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14 agosto, 2020
A continuación se recogen las ideas centrales para indagar en lo que sucede en el mundo de
hoy que, encerrado en aquel Palacio de Cristal del que hablaba Dostoievski en
sus memorias del subsuelo,no consigue ni reanudar el curso de la historia ni saciar sus
deseos en su estado del bienestar. Todas estas incomodidades asociadas a “la crisis” que se
siguen desatando en distintos países alrededor del mundo no genera más que protestas
dispersas que hablan más del alcance tecnológico a la hora de transmitir mensajes
instantáneos que de una reactivación del colectivo iracundo en favor de un cambio del
sistema.
A modo de introducción
En la mitología antigua, las energías thimóticas dieron lugar a epopeyas que narraban los
actos de los hombres en batalla, quienes poseídos por emociones incontrolables luchaban y
daban su vida a cambio del honor. En el verso introductorio de La Iliada, considerada como
el inicio de la tradición europea, aparece la palabra “ira”, descrita como causante del dolor
de los aqueos, que embota al héroe Aquiles de una cólera incontrolable y lo conduce en su
desenlace a la muerte. Esta historia tiene su rapsoda, Homero se encarga de cantar los
versos que se narrarán a partir de entonces para que generación tras generación se mantenga
el culto al héroe. A pesar de ello, el hombre de hoy, de oficina y corbata, está muy lejos de
verse representado por dicha tradición: “Ningún hombre moderno puede retrotraerse a una
época en la que los conceptos ‘guerra’ y ‘felicidad’ formaban una constelación llena de
sentido” (1)
Sloterdijk no pretende hacer una crítica a los impulsos thimóticos ni una búsqueda del
punto medio necesario que permitiría civilizarlo, a la manera en que lo ha propuesto
Fukuyama (2) en su libro sobre el fin de la historia, donde muestra cómo puede desatarse
el thymos y salirse de control, desplegando en el hombre su deseo de dominar. Se trata de
exponer el camino que ha llevado al hombre iracundo a cometer los actos más atroces de la
humanidad, y que luego ha desaparecido como por arte de magia. ¿Dónde se esconde esa
energía thimótica en el homo oeconomicus?
La sociedad capitalista se mueve por medio de otras energías ya no thimóticas sino eróticas,
basadas en el afecto del querer tener, la actitud heroica del dar por dar libremente no
funciona sino por medio de expiación de culpas. El consumismo permite al hombre
moverse ya no a favor de su orgullo o su dignidad sino por la posesión materialista. Aún
así, a pesar del control erótico del sistema económico, pueden verse vestigios del thymos en
la búsqueda de autoafirmación, rebelión y ambición iracunda, emociones que serán tildadas
por la psicología moderna como complejos neuróticos.
¿Dónde se oculta el thymos?
Aún así, Sloterdijk rescata el impulso thimótico del lado oscuro del hombre y lo pone a la
luz de la historia como aquella condición de substancia de la que se ha hecho el mundo. El
querer apartarlo de la condición humana es precisamente aquello que no permite
comprender las actuaciones de los hombres en los momentos de mayor crisis de
convivencia -la represión en la Rusia comunista, la Alemania nazi, la China de Mao.
¿Sloterdijk está elevando tácitamente a la ira a la condición del ser? Cuando habla del
hombre del Palacio de Cristal (3), el de la post-historia, como el hombre aburrido a quien se
le ha quitado la libertad de actuar, de hacer cualquier cosa que no sea consumir y participar
de la dinámica capitalista, no parece descabellado pensar que con esta analogía quiera
adjudicar que aquello que requiere el hombre post-histórico para volver a “ser”, sea
precisamente la ira enterrada subconscientemente en la psique de todo consumidor. Es la
thimótica lo que lleva al hombre a querer afirmar lo que tiene, lo que es y lo que puede
llegar a ser, mientras que el erotismo sólo muestra el deseo hacia aquello que nos falta y
nos complementa. Qué tipo de hombre evalúa la psicología para conseguir los prototipos de
la condición humana sino hombres sin orgullo, como Edipo y Narciso, mientras la cólera de
Aquiles permanece inaceptable:
Sólo si la meta consiste en retratar al ser humano ab ovo como títere del amor, entonces pod
rían declarar al adorador de la propia imagen y al mísero amante de la propia madre como
modelos de existencia humana (4). Los inconvenientes de la democracia liberal presentados
por su defensor Francis Fukuyama (5) se relacionan con el nivel de satisfacción que es
capaz de generar el sistema. En el núcleo de su orden liberal no consigue ningún problema
de fondo, sino simples reajustes que deben aplicarse para adaptarse a las apetencias de los
ciudadanos. Mientras tanto, Sloterdijk señala otro tipo de problemas presente en la post-
historia, proponiendo que la envidia es característica importante en el hombre del sistema
liberal a quien a pesar de haberle sido reconocidos sus derechos, no logra dejar de aspirar a
reconocimientos más específicos en cuanto al bienestar, ventajas sexuales y superioridad
intelectual; bienes que permanecen reducidos y que su escasez conlleva a la acumulación
de envidia ampliando el bando de perdedores que se suman a aquellos que sí son
perjudicados y marginadosde facto.
De esta manera, si cuando el mundo era guiado claramente por fuerzas thimóticas se
relacionaban los hombres bajo la dinámica del esclavo y el amo, en la modernidad ha
surgido otro tipo de relación: ganadores y perdedores. Lo que no pasaría a ser más
peligroso que un complejo neurótico tratado bajo terapias psicoanalíticas si no existieran
movilizaciones que recogen depósitos de insatisfacciones y ofrecen como recompensa la
posibilidad de venganza de los afectados. Así lo muestra Hans Magnus Enzensberger (6)
en su obra titulada El perdedor radical, en la que describe la manera en la que grupos
como Al-Qaeda recogen esta energía de resentimiento concentrada y la utilizan para
desestabilizar el sistema por medio de políticas que promueven el terror.
Vale destacar que a estos grupos no les interesa buscar soluciones a su situación de
marginalidad, su actuación se limita a negar la existencia de su enemigo y más que ganar
una guerra, apuesta por el exterminio de los habitantes del planeta, por lo que en estos casos
la herramienta del diálogo para promover la negociación no promete ninguna solución
factible:
Al contrario; el perdedor radical desconoce cualquier solución de conflicto o compromiso q
ue pueda involucrarlo en un tejido de intereses normales y desactivar así su energía destruct
iva. Cuantas menos perspectivastiene su proyecto, tanto más fanáticamente se agarra a él
(7).
El terrorismo se vale del perdedor y de la falta de valoración que tiene por su propia vida, y
por tanto, de la falta de valor por la vida de los demás. Le brinda el detonador ideológico
que hará estallar su resentimiento y lo ingresa en una lucha que no pretende conquistar al
mundo, sino exterminarlo. Le gana la batalla al sistema cuando le presenta el mayor de sus
miedos, el miedo a la muerte. El terrorista hace de su vida, un arma y de su muerte, una
carta blanca que le permite salir ileso de culpas luego del acto cometido.
“La más peligrosa de las consecuencias del terror es la infección del adversario” (8) afirma
Enzensberger, refiriéndose a que es el pánico generalizado lo que permite al sistema
incrementar su poder y su influencia por medio de los servicios secretos, la producción de
armamento destinado a la seguridad, así como también, por medio de la implantación de
leyes cada vez más represivas que conllevan a la pérdida de derechos de libertad que ya se
habían conquistado.
En principio, el movimiento thimótico tiene que ver con el deseo de ser reconocido por los
otros, además del orgullo personal, hace falta el reconocimiento colectivo. Pero dentro del
marco de la economía capitalista, el orgullo por el propio valer no es lo que mueve a la
gente, sino más bien una satisfacción por la necesidad de poseer. Si la conciencia del viejo
mundo llegaba mediante la lógica del esclavo y el siervo, en la modernidad es la figura del
perdedor la que es capaz de movilizar al inconforme.
Con la nueva metodología comunicativa y bajo declaraciones argumentadas sobre el propio
estado de injusticia sufrido, el perdedor puede pretender hacer valer su situación de víctima
como ticket gratis a la era del reconocimiento de las culpas, el valerse del sufrimiento y
utilizar la bandera de la humillación para pretender exigir una recompensa también
consigue en los noticiarios televisados su mejor aliado. De hecho se transforma en campaña
publicitaria influencia de tal manera la opinión del ciudadano común hasta el punto de
distorsionar la magnitud del suceso, sobre todo frente a otros sucesos de igual o mayor
alcance.
Otro aparente cúmulo de ira post-histórica podría verse en las protestas, comúnmente
estudiantiles, cuyos esporádicos incendios de autos u cualquier otra violación del orden
público puede ser explicada como producto de la claustrofobia ocasionada por el ya no tan
estable estado de bienestar. La inconformidad actual se luce cual actitud estética, en
palabras de Sloterdijk: como habitus filosófico. El continuo desfile de protestas por la crisis
está conformado por: “los mismos jóvenes iracundos en los que a la doble miseria, la del
paro y la de la presión hormonal, se añade el explosivo convencimiento de su
superficialidad social” (9) .
Al parecer, los puntos de recolecta de ira no se concentran lo suficiente como para infectar
al resto de la humanidad; incluso la política, cuya tarea se regía por la monopolización de la
violencia, se ha volcado ahora como defensor de las medidas de protección del consumidor,
al final estas protestas terminan defendiendo privilegios de consumo como si se tratara de
derechos fundamentales. Pero la momentánea satisfacción de ver su propia imagen
reflejada en la pantalla de un televisor, mantiene encendida la atracción hacia este tipo de
rebelión pacificada.
¿Cuáles han sido los verdaderos bancos de ira de la historia?
Cuando Sloterdijk habla de la ira como promotora del cambio histórico se refiere a épocas
pasadas en las cuales, mediante un banco de ira que permitía recolectar resentimientos
individuales, se lograba la movilización de un grupo socialmente representativo contra otro
grupo categorizado como enemigo: “En el campo de la lucha por el reconocimiento, el
hombre se convierte en el animal surreal que arriesga la vida por un trapo de colores, una
bandera o un cáliz” (10).
La unificación del banco de ira debe dar lugar a una revolución que obedezca a un plan
preestablecido que rechace las primeras reacciones y sepa esperar el momento indicado
para completar su venganza. Aunque en el caso del cristianismo se trata más de un camino
metafísico de la venganza porque la ira es depositada en Dios y es en él en quien recae la
responsabilidad de repartir la justicia después de la muerte sobre el comportamiento
humano que se realizó en vida. Mientras los creyentes postergan la venganza hasta el más
allá, el comunismo arranca como la toma de posesión de la batuta de la venganza ahora, en
el más acá. Lo que no realizó Dios, lo pretendió realizar la Unión Soviética, procurando
aniquilar a todo aquel que representase un modelo no figurativo para su propuesta política.
Es la “ira” uno de los atributos del Dios en el judaísmo antiguo, pero se ha mantenido
incluso luego del comienzo del cristianismo cuando se hablaba de un Dios amoroso.
Aquellas narraciones bíblicas sobre la orden de extinción de todo el género humano –
exceptuando a Noé- mediante el Diluvio, las plagas, la expulsión de Adam y Eva del
paraíso, han sido arrebatos de Ira de Dios que cesaron de darse por medio de la paciencia
divina y han sido sustituidos a largo plazo por un Juicio Final que dictaminará, con
especificaciones archivadas, lo que le deparará a cada persona individualmente después de
la muerte. Así también se profesa en la tierra la necesidad de dejar en manos de Dios la
justicia, es decir, posponer los aires de venganza hasta que Dios se encargue de ello. De
esta manera, la justicia se ha aunado a una espera en el tiempo.
El cristianismo se postula como religión del amor al enemigo, del perdón, de la renuncia a
la venganza; y aun así, guarda facturas y acumula evidencias sobre los actos cometidos en
la tierra. Vuelve a ser la presencia delthymos una piedra en el zapato para los teóricos; si en
la antigüedad era necesario para el hombre civilizado controlar sus emociones por medio de
la razón, en el cristianismo le ha quedado el trabajo a los teólogos, quienes deben conseguir
alguna salida que permita integrar la ira de Dios al resto de sus atributos bondadosos. Aun
así, la ira logra sobresalir ante cualquier otro atributo ya que el imaginario cristiano ha
generado la idea del infierno como un castigo desproporcionado –por ser un castigo
infinito- ante lo que se considera una culpa finita –cualquier pecado cometido en la tierra.
De esta manera apuesta Sloterdijk a meditar, en este discurso únicamente, sobre el título
“Dios” como el lugar de depósito de ahorros humanos de ira, helados deseos de venganza,
y como aquel que administra los saldos positivos de resentimiento. Pero, ¿qué ocurre luego
de la muerte de Dios?, ¿quién se encarga de manejar el banco de ira acumulado a lo largo
de tantos años? Se trata de una nueva etapa en la historia que podría enmarcarse desde el
comienzo de la Revolución francesa, con el desarrollo de una cultura de la indignación,
momento en el que la izquierda política toma el mando al pretender controlar la ira
almacenada de los indignados: “Fomentar la revolución significaba ahora participar en la
construcción de un vehículo para un mundo mejor que se accionara con las propias reservas
de ira y que fuera conducido por pilotos entrenados” (12).
Si “historia” se llama aquel período durante el cual se conservan los depósitos de ira, al día
del desate de la ira le deben preceder épocas suficientemente largas de ahorro y
conservación de resentimientos: “Historia es el arco temporal que va desde las primeras
imposiciones de pago hasta el vencimiento de todos sus plazos” (15). De esta manera,
cuando se califica al momento actual como post-histórico, se descarta la posibilidad de una
nueva acumulación de ira de los perdedores del momento.
Se trata de los “kulaks”, clase productora campesina que fue condenada por pertenecer al
universo preindustrial, el número de víctimas resultó de aproximadamente 8 millones de
personas sólo al principio de los años treinta. Esto siguiendo a la costumbre de desatar
impulsos thimóticos contra una “clase” que sólo se materializa frente a un conformado
colectivo de lucha; en este caso específico las víctimas fueron aquellos campesinos que
producían lo suficiente para mantener a su familia, a sus empleados e incluso para ganar
terreno en el comercio urbano. En otros casos de nuestra historia, se ha enmarcado al
enemigo en otro tipo de “clase”, en la China de tiempos de Mao, se alentó a la juventud a
levantarse contra la “clase” de los viejos. Y así, a lo largo de los años de historia de la
humanidad, el “clasisismo” tiene mayor cantidad de víctimas incluso que el racismo,
aunque no haya tenido tanta atención como éste.
Ya bien se ha dicho que los muertos no se cuentan de la misma forma en todas partes; hoy
en día se sentencia al fascismo y de hecho se ha prohibido en cualquier término hablar a
favor de él o incluso siquiera tratar de comprender el fenómeno sino se estudia a favor del
reconocimiento de sus víctimas. Pero aún así, gracias a la ingeniosa auto-representación del
fascismo de izquierdas como antifascismo, se permite hoy día seguir hablando del fracaso
del comunismo como una aplicación errada del concepto. Tanto en el mundo intelectual,
como en el mundo político o diplomático, se censura la posibilidad de defender el fascismo
vinculado con la política nazi, pero se permite hablar abiertamente a favor del comunismo,
llegando al punto incluso de denunciar la crítica al comunismo como un anti-comunismo y
por ende, como una provocación a favor del fascismo. Se olvida con
facilidad qué cerca se había estado de un sistema genocida de clases.
¿Por qué al hombre moderno le resulta imposible comprender la ira de Aquiles?
Una “sociedad” de riesgo es aquella en la que está prohibido de facto todo lo realmente arri
esgado, es decir, excluido de cobertura en caso de siniestro. Pertenece a las ironías de las ci
rcunstancias modernas quehubiera que prohibir retroactivamente todo lo que se arriesgó par
a hacerlas realidad. De ahí se sigue que la llamada poshistoria sólo en apariencia representa
un concepto histórico-filosófico, en realidad representa unconcepto técnico asegurador. Pos
históricas se llaman aquellas circunstancias en que son inadmisibles acciones históricas (fu
ndación de religiones, cruzadas, revoluciones, guerras de liberación, lucha de clases, juntoc
on sus promesas correspondientes) a causa de su riesgo no asegurable (19).
A los marginados del sistema se les mantiene bajo la ilusión de posibilidad de entrada a las
comodidades del Palacio de Cristal mediante la propuesta del diálogo abierto a la
comprensión de sus vicisitudes, aunque los que están dentro están conscientes de la
imposibilidad de supervivencia del Palacio si se intenta expandir su techo, al depender éste
de la energía fósil que al parecer presenta ya una fecha de caducidad.
De esta manera las epopeyas heroicas quedan permitidas sólo como posibilidades
cinematográficas del entretenimiento, aunque sin duda haya cambiado en muchos casos el
trasfondo de la idea del héroe que muere en batalla, ya que incluso en las ficciones
posmodernas resulta común dejar con vida al héroe al final de la historia, Occidente le ha
tomado repulsión a la muerte, por ello la ciencia moderna se encarga de procurar que sus
pacientes vivan hasta las últimas de sus posibilidades. Cambiando hasta su concepto de
muerte, formando subcategorías como la de “muerte cerebral”.
Lo que aquí significa “consumo” designa la buena disposición de los clientes a participar e
n un juego de aceleración del placer basado en el crédito bajo riesgo de pasar una parte del t
iempo de la vida con negociosde amortización. El secreto del consumismo del lifestyle se o
culta en la tarea de producir en sus participantes un sentimiento neo-aristocrático que consi
gue la total adecuación entre lujo y derroche (21).
Bibliografía
ENZENSBERGER, Hans
Magnus. El perdedor radical, ensayos sobre los hombres del terror. Editorial Anagrama.
Barcelona, 2007.
SLOTERDIJK,
Peter. En el mundo interior del capital, para una teoría filosófica de la globalización. Edicio
nes Siruela. Madrid, 2007. P-211.
SLOTERDIJK, Peter. Ira y Tiempo. Ediciones Siruela. Madrid, 2010.
VÁSQUEZ ROCCA,
Adolfo. Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección
Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España,
2008.
Notas
El Palacio de Cristal fue una estructura arquitectónica que en 1851 abrió sus puertas a la pri
mera gran exposición universal que mostraba al público los grandes avances de la era indus
trial. Dostoiveski lo utilizó como metáfora para hablar delmundo moderno, el cual se recluí
a en un interior controlado y planificado.
ENZENSBERGER, Hans
Magnus. El perdedor radical, ensayos sobre los hombres del terror. Editorial Anagrama.
Barcelona, 2007.
9 SLOTERDIJK, Peter.
12 SLOTERDIJK, Peter.
Ira y Tiempo. Ediciones Siruela. Madrid, 2010. P-146.
13
ENZENSBERGER, Hans
Magnus. El perdedor radical, ensayos sobre los hombres del terror. Editorial Anagrama.
Barcelona, 2007. Pp 26-27.
14
17 SLOTERDIJK, Peter.
18
SLOTERDIJK,
Peter. En el mundo interior del capital, para una teoría filosófica de la globalización.
Ediciones Siruela. Madrid, 2007. P-211.
20