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Tomás de Aquino, In Metaphysicam Aristotelis Comentaria, libro VII, lectio 17

Trad. Miguel Ángel Sobrino Ordóñez

Texto de Aristóteles

[1041 a] A qué deba llamarse substancia, y cuál sea su quididad, digámoslo de nuevo como
tomando otro punto de partida; y quizás también a partir de esto resultará patente lo que se
refiere a aquella substancia que está separada de las substancias sensibles. Puesto que la
substancia es cierto principio y causa, a partir de esto hemos de proceder.

Averiguar el “por qué” [proted quid ()] siempre se hace así: por qué algo diferente
es inherente a otra cosa. Pues averiguar por qué el hombre músico es hombre músico, o es
preguntar por lo dicho -por qué el hombre es músico- o es preguntar por otra cosa. Pero
averiguar por qué algo es eso mismo no es averiguar nada. Es preciso, en efecto, que el
“qué” (ipsum quia) y la “existencia” (ipsum esse) [ipsum quia () et ipsum esse
()] sean algo manifiesto, por ejemplo, que la luna se eclipsa. Pero que algo sea eso
mismo, es por una razón y por una causa en todas las cosas como por qué el hombre es
hombre y el músico músico, a menos que alguien diga que cada cosa es indivisible con
respecto a sí misma, que es como afirmar su unidad; pero esto es común porque es de todas
las cosas, y breve. Pero alguien tal vez pregunte por qué el hombre es tal animal. En este
caso es obvio que no se pregunta por qué quien es hombre es hombre; sino que se pregunta
algo acerca de otra cosa, o sea, por qué eso existe en lo otro. Pero que eso existe, debe ser
necesariamente manifiesto, pues de no ser así, no se preguntaría nada. Por ejemplo: ¿por
qué truena?, porque se produce ruido en las nubes; aquí, pues, se pregunta una cosa acerca
de otra. O bien , ¿por qué esto -ladrillos y piedras- es una casa? Es evidente que uno
pregunta por la causa; y está es, desde el punto de vista lógico, la quididad [ quod quid erat
esse (h)], que en ciertos casos es la causa por la cual algo se hace [cuius causa
(c)] -como en una cosa o en una cama-, y en otros lo que mueve primero, pues éste
también es causa. Y buscamos esta causa en la generación y la corrupción, aquella otra
también cuando se trata del ser.

[1041b] Pero donde es más oscuro lo que indagamos es en las cosas que no se predican de
otra cosa -como cuando preguntamos qué es el hombre- porque se predica de modo simple
sin determinar que esto es esto o aquello-.
Pero debemos preguntar aclarando esto, pues de no hacerlo, resultaría lo mismo no
preguntar por nada que preguntar por algo. Como es preciso que la existencia se tenga o se
dé, obviamente lo que se pregunta es por qué la materia es así -como por qué estas cosas
son una cosa, pues estas cosas existen, es decir, el ser de la casa existe; o bien, por qué esto,
que tiene tal cuerpo, es hombre. Por tanto, preguntamos por la causa de la materia
(); y ésta es la especie () por la cual algo es, y también la
substancia ().
Es obvio, pues, que no hay preguntas acerca de cosas simples, ni enseñanza, sino que es
otro el modo de indagar sobre éstas.
Puesto que un compuesto se hace de algo como un todo que es uno , y no como un
agregado sino como una sílaba que no es las letras ni lo mismo que A y B, e igualmente la
carne que no es fuego y tierra; pues al deshacerse, estas cosas ya no existen como carne o
sílaba, pero las letras sí subsisten y también el fuego y la tierra; resulta, pues, que la sílaba
es algo, no sólo vocales y consonantes sino también otra cosa, y asimismo la carne
también es otra cosa, no sólo fuego y tierra o humores cálidos y fríos...
Por tanto, si aquello es necesariamente o un elemento o un compuesto de elementos, en
caso de ser un elemento se plantearía la misma cuestión, pues la carne estaría compuesta de
este elemento, y de fuego y tierra, y además de otra cosa; y así procederíamos
indefinidamente. Y si el compuesto consta de un elemento, evidentemente no estará
compuesto de uno solo sino de muchos, o bien será eso mismo, por lo cual haríamos otra
vez el mismo razonamiento que en el caso de la carne o de la sílaba.
Mas podría suponerse que esto es ciertamente algo -un elemento y también una causa del
ser- por lo que esto es carne y eso es sílaba, y lo mismo en las demás cosas. La substancia
de cada cosa es este elemento y esta causa primera del ser.
Pero como ciertas cosas no son substancia de nada, sino que cada substancia se constituye
según naturaleza y por naturaleza, aparecerá claramente en algunos casos que esta
naturaleza, que no es elemento sino principio, es la substancia. Un elemento es en lo que
divide un ser, como la materia digamos, de la sílaba que son las letras A y B.

Comentario de Tomás de Aquino

1648. Al comienzo de este libro VII, Aristóteles prometió que trataría de la substancia de
las cosas sensibles, que no es sino la quididad (quod quid erat esse); de esto dio cuenta
lógicamente mostrando que lo que se predica por sí mismo pertenece a la quididad, pero
con esto no se llega a aclarar todavía qué es la substancia, o sea la quididad. Los platónicos
decían que esta substancia es universal, es decir las especies separadas; pero Aristóteles,
más arriba, rechazó esta opinión de inmediato. Faltaba, pues, que el propio Aristóteles
mostrase qué es en realidad la substancia, o sea la quididad. Para mostrar esto, adelanta que
“la substancia o quididad es como principio y causa”; y ésta es la intención del presente
capítulo, que se divide en dos partes: primero, presenta aquello de lo que va a tratar;
segundo, (“averiguar el ‘por qué’...”) explicita esta intención. Primero, pues, dice
Aristóteles que, por lo dicho, nada de lo que se predica universalmente es substancia, como
suponían los platónicos, y ahora hay que decir qué es lo que debe considerarse substancia
según verdad., o sea, la quididad y “qué clase de quididad” es esta substancia: si es forma,
o materia, o bien otra cosa semejante. Esto hay que tratarlo como introduciendo o
refiriéndose a otro principio, diferente del principio lógico a partir del cual comenzó la
indagación sobre la substancia al principio del libro VII. Y tal vez., por lo que diremos
acerca de las quididades de las cosas sensibles, pueda aclararse algo acerca de esa otra
substancia separada de las substancias sensibles. Pues, si bien las substancias separadas no
son de la misma especie que las substancias sensibles, como suponían los platónicos, pues
indica cuál es ese otro principio a partir del cual hay que tratar esta cuestión, diciendo que
es preciso proceder a mostrar qué es esta substancia, y saber que en la misma substancia
hay cierto principio y cierta causa.

1649. En el párrafo que comienza “averiguar el ‘por qué’...”, Aristóteles muestra que la
“substancia o quididad es principio y causa”. Sobre esto trata dos cosas: primero, muestra
que es principio y causa; segundo, de qué cosa es principio (párrafo: “puesto que un
compuesto...”). De nuevo sobre el primer punto, trata dos cosas: uno, demostrar lo dicho;
segundo, excluir algo incompatible con la razón propuesta (párrafo: “por donde es más
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oscuro...”). El rigor del razonamiento de Aristóteles es así: aquello sobre lo cual no
preguntamos por qué, sino que en esto se resuelve las demás preguntas, necesariamente es
principio y causa; ahora bien; la substancia, o sea, la quididad, es justamente eso -pues uno
no pregunta por qué el hombre es hombre, sino porqué el hombre es alguna otra cosa, y lo
mismo con respecto a otras cosas-; luego, la substancia de la cosa, que es la quididad, es
principio y causa.

1650. Dice, pues, primero que “averiguar el ‘por qué’ siempre se hace así”. o sea, que
formulamos esta cuestión del por qué para averiguar por qué una cosa es inherente a otra
cosa, y no para averiguar por qué algo es eso mismo, “pues averiguar por qué el hombre es
músico es hombre músico, o es preguntar por lo dicho -por qué el hombre músico es tal- o
es preguntar por otra cosa”, como si dijera: cuando preguntamos por qué el hombre músico
es hombre músico, esta pregunta puede comprenderse de dos maneras: una, que
preguntemos por lo dicho y establecido, a saber, que de este modo -que es hombre músico-
averigüemos este otro todo -el ser hombre músico-; otra, que preguntemos algo sobre otra
cosa, a saber, que acerca del hombre, que es músico, no averigüemos por qué es hombre si
no por qué es músico.

1651. Pero de inmediato rechaza la primera manera de comprender la pregunta, diciendo


que preguntar por qué algo es eso mismo -cómo por qué el hombre es hombre- es no
averiguar nada. En toda cuestion en la que se indaga el por qué debe haber algo manifiesto
y algo por lo cual se pregunta, que no es manifiesto. Así, pues, como hay cuatro tipos de
pregunta, según leemos en los Posteriores Analíticos (an est, quid est, quia est, propter
quid est), a saber: si algo existe (an est), qué es eso (quid est), si algo es tal (quia est) y por
qué es tal (propter quid est); de estas preguntas dos -qué es y por qué es- coinciden en lo
mismo, como se demuestra en ese mismo lugar. Y así como la cuestión “qué es” se
relaciona con la cuestión “si existe”, de modo semejante la cuestión “por qué es” se
relaciona con la cuestión “si es tal”. Por eso, cuando uno pregunta por qué, la respuesta a
las otras dos preguntas debe ser manifiesta; pues en la medida en que preguntar “por qué
es” es lo mismo que preguntar “qué es”, hay que suponer que la existencia de algo es
manifiesta, y en tanto preguntar “por qué es” se distingue de preguntar “qué es”, hay que
suponer también que es patente “que es (tal)”. Por eso, Aristóteles dice que, cuando uno
pregunta por qué, deben ser patentes estas dos cosas: que es tal y que existe, lo cual
corresponde la pregunta “si existe”. Por ejemplo, cuando uno pregunta por qué la luna se
eclipsa, debe ser patente que la luna efectivamente se eclipsa, pues si esto no es patente, es
vano preguntar por qué esto ocurre. Y lo mismo cuando uno pregunta qué es el hombre,
pues también debe ser patente que el hombre existe. Pero esto no es así cuando uno
pregjnta por qué algo es eso mismo -como por qué el hombre es hombre y por qué el
músico es músico- pues al saber que el hombre es hombre, se sabe también por qué.

1652. Existe una razón y una causa en todas las cosas y es imposible ignorarla., como
también es imposible ignorar esas cosa comunes que llamamos concepciones del alma. Y la
razón de esto es porque casa cosa es con respecto a sí misma, por lo cual cada cosa se
predica de sí misma.
1653. O tal vez alguien quisiera asignar otra causa, por ejemplo, que el hombre es hombre
y el músico es músico, etc., porque cada cosa es indivisa con respecto a sí misma, de modo
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que no pueda negarse algo con respecto a sí mismo, como decir que el hombre no es
hombre. Pero esta razón no difiere de la primera que expusimos, a saber, que cada cosa es
una con respecto a sí misma, “porque esto es como afirmar su unidad”; o, como dijimos
antes, que uno significa indivisible. Por eso, es lo mismo decir que cada cosa es una con
respecto a sí misma o que es indivisible con respecto a sí misma.

1654. Pero, aun suponiendo que esta razón es diferente de la anterior también esto último
es común a todas las cosas, porque casa cosa es indivisible con respecto a sí misma; “y es
breve”, es decir, que se refiere a la cosa como un principio. pequeño cuantitativamente pero
con fuerza máxima. Por tanto, no podemos indagar sobre esto como ignoto, como tampoco
sobre los otros principios comunes. Pero otra traducción dice “es de tonalidad semejante”,
como si dijera, armoniza con la verdad en todas las cosas. Y todavía otra traducción dice “y
es verdadero”, como dando a entender que es manifiesto por sí mismo. Por lo dicho queda
claro que no es posible preguntar por qué algo es eso mismo.

1655. Resulta, pues, que siempre preguntamos por qué es otra cosa. Ahora Aristóteles
explica esto; dice: si alguien preguntase por qué tal animal es hombre, es bien evidente que
no pregunta por qué el hombre es hombre. Es, pues, obvio que uno pregunta por qué una
cosa existe en otra, no por qué es eso mismo. Pero cuando uno pregunta por qué algo existe
en otra cosa, debe ser patente que eso existe, pues si algo no es tal, o sea, si no es patente
quee xiste, no indagamos nada. Entonces tal vez preguntaríamos por lo que no existe o, de
otro modo, como refiriéndonos a cosas superiores. “Pues si algo no es tal”, es decir, si no
preguntamos sobre algo respecto a otra cosa, sino de algo con respecto a sí mismo, no
indagamos nada, como ya fue explicado.

1656. Al indagar el por qué de algo, a veces preguntamos por esa causa que es la forma en
la materia (forma in materia <la existencia de la forma en la materia >). Por ejemplo,
cuando preguntamos por qué truena, y se responde, porque se produce ruido en la nubes, es
evidente que preguntamos una cosa con respecto a otra, pues efectivamente se produce un
ruido en las nubes o un trueno en el aire.

1657. Otras veces preguntamos por la causa de que la forma exista en la materia (causa
ipsius formae in materia), o sea la causa eficiente o el fin. Por ejemplo, cuando
preguntamos por qué esto -piedras y ladrillos- es una casa. En esta cuestión también
preguntamos una cosa con respecto a otra -la casa con respecto a las piedras y las vigas-.
Por eso, Aristóteles no hizo esta pregunta simple ¿qué es una casa?, sino por qué estas
cosas son una casa. Es, pues, evidente que esta cuestión se refiere a la causa.

1658. Ahora bien, desde el punto de vista lógico, la causa que buscamos es la quididad. La
lógica considera los modos de predicación, no la existencia de las cosas. Por eso, toda
respuesta a la pregunta “qué es”, pertenece a la quididad, bien que esto sea intrínseco como
la materia y la forma, bien que sea extrínseco como el agente o el fin. Pero el filósofo, que
pregunta por la existencia de las cosas, no comprehende bajo la quididad al fin o al agente,
porque son algo extrínseco. Por tanto, si decimos que la cas es alho que protege del frío y
del calor, desde el punto de vista lógico hacemos referencia a la quididad, pero no desde el
punto de vista del filósofo. Por eso, Aristóteles dice que, cuando preguntamos por la causa
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de que la forma exista en la materia, desde el punto de vista lógico se trata de la quididad;
pero, según la verdad de la cosa y desde el punto de vista de la física, en ciertos casos es “la
causa por la cual” (cuius causa), o sea, el fin, como en el ejemplo de la casa y de la cama.

1659. Aristóteles propone ejemplos de cosas artificiales porque es muy obvio que estas
existen en orden a un fin. Y aunque las cosas materiales tamibén se ordenan a un fin,
algunos negaron esto. Cuando preguntamos por qué las piedras y las vigas son una casa, la
respuesta puede referirse a la causa final, a saber, para protegernos del frío y del calor. En
otros casos, la causa de la forma exista en la materia por la cual preguntamos “es el primer
motor”, o sea, el agente, pues éste también es causa. Por ejemplo, si preguntamos por qué
las piedras y la vigas son una cosa, la respuesta puede ser: por razón del arte de la
construcción.

1660. Pero hay una diferencia entre la causa agente y la final: preguntamos por la causa
agente en la generación y la corrupción; pero indagamos la causa final, no sólo en la
generación y la corrupción, sino tamibén con relación al ser. Esto es así porque el agente es
causa de que la forma exista en la materia, transformando la materia hacia la forma, lo cual
ocurre por generación y corrupción. El fin, en cambio, en cuanto mueve al agente por la
intenciñón, es causa de la generación y la corrupción; y en cuanto la cosa misma por su
forma se ordena a su fin, es también causa en el orden de ser. Por eso, cuando decimos que
las piedras y las vigas son una casa por razón del arte de la construcción, se comprende que
el arte de la construcción es causa de la edificación de la casa; y cuando decimos que la
spiedras y las vigas son una casa para protegernos del frío y del calor, se comprende que la
casa se hizo por esta razón y, por lo mismo, que el ser de la casa es útil.

1661. Aquí ciertamente Aristóteles se refiere a las substancias sensibles, por lo cual lo que
decie debe comprenderse únicamente con relación a los agentes naturales, que operan con
movimiento, pues el agente divino, que infunde el ser sin movimiento, es causa no sólo de
la generación de las cosas sino también de su ser.

1662. Ahora veamos el párrafo “pero donde es más oscuro...”. Como Aristóteles dijo más
arriba que, cuando preguntamos por qué, siempre indagamos algo con respecto a otra cosa
y, según parece, hay otra manera de preguntar esto mismo, plantea ahora una duda y la
resuelve; primero, pues, plantea esta duda; segundo, la resuelve (párrafo: pero debemos
preguntar aclarando...”); y, tercero, infiere un corolario de lo dicho (párrafo: “es obvio,
pues, que no hay....”). Explica, pues, primero que “lo que indagamos”, es decir, averiguar
en toda cuestión una cosa con respecto a otra, “es sumamente oscuro”, o sea, suscita dudas
“en las cosas que no se predican de otras”, o sea, en las preguntas en que no se predica una
cosa de otra, sino que se plantea una cuestión acerca de una cosa simple, por ejemplo, ¿qué
es el hombre?, esto, digo, es oscuro por la menera simple en que se predica “sin determinar
que esto es esto o aquello”; es decir, que la causa de la duda es porque en estos casos la
expresión se refiere simplemente a algo que es uno -como el hombre- y en esta pregunta no
se expresa aquello a lo cual conviene ser hombre, digamos las partes o el sujeto del hombre
(aliquod hominis suppositum).

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1663. Pero parece que esta duda no viene al caso., Aristóteles trató más arriba de la
pregunta “por qué es”, y no de la pregunta “que és”; la duda se refiere a esta última
pregunta. Sobre esto hay que decir que la pregunta “por qué es” y la pregunta “qué es”
coinciden en cierto modo en lo mismo, como ya dijimos. La pregunta “qué es” indaga la
quididad (quidditas) por la cual eso, cuya quididad buscamos, se predica de cada uno de
sus sujetos y corresponde a cada una de sus partes [puede transformarse en la pregunta “por
qué es”]. Sócrates es hombre porque le conviene todo eso que corresponde a la pregunta
qué es el hombre; por eso también estas carnes y estos huesos son un hombre, pues lo que
es el hombre (quod quid est homo) está en las carnes y en los huesos. Es, pues, lo mismo
preguntar qué es el hombre que preguntar por qué esto, es decir Sócrates, es hombre; o bien
preguntar por qué esto, digamos estas carnes y estos huesos, son un hombre, como más
arriba preguntábamos por qué las piedras y las vigas son una casa. Por eso Aristóteles dice
aquí que el hecho de que en la pregunta no se explicite “esto” y “esto” suscita dudas. Pero
si se explicita, es obvio que buscamos la misma razón en la pregunta que es el hombre y en
las demás preguntas sobre las cuales trató más arriba.

1664. Pasemos ahora al párrafo “pero debemos preguntar...”. Aquí Aristóteles resuelve la
duda propuesta. Dice que para excluir la duda que se suscitó acerca de esta cuestión,
“debemos preguntar aclarando esto”, es decir, explicitar esta pregunta y, en vez de
preguntar qué es el hombre, preguntar por qué Sócrates es hombre o por qué las carnes y
los huesos son un hombre. Si no se explicita la pregunta, resultaría un tanto incongruente
que fuese lo mismo el hecho de no preguntar por nada y el hecho de preguntar por algo.
Hemos dicho antes que preguntar lo mismo acerca de lo mismo es no averiguar nada, y que
indagar algo acarca de otra cosa sí es buscar algo. Por tanto, como la pregunta “por qué”,
en la cual indagamos una cosa acerca de otra, y la pregunta “qué”, en la cual no parece que
se indaga una cosa de otra a menos que aclaremos esto según vimos, tiene algo en común,
resultaría que son los mismo la pregunta que no averigua nada y la pregunta que sí busca
algo.

1665. O bien resultaría esto otro. Si no se explicita esta cuestión, se seguiría que es lo
mismo el hecho de no preguntar por nada y el hecho de preguntar por algo. Entonces
averiguaríamos algo cuando hacemos una pregunta sobre algo que existe y no
averiguaríamos nada cuando preguntamos por algo que no existe. Si, pues, en la cuestión
en que preguntamos “qué es” no hay que suponer nada a partir de lo cual preguntar por otra
cosa, esta cuestión podría hacerse a propósito del ser y del no ser. Así, esta pregunta, “qué
es” se haría indiferentement eacerca de algo y acerca de nada.

1666. Como en estas pregunta en las que indagamos qué es el hombre debe saberse que es
verdad que el hombre existe (de lo contrario no preguntaríamos nada) -como cuando
preguntamos por qué hay eclipse, debe saberse que el eclipse existe- es obvio que, si
alguien pregunta qué es el hombre, busca saber “por qué es”. En efecto, la existencia es
presupuesto de la pregunta “qué es”, porque también es presupuesto de la pregunta “por
qué es” -como al preguntar qué es la casa es como sin preguntásemos por qué estas cosas,
piedras y vigas, son una casa-; y la razón es “que estas partes existen como eso que es el ser
de la casa”, es decir, porque la quididad (quidditas) de la casa es intrínseca a las partes de
la casa.
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1667. Dijimos más arrriba que en las preguntas “por qué” a veces buscamos la forma, otras
el agente y otras el fin. De igual modo, cuando preguntamos qué es el hombre, es lo mismo
que preguntar por qué esto, Sócrates, es hombre; la respuesta es porque la quididad
(quidditas) es intrínseca a Sócrates. O bien, es lo mismo que preguntar por qué un cuerpo
de tal condición, digamos orgánico, es hombre; pues estas cosas son la materia del hombre,
como las piedras y los ladrillos son materia de la casa.

1668. Por eso, es obvio que en estas preguntas buscamos “la causa de la materia” (causa
materiae), o sea, por qué la materia pertenece a la naturaleza de eso que definimos. Estas
cosas que buscamos, que es causa de la materia, es la “especie”, es decir, la forma por la
cual algo es; y es también la “substancia”, o sea, esa substancia que es la quididad. Así
concluye la demostración de lo que Aristóteles se había propuesto,a saber, que la
substancia es principio y causa.

1669. En donde dice “es obvio, pues, que no hay preguntas...”, Aristóteles deduce un
corolario de todo lo dicho: puesto que en todas las cuestiones preguntamos una cosa acerca
de otra -como la causa de la materia, su causa, que es la causa formal, o la causa de que la
forma exista en la materia, que son el agente y el fin (causa materiae, causa formalis;
causa formae in materia, finis et agens)- es evidente que no hay preguntas acerca de las
substancias simples que no están compuestas de materia y forma. Como vimos, en toda
pregunta debe haber algo conocido y algo ignorado que indagamos. Pero estas substancias,
o se conocer enteramente o se ignoran por completo, como veremos en el libro IX. Por
tanto, no existen preguntas sobre ellas.

1670. Por lo mismo, no puede haber enseñanza acercxa de estas substancias tal como
existen en las ciencias especulativas, pues la enseñanza no es sino la generación del
conocimiento. Ahora bien, hay ciencia en nosotros cuando conocemos el por qué, pues, el
silogismo demostrativo que es causa de conocimiento tiene como término medio el “por
qué”.

1671. Sin embargo, para que no parezca que la consideración de estas substancias es ajena
del todo a la enseñanza de la física, Aristóteles indica que el modo de preguntar acerca de
éstas es otro. Pues no llegamos al conocimiento de estas substancias sino a partir de las
substancias sensibles, de las cuales aquéllas son en cierto modo causa. Por eso, nos valemos
del conocimiento de las substancias sensibles y, a partir de éstas, preguntamos acerca de las
substancias simples, tal como el propio Aristóteles, más adelante, a partir del movimiento,
investiga las substancias inmateriales que lo producen. Por tanto, en la enseñanza y en las
cuestiones sobre estas substancias, usamos los efectos como medios para investigar las
substancias simples, cuyas quididades (quidditates) ignoramos. Además, es claro que,
desde el punto de vista de la enseñanza, estas substancias se comparan con las substancias
sensibles como las formas y las otras causas con la materia; pues así como en las
substancias materiales buscamos la forma, el fin y el agente como causa de la materia, así
también investigamos las substancias simples como causa de las substancias materiales.

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1672. Pasamos ahora al párrafo “puesto que un compuesto....”. Aquí Aristóteles muestra de
qué manera (cuius modi) la substancia, es decir, la quididad, es causa y principio. Sobre
esto trata tres cosas: primero, establece unos presupuestos necesarios para demostrar lo que
pretende; segundo, formula una duda (párrafo: “por tanto, si aquello es
necesariamente....”); tercero, resuelve la duda (párrafo: “más podría suponerse....”). Sobre
lo primero, introduce una distinción en la composición de un compuesto de mcuhas cosas.
A veces se produce una composición de muchas cosas, de modo que el todo compuesto de
muchas cosas es cierta unidad -como la casa compuesta de sus partes o el cuerpo mixto de
sus elemen-tos-; otras veces resulta un compuesto de muchas cosas de modo que el todo
compuesto no es simplemente uno, sinpo uno bajo cierto aspecto (compositum non est
unum simpliciter, sed solum secundum quid) -como montón o acervo de pìedras, cuyas
partes existen en acto pues no son continuas-; en este caso, el todo es simplemente una
multitud de cosas y sólo bajo cierto aspecto es uno, o sea, en cuanto que todas estas cosas
están juntas en un solo lugar.

1673. La razón de esta distinción es que el compuesto a veces obtiene su especie de una
sola cosa, que es o la forma -como en un cuerpo mixto- o la composición -como en una
casa-, o bien el orden -como en las sílabas y en los números-. En estos casos, todo el
compuesto debe ser simplemente uno. En otros casos el compuesto obtiene su especie de la
misma multiplicidad de partes agregadas -como un montón, un pueblo y otras cosas por el
estilo-; en estos casos, todo el compuesto no es simplemente uno, sino uno bajo cierto
aspecto.

1674. Dice, pues, Aristóteles que, cuando algo es de tal modo compuesto de otras cosas que
es un “todo”, es decir, que el todo es uno -no como un montón de piedras sino como la
sílaba que es simplemente una- [en estos casos el compuesto no es (no se identifica con) las
partes que lo integran] en estos casos el propio compuesto no debe estar constituido por las
partes -como una sílaba no es sus elementos-. Por ejemplo, la sálaba BA no es lo mismo
que las dos letras B y A; la carne tampoco es lo mismo que fuego y tierra. Prueba esto así:
“disueltas”, es decir, separadas de entre sí las partes que constituyen una composición,
ésta, o sea, el todo no permanece después de la disolución -como una vez separados los
elementos ya no permanece la carne, y separadas las letras ya no hay sílaba- .” Pero los
elementos”, es decir las letras, sí permanecen al deshacerse la sílaba; y el fuego y la tierra
también permanecen al deshacerse la carne. Por tanto, sílaba es algo más que los solos
elementos, y no se constituye sólo por los elementos, que son vocales y consonantes, sino
también por otra cosa por la cual la sílaba es sílaba, igualmente la carne no es solamente
fuego y tierra o humores fríos y calientes por cuya fuerza los elementos se mezclan, sino
también es otra cosa por la cual la carne es carne.

1675. Donde leemos “por tanto, si aquello es necesariamente....”, Aristóteles plantea una
duda sobre aquello de lo cual trata principalmente. Queda demostrado que, en la carne y en
la sílaba, hay otra cosa además de los elementos. Parecer ser, pues, que todo lo que existe o
es un elemento o está constituido por elementos. Si, pues, aquello que hay en la carne y en
la sílaba además de los elementos es necesariamente o un elemento o un compuesto de
elementos, se seguirían estas incongruencias.

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1676. Si es un elemento, haríamos a propósito de este otro, el mismo razonamiento que
hicimos sobre los demás elementos, pues habría que contarlo entre los demás. Por ejemplo,
la carne sería un compuesto, según dijimos, de algo más que los elementos, y ahora
decimos que esta otra cosa es también un elemento junto con el fuego y la tierra. Y, como
demostramos que en todo compuesto que es uno debe haber otra cosa además de los
elementos, se plantearía la misma pregunta sobre esta otra cosa: si esto también es un
elemento, entonces la carne estará compuesta de este elemento, más los elementos que ya
conocemos y todavía de otra cosa más. Así proseguiríamos indefinidamente, lo cual es
incongruente.

1677. Pero, si esta otra cosa que hemos descubierto no es elemento, pero se constituye por
elementos, es obvio que no estará constituida por un solo elemento sino por muchos;
porque, si no estuviese constituida por muchos sino por uno solo, se seguiría que ese único
elemento es el todo -lo que está constituido por agua es agua y nada más-. Si, pues, esto
está constituido por muchos elementos, de nuevo haríamos el mismo razonamiento que
hicimos acerca de la carne y de la sílaba, o sea, que en esta cosa habría algo además de los
elementos que la constituyen. Y otra vez estaríamos razonando idefinidamente.

1678. En el párrafo “más podría suponerse...”, Aristóteles resuelve esta duda. Sobre esto
trata dos cosas: primero, resuelve la deficultad que aparece a primera vista; segundo,
corrige esta solución reduciéndola a la verdad (párrafo: “pero como ciertas cosas...”). Dice,
pues, primero, que aquella otra cosa que hay en los compuestos además de los elementos,
parecería ser a primera vista algo que no costa de elementos sino que es elemento y causa
del ser o de la carne o de la sílaba o d eotras cosas. Y también parecería que esto es la
substancia de cada cosa, es decir, la quididad. Pues la substancia, que es la quididad, es la
primera causa del ser.

1679- Pero después (párrafo: “pero como ciertas cosas...”) corrige esta solución en dos
puntos: primero, respecto a lo que dijo, que lo que hay es los compuesto además de los
elementos es la substancia de cada cosa. Esto ciertamente es verdad en las cosas que son
substancias. La forma de la sílaba, por ejemplo, no es una substancia. Segundo, con
respecto a esto otro que dijo, a saber que esta otra cosa es elemento y causa del ser, ya que
no puede llamársele elemento sino principio, pues el elemento pertenece a la causa
material.

1680. Dice, pues, que, como hay cosas que no son substancias, lo cual es muy obvio en las
cosas artificiales, aquellas cosas que son “según naturaleza” en cuanto al ser y “están
constituidas por naturaleza” en cuanto a la generación esas sí son verdaderas substancias;
así es patente que la naturaleza que buscamos es “en algunas cosas” la substancia, es decir,
en las cosas naturales pero no en toda cosa. Esta naturaleza no es un elemento sino un
principio formal; en cambio, llamamos elemento a aquello en lo que algo se divide y que
“existe en un ser”, es decir que es intrínseco como en la materia -digamos, los elementos de
la sílaba BA, que son B y A-. Por tanto, puesto que este principio no es material sino
formal no es un elemento. Así queda claro qué clase de principio es la substancia, y que
este principio no es elemento ni consta de elementos. Con esto se resuelve la duda
suscitada.
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