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Amados hermanas y hermanos, la paz de Dios sea con ustedes. A «Así también la fe, si no
Dios Todopoderoso doy gracias por la gentil invitación que ustedes tiene obras, es muerta
me hicieron para compartir esta reflexión sobre la fe, con mis en si misma».
Stg. 2: 17
hermanas siempre fieles de la Sociedad Femenil “Rosa de Sarón”; el
Señor prospere su ministerio en nuestra amada Iglesia.
Hace apenas unos días, las iglesias cristianas conmemoraban un acontecimiento que
Dios en su Omnisciencia preparó para escindir la iglesia católico-romana y conducir a su
pueblo por Sus caminos, quitar lo que le venía estorbando para escuchar la Palabra de
Dios y para que la obra de redención llegase a los pecadores arrepentidos que declaren
que Jesucristo es el Hijo de Dios y salvador nuestro. Si, me refiero al 31 de octubre de
1517, cuando el monje Martín Lutero, clavó en la puerta de la Iglesia de Todos los Santos
en Witterberg, Alemania, sus famosas 95 Tesis que detonaron el movimiento de Reforma
en todo el mundo.
En el marco de tal acontecimiento, quedan para siempre las palabras del apóstol Pablo
quien, inspirado por Dios, en su defensa del Evangelio contra la arrogancia y presunción
de las buenas obras, escribiera a la iglesia en Roma su famosa Epístola, la que movió a
Martín Lutero y a todos los creyentes para confiar en el amor infinito de Dios para procurar
nuestra salvación: el texto clave es lo siguiente:
«Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está
escrito: mas el justo por la fe vivirá»
(Romanos 1: 17)
Satanás ha pretendido desvirtuar la obra redentora que Dios mismo prometió al hombre, y
ha engañado al hombre para que busque adueñarse de la obra de Cristo y diga que sus
obras le son necesarias para lograr su justificación delante de Dios; por tanto dice el
hombre que si buena es la fe, son tan importantes nuestras obras para justificar nuestro
pecado, sin considerar que llegar a Dios es por medio de la fe en Jesucristo y juntamente
con Él vivir por fe. Todo viene de Dios, el don de la fe, la justificación, la redención, y las
buenas obras. El hombre no es justo porque cumpla la Ley en todos sus actos, sino
porque Dios lo ha hecho justo por la obra redentora de Su Hijo.
Esta en la primera controversia, que ha llevado a diversas corrientes religiosas derivadas
del cristianismo a la división: la salvación es por fe o por obras. Las posiciones arminianas
(el hombre participa en la salvación) conducen en el mismo sentido que lo que el apóstol
Pablo atacó con denuedo en su carta.
Más si el perdón de Dios, es independiente de nuestras obras, por ser un acto de su
soberanía, se presenta otra controversia derivada de la declaración del apóstol Pablo:
«que a mayor pecado más abundante es la gracia» (Romanos 5: 20-21); contra la
posición denominada antinominianismo, es decir, creer que la voluntad del hombre es
libre para hacer su voluntad sin considerar las obras de la Ley, la Palabra de Dios advierte
a los creyentes y el mismo apóstol Pablo señala:
«¿Qué pues diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?
En ninguna manera, Porque los que hemos muerto al pecado, ¿Cómo viviremos
aún en él?».
(Romanos 6: 1-2)