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TRAMA

La obra presenta una doble trama: por un lado cuenta la historia de Segismundo y por otro
la de Rosaura.
A pesar de esta doble trama, la unidad de la obra no se rompe, porque ambas historias son
paralelas y ciertos personajes se hallan implicados en ambas tramas, como Clotaldo, Astolfo y
Clarín. Además las problemáticas de Rosaura y de Segismundo son semejantes.
ESTRUCTURA
La obra se compone de tres jornadas, las cuales a su vez están formadas por diversas
escenas:
Primera jornada: Presentación de los personajes y la situación que les rodea.
Segunda jornada: Constituye el nudo de la obra. Segismundo sale de su torre, se comporta
como un animal y retorna a su torre. Rosaura abandona su disfraz y se reconoce el amor entre
ella y Astolfo.
Tercera jornada: Segismundo es liberado por el pueblo y perdona a su padre. Se pone de
manifiesto la otra mitad de la identidad de Rosaura. Se arman las parejas correspondientes.
PERSONAJES
Segismundo: Trasciende ciertos límites y se convierte en arquetipo: encarna la lucha entre
inclinaciones humanas y el imperativo moral. También podría representar la incertidumbre de la
vida humana. (Desconoce el motivo de su encierro y a sus progenitores, por lo que cree que su
único y gran delito por el que le privaron de su libertad es haber llegado al mundo: el delito
mayor/del hombre es haber nacido).
Rosaura: Es un personaje, al igual que Segismundo, que busca identidad. Tiene un carácter
contradictorio: inocente y vengativa; emocional y cerebral. En un primer momento se presenta
como la heroína agraviada por un hombre. Demuestra toda la energía necesaria para defender su
honor.
Basilio: Es un estudioso Se muestra temeroso, pero, además, puede ser frío y calculador.
Cambia de actitud y acepta lo inevitable: la muerte que supone el encuentro cara a cara con
Segismundo.
Clotaldo: Es el fiel criado del rey, incapaz de trascender las reglas y leyes. Su
incondicionalidad a Basilio lo llevó a punto de sacrificar a su hija dos veces; a lo largo de la
obra se debate su lealtad al rey y sus deberes como padre.
Clarín: Es enigmático. Es miedoso y malicioso; asume el rol del “gracioso”.
Astolfo y Estrella: Primos. Rivalidad e ironía, deseo de poder.

Los personajes

Calderón creó los personajes de su obra basándose en los tipos concretos de La Comedia Nueva de Lope de
Vega, les inyectó profundidad para alejarse del simple retrato de la sociedad y llegar a un análisis más amplio
de la vida misma. Rosaura, por ejemplo, representa el papel de la “dama” en La Comedia Nueva: una mujer a
quien un hombre malvado (generalmente príncipe, comendador, o noble en general) le ha quitado su honor. La
“dama” tiene un único fin fundamental en la obra: recuperar ese honor perdido. En El burlador de Sevilla
podemos encontrar una gran variedad de estas “damas sin honor”: todas esas mujeres que sufrieron la desgracia
de haber caído en las manos de Don Juan (Tisbea, Isabela, Doña Ana y Arminta). En El Burlador, al igual que
Lope de Vega con su Laurencia de Fuente Ovejuna, se muestra una faceta distinta del honor, en la cual no sólo
las mujeres nobles tienen honor y el derecho a luchar por él, sino también las villanas buscan recobrar lo que les
fue arrebatado.
Clarín es el “gracioso” en La vida es sueño. La labor del “gracioso” en La Comedia Nueva es simplemente
hacer reír al público; darle momentos de donaire a la obra, relajar por un instante la tensión del drama. El
“gracioso” usualmente es un hombre bondadoso y de espíritu bienhechor que, a pesar de sus miedos, se
mantiene junto a su señor en todo momento, intentando mantenerlo fuera de cualquier peligro. Pero esa
fidelidad y esa nobleza de carácter, que podemos ver en graciosos como Catalinón en El Burlador o en Mengo
en Fuente Ovejuna, no se encuentra en los graciosos creados por Calderón. Los graciosos calderonianos tienen
por base el egocentrismo. Generalmente, viven por ellos y para ellos; sirven al hombre que les conviene servir;
no tienen interés alguno en que los nudos de la trama se desenlacen; están en la obra como meros espectadores
que buscan divertirse con las desgracias de los demás. En El alcalde de Zalamea de Calderón el lector-
espectador se encuentra con Chispa y con Rebolledo, dos vagabundos sin fe ni credo, que andan por el mundo
siguiendo a quien los acoja y les dé comida; son débiles de carácter y no arriesgarían un pelo por defender a
alguien que no sea a ellos mismos. Clarín es un caso mucho más extremo, desde sus primeros versos “¿no es
razón que yo sienta/ meterme en el pesar y no en la cuenta?” (v. 31-32) deja claro que él no es un maniquí que
no siente, ni sufre; él existe, luego piensa y siente; no es una simple garrapata que sigue los pasos de un
desgraciado; Clarín es un personaje que sigue sus propios pasos en la obra, es libre y hace lo que le viene en
gana, sin pensar en que le está haciendo un mal o un bien a alguien más. En conclusión, Clarín es un gracioso
absolutamente anormal desde el punto de vista de La Comedia Nueva: no participa como mediador en las
intrigas amorosas de su dueña; en ningún momento se mantiene fiel a ella, cambia de amo por conveniencia, por
interés, sin verse nunca conectado sentimentalmente con nadie; es egísta; de lo único que se preocupa es de sí
mismo y de entretenerse con los nudos que se arman a su alrededor; es un espectador que se divierte mirando y
juzgando la trágica vida del resto de los personajes.
Segismundo, al igual que Don Juan Tenorio, es un personaje anormal en comparación con los tipos de la época.
Calderón lo saca de lo usual para poder generar esa personalidad única, medio bestia medio hombre, que
domina a Segismundo. Es soberbio y rebelde frente a las leyes del destino; bestial por su educación natural y
consciente de este hecho: “ya informado estoy/ de quién soy, y sé quién soy:/ un compuesto de hombre y fiera”
(v.1545-47). Pero lejos está de mantenerse en ese cuerpo de minotauro; Segismundo es un personaje en
constante evolución a quien el nuevo mundo que encuentra frente a sus ojos le abre un camino distinto que el
del simple hombre sepultado en una vida de bestia.

Clotaldo es el personaje del “viejo” o el “padre”. Posiblemente es de los que menos se aleja de su personaje
tipo. El honor de familia y la fidelidad de vasallo son sus máximos exponentes y toda acción que desarrolla, la
hace guiándose por alguno de estos dos caminos e intentando mantener ambos en el más alto nivel. El problema
que sufre Clotaldo es que sus problemas siempre se tejen por la oposición entre sus dos líneas de vida,
creándole así, una cadena de dilemas entre mantener su lealtad al rey o su honor familiar, “De una parte el amor
propio,/ y la lealtad de otra parte/ me rinden” (v.433-35).

Otros dos personajes que se mantienen dentro de las líneas del tipo de La Comedia Nueva son Astolfo y
Estrella, quienes representan los papeles de príncipes en la obra. Son débiles de carácter y ambiciosos. Tienen
un único punto en la mira: tomarse el poder del reino. Viven del engaño y no tienen problema en pasar por
encima de quien sea para lograr sus metas.
Basilio, es el personaje del “buen Rey”. Como podrían ser el Rey Felipe II en El alcalde de Zalamea del mismo
Calderón, o el rey Fernando el Católico en Fuente Ovejuna de Lope de Vega. Es un hombre sumamente sabio
que siempre medita sus decisiones con raciocinio y con mucha serenidad para poder llegar a las soluciones más
justas frente a los problemas que se le plantean. El bienestar de su pueblo se encuentra encima de cualquier otra
cosa y lo único que desea es poder darle lo mejor a la gente que está bajo su poder. Pero entra un factor que
desestabiliza la armonía y rompe con las características típicas de este rey bueno de La Comedia Nueva: el
Hado y la angustia. Con estos dos factores Calderón genera un retorcimiento y una profundidad sentimental e
intelectual que viaja por lugares a los cuales los tipos de La Comedia Nueva nunca habrían podido llegar.
El pueblo en armas, aunque no está dentro de los “tipos de personaje” de La Comedia Nueva, sí se encuentra
como una masa recurrente en las obras de teatro escritas en esa época. Se escogen generalmente unos personajes
representantes del pueblo que lucharán contra la injusticia de su rey/alcalde/comendador. En La vida es sueño,
el pueblo (representado por soldados) entra en la torre de Segismundo para sacarlo de su sepulcro y llevarlo al
trono que se merece. Lo que busca este pueblo, al liberar a su príncipe, es mostrar que tiene voz y fuerza para
equilibrar la balanza de la justicia; no son una masa dócil y rastrera que le permite al poder pasar por encima de
sus cabezas; son un potencia en movimiento que hará lo que sea por mostrarse fuerte y preparada para arreglar
lo que está mal hecho. Fuente Ovejuna de Lope de Vega es un ejemplo perfecto de este pueblo en armas que
lucha por la justicia y por su honor como comunidad y, en este caso, al igual que en La vida es sueño tiene una
función dramática esencial para la obra: es quien genera la posibilidad de desenlace en el desarrollo de la obra.

Las acciones de la obra y paralelismos


La vida es sueño presenta dos acciones: la lucha de Segismundo por recuperar su libertad nunca obtenida, y la
de Rosaura por recuperar su honor. Desde un comienzo puede percibirse el paralelismo entre estas dos tramas.
En la jornada primera [escena II] se encuentran por primera vez estas dos vidas, relacionadas por el hecho de
haber caído ambas en las leyes desastrosas del Destino. Además de esto, sus vidas se soportan, se
complementan y se ayudan mutuamente: la presencia de Rosaura en la torre apacigua el dolor de Segismundo; y
la terrible situación de este último hace sentir menos desdichada a la triste Rosaura.
Por otro lado, se encuentra otra relación entre las acciones de Segismundo y las de Rosaura en que ambos
comparten la idea de que vivir en agravio y en desdicha no es vivir, por lo que ambos tienen la ilusión de
desatar su venganza contra aquello que les ha privado de su honor humano: Rosaura quiere vengarse de Astolfo
por este haberle quitado su honor y Segismundo anhela vengarse del cielo o de quien sea que lo ha metido en
esa tumba bestial en la cual se ve sumido. En los versos 2428-29 “¿Quién, Astolfo, podrá parar prudente,/ la
furia de un caballo desbocado?”, Calderón muestra la relación de la venganza de Segismundo con la venganza
de Rosaura utilizando, en boca de Basilio, la misma metáfora con Segismundo que, al comienzo de la obra,
había dicho Rosaura sobre su condición de caballo desbocado que nada ni nadie puede detener, “Hipogrifo
violento,/ que corriste parejas con el viento,/ ¿dónde, rayo sin llama,/ […]te desbocas, te arrastras y despeñas?”
(v. 1-3,8).
Otro paralelo entre las dos vidas es que desconocen su verdadera posición e identidad, la cual le esconden sus
padres: Rosaura no tiene conciencia de ser hija de Clotaldo y Segismundo aún no sueña con ser el hijo del rey
Basilio. Y esta ficción en la cual han sido introducidos por sus padres, los lleva a ambos a vivir en un disfraz:
Rosaura se disfraza por culpa de su deshonor para no perjudicar el honor de su amo (y padre) Clotaldo;
Segismundo es disfrazado sin tener consciencia de ello, es apartado de su real condición para no perjudicar, al
igual que Rosaura, el honor de su padre Basilio. Luego a ambos se les entrega su verdadera posición pero
disfrazándola como ficción: Clotaldo le da a Rosaura el título de dama pero sin decirle que es su hija y Basilio
le entrega a Segismundo el trono pero haciéndolo pasar por sueño. Esto lleva a que ambos actúen ser lo que son,
pero no en la realidad sino en una ficción, en un sueño. Actúan sin saber que la ficción en la que viven sí es la
realidad y que al final terminará siendo la misma ficción porque “en el mundo, en conclusión,/ todos sueñan lo
que son,/ aunque ninguno lo entiende” (v.2175-77).

Finalmente, en la jornada tercera [escena X], las dos acciones se unen en una sola. Rosaura se une a la lucha de
Segismundo para que este le ayude a reparar el daño que Astolfo le ha causado. Las dos vidas, que hasta este
punto de la obra llevan un rumbo paralelo, se unen en un camino, para llegar a un único final y a un sólo
destino, “a los dos juntos importa/ impedir y deshacer/ estas concertadas bodas:/ a mí, porque no se case/ el que
mi esposo se nombra,/ y a ti, porque, estando juntos/ sus dos estados, no pongan/ con más poder y más fuerza/
en duda nuestra vitoria” (v.2893-901). Los caminos llevan a Segismundo y a Rosaura a luchar contra un mismo
enemigo para remendar ambos su honor y vengarse o hacer justicia.

¿Hay una estructura circular?


Aunque la obra no presenta una circunferencia absoluta, sí pueden vislumbrarse destellos de circularidad en
algunas de sus situaciones. Por ejemplo, el “entrar y salir” de Segismundo de un sueño a una realidad y de una
realidad a un sueño puede considerarse como circular. Segismundo siente que está girando constantemente
alrededor de un mismo punto. El Hado lo hace bailar, yendo y volviendo, de una realidad a otra: de la torre al
castillo, del castillo a la torre; de un sueño a otro sueño.

Otro caso de circularidad en la obra es la constante predicción y acción. Una especie extraña de “eterno retorno”
en la cual todo se dice y luego sucede. Son una cantidad de pequeñas estructuras circulares que funcionan en la
forma de una advertencia y luego en el desarrollo de esta misma. La advertencia de los astros sobre el destino
tiránico de Segismundo vuelve a suceder, pero ya no en el mundo de las palabras sino en el de los hechos. De la
misma forma Clotaldo lo previene constantemente de la posibilidad de que todo lo que haga no sea más que un
sueño para luego volver a ser un sueño, pero ya no en los ojos de Clotaldo y Basilio, sino en los de Segismundo.

Estos guiños de circularidad en La vida es sueño pueden compararse con los de El burlador de Sevilla. Al igual
que a Segismundo, a Don Juan Tenorio constantemente se le hacen avisos de su final desastroso, los cuales
claramente se concretan. Creería correcto afirmar que, además, estos avisos a Don Juan son fundamentales en la
obra y se encuentran, al igual que en La vida es sueño, regados por toda la acción. Son tan constantes que se
alcanzan a considerar como preámbulo a un estribillo: “¿Tan largo me lo fiáis?”[Cf. Tirso de Molina]. Luego
de cada advertencia de su futura caída al infierno llega esta frase que marca la circularidad que se repite hasta
llegar la muerte del Burlador.

Espacios dramáticos
La acción gira en torno a dos espacios dramáticos en concreto: la torre y el castillo. Calderón, en contra de las
unidades del teatro sugeridas por las lecturas de Aristóteles (Poética), genera cambios de lugar “prohibidos”
dentro de las jornadas de su obra (Jornada I, [escena V]; Jornada II, [escena XVII]; Jornada III, [escenas V,
IX]), esto puede deberse a una búsqueda de crear un impacto más fuerte en el espectador, entre las dos escenas
que quiere contrastar. Pero no es sólo con este abrupto cambio de lugar que Calderón genera una oposición
escénica: juega con imágenes, símbolos e ideas opuestas para marcar con precisión la estructura de cada uno de
sus espacios y concretar las funciones que tienen ambos en el desarrollo de la obra.
Hay un contraste fundamental en el cual se basa Calderón para desarrollar sus dos escenarios: “lo que hay de
hombres a fieras/ hay desde un monte a palacio” (v.1434-35). Esta frase de Astolfo define perfectamente el
contraste entre ambos espacios. La torre (que se encuentra en un monte) está alejada de cualquier destello de
civilización; es un lugar dominado por la naturaleza; por la inteligencia de las aves y las plantas; por el silencio
y la oscuridad; es el lugar donde no se podrá saber nada más de lo que las bestias quieran enseñar. Para un
hombre, la torre es el lugar de la incomprensión, del sufrimiento por no estar en el lugar en que se debe; por no
ser el hombre que se merece ser. Para Segismundo la torre es el lugar de búsqueda de respuestas sobre esa
terrible realidad de muerto viviente en la que ha sido obligado a existir; es el terror de sentirse alienado de su
verdadera existencia; el suplicio de saber que él no merece tener que morir vivo en un sepulcro y sin
comprender las razones por las cuales está ahí.

Mientras tanto el castillo refleja todas las imágenes opuestas. Es el lugar del día, de la claridad, del estudio y de
la alta inteligencia racional. Es el lugar en el cual todas las preguntas sin respuesta de Segismundo; todas las
tinieblas de su cabeza, se aclaran con el sol del castillo; la oscuridad en la cual se veía sumido Segismundo en la
torre es aniquilada por la luz del entendimiento humano.

Es curioso el hecho de que un castillo y una torre, en el fondo, son exactamente lo mismo: un fuerte construido
en piedra que tiene como fin no permitir la entrada del “mal”. Lo curioso es que pueden ser utilizados como
elementos absolutamente opuestos dependiendo de la visión que se tenga de qué es ese “mal”: el castillo para no
permitir la entrada del “mal” que es representado por la bestialidad; y la torre para no permitir la entrada del
“mal” que ahora es representado por la civilización. Son dos lugares iguales que se distinguen únicamente por la
arbitrariedad del término “maldad”. Es también interesante el hecho de que el momento de concilio entre los
mundos de la bestia y del hombre (jornada IV [escena IX]) se desarrolla fuera de ambas murallas. Un lugar
neutral en el que la racionalidad, Basilio, se pone a los pies de la bestia, y donde la bestia, Segismundo, se
arrodilla ante la racionalidad.

El “Sueño”
Este es un factor que se encuentra en constante evolución durante el transcurso de la obra. Dependiendo del
personaje y de la situación en la que se encuentra este, su significado y su valor cambian drásticamente.

El “sueño” aparece por primera vez en la obra en el diálogo entre Basilio y Clotaldo en la segunda jornada
(v.1098-1155). Aquí se encuentra al sueño como una herramienta usada por Basilio para poder transformar la
realidad en ficción: el primer día que pasa Segismundo en el castillo podrá ser disimulado, si es necesario
disimularlo, convirtiéndolo en sueño. La realidad sólo es real cuando se mantiene viva; al acabarse, pasa de ser
la realidad a ser un simple recuerdo borroso que sólo puede sentirse en la mente; imágenes inconclusas que a
difícilmente logran ser algo concreto sin la ayuda de la imaginación; “llegué a saber/ que toda la dicha humana,/
en fin, pasa como un sueño” (v. 3312-14); un sueño, el constante paso de un sueño a otro sueño que no termina
hasta despertar eternamente en el sueño de la muerte.

El “sueño” toma entonces una proporción más grande que la de llana imaginación de un durmiente: el que está
despierto, sin saberlo, también sueña, sueña que es lo que es y actúa según las reglas que le impone el personaje
que está representando. Y así transcurre la vida: de papel en papel, de sueño en sueño; “porque en el mundo,
Clotaldo, / todos los que viven sueñan” (v. 1148-49). Segismundo luego de haber sido devuelto a la torre se da
cuenta de esta pequeña realidad (v.2148-87). Entiende que el actuar como una bestia ociosa no le va a llevar a
ningún bien. Entiende que todo el presente, al irse al pasado, queda en la memoria como un simple sueño; y si la
vida no es más que ese salto de piedra en piedra, de ilusión en ilusión, pues, ¿de qué sirve ser bueno en el sueño
despierto, si en el sueño dormido se es un demonio? Al final ambos son lo mismo y una sola cosa: sueños. Aquí
se nota la presencia del filósofo Séneca: la creencia de que todo bien temporal es mezquino; las vidas que uno
lleva son indiferentes y ser bueno es lo único importante; ser virtuoso, no en busca de una recompensa en la
vida, sino en la virtud como premio de sí misma.

Aquel monólogo sobre la ambigüedad del “vivir”, le permite al lector-espectador ver el último paso de la
evolución de Segismundo bestia al Segismundo hombre. Con sus palabras genera un quiebre entre el pasado
manejado por el Hado y el presente manejado por el raciocinio humano. Es este cambio en la mente de
Segismundo el que permite el desenlace de todos los nudos que se han ido acumulando en el transcurso de la
obra.

Calderón muestra, con esta teoría de la existencia, a la vida como una larga obra de teatro en la que cada uno
toma y desarrolla su papel: “Sueña el rey que es rey, y vive/ con este engaño mandando, / disponiendo y
gobernando” (v.2158-60). “todos sueñan lo que son” (v.2176), a veces fingiéndolo como en el caso de los
servidores del rey, donde todos actúan lo que son al despertar Segismundo en el castillo; pero la gran cantidad
de las veces no es fingiendo que se actúa, sino al contrario: se actúa lo que se es intentando hacer más real ese
sueño que se vive. Pero Calderón no se queda en mostrar el gran teatro de la vida; no sólo muestra la obra, sino
también permite ver al espectador. Clarín, el gracioso, es introducido en La vida es sueño en actitud de
espectador de ese mundo. Es mantenido fuera de la acción, al margen de todo lo que pasa y es esto lo que le
permite tener una posición similar a la del lector-espectador fuera de la obra. En su soliloquio de los versos
1171-77, Clarín deja clara su posición de espectador de una obra de teatro que lo entretiene: “tengo de ver
cuanto pasa;/ que no hay ventana más cierta/ que aquélla que, sin rogar/ a un ministro de boletas,/ un hombre
trae consigo;” (v.1170-74). Calderón utiliza un doble sentido en las palabras de Clarín para generar una relación
entre la forma de ver una obra de teatro y la forma de ver, sin ser visto, al mundo que lo circunda: el “ministro
de boletas” no es más que el encargado de vender las entradas al corral de comedias; y la “ventana” es el lugar
desde el cual se puede ver la obra sin pagar y sin ser visto. Clarín es un ojo exterior que mira, juzga y se ríe de
todo lo que sucede a su alrededor.

El Hado y el poder de las estrellas


El estudio mayor del Rey es la lectura de los astros que “en papel de diamante, /en cuadernos de zafiros,
/escribe con líneas de oro” (v.634-36) el nacimiento de su hijo Segismundo. Las estrellas dicen que este será un
cruel e impío tirano que a las canas de su padre usará de alfombra, y que llevará a la traición y al vicio a todo el
miserable pueblo de Polonia. Esta es la ley que Basilio lee en la agresiva posición del sol y de la luna en el
nacimiento de su hijo; esta es la “violencia cósmica”, en la cual todos los astros conspiran para marcar el
destino de un recién nacido; y este será el preludio que llevará a Basilio a ahogarse en un mar de angustias y que
pudrirá a Segismundo en el sepulcro de su torre.

El Hado parece ser el desencadenante de toda la serie de sucesos que caerán sobre Rosaura, Segismundo y sus
padres, aunque no podemos olvidar que esos padres tomaron decisiones. Se presenta como una fuerza
desconocida que entrega sus anuncios con las estrellas y muestra su poder con las desgracias que ocasiona.
Desde el comienzo de la obra los personajes dejan plasmado al Hado como un ojo panóptico y una mano
omnipotente que designa a su albedrío el destino de los hombres, “yo, sin más camino/ que el que me dan las
leyes del destino,” (v.12-13), Rosaura expresa la falta de poder que tiene el humano frente a la ley del cielo;
nada es culpa del hombre ya que él no tiene decisión alguna sobre lo que le pasa o deja de pasarle; las estrellas
marcan su camino y el hombre no puede hacer más que seguirlo. Aquí también se encuentra la fuerte influencia
de Séneca en Calderón: el mundo para los personajes de La vida es sueño, como para Séneca, es un todo que
depende del dictado de un poder superior, el cual dirige y encamina las cosas a su voluntad; como diría Jorge
Luis Borges: algo que no se nombra con la palabra azar rige estas cosas. ¿Qué importa la palabra con la cual se
le nombre en la obra: Hado, Destino, Providencia, leyes de los astros o Dios, si (como dijo también Borges) es
indiviso y uno el anatema? Para Calderón el mundo entero gira alrededor de la decisión divina pero, a su vez, y
ahora siguiendo a los humanistas, cree en el poder y en la voluntad del hombre para poder sobrepasar al cielo.
Basilio, que es probablemente el que más se deja influenciar por el poder de las estrellas, es a su vez el que más
consciencia tiene de la fuerza del ser humano. Por un lado, toma la decisión de encerrar a su hijo en una torre
por el mensaje de terror que le han mandado las estrellas; pero, por otro lado, deja claro que “el hado más
esquivo,/ la inclinación más violenta,/ el planeta más impío,/ sólo el albedrío inclinan,/ no fuerzan el albedrío”
(v.787-791). La voluntad del ser es más poderosa que las leyes de los astros; la ley designa pero el hombre tiene
el poder de decidir si su destino se cumple o si se irá por otros senderos.
El problema con la prueba hecha por Basilio a Segismundo es que, aunque le abrió las puertas a su hijo para que
demostrara que su albedrío podía superar al poder de las leyes del Hado, se olvidó de que el albedrío y el poder
de decisión de un hombre que ha vivido como bestia desde su nacimiento no podrá ser muy amplio. Un hombre
que nunca ha tenido las riendas de la libertad, al agarrarlas, no tendrá otra posibilidad que la de chocar contra el
mundo. Segismundo antes de salir de la torre ya es consciente de este hecho; es consciente de que es hombre, de
que tiene alma, de que está hecho para mucho más de lo que le ha sido designado y sufre infinitamente por no
tener la libertad de ser quien es. Su primer monólogo (v.102-172) es un llanto desesperado que busca en la
oscuridad de su sepulcro las razones por las cuales él, un hombre, teniendo tanta alma tiene tan poca libertad.
Segismundo sufre desconsoladamente porque sabe que él no merece estar allí; sabe que él nació para ser mucho
más de lo que le ha sido otorgado y no es necesario que sepa que es un rey arrancado de su trono para
concientizarse y luchar por sus derechos (al menos en este primer momento), él no tiene conciencia de que es
rey pero sí tiene conciencia de que es hombre, y el destino que le ha caído encima no es el que se merece un
hombre sino el de una simple bestia. Llora por saber que su cuerpo y su mente están atrapados en un caparazón
que no es el suyo; y no es hasta que Clotaldo le cuenta su verdad de príncipe que logra darse cuenta de que no
fue el Hado quien lo mandó a un calabozo: fue su padre. En el diálogo entre Basilio y Segismundo de los versos
1476-1531, este último muestra claramente que no fue la ley del cielo, sino la decisión de su padre la que le
cegó la posibilidad de ser libre; y en la última escena de la obra reafirma esta posición demostrando que el Hado
fue sólo un aviso, quien creó la bestia fue el rey: “Si a cualquier hombre dijesen:/ “Alguna fiera inhumana/ te
dará muerte”, ¿escogiera/ buen remedio en despertallas/ cuando estuviesen durmiendo?” (v.3186-90). Si Basilio
hubiese dejado a la bestia dormir, y hubiese criado a su hijo como un ser humano civilizado, el Hado jamás se
habría cumplido; pero el miedo y la angustia que carcomían a Basilio fueron más fuertes que el raciocinio.

Marzo 2008.

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