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Yekoalt
Yekoalt
La forma de ciencia que se ha planteado en occidente que sirve de marco para que la
psicología se reconozca como tal, implica compromisos epistemológicos que terminan por
desconocer la importancia de la experiencia en primera persona para abordar el asunto de
lo psíquico; resaltando que una ciencia que se vuelca sobre ésto, se ve enfrentada a un
objeto que no esta fuera del sujeto que lo investiga, por el contrario, lo fundamenta y
sostiene en tal empresa.
“Una mente que está repleta, ahogada en los hechos, en conocimientos, ¿será capaz
de recibir algo nuevo, súbito, espontáneo? Si vuestra mente está atestada de lo conocido,
¿queda en ella espacio alguno para recibir algo que sea de lo desconocido? Sin duda el saber
es siempre de lo conocido: y con lo conocido tratamos de comprender lo desconocido, algo
que es inconmensurable” (Krishnamurti 1975, pág. 12). Con la anterior cita podemos
ejemplificar la forma en que la ciencia ha decidido acercarse a la psique; métodos conocidos
para estudiar la misteriosa experiencia humana.
Esta forma de psicología deja de lado entonces todo aquello que no tenga alguna
relación con los métodos conocidos, como es el caso de la espiritualidad: “la búsqueda, la
práctica, la experiencia mediante las cuales el sujeto efectúa en sí mismo las
transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad”, (Foucault, 2002, pág. 33).
Plantear la espiritualidad de esta manera implica necesariamente el estudio de la
experiencia del sujeto en prácticas que han sido dejadas de lado por la psicología. Sin
embargo y a pesar de las dificultades que la forma de ciencia imperante implíca, psicólogos
de distintas fuerzas han intentado poner en discución en el discurso psicológico la
espiritualidad gracias a los beneficios terapéuticos que experimenta el practicante (sea
yoguí, kiname, iniciado o cualquier otra denominación que varía dependiendo de la
tradición).
Es el caso de la psicología traspersonal que es un campo en el que convergen
psícólogos, psiquiatras y psicoterapeutas, quienes desde los años sesenta se han interesado
en expandir el marco de la psicología, esta orientación “[...] surge del encuentro entre la
psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalítica, jungiana, humanista y
existencial) y las tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el
taoísmo y el hinduismo) (Ferrer 2003, citado en Punte 2011, pág. 24).
Es importante señalar que esta cuarta fuerza dentro de la psicología “está
específicamente interesada en el estudio científico y la implementación responsable de las
metanecesidades, los valores últimos, la consciencia de unidad, las experiencias cumbre, los
valores B, el éxtasis, las experiencias místicas, el Ser, la autoactualización, la esencia, el
asombro, el sentido último, la trascendencia del self, el espíritu, la unidad, la consciencia
cósmica... los fenómenos trascendentes... y los conceptos, experiencias y actividades
relacionados (Puente 2011, pág. 25-6).
Para estudiar tales temas se vieron en la tarea de investigar las técnicas psicofísicas
de distintas tradiciones contemplativas, reconociendo los beneficios de sus prácticas de
primera mano (lo cual implica una concepción distinta de ciencia). El resultado de esta
exploración es el encuentro con prácticas espirituales que se han tornado de uso
terapéutico al permitir cambios en la disposición que los sujetos tienen ante su vida,
diremos entonces que son prácticas eminentemente pragmáticas.
Debido a los resultado de estas nuevas terapeuticas, las distintas fuerzas en
psicología (incluso las de carácter experimental) se han interesado recientemente por las
prácticas contemplativas orientales, especialmente la meditación y el yoga. En palabras de
Flórez y Gallego (2011) quienes usaron la Kirliangrafía en su investigación (de la que
hablaremos más adelante), se diría que tales prácticas generan “[...] mayores niveles de
bienestar psicológico, físico, energético y espiritual, lo cual repercutió directamente según lo
reportaron, en el aprendizaje de habilidades de afrontamiento del estrés, mayor
autoconfianza en sus habilidades para el logro de sus objetivos, liberación de tensión, mayor
vitalidad, entusiasmo por la vida, paz y crecimiento interior” (pág. 25-6).
Lo que nos resulta llamativo de este interes de la psicología por investigar prácticas
espirituales tanto en primera como en tercera persona, es que se ha centrado por las
orientales desconociendo así las formas occidentales, sus propias formas que buscan el
mismo fin que el yoga presentes en su territorio en las distintas culturas aborígenes.
Es el caso de los Yekoalt (ejercicios físicos) que hacen parte del cúmulo de prácticas
agrupadas en el méxico profundo con el nombre de Toltekayolt (Toltequidad). Para estos
moradores prehispánicos el Kinam (poder del equilibrio) era el sendero trazado por
Quetzalcōātl (serpiente emplumada) que permite la armonización del cuerpo y el espíritu
logrando así el Senkawa o movimiento que tiende a la perfección, teniendo en cuenta que
perfección aquí es el retorno a la unidad absoluta, Ometeotl (cf. Díaz 2004).
Antes de reconocerse uno con Ometeotl era necesario dar los siete pasos del Kinam;
el primero es el acercamiento a la cultura tolteca (Toltekayolt), sabiendo esto es necesario
ahora que el Kiname se comprometa con la disciplina del guerrero y los principios de de
conducta de Quetzalcōātl (Nawatilli), sólo así era posible el acercamiento devocional o la
mística tolteca (Teochiwa) en la que se obtiene el bastón de mando o Topilli gracias a una
purificación (Chipawa), el ahora transparente Kiname puede adentrarse en los distintos
grados de éxtasis en la práctica del silencio o meditación (Teomania). El sexto paso es el
vínculo con la naturaleza, el trabajo chamánico de la energía (Nawallotl) que otorga el
contexto al último paso, los ejercicios físicos (Yekoalt) (cf. Díaz 2004, pág. 21-3).
Es importante aclarar que no pretendemos hacer una descripción de las prácticas
específicas de cada uno de los pasos del Kinam, solo abordaremos una de las ramas de los
Yekoalt que desde finales de los 60 del siglo pasado resurgió de las antiguas tierras de
Anawak. Nos referimos a Carlos Castaneda discípulo del Nagual Juan Matus quien a
diferencia de todos los predecesores de su linaje que se remonta hasta los toltecas, no
habían hecho de conocimiento público los pases mágicos ahora conocidos bajo el nombre
de tensegridad a nadie que no fuera un Kiname o practicante del poder del equilibrio.
En los pueblos de Anawk se consideraba que el ser humano era el lugar donde se
besaba la tierra y el cielo, no en vano “Quetzal” ave representante del cielo se une a “Cōātl”
que en lengua nawalt significa serpiente con la energía de Tonantzin (madre con falda de
serpientes). A pesar que este encuentro entre ave y serpiente está dispuesto en todos los
seres humanos, los toltecas tomando como centro el ombligo, la casa del fuego interno, se
dividían en dos mitades, la parte derecha del cuerpo se refiere al Tonal (parte masculina,
sol, caliente, racionalidad), y en la izquierda reside el Nagual (femenino, luna, frio y parte
intuitiva) (cf. Marín 2010, pág. 134).
“El nombre nawatl del ser humano es Tlakatl, un término que se forma de las raíces
Tlak, mitad, y Katl, cosa. Así que, para los toltecas, somos “la mitad” de algo. ¿De qué? De
una totalidad cuyo componente humano es el Tonal y cuyo lado divino es el Nagual” (Díaz
2001, pág. 98). Tal diferencia es fundamental puesto que del mismo modo que otras
prácticas espirituales hablan del paso de estar dormido a despierto espiritualmente, o como
se sostiene en el catolicismo, muerte y resurrección, todo el Kinam está orientado para dar
el paso del Tonal al Nagual.
Resulta pertinente señalar aquí que sin importar la tradición espiritual que se
investigue, todas contienen formas para despertar de la conciencia espiritual y la creación
del cuerpo de luz; lo que varia en cada tradición es la cantidad de pasos y prácticas, sin
embargo todas tienen la misma finalidad. Esta afirmación la podemos sostener gracias al
trabajo hecho por José Antonio Ramon Canderon (Shambu), místico de nuestros días que ha
dedicado su vida al estudio comparativo del sendero espiritual en las principales tradiciones
del mundo, así como de las dos grandes vías a través de las cuales se puede avanzar por él,
el resultado de esta indagación es la conocido como Misticosofía1.
Los ejercicios físicos les permitían a los toltecas mantener en equilibrio todos los
vehículos de la conciencia, pues distintas series de movimientos se relacionan con cada uno
de los vórtices energéticos arriba mencionados, permitiendo que la energía que se
encuentra fuera de los vórtices en el campo sutil retorne y fluya por éstos (glandulas
endocrinas).
En palabras de Castaneda se diría: “La redistribución de la energía es un proceso que
consiste en trasladar de un sitio a otro la energía que ya existe en nuestro interior. Dicha
energía ha sido desplazada de los centros de vitalidad del cuerpo [...] debido a las
costumbres, la suma de este bombardeo de estímulos sensoriales es convertido, a través del
uso, en el sistema de interpretación que hace que el ser humano sea capaz de percibir el
mundo en la forma en que lo hace” (Pases mágicos, pág. 8).
Percibir el mundo de una manera u otra depende del sistema de interpretación de
energía o sintaxis; tal sistema también tiene una ubicación en la esfera luminosa
(conglomerado de campos vibracionales ya descritos que tienen asociacines a nivel
neurofisiológico y endocrino con el cuerpo físico), en la parte posterior del cuerpo a la altura
de los omóplatos y a un brazo de distancia reside el punto de encaje, vórtice en el que
ocurre la transformación de la energía en sensación (cf. Castaneda 1998, pág. 17).
Lograr mediante distintas prácticas como teomania o los yekoalt detener la sintaxis
habitual con la que se da sentido a la energía (flujo endocrino corriente) depende de la
disciplina del practicante, pues al adentrarse en el silencio se deja de estar en el sintaxis
habitual (ex-tasis), estado eminentemente místico en el que se logra la hazaña de ver:
“Llegar a ver la energía que fluye en el universo era, para ellos, la herramienta esencial que
les permitía establecer sus esquemas de clasificación. Gracias a esa capacidad, por ejemplo,
concibieron la totalidad del universo accesible a la percepción del ser humano como un ente
unificado -una cebolla- recubierto por miles de capas o estratos. Creían que el mundo
cotidiano del ser humano no era otra cosa que una de esas capas. Por lo tanto, también
creían que las otras capas no sólo eran accesibles a la percepción humana, sino que
formaban parte de la herencia natural del hombre” (Castaneda 1998, pág. 16).
Concebir el cuerpo humano (esfera luminosa) y el universo como capas sutiles de
energía superpuestas les permitió entender a los toltecas que el punto de encaje no es
inamovible, depende de su uso y la socialización a la que es sometido el practicante
(condicionamiento al flujo de la energía constante a nivel neurofisiológico y endocrino).
La idea de que el mundo tal como lo percibimos es el único que existe, el real
inquebrantable, inalterable e innegable, independiente del lugar en que me ubico
(conciencia) para interpretarlo (punto de encaje) es una mera ilusión: “-Créeme -me dijo
don Juan en cierta oportunidad-, esa sensación de irrevocabilidad no es sino una ilusión. Por
el simple hecho de que nunca ha sido cuestionado, se lo tiene por el único punto de vista
posible. Ver la energía como fluye en el universo es la herramienta que tenemos para
desafiar ese concepto. Mediante el uso de esa herramienta, los brujos de mi linaje llegaron
a la conclusión de que, en realidad, existía una sorprendente cantidad de mundos accesibles
a la percepción humana. Describían esos mundos como ámbitos omni-incluyentes, ámbitos
en los cuales se puede actuar y luchar. En otras palabras, son mundos en los que se puede
vivir y morir, tal como en este mundo de nuestra vida cotidiana” (Castaneda 1998, pág. 17).
La magia de los pases consiste en que mediante la redistribución de la energía del
campo sutil a los vórtices energéticos, al kiname moviliza suavemente el punto de encaje
(incluyendo cambios endocrinos) dependiendo de los ejercicios que ejecute permitiendole
acceder a otros estados de ser, percibir su entorno de una manera indescriptible para
nuestra sintaxis (inefabilidad); la magia reside en la percepción.
“La magia de los movimientos -siguió diciendo- es un cambio sutil que el practicante
experimenta al ejecutarlos. Es una cualidad efímera que el movimiento aporta al estado
físico y mental, una especie de resplandor, una luz en los ojos. Ese cambio sutil es un toque
del espíritu. Es como si los practicantes, a través de los movimientos restablecieran un
eslabón perdido con la fuerza vital que los sostiene” (Castaneda 98, pág. 19-20).
Las prácticas contemplativas orientales pretenden “la unión del individuo con el
cosmos, la experiencia de integración del individuo con todo el universo circundante, en la
que prevalece el sentimiento de ser una misma cosa con el todo” (Hernández 2003, pág.
20), en donde se logra la extinción de los remolinos de la mente (nirvana) permitiendo un
estado de absorción de la conciencia en Brahman.
Diremos entonces que el sendero de Quetzalcoatl o los pasos del Kinam, además de
permitir una experiencia armónica en los campos vibracionales (cuerpo de luz) que
componen lo tonal y nagual del ser humano, tienen como propósito preparar al guerrero
para afrontar la batalla florida:
“Usaron el término "batalla" para simbolizar la furiosa e intensa lucha que se libra
en el interior del ser humano por alcanzar el pináculo de su conciencia o, dicho de otra
manera, "hacer florecer su corazón". Llamaron "florida" a la batalla interior porque las
flores representan la belleza, y no puede haber mayor belleza que un corazón henchido de
amor y compasión, abierto como una bella y perfumada flor, generando a su alrededor un
clima de tolerancia, armonía, paz y bienestar” (Marín 2007, pág. 55).
Con el recorrido que hemos planteado hasta este punto, buscamos señalar que así
como la exploración de las tradiciones contemplativas orientales trajeron cambios en la
forma de abodar el sufrimiento psíquico, el volcar nuestra atención sobre los yekoalt
permitiría a la psicología no solo una nueva terapéutica, sino un reconocimiento en la
manera en que aparece la pregunta y el trabajo por la verdad en nuestras culturas
aborigenes, además de señalar una finalidad común de los ejercicios psicofísicos presentes
en distintas prácticas espirituales.
Bibliografía
Flórez J., Gallego H., El bienestar integral en una muestra de estudiantes universitarios de
Bogotá participantes de las prácticas de biodanza, Yoga y Reiki en relación con el efecto
Kirilian G.D.V. futuro. Revista Vanguardia Psicológica, Vol. 2 N° 1, 2011.
Díaz F., Kinam el poder del equilibrio (antiguas prácticas toltecas), Editora Alba, México,
2004.
Marín R. G., Historia verdadera del México profundo, Toltecayolt, México, 2010.
Hernández D., Claves del Yoga, teoría y práctica. Edit. La liebre de Marzo, Barcelona. 2003.
Foucault M., La hermenéutica del sujeto, Fondo de Cultura Económica, México D. F, 2002.