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Reflexiones

sobre
el Paro
No queremos ser encarceladas por abortar, ni tratadas como
cuerpos-objeto a los que violar, traficar y asesinar. Las cir-
cunstancias a las que nos enfrentamos no son sencillas y
nos movilizan a preguntarnos muchas cosas. ¿Puede el mis-
del 8M
mo sistema que nos reduce a estos roles, nos encarcela y
subyuga cambiar esta situación? ¿Por qué no pensar en la
posibilidad de superar de raíz este estado de cosas? Que- y otros textos...
remos mejorar nuestras condiciones en lo inmediato, pero
también profundizar la lucha. Continuando los esfuerzos de
compañeras del pasado que, como nosotras en el presente,
pararon y salieron a la calle masivamente. Para transformar-
lo todo nuestra lucha debe destruir este sistema cosificador
y valorizador de nuestras vidas.

Construyendo espacios de memoria,


reflexión y lucha.

boletinlaovejanegra.blogspot.com
Reflexiones sobre el paro del 8M
y otros textos
Este folleto es una continuación del titulado 8 de marzo
contra el Capital (2018), en el cual recopilamos diferentes
textos realizados respecto de la “cuestión de las mujeres”
en el capitalismo.
Dos meses después, durante el acto del primero de
mayo, reunimos algunas reflexiones sobre el paro del
8M, que en esta ocasión publicamos como texto central.
Consideramos que estas reflexiones mantienen su
vigencia antagónica respecto del enfoque que continúa
dándose mayoritariamente a la problemática.
Para complementar la edición, hemos agregado
artículos seleccionados de nuestro boletín La Oveja Negra
publicados desde la recopilación anterior a la fecha, así
como algunos que habían quedado afuera.
Por último, incluimos también extractos de la revista
Cuadernos de Negación nro. 13: Notas sobre el patriarcado,
publicada en junio de 2019, para dar a conocer de manera
más abarcativa el abordaje que venimos realizando.

Biblioteca y Archivo Alberto Ghiraldo


Rosario, marzo de 2020
Reflexiones sobre el paro del 8M
(acto 1º de mayo 2018)........................................................5

Memoria:
«¡Maldito foo-ball!».............................................................8

Hablando con las paredes:


«Somos las nietas de las brujas
que no pudiste matar».........................................................9

Palabras de lucha:
Cárcel de mujeres de Ezeiza.............................................10

Aborto: Cuestión social....................................................12

Hablando con las paredes:


«Hay mujeres con pene»...................................................15

¿Ideología de género?........................................................16

Memoria:
8 de marzo............................................................................20

¿Deconstrucción?...............................................................22

Cuadernos de Negación nro.13:


Notas sobre Patriarcado (extractos)................................25

Anexo:
¿Yo decido? (Boletín Alta Tensión nro.9)................31
El texto que sigue fue elaborado colectivamente en un intento de pasar en limpio las
reflexiones, sensaciones y críticas que nacieron al calor de las luchas y debates en torno a
la “cuestión de las mujeres” en el capitalismo y especialmente frente al Paro Internacional
de Mujeres, cuya marcha en marzo de 2018 contó con una masiva asistencia y desde
las lógicas más reaccionarias hasta las más progresistas, izquierdistas, partidarias,
feministas, el tema estuvo presente de manera incansable. Discursos que durante la
década de los noventa se circunscribían prácticamente al feminismo, a la academia,
al movimiento anarquista y a unos pocos ámbitos de izquierda, vivieron en la década
pasada una expansión, hasta llegar a popularizarse. La problemática “de las mujeres”
comenzó a tomar cada vez mayor protagonismo en programas de radio, televisión y en
ámbitos cotidianos. Por algunas de estas razones, y porque acostumbramos a hacerlo y
nos parece necesario que así sea, presentamos un breve balance, como un aporte para
continuar con la lucha. Lo leímos en un cálido ambiente de rebeldía durante el acto por
el 1ro de mayo realizado en el 2018 y organizado desde la Biblioteca y Archivo Alberto
Ghiraldo.

Reflexiones sobre el paro del 8M


Desde nuestro espacio de compañeros y compañeras, impulsados por la crítica
radical y la lucha revolucionaria, consideramos que la lucha por la comunidad
humana debe abarcar todas las esferas y los aspectos de la vida; partiendo desde
los más cotidianos, porque la opresión que vivimos día a día es una relación social.
Pensamos que la manera en que nos vinculamos con las demás personas, lo que
producimos, lo que consumimos, lo que comemos, nuestra percepción del tiempo
y del espacio, nuestra sexualidad, no deberían estar determinados por algo ajeno
a nosotros mismos –nosotros mismos en tanto que comunidad, y no en tanto
individuos aislados los unos de los otros, como propone este sistema. Es por esto
que asumimos la tarea de generar una crítica anticapitalista (y como parte de esta,
también “antipatriarcal”): sin pedirle nada al Estado, porque el machismo y la
opresión femenina fueron y son parte fundamental de esta relación social.
Por eso, cuando decimos “antipatriarcal” no estamos sumando el último tema
de moda de manera oportunista, como hacen los partidos de izquierda para
ganar votos; los partidos que se cagaron en todas las compañeras en las marchas
del 8M, llevando a todos sus militantes masculinos (algunos de ellos acosadores,
con los que sus mismas víctimas se tuvieron que cruzar), y ocupando los espacios
con sus banderas, mostrando su verdadera cara: la de la política. Y la verdad que
no nos sorprende esta actitud despreciable. Los partidos siempre se cagaron en
la autonomía de las luchas: siempre –y lo sabemos de sobra quienes hace años
venimos luchando en distintos espacios: intentan tirar agua para su molino, sumar
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más militantes, poniendo sus banderas partidarias por delante de las consignas de
las luchas. Todos lo hemos visto en las marchas por nuestro compañero Santiago
Maldonado. ¿Por qué con las mujeres harían algo distinto? Al fin y al cabo, si niegan
la autonomía de las luchas es porque poco les sirve su radicalidad; así como a los
sindicatos no les conviene que se luche contra el trabajo asalariado, a los partidos
no les conviene que una lucha se convierta en anti-política y anti-parlamentaria.
Y mucho menos que se pongan en discusión los roles construidos dentro de
sus organizaciones. Al contrario de como muchas veces se plantea, que existan
abusadores no es una anomalía, algo extraño, es el resultado de las formas de
organizarse… Asimismo, el violador no es un anormal en una sociedad en la
que las personas somos convertidas en cosas a través de una violencia constante
y cotidiana.
Pero no solamente las mujeres y los hombres trabajadores somos convertidos en
objetos, en mercancías, en engranajes de la producción de valor. Oponiéndonos
al viejo modelo del siglo XX, cuando el portador de la revolución parecía ser el
obrero varón en overall y martillo en mano, no proponemos a la mujer mostrando
sus bíceps, la mujer trabajadora en ese mismo sentido obrerista y parcializador.
Sí, las mujeres que fueron quemadas vivas en la fábrica textil eran trabajadoras,
y en nuestra historia las mujeres trabajadoras encabezaron las más arduas luchas
y de ellas retomamos la osadía de plantarse no solo contra sus patrones, sino
también contra sus padres, maridos y compañeros, que no pocas veces las han
querido encerradas y calladas. No limitamos, entonces, una lucha que es de clase
a las trabajadoras en el sentido más clásico. Tampoco lo hacemos solo porque
reconocemos, como ya hemos charlado hace algunos años en otro acto, que todas las
explotadas son además doblemente explotadas como trabajadoras domésticas. No
lo limitamos a esto, porque la emancipación solo puede ser de clase, una clase que
es heredera de todos los explotados del pasado, de todas las brujas, los desterrados,
los desposeídos, las campesinas, los esclavos traficados, los indígenas asesinados
a fuerza de trabajo, las prostitutas, los colonizados… reconocernos como clase es
saltear la discusión, ya estéril al día de hoy, sobre si efectivamente producimos valor
o no… si reproducimos este sistema, pariendo o fabricando un auto, lo mismo da,
podemos dejar de hacerlo si nos reconocemos como parte de una lucha radical
contra esta explotación. Como también decíamos en otro acto: “nuestra existencia
es contradictoria, somos quienes producimos y reproducimos este sistema día
a día, pero también somos los únicos que podemos acabar con él, aboliendo así
también nuestra condición de proletarios” y proletarias, nuestros roles impuestos,
las diferencias etáreas, sexuales y raciales que hoy en día se parcializan, debilitando
la lucha social.
En este sentido, la lucha debe ser total. Queremos dejar de tener miedo en la
calle, miedo a que nos violen (fuera o dentro de nuestras casas), o que nos
maten. Queremos que dejen de darnos su opinión con piropos, queremos dejar
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de ocultar nuestros cuerpos y de morir por abortos inseguros. Pero también
queremos dejar de trabajar y de someternos a una muerte lenta, a la violencia
cotidiana de las relaciones humanas determinadas por una vida inhumana,
artificializada, consumiendo basura.
No estamos sumando opresiones o problemas, y esto nos parece fundamental:
la opresión de la mujer dentro de esta sociedad machista, misógina y racista
pero también misántropa y clasista, no es ningún problema aislado. Tampoco
es un problema aislado el racismo. Las mujeres de comunidades originarias y
afroamericanas manifestaron su repudio a la actitud que tuvieron las feministas
blancas organizadoras de la marcha, discriminándolas y no dejándolas participar
en la cabecera, y dijeron: «si tu feminismo no es anti-racista entonces sos una rama
del capitalismo que te hace creer que sos empoderada, pero sos igual de violenta
que el capitalismo machista.»
Apoyamos el repudio de las compañeras, pero también nos preguntamos, ¿es
necesario ser feminista y además antirracista para luchar? Si tanto el racismo como
el machismo son hoy inseparables del capitalismo. Aunque hayan existido antes,
hoy el Capital se ha encargado de reconfigurarlos a su imagen y semejanza para
ponerlos a funcionar para sí mismo. Si nos organizamos por lo que nos diferencia
y no por lo que tenemos en común, problemas como el interclasismo y el racismo
que forman parte del movimiento feminista van a seguir estando presentes, y las
compañeras no solo nos vamos a seguir encontrando con nuestros abusadores
en las marchas, sino también con nuestras patronas. Y esto último es importante
remarcarlo porque la invisibilización de la explotación nos hace insensibles ante
quienes directamente nos cosifican y nos explotan. Cuando una mujer negra y
pobre dice ser doble o triplemente oprimida, está realizando una crítica profunda,
pero a su vez, ver estos problemas como separados deja de lado su raíz común y
por ende la posibilidad de superarlos. ¿La sociedad es racista por maldad, porque
esa es la naturaleza de los blancos? ¿La sociedad es machista por maldad, porque
esa es la naturaleza de los hombres? ¿O será que la sociedad es racista y machista
porque la ideología dominante está determinada por un modo de vida impuesto a
través de los siglos de vida en sociedades de clase, donde una parte reducida de la
humanidad sometió a la otra para beneficiarse, creando así la propiedad privada y
el Estado?
Tenemos que encontrarnos para destruir lo que nos explota y nos oprime,
criticando cada aspecto de nuestras vidas violentadas constantemente por este
orden de cosas, profundizando las discusiones y llevando la crítica más allá de lo
establecido, para avanzar en la lucha. Porque cada avance en la historia fue gracias
a seres humanos que no se conformaron con lo que había y fueron más allá de lo
que planteaban los supuestos “realistas”.
Este estado de cosas y lo que sucedió el 8M demostró el potencial que podemos
tener… ¿Pero realmente queremos que este mundo siga, con o sin nosotras? Y
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si no decimos “si nuestro cuerpo no vale, produzcan sin nosotras”, ¡es porque no
queremos “valer” en términos capitalistas!
No nos consolamos con la crítica. Pero la necesitamos para que la fuerza se
transforme en revolución. Para que se generalicen las reivindicaciones. Como
hacemos en otras ocasiones intentamos, en estos momentos de encuentro
compañero, dejar una reflexión y unas preguntas para profundizar en los contenidos
y en las prácticas. Esperamos que sirvan y que nos podamos encontrar en otros
espacios más fuertes que nunca. No queremos un futuro feminista ni matriarcal,
queremos un futuro humano y en comunidad. Viva la revolución social. Por el
comunismo y la anarquía.

Memoria
«¡Maldito foo-ball!»
Publicado en La Oveja Negra nro.17, junio de 2014

De Nuestra Tribuna. Quincenario femenino de ideas, artes, crítica y literatura.


Necochea, 1/9/1923, año 2, n° 24. Firmado por Roberta Reyna Roldán.
Mientras algunos populistas se regocijaban fundando clubes o vanagloriándose por
ello, unas lúcidas compañeras escribían artículos como este.

Diariamente susurran en mis oídos las conversaciones de entusiasmo que salen de


labios obreros de este país: el foot–ball es el plato del día tanto en el palacio burgués
como en el desolado hogar.
¡Foot–ball! ¿Cuándo dejarás de nublar la conciencia del obrero? Nunca.
Porque el burgués te adula y te ensalza, porque a él, más que a nadie, le haces
tanta falta; eres el traspié para mis pobres compañeros de cadenas, eres la valla
que defiende a mis enemigos: el capital, el clero y el Estado.
Por ti ¡maldito foot–ball! no ve esa legión de muchachos obreros que es necesario
emanciparse para llegar al fin a nuestro ideal.
Por ti, sí, ¡maldito juego! inventado por la aristocracia como «ejercicio para nuestros
músculos» porque bien sabe ella que ahí te detendrás débil e inconciente, obrero. Y
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en vez de tomar un libro que te instruya y a la vez a tus hermanos y a tus hijos, te vas a
la cancha, y allí pateas como un burro, allí te rompes la ropa, te estropeas y estropeas
a tus compañeros, y vuelves a tu hogar donde ya vuestra madre, esposas y hermanas
—eternas esclavas de los tiempos que vivimos— te esperan con la escasa cena que es
la característica en los hogares proletarios, pues vuestro salario es reducido siempre,
pues los patrones no lo aumentan nunca, por que si lo hicieran tal vez se priven de
las «figuraciones sociales», y tienen que hacer donaciones a costillas nuestras: donar
una copa a tal o a cual club de foot–ball para entusiasmar a la muchachada que allí
se entrega, en vez de concurrir a una biblioteca a instruirse para vivir mejor.
Los veo salir del taller o de la fábrica —cuando no de la iglesia— ir jadeantes a la
cancha a ensayarse pateando para ganar la copa, donada por tal o cual señor.
¿Cuándo, obrero, esperanzado como los de todo el mundo, entederás que la copa
que «generosamente» os regalan los pillos burgueses y mandones no es más que
una celada que os arrojan ellos para desviaros del camino que como oprimidos
pudisteis emprender?
¿Por qué no meditas y piensas lo siguiente? Ya que son tan generosos, en vez de
copas, que tarde o temprano les quedarán para ellos ¿por qué esos generosos no os
regalan lotes de libros donde pudierais aprender un medio mejor de vida, ya que
vuestras escasas circunstancias no permitieron que vayas a una escuela?
Piensa, muchacho.

Hablando con las paredes


«Somos las nietas de las brujas que no pudiste matar»
Publicado en La Oveja Negra nro.44, diciembre de 2016

Los inconformes hacen hablar a las paredes para reflexionar, para agitar, para
sorprender al transeúnte distraído. Nosotros queremos hablar con las paredes para
profundizar lo que gritan.

Nos encontramos con una frase que, como un reto, mezcla de ira y nostalgia, recita:
«Somos las nietas de las brujas que no pudiste matar».
¿Por qué nos identificaríamos con aquellas brujas? ¿Cuál es el sentido de sentirnos
parte de su misma resistencia? No es casualidad que la «caza de brujas» haya sido
fundamental en el proceso de acumulación originaria del Capital. Este proceso
de separación entre producción y reproducción, entre productores y medios de
producción, supuso la creación de una clase proletaria desposeída, en cuyo seno
las mujeres, a diferencia de los hombres, fueron puestas al margen de los salarios y
forzadas así, en una sociedad cada vez más monetarizada, a una pobreza crónica, a
la dependencia económica y a la invisibilidad como trabajadoras.
Esta nueva profundización de la división sexual del trabajo confinó a las mujeres a
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la esfera del trabajo reproductivo. La caza de brujas, como explica exhaustivamente
Silvia Federici en El Calibán y la bruja, intentó destruir todo un mundo de prácticas
femeninas, relaciones colectivas y sistemas de conocimiento que habían sido la
base del poder de las mujeres en la Europa precapitalista, así como la condición
necesaria para su resistencia en la lucha contra el feudalismo.
Se trató además de destruir el control que las mujeres ejercían sobre su función
reproductiva. Es por esto, y no casualmente, que fueron parteras y ancianas las
primeras sospechadas de brujas, dejando para la posteridad un nuevo modelo de
femineidad, un nuevo lugar para la mujer en la sociedad y la ciencia médica y sus
mutilaciones.
Aún hoy la lucha en el terreno de la reproducción sigue siendo fundamental
para las mujeres, así como un nexo con la historia de las brujas. Sus luchas
contra la separación de los conocimientos de sus cuerpos y prácticas, son
también nuestras luchas, no solo en tanto mujeres, sino y sobre todo, en tanto
proletarias. Son parte de la lucha histórica de nuestra clase contra la enajenación
y la mercantilización de nuestras vidas y nuestros cuerpos. Porque también somos
los nietos de las obreras y «de los obreros que nunca pudisteis matar». Es la lucha
de hombres y mujeres por la destrucción de este sistema.

Palabras de lucha
Cárcel de mujeres de Ezeiza
Publicado en La Oveja Negra nro.53, abril de 2018

Hace años el penal de Ezeiza es tristemente célebre por su brutalidad y represión,


que muchas veces culmina con “suicidadas”. El asesinato de nueve compañeras
entre 2009 y 2012 fue una de sus demostraciones más aberrantes. Reproducimos
extractos del comunicado del 9 de marzo por la colectiva Yo no fui, en la que
detallan un proceso de lucha y también la violencia carcelaria que están viviendo:
Manifestamos nuestro repudio al accionar violento y represivo del Servicio
Penitenciario Federal (SPF) en el Complejo IV de Mujeres de Ezeiza, durante
las horas de la madrugada posterior al 8 de marzo.
El jueves 8 de marzo las mujeres privadas de libertad habían manifestado su
adhesión al Paro Internacional de Mujeres a través de un ruidazo pacífico a las
once de la mañana. Durante la tarde, el SPF seleccionó un grupo de mujeres para
asistir a una “reunión de convivencia”, de la que participaron una representante por
pabellón, la Jefa de Trabajo y la Jefa del Módulo 2. En esta reunión las autoridades
informaron a las mujeres que no cobrarían el peculio [ingreso por horas trabajadas]
del mes anterior y que no sabían cuándo se cobraría, por lo tanto, no contarían con
el dinero para ser retirado por sus familias. Las mujeres que seleccionaron para la

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reunión no suelen participar de espacios de negociación con el SPF, muchas de ellas
fueron recientemente ingresadas al penal y, por lo tanto, carecen de conocimiento
sobre los procedimientos que suelen tener los procesos administrativos dentro
de la cárcel, o sea, cuentan con pocas herramientas para defender sus derechos
laborales. Dicho esto, se las amenazó advirtiéndoles que en caso de realizar una
medida de fuerza para manifestar su reclamo –aunque sea en forma pacífica– les
serían descontadas aún más horas de trabajo.
El rumor puesto a correr por los pasillos de la cárcel por el mismo SPF, y que
sustenta esta crueldad desplegada contra las mujeres, es que habrá un recorte de
horas, equivalentes a la mitad de la remuneración recibida. El ajuste también tiene
su expresión en la cárcel y se ejerce con violencia sobre las mujeres.
Pasada la medianoche del jueves y a pocas horas de que millones de mujeres
tomáramos las calles en todo el mundo, un grupo de quince compañeras allí
alojadas se encontraban reunidas pacíficamente conversando sobre esta situación.
En ese momento, ingresaron las fuerzas de seguridad en forma intempestiva. Las
mujeres buscaron refugio en la celda de una de ellas, de donde fueron sacadas
mediante el uso de gas pimienta, golpes de puño y borcegos. De la represión
participó personal masculino y como resultado de la golpiza, nuestras compañeras
sufrieron contusiones en diferentes partes
del cuerpo y cortes en el rostro. Una de
ellas fue llevada al pabellón psiquiátrico N°
27 de la Unidad, un depósito del SPF en el
que drogan y golpean a las mujeres como
parte del procedimiento. Otras cuatro
compañeras fueron llevadas a celdas de
castigo.
Actualmente las mujeres del Complejo
IV de Ezeiza, se encuentran en huelga
pacífica en los pabellones. No reciben la
comida del penal y realizarán batucadas
de seis a ocho de la mañana y de veintidós
a veinticuatro horas todos los días hasta
que los organismos de Derechos Humanos
visiten las instalaciones del penal, pabellón
por pabellón.

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Aborto: Cuestión social
Publicado en La Oveja Negra nro.54, abril de 2018

El mismo sistema que prohíbe abortar es


el mismo que luego determina a hacerlo,
cada vez que las condiciones de existencia
truncan la posibilidad de embarazo,
incluso deseado. Ya sea por falta de un
salario adecuado o no tenerlo, por la
angustia y la insalubridad del hogar o el
sentimiento de no querer ser madres.
Hay quienes llegan a justificarlo
solamente en caso de abuso sexual o si
la mujer no tuvo la “culpa”, en cambio, si
se trató de placer o algo similar debería
aceptar el castigo, «para que aprenda».
Entonces no se trata de una cuestión de si
el feto es un bebé o no, se trata de premiar
y castigar conductas consideradas
apropiadas o inapropiadas.
Es por esto que desde una crítica radical, y por tanto social, tampoco se trata de
tomar parte en ese debate, respondiendo a los movimientos “provida” e intentando
especificar a partir de cuándo un embrión es un bebé y por ende cuándo un aborto
sería o no un asesinato. Porque no se trata de estar a favor o en contra, sino de la
posibilidad de decidir, de no morir en el intento. Dentro del territorio dominado
por el Estado argentino, se producen alrededor de 450.000 abortos clandestinos por
año, y una mujer muere por semana a causa del riesgo que conllevan. Conocidas y
cada vez más ampliamente difundidas son estas cifras que, sin embargo, no dejan
de sorprendernos. Si se quita el peso de la ley ninguna mujer estará obligada a
abortar, pero en estos momentos ninguna está posibilitada de hacerlo sin incurrir
más o menos en la ilegalidad con riesgos de perder la vida, determinados por lo
que pueda pagar, ya que las que mueren son en su mayoría pobres.
La sociedad que eleva la maternidad a una virtud casi sagrada es la misma que en
la práctica niega la responsabilidad y posibilidad de las mujeres a parir según otras
concepciones a las impuestas. Enfrentándolas a la denigrante violencia obstétrica,
cumpliendo así el viejo mandato bíblico «parirás con dolor». Es la sociedad que
considera buena madre y buen padre a quien delega en distintas instituciones
la crianza de los hijos desde bebés. Es la que roba la infancia en sus centros de
adoctrinamiento estatales, privados y religiosos y que trata a los más pequeños
como lisiados emocionales.

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La función reproductiva no es un destino intrínseco a la condición femenina.
En esta sociedad de la explotación la maternidad está completamente atravesada
por las exigencias del mercado de la fuerza de trabajo y del control político. La
planificación capitalista, regulada por el Estado, implica a nivel mundial no solo el
genocidio a través del hambre y de la guerra sino también el cálculo poblacional en
torno a la necesidad de fuerza de trabajo.
El Estado se ha encargado sistemáticamente de esterilizar a comunidades y grandes
porciones de población a su antojo. La industria farmacológica luego de testear
su productos sobre animales los prueba durante años sobre nosotras, así como
hicieron y siguen haciendo con las pastillas anticonceptivas, de las cuales se van
descubriendo efectos cada vez más nocivos en la salud. En la mayoría de los países
americanos se han aplicado políticas eugenésicas que afectaron especialmente a
ciertos sectores sociales. Durante los 60 y 70 miles de mujeres de origen mexicano,
afroamericano, puertorriqueño y de grupos originarios fueron esterilizadas sin
consentimiento en los Estados Unidos. En la década de los 90 por lo menos 250.000
mujeres indígenas fueron esterilizadas en Perú.
Desde mediados del siglo XIX la función reproductiva ha estado regulada por
la legislación burguesa. Primero en su acepción más prohibitiva, luego con la
inclusión de determinadas excepciones. Posteriormente, a mediados del siglo XX,
se comenzó a ver cómo se relajaba la punitividad del aborto, sobre todo en regiones
desarrolladas que tenían saldos inmigratorios positivos y cuya población nativa
disminuía progresivamente sus tasas de natalidad. Casos aparte son situaciones
como las de China o India, donde rigen todavía mandatos de hijo único y campañas
de esterilización (legales o ilegales) sobre sus poblaciones. Sorprende la ligazón
histórica inmediata que ha existido siempre entre trabajo disponible para el Capital
y legislación sobre el aborto, especialmente porque es un tema del que se supone
que la principal diferencia entre ambas posturas es de raigambre teológica.
«Al determinar los métodos del control de la natalidad, se determinan en
consecuencia los términos de la relación entre hombres y mujeres, y entre las
mujeres y la sociedad en conjunto. Si en algún momento han tenido necesidad de un
gran número de mujeres como fuerza de trabajo han estado prontos rápidamente a
darnos una variedad de eficaces (si bien bárbaros) métodos de control de natalidad»
decía en 1971 el Movimento di Lotta Femminile de Padua (Italia).
La prohibición del aborto, por sus consecuentes muertes y daños físicos y
psíquicos graves, debe ser considerada como otro de los ataques que impone esta
sociedad a la condición femenina. Otra de las numerosas desposesiones históricas
que realiza la sociedad capitalista sobre una práctica ancestral. Primero despojando
el conocimiento mismo y luego además penando a quienes se atrevan a realizarlo.
En este sentido, es importante comprender que las muertes producidas por
abortos clandestinos son la consecuencia de esa desposesión histórica, cuando
el Estado capitalista destruyó la vida comunal y todo un mundo de prácticas
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autónomas, dentro de las cuales aquellas referidas a las que hoy conocemos como
“medicina” eran mayoritariamente llevadas a cabo por mujeres. Luego de siglos
de desposesión, hoy en día esto se traduce en que las proletarias y los proletarios
nos veamos obligados a recurrir al Estado para conocer nuestro cuerpo y curarlo,
a ese mismo Estado que nos desposeyó y nos continúa robando las vidas día a
día. Sin embargo esto no es irrebatible, debemos hacernos conscientes de estas
contradicciones para superar este orden de cosas.
Es necesaria y urgente la despenalización del aborto. Es necesario rechazar
los sermones de la moral cristiana así como también los mandatos del individuo
propietario de sí mismo. Porque consideramos importante evidenciar lo peligroso
de considerar al cuerpo primero como un elemento separado de nuestro ser,
nuestro entorno, y luego como una propiedad privada. ¡Nuestros cuerpos no son
nuestros! ¡Somos nuestros cuerpos!
Si el Estado y el Capital se entrometen en cada rincón de nuestras vidas ¿por
qué no lo harían cuando parimos o no queremos continuar con un embarazo? Su
problema no es que se aborte o no se aborte, su problema es que escape a su control
quiénes, cuándo y cuántas abortan en relación a sus necesidades.
Expresarse, conversar y manifestarse por la posibilidad del aborto no puede ser
un simple tema de agenda política. Hay que superar la lógica de apoyar desde
afuera lo que se trata dentro de un congreso. Es necesario luchar por fuera y
contra las instituciones. Es preciso hablar también de métodos anticonceptivos
y por tanto de la industria farmacéutica, de la megamáquina tecnoindustrial que
hay detrás. Es importante también pensar qué tipos de abortos podrían efectuarse
y dónde: ¿en los malsanos hospitales públicos, en clínicas privadas que podrá pagar
quien pueda, o dónde? Hablar de machismo, de cultura, de religión. Pero también
hablar de ciencia, de salarios, de vivienda, de migrantes y refugiados, y de un largo
etcétera. Por eso desde un comienzo decíamos que no tiene sentido plantear el
problema como una cuestión ética o como una decisión personal y nada más. Se
trata en definitiva de qué mundo queremos habitar, y en lo inmediato impedir las
muertes y los daños evitables.
En cada lucha tomamos fuerza, es preciso también asumir lo que somos y lo que
podemos ser y hacer.

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Hablando con las paredes
«Hay mujeres con pene»
Publicado en La Oveja Negra nro.58, octubre de 2018

Lxs inconformes hacen hablar a las paredes para reflexionar, para agitar, para
sorprender. Nosotrxs queremos hablar con las paredes para profundizar lo que
gritan.

¿Por qué es más fácil o atractivo decir que «hay mujeres con pene» o que «algunos
hombres también menstruamos», que insistir en la destrucción de los roles de
género? ¿Por qué nos cuesta tanto dejar de lado las identidades individuales para
afirmar que somos seres humanxs? Con pene, con vagina, con genitales mutilados
al nacer por la institución médica o con cuerpos que no entran en los cánones
establecidos. Cánones que nos impuso esta sociedad basada en la normalización,
la represión de los deseos y la clasificación infinita de todo aquello que se le escapa.
¿Vamos a seguir clasificándonos como aprendimos? ¿De verdad vamos a esperar
el reconocimiento del Estado y las instituciones? ¿Por qué mi identidad como
individuo es tan importante? ¿Por qué es tan importante que se me reconozca
en mi singularidad? Si es el mismo capitalismo el que nos vendió el cuento de
que somos individuos separadxs lxs unxs de lxs otrxs, llenos de desconfianza y
prejuicios. En realidad, no nos vendieron ningún cuento. Día a día las relaciones
mediadas por el trabajo condicionan y determinan casi todos los aspectos de
nuestras vidas, y así históricamente nos fuimos transformando en consumidorxs
caprichosxs, aisladxs lxs unxs de lxs otrxs exigiendo reconocimiento. Fuimos
infantilizadxs y transformadxs en seres sumisxs con caprichos de reconocimiento
individual, como cualquier consumidor/a insatisfechx. Y no se puede dejar de lado
que las imposiciones de género fueron y son parte fundamental del desarrollo y el
mantenimiento de este modo de relacionarnos. Porque históricamente para todas
las sociedades de clase la estratificación por géneros fue constitutiva para separar a
lxs oprimidxs, creando la familia y los roles de género, y asignándole a cada uno un
modo particular de mantener y reproducir la ganancia y el poder para unxs pocxs.
Haciendo pasar estos roles por cualidades naturales de cada sexo y encubriendo
su verdadera funcionalidad. No vivimos en un eterno presente como nos quieren
hacer creer los medios de comunicación, las “redes sociales” y principalmente la
reproducción de los tiempos capitalistas que llevamos en casi todas las esferas de
nuestras vidas. Las categorías como “cis-género”, “trans-género”, “bio-hombre”,
“bio-mujer”, entre infinitas más, según la subjetividad y autopercepción de cada
individuo, incluso la de “no-binarie”, pueden ayudar a cuestionar las formas
tradicionales binarias de dividir los roles de género creados por la sociedad.
Sin embargo, el problema es que no se trata de agregar más categorías, sino de
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superarlas, de superar la lógica de integración, de destruir las lógicas mercantiles
que están presentes hasta cuando creemos estar cuestionándolas. La obsesión de esta
sociedad por la identidad sexual no es casualidad. Poco vamos a resolver ampliando
su espectro. Debemos enfocarnos en reconocernos como seres humanxs, con
cuerpxs diferentes, sin que importe lo que tenemos entre las piernas o cómo nos
autopercibimos individualmente. Hay que reconocerse como oprimidxs en lucha
y actuar, reflexionar, cuidarse de no hacer lo mismo que creemos estar criticando,
porque esa es el arma más poderosa del enemigo. Destruyamos de una vez por
todas esta normalidad asesina.

¿Ideología de género?
Publicado en La Oveja Negra nro.60, enero de 2019

Los sectores más reaccionarios de la sociedad argentina están insistentes con lo


que han denominado, errónea, despectiva e inquisitorialmente, como “ideología
de género”. Con esto, intentan atacar al movimiento de mujeres, las sexualidades
que consideran disidentes, la educación sexual en las escuelas (o fuera de ellas)
y cualquier expresión que atente contra su terrorismo normalizador, familiero y
heterosexista. No entraremos en este artículo en las hipocresías cometidas por
aquellos defensores de la familia, la heterosexualidad y la ley; pero sí intentaremos
reflexionar sobre la reacción que se viene suscitando entre los sectores más
retrógrados de la sociedad y la oposición a estos.
Ni el “matrimonio igualitario”, ni la aprobación del divorcio –en 1987– han sido
un freno a la ganancia capitalista. De hecho, se han abierto nuevos mercados y
mercantilizado más espacios sociales. El matrimonio homosexual finalmente ha
sido autorizado, cuando la sociedad comprendió que la homosexualidad no era
ninguna amenaza para el matrimonio, excepto para los valores innecesarios al
capitalismo democrático moderno (que no reina en todo el planeta, eso está claro).
16
Evidentemente, sigue siendo muy difícil ser homosexual en una ciudad pequeña o
en algunos círculos, sean burgueses o proletarios. Pese a todo, el discurso oficial e
incluso el gubernamental, así como la mayor parte de los medios de comunicación,
celebran la igualdad, la apertura, las normas y el respeto a las diferencias. Y de
pronto, son «los fachos» los que se hacen los inconformistas.1
Podemos suponer que se debe a que, en esta región, estos buenos conservadores
solo conocen lo que el capitalismo ha sido hasta ahora: entre otras cosas, gracias
al fundamentalismo familiar, la empresa religiosa, la división sexual del trabajo,
el machismo y la educación antisexual sea estatal o privada. Por este motivo se
aferran a ese ideal con uñas y dientes.
Esta disputa interburguesa entre conservadores y progresistas se ve teñida por el
identitarismo tan caro a nuestra época. La derecha religiosa, los nostálgicos de los
regímenes de corte fascista, presionan a sus propios rebaños a alinearse en torno a
una identidad que traspasa los argumentos para ejercer control sobre sus súbditos,
pero también para exhibir ese control ante sus adversarios. A los soldados que
combaten por un ideal se les reparten insignias, no se los incita a reflexionar.
El primer día de este año Jair Bolsonaro, nuevo abanderado de la reacción por estas
tierras, asumió la presidencia del Brasil. Comenzó fuerte: «Vamos a unir al pueblo,
a valorar la familia, respetar las religiones y nuestras tradiciones judeocristianas,
combatir la ideología de género, conservando nuestros valores». Y también
vociferó que «Brasil volverá a ser un país libre de amarras ideológicas». Mientras
que Damares Alves, pastora evangélica y actual ministra de la Mujer, Familia y
Derechos Humanos, gritaba alegremente: «Atención, atención. Comienza una
nueva era. Los niños visten de azul, las niñas de rosa».
Ironías de la vida, podemos afirmar que estos funcionarios, los de las campañas de
«con mis hijos no te metas», los que reparten globos rosas o celestes en las calles, y
demás personajes, son justamente los defensores de algo que podría denominarse
“ideología de género”... justamente aquellos que la señalan como un peligro.
Porque el género no es natural y los defensores de su naturalidad son en verdad
quienes afirman estupideces tales como «el diseño original de la familia tal como
Dios la creó». Sin duda no pueden más que defender lo existente, que ha sido
impuesto históricamente y no es un «orden natural».
Es en el Génesis, primer libro del Antiguo Testamento, y la Torá donde se escribe:
«Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer
los creó». Pero la historia no sucede de tal manera. Ha habido millones de años
de evolución y limitándonos solo a los últimos siglos hemos atravesado fuertes
transformaciones sociales, por lo que “ser hombre” o “ser mujer” tampoco tiene las
mismas significaciones en diversos momentos o espacios geográficos. Solo en las
explicaciones bíblicas los hechos ocurren de un momento a otro, y puede crearse

1 Gilles Dauvé, El feminismo ilustrado o el complejo de Diana, Lazo Ediciones, 2018.


17
un mundo en seis días según los caprichos de un solo individuo, representado en
dios.
Vastos sectores de la clase dominante en el capitalismo, es decir la burguesía, para
perpetuar el mundo en función de su imagen y sus intereses pretenden naturalizar
permanentemente las relaciones sociales existentes. Esta naturalización es llevada
adelante por científicos, periodistas, curas, intelectuales y políticos, por la industria
del cine y la televisión, pero también activamente por vastos sectores de la clase
explotada que evidentemente no pueden más que apropiarse de la ideología de la
clase dominante. Así se impone la idea según la cual el mundo siempre fue y será
como es ahora o, mejor dicho, como la imagen idealizada del presente que se nos
inculca y, por ello, jamás se podrá encontrar una alternativa de superación, una
revolución.
En esta imagen idealizada siempre ha habido hombres y mujeres de acuerdo a los
estereotipos actuales. Estereotipos que en realidad no pueden ser cumplidos por
millones de seres humanos. En ese imaginario automático, en todas las sociedades
habidas y por haber hay hombres y mujeres, hay familias y hogares familiares.
Intentan hacernos reflexionar sin historia, se trate de “cavernícolas”, campesinos de
la Edad Media o tribus no contactadas del Amazonas.
Evidentemente no se nace mujeres ni hombres, se llega a serlo. ¿En qué
momento un niño llega a ser hombre o la niña llega a ser mujer? La sociedad no
tiene más que inventar algún hito para este pasaje. Que cuando una niña tenga su
primer menstruación se considere que «se hizo mujer» dice bastante al respecto.
Nos señala que la categoría mujer es una construcción social.
La mujer es una construcción social. La misma categoría de mujer está organizada
dentro y a través de un conjunto de relaciones sociales a partir de las cuales la
división sexual de la humanidad en dos, mujer y hombre (y no solo femenino y
masculino) es inseparable. De esta forma, se le otorga a la diferencia sexual una
relevancia social particular que de otro modo no poseería. La diferencia sexual
recibe este significado fijo dentro de las sociedades de clases cuando la categoría de
mujer se define por la función que la mayoría (pero no todas) las hembras humanas
ejecutan, por un período de sus vidas, en la reproducción sexual de la especie. Por
lo tanto, la sociedad de clases le otorga un propósito social a los cuerpos: puesto que
algunas mujeres “tienen” bebés, todos los cuerpos que posiblemente “producen”
bebés están sujetos a la regulación social.2
Una construcción social no puede destruirse individualmente. Reducir los
problemas sociales a situaciones personales o grupales surge justamente de la
ideología dominante y a su vez la fomenta y consolida. Porque una ideología no son
las ideas que podamos o queramos tener en la cabeza. La ideología es el conjunto
de ideas con que cada sociedad se explica el mundo en función de su modo de

2 Endnotes, La lógica del género y la comunización.


18
producción de la vida. Y las ideas dominantes son las de la clase dominante, que
cuanto mejor domina más afirma que no existe. Lo cual significa que presenta sus
intereses como los intereses de toda la sociedad.
Comprender que lo asignado como hombre o mujer está determinado por cada
sociedad no implica abrir la puerta de entrada a un cúmulo de propuestas prácticas
propias de las necesidades actuales del Capital: obsesión y a la vez indefinición
frente al poder, identitarismo, integración de clase, falta de posicionamiento frente
al antagonismo social o mayor interés por cambiar el lenguaje que la realidad toda.
Los conservadores del orden moral dominante, que en algunos países ya no es
extremadamente necesario para la conservación del modo de producción actual,
intentan pasar por natural lo histórico. Intentan acusar de ideológico lo que
es un intento por desmontar parte de la ideología dominante de esta sociedad.
Pero la sociedad capitalista, o más precisamente el Capital, no tiene como finalidad
la perpetuación de los géneros binarios sino la acumulación y la ganancia. Sin
embargo, estas no son y no habrían sido posibles sin esta imposición, llamémosle,
de género. Denunciar el género como un simple suceso aislado no explica cómo
la sociedad funciona, cambia y, sobre todo, cómo podría ser revolucionada para
terminar con ella de una vez por todas. Sin embargo, es preciso asumir la importancia
fundamental de la división sexual en el modo de producción capitalista.
La división sexual y sus respectivas asignaciones de conducta obligatorias
al interior de la clase explotada son, por lo tanto, no solamente aquello que
debe superarse en el curso de la revolución, sino también una fuente de esta
superación. La emancipación de las mujeres y los hombres es también liberarse de
los mandatos de ser mujeres y hombres, lo cual no es una simple consecuencia de
la revolución, sino que es una condición de la revolución.
Puesto que la revolución debe abolir todas las divisiones en la vida social, también
debe abolir las divisiones sexuales, no porque sean simplemente inconvenientes
u objetables, sino porque son parte de la totalidad de relaciones que diariamente
reproducen el modo de producción capitalista. No podemos esperar hasta después
de la revolución. Por el contrario, para que haya revolución, debe haber una lucha
contra las asignaciones que nos otorga esta sociedad, pero también contra el
matrimonio, la familia y la herencia, así como contra la propiedad privada y el
Estado, es decir contra el Capital, no solo como acumulación sino como la relación
social que es.

19
Memoria
8 de marzo
Publicado en La Oveja Negra nro.61, marzo de 2019

El 8 de marzo no conmemora una jornada en la que fueron quemadas vivas las


trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York. Dichos sucesos ocurrieron, pero
no un 8 sino un 25 de marzo, en el año 1911. Casualmente seis días después de la
primera celebración del Día Internacional de la Mujer que se realizó el 19 de marzo
de 1911 en Europa, más precisamente en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
Puede parecer una tontería, pero es muy significativo que en el imaginario
popular se haya instaurado como origen del 8 de marzo una historia de mujeres
que fueron justamente víctimas, en este caso de un incendio, sustituyendo a la
realidad en la que las mujeres fueron iniciadoras de una combativa huelga por
sus condiciones de existencia.
El incendio de la fábrica de confección de camisas Triangle Waist Co. fue el
desastre industrial con más víctimas mortales en la historia de la ciudad de Nueva
York y el cuarto en la historia de los Estados Unidos. Murieron 123 trabajadoras
y 23 trabajadores. La mayoría de las víctimas eran mujeres y además jóvenes
e inmigrantes de Europa del Este e Italia, tenían entre 14 y 23 años de edad. La
tragedia se debió a la imposibilidad de salir del edificio en llamas, puesto que
los responsables de la fábrica de camisas habían cerrado todas las puertas de las
escaleras para evitar los robos, según posteriores justificaciones.
La huelga de las camiseras de Nueva York o el Levantamiento de las 20.000 fue
una huelga laboral que comenzó el 23 de noviembre de 1909 y se detuvo el 15 de
febrero de 1910, aunque algunas protestas continuaron. Un año más tarde tuvo
lugar el incendio al que hacíamos referencia, el cual puso en evidencia las terribles
condiciones de trabajo de las mujeres inmigrantes.
Desde el principio, las jóvenes en huelga fueron blanco de una fuerte represión por
parte de la patronal, las fuerzas armadas del Estado y los tribunales de justicia. Las
empresas Triangle y Leiserson contrataron matones para complementar a la policía.
En la corte suprema, las huelguistas se enfrentaron a magistrados que señalaban su
mal comportamiento, «usted está en huelga contra Dios y la naturaleza», llegó a
decirle uno de ellos.
Tal como mencionamos, el 8 de marzo no fue la fecha de la primera celebración
del día de la mujer. Pueden rastrearse algunos antecedentes como el del 3 de mayo
de 1908 en el teatro Garrick de Chicago, donde se organizó un acto denominado
Día de la Mujer, presidido por destacadas miembros del Partido Socialista como
Gertrude Breslau-Hunt.
Recién en 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas reunida
en Copenhague, se proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer,
20
a propuesta de Clara Zetkin respaldada unánimemente por la conferencia a la
que asistían más de cien mujeres procedentes de diecisiete países. El objetivo era
promover la igualdad de derechos, incluyendo el sufragio para las mujeres.
Hoy como ayer es preciso retomar la lucha internacional de las mujeres
proletarias pero por la emancipación total y no por más derechos, sino por otra
vida. No desde la victimización sino desde la fuerza rebelde, y tampoco desde las
conferencias de quienes pretenden representarnos para llevarnos a votar, sino fuera
y contra las organizaciones, partidos y movimientos del Estado, que es a fin de
cuentas quien brega por el orden de cosas que nos mantienen en la opresión y la
explotación.
El 8 de marzo debemos asumirlo como lo que es: otra fecha conmemorativa, otra
buena ocasión para reconocernos mutuamente y una buena oportunidad para
reflexionar colectivamente.

21
¿Deconstrucción?
Publicado en La Oveja Negra nro.62, abril de 2019

Cada vez más, en ciertos ámbitos anarquistas, feministas, militantes o de lucha en


general, resuena el concepto de deconstrucción. Para muchos pareciera un elemento
ineludible y necesario, el camino hacia un grado de mayor conciencia y puesta en
práctica efectiva, que si alguna vez llegara a generalizarse haría posible un cambio
social real. Se lo propone como una especie de autoanálisis y de toma de conciencia
de privilegios, que dependerían y responderían a una serie de “interseccionalidades”
(sexo, género, edad, raza, clase, etc.) que definen la identidad de cada individuo
diferenciándolos de los demás y llevándolos a reproducir comportamientos y
posiciones de poder o subordinación en relación a otros individuos. Es así que
una persona en proceso de deconstrucción sería aquella que se está cuestionando
sus “privilegios” y cambiando su forma de comportarse y relacionarse, intentando
no reproducir ciertas formas, lógicas, comportamientos… de no oprimir con su
existencia a otras personas.
Ahora bien, esta idea de que, de alguna manera, todos seríamos al mismo
tiempo opresores y oprimidos ya que por todos lados hay relaciones de poder y es
imposible escapar de ellas, muy simpática debe caerle a quienes se encuentran en
altas posiciones de poder.
No es casualidad que estas ideas no deriven de las luchas ni de los balances de
sus propios protagonistas sino de académicos, filósofos, intelectuales, así como
tampoco lo es que estén tan presentes en ámbitos universitarios y de charlatanes
a sueldo, perpetuadores del orden existente. De repente, nos hacen saber que el
problema está en nuestro interior. El problema no es que nuestras vidas estén
sometidas al trabajo, a los tiempos mercantiles, a la dictadura de la economía,
del dinero y los relojes. Para los defensores de la deconstrucción, son a lo sumo
condicionantes, pero no condiciones materiales a superar. Pareciera que lo más
importante a resolver serían las relaciones de poder entre pares, quizás porque sea
lo único que se presenta como posible. Así, todos podemos ser mejores con una
simple toma de conciencia. Pero creer que es posible que la sociedad cambie por
una toma de conciencia generalizada es tan ingenuo como creer que un funcionario
del Estado, un político, un cura, un empresario, un policía, dejarían de beneficiarse
de sus “privilegios” por hacerse conscientes de ellos.
De alguna manera, en todo esto, está implícita la actitud subjetivista, tan
posmoderna, en donde la realidad ya no existe y todo se enfoca cada vez más en las
percepciones y sensibilidades individuales. Así, se termina igualando la opresión
del Estado con los “micropoderes” que ejerce cada quien. No es casualidad tampoco
que este tipo de modas aparezcan en un momento de atomización absoluta, de
susceptibilidad generalizada, de victimización paternalista. Luchar contra los que

22
nos oprimen está pasado de moda y ahora nos oprimimos todos entre todos,
incluso somos enemigos de nosotros mismos.
Tiempos de autoayuda, autosuperación, eliminación de malas influencias y
energías dañinas para el progreso personal. Alimentación consciente, lenguaje
inclusivo, conciencia sobre contaminación, estilos de vida. Todo está en nosotros
como individuos y depende de nosotros como individuos. Y si fallamos, somos
condenados como individuos y culpables. Otra vez, lo viejo se hace pasar por nuevo.
La teoría de la deconstrucción, supone que existen identidades o determinaciones
de las cuales podríamos desprendernos por simple voluntad, como si estas fuesen
una elección y no estuviesen definidas por un proceso de cientos de años y millones
de personas. Además de la cuestión del individuo, surge la idea de que uno es lo
que es porque lo elije, en otras palabras, porque quiere. Es así que una estudiante
universitaria puede dedicarle más tiempo a su deconstrucción que una madre de
cinco hijos. La perspectiva, en ciertos ámbitos de lucha, pareciera haber dejado de
orientarse hacia un cambio social real para enfocarse en la creación de espacios
seguros, donde no haya incomodidades ni conflictos, donde nadie se sienta
discriminado ni excluido.
Con todo esto no estamos negando la importancia del cambio subjetivo o
personal, ni del modo en que nos comportamos en lo cotidiano. Porque esto nos
parece un elemento fundamental para la lucha revolucionaria y hasta una cuestión
de supervivencia. Decir que «quienes hablan de revolución sin hacerla real en sus
propias vidas cotidianas, hablan con un cadáver en la boca» es muy diferente a perder
de vista el hecho de que todo aquello que reproducimos es parte de una relación
social (no interpersonal) que debe ser destruida de raíz y superada. Y no por gusto,
sino porque es la única manera. Porque justamente, si decimos que somos una
“construcción”, esta construcción es social y social será su destrucción. Es de vital
importancia comprender que lo que somos, muchas de las actitudes de mierda que
reproducimos y que tenemos que destruir (no deconstruir) son producto de una
vida que está sometida a las necesidades de otros, a las necesidades de la economía
antihumana que muchas veces nos vuelve inhumanos. Y mientras eso perdure,
nos podemos hacer conscientes de ello y tensionar al máximo las posibilidades
de no reproducción de sus lógicas. Eso no implica generar una atomización y
desconfianza cada vez mayores que justifiquen y continúen reproduciendo los
modos que nos impone el capitalismo.

23
Incluye:
El primer acto del 1ro de mayo en
Folleto que preparamos en el año Rosario y Virginia Bolten
Memoria: La voz de la mujer
2018 con artículos de La Oveja
Las hogueras aún no se apagaron
Negra y panfletos repartidos en la Des-memoria: Homenaje estatal a
ciudad de Rosario. Virginia Bolten
Hablando con las paredes: «Mi cuerpo
es mío»
Memoria: Pepita Gherra... La voz de la
mujer
Cultura machista y victimización
8 de marzo contra el Capital
Hablando con las paredes: «Mujer
bonita es la que lucha»
Palabras de lucha hacia la raíz
Nos están matando
Hablando con las paredes: «...»
¡Abajo el trabajo doméstico!
¡Higui a la calle!
Memoria: «вниз с войной!»
La cultura de la violación
8 de marzo: Paro Internacional de
Mujeres
Algunas reflexiones en torno al 8M
2018

Disponible en nuestra feria


o en la web:
bibliotecaalbertoghiraldo.blogspot.com/2018/03
Extractos
Cuadernos de Negación nro.13:
Notas sobre Patriarcado

La violencia específica que sufren las mujeres en particular y toda la humanidad que
no se ajusta al modelo de lo que un hombre debe ser no surge de causas naturales
sino históricas. Tampoco lo que se supone es un hombre adulto. Las diferencias
físicas, hormonales existen pero la jerarquización y asignación social de esas
diferencias son parte de una construcción social determinada, en nuestro
caso: la de una sociedad basada en la cosificación y en la ganancia, heredera de
sociedades de clase anteriores. A su vez, muchas de esas mismas diferencias son
parte de todo un proceso histórico. La mayor o menor robustez, por ejemplo, se
debe al sostenimiento de diferentes actividades para la supervivencia. Resultado de
decenas de miles de años en los que diversos modos de vida se han hecho cuerpo.
Comprendemos que estas formas de violencia no son condiciones humanas
naturales y transhistóricas, así como tampoco son intrínsecas a la sociedad actual.

25
Y si nos interesa superar estas condiciones debemos desentrañar cómo suceden y
se reproducen en esta sociedad capitalista. La crítica de la economía no lo explica
todo pero sin ella podremos entender muy poco. Como decíamos en el nro.10 de
Cuadernos de Negación:«Si realizamos una crítica de la economía es para exponer
una crítica de toda la sociedad existente. (…) Debemos exponer y criticar las
características generales de este modo de producción y reproducción de “nuestro”
mundo. (…) La crítica de la economía, como podría suponerse, no deja de lado la
política, la religión, la ciencia y demás dimensiones de esta sociedad, sino que, por
el contrario, nos permite comprenderlas y atacarlas en cuanto parcialidades de la
totalidad que conforman».
Quiere imponerse la noción de que en todas las formas de sociabilidad ha habido
jerarquía y dominio entre hombres y mujeres, siendo los primeros los dominantes.
A menudo, la antropología así como la historiografía no han hecho más que
proyectar nuestra actual sociedad hacia al pasado y hacia todo lo que “descubren”.
Suponen decir la verdad cuando para explicar el pasado se refieren a sociedades
existentes “al margen” de la cultura dominante, pasando por alto que la expansión
e invasión de la sociedad mercantil generalizada afecta a todas las sociedades con
las que entra en contacto. De hecho, la situación colonial que permitió y financió
esas investigaciones no fue casi nunca mencionada ni formó parte de sus análisis.
Las categorías de la propia cultura occidental se aplicaron sin más a todo tipo de
grupos sociales, buscando e identificando similitudes allí donde no había más
que diferencias. La “universalidad de la conducta humana” no fue otra cosa que
la universalización (por imposición) de los preceptos de la sociedad moderna
capitalista.
Sería un error intentar descubrir con precisión en qué momento de la historia
comenzó la asignación de lo femenino y su relegamiento. Del mismo modo, sería
en vano buscar el hecho fundante de la desposesión de la humanidad y la posterior
proletarización. A su vez, como ya hemos dicho en otras ocasiones, profundizar
sobre los procesos históricos que llevaron al surgimiento de la sociedad actual
puede ayudarnos a entenderla, pero sería equivocado equiparar las bases de su
surgimiento con las condiciones de su existencia. La historia no se desarrolla
linealmente ni está hecha por toda la especie al unísono. Solo en las explicaciones
bíblicas los hechos ocurren de un momento a otro y puede crearse un mundo en
seis días de acuerdo a los deseos de un solo individuo.
La lucha revolucionaria no depende tanto del conocimiento generalizado de la
historia como sí de las condiciones históricas en las que se desarrolla una lucha
generalizada. Sin embargo, además de satisfacer nuestra curiosidad y el estímulo
por comprender que las relaciones sociales no son inamovibles, este conocimiento
puede brindarnos elementos necesarios para una lucha radical.
No podemos entender el tipo de agresión particular sufrida por las mujeres si
no la ligamos a un proceso histórico, quizás de miles de años, de desarrollo del
26
valor, cuyo triunfo —no exento de trabas y desvíos— supuso la disolución de
modos comunitarios de vida, la dominación cada vez mayor del intercambio en la
producción, la separación de la naturaleza y su transformación en medio, la creación
de sociedades más y más vastas, el fortalecimientos de Estados, la extensión de
guerras, epidemias y desposesión, el ascenso del trabajo como forma de la actividad
humana, y un largo etcétera que conocemos de sobra. No estamos afirmando que
el triunfo del valor era inevitable, tal como si fuera un destino designado por los
dioses, o una línea evolutiva fijada de una vez y para siempre, estamos intentando
describir lo que efectivamente sucedió en la historia para entender cómo llegamos
a esta situación.
La sociedad capitalista, o más precisamente el Capital, no tiene como finalidad
la opresión de las mujeres sino la acumulación y la ganancia. Sin embargo,
estas fueron posibles gracias al machismo, racismo y oscurantismo religioso.
Denunciarlos y amontonarlos como simples sucesos aislados no explica cómo la
sociedad funciona, cambia y, sobre todo, cómo podría ser superada para terminar
con ella de una vez por todas.
La violencia hacia las mujeres evidentemente no es un fenómeno al margen de
toda esta historia. Tampoco lo es la supuesta inferioridad de la mujer naturalizada
mediante la religión, la ley, la ciencia, la cultura y las costumbres populares. Así,
la jefa de una empresa puede ser despreciada en tanto mujer incluso por sus
subordinados, y al salir de la empresa encontrarse con el mismo acoso callejero que
su asalariada. Ello no inhabilita su dominación de clase, así como su posición de
clase no termina de barrer su existencia como mujer.
«La división sexual y sus respectivas asignaciones de conducta obligatorias
al interior de la clase explotada son, por lo tanto, no solamente aquello que
debe superarse en el curso de la revolución, sino también una fuente de esta
superación. La emancipación de las mujeres y los hombres es también liberarse de
los mandatos de ser mujeres y hombres, lo cual no es una simple consecuencia de
la revolución, sino que es una condición de la revolución.
Puesto que la revolución debe abolir todas las divisiones en la vida social, también
debe abolir las divisiones sexuales, no porque sean simplemente inconvenientes
u objetables, sino porque son parte de la totalidad de relaciones que diariamente
reproducen el modo de producción capitalista. No podemos esperar hasta después
de la revolución. Por el contrario, para que haya revolución, debe haber una lucha
contra las asignaciones que nos otorga esta sociedad, pero también contra el
matrimonio, la familia y la herencia, así como contra la propiedad privada y el
Estado, es decir contra el Capital, no solo como acumulación sino como la relación
social que es». (Boletín La Oveja Negra nro.60, ¿Ideología de género?)

Todos los números de Cuadernos de Negación están disponibles en


nuestra feria y en: cuadernosdenegacion.blogspot.com
27
¿Interseccionalidad?
Aun sin conocerla o sin emplear el término preciso, es ya corriente aludir a una
idea de interseccionalidad. La “teoría de la interseccionalidad” surge en los 80
del siglo pasado, cómo no, de la academia. Esta teoría sugiere y examina cómo
categorías como el género, la raza, la clase, la (dis)capacidad, la orientación sexual,
la religión, la edad, la nacionalidad y otros ejes de identidad interaccionan en
múltiples y a menudo simultáneos niveles. La teoría propone que debemos pensar
en cada elemento o rasgo de una persona como inextricablemente unido con
todos los demás elementos para poder comprender de forma completa la propia
identidad. Esta obsesión por “la identidad” como una categoría necesariamente
representativa de cada individuo, cabe señalar, es muy propia del capitalismo y
no justamente de su superación.
Antes de convertirlo en asignatura universitaria, ya muchos movimientos de lucha
de los años 60 y 70 percibieron razonablemente diferencias al interior de la clase:
género/sexo, raza, sexualidad, edad y otras. El problema, quizás infranqueable al
momento de luchar, es que se organizaron en base a estas diferencias y divisiones
que son parte de la división capitalista del trabajo.
Las mujeres se organizaron en respuesta a la división sexual del trabajo, luchando
por la libertad sexual y reproductiva para obtener control sobre sí mismas, “sobre
sus propios cuerpos”, los cuales el Capital presenta brutalmente como medios de
producción. Este “uso” del cuerpo marca a fuego la percepción alienada del mismo.
Para todo el proletariado es indispensable percibir su cuerpo como un medio
de producción, en la mayoría de las mujeres proletarias se agregará una forma
específica por ser el cuerpo productor de nuevos proletarios así como su primer
alimento.3
«La política de la identidad dice, “Soy negro” o “Soy una mujer,” sin completar el
otro lado de la contradicción: “…y soy humana”. Si el punto del comienzo y del final
es unilateral, no hay posibilidad de eliminar las relaciones sociales basadas en la raza
o el género. Para los simpatizantes de las políticas de la identidad (a pesar de decir
que no), la femineidad, una forma de apariencia dentro de la sociedad, es reducida
a “una identidad” natural y estática. Las relaciones sociales como “la femineidad”,
o simplemente el género, se vuelven objetos estáticos o “instituciones”. La sociedad
entonces está organizada por individuos o grupos sociológicos con características
naturales. Así pues, la única posibilidad de luchar bajo las políticas de la identidad
está basada en la distribución equitativa o el individualismo. Es una ideología
burguesa por el hecho de que reproduce el individuo alienado, tanto concebido
como defendido por los teóricos burgueses y científicos (e impuesto materialmente)
desde el comienzo del capitalismo. (…) el énfasis en el individualismo da paso a
3 Ver Boletín La Oveja Negra nro.31, Hablando con las paredes: «Mi cuerpo es mío».

28
una política de diferencia donde las mujeres, los queers, la gente de color, etc. no
tienen nada en común el uno con el otro». (Eve Mitchell, Soy mujer y soy humana:
Una crítica marxista–feminista de la teoría de la interseccionalidad)
Si partimos de cada experiencia particular y percibimos el objeto a combatir
como un sistema entrelazado de opresiones abstraídas de las condiciones
materiales e históricas, es decir, sociales, la tenemos muy difícil, por no decir
imposible.
Como hemos señalado, las razones económicas no explican cada detalle de la
sociedad pero sin esas razones esta sociedad se entiende bien poco. ¿Cómo una
proletaria podría escindirse en dos para luchar por un lado contra el machismo y
por el otro contra el Capital que la reduce a proletaria? El feminismo interclasista
apuesta por esta escisión, imposible en la práctica, separando idealmente lo que es
indivisible materialmente.

¿Estado patriarcal?

Hay quienes plantean que vivimos en un “Estado patriarcal” con el propósito de


desenmascarar el carácter sexista del Estado. Pero llamar patriarcal a algo se ha
vuelto una costumbre neolingüística en ciertos círculos para designar que algo
es “no–bueno”, algo parecido suele ocurrir con la palabra fascismo.
Insistimos, con Gerda Lerner, que la formación del patriarcado no se da de repente,
sino que es un proceso de 2500 años, del 3100 a. c. al 600 a. c. Y que, además de darse
en zonas diferentes, lo hace también en épocas y a ritmos diferentes. Durante un
período de unos mil años, la tradición patriarcal pasó de la práctica privada a la ley
pública. El control de la sexualidad femenina, que anteriormente tenían los maridos
o los cabezas de familia, se convirtió en una cuestión regulada por el Estado.
«La familia patriarcal, institucionalizada totalmente por vez primera en las leyes
de Hammurabi, era el espejo del Estado arcaico con su mezcla de paternalismo y
autoridad incuestionable. Pero lo que es más importante entender para comprender
la naturaleza del sistema según el sexo/género bajo el que aún vivimos es el proceso
contrario a este: el Estado arcaico, desde sus inicios, reconoció su dependencia
respecto de la familia patriarcal y equiparó el funcionamiento disciplinado de la
familia con el orden en la esfera pública. La metáfora de la familia patriarcal como
la célula, el edificio fundamental, del organismo sano de la comunidad pública se
expresó por primera vez en las leyes mesopotámicas. Constantemente se la ha ido
reforzando en la ideología y la práctica durante tres milenios».
Engels escribía en su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado
que «el Estado se alza sobre las ruinas de la gens». La gens fue la organización
social, que precedió en Roma la constitución del Estado–ciudad. La gens podría
definirse como un conjunto de familias que descendían o creían descender de un

29
antepasado común vinculadas por un parentesco más o menos lejano, que tenían
sus divinidades, sus costumbres y su territorio.
Engels luego agrega: «El Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde
fuera de la sociedad; tampoco es “la realidad de la idea moral”, “ni la imagen y la
realidad de la razón”, como afirma Hegel. Es más bien un producto de la sociedad
cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa
sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está
dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a
fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no
se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace
necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a
amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del “orden”. Y ese poder, nacido
de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más,
es el Estado».
El Estado moderno es ya parte del reemplazo de la dominación de esos jefes
de familia, de esos patriarcas aislados por una clase dominante, no casualmente
conformada mayoritariamente por hombres adultos, a los cuales ya no los vincula
ninguna consanguinidad sino el afán de capital. Si bien las mujeres se encuentran
en una relativa igualdad con los hombres, en tanto que fuerza de trabajo libre, esta
igualdad se halla en una tradición patriarcal debilitada, pero patriarcal al fin.
El pater familias Estado requiere, para el mejor funcionamiento del Capital,
que gran parte de las relaciones sean coherentes entre sí y con su sistema social.
Más allá de los enfrentamientos personales y violencias intrafamiliares, es quien
detenta el monopolio de violencia.
A la acusación le sobreviene, muchas veces, el reclamo. Al mismo Estado, que se
lo tipifica como patriarcal, se le exige que actúe como si fuese libre de todo sexismo.
«Ante los continuos y crecientes daños a todos aquellos que se reconocen por
fuera del género masculino heterosexual, se pide mayor intervención estatal: más
legislaciones, más programas gubernamentales de contención, más seguridad, más
trabajo, más punición, más control. Lo que no se ve es que donde “el Estado está
ausente” es donde más presente está el Estado». (Boletín La Oveja Negra, Algunas
reflexiones en torno al 8M 2018)
No debemos contemplar el mismo horizonte que la burguesía y definirnos
como víctimas. Eso nos entrega de manos atadas al Estado, que en tanto nuevo
y verdadero pater familias sustituye al marido o se convierte en él, exigiéndonos
sumisión y obediencia a cambio de protección. Pero la “protección” incluye el
mandato de cómo se debe vivir. Su tutela es también guía y ayuda no requerida.
Pues considerados personas peligrosas pero a su vez cándidas, solo nos quedaría
el triste ejercicio de someternos de buena gana a esta autoridad autonomizada de
nosotros mismos. En definitiva, la coartada estatista de la protección puede vestirse
de feminismo, pero ello no quita el requerimiento de sumisión y dependencia.
30
Anexo
¿Yo decido?
Publicado en el Boletín Alta Tensión nro.9 (Buenos Aires)4

Nos parece importante hablar sobre este tema, no porque lo marque la agenda y
pretendamos ser políticamente correctos. Sino porque es importante tener postura
frente a los acontecimientos sociales. Pensar cómo modificar nuestro presente, la
lucha, afinar la crítica radical y no caer en lo que se cae siempre: en las reformas
condicionadas por el Estado para que todo siga tal cual está.
No estamos entrando en la mediática discusión de aborto legal vs provida; por
supuesto no estamos en contra del aborto, porque es un hecho las mujeres que
mueren al año, las que son encarceladas y las niñas que cargan con una maternidad
forzada.
Pero también sabemos que las leyes no se hicieron para liberarnos, menos cuando
se disfrazan de libertades para las oprimidas. Por lo tanto, la batalla parlamentaria
por la legalización del aborto carece de un sentido real de liberación ya que el
Estado contiene la doble moral de prohibir y legalizar. En esa doble moral es la
posibilidad de decidir y no morir en el intento. De eso no nos olvidamos. Por más
que los políticos de diferentes colores se rasguen las vestiduras hablando de «las
mujeres pobres que se mueren desangradas clandestinamente», ninguno de ellos
será crítico a la sociedad de clases que genera esa muerte, sino que serán críticos a
la ilegalidad del aborto, a su “clandestinidad”. Quedó muy a la vista lo que sucedió
estos últimos días en el congreso. Diputados oficialistas y opositores se mezclaron
en un único discurso: validar la institución médica como único garante, codificar
la autonomía, reforzar la intervención del Estado en nuestras vidas y sostener como
sea la creencia en la democracia.
En las afueras del congreso miles de personas y organizaciones se encontraban
como meras espectadoras que observan cómo un manojo de burgueses deciden
sobre la lucha que venían llevando a cabo; entonces, en ese instante el eslogan «yo
decido» se vuelve vacío de contenido.
Por eso es que nos resulta incómodo sumarnos a demandas que buscan mejorar
condiciones inmediatas bajo la tutela del Estado; esta campaña propuso la ley como
necesaria e inmediata, pero nosotras entendemos que es necesario e inmediato
luchar de manera autónoma a los partidos, a las ideologías parlamentarias y a la
institucionalización de la protesta. Profundizar y hacer concreta la lucha es también
la propagación de formas y lazos por fuera a las instituciones. Como lo venían
haciendo las socorristas u otros grupos y experiencias que existen desde hace ya
varios años.
4 Si bien este artículo no fue realizado desde la Biblioteca Alberto Ghiraldo nos pareció oportuno
incluirlo en esta compilación.

31
Dando una visión integral, nos referimos a que la decisión de traer más humanos
al mundo o no, no es solo una cuestión personal que se plantee cada mujer en algún
momento de su existencia, sino que es una decisión política de Estado. Es decir, el
Estado y el capital necesitan de mano de obra para seguir sosteniendo sus intereses
y la maternidad está atravesada. Esto es, según la clase y la región del mundo.
Se aplican leyes punitivas y cárcel a quienes decidan interrumpir embarazos,
implantando una cultura de criminalización y juzgamiento hacia el aborto. Da la
casualidad de que en las regiones del mundo donde más se castiga la interrupción
de embarazos, son donde la gente migra como mano de obra hacia los países más
ricos para ser explotados. Mientras que en los países que se encuentra legitimado
desde hace años son los que generan más profesionales y empresarios.
En las políticas que viene imponiendo el actual gobierno que puede verse el
maneje con la cuestión del aborto, la mediatización que han generado los medios
de comunicación logró aislar y abstraer el tema por completo de cualquier
historia de lucha y presentarlo como un Boca-River, usándolo inclusive para tapar
problemáticas sociales que estaban sucediendo.
La clara chicana con el gobierno anterior “progre” que ni discutió la ley en el
congreso, declarándose profundamente en contra y con el actual gobierno más
“derechoso”, da lugar, en su argumento democrático, a discutir la ley y hasta
inclusive llegar a aprobarla.
No es que los reclamos de las mujeres sean escuchando. Hay lobby de empresas
tras esto, industria farmacéutica, asensos y licitaciones, como también el
aleccionamiento a que los reclamos sociales deben hacerse institucionalmente,
a través de representantes y pacíficamente. Es decir, el aborto en el hospital y las
luchas en el congreso.
El aborto no es una práctica nueva, existió siempre, los conocimientos existieron
desde tiempos inmemoriales, desde las mujeres quemadas acusadas de brujería
hasta darse por perdidos esos conocimientos y siendo apropiados por las
instituciones médicas. Como siempre, hay proxenetas del cuerpo de la mujer,
en este caso con su salud. Ese desarraigo de la relación del cuerpo y la medicina,
no modificó que el aborto siga existiendo, legal o no. Pero la dependencia en la
salud capitalista nos hace caer nuevamente en sus garras. Por más legal que sea,
las mujeres seguirán desangrándose en los pasillos del hospital por la “objeción de
conciencia” de algunos médicos, la falta de insumos, inoperancia, porque ese día no
se encontraba el especialista, kilómetros de distancia, mala praxis, burocracia, etc.
Por condición de clase. Por la lógica capitalista.
Usaron esta ley de excusa: para reforzar la creencia en la política parlamentaria.
Descreer de los políticos para decidir. El Estado y el Capital se tienen que abortar.
Solidaridad entre oprimidas para no morir.

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Reflexiones
sobre
el Paro
No queremos ser encarceladas por abortar, ni tratadas como
cuerpos-objeto a los que violar, traficar y asesinar. Las cir-
cunstancias a las que nos enfrentamos no son sencillas y
nos movilizan a preguntarnos muchas cosas. ¿Puede el mis-
del 8M
mo sistema que nos reduce a estos roles, nos encarcela y
subyuga cambiar esta situación? ¿Por qué no pensar en la
posibilidad de superar de raíz este estado de cosas? Que- y otros textos...
remos mejorar nuestras condiciones en lo inmediato, pero
también profundizar la lucha. Continuando los esfuerzos de
compañeras del pasado que, como nosotras en el presente,
pararon y salieron a la calle masivamente. Para transformar-
lo todo nuestra lucha debe destruir este sistema cosificador
y valorizador de nuestras vidas.

Construyendo espacios de memoria,


reflexión y lucha.

boletinlaovejanegra.blogspot.com

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