno de los
órdenes parciales del ordenamiento jurídico.

Esto puede resultar más claro si comparamos otros ordenamientos


jurídicos de carácter federal como el estadounidense, en donde la
relación entre orden jurídico federal y estatal no es una relación de
división competencial estricta, como en el caso del sistema mexicano,
sino que desde su establecimiento se previó una prevalencia
(preemption) de las normas federales frente a los ordenes jurídicos
locales; esta es, además, la razón por la cual nuestro artículo 133
tiene la redacción que ahora analizamos, no es porque el régimen
federal originario del que tomamos la disposición haya establecido

4
“con claridad” un orden parcial superior a los ordenes local y estatales,
sino que se hacía énfasis en que las normas emitidas por el legislador
federal eran normas de aplicación general sobre todo el territorio,
independientemente de lo establecido por las normas estatales,
estableciendo así la prevalencia de la legislación federal en el sistema
estadounidense. La genealogía de la expresión supreme law of the
land no obedece al establecimiento de un orden jurídico parcial con
normas jerárquicamente superiores, sino una norma que recogía el
concepto de Estado de Derecho y que establecía las medidas para el
mantenimiento del pacto federal originario de los estados que
conformaron la Unión Americana14.

B) En segundo lugar, en lo que se refiere a la historia de la dogmática


jurídica nacional, si bien es cierto, como se afirma en la resolución,
que en algunos textos constitucionales históricos existe mención de la
existencia de “leyes generales”, en ningún momento queda claro que
sean solamente estas leyes las jerárquicamente superiores frente al
resto de la legislación federal y de la legislación local. Para los
tratadistas del siglo XIX, que escriben bajo la vigencia de la
Constitución de 1857, es claro que tanto las normas federales como
los tratados son inferiores a la Constitución, pero en ningún momento
manejan o establecen un doble concepto de leyes generales por un
lado y leyes federales por el otro15. Ya en el siglo XX, los tratadistas
dominantes abandonan de manera expresa y por completo la
posibilidad de adopción de una relación prevalente de la legislación
14
Sobre la naturaleza general de la legislación federal y su prevalencia véase Gibbon v. Orden 22 U.S. (9
Wheat.) 1 (1824); sobre los tipos generales de prevalencia véase English v. General Electric Co., 496 U.S.
72,79 (1990). Mediante la aplicación de la misma cláusula constitucional (supremacy clause), los tratados
internacionales, al igual que las normas federales, prevalecerán generalmente sobre las normas locales, véase
Ware v. Hylton, 3 U.S. (3 Dall.) 199 (1796) y Hauenstein v. Lynham, 100 U.S. 483 (1880); sin embargo a
nivel federal los tratados internacionales se relacionan en un mismo plano jerárquico con las demás leyes
federales, aplicándose el principio de lex posterior derogat priori en caso de conflicto de normas, véase Chae
Chang Ping v. United States, 130 U.S. 581 (1889) y Whitney v. Robertson, 124 U.S. 190, 194 (1888). En
ningún momento la cláusula de supremacía en el derecho norteamericano ha generado una dualidad de
normas federales ni nada parecido.
15
En este tema es ilustrativa la reseña de los tratadistas del s. XIX que hace Mario de la Cueva en su Teoría de
la Constitución, Editorial Porrúa, México, 1982, págs. 104-107.

5
federal frente a la legislación local, para entender que ambas se
encuentran en un mismo nivel jerárquico teniendo cada una su materia
propia, transformando la mencionada relación de prevalencia en un
problema de aplicación directa de la Constitución 16.

Ya en el siglo XX, algunos autores pretenden establecer un concepto


dual de las normas emitidas por el poder legislativo, sin embargo esta
dualidad proviene de una matriz teórica diversa y tiene consecuencias
que en nada se asemejan a lo que la mayoría ha determinado en la
resolución que ahora analizamos. Estos autores se fundamentan en el
término que “emanen” de la Constitución contenido en el artículo 133,
generando una dualidad entre las leyes materialmente “emanadas” de
la Constitución y un concepto de ley que sólo formalmente emana,
pero que no constituye el “cuerpo y alma de la ley fundamental”, esto
es que si bien formalmente siguen el mismo procedimiento formal de
creación, materialmente “son normas que hacen explícito el sentido
pleno de los textos constitucionales, son, por decirlo así, la
Constitución misma, fuerza viva que se desarrolla siguiendo sus leyes
internas para explicar a los hombres todo lo que es, pero sin salirse
nunca ni de su cuerpo ni de su alma, sin transformarse en lo que no
es”. Para estos autores estas normas, sobra decirlo, son derecho
constitucional de manera directa 17. Finalmente, esta el grupo de
autores que han sostenido la existencia de un tercer orden distinto a
los órdenes federal y locales, éstos han entendido que ese tercer
orden competencial se refiere solamente a la Constitución o, de un
modo mucho mas refinado teóricamente, que solamente contiene
ciertas funciones que se refieren a la Constitución misma, pero en
ningún caso estos autores consideran la existencia de un orden
16
En el mismo caso se encuentran Felipe Tena Ramírez, Derecho Constitucional Mexicano, Editorial Porrúa,
México, págs. 502 y ss; Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, págs. 45 y ss; y
Eduardo García Maynes, Introducción al Estudio del Derecho, Editorial. Porrúa, México, págs. 80 y ss.
17
Las citas son de Mario de la Cueva, Teoría de la Constitución, Editorial. Porrúa, México, 1982, págs., 113 y
ss; véase también Jorge Carpizo, La Interpretación del Artículo 133 constitucional, en Estudios
Constitucionales, UNAM-Porrúa, México, 1980. págs. 19 y ss.

6
intermedio entre el orden constitucional y los órdenes federal y
locales18.

La línea de desarrollo jurisprudencial que ha adoptado la Suprema


Corte de Justicia en la Novena Época en relación con los órdenes
jurídicos parciales, pareciera seguir elementos semejantes a las
últimas teorías mencionadas; esta línea jurisprudencial, sin embargo,
se ha hecho más compleja en el transcurso del tiempo y con relación a
problemas concretos que se han presentado en las distintas vías de
control constitucional competencia de este Tribunal 19. Esta línea
interpretativa desarrolla de forma progresiva los distintos órdenes
jurídicos que componen el Estado Mexicano y ha consolidado las
reformas constitucionales relativas a la formación de nuevos órdenes
jurídicos parciales. En este sentido, resulta curioso que si un orden
jurídico de la magnitud del supuesto “orden nacional” se encontraba
establecido “con claridad” por el Constituyente y encontraba sus
orígenes desde antes de la Constitución de 1857, no existiera mención
alguna del pretendido “orden nacional” en ninguna de las tesis
relevantes de esta línea de desarrollo interpretativo. Lo que nos
parece es que la Suprema Corte ha establecido una línea de
interpretación que sistematiza y se adecua a los elementos positivos y
constitucionales del orden jurídico mexicano, y que en ningún
momento contempla la existencia de este “orden nacional”. La

18
En el primer caso se encuentra Fernando Alejandro Vázquez Pando, Notas Sobre el Sistema Jurídico
Mexicano, a la Luz de la Constitución, en Jurídica, Anuario no.7, Universidad Iberoamericana 1985; en el
segundo, Ulises Schmill Ordoñez, El Sistema de la Constitución Mexicana, Manuel Porrúa, México, 1971.
19
De este modo es ilustrativa la evolución observable desde el criterio contenido en la tesis P./J. 95/99,
derivada de la CC. 31/97 del Ayuntamiento de Temixco, Morelos, septiembre de 1999, de rubro:
CONTROVERSIA CONSTITUCIONAL. LOS DIVERSOS ÓRDENES JURÍDICOS ESTABLECIDOS EN
LA CONSTITUCIÓN FEDERAL TIENEN AUTONOMÍA FUNCIONAL Y ASIGNACIONES
COMPETENCIALES PROPIAS; en esta controversia solamente se identifican cuatro órdenes jurídicos: el
constitucional, el federal, el local y el del Distrito Federal, considerándose aún a los municipios como parte
del orden jurídico estatal por la dependencia a las leyes en materia municipal expedidas por las legislaturas de
los estados. Esta situación cambia con el criterio contenido en la tesis P./J. 136/2005, derivada de la CC.
14/2001 del Municipio de Pachuca de Soto, Hidalgo, julio de 2005, de rubro: ESTADO MEXICANO.
ÓRDENES JURÍDICOS QUE LO INTEGRAN, en donde ya se reconoce la existencia de un quinto orden
jurídico con asignaciones competenciales propias, el orden jurídico municipal; esta tesis termina de consolidar
e integra en el esquema de los órdenes jurídicos del Estado Mexicano, la reforma constitucional al artículo
115 de diciembre de 1999.
incorporación de este orden es, además, completamente inadecuada y
equivoca con relación no a las teorías, sino a consideraciones de
derecho positivo, como enseguida mostraré. Lo mas grave, es que
parece que este “orden nacional” surge hasta el momento que se
presenta la necesidad de contar con la existencia de un ordenamiento
superior al federal y los locales y, de este modo, justificar la superior
jerarquía de los tratados internacionales en el ordenamiento jurídico
mexicano.

C) Finalmente, para terminar con la primera parte de este voto, me


referiré al concepto que maneja la resolución de leyes generales como
leyes que no respetan la división competencial entre Federación y
estados. En este sentido, el concepto elaborado por la mayoría es
totalmente novedoso, las normas generales a las que se refieren en el
texto de la resolución que existen desde el siglo XIX, o que
encontramos en el texto original de la Constitución de 1917, en ningún
momento corresponde con el significado que se le pretende asignar.
En el ordenamiento jurídico mexicano encontramos una gran cantidad
de “leyes generales” que no se ajustan a las notas materiales de
identificación establecidas en la resolución, sino que son materias
eminentemente federales, como ejemplo podemos mencionar: la Ley
General de Deuda Pública, la Ley General de Instituciones y
Sociedades Mutualistas de Seguros, la Ley General de las Personas
con Discapacidad, Ley General de Organizaciones y Actividades
Auxiliares de Crédito, la Ley General de Sociedades Mercantiles, Ley
General de Medios de Impugnación en Materia Electoral, Ley General
de Sociedades Cooperativas, Ley de Títulos y Operaciones de Crédito,
entre otras.

Esto podría ser simplemente un error en la nomenclatura de las leyes,


y no negamos la existencia de leyes emitidas por el legislador que sí
establecen la concurrencia entre Federación, estados y municipios.
Sin embargo, si analizamos con mas cuidado el concepto de leyes que
establecen la concurrencia entre la Federación, estados y municipios,
encontraremos que este tipos de leyes claramente no existe desde el
texto original de la Constitución de 1917, mucho menos desde la
Constitución de 1857. La primera ley que se emite mediante
competencia delegada en la Constitución para la determinación de
esta concurrencia, es la Ley de Educación que, mediante reforma de
diciembre de 1934, establece la distribución de la función social
educativa entre Federación, estados y municipios 20. La segunda
delegación a la Federación de la competencia para establecer la
concurrencia entre Federación estados y municipios fue en materia de
asentamientos humanos; para esto, sin embargo, pasan casi 40 años
desde la competencia en materia de educación, adicionándose la
fracción XXIX-C al artículo 73, mediante reforma publicada el 6 de
febrero de 1976. Posteriormente, encontraremos las delegaciones en
materia de salud; en materia de equilibrio ecológico y de la protección
al ambiente y en materia de acuacultura 21. Finalmente, no desconozco
la existencia de otras leyes generales que se refieren a facultades
concurrentes entre Federación, estados y municipios, como la Ley
General de Protección Civil o la Ley General de Bases de
Coordinación del Sistema Nacional de Seguridad Pública; sin
embargo, estas leyes no distribuyen la facultad entre los distintos
órdenes jurídicos parciales, sino solamente establecen sistemas de
coordinación sobre las facultades constitucionalmente concurrentes de
20
Vale hacer notar que la ley, aun cuando distribuía la función educativa entre Federación estados y
municipios desde 1934, no se llamaba “ley general”, sino que se llamó “Ley Orgánica de Educación,
Reglamentaria de los artículos 3, 27, fracción III, 31, fracción I, 73 fracciones X y XXV, y 123, fracción XII
Constitucionales” hasta su reforma publicada el 29 de noviembre de 1973, en donde cambio su nombre a
“Ley Federal de Educación”; no obtiene el nombre de “ley general” sino hasta la reforma publicada en el
Diario Oficial el 13 de julio de 1993. Esto significa que, aún cuando la ley realizaba las funciones que la
identificaban como una “ley general” no se identificaba como tal, por lo que existen “leyes generales” que no
establecen ningún tipo de concurrencia, y existen leyes que no son “generales” que si lo hacen. Por tanto, la
justificación de la mayoría en el sentido de que las leyes generales existen desde antes de la Constitución de
1857, carece de sentido.
21
Las reformas se publicaron el 3 de febrero de 1983, el 10 de agosto de 1987 y el 27 de septiembre de 2004,
respectivamente.
los distintos órdenes que componen el sistema constitucional
mexicano. Estas leyes tampoco se ajustan a la definición utilizada en
la resolución a la que se refiere el presente voto.

II. Sobre la relación jerárquica entre las “leyes generales” y los


tratados internacionales.

En la segunda parte de la resolución, se expresan las razones por las


cuales se considera que los tratados internacionales son superiores no
solamente a todas aquellas normas que no constituyen esta “Ley
Suprema de la Unión”, sino también a las mismas leyes generales con
las que comparten el supuesto “orden nacional” que hemos analizado
en la primera parte. En resumen, la mayoría utiliza argumentos de tres
tipos A) de interpretación sistemática de los “principios o guías”
contenidos en la Constitución que permiten al Estado Mexicano
“insertarse” en el contexto internacional; B) de ciertos principios de
derecho internacional, desde los cuales se pretende establecer la
jerarquía de derecho interno, utilizando básicamente la Convención de
Viena sobre el Derecho de los Tratados y, C) de derecho comparado,
elaborando una lista descriptiva de la situación que guardan los
tratados internacionales en otros sistemas jurídicos en donde se
pretende encontrar una “tendencia contemporánea” hacia una “mayor
integración internacional”. Todo lo anterior, la mayoría lo encamina a
corroborar la interpretación del artículo 133 constitucional a la que nos
referimos en la primera parte de este texto, poniendo de manifiesto, se
afirma en la resolución, “la congruencia existente entre la intención
originaria del Constituyente de incluir como Ley Suprema de la Unión a
los tratados internacionales, y la interpretación del texto constitucional
atendiendo a las condiciones económicas, políticas y sociales que
priman hoy por hoy en el mundo globalizado y que, a su vez, resultan
determinantes para la inserción del México contemporáneo en éste”.
A) En la primera línea de argumentación, se afirma que la Constitución
Mexicana contiene en su texto una “visión internacionalista”, haciendo
referencia a diversos principios de los que se advierte una “vocación
para la convivencia pacífica con las naciones que integran la
comunidad internacional” y que, si bien no establecen de manera
expresa la jerarquía de los tratados, expresan “el reconocimiento del
Constituyente a la necesidad de establecer principios o guías que
permitan al estado mexicano insertarse en el contexto internacional”.
Estos “principios o guías” los encontraremos, se afirma en la
resolución, en el artículo 3 que, aun cuando se refiere a la educación
que deba impartirse en el país “refleja un espíritu de cooperación
internacional, que solamente puede construirse mediante la
participación de aquellos individuos que han aprendido a desarrollar
armónicamente sus capacidades intelectuales, interiorizando los
principios de dignidad de la persona, democracia, nacionalismo y
solidaridad internacional”. Asimismo, se señala en la resolución, que
en el artículo 15 constitucional se establecen los límites que deben
respetarse en la celebración de tratados internacionales de extradición
y que el artículo 89 contiene los principios que rigen en la conducción
de la política exterior. También encontramos, en un sentido mas
formal, la fijación de la extensión y límites del mar territorial y el
especio aéreo con relación al derecho internacional, lo que de acuerdo
con la mayoría afirma un reconocimiento expreso a la aplicabilidad de
la normas de derecho internacional dentro del territorio nacional
determinando la extensión del territorio “por encima de cualquier
norma interna”; estos principios adquieren, además, una mayor
relevancia en “el mundo globalizado contemporáneo”… “en los albores
del siglo XXI” donde debemos interpretar el texto “con las condiciones
sociales, económicas y políticas” a partir de las que se suscita el
problema.
No se entiende como estas razones puedan justificar la jerarquía de
los tratados en relación con las demás normas del sistema jurídico
mexicano, menos aún en relación con la categoría de normas
generales establecida en la misma resolución. El hecho que se
imparta la educación dentro del sistema educativo nacional
“fomentando” la “solidaridad internacional”, que encontremos artículos
en la constitución relativos a la política exterior o nos encontremos en
un “estado globalizado”, en ningún momento se convierten en razones
jurídicas para sostener la jerarquía de las normas en el orden jurídico
interno. La jerarquía depende de relaciones normativas expresas que
se dan mediante los procedimientos de creación normativa, no por una
pretendida “vocación internacionalista” del Estado mexicano 22. El único
argumento jurídico que encuentro en esta primera línea argumental es
el que se refiere a la jerarquía constitucional del derecho internacional
establecida en las fracciones V y VI del artículo 42 de la Constitución
(que, por lo demás, están relacionados con los párrafos cuarto, quinto
y octavo del artículo 27). Sin embargo, es claro que en estos casos
hay una remisión constitucional directa al derecho internacional,
mediante la cual la Constitución incorpora las normas relativas a la
extensión y limites del mar territorio y al espacio aéreo (además de la
determinación de la zona económica exclusiva, conforme al párrafo 8°
del artículo 27). En este caso, las normas de derecho internacional se
convierten en normas de rango y jerarquía constitucional por
determinación expresa de la propia Constitución, estableciendo los
ámbitos de validez espacial del sistema jurídico mexicano; lo que no
22
Además que una verdadera “vocación internacionalista” se traduciría en normas de derecho positivo que
establecieran la posibilidad de delegación de competencias en órganos trasnacionales o regionales, como en el
caso de Argentina o Brasil (arts. 24 y 4, respectivamente); o la obligación de interpretación de los derechos
fundamentales a la luz de las declaraciones de derechos internacionales, como en el caso de España (art 10).
Recordemos que en nuestro sistema no existe aun el reconocimiento o remisión constitucional directa de
ningún instrumento de derechos humanos o de las sentencias de los órganos encargados de su aplicación, que
solamente se encuentran contempladas a nivel legal en la Ley de Responsabilidad Patrimonial del Estado.
Asimismo la incorporación de la jurisdicción de la Corte Penal Internacional no fue sino hasta junio del año
2005. En estos términos la solidaridad internacional en la educación parece un poco endeble para justificar
por sí misma esta “vocación”.
se alcanza a entender es por qué esta incorporación constitucional
expresa de ciertas normas relativas a una materia específica,
justificaría la posición jerárquica de las demás normas de derecho
internacional dentro del ordenamiento.

B) La segunda línea de justificación se refiere a la existencia de


principios de derecho internacional establecidos en ciertos
instrumentos firmados y ratificados por el Estado Mexicano, en
particular la Convención de Viena para el Derecho de los Tratados 23.
De este instrumento, la resolución extrae los principios del artículo 27:
la no posibilidad de invocar las disposiciones de derecho interno como
justificación del incumplimiento de un tratado y del artículo 26:
formulación del principio de pacta sunt servanda. La resolución
concluye que la aplicación y cumplimiento de los tratados no puede
quedar supeditado a las leyes ordinarias (generales o de otro tipo)
pues ello implicaría el incumplimiento de las obligaciones que “libre y
soberanamente” ha contraído con otro u otros estados.

Todos estos argumentos de derecho internacional son argumentos


correctos y pueden funcionar para justificar ciertas posiciones teóricas
sobre la relación de derecho internacional y derecho interno 24. Sin
embargo sostener que éste es el fundamento para la determinación de
la jerarquía de derecho interno es circular y equívoco. Que la
Convención de Viena sea un instrumento firmado “libre y
soberanamente” por el Estado Mexicano, en ningún momento implica
que la misma no pueda ser incumplida mediante normas de derecho
interno, entiéndase que el hecho que el estado mexicano haya firmado
la Convención, no le puede otorgar jerarquía interna a la Convención
misma, esto es claramente un razonamiento circular y autoreferente,
23
Firmada el 23 de mayo de 1970 y aprobada el 29 de diciembre de 1972.
24
Es particularmente útil para la justificación de posiciones monistas desde la perspectiva del derecho
internacional, como en el caso de Kelsen, H., La transformation du droit internacional en droit interne,
Editions A. Pedone, Paris, 1936.
no podemos establecer la jerarquía de las demás normas de derecho
internacional frente al derecho interno mediante las normas o
principios establecidos en una norma de derecho internacional firmada
y ratificada y, por tanto, transformada en una norma de derecho
interno. El único modo para determinar la jerarquía de normas de
derecho interno es desde el derecho interno mismo y, en particular,
desde la última norma positiva de ese derecho, desde la norma
constitucional. Por otro lado, la posición contenida en la resolución es
similar a afirmar que un individuo no puede incumplir un contrato ya
que voluntariamente lo firmó; en este sentido, el individuo como el
Estado pueden incumplir el contrato o el tratado, lo cual traerá
aparejadas consecuencias normativas específicas como en la
responsabilidad civil o responsabilidad internacional, pero en ningún
momento se puede extraer del sujeto o del Estado la posibilidad de
incumplimiento, ya que nos encontraríamos frente a una norma que no
puede ser incumplida, lo que es inaceptable desde el punto de vista
jurídico ya que, en ese momento, la misma dejaría de ser norma
jurídica que regula relaciones normativas, para convertirse en una ley
natural descriptiva de relaciones causales.

C) Finalmente, la resolución se apoya en una descripción de distintos


sistemas jurídicos comparados de la cual parece extraer una
tendencia internacional a una mayor integración internacional. Esta
tendencia, afirma la resolución, permite corroborar la interpretación
hecha en la primera parte al poner de manifiesto la “intención
originaria del Constituyente de incluir como Ley Suprema de la Unión a
los tratados internacionales, y la interpretación del texto constitucional
atendiendo a las condiciones económicas, políticas y sociales que
priman hoy por hoy en el mundo globalizado y que, a su vez, resultan
determinantes para la inserción del México Contemporáneo en éste”
De nuevo no se entiende por qué una lista arbitraria de sistemas de
derecho comparado constituye un argumento para la interpretación de
la jerarquía de normas en el orden jurídico interno. Lo que es más, un
análisis de los elementos distintivos de los sistemas reseñados, nos
debería llevar a una conclusión contraria a la que se afirma en la
resolución. En los países de derecho anglosajón analizados, Estados
Unidos de América y Reino Unido, los tratados internacionales tienen
la misma jerarquía que sus normas de derecho interno, en el caso
norteamericano igual que las leyes federales, y en caso de conflicto en
ambos casos se aplica el principio de lex posterior derogat priori. En el
caso de los estados europeos: España y Francia, existen
disposiciones expresas en sus constituciones sobre la jerarquía de los
tratados internacionales; en el primero se establece, además, un
sistema de control previo de tratados que no permite la ratificación de
tratados que puedan ir contra disposiciones constitucionales. En el
caso Ruso estamos frente a una situación similar, dada la
determinación expresa de la jerarquía interna de los instrumentos
internacionales. En cuanto a los estados latinoamericanas, Brasil
establece jerarquía de tratados al mismo nivel que las leyes ordinarias,
exceptuando de manera expresa a los tratados de derechos
humanos25; Argentina tiene disposición expresa con jerarquía especial
a nivel constitucional establecida para ciertos instrumentos
enumerados, en el caso de Costa Rica, también existe cláusula
constitucional expresa de jerarquía superior a las leyes. En el caso de
Senegal y Argelia, también tienen cláusula constitucional expresa.

En estas condiciones, la lista de derecho comparado lo único que nos


podría indicar, si realmente queremos extraer una conclusión general
de una descripción genérica de varios sistemas de incorporación, es
que en algunos países el Poder Constituyente ha establecido

25
Materia que no se trata en la resolución y que de hecho se excluye de manera expresa.
expresamente la jerarquía superior de los tratados internacionales
frente a la legislación interna. Esto podría sugerir la tendencia para
una posible futura reforma constitucional en materia de jerarquía de
tratados internacionales: el establecimiento de la diferencia de los
instrumentos de derechos humanos y el resto de los instrumentos
internacionales, y el establecimiento expreso de la jerarquía de los
tratados en relación con el orden jurídico interno. Lo anterior,
entonces, nos indicaría la jerarquía que el derecho internacional
debería tener si deseáramos seguir esta pretendida tendencia
internacional que identifica la resolución. Sin embargo, esto en ningún
momento indica, ni puede indicar, la jerarquía de los tratados
internacionales en el ordenamiento constitucional positivo vigente en
nuestro país. Este alto tribunal se encuentra encargado de la
interpretación sistemática y armónica de la Constitución, no de la
integración de tendencias internacionales o de abiertamente sustituirse
en el órgano de reforma de la Constitución para la incorporación de
estas tendencias. Finalmente, si nos referimos a la situación del
derecho internacional en el derecho norteamericano, del cual
extraemos varios de los elementos de nuestro propio sistema y no
cuenta con cláusula constitucional expresa, nos damos cuenta que los
tratados tienen la misma jerarquía que las leyes ordinarias y que,
mediante una ley ordinaria federal, se pueden derogar las
disposiciones contenidas en un tratado internacional, como lo hemos
tratado en la primera parte de este voto.

III. Conclusión

No existe ningún elemento constitucional, teórico o histórico que me


permita coincidir con la afirmación de que los tratados internacionales
tienen una jerarquía superior a las leyes. En general, me parece que
desde el sistema constitucional hay que reconstruir un sistema de
relaciones distinto entre los tratados y las normas de derecho interno
que tendría que tomar como ejes fundamentales: la relación de
distribución competencial estricta entre Federación y estados,
respetando la autonomía estatal y tomando en cuenta las diversas
características de algunos tratados, como el hecho de que algunos
son de aplicación directa y otros de adecuación legislativa; los
elementos particulares de cada uno de los instrumentos
internacionales a incorporarse en el derecho interno, sus ámbitos de
aplicabilidad, para establecer los elementos para identificar los casos
en los cuales tenemos una genuina contradicción con normas de
derecho interno y en que casos ésta es sólo aparente; y finalmente,
las líneas interpretativas desarrolladas consistentemente por el tribunal
constitucional. Quiero subrayar, como se hace en la misma resolución,
que las consideraciones expresadas en este voto podrían no aplicarse
en casos de instrumentos internacionales en materia de derechos
humanos, los cuales tienen ciertas características materiales propias
que podrían, en relación con elementos constitucionales diversos a los
analizados, ser objeto de un tratamiento diverso al de los instrumentos
internacionales en otras materias, en particular los tratados en materia
comercial.

_____________________________________

Ministro José Ramón Cossío Díaz

“En términos de lo previsto en los artículos 3, fracción II, 13, 14 y 18 de la Ley


Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, en
esta versión pública se suprime la información considerada legalmente como
reservada o confidencial que encuadra en esos supuestos normativos”.
VOTO PARTICULAR QUE FORMULA EL MINISTRO JOSÉ
FERNANDO FRANCO GONZÁLEZ SALAS, EN EL AMPARO
EN REVISIÓN 1738/2005, PROMOVIDO POR **********,
SOCIEDAD ANÓNIMA.

En las sesiones plenarias en las que se discutió el proyecto


de resolución del amparo en revisión citado al rubro, se analizó en
abstracto el tema relativo a la jerarquía de los tratados
internacionales en el ordenamiento jurídico mexicano y se
resolvió, por mayoría de seis votos contra cinco, en la materia
cuyo conocimiento asumió el Tribunal Pleno, que el orden jurídico
superior denominado Ley Suprema de la Unión previsto en el
artículo 133 constitucional, se integra con la Constitución, los
tratados internacionales y las leyes generales; asimismo, que los
tratados se ubican jerárquicamente sobre las leyes generales,
federales y locales, en tanto que el Estado mexicano, al
celebrarlos de conformidad con lo dispuesto en la Convención de
Viena Sobre el Derecho de los Tratados entre los Estados y
Organizaciones Internacionales o entre Organizaciones
Internacionales, atendiendo al principio pacta sunt servanda,
contrae libremente obligaciones frente a otros Estados, que no
pueden desconocer sus normas de derecho interno y cuyo
incumplimiento supone una responsabilidad de carácter
internacionali.

Como lo expuse en las sesiones respectivas, no comparto la


sentencia aprobada por la mayoría.
Sustento mi discrepancia con el criterio aprobado por la
mayoría, al tenor de los argumentos que expondré a continuación.

I.- RESOLUCIÓN DE LA MAYORÍA.

El criterio de la mayoría se funda en los siguientes


argumentos esenciales.

En el artículo 133 constitucional, el Constituyente estableció


un conjunto de disposiciones de observancia general que en la
medida de su apego a la Constitución General de la República,
son la Ley Suprema de la Unión.

Estas disposiciones son distintas a los diversos órdenes


jurídicos parciales existentes, a saber: Federal, Estatal, del
Distrito Federal y Municipal, entre los cuales no existe relación de
jerarquía, sino que se trata de diversos ámbitos de competencia
fijados constitucionalmente, según deriva de los artículos 41 ii,
párrafo primero, 124iii, 103iv, fracciones II y III, así como 105 v,
fracción I, inciso a), constitucionales.

El artículo 133 no se refiere a las leyes federales, sino a las


leyes del Congreso de la Unión, esto es, a las generales, que
pueden incidir en todos los órdenes jurídicos parciales ya
precisados que integran al Estado Mexicano, y respecto de las
cuales el Constituyente ha renunciado expresamente a su
potestad distribuidora de atribuciones entre ellos, además de que
no se emiten motu proprio por el Congreso de la Unión, sino se
originan en cláusulas constitucionales que lo constriñen a

20
dictarlas, por lo que una vez promulgadas y publicadas, deben ser
aplicadas por las autoridades correspondientes en los ámbitos
señalados.

Un hecho revelador de que las leyes generales son


jerárquicamente superiores a las federales y locales, lo constituye
la circunstancia de que el Tribunal Pleno ha reconocido la validez
de las leyes locales sólo si se sujetan a lo previsto en una ley
general e incluso, que si aquéllas no se apegan a lo previsto en
este tipo de normas resultarán inconstitucionales, como deriva de
las jurisprudencias del Tribunal Pleno, números P./J. 143/2001, vi
P./J. 145/2001vii y P./J. 150/2001viii.

Conforme a lo anterior, la mayoría considera que los


tratados internacionales y las leyes generales (no todas las
expedidas por el Congreso de la Unión), constituyen la Ley
Suprema de la Unión, en el entendido de que la validez de unos
y otras, estará sujeta a que se apeguen a lo establecido en la
Constitución, de modo que dichos instrumentos internacionales se
ubican en un plano de supremacía con relación a las leyes
federales y locales.

Esta distinción -señalan- ya existía desde el Acta


Constitutiva de Reformas de mil ochocientos cuarenta y siete, en
la que diversos preceptos contemplaban la existencia de
disposiciones generales que, junto con la Constitución, incidían
en los diversos órdenes jurídicos parciales.

21
La Constitución mexicana -también sostiene la mayoría-
tiene una visión internacionalista, según se desprende de
diversos principios dispersos en los artículos 3º. ix, 15x, 89xi y 42xii,
conforme a los cuales, respectivamente, la educación que imparta
el Estado fomentará en el ser humano la conciencia de la
solidaridad internacional; queda prohibida la celebración de
tratados de extradición que vulneren derechos humanos; la
política exterior mexicana exige respeto a los principios de
autodeterminación de los pueblos, la no intervención, el no uso de
la fuerza pública, la igualdad jurídica entre los Estados, la
cooperación para el desarrollo y la lucha por la paz y la seguridad;
y, finalmente, la extensión del mar territorial y el espacio aéreo,
deberá fijarse conforme al derecho internacional.

Estos principios dispersos en la Constitución adquieren


mayor relevancia en el mundo globalizado, en el que el tráfico de
mercancías, tecnología, personas e ideas, produce acercamientos
en formas antes impensables.

Lo que hasta aquí podría tener algún sustento de


interpretación constitucional (por supuesto no compartido por
quien suscribe), se complementa en la sentencia aprobada por la
mayoría con la afirmación de que los tratados internacionales no
solamente son jerárquicamente superiores a las leyes federales,
sino que también se ubican sobre las leyes generales, bajo el
argumento de que en el derecho internacional existen principios
que sustentan la posición de que los tratados internacionales
tienen mayor jerarquía que las leyes generales y federales.

22
Tal es el caso, afirman en la resolución, de la Convención de
Viena Sobre el Derecho de los Tratados, que en su artículo 27 xiii
determina que un Estado parte no podrá invocar las disposiciones
de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un
tratado, y aunque esta regla admite la excepción prevista en el
numeral 46.1xiv de dicha Convención, al establecer que procederá
declarar la nulidad de un tratado opuesto al derecho interno, en
caso de que exista una violación manifiesta a éste y se afecte una
norma de importancia fundamental en el derecho interno, la Corte
Internacional de Justicia ha definido que una violación manifiesta
es aquella que resulta objetivamente evidente para cualquier
Estado, conforme a la práctica usual y la buena fe.

Además, el artículo 26xv de la citada Convención establece


que todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido
por ellas de buena fe, de modo que su incumplimiento hace
incurrir al Estado en responsabilidad internacional.

Esta regla supone que entre las obligaciones contraídas por


el Estado, se encuentra la de ajustar su legislación a los
compromisos internacionales y decidir soberanamente la jerarquía
que les otorga dentro del régimen interno.

La tendencia internacional contemporánea es hacia una


mayor integración, a lo cual se debe que diversos países hayan
asignado a los tratados internacionales jerarquía superior a las
leyes ordinarias e inclusive a sus propias constituciones.

23
Asimismo, la Carta de las Naciones Unidas ha incorporado
diversos principios y propósitos de derecho internacional,
tendentes a mantener la paz y seguridad internacionales,
fomentar entre las naciones las relaciones de amistad y la
cooperación internacional, a los cuales contribuyen la codificación
y desarrollo progresivo del derecho de los tratados.

En la medida que el Estado mexicano es parte de la


Convención, y varios de sus principios están contemplados en el
texto constitucional, puede decirse que se encuentra vinculado a
su cumplimiento.

En nuestro sistema jurídico los tratados internacionales


constituyen normas exógenas y, por tanto, requieren de un
procedimiento específico para su incorporación al orden jurídico
nacional, a través de su negociación, aprobación o ratificación y
difusión oficial, sin necesidad de que se expida una ley o norma
especial para que se conviertan en normas aplicables al interior,
de modo que no pueden supeditarse a lo que dispongan las leyes
ordinarias, pues ello implicaría el incumplimiento de las
obligaciones contraídas y la obstaculización de los propósitos
para los cuales fueron celebrados los tratados.

Estos son, esencial y resumidamente, los argumentos en los


cuales la mayoría de los Señores Ministros sustentan el sentido
de la resolución.

24
II.- ARGUMENTACIÓN CONSTITUCIONAL Y LEGAL EN
QUE SE FUNDA EL VOTO PARTICULAR.

Al adoptar el criterio anterior, la mayoría de los Señores


Ministros se adscribió de manera fundamental a una
argumentación conforme a la cual los tratados internacionales
pertenecen a un estamento nacional, integrado también por
normas generales, distintas a las leyes federales y locales. Esta
pauta fue introducida en los términos que, en la parte conducente,
enseguida se transcriben:

“…la explicación que yo encuentro y que se ha presentado a la


consideración de los señores ministros, es en el sentido de que
el primer párrafo del artículo 133 de la Constitución, no se
puede referir a todas las leyes federales, sino solamente a
aquéllas que sí tienen un rango superior a las leyes locales, y
que vinculan a todas las entidades federativas, a producir
legislación apegada a las leyes federales y que vinculan a los
jueces a aplicar con preferencia la norma federal, a pesar de lo
que diga la Constitución y las leyes locales; éstas son las
llamadas leyes generales que tienen un gran acercamiento a lo
que en otras latitudes, se conocen como leyes constitucionales,
porque desarrollan disposiciones directas de la Constitución,
amplían sus conceptos, sus alcances y vinculan con la misma
fuerza casi, que la propia Constitución.
(…)
Todo acto de autoridad local que no se apegue a una ley
general, se estimó en dos ocasiones inconstitucional por esta
Suprema Corte, yo creo que esto, es una clarísima aplicación
del orden jerárquico que establece el artículo 133 constitucional,
y a diferencia de lo que sostuvo el señor ministro Cossío Díaz,
de que no hay un orden jurídico nacional, yo sostengo que sí lo
hay.
En la cúspide normativa de nuestro régimen jurídico interno
está la Constitución, inmediatamente abajo de la Constitución,
hay normas que son vinculantes para toda la Nación, y éstas
son las leyes generales y los tratados internacionales, porque
en ese mismo rango los coloca el artículo 133 de la
Constitución.
Más abajo está el orden federal propiamente dicho, leyes
federales que regulan materias exclusivamente de competencia
federal como juegos y sorteos, como el Código Fiscal de la
Federación, etcétera, que son de competencia exclusivamente
federal y que como se dijo, éstas no tienen un rango jerárquico

25
superior a las leyes estatales, no pueden estar ni por encima de
las Constituciones ni de las Leyes locales, están simplemente a
un lado de ellas, conviven con ellas, pero tienen distintos
campos de actuación.
Y luego el orden municipal que ya fue reconocido en asuntos
donde se cuestionaron temas municipales y donde esta
Suprema Corte estableció que sí hay un orden municipal, pero,
--repito--, en mi óptica personal, hay un orden jurídico nacional
y para crear este orden jurídico nacional, los Poderes Federales
se erigen en representantes del Estado mexicano, en el caso de
los tratados internacionales, cuando se firma un tratado o una
convención internacional, el presidente de la República lo hace
como jefe del Estado mexicano y el Senado de la República que
lo aprueba, lo hace como una autoridad nacional, porque la
fuerza normativa del tratado comprende todos los órdenes
jurídicos inferiores a esta categoría…”. xvi

La mayoría de los Señores Ministros se adscribió en lo


fundamental al criterio reproducido, en torno a que la categoría
Ley Suprema de la Unión a la que se refiere el artículo 133
constitucional, corresponde a un orden jurídico nacional integrado
por la Constitución General de la República, las leyes generales y
los tratados internacionales, y sobre esta línea argumentativa
desarrollaron gran parte de las consideraciones de la sentencia.

Ahora bien, para tener una visión completa del problema


analizado, debe tomarse en cuenta que el artículo 133 se
introdujo en nuestro sistema constitucional hasta 1857,
reproduciendo casi de manera textual el segundo párrafo del
artículo VI de la Constitución de los Estados Unidos de 1787 xvii sin
mayor discusiónxviii. Y en el Constituyente de 1916-17 se adoptó
prácticamente en idénticos términos utilizados en el siglo anterior,
y también sin debate algunoxix.

El artículo 133 de la Constitución original, del cinco de


febrero de mil novecientos diecisiete, establecía lo siguiente:

26
“Art. 133.- Esta Constitución, las leyes del Congreso de la
Unión que emanen de ella, y todos los tratados hechos y
que se hicieren por el Presidente de la República, con
aprobación del Congreso, serán la ley suprema de toda la
Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha
Constitución, Leyes y Tratados a pesar de las
disposiciones en contrario que pueda haber en las
constituciones o leyes de los Estados.”

Este precepto fue modificado mediante Decreto publicado en


el Diario Oficial de la Federación de dieciocho de enero de mil
novecientos treinta y cuatro, para quedar con el texto vigente, que
determina:

“Art. 133.- Esta Constitución, las leyes del Congreso de la


Unión que emanen de ella y todos los Tratados que estén de
acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el
Presidente de la República, con aprobación del Senado, serán
la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado
se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar
de las disposiciones en contrario que pueda haber en las
Constituciones o leyes de los Estados.”

La reforma implicó, por una parte, un cambio de forma, al


substituir la expresión “...todos los tratados hechos y que se
hicieren por el Presidente de la República...”, por la fórmula
“...todos los tratados...celebrados y que se celebren por el
Presidente de la República...”; términos que son más jurídicos y
acordes al artículo 89, fracción X, constitucional, que establece
precisamente la facultad del Presidente de la República para
celebrar tratados internacionales; pero además, incluyó una
modificación de fondo o substancial, pues se añadió a la norma
constitucional el requisito de que los tratados internacionales
“...estén de acuerdo con la misma...”, lo que denota, ante todo,
que se reconoce la supremacía de la Constitución General de la
República y que los tratados internacionales serán válidos sólo en

27
cuanto cumplan la condición de estar de acuerdo o ser conformes
con la norma fundamental, lo que significa que no serán tenidos
como Norma Suprema de la Unión aquellos instrumentos
internacionales que estén en desacuerdo con ella o que la
contradigan.

La intención del poder reformador de la Constitución, como


se confirma con los razonamientos expresados durante el proceso
de reformaxx, fue subrayar:

I.- La supremacía de la Constitución General de la


República, respecto de las demás normas que configuran el
ordenamiento jurídico mexicano.

II.- La incorporación o recepción de los tratados


internacionales al ámbito nacional, únicamente cuando estén de
acuerdo con la propia norma fundamental.

III.- Las leyes expedidas por el Congreso, son Norma


Suprema de la Unión.

Consecuentemente, la premisa de que la Constitución es la


norma fundante y reguladora de la producción de todo el sistema
jurídico, por lo que de ella derivan y en ella convergen todas las
normas inferiores, incluidos los tratados internacionales, parece
no tener objeción alguna. Luego entonces, el problema se centra
en la definición sobre la jerarquía entre normas secundarias.

28
Del proceso de reformas al artículo 133 constitucional se
advierte no sólo la teleología, sino también la interpretación
auténtica del Constituyente, de que la expresión “…leyes del
Congreso de la Unión que emanen de ella…”, contenida en
ese precepto, se refiere a las Leyes expedidas por el Congreso,
sin hacer distinción alguna entre los distintos tipos de normas que
pueden derivarse de su texto; sean las llamadas leyes
constitucionales, leyes generales, leyes orgánicas, leyes
federales, leyes reglamentarias; etcétera.

El criterio aprobado por la mayoría, al considerar sólo una


especie del amplio espectro de las normas producidas por el
Congreso de la Unión, las generales en este caso, para
posicionarlas en el rango de norma suprema e incrustarlas
únicamente a ellas en el novedoso ámbito nacional, introduce una
distinción que el precepto en análisis no hace, de modo que la
diferencia establecida no tiene sustento directo en el artículo en
cuestión y, en este sentido, estimo que resulta dudoso que el
operador constitucional pueda introducir una distinción que la
norma constitucional no contempla ni autoriza.

En este sentido, la interpretación adminiculada del artículo


133 con los diversos numerales 41 y 124 constitucionales, no
podría soportar la conclusión alcanzada por la mayoría, no sólo
porque el precepto citado en primer término no estatuye la
cláusula distintiva que señalan, sino porque los preceptos
referidos en segundo lugar tampoco establecen principios
directamente relacionados con la supremacía de las normas, sino
en el caso del artículo 41, la forma en que el pueblo ejerce su

29
soberanía en los ámbitos de la Unión y de los Estados, mientras
que el 124 sólo fija una competencia residual reservada a éstos,
tratándose de las facultades no concedidas expresamente a los
funcionarios federales.

Ahora bien, el artículo 133 debe insertarse en el concierto de


normas que rigen el sistema constitucional en su conjunto; de ahí
que si bien establece un sistema de jerarquía normativa, también
responde a la organización de lo que yo he llamado subsistemas,
los cuales se corresponden, necesariamente, con la distribución
de competencias entre los diversos niveles y órdenes de órganos
productores de normas jurídicas, entre los cuales se encuentra el
generador de la incorporación al sistema jurídico nacional de los
tratados internacionales.

Así, en nuestro sistema federal existen potestades


señaladas en la Constitución para crear normas secundarias que
le corresponden de manera exclusiva y excluyente al órgano
legislativo federal frente a los locales y municipales (o, inclusive
de los órganos autónomos) o a la inversa, de los órganos
legislativos locales respecto del federal; como también existen
aquellas facultades que les son propias a cada órgano del poder
público, con esas mismas características, frente a los órganos de
su mismo nivel de gobierno. En este caso no puede existir
diferencia jerárquica entre unas y otras, pues sus ámbitos de
validez son diferentes y, en principio, no pueden chocar o
contradecirse; también existen las normas producto del ejercicio
de las llamadas facultades concurrentes xxi (conocidas como
“generales”), las cuales se organizan a partir de la regulación que

30
el órgano competente (Congreso de la Unión) dispone para la
participación de órganos de distintos órdenes de gobierno
(federales, locales, municipales, o del Distrito Federal). De igual
manera, en nuestro sistema federal existen previstas en la
Constitución facultades coincidentes, conforme las cuales
distintos órdenes de gobierno pueden producir normas de la
misma materia que coexisten en un mismo ámbito espacial y
temporal de validez. Y, finalmente, existen normas, de muy
diversa naturaleza, que se producen a través de la incorporación
de tratados y convenciones internacionales mediante un
procedimiento constitucionalmente distinto y que pueden, en
algunos casos, impactar a los órdenes federal y locales y, por
tanto, chocar con normas producidas por ellos internamente.

Tampoco pueden apoyar la conclusión, como lo pretende la


mayoría, los artículos 103, fracciones II y III ni el 105, fracción I,
inciso a), constitucionales, pues el primero sólo establece una
competencia de índole jurisdiccional a los tribunales de la
Federación para resolver toda controversia que se suscite por
leyes o actos de la autoridad federal que vulneren o restrinjan la
soberanía de los Estados o por leyes o actos de éstos que
invadan la esfera de la autoridad federal, mientras que el segundo
establece la atribución de esta Suprema Corte de Justicia de la
Nación para conocer de las controversias constitucionales que se
susciten entre la Federación y un Estado, de modo que dichos
numerales únicamente se relacionan con los medios de control
constitucional que cada uno de ellos refiere.

31
Aún si se acude al origen y trayectoria del artículo 133
constitucional, no se aprecia que el Constituyente hubiera querido
hacer distinción alguna entre las leyes generales y las federales,
como se demostró en párrafos precedentes.

De esta manera, el tema que debería reducirse a determinar


la jerarquía de los tratados internacionales es rebasado, pues con
el cometido de establecer la supremacía que les corresponde, se
erige toda una teoría concerniente a la existencia de otro orden
jurídico distinto al federal, estatal, del Distrito Federal y municipal,
que se sobrepone a éstos y se construye, esencialmente, a partir
de la existencia de un cierto tipo de leyes, para el caso las
llamadas generales.

Así, anteriormente, el Tribunal Pleno, en la jurisprudencia


P./J. 142/2001xxii, estableció que el contenido de las leyes
generales corresponde a las materias de educación, salubridad,
asentamientos humanos, seguridad pública, medio ambiente,
protección civil y deportes, de manera que es palmario que su
espectro no comprende todos los temas constitucionales
fundamentales, lo cual puede conducir al extremo de que no en
todos los casos necesariamente exista ese tipo de normas, así
como que el criterio asumido por la mayoría ha convocado a ser
puente o solución de continuidad entre la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos y las leyes federales y locales, de
donde resulta lo impráctico del criterio adoptado, pues en algunos
casos no existirá ese referente normativo nacional, con lo cual el
esquema jurídico que proponen estará incompleto, sin que en

32
este evento exista la posibilidad de integrarse conforme a las
pautas doctrinales que adoptaron.

De alguna manera se recompone esa definición conceptual


original con la tesis VII/2007, emanada de la resolución de la
mayoría en el presente asunto, la cual define ahora a las leyes
generales como: “… aquellas que pueden incidir válidamente en
todos los órdenes jurídicos parciales que integran al Estado
Mexicano. Es decir, las leyes generales corresponden a aquellas
respecto a las cuales el Constituyente o el Poder Revisor de la
Constitución ha renunciado expresamente a su potestad
distribuidora de atribuciones entre las entidades políticas que
integran el Estado Mexicano, lo cual se traduce en una excepción
al principio establecido por el artículo 124 constitucional. Además,
estas leyes no son emitidas motu propio por el Congreso de la
Unión, sino que tienen su origen en cláusulas constitucionales
que obligan a éste a dictarlas, de tal manera que una vez
promulgadas y publicadas, deberán ser aplicadas por las
autoridades federales, locales, del Distrito Federal y
municipales…”.xxiii

El anterior criterio, en opinión del quien suscribe, tampoco


resuelve el problema que plantea tener que identificar cuáles son
leyes generales en el sistema normativo mexicano. En este
sentido, en la sesión plenaria del 13 de febrero afirmé que la tesis
que sostenía la mayoría era diferente y en parte contraria a la
sostenida anteriormente (tesis P. LXXVII/99 xxiv), y que con las
diferencias que se introducían se generaban problemas
adicionales a los que no se les daba una solución adecuada.

33
Particularmente señalé que no se daban líneas claras para
determinar cuándo se trataba de una ley general y cuándo,
conforme a ese criterio, se estaba en presencia de una ley
federal.xxv

En el otro aspecto, considerar a los tratados internacionales


dentro de un estrato nacional normativo jerárquicamente superior
al resto de las normas que componen el sistema, por las
circunstancias de que los suscribe el Presidente de la República
como representante del Estado mexicano hacia el exterior y los
aprueba el Senado de la República como autoridad nacional, no
son parámetros que atiendan a razones de jerárquica, sino como
ya señalamos de competencia constitucional u originaria de la
autoridad que debe celebrarlos, en el caso, el titular del Poder
Ejecutivo Federal, en términos del artículo 89, fracción X, de la
Constitución y del Senado para aprobarlos, como lo dispone el
artículo 76, fracción I, de la misma norma fundamental, que como
tales, no son elementos idóneos para clasificar u ordenar a las
normas en una relación de supra a subordinación.

Hasta aquí los comentarios al argumento central de la


sentencia de la mayoría, relativo a la existencia de un orden
jurídico nacional (quizás equivalente a lo que conforme a algunas
experiencias en otros sistemas jurídicos se ha llamado “bloque de
constitucionalidad”, figura hasta ahora totalmente ajena a nuestro
sistema jurídico-constitucional, pero que con un enfoque y
encuadramiento adecuados a nuestro sistema constitucional

34
podría resultar útil), del cual forman parte los tratados
internacionales.

La mayoría sostiene que existe una vocación


internacionalista en la Constitución mexicana, premisa que
infieren de la adminiculación de los artículos 3º., 15, 89 y 42, lo
cual por supuesto comparto como premisa general, pero no como
absoluta para sustentar la conclusión a la que se arriba sobre
jerarquía de los tratados internacionales antes señalada.

Es cierto que el párrafo segundo del artículo 3º.


constitucional establece que la educación que imparta el Estado
fomentará en el ser humano la conciencia de solidaridad
internacional, pero también en su fracción II, inciso b), establece
que será nacional en cuanto a que, sin hostilidades ni
exclusivismos, atenderá a la comprensión de nuestros problemas,
al aprovechamiento de nuestros recursos, a la defensa de nuestra
independencia política, al aseguramiento de nuestra
independencia económica y a la continuidad y acrecentamiento
de nuestra cultura.

En este sentido se inscribe el artículo 25 xxvi constitucional,


que atribuye al Estado la rectoría del desarrollo nacional para
garantizar que éste sea integral y sustentable, que fortalezca la
soberanía de la Nación y su régimen democrático; la planeación,
conducción, coordinación y orientación de la actividad económica
nacional; también determina que al desarrollo económico nacional
concurrirán con responsabilidad, el sector público, social y
privado.

35
También en esta línea se orienta el artículo 26 xxvii
constitucional, que atribuye al Estado la organización de un
sistema de planeación democrática del desarrollo nacional.

Por su parte, el artículo 15 establece una cláusula de


intangibilidad de los derechos fundamentales, al proscribir la
celebración de tratados internacionales para la extradición de reos
políticos o de aquellos delincuentes del orden común que hayan
tenido en el país donde cometieron el delito, la condición de
esclavos, ni de aquellos que alteren las garantías y derechos
establecidos por la Constitución para el hombre y el ciudadano,
de donde se sigue que aun cuando dicho precepto alude a los
tratados, lo hace desde una perspectiva proteccionista de los
extraditados, a partir de nuestro orden jurídico nacional, en la
medida que preserva las garantías y derechos previstos en
nuestra Constitución sobre aquellos instrumentos.

En el artículo 89, fracción X, la Constitución establece los


criterios que regirán el ejercicio de las facultades del Presidente
de la República (que únicamente a éste competen), para dirigir la
política exterior y celebrar tratados internacionales, en el
desarrollo de las cuales deberá observar principios tales como la
autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución
pacífica de controversias, la proscripción de las amenazas o el
uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la igualdad
jurídica de los Estados, la cooperación internacional para el
desarrollo así como la lucha por la paz y seguridad
internacionales.

36
Los principios esenciales de la política exterior mexicana y la
conducción de las relaciones internacionales establecidos en ese
numeral, tienen su origen en el ordenamiento fundamental del
país y, por ende, desde el interior rigen hacia el exterior.

Finalmente, el hecho de que las fracciones V y VI del


artículo 42 constitucional determinen que el territorio nacional
comprende las aguas de los mares territoriales en la extensión y
términos que fije el derecho internacional y el espacio situado
sobre el territorio nacional, con la extensión y modalidades que
establezca ese propio sistema, no denotan, en sentido estricto
una vocación internacionalista de la Constitución, sino sólo que
en esos aspectos existe un reenvío del derecho interno al
internacional.

La relación jerárquica de los tratados internacionales sobre


las leyes, tampoco puede desprenderse de las normas del
derecho internacional.

En efecto, la mayoría de los Señores Ministros consideró de


manera incontestable la predominancia de la Convención de
Viena sobre el Derecho de los Tratados, que en sus artículos 26 y
27, que establecen, respectivamente, que un tratado en vigor
obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe; y,
que un estado parte no podrá invocar las disposiciones de su
derecho interno como justificación del incumplimiento de un
tratado.

37
Sin embargo, no tomaron en consideración que dicha
convención es un tratado internacional adoptado por el Estado
mexicano como parte de su sistema jurídico vigente y, como tal,
también debe ser analizada bajo el tamiz del artículo 133 para
verificar su concordancia con el orden constitucional, pero al no
haber efectuado ese cotejo, dejaron de advertir la confrontación
que se produce, pues mientras aquel instrumento convencional
prohíbe invocar el derecho interno, el mecanismo de recepción de
dicho instrumento, previsto en el precepto constitucional citado,
esto es, su umbral de incorporación, conlleva la ineludible
obligación de cotejar dicho convenio, precisamente, con el orden
constitucional nacional (el párrafo segundo del artículo 4º. de la
Ley Sobre la Celebración de Tratados, dispone que para ser
obligatorios en territorio nacional, éstos deben publicarse
previamente en el Diario Oficial de la Federación xxviii).

Con esa posición, en realidad pretenden colocar a dicha


Convención sobre la cláusula constitucional de que se trata y
pierden de vista que aún frente a tratados celebrados, ratificados
y aprobados por el Senado, en caso de conflicto de normas entre
una de un instrumento internacional interiorizada al sistema
jurídico mexicano y una de un ordenamiento nacional, el tribunal
constitucional tendría que revisar la conformidad a la Constitución
de unas y otras, de tal manera que si alguna resultara no
conforme al texto fundamental, así fuese la del tratado, tendría
que expulsarla, por ese motivo, del orden jurídico positivo,
independientemente de las consecuencias que ello trajera en el
orden internacional o nacional.xxix

38
Esto se corrobora con las normas del mismo ordenamiento
internacional invocado por la mayoría, el cual prevé en su artículo
46.1, que si el consentimiento de un Estado en obligarse por un
tratado se manifestó en violación de una disposición de su
derecho interno concerniente a la celebración de tratados, tal
cuestión podrá esgrimirse como vicio del consentimiento, siempre
que sea manifiesta y afecte a una norma de importancia
fundamental de su derecho interno, de modo que esa
circunstancia contradice el argumento de la mayoría en el sentido
de que el orden interno no es oponible a los tratados
internacionales.

El argumento relativo a la vocación internacionalista de la


Constitución, por sí mismo, no es suficiente para sostener la
primacía de los tratados internacionales sobre las leyes, pues
como se advierte, la norma fundamental también tiene cláusulas
de un alto contenido nacionalista, como muchas de las referidas,
por las que habría, en casos extremos, que hacer prevalecer el
interés nacional defendido en la Constitución frente al
compromiso internacional, aún con las consecuencias que ello
traería aparejado en el ámbito externo.

Por tanto, considero que más allá del debate sobre el


carácter internacionalista de nuestro texto fundamental y aún
reconociéndolo como evidente, de ello no se podría concluir de
manera automática que existe superioridad jerárquica de los
tratados internacionales, de manera general y absoluta, sobre
todas las leyes nacionales (identificadas como generales,
federales y locales por la mayoría).

39
Considero que se extravió la discusión de fondo del tema,
pues se involucraron dos temas distintos pero íntimamente
vinculados: jerarquía de normas y conflicto de normas, que no
fueron debidamente analizados.

El tema de jerarquía de leyes implica, en un sistema jurídico,


la subordinación de un nivel normativo a otro; ello impone que
toda norma de nivel normativo inferior sea conforme a aquélla que
pertenece al orden normativo superior. En este sentido, la
mayoría definió que los tratados internacionales condicionan a
todo el orden jurídico mexicano secundario.

El conflicto de normas surge cuando en un caso concreto


existen dos normas del mismo o distinto nivel normativo que
pueden ser aplicadas para su solución. En el primer supuesto,
operarían las reglas generalmente aceptadas para la
interpretación. En cambio, en el segundo supuesto,
independientemente del criterio que la autoridad ejecutora tuviese
sobre el contenido de las normas, ésta tendría que aplicar la
norma de superior jerarquía en detrimento de la inferior, así esta
última pudiese resultar más favorable o contener condiciones más
bondadosas que aquélla (salvo el caso de derechos
fundamentales, que podría ser de excepción por lo que se explica
más adelante).

De ello se sigue, conforme al criterio de la mayoría, que si el


tratado aplicable es conforme a la Constitución, en principio, si

40
existiese un conflicto con otra norma cualquiera, las autoridades
deben sujetarse y aplicar la norma internacional.

Ese criterio tajante adoptado por la mayoría excluye la


posibilidad de discernir en caso de conflicto de leyes o normas
conformes a la Constitución, cuál es la más favorable para
resolver la situación concreta que genera un conflicto. Ello tiene
un impacto mayor en el caso de que un conflicto involucre
derechos fundamentales.

La mayoría también pasó por alto la discusión de los


distintos tipos de tratados y sus contenidos, equiparándolos todos
en una misma categoría y dándoles una jerarquía superior al resto
del sistema normativo.

De las consideraciones que se adoptaron durante el proceso


de reformas y adiciones al artículo 102 de la Constitución en
materia de derechos humanos, se advierte que el Constituyente
dejó claramente establecido que el Estado mexicano se ha
comprometido internacionalmente en la protección de los
derechos humanos mediante la firma de diversas convenciones
que prevén el respeto a los derechos y libertades básicos y la
obligación de garantizar su libre y pleno ejercicio; la tendencia
actual de los derechos humanos es hacia la amplitud o extensión
de sus contenidos; tales derechos comprenden no sólo las
garantías individuales previstas en la parte dogmática de la
Constitución, sino también las prerrogativas contenidas en los
pactos y convenciones internacionales sobre la materia suscritos
por México; por lo tanto, son objeto de protección tanto los

41
derechos que otorga la norma fundamental, como los previstos en
los tratados reconocidos por el orden jurídico mexicano, que, en la
medida de su apego a la propia Constitución, son Ley Suprema
de la Unión. xxx

Fue el mismo autor de la Constitución quien colocó a los


tratados internacionales relativos a derechos humanos, en tanto
contemplen la ampliación de esos derechos de manera concreta,
el estamento de supremacía normativa establecido en el artículo
133, en la medida que integran o complementan el catálogo de
garantías individuales, y de aquí deriva el predominio que el
Constituyente les atribuye sobre otro tipo de convenciones
internacionales e incluso normas internas.

Esta regla de supremacía no debería extenderse a otros


instrumentos internacionales que no regulan una cuestión recibida
por la Constitución, como aquellos cuyo objeto no deriva
directamente de la norma fundamental o de una materia de rango
constitucional, sino que regulan cuestiones propias de las normas
secundarias, hipótesis en la cual deben colocarse al mismo nivel
que las leyes.

Luego, al ser tan variados los tratados internacionales


suscritos por el Estado Mexicano, como diversas las materias que
regulan y, por ende, sus contenidos, desde la perspectiva
metodológica no puede establecerse, como lo hizo la mayoría, un
criterio general que siempre y en todos los casos coloque a los
tratados internacionales en una línea de supremacía sobre las
leyes federales y las locales, máxime cuando el caso concreto

42
que se resolvía involucraba un tratado comercial respecto del cual
ni siquiera se analizó su apego a la Constitución, sino que en
abstracto, esto es, aislándose totalmente de las particularidades
del caso, establecieron un criterio general, que no puede
obtenerse a partir de una inducción propia de un caso singular.

Por las consideraciones expuestas, sin desconocer la


firmeza y eficacia de lo decidido por la mayoría, no comparto el
criterio aprobado.

RESPETUOSAMENTE

MINISTRO JOSÉ FERNANDO FRANCO GONZÁLEZ SALAS

“En términos de lo previsto en los artículos 3, fracción II, 13, 14 y 18 de la Ley


Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, en
esta versión pública se suprime la información considerada legalmente como
reservada o confidencial que encuadra en esos supuestos normativos”.

43
i
Resolución que generó las tesis aisladas, que no lograron mayoría de ocho votos, bajo los rubros
siguientes: “TRATADOS INTERNACIONALES. SON PARTE INTEGRANTE DE LA LEY SUPREMA
DE LA UNIÓN Y SE UBICAN JERÁRQUICAMENTE POR ENCIMA DE LAS LEYES GENERALES,
FEDERALES Y LOCALES. INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 133 CONSTITUCIONAL.”;
“SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL Y LEY SUPREMA DE LA UNIÓN. INTERPRETACIÓN DEL
ARTÍCULO 133 CONSTITUCIONAL.”; “LEYES GENERALES. INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO
133 CONSTITUCIONAL.”
ii
Art. 41.- El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en los casos de la
competencia de éstos, y por los de los Estados, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los
términos respectivamente establecidos por la presente Constitución Federal y las particulares de los
Estados, las que en ningún caso podrán contravenir las estipulaciones del Pacto Federal.

Art. 124.- Las facultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución a los
iii

funcionarios federales, se entienden reservadas a los Estados.


iv
Art. 103.- Los tribunales de la Federación resolverán toda controversia que se suscite:
(…)
II.- Por leyes o actos de la autoridad federal que vulneren o restrinjan la soberanía de los Estados o la
esfera de competencia del Distrito Federal, y
III.- Por leyes o actos de las autoridades de los Estados o del Distrito Federal que invadan la esfera
de competencia de la autoridad federal.
v
Art. 105.- La Suprema Corte de Justicia de la Nación conocerá, en los términos que señale la ley
reglamentaria, de los asuntos siguientes:
I.- De las controversias constitucionales que, con excepción de las que se refieran a la materia
electoral y a lo establecido en el artículo 46 de esta Constitución, se susciten entre:
a).- La Federación y un Estado o el Distrito Federal;…”.
vi
Novena Época. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Tomo:
XV, enero de 2002, tesis: P./J. 143/2001, página: 1039 “EDUCACIÓN. LAS LEYES QUE EXPIDAN
LOS ESTADOS Y EL DISTRITO FEDERAL EN ESTA MATERIA, DEBEN SUJETARSE A LA LEY
RESPECTIVA EXPEDIDA POR EL CONGRESO DE LA UNIÓN, EN TÉRMINOS DE LO DISPUESTO
POR EL ARTÍCULO 3o., FRACCIÓN VIII, DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. De lo dispuesto en los
artículos 3o., fracción VIII y 73, fracción XXV, del Ordenamiento Fundamental citado, se aprecia que
el Congreso de la Unión está facultado para distribuir la función social educativa mediante las leyes
que expida, proponiendo así un sistema de legislación coordinada a efecto de que los Gobiernos
Locales, dentro de los lineamientos de carácter general que marquen las leyes expedidas por ese
órgano legislativo, dicten las normas destinadas a la materia de educación dentro del territorio
nacional. Por tanto, las normas que expidan las entidades federativas, los Municipios o el Distrito
Federal sobre educación, deben sujetarse a la ley general que en dicha materia expida el Congreso
de la Unión.”

Novena Época. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Tomo:
vii

XV, enero de 2002, tesis: P./J. 145/2001, página: 1036, “EDUCACIÓN. EL ARTÍCULO 4o. DE LA LEY
RELATIVA DEL DISTRITO FEDERAL, QUE ESTABLECE LA OBLIGACIÓN DEL GOBIERNO DE
ESA ENTIDAD DE IMPARTIR LA EDUCACIÓN PREESCOLAR Y MEDIA SUPERIOR, NO
CONTRAVIENE LA DISTRIBUCIÓN DE LA FUNCIÓN SOCIAL EDUCATIVA ESTABLECIDA EN LA
LEY GENERAL DE EDUCACIÓN. El artículo 3o. de la Ley General de Educación establece la
obligación del Estado de prestar servicios educativos para que toda la población pueda cursar la
educación preescolar, la primaria y la secundaria, dentro del marco de la concurrencia prevista en la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y conforme a la distribución de la función
social educativa que establece la propia ley en mención; y el numeral 14 de dicho ordenamiento
general dispone que corresponde a las autoridades educativas, federal y locales, de manera
concurrente, entre otras atribuciones, la de prestar servicios educativos distintos a los previstos en las
fracciones I y IV del artículo 13 de tal ordenamiento, esto es, los relativos a los de educación inicial,
básica, indígena, especial, normal y demás para la formación de maestros, así como los de
actualización, capacitación y superación profesional para los maestros de educación básica. Por
tanto, el artículo 4o. de la Ley de Educación del Distrito Federal, al señalar como obligatoria la
impartición de la educación preescolar, primaria, secundaria y media superior, lejos de transgredir
aquella legislación, se apega a la distribución de la función social educativa que establece.”

Novena Época. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Tomo:
viii

XV, enero de 2002, tesis: P./J. 150/2001, página: 1040, “EDUCACIÓN. LOS ARTÍCULOS 135 Y 137
DE LA LEY RELATIVA DEL DISTRITO FEDERAL INVADEN LA FACULTAD DE REGULAR EL
SISTEMA NACIONAL DE CRÉDITOS, REVALIDACIONES Y EQUIVALENCIAS DE ESTUDIOS, QUE
CORRESPONDE DE MANERA EXCLUSIVA A LA AUTORIDAD EDUCATIVA FEDERAL. De
conformidad con lo dispuesto en los artículos 12 y 13 de la Ley General de Educación, se desprende
que el Congreso de la Unión confirió a la autoridad educativa federal, de manera exclusiva, la facultad
de regular el sistema nacional de créditos, revalidación y equivalencias, y a las autoridades
educativas locales, en el ámbito de sus respectivas competencias, sólo la relativa a revalidar y otorgar
equivalencias de estudios, de acuerdo con los lineamientos generales que la autoridad federal expida.
En congruencia con lo anterior, resulta inconcuso que los artículos 135 y 137 de la Ley de Educación
del Distrito Federal, al regular la revalidación, señalando los niveles en que se otorgará y los
requisitos para autorizarla, transgreden la distribución de la función social educativa establecida en la
citada ley general, pues invaden las atribuciones que le han sido conferidas, en forma exclusiva, a la
autoridad federal educativa.”
ix
Art. 3o.- Todo individuo tiene derecho a recibir educación. El Estado -federación, estados, Distrito
Federal y municipios- impartirá educación preescolar, primaria y secundaria. La educación preescolar,
primaria y la secundaria conforman la educación básica obligatoria. La educación que imparta el
Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará
en él, a la vez, el amor a la Patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la
independencia y en la justicia.
I.- Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será laica y, por tanto, se
mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa;
II.- El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico,
luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.
Además:
a).- Será democrático, considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un
régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico,
social y cultural del pueblo;
b).- Será nacional, en cuanto -sin hostilidades ni exclusivismos- atenderá a la comprensión de
nuestros problemas, al aprovechamiento de nuestros recursos, a la defensa de nuestra
independencia política, al aseguramiento de nuestra independencia económica y a la
continuidad y acrecentamiento de nuestra cultura, y
c).- Contribuirá a la mejor convivencia humana, tanto por los elementos que aporte a fin de robustecer
en el educando, junto con el aprecio para la dignidad de la persona y la integridad de la familia, la
convicción del interés general de la sociedad, cuanto por el cuidado que ponga en sustentar los
ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos los hombres, evitando los privilegios de razas,
de religión, de grupos, de sexos o de individuos;
III.- Para dar pleno cumplimiento a lo dispuesto en el segundo párrafo y en la fracción II, el Ejecutivo
Federal determinará los planes y programas de estudio de la educación preescolar, primaria,
secundaria y normal para toda la República. Para tales efectos, el Ejecutivo Federal considerará la
opinión de los gobiernos de las entidades federativas y del Distrito Federal, así como de los diversos
sectores sociales involucrados en la educación, en los términos que la ley señale;
IV.- Toda la educación que el Estado imparta será gratuita;
V.- Además de impartir la educación preescolar, primaria y secundaria señaladas en el primer párrafo,
el Estado promoverá y atenderá todos los tipos y modalidades educativos -incluyendo la educación
inicial y a la educación superior- necesarios para el desarrollo de la nación, apoyará la investigación
científica y tecnológica, y alentará el fortalecimiento y difusión de nuestra cultura;
VI.- Los particulares podrán impartir educación en todos sus tipos y modalidades. En los términos que
establezca la ley, el Estado otorgará y retirará el reconocimiento de validez oficial a los estudios que
se realicen en planteles particulares. En el caso de la educación preescolar, primaria, secundaria y
normal, los particulares deberán:
a).- Impartir la educación con apego a los mismos fines y criterios que establecen el segundo párrafo
y la fracción II, así como cumplir los planes y programas a que se refiere la fracción III, y
b).- Obtener previamente, en cada caso, la autorización expresa del poder público, en los términos
que establezca la ley;
VII.- Las universidades y las demás instituciones de educación superior a las que la ley otorgue
autonomía, tendrán la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí mismas; realizarán sus fines
de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los principios de este artículo, respetando la
libertad de cátedra e investigación y de libre examen y discusión de las ideas; determinarán sus
planes y programas; fijarán los términos de ingreso, promoción y permanencia de su personal
académico; y administrarán su patrimonio. Las relaciones laborales, tanto del personal académico
como del administrativo, se normarán por el apartado A del artículo 123 de esta Constitución, en los
términos y con las modalidades que establezca la Ley Federal del Trabajo conforme a las
características propias de un trabajo especial, de manera que concuerden con la autonomía, la
libertad de cátedra e investigación y los fines de las instituciones a que esta fracción se refiere, y
VIII.- El Congreso de la Unión, con el fin de unificar y coordinar la educación en toda la República,
expedirá las leyes necesarias, destinadas a distribuir la función social educativa entre la Federación,
los Estados y los Municipios, a fijar las aportaciones económicas correspondientes a ese servicio
público y a señalar las sanciones aplicables a los funcionarios que no cumplan o no hagan cumplir las
disposiciones relativas, lo mismo que a todos aquellos que las infrinjan.
x
Art. 15.- No se autoriza la celebración de tratados para la extradición de reos políticos, ni para la de
aquellos delincuentes del orden común que hayan tenido en el país donde cometieron el delito, la
condición de esclavos; ni de convenios o tratados en virtud de los que se alteren las garantías y
derechos establecidos por esta Constitución para el hombre y el ciudadano.
xi
Art. 89.- Las facultades y obligaciones del Presidente, son las siguientes:
[…]
X. Dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales, así como terminar, denunciar,
suspender, modificar, enmendar, retirar reservas y formular declaraciones interpretativas sobre los
mismos, sometiéndolos a la aprobación del Senado. En la conducción de tal política, el titular del
Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos;
la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la
fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación
internacional para el desarrollo; y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.

Art. 42.- El territorio nacional comprende:


xii

I.- El de las partes integrantes de la Federación;


II.- El de las islas, incluyendo los arrecifes y cayos en los mares adyacentes;
III.- El de las islas de Guadalupe y las de Revillagigedo situadas en el Océano Pacífico;
IV.- La plataforma continental y los zócalos submarinos de las islas, cayos y arrecifes;
V.- Las aguas de los mares territoriales en la extensión y términos que fija el Derecho Internacional y
las marítimas interiores;
VI.- El espacio situado sobre el territorio nacional, con la extensión y modalidades que establezca el
propio Derecho Internacional.

ARTÍCULO 27
xiii

El derecho interno y la observancia de los tratados


Una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del
incumplimiento de un tratado. Esta norma se entenderá sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 46.

ARTÍCULO 46
xiv

Disposiciones de derecho interno concernientes a la competencia para celebrar tratados


1. El hecho de que el consentimiento de un Estado en obligarse por un tratado haya sido manifestado
en violación de una disposición de su derecho interno concerniente a la competencia para celebrar
tratados no podrá ser alegado por dicho Estado como vicio de su consentimiento, a menos que esta
violación sea manifiesta y afecte a una norma de importancia fundamental de su derecho interno.
2. Una violación es manifiesta si resulta objetivamente evidente para cualquier Estado que proceda
en la materia conforme a la práctica usual y de buena fe.
xv

ARTÍCULO 26
Pacta sunt Servando
Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe.

Posicionamiento del Ministro Presidente en la sesión pública del Pleno de fecha 13 de febrero de
xvi

2007.
xvii

El precepto norteamericano citado señala: “Esta Constitución, y las leyes de los Estados Unidos que
se expidan de conformidad con ella; y todos los tratados celebrados, o que se celebren, bajo la
autoridad de los Estados Unidos. Serán la Ley Suprema en los Estados Unidos; y los jueces en cada
Estado estarán obligados a acatarla sin importar cualquier contravención establecida en la
constitución o leyes estatales.”
En relación al mismo, la Suprema Corte de Justicia de aquél país ha sostenido reiteradamente el
criterio contrario al que ha fijado la mayoría en nuestro máximo tribunal; sosteniendo el criterio de que
frente a un conflicto de normas entre un tratado y una ley, se debe aplicar el principio de “Ley
posterior deroga a la anterior”. Solo por citar algunos, pueden verse los siguientes precedentes:
“Thomas v. Gay, 169 U.S. 264”, “Ribas E hijo v. US, 194 U.S. 315 (1904)”, “Whitney v. Robertson,
124 U.S. 190 (1888)”, “Lone Wolf v. Hitchcock, 187 U.S. 553 (1903)”, “Rainey v. US, 232 U.S. 310
(1914)”, “US v. Lee Yen Tai, 185 U.S. 213 (1902)”, “Jonson v. Browne, 205 U.S. 309 (1907)”.
xviii

El artículo 126 de la Constitución de 1857, antecedente único e inmediato del vigente artículo 133
constitucional, se aprobó en la sesión del 18 de noviembre de 1856 sin discusión por 79 votos a favor
y uno en contra. Ver: Zarco Francisco, Historia del Congreso Constituyente de 1857, Ediciones Mesa
Directiva del Senado de la República, México, 2007, pág. 901. El artículo se incorporó sin tomar en
cuenta que la versión estadounidense respondía a una realidad diferente sobre todo respecto al
control difuso de constitucionalidad. Ver Tena Ramírez, Felipe. Derecho Constitucional Mexicano.
Porrúa, México, 1980, págs. 537 y ss.
xix

Lo interesante fue que Carranza lo excluyó en su proyecto, sin embargo, la 2a Comisión consideró
indispensable su reincorporación dado que, se argumentó en el dictamen: “Más importante aún es el
artículo 123 de la Constitución de 1857, también suprimido en el proyecto, que establece la supresión
de la Ley constitucional, de las leyes emanadas de ésta y de los tratados hechos por el Ejecutivo con
aprobación del Congreso. La ley americana, en un precepto análogo, hace uso de la expresión
enérgica, diciendo que leyes como éstas son la ley suprema de la tierra. Así es entre nosotros
también, y el artículo suprimido, además de esa grandiosa declaración, constituye la salvaguardia del
pacto federal y su lugar preferente respecto de las constituciones locales, pues autoriza a los jueces
para ceñirse a aquél, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en éstas.” Citado en:
Marván Laborde, Ignacio, Nueva Edición del Diario de los Debates del Congreso Constituyente de
1916-1917, Tomo III, SCJN, México, págs. 2507 y 2508.

xx
“CÁMARA DE DIPUTADOS
DICTAMEN
MÉXICO D.F., A 3 DE OCTUBRE DE 1933.
H. ASAMBLEA:
El Ejecutivo de la Unión por conducto de La Secretaría de Relaciones Exteriores, ha enviado a los
miembros de la Primera Comisión de Relaciones que suscribe, un proyecto de ley, en nacionalidad y
naturalización.
Como para llevar a cabo la expedición de esta Ley se hace indispensable la reforma de los artículos
30, 37, 73 y 133 de la Constitución Federal, reformas que por otra parte han sido sometidas ya a
estudio de esta misma Comisión; estas dos circunstancias, unidas a la conveniencia indiscutible de
que la Ley entre en vigor lo más pronto posible, obligan a la Comisión ponente a proponer la reforma
de los artículos constitucionales ya citados.
Como el asunto reviste caracteres múltiples, ha continuación vamos a permitirnos hacer algunas
explicaciones sobre los motivos fundamentales que hemos tenido en cuenta al proponer estas
reformas.
(...)
Comentamos por último la reforma al artículo 133 que dice:
Artículo 133.- Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los
Tratados que están de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la
República, con aprobación del senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión.
Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, Leyes y Tratados, a pesar de las
disposiciones en contrario que pueda haber en la Constitución o Leyes de los Estados.
La reforma a este artículo es más al texto que a su contenido. El artículo actualmente en vigor no
especifica que los Tratados internacionales, junto con la Constitución y las Leyes expedidas por el
Congreso, sean la Ley Suprema de la Unión, siempre que estén de acuerdo con la misma. Por esto
hemos creído conveniente hacer esta salvedad, pues en caso de conflicto entre las disposiciones
contenidas de un Tratado internacional y las de la propia Constitución, sería difícil, teniendo a la vista
los textos constitucionales únicamente, decidir cual de las dos disposiciones debe prevalecer, por esto
de una manera clara establecemos en este artículo la supremacía de la Constitución.
Como consecuencia obligada de las anteriores consideraciones, nos es honroso someter a la
ilustrada deliberación del V.S; el siguiente proyecto de ley de reforma a la Constitución Federal.
Artículo Único.- Se reforman los artículos 30, 37, 73 y 133 de la Constitución Federal.”

“CÁMARA DE DIPUTADOS
DICTAMEN Y DISCUSIÓN
MÉXICO D.F., A 19 DE DICIEMBRE DE 1933.
1a. Comisión de Puntos Constitucionales.
Honorable Asamblea:
El Ejecutivo de la Unión, envió a la H. Cámara de Senadores del Congreso General una iniciativa de
Ley Nacionalidad y Naturalización que habrá de substituir a la que actualmente está en vigor; pero
como para llevar a cabo la expedición de dicha Ley se necesita la reforma de las bases
constitucionales que deban sustentarla, dicha Cámara colegisladora aprobó las modificaciones
pertinentes a los artículos 30 y 37 de la Constitución que directamente se refieren al asunto, así como
las de los artículos 73 y 133 del mismo pacto fundamental, por las razones que oportunamente se
harán constar. Dichas reformas han pasado a esta Cámara para los efectos de su estudio, discusión y
aprobación, en su caso; y para formar dictamen se turnó el expediente a la Comisión de Puntos
Constitucionales que suscribe.
En cumplimiento de las determinaciones de Vuestra Soberanía, pasamos a formar dicho dictamen en
la forma siguiente:
(...)
Es obvia la razón que se ha tenido en cuenta para reformar el artículo 133 de la Constitución en la
forma propuesta por el Ejecutivo y que el Senado acepta, pues si bien es verdad que los Tratados
internacionales también son Ley Suprema de la Unión, esto es, en cuanto no estén en pugna con la
Ley Fundamental que es la Constitución.”

Leyes que originalmente se habían considerado las generales. Ver: Tesis de jurisprudencia P./J.
xxi

142/2001, Novena Época. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta.
Tomo: XV, enero de 2002, tesis: P./J. 142/2001, página: 1042, “FACULTADES CONCURRENTES EN
EL SISTEMA JURÍDICO MEXICANO. SUS CARACTERÍSTICAS GENERALES”.
xxii

Novena Época. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Tomo:
XV, enero de 2002, tesis: P./J. 142/2001, página: 1042, “FACULTADES CONCURRENTES EN EL
SISTEMA JURÍDICO MEXICANO. SUS CARACTERÍSTICAS GENERALES. Si bien es cierto que el
artículo 124 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que: "Las
facultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales,
se entienden reservadas a los Estados.", también lo es que el Órgano Reformador de la Constitución
determinó, en diversos preceptos, la posibilidad de que el Congreso de la Unión fijara un reparto de
competencias, denominado "facultades concurrentes", entre la Federación, las entidades federativas
y los Municipios e, inclusive, el Distrito Federal, en ciertas materias, como son: la educativa (artículos
3o., fracción VIII y 73, fracción XXV), la de salubridad (artículos 4o., párrafo tercero y 73, fracción
XVI), la de asentamientos humanos (artículos 27, párrafo tercero y 73, fracción XXIX-C), la de
seguridad pública (artículo 73, fracción XXIII), la ambiental (artículo 73, fracción XXIX-G), la de
protección civil (artículo 73, fracción XXIX-I) y la deportiva (artículo 73, fracción XXIX-J). Esto es, en el
sistema jurídico mexicano las facultades concurrentes implican que las entidades federativas, incluso
el Distrito Federal, los Municipios y la Federación, puedan actuar respecto de una misma materia,
pero será el Congreso de la Unión el que determine la forma y los términos de la participación de
dichos entes a través de una ley general.”

Amparo en revisión 120/2002.- **********, Sociedad Anónima de Capital Variable.- 13 de febrero de


xxiii

2007.- Mayoría de seis votos.- Ponente: Sergio Salvador Aguirre Anguiano.- Secretarios: Andrea
Zambrana Castañeda, Rafael Coello Cetina, Malkah Nobigrot Kleinman y Maura A. Sanabria
Martínez.

Novena Época Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Tomo:
xxiv

X, noviembre de 1999, tesis: P. LXXVII/99, página 46, “TRATADOS INTERNACIONALES. SE


UBICAN JERÁRQUICAMENTE POR ENCIMA DE LAS LEYES FEDERALES Y EN UN SEGUNDO
PLANO RESPECTO DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. Persistentemente en la doctrina se ha
formulado la interrogante respecto a la jerarquía de normas en nuestro derecho. Existe unanimidad
respecto de que la Constitución Federal es la norma fundamental y que aunque en principio la
expresión "... serán la Ley Suprema de toda la Unión ..." parece indicar que no sólo la Carta Magna
es la suprema, la objeción es superada por el hecho de que las leyes deben emanar de la
Constitución y ser aprobadas por un órgano constituido, como lo es el Congreso de la Unión y de que
los tratados deben estar de acuerdo con la Ley Fundamental, lo que claramente indica que sólo la
Constitución es la Ley Suprema. El problema respecto a la jerarquía de las demás normas del
sistema, ha encontrado en la jurisprudencia y en la doctrina distintas soluciones, entre las que
destacan: supremacía del derecho federal frente al local y misma jerarquía de los dos, en sus
variantes lisa y llana, y con la existencia de "leyes constitucionales", y la de que será ley suprema la
que sea calificada de constitucional. No obstante, esta Suprema Corte de Justicia considera que los
tratados internacionales se encuentran en un segundo plano inmediatamente debajo de la Ley
Fundamental y por encima del derecho federal y el local. Esta interpretación del artículo 133
constitucional, deriva de que estos compromisos internacionales son asumidos por el Estado
mexicano en su conjunto y comprometen a todas sus autoridades frente a la comunidad internacional;
por ello se explica que el Constituyente haya facultado al presidente de la República a suscribir los
tratados internacionales en su calidad de jefe de Estado y, de la misma manera, el Senado interviene
como representante de la voluntad de las entidades federativas y, por medio de su ratificación, obliga
a sus autoridades. Otro aspecto importante para considerar esta jerarquía de los tratados, es la
relativa a que en esta materia no existe limitación competencial entre la Federación y las entidades
federativas, esto es, no se toma en cuenta la competencia federal o local del contenido del tratado,
sino que por mandato expreso del propio artículo 133 el presidente de la República y el Senado
pueden obligar al Estado mexicano en cualquier materia, independientemente de que para otros
efectos ésta sea competencia de las entidades federativas. Como consecuencia de lo anterior, la
interpretación del artículo 133 lleva a considerar en un tercer lugar al derecho federal y al local en una
misma jerarquía en virtud de lo dispuesto en el artículo 124 de la Ley Fundamental, el cual ordena
que "Las facultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios
federales, se entienden reservadas a los Estados.". No se pierde de vista que en su anterior
conformación, este Máximo Tribunal había adoptado una posición diversa en la tesis P. C/92,
publicada en la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Número 60, correspondiente a
diciembre de 1992, página 27, de rubro: "LEYES FEDERALES Y TRATADOS INTERNACIONALES.
TIENEN LA MISMA JERARQUÍA NORMATIVA."; sin embargo, este Tribunal Pleno considera
oportuno abandonar tal criterio y asumir el que considera la jerarquía superior de los tratados incluso
frente al derecho federal.”
xxv
Problema que ya se presentó en la Segunda Sala, en el amparo directo en revisión 1014/2006,
promovido por el Instituto Mexicano del Seguro Social.
xxvi
Art. 25.- Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional para garantizar que éste sea
integral y sustentable, que fortalezca la Soberanía de la Nación y su régimen democrático y que,
mediante el fomento del crecimiento económico y el empleo y una más justa distribución del ingreso y
la riqueza, permita el pleno ejercicio de la libertad y la dignidad de los individuos, grupos y clases
sociales, cuya seguridad protege esta Constitución.
El Estado planeará, conducirá, coordinará y orientará la actividad económica nacional, y llevará al
cabo la regulación y fomento de las actividades que demande el interés general en el marco de
libertades que otorga esta Constitución.
Al desarrollo económico nacional concurrirán, con responsabilidad social, el sector público, el sector
social y el sector privado, sin menoscabo de otras formas de actividad económica que contribuyan al
desarrollo de la Nación.
El sector público tendrá a su cargo, de manera exclusiva, las áreas estratégicas que se señalan en el
artículo 28, párrafo cuarto de la Constitución, manteniendo siempre el Gobierno Federal la propiedad
y el control sobre los organismos que en su caso se establezcan.
Asimismo podrá participar por sí o con los sectores social y privado, de acuerdo con la ley, para
impulsar y organizar las áreas prioritarias del desarrollo.
Bajo criterios de equidad social y productividad se apoyará e impulsará a las empresas de los
sectores social y privado de la economía, sujetándolos a las modalidades que dicte el interés público
y al uso, en beneficio general, de los recursos productivos, cuidando su conservación y el medio
ambiente.
La ley establecerá los mecanismos que faciliten la organización y la expansión de la actividad
económica del sector social: de los ejidos, organizaciones de trabajadores, cooperativas,
comunidades, empresas que pertenezcan mayoritaria o exclusivamente a los trabajadores y, en
general, de todas las formas de organización social para la producción, distribución y consumo de
bienes y servicios socialmente necesarios.
La ley alentará y protegerá la actividad económica que realicen los particulares y proveerá las
condiciones para que el desenvolvimiento del sector privado contribuya al desarrollo económico
nacional, en los términos que establece esta Constitución.

Art. 26.-
xxvii

A. El Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima
solidez, dinamismo, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la
democratización política, social y cultural de la Nación.
Los fines del proyecto nacional contenidos en esta Constitución determinarán los objetivos de la
planeación. La planeación será democrática. Mediante la participación de los diversos sectores
sociales recogerá las aspiraciones y demandas de la sociedad para incorporarlas al plan y los
programas de desarrollo. Habrá un plan nacional de desarrollo al que se sujetarán obligatoriamente
los programas de la Administración Pública Federal.
La ley facultará al Ejecutivo para que establezca los procedimientos de participación y consulta
popular en el sistema nacional de planeación democrática, y los criterios para la formulación,
instrumentación, control y evaluación del plan y los programas de desarrollo. Asimismo, determinará
los órganos responsables del proceso de planeación y las bases para que el Ejecutivo Federal
coordine mediante convenios con los gobiernos de las entidades federativas e induzca y concierte
con los particulares las acciones a realizar para su elaboración y ejecución.
En el sistema de planeación democrática, el Congreso de la Unión tendrá la intervención que señale
la ley.
B. El Estado contará con un Sistema Nacional de Información Estadística y Geográfica cuyos datos
serán considerados oficiales. Para la Federación, estados, Distrito Federal y municipios, los datos
contenidos en el Sistema serán de uso obligatorio en los términos que establezca la ley.
La responsabilidad de normar y coordinar dicho Sistema estará a cargo de un organismo con
autonomía técnica y de gestión, personalidad jurídica y patrimonio propios, con las facultades
necesarias para regular la captación, procesamiento y publicación de la información que se genere y
proveer a su observancia.
El organismo tendrá una Junta de Gobierno integrada por cinco miembros, uno de los cuales fungirá
como Presidente de ésta y del propio organismo; serán designados por el Presidente de la República
con la aprobación de la Cámara de Senadores o en sus recesos por la Comisión Permanente del
Congreso de la Unión.
La ley establecerá las bases de organización y funcionamiento del Sistema Nacional de Información
Estadística y Geográfica, de acuerdo con los principios de accesibilidad a la información,
transparencia, objetividad e independencia; los requisitos que deberán cumplir los miembros de la
Junta de Gobierno, la duración y escalonamiento de su encargo.
Los miembros de la Junta de Gobierno sólo podrán ser removidos por causa grave y no podrán tener
ningún otro empleo, cargo o comisión, con excepción de los no remunerados en instituciones
docentes, científicas, culturales o de beneficencia; y estarán sujetos a lo dispuesto por el Título
Cuarto de esta Constitución.

Artículo 4o.- Los tratados que se sometan al Senado para los efectos de la fracción I del artículo
xxviii

76 de la Constitución, se turnarán a comisión en los términos de la Ley Orgánica del Congreso


General de los Estados Unidos Mexicanos, para la formulación del dictamen que corresponda. En su
oportunidad, la resolución del Senado se comunicará al Presidente de la República.
Los tratados, para ser obligatorios en el territorio nacional deberán haber sido publicados previamente
en el Diario Oficial de la Federación.

Se perdió de vista también que conforme al artículo 89, fracción X, constitucional, en lo


xxix

conducente, son facultades y obligaciones del Presidente, celebrar tratados internacionales,


sometiéndolos a la aprobación del Senado; y que producto de una reciente reforma publicada en el
Diario Oficial del día doce de febrero de dos mil siete, también tiene facultades para: terminar,
denunciar, suspender, modificar, enmendar, retirar reservas y formular declaraciones interpretativas
sobre los mismos, proponiéndolos también a la aprobación del Senado.
xxx
En este punto considero pertinente acotar que los tratados internacionales sobre derechos
humanos o fundamentales tienen reconocido, en principio, un rango superior al de los demás
instrumentos internacionales y para sostener esta afirmación me referiré a la teleología de la reforma
constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federación, de veintiocho de enero de mil
novecientos noventa y dos, de la que derivó la adición del apartado B al artículo 102, que elevó a
rango constitucional los derechos humanos y la tutela efectiva de los mismos, conforme a la tesis
plenaria número P. XXXVIII/98 del Tribunal Pleno, que permite al operador constitucional acudir a los
mecanismos que permitan conocer los valores o instituciones que pretendió salvaguardar el
Constituyente o el poder revisor.
En las partes de dicho proceso de reformas constitucionales, relevantes para esta opinión, se dijo lo
siguiente:
“CÁMARA DE ORIGEN: DIPUTADOS
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS
MÉXICO D.F., A 19 DE NOVIEMBRE DE 1991
INICIATIVA DEL EJECUTIVO
(...)
… México se ha comprometido internacionalmente en la protección de los derechos humanos,
mediante la firma de diversas convenciones que prevén el respeto a los derechos y libertades básicos
y la obligación de garantizar su libre y pleno ejercicio. Entre ellas, se pueden citar; la Declaración
Universal de Derechos Humanos, en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas; el
Pacto de San José (Convención Americana sobre Derechos Humanos); la Convención relativa a la
Esclavitud; la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
Racial; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos; la Convención Internacional Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la
Tortura y la Convención Sobre los Derechos del Niño.
En cumplimiento de dichos compromisos internacionales y por ser un principio fundamental, rector de
las acciones del Estado mexicano, nuestro país ha adoptado diversas medidas jurídicas que, en
algunos casos, han implicado reformas a nivel constitucional o legal;…
(…)
La defensa de los derechos del hombre es uno de los principios que han guiado nuestra vida
independiente y que se ha extendido hoy en la comunidad de Naciones. Por eso, al asegurar su valor
y vigencia en México, cumplimos con nosotros mismos y con el mundo al que pertenecemos.
CÁMARA DE DIPUTADOS
DICTAMEN
MÉXICO D.F., A 11 DE DICIEMBRE DE 1991
(…)
El mundo vive hoy lo que puede llamarse la ‘cultura de los derechos humanos’, ello demuestra la
universalización del hombre; el ideal de respeto a sus derechos se afianza con mayor vigor. …
CÁMARA DE DIPUTADOS
DISCUSIÓN
MÉXICO D.F., A 13 DE DICIEMBRE DE 1991
(...)
Los derechos humanos que en el siglo XVIII se reducían a las libertades naturales y establecían
prohibiciones al Estado; en los dos siglos posteriores y particularmente en el actual, han conocido una
ampliación de su contenido,…
Es necesario, en consecuencia, admitir un principio de extensión de los derechos humanos, …
(…)
Estamos ciertos y seguros que hay una gran tendencia del Estado por humanizar el ejercicio de la
autoridad. Por humanizar también la aplicación del derecho penal, por combatir la impunidad,
dimensionar la práctica penitenciaria, dar trato adecuado a menores infractores. En fin, hay intención
de velar por la seguridad jurídica, erradicar ilegalidades, rescatar la rica tradición jurídica que, en su
momento, dio origen al juicio de amparo.
(…)
El lugar que ocupan en la escala de los valores jurídicos es el más alto, la vinculación que guardan
con el hombre es directa, inmediata, estrecha, como si emanaran de su propia esencia, como que la
primera causa de los derechos fundamentales somos nosotros mismos; como que lo que le da valor a
una norma fundamental en su ajuste ontológico. El papel que le corresponde, por tanto en la praxis,
en la salvaguarda de los altos bienes del hombre, de sus valores, sobre todo de sus valores primarios
y elementales, es la que le da verdadera vigencia al orden ético y al orden jurídico.
Podemos afirmar que lo trascendente, que lo importante, es que tanto los derechos humanos estén
plena y jurídicamente tutelados, así como también las Instituciones enfocadas a su estudio y
preservación.
(…)
CÁMARA DE SENADORES
DICTAMEN
MÉXICO D.F., A 18 DE DICIEMBRE DE 1991
COMISIONES UNIDAS DE PUNTOS CONSTITUCIONALES, DE DERECHOS HUMANOS Y DE
ESTUDIOS LEGISLATIVOS, PRIMERA SECCIÓN.
(…)
De conformidad con nuestro sistema jurídico-constitucional, los derechos humanos corresponden a
las garantías constitucionales que señala la Ley Fundamental de la República, así como a las
prerrogativas contenidas en los pactos y convenciones internacionales sobre la materia de los que
México es parte, y que en los términos aprobados por el Senado en cuanto a su apego a la propia
Constitución, son Ley Suprema de la Unión.
(...)
CÁMARA DE SENADORES
DISCUSIÓN
MÉXICO D.F., A 19 DE DICIEMBRE DE 1991
(…)
Entonces, no sólo queremos proteger los derechos humanos que otorga la Constitución Política del
país, también los que el orden jurídico nacional reconoce, aunque la Constitución no los haya
otorgado como tal; es decir, los tratados que celebre con autorización del Senado, el Estado
Mexicano, ratificados por el Senado.
No los está otorgando la Constitución, de alguna manera está reconociendo o aceptando la existencia
de esos derechos y los está haciendo suyos.
Yo hubiera preferido, con creces, que la expresión que consagra el orden jurídico mexicano, que
consagra los que otorgó originalmente la Constitución, y consagra también los que nosotros
asumimos como parte de nuestras obligaciones dentro de la comunidad internacional y hacemos Ley
Suprema de toda la República. O bien, los derechos humanos vigentes en la República Mexicana.
(…)
...Los instrumentos obligatorios en territorio. nacional, instrumentos de Derecho Internacional Público,
que sí establecen de modo prístino, porque se llaman Declaraciones de Derechos humanos. ¿Cuáles
son derechos humanos y cuáles no? Son las internacionales.
(...)
…La iniciativa de reformas no dice que protege las garantías individuales o los derechos humanos
que contempla la Constitución, usa otro término. Usa el orden jurídico mexicano.
Y si la definición está ya muy claramente establecida en alguna de las convenciones internacionales
que hemos suscrito y ratificado en este Senado, justamente entran dentro del concepto del orden
jurídico mexicano. Creo que el concepto es amplio y contempla justamente esa definición que se da a
nivel internacional, a la cual nosotros pensamos que es factible.” […]

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