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Artículos de Fe I.E.P: “Analizando su historia, objetivos, y efectiva


aplicabilidad”.

Para analizar bajo cualquier perspectiva posible los artículos de fe de una colectividad
cristiana, es necesario, en primer lugar, definir el concepto, es decir señalar que debemos
entender por “artículos de fe”, y finalmente, recurrir a la historia que derivó en la
verbalización y posterior escrituración de los mismos. Éste es uno de los objetivos1 que se
plantea el presente análisis, dar a conocer los lineamientos doctrinales de la Iglesia
Evangélica Pentecostal (en adelante I.E.P), explicar qué debe entenderse por “artículos de
fe” y comprender el trasfondo histórico de los mismos.

Es posible definir el concepto compuesto “artículos de fe”, como un “listado de


lineamientos doctrinales, los cuales resumen, y generalmente definen, la teología
fundamental de una iglesia dada”. El concepto teología proviene del griego, palabra
compuesta formada por theos (“Dios”) y logos (“estudio”). La teología es, de esta forma, la
ciencia que se encarga del estudio de las características y propiedades de la divinidad. La
teología cristiana es simplemente el intento de comprender a Dios tal como Él es revelado
en la Biblia. Pero sabemos, que ninguna teología explicará en toda su plenitud a Dios y Sus
caminos, porque Dios es infinita y eternamente más alto que nosotros. (cfr. Ro 11:33).

Por su parte, el carácter y formación de los “artículos de fe”, deben ser entendidos
bajo la lente prístina de la historia de la Iglesia Cristiana, pues de ésta se extraen muchos de
sus significados, así como también sus limitaciones. Ahora bien, estos lineamientos
doctrinales cumplen principalmente tres objetivos fundamentales, los cuales son:

1. Sistematizar doctrina2 con el fin de unificar visiones con todo el cristianismo3.


2. Establecer las doctrinas claves, dejando en claro las que no son válidas para la fe. Y
finalmente,
3. Dar uniformidad al pensamiento doctrinal de todo aquel que se dice ser parte de una
entidad evangélica o protestante.

Sin embargo lo anterior, no es recomendable bajo ninguna circunstancia elevar estos


preceptos al carácter de dogma o credo dentro de la vida cristiana, como también
considerarlos la totalidad de la doctrina, pues éstos en realidad configuran una carta abierta
al “carácter creador” del Espíritu Santo, estableciendo un punto de partida para el cristiano.
En resumen, representan las afirmaciones de fe de las doctrinas universales y la posición
distintiva de la herencia protestante. En definitiva, la pregunta que viene al caso es ¿cuál es
el lugar que deben tener los “artículos de fe” en la Iglesia y en el desarrollo eclesiástico? Para

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responder a esta interrogante citaremos las palabras de nuestros amigos de Teología


Wesleyana, quienes señalan que “aunque [los artículos de fe] no significan una autoridad de
tipo dogmático, sin embargo, son el criterio nivelador de una posición doctrinal en la Iglesia.
La Confesión de Fe no solamente es un documento que ayuda a la propia Iglesia a dar razón
de sus creencias sino que sirve a los creyentes a profundizar en aquellas enseñanzas que
contribuyen a una espiritualidad fundamentada en el conocimiento, el estudio y el
aprendizaje”4.

Es importante señalar que los preceptos doctrinales que la I.E.P ostenta5, que venga
al caso, son veinticinco y se materializan en las primeras páginas de nuestros himnarios6,
como también, en el Libro de Estatutos de la Iglesia Evangélica Pentecostal, en el Título
Primero, Artículo Segundo, son herencia innegable de sus raíces metodistas, doctrina que
recibió de forma plena y sin mayores modificaciones7. Al respecto, es menester recordar que
el primer Superintendente, pastor reverendo Willis C. Hoover, era, -en 1909-, pastor de la
Iglesia Metodista Episcopal y Superintendente8 del distrito central en Chile, por ende, él
abrazaba a cabalidad los 25 artículos de fe que sustentan la doctrina metodista, los cuales a
su vez derivan de la selección exhaustiva realizada por John Wesley, -fundador del
metodismo-, de los 39 artículos que constituyen las bases doctrinales de la Iglesia Anglicana.
Por su parte, los artículos de fe anglicanos encuentran el quid de su sustancia en la época de
la Reforma Inglesa, siendo el resultado de un largo período de trabajo y agitación que duró
aproximadamente 35 años (1536-1571).

En relación a lo antes expresado, es en el siglo XVIII, exactamente en el año 1784, en


el contexto de la Primera Conferencia de predicadores metodistas, que John Wesley
presentó la ya citada selección doctrinaria, considerando estos puntos como esenciales para
el naciente movimiento metodista. Cabe destacar que Wesley no consideró los principios
relacionados con:

1. El descenso de Cristo a los infiernos,


2. Los Credos,
3. La predestinación y elección,
4. La autoridad de la Iglesia,
5. La autoridad de los Concilios Generales,
6. El ministrar en las iglesias,
7. Las homilías, entre otros9.

La importancia de estos postulados no es menor, pues estos 25 artículos de fe,


representan en primer lugar, la tradición de la Iglesia, previo legado histórico metodista, la

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cual a su vez deriva de los preceptos de la Reforma, y representan la doctrina de la fe, el sello
distintivo de la reforma, un proceso de reflexión que aún no acaba, y una acto de apologética
innegable. Pero aun vislumbrando la relevancia que conlleva la existencia y estudios
metódicos de estos preceptos, no es posible, como ya se señalaba antes, considerarlos como
los únicos en temas de doctrina, pues el mismo John Wesley reconoció que existían tres
clases de aristas doctrinales: doctrinas esenciales, controversiales y especulativas. En cada una
de ellas es dable realizar un ejercicio creativo, ansioso de enriquecer y seguir construyendo.
En otras palabras, es un hecho irrefutable que existen conceptos claves que son elevados al
nivel de dogmas, pero hay otros que pueden reforzarse con nuestra reflexión como
creyentes maduros10.

Ya se ha definido el concepto de “artículos de fe”, se ha explicado la importancia de


éstos en la vida y desarrollo de la Iglesia, se ha expuesto el contexto histórico en el que
recibimos esta herencia doctrinal, se ha señalado la forma en que deben ser considerados,
entre otros puntos. Pero lo que realmente preocupa es cuán internalizados están y cuán
importantes son en la vida comunitaria de la iglesia, cuánto de ellos se sabe, cuánto de ellos
es practicado, cuánto de ellos se enseña a los jóvenes, cuánto de ellos les identifica.

Hoy es lamentable observar la situación de la Iglesia, y constatar la ignorancia con


respecto a éstos y otros temas teológicos, lo poco que se valora su influencia en la vida del
creyente, la prescindencia que se hace de ellos en favor de una
malentendida “espiritualidad”, esto último debido quizás, -y entre otros factores-, al mal
comprendido sentir del pastor Hoover, quien señalaba que lo que él negaba no era la
teología, sino un tipo específico de teología; la teología liberal, que, en palabras de Will
Graham: “en los últimos dos siglos, se ha convertido en la peor amenaza contra el
cristianismo bíblico, y paradójicamente, no ha surgido desde las otras religiones mundiales
más destacadas tales como el islam o el budismo, sino dentro de la misma Iglesia. Es el peligro
de la teología liberal, la cual, haciéndose pasar por cristiana, niega prácticamente todo lo que
enseña la Palabra de Dios”.

En octubre del año 2017, conmemoramos 500 años de la Reforma Protestante


Europea, por ende, es necesario más que nunca, meditar y observar el mundo religioso
protestante, y reconocer cómo éste se ha “embriagado” de corrientes que han afectado su
forma de interpretar las doctrinas fundamentales. Aún más, en el mismo contexto evangélico
actual, existen posturas que se contraponen a las Escrituras, en un modo práctico e
interpretativo, que inclusive han provocado cismas y dividido la fe11. Es profundamente
lamentable, pero la pregunta que atañe hoy a la Iglesia no es si es que está o no contaminada
por estas corrientes, sino, cuán contaminada está, es por esta razón que las palabras de

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nuestro Señor Jesucristo, expuestas en el Evangelio según San Juan, alcanzan en estos
tiempos una notoriedad aun mayor, y ofrecen el único medio idóneo para corregir
nuestras “embriagadas” practicas doctrinales, señalándonos la necesidad imperiosa
de “escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;
y ellas son las que dan testimonio de mí”. (cfr. San Juan 5:39).De igual forma, en la actualidad
es indispensable hacer propios los consejos del Apóstol Pablo a su amado hijo en Cristo Jesús,
Timoteo, de persistir en lo que se ha aprendido, en lo que se fue persuadido, y saber de quien
se ha aprendido, pues estas enseñanzas, basadas fielmente en las Sagradas Escrituras, son
las únicas que nos pueden hacer sabios para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. No
olvidándonos, de predicar la palabra, de instar a tiempo y fuera de tiempo, redargüir,
reprender y “EXHORTAR CON TODA PACIENCIA Y DOCTRINA”. (cfr. 2° Timoteo 3: 14-15; 4: 1-
2.).

AMÉN, A DIOS SEA LA GLORIA.

• NOTAS:
1. Más adelante se plantearán los otros objetivos que persigue el análisis, los cuales
darán el énfasis pertinente y ayudarán a entender la lógica de su redacción.
2. La doctrina cristiana, el vocablo doctrina significa literalmente enseñanza o
instrucción, se puede definir como “las verdades fundamentales de las Sagradas
Escrituras ordenadas en forma sistemática”, o como “la apelación de Dios de una
verdad tal como se encuentra en las Escrituras Sagradas”.
3. Esto es lo que lleva a Wesley a referirse al metodismo como “catolicidad metodista”
o iglesia cristiana universal.
4. http://teologiawesleyana.wixsite.com/teologiawesleyana. Énfasis del transcriptor.
5. Por lo menos en teoría, pues de su práctica no uniforme, derivan muchos de los
problemas y diversas corrientes doctrinarias, que actualmente corrompen la Iglesia,
y que ya constituyen “horrores” (más que errores) doctrinales.
6. Himnario Iglesia Evangélica Pentecostal, Registro N° 105.871, Imprenta EBEN –EZER,
Edición 2017, pp. 6 – 26.
7. En próximos análisis, revisaremos la modificación de los artículos de fe números 17 y
22.
8. Manuel Alveal Vera: “En la Iglesia Metodista, el título de Superintendente
correspondía al grado de la autoridad máxima de un distrito, y no de la denominación.
Ahora bien, como en 1910, la Iglesia Metodista chilena sólo era un distrito de la Iglesia
Metodista norteamericana, el Pastor Hoover heredó el título de Superintendente

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como autoridad máxima de la Iglesia Pentecostal chilena. Este título administrativo


es el que identifica a la máxima autoridad de la IEP, a diferencia de la Iglesia Metodista
Pentecostal y restantes denominaciones pentecostales que incorporan más adelante
el título de Obispo”. También debe tenerse en consideración que el pastor Hoover
nunca dejó de considerarse metodista, lo que transmitió a la Iglesia durante toda su
vida.
9. Miguel Ángel Ulloa, “Los 24 artículos de fe de la tradición metodista”, Iglesia
Metodista de Chile – La Parroquia sin fronteras III, Los Artículos de Fe, Mayo 2015,
Santiago.
10. Ídem.
11. Ídem.

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