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PROCESO DE
TRANSFORMACIÓN
La historia de la evolución del hombre que pocos conocen
Mucho se dice que el hombre evolucionó del mono, pero pocas personas realmente
conocen esa teoría y sus bases a fondo. Entonces vamos a demostrar que los
científicos no sólo están "encontrando" o "descubriendo" el origen del hombre, sino
que, en realidad, ellos tienen evidencias gigantescas de esa evolución:
La teoría
La teoría de la evolución enseña que, con el paso del tiempo, los seres se adaptan
al ambiente en que viven, siempre evolucionando. Y los que no se adaptan lo
suficientemente rápido simplemente desaparecen. Por eso se cree que, en el
pasado, el hombre y otros primates tuvieron un ancestro en común y, debido a las
intemperies de la vida, las dos razas se separaron. Cada una siguió su camino
evolutivo, hasta los días de hoy.
Homo sapiens
Surgió hace 200 mil años.
Con gran capacidad de adaptación, utilización de herramientas y un cerebro capaz
de sostener una buena convivencia social, el Sapiens logró sobreponerse a todos
los problemas.
Hace unos 150.000 años, África sufrió una gran sequía, pero gracias a su
capacidad de adaptación, Sapiens huyó a la costa y aprendió a vivir no sólo de
carne, sino de frutas y otras cosas.
Su gran capacidad social, incluso, lo hizo desarrollar la vanidad, tanto que algunos
objetos de la época mostraban collares y cosas del género creadas por ellos.
Sobreviviendo a todos los problemas, Sapiens emigró a Europa y a todos los
lugares, con su cuerpo compacto y un cerebro poderoso. Era capaz de adaptarse
a cualquier situación, incluso las más complicadas.
La evolución, al final, había creado un ser capaz de hacer hereditarios sus genes,
mucho más allá de las dificultades de la existencia.
Lo anterior, claro está, es una parte de la teoría de la evolución humana, muy
resumida, pero que muestra los posibles caminos que recorremos hasta llegar aquí.
La historia de la evolución está basada en esqueletos encontrados y estudios
arqueológicos hechos. Ninguno de las especies mostradas en la figura 1 fueron
reconstruidos de la nada. Las imágenes se basan los huesos hallados de conjunto
con investigaciones y poderosos medios computadorizados capaces de generar
imágenes de su posible apariencia.
Ahora ya sabes, grosso modo, cómo el hombre surgió y hacia dónde va, pues la
evolución jamás se detiene. En ese proceso sólo los fuertes sobreviven.
Todo sistema de convivencia es creado, por eso, no es posible hablar en hombre-
sociedad sin hablar de transformación. Las reglas del convivio son instrumentos
fabricados por nuestro ser social, ahora bien, lo que sí es puramente natural es
nuestra tendencia a vivir en sociedad.
Cuando las personas asumen que tienen en sus manos su destino y descubren que
la construcción de la sociedad depende de su voluntad y de sus elecciones, la
democracia puede convertirse en una realidad.
Como las reglas de convivencia son creadas por nosotros, el actuar o no actuar de
cada uno contribuye a la formación y consolidación del orden en que vivimos.
En otras palabras, el caos que estamos atravesando no surgió espontáneamente.
El desorden que tanto criticamos también fue creado por nosotros. El hombre vive
en una preocupación perpetua.
Un pensador alemán, que predicaba la vida, el dolor y el aburrimiento decía: “donde
estamos, estamos apenas sobreviviendo a un infierno dantesco y no es difícil notar
estas verdades: siempre estamos preocupados por nuestras deudas, buscando
siempre más comodidad, más amor, más belleza. Estamos en el presente, pero
también en el pasado, en el futuro, buscando siempre algo que nunca iremos a
alcanzar porque estamos viviendo en la era del avance tecnológico y nunca
tendremos paz”.
Pues nosotros mismos invertimos la lógica que por siglos ha movido a la
humanidad: primero nacía la necesidad y después de creaba el producto. Hoy,
hacemos exactamente lo contrario: creamos el producto, luego estimulamos el
deseo de tenerlo. La necesidad no es lo más importante.
Si miramos alrededor de nuestra casa, veremos que el 80% de lo que hemos
acumulado ha sido fruto de nuestra insatisfacción temporal con productos o cosas
que antes ya habíamos adquirido.
Por lo tanto y antes de convertir la discusión en un juicio de culpabilidad, podemos
plantearnos un desafío: si fuimos capaces de crear el caos, también podemos salir
de él.
Estamos conscientes, sin embargo, que la sociedad en que vivimos puede ser la
gran culpable por las diferencias sociales que en ella persisten; es muy alto su
grado de exigencia.
Dado que es una sociedad que vive del poder de la información, teniendo como
base las nuevas tecnologías, se convierte, claro está, en un espacio claramente
discriminatorio, tanto entre países, como entre empresas, entre personas, etc.
Hasta hace algún tiempo, el saber leer e interpretar textos, así como efectuar
cálculos matemáticos simples, era obligatorio para vivir en armonía y bienestar en
sociedad. El escenario actual en que vivimos ha mudado la prioridad en lo que se
refiere, por ejemplo, a las calificaciones profesionales y académicas, cuyos
desafíos aumentaron considerablemente.
Obviar nuestra responsabilidad por la realidad en que vivimos es, al mismo tiempo,
desobligarnos de la tarea de transformarla, dejando en la mano de los otros la
capacidad de actuar y transformar.
Y no asumir nuestro destino; no sentirnos responsables de él, es también admitir
que no nos sentimos capaces de alterarlo.
Preguntémonos, ¿por qué las sociedades socialistas, que predicaban que todos los
individuos debían tener sus deseos igualmente atendidos, no han podido
concretarlo? Por motivos muy simples, los socialistas que intentaron crear dichas
sociedades quizás entendían mucho de política, pero ni entendían de economía y
muchísimo menos entendían de psicología humana pues, desde que el mundo es
mundo, es claramente obvio que lo que “mueve” a un grupo social es su innegable
sentimiento de envidia. Demás está decir que muchas religiones intentan calmar
este problema en el hombre.
Cualquier persona que estudie apenas un poco la historia del comportamiento
humano atestiguará que lo que mueve la sociedad es la envidia, en cualquier grupo
social la envidia es el motor de evolución, en una iglesia, en el trabajo, en el amor,
en el deporte: - ¿qué es lo que todos están queriendo? Llegar a donde el otro llegó,
tomar lo que el otro conquistó, poseer un objeto mejor que el de su oponente,
obtener una perfección estética mejor que la del otro.
Pero esto es importante en cualquier sociedad, sin la envidia el individuo se vuelve
estático y sin vida, consecuentemente la sociedad se vuelve apática y condenada
al fracasado. Estimular la envidia en los individuos en un grado saludable e
importante, es fundamental para cualquier grupo social, porque sin la envidia son
superados por sus propias limitaciones, en definitivas es lo que hace nacer
sistemas políticos e ideológicos, religiosos y económicos.
¿Qué pasa cuando dejamos de ser creativos? La sociedad tiende a ser cada vez
más competitiva, creando más riqueza y consecuentemente más calidad de vida,
convirtiéndose en una sociedad más libre, evitando la exclusión del ciudadano
invitándolo a participar. Pero para que esto sea posible y no se creen mayores
disimetrías sociales, las políticas educativas desempeñan un papel primordial.
Mecanismos de Defensa
Las personas se defienden inconscientemente de la ansiedad que sienten en una
situación perturbadora.
Pueden hacerlo distorsionando la realidad y engañando a sí mismo, esos son dos
procesos subyacentes que Freud denominó mecanismos de defensa.
Todos utilizamos estos mecanismos para proteger nuestra autoimagen, algo
bastante común en nuestro día a día.
Tenemos necesidad de una autoimagen positiva, de aprobar nuestro
comportamiento, y justificarlo cuando sea necesario.
A veces, la única manera de lograr esto es a través de procesos inconscientes,
engañándonos y alterando los hechos reales, para preservar nuestra autoimagen.
Cuando los mecanismos de defensa son llevados a extremos, asumiendo un papel
preponderante en la vida de las personas, la tendencia de los psicólogos es
considerar los comportamientos resultantes como anormalmente perturbados.