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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior


Universidad de Ciencias de la Salud “Hugo Chávez Frías”
Programa Nacional de Formación en Medicina Integral Comunitaria
Plan Universidad en casa
ASIC 23 de enero - Zona F
Asignatura: Psicología Medica
Tercer Año de Medicina Integral Comunitaria

Repercusión Psicosocial del


COVID-19 en la población
venezolana

Alumno: Ricardo Sequera


C. I: 19558343
Caracas, diciembre de 2020.

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INTRODUCCION
Los coronavirus son una familia de virus que normalmente afectan sólo a
animales, aunque algunos tienen la capacidad de transmitirse a las personas. El
SARS-CoV-2 es un nuevo tipo de coronavirus que se detectó en diciembre de
2019 en Wuhan, una ciudad de la provincia de Hubei en la República Popular
China. Este virus produce la enfermedad infecciosa denominada COVID-19
(acrónimo de «coronavirus disease 2019»). Si bien la mayoría de los casos son
leves, en otros casos la enfermedad puede ser grave y cursar con dificultad
respiratoria, neumonía, fracaso renal y otras condiciones médicas, incluso la
muerte. Esto sucede en mayor medida en personas con perfil de riesgo: tener más
de 60 años, padecer enfermedades previas a la COVID-19 (hipertensión arterial,
diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades pulmonares crónicas,
cáncer, inmunodeficiencias) o estar embarazada. Por los conocimientos
disponibles hasta el momento, la transmisión se produce por contacto con las
secreciones respiratorias de una persona contagiada o enferma, y se considera
poco probable la transmisión por el aire a distancias mayores de 1-2 metros. Su
contagiosidad es alta y depende de la cantidad del virus en las vías respiratorias
del transmisor.
La pandemia de COVID-19 afectó a Venezuela a partir del 13 de marzo de 2020
con los primeros casos confirmados. La pandemia trajo diferentes consecuencias
que afectaron al sector salud, económico, político y social del país, entre ellas se
encuentra el estado de cuarentena impuesta por el gobierno a partir del 17 de
marzo de 2020 y alargado por varios meses, y a partir del 1 de junio de 2020 bajo
complejos esquemas de flexibilización y restricciones en función del alza en la
cifra de infectados. Durante el periodo de alarma se estableció que la circulación
debía realizarse individualmente y estaba limitada a actividades de primera
necesidad o desplazamientos al lugar de trabajo; el transporte de viajeros debía
reducir su oferta; los locales de actividades culturales, artísticas, deportivas y
similares deberían permanecer cerrados; se priorizaba el trabajo a distancia y se

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suspendía la actividad escolar presencial en favor de actividades educativas en
línea.
OBJETIVOS
• Recopilar la información bibliográfica sobre los efectos a nivel psicológico y
social del covid 19 en la población venezolana.

• Describir las características generales de los signos y síntomas


psicosociales que se pueden presenciar en la población venezolana a raíz
de la pandemia.

IMPACTO PSICOSOCIAL COVID-19

A medida que los países han ido aplicando medidas para restringir los
movimientos con el fin de reducir el número de infecciones por el virus de la
COVID-19, cada vez más personas estamos cambiando radicalmente nuestra
rutina cotidiana. Las nuevas realidades del teletrabajo, el desempleo temporal, la
enseñanza en casa y la falta de contacto físico con familiares, amigos y colegas
requieren tiempo para acostumbrarse. Adaptarnos a estos cambios en los hábitos
de vida y enfrentarnos al temor de contraer la COVID-19 y a la preocupación por
las personas próximas más vulnerables es difícil, y puede resultar especialmente
duro para las personas con trastornos de salud mental.
Ahora bien, después de meses encerrados o haber cambiado abruptamente
nuestras rutinas familias, sociales y laborales y en general de vida, todos estamos
afectados. Aún aquellas personas que han logrado ver el lado positivo y pueden
estar trabajando desde sus hogares, han visto reducida su movilidad y disminuida
la exposición a estímulos sensoriales naturales y saludables como tomar sol,

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caminar y socializar, y ya se están registrando afectaciones físicas generadas
también por el encierro.
Sensación de rareza y miedo al salir a la calle y estar en espacios con muchas
personas, miedo a la noche o la aparición de episodios leves de depresión,
pensamientos irracionales invasivos, falta de autocontrol y autorregulación, y en
especial cambios en el estado de ánimo están llevando a definir nuevos trastornos
como el síndrome de la cabaña o el de la soledad inquieta, e incluso nuevas fobias
como el coronafobia, miedo irracional a ser contagiado de coronavirus.
La otra gran pandemia es la ansiedad, pero también la presencia de miedos,
preocupación excesiva, alteraciones del sueño son muy frecuentes en la población
general. La lista es larga: irritabilidad, cambios en el estado de ánimo (días de
tranquilidad y al día siguiente desanimo total, imposibilidad de salir de la cama),
miedo al dormir, pensamientos recurrentes negativos vinculados a las nuevas
fobias (demofobia, hipocondria, tanatofobia, rupofobia), sensación de contagio al
regresar a la casa, síntomas psicosomáticos como quebranto, tos, dolor de
garganta, picazón en los ojos, sentirse en peligro inminente, tensión, agitación,
aumento del ritmo cardiaco, dificultad para respirar, entre muchas otras; además
de las tensiones y los roces naturales que está generando la convivencia familiar
prolongada.
Si perdió su trabajo o ha visto disminuido sus ingresos, si ya padecía de alguna
alteración psicológica o una enfermedad física, o si está en un grupo vulnerable
como adultos mayores, o ha perdido familiares o amigos por covid-19, la
sintomatología anterior es más intensa y aparecen los ataques de pánico y hasta
la muerte autoinfligida.
Al principio de la pandemia hicimos énfasis en cuidar a los adultos mayores por
ser el grupo más vulnerable, pero a esta altura niños, adolescentes, adultos y en
especial las mujeres, están afectados emocionalmente. Pero también pensemos
en el personal sanitario trabajando en condiciones de precariedad absoluta, las
personas en las zonas rurales del país, los privados de libertad, los inmigrantes

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venezolanos en otras latitudes o parados en las fronteras queriendo regresar, y
otros grupos que ya protestaban por su derecho a la vida y a la salud como
maestros y profesores de todos los niveles, enfermos en hospitales, bomberos,
policías, funcionarios públicos. ¿Cómo está su salud mental?
La salud mental es más que la ausencia de trastornos y síntomas. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) la define como un estado completo de
bienestar físico, mental y social. El concepto hace referencia a bienestar subjetivo,
competencias, reconocimiento de habilidades para realizarse intelectual y
emocionalmente. Pero piense en la salud mental como un estado de tranquilidad y
respóndase lo siguiente: ¿Cómo se siente Ud.: está tranquilo o tranquila?
¿Duerme de manera profunda? ¿Se despierta sereno, con energía y buena
disposición para enfrentar los días? ¿Puede controlar sus pensamientos y no
permite que las preocupaciones invadan su día y lo (o la) atormenten? Si su
respuesta es sí: Ud. goza de buena salud mental, si respondió no a alguna de
ellas: Ud. ha perdido salud mental, ha perdido tranquilidad.
En Venezuela además hemos naturalizado el dolor emocional y el sufrimiento
social. Es tan común sentarnos a conversar de nuestras limitaciones para vivir,
enumerar los síntomas del malestar sin darnos cuentas que en conjunto forman un
síndrome como padecer de ansiedad o alteraciones de sueño o la alimentación,
porque hemos desvinculado la salud psicológica de la salud física a la que le
damos prioridad. Sin embargo, esta activación fisiológica intensa y desagradable
de la cual nos quejamos o el sufrimiento psicológico crónico resquebrajan la salud
física, porque el dolor emocional activa las mismas áreas cerebrales que
involucran el dolor físico. Por eso, los trastornos de salud mental aumentan el
riesgo de otras enfermedades y contribuyen a lesiones no intencionales e
intencionales.

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CONCLUSIONES

Para finalizar podemos concluir que las personas que pueden presentar un mayor
nivel de estrés durante una crisis incluyen: adultos mayores y personas con
enfermedades crónicas; niños y adolescentes; personas que están ayudando con
la respuesta, como los médicos y otros proveedores de atención médica; y
personas que tienen problemas de salud mental, incluido el consumo de
sustancias.

Existen factores de estrés específicos del brote de COVID-19, entre los cuales se
incluyen: El riesgo de estar infectado e infectar a otros; Los síntomas comunes de
otros problemas de salud (por ej., una fiebre) pueden confundirse con el COVID-
19; Los cuidadores pueden sentirse cada vez más preocupados porque sus hijos
estén solos (debido al cierre de las escuelas); El riesgo del deterioro de la salud
física y mental de personas vulnerables, como los adultos mayores y las personas
con discapacidades.

Además, los trabajadores de salud pueden experimentar otros factores de estrés


adicionales: Estigmatización por trabajar con pacientes del virus COVID-19 y
poder contagiar a familiares o amigos; medidas estrictas de bioseguridad; mayor
demanda en el entorno laboral; capacidad reducida para beneficiarse del apoyo
social debido a los intensos horarios laborales; capacidades de personal o energía
insuficientes para implementar la autoasistencia básica.

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