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Rio

Salvaje

No puedo dormir. Cada vez que cierro los ojos veo esa mirada, siento ese calor en mi
rostro justo bajo la nariz y mi respiración se entorpece de nuevo. Igual que hace unas
horas en su tienda.

Nunca he sentido una energía así. Es como un instinto salvaje que me inquieta y me
mantiene alerta. Después de todo estamos en la sabana africana, ¿no?

Cierro los ojos y lo veo de nuevo. Acabábamos de llegar al campamento. Luego de un
largo día nada mejor que caer en las hamacas y dormir con el delicado arrullo del rio
que bordea el bosque.

Pero ahí estaba ella de nuevo con una mejor idea. Se acerca a mi hamaca con un mi
instrumento de pecado favorito. Una botella de Bordeaux Superieur que guardaba con
recelo en su tienda. Una reserva para una ocasión especial. Después lo que logramos
hoy, ese vino era la perfecta celebración. O acaso, ¿era solo un paso para obtener lo
que realmente quería? No le di importancia. Igual no tenía fuerzas para resistir.

El vino se consumía como la noche. La charla parecía platónica pero los cuerpos
hablaban otro idioma. Las palabras eran un simple adorno, pues las miradas, los
aromas y los roces “accidentales” se tomaban el protagonismo.

Son esas escenas quienes me asechan en mi sueño ahora. El calor de mi cuerpo no baja
aunque ya la noche casi termina. Mi pulso es tan fuerte que lo siento hasta el borde de
mi piel. Es extraño como mi piel trata de levantar todo mi cuerpo por la fuerza hacia
ella. Pero si cierro mis ojos solo veo los suyos, marrones, con tintes amarillos, como un
roble en llamas y labios que se tornaron rojos después de tanto morderse por deseo.

Debo buscarla.

Fui a tienda pero no estabas. Solo vi ropa sucia en el suelo y un rastro hacia el río.
Tampoco soportaste el calor y fuiste por un baño. Debería ver que estés bien, después
de todo esto es África salvaje.

Llegando al rio te alcancé a ver ahi, ocultando tu desnudez en el agua. El agua
cristalina que me deja ver lo necesario para estimular mi imaginación. Yo decidí
acercarme más para ver que nada te pasara, pero a la vez en silencio para no
interrumpir tu baño.

¿Debería acompañarte o solo quedarme vigilando?





Al parecer tus instintos también estaban alerta porque te percataste del depredador
que te acechaba. Volteaste a verme y nos quedamos mirando a los ojos intensamente
por un tiempo que parecía hacerse más lento y pesado. Luego sonreíste, tal como hace
un par de horas entre el fuego y el vino, y continuaste tu baño.

Seguías volteando de nuevo un par de veces, de nuevo con esa mirada, invitándome a
ir contigo. ¿Quién era la presa y quién el depredador?

Al tiempo, me perdiste de vista y cuando pensaste que me habías perdido, ya era
tarde. Ya estaba detrás tuyo, en el agua, tan cerca que no podías reaccionar.

Sentiste mis brazos fuertes rodeándote por detrás. No había forma de escapar.
Mientras tu cabello bailaba en el agua, yo lo deslizaba suavemente para poder
contemplar tu espalda desnuda.

Al ver tu espalda expuesta envuelta en agua, sentí perder el control, mis pupilas
dilatarse, mis brazos haciéndose más fuertes, todos mis músculos contraerse, mi
respiración agitarse conforme el aire se hacía más denso y el calor en mi boca más
intenso.

Tu espalda, mi debilidad. Me atreví a acariciarla y besarla desde su parte baja hacia el
cuello, pasando de la parte de atrás de este para terminar en su costado. Ahí, justo
bajo la oreja derecha, donde suele esconderse ese punto de placer que me obsesiona.
Ahí te bese lentamente sintiendo como cada poro de tu piel reaccionaba a mis labios y
a mi respiración. Entonces, pasé hacia tu oreja, para susurrarte algo justo antes de
besarla y terminar mordiéndola suavemente, como si esta fuera la cereza del postre
que uno guarda para el final.

Ahora pienso, ¿qué fue ese susurro? No lo recuerdo bien. Solo sé que aquello te
enloqueció. Intento repetirlo en mi mente pero es como si esta se hubiese apagado y
mi cuerpo tomara el control. Fue él quien te dijo las palabras que dominarían tus
instintos también

“Nunca he sentido una piel tan suave y que brillara tanto con la luna.” Te dije antes de
seguir besándote con la calma e intensidad de la corriente de este río. Luego, continué
susurrando: “quiero tocarte toda, sentirte enteramente y estar adentro de tu piel”

Aun parece como un sueño que no me deja dormir. Un río que no me arrulla, pero que
despierta unas sensaciones olvidadas. Un río salvaje.

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