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Aspectos Procesales en El Nuevo Código Civil Modulo1
Aspectos Procesales en El Nuevo Código Civil Modulo1
COMERCIAL.
Módulo I
*
Decreto 191/2011, Buenos Aires, 23-2-2011. Visto y
considerando: Que el Código Civil, siendo una pieza jurídica de
reconocidos méritos, prevé un mecanismo para su propia
actualización conforme los artículos 2 o y 3o de la Ley N° 340, los
que mandaban requerir de los tribunales federales y provinciales,
informes anuales sobre las dudas y dificultades que su aplicación
pudiera ofrecer en la práctica. Que el Codificador previo la
necesidad de incorporar las reformas que los tiempos futuros
demandaran. Que durante muchos años, este proceso se realizó a
través de numerosas leyes especiales que fueron actualizando
diversos aspectos de los Códigos Civil y Comercial de la Nación.
Que esta obra llevada a cabo a través de la mencionada legislación
especial, produjo una modificación del ordenamiento lógico y de la
estructura de principios y reglas existentes en los Códigos
referidos. Que el sistema de derecho privado, en su totalidad, fue
afectado en las últimas décadas por relevantes transformaciones
culturales y modificaciones legislativas. En este sentido cabe
destacar la reforma Constitucional del año 1994, con la
consecuente incorporación a nuestra legislación de diversos
Tratados de Derechos Humanos, así como la interpretación que la
Jurisprudencia ha efectuado con relación a tan significativos
cambios normativos. Que todas estas circunstancias toman
necesario proceder a actualizar y unificar la Legislación Nacional
en materia de derecho privado, procurando elaborar una obra que,
sin sustituir la legislación especial, contuviera una serie de
principios generales ordenadores. Que cabe tener en cuenta los
procesos de integración y las codificaciones de la Región, puesto
que sería deseable promover cierta armonización en los aspectos
fundamentales. Que en las últimas décadas se promovieron varios
intentos de reforma integral de la Legislación Civil y Comercial tal
el caso del Proyecto de Unificación proveniente de la Honorable
Cámara de Diputados en el año 1987, preparado por una Comisión
honoraria integrada por diversas personalidades del ámbito
jurídico. Que asimismo, en el año 1993 la Comisión Federal de la
Cámara de Diputados, elaboró a su vez otro Proyecto de
Unificación, integrada también por juristas de renombre. Que
además, el Poder Ejecutivo Nacional a través de los Decretos N°
468/92 y 685/95, creó Comisiones con idéntico fin, sin llegar a
lograr el propósito unificador y reformador de la Legislación Civil y
Comercial, al igual que las Comisiones mencionadas
anteriormente. Que atento lo expuesto, resulta necesario la
creación de una Comisión que lleve a cabo con mayor eficacia y
eficiencia el objetivo de actualización y unificación de la
legislación nacional en materia de derecho privado, integrada por
dos miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y por
una renombrada jurista perteneciente a la actividad académica.
Que en los últimos años, se ha generalizado la idea de que resulta
necesaria la unificación de los Códigos Civil y Comercial de la
Nación, a fin de generar un marco normativo adecuado al derecho
privado comprensivo de ambas ramas del derecho. Que atento a lo
expuesto, la unificación y actualización de los Códigos Civil y
Comercial de la Nación se inscribe dentro del compromiso político
asumido por el Gobierno Nacional para consolidar la
institucionalización y la seguridad jurídica para la presente y las
futuras generaciones de argentinos. Que ha tomado intervención
el Servicio Jurídico competente. Que la presente medida se dicta
en uso de las atribuciones conferidas por el artículo 99, inciso I o,
de la Constitución Nacional. Por ello, la presidenta de la Nación
argentina decreta: Artículo Io. Créase la “Comisión para la
elaboración del Proyecto de ley de reforma, actualización y
unificación de los Códigos Civil y Comercial de la Nación”. Art. 2°.
La Comisión creada por el artículo anterior, tendrá a su cargo el
estudio de las reformas al Código Civil y al Código de Comercio de
la Nación que considere necesarias, a fin de producir un texto
homogéneo de todo el referido cuerpo normativo. Art. 3o. La
mencionada Comisión se integrará con los señores Ministros de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, doctores Ricardo Luis
Lorenzetti, quien actuará como Presidente, y Elena Highton de
Nolasco y la Profesora Aída Kemelmajer de Carlucci, quienes
contarán con el apoyo de un Secretario. Los mismos
desempeñarán sus cargos ad honórem. Art. 4o. La Comisión
deberá elevar un proyecto de ley de reforma, actualización y
unificación del Código Civil y del Código de Comercio de la Nación
en el plazo de trescientos sesenta y cinco (365) días corridos, a
partir de la fecha de su constitución. Dicho plazo podrá ser
ampliado a pedido de la Comisión. Art. 5o. La Comisión dictará su
propio reglamento, se reunirá periódicamente y decidirá por
mayoría. Art. 6o. Para el cumplimiento de su cometido, la Comisión
contará con el apoyo técnico y administrativo de la Dirección
General de Asistencia Técnica y Legislativa dependiente de la
Secretaría de Justicia del Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos. Art. 7o. Facúltase al Ministro de Justicia y Derechos
Humanos, para designar al Secretario de la Comisión creada por el
presente acto, a cursar las comunicaciones y emitir los actos de
implementación que resulten necesarios para el cumplimiento del
presente. Art. 8o. Comuníquese, publíquese, dése a la Dirección
Nacional del Registro Oficial y archívese. Fernández de Kirchner.
Nilda C. Garré.
la colaboración de numerosos juristas. El Anteproyecto contaba
también con una ley de adecuación de las distintas normas involucradas
en el mismo con la legislación vigente, produciendo las distintas
derogaciones y adecuaciones. Ambos instrumentos fueron modificados en
algunos pocos artículos, aunque de modo fundamental, por el Poder
Ejecutivo mediante el Proyecto que se envió al Congreso. El Proyecto
resultante no incluyó notas como figuraron en el Código de Vélez, con
excepción de la cita de las normas modificadas por el Poder Ejecutivo. Por
otra parte la Comisión del Anteproyecto redactó un compacto y explicativo
documento donde se enuncian los Fundamentos del Anteproyecto, que
son igualmente aplicables al Proyecto, salvo las modificaciones que en
éste se le hizo a los Fundamentos que resultan de absoluta utilidad. El
Anteproyecto y Proyecto se orientan en una nueva línea de codificación.
Pareciera que las normas codificadas deben dar los principios generales
que luego deben ser desarrollados en leyes especiales o por la
jurisprudencia (aunque la misma haya sido excluida como fuente),
permitiendo de esta manera mantener el sistema y facilitar el avance del
Derecho. Este modelo se presenta de alguna manera inverso al anterior
de la codificación que dio a luz el Derecho Romano y expuso el Derecho
francés. La ley que sancionó el Código Civil y Comercial a su vez realizó
un número mayor de reformas a través del estudio efectuado por la
Comisión Bicameral, la que creó un sitio especial de Internet, dictó el
Reglamento de Audiencias, que fueron numerosas, como así también
recibió una importante cantidad de ponencias. El desarrollo de tareas de
la Comisión puede verse en el informe de la misma al Proyecto.
El Código tiene numerosos aciertos y algunos errores tanto de
significación en algunas palabras como de inclusión o exclusión de ciertas
normas. Aunque se corrigieron algunos errores de redacción, no se hizo lo
mismo con los términos técnicos. Pero eso no es el objeto del presente,
sino examinar los efectos del Proyecto sobre el proceso civil y comercial,
ya que tanto las modificaciones sustanciales (como por ejemplo la
representación) cuanto procesales (tales como determinar el proceso a
seguir en materia de familia), por sólo citar dos de las numerosas normas
que hacen al Derecho Procesal, imponen un examen más o menos
exhaustivo de ellas, para ver cuál es la diferencia con las anteriores o
cuáles son las modificaciones que colisionan con normas procesales
vigentes. No escapa a las consideraciones precedentes que las cuestiones
procesales corresponden a las provincias conforme la Constitución
Nacional, pero tampoco cabe dudar sobre la interacción del Derecho
sustancial y el Procesal en cada una de sus especialidades sin que con ello
se afecte la autonomía del Derecho Procesal*, aunque cuando esa
interacción es extensa, como sucede en el presente caso, en realidad se
detiene la evolución jurídica y se perjudica la gestión judicial, a la vez que
se atenta contra el sistema federal y la autonomía provincial.
Por otra parte la inclusión de normas procesales en la ley de fondo
implica para el comentario procesal, que se tenga que mostrar, aunque
sea someramente, el instituto sustancial junto con el procesal, porque el
sistema así creado no se puede comprender en su totalidad si sólo se
mencionan las reglas estrictamente procesales, ya que éstas importan el
desarrollo de “acciones” o “pretensiones” en cierto modo tipificadas. Por
esta razón desarrollaremos los distintos institutos procesales
apoyándonos en las normas sustantivas en tanto sean necesarias y
siguiendo la línea de desarrollo procesal que marca el CPCCN. En
cualquier supuesto hay que tener en cuenta que la cantidad de normas
procesales es sobreabundante y no en todos los casos están realizadas
con las denominaciones adecuadas. La tendencia de los códigos
sustanciales modernos de nuestra nación, así como la enseñanza que se
imparte en muchas facultades sobre el Derecho Procesal, muestra un
desconocimiento de la materia por un lado y por otro una modalidad
legislativa que no es la adecuada.
Mucha bibliografía se ha publicado sobre este Proyecto, especialmente
en materia de familia, que es la más extensa sin duda alguna. Todavía
quedará para la doctrina recorrer un amplio camino, a la vez que la
jurisprudencia deberá ir limando las aristas para componer una normativa
compleja, prometedora, pero también muy discutible en muchos
aspectos. De todos modos el tratamiento procesal de los temas
*
En este sentido, Maier (Derecho Procesal Penal, 1996, I, p.
170) sostiene que la posibilidad de una unidad problemática
formal entre el Derecho Procesal Penal y Civil -las ramas del
Derecho Procesal que más autonomía han adquirido, pues los
restantes derechos procesales permanecen todavía muy ligados al
derecho material que pretenden realizar- no debe sobrepasar sus
propios límites e ignorar aun parcialmente la estrecha
coordinación de principios y metas políticas que une cada uno de
los derechos procesales con su respectivo derecho material. En
cierta manera, cada Derecho material condiciona políticamente al
Derecho Procesal.
ha sido exiguo, no obstante la cantidad de normas procesales que
desarrolla el Código.
1o) Es posible dictar normas procesales para toda la Nación, en tanto sean
para la aplicación de los Códigos de fondo y asegurar la eficacia de esa
aplicación (v. gr.: concursos, divorcio, prenda con registro, etc.), o
establecer formalidades especiales para el ejercicio de determinados
derechos, como ha dicho alguna vez la CSJN *, criterio que ya había sido
recogido por la SCJBA, aunque se reconocía claramente que en principio
la materia procesal está reservada a las provincias**.
*
CSJN, Fallos: 138:157; 24-3-83, E. D. 105-435. Ver ALSINA,
Tratado, II, ps. 43/49.
**
La inclusión en las leyes nacionales de normas de linaje
procesal no significa irrumpir en la órbita legislativa reservada de
manera exclusiva a las provincias, toda vez que si bien éstas
tienen facultades para darse sus propias instituciones locales y,
por consiguiente, para estatuir el procedimiento “ello es sin
perjuicio de las disposiciones reglamentarias que dicte el
Congreso cuando considere del caso prescribir formalidades
especiales para el ejercicio de determinados derechos
establecidos en los códigos de fondo” (SCJBA, 11-10-66, E. D. 18-
139; 10-12-74, “Lamas de Franchetto c/Betty M. C. Cincotta
Quilmes SRL”).
2°) Otra posición argumentaba que lo único reservado a las provincias
es la organización de los tribunales y la determinación de la competencia.
Esta tesis está totalmente desprestigiada, pues contraría los antecedentes
constitucionales y no está de acuerdo consigo misma porque al organizar
la justicia están autorizadas a dictar el sistema procesal que más
convenga.
*
Anteproyecto: Fundamentos. 5.2. Modo de contar los
intervalos del derecho. El Título IV del Proyecto de 1998 contiene
las siguientes normas: “Artículo 9°. Días. Días es el intervalo que
corre de medianoche a medianoche. Art. 10. Plazo de días. En los
plazos fijados en días, a contar de uno determinado, queda éste
excluido del cómputo, el cual debe empezar al siguiente. Art. 11.
Plazo de meses o años. Los plazos de meses o años se computan
de fecha a fecha. Cuando en el mes del vencimiento no hubiera día
equivalente al inicial del cómputo, se entiende que el plazo expira
el último del mes. Art. 12. Plazo de horas. En los plazos fijados en
horas, a contar desde una determinada, queda ésta excluida del
cómputo, el cual debe empezar desde la siguiente. Art. 13.
Vencimiento del plazo. Los plazos vencen a la hora veinticuatro
(24) del día del vencimiento respectivo. Si el vencimiento se
produce en un día inhábil, se entiende prorrogado al día hábil
siguiente. Si se trata de un acto que no puede cumplirse hasta la
hora veinticuatro (24) por encontrarse cerradas las respectivas
oficinas judiciales o administrativas, se considera prorrogado
hasta las dos (2) primeras horas hábiles siguientes. Art. 14.
Cómputo. El cómputo civil de los plazos es de días completos y
continuos, y no se excluyen los días inhábiles o no laborables. Las
leyes o las partes pueden disponer que el cómputo se efectúe de
otro modo”. En los fundamentos se afirma: “En cuanto al modo de
contar los intervalos de tiempo se mantienen las soluciones
vigentes con una expresión más precisa; y se incorpora una regla
que alude al plazo de gracia, institución típica del derecho
procesal que se pretende trasvasar al derecho de fondo; de modo
que cualquier acto que deba cumplirse hasta las veinticuatro
horas de cierto día y no puede ello hacerse por encontrarse
cerradas las oficinas judiciales o administrativas, se considera
prorrogado hasta las dos primeras horas hábiles siguientes”. En
general, este Título no ha merecido críticas, excepto en la
cuestión referida al plazo de gracia que, como el propio proyecto
lo dice, es una cuestión procesal. Teniendo en cuenta que, además
de no ser derecho de fondo, este aspecto puede variar según las
provincias y los temas regulatorios, esta Comisión no lo incorpora,
dejando que cada ordenamiento procesal se ocupe de resolverlo,
como sucede actualmente, excepto lo dispuesto en materia de
prescripción, en tanto, en ese ámbito, resulta necesario dar una
solución armónica en todo el territorio nacional.
2. La naturaleza de la norma procesal.
*
DÍAZ, Clemente, Instituciones de Derecho Procesal. Parte
General, I, p. 55, dice: “Definitivamente, se ha abandonado toda
explicación que arranque de la premisa de que es norma procesal
la que está excluida en los ordenamientos procesales; la ubicación
de la norma nada indica, no aclara con respecto a su naturaleza y
condición. Esta tesis, cuya cientificidad es discutible, se ha
sostenido para justificar la incursión del legislador nacional en el
régimen procesal local [...] La naturaleza procesal de una ley no
debe, pues, deducirse del lugar donde esté colocada, sino de su
finalidad”.
normas por las cuales se manifiesta objetivamente el orden jurídico,
pensamos que la investigación debe dirigirse en función de las bases
constitucionales que concretan un sistema jurídico dado. Asimismo,
corresponderá considerar no sólo el Derecho positivo expresado en las
leyes, sino también el derecho que resulta normado como consecuencia
de las leyes dictadas. En primer lugar nos parece orientador comenzar por
distinguir las normas jurídicas en constitutivas y realizadoras o de
realización, todo en cuanto a su función con respecto al orden jurídico.
Son constitutivas las normas que integran el orden jurídico en su quietud
para su pacífico y normal acatamiento por la autoridad y por los
miembros de la colectividad entre sí y frente a aquélla; establecen el
orden mediante la determinación de conductas prohibidas, permitidas,
impuestas o simplemente toleradas, y aseguran la permanencia o
estabilidad de ese establecimiento mediante conminaciones de
responsabilidad. Dado A, debe ser B según la formulación kelseniana de la
norma jurídica. En cambio, las normas de realización son todas aquellas
destinadas a la composición del orden jurídico cuando aparezca alterado.
Proveen a su composición coactiva y aseguran la efectividad de la justicia
cuando se manifieste o denuncie una resistencia o falta de acatamiento a
los preceptos de naturaleza o función constitutiva. Si dado A no es B,
debe ser C; pero C habrá de darse siempre que A resulte cierto y se
coordine a B, o sea, a la norma previsora de responsabilidad, sin perjuicio
de que pueda surgir adecuación a otra norma excluyente de
responsabilidad. En síntesis, el conjunto de normas procesales tienen
como finalidad prever los órganos o sujetos actuantes, las atribuciones y
sujeciones para actuar, y los medios, formas y condiciones de actuación,
para proveer a la realización jurisdiccional del Derecho sustantivo. Son
normas para el proceder que contemplan lo subjetivo y lo objetivo de la
actividad a desarrollar en el proceso judicial”. Pero si bien las normas
procesales pueden estar contenidas en la legislación de fondo, para que
ello sea viable en un país federal como el nuestro es necesario que la
norma sustancial y la norma procesal contenida en la ley de fondo tengan
una relación de necesidad y de preservación de los intereses superiores y
generales de la Nación, de modo que la regla procesal esté determinada
como una solución adecuada en tanto una norma procesal distinta pueda
hacer cambiar el sentido dado por el legislador a la norma sustantiva.
Lo expresado anteriormente nos muestra que el sistema Derecho no es
un haz de compartimientos separados, no obstante que el estudio y la
investigación de los distintos temas haga necesaria esa división analítica
por razones técnicas y metodológicas. El Derecho es todo un sistema, no
puede existir una norma sustancial sin una procesal y viceversa, pues
ambas están asociadas indisolublemente con un fin común. La cuestión en
nuestro país está desarrollada básicamente en función del sistema federal
que tenemos, con la organización de normas sustantivas para toda la
Nación y adjetivas para cada Estado en el ámbito constitucional. Sin
embargo el legislador puede considerar por un lado que ciertas reglas de
funcionamiento del sistema procesal deben generalizarse, pues responden
a principios consagrados en la Constitución (como sucede con la Ley de
Concursos y Quiebras), por otro lado existen normas duales cuya
determinación sustancial procesal es difícil de establecer (como las
relacionadas con el sistema general de Registros) y finalmente existen las
normas necesarias de carácter sustancial aplicables al campo procesal
(como el domicilio). Independientemente de ello, lo cierto es que desde el
punto de vista sistémico la cuestión tiene menos importancia, a menos
que se avance decididamente sobre derechos que tienen las provincias de
manera específica y exclusiva (como sería crear por la Nación tribunales
provinciales), dado que el estudio del Derecho sustancial por un lado y del
Procesal por el otro responde a un criterio analítico de estudio e
investigación, pero que en la práctica del proceso desaparece.
*
En el XXVI Congreso Nacional de Derecho Procesal, llevado a
cabo en la ciudad de Santa Fe, entre el 8 y 10 de junio de 2011 se
trató específicamente el tema de los principios. Sin perjuicio de
otros trabajos presentados, se publicaron las ponencias
generales, cuya temática resulta útil para examinar los aspectos
relacionados con el tema: Principios del proceso civil, por Sergio J.
Barberio y Juan A. Costantino; Principios del proceso penal, por
Víctor R. Corvalán; Principios del proceso penal, por Rita Mili; El
proceso de familia. Principios que lo rigen, por Angelina Ferreyra
de De la Rúa; Principios procesales. Informe de la parte especial,
por Aída Kemelmajer de Carlucci; ¿Qué es, verdaderamente, un
principio procesal?, por Nicolás K. R. Vitantonio; Los procesos
urgentes y los principios de celeridad y economía y La igualdad
procesal. La igualdad por compensación y la protección del débil,
por José Daniel Machado; El derecho a la tutela judicial, los
principios procesales y el proceso de amparo individual, por
Ramiro Rosales Cuello; Principios procesales del proceso
colectivo, por Enrique M. Falcón; Principios del recurso
extraordinario federal, acceso a la Corte Suprema de Justicia y
protección de los derechos fundamentales, por Víctor Bazán;
Mutaciones en los principios procesales concúrsales.
Universalidad, unicidad, atractividad y paralización.
Impugnaciones extraconcursales de resoluciones concúrsales. El
Derecho Concursal/postcrisis global, por Edgar J. Baracat;
Algunos principios procesales concúrsales, por Ricardo S. Prono.
incluya dentro de este concepto figuras que no tienen ese carácter. Nos
limitaremos a aclarar algunos conceptos que vamos a utilizar al respecto.
Un principio es una norma o conjunto de norma y normas que ordenan o
prescriben determinadas conductas en una sola dirección, es decir que no
permiten que exista una norma contraria válida por la que se pueda optar.
Así por ejemplo el principio de la defensa en juicio no admite un
contraprincipio que admita un proceso privado que prescinda de este
principio o aplique el inverso, como fue por ejemplo la Inquisición.
Los principios derivan de normas fundamentales convencionales o
constitucionales, de reglas morales admitidas por la sociedad o de reglas
científicas o experienciales objetivadas. En cambio, los sistemas, a
diferencia de los principios, son modelos orgánicos normativos que optan
por una u otra vía entre las varias posibles o disponibles para la
realización de cierta función, como por ejemplo proceso oral, escrito o
mixto. Dependen en general de la política jurídica de un Estado y cambian
o evolucionan de acuerdo a los desarrollos de la sociedad. Finalmente las
reglas son instrucciones que le ordenan a la comunidad, las autoridades
de aplicación o los jueces aplicar determinado principio o determinado
sistema en una situación dada, pero no excluyen a las partes,
especialmente en el campo del Derecho sustancial, pues las advierten
respecto de la conducta que deben observar. Se podría decir que de por sí
los jueces tienen que aplicar los principios, sin necesidad de ninguna regla
que los oriente sobre el particular. Sin embargo a veces es necesario
optar entre dos principios fundamentales (por ejemplo: el derecho a la
vida y el derecho a morir dignamente), o establecer la vigencia de un
principio científico moderno como el del ADN, que en ciertas
oportunidades los jueces han soslayado.
En este último sentido podemos ver el artículo 579 del Código Civil y
Comercial que nos habla de las pruebas genéticas cuando dice: En las
acciones [sic: por pretensiones o procesos] de filiación se admiten toda
clase de pruebas, “incluidas las genéticas”, que pueden ser decretadas de
oficio o a petición de parte... Obviamente que si se admiten toda clase de
pruebas también y fundamentalmente se admiten las genéticas (salvo
que no puedan realizarse). Pero el legislador ha tenido que remarcar el
principio científico de la prueba genética, lo que parecería una
redundancia, para evitar que la excluyan por falta de una normativa
específica que la mencione*. Esta modalidad no es exclusiva del Derecho
de fondo, pues también se da en el sistema procesal, tal como sucedió
con el artículo 417 del CPCCN, al que la reforma de la ley 22.434 tuvo que
agregar un segundo párrafo interpretativo por la discordante
jurisprudencia, no obstante que la previsión ya surgía del artículo 410 del
mismo ordenamiento.
En el Código Civil y Comercial (en lo sucesivo CCivCom) existen
numerosos casos donde se asientan principios, sistemas o reglas. Por
ejemplo tales son las del Título Preliminar cuyas razones son explicadas
en los Fundamentos del siguiente modo: “Una primera cuestión a decidir
es la necesidad de incluir un Título Preliminar en el código. Su aceptación
se ha basado en una tradición histórica y en el presupuesto de que el
Código Civil es el centro del ordenamiento jurídico referido al Derecho
Privado y, por lo tanto, allí deben consignarse las reglas generales de todo
el sistema. Esta idea ha sido cuestionada en la actualidad, puesto que la
descodificación es un fenómeno incontrastable. Desde este punto
*
En varias legislaciones extranjeras (especialmente en las
angloamericanas) se dice que se admiten todo tipo de pruebas,
inclusive la estadística y el muestreo, por las mismas razones
expuestas en el texto.
de vista, algunos códigos, como el brasileño, prescinden de un Título
Preliminar. Desde otra perspectiva, es necesario que los operadores
jurídicos tengan guías para decidir en un sistema de fuentes complejo, en
el que, frecuentemente, debe recurrirse a un diálogo de fuentes, y a la
utilización no sólo de reglas, sino también de principios y valores”.
Este modelo se vuelve a repetir en el comienzo de muchas
instituciones como por ejemplo: Capacidad (Título de la Sección primera,
arts. 22 y ss.), o las restricciones a dicha capacidad (arts. 31 y ss.). Pero
donde más se ha hecho hincapié de modo específico en los Principios es
en el Derecho de Familia donde el artículo 706 expresa: “Principios
generales de los procesos de familia. El proceso en materia de familia
debe respetar los principios de tutela judicial efectiva, inmediación, buena
fe y lealtad procesal, oficiosidad, oralidad y acceso limitado al expediente.
Las normas que rigen el procedimiento deben ser aplicadas de modo de
facilitar el acceso a la justicia, especialmente tratándose de personas
vulnerables, y la resolución pacífica de los conflictos. Los jueces ante los
cuales tramitan estas causas deben ser especializados y contar con apoyo
multidisciplinario. La decisión que se dicte en un proceso en que están
involucrados niños, niñas o adolescentes, debe tener en cuenta el interés
superior de esas personas”. Este artículo presenta alguna confusión de la
que nos ocuparemos más adelante al tratar el tema.
*
Pero la idea de asociar la buena fe con la moral no es la
noción predominante. Mackaay dice al respecto: “Dado que se
trata de un concepto integrado a casi todos los sistemas jurídicos
del mundo, podría pensarse que esa difusión asegura un
razonable consenso en cuanto a su contenido. No obstante, la
realidad está lejos de ser así, tanto, que la naturaleza misma del
concepto es motivo de disputas. Hesselink, en un amplio
relevamiento al respecto, observa que, según la fuente, la buena
fe suele verse como una norma, un (muy importante) principio,
una regla, una máxima, un deber, un estándar de conducta, una
fuente de derecho no escrito o una cláusula general, a lo que
adiciona que para un abogado inglés esto puede resultar
ciertamente confuso. Peden lo entiende como ‘un principio de
interpretación’ y, en un trabajo más reciente, como una
‘obligación implícita’. Rolland lo caracteriza como ‘una norma de
conducta’. Existe una vasta literatura orientada a clarificar el
contenido del concepto. En el antiguo Derecho francés, la buena fe
se entendía como el requerimiento de ‘que el consentimiento sea
válido, que las partes se abstengan de comportamientos dolosos,
de toda violencia, de cualquier deshonestidad, de fraude; pero
también que dicho consentimiento sea verosímil y razonable y
finalmente, que el contrato no contradiga el derecho divino, ni las
buenas costumbres, ni tampoco el bienestar general’. En la
actualidad, la idea de la buena fe, entendida como buena fe
objetiva, parece haber adquirido un contenido de contornos
difusos en el derecho de las obligaciones. Para captar este
sentido, la doctrina ha recurrido a términos generales como
‘lealtad’, ‘honestidad’, ‘integridad’, ‘fidelidad’, ‘rectitud’,
‘veracidad’, ‘comportamiento leal’, ‘espíritu de cooperación’,
‘ausencia de mala voluntad’, ‘ausencia de intención malévola’,
ideas éstas que se expresan por los términos ingleses
(razonablemente) equivalentes, tales como fairness, fairconduct,
reasonable standards of fairdealing, decency, reasonableness, de
cent behavior, a common étnica! sense, a spirit of solidarity,
community standards of fairness and ‘hones-tyinfact’, an
objective standard based on decency, fairness or reasonableness
of the community, commercial or otherwise, having regard to the
interests of the other party. Para los juristas ingleses, la ausencia
de buena fe caracteriza una conducta como unconscionable,
mientras que para los francoparlantes determina las calificaciones
de blámable, choquant, déraisonnable.
”En el Quebec, algunas tesis recientes describen a la buena fe
como una noción omnipresente, ‘uno de los fundamentos
contractuales, necesarios para la obtención de la justicia
contractual’, que ‘no impide a una parte obtener las ventajas de
una sana competencia pero tiende a evitar abusos’. Ahora bien:
¿es posible decir que estas fórmulas esclarecen el concepto?
Quizás, más que hacerlo tienden, en su mayoría, a traducir un
término vago mediante otros términos igualmente vagos. Esta
idea pareciera reflejarse en la visión de la buena fe como ‘un
océano sin costas’ y justificaría la conclusión exasperada de
Jaluzot: ‘en realidad, la buena fe no tiene ningún contenido
objetivamente determinable, sino que puede servir para justificar
cualquier norma del derecho de contratos y también, cualquier
norma jurídica situada fuera del derecho contractual’. Dado que
su estudio comparativo comprende el Derecho alemán y el
japonés, es dable asumir que su observación abarca también al
Código Civil alemán, en cuyo sistema la previsión general
contenida en su famoso artículo 242 impregna a todo el Derecho
Civil alemán. Debería también aplicarse al nuevo Código Civil
holandés, que va aún más allá en este mismo sentido con el
concepto de redelijkhei- denbillijkheid. Otros autores, en cambio,
tratan a la buena fue como un molde en el cual pueden fundirse
conceptos más específicos, para luego asumir su existencia
autónoma -cada uno con sus particularidades en los derechos
positivos de diferentes países-. Un ejemplo saliente de estos
desarrollos particulares se encuentra en la culpa in contrahendo
del Derecho alemán. Zimmerman provee un listado de doctrinas
que reemplazan en ciertos sistemas jurídicos las funciones para
las cuales otros apelan a la buena fe: culpa in contrahendo,
obligaciones de información, lesión enorme, abuso de derecho, la
personal bar, la interpretación de la intención de las partes [...]
un- conscionability, doctrinas del cambio sobreviniente de las
circunstancias o de presupuestos erróneos, fuerza mayor, error
bilateral (mutual mistake). Los sistemas de common law, en su
entender, presentan una lista equivalente de doctrinas. Quizás la
conclusión más perturbadora de este debate es la que formula
Hesselink al finalizar su reseña: ‘La buena fe no es una norma
suprema del derecho de los contratos o del derecho privado; no es
siquiera una norma; es solamente el parlante a través del cual
hablan las nuevas normas, o la cuna que ocupan las normas
recién nacidas. Si eso fuera así, ¿por qué sería necesario un
disfraz tal?’ Hesselink responde que ‘los jueces, en los sistemas
continentales europeos, se han sentido incómodos con su rol de
creadores de derecho (dado que, entienden) la tarea de los jueces
es aplicar el derecho’. Sostiene también: ‘si el rol de los jueces
como creadores del derecho fuera completamente reconocido, no
habría necesidad de una cláusula general de buena fe en ningún
Código o restatement de derecho privado europeo. Allí donde hay
dudas sobre el propio rol de los tribunales, la buena fe puede
encontrar su sitio, como una fórmula que autoriza a los tribunales
a crear nuevas reglas. En ese rol, no se puede decir más acerca
del contenido de la buena fe sin conocer el sistema jurídico en el
cual deba operar. En términos ideales, y con abstracción de todo
sistema jurídico específico, su contenido no sería sino un conjunto
vacío. ¿Debemos resignamos a una conclusión tan pesimista como
ésa? Veamos cómo una perspectiva funcional sobre el contenido
de los conceptos jurídicos, como la que adopta el análisis
económico del derecho, puede contribuir al respecto...’ Sostiene el
autor que desde el punto de vista del Derecho Económico pueden
conseguirse soluciones y comienza así explicando: «Una de las
primeras contribuciones a esta aproximación fue el ya referido
artículo de Summers, publicado en 1968. Sostiene aquí que la
buena fue puede comprenderse mejor si se la concibe no como un
concepto positivo, sino más bien, de modo negativo, a través de la
consideración del abanico de comportamientos indeseables que la
excluyen»” (MACKAAY, El análisis económico del Derecho como
instrumento de la doctrina jurídica, La buena fe y la justicia
contractual, en JS. 2012-II, número especial)
Esta regla es similar a la contemplada en el artículo 1198 del Código
Civil derogado para los contratos y vuelta a aplicar luego en numerosas
instituciones contractuales y de otro tipo, en casos tales como la accesión
(art. 2588, Cód. Civ.), acciones posesorias (art. 2473, Cód. Civ.) o en el
del sucesor singular (art. 3269, Cód. Civ.), por ejemplo. Con más
amplitud, respecto del proceso cuando el artículo 34, inciso 5 o, párrafo IV,
CPCCN dispone: “Prevenir y sancionar todo acto contrario al deber de
lealtad, probidad y buena fe”. Pero el CCivCom ha traído a lo general, la
regla contractual general del artículo 1198 del Código Civil derogado, ya
admitida como regla general de todo el ordenamiento por la
jurisprudencia y la doctrina con tal sentido.
b) Renuncia a las leyes. Está prohibida la renuncia general de las leyes.
Los efectos de la ley pueden ser renunciados en el caso particular,
excepto que el ordenamiento jurídico lo prohíba (art. 13, CCivCom). Me
parece que debió decir: “la renuncia general a los derechos que otorgan
las leyes”. Más allá de esta observación, en el proceso se advierten
ejemplos de esta clase como cuando el CPCCN dispone que “Son
irrenunciables la intimación de pago, la citación para oponer excepciones
y la sentencia” (art. 543).
5. Mediación.
*
Por ejemplo Salemo dice: En esta nueva norma se insiste en el
efecto suspensivo a la mediación, sin advertir que la demanda
judicial o los actos preparatorios en sede judicial tienen por sí el
mismo alcance interruptivo (art. 3986, párr. 1, Cód. Civ.)
[hacemos notar que no en todos los casos se presenta una
demanda judicial previa a la mediación, nota del autor]
(SALERNO, Marcelo U., Caducidad y prescripción: efecto
suspensivo de la mediación, en J. A. 2010-IV, fase. 1, p. 3).
cuestión, con autoridad de cosa juzgada formal. La interrupción del
curso de la prescripción se tiene por no sucedida si se desiste del proceso
o caduca la instancia.
*
No siempre la suspensión de la prescripción será de un año,
en muchos casos puede ser menor de acuerdo a la índole de la
acción, en cuyo caso es imprescindible ser vigilante y cuidadoso
de los plazos y esperar -sobre todo- que el caso jurídico no
represente dudas de interpretación en cuanto al plazo de
prescripción aplicable “(al momento que escribe dice) el
actualmente vigente régimen suspensivo, determina que la
mediación suspende el plazo de la prescripción liberatoria en los
términos y con los efectos previstos en el segundo párrafo del
artículo 3986 del Código Civil, manteniendo el momento y forma
de la suspensión conforme las disposiciones del artículo 28 del
decreto 91/98 ya sea para la mediación oficial y la privada
respectivamente, pero ahora en un mismo texto ubicado en la
nueva redacción del artículo 29. Se evidencia la insuficiencia
legislativa provocada por la ley 25.661 en la nueva redacción del
artículo 29 de la Ley de Mediación, que debió aclarar todas las
situaciones posibles y dejar sin dudas ni sombras la interpretación
de un tema trascendental como es la suspensión de la
prescripción [...] Y ello no es un tema menor toda vez que la
nueva Ley de Mediación de la Provincia de Buenos Aires, que en
algunos aspectos se ha basado en la ley 24.573, sigue los mismos
inciertos pasos, sin tener la claridad necesaria sobre los temas
analizados, lo cual sería importante que fuera tratado en la futura
reglamentación de esta ley provincial” (PORZIO, Paula Eugenia,
Asperezas interpretativas en tomo a la suspensión de la
prescripción por mediación, en el- Dial.com - DC 1159).
6. Los sujetos públicos del proceso.
*
Anteproyecto: Fundamentos. En los fundamentos se da una
extensa explicación sobre esta parte del Código. 4. El derecho. El
propósito de este Capítulo no es dar una definición del derecho ni
de sus fuentes, lo que sería impropio de un código, sino fijar
reglas claras para la decisión. En tal sentido, se consideran las
fuentes y se establece el requisito de la razonabilidad de las
decisiones como un estándar de control de la decisión judicial. El
Código Civil vigente dispone la obligación de juzgar (art. 15) y las
directivas en caso de insuficiencia de la ley (art. 16). Los
proyectos de 1987 y de 1993 se limitaron a reformar el artículo
16. El Proyecto de 1998 regula el deber de resolver, y los usos y
costumbres (arts. 5o y 6o). El anteproyecto que se presenta se
basa en las siguientes consideraciones: 4.1. Las fuentes: Los
casos deben ser resueltos conforme a un sistema de fuentes. Se
destaca en primer lugar la ley, porque de lo contrario, aparecen
sentencias que no aplican la ley, o se apartan de ella sin declarar
su inconstitucionalidad, siendo ésta una decisión contra legem
que origina litigiosidad innecesaria. La aplicación de la ley
significa delimitar el supuesto de hecho y subsumirlo en la norma,
es decir, una deducción. De todos modos, queda claro y explícito
en la norma que la interpretación debe recurrir a todo el sistema
de fuentes. Así, se alude a la necesidad de procurar interpretar la
ley conforme con la Constitución Nacional y los tratados en que el
país sea parte, que impone la regla de no declarar la invalidez de
una disposición legislativa si ésta puede ser interpretada cuando
menos en dos sentidos posibles, siendo uno de ellos conforme con
la Constitución. Constituye acendrado principio cardinal de
interpretación, que el juez debe tratar de preservar la ley y no
destruirla. Ello implica la exigencia de no pronunciarse por la
inconstitucionalidad de una ley que puede ser interpretada en
armonía con la Constitución, criterio que constituye una
restricción al quehacer judicial, reiteradamente recordado por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación cuando afirma que la
declaración de inconstitucionalidad constituye la ultima ratio del
orden jurídico por lo que sólo será pronunciada siempre que no
haya forma alguna de integrar la norma a fin de su coincidencia
con la Carta Magna (Fallos: 288:325; 290:83; 292:190; 301:962;
324:3345, 4404; 325:645, entre otros). Además, el anteproyecto
regula el valor de la costumbre contemplando los casos en que la
ley se refiera a ella o en ausencia de regulación. 4.2. Reglas de
interpretación. A fin de aportar coherencia con el sistema de
fuentes, se incorpora un artículo relacionado con reglas de
interpretación. De conformidad con lo que señala la mayoría de la
doctrina, la decisión jurídica comienza por las palabras de la ley.
También se incluyen sus finalidades, con lo cual se deja de lado la
referencia a la intención del legislador. De ese modo la tarea no se
limita a la intención histórica u originalista, sino que se permite
una consideración de las finalidades objetivas del texto en el
momento de su aplicación. Se mencionan las leyes análogas, que
tradicionalmente han sido tratadas como fuente y aquí se las
incluye como criterios de interpretación, para dar libertad al juez
en los diferentes casos. Ello tiene particular importancia en
supuestos en los que pueda haber discrepancias entre la ley
análoga y la costumbre, como sucede en el ámbito de los
contratos comerciales. Se hace referencia al ordenamiento
jurídico, lo cual permite superar la limitación derivada de una
interpretación meramente exegética y dar facultades al juez para
recurrir a las fuentes disponibles en todo el sistema. Ello es
conforme con la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, en cuanto afirma que la interpretación debe partir de
las palabras de la ley, pero debe ser armónica, conformando una
norma con el contenido de las demás, pues sus distintas partes
forman una unidad coherente y que, en la inteligencia de sus
cláusulas, debe cuidarse de no alterar el equilibrio del conjunto.
También deben tenerse en cuenta los conceptos jurídicos
indeterminados que surgen de los principios y valores, los cuales
no sólo tienen un carácter supletorio, sino que son normas de
integración y de control axiológico. Esta solución es coherente con
la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que
reiteradamente ha hecho uso de los principios que informan el
ordenamiento y ha descalificado decisiones manifiestamente
contrarias a valores jurídicos. No se considera conveniente hacer
una enumeración de principios ni de valores, por su carácter
dinámico. Todos los tratados internacionales suscriptos por el país
y que resultan obligatorios deben ser tenidos en cuenta para
decidir un caso. Esa es la función que tienen como fuente de
derecho referida en el artículo primero. Pero además, cuando se
interpreta una norma, tienen especial relevancia los tratados de
derechos humanos, porque tienen un contenido valorativo que se
considera relevante para el sistema. Esta es la función que tienen
en materia hermenéutica a la que se refiere el artículo segundo.
4.3. Obligación de decidir razonablemente. Finalmente, se regula
la obligación de decidir, dirigida a los jueces, conforme con la
tradición en nuestro Código Civil. Se agrega que la decisión debe
ser razonablemente fundada, expresión que se ajusta a lo que
surge de la doctrina de la arbitrariedad de sentencias. Esta
disposición se aplica extensivamente a todos los que deben
decidir casos con obligación de fundarlos.
21
Véase: AA. VV., Anuario de Filosofía Jurídica y Social, t. 4, La
noción de "fuente de Derecho’’, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
1984; CUETO RÚA, Fuentes del Derecho, Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1971.
Nos ocuparemos de las primeras, a la vez que examinaremos los
distintos institutos de esta primera parte del Código.
*
Morello, Passi Lanza, Sosa y Berizonce (Códigos, V, p. 12)
entienden como parte de la doctrina nacional, que quien invoca
una ordenanza o precepto jurídico local debe aportar la prueba
pertinente para que el juez la aplique. Anteproyecto.
Fundamentos: El Anteproyecto distingue normativamente el
derecho de la ley. Una identificación entre ambos no es admisible
en el estadio actual de la evolución jurí- dico-filosófica. La
concepción que se recoge tiene antecedentes en otros códigos,
como, por ejemplo, el italiano; se refiere a las fuentes del Derecho
(art. 1°) y menciona a la ley, los reglamentos y los usos, a los que
luego define en sus efectos y relaciones jerárquicas (arts. 2°, 3o,
4o). El Capítulo 2 (art. 10) regula la aplicación de la ley (art. 11),
su eficacia en el tiempo, y la interpretación (art. 12). Por esta
razón, se incluye un Título relativo al derecho, y otro referido a la
ley como fuente principal. Y agrega más adelante: 5.1. La
obligatoriedad de la ley. El Título I del Proyecto de 1998 dispone:
“Artículo Io. Extensión. Las leyes son obligatorias para todos los
que habitan el territorio de la República, sean ciudadanos o
extranjeros, residentes, domiciliados o transeúntes, sin perjuicio
de lo dispuesto en leyes especiales. Art. 2o. Existencia y vigencia.
Las leyes rigen después del octavo día de su publicación, o desde
el día que ellas determinen”. No hay objeciones a este texto,
excepto en lo referente a la publicación, que debería ser “oficial”,
y de allí que es adoptado por este Anteproyecto.
con excepción de las normas más favorables al consumidor en las
relaciones de consumo. A su vez el Proyecto consagra un principio
tradicional del Derecho (al que denomina principio de inexcusabilidad) que
se expresa en el artículo 8 o. La ignorancia de las leyes no sirve de excusa
para su cumplimiento, si la excepción no está autorizada por el
ordenamiento jurídico*.
b) Los convenios colectivos del trabajo. Dada la incidencia que tiene el
Proyecto sobre todas las áreas del Derecho no Penal, importa determinar
el alcance de esta normativa tan particular. La Ley de Contrato de Trabajo
20.744, luego de varias discrepancias jurisdiccionales entre el ámbito
nacional y el de algunas provincias, estableció: “Las convenciones
colectivas de trabajo o laudos con fuerza de tales, que contengan normas
más favorables a los trabajadores, serán válidas y
*
El Título II del Proyecto de 1998 regulaba el Derecho
transitorio de la siguiente manera: “Artículo 4 o. Temporalidad. A
partir de su entrada en vigencia, las leyes se aplican aun a las
consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes.
No tienen efecto retroactivo, sean o no de orden público, salvo
disposición en contrario. La retroactividad establecida por la ley
en ningún caso puede afectar derechos amparados por garantías
constitucionales. A los contratos en curso de ejecución no son
aplicables las nuevas leyes supletoria”. Se ha conservado esta
regla, pero se aclara que las leyes se aplican a las consecuencias y
no a las relaciones, de acuerdo con lo que sostiene la doctrina
mayoritaria. Por otra parte, se introduce una ligera variante con
relación a la regulación actual del artículo 3 o del Código Civil con
relación a los contratos en curso de ejecución y las nuevas
normas supletorias. Según el entendimiento tradicional, la
vigencia de las normas supletorias se basa en que las partes han
callado porque la ley preveía lo que ellas querían estipular y
porque acordarlo en el contrato, hubiera sido una estipulación
sobreabundante e inútil. Por consiguiente, si una reforma
legislativa altera los preceptos supletorios de un contrato dado,
los contratos en curso deben ser juzgados por la vieja ley, que
forma parte de ellos; en realidad, lo que se respeta no es la vieja
ley, sino la voluntad de las partes. Sin embargo, tratándose de
una relación de consumo, particularmente cuando el contrato es
de duración, cabe descartar la presunción de una voluntariedad
“común” sobre la remisión a las normas supletorias vigentes. Por
ello, dado que es de presumir que la nueva ley mejora según lo
justo la derogada y que el legislador la sanciona de acuerdo a lo
que parece más razonable según los cambios sociales o las
prácticas negocíales, procurando interpretar lo que hubieran con
justicia pactado las partes de haberlo previsto, parece
conveniente que, en estos contratos de consumo, la regla sea
invertida en el sentido de que, al contrato de consumo en curso de
ejecución, le sean aplicables las nuevas leyes supletorias que
puedan sancionarse, siempre y cuando, obviamente, por fidelidad
a un principio cardinal que informa la materia, sea más favorable
al consumidor.
de aplicación. Las que reúnan los requisitos formales exigidos por la
ley y que hubieran sido debidamente individualizadas, no estarán sujetas
a prueba en juicio”.
*
CFed. de Mar del Plata, 3-3-2005, “Millán, Leonardo M.
c/Policía Aeronáutica Nacional. Fuerza Aérea Argentina
s/Laboral”, elDial del 10-3-2005.
**
MARTÍNEZ PASS, Laura S., Las leyes y actos reservados o
secretos en la legislación: su Partida de Defunción a partir del
dictado de la ley 26.134, y su incidencia en materia de gasto
público, en elDial del 8-6-2007.
Fuente*** posiblemente enrolada en la idea de que nuestro país es
legalista y no jurisprudencialista. Sin embargo esto no es totalmente
cierto. Veamos: la jurisprudencia es el conjunto de los fallos de los
tribunales que, en manera concordante, conciertan sobre un determinado
punto, creando de esta manera un marco de interpretación respecto de la
aplicación de determinadas normas. Pero es jurisprudencia la referida
específicamente al caso llevado a los tribunales y no la doctrina
jurisprudencial ni lo dicho obiter dictum, como señala la jurisprudencia de
Estados Unidos de América.
A diferencia de la jurisprudencia de los países continentales o cuya
base de normatividad es la ley, en los países del common law,
especialmente Gran Bretaña y EE. UU. el análisis de la experiencia jurídica
de quienes conocen, interpretan y aplican el common law destacan a los
precedentes judiciales como su fuente primaria. En el sistema inglés y los
que lo siguen, como el americano, las decisiones precedentes (.Doctrine
of binding precedent) han sido desarrolladas por los jueces y resultan
obligatorias, con la salvedad, como hemos dicho, de que la doctrina del
precedente se aplica sobre las cuestiones decididas y no sobre los temas
obiter dictum (dicho como al pasar). En nuestros días es obvio que el
common law se encuentra estrechamente ligado al Derecho escrito
(statutory law), aunque se sigue la línea interpretativa del stare decisis****
En los países continentales y en el nuestro en particular, la
jurisprudencia es, en general, una fuente secundaria. Esta jurisprudencia
***
El Proyecto decía: Artículo 1o: Fuentes y aplicación. Los casos
que este Código rige deben ser resueltos según las leyes que
resulten aplicables. La interpretación debe ser conforme con la
Constitución Nacional y los tratados en los que la República sea
parte. A tal fin, se tendrá en cuenta la jurisprudencia en
consonancia con las circunstancias del caso. Los usos, prácticas y
costumbres son vinculantes cuando las leyes o los interesados se
refieren a ellos o en situaciones no regladas legalmente, siempre
que no sean contrarios a derecho.
****
Stare decisis. Estar a lo decidido. En el common law,
normalmente el stare decisis es una política judicial de resolver
conforme los antecedentes. Tiene como fundamento la seguridad
y certeza del Derecho. El cambio de precedentes se da en casos
muy especiales, altamente novedosos o en supuestos en que la
situación social cambia radicalmente. Se ha utilizado como
doctrina de adhesión a los precedentes y no desestabilizar las
cosas establecidas. En general se trata de una frase apócope de
stare decisis et non quieta movere.
puede tener distinto valor según el tribunal que la dictó. Sin embargo,
muchas veces la jurisprudencia se basa en un criterio de autoridad, que
debe ser reexaminado para evitar que el juzgamiento de las causas se
transforme en una cuestión burocrática, donde se olvida el análisis
exhaustivo de las mismas, para resolver el caso concreto y adecuarlo a la
norma jurídica correspondiente. En otros casos la jurisprudencia anula
una ley al declararla inconstitucional, o establece su alcance, como sucede
en el caso de Casación o unificación de jurisprudencia por fueros.
Dentro del marco de la jurisprudencia, podemos hallar, por un lado, la
jurisprudencia de la Corte, la jurisprudencia de casación, la jurisprudencia
plenaria (para los ordenamientos que la mantienen vigente) y la
jurisprudencia general; por otro, la jurisprudencia convencional y el obiter
dictum.
*
Art. 17, Cód. Civ: Los usos y costumbres no pueden crear
derechos sino cuando las leyes se refieran a ellos o en situaciones
no regladas legalmente. Cód. de Com., Título Preliminar: I. En los
casos que no estén especialmente regidos por este Código, se
aplicarán las disposiciones del Código Civil. II. En las materias en
que las convenciones particulares pueden derogar la ley, la
naturaleza de los actos autoriza al juez a indagar si es de la
esencia del acto referirse a la costumbre, para dar a los contratos
y a los hechos el efecto que deben tener, según la voluntad
presunta de las partes [...] V. Las costumbres mercantiles pueden
servir de regla para determinar el sentido de las palabras o frases
técnicas del comercio, y para interpretar los actos o convenciones
mercantiles.
un hecho, admitiéndose todos los medios de prueba”, y en igual
sentido Silva Melero. La tesis contraria ha sido expresada entre otros por
Arazi, que dice: “nos enrolamos en la tesis contraria que sostiene que la
costumbre es derecho; si fuere discutido o controvertido podrá ser objeto
de prueba, pero a falta de prueba suministrada por las partes, el juez
puede hacer la investigación de la costumbre por sus propios medios. Si
la parte que apoya su derecho en la costumbre no ha producido prueba
de ella, el juez puede aplicarla según su conocimiento particular u ordenar
de oficio los medios de prueba tendientes a tal fin”, que es la doctrina del
maestro uruguayo Couture. Compartimos esta tesis, que se ve
robustecida ahora (por analogía) con el tercer apartado del artículo 377
del CPCCN.
8. La interpretación de la ley.
*
Art. 16, Cód. Civ.: “Si una cuestión civil no puede resolverse,
ni por las palabras, ni por el espíritu de la ley, se atenderá a los
principios de leyes análogas; y si aún la cuestión fuere dudosa, se
resolverá por los principios generales del derecho, teniendo en
consideración las circunstancias del caso”.
*
CPCCN, art. 208: “Salvo en el caso de los artículos 209, inciso
1o, y 212, cuando se dispusiere levantar una medida cautelar por
cualquier motivo que demuestre que el requirente abusó o se
excedió en el derecho que la ley otorga para obtenerla, la
resolución lo condenará a pagar los daños y perjuicios si la otra
parte lo hubiere solicitado...” Art. 535: “El acreedor no podrá
exigir que el embargo recaiga sobre determinados bienes con
perjuicio grave para el deudor, si hubiese otros disponibles. Serán
aplicables, además, las normas establecidas en el Capítulo
relativo a las medidas cautelares en cuanto fueren pertinentes. Si
los bienes muebles embargados formaren parte de un
establecimiento comercial o industrial, o fueren los de uso de la
casa habitación del deudor, éste podrá exonerarlos del embargo
presentando otros bienes no gravados, o que, aun cuando lo
estuviesen, bastaren manifiestamente para cubrir el crédito
reclamado”.
**
El afectado tiene la carga de probar tanto el abuso o exceso
en el ejercicio del derecho de obtener una medida precautoria
como los daños y perjuicios que se alegan (CNCiv., sala E, 29-12-
94, “Gómez, Mirta M. c/González Stantz, Carlos F. y otros”, J. A.
1996-1, sínt.).
El abuso de derecho se extiende a los procesos colectivos, tema del
que nos ocuparemos al tratar la materia. El concepto de abuso del
derecho opera aquí como una norma general aplicable a todas las
situaciones en que se produzca, de manera que el Proyecto no ha debido
reiterar este aspecto en cada una de las instituciones. La inclusión del
abuso de derecho en la parte general hace necesario considerar este
instituto como un elemento a tener en cuenta en cada uno de los
derechos que acuerda el ordenamiento.
Una particularidad que trae la nueva legislación civil y comercial es la
consagración del abuso de la posición dominante cuando expresa que lo
dispuesto respecto de la buena fe (art. 9o) y del abuso del derecho (art.
10) se aplica cuando se abuse de una posición dominante en el mercado,
sin perjuicio de las disposiciones específicas contempladas en leyes
especiales (art. 11). Para evitar la posición dominante en el proceso se
articulan diversos remedios tendientes a un debido acceso a la justicia **.
**
Tener una posición dominante en una relación contractual no
obstante no implica siempre un obrar abusivo, porque para que
ese extremo se configure se requiere una actuación deliberada a
través de cláusulas destinadas a perjudicar al contrario,
establecer relaciones desiguales o inequitativas o inducir a error a
la contraparte con la intención de obtener un beneficio desmedido
a expensas o en perjuicio de la otra (voto Piaggi en disidencia, en
CNCom., sala E, 14-6-2012, “Dihuel SA c/Johnson & Johnson de
Argentina SACEI s/Ordinario”, elDial.com - AA78FS). De por sí la
asimetría económica sola no configura la posición dominante a
que se refiere la ley, porque en la práctica siempre existe esa
asimetría.
*
Fundamentos: Se establece una regla general sobre el orden
público idéntica a la que contiene el Código Civil vigente en el
artículo 21. Seguidamente se regula el fraude a la ley imperativa
en los términos que había previsto el Proyecto de 1998. Código
Civil, art. 21: “Las convenciones particulares no pueden dejar sin
efecto las leyes en cuya observancia estén interesados el orden
público y las buenas costumbres”.
**
Así las declaraciones de orden público son a veces dejadas
de lado por nueva legislación que acoge criterios políticos y no
jurídicos, así el dec. 2284/1991, ratificado por la ley 24.307, dejó
sin efecto las declaraciones de orden público referidas a
honorarios, comisiones o cualquier otra forma de retribución de
servicios profesionales (art. 8o).
13. Las reglas particulares para el juez.
*
El tema de la prueba legal va siendo dejado de lado,
especialmente en los ordenamientos sustanciales, sin embargo el
Proyecto ha mantenido algunos casos siguiendo el criterio de
protección de los más débiles.
sigue, el especial requerimiento judicial con mayor proporción en
cuestiones de familia, de filiación, alimentos, adopción y en general en
aquellos casos en que la justicia de acompañamiento tiene un rol
preponderante. La regulación sobre deberes y facultades de los jueces
excede largamente los parámetros de una legislación sustancial civil y
comercial, ya que dicha regulación corresponde al área del Derecho
Administrativo Judicial que encuadra en el Derecho Procesal.