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BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACION UNIVERSITARIA


UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL
DE LOS LLANOS CENTRALES “ROMULO GALLEGOS”
ÁREA DE CIENCIAS POLÍTICAS Y JURÍDICAS
UNIDAD CURRICULAR: CRIMINOLOGÍA

HISTORIA DE LA CRIMINOLOGÍA
(TEMA 3)

Profesor:
Abg. José Luis Acevedo

Participante:
Morales de Narea, Nancy Coromoto
C.I. 10.666.377

Sección “3” 2do. Año

San Juan de los Morros, Abril de 2020


Desde tiempos remotos la conducta y el comportamiento del hombre, ha
preocupado y ha sido objeto de estudios y críticas; ambos términos son utilizados
para referirse a las acciones o reacciones que un sujeto tiene al interactuar con el
ambiente que lo rodea.
Tales acciones de un individuo dependen tanto de estímulos externos, así
como de su propia actitud, por lo tanto estos se relacionan con la interacción entre
un sujeto y un contexto; sin embargo, es común que se asocie la conducta a las
acciones que un ser vivo tiene, siguiendo algún motivo interior, frente a ello; es
decir, la conducta implica una especie de guía o postura en la que se basan los
actos al interactuar con el ambiente y el comportamiento está basado o regulado en
las normas legales impuestas a la sociedad.
Es por ello que cuando una de ellas (conducta o comportamiento) se vuelve
antisocial y agresiva que abarca un amplio rango de actos y actividades que
infringen reglas o normas y expectativas sociales, que se reflejan en acciones contra
el entorno, personas y propiedades, se habla de conducta criminal, el cual puede
estar asociado a causas biológicas, psicológicas entre otros, lo que conlleva al
estudio del crimen connotando toda una serie de aspectos que forman parte de la
esencia del ser humano, como sus pasiones, su manera de convivir, su forma de
imaginar, lo que desea, qué valores le mueven, entre otros.
Todo ello es válido para entender por qué un individuo o un grupo de ellos
cualesquiera pretende aprovecharse de otro u otros, a través de un comportamiento
que trasgrede y rompe un compromiso tácito en el que la libertad de uno termina
donde empieza la de otro.
A ese comportamiento disruptivo y ventajista se le ha etiquetado de muchas
maneras, quizás la denominación más comúnmente mal aceptada sea la de delito,
entendida desde el marco jurídico, que limita el ámbito del crimen a un mero
comportamiento ilegal, cuya regulación se establece a través de leyes
consensuadas y que se encuentran recogidas en un código penal.
En tal sentido como respuesta a la demanda social descrita anteriormente
del estudio de las fuentes del comportamiento, surge a principios del siglo XIX la
Criminología siguiendo las bases del método científico, con la finalidad de promover
mecanismos para su prevención y tratamiento.
De esta manera la Criminología florece como la ciencia social encargada del
estudio de la conducta delictiva y antisocial y los mecanismos de reacción social
empleados para su control, formando parte del objeto de estudio de la ciencia
criminológica la confluencia entre los comportamientos antisociales y la reacción de
la sociedad ante tales conductas.
Es por ello que el interés de la sociedad por el estudio y control del delito y
de las actitudes desviadas es seguramente tan antiguo como la organización del ser
humano en comunidades; desde el Código de Hammurabi, que regulaba la vida en
la antigua sociedad de Sumeria del siglo XVII a.C., hasta las modernas técnicas de
prevención situacional del crimen, las comunidades humanas han tratado de
comprender las conductas dañinas para la vida en sociedad con el objetivo final de
establecer mecanismos para controlar y prevenir aquellos comportamientos más
perniciosos para los miembros de una comunidad.
En tal sentido el presente ensayo trata de realizar un acercamiento a la
realidad extrapolando de manera sucinta aspectos relacionados con la historia de la
criminología detallando, como ha sido ese proceso evolutivo que la ubicado en la
actualidad como la ciencia que estudia el comportamiento delictivo y antisocial en
sus dimensiones real y percibida, y los mecanismos de control social formal e
informal empleados para la prevención, control y tratamiento de la criminalidad, el
infractor y la víctima, con el fin último de velar por el bienestar personal y social del
conjunto de la ciudadanía.
De tal manera que este recorrido nos lleva en primer lugar hablar del periodo
pre-positivista, el cual es un período preparatorio para la aparición de los clásicos, y
luego la corriente positivista dirige sus estudios al delincuente, a las causas y origen
de la conducta criminal. Luego de esa preparación surge la criminología como
ciencia, descrita anteriormente.
En esta etapa se destacan dos corrientes, la primera es científica, el cual
afirma que el determinismo de la conducta humana es base y fundamento del
Derecho Penal Clásico y la segunda es la política que hará nacer el Derecho Penal
clásico a través de las obras de Montesquieu, JJ Rousseau y Beccaria, de los
cuales detallare más adelante.
En este contexto el Derecho Penal se construye, de las ideas filosófico-
político, a la labor científica y son los científicos con tinte liberal los más
sobresalientes. Italianos (Romagnosi) ingleses (Bentham), y alemanes (Feuerbach).
La Escuela de Derecho Penal Liberal surgida en Francia defendía la libertad en
diversos sentidos, como la Declaración del 26 de agosto de 1789, Las leyes no
tienen derecho a prohibir nada más que las acciones nocivas a la sociedad,
asimismo, la ley debe ser igual para todos, lo mismo cuando protege que cuando
castiga.
Más tarde esta escuela es denominada Clásica por Enrico Ferri, Giovanni
Carmignani y Francisco Carrara, sistematizan el Derecho Penal, expresado en
normas (Derecho Positivo).
Esta escuela se desarrolló sobre la base de la Ilustración, todo individuo,
según sea su potencial de comportamiento, está siempre en condiciones de
comportarse de un modo desviado, pero son condiciones específicas las que
conducen al comportamiento realmente desviado, el centro del análisis no está en el
actor, sino en el acto. El aporte esencial y decisivo de esta escuela es la sentencia
de Carrara “el delito no es un ente de hecho, sino un ente jurídico”. Para que exista
delito, tiene que haber violación de alguna disposición de la ley penal.
Es por ello que La aparición del Estado es un logro definitivo para el logro de
la felicidad, disfrute de la libertad y de la igualdad, y para asegurar esos logros, JJ
Rousseau encuentra la solución en un contrato social, o sea, encontrar una forma
de asociación que defienda y proteja con la fuerza común, las personas y bienes de
cada asociado, y en virtud de esa fuerza común, cada uno al unirse a los demás, no
obedezca más que así mismo y quede tan libre como antes. El contenido de ese
contrato es fijo (no continente ni variable).
En ese acuerdo, los hombres constituyen el Estado, dando a éste sus
derechos naturales originarios, y el Estado se los devuelve convertidos en derechos
civiles y políticos. Los asociados son el pueblo, individualmente son ciudadanos, al
someterse a las leyes del Estado, serán súbditos. El Estado protege y tutela los
derechos individuales. Rousseau contrapone al Estado feudal absolutista, un Estado
ideal democrático. La ley es fruto y expresión de la voluntad del pueblo, votada
directamente por él. El pueblo es soberano, y la soberanía es inalienable,
imprescriptible e indivisible.
Rousseau afirmó, “que en un Estado bien organizado existían pocos
delincuentes y que el incremento del delito era prueba de desorganización social”
estaba fallando el contrato. Dijo: “todas las cláusulas de este contrato tácito se
reducen a una sola”, a saber: “La enajenación total de cada asociado con todos sus
derechos, hecha a favor del común”. Expresa en sus ideas expresa: “El hombre
lleva en sí mismo su valor, que no le es dado por el puesto que ocupa (rey o
príncipe), sino por el simple hecho de ser hombre. Y por esto que todos los hombres
son iguales.
A finales del siglo XVII se producen cambios de actitud frente a los hechos
humanos, que son abordados desde su problemática propia y no en relación a una
realidad divina (Dios). El Espíritu Nuevo.
Para ese momento, los hechos eran juzgados y apreciados en una óptica
teológica, regida por el Creador. Las normas morales estaban inscritas en la
naturaleza humana; la Sagrada Escritura era la palabra de Dios, era la doctrina de
Dios revelada a los hombres.
Surgen entonces los reformadores, intelectuales como Carlos de Secondat,
Barón de la Brede y de Montesquieu, filósofo que llega a la conclusión, que la
historia de los pueblos está sometido a un determinismo interno, ajeno a la
providencia, sobre Roma, su grandeza y decadencia, se explica en que una nación
se desarrolla, alcanza un período de expansión y más tarde se degrada y degenera.
Montesquieu señala en su obra “Espíritu de las Leyes”, que el buen
legislador debe preocuparse más por prevenir el delito que por castigarlo, pues el
espíritu de la ley, debe ser el evitar el delito.
Hugo Grocio, elevó el derecho natural al rango de ciencia autónoma, desde
lo cual se enardeció la lucha por el Derecho Penal Público.
Hobbes, Spinoza y Locke, hicieron retroceder la idea de la pena como
retribución jurídica por mandato divino, por el de su fin, en la corrección o exterminio
del criminal y la intimidación de los otros.
En 1764, César Beccaria ataca la crueldad de la tortura, como práctica
procesal para obtener la confesión del acusado, exigiendo una reforma radical. Se
derrumba el viejo Derecho Penal, ya que las exigencias de Beccaria tuvieron eco en
todos los países, cambiando las estructuras penales. Ejemplo de ello fue Luis XVI,
que suprimió las torturas de su monarquía, y en la Constitución de 1789 en Francia
se recogen las conclusiones de Beccaria.
Ya, en el siglo XVIII, se rechaza la autoridad divina como conductora del
Estado. El sistema de justicia criminal que imperaba a mediados del siglo XVIII,
daba un poder penal ilimitado al Estado; ejemplo: los jueces interpretaban las leyes
arbitrariamente; los juicios, las acusaciones y las sentencias eran secretas; no se
daba derecho a la defensa; la tortura era el medio lícito para arrancar la confesión,
como reina de las pruebas; los jueces definían la traición, creando a su arbitrio
nuevos delitos; se aplicaba pena capital a 250 delitos, entre ellos el de opinión
(Voltaire); las ofensas menores eran castigadas con la picota, azotes, estiramiento,
el potro y la desmembración; el ahorcamiento en público.
Los reformistas clásicos buscaron poner límite a los abusos que en nombre
del sistema criminal se cometían. César Beccaria con su filosofía penal, y John
Howard con su lucha de humanización penitenciaria, inician el movimiento de
reforma en este campo.
César Beccaria en su obra “De los delitos y de las penas”, critica las leyes
imperantes que califica de “heces de los siglos bárbaros”. Dice: “el verdadero
derecho de castigar radica en la necesidad de defender las (libertades) convenidas,
para el sostenimiento de la comunidad política”.
Combatió la pena de muerte y sólo la admitió por excepción (anarquía, o
seguridad de Estado). Se opuso a la proscripción, la confiscación, las penas
infamantes, la tortura, el procedimiento inquisitivo. Sostiene que las leyes penales
deben ser redactadas con claridad y las penas equivalentes al mal causado,
aplicadas por autoridades distintas a las que intervinieron en su elaboración.
Afirmó que el robo es un delito cometido generalmente por la gente pobre y
que es mejor prevenirlos que penarlos. El temor a la pena debe surgir de la misma
ley y no del funcionario encargado de aplicarla. Su obra inspiró serias reformas en
las leyes penales.
Catalina II de Rusia en la reforma de la Constitución, María Teresa de
Austria para abolir las torturas, Pedro Leopoldo de Toscana en la reforma penal de
su país, Luis XVI suprimió las torturas. La Revolución Francesa, acogió sus
postulados en la Declaración de los Derechos del Hombre y en los Códigos Penales
de Francia.
La influencia de la obra de Beccaria produjo cambios en el Derecho Penal,
haciéndolo más humano y compasivo, más individualista y lo dulcificó, suavizando y
humanizando las penas.
El nacimiento del Positivismo Criminológico dio paso a una nueva era,
basada en el método científico. Un pensamiento revolucionario que vino a sustituir a
la anterior Escuela Clásica, siendo sus mayores impulsores Enrico Ferri, Raffaele
Garofalo y Cesare Lombroso. Esta nueva etapa aunaba distintas visiones, desde lo
antropológico hasta lo sociológico, pasando por la Psicología, la Biología o la
Psiquiatría, pero todas éstas formadas con un único propósito, crear una base
rigurosa de conocimientos basados en el método empírico y la robustez científica y
superar la anterior etapa carente de todos estos procedimientos.
Nace a finales del siglo XIX el Positivismo Criminológico, como fruto de una
nueva era científica, en contraposición a la anterior etapa, la etapa pre-científica o
más conocida como la Escuela “Clásica” de la Criminología. Esta escuela estaba
conformada por teorías con cierto rigor y conocimientos bien fundados, pero que al
final quedaban en meros conceptos aislados y experiencias derivadas del saber,
concibiendo el crimen como un hecho individual y aislado, sin dar importancia al
entorno social. Esta concepción iusnaturalista, incapaz de ofrecer soluciones a la
hora de diseñar políticas de prevención criminal y lucha contra el delito y que optaba
por postulados metafísicos y filosóficos dio paso a una nueva era.
Esta etapa se funda con la Escuela Positiva Italiana, cuyos mayores
exponentes son Garofalo, Lombroso y Ferri. Su mayor diferencia y a la vez crítica
hacia la anterior escuela, la Escuela Clásica, eran el hecho de basar sus
paradigmas y sus métodos en lo científico, enfrentando el método abstracto y
deductivo, el cual logra inferir algo observado a partir de una ley general, frente a su
método empírico e inductivo, el cual extrae conclusiones generales a partir de
premisas particulares, basándose en la observación de los hechos registrados. Es
por ello, por lo que los positivistas negaron ese carácter científico a las disciplinas
filosóficas propiamente dichas.
El positivismo criminológico está estrechamente ligado a la búsqueda
metódica sustentada en lo experimental, rechazando nociones religiosas, morales,
apriorísticas o conceptos abstractos, universales o absolutos, Lo que no fuese
demostrable materialmente, por vía de experimentación reproducible, no podía ser
científico. El positivismo se expandió exitosamente, como un pensamiento
progresista, revolucionario, capaz de sacar al mundo del atraso y del oscurantismo
religioso o supersticioso de los siglos precedentes.
El hombre y la ciencia serían artífices de todas las explicaciones y los
descubrimientos, capaces de superar todas las enfermedades, los obstáculos
sociales y hasta la propia naturaleza.
La Escuela Positiva Italiana se caracterizó por presentar dos direcciones bien
diferenciadas, por un lado la vertiente antropológica de Lombroso, la cual explicaba
el delito como un producto de la predisposición biológica del individuo y por otro lado
la sociológica de Ferri, la cual asumía la existencia de factores sociológicos
subyacentes pero con un objetivo común, como es la robustez del método científico
y la inevitabilidad del progreso científico.
Dos conceptos muy ligados a la creación del Positivismo fueron el
Utilitarismo y el Racionalismo. Para el primero, la moralidad de cualquier acción o
ley está definida por su utilidad para los seres en su conjunto más amplio. Así,
desde una vertiente económica se puede entender como la satisfacción de las
preferencias, mientras que por otro lado, en una vertiente moral podría tratarse de la
felicidad del individuo. Para el segundo, cuyo origen trata de las primeras etapas de
la filosofía occidental, y cuyo máximo representante fue René Descartes, daban una
vital importancia al papel de la razón en la adquisición del conocimiento. Se
establece así una subordinación de los fenómenos sociales a las leyes de la
naturaleza, así como el uso permanente y el sometimiento de la imaginación a la
observación; la naturaleza relativa del espíritu positivo y la previsión racional, como
destino de las leyes positivas.
A diferencia de la Escuela Clásica, cuyas leyes tienen su origen en
razonamientos metafísicos, el Positivismo Criminológico centró sus bases en las
leyes naturales, en la naturaleza física, basando sus conocimientos en la objetividad
de la realidad observada y dando sentido a los datos obtenidos mediante esa
observación empírica mediante la interrelación de éstos.
Otra diferencia entre la Escuela Clásica y la Escuela Positiva es que para la
primera el delito, entendido como la conducta típica, antisocial, culpable y punible,
es entendida como un ente jurídico abstracto, que no se haya conectado de manera
alguna al delincuente y demás características asociadas a éste. Este argumento fue
defendido por Enrico Ferri a la hora de destacar la importancia del Positivismo, ya
que las concepciones clásicas para la disminución de la criminalidad habían
fracasado, y el aumento de la delincuencia era evidente.
Y es que para Ferri (1887) “la escuela positiva consiste en lo siguiente:
estudiar al delito, primero en su génesis natural, y después en sus efectos jurídicos,
para adaptar jurídicamente diversos remedios a las varias causas que lo producen
los que, en consecuencia serán eficaces.”
A raíz de estas críticas, E. Ferri desarrolló su ley de la saturación, de la cual
se extraía la idea de que cada año el nivel de criminalidad estará determinado por
variables físicas y sociales en relación con factores endógenos y exógenos del
individuo.
Esta idea dio fuerza al concepto natural del delito, el cual no se limita sólo a
la definición legal del delito, incluyendo al delincuente no como sujeto activo de la
acción, sino como el núcleo de todo el fenómeno, con unas características
biológicas, psicológicas y sociales determinadas, dando lugar a la idea de que “no
existe el delito sino el delincuente”. A partir de esta base, se entiende que el delito,
entendido como acción antisocial es una consecuencia de la peligrosidad del
criminal.
Una de las mayores aportaciones de la Escuela Positiva Italiana fue la del
enriquecimiento conceptual y de conocimientos a la hora de diseñar los tipos
criminales y sus posteriores clasificaciones. Una de las mayores y más conocidas
clasificaciones pertenece a Cesare Garofalo, considerado el padre del positivismo
biológico, el cual desarrolló su teoría del hombre criminal, por el cual atribuía al
hombre criminal un estado atávico y de regresión a estados evolutivos anteriores.
Mientras que en la Escuela Clásica, sus autores mantenían la idea de que no
existían diferencias entre el hombre no delincuente y el delincuente, manteniendo
así la idea de igualdad del género humano, para la Escuela Positiva sí que se
consideraba el delincuente como un ser distinto al hombre no delincuente.
Esta era la razón por la cual no había de castigarse el hecho en sí mismo,
sino más bien al autor del delito. Es por lo tanto esencial, que para poder castigar a
los sujetos se tenga en cuenta algún criterio de medida a la hora de aplicar dicho
castigo, por lo que se crea el concepto de peligrosidad o “temibilidad del autor”. Este
concepto guiaba el tratamiento necesario para que el delincuente lograra la
reinserción completa y superase su necesidad delictiva, basándose en penas
indeterminadas, pero a su vez imponía también una individualización de la pena,
convirtiéndose en conceptos actuales en nuestros códigos penales. Así, en la Ley
Orgánica 10/1995 de 23 de Noviembre del Código Penal, en su artículo 6, se
justifica que las medidas de seguridad se fundamentan en la peligrosidad criminal
del sujeto al que se impongan, exteriorizada en la comisión de un hecho previsto
como delito. Además, estas medidas de seguridad no podrán resultar ni más
gravosas ni de mayor duración que la pena abstractamente aplicable al hecho
cometido, ni exceder el límite necesario para prevenir la peligrosidad del autor.
Esta peligrosidad venía dada por una serie de procesos físicos y sociales
complejos, y que se fundamentaba en una filosofía determinista, negando la libertad
en virtud de la convivencia social. En este sentido, Thomas Hobbes (1651) defendía
que la sociedad es la que impone las reglas para equilibrar los intereses y deseos
individuales, ya que en caso de no existir esa delimitación, el hombre entraría en un
estado de libertad completa, lo que le llevaría a llevar a cabo acciones caóticas.
El determinismo también sienta sus bases en los factores biológicos, como
son aquellos que marcan el comportamiento del individuo en base a su condición
genética y cómo influye ésta en los sistemas sociales a través de proceso evolutivo.
Otro determinismo importante es el ambiental o educacional, donde se afirma que la
educación es la causante de todas nuestras conductas, eliminando de forma casi
total el factor genético que pueda influir en estas.
Este determinismo, característico de la Escuela Positiva, era la idea contraria
que defendía la Escuela Clásica con su libre albedrío, el cual trataba a todos los
hombres por igual, dejándolos elegir a su voluntad entre el bien y el mal, sin que
existan causas ajenas e impuestas a su voluntad.
Respecto a la prevención, el Positivismo aboga por una prevención especial,
centrando su eficacia en que el delincuente no vuelva a reincidir, a partir de un
tratamiento orientado a las necesidades propias y específicas de cada delincuente.
Es por ello por lo que dan gran importancia a los exámenes periciales de médicos,
sociólogos y psicólogos, los cuales destacan como imprescindibles a la hora de
poder evaluar correctamente al delincuente y establecer el nivel de peligrosidad que
alcanza. Este examen daría respuesta real a las necesidades criminógenas del
individuo y, por lo tanto, las pautas correctas para su posterior tratamiento.
Esto conduce a la idea central de que serán más útiles siempre las políticas
centradas en la dinámica del delito, que la aplicación de leyes o penas que se
implanten en el sistema judicial. Para ello, Ferri idea los sustitutivos penales, que
son medios de prevención social centrados en factores económicos, políticos,
educativos y familiares. Este concepto llevó a la idea de que se debían reemplazar
las cárceles, por ser una causa de criminalidad y no de remedio, ya que es en las
cárceles donde se forman individuos resentidos hacia la sociedad y al salir de las
cárceles cometen delitos más atroces como una venganza a la sociedad que los
condenó.
Uno de los autores más influyentes en el nacimiento del pensamiento
positivista dentro de la Escuela Italiana fue Cesare Lombroso médico, psiquiatra,
antropólogo y político, fue el mayor impulsor de la ideología de la antropología
aplicada, tal y como dejó patente con su obra “Tratado antropológico experimental
del hombre delincuente” publicado en 1876, donde sentó las bases de la
Criminología moderna. Lombroso hizo una teoría del delincuente basada en datos
antropométricos, formulada a partir de sus análisis durante largos años a través de
autopsias, informes médicos y observaciones en distintas cárceles europeas.
A su vez, estableció una tipología para dividir a los delincuentes en seis tipos
distintos, el delincuente atávico, el loco moral, el delincuente loco, el epiléptico, el
delincuente ocasional, el delincuente pasional. Esta tipología la fue mejorando
durante años, introduciendo nuevas características, y posteriormente añadiendo
nuevos tipos, como fueron la criminalidad femenina y el delito político.
Respecto a la delincuencia femenina, Lombroso publicó “La donna
delinquente, la prostituta e la donna nórmale”, donde consideraba la prostitución
como un fenómeno atávico de la mujer y alternativo de la criminalidad. Este tipo de
actividad era una forma natural de regresión, por lo que la mujer no se le
consideraba criminal, sino impura, por lo que el delincuente nato femenino
abundaba más entre mujeres prostitutas que entre las mujeres delincuentes.
Respecto a la delincuencia política, se trababa de un delincuente peculiar,
donde no existía un tipo unitario y homogéneo de delincuente político.
Algo más tarde llegaría la corriente sociológica de la mano de Enrico Ferri
político, sociólogo y criminólogo, además de ser estudiante de Lombroso. A
diferencia de su profesor, Ferri se enfocó más que en las diferencias de corte
biológico, en las influencias sociales y económicas del criminal. Sus investigaciones
sirvieron para desarrollar métodos de prevención del crimen, en lugar de enfocar los
esfuerzos del poder. Fundó la revista “Scuola Positiva” y se le considera padre de la
Sociología Criminal.
Ferri estudió en profundidad el método científico, desarrollando su teoría de
la criminalidad y posterior tipología criminal. Para Ferri, el delito no era un fenómeno
que surgía a partir de una determinada patología individual, sino que se trataba de
un hecho que estaba influido por características individuales, físicas y sociales. Esta
idea se puede observar en su obra “El crimen, causas y remedios”, donde en ella se
trataban tanto las causas sociales del delito como las individuales y en ella se
abandonaba el punto de vista pesimista de que no existe remedio para el delito. Se
entiende por tanto, que la criminalidad era un fenómeno social más, como otros
muchos que puedan darse en la naturaleza, pero que estaba determinada por una
dinámica propia.
Otro concepto que acuño Ferri fue el de los sustitutivos penales, capaces de
desarrollar programas político criminales de lucha y prevención del delito, sin
necesidad de entrar en juego el Derecho Penal. Por lo tanto, esta lucha debería
llevarse a cabo a través de acciones reales y científicas que anticipen la barrera de
los poderes públicos, incidiendo sobre los distintos factores sociales criminógenos
con el fin de neutralizarlos. Estos podían ser desde factores económicos, religiosos
y educativos hasta políticos, legislativos o familiares.
Toda esta idea hizo que Ferri defendiera la Sociología Criminal por encima
del Derecho Penal, como instrumento de lucha contra el delito. Esta Sociología
Criminal estaría conformada por la Psicología Positiva, la Antropología Criminal y la
Estadística Social.
Respecto a las tipologías referidas a los delincuentes, Ferri añadió otra más,
en este caso el delincuente involuntario.
El tercer autor que más impacto tuvo en el Positivismo Criminológico fue
Garofalo jurista, magistrado y uno de los mayores defensores del movimiento
denominado Positivismo moderado. Se encontraba en una posición intermedia entre
Ferri y Lombroso, no llegando a decantarse ni por la antropología ni por la
sociología criminal.
Uno de los primeros conceptos introducidos por el autor fue el de “delito
natural”, donde trataba de definir el concepto que era y siempre había sido el delito,
a través del tiempo, las costumbres y los distintos pueblos. Es decir, trataba de dar
un concepto sobre lo que es delito por naturaleza. Para llevar a cabo esta tarea,
Garófalo comenzó a investigar los distintos hechos a través de las distintas épocas y
pueblos, pero con el requisito específico de que siempre fueran considerados como
delitos tales acciones.
Pero en este aspecto surge un gran inconveniente, que es la dificultad para
diferenciar los hechos considerados como delitos, ya que distintas acciones en un
determinado momento no fueron las mismas en todos los tiempos, y se da el caso
de que, hechos que hoy son delitos, no lo eran en la antigüedad.
Para evitar este fallo metodológico, Garofalo cambió el objeto de su estudio,
y en vez de investigar los hechos tal cual, comienza a investigar qué sentimientos
lesionan los delitos. Esta idea había surgido con anterioridad al haber observado
que los delitos lesionan sentimientos, por lo que podrían existir sentimientos
perdurables, cuya lesión siempre hubiese sido considerada como ilícita; y su tarea lo
lleva a la conclusión de que existen dos tipos de sentimientos, cuya lesión la
humanidad siempre consideró delito: el sentimiento de piedad y el sentimiento de
probidad. Esta definición, sin embargo no fue bien recibida por la doctrina, ya que
resulta casi imposible elaborar una lista universal de delitos y sobretodo unido a
conceptos tan ambiguos como estos dos sentimientos.
Otro concepto introducido por Garofalo fue el de la teoría de la criminalidad,
la cual entiende que es fundamental la herencia endógena psíquica o los llamados
instintos, ya que la mayoría de los delincuentes tienen una variación psíquica. A
pesar de negar la existencia directa de un criminal de base antropológica, reconoce
que existen algunos datos morfológicos relevantes a la hora de describir un tipo
criminal. Por lo tanto, el delincuente para él se trataría de un ser con una carencia
vital dentro de la esfera de la moral, con una personalidad totalmente alterada.
Por último, el concepto más importante introducido por Garofalo fue el del
fundamento del castigo. En este sentido, los derechos del individuo quedarían
subordinados al orden social. Al igual que el medio elimina a los organismos que no
son útiles o las características de una determinada especie como hace la selección
natural a la hora de desarrollar o mantener dichas características, el Estado debe
ser el encargado de inoculizar al delincuente que no sea capaz de adaptarse al
medio social en el que se encuentra viviendo. Este tipo de pensamiento justificó en
gran medida distintas penas que siguen vigentes en pocos Códigos Penales, pero
que en su día se aplicaron severamente como es la pena de muerte o el destierro.
Un aspecto importante a tener en cuenta, antes de aplicar dichas penas, era la
necesidad de estudiar las características concretas de cada individuo respecto de la
aplicación de ésta, sin que entraran en juego la proporcionalidad de la pena o la
prevención. La idea de resocialización o reinserción se trataba de una meta
imposible, al entender que la base orgánica y psíquica del individuo impedía tal
hecho.
Como una reacción a las ideas Lombrosianas surge La Escuela Sociológica
Francesa, esta trata de explicar la delincuencia como consecuencia del medio que
rodea al individuo, rechazando el criterio biologista que impuso la Escuela Positivista
Italiana. La escuela se inicia en Francia y Bélgica, pasando a Inglaterra y Alemania,
descubre que el delito se correlaciona con la pobreza y otros factores, pero no
rechaza la responsabilidad individual por el delito. Su investigación es de tipo
descriptivo.
Sus antecesores, Adolfo Lambert Quetelet Matemático belga, uno de los
fundadores de la Estadística Demográfica, quien primero intentó construir el estudio
social de la delincuencia sobre las bases estadísticas. Él es, la inspiración que guió
a los fundadores de la escuela francesa. Quetelet, se fija en la constancia y
periodicidad en que se cometen los delitos; los mismos crímenes se producen
anualmente y en el mismo orden. Los elementos para cometerlos son empleados en
las mismas proporciones. La repartición de los crímenes a través del año, es
prácticamente cada año la misma.
Con su Ley Térmica de la Delincuencia concluye que la sociedad encierra en
sí los gérmenes de todos los crímenes que se van a cometer. Ella (la sociedad) los
prepara, y el culpable no es más que el instrumento que los ejecuta. Dice Quetelet,
“el número de crímenes puede disminuir si las causas que los producen cambian”
Así como un órgano deforme que funciona viciosamente, produce desórdenes
fisiológicos, enfermedad y dolor, una sociedad mal organizada no puede producir
sino perturbaciones sociales.
Por otro lado J. Guerry Champneuf, en 1825 escribe la introducción del
primer informe anual de estadísticas francesas que en conjunto hizo con Quetelet.
Para entonces Guerry era el director de los Servicios Estadísticos del Ministerio de
Justicia. En dicho informe observan que hay una correlación entre los crímenes en
las regiones del sur y en las épocas calientes del año, como que había mayor
frecuencia de delitos contra la propiedad en las regiones del norte durante los
períodos fríos del año. Basado en estas conclusiones de Guerry, Quetelet formula
la Ley Térmica de la Delincuencia.
De igual manera Alexander Lacassagne, Francés, profesor de Medicina
Legal en Lyon, funda en 1886 la revista Los Archivos de la Antropología Criminal,
órgano de los criminólogos franceses. Inspirado en el pensamiento de Pasteur,
sostiene que el delincuente tenía una potencialidad, y que son los factores sociales,
los que podían activarla. Contrario a la tesis del delincuente nato y del atavismo de
Lombroso, como causa del fenómeno, Lacassagne se inspira en el pensamiento de
Rousseau y Montesquieu, en que las sociedades tienen los delincuentes que se
merecen. El medio social es el caldo de cultivo de la criminalidad, las malas
influencias, el alcohol, la mala alimentación, la tuberculosis, la sífilis, son microbios
que bullen en las casas de los desventurados.
Por su parte Gabriel Tarde, Sociólogo francés, concibe el delito como un
fenómeno aprendido; es una conducta imitada que va a depender de la interacción
del hombre con los otros miembros de la sociedad y en donde los valores, la moral y
los principios juegan un rol fundamental. Afirma que el hombre comete delito no por
tendencias psicoorgánicas, sino por consejos, sugestiones, influencias
psicosociales. Expresó que fue un error de los positivistas descuidar el estudio de la
historia del crimen, sin llegar a la prehistoria o a los antropoides.
En este sentido Emile Durkhein, Sociólogo y filósofo francés, se niega a ver
en el delito un fenómeno de anormalidad social. Parte del hecho de que el delito se
manifiesta en toda sociedad humana, considerando que es un fenómeno de la
sociología normal y además factor de salud pública. El comportamiento del
delincuente, no es solo expresión de su personalidad, sino también del modo de ser
colectivo, expresión de su cultura. Utiliza el término de la anomia, es un estado que
aparece cuando se entra en un período de trastorno, de desarreglo, que afecta a un
grupo social sumido en una transformación brusca.
En este transitar Franz von Liszt, inaugura la cátedra en la Universidad de
Marburgo en 1882, postulando una ciencia total de Derecho Penal, incluyendo la
Antropología Criminal, la Psicología Criminal y la Estadística Criminal. En la escena
académica del imperio alemán, los estudios penales reciben tal impulso que surge
una moderna escuela, en contraparte a la de Ferri en Italia.
Franz von Liszt fundador de la Escuela de Marburgo, y de la Unión
Internacional del derecho Penal. Concibe el delito como un ente jurídico y como
fenómeno natural o social producto de factores endógenos y exógenos. Se
pronuncia contra el tipo criminal, afirma que es errónea toda concepción puramente
biológica del crimen. Dice. “la teoría del crimen causal y explicativa, puede ser
llamada Criminología”, como ciencia sintética abarca en su contenido la
Antropología Criminal y la Sociología Criminal. Deja fuera de la Criminología a la
Política Criminal, ésta juega una función que hace necesaria la reforma de la
legislación penal, hacia la pena fin, como instrumento de tutela de los bienes
jurídicos y por lo cual la pena se justifica, afirmando que la pena justa es la pena
necesaria.
Por su parte surge La Escuela Criminológica Americana, como la corriente
que reanuda planteamientos social-científicos acerca del origen del delito, y que
logra a través de sus estudios una posición dominante en la Criminología. La
Escuela de Chicago tiene una base esencialmente ecológica, trata de explicar el
crimen en función del entorno social que rodea al individuo y en respuesta ante los
estímulos que parten de ese entorno. Uno de los primeros estudios fue desarrollado
en 1927 sobre 1.313 bandas existentes en Chicago, cuyo comportamiento estaba
asociado con una desorganización social de esos vecindarios y la influencia que los
delincuentes adultos transmitían como una subcultura. Se hicieron también
investigaciones en las llamadas zonas de delincuencia, llegando a afirmar que tales
zonas se forman en los centros industriales de las grandes ciudades donde el
control social es menor, mientras más lejanas están algunas zonas pobladas de las
grandes ciudades, menor es el índice delictivo. El objeto de investigación es el
entorno espacial (el barrio, el municipio, la ciudad), la relación de los hombres con
ese entorno espacial y sus reacciones ante ese entorno. Se denominó la Teoría
Ecológica.
Al mismo tiempo Edwin H. Sutherland, Sociólogo estadounidense, propone
la Teoría de la Asociación Diferencial, descriptiva, en la que sostiene que la
conducta del hombre está basada en el recibo y aceptación tanto de información
como de valores. La conducta criminal puede ser aprendida, como cualquier otra
conducta social. Por lo tanto, la conducta criminal es la consecuencia de hacer
propios los modelos de conducta criminal, adquiridos en la interacción con otras
personas, hasta internalizarlos. Distintas personas tienen experiencias diferentes,
entre delincuentes se aprende más de delinquir, que entre no delincuentes; así se
explica la Teoría de la Asociación Diferencial. Sutherland hace salvedad de la tesis
de Tarde sobre la imitación, con el término y concepción de aprendizaje.
En este recorrido es importante destacar La Psiquiatría, como parte de la
medicina que trata de las enfermedades mentales, los trastornos psíquicos y de las
formas de corregirlos. La Psiquiatría Forense es la rama de la medicina cuya misión
es el examen mental de todo sujeto a quien, dentro del juicio Civil o Penal, se le
presuma afectado de enfermedad o anomalía psíquica, para determinar así su
grado de capacidad o de imputabilidad.
En este sentido los psiquiatras en el campo científico realizan aportaciones
con trabajos o estudios que describen la personalidad psicopática y las diferentes
psicopatías; y, contribuyen a aclarar situaciones en casos de imputabilidad
disminuida en los códigos penales. La psiquiatría y el Derecho, han sido los pilares,
en los cuales se apoyó la Criminología para su desarrollo.
De igual forma El Psicoanálisis, Fundada por Segismundo Freud, psiquiatra y
psicólogo austríaco de origen judío, llama a esta disciplina “el trabajo mediante el
cual traemos a la conciencia del enfermo lo psíquico reprimido en él”. Freud, explica
el delito mediante los complejos de Edipo, los delitos de incestos y de parricidio,
indicando que son los delitos de la especie humana. Para Freud, el psicoanálisis es
un sistema de psicopatologías y una terapéutica asignada fundamentalmente al
tratamiento de las neurosis.
Mediante la psicología aplicada al problema criminológico, se logra que una
serie de crímenes incomprensibles, o que obedecen a motivaciones extrañas, se
resuelvan y se puedan entender. Ha contribuido a transformar la criminología y el
tratamiento de los delincuentes, en forma distinta a la represión (pena),
desembocando en un tratamiento distinto de los sistemas de castigo o penas, y se
explica, que si el criminal obra, debido a una psicosis, neurosis, u otro trastorno de
salud mental; por ser un enfermo, permanecerá por el transcurso del tiempo de
cumplimiento de la condena, bajo tratamiento psiquiátrico y ningún objeto tiene la
pena, en convertirse en tratamiento o medicina.
Cuando el sujeto ejecuta el delito por un sentimiento de culpabilidad que
precede a aquel; entonces el sujeto busca la pena como una liberación y no puede
intimidarle (acá tampoco la pena cumple función de intimidación).
Se impone la definitiva supresión de la pena, que debe ser sustituida cuando
el sujeto obra por afecciones mentales, su caso exige exclusivo tratamiento médico.
Si ejecutó los actos por neurosis, debe ser tratado en forma curativa, especialmente
por psicólogos, o psiquiatras si así lo aconseja el caso.

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