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MONARCAS LIBIDINOSOS. Y 5. La promiscua Isabel II.

Isabel II siguió los pasos de sus antepasados, a quienes superó en promiscuidad. Su nacimiento
provocó un enfrentamiento civil, ya que un sector de la aristocracia se negaba a derogar la Ley
Sálica. Urgía un pronto arreglo matrimonial, del que se empezó a hablar desde su misma cuna. Lo
cierto es que, según parece, la reina ya se había iniciado en el sexo siendo niña, de la mano del
general Serrano. En su época circularon rumores de que Isabel II había sido violada a los 14 años
por uno de sus hombres de confianza, Salustiano Olózaga.
En 1846 Isabel, que a la sazón contaba 16 años, se casó con su primo Francisco de Asís. Fue un
matrimonio forzado por las circunstancias, y se cuenta que, nada más enterarse de la decisión del
gobierno, exclamó: “¡No, con Paquita no!”. “¿Qué se puede esperar de alguien que llevaba más
puntillas que yo en la noche de boda?”, se preguntó en otra ocasión. La condición sexual de su
futuro esposo y una malformación en el glande no invitaban a esos esparcimientos y la ardiente
reina se alivió en otros tálamos. La pareja tuvo once hijos, pero algunos de ellos nacieron muertos
o fallecieron al poco de nacer. La paternidad de todos y cada uno de ellos es más que discutible.
Así se lo expuso Isabel a uno de ellos, Alfonso, que le sucedería como Alfonso XII: “Hijo mío, la
única sangre Borbón que corre por tus venas es la mía”.
Si nos demoráramos en los amantes que los rumores atribuyeron a la reina, habría que hablar de
su ginecólogo, el riojano Tomás del Corral; el comandante José María Ruiz de Arana; el
compositor Emilio Arrieta; Enrique Puigmoltó, a quien se presume la paternidad de Alfonso XII;
o el político Carlos Marfori. La reina tenía a quien parecerse: su madre, María Cristina de
Borbón, que había asumido la regencia tras la muerte de Fernando VII, inició una relación con
Fernando Muñoz, sargento de la guardia real, a los dos meses de quedarse viuda. A buen seguro,
la experiencia le satisfizo, tras los malos ratos que le había hecho pasar el miembro de su esposo.
Los embarazos –casi anuales– de la reina madre causaron estupor en la sociedad de la época, que
acuñó aforismos tan ocurrentes como estos: “La Regente es una dama casada en secreto y
embarazada en público” o “Clamaban los liberales que la reina no paría y ha parido más
muñoces que liberales había”. Finalmente, María Cristina se exilió de España, tras haber
contraído matrimonio morganático con Fernando Muñoz, una ceremonia oficiada por Marcos
Aniano González, sacerdote amigo del novio. El papa, Gregorio XVI, dio su visto bueno a la
unión.
Epígrafes 1, 2, 3, 4 y 5 extraídos de la revista HISTORIA DE IBERIA VIEJA. 03.01.2018

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