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Sociologías de la modernidad

Itinerario del siglo XX

D anilo M artu ccelli

Trad ucción de C arlos Iturra

S o cio lo g ía | c i e n c i a s h u m a n a s

Universidad de Chile
C A PÍT U LO II
Talcott Parsons (1902-1979), o la tentación de la
integración perfecta

La concepción de la m odernidad de Parsons se construye en la intersec­


ción de dos problem áticas: por un lado, un proceso central y privilegiado
de diferenciación creciente de los ám bitos sociales y, por otro lado, una
preocupación constante por dar cuenta, dada la contingencia irreprimible
de las interacciones h um anas, de su integración y coordinación. Doble
configuración que da, a pesar de los cam bios considerables, la unidad de
su concepción de la sociedad m oderna. Su obra oscila en efecto sin cesar
entre el carácter aleatorio y frágil de la interacción social, o del intercambio
entre sistem as, y la búsqueda de una explicación plausible en cuanto a su
estabilidad, otorgando a la socialización una función explicativa primordial.

I. Al inicio e stá la acción

U n sistem a de acción está com puesto por varios elem entos: un actor;
una m eta, es decir un objetivo futuro hacia el cual se dirige la acción; una
situación, cuyo estado inicial es diferente del estado final apuntado, y cuyos
elementos se diferencian según sean o no susceptibles de ser controlados por
el actor (las condiciones escapan a su control, al contrario de los recursos), y,
finalmente, la relación particular existente entre todos estos elem entos1. La
acción es determinada por un contexto e informada por una intencionalidad
que apunta a un fin. Lo social, estructurado com o sistem a, se da entonces
incluso antes de toda form a de acción que no hace m ás que desplegarse allí.
Dicho de otra form a, la acción supone siem pre un actor, una situación, la
búsqueda de un fin y, especialm ente, la definición de todos estos elem entos
mediante criterios norm ativos comunes. La acción es siempre un sistem a,

1 Talcott Parsons, The Structure o f Social Action. A Study on Social Theory with Special
Reference to a Group o f Recent European Writers (Clencoe, Illinois: The Free Press, 1949),
44.
es decir, lo resultante de un conjunto de elementos analíticos que el sociólogo
debe em peñarse por descomponer.
Talcott Parsons destrona así el privilegio, un tanto desmesurado, otorgado
a la acción racional en el análisis utilitarista. Para él, la acción es racional «en
la m edida en que persigue fin e s posibles en las condiciones de la situación
y por medios que, entre los que el actor tiene disponibles, son intrínseca­
m ente más adecuados para el fin en cuestión por razones com prensibles y
verificables a través de la ciencia empírica positiva»2. Los «fines posibles»
significan que el sentido preexiste a la acción, que la acción es producida
en un marco de relaciones sociales y de situaciones constituidas y visibles,
en fin, que la acción no configura al sistem a, sino que obtiene de él su
racionalidad. Si una acción es significativa, su racionalidad se define por
su capacidad de ser inteligible, no solam ente en función de las m etas bus­
cadas por el actor, como lo es de cierta m anera en el caso de Weber, pero
en la m edida en que esta se inserta en un marco de significado com ún a
los actores. Así, el verdadero problem a no es otro que el hecho de que toda
acción sea una realidad inteligible a pesar de la autonom ía de sentido de la
cual dispone cada actor3.
Aunque Parsons concuerda con Weber sobre la im portancia del sentido
subjetivo en la acción social, son m ás bien las form as de acción instituidas
e internalizadas por el actor bajo form a de norm as las que delim itan el
sentido de las acciones. El significado de la situación y de la acción excede
siem pre al actor individual, aun cuando este perm anezca relativam ente
indeterminado. El problem a es entonces estudiar la acción hum ana en un
doble nivel: por una parte, como una acción reflexiva, donde el actor es
menos m ovido por fuerzas que por la aceptación de valores y de norm as que
producen acciones voluntaristas y gratificantes, y, por otra parte, como una
acción que supone diversos m ecanism os de coordinación que perm iten la
regulación de las interacciones entre actores o entre subsistemas sociales. Es
decir, hasta qué punto, y a pesar del lugar otorgado por la teoría a la elección
de los individuos, la acción no es m ás que el resultado de una actualización
de com petencias norm ativas adquiridas, lo que permite comprender por lo
demás la previsibilidad de las acciones, el hecho que los individuos ejecuten
prácticas comunes, se ubiquen en el seno de una situación definida por un
cierto acuerdo norm ativo preestablecido.

2 Ibíd., 58.
3 Para las diferencias entre Parsons y Weber, cf. Wolfgang Schluchter, Racionalism, Religión
and Domination. A Weberian Perspective (Berkeley: University o f California Press, 1989),
cap. 2 ,5 3 -8 2 .
A l igual que Durkheim , Parsons b asa el an álisis sociológico sobre la
crítica del utilitarism o y del positivism o4. En su opinión, no es posible ni
plantear el carácter puramente contingente de los fines últimos de la acción
ni disolverlos en un puro movimiento de adaptación a situaciones externas.
Para Parsons, y esta será la intuición fundacional de toda su obra, el orden
social no puede ser la pura resultante aleatoria de las preferencias desorga­
nizadas y espontáneas de los actores. Es en su opinión, lo propio del «dilema
utilitarista», a saber, que si logra preservar la voluntad y la subjetividad de
los actores, debe perm anecer individualista y no puede entonces explicar el
orden social. Si desea dar cuenta de ello, está obligado a recurrir a concep­
ciones hereditarias o acentuar las coacciones m ateriales, elim inando así el
carácter voluntarista de la acción humana. Por el contrario, las elecciones
realizadas por los actores descansan sobre un sistem a de valores com ún a
unos y otros. La acción social se basa en relaciones de expectativas recíprocas
entre los actores como asim ism o sobre un cierto número de obligaciones.
Es en su opinión, la única m anera de responder al problem a de Hobbes, es
decir, a la explicación del dilema del orden social tal como este se plantea
en el marco de un pensam iento utilitarista5. En resumen, «el orden social es
siempre un orden fáctico en la m edida en que es susceptible de un análisis
científico, pero el orden social no puede tener estabilidad sin el funciona­
miento efectivo de ciertos elem entos norm ativos»6.
La im portancia central de Durkheim en la historia de la sociología, según
Parsons, proviene entonces justamente de haber descubierto «la obligación
moral que m otiva al individuo a obedecer una regla dada» y «a percibir que
la perm anencia de estas reglas supone un conjunto de valores com unes»7,
pero especialm ente que los valores com únm ente com partidos «participan
en la form ulación de los fines m ism os»8. Lo im portante es dar cuenta del
meollo de las relaciones en el cual se sumerge la acción, del m arco cultural
común en la ausencia del cual ninguna acción tendría sentido. Sin embargo,
este marco cultural, por com ún e integrado que sea, no dicta jam ás com ple­
tamente la conducta de los actores. El carácter norm ativo de la acción no es
nunca un programa; a lo sumo, un conjunto de las com binaciones posibles

4 Para una presentación detallada de esta lectura crítica parsoniana, cf. Frangois Bourricaud,
«Introduction. En m arge de l’oeuvre de Talcott Parsons: la sociologie et la théorie de
l’action», en Talcott Parsons, Eléments pour une sociologie de l’action (París: Plon, 1955),
1-107.
5 Parsons, The Structure o f Social Action, 89-94.
6 Ibíd., 92.
7 Ibíd., 710 .
• Ibíd., 337.
en el seno del cual el actor term ina por construir su acción en función de
las situaciones y de los diferenciales de socialización. Los valores, como
las norm as y las funciones, no operan entonces m ás que como límites de
elección para los actores, definiendo elem entos que tienen cierta compati­
bilidad entre ellos y que son susceptibles de entrar en una gran diversidad
de com binaciones prácticas.
Es la razón por la cual la acción es siempre la resultante de una «tensión
entre dos órdenes diferentes de elementos, el norm ativo y el condicional»9.
El olvido de uno o de otro elimina la noción m isma de acción, rebajada, ya
sea a una versión positivista (donde se suprime el espacio voluntarista de
la elección individual), o bien a una concepción puramente idealista (donde
no se hace de la acción m ás que una pura em anación de valores). El actor
enfrenta al mundo tanto a través de elementos cognitivos como normativos.
O para decirlo mejor, los elementos cognitivos se desprenden hasta un cierto
punto de los fines norm ativos legítimos. En el sentido fuerte del término,
la adecuación entre los m edios y los fines, por im portante que sea a la hora
de caracterizar una acción, es dependiente, incluso está subordinada, a la
existencia de un m arco norm ativo que estructura los fines socialm ente
posibles. La concepción de la acción de Parsons afirm a que, para que un
sistem a social exista, es necesario que con ocasión de su acción el individuo
obtenga algunas gratificaciones y que esta se inserte en un marco cultural
que le dé un significado sim bólico10.
Es esta idea de la acción la que se halla en el centro de la concepción
parsoniana de la doble contingencia de la realidad social. Cada actor es de­
pendiente de otro para la determ inación de su acción, pero la conducta del
otro es indeterm inada a m enos que se imponga a los dos actores un mismo
m arco de expectativas recíprocas. En ausencia de este universo normativo
compartido, ningún actor es capaz de anticipar el comportamiento del otro.
Es la búsqueda de las diversas form as norm ativas lo que retiene la atención
de Parsons, el hecho de que los actores interactúen mediante esquemas más
o m enos coherentes y estables.
La acción es siempre problemática, porque es la respuesta voluntarista
de un actor a una situación. En m uchos aspectos, una buena parte de la
obra de Parsons consiste en analizar y describir en dos grandes maneras
los m ecanism os de coordinación de las acciones en el seno de una socie­
dad cada vez m ás diferenciada. Primero que todo, la idea de que esta doble
contingencia de la acción es reducida por un sistema integrado de valores

9 Ibíd., 732.
10 Talcott Parsons, The Social System (Clencoe, IL:The Free Press, 1951), 27.
que asegura la articulación entre la sociedad, la cultura y la personalidad.
M odelo estructural-funcionalista, correspondiente a la fase interm edia
del pensam iento parsoniano, los sistem as de valores, cuya generalidad es
dem asiado am plia como para perm itir una d escripción adecuada de las
conductas sociales, dan lugar a variab les de configuración , verdaderas
estructuras m últiples de elección de los actores. En segundo lugar, y luego
del descubrim iento de la teoría de las cuatro fu ncion es (AGIL )11 y de su
generalización a los diferentes niveles y subsistem as de análisis, la coordi­
nación de las acciones será explicitada a un nivel m ás sistemático, gracias al
estudio de los medios simbólicos generalizados de intercambio que facilitan
la coordinación de la acción entre los subsistem as y al interior de cada uno
ellos. Sin embargo, de la respuesta m ás sim ple e inm ediata a la respuesta
más compleja y mediata, el problem a sigue siendo el mismo, ya que se trata
siempre de dar cuenta de la coordinación de las acciones o de los subsistemas
en una sociedad cada vez m ás diferenciada. Am bas respuestas descansan,
por una parte, sobre la prim acía analítica de la función de la socialización en
la integración de la sociedad y, por otra, sobre una concepción de la acción
en su calidad de sistem a. Los problem as dinám icos de integración de la
sociedad son el resultado de un equilibrio de las fuerzas que actúan en su
Interior con el fin de m antener o cam biar un sistem a social, pero en últim a
Instancia, ellas se basan en el análisis de los problem as de m otivación de
los actores en relación con las estructuras sociales. El problem a del orden
pasa a ser entonces el problem a del enlace entre una teoría psicologizante
de la m otivación y una teoría del mantenimiento estructural de los sistemas
sociales. Dicho de otra form a, el dualism o del individuo y del m undo social
está en el corazón m ismo de la perspectiva analítica de Parsons. Pero para
él, a diferencia de Durkheim, esta distancia m atricial proviene, al m enos
en su form ulación original, m ás de una problem ática epistem ológica que
de una reflexión histórica sobre la modernidad.

II. La coo rd in ació n d e las ac cio n e s

A nivel de la interacción

Toda sociedad requiere un sistem a coordinado de acción para funcionar.


La acción es la respuesta de un actor motivado, luego de cierta form a de
(tocialización, a una situación. Los valores se hallan siempre en el centro de

11 Acrónimo form ado por las iniciales de adaptation, goal atta'mment, intégration y lacence.
N. del. E.
la teoría parsoniana y definen varias alternativas posibles. La integración
de la sociedad se basa en la adhesión de los actores a valores comunes. Pero
Parsons muy rápidamente está consciente del carácter dem asiado general y
abstracto de esta respuesta'2. No hay relación directa ni inmediata entre el
sistema de valores generales de una sociedad y la acción realmente efectuada
por el actor. Insinuarlo sería quitar al actor toda posibilidad de evaluar su
relación con las situaciones y los objetos. Es por esto que las norm as deben
definirse a un nivel m enor de generalidad y deben ser mantenidas mediante
un sistem a de coacciones. En todos los casos, y aunque Parsons no haya
realmente explorado esta vía'3, insiste en repetidas ocasiones sobre la dife­
rencia irreprimible existente entre los valores y las situaciones. Los valores
son actualizados, de m anera im perfecta y parcial, en situaciones reales de
interacción, y el resultado no es m ás que un com prom iso entre los valores
y las situaciones. Sin embargo, los significados m ovilizados por los actores
al momento de las interacciones, como por ejemplo los supuestos intereses,
no son para Parsons sino explicitaciones de los valores. Desem peñan así
una función en la regulación de la acción, pero la determ inación exacta de
su grado de intervención es siempre una cuestión em pírica y no podría, en
ningún caso, deducirse de un a priori teórico. A sí definidos, los valores en
su calidad de involucraciones en la acción tienen un interés heurístico limi­
tado, pero no son m enos la piedra angular del modelo parsoniano. En este
período de su pensamiento, bien reflejado en sus obras de 1951, The Social
System y (con Shils y otros) Toward. a General Theory ofAction, Parsons está
convencido de que la cohesión de la sociedad es estrechamente dependiente
de un sistem a de valores generales, de ciertas instituciones sociales, y de un
conjunto de m otivaciones a nivel de la personalidad14. La estabilidad de la
sociedad proviene del hecho de que los valores propios del ámbito simbólico
de la sociedad se hallan también, por el hecho de la socialización, en la mente
de los actores. El actor actúa entonces en conformidad con las norm as que

12 Talcott Parsons, «D urkhelm 's contributlon to th e th eory o f Integration o f Social


System s» (1960), en Sociological Theory and Modern Society (Nueva York: The Free
Press, 1967), 3 -3 4 .
13 Lo que ju stifica en parte las críticas de G arfinkel. Cf. Harold Garfinkel, Studies in
Ethnomethodology (Englewood Cliffs: Prentice-Hall, 1967).
14 Esta propensión de Parsons a subrayar el equilibrio de un sistem a social o, por lo menos,
a postular la existencia de un marco normativo regulador a partir del cual se Interpretan
las desviaciones, estuvo en el centro de las críticas dirigidas a su obra por los partidarios
de una sociología del conflicto. Cf. Ralf Dahrendorf, Classes et conflits de classes dans la
société ¡ndustríelle (París: La H aye/M outon, 1972); John Rex, Key Problems o f Sociological
Theory, (Londres: Routledge and Kegan Paul, 1961); en Francia, especialm ente Alain
Touraine, Production de la société (París: Seuíl, 1973).
él ha hecho suyas, tanto m ás cóm odamente en cuanto sus acciones, en la
medida en que estas coinciden con las norm as del sistem a, son reforzadas
a la vez por recom pensas objetivas y por gratificaciones subjetivas. En esta
concepción normativa, la gratificación es concebida como un elemento no
despreciable del equilibrio social; ella es «una necesidad funcional primaria
de la personalidad»15.
Pero el refuerzo de la motivación del actor no elimina el problem a de la
elección al cual se ve confrontado en situaciones concretas. Consciente de
esto, Parsons trata de circunscribir más esta problem ática mediante pares
dlcotómicos que dan cuenta a la vez del trabajo activo de evaluación llevado
a cabo por el actor y de sus límites. Esta será la función analítica reservada
a las variables de configuración. Cada una de ellas define una dicotomía en
que el actor debe escoger uno de los térm inos, que existen antes de que el
sentido de la situación sea determinado por el actor y, por lo tanto, incluso
antes de que él pueda actuar sobre esta situación.

Nosotros sostenemos que solo existen cinco variables fundam entales (es
decir cinco variables que se derivan del marco mismo de la teoría de la
acción) y que, en la medida en que la lista sea exhaustiva, estas constituyen
un sistema. Enumerémoslas por lo tanto y, para comodidad, démosle un
número: i. Afectividad - neutralidad afectiva; 2 . Orientaciones hacia sí -
orientación hacia la colectividad; 3. Universalismo - particularismo; 4 - Calidad
(ascription) - cumplimiento (achievement); 5. Especificidad - difusión14.

Lo esencial es que esta caracterización permite, al definir la acción por


esta serie de alternativas, com prender la relativa estabilidad de las eleccio­
nes operadas por un actor al m ismo tiempo que el carácter irreprimible de
la elección presente en toda acción. Estas variables de configuración son
una m ezcla sutil de los criterios de com unidad y de sociedad presentes en
Tonnies o Weber17, pero en el caso de Parsons la com binación es m ás rica,
menos estrictamente evolutiva, m ás amplia en su gama de posibilidades,
haciendo posible acciones contradictorias o en tensión, aunque Parsons
tiene a veces tendencia a olvidarlo. En efecto, si en principio todas las
com binaciones son posibles, la compatibilidad entre las diversas variables

15 Talcott Parsons, Edward A. Shils (con Jam es Olds), «Valúes, M otives and System s o f
Action» en Talcott Parsons, Edward A. Shils, eds., Toward a General Theory ofA ction
(Cambridge: Harvard University Press, 1959), 180.
16 Ibíd., 58-67.
17 La referencia es explícitam ente enunciada por Parsons y ya estaba en germ inación
desde su primera gran obra, Talcott Parsons, The Structure o f Social Action, 686-694.
depende de la relación entre el sistem a social y su entorno, lo que explica
el carácter m ás o m enos extraño o raro de ciertas com binaciones’8. Esta
flexibilidad analítica permite especialmente dar cuenta de la m anera en que
los actores responden por sus conductas a la diferenciación estructural de
los ámbitos de acción propia de la modernidad. Pero Parsons está obligado
al m ism o tiempo a insistir sobre el carácter exhaustivo de las variables, sin
las cuales el avance analítico realizado no sería m ás que de un leve alcance.
Existen cinco, ni m ás ni m enos. Las variables abren el espacio de lo posible
de la acción social, pero al m ismo tiempo lim itan las posibilidades y redu­
cen las opciones a solam ente algunas com binaciones” . Estas variables se
aplican a todas las dim ensiones de la acción (motivos, funciones y valores)
y constituyen entre ellas un verdadero sistem a20.
La vida social se desarrolla a través de un núm ero creciente de roles y de
tareas, y pasa por una extensión del campo de intercam bios entre actores,
cuya com plejidad recurre a nuevos m ecanism os de coordinación, como
asim ism o a una delim itación de sus ámbitos de pertinencia. El problem a
de la motivación, es decir, la respuesta del actor a las exigencias diversas
de los roles que él debe cumplir, pasa a ser uno de los problem as centrales
de la sociedad moderna. La adhesión a los valores y la lealtad para con los
grupos de los cuales form a parte vienen a contrarrestar el desapego objetivo
que produce esta multiplicación de esferas de acción. El pluralismo de roles,
el hecho de que en una sociedad los individuos form en parte de varias co­
lectividades, es una característica fundam ental de toda sociedad humana,
pero ella pasa a ser, luego de los diversos procesos de diferenciación, un
rasgo preponderante de las sociedades modernas. Las motivaciones privadas
de los individuos, no obstante, se canalizan hacia el sistem a social gracias
a la pertenencia a un gran núm ero de colectividades y a las lealtades que
de ellas se desprenden y a la legitim ación cultural del orden norm ativo.
Sin embargo, a pesar de la existencia de estos m ecanism os, hay siempre
ten d en cias a la d esviación ; el actor puede efectivam en te «alejarse del

18 S o b re las variables de con figu ración y sus lím ites, cf. Fran íois Chazel, La théorie
analytique de la société dans l’oeuvre de Talcott Parsons (París-M outon-La Haye: École
Pratique des Hautes Etudes et M outon & Co., 1974), 45-63.
19 Las variables de configuración son entonces una explicitación de la primera manera
en que Parsons trató de explicitar el problem a cardinal de la doble contingencia de la
acción social. Cf. Talcott Parsons, The Social System, 36 y ss. para la explicación de esta
importancia.
20 El célebre análisis proporcionado por Parsons en el capítulo X, de The Social System de
la práctica médica m oderna da una ilustración. Cf. Talcott Parsons, The Social System,
4 28 - 4 7 9 -
cumplimiento de los criterios normativos»21, de la cultura común de una sociedad.
Las variables de configuración perm iten así d ar cuenta a la vez, según
Parsons, de la existencia de expectativas recíprocas entre los actores y de
su libertad de elección frente a situaciones múltiples.
De hecho, la reflexión de Parsons en este estado se descompone en cuatro
momentos diferentes. Primero que todo, Parsons plantea desde el comienzo
la existencia de tres aspectos de estructuración de un sistem a total y con­
creto de acción social, a saber, la cultura, la sociedad y la personalidad22.
En segundo lugar, se plantea el problem a específico de la coordinación de
las interacciones, sin la cual estas serían entregadas al azar. En tercer lugar,
se trata de estudiar los elem entos que refuerzan la im bricación norm ativa­
mente deseada de las interacciones, el conjunto de las recompensas y de los
castigos del que dispone un conjunto social. Finalm ente, la respuesta m ás
general y última, en cuanto a la razón final de la reciprocidad de las acciones,
es asegurada por la socialización o, más bien, para ser m ás precisos, por la
complementariedad establecida entre la institucionalización de las normas
y valores y su internalización por los individuos, que permite asegurar el
equilibrio durante las interacciones.
La diferencia entre la tarea asignada a las variables de configuración
(coordinación) y a la teoría de la socialización (integración) queda manifiesta
si se piensa en la función muy circunscrita que Parsons da a la interacción.
Para él los valores y las norm as jamás se engendran durante la interacción
misma, aunque ambos se im ponen a través de ella. La prioridad de la socia­
lización no es nunca desm entida en sus trabajos. Los valores y las norm as
existen antes de toda interacción. Las variables de configuración permiten
entonces estructurar analíticamente el espacio de las elecciones de los acto­
res, pero, en última instancia, ellas descansan sólidam ente sobre la idea de
una socialización previa y adecuada. En defecto se perfila, pero solam ente
como concepto límite, la noción de anomia, verdadera antítesis de la ple­
na institucionalización, es decir, la ausencia total de com plem entariedad
estructurada durante las interacciones entre los actores23.

ai Ibíd., 206.
aa La cultura designa a este estadio los grandes elem entos sim bólicos y de sentido que
los individuos necesitan durante sus interacciones; la sociedad hace referencia a las
interdependencias entre las diversas personas durante sus Interacciones; la personalidad
caracteriza la singularidad de cada actor. Ahora bien, estas distinciones, com o será el
caso más tarde con el m odelo AGIL, son categorías analíticas que no corresponden
a ninguna realidad concreta. Cada unidad concreta debe ser analizada a partir de los
tres sistem as,
aj Talcott Parsons, The Social System , 3 9 -
La coordinación a nivel del intercambio entre sistemas

La segunda respuesta de Parsons al problem a de la coordinación de las


acciones pasa por un cambio de nivel de análisis, con el centro de interés
desplazándose hacia las relaciones de intercambio entre los diversos sub­
sistem as sociales. En el caso anterior, la coordinación era planteada a nivel
de un sistem a de roles y, en lo sucesivo, esta depende de la m anera en que
se unen los diversos subsistem as dentro de una teoría de la sociedad.
Para describirlo, Parsons hará de su teoría de las cuatro funciones (AGIL)
un marco general de análisis. Será común a la acción, a los pequeños grupos,
al sistem a social, a los subsistemas, a los medios simbólicos generalizados, a
niveles de realidad muy heterogéneos... En realidad, este modelo obsesiona,
a partir de com ienzos de los años cincuenta, la totalidad de su sistem a de
pensamiento. AGIL pasa a ser una estructura invariante de funciones, uni­
versal, abstracta, que conoce un número considerable de aplicaciones, m ás
o m enos arbitrarias según los casos. El esquema establece un aire de familia
analítico entre los diversos elem entos de la realidad social; su seducción
se debe m enos sin duda, para Parsons, a sus capacidades heurísticas, que
a su capacidad de introducir un criterio integrador en m edio de niveles y
de elem entos heterogéneos, incluso independientes. AGIL permite, en un
único y mismo movimiento analítico, realizar dos operaciones: dar cuenta de
la diferenciación creciente de la sociedad m oderna e introducir un criterio
analítico único que permite su percepción integradora.
A hora bien, para Parsons, hay una relación entre las variables de con­
figuración y el análisis de las funcion es34. Especialm ente, y m ás allá de su
independencia analítica, queda claro que las variables de configuración,
al igual que la teoría de las cuatro funciones, no son m ás que respuestas
sucesivas, y diversas, a una sola interrogación central: encontrar el grado
de abstracción necesario a una teoría general. Pero el análisis de las fu n­
ciones prim arias responde, m ejor que las variables de configuración, a su
voluntad de no cerrar de m anera prematura un sistem a teórico, sino que
por el contrario elaborar un esquem a conceptual sistemático que tenga una
validez universal25.

24 Para una reflexión en cuanto al carácter «im puro» del descubrim iento de AGIL, cf.
Frangois Bourricaud, prefacio en Elémertts pour une sociologie de l’a ction, 86-93.
25 Cf. sobre este tema la visión de conjunto ideal que Parsons daba de una teoría sociológica
general en 19 50 , incluso antes de su «encuentro» con el esquem a AGIL. Cf. Talcott
Parsons, «The prospects o f Sociological Theory» (1950), Essays in Sociological Theory
(Nueva York: The Free Press, 1954), 348-369, especialm ente 352 y ss. Buen ejem plo de
un encuentro entre una expectativa intelectual y un esquem a de análisis.
En esta fase intelectual, Parsons sale del sim ple postulado, m ás o m e­
nos metafísico, del equilibrio de un sistem a social y se esmera en precisar
la naturaleza exacta de las relaciones entre los diversos subsistem as, de
naturaleza ante todo sim bólica, al igual que las interdependencias entre
estos y el sistema social en su conjunto. Este último no es estático ni está
perfectamente en equilibrio; posee umbrales a partir de los cuales el cambio
pasa a ser inevitable. La teoría general no describe el sistem a social como
un todo em píricam ente integrado, sino como un sistem a cuyos problem as
deben ser analizados mediante un marco conceptual integrado*. Los sis­
temas sociales aseguran su perm anencia en un entorno que estos no con­
trolan sino parcialmente. Situación que explica la doble tarea constitutiva
de los sistem as sociales: deben a la vez conservar su equilibrio interno y
m antener de form a autónoma fronteras frente al entorno. Pero el estado de
las relaciones entre el sistem a y el entorno no es el puro producto de una
historia azarosa; por el contrario, es siempre definido, con anterioridad, por
los valores que definen los diversos órdenes institucionales de la sociedad.
Es la razón por la que, en últim a instancia, las exigencias de la integración
de la sociedad descansan siempre, en el caso de Parsons, sobre exigencias
culturales y axiológicas.
Sin embargo, el cambio de nivel de análisis es muy importante. El análisis
de todo sistem a de acción descansa en lo sucesivo sobre cuatro funciones:
una función de adaptación (A, que sirve para establecer las relaciones entre
un sistema y su entorno), una función de realización de los fines colectivos
(G, la capacidad de un sistema para fijarse metas y perseguirlas), una función
de integración (I, los elem entos mediante los cuales un sistem a asegura su
estabilidad interna) y una función de latencia (L, o de m antenim iento de
los m odelos culturales)” . La im portancia de las funciones es dada por sus
relaciones cibernéticas: el m antenim iento de los m odelos posee un más
alto nivel de inform ación y, por lo tanto, una función m ás importante en el
control de la acción, mientras que la adaptación posee más energía y por
consiguiente un rol mayor en el acondicionamiento de la acción, aún más
cuando los elem entos directam ente físicos de la acción hum ana (oxígeno,
temperatura, alimentación) no son controlables por la jerarquía cibernética

26 Talcott Parsons, Structure and Process in Modern Societies (Clencoe, Illinois: The Free
Press, 1960), 13.
27 Para una presentación condensada de las cuatro fun cion es, cf. la introducción de
Parsons, «An Outline o f the Social System », en Talcott Parsons, Edward A. Shils, Kaspar
D. N aegele, Jesse R. Pitts, eds., Theories o fSociety, vol. I (Nueva York: The Free Press,
1961), 30-79. Para una presentación didáctica del modelo, cf. Cuy Rocher, Talcott Parsons
et la sociologie américa'me (París: PUF, 1972).
de los sistem as. Existe así una separación entre, por un lado, los sistemas
que aseguran las funciones internas de inform ación, de innovación y de
reproducción sim bólico-com unicacional de los valores y de las norm as
(latencia e integración) y, por otro lado, los sistem as de adaptación y de rea­
lización de los fines que hacen referencia a los intercambios con el entorno.
Por otra parte, hay una correspondencia entre estas funciones prim arias
y los diversos subsistem as del sistem a general de la acción: el sistema de los
organism os de com portamiento (concebido com o el sistem a de adaptación
y que es el lugar de los recursos hum anos indispensables para los otros sis­
temas), el sistema de la personalidad (que tiene la función preponderante en
la realización de los fines colectivos, por cuanto es el agente prim ario de los
procesos de acción), el sistem a social (que tiene una función im portante de
integración y se organiza fundam entalm ente en función de la articulación
de las relaciones sociales) y el sistem a cultural (que se organiza alrededor de
los significados sim bólicos y que tiene una función prim ordial en el m an­
tenimiento de los m odelos culturales)28. Es sobre este punto que el vínculo
intelectual entre el esquem a trinitario cultura-sociedad-personalidad del
período anterior y el m odelo cuaternario de AGIL es m ás evidente, como lo
atestigua la naturaleza de sus intercambios. Entre estos cuatro subsistem as
de acción hay todo un conjunto de interpretaciones como, por ejemplo, la
interiorización por el actor de las normas culturales o aun la institucionaliza­
ción de las normas culturales en organizaciones sociales. Todo sistema social
no es entonces sino una com binación de estos com ponentes estructurales
y su estabilidad depende de la m anera en que los roles y las colectividades
son com andadas por valores y norm as específicos.
Por otra parte, a cada de las funciones prim arias corresponde un subsis­
tem a específico de la sociedad: la econom ía (que tiene por función principal
organizar el proceso tecnológico y más ampliamente para adaptarlo al servicio
del sistem a social); el sistem a político (que tiene por tarea la organización
de una acción colectiva destinada a alcanzar m etas que tengan un sentido
colectivo); la comunidad social (que debe asegurar ante todo la integridad de
una orientación cultural común) y, finalmente, el sistema cultural, que en su
calidad de entorno de la sociedad tiene por tarea principal el mantenimiento
de los m odelos culturales a través de la legitim ación del orden normativo,
garantizando la con fian za recíproca de los m iem bros de una sociedad.
Sobre todo, una vez planteado el modelo, es fácil com prender cómo este se
aplica al interior de cada subsistem a e incluso cóm o puede descomponerse

28 Ver sobre e ste tem a, en francés, el capítulo II de Talcott Parsons, Sociétés. Essai surleur
évolutlon com parée (París: Dunod, 1973), 6-38.
casi hasta el infinito, ya que cada com ponente de cada subsistem a de la
sociedad puede a su vez ser analizado a través de las cuatro funciones29. Lo
que pudo hacer decir a ciertos críticos que su concepción de la sociedad
moderna es una Suprema Teoría desconectada de los hechos30, o bien que
hay necesariam ente y siempre en él una tendencia a reducir las acciones
reales a m arcos de análisis previamente constituidos3’ .
Ahora bien, ciertam ente m ás que estas aplicaciones, m uy a m enudo
am pliam ente artificiales32, es el análisis que Parsons proporciona de los
intercambios intersectoriales entre los diversos subsistem as de la socie­
dad el que es interesante, ya que es a raíz de estos que Parsons desarrolla
su segundo gran análisis de la coordinación de las acciones. Será su teoría
sobre los m edios sim bólicos generalizados de intercambio (a la economía
corresponde el dinero; al sistem a político, el poder; a la comunidad social,
la influencia; al sistem a cultural, la activación de los com prom isos m orales
y culturales). Los m edios sim bólicos generalizados de intercambio (o m e­
dios de intercambio) son verdaderos lenguajes funcionales especializados,
estrictamente significativos en referencia a un código y a las mediaciones
sim bólicas entre las diversas unidades sociales. Para Parsons, toda com u­
nicación supone el intercambio de un m ensaje entre actores o unidades
sociales, el cual se realiza ya sea a través de un contacto físico inmediato,
o bien a través de ciertos medios. En el análisis de los sistem as sociales, la
comunicación, a través de los medios simbólicos generalizados, caracteriza
los principales procesos de interacción por los cuales las acciones de las
diversas unidades sociales son controladas, pero tam bién por los cuales
interactúan las diferentes unidades sociales. Y aunque el análisis funcional

29 Es así, por ejemplo, que para el subsistem a económ ico se tendrá entonces la propiedad
(A), la reglam entación de las condiciones de em pleo (C), el contrato (I), la racionalidad
económ ica (L); mientras que para el subsistema político los com ponentes estructurales
serían: la regulación (A), la autoridad (C), el liderazgo (I), la eficacia de la organización
(L; organizational effectiveness). Para una presentación breve y com parativa de estos
dos subsistem as de la sociedad, cf. Talcott Parsons, «Som e principal characteristics
o f industrial society», en Structure and Process in Modern Societies, 132-16 8 .
]0 Cf. la crítica de Charles W right Mills, L’imagination sociologique (París: M aspero, 1967),
capítulo II.
31 Frangois Chazel, La théorie analytique de la société dans I’oeuvre de T.Parsons, 1972.
32 Varios autores han subrayado estas extrañezas y la tendencia dem asiado pronunciada
de Parsons a «dejar plantado», a lo sumo de manera analógica, su m odelo AGIL en
tod os los niveles de la realidad. Para una crítica severa y profunda sobre este punto,
cf. Jeffrey Alexander, The Modern Reconstruction ofClassical Thought Talcott Parsons.
Vol. IV: Theoretical Logic in Sociology (California: University o f California, 1985), 170 y
ss.
sigue siendo subordinado a la compatibilidad estructural existente entre los
subsistem as, el estudio de las sociedades gana fuertemente en dinamismo33.
El prim er m edio que Parsons pone de manifiesto, y sobre el cual se basan
en cierta m edida todos los otros, no es otro que el dinero34. El dinero es un
verdadero medio institucionalizado de intercambio que permite la generali­
zación de expectativas y de compromisos (commitments) recíprocos, porque
se basa en una garantía institucional y genera, por sim ple circulación, una
con fian za inform al entre los actores. Su im portancia está íntim am ente
ligada al crecim iento y a la diferenciación de las esferas sociales, una com ­
plejidad que requiere de m ecanism os interpersonales de com unicación.
La fuerza del análisis de Parsons es com prender que, m ás allá de su base
inm ediatam ente física, la m oneda es de hecho un m ecanism o simbólico
cuya utilización o gasto define, de hecho, un proceso de com unicación. La
estabilidad del sistem a depende de la confianza que los actores depositan,
a través del medio, en el subsistem a social mismo, una confianza que exige,
de cierta manera, una correlación entre las disposiciones de los actores y
los aspectos sim bólicos del proceso de com unicación. En todo caso, el peso
paradigmático del dinero im pulsará a Parsons a analizar las relaciones entre
los diversos subsistem as solo bajo form a de intercambio.
A l igual que el dinero, y gen eralizan d o sus características, Parsons
destaca los m edios de intercambio de los otros subsistem as — el poder, la
influencia y el compromiso de los valores— . El poder no se resume en una
concepción puramente negativa o de coacción, sino que designa el proceso
por el cual ciertas m etas colectivas son definidas y logradas, y aunque estas
m etas pueden ser muy diferentes según los tipos de sociedad, tienden ma-
yoritariam ente a asegurar el equilibrio de conjunto del sistem a de acción.
Aun cuando Parsons no elude jam ás la utilización de la fuerza, se interesa
sin embargo en subrayar más la función del poder en el logro de las m etas
legítim as de una sociedad. El poder, com o la riqueza, debe ser dividido
y distribuido, pero «tam bién debe ser producido y tiene tanto funciones
colectivas como funciones distributivas. Tiene la capacidad de m ovilizar

33 Señalem os que hacia el fin de su vida, Parsons extenderá la teoría de los m edios de
Intercambio a nivel del sistem a general de acción mismo, estableciendo otros cuatro
m edios — la inteligencia, la com petencia, el afecto y la definición de la situación— en
correspondencia con las cuatro funciones. Cf. Talcott Parsons, Social Systems and the
Evolution ofAction Theory (Nueva York: The Free Press, 1977).
34 Talcott Parsons, Nell J. Sm elser, Economy and Society. A Study in the Integration o f
Economic and Social Theory (Londres: Routledge and Kegan Paul, 1957), 14 0 -14 1. Para
una crítica severa de la hipergenerallzación del medio del dinero por sobre los otros
m edios sim bólicos, cf. (ürgen H abermas, Théoríe de l’agir communicationnel, tom o 2
(París: Fayard, 1987), 285 y ss.
los recursos de una sociedad para la concreción de los fines para los cuales
se ha establecido o se puede establecer un com prom iso “público”»35. Dicho
de otra forma, el poder es una capacidad aprem iante del sistem a social que
opera tanto como una interacción (a través de un conjunto de las sanciones),
que como un medio sim bólico36.
Al lado del poder y del dinero, Parsons ubica otros dos medios simbólicos,
la influencia y el compromiso de los valores. Caracteriza la influencia como
el código simbólico que lleva a otro a actuar de cierta m anera en cualquier
tipo de circunstancia. Gracias a la influencia, un actor puede orientar las
decisiones de los dem ás (o de las unidades sociales) sin ofrecerles direc­
tamente un equivalente valorizado. Es decir, hasta qué punto el actor que
acepta la influencia del otro está convencido de actuar en el interés de un
sistem a cuyas dos partes se saben solidarias. Esta persuasión descansa una
vez m ás sobre la confianza que Alter tiene en Ego, m enos en su persona
que sobre el sistema de roles del cual ambos form an parte. La influencia,
en la medida en que se desarrolla habitualmente en un marco institucional,
se basa en la autoridad, el soporte institucional que da fe a las decisiones
adoptadas por un individuo en función del estatus que él ostenta. Como
el poder o el dinero, la influencia permite la circulación de las decisiones
al mismo tiempo que genera acciones, y term ina por im plicar a los actores
Involucrados por las elecciones realizadas37. Finalmente, último m edio de
intercambio, los com prom isos de valores coaccionan a los actores para
conform ar sus conductas a ciertos valores, cuya aceptación, m ás o menos
Inmediata, permite que se reconozcan como m iembros de una sociedad.
Estos medios facilitan el intercambio y las com unicaciones entre subsis­
temas, aumentando el m argen de acción y de iniciativa del actor, junto con
su capacidad de elección respecto de las situaciones concretas en las cuales
este participa (por ejemplo, se es libre de utilizar o no el dinero, abastecerse
en diversos lugares, decidir cuándo se realizará el gasto...). En este sentido
preciso, los medios son verdaderos códigos de com unicación institucio­
nalizados que perm iten la circulación de cualquier m ensaje a condición
que el actor acepte los im perativos del código en cuestión. La capacidad
de acción del individuo sobre el mundo social aum enta al mismo tiempo
que se mediatiza: en una sociedad altamente diferenciada, el dom inio del

Jg Talcott Parsons, «The Distribution o f Power ¡n American Society», en Structure and


Process m Modern Societies, 221.
16 Talcott Parsons, «On the concept o f Political Power» (1963), en Sociological Theory and
Modern Society, 297-354.
17 Talcott Parsons, «On the concept o f Influence» (1963), en Sociological Theory and Modern
Society, 355- 382.
m undo extem o pasa por todo un conjunto de m edios sim bólicos que alejan
en cierta m edida al actor del contacto físico directo con los objetos. Pero, al
m ism o tiempo, el hecho de que un número creciente de acciones se realice
a través de estos medios sim bólicos im personales exige, de parte del actor,
una gran confianza en el m edio mismo, com o lo atestigua la pérdida de
credibilidad de una m oneda durante procesos inflacionistas.
Los medios de intercambio tienen por función asegurar el enlace entre los
diferentes subsistem as de la sociedad, lo cual permite, y este es un avance
analítico no despreciable, desligar los sím bolos de su dependencia con la
com unicación lingüística y su arraigamiento contextual inm ediato38. Pero
si son de verdaderos lenguajes especializados propios de los diferentes
subsistem as, Parsons se cuida de separar estos subsistem as de la existencia
indispensable de una cultura com únmente com partida.

Coordinación de las acciones e integración de la sociedad

Para ciertos autores, la transición hacia una teoría de los sistem as marca
una verdadera inflexión en el pensam iento parsoniano: m ientras que las
variables de configuración se ubicaban a nivel del actor, el modelo AGIL
desciende desde lo alto, estudiando al actor solam ente a partir de los pro­
blem as propios del sistem a social39. Jürgen H aberm as va aún m ás lejos y
encuentra, en este cambio de rumbo, el desplazam iento de Parsons desde
una concepción herm enéutica de la acción hacia una teoría objetivista de
los sistem as sociales40.
En realidad, en la base de la concepción parsoniana hay una tensión
irreprimible entre lo que se pone en juego por el lado de la dim ensión sis-
tém ica de la acción (que en este contexto debe com prenderse en términos
de coordinación de las conductas, especialmente por los medios simbólicos
generalizados, es decir, en donde el actor es implicado en redes sistem a­
tizadas de coacciones y de incentivo) y lo que se pone en juego por el lado
de una dim ensión interactiva, de la cual dan cuenta las variables de confi­
guración. Estas dos dim ensiones no se reunirán jam ás com pletam ente, a
pesar de los esfuerzos gigantescos realizados por Parsons. O m ás bien, estas
no pueden reunirse m ás que a condición de que distingan bien — lo que es

38 Cf. sobre este punto la p enetrante lectura de Frangois Bourrlcaud, L'individualisme


institutionnel. Essai sur la sociologie de Talcott Parsons (París: PUF., 1977), especialm ente
18 0 y ss.
39 Robert Dubin, «Parsons> A ctor: Contlnuitles in Social Theory», American Sociological
Review 25 (1960): 457-4 6 6 .
40 Habermas, Théorie de l’agir communicationnel, tom o 2, 270 y ss.
probablem ente la m anera m ás económ ica y la m enos contradictoria de
interpretar una obra que no ha sido sino poco económ ica y a menudo con­
tradictoria— el problem a de la coordinación de las conductas (sistémicas o
interactivas) y el problem a de la integración de la sociedad. El primero es de
orden dinámico; el segundo, especialm ente por la noción de socialización,
posee el rol explicativo en el sentido fuerte y definitivo del término.
Si bien la inflexión es im portante entre las variables de configuración y
los medios simbólicos generalizados de intercambio, ambos no deben ser
interpretados m ás que como medios de coordinación de las acciones con
el fin de reducir, intelectual y prácticamente, la com plejidad de los arreglos
posibles entre los diversos actores y sistem as al interior de una sociedad
fuertemente diferenciada. Pero en última instancia unos y otros descansan
sobre una sola concepción de la integración de la sociedad. Las afirm acio­
nes de Parsons en este sentido son abundantes y siempre lapidarias: «El
teorema fundam ental de la teoría de la acción» es que «la estructura de
los sistem as de acción consiste en variables de significación (patterns o f
cultural meaning) institucionalizadas (en los sistemas sociales y culturales)
y/o internalizadas (en las personalidades y los organism os )» 41. 0 m ás aún,
en 1968, cuando él afirm a la preem inencia analítica del actor individual y,
en consecuencia, del proceso de internalización de los valores: «el sujeto de
la interacción social tiene, en un sentido fundam ental, una prioridad lógica
sobre la del sistem a social»42.
Dicho de otra forma, es necesario com prender las variables de configu­
ración, al igual que los m edios sim bólicos generalizados de intercambio,
como principios introducidos por el análisis con el fin de dar cuenta más
precisam ente de la coordinación de las acciones. Y si la analogía con el
lenguaje se im pone a Parsons a propósito de los m edios generalizados, se
Impone de igual modo, tras la reflexión, a propósito de las variables de con­
figuración. Los dos son filtros y su carácter de m ediación es por otra parte
subrayado con fuerza por el hecho de que Parsons no haya jamás pensado
verdaderamente en su posible independencia, m ás allá de algunos casos
coyunturales que prevé bajo form a de inflación o deflación de los medios
simbólicos. Su función es facilitar la com unicación entre actores o siste­
mas y su pertinencia últim a se basa en la confianza que los individuos les
conceden; su buen funcionam iento exige siempre cierta form a de acuerdo

4t Talcott Parsons, «The Point o f View o f the Author», en Max Black, ed., The Social Theories
o f Talcott Parsons (Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall, 1961), 34 2 . Las cursivas son de
Parsons.
41 Justificación de Parsons en 1968. Extraídode Habermas, Théoriedel'agircommunicationnel,
tom o 2 ,2 19 .
norm ativo. Por eso la im portancia preponderante que Parsons dio, toda su
vida, a la capacidad de una sociedad de generar solidaridad y crear (y mante­
ner) las m otivaciones necesarias de los actores. No ha habido, en el caso de
Parsons, como se ha podido afirm ar a veces, el tránsito de una explicación
en térm inos de socialización hacia un m odelo de integración sistém ico (es
decir, no normativo) asegurado únicam ente por m edios sim bólicos. Toda
coordinación entre las acciones se basa siempre en una concepción de la
integración de la sociedad por m edio de la teoría de la socialización43. Es en
este sentido preciso que Parsons será toda su vida profundam ente durkhei-
m iano44. Más exactam ente su m odelo permite asentar de form a norm ativa
la sociedad, un proceso sobre el cual Durkheim no dejó de cuestionarse.
Pero no se trata de hacer de Parsons, como ha sido dem asiado a menudo
el caso, un norm ativista ingenuo. Ciertamente para él, el actor es siempre
capaz de elegir, pero las elecciones deben ser com patibles entre ellas y es­
pecialm ente compatibles con los valores de una sociedad. Pero como este
acuerdo nunca es obvio, sus ambigüedades como sus fracasos forman parte
de su visión de las cosas. Si el corazón de la teoría se halla del lado de la
socialización, no hay que olvidar jamás, sin embargo, que no hay nunca en
su caso una simple correspondencia entre la estructura de la personalidad
y la estructura institucional.

III. La so cializació n : el c o n c e p to central

Para Parsons, la articulación de un conjunto de valores com unes con la


estructura de disposición-necesidad interiorizada por las personalidades es
«el fenóm eno central de la dinám ica de los sistem as sociales»45. Su interés
por la noción atraviesa, m ucho m ás que otros conceptos, la mayor parte
de su obra, desde su prim era publicación, en 1937, hasta la fase del m ode­
lo AGIL, pasando por su época interm edia. Pero a través de sus estudios
sucesivos Parsons precisa, cada vez más, la adecuación entre la cultura, la
sociedad y la personalidad, y m ás tarde, y solam ente de m anera alusiva,

43 Es por eso que es difícil de seguir hasta el final la crítica de Habermas a propósito de la
noción de «integración» presente en el modelo AGIL, que revela una suerte de confusión
entre la integración por las normas culturales y la integración por los intercambios entre
sistem as. De hecho, se debe establecer la distinción entre los m edios de coordinación
de las conductas y lo que d epende específicam ente del cam po de la integración de la
sociedad, por la socialización, stricto sensu.
44 Parsons, « A n O u tlin e o fth e Social System », en Parsons, et al., eds., TheoriesofSociety,
vol.i, 31.
45 Parsons, The Social System , 42.
el organism o46. De m anera m ás general, para Parsons, las cuatro funciones
de la teoría general de la acción deben servir de m arco global de interpre­
tación47. Establece de entrada una distinción entre los sistem as culturales
y sociales, por una parte, y el organism o y la personalidad, por otra. Para
él, los principales elem entos de la estructura de la personalidad se derivan
del sistem a cultural y social a través de la socialización y, no obstante, la
personalidad pasa a ser un sistem a independiente a través de sus relaciones
con el organismo y la singularidad de las experiencias de vida. Entre los dos
niveles hay una verdadera interpenetración: por el lado de la socialización,
esta se designa por la noción clave de rol; por el lado de la personalidad,
remite a las necesidades relaciónales.
Junto con reconocer el aporte convergente de Sigm und Freud y de Emile
Durkheim en m ateria de socialización, Parsons es sensible a la m anera en
que el psicoanálisis precisa las condiciones y los procesos. Durkheim se
limitó a señalar que las decisiones m orales de los individuos estaban bajo
la coacción de las orientaciones comunes de una sociedad, pero no abordó
el estudio de los m ecanism os psicológicos de interiorización de los valores
morales. No basta m ás afirm ar que solam ente gracias a la socialización el
actor hace suyos los valores y las norm as propios de su sociedad, y que estos
se convierten, entonces, en su calidad de m otivaciones, en los indicadores de
su acción. Es necesario, entonces, dar cuenta en detalle, y en función de las
diversas esferas sociales, de su dinám ica. No se trata de ninguna m anera de
eliminar la frontera entre las dos disciplinas, sino tratar de insertarlas en un
marco de análisis m ás general. Al centrarse dem asiado exclusivam ente en
las individualidades, Freud dejó de lado las im plicancias de las interacciones
entre actores que fo rm an un sistema. Al centrarse demasiado exclusivamente
en una visión del sistem a social como tal, Durkheim dejó de lado el hecho
que es a través de las interacciones entre personalidades que se constituye el
sistema social48. Lo importante es distinguir, cuidadosamente, los diferentes
niveles de abstracción en presencia. Es así como, si bien Parsons respeta
en lo esencial las fases del desarrollo de la personalidad según Freud, solo
lo hace a través del estudio de la serie de interacciones sociales m ediante

4< Para una presentación de sus desarrollos sobre la socialización a partir especialm ente
del m odelo AGIL, cf. Claude Dubar, La socialisation (París: Armand Colín, 1991), 46-53.
47 Para los desarrollos que siguen, cf. Talcott Parsons, «Social Structure and the Development
o f Personality: Freud's Contribution to the Integration o f Psychology and Sociology»
(1958), en Social Structure and Personality (Nueva York: The Free Press, 1964), 7 8 -111.
48 Talcott Parsons, «The Su p erego and the Theory o f Social System s» (1952), en Social
Structure and Personality, especialm ente 18-20 .
las cuales estas se llevan a cabo49. La presentación que hará del proceso de
socialización sigue así de cerca la dinámica de los círculos concéntricos, con
radios cada vez más grandes, por los que transita un individuo: la relación
con la madre, la familia, la escuela, la comunidad juvenil...

La madre y el hijo

Con el fin de explicitar el proceso de socialización, Parsons se basa en


prim er lugar en la relación entre la madre y el hijo50. Esta relación no es
solam ente para el niño un proceso de satisfacción de necesidades, sino
que es tam bién un proceso de aprendizaje del significado simbólico de las
acciones efectuadas por la madre. Es solamente una vez que se adquiere este
lenguaje emocional de comunicación, que el hijo logra en realidad amar a
su madre. El amor supone así la interiorización de una cultura común que
permite la expresión y la com unicación de los afectos. Y solo una vez desa­
rrolladas estas com petencias, afectivas y cognitivas, el niño será capaz de
comprender las prescripciones y las prohibiciones morales. Pero sea cual sea
el grado de coherencia y de sistem aticidad de las orientaciones culturales,
queda claro que su com plejidad y su grado de generalidad son tales, que el
niño no puede aprehenderlas m ás que en la interacción con adultos que ya
las hayan adquirido. Al final de este proceso, el niño hace suya la cultura
com ún y dispone del sistem a de significados sim bólicos que le permiten
h acer referencia no solam ente a los diversos objetos sino tam bién a las
m otivaciones de los otros actores. En esta etapa, el niño padece una trans­
form ación considerable de su personalidad, ya que alcanza un nuevo nivel
de organización, de sus relaciones con el mundo exterior como asimismo en
el control interno de sus propias pulsiones. Este sistem a de control interior
se establece a través de un m odelo generalizado de sanciones im puestas
por la madre; el niño aprende a adaptarse a las intenciones de los otros. A
m edida que la interacción continúa, el interés del niño para con su madre
no se limita exclusivamente a la satisfacción de sus necesidades instintivas,
sino que la madre desem peña una función social, a un nivel superior de
significado; los significados instintivos se convierten en sím bolos de las
intenciones o de las actitudes de la madre51.

49 Talcott Parsons, Robert F.Bales, et al., Family, Socialization and Interaction Process
(Clencoe, IL: The Free Press, 1960), 31.
50 La presentación más com pleta en ibíd., capítulo II, 35-131; cf. tam bién, Parsons, The
Social System, 207-226.
51 Talcott Parsons, «So cial S tru ctu re and th e D evelopm en t o f Personality: Freud's
Contribution to the Integration o f Psychology and So do logy» (1958), en Social Structure
and Personality, 89.
A través de sus interacciones con la madre, el niño aprende un rol; en todo
caso, form a parte con su madre de una colectividad en el sentido estricto del
término. Sin embargo, el niño no desempeña, en el seno de esta colectividad,
el mismo rol que la madre. La identificación debe entonces ser precisada
por cuanto esta designa, de hecho, el proceso mediante el cual una persona,
cuando pasa a ser m iembro de una colectividad, aprende a cum plir un rol
com plem entario con el de los otros miembros. El nuevo miembro, insiste
Parsons, pasa a ser como los otros, pero en referencia a los valores comunes
propios de dicha colectividad. Lentam ente, el niño adquiere un rol m ás
autónomo y se lanza al descubrim iento del mundo, ensaya nuevas com pe­
tencias m otrices y form ula un gran número de preguntas sobre el mundo.

El rol del padre y el sistema familiar

Pero la relación madre-hijo no es jamás una relación independiente, forma


parte de un subsistem a m ás amplio, el de la fam ilia conyugal, que a la vez
no es m ás que un subsistem a de sistem as sociales m ás amplios. Es en este
contexto que Parsons reinterpreta el com plejo de Edipo. Para Freud, es el
desarrollo de una verdadera inversión psíquica de objeto de la madre que
entra, tarde o temprano, en conflicto con el rol del padre. Para Parsons, a la
Inversa, en todo sistem a de parentesco, el matrimonio tiene cierta prioridad
estructural sobre la relación entre la madre y el niño, cuya exclusividad solo
se mantiene en la m edida en que no interfiera dem asiado con las relaciones
del matrimonio mismo. Dicho de otra form a, para Parsons es posible que
la inversión psíquica de objeto preceda a la fase edípica, pero es la presión
ejercida por los dos padres, anclada en una cultura com ún que im pulsa al
niño a convertirse en un gran muchacho, es decir, renunciar a su dependen­
cia respecto de su madre, que es el factor detonador de la crisis edípica51.
Es en este estadio que se produce una nueva fase, caracterizada por un
más alto nivel de generalización. El período edípico coincide entonces con el
Involucramiento del niño en un número creciente de relaciones diádicas con
la madre, el padre, los herm anos, las herm anas, junto con la com prensión
de la fam ilia como un sistem a53. El punto prim ordial es que el niño ya no
puede identificarse de m anera sim ilar con todos los objetos presentes en la
familia nuclear, especialm ente porque se im pone la distinción de sexo. Esta
distinción es m ás com pleja para el niño que para la niña, ya que ella puede

|a Talcott Parsons, «The Father Sym bol: an Appraisal in th e light o f Psychoanalytic and
Sociological Theory» (1952-1954), en SocialStructure and Personality, 38-39.
II Talcott Parsons, Robert F. Bales et a i, Family, Socialization and Interaction Process, 79 y
ss.
sim plemente repetir, aunque a un nivel superior de complejidad, la identi­
ficación infantil con la madre, pero para ambos se im pone la identificación
en su calidad de m iembros de la generación de los hijos. Sobre todo el niño
está doblemente bloqueado: no puede identificarse completamente con la
madre en la función intrafamiliar, debido a su categorización sexual, y a
causa de la categorización generacional ya no puede adoptar un rol como
el de su padre54.
El gran dilema opone entonces la dependencia respecto de la madre y las
ganancias en términos de capacidad de acción más autónoma. Es a este nivel,
en efecto, que Parsons establece el prim er gran significado simbólico del
padre: representa y personifica a la vez demandas m ás elevadas que invitan
al niño a que las haga suyas, fuentes preponderantes entonces de respeto y
autoridad y, por otro lado, es el responsable de la ruptura del paraíso esta­
blecido entre el hijo y la madre. Aunque Freud insistió m ás sobre el segundo
aspecto, los dos casos son susceptibles de distorsiones neuróticas. Pero,
para Parsons, la verdadera función de esta prim era fase edípica es integrar
al niño en el sistema familiar, donde adquiere nuevas funciones al mismo
tiem po que interioriza el sistem a de valores común a la sociedad. El énfasis
se pone en la pertenencia com ún a la familia, m ás que en la diferenciación
de las funciones o de las generaciones.
De hecho, la transición de un modelo centrado en torno a la madre hacia
un m odelo de solidaridad fam iliar precede a la interiorización de los roles
sexuales. Para Freud, los roles sexuales como tales no parecen plantear
problema, por cuanto él se centró casi exclusivam ente en las dificultades
asociadas a su aceptación em ocional. Para Parsons, la com prensión de las
diferentes expectativas de las conductas asociadas al sexo es determ inan­
te. Mediante el aprendizaje de los roles sexuales, el niño no solo logra la
aceptación de los roles diferenciados en el seno de la fam ilia, sino que logra
especialm ente dotarse de una categorización universal transcendente a la
familia y constitutiva de la estructura social. En este sentido, los roles sexuales
son la prim era categorización universal a la cual accede el niño, antes de
que se agregue la de la edad. Se pasa así de una diferenciación cuantitativa
en el seno de la fam ilia («instrumental-adaptativa») a una diferenciación
cu alitativa («expresiva-integrativa»). El niño que al in icio del proceso
percibía a su padre de m anera exclusiva y particularista como un individuo,
logra percibirlo progresivam ente en su calidad de ejemplo de un modelo

54 Parsons interpreta incluso la bisexualidad constitutiva de todos los individuos com o el


resultado, dentro de la familia, del complejo de las funciones a las cuales son sometidos
los hijos: una actitud afectiva, m ás que com pletam ente maternal, y una actitud de
desem peño en la sociedad, más que com pletam ente masculina.
generalizado. El padre es m enos percibido a través de su rol intrafam iliar
que como un individuo que tiene un rol extrafam iliar y es portador de va ­
lores m ás generales55. El m ovim iento va así hacia una abstracción mayor:
el individuo asocia su experiencia con su padre con tipos m ás generales de
relaciones sociales. La im portancia preponderante de la figura del padre
proviene entonces del hecho de que este es el principal canal m ediante
el cual los valores generales de una cultura son internalizados durante el
proceso de socialización.

La escuela y el grupo de pares

Este proceso continúa con el aprendizaje de los roles en la escuela y en


el grupo de pares, gracias a los cuales el individuo logra identificarse con
tipos de colectividad fuera de su fam ilia de origen. Para Parsons, la escuela
e« a la vez un agente de socialización y un agente de asignación social de
los individuos56. Aún m ás cuando, en la sociedad estadounidense de fines
de los años cincuenta, com ienza a im ponerse, según Parsons, una íntima
correlación entre el estatus social y el nivel de educación alcanzado. Si,
cuando va a la escuela, el niño ya está en una fase posedípica, es decir, si ya
dispone de su rol sexual en tanto que rol universal en el seno de la sociedad,
es en la escuela donde hará el aprendizaje de todos los otros roles sociales,
especialm ente los relacionados con su achievem ent. La escuela perm ite
organizar la evaluación diferencial de los alum nos y opera una selección y
BHlgnación de los niños al sistem a de los roles adultos57.

II Es esta convicción la que conducirá a Parsons a hacer una lectura alternativa de la


abdicación de los padres, tal com o lo había diagnosticado Riesman para la sociedad
estad ou n id en se d e los añ os cincu enta. Para él, la tran sición hacia un m odelo de
socialización hétero-determinado no significa una transformación radical de los valores,
sino la tom a en consideración por el sistem a familiar de la necesidad de preparar al
niño a una diversidad de roles que exigen grados crecien tes de independencia, de
com petencia y de responsabilidad y que no puede hacerse sino en la medida en que la
familia, en su calidad de a gente de socialización, em ancipe al niño de su dependencia
respecto de sus padres, una em ancipación que a su vez permite a los padres dejar de
ser m odelos de roles dem asiado definitivos. La transm isión de los roles no puede más
realizarse a través de un sistema de roles bien definidos, sin que este cambio operacional
signifique un cam bio de los valores fundam entales de la sociedad estadounidense. Cf.
Talcott Parsons y W inston W hite, «The Link Between Character and Society» (1961),
en Social Structure and Personality, 212-217.
!• Para lo que sigue, ver especialm ente Talcott Parsons, «The School Class as a Social
System : Som e o f its Functions in American Society» (1959), en Social Structure and
Personality, 129 -154.
17 El punto es desarrollado en el capítulo IV de Talcott Parsons, Robert F. Bales et al.,
Family, Socialization and Interaction Process.
En efecto, la escuela básica hace que el niño descubra otro universo social.
Primeramente, él está en un universo más hom ogéneo que todos los otros
universos sociales que conoce (el curso está compuesto por niños de su edad).
Seguidam ente, se dedica a la realización de tareas m ás diferenciadas que
las que habitualm ente efectúa. En tercer lugar, existe una fuerte oposición
entre el grupo de alum nos en su equidad inicial y un solo educador que
representa al mundo adulto. Por último, este ejerce un proceso sistemático
de evaluación que consiste, para el niño, en recom pensas o castigos y, para
el sistema académico, en sentar las bases para una futura selección social58.
Ahora bien, dos componentes esenciales del achievem ent académico, el ele­
mento propiamente cognitivo (los conocimientos académicos) y el elemento
m oral (el involucramiento del alumno en la organización de la escuela), en
realidad no se distinguen entre ellos. De hecho, el alum no es evaluado en
térm inos difusos y generales, en una suerte de fusión entre los elementos
cognitivos y morales.
El grupo de pares se caracteriza por fronteras fluidas, ya que los niños
gozan de un voluntarism o asociativo del cual están desprovistos en la casa.
Pero es, especialmente, el lugar de ejercicio de una independencia respecto
de los padres y un ámbito que provee a los niños una fuente de aceptación
diferente a la del mundo adulto. El grupo de pares impulsa a la realización de
proezas (por ejemplo, deportivas), pero permite también ganar la aceptación
ante los pares en su calidad de miembro de un grupo. En cuanto a la fuerte
segregación de los sexos presente en la escuela básica, esta no apunta sino
a reforzar la identificación con los roles sexuales, aunque es tam bién en
la escuela, gracias a los elem entos universales que esta transmite, que se
equilibra la tendencia demasiado marcada de los alumnos a replegarse hacia
estereotipos sexuales fuertemente opuestos entre sí: la escuela recuerda los
elem entos com unes m ás allá de las divisiones sexuales59.
En la escuela secundaria la diferenciación se refuerza y se acentúa. El
alumno es sometido a un sistema cada vez más complejo: un número creciente
de profesores, cursos electivos, composición heterogénea y cambiante de las
clases, com pañeros de escuela que provienen de un perímetro residencial
más amplio. Sobre todo, lo esencial de la selección se organiza en torno a
tipos cualitativos de achievem ent y los com ponentes cognitivos y morales

58 Notem os, de paso, que Parsons está consciente de las dim ensiones informales de las
clases, lo que va contra esta tipificación. No obstante, piensa que su función no logra
desestabilizar lo esencial de la presentación «formal» que ha efectuado. Cf. «The School
Class as a Social System : Som e o f its Functions in American Soclety» (1959 ), en Social
Structure and Personality, 135-136 .
59 Talcott Parsons, Robert F. Bales, et al., Family, Socialization and Interaction Process, 116.
we separan. La escuela tiene así una función im portante en el sistem a de los
valores de la sociedad estadounidense, ya que ella se basa a la vez en una
Igualdad inicial de oportunidades y en un diferencial final de achievement.
Con el tiempo, las diferenciaciones introducidas por la escuela term inan
por consolidar expectativas diferentes entre los alum nos. El niño se desliga
de sus antiguas identificaciones en el seno de la fam ilia y adopta un nuevo
estatus en un nuevo sistema. Su nuevo estatus personal estará en función de
la posición que ocupa en vista de sus resultados académ icos y, en segundo
lugar, del sitial que el alumno ocupa en el grupo de los pares. Los que tengan
más éxito por el lado cognitivo serán orientados hacia funciones técnicas
y especializadas, los dem ás hacia funciones con com petencias sociales o
humanas m ás difusas. Por otra parte, adem ás de la acentuación de la im ­
portancia de las relaciones entre los sexos, el prestigio del grupo de pares
aumenta considerablemente. En lo sucesivo, este opera como un verdadero
mecanismo de selección y no m ás solam ente como refuerzo de los estatus
transmitidos: niños de fam ilias que tienen un bajo estatus social son acep­
tados en grupos de pares con un estatus fam iliar elevado60. La preem inencia
de los grupos de pares es incluso un rasgo destacado del sistem a educativo
estadounidense. Su im portancia es considerable, ya que el grado de éxito
dentro del grupo de pares m ism o constituye por sí solo un sistem a de achie­
vement. Se pueden entonces reconocer situaciones cruzadas: aquellos que
tienen buenos resultados académicos y resultados m ediocres en el grupo
de pares, o lo inverso. Se desprenden tres tipos puros en el grupo de pares: a
nivel intermedio existe el que es un buen com pañero, arriba el que dispone
de recursos de liderazgo y abajo, el que roza con actitudes de delincuencia.
El surgimiento del grupo de pares, en su calidad de agente de socialización
h! lado de la fam ilia y de la escuela, form a parte, para Parsons, del proceso
de diferenciación estructural propio a la socied ad estadounidense. Sin
embargo, si bien su función como agente de socialización aparece como
com plem entaria respecto de la fam ilia y de la escuela, el grupo de pares no
transporta m ás que m odelos secundarios en relación con los transm itidos
por el sistem a form al de educación. Para Parsons, en efecto, el grupo de
pares está estrecham ente articulado con las n orm as académ icas com o
con las expectativas parentales. Ciertamente, Parsons está consciente del
i'(inflicto que se puede establecer entre las orientaciones del grupo de pares
(popularidad, com pañerism o, burlas), en resum en, la cultura juvenil y el
alaterna de valores de la sociedad en su conjunto, pero salvo en casos que

<0 Parsons, “The School Class as a Social System : Som e o f ¡ts Functions in American
Soclety", en Social Structure and Personality, 150.
él considera como menores, cree detectar en el seno de la cultura juvenil
una fuerte valorización del logro académico y m ás ampliam ente del achie-
vem ent personal.
De hecho, el grupo de pares en el campo académico funciona para Parsons
como una red de identificación alternativa que enfatiza la im portancia del
elem ento popularidad-com pañerism o, frente a otra red que enfatiza los
desem peños académicos stricto sensu. El grupo de pares opera como una
red que permite al individuo explorar otras com petencias adem ás de las
com petencias estrictam ente académ icas y que produce, por lo tanto, en
interacción con la evaluación adm inistrada por el sistem a académico, la
asignación social de los individuos. Para Parsons, este sistem a es profun­
dam ente funcional y no cree, m ás allá de algunos casos individuales, que
individuos que tienen com petencias académicas puedan dejarse arrastrar
por el grupo de pares. Pero el grupo de pares tam bién tiene una gran fu n­
ción: m inim izar los efectos de un fracaso académico y social. Desde este
punto de vista, el grupo de pares (al igual que la familia) permite socializar
afectivam ente las decepciones de los individuos en una sociedad sometida
a fuertes expectativas de m ovilidad social.

Socialización y modernidad

La fuerza de esta descripción, precisa y raramente igualada, deriva tanto de


la función explicativa que Parsons otorga a la socialización como de la similitud
que traza entre este proceso y la diferenciación social. En efecto, más que todo
otro sociólogo, Parsons supo insertar lo propio de la gramática sociológica
de relato de la modernidad en el corazón del proceso de socialización. Para
él, la socialización sigue un proceso creciente de diferenciación, y el estudio
del desarrollo del sistema de la personalidad puede ser comprendido solo en
términos de la implicación sucesiva del individuo en diversos sistemas de
interacción social6’. Es en la socialización que encuentra la verdadera respuesta
a la doble contingencia de la vida social, al hecho que los individuos, siendo
libres, aceptan no obstante cumplir con las normas, vinculándose así entre
ellos gracias a esta forma particular de obligación moral. La concordancia entre
los criterios normativos y la personalidad de los individuos no es posible más
que a condición de establecer una simetría estrecha entre la naturaleza de
la autoridad moral presente en la sociedad y el control de sí que opera entre
los individuos. Am bos son, en últim o térm ino, de naturaleza cultural62.

61 Talcott Parsons, Robert F. Bales, et al., Family, Socialization and Interaction Process, 31.
62 Una p e rsp e c tiv a q u e ha sid o se v e ra m e n te critic a d a en la m ed id a que p odía
efectivam ente inducir a una concepción hipersocializada del actor. Cf. Denis H. Wrong,
La estructura de la personalidad se constituye a través de un proceso creciente
y múltiple de diferenciación a partir de las primeras y simples identificaciones
con la madre hasta la com plejidad de relaciones sociales adultas. Más aún,
la socialización, dado el rol central que desem peña en la interacción social,
pasa a ser el criterio a partir del cual se debe poder asentar un criterio moral,
de hecho sociológicam ente implícito, del bien y del m al. La socialización
correcta en un sistem a social siempre es evaluada de m anera positiva, por
cuanto es un prerrequisito fundam ental para la integración de una sociedad.
En cierta form a, la evolución del individuo sigue aquella de la sociedad, la
ontogénesis repite la filogénesis.
El rostro definitivo de una sociedad depende de este proceso. Parsons
parece así encontrar en el sistem a de valores de la sociedad estadounidense,
a pesar de los cam bios acontecidos, un cierto nivel de perm anencia histó­
rica. La realización personal, en la sociedad estadounidense, está siempre
marcada con fuerza por la base religiosa del sistem a de valores, a pesar
del proceso de secularización que ha vivido Estados U nidos63. Si bien este
proceso es un resultado de la diferenciación estructural que vivió el país,
los valores de inspiración religiosa no perdieron fuerza, lo que constituye
Incluso una de las claves de la especificidad de la sociedad estadounidense en
relación con las sociedades europeas64. Sublevándose especialm ente contra
los trabajos de David Riesm an o de Florence Kluckhohn, que hablaban de
una transform ación del sistem a de valores en los Estados Unidos, Parsons
Insiste por el contrario sobre su estabilidad; el cam bio proviene entonces
de las nuevas situaciones estructurales engendradas por la diferenciación65.
Para Parsons, la sociedad no es una persona m oral como podía a veces ser en

«The O versocialized Conception o f Man in M odern Sociology», American Sociological


Review 26 (1961): 183-193.
il Parsons lo caracteriza com o un activism o instrumental. Instrumental: es decir que la
sociedad no es un fin en sí misma, sino que un instrum ento al servicio de fines que
están fuera o más allá de ella. Lo que hace referencia, en térm inos de legado cultural,
I significados religiosos; y en térm inos seculares, al individualismo: la sociedad existe
con el fin de facilitar la realización de una buena vida para los individuos. Activism o:
se concibe a la sociedad com o un ente que tiene una misión moral, m ás allá d e sus
Intereses y al servicio de la cual se concibe al individuo. En térm inos religiosos, esto
hace referencia al Divine Will; en térm inos seculares, supone la construcción de una
buena sociedad en la cual la principal obligación de los individuos es su achievem ent
Actitudes que exigen una m ovilización de los recursos para dom inar el m undo físico.
é4 Sobre este asp ecto: Talcott Parsons,«Som e C om m ents on th e Pattern o f Religious
O rganizaron in the United States» en Structure and Process in Modern Societies, 295-321.
!| Sobre este punto, la crítica de Parsons contra la tesis de un cam bio de los valores en la
sociedad estadounidense ensalzada por Riesman. Cf. Talcott Parsons, W inston White,
«The Link Between Character and Society», en Social Structure and Personality, 183-235.
el caso de Durkheim; es, en cambio, la condición de la realización m oral de
los hombres lo que permite realizar el progreso m oral de la humanidad en
la m odernidad. La estructura de la sociedad descansa, en últim a instancia,
sobre variables institucionalizadas de una cultura norm ativa, en la m edida
en que estas son interiorizadas por la personalidad y el organismo de los
individuos66.

IV. La so cie d a d m oderna y la d iferen ciació n

El relato de la modernización

Por supuesto, el proceso central de diferenciación estructural no basta en


sí m ism o para describir la m odernidad; debe prolongarse por el análisis del
increm ento de la capacidad adaptativa de los sistem as, de la consolidación
de las norm as abstractas y de la producción de una cultura secular67. Esto
no impide que sea la diferenciación de los ámbitos de acción lo que marca
el relato que hace Parsons de la m odernización y, m ás allá de ella, de la evo­
lución de las sociedades. En pocas palabras, su concepción de la evolución
de las sociedades, que se hace bajo la fuerte influencia de analogías bioló­
gicas, clasifica tres grandes tipos de sociedades en función de su grado de
diferenciación. En prim er lugar, las sociedades prim itivas, las cuales tienen
un sistem a simbólico que da su identidad al grupo y que penetra todas las
esferas de la vida; la organización social se basa esencialmente en relaciones
de parentesco igualitarias entre los diversos clanes, cuya evolución hacia
form as m ás verticales señala la prim era transición histórica y un esbozo de
diferenciación social. En seguida, las sociedades intermedias, caracterizadas
por la práctica de la escritura, reservada a una elite, que con el advenimiento
de los im perios históricos (Roma, China) están en la base de importantes
innovaciones culturales. Es de allí que se desprenden históricam ente los
problem as de legitim ación cultural de lo político, la form ación de una bu ­
rocracia, la aparición con la m oneda de circuitos económicos desligados de
la tradición y, finalmente, pero de m anera aún insuficiente, la necesidad del
derecho. Por último, las sociedades m odernas, y especialm ente la sociedad
occidental, cuyos rasgos propios están asociados a su arraigamiento en las
dos culturas-cuna, Israel y Grecia. Influencia propiam ente cultural que va

66 Talcott Parsons, «An Outline o f the Social System », en Talcott Parsons et al., Theoríes
ofsocieties, tom o i, 36.
67 Frank j. Lechner, «Parsons and M odernlty: an Interpretation», en Roland Robertson y
Bryan S.Turner, eds., Talcott Parsons. Theorist o f Modernlty (Londres: SACE, 1991), 166-
186.
de la mano con el esquema cibernético de Parsons, según el cual los cambios
en los valores condicionan las otras transform aciones sociales68.
En este relato, el proceso de cambio pasa por cuatro vías que corresponden,
como puede suponerlo el lector, a las cuatro funciones prim arias y a los cua-
tro subsistem as sociales. La econom ía es el lugar de una mejora adaptativa,
un proceso que pone a la disposición de las unidades sociales un número
más extenso de recursos. En lo político se verifica un proceso que Parsons
denomina diferenciación propiamente tal. A nivel de la comunidad societal
se produce un proceso de inclusión, que designa la m anera en que nuevas
unidades entran en el m arco norm ativo con, por ejemplo, la extensión cre­
ciente de los derechos de ciudadanía en la m odernidad. Por último, a nivel
del m antenimiento de los m odelos culturales, se produce la generalización
de un nuevo sistem a de valores, ya que las diversas unidades deben dotar
con una legitim idad a sus m odelos de acción, lo que exige, paradojalmente,
que a m edida que la red de situaciones sociales se com plejiza, el m odelo de
valores alcance niveles superiores de generalidad6’ .
Las tres revoluciones prim ordiales que m arcan el surgimiento del tipo
moderno de sociedad, y que se desarrollaron «en un solo campo de evo­
lución, el Occidente»70, no son así interpretadas m ás que com o una suerte
de diferenciación entre los diversos subsistem as: la revolución industrial
(diferenciación entre la econom ía y la política), la revolución dem ocrática
(diferenciación entre la política y la com unidad societal), en fin, la revo­
lución educativa (diferenciación entre la com unidad societal y el subsis­
tema de m antenim iento de los m odelos culturales). Esta última tom a una
Importancia central en su relato de la m odernidad, puesto que la definición
de una comunidad societal, no directamente fundada sobre la religión, pasa
por una revolución de la enseñanza com o búsqueda de nuevos m edios
para institu cionalizar un a cultura secular. En el fondo, no hay nada de
Norprendente en el énfasis otorgado a la educación en este relato: el acceso
a un cierto nivel educativo es, para Parsons, un paso previo necesario tanto
para los individuos como para la coordinación sistém ica de la sociedad.

M Talcott Parsons, Sociétés, y Le sisteme des sociétés modernes (París: Dunod, 1973).
49 Para una presentación de este análisis, cf. el capítulo II de So ciétés, y Le sisteme des
sociétés modernes, cuadro de la página 11.
70 Parsons, Le sisteme des sociétés modernes, 1. No seguirem os aquí de manera detallada
el relato proporcionado por Parsons, pero acotém onos a señalar que, en e ste proceso,
él cree constatar por el lado de la cultura cristiana «una diferenciación más clara y más
lógica que la de sus predecesores», lo que lo lleva a rem ontar el com ienzo del sistem a
de las socied ad es m odernas a ciertos desarrollos de la com unidad societal al siglo
XVII, especialm ente el aporte de la religión cristiana a la legitim ación de la sociedad,
cf. ibíd., capítulo III y IV.
En esta visión de la m odernización, el esquem a cibernético está al
servicio de un verdadero d etern in ism o cultural. La dialéctica entre los
elem entos de acondicionamiento material y el control cultural cede el paso,
en la práctica del análisis, a una visión que refuerza en extrem o el rol de
los elem entos culturales. No solam ente es a la cultura que le reviene el rol
clave en la integración de la sociedad, sino que el cambio mismo, aunque
teóricam ente pensado en diversos niveles, term ina por ser interpretado
a partir de m odificaciones de orden ante todo cultural, ya sea durante la
transición de la sociedad prim itiva a la sociedad intermedia (el rol central
acordado a la escritura), ya sea de esta hacia la sociedad moderna (en donde
el énfasis se pone en los códigos institucionalizados del orden normativo
en torno al derecho). Es decir que, aunque Parsons rechaza toda teoría que
privilegie un único factor, jerarquiza los factores de cambio. La innovación
depende entonces m enos de un simple incremento de los recursos a nivel
de los condicionam ientos de la acción, y se explica m ás bien, y en acuerdo
con la jerarquía cibernética, por desarrollos ubicados en el nivel superior.
Es por lo cual termina incluso por afirm ar: «Tiendo, m ás bien, a creer en
una determ inación cultural que en una determinación social. Igualmente,
creo que al interior de un sistem a social los elem entos norm ativos son más
im portantes que los intereses materiales de los grupos en presencia para
explicar el cambio social»7’.
En resumen, una sociedad m oderna implica el desarrollo de subsistemas
especializados en funciones cada vez más específicas dentro de un sistem a
general y la constitución de diversos m ecanism os de coordinación que
permiten unir los subsistem as funcionalm ente diferenciados. El sistema de
mantenimiento de los valores, la comunidad societal, el sistema político y la
economía se diferencian progresivamente, exigiendo el despliegue de m eca­
nismos cada vez m ás complejos con el fin de coordinar sus intercambios. La
modernización pasa por una disociación creciente de actividades, al término
de la cual cada elemento cumple con una función especializada en el seno
de un nuevo sistem a m ás com plejo y jerarquizado de una nueva manera.

Elogio de la diferenciación

Todo sistem a opera por una serie de intercambios entre actores, se basa
en m ecanism os de control que suponen un alto grado de información y pasa
por una relación con su entorno. El sistem a se basa en una com binación
de elem entos más o m enos estables; lo esencial del análisis reside así en la

71 Parsons, Soáétés, 147.


naturaleza de los enlaces establecidos entre los diversos elementos. Sobre
todo, para Parsons, el m antenimiento de un sistem a social no es un dato
estático o inm utable; por el contrario, un gran núm ero de procesos son
necesarios para asegurar su m antención en estado de funcionam iento. En
el fondo, «no hay ninguna diferencia entre los procesos que sirven para
mantener un sistem a y los que sirven para cam biarlo»72. La diferencia de
resultado se explica por la intensidad, por la distribución y por la organi­
zación de los com ponentes «elementales» y su relación con las estructuras
que afectan. De una multitud de pequeños cambios se llega a una situación
donde los m ecanism os que tienen por tarea asegurar el mantenimiento del
sistema son sobrepasados. El sistem a evoluciona entonces hacia una nueva
forma a través de toda una serie de procesos de desequilibrios, antes de que
se organice un nuevo estado de equilibrio cualitativam ente diferente del
estado inicial. Ahora bien, para Parsons, la evolución de las sociedades va
Irremediablemente hacia un aumento siempre creciente de sus capacidades
de adaptación, incluso de equilibrio de los diferentes subsistem as sociales73.
Esta diferenciación creciente llam a a una renovación de los m ecanism os
de integración. El aumento de la capacidad de adaptación generalizada pasa
a ser entonces el criterio de juicio «moral» último de la sociedad. Situación
que abre dos posibilidades antagónicas según si la integración se logra o
no. Frente a estas dos posibilidades, Parsons oscila entre el pesim ism o que
caracteriza su lectura del movimiento nazi y su optimism o con respecto a
la sociedad estadounidense.
Recordemos que para Parsons, en sus estudios efectuados en medio de
los años cuarenta, lo propio de los movimientos fascistas es desplegarse al
término de una fase de anom ia, en donde los actores están desprovistos del
vinculo que habitualmente aseguraba su integración social. A los individuos
l«l falta un sistem a estable de sím bolos y son m inados por la inseguridad.
La com plejidad de las influencias a las cuales está som etido el actor se
acrecienta considerablem ente, la sociedad deja de otorgar definiciones
loclalmente sancionadas de las situaciones y el individuo se confronta a
Un gran número posible de alternativas de acción cuyo orden de preferencia
Mtá lejos de establecerse con claridad74. Pero si esta explicación da cuenta
d t l a convocatoria a m ovim ientos fascistas, no explica empero sus form as

n Ibld., 27.
VI P«ra una muy clara presentación de las implicancias conservadoras de la noción de
«quilibrio en la obra de Parsons, cf. W alter Buckley, Sociotogy and Modern System s
Thtory, (Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall, Inc., 1967).
M Tilcott Parsons, «Som e Sociological A sp e c tso f Fasclst M ovem ents» (1942), en Essays
In Sociological Theory, 128.
reales. De hecho, estas se explican por una reacción contra la ideología de la
racionalización de la sociedad, de la cual los judíos pasarán a ser el símbolo.
Tendencia general que tendrá traducciones psicológicas diferentes según
el grado diferencial de desestabilización de los valores tradicionales obser­
vable en los distintos grupos sociales. La expansión del fascism o en ciertos
países se explica, atendiendo a Parsons, por el grado en que estos habían
logrado integrar los valores nacionales tradicionales con los sím bolos de la
modernización. El fascism o es entonces el resultado de la interacción en las
sociedades occidentales entre estructuras institucionales imperfectamente
integradas, definiciones ideológicas de las situaciones y una reacción psi­
cológica frente a la anom ia que se produce en una etapa específica de su
proceso de desarrollo75. Observem os que el análisis conlleva un juicio a la
vez m oral e histórico: la identificación de una acción con el proceso general
de la modernidad, no la define solam ente como progresista, la caracteriza
al m ismo tiempo como una conducta socialm ente deseable; mientras que,
si el actor se opone a este movimiento o presta resistencia, es retrógrado y
su conducta moralm ente condenable.
Si bien Parsons está lejos de ser com pletam ente insensible a las crisis
debidas a una diferenciación social dem asiado grande, este aspecto perm a­
nece, en lo que se refiere a su visión de los Estados Unidos, como transitorio
y circunscrito, sin que form e parte de una teoría general de la modernidad76.
De hecho, su visión, en último análisis, se basa en una filosofía positiva de la
historia. En su concepción de la plena modernidad, no hay en realidad esp acio
crítico para una visión dialéctica de la m odernización. Parsons es incapaz
de percibir verdaderamente las facetas sombrías, profundas y estructurales,
y no solamente empíricas y coyunturales, de la modernización. Para él, en
Estados Unidos, los diversos procesos de diferenciación, en la m edida que
logran im ponerse, tienden a extenderse, acentuando la transición hacia
norm as de acción cada vez m ás generalizadas que se aplican a un número
creciente de situaciones. Es este tipo de análisis que pudo hacer decir a Alvin

75 ibíd., 137-138.
76 Es así, por ejem plo, que al discutir la concepción del poder y de las élites presentes en
Mills, Parsons interpreta el surgimiento de las grandes organlzacionesy su especialización
económ icas como un rasgo positivo asociado íntimamente a la diferenciación funcional
propia de la modernidad. En cuanto a saber si esta diferenciación habría ido «demasiado
lejos» (como lo sugiere por otra parte Mills), Parsons se muestra simplemente escéptico.
En todo caso, la evidencia em pírica le parece, sobre este tem a, insuficiente. Cf. Talcott
Parsons, «The Distributlon o f Power in American Society», en Structure and Process in
Modern Societies, especialm ente 207-208.
W. Gouldner que su obra era una de las expresiones m ás importantes de la
Ideología conservadora de los años cincuenta y sesenta77.
El nivel de la diferenciación social pasa a ser el criterio central que permite
definir la modernidad de una sociedad. Y la capacidad de una sociedad (o
de un actor) para m anejar esta diferenciación mediante una complejidad
creciente se convierte en el criterio de juicio del bien y del mal en una socie­
dad secular. Basta con unir los dos órdenes analíticos para lograr lo que es
el juicio lim inar de Parsons a propósito de la m odernidad: la diferenciación
nodal es el otro nombre del progreso.
Sería absurdo negar todas las tensiones detectadas y observadas por Parsons
en el corazón de la modernidad, incluso en la sociedad estadounidense. Pero
en el fondo, y sea cual sea la dificultad en articular roles distintos, incluso
abiertamente contradictorios entre sí, las tensiones, en la medida en que
encuentran su origen en procesos múltiples de diferenciación, están siempre
al final al servicio de una integración creciente de la complejidad social. Un
optimismo indesmayable prim a a lo largo de toda su obra. Si las dudas lo
«aedian, no cede jamás ante la desesperación; los Estados Unidos cuentan
con dem asiados recursos para caer en ello. Se ha hecho de Parsons el adalid,
Incluso el portavoz imperialista de un Estados Unidos dem asiado seguro de
ni mismo. Si esta afirm ación es en parte verdadera, no debe hacer olvidar,
*ln embargo, lo que sin duda m ejor define la form a de su interrogación
noclológica, a saber, su inquietud en cuanto a la naturaleza esencialm ente
frágil e incierta de la acción social y, m ás allá de ella, del orden social. Tal
e i el verdadero pathos sociológico de Parsons. Él tratará de tranquilizarse
toda su vida, acumulando respuestas que garanticen el m antenim iento del
equilibrio del sistem a. Pero su encarnizam iento tiene algo de extraño, a
menos de comprender que en la raíz misma de su reflexión se halla una duda
rodical sobre la posibilidad de esta misma integración, una duda sociológica
que entra a m enudo en oposición con su confianza norm ativa en los Esta­
dos Unidos. Es su síntesis lo que m ejor define la vocación parsoniana de la
modernidad. En el fondo, y en este sentido preciso, Parsons es, a menudo
a pesar suyo, un trágico compulsivo.

* * *

En Parsons la diferencia entre el actor y la situación se resuelve mediante


una posición que afirm a que la realidad externa está siempre m ediada por

77 Cf. especialm ente la crítica de Alvin W. Gouldner sobre el carácter conservador del
funcionalism o, The Corning Crisis o f Western Sociology (Londres: Heinemann, 1971),
especialm ente capítulo V, 167-338.
criterios m orales. Poco hace el hom bre frente a un m undo m isterioso e
incom prensible. La vida en sociedad se desarrolla siem pre entre objetos
fam iliares. La socialización es el m edio esencial que perm ite al individuo
orientarse. Bien puede, a ratos, aparecer como optim ista o como pesim ista,
poco sensible a los conflictos sociales o bien, a la inversa, altamente receptivo
a los conflictos generacionales78, insistiendo en la adecuación lograda entre
un actor y una función o, por el contrario, sobre la multiplicación de sistemas
de estatus ambiguos. En todos los casos, Parsons está convencido que solo
un sistem a hom ogéneo de valores permite verdaderam ente responder a la
diferencia entre el sujeto y el m undo objetivo (o para retom ar sus palabras,
entre un actor, un ambiente externo, una motivación y la m ediación de las
interacciones por un sistem a sim bólico compartido). Desde el inicio de su
vida intelectual, su concepción apenas cam bia sobre este punto.
La obra de Parsons tiene así un estatus particular. Ninguna otra teoría
clásica posee su com plejidad, nin guna otra está tan atravesada por un
sentim iento epistem ológico de la fragilidad de la acción y del orden so­
cial, ninguna otra cae tanto en la identificación de la diferenciación con
el progreso, ninguna otra, en fin, está tan persuadida de la capacidad de
integración norm ativa de las sociedades modernas. Pero la principal fuerza
de Parsons proviene de la muy paradojal socialización que opera de la dis­
tancia m atricial propia a la m odernidad. A diferencia de Durkheim, para
quien la diferencia entre las dim ensiones objetivas y subjetivas seguía de
cerca el trastorno de la realidad social a fines del siglo XIX y com ienzos
del siglo XX, para Parsons, la conciencia de esta distancia es ante todo de
naturaleza epistem ológica79. Una distancia que resulta de los presupuestos
sobre los cuales se asienta, desde 1937, su concepción de la realidad social
y de la práctica sociológica80. Concepción sim ple: el m undo real existe

78 La sensibilidad critica de Parsons frente a los m ovim ientos de jóvenes se com prende
fácilm ente en relación con el rol central que la socialización tiene en su teoría. Es a
propósito de los jóvenes que se manifiestan con más fuerza los problemas de transmisión
de los valores com unes en una sociedad moderna diferenciada.
79 Ciertamente, en la presentación de su primera gran obra de 1937 se han podido detectar
referencias críticas al clima intelectual del período y, especialm ente, a las concepciones
colectivistas de entreguerras (nazismo y comunismo), pero estam os obligados a concluir
en la primacía de una preocupación ante todo teórica al comienzo de su obra. Cf. Jeffrey
Alexander, Twenty Lectures (Nueva York: Columbia University Press, 1987), capítulo II.
80 Para Parsons, la ciencia no es evidentem ente ni la realidad externa misma ni su puro
reflejo; el saber m antiene más bien «una relación funcional» con la realidad, de la cual
esta no es, para ciertos objetivos científicos, «más que una representación adecuada»
que resulta de una selección de elem entos, de una conceptualización que se efectúa
de acuerdo con los intereses con cretos de un marco de referencia. Cf. Parsons, The
Structure o f Social Action, 753.
Independientemente del actor, y la relación del individuo con el mundo
ch, en el mejor de los casos, una adaptación, intelectual y práctica, bien
lograda. Y para asegurar esta última, es necesario recurrir a la socialización.
Parsons da una visión m ucho m ás abstracta de la vida social que la de
ñus predecesores. No solamente a nivel del intercambio entre sistemas, sino
también a nivel de las interacciones. Por eso la paradoja de su obra: cuando
uno lo sigue al interior de su universo teórico, la distancia m atricial parece
efectivam ente reducirse, m ientras que en sen tido inverso, cuando uno
mira desde el exterior su Suprem a Teoría no puede sino ser asaltado por el
vértigo de la distancia, de la nueva distancia, que él confirm a en la reflexión
lociológica sobre la m odernidad. Con él, y por prim era vez, la sociología
dispone de un lenguaje analítico que permite dar cuenta de la extensión
considerable del problem a de la coordinación de los individuos distantes
entre sí, a través de medios de intercambio generalizados. Distancia que él
piensa poder colmar, de manera más o menos armoniosa, mediante la teoría
de la socialización. Después de él, la síntesis va progresivamente a desm on­
tarse. Se tratará, entonces, ya sea de acentuar el rol de la programación de
los individuos en el equilibrio de la sociedad, o bien, a la inversa, postular
la existencia de diferentes sistem as, regidos cada uno por m ecanism os
de estructuración autónom os y que no se interpenetran sino a merced de
movimientos m ás o m enos aleatorios e incontrolables.

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