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La Reestructuración: una Técnica Terapéutica Dentro de la

Paradoja Sistémica. Por Priscilla Valenzuela


Psykhê Centro de Investigaciones

La paradoja se ha definido como “una contradicción que resulta de una deducción


correcta a partir de premisas congruentes” (Watzlawick, Helmick & Jackson, 1983, p.
173). Esto es, la emisión de dos mensajes simultáneos que resultan ser incompatibles
entre sí. El uso de estas técnicas en psicoterapia abre las puertas a un gran repertorio
para trabajar con las familias en terapia familiar, en distintas situaciones, permitiendo
que éstas sean capaces de, poco a poco, ir redefiniendo su homeostasis y formular un
nuevo equilibrio que parte desde ella misma (Valenzuela, 2005, 26 de diciembre).

Watzlawick et al. (1983) y Selvini, Boscolo, Cecchin y Prata (1986) son quienes más
han trabajado y definido las técnicas paradójicas en psicoterapia. De acuerdo con ellos,
estas técnicas se dividen en: a) reestructuración, b) prescripción, y c) restricción. Es
este artículo presentaremos la reestructuración, dejando la prescripción y la restricción
para uno posterior.

Watzlawick (1980) expresa que la reestructuración consiste en que el terapeuta


familiar dé a una determinada situación un sentido nuevo, o incluso más convincente
del que ha venido dando hasta ahora el paciente. Por ejemplo: un niño que tiene la
costumbre de chuparse el dedo pulgar de la mano derecha sólo cambia a otro dedo si
no puede chuparse éste por la razón que fuera. Una intervención eficaz, en la que
intervienen la prescripción del síntoma y la reestructuración, consiste en que, en
presencia de su madre, se le explique, con un lenguaje claro y persuasivo, que vivimos
en una democracia en que todos tenemos los mismos derechos y que, por tanto, no es
posible chuparse un solo dedo, en perjuicio de los nueve restantes. En lo adelante
deberá chuparse también los otros dedos, y todos por el mismo espacio de tiempo; si
es preciso la madre deberá vigilar con reloj en mano, para que a cada dedo se le
conceda el mismo espacio de tiempo. Lo que hasta ahora era una conducta placentera,
que reportaba la ventaja adicional de que los padres nada podían hacer contra ella,
toma ahora el aire de un deber, cuyo cumplimiento de pronto se convierte en una
carga. (Watzlawick, 1980)

La reestructuración le permite al niño chuparse todos los dedos por poco tiempo o
renunciar totalmente a esta costumbre, además de bloquear los anteriores intentos de
los padres de modificar la conducta de chuparse los dedos.

Entre los distintos tipos de intervenciones reestructurantes tenemos: a) intervención


en las pautas transacionales, b) intensificación del estrés, c) reencuadrar, e d) ilusión
de alternativas.

Intervención en las Pautas Transacionales

Cuando el terapeuta interviene en las pautas transaccionales está modificando la forma


en que la familia se comporta normalmente. Para lograr reestructurar estas pautas el
terapeuta actuara con la familia en lugar de describir qué hacer.
El terapeuta dará instrucciones como “habla con tu madre acerca de lo que te
molesta”. Puede insistir para que las personas hablen entre sí; puede evitar mirar a
alguien, clavando su mirada en un objeto o puede negarse a responder cuando se
dirigen a él, señalando simplemente a otro miembro de la familia con un gesto. Este
tipo de técnicas minimiza la tendencia de la familia a centralizar en el terapeuta la
solución de los problemas y ayuda a los miembros de la familia a experimentar sus
propias transacciones con una mayor conciencia. Desde el punto de vista del
terapeuta, también lo ayuda a ver como los miembros de la familia se comportan unos
con otros. (Minuchin & Fishman, 1992)

Intensificación del Estrés

Las familias que acuden a tratamiento han desarrollado habitualmente pautas


transaccionales disfuncionales para enfrentarse al estrés. El paciente identificado se
encuentra en el centro de estas pautas. A menudo la familia es poco flexible, incapaz
de recurrir a formas de relación diferentes. La habilidad del terapeuta para producir
stress en diferentes partes del sistema familiar le proporcionará a él, y en algunos
casos a los propios miembros de la familia, un indicio acerca de la capacidad de la
familia para reestructurarse cuando las circunstancias cambian. (Cibanal, s.f.)

Existen dos formas de producir estrés en la sesión: a) obstruyendo el flujo de


comunicación y b) aliándose, temporalmente, con un miembro.

Una maniobra a la que el terapeuta puede recurrir para producir estrés consiste en
obstruir el flujo de comunicación a lo largo de sus canales habituales (e.g., que el
hermano menor pida los permisos a los padres a través del hermano mayor). Otra
forma de provocar estrés es aliándose de forma temporal a un miembro o subsistema
de la familia. Este tipo de técnica requiere del terapeuta una cuidadosa planificación y
la habilidad para desligarse de tal modo que no sea absorbido por los conflictos
familiares. El objetivo último del terapeuta consiste en beneficiar a la totalidad de la
familia, y la familia debe percibir en todo momento que el terapeuta está aliado a toda
la familia en el sistema terapéutico (Cibanal, s.f.; Minuchin & Fishman, 1992).

A través de la intervención paradójica de intensificación el terapeuta le pide al paciente


que se concentre en su síntoma o problema conductual a través del aumento de la
intensificación y frecuencia del incidente (Selvini et al., 1986). Al paciente usualmente
se le da una explicación racional de porqué él debe intensificar la conducta indeseada.
La explicación es usada como una forma de redefinir el problema de tal manera que el
paciente verá alguna discrepancia en la credibilidad de la advertencia del terapeuta.
Por ejemplo, un paciente que dice que no tiene control de su ansiedad cuando está
ansioso en la noche, antes de irse a acostar; se le dará el mandato de estar ansioso en
diversos momentos a través del día y por igual en la noche. La explicación para esta
intensificación es que en el orden que pueda ejercer control para llevar a cabo el
mandato, aprenderá a leer el inicio de los síntomas. (Brown & Slee, 1986)

Reencuadrar

Cuando vamos a trabajar con una familia en psicoterapia escuchamos el problema que
plantean, quién presenta el síntoma y vamos reencuadrando el contexto de forma tal
que la familia sea capaz de tener otra visión del problema. Reencuadrar significa
cambiar el propio marco conceptual o emocional, en el cual se experimenta una
situación, y situarla dentro de otra estructura. Lo que cambia, a resultas del
reencuadre, es el sentido atribuido a la situación y no los hechos concretos
correspondientes a ésta. (Cibanal, s.f.; Minuchin & Fishman, 1992)

Con el reencuadre lo que buscamos es desplazar el problema del marco sintomático en


que la familia lo ha establecido y ponerlo dentro de otro marco más amplio, cambiando
la realidad disfuncional.

Watzlawick et al. (1983) comentan el siguiente ejemplo tomado de su labor


terapéutica: un sujeto que tartamudeaba ostensiblemente trabajaba como vendedor a
domicilio, lo cual había acentuado su preocupación por el defecto del habla. La
situación le fue reestructurada del modo siguiente: los vendedores a domicilio son
mirados generalmente con desagrado por su habilidoso y adulador modo de intentar
convencer a la gente para que adquiera algo que no desea comprar —dijo el terapeuta
—. Los vendedores pronuncian ininterrumpidos discursos ponderando sus productos,
mas ¿no resulta enojoso estar expuesto a tan insistente y pesado aluvión de palabras?
—continuó—. Por otra parte ¿no es cierto que la gente escucha con atención y
paciencia a quien padece un defecto de dicción como usted? ¿Sería usted capaz de
imaginar la increíble diferencia existente entre la charla apresurada, torrencial, que
emplean habitualmente los vendedores, y el modo como tendría que hablar usted en la
misma situación? ¿Se le había ocurrido pensar la insólita ventaja que podía suponer su
defecto de palabra en este trabajo?—concluyó el terapeuta—. El sujeto comenzó a
considerar su problema desde un punto de vista totalmente nuevo. La situación real no
ha cambiado, sin embargo, la visión que ahora tiene el sujeto de su defecto del habla
ha variado: lo que antes veía como negativo se ha convertido ahora en una ventaja
para su trabajo.

Ilusión de Alternativas

El término de ilusión de alternativas fue usado por primera vez por Weakland y
Jackson (como se cita en Watzlawick et al., 1983). Ellos observaron que los
esquizofrénicos, al tratar de hacer una elección acertada entre dos alternativas,
enfrentan un dilema típico: debido a la naturaleza de la situación comunicacional, no
pueden tomar una decisión acertada; ambas alternativas son parte integral de un
doble vínculo (i.e., cuando se dan dos mensajes contradictorios al mismo tiempo, a
través del lenguaje verbal y no verbal, y la persona que recibe el mensaje no puede
hablar con el emisor sobre la contradicción del mensaje) y en consecuencia, el
paciente pierde si lo hace y pierde si no lo hace (Watzlawick et al., 1983).

En la ilusión de alternativas se da una presión para elegir entre dos opciones, pero se
trata de una elección que, o bien es ilusoria porque ninguna de las dos es adecuada, o
por cuales quiera otras razones es imposible en la práctica. (Watzlawick et al., 1983)
Laing (citado por Watzlawick, 1980) relata el siguiente diálogo mantenido por una
madre y su hija esquizofrénica, en el curso de una sesión de terapia familiar:
Madre: No estoy enfadada porque hables así. Sé que realmente no piensas lo que
dices.
Hija: Pero sí que lo pienso.
Madre: Pero querida, sé que no piensas
tal cosa. No puedes valerte por ti misma.
Hija: Puedo valerme por mí
misma.
Madre: No, querida, yo sé que no puedes, porque estás enferma. Si
olvidara por un momento que estás enferma, me enfadaría mucho contigo. (pp. 96-97)

Tal como la madre contempla el comportamiento de su hija, a ésta sólo le quedan dos
alternativas: demencia o insolencia.

En las perturbaciones de la interacción familiar puede comprobarse a menudo que los


padres esperan que su hijo (o su hija) actúe con independencia y comiencen a vivir su
propia vida, pero de otra parte, cada paso del hijo en esta dirección es interpretado
como ingratitud, falta de amor y hasta traición. Entonces, tanto si el hijo sigue
dependiendo de los padres como si intenta distanciarse de ellos, nunca hace nada bien
y es siempre un mal hijo. (Watzlawick, 1980)

Podemos emplear la ilusión de alternativas con fines terapéuticos cuando pedimos al


paciente que elija entre dos posibilidades que no son en realidad contrapuestas sino
que, a pesar de su supuesta oposición, sólo presentan un polo de una pareja opuesta.
Erickson (como se cita en Watzlawick, 1980) cuenta el siguiente ejemplo:

desde niño tuvo que ayudar a su padre en los trabajos de la granja y muchas
veces su padre creaba una ilusión de alternativas, dejándole, por ejemplo,
elegir “libremente” entre dar de comer primero a los cerdos o a las gallinas. La
ilusión de alternativas se oculta aquí bajo la pequeña e inocente palabra
“primero”, la elección no consistía, pues, en sí él quería o no echar de comer a
los animales tal alternativa no entraba en cuestión y, por tanto, ni siquiera se
mencionaba sino sólo cuál de los trabajos prefería hacer primero. (p. 100)

La reestructuración ayuda al paciente a salir de un círculo vicioso o de la seguridad que


da su síntoma a la homeostasis familiar, logrando, con esto, formular un nuevo
equilibrio en la dinámica de la familia y de su vida.
Referencias

Brown, J. & Slee, P. (1986). Paradoxical strategies, the ethics of intervention [Versión
electrónica]. Professional Psychology: Research and Practice, 17, 487-491.

Cibanal, L. (s.f.). Introducción a la sistémica y terapia familiar. Recuperado el 8 de


junio de 2005, de http://penso.wanadoo.es/nicanorap/apunt_terap_famil_7.htm.

Minuchin, S. & Fishman, H. C. (1992). Técnicas de terapia familiar. Barcelona.: Paidos.

Selvini, M. Boscolo, L. Cecchin, G. & Prata, G. (1986). Paradoja y contraparadoja: un


nuevo modelo en la terapia familiar de transacción esquizofrenica. Barcelona.: Paidos.

Valenzuela, P. (2005, 26 de diciembre). La comunicación paradójica. Logos


Psykhê, 1(7). Recuperado el 9 de enero de 2006, de
http://psykhe.org/logospsykhe/051226a.htm

Watzlawick, P. (1980). El lenguaje del cambio. Barcelona.: Herder.

Watzlawick, P. Helmick J. & Jackson, D. (1983) Teoría de la comunicación humana.


Barcelona. Herder.

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