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ISFD MARIA LUISA ROMAN DE FRECHOU

PROFESORADO DE EDUCACION SECUNDARIO EN HISTORIA


CATEDRA: HISTORIA MUNDIAL SIGLO XIX
TERCER AÑO
PROFESORA: MOREIRA LILIANA VERONICA

EL MOVIMIENTO OBRERO

En la sociedad industrial del siglo XIX, los obreros terminarían por desarrollar una
conciencia de clase propia y surgirían nuevas formas de conflictividad social, desde la
destrucción de máquinas a la creación de asociaciones de trabajadores, participando
también en las luchas políticas. Este nuevo fenómeno social y político es denominado
en la Historia como movimiento obrero.

Orígenes del movimiento obrero


La conflictividad social no nació con la Revolución Industrial. En el Antiguo Régimen
era frecuente que estallaran motines provocados por la carestía de los alimentos y la
presión fiscal que soportaban los grupos populares del Tercer Estado. Esas revueltas
terminaban siempre con una dura represión, aunque el poder procuraba compensarla
con algunas concesiones. Pero la industrialización trajo, además de la creación de una
nueva clase –los obreros-, nuevas formas de acción y conflicto social.

Las revoluciones políticas liberales abolieron las cargas feudales a las que estaban
sometidos los campesinos y las regulaciones gremiales de los artesanos. Además, el
liberalismo estableció la libre contratación y la prohibición de que existieran
organizaciones que agruparan a los trabajadores. Las contrataciones y relaciones
laborales se debían establecer de forma individual entre el patrono y el trabajador,
según las leyes del mercado de la oferta y la demanda de trabajo. Como la mano de
obra era muy abundante, a causa del éxodo rural de los campesinos en busca de
trabajo en las ciudades y de la salida de los artesanos de los gremios abolidos, los
empresarios hicieron contratos con bajos salarios. Pero, además la nueva economía
industrial se caracterizaba por crisis periódicas que hacían crecer el desempleo. Así
pues, surgieron nuevos y constantes motivos de conflicto social.

La concentración de un elevado número de trabajadores en las fábricas y en los


barrios obreros facilitó la movilización del proletariado y la creación de organizaciones
para defender sus derechos.

Los obreros comenzaron por destruir máquinas al considerar que eran las causantes
del desempleo, pero, muy pronto la conflictividad social se encaminó hacia la lucha por
el reconocimiento del derecho de asociación, es decir, del derecho a poder crear
organizaciones estables o sindicatos para defender sus derechos. La lucha se orientó,
posteriormente, hacia la mejora de las condiciones laborales: reducción de jornada de

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trabajo y aumento de los salarios. Además, los trabajadores comprendieron que se


podían alcanzar sus reivindicaciones si conseguían el reconocimiento de sus derechos
políticos: votar y ser votados y, de ese modo, poder influir en la legislación y el
gobierno.

Ludismo
La aplicación de los nuevos inventos de las máquinas textiles provocó un claro
empeoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores: bajada de salarios y
aumento del paro. Una máquina podía hacer más trabajo y, en ocasiones, hasta mejor,
que el que hacían los trabajadores. Así pues, no parece extraño que los obreros
expresaran su descontento destruyendo las máquinas. Estas acciones tenían algún
grado de organización, aunque muy rudimentario. Los trabajadores enviaban
comunicados amenazadores a los empresarios antes de una acción violenta contra las
máquinas. Siguiendo una vieja tradición, eran firmados con el nombre de Ned Ludd, un
legendario calcetero que, supuestamente, fue el primero en romper el bastidor de un
telar. Ese es el origen del nombre de este movimiento- ludismo- y que se refiere a las
acciones organizadas por los trabajadores ingleses en los últimos decenios del siglo
XVIII y primeros años del siglo XIX, contra la maquinaria. Estas destrucciones fueron
duramente reprimidas por el gobierno con penas de muerte para los autores. Acciones
parecidas se dieron en otros países europeos, incluyendo España.

Sindicalismo
Las asociaciones de trabajadores se formaron muy pronto; de hecho, algunas fueron
transformaciones de los viejos gremios a la nueva situación industrial, pero todas las
organizaciones estaban prohibidas, pues se consideraba que iban contra la libertad de
empresa y de contrato. En Inglaterra se dieron las Combination Acts de 1799 y 1800,
que prohibían explícitamente las organizaciones de trabajadores. En Francia se
aprobó la famosa Ley Le Chapelier, por el nombre de su autor, en 1789, y que
establecía el fin de los gremios y la libertad de poder ejercer cualquier trabajo u oficio y
la libertad de empresa. También prohibía que se creasen organizaciones o
asociaciones de empresarios, artesanos u obreros.
Así pues, el derecho de asociación y reunión fue una de las primeras reivindicaciones
de los trabajadores, especialmente, de los británicos. En 1824 se consiguió que se
reconociera este derecho en Gran Bretaña. Al calor de esta ley se formaron las
primeras asociaciones de trabajadores.

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Las primeras organizaciones fueron las Sociedades de Socorro Mutuos, que tenían
como objetivo el auxilio de sus asociados ante los riesgos físicos de enfermedad,
accidente o muerte con fondos que provenían de aportaciones de los asociados. A
menudo, contaban, también con cajas de resistencia para mantener a sus miembros
en las épocas de huelga.

Los nuevos sectores laborales comenzaron a destacar en el asociacionismo obrero. La


huelga se convirtió en el principal instrumento de presión. En Gran Bretaña, los
mineros, los trabajadores de las fundiciones, de las fábricas de máquinas de vapor y
de las hilanderías de algodón organizaron asociaciones estables en la década de los
años treinta. En este sentido, destacó la Asociación de Mineros Británicos que ya en
1844 tenían unos 60.000 miembros. Esa asociación tenía como objetivos la mejora de
las condiciones laborales –reducción de la jornada de trabajo- y aumento del salario.
Estaban naciendo los sindicatos (trade unions en Gran Bretaña), como asociaciones
de trabajadores en defensa de sus intereses. En principio, eran de oficios, es decir,
que reunían a miembros de una misma profesión pero, con el tiempo se convirtieron
en sindicatos de industria, es decir, que agrupaban a todos los trabajadores de un
sector, con independencia de su profesión o cualificación. En siguientes etapas esos
sindicatos se fueran uniendo en un nivel local, regional y, por fin nacional. Ya en 1834
existía en Gran Bretaña la Grand National Consolidated Trades Unions. A mediados
del siglo, agrupaba a unos 600.000 trabajadores.
En el resto de Europa y Estados Unidos, el proceso de creación de sindicatos fue
posterior. Los sindicatos nacionales aparecen en la segunda mitad del siglo XIX: en
Alemania estaría la Asociación General de Trabajadores Alemanes de 1863, en
Estados Unidos se crea en 1886 la AFL (American Federation of Labour), y en 1895
nace la CGT (Confédération Générale du Travail) francesa.
A finales del siglo XIX, la fuerza del sindicalismo es evidente, como lo demuestran su
lucha por la jornada de ocho horas y la celebración reivindicativa en grandes
manifestaciones del Primero de Mayo.

Cartismo
De forma simultánea al desarrollo de los sindicatos en Gran Bretaña, los obreros se
orientaron hacia la lucha política, con el objetivo de conquistar la igualdad de derechos
para todos los ciudadanos. De ese modo, surgió el cartismo, un movimiento de masas,
cuyo auge se produjo entre 1838 y 1848, y que proponía conseguir los derechos
políticos para los trabajadores.

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En el año 1838, la Asociación de Trabajadores de Londres, dirigida por William Lovett,


elaboró la Carta del Pueblo, en la que se reclamaba el sufragio para todos los varones
mayores de veintiún años, el voto secreto, elecciones parlamentarias anuales, la
abolición de los requisitos de propiedad para ser miembro del Parlamento, la
asignación de un sueldo a los parlamentarios y distritos electorales equitativos.

El cartismo movilizó a la mayoría de los trabajadores y de las clases populares con un


objetivo político claro: la democratización del estado. La primera petición al Parlamento
que se hizo por el movimiento, se presentó en 1839, respaldada por más de un millón
de firmas. El Parlamento británico rechazó por tres veces las peticiones y el gobierno
reprimió con dureza las huelgas e intentos de insurrección de los sectores más
radicales del cartismo.

El movimiento terminó por debilitarse sin conseguir sus objetivos, pero, a largo plazo
puede considerarse un éxito, ya que provocó que el estado británico emprendiera un
largo proceso de reformas laborales, como la promulgación de una ley de asociación
más favorable y aplicación de una legislación limitadora de la jornada laboral femenina
e infantil, así como cambios políticos, ya que a lo largo del siglo XIX el derecho al
sufragio se fue ampliando a través reformas electorales periódicas.

Pero la importancia del cartismo reside, especialmente, en que anticipó las grandes
luchas políticas y sociales de los obreros en las últimas décadas del siglo XIX, cuando
se promuevan y funden partidos políticos socialistas. Además, el cartismo demostró la
capacidad de organización de los obreros en torno a objetivos comunes: la mejora de
sus condiciones a través de la lucha política.

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