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Bogotá, 1 de marzo de 2006

No 20060301CARD-BR

Doctor
GERARDO HERNÁNDEZ CORREA
Gerente Ejecutivo
BANCO DE LA REPUBLICA
Ciudad
ghernaco@banrep.gov.co

Asunto: Pensiones voluntarias – Derecho de Petición

Ref.: Su carta 03883

Estimado doctor:

Le agradezco mucho su carta de la referencia, pero con el mayor respeto le declaro que estoy en
desacuerdo con muchas de las ideas que usted expresa en ella, dado lo cual me tomo el atrevimiento
de darle contestación por medio de la presente, no de todas en esta oportunidad porque estoy escaso
de tiempo, expresando mi sentir sobre el particular.

1. Ningún concepto vicioso o sospechoso de serlo obliga a su cumplimiento hasta tanto se


tenga la certeza de que es cabal. Los funcionarios de una empresa deben aprender a
balancear en la justa medida la dualidad de las cosas que en esencia, en este caso, está
representada por la juridicidad y la ética. Cuando yo manifesté que el concepto 089507 de
22 de diciembre de 2004 poseía unas fallas estructurales en su aspecto jurídico, estaba
exhortando a los directivos del Banco a que analizaran no sólo el aspecto legal sino la
obligatoriedad moral y ética que derivara, en si la norma era o no era susceptible de ser
acatada. Y en efecto, ese primer vicio, o posible vicio, estuvo representado por la
mutilación de un texto legal de soporte de la conclusión de ese concepto o “norma”, que
quizás, de no haber existido esa desmembración, jamás hubiera tenido existencia y nuestras
pensiones hubieran continuado exentas de carga impositiva, como lo fueron durante algo
más de once (11) años:

“5.4. Así mismo, se admitió la existencia de la pensión de carácter voluntario, definida por
la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, Sala Laboral (sentencias de la Sección
Primera de abril 2 de 1986, septiembre 30 de 1987 y diciembre 5 de 1991, entre otras)
como aquella que puede reconocer el patrono al trabajador, cuando éste no tiene los
requisitos para la pensión legal, condicionada o no a la ocurrencia de un evento. Evento
que generalmente consiste en el reconocimiento por parte de la entidad de seguridad social
de la pensión de vejez. Pensión voluntaria que, en términos de la mencionada
jurisprudencia, merece las mismas garantías que una pensión de jubilación o vejez. “.
(Resaltado fuera del texto: parte mutilada en el concepto tributario 089507 de 2004)
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Ahí atrás está ese primer vicio que no es el único, como usted bien lo sabe, porque pienso
que he sido enfático en advertírselo muchas veces. Sé que no menos de un desvelo ha
costado esa cuestión al interior del Emisor, porque deben saberlo ustedes que allá hay gente
que estará pronto entre nosotros, esos jubilados “desleales” y “enemigos del Banco” a
quienes nos ha tratado el Emisor de la peor manera; ellos también están expectantes de que
este penoso asunto se resuelva a nuestro favor, y que los culpables paguen por ello, porque
la lucha que al menos yo he emprendido no es sólo por el derecho de los jubilados sino
también por el de los potenciales pensionados, que al fin y al cabo son todos los empleados
y funcionarios activos del Banco; de pronto usted debería estar entre ellos, porque no es
correcto ser mercenario de una causa que tiene por fin vulnerar los derechos de los demás, y
no protegerlos, y en el futuro formar filas al lado de sus víctimas.

2. La unidad de empresa es un principio muy importante de la administración, ya fuera de la


que dejó el señor Kemmerer en el año 23, o la que rige ahora, en estos azarosos tiempos
modernos de nuestro país, tan dañado hoy en día, y en esa institución noble y quizás a veces
mal representada, llamada Banco de la República. La anterior administración se esmeró en
cumplir la Constitución y la Ley, y diseñó un programa de retiro voluntario plenamente
legal, que no fue defendido por la nueva administración, lo cual era su obligación. Desde el
mes de enero del pasado año hemos podido ver, aterrados, que la unidad de empresa se
quebrantó por completo, y sólo me estoy refiriendo a un tema: las pensiones voluntarias. Es
más, estoy plenamente seguro de que si el doctor Miguel Urrutia Montoya no se hubiera
retirado a gozar de su pensión de jubilación, no hubiera permitido lo que nos viene
afectando desde inicios del pasado año a los pensionados voluntarios, porque él sí es un
verdadero señor, lo cual tengo que reconocer aunque no haya sido nunca mi amigo.

¿Por qué no fueron gravadas las pensiones voluntarias atadas al plan de retiro en los once
(11) largos años que duró? Sería una tontería de la mayor envergadura decir que porque no
existía esa bestialidad jurídica (o mejor, ilegalidad) llamada concepto 089507 de 22 de
diciembre de 2004, que “interpretó” en forma moratoria una ley que supuestamente gravaba
esas pensiones desde el 22 de diciembre de 1995, o sea desde nueve (9) años atrás.

Nuevamente, ¿por qué no fueron gravadas? Simplemente porque la anterior administración


del Banco Emisor supo lo que hacía y tuvo carácter para no dejarse imponer desde fuera lo
que no es correcto desde el punto de vista jurídico ni aceptable en el ámbito de lo moral y
ético.

Veamos las cosas desde su verdadera magnitud: esas pensiones atadas al programa de retiro
voluntario del Emisor se pueden diferenciar en dos semi-categorías: las que se concedieron
antes de que entrara en vigencia la Ley 100 de 1993, y las posteriores.

Las primeras, se constituyeron en un derecho adquirido por sus beneficiarios cuando entró
a regir la Ley 100 de 1993, y fueron asimiladas por ésta, en forma automática, porque el
espíritu de esta ley marco no fue abolir los derechos adquiridos sino, por el contrario,
reconocerlos. Pero ustedes violaron esos derechos adquiridos por esos pensionados, a partir
del inicio de 2005 y me imagino que van a tener que responder personalmente por esa
arbitrariedad y por los perjuicios que llegue a tener la entidad, ya que en este caso es
aplicable la acción de repetición, y por esto una copia de la presente está anunciada para la
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Procuraduría General de la Nación, y otra para la Contraloría General de la República, para


lo de su competencia.

Las segundas, o sea la mía y las de la mayoría de los afectados, podrán requerir un poco más
de tiempo para que haya justicia, pero también la habrá a su debido tiempo, porque aunque
ustedes me contradigan ahora y hagan un sistemático e interminable rebusque jurídico, para
localizar el “esguince” por dónde salirse, no lo lograrán, y muy bien lo saben. Las
maquinarias que se ensamblan para el mal no son invulnerables para mí ni para la gente
decente que me acompaña o que tiene la misma formación mía, de la escuela de Alfonso
Casas Morales o similares, quien nos enseñó a ser caballeros antes que ser funcionarios.
Para nosotros los lugares como el Banco de la República, un ente de semejante prestancia y
alcurnia, son sagrados y dignos de respeto, y por ello no deben ser usados para “jolgorios”,
ni para “festines”, ni para la folclórica “marranada”, caldense o antioqueña, de diciembre, ni
para el vulgar atropello de la ley y la razón, porque para esos casos están otros lugares más
informales que se llaman fincas.

Creo que no hace falta expresar nuevamente mi argumentación sobre ese particular, porque
ya lo hice en varias de mis últimas comunicaciones dirigidas al Banco, y para rebatirla no
basta con taparse los ojos para no verla, pues ahí está a la vista de todo el mundo.

3. ¿Cómo es posible que los directivos actuales de la entidad se hayan prestado para obedecer
una “norma” que de la manera más cínica y poco inteligente, desapegada por completo de la
lógica y el buen juicio, genere en segundo plano la condena de los mismos y de sus
antecesores?

Me explico: al reconocer el Banco de la República de hoy que esas pensiones son


supuestamente gravadas, también está aceptando que entre el 22 de diciembre de 1995 y el
31 de diciembre de 2004, sus directivos incurrieron en evasión fiscal sistemática en favor de
terceros, lo cual no tiene otro significado que al ser los impuestos dejados de recaudar por la
entidad durante esos nueve (9) años un bien público, también, posiblemente, están incursos
en peculado por apropiación ya que quizás nos “donaron” esos recursos que no eran del
Banco sino de la Nación.

¿Por qué lo hacen? Será porque al doctor José Darío Uribe Escobar nada le va a suceder,
porque el “culpable” de “semejante delito” no es él sino su antecesor, el doctor Urrutia
Montoya, junto con unos cuantos que han contestado mis cartas, quienes, quizás sin darse
cuenta, no vieron la verdadera dimensión del asunto. Ese quizás será el merecido “premio”
al “carácter” y a la “altura” de los actuales funcionarios. Sin embargo, para que ello no
suceda, siempre habrá el “comodín” jurídico al cual acudir para “sacudirse” la
responsabilidad, y si no endilgársela a otros, inocentes ciertamente porque esas pensiones no
son gravadas, al menos neutralizar la que les corresponde en justicia.

4. Yo le agradezco mucho al doctor Hernández Correa la investigación profunda y delicada


que mereció ese chisme que circuló extensamente, y que al parecer tuvo su origen anónimo
al interior de la entidad, en el sentido de que tres pensionados voluntarios afectados por el
gravamen a las pensiones, hubieran sido favorecidos por el Banco para desmotivar a los
demás en los procesos destinados a buscar la restitución de la exención tributaria de nuestras
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pensiones; sin lugar a dudas es gratificante la noticia que se me dio, en el sentido de que ello
es falso; yo quizás fui el primero en no hacerle caso y en acallar esa “viperina” especie,
durante los 20 días que duró tal investigación, motivada por un mensaje electrónico mío del
pasado 8 de febrero a su despacho.

5. Tampoco puedo dejar pasar el tiempo sin agradecerle su oportuna respuesta, a una pregunta
formulada a la entidad por el suscrito los días 6 y 8 de febrero, en relación con la posible
intervención simultánea en favor de los directivos Banco, subalternos del doctor Uribe
Escobar, y de sus clientes, del abogado Fernando Zarama Vásquez, ante la Oficina Jurídica
de la DIAN, como lo dio a entender por escrito uno de esos clientes. Mucho me complace
el saber que en el Banco se preservan las buenas costumbres, aunque entre sus pensionados
haya personas tan faltas de sindéresis que se pongan a escribir esas cosas. Me imagino que
esa investigación debió ser muy compleja, por el tiempo que tomó, antes de vislumbrar
resultados que fueran plasmados en la contestación al suscrito. Sólo espero que en
adelante, cuando yo vuelva a visitar el Banco, no me toque pasar un oficio de Derecho de
Petición y esperar hasta el agotamiento del plazo contemplado en el Contencioso
Administrativo para que me dejen usar el baño o para tomarme un tinto en sus
dependencias.

Verá usted, doctor Hernández, que realmente me pareció muy raro que el “Grupo Zarama”,
como yo le digo coloquialmente a esa comunidad de clientes del mencionado abogado
tributarista, haya esperado para pasar su carta de fecha 29 de junio de 2005, tan
controvertible, a que estuviera ausente el Gerente General Uribe Escobar, tan amigo del
Ministro de Hacienda Carrasquilla Barrera, y que usted estuviera remplazándolo en
interinidad. Si no estoy mal, en ese atroz escrito aparecieron ideas muy poco claras para mi
muy humilde entender:

Lo primero estuvo representado por esa curiosa alternativa primaria, como vía de solución al
conflicto que se presentaba entre esos clientes y el Emisor:

“1) Que el Banco de la República nos reestablezca el equilibrio pactado con cada uno de
los pensionados que suscribimos esta comunicación, ajustando las pensiones reconocidas
de forma tal que los valores finales a recibir sean los mismos que hubiéramos recibido en
caso de no existir la retención en la fuente, mientras se cumplen, en cada caso, los
requisitos de la ley 100 de 1993. Igualmente, solicitamos que ese ajuste a nuestras mesadas
pensionales se haga con retroactividad al primero de enero del 2005.” (Resaltado fuera del
texto)

Lo segundo, porque la responsabilidad en el penoso asunto no sería de ustedes, los


directivos actuales, sino de sus antecesores, encabezados por el doctor Miguel Urrutia
Montoya:

“2) Declarar de nuestra parte que hubo un vicio en el consentimiento en el acta de


conciliación judicial, de quienes nos acogimos a la pensión, inducidos por error del Banco
y solicitarle al Banco se acepte este error y se establezcan las consecuencias legales de esta
situación.”
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Lo tercero, porque sería una gran mentira, que protegería a los directivos de la DIAN y
quizás a ustedes, los actuales directivos del Banco, porque no los pondría en conflicto con el
Presidente de la Junta Directiva; eso es, el Ministro Carrasquilla Barrera:

“Debemos aclarar que no hacemos aquí una petición tributaria que deba resolver la DIAN,
porque esta entidad ya se pronunció en sus conceptos sobre las pensiones gravadas, sino
una respetuosa petición a la Junta Directiva del Banco y al señor Gerente General para que
en su calidad de patronos atiendan nuestras peticiones y eviten la afectación en materia
grave, de nuestros ingresos familiares.”

Pero quizás habría una cuarta:

“Teniendo en cuenta que los planes de pensión temprana fueron aprobados por la Junta
Directiva del Banco de la República y ejecutados por la Gerencia General, existe entonces
una responsabilidad personal y directa de los miembros de la Junta y del Gerente sobre
estos planes de pensión y sobre la decisión que ahora se tome, por lo cual con el propósito
de buscar una solución, elevamos a cada uno de ustedes, con el debido respeto que nos
merecen sus altas investiduras y por interés colectivo, las peticiones que les hemos
expresado, acogiéndonos para ello al derecho de petición consagrado en el artículo 23 de
la Constitución Nacional, con el fin de que individualmente cada uno de los señores
Directores se pronuncien sobre el mismo.”

No he podido saber con claridad quiénes fueron los “tontos de capirote” que idearon ese
cuasi-pasquín mediante el cual no sólo se estaba vislumbrando una acción judicial contra los
mismos directivos de la anterior administración del Banco, supuestamente los “culpables”
(¿de que la DIAN hubiera producido un concepto tributario vicioso a fines de 2004?) y de
que también pagaran injustamente por un delito que no cometieron los antiguos miembros
de la Junta Directiva del Emisor, el último de los cuales, el doctor Salomón Kalmanovitz se
retiró en febrero de 2005 sin saber que podría ser “reo” de algo que sucedió más de doce
(12) años atrás.

No he podido comprender cómo pueden ser tan ignorantes en ese Grupo Zarama, donde hay
“matriculados” personajes tan importantes, como por ejemplo un ex Gerente de una sucursal
de primer orden, como lo es la de Cali, que a estas horas de la vida no sepan que la
administración interna del Emisor no corre por cuenta de su Junta Directiva sino de su
Consejo de Administración, y que el Ministro de Hacienda es un funcionario público
adscrito al Poder Ejecutivo, dado lo cual fuera de ser el Presidente de la Junta del Emisor no
es nadie en su administración ni aunque lo quisiera ser a través de amigos y ex subalternos
suyos que hoy ocupan cargos de prestancia en la entidad.

Es posible, como ya lo he oído, que algunos de los compañeros míos que se hallan asociados
en ese Grupo Zarama hayan dicho desde tiempo atrás que yo soy “un loco”, o “un demente”,
porque supuestamente les dañé la “única solución” para sus lamentables casos económicos,
la cual, sin lugar a dudas de parte mía, no sería el fruto de un pre-acuerdo entre ellos y usted,
doctor Hernández. Algunos de ellos o muchos, yo no lo sé, me “odian” por eso, pero lo
único que si sé es que prefiero que me odien por honesto a que me amen por corrupto.
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También ha sido para mí una cosa sumamente molesta y hasta curiosa, ¿por qué no decirlo?, que mi
seguridad y la de mi familia se hayan visto amenazadas con motivo de la divulgación que hice de
una carta abierta que le dirigí al Banco de la República el día 14 de agosto de 2005, donde expresé
muchas ideas que entrañan verdades frente a este ominoso caso del gravamen a las pensiones
voluntarias, quizás no con la claridad meridiana ni con el inútil adorno con que lo pueda hacer un
profesional avezado en esa ciencia que se llama Jurisprudencia, más animado por la vanidad
personal que por decir la verdad, porque yo no soy abogado sino un simple y humilde ingeniero,
casi un iletrado ciudadano del montón.

Quiera Dios que todo esto no esté ocultando un hecho que muchos pueden conocer mejor que yo, y
que quizás pudiera ser que detrás de todo haya un caso de la más profunda corrupción en la historia
de nuestro país, porque sólo este tipo de situaciones, generadas por quienes no desean que se
conozca la verdad, en la violenta vida de nuestra querida Nación, es capaz de generar partidas de
defunción precoces, incluso de amigos y familiares que no actúan en “el destape”, y por ello son
totalmente inocentes.

Atentamente,

Carlos Alberto Ramírez Domínguez


Ingeniero Mecánico U. P. B. (1974)
C. C. 8.315.023 de Medellín

Copias:
Consejo de Administración del Banco de la República
Doctor Alberto Carrasquilla Barrera, Ministro de Hacienda y Crédito Público
Doctor Edgardo José Maya Villazón, Procurador General de la Nación
Doctor Antonio Hernández Gamarra, Contralor General de la República
Asociación de Pensionados del Banco de la República

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