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Fragmentos de diversos textos para realizar una adecuada lectura oral:

TEXTO 1
“Chindo”, al lado de Josep, conoció el mundo de las montañas y del agua
que cae rodando por las peñas abajo, rugidora como el diablo preso de las zarzas
y fría como la mano de las vírgenes muertas. “Chindo”, sin apartarse de su amo
mendigo y trotamundos, supo del sol y de la lluvia, aprendió el canto de las alondras
y del minúsculo aguzanieves, se instruyó en las artes del verso y de la orientación,
y vivió feliz durante toda su juventud.
Pero un día… Como en fábulas desgraciadas, un día Josep, que era ya muy
viejo, se quedó dormido y ya no se despertó más. Fue en la Font de Sant Gil, la
que está sota un capelló gentil.
“Chindo” aulló con el dolor de los perros sin amo ciego a quien guardar, y los
montes le devolvieron su frío y desconsolado aullido. A la mañana siguiente, unos
hombres se llevaron el cadáver de Josep encima de un burro manso y de color
ceniza, y “Chindo”, a quien nadie miró, lloró su soledad en medio del campo…

Pequeña parábola de “Chindo” perro de ciego


Camilo José Cela

TEXTO 2
–¿Qué gigantes? –dijo Sancho Panza.
–Aquellos que allí ves –respondió su amo– de los brazos largos, que los
suelen tener algunos de casi dos leguas.
–Mire vuestra merced –respondió Sancho– que aquellos que allí se parecen
no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las
aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
–Bien parece –respondió don Quijote– que no estás cursado en esto de las
aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración
en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las
voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran
molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan
puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho ni echaba
de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes, iba diciendo en voces
altas…
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

TEXTO 3
Déjame contarte —le pidió un hombre llamado Remigio Garmendia a otro
llamado Anselmo, levantando la cara—. Todos estos días, anoche, esta mañana,
aún esta tarde, he recordado mucho [...] Hay momentos en que a uno se le agolpa
la vida... Además, debes aprender. La vida, corta o larga, no es de uno solamente
[…]
—[…] Mi padre era carpintero y me mandó a la escuela. Hasta segundo año
de primaria era todo lo que había. Y eso que tuve suerte de nacer en el pueblo,
porque los niños del campo se quedaban sin escuela. Fuera de su carpintería, mi
padre tenía un terrenito al lado del pueblo, pasando la quebrada, y lo cultivaba con
la ayuda de algunos indios a los que pagaba en plata o con obritas de carpintería:
que el cabo de una lampa o de hacha, que una mesita, en fin. Desde un extremo
del corredor de mi casa, veíamos amarillear el trigo, verdear el maíz, azulear las
habas en nuestra pequeña tierra. Daba gusto. Con la comida y la carpintería
teníamos bastante, considerando nuestra pobreza. A causa de tener algo y también
por su carácter, mi padre no agachaba la cabeza ante nadie. Su banco de carpintero
estaba en el corredor de la casa, dando a la calle. Pasaba el alcalde. «Buenos días,
señor», decía mi padre, y se acabó. Pasaba el subprefecto. «Buenos días, señor»,
y asunto concluido. Pasaba el alférez de gendarmes. «Buenos días, alférez», y
nada más. Pasaba el juez y lo mismo. Así era mi padre con los mandones…

Calixto Garmendia
Ciro alegría
TEXTO 4
–No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va
a sucederle a este pueblo.
Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja,
cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar
una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:
–Te apuesto un peso a que no la haces.
Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos
le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:
–Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi
madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde
está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:
–Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
–¿Y por qué es un tonto?
–Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbada con
la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a
suceder en este pueblo.
Entonces, le dice su madre:
–No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen…

Algo muy grave va a suceder en este pueblo


Gabriel García Márquez

TEXTO 5
Si la ignorancia de los gobernantes i la servidumbre de los gobernados
fueron nuestros vencedores, acudamos a la Ciencia, ese redentor que nos enseña
a suavizar la tiranía de la Naturaleza, adoremos la Libertad, esa madre
enjendradora de hombres fuertes.
No hablo, señores, de la ciencia momificada que va reduciéndose a polvo en
nuestras universidades retrógradas: hablo de la Ciencia robustecida con la sangre
del siglo, de la Ciencia con ideas de radio jigantesco, de la Ciencia que trasciende
a juventud i sabe a miel de panales griegos, de la Ciencia positiva que en sólo un
siglo de aplicaciones industriales produjo más bienes a la Humanidad que milenios
enteros de Teolojía i Metafísica.
Hablo, señores, de la libertad para todos, i principalmente para los más
desvalidos…
Pájinas libres
Manuel González Prada

TEXTO 6
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo
de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son
duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico,
rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas. . .
Lo llamo dulcemente: «¿Platero?», y viene a mí con un trotecillo alegre que
parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal . . . Come cuanto le doy. Le gustan
naranjas, mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados,
con su cristalina gotita de miel. . .
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña. . .; pero fuerte y seco
por dentro, como de piedra… Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas
callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se
quedan mirándolo:
— Tiene acero…
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

Platero y yo
Juan Ramón Jiménez

TEXTO 7
Es bien conocida la historia de Alexander Fleming, el bacteriólogo británico
que descubrió la penicilina, en cuyo hallazgo tuvo una notable intervención la
casualidad. Es así que Fleming trabajaba en el laboratorio del hospital "Santa
María", de Londres, y una mañana de 1928, al reiniciar la investigación que hacía
con la bacteria staphylococcus, comprobó que había detenido su crecimiento, justo
en unas líneas marcadas por unos pequeñísimos hongos.
El doctor Fleming tomó cuidadosas notas del fenómeno, y llamó a la
sustancia encontrada penicilina; y dio a conocer su descubrimiento y sus
observaciones. En estas afirmaba que en los experimentos que hizo para probar
sus efectos, comprobó que era inofensiva para el ser humano y anunciaba que la
penicilina sería importante en la lucha contra las enfermedades.
Actualmente se les conoce a las penicilinas como antibióticos del grupo de
los betalactámicos empleados profusamente en el tratamiento de infecciones
provocadas por bacterias sensibles. La mayoría de las penicilinas son derivados
del ácido aminopenicilánico, difiriendo entre sí según la sustitución en la cadena
lateral de su grupo amino.

¿Qué sería del mundo sin la penicilina?


Dr. Almerí Rodríguez

TEXTO 8
(1) No juzguéis, para que no seáis juzgados. (2) Porque con el juicio con que juzgáis
seréis juzgados, y con la medida con que medís, se os volverá a medir. (3) Y, ¿por
qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que
está en tu propio ojo? (4) O, ¿cómo dirás a tu hermano: ¿Déjame sacar la paja de
tu ojo, y he aquí la viga en tu propio ojo? (5) ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu
propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. (6) No
deis lo santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea
que las pisoteen y se vuelvan y os despedacen. (7) Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad, y se os abrirá. (8) Porque todo el que pide, recibe; y el que busca,
halla; y al que llama, se le abrirá. (9) ¿Qué hombre hay de vosotros, que, si su hijo
le pide pan, le dará una piedra? […]
(15) Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas,
pero por dentro son lobos rapaces. (16) Por sus frutos los conoceréis. ¿Se recogen
uvas de los espinos o higos de los abrojos? (17) Así, todo buen árbol da buenos
frutos, mas el árbol malo da malos frutos.
La Biblia
(Mateo 7:1-17)

TEXTO 9
-Cuatro- dijo el Jaguar.
Los rostros se suavizaron en el resplandor vacilante que el globo de luz
difundía por el recinto, a través de escasas partículas limpias de vidrio: el peligro
había desaparecido para todos, salvo para Porfirio Cava. Los dados estaban
quietos, marcaban tres y uno, su blancura contrastaba con el suelo sucio.
-Cuatro -repitió el Jaguar-. ¿Quién?
-Yo -murmuró Cava-. Dije cuatro.
-Apúrate -replicó el Jaguar-. Ya sabes, el segundo de la izquierda.
Cava sintió frío. Los baños estaban al fondo de las cuadras, separados de
ellas por una delgada puerta de madera, y no tenían ventanas. En años anteriores,
el invierno solo llegaba al dormitorio de los cadetes, colándose por los vidrios rotos
y las rendijas; pero este año era agresivo y casi ningún rincón del colegio se libraba
del viento, que, en las noches, conseguía penetrar hasta en los baños, disipar la
hediondez acumulada durante el día y destruir su atmósfera tibia. Pero Cava había
nacido y vivido en la sierra, estaba acostumbrado al invierno: era el miedo lo que
erizaba su piel.
La ciudad y los perros
Mario Vargas Llosa

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