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Actos humanos, actos del hombre y actos morales

A veces hacemos juicios de valor que no tienen ningún sentido sobre cosas
que no pueden hacer nada diferente a lo que hacen, por ejemplo decimos que
el fuego es malo o que el agua es buena cuando regamos y mala si provoca
una inundación; sin embargo esto carece de sentido ya que estas cosas no
pueden actuar de manera diferente a como lo hacen, no pueden elegir las
consecuencias de su ser-suceder. Estas cosas no pueden valorarse desde un
punto de vista moral.

¿Y los seres humanos? Nosotros somos capaces de actuar de muchas formas


ante cada situación y por ello nuestros actos son valorables moralmente.
Pero, ¿Es todo lo humano valorable moralmente? Algunos autores han
distinguido entre actos humanos y actos del hombre.

Los actos del hombre son aquellos que no tienen significado moral, los que
no podemos elegir: respirar, hacer la digestión,…

Los actos humanos son aquellos que podemos o no escoger.

Los actos morales son actos humanos, voluntarios, que podemos elegir
realizar o no, y que podemos valorar según las normas y valores morales que
hayamos asumido previamente. Ante la posibilidad de elegir, el primer
elemento de estos actos que se nos muestra es la existencia de
un motivo para realizarlos. El motivo es, la respuesta a la pregunta '¿por
qué?'. Además, este tipo de actos tiene un fin, esto es, la anticipación
mental del resultado que se pretende alcanzar con la acción. El fin se
hallaría respondiendo a la pregunta '¿para qué?' Pero la finalidad que se
pretende conseguir con cualquiera de estos actos ha de conseguirse de
algún modo, estamos hablando de los medios para conseguirlo y estos se
hallan respondiendo a la pregunta '¿cómo?'

El elemento que completa la estructura de los actos morales es el resultado


efectivo de los mismos, sus consecuencias.

Los motivos pueden ser consciente, es decir, los pensamos antes de actuar o
inconscientes, no los vemos y pueden ser derivados del hábito, del capricho
o de la misma biología del ser humano, pero también pueden ser aquellos que
no nos atrevemos a reconocer ni ante nosotros mismos, y que ocultamos tras
de otros más dignos que los justifican -a veces, por envidia o celos,
atacamos a otras personas, y lo hacemos convencidos de que éstas actúan
mal y deben ser reprendidas-. Sin embargo la inconsciencia de los motivos
no anula totalmente el carácter moral de un acto humano.

Los motivos y el fin no son lo mismo, el fin es lo que pretendemos conseguir


con la acción y este es un elemento fundamental a la hora de realizar una
valoración moral. Dependiendo de que la finalidad de nuestros actos,
nuestra intención, sea buena o mala, así serán también los mismos.

Con todo, la intención no basta. Nuestras acciones se desarrollan en la


realidad y, por tanto, dependen de la utilización de unos medios y producen
unas consecuencias. La elección de los medios adecuados para la consecución
de nuestros fines es fundamental para la valoración moral de nuestras
acciones. Podemos afirmar que el fin no justifica los medios y, en este
sentido valorar negativamente toda acción que utilice malos medios.
Las consecuencias reales de nuestras acciones son también muy importantes
para valorarlas moralmente. Como seres con conciencia que somos podemos
prever en gran parte las consecuencias de nuestros actos o por lo menos
tenemos la obligación de intentarlo.

Por ejemplo: cuando nos excusamos por alguna acción culpando a otra
persona esto influye sobre su reputación, cuando dejamos el grifo abierto
mientras nos cepillamos los dientes estamos tirando unos cuantos litros de
agua potable a las alcantarillas, cuando recogemos el agua del suelo del
cuarto de baño después de ducharnos evitamos que otra persona tenga que
hacerlo...

La conciencia de las posibles consecuencias de nuestros actos es importante


para la valoración moral de los mismos, pero la ignorancia de éstas no
siempre nos exime de toda responsabilidad.

Por ejemplo, si una persona está tomando medicamentos, debe informarse


sobre los efectos de los mismos y sobre los alimentos y bebidas que no
puede consumir mientras los toma. La ignorancia de esos efectos e
incompatibilidades no hace que la persona sea menos responsable de las
consecuencias de ignorarlos. Sin embargo, el camarero de un restaurante no
es responsable del daño que pueda sufrir esa misma persona por tomar
algunos de esos alimentos y bebidas incompatibles con su medicación.

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