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La Revolución de Haití.

Una revolución impensable aun cuando haya sucedido.[1]

“…Allí donde te gritan que no podrán


Los cerrojos del miedo y de la crueldad
Allí donde te imponen guardar silencio
Te silencian el alma con sufrimiento.

Sobre el féretro sucio de la injusticia


En la breve ternura de una caricia
En el pan prometido de los trigales
En el beso sediento de los amantes

Pues la historia se queda y los hombres pasan
Es la historia del hombre casa por casa
Ocho letras de guerra, ocho letras de paz
Ocho letras tan solo: libertad”
Larbanois Carrero.

1 – Introducción.

La Revolución de Haití podemos considerarla como un caso sin precedentes en la historia


de las Revoluciones de América Latina y el Caribe.

Forjada en la isla La Española/Saint Domingue y desde allí diseminada por el resto de los
territorios, fue fuente de inspiración para el resto de los movimientos revolucionarios
americanos, no solamente por sus bases ideológicas: libertad e igualdad universales, sino
porque fue un movimiento que surgió como respuesta a la tiranía, la esclavitud, la opresión
y el despotismo de una metrópoli hacia sus colonias. Una sublevación de una población,
que no era minoría numérica, pero que no era tomada en cuenta a la hora de la toma de
decisiones y que clamaba por tomar las riendas de su vida y de su destino.

La Revolución de Haití, una revolución llevada adelante por los negros esclavos, un
levantamiento que intentó por varios caminos: la fuerza, la violencia, las leyes, abrirse paso
hacia la libertad.

2 – El espacio geográfico. Isla La Española.

La isla La Española (bautizada así por Cristóbal Colón en el año 1492) está ubicada en el
Mar Caribe, es una de las Antillas Mayores (Cuba, Jamaica, La Española y Puerto Rico) y
es la segunda en extensión territorial luego de Cuba.

Fue posesión de España y luego del tratado de Rijswijkel en 1697, el tercio occidental pasó
a manos francesas.

Durante el Siglo XVII la parte occidental de La Española, que estaba casi deshabitada y la
isla La Tortuga se convirtieron en refugio de piratas y bucaneros, por tal motivo, el Rey
Felipe III de España ordenó que todos los habitantes se trasladaran hacia los territorios de
oriente, hecho que dejó vía libre para que continuaran los asentamientos sobre todo de
piratas y bucaneros franceses. Éstos fueron nombrados súbditos de la Corona y los
territorios por ellos ocupados fueron declarados posesión francesa. En 1697 el tratado de

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Rijswijkel pone fin a la Guerra de los Nueve Años o Guerra del rey Guillermo, que tenía
enfrentadas a Francia contra la Gran Alianza (España, Países Bajos, Inglaterra, Sacro
Imperio Romano) y en una de sus cláusulas, España cede a Francia parte del territorio de
La Española.

Luego de esta cesión de derechos, el occidente isleño se convirtió en la colonia más rica y
próspera del Caribe.

La zona caribeña fue descuidada por España y desde el siglo XVI franceses, holandeses,
ingleses, exploraron las islas, formaron colonias, fundaron ciudades y explotaron los
territorios. Éstas han sido escenario de continuas afrentas entre las distintas Coronas y han
cambiado de dueño numerosas veces, hasta que en el año 1804, en el occidente de La
Española, una colonia francesa declara, por primera vez en la historia de América Latina,
su independencia y por primera vez en el mundo, es una independencia liderada por
negros.

3 - Ocho letras... Libertad.

París, Francia 1789 - Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Los Representantes del Pueblo Francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando


que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del Hombre son las únicas
causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los Gobiernos, han resuelto
exponer, en una Declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del
Hombre, para que esta declaración, constantemente presente para todos los Miembros del
cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; para que los actos del
poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse en todo momento con la finalidad
de cualquier institución política, sean más respetados y para que las reclamaciones de los
ciudadanos, fundadas desde ahora en principios simples e indiscutibles, redunden siempre
en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos. En
consecuencia, la Asamblea Nacional reconoce y declara, en presencia del Ser Supremo y
bajo sus auspicios, los siguientes derechos del Hombre y del Ciudadano:

Artículo 1º − Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las


distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.

La Revolución haitiana puso definitivamente a prueba las pretensiones universalistas de la


Revolución francesa. La Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano,
solamente aplicaba a los hombres blancos (concepción heredada del Renacimiento) y
excluía de ella al resto de los seres humanos. Cuando se hablaba de “universalidad” en
realidad solamente se hacía referencia a una parte de la humanidad. La Revolución haitiana
reclamó que la “universalidad” fuera universal, y los esclavos lucharon por la libertad y por la
igualdad de derechos, ya que se consideraban a sí mismos hombres.

Fue una revolución que culminó con la formación de un Estado libre e independiente
gobernado por negros y para negros, ya que los blancos fueron exterminados y no vueltos a
admitir en el territorio: “Art. 12. Ningún blanco, cualquiera sea su nación, pondrá un pie en
este territorio con el título de amo o de propietario, y de ahora en adelante aquí no podrá
adquirir ninguna propiedad”(Constitución Imperial de Haití 1805).; el primer Estado negro en

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la historia y en el que la abolición total de la esclavitud (régimen que nunca más se impuso
en Haití) le valió el bloqueo económico por parte de los Estados Unidos y el no
reconocimiento del Estado como tal por parte de las potencias europeas, ya que era un
peligro para sus propios regímenes esclavistas y podía inspirar a sus esclavos a rebelarse
contra ellos. Aún así, décadas después, tanto los ingleses como los holandeses se vieron
obligados a abolir la esclavitud en sus colonias y por último lo hicieron los franceses. Sergio
Guerra Vilaboy: …”la Revolución Haitiana no fue sólo la más radical de todo el proceso
independentista latinoamericano, sino también la única victoriosa, pues en Hispanoamérica,
todos los movimientos sociales fracasaron, incluido el de Hidalgo y Morelos. Por tanto, sólo
en Haití el proceso independentista concluyó en una revolución social triunfante y donde la
hegemonía la mantuvieron los sectores y clases explotados hasta su culminación exitosa”
(La Revolución Haitiana desde la perspectiva de la historia comparada de la América Latina,
en Casa de las Américas (La Habana) Año XLIV, No. 233 (octubre-diciembre, 2003), pág.
78)

El antropólogo haitiano Michel- Rolph Trouillot sostuvo que “la revolución de


Haití entró a la historia con la peculiar característica de ser impensable aun cuando haya
sucedido”

Lo que nos quiso decir Trouillot es que la Revolución e Independencia de Haití,


constituyéndose en el primer estado moderno negro, rompió con los esquemas ideológicos
del Siglo de las Luces, desafió la autoridad de Francia y reclamó por la universalidad real de
los derechos de los hombres.

Fue un acontecimiento que tomó por sorpresa al mundo, que ante tal, optó por ignorarlo, por
menospreciarlo, por negarlo. No podían asimilar la idea de que los esclavos se hubiesen
sublevado, así como tampoco podían comprender el exhorto de libertad e igualdad de
derechos. En el ideario colectivo del siglo XVIII la idea de que los negros eran seres
humanos no estaba en discusión, no eran seres humanos, eran poco más que animales y
como tales, debían ser esclavizados. Negar la condición humana de los negros era una
forma de poder continuar argumentando el modo de producción esclavista que se había
instalado en las colonias y una forma de defender los intereses económicos de las
burguesías que al no estar pagando mano de obra, redundaba directamente en una baja de
los costos de producción y éstos por lo tanto permitían vender los productos a precios bajos,
hacerlos trabajar en jornadas extensas implicaba un aumento de la producción, y eso
también contribuía a una mejor redistribución de los costos y a bajas en los precios. Tener
esclavos era prestigioso,

Además, negar la Revolución e Independencia de Haití era un intento de no ver que las
concepciones de libertad, igualdad, república, gobierno, estaban siendo cuestionadas, que
el orden del mundo ya no era el de antes, negarla era una forma de no asumir los derechos
de libertad e igualdad de los demás seres humanos, era no ver que todos eran y somos
iguales, era no ver que todos eran y somos libres.

4 – Algunas apreciaciones.

Hemos apuntado en las líneas superiores que la Revolución e Independencia de Haití fue
un proceso exitoso, que culminó con la formación de un Estado moderno.

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Pero también apreciamos que el proceso tuvo un costo económico y social elevado. La
economía dependía mayoritariamente de la exportación de azúcar, y una vez conformado el
Estado, éste se vio bloqueado económicamente por Estados Unidos, Inglaterra, Francia y
España, que no le compraban sus productos, y tampoco permitían, en el caso de las
potencias europeas, que sus colonias comerciaran con Haití, por lo que el mercado se vió
muy reducido.

Las plantaciones se sostenían antes de la Independencia con mano de obra esclava, ahora,
la esclavitud había sido abolida, pero no había manera de poder sostener la producción
pagando salarios decorosos, así que los campesinos se vieron obligados a trabajar en un
régimen casi militar, donde también recibían castigos corporales, en pésimas condiciones
(higiénicas, alimenticias, ambientales) y en jornadas sumamente extensas.

Tampoco se vieron beneficiados con tierras, ya que las mismas fueron expropiadas por el
Estado y luego dadas a los hombres que ocupaban los altos mandos militares,
conformándose así la élite haitiana, que reprodujo las condiciones de la antigua sociedad
blanca: acumulación de la tierra en manos de unos pocos y sometimiento de la población a
trabajar en las plantaciones azucareras, casi sin percibir salarios y en condiciones muy
malas.

Esto tuvo como consecuencia las constantes protestas por parte del campesinado y los
constantes levantamientos en armas que fueron duramente reprimidos por el poder político
y el ejército.

Haití no salió nunca de esa situación donde las diferencias sociales y económicas dividieron
definitivamente a la sociedad, y ha pasado de un golpe de estado tras otro hasta el día de
hoy. Aquella que fuera la colonia más rica y próspera de América y el Caribe, hoy es uno de
los estados más pobres y con mayor desigualdad social.

4
Bibliografía.
Chavez Herrera, Nelson. Primeras constituciones. Latinoamérica y el Caribe. Fundación
Biblioteca Ayacucho y Banco Central de Venezuela, 2011
Guerra Vilaboy, La Revolución Haitiana desde la perspectiva de la historia comparada de la
América Latina, en Casa de las Américas (La Habana) Año XLIV, No. 233 (octubre-
diciembre, 2003), pág. 78.
Grüner, Eduardo. Haití: una (olvidada) revolución filosófica.
Gutierrez Escudero, Antonio. La colonización francesa en norteamérica en el siglo XVII.
James, C.L.R. Los jacobinos negros. Fondo de Cultura Económica.Madrid y México DF.
Valdés León, Camila y Voltaire Frantz. Antología del pensamiento crítico haitiano
contemporáneo. CLACSO. Argentina. Buenos Aires. pp 47-87.

Webgrafía.
https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_Hait%C3%AD
https://es.wikipedia.org/wiki/La_Espa%C3%B1ola
https://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_de_Rijswijk
https://revistas.unc.edu.ar/index.php/anuarioceh/issue/view/1805

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Apéndice documental.

Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano


(26 de agosto de 1789)

Contenido traducido de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano


Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea nacional, considerando
que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del hombre son las únicas
causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto
exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del
hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros
del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos
del poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse a cada instante con la finalidad
de toda institución política, sean más respetados y para que las reclamaciones de los
ciudadanos, en adelante fundadas en principios simples e indiscutibles, redunden siempre
en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos.
En consecuencia, la Asamblea nacional reconoce y declara, en presencia del Ser Supremo
y bajo sus auspicios, los siguientes derechos del hombre y del ciudadano:

Artículo primero.- Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos.

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Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.

Artículo 2.- La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos


naturales e imprescriptibles del hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad,
la seguridad y la resistencia a la opresión.

Artículo 3.- El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún


cuerpo, ningún individuo, pueden ejercer una autoridad que no emane expresamente
de ella.

Artículo 4.- La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no perjudique a otro:
por eso, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene otros límites
que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el goce de estos mismos
derechos. Tales límites sólo pueden ser determinados por la ley.

Artículo 5.- La ley sólo tiene derecho a prohibir los actos perjudiciales para la
sociedad. Nada que no esté prohibido por la ley puede ser impedido, y nadie puede ser
constreñido a hacer algo que ésta no ordene.

Artículo 6.- La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen
derecho a contribuir a su elaboración, personalmente o por medio de sus
representantes. Debe ser la misma para todos, ya sea que proteja o que sancione.
Como todos los ciudadanos son iguales ante ella, todos son igualmente admisibles en
toda dignidad, cargo o empleo públicos, según sus capacidades y sin otra distinción
que la de sus virtudes y sus talentos.

Artículo 7.- Ningún hombre puede ser acusado, arrestado o detenido, como no sea en
los casos determinados por la ley y con arreglo a las formas que ésta ha prescrito.
Quienes soliciten, cursen, ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias deberán ser
castigados; pero todo ciudadano convocado o aprehendido en virtud de la ley debe
obedecer de inmediato; es culpable si opone resistencia.

Artículo 8.- La ley sólo debe establecer penas estricta y evidentemente necesarias, y
nadie puede ser castigado sino en virtud de una ley establecida y promulgada con
anterioridad al delito, y aplicada legalmente.

Artículo 9.- Puesto que todo hombre se presume inocente mientras no sea declarado
culpable, si se juzga indispensable detenerlo, todo rigor que no sea necesario para
apoderarse de su persona debe ser severamente reprimido por la ley.

Artículo 10.- Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, a
condición de que su manifestación no perturbe el orden público establecido por la ley.

Artículo 11.- La libre comunicación de pensamientos y de opiniones es uno de los


derechos más preciosos del hombre; en consecuencia, todo ciudadano puede hablar,
escribir e imprimir libremente, a trueque de responder del abuso de esta libertad en
los casos determinados por la ley.

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Artículo 12.- La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita de una
fuerza pública; por lo tanto, esta fuerza ha sido instituida en beneficio de todos, y no
para el provecho particular de aquellos a quienes ha sido encomendada.

Artículo 13.- Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de


administración, resulta indispensable una contribución común; ésta debe repartirse
equitativamente entre los ciudadanos, proporcionalmente a su capacidad.

Artículo 14.- Los ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o a


través de sus representantes, la necesidad de la contribución pública, de aceptarla
libremente, de vigilar su empleo y de determinar su prorrata, su base, su recaudación
y su duración.

Artículo 15.- La sociedad tiene derecho a pedir cuentas de su gestión a todo agente
público.

Artículo 16.- Toda sociedad en la cual no esté establecida la garantía de los derechos,
ni determinada la separación de los poderes, carece de Constitución.

Artículo 17.- Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser
privado de ella, salvo cuando la necesidad pública, legalmente comprobada, lo exija de
modo evidente, y a condición de una justa y previa indemnización.

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La Constitución Imperial de Haití de 1805 (fragmento)

En el Palacio imperial de Dessalines, 20 de mayo de 1805, año II: Nosotros, H. Christophe,


Clervaux, Vernet, Gabart, Pétion, Geffrard, Toussaint-Brave, Raphael, Lalondrie, Romain,
Capois, Magny, Cangé, Daut, Magloire Ambroise, Yayou, Jean-Louis François, Gérin,
Férou, Bazelais, Martial Besse. Tanto en nuestro nombre particular como en el del pueblo
de Haití, que legalmente constituimos los órganos fieles y a los portavoces de su voluntad.
En presencia del Ser Supremo, delante de quien son iguales los mortales, y que ha
esparcido tantas especies de criaturas diferentes en la superficie del globo con el fin de
manifestar su gloria y su poder en la diversidad de sus obras; en frente de la naturaleza
entera, de la que nosotros hemos sido tan injustamente y después de tanto tiempo
considerados como los hijos rechazados: Declaramos que el contenido de la presente
Constitución es la expresión libre, espontánea e invariable de nuestros corazones y de la
voluntad general de nuestros conciudadanos; la sometemos a la sanción de Su Majestad el
emperador Jacques Dessalines, nuestro libertador, para recibir su rápida y entera ejecución.

Art. 1. El pueblo habitante de la noble isla llamada Santo Domingo decide aquí formarse
como Estado libre, soberano e independiente de todo poder del universo, bajo el nombre de
Imperio de Haití.

Art. 2. La esclavitud es abolida para siempre.

Art. 3. Los ciudadanos haitianos son hermanos en su casa; la igualdad a los ojos de la ley
es incontestablemente reconocida, y no puede existir otro título, ventajas o privilegios, sino
aquellos que resulten necesariamente de la consideración y en recompensa a los servicios
rendidos por la libertad y la independencia.

Art. 4. La ley es una para todos, sea que castigue, sea que proteja.

Art. 5. La ley no tiene efecto retroactivo.

Art. 6. La propiedad es sagrada, su violación será rigurosamente perseguida.

Art. 7. La condición de ciudadano de Haití se pierde por la emigración y la naturalización en


país extranjero, y por la condena a penas aflictivas e infamantes. El primer caso acarrea la
pena de muerte y la confiscación de las propiedades.

Art. 8. La condición de ciudadano es suspendida por efecto de bancarrotas y quiebras.

Art. 9. Ninguno es digno de ser haitiano, si no es buen padre, buen hijo, buen esposo, y
sobre todo buen soldado.

Art. 10. No es acordada a padres ni a madres la facultad para desheredar a sus hijos.

Art. 11. Todo ciudadano debe poseer un oficio manual.

9
Art. 12. Ningún blanco, cualquiera sea su nación, pondrá un pie en este territorio con el
título de amo o de propietario, y de ahora en adelante aquí no podrá adquirir ninguna
propiedad. Art. 13. El artículo precedente no podrá producir ningún efecto contra las
mujeres blancas naturalizadas haitianas por el Gobierno, tampoco contra los niños nacidos
o por nacer de ellas. Están incluidos en las disposiciones del presente artículo, los
alemanes y los polacos naturalizados por el Gobierno.

Art. 14. Necesariamente debe cesar toda acepción de color entre los hijos de una sola y
misma familia donde el Jefe del Estado es el padre; a partir de ahora los haitianos solo
serán conocidos bajo la denominación genérica de negros.

[1] Tomado de la frase de Michel- Rolph Trouillot

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