Está en la página 1de 6

Volver

Somos estudiantes del cuarto año


español en la universidad de Orán en
Argelia, y queremos saber algunos
detalles sobre la inquisición española y
su historia durante los siglos XIV y XV,
además de la conversión de los
musulmanes y su expulsión de España.
Preguntáis por dos de los siglos clave en las relaciones entre los musulmanes y los
cristianos en España. Pero estos son años «pacíficos», los auténticos cambios tienen
lugar en el siglo XIII y en el XVI. Las relaciones entre Granada y Castilla se resuelven con
pagos de parias, y la firma de tratados de paz durante 20 años. Lo que no quita para que
Granada pierda territorio poco a poco. Los siglos XIV y XV son, además, los de la
creación de España como nación.

La Reconquista tras la batalla de Las Navas de Tolosa


En 1212 el arzobispo de Toledo logró del papa Inocencio III la proclamación de Cruzada
para la lucha contra los almohades. Todos los reinos cristianos de la península, y tropas
francesas, se unen para luchar contra ellos. Toman Malagón, Calatrava y Alarcos. Ese
mismo año tiene lugar la batalla de las Navas de Tolosa, que es la puerta de entrada al
valle del Guadalquivir. La derrota de las Navas de Tolosa supone el fin del Imperio
almohade y del comienzo del tercer periodo de taifas. Sólo se consolida la taifa de
Granada. Es la primera vez que los reinos cristianos vencen a un imperio musulmán
unificado.
La victoria de 1212 en las Navas de Tolosa modificó definitivamente el equilibrio militar
entre musulmanes y cristianos. Se inicia, así, una rápida reconquista por parte de Castilla.
Pero la verdadera ofensiva militar comenzó con Fernando III el Santo (1217-1252) tras la
unión definitiva de Castilla y León en 1230. En 1236 se ocupa Córdoba, en 1246 Jaén y
en 1248 Sevilla. A Fernando III le sucede Alfonso X el Sabio que finaliza la conquista del
valle de Guadalquivir conquistando en 1262 Cádiz y Niebla. Alfonso X el Sabio puso en
marcha un plan de colonización del valle del Guadalquivir, en el que el protagonismo lo
tenían las órdenes militares (Santiago, Calatrava, Medina Sidonia, etc.), ante la
resistencia del reino de Granada, y en el que también se potencian los concejos, tratando
de expulsar a la población musulmana. También recibió grandes extensiones la diócesis
de Toledo. Alfonso X el Sabio creó la Escuela de traductores en Toledo que era el centro
cultural más importante de la cristiandad. Promulgó un código jurídico, las Partidas, a raíz
del cual se amurallan las ciudades.
En 1243 el monarca murciano Ibn Hud se declaró vasallo de Fernando III, con lo que
este territorio entró a formar parte de la Corona de Castilla. Los musulmanes de esta taifa
fueron mejor tratados, hasta que tras la rebelión de 1244 fueron expulsados. La llegada
de los colonizadores castellanos produjo resistencias entre la población mudéjar. Forzó un
primer repartimiento en 1257. En 1264 se produjo la primera rebelión mudéjar, pero no la
última.
La corona de Aragón tendrá su proceso reconquistador. Jaime I el Conquistador (1213-
1276) es su mayor impulsor. Entre 1229 y 1235 se conquistan las Baleares y en 1238
Valencia, con lo que prácticamente terminaría su expansión en la península. Ambos reinos
se convertirían en grandes centros comerciales. Pedro III el Grande (1276-1285)
conquistará Sicilia en 1282. La expansión por el Mediterráneo continuaría durante todo el
siglo XIV. Por su parte, Portugal conquistó el Algarve y Faro, en 1249 con Alfonso III.
Hacia 1300 la Reconquista está casi terminada. Aragón y Portugal han alcanzado los
límites establecidos en los tratados de Tudillén (1152) y Cazorla (1179) y a Castilla sólo le
queda por conquistar Granada.

El reino nazarí de Granada


En 1262 se ha terminado la Reconquista del valle del Guadalquivir, pero se consolida
un reino musulmán en las montañas de los Sistemas Bético y Penibético. El reino nazarí
de Granada será el más largo y estable de la España musulmana.
El reino de Granada y la dinastía nazarí tiene su origen en la figura de Muhamad ibn
Yusuf ibn Nasrí, de origen árabe, que se proclamó Sultán en 1232. Fue reconocido como
Sultán por las oligarquías de Guadix, Baza, Jaén, Málaga y Almería. En 1234 se declaró
vasallo de Córdoba, pero en 1236 Fernando III conquistó Córdoba y Muhamad ibn Yusuf
ibn Nasrí se hizo con el poder en Granada. Para ello Muhamad I se enfeudó con
Fernando III, en 1236, lo que le garantizaba su independencia. Pero en 1246 Fernando III,
para consolidar sus conquistas en el valle de Guadalquivir, conquista Jaén. Muhamad I
debe pagar parias, para conseguir paces de 20 años, y reconocer a Fernando III como
señor, y así conservar su reino. El reino sobreviviría precariamente, aunque perdiendo
territorios, hasta 1492. La monarquía se mantuvo gracias a las concesiones a los
cristianos, a la necesidad de estos de consolidar sus conquistas, y a los pactos con los
benimerines del Magreb; ya que apelarán a la solidaridad islámica.
La difícil situación de Granada se mantuvo gracias a la habilidad política de sus reyes,
desde Muhamad I (1237-1273) hasta Boabdil (1482-1483 y 1486-1492). Los reinados más
esplendorosos fueron los de Yusuf I (1333-1354) y Muhamad V (1345-1359). En los que la
cultura alcanzaría sus cotas más altas. A partir de estos reyes las luchas dinásticas serían
la tónica general del reino. Las disputas hereditarias hacían que la permanencia del reino
de Granada dependiera de la voluntad de los reyes de Castilla, y las relaciones de
equilibrio con los reyes de Aragón. Granada fue perdiendo territorio paulatinamente.
Cuando en 1479 se unan definitivamente las coronas de Castilla y Aragón, y el ideal
humanista de la república cristiana y de la recuperación de España se imponga en la
península, los días del reino de Granada estarán contados. La conquista de Granada, con
Fernando V e Isabel I al frente, comenzó en 1482 y no terminó hasta 1492 debido a las
difíciles condiciones geográficas. Fue el fin de la presencia musulmana en la península.

La sociedad hispánica
En esta época viven en los reinos cristianos cuatro comunidades diferenciadas por la
religión: los cristianos (mayoritarios), los judíos, los mudéjares (personas de confesión
musulmana) y los moriscos (musulmanes convertidos al cristianismo). Pero aún había una
división más importante la que estructuraba la sociedad en estamentos privilegiados:
nobleza, clero y diversas asociaciones del tercer estado, como la Mesta. El que un
estamento fuese privilegiado significaba que tenía sus propias leyes y sus jueces, con lo
que el rey no podía imponer su voluntad. En el siglo XIV, cuando comienzan a crearse las
monarquías absolutas, esto en un problema. Ni se tiene autoridad sobre los nobles y la
Iglesia ni todo el pueblo le reconoce como señor legítimo. Para superar esto se apelará al
papa, que por un lado les nombrará Rey Católico (en Francia Rey Cristianísimus) y por
otro creará la Inquisición.

La unión de las Coronas de Aragón y Castilla


La historia de las coronas de Aragón y de Castilla está íntimamente ligada a lo largo de
la Edad Media, no sólo porque tuviesen como empresa común la Reconquista, sino
porque las casas reinantes en ambas coronas eran las mismas, sobre todo desde la
llegada de los Trastamara. La casa de Trastamara alcanza el trono con Enrique II, hijo
bastardo de Alfonso XI, en 1368, tras la muerte de Pedro I el Justiciero (o el Cruel); lo que
supuso la liquidación de la vieja nobleza castellana y leonesa en favor de una nueva
nobleza más sumisa al rey. Los Trastamara fueron reyes autoritarios que intervinieron en
los asuntos europeos.
La casa de Trastamara entronizará con la dinastía de la corona de Aragón a partir de
1412 con la elección del infante don Fernando como rey de Aragón, en el Compromiso de
Caspe. Los Trastamara de ambos reinos pretendieron, desde el principio, unificar los dos
reinos bajo la misma familia, por lo que iniciaron una política matrimonial tendente a ello.
Isabel de Castilla es nombrada heredera al trono de su reino en 1468; cuando muera su
hermanastro Enrique IV. Fernando de Aragón era el heredero de la Corona de Aragón. En
1469 se casan en Valladolid. En 1474 muere Enrique IV, e Isabel se convierte en reina de
Castilla (Isabel I). Ambos esposos se convierten en reyes de Castilla, Fernando reinará
como Fernando V y se repartirán las competencias es mismo año, en la Concordia de
Segovia. En ella que se establece que todas las decisiones se toman en nombre de
ambos cónyuges; aunque la guerra civil contra Isabel I incrementó el poder de Fernando
V. En 1479 Fernando hereda la corona de Aragón, con lo que se unen al fin las dos
coronas en una misma familia y con un solo heredero. Los reyes inician una intensa labor
legislativa, invaden Granada en 1492, y se lanzan a la exploración del mundo, con la
conquista definitiva de las Canarias en 1496 y el descubrimiento de América de la mano
de Colón en 1492.
Se pretende la unificación religiosa del reino: con la expulsión de los judíos en 1492, y
se obligó a la conversión a los moriscos, en 1502. La labor diplomática de Fernando V
consigue que el papa Alejandro VI les conceda el título de Reyes Católicos, en 1494.
Durante el reinado de los Reyes Católicos se creó la Santa Hermandad (en 1476) que
tenía jurisdicción en todo el territorio, y se introdujo la Inquisición en 1478, que permitía
aplicar la legislación eclesiástica a todo el Reino; y en todos los reinos, aunque la
ejecución correspondía al poder civil.

La Inquisición
La Inquisición fue una institución judicial creada por el pontificado en la Edad Media
para localizar, procesar y sentenciar a las personas culpables de herejía.
La Inquisición en sí no se constituyó hasta 1231 por el papa Gregorio IX. El cargo de
inquisidor fue confiado casi en exclusiva a los franciscanos y dominicos, nombrados
directamente por el Papa.
Los acusados estaban obligados bajo juramento a responder de todos los cargos que
existían contra ellos, convirtiéndose así en sus propios acusadores. El testimonio de dos
testigos se consideraba prueba de culpabilidad; en 1252 el Papa autorizó la práctica del
tormento para extraer la verdad de los sospechosos. Si el hereje se presentaba
voluntariamente se le imponían penas menores. El tormento era práctica habitual, y se
consideraba como la prueba definitiva. En la práctica, era una prueba obligatoria para
todos los procesados, tanto por la Inquisición como por el poder civil.
Los castigos y sentencias se pronunciaban en una ceremonia pública al final del
proceso (auto de fe). Los castigos podían consistir en una peregrinación, un suplicio
público, una multa, la confiscación de propiedades, encarcelamiento, prisión perpetua o
muerte en la hoguera.
En 1542, alarmado por la difusión del protestantismo, el papa Pablo III estableció en
Roma la Inquisición romana y el Santo Oficio. Más libre del control episcopal que su
predecesora, se preocupó de la ortodoxia que aparecía en los escritos de teólogos y
eclesiásticos.
El papa Pablo IV emprendió en 1555 una persecución de sospechosos, incluidos
obispos y cardenales, y elaboró en 1559 la primera lista de libros que atentaban contra la
fe o la moral: el Índice de libros prohibidos.
La Inquisición española se fundó en 1478 a propuesta de los Reyes Católicos. La
Inquisición española se convirtió en un instrumento en manos del Estado más que de la
Iglesia, ya que persiguió más a la nobleza rebelde que de los herejes. Fue suprimida en
España en 1843.

Las revueltas de los moriscos


La Inquisición, pues, es una institución dirigida a someter bajo una sola legislación a
todos los cristianos de un reino. No se emplea contra los musulmanes, pero no se permite
que existan, de ahí el decreto de conversión forzosa 1502. Con este decreto desaparecen
los mudéjares (musulmanes) pero la sociedad cristiana no se fía de su sinceridad y cree
que continúan con su fe en secreto. Este mito provocará un fuerte sentimiento de
discriminación frente a ellos, que se mantendrá durante mucho tiempo con la distinción
entre cristianos viejos y cristianos nuevos (los moriscos y los judíos convertidos). Esta
discriminación se traducirá en la exclusión, por ley, de ciertos oficios. Si la inquisición se
dirige contra los moriscos, cosa muy rara, no es en su condición de musulmanes sino en
su condición de cristianos sospechosos de herejía. Los moriscos de las Alpujarras trataron
de encontrar los puntos de coincidencia entre la religión musulmana y el cristianismo, pero
eso se consideraba una herejía.
Durante los siglos XIV y XV las persecuciones no se dirigían contra los musulmanes,
sino contra los judíos. Hay que tener en cuenta que el reino de Granada no se conquista
hasta 1492, y las comunidades musulmanas tienen mucha influencia en los reinos
cristianos. El problema comienza tras la caída de Granada.
Con los mudéjares hubo conflictos desde 1499. Tras la rebelión del Albaicín, los
musulmanes fueron expulsados de la ciudad y se marcharon al exilio o se asentaron en
las Alpujarras. Tras la Pragmática de Conversión Forzosa, surgió la rebelión de las
Alpujarras (1502). Pero los verdaderos conflictos con los moriscos se tuvieron lugar en el
siglo XVI, porque como sus formas de vida rurales continuaban siendo tradicionales, los
cristianos viejos dudaban de su conversión. La rebelión más importante de moriscos se
produjo en las Alpujarras, entre 1568 y 1569, por los decretos que limitaban el derecho de
propiedad a los moriscos. Finalmente el duque de Lerma, valido de Felipe III, promulga el
Decreto de Expulsión. Los moriscos comienzan a salir de España el 22 de septiembre de
1609.
La expulsión de los moriscos
La expulsión de los moriscos afectó a unas 300.000 personas y tuvo consecuencias
desiguales en los distintos reinos y sociedades de la monarquía. A principios del siglo XVII
los moriscos constituían minorías de importancia considerable en Valencia, Aragón y
Murcia. Así pues, mientras en la Corona de Aragón el número de los expulsados
alcanzaba a 181.998 personas, los de la Corona de Castilla sumaban menos de la mitad:
90.142. A todos ellos habría que sumar una cifra, de muy difícil cuantificación, que
englobaría las salidas clandestinas de la península, y a los fallecidos durante el traslado
forzoso.
En la Corona de Aragón los moriscos constituían un porcentaje apreciable de la
población total. Su expulsión supuso una disminución importante de la población activa, y
de la mano de obra especializada en esos reinos, generando, al principio, reacciones
contrarias a la expulsión.
En Valencia, donde los moriscos eran muy abundantes, controlaban la actividad agraria
de las comarcas de secano y de algunos regadíos, como los de Játiva y Gandía. Se
produjeron protestas por el desabastecimiento de los mercados y la merma considerable
en los cultivos. En Murcia se rechazó la medida por la especial dedicación de los moriscos
a la agricultura y al cuidado de los gusanos de seda. En Aragón se perdió la mano de obra
campesina de las tierras más fértiles y el artesanado especializado de importantes
gremios. En Castilla, por su parte, se resintió el transporte de los arrieros (oficio tradicional
de los moriscos), así como el trabajo agrícola en huertas y vegas. A pesar de las protestas
la expulsión se cumplió, con graves consecuencias para la economía y la población.
Los primeros moriscos en salir de la península fueron los del reino de Valencia.
Inmediatamente después del bando dictado por el virrey marqués de Caracena, el 22 de
septiembre de 1609, fueron conminados a abandonar sus hogares; tan sólo podían
quedarse los niños menores de cuatro años, con consentimiento de sus padres, para que
fueran criados en hogares de cristianos viejos. Únicamente podían llevar lo que pudieran
transportar consigo. Hubieron de reunirse en los puertos de embarque: Vinaroz, El Grao
de Valencia, Denia y Alicante. De allí partieron hacia Orán, en la costa de Berbería,
hacinados en galeras especialmente aprestadas al efecto. Si la mayoría acató
resignadamente la orden de extradición, algunos grupos de moriscos de las serranías de
Alicante y de los valles interiores de Valencia se alzaron infructuosamente en armas. Una
vez sofocada la rebelión, los insurrectos serían expulsados.
Una cédula real del 28 de diciembre de 1609 decretó la partida de los moriscos de
Castilla. Estos se embarcaron en su mayoría en el puerto de Cartagena, salvo los que
marcharon a Francia cruzando la frontera de Irún. En Andalucía y Murcia ordenó la
expulsión el marqués de San Germán, el 12 de enero de 1610. Algunos de los moriscos
andaluces habían abandonado sus tierras antes de que se publicase el bando real, pero
el resto lo hizo de forma paulatina. Por su parte, algunos moriscos murcianos trataron en
un primer momento de evitar su marcha, refugiándose en el reino de Valencia, pero
cuando volvieron tuvieron que marcharse.
Finalmente el virrey de Aytona fue el encargado de ejecutar el edicto expulsión en
Aragón, que fue publicado el 29 de mayo de 1610, que también afectaba a los que
residían en Cataluña. La mayoría salió por el puerto de Tarragona, aunque hubo dos
nutridos grupos que lo hicieron atravesando los Pirineos desde Navarra y por el paso de
Canfranc en Huesca.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Se autoriza el uso con licencia GFDL.
Web recomendada Enciclopedia Libre en Español

También podría gustarte