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BUENA VIDA
Para decirlo con sencillez, el amor propio no es otra cosa más que quererse a uno
mismo. Suena fácil, pero la verdad es que es menos común de lo que creemos. Por
distintas razones, una persona puede crecer bajo una idea disminuida de lo que es,
creyendo que no merece tal o cual cosa de la vida, que no es inteligente o atractiva, que
vale menos que los demás o que los otros son siempre mejores; patrones de conducta
que a su vez derivan en comportamientos autodestructivos o de autosabotaje (descuidar
la salud, permanecer en circunstancias poco satisfactorias para uno mismo, infligir
cierta forma de abuso a otras personas o recibirlo, etc.). El mundo, sin duda, sería un
mejor lugar si nos diéramos cuenta de que todo comienza con el acto relativamente
obvio de amarse.
A continuación compartimos cuatro puntos en los que se evidencia la relación del amor
propio con esa plenitud de la vida.
En un nivel profundo, esa “voz” está relacionada con cierta falta de autoestima, pues en
última instancia no te consideras “suficiente” para intentar algo (suficientemente
inteligente, capaz, preparado, etc.), sin ver que casi lo único de veras necesario para
emprender y sostener un esfuerzo es la confianza en lo que eres, en la probidad de
hacer, equivocarse y aprender sobre la marcha.