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Este documento describe la importancia de creer en Dios como creador y Padre. Profesar esta creencia es como fijar el fundamento de nuestra cultura y conocimiento religioso. Al creer en Dios como creador, nos entregamos gratuitamente a Aquel que nos da todo. Esta creencia personaliza al individuo y le permite sobrepasar la pérdida del yo en medio de la fatalidad y la masa. El Credo Apostólico presenta la unidad paradójica de Dios como el Bien supremo y Padre providente, y también como el
Este documento describe la importancia de creer en Dios como creador y Padre. Profesar esta creencia es como fijar el fundamento de nuestra cultura y conocimiento religioso. Al creer en Dios como creador, nos entregamos gratuitamente a Aquel que nos da todo. Esta creencia personaliza al individuo y le permite sobrepasar la pérdida del yo en medio de la fatalidad y la masa. El Credo Apostólico presenta la unidad paradójica de Dios como el Bien supremo y Padre providente, y también como el
Este documento describe la importancia de creer en Dios como creador y Padre. Profesar esta creencia es como fijar el fundamento de nuestra cultura y conocimiento religioso. Al creer en Dios como creador, nos entregamos gratuitamente a Aquel que nos da todo. Esta creencia personaliza al individuo y le permite sobrepasar la pérdida del yo en medio de la fatalidad y la masa. El Credo Apostólico presenta la unidad paradójica de Dios como el Bien supremo y Padre providente, y también como el
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EL CREDO DE NUESTRA FE EN DIOS PADRE
CREADOR (CIC 185-421)
INTELIGENCIA DEL CREDO PROFESADO (CIC 185-231)
Quienquiera se pregunte con naturalidad y cordura por
lo ilimitado, se topará muy pronto en el mundo civilizado de hoy - cual algo sabido -, con el testimonio cristiano y católico: "Creo en Dios Padre todopoderosa, creador del cielo y de la tierra". Esta síntesis que se nos brinda de la fe, no ha sido concertada según las opiniones humanas, sino que recoge, como en una pequeña semilla de mostaza que contiene en germen todo su posterior proceso y florescencia, lo que hay de más importante en las Escrituras, para dar en su integridad el conocimiento único de la fe (S. Cirilo de Jer, Catech. ill. 5,12). Ella nos permite entrar en comunión con Dios y con toda la Iglesia que nos la transmite, y en el seno de la cual creemos (CIC 197).
Profesar: "Creo en Dios Padre todopoderoso creador
del cielo y de la tierra", es como fijar el clavo del que pende todo el organigrama de nuestra cultura creyente, y todo nuestro saber sobre los misterios de la vida más allá de la experiencia física. En efecto, Dios creador y Padre es el punto focal de la fe, y de este pende toda la estructura del edificio de nuestra religión o todos los demás artículos del Credo (CIC 1991). Esta primera afirmación es también la más fundamental de la religión, de tal modo que cualquiera otra utilidad que a ésta se quisiera asignar, como por ejemplo, transformarla en el instrumento útil del trabajo social, político o institucional (Cf. Ratzinger , cae de su peso frente a esta resolución de Conf. prensa, Stgo.11.07.88) carácter más bien inspiracional, intelectiva o contemplativa.
El único sentido que puede tener profesar: Creo en Dios
creador, es el acatamiento gratuito y sencillo, esto es, sin otros intereses, al que gratuitamente nos da todo: "toda la vida, toda el alma, todo el cuerpo y todos los bienes" (S. Fco, l Re 23,8).
Aquel que dice: Creo en Dios..., no constituye sólo por
ese hecho un conocedor y ejecutor cabal de lo que encierra el concepto; sino que básicamente al menos, alguien que teniendo suficientes razones respecto a su credibilidad, toma el Credo que se le plantea y lo abraza como pronunciamiento muy personal. Como marco estatutario o fundacional de la propia personalidad, de la propia realización en la vida. Profesar el Credo tiene de por sí carácter de una opción fundamental, de algo definitivo, sin alternativa de vuelta atrás; de 'metanoia' = cambio de mentalidad, y de "conversión de vida". Y suele suceder en personas que han abandonado a la dejación o repudiaron abiertamente por cualquier causa la estructura corporativa o la "institucionalidad de la religión; que en su yo íntimo conserven en algún grado - incluso ignorando o vacilando respecto a este mismo hecho -, el Credo, que íntimamente llegó a ser parte suya: "creo a mi manera".
En realidad la vivencia íntima del Credo personaliza al
hombre definiendo y robusteciendo la subjetividad, individualidad y particularidad de su ser. Le permite sobreponerse a la pérdida de sí en el acaso y la fatalidad; sobreponerse al acoso de la masa, al gregarismo fatuo y a la despersonalización del ciudadano número. El Credo constituye efectivamente la opción fundamental del hombre frente a aquella Conciencia personal, libre y creadora que lleva al mundo y lo precede (Cf. Ratzinger, Intr. Ctmo. p 129s). Endereza su yo al objetivo absoluto y soberano de la fe, que profesa.
El Credo apostólico presenta la paradójica unidad del
Dios de la fe: el Dios sumo Bien, Padre providente, y el Dios de los filósofos: el Dios Altísimo, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Nos plantea la yuxtaposición del Dios cercano, personal y entrañable y del Dios escondido, inaccesible, del 'que es' (Ibid p.107).