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Cambiar y ser cambiado

El seductor con estilo desea transformar a las mujeres, hacerlas únicas por medio

de su presencia y de su acción: “El éxito de Don Juan se debe a su poder de

transformar a las mujeres. La seducida, si realmente lo ha sido, queda ya

modificada para siempre en su estructura más íntima”, escribió Juan Rof Carballo

en El problema del seductor en Kierkegaard, Proust y Rilke.

Lo que todo buen seductor busca en la mujer a la que quiere amar es la persona

cuya gran valía consiga precisamente apartarle de ser un seductor; la búsqueda

constante del ideal, de la perfección, o al menos del perfecto círculo vicioso. Entrar

en el juego y salir transformado, pues como dejó dicho el escritor español

Francisco Umbral, “la mujer que quiere a un hombre siempre piensa que debe

salvarle de algo. De otra mujer, por ejemplo”.

Algunas mujeres experimentan atracción, a veces involuntaria, por los hombres

que vuelan libres y sin ataduras, un atractivo que se fundamenta precisamente en

el placer de atraerlos y ser ellas quien le haga cambiar de vida, que lo transforme,

que lo redima; porque a cierto tipo de mujer, cuyo arquetipo según las teorías del

psicoanalista suizo Carl Gustav Jung es el Hada Madrina, le gusta comprobar que

cuenta con el poder para transformar a un hombre. Aunque cuando le haya

transformado ya no lo quiera. Sucede así desde los tiempos de la Eva tentadora,

capaz con sus encantos de hacer romper a Adán su amistad original con el

mismísimo Dios.

Y a muchos hombres les encanta caer en la tentación de la Eva, la mujer

diabólica, la perversa Lilit que los devora en el acto amoroso como la hembra de la

mantis religiosa. Los dos van buscando lo mismo, entrar en el juego y dominar las

reglas; cambiarlas al menos, engañar, cambiarse el uno al otro… y esa es la

trampa seductora en la que finalmente caen ambos. Por eso, quien sea más

consciente del juego y los roles que se asumen durante los preliminares del
cortejo, mayor control ejercerá sobre su resultado final.

El problema de no ser un seductor

¿Existe lo que la sociedad llama media naranja o mujer de mi vida? Puede que

sí, pero cuando buscas una parte corres el peligro de no encontrar nunca la otra

mitad. Y además, nada te garantiza que busques o encuentres la mitad más

adecuada. Por tanto, no parece aconsejable fundamentar la seducción en que

haya una mujer en concreto a la que adorar como la única y la particular. De igual

modo que tampoco ha de buscarse lo mismo en los hombres. Para el seductor

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