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Maneras de leer

Martín Kohan

Roland Barthes escribió sobre el momento en que el lector levanta la cabeza. No hay
por qué considerarlo como una interrupción de la lectura, ya que eso que lleva a
detenerse es parte de la lectura misma, las ideas y las asociaciones que llevan a
levantar la cabeza son parte de la lectura también. Es bien distinto el caso que
planteó Witold Gombrowicz: el escritor dispone la tensión narrativa de un episodio
determinado, pero en el momento del clímax entra una mosca en la habitación del
lector, lo distrae y el efecto se malogra.
Esta distracción de la lectura, que sí sería tal, se produce evidentemente a causa de
un elemento exógeno, como lo es la mosca respecto del libro. ¿Qué ocurre, sin
embargo, me pregunto, cuando los factores de distracción se alojan en el mismo sitio
en el que hay que prestar atención? Pienso, claro, en la lectura en pantalla (pantallas
o pantallitas), que hoy se ha generalizado y practicamos todos. Las interrupciones y
las distracciones provienen del mismo dispositivo en el que se encuentra el texto
mismo. Es el lugar de la lectura lo que nos saca de la lectura.
Me he estado interesando últimamente en el debate de textos en las redes. No me
refiero al chicaneo de tribuna ni al ataque coordinado de pirañas, sino a la simple
discusión de ideas que, contrariamente a lo que suele decirse, no tiene por qué
resultar imposible en ese marco. Me voy quedando con la impresión de que el poder
de concentración disminuye, de que la calidad de la lectura merma. No lo digo
admonitoriamente, indago de hecho en lo que a mí mismo me sucede. Hay quienes
tienen el don (yo no lo tengo) de sobrevolar someramente un texto o cruzarlo
rápidamente en diagonal y, aun así, entender de veras lo que está diciendo, seguir de
veras el hilo de la argumentación. Me temo, en cualquier caso, que no es lo más
frecuente. Lo más frecuente es que con el pispeo ligero, con el asomarse al paso, con
el picoteo escaso de la frase suelta o incluso a veces del solo título, no se logre para
nada eso que, en las famosas pruebas Aprender, por ejemplo, se denomina
comprensión de texto.
Hay lugares adonde se va a hacer una determinada cosa por un lapso determinado,
sin hacer otras cosas mientras tanto: las salas de concierto, las salas de cine, las salas
de lectura de las bibliotecas, las canchas de fútbol, los telos. Aplicarse, incluso
compenetrarse con algún detenimiento evitando interferencias, ¿me parece a mí o
son costumbres que van cayendo en desuso? En su tan citado artículo “La obra de
arte en la era de la reproductibilidad tecnológica”, de 1936, Walter Benjamin
señalaba un rasgo de recepción, el de la dispersión, que políticamente lo
entusiasmaba. La observación era precisa hasta lo admirable. Pero el optimismo con
que la abordaba le fue cuestionado ya en aquel mismo momento.

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