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Alma de capitán

“Mientras quede un brazo que mueva una


onda. Mientras queden piedras en los pedregales. Donde tenga
ramas esta vieja afronta, donde cortas picas para tus zagales.
Mientras en tu pro se mueva una lanza. Rey para tu gloria, hay
una esperanza.”

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Alma de capitán

El héroe

El hombre de hoy en día es inconsciente de su pasado y por


ello, incierto de su futuro no hay seres capaces de mirar más allá de su
presente meramente material, perdiendo la mirada de lo más vivo y
más altivo. Donde se encuentran proyecciones de una herencia
espiritual.

Ni siquiera la gente mundana comprende al mundo; confían


en cuantas máximas cínicas encuentran, que no son ni verdaderas.1

Tanto es así que el hombre vive buscando sin encontrar; un


hombre continuamente activo, completamente desorbitado. Un
hombre que ya no quiere recordar, que va desertando de su grandeza.

Hoy es el hombre, un inconsciente de su dignidad perdida,


“hacedor” de hazañas basadas en polvo. Va esperando en que vendrá,
sin pensar porque llego.

Pasa su vida planificando y buscando soluciones. Prendiendo


fuegos que se apagan, cuando lo que hay que hacer es transmitir el
fuego que enciende un héroe en alma capaz de lo perpetuo.

Estamos disipando poco a poco la firme convicción de


progresar. Porque asumimos ideas erradas de progreso, ya que el
progreso, se construye bajo un ideal que no muere, un ideal que no
cambia. Y eso se logra mirando a nuestros héroes, a aquellos que
vivieron entregando su vida a los ideales que nunca mueren, que
permanecen.

1
Chesterton, ortodoxia, pág. 9
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Alma de capitán

En tiempos como estos donde el hombre vive amputado de la


realidad. El héroe debe nutrir a la sociedad jugando un papel de
preciso valor, para que sea puente de unión con esa realidad cultural
que lo enriquece, lo sustenta y le da vida trascendente.

Porque el héroe hace que cumplamos con deberes para con


nosotros mismos, pero no en el sentido egoísta que se puede dar, sino
en un sentido de proyección. Logrando en la persona una capacidad de
poder priorizar y jerarquizar, para que con intuición vaya cumpliendo
deberes por grado de importancia, primero Dios luego la Patria, y así
sucesivamente.

Tenemos que reflexionar que no estamos para servir a algo,


sino para servir a alguien; a ese alguien que nos de libertad para ver
aquello que realmente hay que ver, jerarquizando que la familia es
más valiosa que un trabajo, que la Patria es más importante que uno
mismo y Dios más grande que lo demás. Ya que ninguno de los tres
carece de importancia, y que complementados el uno al otro se hacen
fundamentales para la vida del hombre.

Pues estos últimos, son ideales que nos permiten desplegar lo


mejor de nuestro ser. Haciendo que nuestra alma sea capaz de poder
permanecer y encontrar lo permanente.

Nos están queriendo robar la inteligencia. estamos tan libres


que no encontramos empleo para una meta. Tan manco está el
individuo, que han perdido la dignidad de abrazar una causa.

El hombre está siempre de viaje, declara Picard, fugitivo de


una huida a la ficción. Con el solo aglutinante de ser comunes
compañeros en la huida. Y aquí encontramos el gran problema y la
clave de los tiempos de decadencia, ya que en el mundo de la huida no
existen amores permanentes, ni tampoco juramentos y vínculos que
permanezcan en el tiempo. Los seres humanos del presente se han
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Alma de capitán

convertido en eternos errantes, inseguros buscadores de plenitud


humana; bajo una volátil paradoja de la utopía incierta.

Continuando esta línea, brota de inmediato la sentencia de


que aquel que no recuerda y no se vincula con el pasado; va perdiendo
de poco la memoria. Reduciéndose a una mera sucesión de
acontecimientos, que día a día van muriendo en el olvido.

El vínculo de lo anterior es lo que nos da la capacidad de


avanzar, porque mediante ese vínculo vamos aprendiendo y a
alimentándonos de los ejemplos que surgieron, en determinada época,
para guiar al hombre haca su grandeza. Hasta podríamos decir que el
héroe es la personificación del ideal, donde se reflejan las virtudes
conductoras.

Hay algo así como una amplia universalidad; y algo


así como una estrecha y restringida eternidad 2.que nos ha ido
recortando la sed de grandeza que antiguamente el hombre común
poseía, que de vez en vez era capaz de mirar más allá de su persona y
confundirse con las historias de grandeza que los juglares cantaban al
pueblo; que a su vez hacían de educadores e intermediarios entre los
hombre y los ideales que los héroes representaban

Podemos decir que la más consiente e inconfundible


seña de locura, es esta combinación entre la integridad lógica y la
contracción espiritual3. Cuyo encogimiento no admite vínculos, ni
dechado de grandeza, señalando solamente a la lógica como una
salvación que intenta explicar lo demás, pero con la lógica desnuda. El
hombre se hincha para que tarde o temprano termine reventando.

2
Chesterton, ortodoxia, pág. 12
3
Chesterton, ortodoxia, pág. 12
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Alma de capitán

Esas desnudeces deben ser alimentadas por aquello que un héroe


representa, ya que es la prueba contundente en que un punto vuelve a
juntar la mente con el alma, y que juntos dan motor de grandeza a una
Patria.

Cuanto más grande seria la vida del hombre si se


empequeñeciera en ella. Así comenzaría a interesarlo las demás cosas,
(anulando todo egoísmo posible) llegando a la conclusión de que a lo
demás no le interesa su pequeñez; y así daría paso a aprender todo
aquello capaz de interesante, capaz de llevar al hombre a discernir las
paradojas que un héroe encierra en sí. Ya que el héroe, antes de ser
héroe, primero decidió ser pequeño en un camino para gigantes.

Mientras el hombre tiene misterios y sentido de


grandeza, tiene salud; puesto que cuando se destruye lo anterior, se
crea la morbosidad. Debido a que el hombre común siempre ha sido
cuerdo, porque el hombre común siempre ha sido místico. Siempre ha
tenido un pie en la tierra y otro en el cielo.

El mundo que los hombres han querido crear está


lleno de virtudes malgastadas. Lleno de virtudes cristianas que se
volvieron locas. Virtudes que se volvieron locas porque fueron
separadas unas de otras y vagan solitarias en un mundo errante.es por
esto mismo que el hombre ha disipado su punto de referencia que
lograba en él, su equilibrio moral. Eso que lo hacía grande con sus
virtudes y pequeño ante lo eterno.

. Convierte el desinterés y el amor al ideal en programa único

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Alma de capitán

Refugiase de vez en vez en la filoso fía y en la


teología, para salir después armados de mucho ideal y purificar así lo
real, que bien lo necesita. El ideal es la montaña; la acción es la
llanura... Ascender primero a la montaña y andar después con
desahogo por la llanura, es fortuna sólo reservada a los genios de la
elocuencia

Loco es el hombre que ha perdido todo, menos la


razón. Con una inconfundible señal de locura que une una
combinación modesta entre la integridad de la lógica y una casi
completa contracción hacia todo lo espiritual. Que abiertamente se va
manifestando un racionalismo sin lógica y un espíritu sin razón.

Claro que todo hombre sería más grande si diera lugar


a que la abundancia de un Dios magnifico, lograra el cumplido de
deshacer su cosmos disminuido; y poder efectuar, libre como otros
hombres, la gran independencia de poder alzar su mirada hacia un
dechado de grandeza.

En viejas y gloriosas épocas, resultó evidente que el


hombre tuvo el afán de hacer amplio su mundo; marchando por el
sendero que lo conducía a hacerse siempre más pequeño cuando su
objetivo se tornaba aún mayor. Encontró a su alrededor lleno de
grandezas que hasta las catedrales más encumbradas eran fruto de la
humildad. Mientras más grande fuera su cúpula, entonces mayor seria
su capacidad de humildad; es decir, de grandeza.

Un héroe no sería tan grande sino porque lo


miráramos desde abajo, pues su dedicación a lo grandioso es lo que
convierte en magnánimo al hombre. Ya que lo magnánimo no es más
que una creación de la humildad; y a su vez, la humildad es hacedora
de los grandes hombres.
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Alma de capitán

Puesto que el águila no es más grande sino cuando


vuela más alto, ni más magnifica que cuando desde su pequeño
cuerpo, puede observar desde la cúspide un mundo que comenzó a
ver desde abajo.

Actualmente se da lugar a una proclamación que


nunca debería haber existido, la proclamación del individualismo. A
cambio de ello el hombre es su propio conductor hacia la grandeza
con la que sueña, pero el individuo al caminar bajo esa idea no hace
más que estrechar su sendero. Hay una clara indecisión porque no hay
una decisión constante, sino una constante aclamación de si mismo
que no hace más que conducirlo al lugar donde todas las libertades
mueren, cayendo en el cenagal de la intrascendencia.

Solo los héroes y los santos son los seres capaces de


quitarle al hombre ese talante y sacarlo de su propio pozo, ya que el
hombre es capaz de realizar todo lo que es posible; tanto lo bueno
como lo malo. Así es que el héroe y el santo encaminan al ser humano
por el lugar que moralmente lo eleva y purifica. Son ellos los que
hacen que las virtudes y los ideales vivan y permanezcan. Así como el
hábito no hace al monje, las virtudes e ideales no pueden sobresalir
por si solas; ya que necesitan de alguien que las refleje.

Tanto es así, que sería justo decir que la virtud y el


hombre son dos unidades que se necesitan mutuamente, ya que la
virtud necesita de un hombre que la obre, y el hombre de una virtud
que lo forje.

Los diferente modos del hombre actual de llegar a


conclusiones o ideas, es sosteniendo el pensamiento de que todo lo
que hace de bueno el hombre para alcanzar un bien mayor, es el total
producto de que todo posee una causalidad de ilusión individual. De
este mismo modo el materialismo duda al mismo instante de todas las

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Alma de capitán

cosas y de ninguna cosa. Sacando el eje que mantiene al hombre,


moralmente recto; debido a que si el cosmos no es real, no hay objeto
alguno en el cual pensar. Y sin objeto para pensar ni héroe a quien
imitar, queda el hombre reducido a un mero cuerpo material que solo
sirve ante el consumo.

A lo largo de la historia encontramos grande culturas


(mayoritariamente en la Europa romana y pos-romana) que nos traen
un recuerdo prodigioso del hombre que no era capaz de detenerse ni
abstenerse ante la más pequeña oportunidad de grandeza que se le
presentara delante suyo, ni ocasión ante el esfuerzo que por el camino
hallara presta a su servicio. El Por Qué no es borroso ni los frutos
invisibles. Había algo que lo impulsaba continuamente a buscar algo
más de lo hallado y realizar algo más de lo efectuado; algo así como
una perfección en su humildad que lo segaba ante lo banal y lo hacía
pronto a lo magno. Es que el hombre bajo ningún caso pensaba en
tenerse fe, y confiar enteramente en su obra. Vivía dudando de la
perfección alcanzada y el esfuerzo realizado, cosa que lo impulsaba a
trabajar más duro.

Había algo de lo que nunca dudo, y que a lo largo de


esos grandes siglos no pudo olvidar y bien sabía que no debía olvidar,
su fin. Su meta hacia claramente que no cesara su esfuerzo.

Si su vida fue construir realizo catedrales


incomparables. Dios lo vistió de armadura, y dudo tanto de su espada,
que no ceso de usarla hasta llegar a tierras santas. Su misión fue la
oración, y Lepanto le dio su hazaña.

El santo y el soldado dudaron de lo que eran, uno


dudo de que era bueno y se convirtió en santo, mientras el otro dudo
de que era valiente y con su espada conquisto al héroe.

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Alma de capitán

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Alma de capitán

La guerra justa

Una guerra justa exige un círculo bien determinado y claro


que siente las bases respecto a las causas que justifiquen su iniciación,
así como también legítima autoridad, derecho y buena intención a
quien la promueve y rectitud en su desarrollo. Claro está que no le está
permitido a cualquiera emprender una guerra, sino solamente para
rechazar las injurias dentro de los límites de la justa defensa.

Bien lo apunta el Papa Inocencio remarcando que todas las


leyes y todos los derechos permiten a cualquiera defenderse y
repelerla fuerza con la fuerza así como su propia defensa4.

Justificar una guerra requiere a quien la emprende un buen


fin acompañado de una recta intención 5, debido a que la virtud y el
deber son de tal naturaleza, que si les falta algún de sus números,
pierden el nombre de virtud y deber 6. Ya que si posee la acción un
buen fin, atara consecuentemente las demás operaciones a la virtud del
fin propuesto.

De vital importancia en esta materia que ahora abordamos, es


la de la intención que lleva consigo el que propone llevar a cabo una
contienda bélica porque en su interior peligra que todo el desarrollo de
la operación sea moralmente nefasto e injusto. San Agustín lo declara
4
Concilio lugdunense.
5
Intensión respecto a lo propiamente militar como lo que atañe a las
leyes morales.
6
Dionisio.
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Alma de capitán

diciendo: luchar en si no es delito; pero si es pecado luchar por el


botín. Lo mismo que nada tiene de crimen llevar a cabo el gobierno de
una nación, pero si es delito gobernar con afán de usura y fines poco
virtuosos. Así como también es el ansia de dominación y otras cosas
semejantes las que se condenan en las guerras7.

Con presencia y fortaleza de ánimo se hace frente a una


guerra por causas justas y necesarias; actuando cuando el deber exija
llevarla a cabo, siendo propio del hombre magnánimo y valeroso
afrontar el peligro o imponer justicia cuando las circunstancias lo
exijan. Así es que nunca se debe apetecer a la guerra en sí, sino que
solo cuando es razonable aceptara con la esperanza de un gran bien o
incluso cuando la contienda es el único camino por donde se llega a
satisfacer una necesidad vital de tal o cual nación, como puede ser la
recuperación de cierto territorio que por derecho es legítimo recuperar
por medio del uso de la violencia.

Muchos pensadores griegos a lo largo de la historia


entregaron el deber de la guerra no a cualquier pueblo, sino, solo a
aquellos que eran gobernados por hombres sabios y prudentes,
considerando que bajo su mandato los pueblos que dominaren serian
regidos por la virtud y la misericordia. Considerando que la ofensiva
no fuera otra cosa que un medio para alcanzar la paz e instaurar la
virtud desterrada en ese territorio.

Es por esto que la guerra debe emprenderse luego de una


gran deliberación y agotamiento de todo medio pacifico posible, sin
ser provocadas ni movidas por interés alguno. Bien lo marca san
Agustín, enseñando que la guerra debe ser una necesidad, para que
de la necesidad nos libre Dios y nos conserve en la paz, pues no se
busca la paz como medio para la guerra, sino la guerra como medio
para la paz.
7
San Agustín
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Alma de capitán

En solución, cerramos indicando que la justicia natural aplica


al derecho de guerra, tanto en concepto como en manifiesto.

Bien vendrá traer a presencia aquellas precisas palabras de


Juan Ginés de Sepúlveda8 que dicen así: la guerra justa es poder vivir
en paz y tranquilidad con justicia y virtud, quitando a los malvados la
facultad de hacer daño y pecar, y velar por el bien público de nuestra
humanidad. Este es también el fin de todas las leyes justamente
promulgadas en una república recta y normalmente constituida

Deber de declarar la guerra

Toda nación se encuentra regida por un conductor, siendo


este el responsable de todo lo que se haga y se deje de hacer en su
territorio. Es por esto que no podemos hacer vista ciega a que junto a
las guerras se sitúan los responsables de declararla, esto es denunciar
la injusticia por la cual se corrompe la legislación, por medio de la
cual se toma causa justa para proceder a la guerra.
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Nació en Córdoba (España) en el año 1490 y falleció en Ledesma en
el año1573 .gran teólogo y filósofo. Cronista del emperador Carlos V
y Felipe II, siendo también tutor de este último. Amigo de Hernán
Cortés. En el colegio de Bolonia (auspiciado por los Medici, Carpi,
Gonzaga y el Papa Clemente VII) se le encargo la traducción de toda
la obra de Aristóteles. Cabe destacar que se enfrentó personalmente
con Martín Lutero que por aquella época agito a Europa, a causa de su
herejía religiosa. Además fue testigo del saqueo de Roma, donde
fallecieron heroicamente varios guardias suizos por defender al papa
Clemente VII cuando se trasladaba del vaticano hacia el Castell
santangelo; motivo por el cual se les entrego definitivamente la
custodia del Santo Padre
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Alma de capitán

Bien sellamos que declarar la guerra corresponde


exclusivamente al príncipe, representante y modelo del poblado que
usando la autoridad que bajo Dios se muestra, debe hacer público
llamamiento a las armas por ser este emplazado una de las cosas que
más directamente atañen a la soberanía de la ciudad o nación.

San Agustín ya nos advirtió muy severamente que el orden


natural acomoda a la paz de los mortales exige a que la autoridad y
determinación para declarar la guerra resida en el príncipe9

Toda guerra que no ha sido formalmente declarada debe


considerarse como una contienda injusta, nos declara san Isidoro. Ya
que el gobernante debe poseer legítima autoridad al momento de
realizar el llamamiento agresivo. Para que así la razón del justo fin sea
la cosa principal, y la rectitud de la obra el efecto dominante de los
demás.

Sentara Santo Tomas en la suma teológica que la guerra


debe ser declarada por la suprema autoridad, pues la persona
particular no tiene derecho para convocar a la ciudadanía, y en sus
contiendas particulares debe recurrir a la autoridad.

Es preciso enunciar que toda beligerancia que no ha sido


formalmente declarada o bien quien la declara no tiene autoridad
justificada, no ha de considerarse guerra sino defensa; cuya única
justificación debe medirse según las circunstancias de la legitima
defensa.

9
Disputa contra fausto

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Alma de capitán

La guerra como derecho natural

Es necesario remarcar y decir que no todas las guerras están


prohibidas a los cristianos, si esta es para reparar la injusticia y
sucederla con la virtud. Más bien le está permitido a todo hombre por
derecho natural, pues hay que tener muy en consideración que si se
hace por derecho o ley natural se hace también por derecho divino y
ley evangélica.

No siempre es necesario ir a buscar las pruebas de esto con


las obras, ya nos decía san Agustín que basta con la preparación del
corazón de estar dispuestos a hacer lo que exija la ocasión o razón de
la ley natural. También llega a hora la sentencia de Graciano
advirtiendo que no otra cosa se nos manda por el derecho natural que
lo que Dios quiere que se haga, ni otra cosa que se nos prohíbe sino
lo que Dios prohíbe que se haga. Conforme a ello vamos
encuadrando que toda ley natural tiende a la salud y el bienestar en un
pueblo o nación por medio del ejercicio de su virtud; por consiguiente
es preciso determinar que no solo se deben tomar las armas por un
mero deber hacia Dios o la Patria, sino también por una ley natural a
la que todo hombre de bien debe cumplir obligadamente. Así decimos
que la recta razón y la recta inclinación al deber, aceptando las
obligaciones que la virtud imponga, esto es y se llama ley natural.

San Pablo se refirió a los hombres que eran buenos entre los
paganos, y que a pesar de no ser cristianos guardan una recta conducta
causa de la ley natural, alagando que ellos son ley por sí mismos,
porque muestran la obra de la ley grabada en sus corazones.
Continuado a ello llega a hora aquel texto de san Cipriano donde
visiblemente expresa que la ley divina escrita en nada repugna a la
ley natural, sino que tan gravada esta por Dios en el alma racional la

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Alma de capitán

reprobación del mal y la elección del bien, que de esto nadie puede
alegar excusa, pues todos tienen el discernimiento y poder para
conseguir estas cosas.

Ha de ser que tan solo con la contemplación de la ley natural


podemos llegar al perfecto entendimiento de que en ciertas ocasiones
es justo y hasta moral el residir en la postura del suceso de una guerra
justa. Situando la sentencia de que la guerra nos es más que un medio
para alcanzar la paz y la justicia de la ley moral, que por naturaleza
cada hombre debe cumplir, incluso sin tener que recurrir a los
plebiscitos de pronunciamiento cristiano.

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