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Fortalezas y
contradicciones de la
economía china
ENTREVISTA CON AU LOONG YU

CHINA /
EE.UU.
Fotomontaje: Juan Atacho
Fortalezas y contradicciones de la economía china
Juan Cruz Ferre






Las aspiraciones globales de China se pueden ver en la expansión de
sus inversiones en el extranjero. La guerra comercial con los Estados
Unidos podría tener consecuencias devastadoras. Juan Ferre de Left
Voice discutió estos temas con Au Loong Yu.
Las aspiraciones globales de China se pueden ver en la expansión de sus
inversiones en el extranjero. La guerra comercial con los Estados Unidos
podría tener consecuencias devastadoras.

China se convirtió en un actor prominente de la economía global. El


extraordinario crecimiento de su PIB en los últimos 20 años, combinado
con su impresionante acumulación de poder de manufactura, cambió
dramáticamente la ecuación del mercado mundial. El modelo chino
fuertemente orientado a la exportación no está sin embargo exento de
contradicciones: los bajos salarios –a pesar de que están aumentando de
manera considerable– implican una demanda agregada doméstica baja y
por consiguiente la dependencia del mercado extranjero. El gobierno chino
elaboró un nuevo plan para romper este ciclo intentando incrementar la
demanda doméstica y exportar el excedente de capital, aunque el resultado
de este proyecto está aún por verse.

El mayor desafío que surgió recientemente para los planes de la burocracia


restauracionista dirigidos a cimentar la posición global de China es el
planteado por el presidente norteamericano Donald Trump. El mandatario
declaró a comienzos de este año el comienzo de una “guerra comercial”,
basada en la aplicación de aranceles a importaciones de numerosos países.
Si bien fueron varios los socios comerciales afectados por las sucesivas
medidas aplicadas desde marzo (de las cuales finalmente volvió sobre sus
pasos en la mayoría de los casos), el destinatario principal es abiertamente
el gigante asiático. Y aunque el terreno de enfrentamiento es el del
comercio, el trasfondo es en realidad la competencia por la primacía en las
principales esferas de desarrollo tecnológico. El último capítulo de la
escalada se registró en septiembre: EE. UU. impuso aranceles a otros USD
200.000 millones de bienes chinos, lo que llevó a Pekín a tomar represalias
contra USD 60.000 millones de productos estadounidenses. Todas las
complejidades de la transición en la que se encuentra China se agravan por
esta disputa, cuyo alcance y perspectivas todavía resultan inciertas.

Te puede interesar: The Trump show


Juan Ferre de Left Voice discutió estos temas con Au Loong Yu, académico
y activista político establecido en Hong Kong. Es el autor de China’s Rise:
Strength and Fragility (El ascenso de China: Fortaleza y fragilidad) y
múltiples artículos sobre economía y política china.
Juan Ferre: El gobierno estadounidense amenazó repetidamente a
China con una guerra comercial e implementó aranceles sobre
productos chinos. ¿Qué impacto tuvo esto?
Au Loong Yu: Como la guerra comercial recién comenzó es difícil evaluar
su impacto total, pero los sectores afectados ya ven el daño. Ya hay
reportes de barcos que transportaban porotos de soja norteamericanos
vagando en el mar abierto porque no pueden vender su producto a sus
importadores chinos debido a los crecientes aranceles. El alcalde de Los
Ángeles advirtió que esta guerra comercial podría significar una caída del
20 % en el volumen de ventas. De cualquier manera, en Hong Kong
disfrutamos cerezas baratas de los Estados Unidos ya que estos productos
fueron desviados hacia aquí luego de la declaración de guerra comercial
por parte de Trump.
Mientras Trump apunta principalmente a los productos industriales y
tecnológicos chinos, China se enfoca en los productos agrícolas
estadounidenses. Dado que ambos bandos están escalando la guerra,
productos que hasta ahora no habían sido afectados están sumándose a la
lista de represalias. Antes por ejemplo, Apple no estaba afectada por la lista
de objetivos de Trump pero la última edición de la misma incluye a los
semiconductores chinos, por lo que al final Apple va a verse afectado
aunque el iPhone permanezca inmutable.

Considerando las dimensiones de la guerra comercial, puede ser realmente


temible si Trump se mantiene en la línea de este plan. Nos recuerda a la
escalada de aranceles de 1930 en los EE. UU., hecho que desencadenó una
guerra arancelaria que provocó una recesión del 60 % del mercado
mundial. El resto de la historia es de conocimiento popular. Aunque
siempre somos escépticos del llamado “libre mercado”, reemplazarlo con
una guerra comercial es incluso más problemático.

Pero un populista de ultraderecha como Trump es impredecible, podría


cambiar de rumbo más adelante. Obviamente hay grandes probabilidades
de que no lo haga. Además de esto, está el hecho de que posee múltiples
intenciones y metas y no queda claro cuál de ellas es su prioridad máxima.

La administración Trump puede tener dos metas: Disminuir drásticamente


el déficit comercial y bloquear la estrategia “Made in China 2025”
[consistente en un aumento sustancial de la producción de commodities de
alta tecnología]. La primera es difícil de alcanzar si los Estados Unidos se
mantiene como un país con pocas reservas. Incluso si Trump triunfara en
disminuir el déficit con China, eso sólo significaría que otros países
ocuparían ese sitio y el déficit comercial permanecería inalterable.
Conservar empleos es una meta incluso más difícil de alcanzar. El primer
resultado de una recesión es la pérdida de empleos. Quizá al fin y al cabo
los empleos no son una prioridad en absoluto para Trump. El presidente
norteamericano es claro en su intento de derribar el plan chino de
modernizar su tecnología, pero utilizar una arriesgada ofensiva general
como es la guerra comercial para alcanzar un objetivo tan específico sería
desperdiciar medios de ataque. No hace mucho, la ofensiva directa de
Trump sobre la corporación ZTE demostró ser más efectiva [1].
Tal vez Trump prefiere un ataque de alto perfil. Sin embargo esta clase de
guerra comercial va a dañar a ambas partes. Hace un tiempo Handel Jones
escribió un libro llamado Chinamerica para graficar las íntimas relaciones
económicas entre ambos países. Si lanzan una guerra comercial uno contra
otro, es como una serpiente de dos cabezas luchando consigo misma:
ninguna cabeza puede protegerse del ataque de la otra. Los autos de
General Motors por ejemplo, se vendieron más en China que en los propios
EE. UU. De acuerdo a un reporte de 2015 de la J.P. Morgan, las compañías
tecnológicas en el S&P 500 [Standard & Poor’s 500 index, uno de los
índices bursátiles más importantes de los EE. UU.], particularmente las
productoras de componentes, dependen fuertemente de China para
garantizar sus ingresos.
Lo más peligroso es el nacionalismo y la xenofobia impulsados por Trump,
que hace un escándalo acerca del déficit comercial con China. Ahora bien,
hoy es irrisorio hablar de “economía nacional” sin estar altamente
calificado para hacerlo. En la actualidad, la mitad de las exportaciones
chinas provienen de compañías extranjeras que invierten en China. Una
guerra comercial de esta escala va a perjudicar también a muchas
compañías occidentales. El capitalismo del siglo XXI posee no sólo de un
mercado global sino a su vez una cadena productiva global, al menos para
la mayoría de los bienes. Mientras antes un teléfono era fabricado por
completo en un solo país, ahora un iPhone no es elaborado en China sino
tan sólo ensamblado allí. De acuerdo a un reporte, un iPhone ensamblado
en China que cuesta U$S 179, consta de U$S 172 de componentes
importados desde fuera del país.

Lo que pueda suceder depende mayormente de lo que más desee Trump.


Hay reportes de desacuerdos dentro de la Casa Blanca. Mientras el
Secretario del Tesoro de los Estados Unidos Steven Mnuchin busca reducir
el déficit comercial con China, el halcón Representante de Comercio
Robert Lighthizer pretende un cambio estructural en las políticas por parte
de China. Esta confusión seguramente agrava la incertidumbre que ambas
naciones –así como el resto del mundo– enfrenta.

Si finalmente la prioridad es detener el ascenso de China, entonces es una


ruptura histórica con las anteriores políticas norteamericanas respecto al
país oriental y, seguramente más preocupante (aunque desde esta
perspectiva la guerra comercial cobra sentido) es el hecho de que esto
provocaría una profunda crisis en la economía china.

En las últimas décadas, China se esforzó por fomentar un mercado


interno y, por lo tanto, reducir su dependencia respecto a las
exportaciones. ¿Hubo algún progreso en este sentido? ¿Y cómo se
relaciona este esfuerzo de rebalanceo con el incremento de la deuda?
La aguda caída del mercado de acciones chino en 2015 pudo haber
provocado una crisis económica de no ser por el rescate nuevamente
ofrecido por el gobierno (el último gran rescate había sido durante la crisis
de 2008/9). De todas formas, los problemas fundamentales de esas crisis no
fueron solucionados en absoluto. Nos referimos a los desbalances
económicos a largo plazo producidos por la particular estrategia de
crecimiento de dedicar una enorme porción del ingreso nacional a la
inversión en capital mientras se suprime el consumo. Si observamos la
fracción correspondiente al consumo final en el PIB de China, ahora es
ligeramente mayor que en años anteriores debido al intento por parte del
gobierno de estimular la demanda doméstica, pero se mantuvo tan solo en
un 39 % en 2016.

Esto no sólo es muy inferior al promedio mundial (incluso muy por detrás
de países de bajos ingresos) sino que es significativamente menor a su
último récord de 48 % en 1960. Por tanto, China sufre un típico desbalance
económico de sobreacumulación y sobreproducción. Hace más de 10 años,
funcionarios del gobierno habían admitido ya que esta situación los
empujaba a buscar inversiones extranjeras en un intento de solucionar
dicho desbalance.

En lo que respecta a las exportaciones, de acuerdo a un reporte del Banco


Mundial de este año, la contribución de las exportaciones netas al
crecimiento del PIB fue negativa tanto en 2015 como en 2016. En 2017 se
volvió positiva pero aún así tan sólo alcanzó el 0,6 % mientras el
crecimiento real del PIB fue del 6,7 %. La proyección para este y el
próximo año es de un 0,1 % y del 0 % para el 2020. Con la guerra
comercial en curso, uno dudaría si la proyección puede necesitar aún más
ajuste hacia abajo. Con el declive en las exportaciones netas viene
aparejada la baja en el superávit comercial. Sin embargo, no hay un sistema
eficiente de generación de ingresos que reemplace a la decreciente
contribución de la exportación neta.

El crecimiento del PIB es actualmente la mitad de lo que fue hace 12 años.


Incluso este indicador puede ser engañoso, ya que registra toda la inversión
aunque no toda la inversión termina generando ingresos en medio de la
sobreacumulación general. Los pueblos fantasmas son el típico ejemplo de
inversión inefectiva, la cual en definitiva solo trae más deuda que no puede
ser solventada sin rescates gubernamentales. Esto ha resultado en una
siempre creciente deuda total (situación que se torna cada vez más
peligrosa).

El FMI publicó un reporte en diciembre de 2017 en el cual identifica tres


“tensiones principales” en el sistema financiero chino que podrían
descarrilar la economía, siendo la deuda una de ellas. A esto siguió
un reporte del Banco de Pagos Internacionales en marzo, advirtiendo que la
deuda china está por encima de un monto que podría conducir a un
derrumbe del sistema.
La deuda total de China está estimada en un 256 % del PIB. Esto es
comparable con países desarrollados pero excepcionalmente alto para un
país en desarrollo como China. Además, la estructura de la deuda es
diferente porque en el caso chino pertenece mayoritariamente a empresas
estatales y al gobierno. Un aspecto positivo es que la deuda externa
permanece baja, aunque uno debe inmediatamente agregar que siempre hay
deudas externas ocultas de las que no se sabe el monto hasta que estalla la
crisis.

Otras fuentes estiman la deuda total en un 342 % del PIB. Esto parece
incluir deudas entre bancos, mientras que la cifra previamente citada parece
excluirlas. Por otra parte, si uno tiene en cuenta el déficit del fondo de
seguridad social, aumenta la suma total de las deudas. El sólido control
estatal permite al partido contener crisis agudas arrojando dinero desde
helicópteros, pero esto sólo allana el camino para más deuda, la cual debe
ser pagada en última instancia. Cuando llegue el juicio final, el Partido-
Estado deberá expoliar nuevamente aún a más gente para encontrar dinero
para la deuda. El hecho poco conveniente es que esta situación profundiza
el descontento en un pueblo que al día de la fecha se mantiene
mayoritariamente apolítico.

En tu libro China’s Rise: Strength and Fragility, das cuenta del


impresionante crecimiento de las empresas transnacionales chinas
hasta 2007. En los 10 años transcurridos desde entonces, el ritmo de la
inversión extranjera china en América Latina, África y otros lugares
ha aumentado aún más. ¿Podemos hablar de China como un nuevo
imperialismo? En caso afirmativo, ¿tiene características específicas?
¿Cómo encaja la iniciativa One Belt One Road en este proyecto?
Cuando China se convirtió en la segunda fuente más grande de inversión
externa directa (IED) saliente en el mundo en 2016, esto también significó
que China tenía importantes intereses en el extranjero para defender, sobre
todo porque su énfasis de inversión estaba en la infraestructura, que tarda
mucho tiempo en generar beneficios.

Para lograr este objetivo, el gobierno necesariamente ignora su política


oficial de no interferencia en los asuntos internos de otros países, de modo
que pueda promover eficazmente su participación en el mercado mundial y,
al mismo tiempo, elevar su posición en la cadena de valor. También hay
que tener en cuenta la creciente tensión entre Estados Unidos y China,
mientras que este último está emergiendo como una gran potencia mundial.
Esta tensión obliga a China a fortalecer sus vínculos con otros países,
especialmente con sus vecinos, de ahí el llamado Cinturón y Ruta de la
Seda (BRI por sus siglas en inglés Belt and Road Initiative). Seguramente,
el achicamiento del mercado interno y el exceso de capital ocioso también
obliga a la burocracia a exportar capital a través de los proyectos del BRI.

El capitalismo burocrático de China conlleva necesariamente una lógica


expansionista global, primero en términos económicos y luego cada vez
más, también en términos políticos y militares. Si se mide el grado de
monopolio y la fusión entre el capital financiero e industrial –que es
posible a través del capitalismo burocrático, y también el grado de
inversión en el exterior–, entonces seguramente China ya tiene elementos
fuertes del imperialismo moderno, es decir, una especie de imperialismo
que, con el respaldo del poder militar y el capital excedente, busca dominar
a los países más débiles, pero que no busca necesariamente la dominación
política directa sobre ellos como antes.

Esto también explica el cambio de política exterior del tao guang yang


hui de Deng Xiaoping (que significa "no mostrar la propia capacidad sino
mantener un perfil bajo") a la postura más asertiva de Xi Jinping en
relación con los Estados Unidos y Japón, conocida como fen fa you
wei (que significa "esforzarse por alcanzar logros").
Pero es importante identificar la etapa real por la que está pasando China.
Si simplemente nos conformamos con poner etiquetas de identificación en
un país complicado y locamente cambiante con una historia tan larga y
luego ponerlo a la par de todos los demás países imperialistas, entonces uno
puede cometer un gran error. Hay factores que debemos considerar,
empezando por el legado colonial que todavía pesa mucho sobre el partido-
estado.
Si decimos que China es imperialista, entonces es el primer país
imperialista que es anteriormente semicolonial, y que ha sido invadido
repetidamente por múltiples grandes potencias muchas veces a lo largo de
un siglo. Esto necesariamente hace que el pueblo chino sea particularmente
sensible a la autodefensa nacional. Hay que diferenciar esta preocupación
legítima del expansionismo agresivo del partido.

Otra faceta de este legado colonial es la cuestión de Taiwán y Hong Kong.


Los Estados Unidos ven a Taiwán como su protectorado. No apoyo la
postura del Partido Comunista Chino (PCCh) sobre Taiwán, ya que
creemos en el derecho de este último a la autodeterminación, que el PCCh
niega. Sin embargo, incluso Estados Unidos reconoce que Taiwán forma
parte de "China", mientras que reconoce a la República Popular China
(RPC) como el único gobierno legítimo de China. Estados Unidos reconoce
así más o menos la legitimidad de la agenda china de unificación nacional.

Aunque el estatus de Taiwán como protectorado estadounidense lo protege


de la agresión del PCCh, también constituye una amenaza extranjera,
además de que muchos chinos lo ven como un obstáculo para la
reunificación de China con Taiwán, lo que en sí mismo no es una
aspiración ilegítima. Sólo se convierte en ilegítimo cuando se impone al
pueblo taiwanés. También hay muchos chinos y una minoría de taiwaneses
que se oponen a la posición del PCCh de ver la unificación a través de la
guerra como una opción, pero que apoyan la unificación a través de
conversaciones bilaterales iguales. Tenemos que diferenciar todas estas
preocupaciones legítimas de los intereses de gobierno del PCCh. Aunque
muchos se oponen a la agresión del PCCh contra Taiwán, es importante
que no se los considere como una bienvenida a una intervención de Estados
Unidos.

Un segundo legado colonial es Hong Kong. Aunque ya ha regresado a la


RPC desde hace 20 años, una parte significativa de su población –
especialmente su clase media– está más a favor de Occidente que a favor
de la RPC. No sólo eso, sino también la influencia más problemática del
capital internacional y de las potencias hegemónicas occidentales sobre la
ciudad. En comparación, todos los demás países imperialistas están libres
de un legado colonial, pero se benefician de su pasado imperialista
(contribuyendo a su poder agudo y blando). El ascenso de China sigue
estando cargado por su legado colonial, que va en contra de sus intereses.
Esta asimetría define nuestras elecciones de tácticas diferentes cuando nos
enfrentamos a la rivalidad entre Estados Unidos y China.
La expansión china es crecientemente imperialista pero tenemos que tomar
en cuenta el hecho de que China es profundamente contradictoria, teniendo
una lógica de expansión propia pero que está controlada por su
acumulación dependiente –tanto de los mercados occidentales como de su
tecnología– que significa tener que aceptar un status de “bajo valor
agregado” en la cadena de valor global. Por supuesto, China es cómplice de
los países imperialistas en el manejo de la cadena de valor, pero aún es un
jugador menor comparado con ellos. Esta asimetría tiene que ser tomada en
cuenta si queremos desarrollar una táctica lo suficientemente buena como
para manejar el problema de Taiwan.

¿Cuánto ha crecido el capital privado en la economía china?


En términos de porcentaje sobre el PBI, inversiones en activo fijo y pago
de impuestos, el sector privado ronda hoy el 50 % o 60 % del total
nacional. Pero es difícil saber los detalles, que son confusos. La categoría
de “Sociedades por Acciones”, por ejemplo, ha sido testigo de un gran
crecimiento tanto en términos de activos como de participación en el PIB.
Esto se debe a que muchas empresas estatales han sido privatizadas
silenciosamente por funcionarios del partido desde la década de 1990 y se
han convertido en Sociedades por Acciones.

La propiedad de estas empresas es realmente complicada, incluyendo al


sector privado y al público, y el secreto está muy bien guardado. Para
agregar más confusión, la categoría de propietario único incluye a muchos
pequeños capitalistas, ya que la ley les permite la contratación de no más
de 7 empleados. Hace algunos años, los “liberales” advirtieron sobre la
nueva tendencia de guojinminturi, o como el sector estatal estaba
exprimiendo al privado.
Hay un acalorado debate y, como existen diferentes tipos y niveles de
medición, no hay una respuesta simple. Pero uno debe tener presente que
detrás de las cifras existe la pregunta de qué sector tiene más peso real en la
economía. El sector estatal controla todos los resortes de la economía,
además de la tierra urbana, lo que le da mucho mayor poder que su peso
nominal en el PIB. Por ejemplo, es más probable que el sector estatal
imponga los precios antes que aceptarlos.

Haz caracterizado al sistema político y de clases de China como


“capitalismo burocrático”, diciendo que el PCCh usa sus posiciones en
el gobierno para obtener ganancias a través de medios capitalistas
¿Ves que este patrón se pueda profundizar en el gobierno de Xi
Jinping? ¿Las contradicciones en el corto y mediano plazo agregan
más incertidumbre a esta definición?
Con “capitalismo burocrático” no me refiero solo a que “la burocracia usa
sus posiciones en el gobierno para obtener ganancias a través de medios
capitalistas”. Para ser más preciso, preferiría decir que China es un tipo de
capitalismo de estado en el que la burocracia fusiona el poder de coerción
del estado con el poder del capital. En muchos países del mundo, muchos
funcionarios con corruptos y, en países como Pakistán y Egipto, se ven
compañías dirigidas por militares, como en el caso Chino. De cualquier
modo, yo postulo que solo en China se puede llegar a semejante grado de
fusión, de abajo hacia arriba y desde la salud a la educación, pasando por
otros sectores.

Esta situación única es el resultado de una trayectoria también única desde


la revolución de 1949. El capitalismo burocrático de hecho se ha
fortalecido bajo el mando de Xi y el riesgo de crisis económica y política
parece estar creciendo. Por esta razón es que los liberales han estado
sonando la alarma sobre guojinminturi. Probablemente las razones no sea
tan correctas, pero sí reflejan un importante hito económico: previamente,
cuando el mercado era lo suficientemente grande y el partido estaba
privatizando rápidamente el sector estatal, la burguesía privada disfrutó de
su mejor momento. Ahora, sin embargo, con la saturación del mercado y la
finalización de las privatizaciones, tienen un espacio mucho menor para
hacer dinero e incluso pueden ser exprimidos por el sector estatal. De ahí
su descontento. Hoy, la pequeña y mediana empresa está en una mala
situación, especialmente porque los bancos estatales continúan negando
préstamos mientras casi que le arrojan dinero al sector estatal.
Hablemos de la situación de China continental. Después de la crisis de
2008 hubo un crecimiento en la conflictividad laboral con algunas
luchas históricas como contra la privatización de Tongua en 2009 y la
huelga de Honda en Guangdong en 2010. El gobierno respondió con un
incremento en la represión ¿Pudo calmar el malestar de los
trabajadores? ¿Hay límites a lo que la represión estatal puede lograr?
Durante muchos años no hubo un movimiento obrero como tal, sino sólo
acciones obreras aisladas. Muchas fueron acciones espontáneas. No creo
que las autoridades puedan impedir estas acciones espontáneas. Sabes que
es casi imposible cuando se consideran dos cuestiones: Primero, aunque las
condiciones laborales han mejorado con el tiempo, siguen siendo muy
duras y necesariamente crean revueltas. Segundo, las segundas o terceras
generaciones de trabajadores migrantes son más conscientes de sus
derechos y tienen mayores expectativas, lo que necesariamente los impulsa
a la acción de vez en cuando. Igualmente, muchas de estas acciones no
conducen a ninguna forma de organización, no solo por la represión sino
también porque los trabajadores migrantes aún no están listos.
Hoy las autoridades pueden ser duras con las huelgas espontáneas pero su
objetivo principal es asegurarse de que los trabajadores continúen
desorganizados, antes que erradicar los conflictos, de aquí los ataques a las
ONG’s relacionadas con el movimiento obrero. Esto es algo que se puede
lograr fácilmente. Pero las imparables huelgas espontáneas, aunque no
lleven a la organización, son buenas por sí mismas ya que pueden elevar la
conciencia de clase y la auto confianza.

Traducción: J. Pascual, N. Guerra y N. Daneri


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NOTAS AL PIE

[1] Se refiere a la decisión de la administración estadounidense de prohibir


por siete años la exportación de componentes destinados a la firma china
ZTE, como represalia por ventas de esa firma a Corea del Norte e Irán,
países contra los cuales rigen sanciones comerciales por parte de EE. UU.
Finalmente, el gobierno norteamericano, el de China y la empresa
alcanzaron un acuerdo mediante el cual la prohibición de exportación fue
suspendida, a condición de que la firma pagara una multa de USD 1.000
millones y respete las restricciones comerciales impuestas por los EE. UU..

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