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Es una devoción que tiene antecedentes a partir de siglo XII, en la espiritualidad de algunos santos como San Bernardo de

Claraval, San Buenaventura y Santa Catalina de Siena. Sin embargo, es a partir del siglo XVII que se extiende su
apostolado. A partir de las visiones de Santa Margarita María de Alacoque, de la espiritualidad de San Francisco de Sales
y del sentido misionero de San Juan Eudes, entre otros. En aquel momento la fe en el Sagrado Corazón fue una respuesta
ante el jansenismo, herejía que tenía una visión excesivamente pesimista del ser humano, como no merecedor del amor de
Dios. La devoción al Sagrado Corazón invita a practicar la humildad, y la confianza en el amor de Cristo. En 1856 el
Beato Pío IX extendió la festividad a toda la Iglesia.
Jesucristo fue coronado en su nueva estatua de bronce de seis metros que se instaló en la Basílica de Guadalupe. De esta
forma, el pasado sábado 23 de noviembre (2013) se consagró la nación mexicana al Sacratísimo Corazón de Cristo Rey
renovando el solemnísimo acto del 11 de enero de 1914 en el que México completo se consagró a Cristo Rey.
Esta renovación se realiza 100 años después de la efectuada por petición de S.S. San Pío X. La ceremonia solemne fue
encabezada por el Sr. arzobispo de México, Card. Norberto Rivera Carrera.
Dicha renovación se llevará a cabo con una ceremonia de consagración el viernes 23 de junio, fecha en que la Iglesia
celebrará la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, y se realizará en el cerro del Cubilete (Guanajuato) ante el monumento
nacional de Cristo Rey. Mons. José Guadalupe Martín Rábago, obispo de León (Guanajuato) y actual presidente de la
Conferencia del Episcopado Mexicano, presidirá la santa misa.
Acto de proclamación (consagración) al Sagrado Corazón de Cristo Rey y juramento de fidelidad y vasallaje.
"Corazón Sacratísimo del Rey pacífico: radiante de júbilo como fieles vasallos, venimos hoy a postrarnos al pie de tu
trono y gozosos te proclamamos a la faz del mundo: REY INMORTAL DE LA NACION MEXICANA, al acatar tu
Soberanía sobre todos los pueblos.
"Queremos coronar tu frente, ¡Oh Cristo Rey!, con una diadema de corazones mexicanos y poner en tus manos, el cetro de
un poder absoluto, para que rijas y gobiernes a tu pueblo amado. Eres Rey como afirmaste en tu pasión, ¡porque eres el
Hijo de Dios! Por lo tanto, ¡Oh Monarca amabilísimo!, este pueblo tuyo, que tiene hambre y sed de justicia, que se ampara
en tu celestial Realeza, te promete entronizar tu Corazón en todos sus hogares, pobres o ricos y rendirte el homenaje que
mereces, reconociendo tus derechos santísimos sobre todo el orbe.
"Consagramos a tu Corazón Sagrado, la Iglesia de México con todos sus Pastores, Ministros y Comunidades religiosas; la
Patria querida con todos sus hogares, las familias con todos sus miembros; ancianos, jóvenes o niños; a los amigos y a los
enemigos y muy particularmente, a las madres, las esposas y las hijas, destinadas a modelar el corazón del futuro pueblo
mexicano, para que triunfes y reines en todos los habitantes de esta Nación.
Todos:
"¡Oh Cristo Rey!, con ardiente júbilo te juramos fidelidad como nobles generosos vasallos. Habla, pues, manda, reclama y
exige con imperio: pídenos la sangre y la vida, que son tuyas, porque totalmente te pertenecemos; resueltos estamos a
dártelos por defender tu bandera hasta que triunfe y sea exaltado, reverenciado y amado para siempre tu herido Corazón.
"Ya reina en México tu Corazón divino y desde la santa Montaña consagrada a ti, enjugará las lágrimas, restañará la
sangre, curará las heridas de esta República conquistada por María de Guadalupe. Tú dominarás en ella con el cetro
suavísimo de tu misericordia y en la paz como en la guerra, en la agitación como en la tranquilidad, nos verás con
benignos ojos y extenderás tus benditas y poderosas manos para bendecirnos. Y nosotros, con todas las generaciones
futuras, te aclamaremos nuestro Rey y Salvador. Allá volarán las muchedumbres a pedirte gracias y a ofrecerte, con alma
y vida, guardar tu santa Ley: y tú, Redentor amoroso de los hombres, atrae a tu Corazón adorable a los pecadores para
convertirlos.
"Recobra el dominio sobre tantas almas apóstatas, desorientadas y engañadas con falsas y perversas doctrinas; conserva la
fe en nosotros y despréndenos de los miserables bienes del mundo; calma los odios y une a los hermanos; ilumina a los
ciegos; perdona a los ingratos; pero, sobre todo, concede a tu Iglesia la libertad y la paz por la que tanto suspiramos.
Derrite con el fuego de tu divino pecho, misericordioso Jesús, el hielo de las almas; establece tus reales en todos los
pueblos de nuestro país y penetre tu caridad a las cárceles, a los hospitales, a las escuelas, a los talleres; haz un trono para
ti en cada corazón mexicano, porque los Pastores y las ovejas, los padres y los hijos, nos gloriamos en ser tuyos. Danos,
por fin, una santa muerte, sepultándonos en la herida preciosa de tu Corazón de amor, para resucitar en los esplendores del
cielo, cantando eternamente:
CORAZON SANTO
TU REINAS YA,
MEXICO TUYO
SIEMPRE SERÁ".
La Consagración de 1914
La primera consagración al Corazón de Cristo Rey ocurrió el 11 de enero de 1914 durante una Santa Misa que presidió el
entonces Arzobispo de México en la Catedral Metropolitana, quien depositó a los pies de la imagen las insignias reales.
Esta consagración se realizó con la fórmula del Papa León XIII, renovándose con una forma especial en 1924 cuando
México acogió el Congreso Eucarístico.
También en Nuevo León y otros estados

Como en su momento lo hicieron Chiapas, Veracruz, Campeche, Chiapas y Yucatán, Nuevo León se consagró el sábado
pasado a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. El Arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, presidió la
ceremonia a la que asistió el Gobernador Rodrigo Medina y su gabinete, así como la Alcaldesa de Monterrey, Margarita
Arellanes.
La Legión de Cristo y el Movimiento Regnum Christi tienen, en las líneas fundamentales de su espiritualidad, la devoción
al Sagrado Corazón de Jesús que consiste en la experiencia profunda del amor de Cristo, simbolizado en su corazón, y en
la imitación de las virtudes que Él mismo nos transmitió en el Evangelio, principalmente la caridad, la mansedumbre, la
beneficencia, la humildad, etc.
tanto la devoción a Cristo Rey como a Santa María de Guadalupe han sido determinantes en el establecimiento de la
identidad cultural católica de nuestra nación, desde sus orígenes; es decir, desde el año 1521, con la conquista de nuestro
territorio por parte de España. “El Acontecimiento Guadalupano, ocurrido diez años más tarde, en 1531, vino a ser como
el Bautismo de la joven nación”.
En lo que respecta a la consagración de México a Cristo Rey en el año 1914, el sacerdote explica que ésta fue posible
básicamente por dos factores: por un lado, la aclamación popular de una nación forjada en torno a la fe católica y el amor
a Jesucristo, de un pueblo constituido entonces por un 98 por ciento de católicos, cuyos obispos y sacerdotes estaban
preocupados por la paz y el progreso en México. “Como fieles creyentes, pidieron a Dios el don de la paz para la patria, y
la encomiendan a Cristo, Rey de la Paz, en el comienzo de un siglo que resultó trágico para México y para el mundo. El
otro factor fue la circunstancia política: el país estaba en plena guerra de Revolución.”

Explicó que en ese entonces (previo a la llamada Guerra Cristera) todavía había una “isla” de libertad para organizar este
tipo de actos llamados “piadosos”, un espacio temporal de libertad religiosa del cual gozaba el país, y en el que el
Arzobispo de México, Mons. José María Mora del Río, pudo depositar a los pies de la imagen del Sagrado Corazón de
Jesús, el 11 de enero de 1914, una ofrenda para pedir la paz en México, mientras muchos de los presentes aclamaban:
“¡Viva Cristo Rey!”. “Una paz que era especialmente necesaria, pues la nación entera estaba entrando en el turbulento
torbellino de lo que fue la Revolución Mexicana, que, con sus cientos de miles de muertos y desplazados, principalmente
hacia Estados Unidos, supuso una destrucción y un retraso socio-cultural severo para la nación entera”.
la historia oficial ha pretendido hacer pasar la Revolución Mexicana como un acontecimiento plagado de “héroes”
forjadores de la patria, un suceso determinante para el México moderno, cuando la realidad es que la revuelta causó
enormes destrozos y retrasos culturales y sociales desde 1914… “Diez años después, México renovó su consagración
durante el Congreso Eucarístico de 1924, con una fórmula especial. En el corazón del México católico estaba firmemente
arraigada la fe en Cristo, en sus manifestaciones como la devoción al Sagrado Corazón y a Cristo Rey”.
Consagrar la República al Sagrado Corazón tenía un profundo contenido político. Esta devoción, que en el siglo XVIII
giraba en torno a los sufrimientos de Cristo por la salvación del mundo, se popularizó a finales del siglo XIX asociada a
las ideas de restauración católica y penitencia por la apostasía e impiedad de la sociedad moderna. La devoción
reivindicaba el papel de la Iglesia como la autoridad moral exclusiva y poseedora de la verdad última, y como fuente de
autoridad política. Así mismo, implicaba una condena a la pretensión liberal de limitar el campo de acción eclesial al
espacio privado. En este sentido, la consagración afirmaba el derecho de la Iglesia y de los católicos, como creyentes, de
participar en el poder y reformar, según los principios católicos, una sociedad que se percibía inmoral, opresiva, injusta y
poco religiosa.
La moción para consagrar la República Mexicana el 6 de enero de 1914 y su consiguiente proclamación de Cristo como
Rey de la nación, para conservar la Religión Católica, religión mayoritaria del pueblo mexicano, a causa de la Revolución
anticristiana y masónica, provocada por sus enemigos nacionales e internacionales de la nación; tenía su antecedente en la
Encíclica “Annum Sacrum” que S. S. León XIII emitió el 25 de mayo de 1899, para consagrar al género humano entero.
Pero la idea para la Consagración específica a la Nación Mexicana partió del señor Arzobispo de Linares, Monterrey;
quien se dirigió al Arzobispo de México Dr. José Mora y del Río. Este a su vez, aceptó la idea y escribió a fines del año de
1911, una circular a sus hermanos los señores arzobispos y obispos de todas las diócesis mexicanas pidiendo su parecer
respecto a organizar una reunión de todos, para preparar la Consagración de México al Sagrado Corazón de Jesús.

Pero, en vista del amago revolucionario de ese año para subvertir el orden. No pudieron organizarse por los desórdenes de
1912 y principios de 1913. Sin embargo, a partir de marzo de 1913, gracias a un gobierno estable y fuerte bajo la
autoridad del General Victoriano Huerta; se dieron las condiciones para que el V. Episcopado Nacional, por medio del
Arzobispo José Mora del Río, pidiera a S.S. Pío X su beneplácito por la Consagración de México al Sagrado Corazón de
Jesús.
Durante ese año hubo intercambio de correspondencia entre el Arzobispado de México y la Santa Sede, dando por
resultado la Carta de San Pío X a los Obispos mexicanos del 12 de noviembre de 1913. Carta que existe en el Archivo
Arzobispal y que este año de 2013 se cumplirá el Centenario de su emisión. Y, que a continuación, transcribiré íntegra en
este texto.
Pero, antes, conviene transcribir el primer párrafo de la Segunda Carta pastoral del Ilmo. y Revmo. Sr. Dr. y Mtro. Don
Francisco Orozco y Jiménez, quinto arzobispo de Guadalajara con motivo de la solemne Consagración de la República
Mexicana al Sacratísimo Corazón de Jesús.
“A moción del Ilmo. Revmo. Sr. Arzobispo de México y por unánime acuerdo del V. Episcopado Nacional, la Santidad
del Señor Pío X, ha accedido con gusto a que la República de México se consagre solemnemente y rinda vasallaje al S.
Corazón de Jesús en demanda pública de remedio para las necesidades que nos aquejan; -si así es del deífico beneplácito-
la tan deseada paz nacional.”
La Misericordia de Dios dispuso que México fuera el tercer país en consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús hasta esa
fecha. Antes habían sido: la República del Ecuador el 23 de marzo de 1873 por iniciativa de su presidente el general
Gabriel García Moreno. Y la República de la Argentina en 1884.
Una vez recibida en México, la Carta pontificia, todas las Asociaciones Católicas en consonancia con el Arzobispo José
Ma. Mora y del Río, y todas las autoridades de la Iglesia en México pusieron manos a la obra para a nuestra nación al
Sagrado Corazón de Jesús. Se convino la fecha de la Epifanía, 6 de enero de 1914 y la solemne Proclamación de Cristo
Rey para el 11 de ese mismo mes de enero en la Catedral Metropolitana.
El 6 de enero de 1914 en la Iglesia del antiguo convento de San Francisco; los generales don Ángel Ortiz Monasterio y
don Eduardo Paz, en uniforme de gran gala, llevaron en regios cojines de seda, la Corona y el Cetro que el Arzobispo José
Ma. Mora y del Río, pondría a los pies de Jesucristo Rey.
El eminente historiador monseñor Emilio Silva de Castro, en su libro: “La Virgen María de Guadalupe Reina de México y
Emperatriz de América” escribió refiriéndose al gran acto ignorado por la mayoría de los católicos del siglo XXI: “Los
males terribles que amenazaban a la Patria, y que los fieles católicos trataban de evitar con esa proclamación, y eran
evidentes en las acciones de la Revolución satánica, judaica y masónica mundial, en México encarnada en la revolución
carrancista de 1913…”
Esos males que amenazaban a México a principios del siglo XX hubieran podido ser muchísimo peores de lo que fueron
si el país no se hubiese consagrado al Sacratísimo Corazón de Jesucristo y proclamado Su Realeza. También preparó los
corazones del pueblo católico para soportar el segundo embate de las fuerzas anticristianas, aún mayores, que se
presentaron diez años más tarde con la guerra Cristera, y que produjo tantos mártires por defender la Realeza de Cristo.

RESUMEN DE RESEÑA

El Sagrado Corazón de Jesús: imágenes, mensajes y transferencias culturales

En la América Latina actual son innumerables las huellas de la difusión del culto al Sagrado Corazón: altarcitos
domésticos en la sala de la casa, placas de metal que, fijadas detrás de la puerta principal, protegen el hogar,
estampitasque se conservan en la cartera... En las iglesias construidas, sobre todo desde hace un siglo, es la figura sólo es
superada en México por la de la Virgen de Guadalupe -según estadísticas personales de Jaime del Arenal Fenocchio.
En México también los jesuitas lo hicieron conocer desde épocas tempranas, ya que en 1732 apareció un escrito firmado
por el poblano Antonio de Mora con este título Devoto culto, que debe dar el cristiano a el Sagrado Corazón de Cristo
Dios y Hombre. Sacado del libro que de este argumento escribió en Roma y dedicó a nuestro Muy Santo P. Benedicto
Décimo tercio el R. P. J Josep de Galiffit dela Compañía de Jesús, asistente de la provincia de Francia.
En el siglo XVIII circuló y se difundió como objeto de culto el corazón aislado, separado del cuerpo. Como un icono lo
representó en México el famoso lienzo de Miguel Cabrera. Y en las series iconográficas de los vía crucis que se hallan en
algunas iglesias mexicanas del siglo XVIII (como en Atotonilco), el corazón autónomo sustituyó, en una audaz
metonimia, a la figura de Cristo.
Los soldados franceses en la época de la revolución como más tarde los de la primera guerra mundial- utilizaron el
corazón como amuleto, como un signo protector del combatiente que lo llevaba precisamente colgado o prendido en la
ropa, en el lugar de su propio corazón. En España, durante la guerra civil, a esos escapularios se les llamó "detente"
-detente, bala... (véase imagen 2).
En la segunda mitad del siglo XIX, el larguísimo pontificado de Pío IX (18461878) impulsó la devoción al Sagrado
Corazón, al extender en 1856 su fiesta a toda la Iglesia y al elevar luego a los altares a Margarita María de Alacoque. Ese
día, móvil en el calendario religioso, condensaba un conjunto de símbolos y de prácticas individuales (repetición de
jaculatorias) o colectivas (ceremonias de consagración y de oración en los hogares) que, en el apogeo de la devoción, se
practicaban durante todo el mes de junio (llamado así "mes del Sagrado Corazón") e incluso durante todo el año ~ya que,
cada primer viernes de mes, el devoto se acercaba a la comunión (véase imagen 4). La visible propagación de este culto y
su reconocimiento oficial deben explicarse como otras formas de piedad durante esta época, debido a los problemas que
enfrentó la Iglesia católica. Fueron años en que el pontífice romano, en lucha con la evolución de su tiempo y
progresivamente aislado por los avances de la unidad italiana, lanzó su famoso Syllabus contra los peligros de la
civilización moderna. En la década de los setenta, después de la derrota de los franceses en su guerra contra Prusia y de la
entrada de las fuerzas italianas en Roma, el papa se encerró en el Vaticano, en un cautiverio cuyo carácter no por
voluntario era menos legítimo para la propaganda católica.
"la Iglesia y la sociedad ya no tienen más esperanza que en el Sagrado Corazón de Jesús, que será la salvación del
mundo", Con estas palabras se dirigieron a Pío IX los devotos para que de modo oficial --en las ceremonias del año santo
de 1875- consagrara la Santa Iglesia al divino Corazón de Jesús." El inicio del siglo xx fue para su sucesor, León Ali, un
pretexto para hacer un balance de un siglo considerado como criminal, comparado, por su culto al progreso y por su
obsesión del desarrollo científico y técnico, a la torre de Babel Para preparar los festejos el papa publicó la encíclica
Annum sacrum, en el que se consagraría ya no la Iglesia, sino el género humano, al Sagrado Corazón. Paralelamente se
llevaba a cabo en Roma el primer concilio plenario latinoamericano, importante no sólo por ser la primera ocasión en que
se reunieron casi rodos los obispos del gran continente católico, sino también porque ese concilio materializó la apertura
del pontífice romano hacia el mundo de su época, mundo moderno y europeo. En Hispanoamérica fueron luego muchas y
fastuosas las fiestas para abrir el siglo en esta dimensión político-religiosa. León XIII veía en la imagen un signo
-parecido a la cruz que se manifestó a Constantino-- que debía convertirse, al abrirse el siglo xx, en un símbolo de
victoria, en el signo distintivo del cristianismo. El uso del término labarum, el lábaro sobre el que Constantino colocó la
cruz con la inscripción boc signo vinces ("con este signo vencerás"
La imagen religiosa se vivía entonces como signo de identidad de los católicos que, en abierta militancia, se enfrentaban a
las tendencias laicizadoras de la evolución social y, en muchos casos, a los intentos de limitar el poder de la institución
eclesial
En México la apropiación de los símbolos se dio también esporádicamente, al colocarse en meció de la bandera nacional a
la figura guadalupana. En Francia, como en la España finisecular, como después en México durante la segunda década del
siglo xx, las oposiciones políticas y sociales se convirtieron así en una verdadera guerra de imágenes
La literatura religiosa así como los documentos papales -desde Pío IX, casi todos los papas, de un modo u otro-
consideraron el culto al Sagrado Corazón como esencial al catolicismo moderno, en un periodo que podríamos situar entre
mediados de! siglo XIX y el concilio Vaticano II o, más precisamente, entre 1856 - año de instauración de la fiesta en el
calendario religioso de la Iglesiaw1iversaly 1956 -la encíclica Haurietis aqlla que Pío XII publicó justamente para celebrar
e! centenario de la iniciativa de su predecesor.
culto, cada vez más politizado, planteó en su evolución durante la segunda mitad de! XIX el problema de las relaciones
con la sociedad de la Iglesia y del Estado. Porque el laicismo no era sólo la separación del poder eclesiástico y del poder
político, sino también una visión no religiosa del individuo y del mundo que suponía cierro ideal moral y cívico que
moldearía a la colectividad y legitimaría su ejercicio de la soberanía.
En torno a 1870 se fue forjando la idea de una consagración colectiva al Sagrado Corazón, ya no en el marco eclesial sino
en el de la entidad civil y política. Antes de esos años ya habían tenido lugar consagraciones colectivas para enfrentar
desastres naturales, epidemias (como la de peste en Marsella, en 1720) o enemigos exteriores.
En México, entre los siglos XIX y xx, esas iniciativas seguían estando limitadas a lo privado, tanto más que la legislación
liberal restringía las manifestaciones públicas de la Iglesia. Durante el porfiriato no fue posible organizar una ceremonia
de consagración nacional a pesar del modus vivendi conciliador con la jerarquía eclesiástica y de la tolerancia relativa del
gobierno de Díaz. Si la diócesis de León fije la primera en llevar a cabo un acto de consagración en 1875, fue seguida por
otras en la década posterior; por ejemplo, la arquidiócesis de México en 1889. No obstante, la prensa religiosa se
lamentaba continuamente de ello y, cuando ese año se festejó el centenario de la revolución francesa y el tricentenario del
mensaje a la beata Margarita, los católicos mexicanos intentaron imitar las iniciativas de otros países para una ceremonia
nacional de "expiación, consagración, coronación" que no pudo rebasar entonces los límites del espacio privado. Al
abandonarse la idea de una consagración oficial, presidida por las autoridades civiles, y la construcción de un templo
expiatorio en la capital, los propagandistas del culto se consolaron con la posibilidad de que "si no se consagran
oficialmente las naciones al Sagrado Corazón de Jesús, que lo hagan las familias cristianas
Fueron rabiosas las polémicas de esos años, de la que es un ejemplo un artículo de El Siglo XIX que arremetía contra la
prensa religiosa, en particular contra El Heraldo, que trataba de convencer al presidente de permitir la ceremonia pública
de consagración:
El Heraldo nos hace saber que ha de procurar con el mayor empeño que el Corazón de Jesús reine socialmente en México.
Es una determinación como cualquier otra. En cuanto a la forma adoptada para llegar a este resultado, no puede ser más
sencilla, breve y compendiosa. El Heraldo la explica: "conságrese el mes de junio actual o cualquier otro mes del año al
Divino Corazón de Jesús!" Ya ven ustedes que el procedimiento es perfectamente practicable l.…]en México, de donde
entre paréntesis, dice El Heraldo que hemos lanzado oficialmente a Jesucristo. Pero no lo crea usted, amigo Heraldo, no lo
crea. El artículo 33 de la Constitución no legisla en el mundo espiritual. Hasta allí no llegamos." Heraldo de México, 1 y 8
de juniode1889, México
En el México de estos años, a diferencia de lo que pasaba en otros países, es posible que el lazo entre la identidad nacional
y un símbolo religioso haya sido acaparado por la Virgen de Guadalupe, cuya coronación el 12 de octubre de 1895 fue
una ceremonia suntuosa, prácticamente apoyada por el gobierno de Díaz
Esta representó durante el periodo que en México gobernó Victoriano Huerta, en 1914, cuando Pío X accedió a una
solicitud episcopal pidiendo la consagración nacional y fijó una fecha que en sí era ya un símbolo: el día de la Epifanía,
manifestación de Cristo a los gentiles. En la catedral metropolitana tuvo lugar así, el 6 de enero, una ceremonia presidida
por el arzobispo de México, quien colocó corona y cetro a los pies de una estatua del Sagrado Corazón, en una especie de
coronación. Enfatizando su carácter nacionalista, integró a la consagración una bandera tricolor mexicana que llevaba en
su centro no el águila tradicional, sino la imagen de la Guadalupana. ¡Las autoridades civiles no participaron en la
celebración, pero permitieron unos días más tarde que, continuándola de algún modo, un importante cortejo saliera a las
calles para “entronizar”-verbo utilizado entonces- el Sagrado Corazón en el espacio público y proferir el grito que años
más tarde dio su nombre a las guerras cristeras, “[Viva Cristo Rey!" La proclamación de este "eslogan", en el sentido
etimológico de grito de guerra, ha sido considerada por los historiadores de la Cristiada, como Jean Meyer, como un
importante antecedente de las luchas posteriores entre Iglesia y Estado (véase imagen 5). Para materializar la nueva
alianza entre la divinidad y la nación, se requería también la construcción de un lugar de culto, la erección de monumentos
justamente llamados "votivos" o también templos expiatorios. A fines del siglo XIX se multiplicaron en el mundo católico
las nuevas iglesias dedicadas al Sagrado Corazón y en el interior de las ya existentes se acondicionó un espacio pata darles
un lugar central a las estatuas de Jesucristo que allí se instalaron.
En otras naciones, consagradas también al del Sagrado Corazón, fueron parecidos los ejemplos, aquí y allá: en el
Tibidabo, que domina Barcelona, un templo expiatorio; en Valladolid, una estatua que coronó el lugar donde vivió el
propagandista español de la devoción; en el centro geográfico de la península, en el cerro de los Ángeles, un monumento
que dio pie a una polémica puesta en escena, entre nacionalistas y republicanos, durante la guerra civil, etc. De los Alpes a
los Andes, del Corcovado en Río, al cerro del Cubilete, en el centro geográfico de nuestro país, numerosos son los lugares
elevados donde se erigieron espectaculares estatuas de Cristo con los brazos abiertos, a veces en forma de cruz, que
permiten por cieno apreciar la evolución, entre los veinte y los treinta, del Sagrado Corazón a la figura de Cristo Rey.
Más que las cofradías y las asociaciones piadosas que existían desde el siglo XVIII, más que las órdenes religiosas que se
fundaron en el siglo XIX para alimentar la devoción de Paray-le-Monial, una organización de seglares desempeñó un
papel fundamental para su difusión. Fue el llamado Apostolado de la Oración que nació y creció justamente durante el
pontificado de Pío IX. Cuando se fundó en 1844 en un seminario jesuita del centro de Francia por el padre Gautrelet, se
pretendía que los jóvenes seminaristas, que por su edad no podían llevar una vida de misioneros, pudieran contribuir ya al
"apostolado" mediante la oración, en torno a una intención colectiva. El padre Henri Rarniere, un discípulo de Gautrelet,
unió esa Obra del Apostolado de la Oración con el culto al Sagrado Corazón, tan importante en la espiritualidad de la
época y, como se ha dicho anteriormente, muy ligado a los jesuitas. Lamiere le dio así a la devoción un nuevo impulso,
particularmente cuando fundó, en 1861, Le Messeguer du Crear de] sus. Esta revista mensual de amplia difusión
rápidamente suscitó traducciones, adaptaciones, en todos los países y en todas las regiones lingüísticas donde se hallaban
implantados los jesuitas. "Regiones lingüísticas" porque en el territorio español, por ejemplo, se publicaron, además de
una versión en castellano que apareció en 1866, Mensajeros en catalán y en vascuence. La filiación del Mensajero del
Corazón de Jesús español se enunciaba claramente:
boletín mensual de la Obra del Apostolado de la Oración, bajo la dirección del R. Rarniere de la Compañía de Jesús,
traducido al español y arreglado a las costumbres y necesidades de España con permiso de su autor.
En una primera época lo animó en Barcelona José Morgades i Gili. En los años ochenta se trasladó a Bilbao,
conservándose una edición en catalán, propia a Cataluña. En México, en los años ochenta, un Mensajero mensual,
"extendido ya por todo el país, era además un arma de combate en que se rebatían, especialmente en la Hoja de
Propaganda, los errores modernos y las mentiras propaladas por los protestantes" La difusión fue rápida y eficaz en otros
países: a la muerte de Rarniere, en 1884, existían ya catorce ediciones extranjeras y en 1890 la Obra del Apostolado de la
Oración contaba en el mundo con 28 000 centros y cerca de 10 000 000 de asociados; en 1922, cuando se trasladé la sede
de esta organización, de Toulouse a Roma, a la casa general de los jesuitas -lo cual ligó aún más la devoción a las
orientaciones y a las preocupaciones del papado-, a 80 000 centros estaban asociados 26 000 000 de católicos, quienes
leían El Mensajero en alguna de sus 52 ediciones distintas, escritas en 35 lenguas. Eran impresionantes las cifras: la
edición en Cracovia era de 180000 ejemplares, el de Dublín de 250000, la de Nueva York rebasaba 400000... 19 En
Hispanoamérica se publicaban Mensajeros diferentes en México, en Colombia, en Ecuador, en Argentina, en Nicaragua,
en El Salvador, y en Venezuela existían dos títulos...

Miguel Rodríguez. Profesor de la Universidad de París IV-Sorbonne. Miembro del Centro de Investigaciones
Interdisciplinarias sobre el Mundo Ibérico Contemporáneo. Se ha interesado en el estudio de la historia cultural del
mundo hispánico contemporáneo e historia comparada entre Europa y América Latina.

Estados consagrados al sagrado corazón Guanajuato miguel MARQUEZ 13 de mayo 2017

Guadalupe, Nuevo León

Ensenada,Baja California

Chihuahua sagrado corazón en inmaculado corazón

Morelos

En 1863 comienza un gran fervor y una renovación en el Monasterio de la Visitación de Santa María de Bourg, Francia
consagrada al Sagrado Corazón. Una gran imagen del Sagrado Corazón les llegó como regalo del Monasterio de Annecy a
Bourg. El 11 de enero la imagen del Sagrado Corazón era reconocida solemnemente la Fiesta del reinado del Sagrado
Corazón y la Hna. María del Sagrado Corazón organiza la fiesta colocando al Sagrado Corazón ese día en un trono. Dos
semanas después de esta fiesta la Hna. Del Sagrado Corazón en visión intelectual vio el Cuadrante de la Guardia de
Honor y muy pronto lo reproduce e inscribe “Gloria, Amor y Reparación”. Minutos después ella siente la inspiración de
escribir Guardia y Honor al Sagrado Corazón, poniendo en el centro de la imagen al Sagrado Corazón y reproduciendo así
el blasón de la Visitación. Actualmente es el Estandarte de la Archicofradía, en el que figuran las horas de guardia, con el
fin de santificar la vida diaria en reparación de los pecados públicos y privados por los cuales Nuestro Señor sufrió y
derramó su sangre en la cruz. De esta manera nace oficialmente la Guardia de Honor, como respuesta a ese reclamo de
Amor que Jesús hizo

El 3 de marzo de 1863, primer viernes de Cuaresma y fiesta de las 5 llagas. Hermana María del Sagrado Corazón lleva
hacia las cuatro de la tarde el primer Cuadrante de la Guardia de Honor a la Madre Superiora, y lo recibe con
benevolencia y aprueba que todos los nombres de las Hermanas estén inscritos alrededor y cada una escoge la hora
preferida.

El 13 de marzo de 1863 la Comunidad de Hermanas está fundada y este grano de trigo caído en la buena tierra del
Monasterio de Bourg, es muy pronto un árbol destinado a cubrir el mundo entero con sus vigorosas ramas. Esta es la
razón de ser de la Guardia de Honor dice la Hermana del Sagrado Corazón: su fin principal consolar al Corazón de Jesús
mediante reparación y amor.

El domingo 14 de junio de 1863 estando la religiosa en adoración ante el Santísimo Sacramento escucho estas palabras:
“Cuando el costado fue traspasado” estas palabras se imprimieron en su alma. La Guardia de Honor es el medio
providencial de rendir culto especial a la herida que el Corazón de Jesús recibió por el golpe de lanza del soldado.

32 santos y 27 beatos mexicanos


En fin, en el año 1863 ciento doce Monasterios de la Visitación piden su adhesión, respondiendo así al deseo de Jesús
expresado por San Francisco de Sales: “yo quisiera que en lugar de la corona de espinas que tiene el Sagrado Corazón
estuviera formado por una corona del corazón de todos los hombres”.

Después de numerosas dificultades en la obra, el 30 de octubre de 1864 su Santidad Pío IX responde a la petición hecha,
acogiendo favorablemente la petición y concediendo indulgencias a los asociados. La obra se extendió prodigiosamente
siendo acogida por muchos Obispos en sus Diócesis.

Con el mismo entusiasmo y vigor continúo el siglo XIX, extendiéndose la obra en muchas partes de Europa

En 1875 en Roma el Papa Pío IX, recibe una Delegación de la Guardia de Honor y expresa como uno de sus más dulces
deseos de su gloria el título de ser el primer miembro de la Guardia de Honor del Sagrado Corazón: “Mi deseo más vivo –
dice- es de que se extienda por todo el mundo la Guardia de Honor. Envío mis mejores bendiciones a los asociados y
especialmente a los dignatarios de la Obra”. Siendo ya Papa León XIII dijo estas palabras a un grupo de Guardias de
Honor: “Que los Guardias de Honor sepan que yo los amo”.

Aprobación y erección de la Archicofradía en México

En 1888, en la Iglesia de Santa Brígida en México, fue erigida la Archicofradía Mexicana llamada Guardia de Honor del
Corazón de Jesús, con facultad de agregar todas las otras Cofradías del mismo nombre y con el mismo fin. En 1928 dejó
de existir la Archicofradía al destruirse la iglesia por orden del gobierno mexicano. El 10 de junio de 1958, Monseñor
Miguel Darío Miranda y Gómez, Arzobispo Primado de México, dio la autorización para la erección de la Archicofradía de
la Guardia de honor del Sagrado Corazón de Jesús en la Iglesia de las Religiosas de la Visitación de Santa María de
México, nombrando Director General al R.P. Enrique Torroella, S.J.

El 19 de octubre de 1965, en vigor de las facultades especiales concedidas por la Sagrada Congregación del Concilio, se
estableció: Que el Centro Nacional para la Nación Mexicana de la Archicofradía “La Guardia de Honor al Sagrado Corazón
de Jesús”, se trasladase al oratorio del Monasterio de la Visitación de Santa María en México DF, quedando erigido con
todos los derechos y privilegios. Tuvo validez a partir del 25 de marzo de 1966, dado por la Santa Sede, por medio del
Delegado Apostólico en la Nación Mexicana, S.E. Monseñor Luis Raimondi.

En la ciudad de México, durante los años 1755-1756, ya se celebraba en todas las iglesias de la capital del virreinato la
festividad del Divino Corazón; el culto se reforzaba con la impresión de libros sobre la devoción al Sagrado Corazón de
Jesús, y con oraciones y sermones que se decían en ceremonias públicas y privadas. (2) En esta obra se representa al
Sagrado Corazón asociado con el triunfo de la Eucaristía, la cual ilumina los escritos de los evangelistas que vencen la
herejía.;1. Albán Butler, Vidas de santos, pp. 348-350. Luis Brozon, "La devoción al Sagrado Corazón en el siglo XVIII" en
Boletín de Monumentos Históricos, no. 7, pp. 33-50.
ALEGORÍA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS CON LA CLARISAS

En la Nueva España, los jesuitas fueron los principales difusores del culto al corazón de Jesús, que fue rápidamente
compartido por otras órdenes religiosas. Aunque san Francisco de Asís no fue personalmente partícipe de esa devoción,
en la Nueva España arraigó fuertemente este culto de la orden franciscana, tanto en la rama masculina como en la
femenina. En esta alegoría, Francisco Vallejo plasma la devoción que los franciscanos profesaron y difundieron, al
mostrar a san Francisco de Asís y a san Antonio de Padua acompañados posiblemente por el cardenal Ugolino,
nombrado posteriormente papa Honorio III. Ambos presentan a Jesús a las clarisas, rama femenina de los franciscanos,
quienes ofrecen canastos con azucenas como símbolo de su voto de castidad. Esta obra es pareja de la pintura con
número de inventario 10-12718. 1777año.

Sobre México y el reinado de Cristo UAG

En realidad la historia de México podemos sintetizarla en dos grandes etapas, simbolizada la primera por Huitzilopochtli;
la segunda

por Jesucristo, en la Evangelización. Huitzilopochtli, el dios sanguinario y feroz, síntesis de las costumbres del culto de la
ideología política y social de la multitud de razas y tribus que poblaban el inmenso territorio que forma hoy nuestra
patria. Durante su reinado no había surgido, ni podía surgir la nacionalidad mexicana; entre el gran número de pueblos
que habitaban nuestro suelo no existía ningún lazo que los uniera, ningún interés común material, espiritual o moral que
formara un principio de nacionalidad; hablaban en multitud de lenguas, practicaban variadísimas costumbres, estaban
sujetos a todas las formas de gobierno y la sola ley que los relacionaba era la ley brutal del más fuerte, que los hacía
estar en continuas y desastrosas guerras de conquista, con su saldo trágico de hombres, pestes, miseria, esclavitud y
sacrificios humanos hechos en aras del dios triunfador. Hasta que un buen día vinieron del oriente hombres rubios y
barbados, los unos caballeros en fantásticos y veloces seres de pesadilla, cubiertos con relucientes túnicas de hierro,
blandiendo en la diestra mano los rayos terribles de sus espadas conquistadoras; los otros vestidos con humilde sayal,
calzados con sandalias, y que elevaban, con dulce gesto de paz, en sus manos firmes y blancas, como hechas para
bendecir, una cruz: la Cruz de Jesucristo. Desde ese momento iba a terminar el predominio de Huitzilopochtli y dar
comienzo el reinado de Cristo.

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