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BUSCANDO AL SAN GIL DE CAYMA.

Por: Pablo Nicoli Segura.


Francisco Mostajo y mi abuelo, su tocayo Francisco Nicoli, fueron muy
buenos amigos, además de contemporáneos. Iniciado el siglo XX, ellos dos ya
frisaban los 24 y 26 años, respectivamente.
Como algunas personas arequipeñas y sobre todo caymeñas deben saber,
Mostajo fue uno de los investigadores más asiduos sobre la historia del
famoso San Gil de Cayma, un esqueleto vestido de clérigo que el pueblo
veneraba y llevaba en andas en el mes de noviembre, en comunión con la
fiesta de los muertos y del escarbo de huesos y lo paseaban por el
cementerio, del distrito caymeño, en procesión
A razón de una publicación mía, en un grupo de Facebook, sobre la historia
de la veneración de la Santa Muerte en Arequipa, un anónimo se comunicó
conmigo a mi celular y me dijo algo que, al menos para mí fue imposible de
evadir o dejar pasar:
-Mire... –me dijo luego que le pregunté con quien hablaba-. No importa mi
nombre, prefiero permanecer anónimo, además seguramente nunca más
volveremos a comunicarnos. Lo importante aquí es lo que le voy a decir y,
usted ya verá si le da importancia a mi información o la deja en el olvido.
-De ¿qué se trata? –contesté intrigado.

Gil es una palabra arcaica. Este proviene del caló (lenguaje de los gitanos
españoles) "jili" que es “inocente” o “cándido”, que a su vez deriva de "jil"
que significa “fresco” y esta, por su parte, deriva del árabe "ŷahil" (tonto o
torpe). Hacer de gil, es hacer de tonto. Pero, en este caso, la veneración y llas
limosnas dadas al San Gil, era la verdadera tontera, al que la iglesia le hacia la
inocentada era a la gente. Entonces Gil fue su nombre y Cayma, su apellido.
Sus dientes eran ahora blancos como un teclado.

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