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Recuerdo que muchos compañeros de colegio eran más rojos que la casaca del Wilstermann,
que soñaban con ser guerrilleros o comandantes de la revolución. Varios en la universidad
fueron incluso líderes de la FUL. Hoy están en filas de la derecha, siendo incluso ministros de
este gobierno. Pues es así, la izquierda tiene su tiempo de inquietud, de juventud, de rebeldía,
cafés, de conquistas de chicas rebeldes. Y después la dura realidad: la familia, las exigencias de
los hijos y la falta de dinero (de ideales no viven los izquierdistas), obligan a aterrizar y pisar
tierra.
Lo interesante de todo eso, es que gran parte de los abandonos no fueron por ideas, por
pensamientos intelectuales, sino por resentimientos, por peleas entre compañeros, por odios
internos y búsqueda de venganzas. O por dinero, por dinero que en el desbande muchos
aprovecharon el pánico y se repartieron lo mejor de la torta entre pocos. Eso creo odios y
rencores terribles. Esa fue la miseria de la izquierda, en general.
Son muchas las historias de esos resentimientos. Fenómeno que provocó consecuencias
funestas. Ya en las dictaduras militares muchos torturadores, espías (llamados buzos), y
soplones eran ex izquierdistas. Incluso de las líneas duras como el ELN (Ejército deliberación
Nacional). Que por rencores y traiciones internas, se vendieron al sistema para entregar a sus
compañeros y compañeras.
En Bolivia es muy difícil separar aguas ideológicas. Muchas veces en la misma familia se
conviven entre distintas ideologías. Ese ch´enco costumbrista nos persigue desde siempre.
Cierto que hoy hay más cinismo y desvergüenza. Antes existía algún decoro ético. Hoy los
políticos son analfabetos funcionales, pero tienen a cuesta la enfermedad del cinismo, que es
la enfermedad post-moderna más catastrófica de la política no sólo boliviana sino también
mundial. La ignorancia es suprema, carta de presentación post-moderna.
La sabiduría de los pueblos acabará por fin con ese festín tradicional de izquierda y derecha,
que todavía están destruyendo el mundo, con sus formas totalitarias de enfrentar a los
pueblos para que los mandarines gocen del poder. La sabiduría de los pueblos desde siempre,
a pesar del dolor y el tiempo, impone su experiencia. La sabiduría de los pueblos empieza a
recuperar la memoria perdida, confundida por las ilusiones de la modernidad con sus payasos
de izquierda y derecha.